Propuesta para el posicionamiento de CA-RD de cara a la declaración final del 4FAN Busan 2011 Guatemala y la Declaración de París: “más que una declaración de intenciones” Guatemala, Marzo 2011. 1 La coyuntura actual, caracterizada por un escenario de crisis internacional y de cambio climático, las migraciones, el crimen organizado y el narcotráfico, inseguridad alimentaria y nutricional y el alta dependencia de combustibles fósiles, exige el debate sobre la eficacia y el papel que juega la cooperación internacional en el logro y cumplimiento de los compromisos internacionales contenidos en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, las declaraciones contenidas en el Consenso de Monterrey, Roma, París, Santa Cruz, el memorando de Marrakech y el Plan de Acción de Accra. El tercer informe de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en Guatemala, señala entre las razones y limitaciones en el avance continúo y equilibrado en su desempeño, se debe a la persistencia de profundas brechas y desigualdades de carácter territorial, étnico y de género. Aunado a una creciente debilidad institucional y falta de financiamiento para implementar las políticas, planes y programas relacionados, existe una falta de consenso que afirme que lograrlos es un objetivo prioritario. Sumado a ello, los recientes eventos climatológicos han desviado y comprometido los recursos disponibles hacia la atención de los desastres, colocando al país, según la Cumbre del Clima de Copenhague, entre los 10 países más vulnerables al cambio climático y la Organización de Naciones Unidas sobre Desastres Naturales, como el cuarto más vulnerable a nivel mundial en la ocurrencia de desastres naturales. La Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) se ha reducido para América Latina como producto del balance mundial en la agenda de cumplimiento de los ODM, provocando que la AOD se concentre en otras regiones. Esta situación a pesar de la ratificación de los diversos instrumentos internacionales, ha provocado que el país reciba financiamiento por la vía del endeudamiento y que las donaciones se hayan reducido paulatinamente, hasta llegar a alcanzar una proporción del 18% frente a la cooperación reembolsable. Como fruto de la reorganización de la AOD, ha surgido la planificación conjunta y el reparto de actuaciones sectoriales entre donantes produciendo el retiro de la cooperación en los sectores que consideran no prioritarios y sin ventaja comparativa, afectando el compromiso sobre previsibilidad de la ayuda entre donantes y receptores. Por lo tanto, es preciso debatir y hacer uso de las lecciones aprendidas sobre los marcos comunes para cambiar el status sobre la oferta y la ejecución de la ayuda, prevenir la dispersión, promover la coordinación entre actores e incentivar el monitoreo y seguimiento más allá del aspecto financiero. La Declaración de París plantea la armonización como un mecanismo capaz de superar la fragmentación de la ayuda, mejorando la eficacia, reduciendo los costes de transacción mediante la división del trabajo, sin embargo, la respuesta en la práctica, ha sido la del retiro de la cooperación de varios países, incluyendo Guatemala, dejando de lado e inconclusas las necesidades y responsabilidades asumidas. La dispersión y el recorte de ayuda de los principales donantes, ha dado paso al fortalecimiento de la cooperación entre países en desarrollo (Cooperación Sur-Sur), la cual, no debe ser tomada como un sustituto de los compromisos internacionales adquiridos por los países donantes, si no como un complemento de la AOD. La cooperación internacional en Guatemala ha ido experimentando una serie de cambios y presenta avances más visibles en torno al diálogo político entre cooperantes y gobierno, siendo el enfoque sectorial, la estrategia de alineación de agendas. Los esfuerzos de apropiación han sido más visibles dentro del proceso de vinculación entre la planificación y el presupuesto de inversión del gobierno. Si bien, no se cuenta con un plan nacional desarrollo, se ha avanzado en el proceso de planificación participativa desde el ámbito municipal hasta el plano nacional en donde la cooperación internacional se pretende responda una demanda programática y a un Sistema Nacional de Planificación, siendo un proceso de articulación en el territorio de las políticas y procesos sociales, económicos, municipales y de desarrollo democrático aplicadas en todas las entidades del sector público del Estado. El enfoque programático ha sido un proceso acompañado de una mayor concentración sectorial y geográfica de la cooperación. La transformación ha intentado dejar de lado proyectos específicos y 2 aislados, por una estrategia de base complementaria con el territorio, el sector y la interconexión municipal a través de las instituciones que operan en lo local. Sin embargo, no toda la ayuda ha utilizado los mecanismos nacionales, si no que ha sido ejecutada a través de ONG’s, organismos gubernamentales autónomos y descentralizados o empresas privadas, siendo un proceso exclusivo de los cooperantes, dificultando la operacionalización de los principios de transparencia y rendición de cuentas. Esto hace que los mecanismos de canalización y registro de la ayuda sean todavía bajos. La encuesta OCDE realizada en Guatemala señala que durante el 2,008 solamente se registró un 45% de la ayuda en el presupuesto nacional, lo que sitúa a Guatemala ligeramente por debajo de la media entre los países encuestados. Se presentan diferencias en ambas direcciones, así como asimetrías entre los cooperantes. Por un lado, se da una insuficiente comunicación por parte de los donantes y, por el otro, la estimación presupuestaria del Gobierno solo refleja los flujos de la ayuda canalizada a través del uso de mecanismos oficiales, sin integrar Ayuda Oficial al Desarrollo ejecutada por instancias no gubernamentales. La encuesta señala que la previsibilidad de los recursos es baja y las fuentes de información sobre desembolsos de los cooperantes son débiles. La mayoría de los fondos que se suscriben con las fuentes multilaterales, debido a su naturaleza reembolsable, se ejecutan a través de los mecanismos nacionales, son acordados con el gobierno y por lo tanto son ejecutados dentro del presupuesto nacional. Sin embargo, con la cooperación bilateral es el caso contrario, ya que la mayor parte utiliza mecanismos privados para la ejecución de los fondos, así como otras fuentes multilaterales que otorgan cooperación internacional no reembolsable. La mejora de la eficacia de la ayuda y la contribución al desarrollo pasan indefectiblemente por la evaluación periódica que suministra la Declaración de París. Continúa siendo un paso trascendental en la formación y reestructuración de los esfuerzos. El cambio emergente frente a los paradigmas de la cooperación internacional, también sugiere una mejora sustantiva que fortalezca los espacios de interlocución con la sociedad civil, cooperantes y gobierno, la adecuación de un marco normativo e institucional y sobre todo, la revisión de la condicionalidad de los préstamos, la redefinición de los criterios de la renta, la inclusión de nuevas categorías en la conceptualización de estados frágiles y el establecimiento de políticas comunes entre cooperantes y gobiernos en los códigos de conducta en la cooperación internacional. La definición de Estados frágiles ha sido rebasada por nuevas dinámicas globales. La clasificación, ha de contrastarse de acuerdo a nuevos parámetros que describan mejor la fragilidad estatal y que permitan por tanto, mejorar y canalizar de forma más eficaz la ayuda. Es importante redefinir y establecer indicadores que incluyan otro tipo de condiciones que den primacía al criterio de la renta, el cambio climático, seguridad alimentaria, migración y seguridad regional. El cumplimiento de los ODM, permiten definir de manera sectorial y territorial las brechas y la necesidad de intervención y apoyo de la cooperación internacional. El logro supone la corresponsabilidad entre las naciones sobre políticas económicas y comerciales más justas. Debe cuestionarse por tanto, el rol de la cooperación internacional a través del papel de las naciones desarrolladas y la inclusión de las menos favorecidas conforme a la adquisición de la deuda y la consecución de nuevas formas de cooperación que tenga en cuenta las necesidades de los países de renta media. El marco de la cooperación internacional no debe reducirse a la cooperación técnica entre países con similares condiciones de desarrollo. Es innegable que la cooperación triangular tiene muchas ventajas, tales como la difusión de experiencias exitosas, la garantía de logros técnicos, el aumento de la cobertura de la asistencia técnica por efecto del cofinanciamiento, la disminución de las barreras culturales y los costos de operación y transacción. Sin embargo, es necesario analizar que las necesidades no se limitan a la cooperación técnica, es imperativo que los países desarrollados también contribuyan con más cooperación a través de la Asistencia Oficial al Desarrollo, o bien por acuerdos 3 internacionales que conllevan el alivio de la deuda y reglas justas de comercio, asumiendo el compromiso de 0.7% del PIB establecida en la Conferencia de Monterrey. Debido a la falta de recursos del Estado, la mayor parte de la deuda externa del país corresponde a financiamiento contratado con organismos multilaterales para garantizar el soporte financiero a las políticas de desarrollo y mantener un marco de estabilidad y sostenibilidad de los indicadores macroeconómicos. Este se ve forzado a negociar en condiciones asimétricas y con escasas alternativas de condiciones blandas y concesionales, conllevando a una utilización sustantiva de los recursos adquiridos para el pago de servicio de la deuda, reduciendo la inversión que podría ser utilizada para financiar el cumplimiento de los ODM. Es importante que en materia de cooperación, particularmente la reembolsable, los países donantes y receptores establezcan marcos comunes orientados en la gestión para resultados. Los esfuerzos deben encaminarse a fortalecer la capacidad local de los países receptores en los procesos de planificación, implantación y rendición de cuentas permanente, aunado a contribuir con la capacidad de ejecución. El fortalecimiento de los sistemas de información se constituye, por tanto, en la herramienta para generar confianza y responsabilidad mutua en la asignación de los recursos, en el registro con exactitud de los flujos de ayuda para una mejor priorización presupuestaria y sistemas contables. Para armonizar los esfuerzos entre cooperantes y gobierno, se debe contar con información que permita establecer con claridad cuáles son las prioridades y los desembolsos realizados. Esto, con el objetivo de contar con información fiable que permita monitorear y transparentar los esfuerzos trazados, para evitar duplicidad en la formulación de programas y proyectos. Un desafío importante para los países sigue refiriéndose al registro de la cooperación en sus diversas modalidades y la estimación en torno a los programas territoriales, objetivos y montos destinados. Encontrar complementariedades y determinar sinergias entre productos y resultados; implica promover acciones conjuntas entre las fuentes cooperantes, agencias y las entidades nacionales (que incluyan las acciones del programa dentro de los planes de cada entidad). En este sentido, es importante fortalecer el marco institucional y legal en cuanto a la cooperación externa y el establecimiento de una política de cooperación que favorezca los canales de comunicación entre cooperantes y gobierno, incluyendo un compromiso decidido a implementar metodologías operativas que favorezcan el enfoque de género, la pertinencia étnica y territorial. Las reformas a incluir en la Declaración de Busan, Corea, deben tomar en cuenta que todos los países presentan niveles diferenciados de avances y tienen limitaciones en torno a la arquitectura actual de la cooperación internacional. Deben establecerse por tanto, mecanismos comunes que mejoren la predictibilidad de la ayuda, involucrando, monitoreando y mejorando los procesos de ejecución y rendición de cuentas y el uso efectivo de los recursos a través de mecanismos más eficaces, tanto con el grupo de cooperantes, como con la sociedad civil. 4