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La confirmación del magistrado John Roberts
Katya Salazar Luzula
Due Process of Law Foundation
Washington D.C.
El procedimiento seguido para designar al nuevo presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos es un
buen ejemplo de lo que significa transparencia y acceso a la información en un sistema judicial. Al respecto
alcanzamos a nuestros lectores un artículo elaborado por Katya Salazar Luzula, directora de Programas de
la Fundación para el Debido Proceso Legal sobre el tema.
El jueves 29 de septiembre el Senado de los Estados Unidos confirmó a John Roberts como
el 17º presidente de la Corte Suprema de ese país. Como era de esperarse, todos los
senadores republicanos votaron a favor de su confirmación. Fue interesante comprobar que
la mitad de los senadores demócratas hicieron lo mismo. Mas allá de estar de acuerdo o no
con la designación de Roberts para tan alto cargo, vale la pena destacar el proceso seguido
desde su nominación por el presidente Bush hasta su confirmación por el Senado, casi un
mes después. Quizás la elección de Roberts nos pueda dar algunas luces sobre lo que debería
significar la elección de un juez que aspira presidir o integrar el tribunal más alto en nuestro
país.
La nominación de John Roberts (50) como reemplazante de la jueza Sandra Day O’Connor
(75) dio inicio a un amplio debate en los Estados Unidos. A pesar de haber sido elegida por
un presidente conservador (Ronald Reagan), O’Connor se caracterizó durante sus 24 años en
el cargo por su independencia de criterio y una posición de avanzada en temas sensibles y
conflictivos como el aborto, la acción afirmativa que convalida la discriminación en favor de
las minorías y la relación entre el Estado y la religión. En una corte compuesta por 9
miembros, su voto fue muchas veces el decisivo para determinar el sentido final de una
sentencia. Todos esperábamos que su reemplazante fuera también una mujer o el
representante de alguna minoría. Por esa razón, para muchos de nosotros fue una sorpresa
que la nominación presidencial recayera en un joven abogado, blanco, católico, conservador
y millonario.
Roberts, sin embargo, tiene una trayectoria profesional impecable. Desde su graduación de la
universidad de Harvard, asumió diversos cargos de responsabilidad como secretario del
recientemente fallecido William Rehnquist en la Corte Suprema, abogado de la Fiscalía
General, consultor jurídico de la Casa Blanca y asesor del Ministerio de Justicia. Asimismo,
fue durante varios años socio de una de la firmas de abogados más importantes de
Washington, y en el año 2003 fue nombrado Juez de la Corte de Apelaciones del Distrito de
Columbia.
Todos coincidían en que se trataba de un excelente jurista, pero dudaban acerca de su
posición ideológica y el impacto que ésta podría tener al momento de resolver. Era Roberts
demasiado conservador? Impondrá sus creencias personales en temas de tinte social o moral
como el aborto, la eutanasia, la pena de muerte o el papel de la religión en la vida publica?
Revocará decisiones judiciales firmes con las que no coincide, en un país cuyo sistema
judicial se basa en el precedente? Nadie lo sabía. Entonces se empezó con el trabajo de
desclasificación de información. Miles y miles de documentos escritos por Roberts durante
sus años de trabajo en las diferentes dependencias estatales fueron sacados de los archivos y
entregados al Senado para su evaluación. Para confirmarlo en el puesto, los senadores
necesitaban saber más acerca de Roberts y pensaban que leyendo sus afirmaciones y
argumentos del pasado podrían prever sus decisiones del futuro.
Al mismo tiempo, la prensa dedicaba diariamente varias páginas a detalles de su vida, su
infancia, sus años de estudiante universitario y joven abogado, incluyendo comentarios de
compañeros, amigos y colegas, que opinaban acerca de la posición de Roberts frente a
distintos temas. El Washington Post publico un cuadro sobre su situación financiera,
incluyendo sus propiedades y los nombres de las empresas en las que tenía acciones para
evitar futuros conflictos de interés. Aunque no daba cifras exactas, se mencionaba el valor
aproximado de las acciones y los montos de dinero en sus distintas cuentas bancarias.
Con toda esta información, la Comisión de Asuntos Judiciales del Senado inició las
audiencias en las que trataría de entender la “ideología Roberts”. Durante cuatro días,
Roberts fue sometido a una serie interminable de preguntas que tenían por finalidad
determinar si el futuro presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos1 era no solo
un abogado brillante sino también una persona comprometida con los principios
constitucionales y los valores con los cuales se siente identificado una parte significativa de la
población. Las audiencias fueron difundidas por televisión y en las mismas estuvo presente
su familia. Como se esperaba, muchas de las preguntas giraron en torno a afirmaciones
hechas por Roberts en documentos del pasado, en particular algunas donde aparentemente
cuestionaba la posición de la Corte Suprema sobre el aborto, la discriminación positiva o la
igualdad entre mujeres y hombres. Roberts se defendió “con brillantez escénica pero con
gran hermetismo” como señalaron algunos diarios. En muchos casos puso las afirmaciones
en contexto, explicando con asombrosa claridad el sentido de frases escritas por él hace
veinte años y en otros casos simplemente dijo que lo que hizo fue cumplir (y bien) con su
trabajo, que en ese momento era defender la posición del Estado o de su cliente. Con
respeto y a la vez con firmeza, en varias ocasiones se negó a responder a las preguntas
formuladas por los senadores, argumentando que eso seria adelantar opinión sobre temas
que podría eventualmente tener que decidir como juez de la Corte Suprema.
Roberts demostró inteligencia y agudeza al responder (y muchas veces eludir) las preguntas
de los senadores. Aunque después de las audiencias no sabíamos mucho más de él y de su
“posición ideológica”, Roberts logró convencer a la mayoría de los senadores, y
probablemente al pueblo norteamericano, que mas allá de su historia y creencias personales,
primará en su labor como juez el respeto por el Estado de Derecho y los valores
democráticos. Esperamos que así sea.
Mientras se debatía la nominación de Roberts, falleció William Rehnquist, presidente de la Corte Suprema. El
Presidente Bush cambio la nominación de Roberts de reemplazante de Sandra O’Connor a reemplazante de
Rehnquist.
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