La ley Sáenz Peña cerró el período “conservador” y abrió

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Lucio Alfonsín
HISTORIA ARGENTINA II
TRABAJO FINAL (teóricos)
Prof. Adrián Zarrilli
LA DERECHA NACIONALISTA DE LA DÉCADA DE 1930
La ley Sáenz Peña cerró el período “conservador” y abrió, con la primera presidencia de
Yrigoyen en 1916, la llamada “etapa radical”, que se prolongará hasta 1930. Su primera
presidencia, sumada al “plebiscito” que lo llevó nuevamente a la primera magistratura en
1928, llevó a boca de muchos de los “desterrados” por la nueva política, palabras como
“demagogia” y “prebendismo”, que usaron para criticar y actuar en contra del caudillo
radical, cuyo último gobierno despertó desconfianzas fundadas.
Entre la juventud de los círculos conservadores y la antigua “oligarquía” empezaron a
surgir nuevas ideologías, inspiradas en los totalitarismos europeos y en el pensamiento del
francés Charles Mourras, del diario? La acción francesa; la Depresión de 1929 ayudó al
descreimiento en el sistema capitalista demoliberal (me parece q está colgado esto).
Estos jóvenes empezaron a ver que los problemas que llevaron al fracaso de la etapa
democrática no se hallaban solamente en la persona de Yrigoyen, sino que se trataba de una
falla del sistema, y comenzaron a conspirar para derrocar al gobierno e instalar uno nuevo;
muchos hablaron de “democracia funcional” o “corporativismo”.
Pronto aparecieron grupos de intelectuales que difundían este tipo de pensamiento, que
exaltaba lo “nacional” como manera de superar los problemas que traían/ocasionaban las
ideologías de “exportación”: el capitalismo y el marxismo. Fue así que adquirieron, por
auto denominación el nombre de “nacionalistas”. El principal órgano periodístico donde
escribieron, hacia el final de la década del ‘20, fue el periódico La Nueva República, donde
participaban Juan E. Carulla, los hermanos Irazusta, Cesar E. Pico y Ernesto Palacioss. Sin
embargo, también en el diario La Fronda, de tradición conservadora, aparecieron estas
ideologías. Este nacionalismo, clasificado de diferentes maneras por distintos autores,
tuvo como rasgos principales: un fuerte apoyo a teorías antiimperialistas, y al
catolicismo (manifiesto en las publicaciones de carácter nacionalistas y abiertamente
católicas, Criterio y Número), colaboró con el revisionismo histórico en el rescate,
sobretodo, de la figura de Rosas; y llevó una marcada línea regida por la xenofobia, el
énfasis puesto en la masculinidad y la violencia.
Los principales maestros de esta ideología, desde la primera hora, fueron Juan Carulla y
Leopoldo Lugones. Este último, ya desde 1924 hizo un llamado a “la hora de la espada”,
preanunciando lo que pasaría en 1930 : la intervención del ejército en el poder ejecutivo
para “salvar la Patria”.
Este nacionalismo, a diferencia de otras ideologías similares de Brasil y Chile, tuvo
oportunidades de acceder al poder. La primera, de alguna manera, fue en el golpe de
estado de 1930, que encabezó José F. Uriburu. Esta revolución, sin embargo, estaba
organizada por un homogéneo grupo de conspiradores, y la facción que lideraba Uriburu no
era la más fuerte, sino que el General Agustín P. Justo desde el ejército y los políticos del
antipersonalismo, del socialismo independiente y del conservadurismo, tuvieron siempre
mayor gravitación y poder de decisión. Este grupo no pretendía cambiar el sistema sino
retrotraerlo al período “conservador”, o bien deshacerse de Yrigoyen y del partido
1
mayoritario para continuar gobernando bajo los auspicios de la Ley Sáenz Peña. Los
nacionalistas que acompañaron a Uriburu, como se dijo, tenían otras pretensiones, pero
carecían de la fuerza necesaria, y muchas veces debieron ceder ante las exigencias de Justo
y, por ejemplo, abandonar el proyecto de reforma corporativa. De todos modos, el breve
período en que pudieron actuar sirvió para difundir su ideología y actuar en el gobierno,
consiguiendo además participación en las provincias de Córdoba (durante la intervención
de Ibarguren) y Buenos Aires (gobiernos de Martínez de Hoz y Fresco).
Para estudiar la actuación de los nacionalistas, sus influencias, ideología, composición
social, antecedentes y demás, es necesario considerar los diferentes enfoques, teniendo en
cuenta que hay dos básicamente diferentes (aca no sé de cuáles dos enfoques hablás…je)
y, como dice María Dolores Béjar: “estas distinciones son producto del análisis (...)
efectuado por aquellos que militan en el nacionalismo, como por los que, desde fuera se
han preocupado por dicho fenómeno”1.
Un primer aspecto a tratar sería la composición social de los llamados nacionalistas de
la década de 1930. Al respecto es ilustrativa la caracterización que hace Arturo Jaurretche
al llamarlos “los primos pobres de la oligarquía”2, un grupo de intelectuales con tendencia
aristocratizante en contra del “populismo” radical, y que aspira a ser una élite gobernante.
Esta descripción/identificación, si tenemos en cuenta el estudio sociológico que nos
muestra Sandra MacGeeDeutsch, es válida, sobretodo para la primera etapa del
nacionalismo, pues al correr los años, nos muestra de manera estadística como se
diversifica, de alguna manera, el grupo. Por su parte, Ernesto Palacioss, por supuesto
incluido en el grupo, se auto (creo q no es “nesario” ya q pusiste lo de “incluido en el
grupo”) considera perteneciente a una “raza calumniada”, “un viejo argentino” miembro de
una familia que actuó a favor de la patria desde la primera hora, y que es “víctima de la
oligarquía que proclamó la superioridad del extranjero sobre el criollo y del hijo del
inmigrante sobre los descendientes de los conquistadores”3. Se puede hablar de estos
nacionalistas como un grupo de élite, que critica al conservadurismo del cual proviene, y se
alarma ante la demagogia creada por la Ley Sáenz Peña y el radicalismo y; propone, en
cambio, un nuevo sistema basado en lo “nacional” y en las jerarquías.
Respecto a ello hay también un amplio debate entre diferentes autores ¿Los
nacionalistas buscaban la realización del bien nacional? ¿Su ideología era “nacional”?.
Ernesto Palacios, obviamente, responderá (je, saco el “nos respondería” porq el tp lo
haces solo, no?) que sí, que la ideología nacionalista buscaba la realización del bien
nacional. Al respecto cito uno de sus párrafos: “Aunque fuertemente influida por ejemplo
del fascismo, entonces triunfante en Italia y en ascenso en Alemania, y por los doctrinarios
de la Acción Francesa dicha tendencia –que empezó a llamarse nacionalismo– invocaba la
vuelta a la tradición nacional para encontrar los remedios que el país urgentemente
reclamaba”4
Béjar, María Dolores; El nacionalismo en la década del treinta; en Todo es Historia Nº 154 “La década del
`30 (II)” pág.32
2
Jaurretche, Arturo; Los movimientos nacionales; en: Historia Integral Argentina, Tomo IV “El sistema en
crisis”, pág. 150. Centro Editor de América Latina, 1980
3
Palacioss, Alfredo; Historia de la Argentina, libro I, pág. (introducción)
4
Palacioss, Alfredo; op.cit. libro 4, pág. 276
1
2
La respuesta de Jaurretche es decididamente “no”. Por supuesto no hay que olvidar que
este autor pertenecía al grupo de nacionalistas radicales e yrigoyenistas, agrupados en
FORJA, y que no encuentra válida otra forma de nacionalismo que no fuera la propia. De
todas maneras es constructiva su crítica. Jaurretche habla de un proceso de “colonización
pedagógica” que impediría que los grupos autodenominados nacionalistas tengan una
posición propia y se guíen por el interés nacional; y que por el contrario, se los suele
identificar con ideologías de importación tales como el fascismo, falangismo, etc. Por lo
tanto se produciría un desfasaje al momento de creer que pueda existir una doctrina
nacionalista de carácter internacional. Este sería el desafío de FORJA, única agrupación,
según el autor, que se basa en el pensamiento e interés nacional; aunque rescate del
nacionalismo de derecha la crítica al sistema demoliberal, lo cual demuestra que solo tenía
de democrático la apariencia; y los aportes del revisionismo histórico. (ay esto me re
confunde!! No entiendo! Quién tenia de democratico la apariencia? La FORJA o el
nacionalismo? Y lo del revisionismo historico?? Ayyyy!!! Arreglalo vos, ya veo q hago
lio…)
Siguiendo con el mismo autor, en cuanto a los antecedentes de este nacionalismo que
tiene auge en 1930, hace mención a la Liga Patriótica Argentina (LPA), organización
paramilitar creada durante la primera presidencia de Yrigoyen. Su aporte es rico
especialmente en cuanto a los modos de proceder/actuar, pero no con respecto a
ideologías necesariamente. Principalmente la LPA no usa el término nacionalismo, sino que
prefiere utilizar la palabra “patriotismo”. Por otro lado, rescata el autor, que a diferencia
de los posteriores nacionalistas, la LPA es un instrumento del reaccionarismo liberal ante el
miedo a la Revolución Rusa en Argentina y a la demagogia yrigoyenista. Se define
entonces como antiobrera (a diferencia de los nacionalistas que tienen una actitud más bien
antiplebeya) y ataca a socialistas, anarquistas, comunistas y judíos. Esta característica junto
con la violencia, la xenofobia y el antisemitismo, las comparten con los nacionalistas del
`30. “La Liga Patriótica sólo puede ser considerada como anécdota, y más que referirla al
nacionalismo, habría que adscribirla al liberalismo, pues fue una expresión reaccionaria del
mismo y de las contradicciones entre su progresismo supuesto y los factores que
condicionaban este a los límites de la estructura oligárquica y colonial”.5
Pareciera ser que los nacionalistas citados (Carlos Ibarguren y Alfredo Palacioss)
también consideraran a la Liga Patriótica Argentina como una anécdota, pues sólo la
nombran al pasar como “una reacción contra los extremistas” luego de la Semana Trágica
(yo aca pondría una nota al pie en la q expliques BREVEMENTE los sucesos de la
semana trágica, total se puede hacer cortito… jeje).
Sandra McGee Deutsch habla del nacionalismo y de la LPA como parte de un mismo
movimiento, que empezó a gestarse en 1920, y cuya máxima expresión la adquiere en las
postimetrías del ’30, cuando los nacionalistas propiamente dichos conspiren contra el
gobierno de Yrigoyen contando entre sus filas con numerosos miembros de la LPA. Sin
embargo, en cuanto a la composición social, hace una leve diferencia entre unos y otros,
pero basada sobretodo en la edad.
La actuación de los nacionalistas, dejando de lado a la Liga Patriótica Argentina, se da,
primordialmente, y ningún autor lo pone en discusión, con la creación del periódico La
5
Jaurretche, Arturo, op.cit. pág.149
3
Nueva República, en 1927. No obstante, Barbero y Devoto, no olvidan un periódico
anterior, La Voz Nacional, fundado por Juan Emiliano Carulla en 1925, y que es
considerado la primera publicación nacionalista, aunque paradójicamente sólo tenía tres
argentinos en su elenco. Su poca vida e influencia en la época lo han depositado en el
olvido (me encanta!!!). Lo que nadie niega es la gran influencia que tuvo en el
pensamiento nacionalista y su difusión La nueva República (esto creo q lo repetís, yo lo
sacaría). Continuando con La nueva República, Barbero y Devoto, hacen un análisis de
cada uno de sus integrantes, influencias principales y accionar dentro de la doctrina
nacionalista. Todos afectados por el pensamiento autoritario y aristocratizante del francés
Charles Maurras, eran, sin embrago católicos practicantes, en especial Palacios (esta
característica –el catolicismo– es vista de diferentes maneras por los distintos autores; por
ejemplo, Navarro Gerassi, al diferenciar tres etapas del nacionalismo, adjudica la influencia
del catolicismo a la fase intermedia). El aporte de Leopoldo Lugones es indiscutido, pues a
pesar de no compartir su darwinismo y escepticismo, admiran su autoritarismo y los dones
que veía en una sociedad organizada a la manera de la institución militar. Si bien tenían
numerosas diferencias de pensamiento, “el criterio de base, católico, aristotélico, hispánico,
siguió siendo siempre el mismo”6. El nacionalismo había surgido como oposición al
radicalismo demagógico, aunque Palacios afirmará, años más tarde, que el movimiento al
que pertenecía “coincidía estrictamente en sus finalidades con el radicalismo tradicional y
obedecía a idénticos móviles”7 .
Cuando el gobierno de Yrigoyen comenzó a hacerse insostenible y la incapacidad del
octogenario presidente para afrontar la crisis se hizo cada vez más evidente, las críticas de
los nacionalistas (saqué “este grupo” porq no estaba más adelante.. son los
nacionalistas no?) se hicieron escuchar. Por medio de Emiliano Carulla, amigo personal
del General Uriburu, se acercaron a él y lo terminaron de pudieron convencerlo para que
encabezara una revolución, como lo cuenta de manera autobiográfica el mismo Carulla en
su libro Valor ético de la Revolución del 6 de setiembre de 1930, donde enumera, además el
supuesto programa político que se quería llevar a cabo y que era compartido por el
general Uriburu. Sin embargo, según Jaurretche, lo único que tienen en común es “la
vocación de élite con esa idea de superioridad”8.
En 1929 por iniciativa de Roberto de Laferrere y Rodolfo Irazusta, se formó la Liga
Republicana, a la manera de una organización paramilitar que nucleaba a los opositores de
Yrigoyen y pretendía iniciar una campaña de agitación en su contra para así crear el
ambiente revolucionario. El diario La Fronda, de tradición conservadora, dirigido por
Francisco Uriburu, primo del general, sirvió de medio para todas las críticas al gobierno.
Laferrere y Manuel Gálvez, daban golpes duros al gobierno en sus páginas y trataban de
diagramar el ideario nacionalista.
En vísperas de la revolución se creó otra organización paramilitar: La Legión de Mayo,
constituida por opositores de Yrigoyen provenientes del conservadurismo y dirigida por el
diputado Alberto Viñas. La Legión actuó de manera conjunta con la Liga en actos de
oposición al gobierno y en la revolución que terminó con el mandato radical, aunque
muchas veces fueron criticados por los liguistas porque alababan la democracia que
imperaba antes del sufragio de masas.
6
7
8
Palacioss, Ernesto, op.cit., Libro IV, pág. 278
Jaurretche, op.cit., pág 150
4
Llegado Uriburu finalmente al poder, en una revolución hecha básicamente por el
ejército y algunos civiles, los nacionalistas creyeron realizada “su” revolución –para usar
una expresión de María Dolores Béjar–. Los testimonios de la época lo prueban, como
también los análisis retrospectivos de los nacionalistas Carulla, Palacios y Carlos Ibarguren.
En un principio no se dieron cuenta de advirtieron lo utópico de la “regeneración
argentina” que pretendían, pero en seguida notaron que el Presidente Uriburu no podría
actuar como hubiera querido, pues el verdadero líder de la revolución era el General Justo,
y no tenía en vistas ninguna reforma constitucional, ni mucho menos.
En 1931, cuando el gobierno revolucionario todavía no había entregado el mando a
Justo, Carulla escribe El valor ético de la revolución del 6 de septiembre de 1930 y explica,
entre otros aspectos, los objetivos y las causas del fracaso de la empresa. En cuanto a los
objetivos, dice que eran principalmente dos: el derrocamiento del gobierno de Yrigoyen, y
la eliminación de las causas que habían engendrado el desastre; la principal era la Ley
Sáenz Peña, y por ello dedica todo un capítulo a sus “grandes errores”. Para eliminar los
errores era necesario un programa de gobierno que, dice Carulla sin dudar, no faltaba: se
quería reforzar el poder del Estado, jaqueado por las oligarquías partidistas y cambiar la
Constitución imponiendo la representación corporativa, o, como prefiere decir Carlos
Ibarguren, la “democracia funcional”. El fracaso lo adjudica a la facción justista, que obligó
por intervención de José María Sarobe (mediador entre Uriburu y Justo), a cambiar la
proclama revolucionaria que se anunció el 8 de septiembre ante la multitud reunida en la
plaza. En lugar de anunciar el proyecto de reforma corporativa, el presidente cedió a las
exigencias constitucionalistas de Justo, y juró respeto a las leyes. Carlos Ibarguren, primo
de Uriburu y nacionalista acérrimo, en La historia que he vivido, se lamenta por este
discurso diciendo “fue un tropiezo de Uriburu dejar que se interpolara tal declaración en su
primera proclama, porque desde ese instante ella suscitó todas las ambiciones y determinó
el mismo día de la revolución la lucha con los políticos que dificultaría, y al final impediría,
a su jefe la ejecución de su programa y lo llevaría al fracaso político”9
En su libro Historia de la Argentina, Alfredo Palacios deja aflorar los sentimientos
desafortunados acerca de la revolución de 1930, demostrando la desilusión que le causó
el desenvolvimiento del General Uriburu, quien por desconfiar de su propia capacidad
política, se rodeó de un grupo de “notables” que “parecían haber sido conservados en
naftalina durante los tres lustros de auge radical, e hizo de ellos sus ministros e
interventores en las provincias”10, en lugar de dar espacio al “grupo joven y ágil que
hubiera exigido la realización de un programa revolucionario”. En otras palabras la
crítica a Uriburu yace en la influencia que los miembros de la “vieja política”, los
oligarcas, tuvieron en él, ya que éstos solo querían una operación electoral para volver al
poder que les había sido negado desde 1916. Se lamenta, asimismo, de la disposición de la
Corte Suprema de Justicia, que a pesar de imponer al gobierno de facto la sujeción a las
leyes constitucionales, le otorgó el reconocimiento que necesitaba.
Para citar una visión más allá de la proveniente de los nacionalistas de la época, la
interpretación de Sandra McGeeDeutsch viene bien. La autora no niega el descontento que
tenían los nacionalistas con la designación de ministros miembros de la oligarquía, aunque
habla de los esfuerzos de Matías Sánchez Sorondo (ministro del interior) y Carlos M.
Pellegreni (interventor en Buenos Aires), por ganarse su simpatía. Sin embargo, dice,
9
Ibarguren, Carlos. La historia que he vivido, Ed Sudamericana, 1999 (pág 415)
Palacioss, Alfredo, op.cit. (pág 287)
10
5
fueron las miras partidistas de Sánchez Sorondo (que ya anunciara en los discursos de
septiembre) y las presiones del General Justo, las que llevaron al Presidente provisional a
cambiar su política y decidir restaurar el régimen constitucional en etapas, comenzando con
elecciones en las provincias menos proclives a un triunfo radical: Buenos Aires y Córdoba.
Luego se elegiría un congreso adicto? O adepto? que aprobaría las enmiendas
constitucionales. El fracaso electoral de 1931 en Buenos Aires donde ganaron los radicales,
y la posterior anulación de los comicios, fue el acta de defunción del gobierno; Sánchez
Sorondo desapareció de la administración y el presidente hizo nuevas promesas a Justo, lo
cual enfureció y alejó a muchos nacionalistas, que ya no le creían al presidente, a pesar de
que él no había renunciado a todos los objetivos. Algunos nacionalistas le criticaron,
además, que en lugar de limar asperezas intentando obtener simpatizantes del radicalismo y
del conservadurismo, se haya volcado hacia un lado, sin cambiar la constitución, pero
subvirtiéndola.
En medio de toda esta tramoya/ enredo política, los nacionalistas, desilusionados o no,
seguían actuando para llevar a cabo su programa revolucionario. Bajo el auspicio de
Uriburu fue creada en 1931 la Legión Cívica Argentina (LCA), que reunía, liderada por el
Dr. Floro Lavalle, a legionarios y republicanos. La agrupación contaba con la autorización
para llevar armas y ser instruida por el Ejército, aunque desde el gobierno se negaba su
carácter oficial. Contó con miles de afiliados, pero su composición “plebeya” hizo que
muchos nacionalistas de la primera hora se retiraran de su seno, tal el caso de varios
miembros de la Liga Republicana dirigida por Laferrere. Este último, por otro lado, se
sentía desvalorizado por las palabras de aliento que Uriburu dirigió a la LCA, que
traslucían la falta de reconocimiento del General hacia los republicanos como la verdadera
organización nacionalista y precursora del resto. Un último intento de asesoramiento se dio
con otra efímera organización, fundada por Lugones y miembros del círculo de la Nueva
República en 1931, la Acción Republicana, que reclamó ciertos cambios en materia
económica, pero fueron desoídos por el presidente. Así fue como los nacionalistas
lentamente dejaron de ver a Uriburu como su líder, notando un conflicto entre su plan y los
intereses plutocráticos. Completamente desilusionados debieron aceptar, a regañadientes, el
pase de mando al General Agustín P. Justo, que asumió la presidencia apoyado por una
coalición de antipersonalistas, socialistas independientes y conservadores, que compitieron
electoralmente contra una unión de socialistas y demócratas progresistas, mientras que el
radicalismo optó por la abstención electoral luego de ser vetada la candidatura de Marcelo
T. de Alvear?. Con ello, se abrió paso a la “restauración conservadora” y al “fraude
patriótico” y desvaneciéndose así el fantasma del corporativismo.
Según/de acuerdo con Béjar durante la presidencia de Justo el accionar de los
nacionalistas se limitó a: buscar un militar para realizar la verdadera revolución, y lograr
unidad interna. En referencia a los militares que fueron, durante cada año, posibles
candidatos, Ibarguren nombra al Teniente Coronel Pellerson, al Coronel Reynolds, al
almirante Abel Renard y al General germanófilo Juan B. Molina; aunque ninguno de ellos
tuvo la convicción suficiente para actuar.
La relación entre Justo y los nacionalistas fue ambigua. El grupo buscaba influir y
presionar al gobierno reivindicando el nacionalismo económico. El Tratado RocaRunciman, el “fraude patriótico” y demás corruptelas, les sirvió para demostrar la
“farsa de la democracia” (te cambié el orden, espero no altere el producto, je). A pesar
de esto, el gobierno de Justo no desconoció a los nacionalistas y los “respetó”, sin derogar,
por ejemplo, el decreto que daba legalidad a la LCA. La “amenaza” nacionalista (presente
6
en la provincia de Buenos Aires con el gobierno de Fresco) le servía a Justo para aparecer
como “guardián de las instituciones”.
Los proyectos de unificación dentro del nacionalismo también fracasaron. En 1932 se
constituyó la Acción Nacionalista Argentina (ANA, luego ANA/ADUNA), entre sus
miembros estaban Emilio Kinkelín, Enrique Uriburu, Octavio Pico, Carlos Ibarguren (h) y
el escritor Juan P. Ramos, quien presidía la agrupación. Sin embargo, muchos nacionalistas
criticaban el extremado teoricismo de la organización y el carácter pacífico de su
presidente, y proponían más bien el liderazgo del nacionalista por excelencia Leopoldo
Lugones, que finalmente se erigirá bajo la bandera de la Guardia Argentina, reconocida
por varias organizaciones. Definen como objetivos: unificación del nacionalismo, adopción
de un régimen corporativo, desarrollo económico del sector interno, acción activa del poder
militar en educación y producción, y la lucha contra el liberalismo. Su vida fue efímera y
pronto se desintegra, quedando como último desafío para lograr la unificación, el
Nacionalismo Argentino, creado también en 1933 con la ferviente convicción en
concretar un golpe bajo el mando del coronel Molina, por supuesto nada pasó y la
utopía de unificación se perdió.
Sandra McGeeDeutsch enumera los desmigajamientos del nacionalismo en esta época
en la que se da una gran proliferación de grupos nacionalistas de diversa índole: los Irazusta
vuelven al radicalismo, surge la Alianza de la Juventud Nacionalista, que busca contacto
popular, mientras que la Liga Republicana descarta totalmente esta posibilidad; aparecen
también grupos que se autoproclaman fascistas, otros que se acercan más al catolicismo, y
grupos paramilitares que descartan cualquier forma de agrupación civil.
Sobre los movimientos que se producen en esta época, es decir, mediados de los `30,
Béjar tiene una visión distinta, aunque no necesariamente contraria. La escritora observa
un mayor acercamiento del nacionalismo hacia el catolicismo, a través de los cursos de
Cultura Católica, dados por el padre Leonardo Castellani, el presbítero Julio Meinvielle y el
laico César Pico, lo que provocaría también un mayor acercamiento al fascismo, que
parecía ser la realización de la doctrina católica integrista. La vertiente catolicista se
estructuró también como grupo, dando lugar a la Restauración (qué es? Un grupo?), que
tenía mucho de hispánico y había surgido del impacto de la guerra civil española.
De todas maneras, MacGeeDeutsch y Béjar ven al nacionalismo como un movimiento
unitario, pues consideran que a pesar de sus distintas vertientes, los rasgos comunes valen
más. Ambas llegan a conclusiones similares: MacGeeDeutsch estudia las diferentes
agrupaciones del nacionalismo halladas en distintas partes del país, y analiza sus rasgos
particulares; pero al hallar nombres repetidos entre los miembros, concluye que las
diferencias entre cada uno de ellos no pueden ser grandes; por otro lado, la composición
social de los nacionalistas, que pertenecen o bien a la elite, o bien a cierta intelectualidad, y
tienen una edad promedio similar, la hace pensar que su ideario es el mismo para todas las
agrupaciones y que hay unidad. Béjar, por su parte, ya en la introducción de su trabajo
afirma: “...el nacionalismo oligárquico, el popular, el doctrinario, el republicano, el fascista,
el maurrusiano, el liberal, el conservador. Este cúmulo de adjetivos destinados a precisar el
sentido del nacionalismo es de disímil valor y alude a distintos planos del mismo: algunos
apuntan a etapas de su historia, otros al origen de determinados planteos y están también los
que pretenden diferenciar contenidos de acuerdo con las situaciones históricas, o a los
grupos en que el mismo se manifiesta como doctrina y movimiento político”11
11
Béjar, María Dolores, op.cit. (pág 32)
7
El debate sobre las caracterizaciones que se hacen del nacionalismo de acuerdo a los
aspectos que cita Béjar es muy amplio. Por ejemplo, como cita la autora, la distinción más
global es la que se hace del nacionalismo “oligárquico” y del “popular”. A la primera
definición corresponde el nacionalismo propiamente dicho, del que se ocupa este trabajo, y
del cual surgen luego diferentes caracterizaciones; la segunda correspondería al
“revolucionario” y a veces incluso llamado de “izquierda”, cuyo rasgo distintivo es, en
realidad, su oposición al oligárquico. En él suelen convivir, por ejemplo, el yrigoyenismo,
el peronismo, el forjismo, sectores del marxismo, es decir, los que “no son” nacionalismos
de derecha autoritaria.
Pero, adentrándonos en el nacionalismo que nos interesa, es decir, el que Béjar llama
oligárquico, nos encontramos también con numerosas caracterizaciones.
Por ejemplo, nombre completo? Navarro Gerassi distingue en su obra tres
nacionalismos, cuya separación es cronológica, es decir por “evolución”, etapas de un
mismo proceso: la primera puede identificarse con el fascismo por la gran influencia
extranjera; la segunda, a mediados de los treinta, está más afectado por el catolicismo y e
impide la intervención de aspectos fascistas en muchos aspectos; y finalmente, la última
etapa está marcada por el rosismo y el antiimperialismo.
Enrique Zuleta Álvarez, por su parte, distingue el nacionalismo republicano del
doctrinario, englobando dentro del último los elementos teóricos y posiciones políticas que
considera negativos; mientras que el republicano, representado por Palacios y los hermanos
Irazusta, aparece como la verdadera opción nacionalista, rescatando aspectos como la
crítica al imperialismo y a la oligarquía, y el revisionismo histórico. Para Béjar tal
distinción es tendenciosa y poco clara, pues marca diferencias demasiado tajantes dentro
del mismo movimiento y pretende dar todos los rasgos positivos a una tendencia y
destrozar la otra.
Jaurretche utiliza el término “nacionalismo de élite” para referirse al movimiento de
derecha que tiene auge en 1930. La FORJA, la agrupación a la que pertenecía, estaría
englobada, como se dijo, en el nacionalismo “popular”, aunque él prefiera definirla como
un “movimiento nacional”, para evitar confusiones. En cuanto al nacionalismo de élite,
afirma que dista de ser un movimiento unitario, y que incluso ideológicamente es muy
heterogéneo, pues, “más allá de Maurras, hay algún grupo influido por? Berdiaeff, en un
absurdo retorno a lo medieval”12
Alberto Spektorowski, prefiere referirse a esta derecha autoritaria llamándola
“nacionalismo integralista”, y, naturalmente, marca la diferencia con el nacionalismo
populista intransigente desarrollado especialmente por FORJA a mediados de la década de
1930, haciendo hincapié en sus diferentes raíces ideológicas. Destaca, sin embargo, sus
características comunes: el rechazo al positivismo modernizante de las élites liberales, la
defensa del proceso de recuperación nacional que rescata la figura de Rosas, la teoría de
que la identidad argentina era afectada por las corrientes inmigratorias e ideologías
foráneas, la idea del nacionalismo económico. Al nacionalismo que llama integralista lo
relaciona con el fascismo y nos introduce así en el debate sobre si existió o no en Argentina
tal movimiento. El autor se refiere, en realidad, a los nacionalismos integralistas europeos,
que, igual que en Argentina, buscan una tercera vía entre el liberalismo y el marxismo, y
que terminaron, en Europa, en los regímenes totalitarios. En Argentina, al no ser la
izquierda marxista una amenaza por no representar directamente a la clase obrera, el
12
Jaurretche, Arturo, op.cit. (pág 150)
8
nacionalismo no se erigió en fascismo, aunque formulaba ideas similares tales como el
corporativismo y la jerarquía. Según Spektorowski, el nacionalismo integralista argentino
evoluciona hacia el nacionalismo populista, que sólo será llevado a la práctica con el
peronismo. La justicia social, que se convertirá en bandera del peronismo, según el autor
estaba presente en los nacionalistas, pero no en relación al estado de bienestar, sino con el
sentido de comunidad preliberal, y se buscaba exponer los valores autóctonos del
caudillismo y del sentido comunitario, integral y tradicionalista de la sociedad.
Mario Nascimbene y Mauricio Isaac Neuman, hacen una muy confusa diferenciación,
en cuanto al nacionalismo de derecha, entre la derecha autoritaria explícita y la derecha
radicalizada o nacionalismo católico, que a su vez se divide en nacionalismo católico
ortodoxo y secularizante. Una vez más, la clasificación del nacionalismo en diferentes
grupos solo sirve para eclipsar conceptos, pues no termina definiendo las características
propias de cada grupo y su manera de actuar. Más allá de esto, los autores ponen sobre la
mesa nuevamente el tema de si hubo o no fascismo en la Argentina y si las organizaciones
nacionalistas eran fascistas. Al respecto afirman que los nacionalistas católicos no eran
cabalmente fascistas, percibían a este movimiento como medio para restaurar el orden
cristiano tradicional, pero no se identificaban con su ideología.
BIBLIOGRAFÍA
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9
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