III SIMPOSIO SOBRE ÉTICA, POLÍTICA Y ECONOMÍA

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III SIMPOSIO SOBRE ÉTICA, POLÍTICA Y ECONOMÍA
DOCUMENTO CONCLUSIVO
1. INTRODUCCIÓN
2. Convocados por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, Acción Episcopal
Alemana Adveniat y el Consejo Episcopal Latinoamericano-CELAM, obispos,
sacerdotes, laicas y laicos de Alemania, España y de diversos países de América
Latina, nos hemos reunido, del 13 al 17 de Septiembre de 2004, en la Casa
Bethania en Quito, Ecuador, con el fin de estudiar y buscar soluciones a algunos
de los problemas más urgentes que vivimos en los Países Bolivarianos en los
campos de la economía y la política, iluminados por los principios éticos del
Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.
3. El actual simposio forma parte de un proceso de reflexión iniciado en 1999 en
Alemania cuando se estudió el tema “Economía de Mercado y justicia social
para América Latina”; y se continuó con el encuentro sobre “Justicia Social,
Estado de derecho y Democracia: un desafío para América Latina” realizado en
México en 2001.
4. En esta ocasión hemos querido examinar las situaciones económicas y políticas
actuales, a fin de presentar elementos de reflexión, especialmente a los cristianos
comprometidos en la transformación de la sociedad, en vísperas de la firma de
los Tratados de Libre Comercio.
5. SITUACIÓN ACTUAL
6. Hablamos desde los países bolivarianos en América Latina, región multiétnica y
pluricultural, a principios de un nuevo milenio, en tiempos de globalización. El
incremento de la movilidad humana, el vertiginoso progreso en el mundo de las
comunicaciones, el aumento del comercio internacional y los acelerados avances
tecnológicos han fortalecido este fenómeno de la globalización que tiene hondas
repercusiones en nuestra región. “Se trata de un proceso que se impone debido a
la mayor comunicación entre las diversas partes del mundo, llevando
prácticamente a la superación de las distancias, con efectos evidentes en campos
muy diversos”1.
7. A pesar de algunos progresos innegables, constatamos con preocupación que las
tasas de pobreza e indigencia han aumentado en América Latina y el Caribe en
los últimos años, de tal manera que, de acuerdo con las estadísticas de
organismos internacionales, la población pobre alcanza la suma de 226 millones,
de los cuales 102 millones son pobres extremos; y de estos 54 millones sufren de
desnutrición, afectando especialmente a los niños y niñas menores de 5 años. A
esto se agrega que nuestra región es la más inequitativa del mundo.
1
Juan Pablo II, Ecclesia in America, 20.
8. Esta situación de inequidad y de “empobrecimiento creciente” se agrava con el
aumento del desempleo, el pago de la deuda externa, la desintegración familiar,
la explotación infantil, la exclusión social y las migraciones, lo mismo que por la
inestabilidad política, la falta de capacidad y voluntad de los gobiernos por
aplicar políticas sociales y por los Tratados de Libre Comercio que se están
negociando a espaldas del pueblo y en condiciones desfavorables para nuestros
países2.
9. El desempleo y la economía de subsistencia o informal no permiten la formación
integral y la realización de la persona, de la familia y la sociedad a través del
trabajo, trayendo como consecuencia el deterioro en las relaciones familiares y
sociales y la pérdida de condiciones materiales y espirituales que permitan una
vida digna. Aunque se han dado avances significativos en la educación
universitaria y en la capacitación de la mujer para el mundo del trabajo, sin
embargo, los efectos de la pobreza se hacen sentir de manera particular en las
mujeres de zonas rurales y urbanas, especialmente en las madres que son jefes
de familia, muchas de ellas sometidas a discriminaciones en el mercado laboral
y a una doble jornada de trabajo.
10. En lo referente a la deuda externa, constatamos que se sigue pagando a costa
del pan, de la salud y de la educación de nuestros conciudadanos y que sigue
agobiando a los países de nuestra región, especialmente a sus sectores más
marginados; y, sin embargo, no se observa una clara voluntad política que se
refleje en propuestas concretas de los organismos financieros ni de nuestros
propios gobiernos, y mucho menos de los gobiernos de países acreedores por
resolver este problema.
11. Las transformaciones globales de la economía mundial están modificando
profundamente los parámetros del desarrollo social en todos los países. Se han
globalizado, por ejemplo, ciertas amenazas al bienestar del ser humano, como
los riesgos ambientales: recalentamiento del planeta, aumento en el agujero de
ozono, agotamiento de las reservas energéticas... En las últimas dos décadas se
han arrasado millones de hectáreas de bosques tropicales en América Latina y el
Caribe, entre otras razones, para satisfacer la demanda de madera y de papel de
los países industrializados. En este campo, el Norte es el mayor contaminador,
siendo el Sur el que conserva las reservas que mantienen con vida al planeta.
Dice el Informe sobre Desarrollo Humano (1998) que “un niño nacido en el
mundo industrializado agrega más al consumo y a la contaminación a lo largo de
su vida que entre 30 y 50 niños nacidos en países de desarrollo”.
12. Se ha ido incrementando una mentalidad consumista, animada por la acción de
los medios de comunicación, que es, en definitiva, la que sostiene la economía
de mercado, cuyo propósito no es simplemente producir bienes y servicios para
satisfacer las necesidades humanas, sino, sobre todo, producir necesidades
artificiales y mercancías superfluas para satisfacerlas.
2
Al respecto leer la Declaración del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM, “Tratados
de Libre Comercio: hacia una integración justa y para todos”, São Paulo, Agosto 13 de 2004.
13. En el aspecto político, en los últimos años se han implantado en la región
sistemas democráticos de gobierno, se han fortalecido las libertades
fundamentales y ha crecido el movimiento de promoción y defensa de los
derechos humanos. Sin embargo, se observa frecuentemente un debilitamiento
de la vocación de servicio de los partidos políticos, que buscan más su interés
que el del pueblo, al que dicen servir. La corrupción y los intereses partidistas
han llevado a una pérdida de liderazgo y a un deterioro progresivo de la
confianza de los pueblos en sus instituciones políticas, de tal manera que
estamos viviendo formas de democracia y espacios de libertad, que de ninguna
manera son la democracia que queremos ni la libertad a la que aspiramos.
14. De otra parte, las comunidades locales y los movimientos sociales, apoyados en
los avances tecnológicos y en los progresos que se han dado en el mundo de las
comunicaciones, están luchando por su cultura, por su identidad y por sus
intereses e, incluso han elaborado estrategias para oponerse a las consecuencias
sociales, económicas, políticas y culturales de estos fenómenos globalizadores.
15. ÉTICA, POLÍTICA Y ECONOMÍA: HACIA UN DESARROLLO INTEGRAL
16. Nuestro Simposio ha tenido tres ejes: Ética, Política y Economía. Se trata de
tres disciplinas que tienen una racionalidad propia en la consecución de sus
fines, pero que tienen su punto de encuentro en la persona humana, entendida
tanto individual como comunitariamente. La economía busca satisfacer las
necesidades básicas del ser humano; la política se preocupa por promover la
organización de los pueblos, integrando a los excluidos y favoreciendo
especialmente a los más pobres. La ética, por su parte, tiene la misión de
iluminar a la economía y a la política para que sus acciones tengan como centro
a la persona humana.
17. Cada mujer y cada hombre somos imagen de Dios y debemos reconocernos
como tales. Esta imagen divina es el fundamento de nuestra inalienable dignidad
humana, así como de nuestros derechos y deberes. Reconocer nuestro derecho a
la vida implica la defensa de nuestras necesidades básicas, la posibilidad de
tener acceso a una vida digna, a una igualdad de oportunidades y al respeto a las
diferencias. Toda discriminación y exclusión va en contra de la vida y la
dignidad humana. Esto fortalece la autoestima de las personas y de los pueblos y
favorece el desarrollo humano integral que no debe entenderse como un simple
crecimiento económico.
18. El crecimiento y el desarrollo, vistos integralmente, no deben ser procesos
excluyentes, sino complementarios, con una única finalidad: favorecer a todas
las personas, sin discriminación, consultando la justicia social, la equidad y la
igualdad de oportunidades. El desarrollo no puede separarse de la indispensable
consolidación democrática y de la integración latinoamericana entendida como
un proceso de liberación y recuperación de nuestra identidad cultural hasta llegar
a conformar una comunidad de naciones.
19. En esa base ética común entra a jugar un papel muy importante la solidaridad,
pero no cualquier tipo de solidaridad, sino una solidaridad abierta al cambio, a la
promoción de la autoestima, del desarrollo autogestionario y de la equidad. En
este contexto, es importante destacar el llamado del Papa Juan Pablo II a una
globalización de la solidaridad, donde los seres humanos están encima de la
economía y la economía al servicio de las personas y de los pueblos.
20. ¿QUÉ PODEMOS HACER?
21. La brújula de nuestro quehacer es la solidaridad entendida como “la
determinación firme y perseverante de empeñarse en el bien común; es decir,
por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente
responsables de todos”3.
22. El fundamento es una base ética común, moralmente vinculante que se
constituya en un “dique contra todo atentado a la vida; contra las guerras de
expansión y el uso de armas como instrumentos de destrucción; contra la
corrupción que corroe amplios estratos de la sociedad, a veces con dimensiones
transnacionales”4.
23. Los protagonistas en estos procesos son los laicos, a quienes, en coherencia
con la “Christifideles laici”, se debe abrir un amplio espacio a la acción y
compromiso temporales, a fin de que, suficientemente preparados en los
distintos campos de la actividad humana, puedan asumir responsabilidades
directivas en la sociedad, especialmente en la vida pública, incidiendo en el
cambio de actitudes y prácticas políticas, económicas y sociales, con el claro
propósito de construir comunidades más justas, participativas y fraternas.
24. La exigencia prioritaria, además de la transformación de las estructuras, es el
cambio de mentalidad y de actitud. Es necesario promover, tanto en los
responsables a nivel político y económico como en las comunidades, un serio
cambio de mentalidad y de actitudes que podría formularse así:
25. Del temor a lo diverso pasar a la aceptación del otro y al respeto por la
pluralidad, teniendo en cuenta que “la unidad sin diversidad es tiranía y la
diversidad sin unidad es anarquía”.
26. Del afán por encontrar el apoyo de las mayorías pasar al trabajo serio y
sistemático de minorías creativas, orientadas por el bien común.
27. Del conformismo individual y colectivo pasar al coraje de asumir posiciones
definidas, aún cuando estén en contravía de las políticas dominantes si éstas
atentan contra el bien del pueblo.
28. Del individualismo económico, centrado en el lucro, pasar a la construcción de
comunidades participativas y fraternas, que valoren la gratuidad, sin transigir
con la ideología neoliberal.
29. Del pesimismo e indiferencia frente al futuro de la sociedad pasar al optimismo
esperanzador de las micro-utopías, desarrollando pequeños cambios dentro del
sistema, sin perder de vista la perspectiva global.
3
4
Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis-SRS, 38.
Juan Pablo II, Encuentro con el Cuerpo Diplomático, No. 6, México, 1999.
30. Del miedo a la globalización vigente pasar al liderazgo en la creación de redes
de experiencias comunitarias autogestionarias que vayan fortaleciendo la
“globalización desde abajo”.
31. Las condiciones necesarias, al interior de los países pobres, para que puedan
aprovechar las oportunidades que les ofrece la globalización son, entre otras, las
siguientes: una seria responsabilidad social y política de los líderes en la gestión
de un buen gobierno; una política económica realista, coherente y orientada
hacia la erradicación de la pobreza; un permanente combate a la corrupción; la
formación política de los ciudadanos desde la familia y las diversas instancias de
vida comunitaria; la descentralización de la administración pública,
fortaleciendo los gobiernos locales; la capacitación de los trabajadores en
economía solidaria, en técnicas de comunicación y en autogestión, a fin de que
realicen sus propios proyectos de desarrollo; la preparación de los jóvenes para
el mundo del trabajo; la formación ética de empresarios y trabajadores; y la
creación de redes solidarias.
32. Las acciones concretas en algunos campos específicos son las siguientes:
33. Papel profético y facilitador de la Iglesia. Sin sustituir el rol que les compete a
las organizaciones políticas, económicas, sociales, populares y culturales, la
Iglesia, siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II y de las
Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, en unión con las
iglesias cristianas y con otras denominaciones religiosas, debe propiciar este tipo
de foros académicos e impulsar, con talante profético y pastoral, propuestas
profundamente impregnadas de valores éticos, como respuesta a las necesidades
y aspiraciones de las comunidades, en el marco de modelos alternativos de
desarrollo humano integral.
34. Trabajo. Teniendo en cuenta que “el trabajo humano es una clave, quizá la
clave esencial, de toda la cuestión social”5, una exigencia fundamental es
recuperar y consolidar la centralidad de la persona y del trabajo, como condición
esencial para generar un modelo alternativo de desarrollo humano integral, que
facilite un cambio sustantivo en las condiciones de vida y de trabajo.
35. Deuda externa. Retomar las acciones ciudadanas que se iniciaron en el Jubileo
del año 2000, conformado por grupos y organizaciones de diversos signos, con
el ánimo de buscar la cancelación total e inmediata de la deuda externa, o al
menos una significativa reducción de la misma. Esta iniciativa estaría
acompañada, por una parte, de acciones sociales tendientes a canalizar los
recursos liberados hacia programas de lucha contra la pobreza, asegurando una
seria veeduría por parte de la sociedad civil y de organizaciones
supranacionales; y, por otra, de acciones legales contra aquellos que contrajeron
estas deudas de manera inconsulta y utilizando mecanismos que favorecieron la
corrupción. En este campo, es importante apoyar el programa del Departamento
de Justicia y Solidaridad del CELAM, “Hacia una economía más humana,
solidaria y cooperativa”, uno de cuyos ejes es el de la deuda externa.
5
Juan Pablo II, Laborem exercens no. 3.
36. Tratados de Libre Comercio-TLC. Promover un amplio proceso de
participación de la ciudadanía, especialmente de entidades y organismos
especializados en torno a los tratados de libre comercio, a fin de mantener un
permanente diálogo con las comisiones o mesas negociadoras, para plantear los
aspectos positivos y descartar los negativos, antes de ser sometidos a los
respectivos Congresos para su posible ratificación6. Sugerimos a las
Conferencias Episcopales y a las Iglesias hermanas de los países que todavía no
han firmado el tratado de libre comercio que soliciten a sus respectivos
gobiernos que negocien en bloque dicho tratado. En el caso de Ecuador, la
delegación de este país en el Simposio plantea la necesidad de promover a todos
los niveles una gran campaña de información, donde la Iglesia puede prestar un
servicio de concientización de la población, de tal manera que la ciudadanía
pueda ejercer su derecho de determinar lo que mejor convenga a su país y su
futuro.
37. Satisfacción de las necesidades básicas. Satisfacer las necesidades básicas de
la población promoviendo un consumo que, basado en la austeridad, tenga, entre
otras, las siguientes características: solidario, que garantice la satisfacción de las
necesidades básicas de todos; ecológico, que respete el medio ambiente, mejore
el uso de los recursos y regenere los recursos renovables; humanizador, que
mejore la calidad de la vida humana; y responsable, de tal manera que el
consumo de algunos no ponga en peligro el bienestar de otros. La austeridad
debe ser entendida como una actitud sobria que evite el despilfarro y el
agotamiento de los recursos, pero que permita un consumo ágil que mueva la
economía.
38. Metas del milenio. Asumir con seriedad en cada uno de nuestros países las
metas, aprobadas en la Cumbre del Milenio por Jefes de Estado y de Gobierno
en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York en el año 2000: erradicar la
pobreza extrema; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad
de oportunidades entre el hombre y la mujer; reducir la mortalidad infantil;
mejorar la salud materna; combatir el VIH-SIDA, el paludismo y otras
enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; crear una
asociación mundial para el desarrollo con objetivos en materia de asistencia,
comercio y alivio de la deuda. Nuestra participación es fundamental en el logro
de estos “objetivos de desarrollo del milenio”, contribuyendo con nuestra acción
directa desde nuestras respectivas organizaciones y exigiendo su cumplimiento
por parte de nuestros gobiernos.
Quito, Ecuador, Septiembre 17 de 2004.
6
Cfr. Declaración del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM, “Tratados de Libre
Comercio: hacia una integración justa y para todos”, No. 18, São Paulo, Agosto 13 de 2004.
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