CONSTRUCCIÓN DE CONOCIMIENTO COMO UNA TAREA SOCIAL

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CONSTRUCCIÓN DE CONOCIMIENTO COMO UNA TAREA SOCIAL
El papel de la Familia y la Escuela1
Malva Villalón
La importancia de los factores familiares en el éxito escolar es un hecho que ningún especialista
pondría actualmente en duda. Las investigaciones realizadas durante las últimas décadas han
destacado la influencia de ciertas características de los padres, como su nivel educacional, sus
actitudes hacia la educación y la forma como se realiza el proceso de socialización familiar.
En una investigación realizada por Haggard (1957) se estableció que el nivel de rendimiento escolar
aparece relacionado con factores como el grado en que los padres guían a sus hijos cuando lo
necesitan; Coleman, a partir de los datos obtenidos en un amplio estudio empírico, observó que el
ambiente familiar presentaba una mayor correlación con el rendimiento académico que la calidad de
la escuela a la que asistían los niños (1966).
De acuerdo a los antecedentes existentes, los niños que provienen de familias de escasos recursos
son los que tienen menores probabilidades de éxito en el sistema educacional. El bajo nivel
educacional y la historia de fracaso y deserción escolar de sus padres así como la falta de un
ambiente rico en estímulos y de una socialización que promueva el desarrollo cognitivo y una
actitud positiva hacia el aprendizaje y el éxito académico, sitúa a estos niños en un nivel de
desventajas al inicio de la escolarización. Esta situación se mantiene y acentúa en los niveles
escolares superiores con lo que la historia de fracaso y deserción escolar tiende a repetirse de
generación en generación. Estos antecedentes han tenido un efecto negativo en las expectativas de
los profesores de los alumnos de nivel socio-económico bajo acerca de los niveles de rendimiento
esperado para sus alumnos (Coll, 1990). Las dificultades encontradas tienden a ser atribuidas a
deficiencias familiares, sin tomar en cuenta las potencialidades y los aspectos positivos de la familia
ni favorecer un cambio desde el sistema escolar (Heath y MeLaughlin, 1987; Davies, 1988).
Las experiencias realizadas han mostrado que los programas compensatorios centrados
exclusivamente en los niños implican un alto costo y no tienen efectos duraderos, ya que los
avances logrados no se mantienen (Mussen, 1982). En cambio, a través de diversos programas de
intervención en los cuales se ha integrado a los padres, ha sido posible desarrollar en ellos la
capacidad de colaborar con los profesores en la tarea de favorecer el éxito escolar de sus hijos
(Bempechat, 1990). También se ha comprobado que esta colaboración puede cambiar la imagen
negativa de los profesores acerca de los padres de familias de escasos recursos (Epstein, 1987).
Estos antecedentes han contribuido al desarrollo de una actitud positiva de numerosos padres,
educadores y administradores educacionales hacia la colaboración de la familia y la escuela en la
tarea de lograr un buen desempeño escolar en los alumnos. No existe, sin embargo, un consenso
acerca de cómo debe llevarse a cabo esta colaboración (Bempechat, 1990), existiendo enfoques
diferentes acerca del tipo de relación que debe establecerse entre ambas instituciones. Y, en la
práctica son escasos los programas que han logrado éxito en esta tarea, especialmente en los niveles
en que es más necesario llevarla a cabo (McAllister, 1990).
En este sentido, la invitación del Programa Familia y Escuela "usando Juntas del CIDE, a participar
en este seminario-taller, adquiere pleno sentido como instancia de reflexión e intercambio de
experiencias. Los antecedentes existentes ponen en evidencia que lograr esta colaboración es una
tarea compleja, que implica tanto cuestiones teóricas como prácticas.
1
CIDE. Recopilación de artículos en Encuentro Familia y Comunidad. Santiago, Chile. 1993.
El propósito de esta presentación es contribuir a la reflexión en el tema desde el marco teórico
propuesto por el psicólogo ruso Ley Vygotsky, dado que sus planteamientos pueden constituir un
punto de partida para revisar el papel de la interacción social en la construcción del conocimiento y
el desarrollo cognitivo. Tanto la familia como la escuela son instituciones de carácter social en las
cuales los adultos se encargan del cuidado y la educación de los individuos más jóvenes,
fundamentalmente a través del conjunto de actividades que comparten. La manera en que estas
actividades compartidas contribuyen o no al traspaso del conocimiento y al desarrollo cognitivo de
los niños y los jóvenes es un problema central no solo desde la perspectiva de los educadores, sino
de la sociedad en su conjunto. Como señalan Edwards y Mercer (1987): "el dominio de nuestra
especie se debe en gran medida a nuestra capacidad única para evitar el cuello de botella genético,
que limita la cantidad y calidad de información que, aun las más inteligentes de las otras especies,
son capaces de transmutar de una generación a otra'" (p. 1 5).
El aporte de Vygotsky en este sentido ha sido considerado un "soplo de aire fresco" para la
psicología y las ciencias sociales en general. La vigencia de sus planteamientos a más de cincuenta
años de su muerte ha sido atribuida, en parte, a que su formación abarcó muy diversas áreas, como
filosofía, arte y derecho, además de la psicología y también, a su participación directa en la
revolución rusa, como intelectual, docente e investigador (Wertsch, 1985). Otro factor importante
de tener en cuenta es la envergadura de las tareas que se propuso: la reformulación de la teoría
psicológica desde una perspectiva marxista y la contribución de la psicología a la resolución de dos
problemas graves de la Rusia de su época, la falta de educación y de tratamiento de los sujetos con
deficiencias intelectuales o sensoriales.
Para Vygotsky el desarrollo humano es intrínsecamente social y educacional, entendiendo la
educación como un fenómeno que no se da solamente en la escuela. El supuesto fundamental es que
los padres realizan, en el contexto familiar, una educación que es tan formal como la educación
escolar, aún sin estar conscientes de la tarea que realizan. Ellos actúan como mediadores de la
cultura, entendida no solo como determinados conocimientos, actitudes y destrezas, sino como la
serie de instrumentos psicológicos que la especie humana ha construido a través de las generaciones
y la que caracterizan. Estos instrumentos son fundamentalmente las capacidades de representación
mental, entre las que se destaca el lenguaje. Los padres prestan al niño los instrumentos que poseen
en la actividad compartida: nombran los objetos que el niño toca o mira, describen verbalmente
sus gestos y paulatinamente lo involucran en esta actividad; el niño comienza a nombrar los objetos
y a expresar verbalmente sus deseos o sus actividades. Se realiza así una actividad de "andamiaje",
de acuerdo al concepto propuesto por Bruner (1985), en la cual el adulto apoya las incipientes
construcciones Psicológicas del niño; este apoyo va siendo retirado a medida que el miro demuestra
un dominio de las capacidades que se le traspasan. Las observaciones realizadas por diversos
investigadores que han trabajado en esta perspectiva, han puesto en evidencia lo permanente y
complejo de esta interacción adulto-niño, que se da desde los primeros días de vida. En esta
interacción se utilizan claves gestuales, emocionales y verbales que los participantes interpretan y
que les sirven de base para actuar. El aprendizaje resulta entonces como una "gestión conjunta" en
la cual participan activamente tanto el que enseña como el que aprende, aunque sus contribuciones
sean diferentes. El adulto gradúa la dificultad de la tarea en función de las reacciones del niño, las
que le indican sus necesidades y el grado en el cual comprende la situación. Rogoff (1990) plantea
que los adultos organizan la presentación de la información y facilitan su aprendizaje a través el
control del nivel de dificultad, aportando claves en los momentos apropiados y Modelando un
desempeño adecuado. De una manera implícita, los adultos ayudan a los niños a crear un contexto
en el cual la información nueva resulta compatible con el conocimiento previo.
Como plantean otros investigadores (Hickman y Wertsch, 1978; Wertsch, 1979), los adultos sitúan
las actuaciones de los niños en un contexto social más amplio, haciéndolos comportarse como si
entendieran la significación y el alcance de lo que están haciendo, aunque en realidad no sea así.
Esta posibilidad que ofrece la interacción educativa para que el niño pueda actuar como si fuera
competente antes de serlo parece tener un papel fundamental en el proceso de interiorización. El
niño va asumiendo progresivamente el control de sus actuaciones, construyendo una interpretación
coherente de las relaciones existentes entre las directrices del adulto, su conducta y las
características del problema (Coll y Solé, 1990).
El ajuste de las intervenciones del adulto a los que encuentra el niño durante la solución conjunta de
las tareas parece ser un elemento determinante en el efecto de la influencia educativa. El avance del
niño está directamente relacionado con la capacidad el adulto para prestar su ayuda justo por
encima de la capacidad del niño para desempeñarse solo. Esta interacción educativa no se da sólo
durante los primeros años de vida sino que se prolonga a lo largo de toda la vida de los individuos,
que se ven continuamente involucrados en la tarea de aprender y de enseñar en relación a otros.
Tampoco es una relación que se dé solamente entre adultos y niños; el elemento determinante es,
más bien, el grado de dominio relativo de una determinada capacidad que convierte a un sujeto en
un experto capaz de enseñarla a otro. Así, una actividad de traspaso de conocimientos puede darse
entre niños o entre adultos, aunque el grado de desarrollo de los niños limita su competencia en este
sentido, por la necesidad de ponerse en el lugar del otro para ajustar su enseñanza.
Estos planteamientos suponen la existencia de una educación que supera los límites de la escuela. El
niño ingresa al sistema educacional con una base de conocimientos que son claves para el éxito
escolar. Estos conocimientos no son solamente contenidos en un sentido tradicional sino estrategias
intelectuales que le permiten resolver problemas. Es así que, por ejemplo, el desarrollo del lenguaje
oral, desde sus primeras etapas, constituye la base necesaria para la adquisición del lenguaje escrito
y que actualmente. el proceso de alfabetización se entiende como el proceso global de adquisición
del lenguaje, sea éste oral o escrito (Garton y Pratt 1989). Y, como ha puesto de relieve Feuerstein
(1989), estos conocimientos implican también un saber cómo ocurre la mediación y la valorización
de la influencia educativa recibida. El sujeto ha desarrollado la capacidad de involucrarse en
actividades de aprendizaje conjuntas, sabe atender a las claves que le aporta el educador y responder
a ellas.
A partir de este marco conceptual es posible plantearse la pregunta de por qué, en muchos casos, se
fracasa en la tarea de formar a las nuevas generaciones y no produce el traspaso de conocimientos y
de estrategias cognitivas. No se dispone actualmente de suficientes elementos empíricos que
permitan establecer conclusiones definitivas y que orienten la toma de decisiones pero existen
elementos de análisis para una reflexión fundamentada.
Las investigaciones realizadas muestran diferencias en la calidad de la interacción que se establece
a nivel familiar, entre madres y niños en edad preescolar. En algunos casos, las madres muestran
una dificultad para adecuar su ayuda a las necesidades del niño, situándose por debajo o por encima
de las capacidades del niño. En ambos casos, se ve afectada la efectividad del proceso de
interiorización (Wertsch, 1979). Existe la necesidad de realizar estudios de campo en los cuales se
obtenga información acerca del tipo y la calidad de la interacción adulto-niño en familias de
escasos recursos para orientar una acción educativa eficaz en este sentido. Feuerstein (1979)
plantea que en las poblaciones marginadas de la cultura dominante existe una desconfianza hacia la
propia cultura, que unida a un desconocimiento o a un conocimiento parcial de la cultura
dominante, lo que lleva a los adultos a reducir al mínimo las interacciones educativas con sus hijos.
Esta actitud no solo afecta su nivel de desarrollo cognitivo sino sus posibilidades futuras de
involucrarse en actividades educativas al no haber desarrollado esta capacidad en el contexto
familiar. Este investigador ha elaborado un conjunto de actividades educativas que buscan
compensar esta deficiencia, actuando como instrumentos cognitivos. Se plantea la necesidad de que
tanto padres como profesores se reconozcan a sí mismos como mediadores, que valoren este papel
que les corresponde dentro de la sociedad y que realicen acciones dirigidas a mejorar su desempeño
y compromiso en esta tarea.
La investigación realizada por Edwards y Mercer (1987) ha mostrado las dificultades de
comunicación que se dan en las actividades escolares y la incomprensión mutua entre profesores y
alumnos, que no logran establecer una base común de conocimientos a partir de los cuales sea
posible la educación. Estos investigadores han destacado la existencia de una serie de reglas
implícitas que regulan la comunicación en el aula, reglas que jamás se hacen explícitas y cuyo
dominio es fundamental para participar con éxito en las actividades educativas. Analizan las
razones que pueden explicar esta circunstancia y plantean como un elemento importante en el
fracaso escolar. Sería de gran interés realizar estudios semejantes en nuestro país y plantearse el
tema de la comunicación como un aspecto fundamental en la efectividad del proceso educativo ya
que si los niños no entienden lo que el profesor quiere y él tampoco comprende las necesidades de
sus alumnos, el tiempo de trabajo escolar no llegará a constituir una actividad conjunta, requisito
fundamental para que se produzca el aprendizaje.
En este sentido, resulta de especial importancia el papel que le corresponde al lenguaje, tanto oral
como escrito. Constituye una tarea de aprendizaje en la familia y la escuela que no puede dejarse de
lado ya que es el instrumento psicológico más importante del ser humano y la base de una
comunicación y una comprensión mutua entre padres, profesores y mitos. El trabajo de Garton y
Pratt, ya citado, es un gran aporte a tener en cuenta en este sentido.
Desde esta perspectiva, se plantea también el valorar el papel que cumple, de hecho, la interacción
social en el desarrollo y el aprendizaje y superar nuestra visión individualista del ser humano, que
ha condicionado nuestras actuaciones a nivel educacional (Rogoff, 1990). Esta valorización incluye
también la consideración del papel que cumplen los propios niños con sus hermanos y compañeros
en la socialización del conocimiento, una relación que tampoco es simétrica en la mayoría de los
casos.
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