VIVIR LA EUCARISTÍA CON EDITH STEIN En la fiesta del Corpus Christi 2005 ENTRADA: “Vivir eucarísticamente significa salir de las angustias de la propia vida y adentrarse en el horizonte infinito de la vida de Cristo. Quien busca al Señor en Su casa, no se preocupará tan sólo de hablarle de sí mismo y de sus preocupaciones. Empezará a interesarse de las preocupaciones del Señor. La participación cotidiana en el Sacrificio eucarístico nos arrastra, sin que nos demos cuenta, en la gran corriente de la vida litúrgica. Las oraciones y los gestos de la celebración litúrgica nos representan continuamente, durante el año litúrgico, la historia de la Salvación, y nos ayudan a entrar cada vez más en su sentido. Y el mismo Sacrificio va imprimiendo en nosotros el misterio central de nuestra fe, punto cardinal de la Historia de la Salvación, el misterio de la Encarnación y de la Redención. ¿Quien podría participar con empatía de espíritu y corazón en la Eucaristía sin venir atrapado por el espíritu de sacrificio, por el deseo de empeñarse con su vida y su existencia en la gran obra de Redención del Salvador?” (El Misterio de la Navidad) ANTES DEL OFERTORIO “Este es sólo uno de los efectos que proceden del Salvador eucarístico: él nos tiende la mano cuando venimos a él, naturalmente de manera más poderosa cuando participamos en el Santo Sacrificio del modo que exige el sentido de este Sacrificio, es decir, cuando no sólo participamos y vemos y oímos, sino cuando nos co-sacrificamos, cuando nos entregamos totalmente a nosotros mismos: para llegar a ser transformados con y ofrecidos con: al hombre que se acerca con esta actitud al altar, el Salvador puede incorporarlo a sí de la manera más real, hacerle miembro de su Cuerpo, sarmiento en la viña del Señor.” ANTES DEL PADRENUESTRO “Todo lo que necesitamos para ser recibidos en la comunión de los espíritus bienaventurados se contiene en las siete peticiones del Padrenuestro, que el Señor rezó no para sí mismo sino para enseñarnos a nosotros. Nosotros lo rezamos antes de la comunión, y cuando lo decimos sinceramente y de corazón, y recibimos la comunión con la debida actitud, aquella nos concede el cumplimiento de todas las peticiones: nos libra del mal, porque nos limpia de la culpa y nos da la paz del corazón, que quita el aguijón de los demás “males”, ella nos da el perdón de los pecados cometidos y nos fortalece contra las tentaciones; es el pan de vida que necesitamos cada día para ir creciendo y adentrando en la vida eterna; convierte nuestra voluntad en instrumento dócil de la divina; con esto instaura en nosotros el reino de Dios y nos da labios y corazón limpios para glorificar el santo nombre de Dios.” ANTES DE LA COMUNIÓN: “Y el Verbo se hizo carne. Esto se hizo realidad en el establo de Belén. Y se cumplió plenamente de otra forma: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna”. El Salvador, que sabe muy bien que somos hombres y que permanecemos hombres, que cada día tenemos que luchar con debilidades humanas, viene en ayuda de nuestra humanidad de manera verdaderamente divina. Así como el cuerpo terrenal necesita del pan cotidiano, el cuerpo espiritual necesita de un sustento duradero. “Este es el pan vivo bajado del cielo”. Quien hace de Él su pan cotidiano deja que se haga realidad cotidiana en sí mismo el misterio de la Navidad, de la Encarnación del Verbo. Y ese es el camino seguro para alcanzar el ser uno con Dios y para crecer cada día con mayor fuerza y profundidad en el Cuerpo Místico de Cristo.” POEMA DE EDITH PARA ORAR Y MEDITAR ANTE EL SANTÍSIMO “Yo estoy con vosotros” Tú te sientas en el trono a la derecha del Padre en el reino de su eterna gloria como Palabra de Dios desde un principio. Tú gobiernas en el altísimo trono también en transfigurada forma humana después de haber consumado tu obra en la tierra. Así creo yo, porque tu Palabra me lo enseña, y porque lo creo me siento feliz, y de ahí florece una dichosa esperanza: Pues donde estás tú allí están también los tuyos, el cielo es mi maravillosa patria, yo participo contigo el trono del Padre. El Eterno, que todo ser creó, El, tres veces santo, que abarca todo ser, tiene su propio reino silencioso. El habitáculo más íntimo del alma humana es el más querido lugar de la Trinidad, su trono celestial en la tierra. Este corazón palpita para nosotros en el pequeño tabernáculo donde permanece misteriosamente oculto en aquella silenciosa, blanca forma. Este es, Señor, tu trono de Rey en la tierra, que tú has erigido visiblemente para nosotros, y te gusta ver acercarme a él. Tú incas tu mirada lleno de amor en la mía, e inclinas tu oído a mis suaves palabras y llenas el corazón con profunda paz. Pero tu amor no encuentra satisfacción en este intercambio que todavía permite separación: tu corazón exige más y más. Tu vienes a mí cada mañana como alimento, tu carne y sangre son para mí bebida y comida y se obra algo maravilloso. Tu cuerpo cala misteriosamente en el mío, y tu alma se une a la mía: Ya no soy yo lo que era antes. Para redimir este reino celestial de las manos del enemigo ha venido el Hijo de Dios como hijo de hombre, y ha dado su sangre en rescate Tú vienes y vas, pero permanece la semilla que tú has sembrado para la gloria futura escondida en el cuerpo de polvo. En el corazón de Jesús, que fue atravesado, el reino celestial y la tierra están unidos, aquí está para nosotros la fuente de la vida. Permanece un resplandor del cielo en el alma, permanece una profunda luz en los ojos, una suspensión en el tono de la voz. Este corazón es el corazón de la Trinidad divina y centro de todo corazón humano, que nos da la vida de la Divinidad. Permanece el vínculo, que une corazón con corazón, la corriente de vida que brota del tuyo y da vida a cada miembro. * Qué admirables son las maravillas de tu amor, solo nos asombramos, balbuceamos y enmudecemos, porque el espíritu y la palabra no pueden expresar. Nos atrae con poder misterioso, nos encierra en sí en el seno del Padre y nos da el Espíritu Santo. Centro Internacional Teresiano Sanjuanista - Avila