ABLACIÓN DE CLITORIS. El 95 % de las mujeres del Norte de Africa, están impedidas de conocer la satisfacción sexual. Antes de la pubertad son sometidas a la circuncinsión femenina que es un ritual. Millones de mujeres de distintos países y culturas: africanas, amerindias y asiáticas han sido sometidas a la clitoridectomía, acompañado muchas veces de la infibulación. La clitoridectomía consiste en la extirpación cruenta del clítoris es llevada a cabo con ayuda de instrumentos rudimentarios o por arrancamiento mediante un imperdible. La infibulación es el cosido y cerramiento casi total de los labios mayores y menores de la vulva con diversos materiales: fibras vegetales, alambre, hilo de pescar... Las consecuencias son infecciones, hemorragias, que terminan muchas veces con la muerte. A largo plazo también puede provocar una retracción defectuosa de la piel que ocasiona una manera peculiar de andar( pasos cortos y rodillas juntas), la incapacidad física de experimentar sensación placentera derivada del contacto sexual. El motivo de tales prácticas aluden a la interpretación de algunos fascículos del Corán. De ahí que los exégetas del texto se apresuraron a especificar con todo detalle, desde la conveniencia moral hasta las circunstancias mecánicas de la intervención. El encargado de la operación puede ser el barbero que podría emplear la misma herramienta para esterilizar al ganado o para arreglar un par de sandalias. En otras culturas se considera el clítoris como un resto indeseable de la personalidad masculina que ha de ser eliminado del cuerpo femenino. Los aspectos sociales que ha producido este fenómeno son curiosos, el peculiar modo de caminar de una mujer infibulada llega a ser considerado como un elemento estético y es deliberadamente exagerado como podría serlo el contoneo de caderas de una mujer occidental. La mujer que no haya sufrido la mutilación posee pocas posibilidades de casarse o, al menos de lograr una integración social completa. Este hecho es asumido por las propias mujeres como una característica normal de su entorno y aceptado como la vía adecuada para insertarse en la sociedad . Un artículo que hablaba de este tema fue el inspirado por la noticia de una colonia de agricultores de color que está instalada en un lugar tan cercano como Mataró (Barcelona), una niña tras otra has de ser tratadas urgentemente para paliar las infecciones o las hemorragias que sufren cuando son sometidas a la clitoridectomia. Aunque la respuesta mayoritaria a estos temas es la abstención basándose en el respeto absoluto a las culturas ajenas, las mujeres africanas mutiladas parecen decirnos que la clitoridectomia es asumida por las propias mujeres como una característica normal de su entorno y aceptada como la via adecuada para insertarse en su sociedad. Cada minuto, cuatro niñas menores de 15 años son sometidas a una ablación del clítoris. Alrededor de 137 millones de mujeres en todo el mundo han sido mutiladas de esta manera a pesar de las protestas de las organizaciones no gubernamentales, que la consideran una absoluta violación de los derechos humanos. Es ilegal pero se realiza de forma clandestina. La circuncisión femenina abarca desde la ablación del clítoris hasta la extirpación total de los órganos genitales externos de la mujer, en más de 30 países. Cuando se persigue un suceso como este, el problema que se plantea es dónde se ha practicado la extirpación, porque dependiendo de donde se halla practicado así se puede achacar la responsabilidad a los padres o no. La pena por este delito es castigado con entre 6 y 12 años de prisión. 1 LAS INSUMISAS DEL HARÉN. A los 7 u 8 años les extirpan el clítoris, por eso se escapan a los 16 años para que los maridos con los que su padre las casan no las esclavicen o las maltraten. Se refugian en la casa de acogida para prófugas del matrimonio de Kombissiri, situada a unos 50 km de Uagadugu. Medio centenar de chicas de entre 17 y 20 años hacen cola para saludar a los periodistas del servicio de información de Medicus Mundi. Allí ven casos como el de Marie una chica con 16 años que se escapó de casa hace año y medio cuando su padre decidió sacarla de la escuela para casarla con un hombre que tenía ya cuatro mujeres. La última adquisición del hombre no sólo se encarga de las tareas más duras sino que debe plegarse a lo que dispongan las esposas más veteranas. Recorrió a pie 40 km en plena noche para que no la localizaran. Por este centro pasan centenares de adolescentes que se niegan a aceptar las tradicionales reglas del juego matrimonial porque no quieren convertirse en la penúltima esposa de hombres normalmente mayores que ella y cuyo desapego al trabajo sólo puede verse, a veces, equipararse a su afición a la cerveza propia del lugar. En Burkina Faso existen más de un centenar de centros de acogida similares al de Kombissiri, pertenecen a órdenes católicas, pero acogen, sin hacer distingos, a animistas, musulmanas y cristianas. Estas mujeres son expulsadas del circulo familiar en cuanto se niegan al matrimonio, la destierran. Más tarde las familias recurren a los tribunales para que los centros les devuelvan a sus hijas, amparándose en su minoría de edad. A esa edad ya pueden votar, pero no son libres para elegir marido o para quedarse en nuestro centro porque legalmente son menores y los jueces autorizan a los padres para llevárselas. En el caso más raro de que el juez determine que la joven puede continuar en el refugio, el sacerdote tiene que jugársela para evitar que la familia entre por la fuerza y se lleve a la chica. En ocasiones el clan familiar encomienda a las madres la tarea de recuperarlas porque las responsabilizan de lo ocurrido. Otras veces la familia se ablanda y reconsidera la decisión o buscan otro pretendiente que la convenza. Cuando a una mujer se le busca marido puede huir del pretendiente no deseado, pero no del matrimonio en sí. La mujer viuda, divorciada o que huye de sus deberes es considerada como anormal y es objeto de rechazo. Una mujer libre es acusada de prostitución. Otras prófugas formalizan sus votos y se alejan para siempre del matrimonio impuesto. En el centro aprenden lo que tradicionalmente deben aprender para ser buenas esposas, cultivan una docena de campos de mijo, arroz y judías propiedad de la misión, se ocupan del ganado, cocinan, cosen, tejen, dan de comer a los animales y reciben clases de catecismo y de alfabetización en su lengua, el moré. 2