La Responsabilidad en el Transporte Terrestre de Personas

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LA RESPONSABILIDAD DEL TRANSPORTADOR
Claudia Sánchez
Desarrollo del tema de la responsabilidad y su limitación en el transporte
terrestre de pasajeros
Antes que nada deseo resaltar la importancia que tiene el transporte como una
actividad que impulsa el desarrollo del país y su gente, en el Uruguay o en
cualquier parte del mundo.
Por eso cualquier aspecto de la misma, tanto desde el punto de vista de los
usuarios como de las empresas, adquiere relevancia.
En particular en esta oportunidad nos limitaremos a hablar sobre el contrato de
transporte y sobre la responsabilidad del transportista.Como empresaria del transporte he seguido con mucha atención como, en nuestro
derecho, desde años atrás, se viene discutiendo sobre la juridicidad y
conveniencia de la limitación de responsabilidad del transportador, en cuanto a la
reparación del daño, en un ámbito estrictamente contractual. También he
observado como la posición mayoritaria en doctrina y jurisprudencia ha
considerado que, siendo el contrato de transporte un típico contrato de adhesión,
no existe autonomía de voluntad válida al celebrarse el contrato de transporte; y
por lo tanto, las cláusulas que limitan o exoneran de la responsabilidad al
transportista podrían calificarse de abusivas.
El contrato de transporte es uno de los más importantes contratos comerciales que
se realizan a diario. Pensemos por un instante en la cantidad de personas que
todos los días lo realizan y, aún más, hagamos el ejercicio de imaginar en este
preciso momento cuántas se encuentran viajando hasta su destino, llegaron recién
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o están prontas para ascender a un medio que las lleve a donde quieran llegar, en
la ciudad, en sus afueras, en el interior más profundo o hacia otro país.
La permanente y altísima frecuencia con la cual se realiza nos impide muchas
veces, y digo que nos impide en cuanto parte involucrada, realizar una valoración
concienzuda del mismo.-
El contrato de transporte se podría definir como un contrato mediante el cual una
empresa se obliga, a cambio de un precio determinado a trasladar de un lugar a
otro, personas o mercaderías.-
Ahora bien, este traslado de un lugar a otro, que es una obligación de hacer y la
principal, está vinculada a que debe realizarse en ciertas condiciones, me refiero
a que el transportista está imbuido de una obligación de resultado. Al pasajero no
basta con llevarlo de un lugar a otro, el transportista tiene la obligación de
conducirlo sano y salvo hasta el lugar de destino, debiendo responder prima facie
por los perjuicios ocasionados al sobrevenir algún tipo de accidente, pues con ello
se presume el nexo causal entre el daño y el transporte.-
Esto determina con claridad que la obligación es una obligación de resultado, esto
es, el pasajero debe llegar incólume a su destino.Con la aprobación de la ley 17.250 de defensa al consumidor, la vieja discusión
quedó delimitada. El art.31 lit. A tiene como primer cláusula abusiva y prohibida la
de limitación y exoneración de responsabilidad. Dicho texto consigna que son
cláusulas abusivas: “las que exoneren o limiten la responsabilidad del proveedor
por vicios de cualquier naturaleza de los productos o servicios, salvo que una
norma de derecho lo habilite o por cualquier otra causa justificada “: Esto significa
que solo un texto legal puede habilitar a la limitación de responsabilidad del
transportista.
Y este es un tema que sigue enfrentando intensos debates, sobre todo, en
materia de transporte colectivo terrestre de pasajeros, modo en el que empresas
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de transportes regulares prestan un servicio que es público, sujeto a concesión por
parte del Estado, a un estricto control y abundante regulación en cuanto a la forma
y condiciones de su prestación. Igualmente la doctrina y jurisprudencia han sido
contestes en afirmar que, aún siendo una actividad regulada y sujeta a concesión
o autorización del estado, los riesgos de la actividad del transporte deben ser
asumidos en su totalidad por quién efectivamente presta el servicio. Ello ha
motivado una preocupación siempre presente en los empresarios del transporte,
por cuanto, por un lado las exigencias en la prestación del servicio son cada vez
mayores y mayores son los riesgos
fundamentalmente, en lo que hace a la
seguridad en el tránsito, que no depende de las empresas más que en lo
vinculado a su propia gestión e incide directamente en el tema que nos ocupa.
También notablemente en los costos de las empresas por cuanto un sector de la
doctrina administrativista ha considerado que el riesgo que asume el transportista
en el desarrollo de su actividad es un riesgo propio, y la responsabilidad
emergente de cualquier incumplimiento contractual o extracontractual debe ser
soportado económicamente por el empresario.
Con este panorama y teniendo en cuenta que las normas relativas a un esquema
clásico, establecen la responsabilidad del transportista dentro de la esfera de la
responsabilidad objetiva, donde no puede ser eximida salvo que intervengan
causas extrañas o de fuerza mayor, debemos llamarnos a reflexión en cuanto a la
necesidad de cuestionarnos ciertas pautas, que en definitiva no solo cambian las
concepciones clásicas que se tuvieron en cuenta para establecer este tipo de
situación sino también de un aggiornamento de las realidades.
En tal sentido se ha planteado una variable a las concepciones clásicas,
estableciendo de alguna forma un nuevo criterio regulador.
El criterio que acompaña la regulación de la responsabilidad estaría determinado
en forma diversa a lo que sostienen las normas del esquema clásico. En esta
nueva tendencia el transportador no es responsable si prueba que ha adoptado las
medidas necesarias para prevenir el daño, o que le fue imposible adoptarlas.
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Estamos aquí, pues, ante un caso de presunción de culpa similar al que nuestro
código Civil consagra en el artículo 1324 para los casos de responsabilidad por
hecho ilícito.
Ejemplo de esto lo recoge la Convención de Varsovia (referida a transporte aéreo):
se aparta del criterio dominante en el derecho contemporáneo que establece
normas severas para la responsabilidad contractual, y adopta para el contrato de
transporte soluciones típicas de la responsabilidad extracontractual.-
Dicha norma, puede ser catalogada por los defensores del sistema clásico como
un retroceso, en la medida que marca de cierta manera “un favor” hacia el
transportador pues establece un tope al monto de los daños por destrucción de
equipajes y mercaderías, y agrega topes para el caso de daños a las personas.
En esta misma línea, que puede interpretarse como favorable al transportador, se
excluye la posibilidad de que el mismo esté afectado por alguna otra responsabilidad más severa que exceda los límites y condiciones de la que prevé la
Convención en este caso.Dicho esto, hay que considerar que el rol del Estado- en tanto no prestatario
directo del servicio- es el de vigilancia y control de la actividad del concesionario,
debiendo facilitar el marco jurídico adecuado para que el empresario del transporte
pueda cumplir satisfactoriamente el cometido asignado y garantizar al usuario de
cualquier riesgo que pueda verificarse. Porque si el empresario el transporte no lo
realiza, esa actividad debe efectuarla el Estado, ya que es una actividad de interés
público y social. Esto es, el servicio regular de transporte colectivo de pasajeros
es una actividad calificada por nuestro ordenamiento positivo como un servicio
público; por tanto, dicha actividad se diferencia de las demás actividades
realizadas por particulares o por el Estado pues apunta ontológicamente a la
satisfacción de necesidades impostergables de los individuos, cuya prestación
deberá realizarse en un régimen de derecho público (Sayagués Laso, Tratado de
Derecho Administrativo, Tomo I)
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En este contexto debe analizarse la conveniencia de la limitación de la
responsabilidad del transportista terrestre. Si consideramos la actividad del
transporte imprescindible para el desarrollo de una sociedad, habrá que asumir el
costo que ello significa y buscar la forma más equitativa de distribuir el riesgo, no
solo a nivel de quiénes lo prestan sino de la sociedad en su conjunto.
Por tratarse de un servicio público regulado, el precio es fijado por el Estado, por
lo cual debería ser de interés de todos que este tema quede saldado, ya que
mientras no existan normas al respecto la resolución queda librada a que se
aplique un criterio diferente al que actualmente está siendo utilizado en base a la
jurisprudencia sobre el tema.
Algunos autores han considerado que la limitación de la responsabilidad no tiene
ningún fundamento ético–jurídico, y que el resultado de establecer un sistema de
esta naturaleza implicaría hacer pesar las consecuencias del riesgo de la actividad
del transporte sobre la parte más débil, en este caso, el usuario o pasajero.
Sin embargo, esta conclusión que parece muy nítida al analizar teóricamente la
distribución del riesgo y el fundamento deontológico de la responsabilidad del
transportista, en los hechos se presenta muy variada y no contempla muchas
veces el sentido de la reparación del daño sufrido por la víctima por cuanto existen
eximentes que liberan al transportador por el incumplimiento de su obligación
principal: la de transportar sano y salvo al pasajero al lugar de destino.
Por dichas razones, la limitación de la responsabilidad del transportista puede
tener un fundamento ético-jurídico en la medida que el servicio prestado tienen un
alcance social imprescindible y que reviste un interés público insoslayable que el
Estado debe proteger.
Esta limitación de responsabilidad deberá estar sustentada bajo determinados
presupuestos básicos. En este aspecto, se han ensayado desde tiempo atrás
soluciones que pueden ser contempladas legislativamente, teniendo en cuenta
cada vez más, la mayor integración que existe en el ámbito del MERCOSUR.
Así es que en 1987, se realizó el 1er. Simposio Internacional sobre
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Responsabilidad Civil en el Transporte Terrestre, organizado por el Ministerio de
Transporte y Obras Públicas, en diciembre destacándose en el panel entre otros
los Dres. Atilio Alterini y Jorge Gamarra. Dicho panel concluyó respecto de la
responsabilidad del transportista lo siguiente:
1.- la responsabilidad del transportista es objetiva y está fundada en el riesgo de la
empresa
2.- El Transportista se exime de responsabilidad acreditando: a) fuerza mayor, b)
culpa de la víctima c) culpa de un tercero extraño.
3.- La variedad de opiniones doctrinarias y jurisprudenciales sobre la admisión de
la regulación convencional de responsabilidad del transporte conduce a propiciar
que se legislen las denominadas “cláusulas de negligencia e irresponsabilidad“
señalando en lo posible las bases para una orientación jurisprudencial firme, ajena
a los vaivenes de oscilantes opiniones en cada caso.
4.- Es conveniente tarifar el daño resarcible imponiendo el seguro obligatorio y
otorgando a la víctima acción directa contra el asegurador.
Creemos que las conclusiones vertidas por los profesores Gamarra y Alterini
mantienen absoluta vigencia en la actualidad aún cuando desde entonces se han
realizado innúmeros simposios y congresos sobre el tema. A nivel internacional,
cada vez mas se tiende a soluciones que aceptan la limitación de la
responsabilidad bajo ciertos principios que en actividades como la del transporte,
el riesgo se pueda distribuir entre quienes son partícipes de una sociedad.
Pese a que en nuestro país muchas veces no se trate el tema, o que resulte
incómodo y hasta no muy agradable tratarlo, es importante discutirlo para lograr
de alguna manera construir un camino nuevo juntos.Por la problemática que vivimos a diario las empresas, sin que implique una
desprotección de las víctimas que no la queremos, debemos necesariamente,
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volver a revisar, a replantearnos estas situaciones, en la medida que nos permita
alcanzar un sano equilibrio entre los distintos actores asociados al tema.-
Tenemos la convicción que si se transita el camino de la limitación de la
responsabilidad, pero con la capacidad y compromiso que el tema requiere, no se
generarán problemas vinculados con la “desprotección de las víctimas”
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