Apego es la capacidad de los seres humanos para

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Apego es la capacidad de los seres humanos para formar vínculos afectivos, de
comunicación y expresión, con otras personas, demostrando emociones positivas, de alegría
y satisfacción, como respuestas al vínculo, o negativas, de molestia, cuando éste
desaparece. Es el lazo afectivo que se establece entre el niño y su madre, lazo que los une.
El niño con apego explora confiado su medio y regula mejor sus impulsos y emociones.
Confía en la disponibilidad del otro. Este apego afectivo perdura en el tiempo y se expresa
en la tendencia a generar confianza y seguridad en los vinculados. Es la base de la
inteligencia emocional y de la inteligencia espiritual.
Se podría pensar que esta experiencia de apego impide la autonomía de la madre o del
futuro adulto. Autonomía y dependencia se relacionan con el apego. Sin embargo, a mayor
apego, mayor autonomía por la confianza que se desarrolla entre los que han estado
cercanos.
Hay diferencias en ser apegado y dependiente. En los primeros días de vida, el niño
depende de los cuidados de la madre, pero todavía no está apegado a ella. Por otro lado, un
niño de dos años al cuidado de extraños puede dar claros signos de que continúa apegado a
su madre, aunque en ese momento no dependa de ella. La dependencia es la subordinación
de un individuo para asegurar la supervivencia; es funcional. En cambio, el apego es una
forma de conducta que establece un vínculo. Al nacer, la dependencia es absoluta y
disminuye gradualmente hasta la madurez; en cambio, el apego hacia la madre se pone en
evidencia después de los seis meses cuando ha existido la cercanía íntima desde el
nacimiento.
El niño llega al mundo en un estado natural de fusión con la madre. La madre lo acoge en
los primeros minutos con una sonrisa de bienvenida, con una disposición cálida y
afectuosa, que es determinante en las conductas de apego del que recién nace.
Aunque es muy importante este contacto, algunos niños necesitan que se les separe de su
madre después del parto para realizar algún tratamiento médico, pero la mayoría de las
madres tienen la posibilidad de permanecer con su hijo para establecer el vínculo necesario.
Al permitir la cercanía del niño con su madre, en el niño se estimulan las capacidades con
las que nace. Él nace con un estado de conciencia de alerta, tranquilo, abre los ojos
orientándolos hacia arriba, arruga la frente y luego cierra los ojos. Después de algunas
repeticiones de este movimiento, su rostro comienza a expresar tristeza, dolor y cólera, al
mismo tiempo que se pone a llorar. Cuando encuentra otros ojos acogedores, abre los ojos y
en algunos casos sonríe placenteramente. Si el padre está al lado de la madre, los ojos se
orientan hacia él, se fijan en él y después se vuelven a la madre. Después de largos
intercambios de miradas, los ojos permanecen abiertos explorando el ambiente más alejado
y luego se vuelven a la madre y al padre. Si esta comunicación afectiva es interrumpida
intempestivamente, el niño se pone a llorar. Estos intercambios afectivos y de exploración
del ambiente duran 20 a 40 minutos. Luego, el niño da señales de hambre y sueño. La
agudeza sensorial con la que nace le permite discriminar el olor de su madre, el sabor de su
leche, el tono de su voz, la calidad de su contacto corporal, la imagen de su rostro,
sintiéndose atraído hacia ella.
La cercanía de la madre desarrolla las capacidades con las que el niño nace y además
responde a la adaptación de él al ambiente extrauterino. Esta necesidad de ser ayudado
corresponde que el niño para poder respirar nace con mayor cantidad de adrenalina, lo que
genera un estado de irritabilidad y estrés. Además el parto es un momento de cambio y
también de estrés y al estar cobijado por su madre, reconoce el olor del líquido amniótico
de ella, lo que le ayuda a vivir este primer cambio de su vida, además de ser estimulado por
su respiración, por el tacto, por los ruidos del corazón y su capacidad de calmar el llanto.
Así como hay cambios favorables para el niño, también es para la madre donde el contacto
físico con el niño aumenta su producción de ocitocina.
Por otra parte el niño sano, además de disfrutar la cercanía física con la madre está
preparado para mamar desde el momento que nace. Mas aún, cuenta con un patrón de
habilidades que si se le deja sobre el abdomen de su madre después del parto, entre los 25 a
30 minutos siguientes al nacimiento puede reptar para ir en busca del pecho.
Al amamantar en la primera hora de vida del niño, la succión del niño estimula las
hormonas maternas las cuales le cambian el genio y la receptividad, disposición necesaria
para la sensibilidad materna. A su vez, con esta cercanía y sin que ella lo perciba, comienza
su aprendizaje de interpretación de las señales del niño para satisfacer sus necesidades
biológicas, espirituales y de educación. También se favorece la comunicación verbal y no
verbal de ambos permitiendo el intercambio de afectos. Además los dos aprenden a
amamantar.
El niño sin cercanía adopta un comportamiento desvinculado con las personas. En cambio
el niño que aprende a vincularse con su madre, luego imita esta experiencia con su padre y
con las otras personas cercanas a la familia. El niño menor de un año con apego ante las
personas extrañas, observa cómo reacciona la madre para él reaccionar. En el futuro, los
niños apegados17 a sus madres y amamantados tienden a tener menos ansiedad para entrar
al colegio y más dominio de sí mismos que los alimentados con mamadera.
En mi experiencia de trabajo con adultos, he observado que algunas mujeres que se
sintieron en la infancia y en la adolescencia lejanas a su madres, que no fueron
amamantadas, siendo adultas maduras mantienen sistemas de relación dependientes con sus
madres para lograr la cercanía que siempre anhelaron, y que por más que se hagan
dependientes no encuentran lo que buscan a pesar de sus esfuerzos, por no corresponder
este
tipo
de
contacto
a
la
edad
que
tienen.
También he observado a madres con hijos adultos con apego que se sienten seguras ante su
hijo, que no buscan la dependencia ni la proximidad, cuando es necesario priorizar la
lejanía para el desarrollo adulto del hijo. Le es más fácil dejar ser, dejar hacer y dejar ir al
hijo cuando es necesario en la etapa de adolescente y en la adultez.
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