http://www.sergiospinelli.com.ar Arte Digital - Diseño Gráfico - Cuentos - Material de Budismo Cómo vivir como humanos: Los seis caminos y los cuatro mundos nobles Lo que diferencia a los humanos de los animales es menos distinto de lo que se podría esperar. El examen de la naturaleza humana no sólo tiene importancia para los filósofos, sino que nos incumbe a todos directamente. ¿Cómo deben vivir los humanos? Si rastreamos nuestro linaje en el contexto de la evolución de la vida sobre la Tierra, encontramos que nuestra especie es, comparativamente, un fenómeno reciente. La Tierra tiene alrededor de cuatro mil quinientos millones de años. El origen de la existencia ancestral de los monos africanos y los humanos, aunque incierto, no parece ser anterior a los trece millones de años. Los Neandertal, unos parientes tempranos de los seres humanos modernos, se cree que vivieron algún punto entre los 100.000 y 30.000 años atrás. Aunque las investigaciones científicas todavía no han encontrado el momento de divergencia entre los humanos y los monos, es evidente que nosotros tenemos una historia más larga como animales que como humanos. En el curso de la evolución, el Homo Sapiens ha desarrollado la capacidad para razonar, tal como lo indica el nombre de “hombre el sabio”. Los animales viven predominantemente de acuerdo con el instinto. Como resultado, su influencia no puede exceder lo que su naturaleza les prescribe. A través de nuestra inteligencia, sin embargo, los humanos podemos ejercer una influencia, buena o mala, más allá de lo que parece ser nuestros límites naturales. Un tiburón puede comerse la pierna de un surfista que se deje entrever por debajo de la superficie, pero no puede hacer una bomba capaz de aniquilar todas las formas de vida sobre el planeta. Quizás debido a nuestra larga historia como animales, nosotros amplificamos –irónicamente a través de la inteligencia– nuestros impulsos animales en busca de placeres egoístas y, de esa manera, destruimos lo que tememos y nos ocasionan daños no sólo a nosotros mismos, sino también a muchas otras especies. Desde diversas perspectivas, el Budismo vierte luz sobre las funciones de la naturaleza humana. Un concepto budista que lo hace es el de los Diez Mundos, originalmente descritos como reinos diferentes en los que las personas nacen de acuerdo con sus acciones pasadas (karma). Desde el más bajo, ellos son los mundos de infierno, espíritus hambrientos, animales, asura (demonios belicosos de la mitología india), seres humanos, seres celestiales, los que escuchan la voz, los despertados a la causa, bodhisattvas y budas. En el Budismo de Nichiren Daishonin, sin embargo, los Diez Mundos son vistos como estados del ser diversos que experimentamos momento a momento, y no reinos físicos distintos o categorías. Los Diez Mundos, por consiguiente, pueden ser considerados como los siguientes estados: (1) Infierno –sufrimiento y desesperación intensos, (2) Hambre –deseo insaciable, (3) Animalidad – estupidez egoísta, (4) Ira –arrogancia y beligerancia, (5) Humanidad –balance y tranquilidad temporales, (6) Cielo –alegría y placer pasajeros, (7) Aprendizaje, (8) Autorrealización, (9) Bodhisattva –altruismo, y (10) Budeidad –suprema felicidad caracterizada por la misericordia y la sabiduría. El Budismo clasifica esos Diez Mundos en dos categorías. Los seis estados más bajos son llamados los “seis caminos”, y los cuatro estados más elevados ”los cuatro mundos nobles”. Se hace esa distinción porque quienes viven en los seis caminos son controlados por su medio ambiente o condición física; ellos experimentan cualquiera de esos seis estados en cualquier momento en respuesta a las circunstancias cambiantes. La gente de los cuatro mundos nobles, de otro lado, es consciente, y se esfuerza por mejorar a pesar de las condiciones externas. El Daishonin explica sucintamente los seis caminos, de la siguiente manera: “La furia es el estado de Infierno; la codicia, el de Hambre; la estupidez, el de Animalidad; la perversidad, el de Ira; la dicha, el de Éxtasis, y la calma, el de Tranquilidad (Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 52. El verdadero objeto de devoción para observar la mente). La característica común a estos seis, es que son estados pasivos. Se puede decir que los animales como los perros y gatos manifiestan esos estados siempre que tienen un estímulo apropiado. Quienes están en los seis caminos son esclavos de sus deseos y medio ambiente, aun cuando, a veces, puedan parecer despreocupados, haciendo lo que les resulte placentero. Dicho en términos simples, quienes están en los seis caminos están atrapados en las mazmorras de los deseos y las circunstancias externas, y tienen cerrada por dentro la puerta hacia la verdadera felicidad por la ignorancia de su más elevado potencial. Contrariamente, los cuatro mundos nobles sólo surgen cuando hacemos esfuerzos deliberados por desarrollarnos más allá de nuestras tendencias naturales. El Budismo, en este sentido, define nuestra humanidad como nuestro deseo activo por la autorreflexión y el automejoramiento. Respecto a esos cuatro estados más elevados, el Daishonin comenta lo siguiente: “El hecho de que todas las cosas de este mundo sean transitorias nos resulta perfectamente claro. ¿No será porque los estados de los dos vehículos están presentes en el de Tranquilidad? Hasta un villano desalmado ama a su esposa y a sus hijos. Él también posee una parte del estado de Bodhisattva dentro de sí. La Budeidad es el más difícil de demostrar. Pero ya que usted posee los otros nueve, también debería creer que tiene el estado de Buda” (PE-1, 53. El verdadero objeto de devoción para observar la mente). Aquí, “los estados de los dos vehículos” se refieren a los estados de Aprendizaje y Autorrealización. Conforme las personas ven la transitoriedad del mundo que las rodea, llegan a comprender la superficialidad de permitir que su propia dignidad se eleve y caiga con las altas y bajas de las circunstancias, y buscan expandir sus conocimientos de sí mismas y del universo. El Daishonin también señala que todos somos capaces de dar amor y cuidados a los demás a pesar de nuestros instintos más bajos. En relación con el estado de la Budeidad, el Daishonin nos insta a superar nuestra incredulidad y revelar este supremo estado de felicidad a través de la fe. Lo que caracteriza a las personas de los cuatro mundos nobles es su conciencia del aspecto esclavizante de la realidad de los seis caminos y sus esfuerzos conscientes por liberarse de las cadenas de los deseos y apegos egoístas. En un sentido, Shakyamuni y otros maestros budistas expusieron sus enseñanzas para que las personas puedan escapar del entrampamiento de los seis caminos y busquen, más bien, modos de vida más humanos. En el Budismo monástico temprano, los practicantes eran alentados a establecer los estados de Aprendizaje y Autorrealización. El Budismo Mahayana enfatizaba el estado altruista de un bodhisattva. El Sutra del Loto, la enseñanza suprema del Budismo Mahayana, ilumina el camino de la Budeidad. En este respecto, el Budismo nos enseña la importancia de transformar las condiciones animales y pasivas de los seis caminos por los estados conscientes de sí y humanos de los cuatro mundos nobles. La necesidad de trascender nuestra naturaleza animal es enfatizada no sólo en el Budismo, sino también por muchas tradiciones intelectuales de Occidente. Por ejemplo, en la Europa medieval y renacentista, la existencia humana estaba dividida en las cuatro categorías de mineral, vegetal, sensual y racional. El hombre de piedra es un hombre de desesperación y apatía; existe pero no tiene voluntad para actuar; su existencia es una muerte en vida. El hombre vegetal sólo vive; es un hombre de gula que come, bebe y procrea. El hombre sensual, como muchos animales, vive y siente; busca el placer y evade el dolor. El hombre racional, a diferencia de los tres anteriores, vive, percibe y entiende; sabe, escoge y actúa. Una imagen del ser racional es un hombre con su libro, tratando de expandir su conciencia y comprensión. Como en el concepto budista de los Diez Mundos, la filosofía renacentista caracteriza a los humanos por su activo deseo de desafiarse. Sin embargo, en la realidad es fácil que caigamos en el estilo de vida de los seis caminos, donde confundimos placer por suprema felicidad y no desafiamos nuestras debilidades. Esto puede ser el resultado de nuestra larga historia como animales. Pero si deseamos verdaderamente experimentar el profundo sentido de la realización como seres humanos, debemos, como lo enseña la sabiduría de Oriente y Occidente, desafiarnos para manifestar los estados más elevados, especialmente los de bodhisattva y de Buda. Platón cita a su maestro Sócrates: “Yo sólo deseo que las personas comunes tengan una ilimitada capacidad para causar daño; entonces podrían tener un ilimitado poder para hacer el bien, lo que sería algo espléndido, si fuese así”. La ominosa primera mitad de su deseo se hizo realidad con la llegada de la era nuclear. La realización del resto del deseo de Sócrates, parece, depende enormemente de cuánto nos desafiemos por vivir tan humanamente como nos sea posible en el siglo XXI. Publicado en la revista Living Buddhism, pág. 6, Julio 2000