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ADMA JOVEN
DE VALDOCCO AL URUGUAY SALESIANO
Quienes formamos parte de la Familia Salesiana, sabemos que Mamá Margarita consagró al
pequeño Juan Bosco a la Virgen y le recomendó la devoción a la Madre de Jesús. Don Bosco
aprendió, en las rodillas de aquella sabia campesina, a descubrir la presencia de María en la
Iglesia. En el sueño de los 9 años, el personaje le había dicho: "Yo te daré la maestra"; y aquella
mujer con la que hablaba Juanito lo tomó de la mano y no lo dejó nunca más.
En el oratorio de Valdocco, María Auxiliadora fue la mamá de la casa: se paseaba por los patios,
tocaba los corazones de los muchachos, extendía su manto sobre ellos.
Para prolongar su experiencia de relación con María, que compartía con Mamá Margarita y con
sus jóvenes, Don Bosco fundó el 18 de abril de 1869 un grupo que llamó ADMA. Ese grupo es una
de las ramas del árbol de la Familia Salesiana.
Por todo esto, saludamos con mucha alegría que el pasado 19 de mayo surgiera en el Uruguay
una asociación de jóvenes salesianos llamada ADMA JOVEN. En el proyecto, ellos se expresan así:
“Siguiendo los pasos de Don Bosco, como jóvenes salesianos queremos ENTREGARNOS A MARÍA
AUXILIADORA. Por eso, nos comprometemos públicamente a:
1. Vivir como jóvenes el espíritu mariano.
2. Rezar de manera especial invocando la intercesión de María Auxiliadora en nuestra familia,
para que cada joven logre descubrir el proyecto de Dios sobre su vida, así como Ella
descubrió su vocación a la maternidad divina.
3. Propagar la devoción a María Auxiliadora entre los amigos y compañeros, con sinceridad y
valentía, utilizando todos los medios a nuestro alcance, incluso las redes sociales”…
… y la lista llega a los 11 compromisos.
¿Qué significa ADMA JOVEN para quienes participan? Los tres testimonios que presentamos lo
expresan magníficamente.
Cuando me invitaron a participar del proyecto “ADMA Jóvenes”, lo primero que me pregunté fue
si realmente era yo una persona devota a la Virgen María como para participar de esta propuesta.
Para buscar la respuesta fue que me puse a revisar mi vida, mi historia… y nada más lindo fue
descubrir cómo María ha estado presente en ella desde que era una niña, acompañándome siempre;
constatar en cuántos momentos me auxilió y me permitió seguir adelante.
“ADMA Jóvenes” me ayudó a descubrir la manera especial e infinita de amar de María; la manera
de entender la voluntad de Dios y de amar a pesar de las dificultades; me ayudó a sentirla realmente
como mi Madre, a querer imitarla cotidianamente viviendo los valores que nos propone como
hijos.
Agustina Elverdin Foulques
La propuesta de formar una asociación juvenil de María Auxiliadora surge de la sed que algunos
jóvenes tenemos de aumentar y contagiar la experiencia de María Madre, esencial en las casas
salesianas y en la vida de cada uno. Varios jóvenes inquietos en nuestra vida espiritual, movidos por
la convicción de que “ella lo sigue haciendo todo” trabajamos y seguimos trabajando para que esto
no se quede en un grupo cerrado, sino que se transforme en un movimiento del que todos los
jóvenes cristianos puedan formar parte.
Creemos que el saberse hijo de María es un llamado a todos los jóvenes. Es un grito de esperanza y
alegría. Reconocerse hijo es pasar a formar parte de una familia, y en este caso una familia de
acogida y amor incondicional. Formar parte de esta familia implica no quedarse quietos y buscar
mantener siempre vivos los vínculos entre los miembros. Por esto, y convencidos de que María
nunca se cansa de llamarnos a una relación con ella, relación que tiene una raíz y un lazo
incondicional en Dios, el ADMA juvenil toma vida.
La propuesta comenzó a dar sus primeros pasos. La invitación a no quedarnos quietos está abierta a
todos los jóvenes. María nos ama y nos espera. ¡No nos quedemos quietos!
¡Viva María Auxiliadora!
Mauricio Fernández Campos
Como buen hijo de Don Bosco, nombraría a María en dos palabras: “Madre” y “Auxiliadora”. En
mi historia, María fue de mis primeros amores, creo yo que me supo conquistar como madre, como
intercesora de mi vida en mí día a día.
Me recuerdo en mis peores momentos, repitiéndome esta frase, como si fuese ella misma quien me
lo decía: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿Qué te preocupa?”, y darme cuenta después que
verdaderamente era ella.
Como también sentir ese abrazo, ese cariño que me daba a entender que nada había que temer, no
había nada de qué preocuparse si uno estaba junto a Dios.
Revisando mi historia, me doy cuenta que ella actuó y sigue actuando en cada uno de los momentos
de mi vida, como en la de tantos otros, mostrándonos a su Hijo.
En mi vida, desde pequeño, presentada por mis padres, y redescubriéndola años después desde Don
Bosco, María, sigue siendo esa mujer a la que nos complacemos en llamar “Madre”.
Pampa
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