Fidel Cordero.

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Vosotros adelante. Nosotros seguiremos. No debéis esperarnos. La vida nunca
espera.
En vosotros prosigue la vida, y se amplifica. Y crece, aunque no cese en los que
un día fuimos, profesores, o padres. Ha sido más que bueno. No el hecho de
teneros, de público cautivo, en las aulas tediosas que no siempre animamos.
Debimos daros luz, porque somos más viejos. Y a vosotros os toca hacer el
fuego nuevo.
El fuego es de los jóvenes, lo ha dicho mucha gente. Y espero que el que salga
de vosotros caliente. Caliente y mueva al mundo, pero en un buen sentido.
Hace falta, es urgente, pero tened paciencia.
Nosotros intentamos, siempre, daros aliento. Y a veces sólo vimos cómo crecíais
pronto, fuertes, y a nuestro lado. Y eso ya es una suerte. Es una suerte estar
donde está la esperanza. Trabajar junto a ella, abonarla, apoyarla. Y a veces
corregirla, lo más desagradable. Pero también a veces necesario. Aceptadlo.
Como dijo el poeta, <que la vida va en serio> lo aprenderéis más tarde. Ahora
queréis <llevaros la vida por delante>. Y ella tiene sus reglas, y debéis
aceptarlo. Y es ingrato avisaros, pero es nuestra tarea. Prevenir, dar consejos,
tantas veces cansinos. Pero es nuestro deber. Y el deber nunca sobra.
Tenéis toda la risa por delante, os envidio. Y espero de los soplos que nos
queden potencia para aventar las sombras que amenacen los sueños. Los sueños
de los jóvenes, nuestro mejor proyecto. La reserva está en ellos de nuestro
antiguo empuje. Vivid, y revivid nuestras luces cansadas. Remontad nuestro
vuelo con esos brazos fuertes. LLevad la vida nueva que rebosa en vosotros, y
el latido animado con que nos conocimos.
Que lo que en estos años pudimos enseñaros - era poco, sin duda, porque el
mundo nos cambia tan deprisa que a veces no seguimos su ritmo- os sea
provechoso.
Porque si de algo sirve os dejamos ideas, torpes y amontonadas, pero que
fueron nuestras. Ahora comenzaréis a construir las vuestras. Y cuando en ese
esfuerzo os encontréis de pronto alguna idea de estas, que aquí os hemos
dejado, volveremos de pronto a estar entre vosotros, como ayer, como ahora.
Porque en ellas, en esas ideas desprendidas, a veces sin querer, nos quedamos
nosotros. Se queda no sé si eso del alma, pero -al menos- la sombra de la voz, la
mirada, el recuerdo. Esa mirada nuestra que ahora alegráis radiantes, al
recoger los ecos de una idea lanzada.
Y a la postre tan sólo os dejo una advertencia: cuidaos de los sueños que os
devoren el alma. De los sueños ajenos, de los que os quieren grandes. Podréis
ser otra vida, ese proyecto inmenso, luminoso, anhelado, pero poco cercano.
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Podréis ser lo que tantos ahora esperan ansiosos -familiares, amigos,
compañeros, maestros- albañiles tenaces de esperanzas celosas. Podréis así
elevaros sobre el suelo diario-. Incluso renegar de haber sido como otros.
Pero yo os aconsejo cuidaros de esos sueños. La ambición nos eleva pero
también nos tensa. Sed tan sólo vosotros, lo que os toque de cerca. Vivir: ni más,
ni menos. Aunque a veces defraude. Al defraudar, os liberáis del hierro tenaz
de la ambición –ajena y propia-, de las expectativas lisonjeras, de ese ideal que a
nuestra costa forjan los otros. Y que tanto llanto encierra.
Y tendréis el placer de estar un rato, fugaz, al sol, o en sombras, sin quimeras.
Adelante, os deseo salud, suerte y sonrisas.
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