“El futuro de nuestros orientados: el acompañamiento educativo en una sociedad plural, digital y en red” Jaume Funes Artiaga. Psicólogo, educador y periodista. Profesor de Psicología Social de la Universidad Ramón Llull. Especialista en adolescencia y dificultades sociales. Asesor, supervisor y docente en diferentes aspectos de la atención a los adolescentes y jóvenes. 1. Los grandes cambios Funes comenzó analizando la nueva realidad en la que viven los adolescentes hoy en día (“los chicos del Messenger y del botellón”) y plantó la cuestión de si son iguales o diferentes a las anteriores generaciones de jóvenes. En todo caso, está convencido de que “la escuela es la institución, después de la Iglesia, a la que más le cuesta entender que algo ha cambiado”. Cree preocupante el alto porcentaje de institutos en los que apenas se han producido cambios para adaptarse a la nueva realidad social (“el 90% de los institutos de Barcelona ni siquiera han sacado la placa que los identificaba como centros de bachillerato”) y cree que el problema está en que al mundo de la docencia le cuesta aceptar que en sus aulas y pasillos “están los adolescentes del entorno y no una especie de estudiantes aplicados que, al parecer, estuvieron en otras épocas”. En cuanto a las nuevas estructuras familiares (familias homoparentales, madres de alquiler, mixtas…), opina que “la bondad de una familia no tiene nada que ver con su composición sino con la calidad de sus vínculos”. Funes quiso acabar este primer bloque de su ponencia haciendo “un llamamiento al sentido común en la educación: generemos motivación”. 2. Malos momentos para la educación La educación no pasa por buenos momentos: los padres piden a la escuela control sobre sus hijos y mayor oferta de servicios. “Es decir”, ironizó, “que los niños vuelvan a casa cenados y duchados y, si es posible, con un chip de control”. En cuanto a los nuevos retos que plantea una sociedad diversa, explicó: “En una sociedad cambiante y compleja también cambian sus infancias, su adolescencias y por lo tanto las características del alumnado. Vienen chicos y chicas que viven en grupos familiares muy diversos, que a menudo los someten a un gran abandono. En condiciones normales, el alumnado lo componen una diversidad de diversidades. Para la escuela eso supone una ruptura definitiva de cualquier pretensión de homogenización, de una socialización uniforme a partir de un modelo preestablecido, la necesidad de construir nuevos modelos abiertos y cambiantes para dar sentido a su pretensión educativa”. 3. ¿Quiénes somos y para qué servimos los orientadores? Funes define al orientador como un profesional que ayuda, estimula y potencia lo que otros hacen (“y que a veces asume funciones que no le corresponden”). Los servicios de orientación suponen la generalización de cierto acompañamiento educativo de los 0 a los 18 años. La tarea orientadora la concreta en las siguientes funciones: a) Dinamizadores de clímax. b) Apoyos para diseñar soportes educativos c) Integradores de otras influencias, como la familia y la comunidad. 4. ¿Es imposible una escuela adolescente? “Ser adolescente y estar en la escuela son dos elementos que transcurren juntos y conforman una única realidad. La escuela no lo es todo, pero es buena parte de lo que son como adolescentes”. En este apartado, Funes analizó seis ideas: Hay que generar contextos educativos para los adolescentes y comprender su pensamiento, que es más o menos el siguiente: “¿Cuántas fiestas me pierdo si estudio, y cuántas suspendo si voy a las fiestas?”. En relación con este tema, Funes cree que los orientadores tienen la obligación de adaptarse a esta realidad y de responder a las necesidades de los tres tipos de perfiles de estudiantes: los estudiosos, los resignados y los desmotivados. En los últimos años se ha denostado el discurso de la “comprensión” del adolescente, identificándolo como algo psicologista, permisivo y justificador que destruye el aprendizaje escolar. “De nada de eso se trata. Tan sólo es cuestión de advertir sobre la necesidad de tener en cuenta sus lógicas, de considerar sus formas de aprender, de tener presente aquello que viven de manera más intensa…”. “Esta es una sociedad en la que no hay adolescentes, hay problemas”, lamentó. Pero el verdadero problema es la mirada del adulto, que enseguida olvida las claves de la juventud: “Los padres dicen: estos jóvenes cada vez son más raros. Y yo les pregunto: ¿pero dónde guardas la foto de cuando eras hippy?”. También puso el ejemplo de “cuando vemos a dos adolescentes enamorados, que en vez de disfrutar nos escandalizamos y decimos: ¡qué dervergonzados!”. Ofrecer las pautas para comprender, observar e interpretar a los adolescentes forma parte de la tarea del orientador. “Los adolescentes, para mí, son encantadoramente insoportables: no se trata de tolerarles sino de comprenderles”. La diferencia entre las generaciones analógicas y digitales. “Esta infancia que ha crecido con la Play Station entre sus manos no tiene nada que ver con la de sus padres, que lo hizo a base de darle patadas a un balón en la calle”. En este sentido, Jaume Funes cree que los adultos han perdido la confianza de los jóvenes por no haber sabido comprender su nueva realidad. Pero los adolescents necesitan a su lado adultos próximos y positivos “que se interesan pos sus vidas y que no les vean como un problema; que les enseñen a controlar riesgos, a pensar”. “No está el horno para bollos. La escuela secundaria de este siglo necesita una gran reconversión industrial en la que la adaptación de sus profesionales no puede hacerse de cualquier manera”. Una reconversión en la que es necesario organizar sistemas de apoyo personal y colectivo para poder contar con esa mayoría activa que se siente sola ante las crisis. Jaume Funes concluyó su ponencia con esta frase: “Por suerte para nuestra sociedad existen los adolescentes; si no fuera así, estaríamos instalados en el hiperconservadurismo”. Ana Torres Jack [email protected]