Consultas sagradas en el día a día del clínico

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CONSULTAS “SAGRADAS” A PIE DE CALLE… EN LA ATENCIÓN PRIMARIA Resumen de la intervención de Maxi Gutiérrez, Médico de Familia. “No te acerques. Quítate las sandalias de los pies pues, el sitio
que pisas es lugar sagrado” Éxodo 3,5
Así entro yo cada mañana a mi consulta: todavía dormido -­‐la noche me atrapa en estudio y reflexión noctámbula-­‐ pero, generalmente contento porque camino abierto a la sorpresa del encuentro. Y porque tengo la sensación de que cada día la consulta me enseña algo. Algo para la vida. No tengo que subir escalones para llegar a la sala 10. Mi consulta esta “a pie de calle”, donde se filtra la vida sin pedir permiso. Allí se cuelan las preocupaciones, los desvelos, las alegrías y las desgracias. Sanitarias o no. En definitiva, las cosas importantes de la vida. Por eso son sagradas porque, según dice Wikipedia, lo sagrado es “lo que atañe a lo fundamental”, “a los principios que fundan algo”, “a lo que se tiene mucho aprecio”. Cambio mi atuendo y cambio mis zapatos quizás por comodidad, no sé. Ahora pienso que igual tiene que ver con que el lugar que piso es el “lugar cotidiano de lo sagrado a pie de calle”. ENFRENTE1 Las personas necesitan un síntoma orgánico, biológico o físico para poder venir a la consulta. Es lo que han aprendido que este sistema les pide como peaje. Lo que les hemos vendido, lo primero que preguntamos y deseamos: ¡¡¡el síntoma!!!. Quizás es lo que ellos mismos pueden permitirse para poder acudir. Porque venir con las miserias por delante es demasiado duro para ser aceptado. Necesitan el insomnio, el dolor o el mareo para poder reservar la cita. Antes de llegar a la consulta hay mucha elaboración previa, mucha duda. Miedos y contextos que han sido muy rumiados. Porque hay cosas que no son fáciles de contar, porque no lo había contado antes, porque no hacía más que llorar o porque no sabía como iba a reaccionar mi médico. Por eso vienen protegidos -­‐con la coraza-­‐ aunque saben que tienen que abrirse y buscan que nosotros se lo pongamos fácil. La acogida es fundamental. Las personas buscan ser escuchadas, sentir confianza y notar que merecen nuestra atención. Sin burocracias ni juicios. Sentirse protegidas. Precisamente “lugar sagrado” también se define como sitio donde nada ni nadie puede dañarte. Y no todo tiene que ser dicho. Lo perciben con todos los sentidos: palabra, gesto, contacto y tono. También reclaman su tiempo. El tiempo necesario. Sin prisas. Aún siendo muy conscientes de que es un bien escaso y limitado. Agradecen los espacios de silencio, cuando dice: callaba mientras yo lloraba. Tomemos nota y que parezca que el tiempo se para mientras gestionamos el tiempo que corre. Sin prisas, las personas quieren vivir su propio proceso. Desean profesionales que se lo permitan. Quieren contar todo lo sucedido y sentido, compartir sentimientos -­‐de soledad, de ideas autolíticas, de cosas inconfesables…-­‐, sentirse comprendidos y aceptados sin juicios. Saben que esto no es trabajo de un día, quieren longitudinalidad. Y quieren recibir acogida incluso cuando saben que no han hecho bien. Sin broncas y con respeto. 1 He realizado el ejercicio de poner encima de la mesa la reflexión sobre la consulta sagrada con cuatro pacientes. Cuatro pacientes con los que creo tuvimos consultas sagradas en el pasado. Preguntar su visión, escuchar su relato,… para sacar algunas conclusiones, parciales y limitadas, sobre “el que tenemos enfrente” (En cursiva las frases textuales recogidas de sus testimonios) Buscan un plan que puedan acordar y discutir con su profesional. Necesitan que les hagamos caer en la cuenta, necesitan compañía y consejo. A veces desean que tiremos de ellos y otras que respetemos su parálisis. En definitiva, esperan que hagamos arte. Ser ayudados para buscar apoyos aunque a veces sean tan cercanos y tan íntimos que teniéndolos al lado no se dan cuenta que existen: los psicoterapeutas de la vida diaria que me gusta llamarles. Y aceptan ser derivados a otros profesionales para encontrar la mejor ayuda posible. Eso supone aceptar nuestras propias limitaciones. Sabiendo que derivar no resta nada, sólo suma o multiplica cuando no es abandonarlo en el otro sino acompañarlo juntos. Y quieren resultados que pueden ser sólo comprensión, alivio o liberación para vivir, hacer lo que quiero o salir del agujero. Necesitan tiempo para cambiar y recuperar lo fundamental: aprender lo importante de la vida. Si además, mi médico me llama cuando ve algo raro o siento que se preocupa por mí, eso deja en la relación una huella imborrable. EN MI LADO2 Todo depende del contexto. Cuando alguna vez me ocurre que en las tres primeras consultas del día se producen tres enfrentamientos, paro, miro alrededor y pienso “va a ser que algo me pasa y quizás ellos no tienen nada que ver”. Y a veces lo encuentro. Son mis circunstancias personales que van conmigo a todas partes, aquellas de los que no puedo apearme. El contexto de la prisa me mata. No puedo soportar cuando la sala de espera esta llena de personas con ocupaciones y tareas que aguantan pacientemente su turno. Y me debato entre el respeto que les debo y el necesario tiempo de atención que necesita cada uno. A veces, consigo recomponerme, centrarme en lo importante y buscar tiempo donde no existía. Otro arte. Pretendo hacer una intervención justa dando más al que más necesita. Volcarme en el más discapacitado, en el más desvalido, en el más sufriente. Y a veces no es fácil saber quién es “el más” o ni siquiera quién es el sufriente y su grado de sufrimiento. Los relatos vitales de las personas y sus consultas me conmueven. Me conmueven sobremanera. Puede ser por la forma en la que lo cuentan, por la empatía que me producen o por el desgarro que experimentan. Me alegro que me conmuevan, siempre digo que me hace sentir que estoy vivo porque estar vivo muchas veces es eso, sufrir con el otro. Entonces vienen a mí todas las cuestiones aprendidas: lo que se espera de mí como profesional, como persona y específicamente como hombre. Abandero la distancia terapéutica como imprescindible para ser médico y absorbo las lágrimas de mis párpados inferiores para que ninguna de ellas salga por otros caminos visibles. A veces no puedo y sé que, aunque lo disimulo, ellos ya se han dado cuenta de mi emoción contenida. Aquí me descubro como “hombre-­‐varón-­‐masculino” en tránsito. En un largo proceso vivido en grupo he descubierto como el hecho de serlo marca mis emociones y sobre todo, la expresión de las mismas. Tímidamente voy avanzando en el camino de la capacitación emocional que un día me robaron. Así me descubro más humano y más persona. 2 ¿Y qué pasa en mi lado de la mesa? ¿Cómo me siento? ¿Cómo vivo lo que discurre cada día? ¿Cómo cambio? Es este un ejercicio de introspección y de striptease “siapero”. Intento evitar la dependencia, el enganche profesional que impide a las personas volar por sí mismas. A medida que avanza el proceso busco fórmulas que me permitan distanciar las consultas y pasar a segundo plano. Por supuesto, dejando la puerta abierta a lo que hiciera falta. Retirarme es una buena evaluación de si el proceso ha sido reconstituyente. Mirar y compartir con tantos compañeros y compañeras que se dejan la piel cada día en esto. Que dan tanto de sí mismos, restando a veces a su familia y a su vida personal… Y eso también me parece sagrado. Por otra parte, ¡cuánto nos focalizamos en los que son los contrario!, ¡cuánto nos distorsionan y envenenan! Haré el propósito de poner en valor más a los primeros que a los segundos y seguiré viviendo con pasión mi profesión. ENFRENTE Y EN MI LADO Solo queda aproximarnos, romper barreras y buscar puentes. Soñarlos y atreverse a construirlos. Nada más y nada menos. 1-­‐ ¿Qué pasa con el paciente que peregrina en busca de una consulta sagrada? ¿Aquel que no encuentra el momento o la persona para poder volcar aquello que le ahoga? ¿Cuántos pacientes han ido buscando en mí ese espacio y yo mismo o mis contextos no lo han hecho posible? 2-­‐ ¿Cómo manejo mis sentimientos y emociones en las consultas sagradas? ¿desde la absoluta expresión libre que empatiza y acoge? o ¿desde la contención y la distancia que ayuda a ser terapéuticos? 3-­‐ ¿Es posible sistematizar el ejercicio de introspección de los profesionales para analizar los sentimientos y decisiones? ¿Es posible crear espacios para que estos ejercicios sean compartidos en equipo, con todos o con algunos? 
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