La amo y es culpable, nunca sentí tanto dolor al descubrir la verdad

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La amo y es culpable, nunca sentí tanto dolor al descubrir la verdad, si tan sólo ayer sus manos
acariciaban mi piel y enamoraban cada parte de mi cuerpo, ¿cómo es posible que aquellas manos
sean autoras de un asesinato tan horrible? Me exigen respuestas y en mis bolsillos tengo las
pruebas que gritan su nombre, ha pasado el día mas largo de mi vida y todo comenzó con el
silencio de una noche, su ausencia no me dejó dormir y es que estaba muy cansado para ir al
cumpleaños de su madre, era en las afueras de la ciudad, por lo que llegó a la mañana siguiente,
recién ahora entiendo la debilidad de su voz y su mirada perdida, sus ojos confesaban el delito,
pero con un beso ocultó la sospecha. Ella fue a su cuarto y yo a mi trabajo, cuando cerré la puerta
un escalofrío me quitó el movimiento, subí a mi auto y sentí un fuerte olor, otra vez mi esposa
había tomado de más, por lo que busqué alguna mancha de vomito, pero creo que ya había sido
limpiada. Cuando llegué a mi trabajo me informan de un homicidio, normal de un día domingo en
la mañana, pero en éste no había cadáver. Pedí las fotos del sitio del suceso y pude ver una cama
ensangrentada con dos manos que colgaban esposadas en la cabecera, me interesó y comencé con
la investigación. Llegando al lugar me recibió un fuerte recuerdo que no pude descifrar, recién
ahora comprendo que fue el perfume con el que me había casado. Mi ayudante se acerca y me
informa que vecinos vieron un vehiculo color gris marca honda, nunca imagine que el mío tenía las
mismas características hasta que sonó mi celular, era mi suegra que me preguntaba por qué mi
mujer no fue anoche a su cumpleaños. Colgué y corrí a revisar las esposas, eran las mismas que
mantenía en mi casa, las pequeñas marcas a sus costados me lo dijeron. Traté de disimular los
nervios, pero el sudor me traicionaba, respiré profundo, hasta cuando me informan que la casa
pertenecía a Nicolás Muñoz Reyes, sentí que el tiempo se detuvo, mi corazón no se movía y mis
rodillas amenazaban con perder sus fuerzas, era el nombre de su ex pareja, el hombre que la hizo
tanto sufrir y padre de un niño, del cual nunca me quiso hablar. Intenté ordenar mis ideas, pero un
instinto avasallador me hizo regresar rápidamente a la unidad, caminé como un sonámbulo a mi
auto, abrí lentamente la maletera, en todos mis años trabajando no entendí cómo pude haber
confundido el olor a vomito con el de un cadáver, ahí estaba entre bolsas y sin sus manos. Cerré la
maletera, cerré mis ojos… acaricié con el pulgar mi anillo de matrimonio, tenía la verdad, pero no
las respuestas y ahora la duda en mi escritorio con la fotografía del culpable entre mis manos, que
me espera en mi propia casa. Por amarla nos soy culpable, pero hasta que momento mantendré mi
inocencia… sólo lo sabré cuando esté frente a ella.
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