Pequeño tratado del decrecimiento sereno

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Consumir menos, vivir mejor
Su Pequeño tratado del decrecimiento sereno es un breve opúsculo que pretende señalar, con
un lenguaje sencillo y accesible, algunas de las pistas más importantes de cara a una
sociedad de menor consumo y mayor calidad de vida. Efectivamente, frente a las críticas que
lo sitúan entre «una vuelta a las cavernas del pasado» y una «resignación ante el
capitalismo», la opción del decrecimiento se muestra, por un lado, acompañada por las
ventajas del tiempo histórico en el que vivimos (convivencia intercultural de las sociedades,
tecnologías limpias y renovables, exceso acumulado de producción, etc.), pero, además,
supone una salida a lo que denomina el ´círculo vicioso´ del desarrollo, el boucle hiperactivo
que se produce entre la oficina y el centro comercial, causante de no pocas depresiones,
estrés, obesidad y ansiedad, y que se explica mediante tres causas principales: «La
publicidad, que crea el deseo de consumir; el crédito, que proporciona los medios; y la
obsolescencia acelerada y programada de los productos, que renueva la necesidad».
Frente a este círculo vicioso del desarrollo, Latouche propone el círculo virtuoso del
decrecimento y las ocho «R»: 1. Reevaluar, es decir, cambiar los valores actuales del
individualismo competitivo y consumidor por los valores del altruismo, la cooperación, el goce y
el juego; 2. Reconceptualizar, como ocurre con ciertos pares de conceptos del tipo
´riqueza/pobreza´ o ´escasez/abundancia´, para liberar las palabras de su visión desarrollista
convencional; 3. Reestructurar, lo cual supone orientar el sentido de la producción hacia el
decrecimiento: compartiendo el empleo, cambiando las fuentes de energía, etc; 4.
Redistribuir, tanto la riqueza (gravando las transacciones financieras, aumentando los
impuestos a las grandes fortunas o eliminando los paraísos fiscales) como el acceso al
patrimonio natural tanto en el Norte como en el Sur (por ejemplo, reembolsando la deuda
ecológica que el Norte tiene con el Sur); 5. Relocalizar, lo que implica mutar la visión de la
ciudad por la ´ecorregión´, la ´ecópolis´, como identidad a la vez política y ecológica capaz de
producir los bienes esenciales y lograr la autosuficiencia alimentaria y energética, con su
consecuente reducción de la dependencia externa, el abuso de los transportes, el consumo
de productos fuera de temporada, etc; 6. Reducir, la propuesta es clara: limitar el
hiperconsumo, dado que el 80% de artículos comercializados sólo los usamos una vez, pero
también reducir las horas de trabajo, el gasto en publicidad, el turismo de masas o el gasto
energético, con la imposición de ecotasas; 7. Reutilizar y 8. Reciclar.
Aunque el decrecimiento es un proyecto político para una sociedad cuyos partidos ya no
tienen otra utopía que ofrecer más que la gestión de la urgencia, la precariedad y el estado de
excepción, Latouche considera que el cambio primordial debe incidir en el estilo de vida que
tenemos, en nuestra cultura todavía colonizada por el violento imaginario del crecimiento. Hoy
es impensable un programa político de este tipo porque sencillamente la sociedad no está
preparada para asumirlo. Latouche llega a afirmar que el continente mejor situado para esta
transición es África, donde los efectos del colonialismo occidental no están tan arraigados
como en el Sudeste asiático o en América.
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Consumir menos, vivir mejor
Por tanto, la propuesta es clara: una mutación cultural al alcance de cualquiera, que pasa por
recuperar ciertos valores no muy antiguos, que podemos encontrar tanto en las culturas poco
occidentalizadas como en nuestras abuelas, es decir, disfrutar de la lentitud, la familiaridad, el
intercambio, valorar nuestro territorio local, las energías renovables, la abundancia de tiempo
libre, etc; pero también de incorporar nuevos valores: las ventajas de aprender distintas
profesiones a lo largo de la vida, consumir menos carne, la supresión de las necesidades
inútiles, la compatibilidad entre frugalidad voluntaria y bienestar, etc. Es decir, «redescubrir la
calidad fuera de las lógicas mercantiles, haciendo decrecer los valores económicos». El
escenario que imagina Latouche para este siglo XXI es el de una política marcada por el
imperativo de la huella ecológica, la crisis medioambiental y el hambre, apareciendo una
nueva dualidad entre partidos sensibles a la ecología y partidos que no lo son.
El ´decrecimiento´ es aceptable más como una ruptura con el discurso dominante del
´crecimiento´ y las prácticas dominantes del ´consumismo´, que como una utopía a realizar. El
peligro de todo proyecto político utópico es su pronta fetichización y conversión en ideología,
pudiendo asumirlo incluso un cierto modo cínico de hacer política que justifique el hambre o la
precariedad por ´respeto al decrecimiento´.
Las utopías, como dice Eduardo Galeano, sirven para caminar hacia adelante y recrear la vida,
rompiendo con el imaginario actual y los comportamientos mecánicos que imitamos de los
demás. Desde luego, y como señala Latouche, el problema más delicado de cara a esta
transición ecopolítica, que será pacífica o violenta, con mayor o menor sufrimiento, es el del
´reencantamiento del mundo´.
Alejandro Moreno Lax es miembro del Foro Ciudadano de la Región de Murcia.
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2011/11/26/consumir-vivir-mejor/366874.html?mid=53
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