Y ya tenemos aquí, imperante, a Rajoy ¡Inconcebible! ¿No podrían probarse otras salidas, más allá de exprimir al personal para que los bancos puedan seguir dilapidando y haciéndonos flaco favor? Por ejemplo, y sin entender mucho de economía, pero quién sabe si esto es mejor, porque ya vemos para qué vale saber mucho de economía: ¿no podríamos fijar también un ´salario máximo´? Oiga, no eche muy rápidamente de lado esta proposición que, claro, a muchos sonará escandalosa. ¿Por qué no? ¿No se trata de la preservación del género humano, todo él? No sólo de los guapos, los con traje y corbata, que muchas veces quizá no sean los más inteligentes. Y si no, que se lo digan a nuestros universitarios sin empleo. El caso es que son muchas las voces de intelectuales, ONGs, de artistas, de ciudadanos, los del 15M y los que no son el 15M, los de mucha gente enmudecida por la sencillez o la escasez (por cierto que no se oye todo lo que debiera a la Santa Madre Iglesia, ni a otras confesiones realmente tampoco, quizá por aquello de abominar de este mundo ¡a veces!), que reclaman un ´impasse´, un repensar con seriedad cómo proceder. Son muchas las que avisan de que el capitalismo cada vez más crudo no soluciona nuestros problemas; los está agrandando. ¿Por qué no se sientan, pues, con seriedad nuestros políticos, los de nuestro país y los de Europa entera y más allá, esos que dicen hacer todo por nuestro bien, para delinear caminos más justos? Si los hombres se reúnen en congresos con cuestiones bien complejas y llegan a acuerdos en la ciencia, en la industria... ¿por qué no en cuestiones tan fundamentales como las del bienestar general? Quizá porque somos un rebaño, acostumbrado a pacer por Internet, por ejemplo, contándonos chistes, dándonos consejitos superfluos, jugando con las videoconsolas, disfrutando con las migajas del capital quienes aún podemos. Será porque andamos como dormidos, como decía el viejo Heráclito de Éfeso, no queriendo afrontar esta situación; una situación que no tendría por qué conducir a salidas violentas, porque la razón y la experiencia de tantos siglos de historia nos muestran que no es la solución. Pero es igualmente cierto que la excusa de la no-violencia no puede dejarnos inermes ni en manos de quienes hasta el momento no buscan soluciones para todos. ¿Qué hacer? Parece que nuestra tarea inequívoca es dejarles claro que estamos ´despertando´, que nos estamos dando cuenta de lo que hay; que no nos vale ya la máxima de que el rico hace maravillas para todos con su dinero y que haya que mimarlo para salir del atolladero; y no es que se trate de aniquilar al rico: se trata de salvarnos todos. Se trata de decirles de mil maneras posibles que les increpamos para que tejan una nueva manera de 1/2 Y ya tenemos aquí, imperante, a Rajoy relacionarnos económicamente y de ser respetuosos con el planeta. Los que así concebimos las cosas pensando que una organización más cuidadosa de la sociedad quizá sea posible, no somos pesimistas. Confiamos en el hombre, en esta inmensa mayoría ahora aletargada por las consignas de unos pocos. Esa inmensa mayoría instará, pacífica pero inequívocamente, a fraguar una economía no esclavizada por los caprichos financieros y a enfrentar los problemas energéticos y medioambientales, ya acuciantes. No tenemos muchas más alternativas que el emerger de este clamor. Esa mayoría en tanto que tan hostigada despertará firme, inequívoca, hablando alto y claro. Voz de la conciencia humana avergonzará a nuestros astutos gobernantes; los de España y Europa y aun parte del extranjero; los pondrá entre la espada y la pared. Y si estos tienen las manos atadas por instancias financieras superiores, dedicadas a prestar con lucro a las naciones, también avergonzará a esas instancias en su insistente petición de justicia. Este deseo de justicia está inscrito en todo hombre de bien, capaz de reflexionar sobre las condiciones de la vida humana en general. Si lo ahogamos es porque lo acallamos pensando que la tarea es imposible. Pero cierto es que muchas veces decir imposible es poner excusas. http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2012/01/14/imperante-rajoy/378083.html 2/2