Mi testimonio: Mi vida transcurría con cierta normalidad, con los lógicos problemas del día a día. Por aquel entonces, tenía un trabajo que era un poco estresante, un trabajo que exigía bastante esfuerzo físico. Trabajaba en una sala de despiece de carne vacuno. En un principio trabajábamos como empleados para nuestro jefe, después surgió la posibilidad de hacernos autónomos. El cambio fue bastante bueno en lo económico, pero no tanto a nivel de compañeros. Casi todos los días había algún problema, bien de trabajo o bien de tipo personal. Sinceramente no me encontraba muy a gusto, pero el tema económico compensaba un poco todo lo demás. Parecía que todo iba mas o menos bien en mi vida, recuerdo y nunca se me olvidará como un día pensé, que no podía ser que todo me fuera tan bien y que algo tendría que suceder…. A los pocos meses de hacerme autónomo, vinieron los acúfenos. Era la noche del uno de Mayo del 2006. Recuerdo aquella noche como si de ayer se tratara. Por aquel entonces, vivía en casa de mis padres, ellos se encontraban fuera de Valladolid, estaban de vacaciones y por lo tanto me encontraba solo. Al poco de acostarme, empecé a sentir un “código Morse” en mi oído izquierdo. En un principio pensé que el ruido podría provenir del exterior, me incorporé de la cama e intentaba averiguar de donde podía ser. Desde siempre he sido muy sensible para el tema de los ruidos a la hora de dormir. Me molestaba cualquier “ruidito”, tanto si era del interior de casa, como del exterior. Dormía con tapones de espuma y sobre todo lo hacía en verano. Al dormir con las ventanas abiertas, entraba más ruido en la habitación, eso me hacía más difícil poder conciliar el sueño y tener que despertarme a media noche. Recuerdo que unas semanas antes de comenzar a padecer los acúfenos, el vecino de abajo realizó obras en su casa los fines de semana. Me despertaba sobre las siete de la mañana al ruido de maceta y cortafríos, ¡ya están decía yo!. Era los dos únicos días en que podía aprovechar para dormir más tiempo y esto me creaba un poco de mala leche... Volviendo a mi primera noche de acúfenos, me acabe levantando de la cama y me dirigí a otra parte de la casa para comprobar, si el ruido provenía de mi habitación únicamente o del exterior de la calle. Fui de habitación en habitación y comprobaba como ese sonido o ruido me acompañaba por todas partes. Nunca oí hablar de acúfenos, nunca me podía imaginar que ese ruido pudiera estar dentro de mí. Como os he dicho, solo era un ruido en forma de “código Morse” el que sentía, pero fijando ya mas mi atención, pude comprobar esa misma noche, como también sentía o escuchaba, otro tono muy agudo bastante mas desagradable que el anterior. Me empecé a impacientar y a ponerme algo nervioso, pensaba en todo momento, que esos sonidos tendrían que ser originados por alguna maquina del exterior y que a la mañana siguiente todo desaparecería. Acabe acostándome en otra habitación distinta a la que yo dormía, apenas dormí nada, creo que ni un minuto. La noche se me hizo eterna, no pasaban los minutos y solo deseaba ya, que el despertador me avisara para tener que ir a trabajar. Durante las primeras semanas, fue un recorrer de visitas a médicos y al servicio de urgencias. La primera vez que acudí a mi médica de cabecera, le relaté todo lo que me estaba ocurriendo. Le conté de una manera un poco tímida y avergonzada, que escuchaba unos ruidos en mi oído o en mi cabeza, que no sabía si podría ser algo imaginario y que me daba cierto reparo en contarlo. Me miró los oídos, no encontró nada anormal y me preguntó si utilizaba bastoncillos para quitar la cera. Le contesté que sí, aunque la verdad no los he usado muy frecuentemente pues no produzco mucho cerumen. Una vez me senté frente a su mesa, fue cuando oí por primera vez la palabra acúfenos. Me comento muy poco acerca de ellos, solo se limitó a decirme que era algo que sucede a algunas personas, que podían perfectamente desaparecer y que también cabía la posibilidad, de que se volvieran crónicos. Salí totalmente hecho polvo, como si me hubieran detectado una enfermedad terminal y mis días estuvieran contados. Pensaba en que no sería capaz de poder habituarme a mis acúfenos y de que nunca mas volvería a dormir. El comentar todo esto a la familia fue cosa mas o menos fácil, lo difícil era que ellos pudieran entender, lo que me estaba sucediendo y lo insoportable que la situación se me hacia. Esas primeras semanas, apenas sin descanso, fueron un peregrinar a médicos de urgencia. La situación me desbordaba y necesitaba una atención, al menos psicológica. Toda mi atención y mi pensamiento estaban únicamente para y por el acúfeno. No existía nada a mi alrededor, que pudiera despistar a mi cerebro de aquellos Incansables sonidos o ruidos que soportaba mi cabeza. Mi primera consulta con un otorrino privado, fue la gota que colmó el vaso… Me hizo una audiometría, un examen de los oídos y poco más. Me comentó muy vagamente en que consistían los acúfenos y un poco lo que podrían originar. Yo mantenía siempre un atisbo de esperanza y pensaba que esta persona pudiera recetarme algo que los eliminara, pero todo eso quedo en saco roto. Salí tremendamente hecho polvo, caminado por la calle como un zombi y con unas ganas de llorar impresionantes. Me acompañó mi madre, recuerdo el silencio de todo el trayecto y de la desilusión que todo esto nos había causado, será algo que nunca olvide. Pasaron los meses y durante todo este tiempo, mi vida transcurría sin apenas darme cuenta de todo lo que sucedía a mí alrededor. Sufría tristeza, angustia, desesperación, incomprensión, rabia, impotencia. Adelgacé unos cuantos kilos, los nervios me consumían y mi mirada estaba totalmente apagada. Pasaron unos meses y me hablaron de un conocido otorrino en mi ciudad. Pensé que todavía existía alguna posibilidad de acabar con mis acúfenos o de al menos lograr aliviarlos. Pasados unos días, surgió la posibilidad de visitar a un conocido otorrino de mi ciudad. Me hizo poco o más de lo mismo que el anterior. Me miró los oídos, audiometría y a diferencia del anterior, intentó escuchar mis acúfenos con un estetoscopio. Nada de nada, no escucho nada…Me dijo que en el caso de algunos acúfenos, éstos se podían escuchar desde el exterior. En mi caso no hubo resultado. El comentario que me hizo, fue el de que probablemente mis acúfenos desaparecieran en un periodo de un año. La verdad que yo sabía que aquellas palabras, no eran otras que la de animarme un poco y no hundirme un poco más. Al principio uno siente rabia e impotencia de que los otorrinos no puedan hacer nada, de que no solucionen el problema. Con el tiempo me he dado cuenta de que no tienen apenas recursos para paliar esto un poco y que poco más pueden hacer. Creo que no podemos culparles sobre algo que a nivel mundial no tiene una cura en general, aunque si hecho de menos un poco más de “tacto” en todo esto. Los días pasaban con la misma rutina y la misma monotonía. Todos los días me parecían iguales. Me encontraba de baja laboral, hacía unos meses que tuve que dejar de trabajar, pese a que realicé algunos intentos. Me fue imposible poder desarrollar el trabajo que desempeñaba, apenas dormía por las noches. Me levantaba por las mañanas como si mi cuerpo pesara dos veces más de lo que normal. Me duchaba e intentaba desayunar algo. Después salía de casa. Recuerdo que en casa era donde peor me encontraba, pues allí sentía los acúfenos muchísimo más y en la calle los sonidos de la urbe me los enmascaraba un poco. Aquí era donde me encontraba un poco mejor aunque la hiperacusia me hacía de las suyas. Sirenas de ambulancias, policía, el chirriar de los frenos de los autobuses etc., eran los sonidos que mas me perturbaban. Recorría una acera que bordea un riachuelo aquí en Valladolid, el Esgueva. Después de un tiempo lo acabé llamando el camino de la depresión. Era como si me cruzara con todas esas personas que no atraviesan por un buen momento en su vida y utilizáramos ese camino, como un camino hacia la esperanza y el olvido. Jóvenes y jubilados, eran los que más veía. Unos haciendo ejercicio y otros intentando pasar el tiempo. Regresaba a casa y justo al entrar en mi habitación, comprobaba como se “encontraban” mis acúfenos:” Los oigo…no los oigo…” , era un ritual continuo. Después de comer veía un poco la televisión. Apenas lograba centrar la atención, veía las imágenes, oía los comentarios y al final me daba cuenta de que no me había enterado de nada. Era un bloqueo mental, toda la atención de mi cerebro parecía dirigirse al zumbido y al pensamiento. Se me hacía bastante duro pasar aquel tiempo en casa y solo deseaba que pasara el tiempo para poder salir. Un día, me tocó reparar un juguete de un sobrino que estaba por llegar a casa. Me di cuenta, que teniendo la Tv puesta y el tener mi atención en la reparación, desconectaba al menos del pensamiento en el acúfeno. El acúfeno “sonaba”, pero era menos consciente de él. Entendí, que teniendo ruido de fondo y el estar ocupado, me hacía más fácil todo aquello. Entonces surgió la idea, que mientras veía la Tv debía de distraerme con algo. En unas ocasiones era un juego en el teléfono móvil, apenas fueron unos días. Luego pasé y ya por más tiempo, a dibujar. Me ponía a dibujar cualquier cosa que veía en casa, un armario, una foto de un retrato etc. Descubrí poco a poco, que lo que debía hacer era distraerme, no dejar que mi cerebro siguiera en la dinámica de la atención continua. Se me olvidó decir, que usaba la TRT por aquel entonces. Me incomodaba algo tener en los oídos aquellos habituadores. Con el paso de los días, esa incomodidad fue desapareciendo. El sonido blanco es un sonido bastante más agradable que el propio acúfeno. Aún así, no deja de ser un sonido extraño y el cuerpo no está acostumbrado a tenerlo tan directamente en los oídos y durante horas. De vez en cuando, me los quitaba para que el oído ventilase, así me lo recomendaron. Transcurrían los días, los meses y cada vez me iba sintiendo mucho mejor. Era una recuperación lenta, pero progresiva. Era consciente de que cada vez “desconectaba” más de los acúfenos. Me sentía mucho más animado, con ganas de hacer cosas y me sentía muy bien. Una tarde me dije: “si he sido capaz de “acomodarme” al sonido blanco,¿por qué no voy a poder hacerlo con mis acúfenos?. Dicho y hecho. Guardé los habituadores y me enfrente a ellos directamente. Al principio me costó un poco, sentía los acúfenos directamente y me restaban algo de atención. Con el paso de los días fui aprendiendo a ignorarles. Intentaba centrar la atención en lo que estuviera haciendo. Casi siempre intentaba tener un ruido o un sonido de fondo. De esta manera me encontraba más cómodo. Durante todo este tiempo visité a mi psiquiatra en unas cuantas ocasiones. Solía verme cada tres meses y en función de cómo me encontraba, me graduaba la medicación o probábamos con otro medicamento. No se me olvidará al principio de todo esto, sería en la segunda visita, cuando tuve un pequeño roce con él. Todo fue, por que en un principio no seguí sus recomendaciones y tomé la medicación “ a mi manera”. ¡Vaya regañina!. Lógico y normal, pues como bien me dijo “ ¿entonces para que vienes?”. Y me di realmente cuenta, que tenemos y debemos que confiar en ellos, no hacer lo que nos plazca. Al haber perdido mi trabajo, empecé a pensar que era hora ya de buscar algo. Me encontraba un poco perdido, la situación laboral en mi ciudad estaba un poco complicada y no tenía muy claro por donde “tirar”. Claro…, uno de los problemas que se me planteaban, no era otro que encontrar un trabajo en el que el entorno laboral no fuera muy ruidoso. Yo tenía mucho miedo a eso. No por que el ruido me molestase en exceso, sino por que temía que los acúfenos pudieran subir en intensidad a causa de esto. Me comentaron que en Valladolid, iban a salir a oferta de empleo público, unas plazas para el servicio de limpieza para el ayuntamiento. Pensé, en si sería capaz de poder concentrarme para estudiar el temario. Dudé por unos momentos pero al final me decidí. Total…¿Qué podría perder?. Dicho y hecho. Los primeros días estudié en mi casa. La atención muy caprichosa, se desviaba por momentos. Intentaba ganarle la partida una y otra vez, frenaba esa atención y la volvía a dirigir al estudio. Ponía un poquito la radio o música de fondo, de esta manera despistaba mejor al cerebro. Hacía mucho tiempo que no había vuelto a estudiar. Tenía que recuperar ese hábito y en casa me resultaba un poco costoso. Decidí bajar al centro cívico y de esta manera poder “animarme” viendo a los demás como “se dejaban los codos”. La verdad que a mi esto me funciono, eso me motivaba bastante. El primer día, recuerdo como al poco tiempo de estar sentado y de abrir los libros, empecé a escuchar un sonido. Miré al techo y me di cuenta de que era el sonido que emiten las pantallas de luz. En este caso eran fluorescentes y emitían un “zumbido”. Entre el zumbido de mis oídos y el zumbido de las pantallas… ¡Dios!, me dije yo. Creo que tardé muy pocos días en desviar la atención a los libros e ignorar el resto de ruidos y zumbidos. Poco a poco fui aprendiendo todo aquel proceso. Entendía ya mucho mejor, que sino podemos hacer mucho por nuestros acúfenos, sí que podemos hacerlo con nuestra atención, ocupación o distraimiento. Durante tres meses me dedique de pleno a estudiar. Pensaba muchas veces en el “logro” que había obtenido. Creí que nunca lo hubiera podrido lograr y que los acúfenos me impedirían centrarme en la lectura y menos en el estudio. Actualmente trabajo en el servicio de limpieza de mi ciudad. Es un trabajo que me permite desconectar muy bien de los acúfenos, tanto de la percepción como del pensamiento. Me encuentro muy a gusto. El sentirme en la calle y no encerrado, hace que no me sienta agobiado, me permite estar bastante distraído. En casi todo momento me encuentro rodeado del ruido que produce la urbe. Sobre todo el tráfico. Salvo el sonido de las sirenas de policía, ambulancia y bomberos, los demás ruidos o sonidos apenas me molestan. Creo que he superado la hiperacusia que padecí en su día. Salvo el primer año y medio desde que comencé con los acúfenos, los siguientes dos años fueron muy buenos. Me encontraba bastante desconectado de toda aquella “marejada mental” de los comienzos y mi cuerpo ya experimentaba paz y tranquilidad. Me sentía feliz y me sentía mucho más seguro de mi mismo. Tengo que decir, que he sido o soy una persona bastante insegura, perfeccionista y también obsesiva. Los acúfenos no solo me han traído cosas negativas.Hoy por hoy me siento mas positivo, mas seguro y menos pesimista. Veo las cosas desde otro punto de vista y pienso que todo tiene arreglo en esta vida, menos la muerte. He cambiado un poco…creo que para mejor. Cuando ya todo parecía que iba por buen puerto, llegó la primera recaída. Era justo en las navidades de hace un par de años. Empecé con unas molestias en mi salud, que no tienen nada que ver con todo este tema. Eran unas molestias físicas que me perjudicaban un poco a la hora de trabajar. Todo esto me generó un poco de stress y pienso que unido a la medicación que tuve que tomar, los acúfenos se resintieron. ¡Madre mía!, con lo bien que estaba….¿Pero por que esto me tiene que suceder ahora?. Yo pensaba que ya el tema lo tenía “dominado” y que los acúfenos siempre se mantendrían como estaban. Pero vi, que esto no era así… Empecé a escucharlos durante todo el día, mi pensamiento se centraba únicamente en él y otra vez me vi sumido en aquel círculo vicioso. Volví al psiquiatra, me ajustó la medicación y sino recuerdo mal añadió algún medicamento más. Me dije a mi mismo: “Bueno Jorge, otra vez te va a tocar empezar, levántate las veces que haga falta y si saliste al principio de esto…¿por que no lo vas a lograr ahora?”. Recordé todo aquello que hice y lo puse en marcha. Salía de casa, intentaba distraerme haciendo tal o cual cosa, comencé otra vez a dibujar, etc. Las dos o tres primeras semanas fueron bastante duras, pero en la cuarta ya empecé a ver los resultados. En un mes y algo ya estaba “a punto”. Una vez me recuperé de aquella recaída, pensé para mi mismo: “Jorge, ya sabes como va a ser esto..., te levantarás las veces que haga falta… ¿ok?”. Y así me lo he propuesto y lo estoy haciendo. Volví otra vez a la normalidad, todo aquello quedó un poco en olvido y seguí con mi vida. Hoy por hoy confío mucho en las investigaciones. Creo que se ha avanzado bastante y tengo el presentimiento de que en pocos años tendremos algo en el mercado. No sé si será una solución total pero si al menos parcial. Me conformo con lo último al menos… Algo muy importante en esto de los acúfenos es aprender a aceptarlos. Como es lógico al principio, no lo hacía ni por asomo. Me negaba rotundamente y solo exigía que desaparecieran. El tiempo lo cura todo y eso me ayudó a cambiar aquel tipo de pensamiento. Aceptarlos no es para mí una forma de resignarse, es asimilar la patología que nos ha tocado para poder vivir con ella de la manera menos traumática. Al menos así lo entiendo yo. Parece como si las navidades tuvieran un efecto negativo en mí. Este año, pasados ya dos desde la última recaída que tuve, volví a sufrir otra más. No sé si lo podría calificar de recaída o de crisis, creo más en la primera. Sobre mediados del mes de Enero, a raíz de un resfriado, comencé a sentir los oídos taponados. Normalmente es una sensación que solo tengo durante el catarro, luego desaparece. Esta vez sentí que duraba más de lo normal y estando en casa frente al ordenador, comencé a sentir un zumbido o pitido bastante agudo en mi oído izquierdo. Quise no darle importancia y seguir con mis cosas, pero inconscientemente mi atención se dirigía a el. A los pocos días visité un otorrino privado, la lista de espera en la Seguridad Social era bastante larga. Iba con la intención de que me viese el oído, más que por los acúfenos. No encontró nada anormal y mi audición era bastante buena. A los pocos días la sensación de taponamiento desapareció y los acúfenos fueron descendiendo a los niveles anteriores. No sé si ese acúfeno nuevo desapareció, o por el contrario ya me he habituado a él y ya no lo percibo como uno nuevo. A día de hoy me encuentro muy bien. Los acúfenos siguen conmigo pero he aprendido bastante como ignorarlos. Evidentemente hay situaciones o ciertos hábitos en que mis acúfenos aumentan en intensidad. Un ejemplo… es después de echarme la siesta, los acúfenos se intensifican. Creo que algún tipo de alimento, como el queso curado, aumenta alguno de mis acúfenos, pero no todos. Para finalizar, decir que me siento muy optimista, positivo y con ganas de seguir adelante. Mis acúfenos han supuesto un problema en su día, gracias a Dios el tema ya lo superé y “toco madera” para que siga siendo así. Los acúfenos suponen un antes y un después. Parece que cuando surgen los acúfenos, la vida tiene sus días contados para nosotros y yo me he dado cuenta de que esto no es así. Por supuesto que me gustaría poder escuchar el silencio en mis oídos o en mi cabeza algún día. Estoy muy convencido de que lo lograremos. Hemos de tener mucha paciencia y de vivir lo mejor posible hasta que llegue ese día. Los acúfenos no solo me han traído cosas negativas…Los acúfenos me han permitido poder conocer gente maravillosa en foros…Soy una persona bastante más positiva que antes, más empática y más solidaria. Quisiera con mi relato, apoyar a todas las personas que se encuentran afectadas por los acúfenos, sobre todo a los principiantes. Quiero decirles que piensen y se mentalicen, que con los acúfenos se puede vivir y que esa calidad de vida va a depender en gran medida, de las ganas y del empeño, con que uno afronte la situación. Bueno, pues todo esto es un poco mi historia y mi vivencia durante estos cinco años con acúfenos. Perdonad mis faltas de ortografía… Valladolid 18 de Abril del 2011