PATRICIO HERNÁNDEZ

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27 M: Lo que de verdad importa (La Opinión, 12/05/07)
PATRICIO HERNÁNDEZ
¿Qué vamos a tener en cuenta los ciudadanos de la región a la hora de decidir nuestro voto en
las próximas elecciones?. Aunque en teoría tendríamos que votar según nuestros concretos
intereses personales y colectivos, sabemos que la decisión del voto no es sólo un proceso
racional. Votaremos al final por muchas y encontradas razones, sentimientos y sensaciones.
Pero esto no quiere decir que tengamos que renunciar al esfuerzo por comprender
reflexivamente lo que nos pasa y aprovechar las escasas oportunidades que tenemos para
cambiar lo que no nos gusta.
Todos percibimos que nuestro país, y con él nuestra región, viene beneficiándose de décadas
de mejora de nuestras condiciones generales de vida, aunque ésta no llega a todos por igual,
produciendo sus ganadores y perdedores. Común es además la comprobación de que en
Murcia , a cuenta del crecimiento económico, nos hemos adentrado en un proceso precipitado
y feroz de transformación de nuestra territorio, de alteración drástica por el boom inmobiliario
de nuestros paisajes y poblaciones cuyo resultado final produce una más que justificada
inquietud.
Sabemos que nuestra región está a la cola del país en los principales indicadores de desarrollo
humano según los datos que reflejan la mayor parte de los estudios e informes que se publican
periódicamente sobre desarrollo regional comparado, una forma valiosa de saber nuestra
situación relativa.
Así los datos más acreditados evidencian, por ejemplo, que tenemos los niveles de instrucción
más bajos del país; que el PIB per cápita regional ha descendido estos últimos años respecto
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del español ; que la tasa de temporalidad en el empleo es la mayor tras andaluces y
extremeños, con los que disputamos también en salarios más bajos y peores pensiones; que
sufrimos la mayor desigualdad interna en distribución de renta; que estamos cinco puntos por
encima de la media española en población bajo el umbral de la pobreza; que mostramos los
mayores atrasos en todos los indicadores culturales, etc.
Más difícil es cuantificar fenómenos como la corrupción política, pero si nos atenemos al
número de investigaciones, imputaciones y causas abiertas es claro que estamos entre los más
serios aspirantes- a pesar de la dura competencia- al título nacional en todas las categorías,
incluida la ausencia de petición de responsabilidades políticas.
El otro factor determinante que debiéramos considerar es que esta situación es el resultadopor acción u omisión- de doce años de gobierno regional del mismo partido y el mismo
presidente, y una vez que están transferidas la casi totalidad de competencias y recursos de
cuya gestión dependen en gran medida nuestras condiciones reales de vida.
A despecho del triunfalismo del discurso oficial, ¿qué valor podemos otorgar a las nuevas
promesas de Valcárcel, recogidas en planes y proyectos anunciados profusamente, de que lo
que no ha conseguido en este largo periodo de gobierno del PP lo va a lograr ahora?, ¿por qué
creer que en los próximos años vamos a reducir a la mitad el escandaloso porcentaje de
fracaso escolar , alcanzar la media española de inversión en I+D+i, o atender adecuadamente
las necesidades educativas en el tramo 0-3 años? , por citar algunas de ellas, o ¿por qué
aceptar que, como siguen afirmando todavía, no existe en la región la corrupción que se viene
denunciando, con numerosas imputaciones y causas abiertas?
Una de las patologías democráticas a las que lamentablemente nos estamos acostumbrando
es que el verdadero objetivo de las campañas electorales no sea hacer un balance riguroso de
lo realizado y presentar un programa coherente y creíble de compromisos para el futuro. Por el
contrario, parece que de lo que se trata es de crear una ilusión, de construir una ficción que se
sostenga al menos hasta el día de las elecciones, de hacernos creer que lo importante es
aquello que nos dicen que ocurre y no lo que comprobamos en persona cada dia.
¿Somos acaso los ciudadanos tan influenciables como para acabar creyendo lo que no nos
resulta evidente por nosotros mismos? Con todas las salvedades que se quieran, la respuesta
es que probablemente si.
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Una prueba de como esta abstracción manipuladora realmente funciona la tenemos en las
respuesta que se dan en las encuestas que buscan identificar la percepción de nuestros
principales problemas cuando se distingue entre lo personal y lo colectivo. Así el último
barómetro del CIS (marzo) recoge que mientras la inmigración es el primer problema del país
para el 12,4%, solo lo es personalmente para el 3.9 %. Lo mismo ocurre con el terrorismo ( que
pasa nada menos que del 21,2% al 3,4%) o, en sentido contrario, la vivienda ( que como
problema general queda en el 9,8%, pero que en lo personal asciende al 13,4%), las pensiones
( del 1,1% al 5,5%), la calidad del empleo ( del 2,6% al 4,9% ), la educación (del 0,5% al 2%) o
la sanidad (del 0,4% al 2,1%). Una situación similar se daría en el ámbito regional y para
cuestiones como el agua.
Claro que en democracia existe la posibilidad de oponer a los discursos que pretenden
enajenarnos de nuestra realidad otros que nos revelen que, antes que biográficos, nuestros
problemas suelen ser sistémicos y precisados por ello de una respuesta de los poderes
públicos. Entonces todo depende de la capacidad de penetración y persuasión de unos u otros
discursos, relacionado a su vez con los medios que cada cual tiene para ello, y que suelen ser
desequilibrados y desiguales, cada vez más lejos del esencial principio democrático que los
viejos griegos llamaron isegoría o igualdad de palabra.
La incógnita que se despejará el 27 de mayo es si nos fiaremos antes de lo que percibimos con
nuestros propios ojos y deducimos con nuestra personal inteligencia a partir de nuestra
situación y la de nuestro entorno, o si nos dejaremos persuadir una vez más por aquellos que
nos dicen interesadamente que estamos mucho mejor de lo que somos capaces de saber.
Patricio Hernández Pérez
Miembro del Foro Ciudadano de la Región de Murcia.
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