Pacto educativo ¿qué pacto? (26-1-2010) Diego Jiménez Muchas han sido las voces que, a lo largo de estos años, se han alzado reclamando un Pacto de Estado por la Educación que otorgue estabilidad al sistema educativo más allá de las alternancias políticas. El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, ha lanzado la oferta y, ante tal requerimiento, el PP no podía dar la callada por respuesta, al ser un partido que aspira a gobernar a corto plazo. Pero hay motivos sobrados para el escepticismo. Para empezar, parece poco probable que, cercana una confrontación electoral, el PP esté dispuesto a apoyar sinceramente un Pacto Educativo que mitigaría, en parte, de llevarse a cabo con éxito, el desgaste evidente del Gobierno. En segundo lugar, es difícil llegar a un acuerdo entre las partes cuando las posiciones de partida aparecen, de entrada, tan distantes. Porque difícil resulta conciliar las pretensiones de quien, desde la promulgación en 1990 de la LOGSE, sigue contemplando la Educación como un mecanismo para la compensación de las desigualdades sociales y, por tanto, postula un sistema educativo de carácter comprensivo (PSOE), con las de quien viene reclamando la necesidad de auspiciar la cultura del esfuerzo para lograr la calidad y la excelencia educativas (PP). De ahí las discrepancias entre ambas formaciones políticas en un aspecto tan fundamental como la duración de la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Pretender acortar ésta, como plantea el PP, reduciendo la ESO a tres cursos -si bien es cierto que, en sus propuestas, mantiene la gratuidad de estas enseñanzas hasta los 16 años-, no sólo evidencia el desprecio de esta formación política hacia lo que ha venido denominando el 'igualitarismo' propiciado por la LOGSE, sino que ignora un hecho fundamental: el fin de la escolaridad obligatoria a los 16 años coincide con la edad mínima exigida para la incorporación al mercado laboral, algo socialmente aceptado y conveniente. Menos problemática es, a mi juicio, la propuesta de alargar el bachillerato a tres años. La estructura actual de este ciclo educativo hace que se tengan que comprimir en dos años, de una manera asfixiante para el alumnado, los contenidos educativos que antes se impartían en tres cursos. Barriendo para casa, porque es mi especialidad, resulta muy difícil abordar en un solo curso escolar la Historia de España del Segundo de Bachillerato, al tener que introducir 'con calzador', sin tiempo para el estudio y la reflexión convenientes, contenidos que abarcan desde la Prehistoria (Atapuerca) hasta la Transición política. Por ello pienso que, teniendo en cuenta que el Plan Bolonia ha acortado la duración de las licenciaturas universitarias a cuatro años, esta medida de alargamiento del bachillerato podría ser objeto de debate, pues, a fin de cuentas, nuestros chicos y chicas acabarían su formación académica a la misma edad que ahora, incluso manteniendo la ESO en su versión actual. No obstante, estas cuestiones no son lo fundamental, en la medida en que para la consecución de un Pacto por la Educación lo prioritario es que la sociedad asuma que es imprescindible (ningún Pacto tiene futuro si no viene avalado por un amplio consenso social), razón por la que es preciso que las organizaciones sociales y sindicales y el Consejo Escolar del Estado se definan, y no sólo los partidos políticos. 1/2 Pacto educativo ¿qué pacto? (26-1-2010) Empero, en la línea del escepticismo con que comencé mi artículo, añado, para concluir mi reflexión, estos interrogantes: ¿Está la sociedad española realmente convencida de dar prioridad, de una vez, a la Educación como una inversión de futuro? ¿Para cuándo una Educación moderna, adaptada a la sociedad del siglo XXI, laica y al margen de tutelas externas? ¿Para cuándo una verdadera Escuela Pública de calidad, superando el anquilosado debate sobre la libertad de elección de centro, que esconde la defensa de privilegios para una enseñanza privada muchas veces elitista? ¿Para cuándo una auténtica Formación Profesional de prestigio? ¿Qué obstáculos se oponen a la consideración del ciclo 0-3 años como una etapa plenamente educativa y no asistencial? ¿Estaríamos por la potenciación de unas plantillas de profesorado realmente preparado, vocacional y respetado socialmente? ¿Pediríamos unos programas escolares que, en el ámbito de todo el Estado, pusieran el acento en una auténtica Educación para la Igualdad tendente a eliminar de una vez la lacra de la violencia machista? desdemicornijal.blogspot.com 2/2