Reflexiones sobre la prueba de diagnóstico. (La Verdad, 02/04/07) FRANCISCA JOSÉ SERRANO PASTOR Durante los últimos días hemos asistido en la Región de Murcia a un debate público respecto a la llamada prueba de diagnóstico. Dada la importancia del tema y en mi calidad de profesora del Departamento de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación de la Universidad de Murcia, quiero hacer unas cuantas reflexiones sobre lo que significa la cultura de la evaluación. En las sociedades europeas democráticas, pluralistas y de bienestar entre las que nos encontramos, se demanda la máxima calidad a sus servicios y entre ellos se encuentra la educación. En este contexto, la evaluación, adaptada a los diferentes diseños curriculares y exigencias administrativas se convierte en uno de los más importantes mecanismos de revisión y control de todas las acciones que acontecen en las instituciones o centros educativos, y por tanto, es un instrumento fundamental para garantizar los niveles de calidad necesarios. La evaluación, ha de ser entendida como un proceso de reflexión acerca de los procesos de enseñanza-aprendizaje socioeducativos, y como tal nos permitirá, entre otras cosas, ir tomando decisiones encaminadas a mejorar la formación de las personas, el desarrollo de los procesos, la competencia docente de los educadores, el funcionamiento de los centros, la adecuación de los materiales didácticos, etc. Se trata, pues, no sólo de evaluar destrezas en las distintas disciplinas, sino de asumir el carácter formativo de la evaluación, lo que implica asumir el reto de la calidad del sistema educativo, reto que nos impone la sociedad democrática. Sólo es posible lograr esta calidad a partir de una evaluación educativa que permita la intervención en los procesos para mejorarlos, lo que lleva consigo la superación de un modelo sancionador y terminal interesado por los resultados y claramente selectivo. En la práctica no podemos hacer una distinción entre actividades de formación y de evaluación, porque toda actividad debe llevar incorporada un conjunto de estrategias de evaluación que incluyan todo tipo de pruebas, donde la información se utilice con fines formativos y de mejora de los aprendizajes (entre otros). Bajo este enfoque integral no puede haber acción evaluadora que no tenga carácter formativo y no puede haber acción formativa que no sea evaluada. La evaluación no es un simple proceso técnico, cuya lógica se aplica con unas pautas lineales y jerárquicas, como la ha concebido la Consejería de Educación. La evaluación es 1/3 Reflexiones sobre la prueba de diagnóstico. (La Verdad, 02/04/07) fundamentalmente una actividad interactiva que implica culturalmente a las personas y a sus contextos. Hemos de preguntarnos si esta prueba tal como ha sido diseñada por Educación responde a los intereses reales del contexto educativo y a todas las variables que son relevantes para él. Parece que la respuesta evidente es no. Más bien responde a los intereses particulares de los responsables en desarrollar y aplicar la prueba. La evaluación es un mecanismo de acción sobre la realidad educativa que tiene consecuencias sobre ella misma y sobre la sociedad en general; sus resultados van a ir configurando cada uno de los elementos curriculares y personales, e inevitablemente van a ir condicionando las percepciones que tengan unos centros de otros, unos alumnos de otros, etc.; va a controlar el acceso a los niveles educativos superiores, así como también las políticas educativas que se desarrollen. De aquí que todos cuantos realicemos evaluaciones en Educación debamos tener en cuenta ciertos criterios éticos fundamentales, desde su planificación hasta las tomas de decisiones que se deriven de los resultados obtenidos. De lo contrario, los resultados de la evaluación pueden fomentar, entre otras cosas, políticas de tratamiento de la información que sean humillantes para determinadas personas o para ciertos colectivos o centros; o una lectura superficial de los mismos -como afirma Mateo (2006)- puede derivar en situaciones injustas que constituyan graves irresponsabilidades en las que de ninguna manera debemos colaborar. Los responsables y profesionales de la evaluación debemos actuar en todo momento con discreción y prudencia, evitando la superficialidad en el tratamiento y difusión de la información. Estas razones fundamentales, entre otras, hacen que la Comunidad Educativa y la sociedad tengan que actuar como auditores de los procesos de evaluación; sólo desde este planteamiento generaremos una auténtica cultura de la evaluación unida a una auténtica cultura de la calidad del sistema educativo que todos pretendemos, haciendo de la evaluación un mecanismo continuo y formativo de regulación y mejora constante de todo el sistema como exige la propia dinámica de los procesos educativos. La prueba de diagnóstico no ha sido sometida a la revisión y participación de la comunidad educativa que es, a mi juicio, la primera responsable en hacer y transmitir las culturas evaluativa y de calidad. Para finalizar esta reflexión me gustaría hacer un par de afirmaciones más respecto a la prueba efectuada por la Consejería de Educación. Es una prueba sesgada en cuanto al currículo puesto que solamente contempla la evaluación de dos materias -Lengua y Literatura, y Matemáticas; curiosamente aquéllas que tienen una finalidad de selección y control del aprendizaje, y las consideradas más relevantes desde el punto de vista de un modelo tecnocrático de la enseñanza. Además es una prueba que no respeta el carácter integral, interactivo y contextual de los aprendizajes, y por tanto no atiende a la calidad y a la mejora de su desarrollo, sólo a los resultados terminales -la calidad no radica en la puntuación que se genera teniendo en cuenta el número de respuestas contestadas correctamente por el alumno. 2/3 Reflexiones sobre la prueba de diagnóstico. (La Verdad, 02/04/07) La prueba tampoco atiende a la diversidad multicultural y multilingüe, ni a las necesidades educativas especiales del alumnado. Parece estar realizada para dar respuesta a unos objetivos muy particulares e interesados de la Administración educativa, para generar políticas educativas jerarquizadas, es decir, impuestas desde arriba, puesto que no se ha dado a conocer públicamente cuál es su finalidad concreta y qué mejoras se van a derivar de sus resultados. Por ello, me temo que el debate que se esconde detrás es mucho más profundo. Con estas actuaciones ¿no corremos el riesgo de pasar de la concepción de la educación como un derecho universal y un bien público al que todos los ciudadanos tienen derecho a acceder - y que la Administración tiene el deber de garantizar en condiciones de calidad y de igualdad-, a un modelo que parte de la base de que la educación es un bien individual y su valor es básicamente económico y, por tanto, debe estar sujeto a las leyes del mercado, como cualquier otra mercancía? Francisca José Serrano Pastor es profesora titular del Departamento de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación y miembro de STERM-Intersindical. 3/3