Concepción del hombre según Sartre

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Trabajo Práctico de filosofía. La concepción del hombre según Sartre.
Esta dialéctica negativa o proceso de anulación, según Sartre, se fundamenta lo
que es el concepto central de toda doctrina, el concepto de que el hombre el
libertad. El ser del hombre consiste en la ‘nada del ser’ y en esta es su libertad.
Solo a condición de que la conciencia haga en sí, y en torno de si, el vacio
absoluto, el hombre puede construirse a sí mismo, como decide ser, como se elige
y se proyecta. Sartre dice: la libertad coincide en su fondo con la nada que está en
el corazón del hombre. Para la realidad humana ser es elegirse: nada le viene a
la realidad humana de afuera o de adentro, nada que ella pueda recibir o aceptar.
Esta enteramente abandonada sin ayuda de ninguna clase. Así la libertad no es
un ser, es el ser del hombre, es decir, su nada de ser. Si se concibe al hombre
desde el comienzo como un lleno, sería absurdo buscar después en el momentos
o regiones psicológicas en las que sea libre; equivaldría a buscar el vacio en un
recipiente que se ha llenado antes hasta el borde. El hombre no podría ya ser
libre; ya esclavo, es del todo siempre libre, o no lo es nunca. La subjetividad de un
hombre no es inmediatamente definible, porque desde el principio es nada. El
hombre no es sino lo que él se hace. “El hombre es lo que se lanza hacia un
provenir, es desde un comienzo un proyecto que vive subjetivamente”. El hombre
ha cada instante esta condenado a inventar al hombre. “solo hay realidad en la
acción” el hombre no es otra cosa que su propio proyecto, por lo tanto no es sino
el conjunto de sus actos, no es otra cosa que su vida. Este conjunto de actos a
través de los cuales el sujeto “se inventa” a sí mismo, surge de aquella “nada”. Y
la libertad es tal que por un lado el hombre nunca puede sustraerse a ella, y por el
otro es incondicionada y absoluta. “yo estoy condenado a ser libre, o sea que mi
libertad no puede tener otros limites que la libertad misma, o no soy libre para
dejar de ser libre”. El hombre en su actuar no puede escapar al mundo en el que
está colocado, a la situación construida por los objetos, pero si el mundo se le
presenta de cierta manera es porque tal lo ha querido. No hay nada que
obstaculice ni facilite mi éxito: todo depende de la actitud que asumo frente a las
cosas, de la interpretación hago en la relación con el fin que persigo, y por lo tanto
de mi libre elección. Soy responsable el lugar que he tomado al nacer en el
mundo. Al decidir sobre mi mismo las cosas, porque estas solo se verifican, en
relación con mi posición de los fines. Por ejemplo: soy movilizado a una guerra,
que quizás es contraria a mis convicciones y a mis sentimientos: pero yo podía
sustraerme a ella con la deserción o el suicidio. “tengo la elección por diferentes
razones y convicciones pero todo es una elección”. Igualmente el hombre es
responsable de sus pasiones, como también de las particularidades de su
pensamiento individual. La vida humana es proyección ¿proyección de qué? Todo
adquiere valor en relación con los fines a base de los cuales el existente se elige a
sí mismo y se hace lo que no es. Sartre habla de un proyecto fundamental o
elección ordinaria en el que todas las acciones del hombre son entendidas por el
mismo.
Se entiende que del ser en sí, y del ser en si no como se presenta a la conciencia
en sus actos singulares de conocimiento y de volición, como este o aquel objeto
limitado, sino del ser en si como es más allá de todo limite.
Conquistar el en sí sin cesar de ser presente a sí mismo, poniendo incluso en esta
presencia a si el fundamento del en sí y asumiendo por lo tanto la responsabilidad
de ello, es el ideal del dinamismo humano. Tal síntesis de en si para sí es lo que
se llama ser dios. Concluye Sartre ser hombre significa tender a ser dios, el
hombre es fundamentalmente deseo de ser dios, este fin último es una proyección
subjetiva, ese proyecto fundamental es quimérico: esa trascendencia de todo ser
es trascendencia hacia el vacio, hacia la nada. Cuanto mayor es el esfuerzo que
realiza el hombre para llegar a la síntesis del en sí y del para sí, tanto mas
incalmable resulta el abismo que separa el uno del otro. No hay ningún apoyo que
sostenga el esfuerzo humano para volverse dios. Vana y desesperada es la
pasión que el hombre pone en esta tarea. “el hombre es una pasión inútil”.
La indeterminación del proyecto fundamental se concreta en las elecciones
particulares. Y sobre las elecciones no influye ningún factor extraño-. No hay
directivas o normas e acción que guíen la acción, “no tenemos detrás de nosotros
ni delante de nosotros, en el dominio luminoso e los valores, justificaciones o
excusas, estamos solos, sin excusa”. Además para Sartre, no hay una “esencia”
humana que preceda a la “existencia” del hombre particular y señale a esta u
tarea: es la existencia la que procede a la esencia del hombre: es el ser que existe
antes de que se lo pueda definir con algún concepto. El hombre no se lo define por
lo que él se concibe, sino que se concibe por lo que él se hace. Tampoco existe un
mundo de valores reconstruidos, un orden moral sobre este han fabulado los
filósofos, incluidos los que pretendieron construir una “moral laica”, es decir, una
moral que impone tomar en serio ciertas normas de honestidad, de progreso, de
humanidad. Y estos mismos filósofos habían suprimido a Dios “como una
hipótesis inútil y costosa”, mientras que solo tal hipótesis podría fundamentar ese
código de normas. Para Sartre, tenía razón Dostoievski cuando escribía: “si dios
no existe, todo está permitido”, dice Sartre; s incluso el punto de partida de su
existencialismo, en tanto quiere ser radicalmente ateo. La vida por sí misma no
tiene sentido: es el existente el que le da el sentido que su libre elección entre
diversas posibilidades cree conferirle. No hay ninguna elección para que eligiera
esto o aquello: en la radical nulificación, toda elección es insignificante. La libertad
es absurda pero en esta debe actuar el hombre para formarse así mismo.
Condenado a elegir, no importa lo que elija porque todo es indiferente, no hay
nada de serio, no hay nada de que en si tenga sentido; importa elegir algo.
Mientras no se ha hacho la elección, mientras la libertad queda abierta a todas las
posibilidades, la existencia “sin peso”, es como un hilo suspendido en el aire. Es
necesario tomar una decisión, que es como el lastre que llena ese vacío; hay que
comprometerse en un acto –cualquiera que sea-, siempre que sirva para dar peso
a la concreta realidad humana, siempre que el individuo pueda en ella construirse
a sí mismo, y a partir de ese “ninguno” que él es, pueda devenir alguno:
delincuente o héroe, poco importa.
Se podría afirmar que todo el pensamiento filosófico desarrollado por Jean Paul
Sartre, es en realidad para Sartre saber qué somos, sino cómo somos es decir, lo
fundamental en el ser humano no es su esencia, -lo que es-, sino su existencia, es
decir su libertad -lo que llegue a ser- según su famosa frase: El hombre no nace
sino se hace.
Dice Sartre "Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás
explicar por referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo,
no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte,
Dios no existe, nos encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen
nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio
luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es
lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado porque una vez arrojado
al mundo es responsable de todo lo que hace". Condenado, porque no se ha
creado a sí mismo, y, sin embargo, por otro lado, libre.
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