Comunicación en educación y género

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COMUNICACIÓN EN EDUCACIÓN Y GENERO
La comunicación es un proceso esencial de toda la actividad humana, ya que se basa en la calidad de los
sistemas interactivos en que el sujeto se desempeña, y además, tiene un papel fundamental en la atmósfera
psicológica de todo grupo humano.
El carácter interactivo de la comunicación es de vital importancia al momento de introducirse en el área de las
ciencias sociales, como es el caso del ensayo que aquí se presenta, basado en el tema de comunicación en
educación y género, dado que el profesor/a, así como las distintas personas que de una u otra forma se
relacionan con el niño/a en la escuela, lo hacen a través de la comunicación, teniendo, como en cualquier
relación interpersonal, consecuencias pragmáticas sobre los sujetos que en ella participan.
Toda institución, de acuerdo al vínculo diferenciado que se establezca entre sus miembros, se distingue por un
determinado estilo de comunicación, y éste por determinadas pautas, reglas, posturas y valores que se
corresponden con las funciones que desempeña la institución.
En el caso de la escuela, la comunicación se ha caracterizado históricamente por ser autoritaria,
unidireccional, discriminatoria, y por tanto no participativa. La relación esencial existente en la relación
profesor/a − alumno/a , corrientemente se manifiesta en la transmisión unidireccional de información, la
estimulación, el castigo y la evaluación. El diálogo, como función directa de la comunicación, ha estado
totalmente ausente en dicha relación. El ambiente escolar se ha caracterizado por la disciplina, la severidad y
el respeto. Sin embargo, el afecto, la aceptación de las diferencias individuales, la atención a las necesidades
educativas especiales de los alumnos/as y el diálogo, aún hoy, no son características de la educación.
Desde este punto de vista, la función predominante de la educación es la comunicación y no la enseñanza
como tradicionalmente se ha practicado, en términos de aprendizajes de contenidos concretos, desatendiendo
el desarrollo de la personalidad de los educandos/as y su condición de sujetos individuales, con características
genéricas, etáreas, sociales, etc.
Hasta ahora se ha planteado que la comunicación en el ámbito educativo se ha caracterizado por tomar el
modelo de transmisión de la información, a través de una práctica docente preeminentemente reguladora del
comportamiento del educando/a, contrario a lo que aquí se desea afirmar: el elemento fundamental de la
comunicación en educación lo que constituye el diálogo entre los sujetos que participan del proceso
enseñanza−aprendizaje, y el que hace que la práctica docente incluya al educando/a en una relación distinta en
la cual los sujetos confronten dialógicamente estructuras de conocimiento en la perspectiva de construir una
visión del mundo que incorpore críticamente ambas posiciones.
Esto implica necesariamente, la emergencia del sistema educativo, de relaciones horizontales en la entrega de
conocimientos, estableciendo lo que Paulo Freire denomina una práctica problematizadora, en la que se
considera una estructura de relaciones horizontales entre educador/a − educando/a, en la cual el aprendizaje se
constituye a través del diálogo sobre lo que se conoce.
O es, desde el discurso Habermasiano, el aprender en conjunto, en la comunicación como diálogo y no como
estrategia, en la acción comunicativa transparente, en la capacidad de someter y someterse a la crítica, en el
pleno desarrollo del entendimiento...el camino que nos puede conducir a una sociedad de racionalismo
humano, hacia una sociedad digna de ser libre y liberadora, y lejos de ser represiva y manipuladora.
Comunicación Educativa y Género
La temática de género ha sido tradicionalmente una problemática socio − cultural, recientemente puesta en el
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tapete de la discusión nacional orientada a incorporarla a nivel de políticas públicas en el área de la justicia y
la educación. Siendo generalmente reducto de feministas, suele no entenderse el verdadero significado de lo
que dicho concepto involucra más allá de la confusión con el término sexismo. La perspectiva de género
integradora alude a este concepto como constructo histórico − socio − cultural que determina las
características, roles, pautas de conducta, formas de relacionarse, etc., que establece cada ser humano
dependiendo de si pertenece al género femenino o masculino, el que está biológicamente determinado por el
sexo que se trae al nacer. Es decir, el sexo determina el género, por la forma en que los hombres y mujeres se
relacionan con los demás y con si mismos ha sido determinada historicamente por cada sociedad y cultura, no
somos femeninos o masculinas por naturaleza, si somos hombres o mujeres.
Siendo las formas de ser femenino o masculino determinadas socio − culturalmente podemos visualizar la
necesidad de incorporar formas de comunicación distintas dentro del sistema educativo (dada su importancia
como agente de socialización), orientadas a establecer relaciones dialógicas que ayuden a esclarecer lo que
significa el pertenecer a un género u otro, yendo más allá de la tradicional lucha por la visibilización de la
mujer como sujeto activo, sino más bien, orientada, por un lado, a la incorporación de formas distintas de
reconocerse desde el género a las tradicionalmente establecidas (ser hombre como sinónimo de macho
proveedor, y ser mujer como sinónimo de hembra reproductora), y por el otro, a la recuperación de formas de
expresión de reemplazo de las tradicionales, que limitan de igual forma a hombres y a mujeres, como por
ejemplo, la imposibilidad de expresar la emotividad en el varón que conlleva generalmente a la mantención de
posturas rígidas en torno a la expresión de afecto en sus relaciones interpersonales, respondiendo a
estereotipos de género.
En educación, es básicamente a través de la práctica docente donde la comunicación, principalmente a nivel
de contenidos y relación contribuye a la adopción y mantención de estereotipos de género en la utilización del
lenguaje oral y escrito, a través de los cuales el profesor/a transmite los contenidos oficiales y el currículo
oculto, haciendo que las cosas no tengan sexo, sino el género que socialmente se les quiere dar, y en el que
siempre se ha dado primacía al género masculino a través de la enunciación de frases con contenido sexista.
Es así como el lenguaje, por un lado invisibiliza a las mujeres, y por otro otorga a los hombres un rol social
que no necesariamente coincide con su realidad, intereses, deseos, entre otros. El currículo oculto será quizás
aún más influyente en la adquisición de estereotipos por parte del alumno/a ya que éste trasciende a la
conducta consciente del educador/a y comporta un estilo de vida y forma de ser desde el género ya adquirida.
Así la comunicación entre profesor/a − alumno/a, a nivel de contenido y relación, se da más allá de lo que se
comunica verbalmente respondiendo a lo que es obligatorio enseñar, sino más bien, surge en la
metacomunicación entre ambos sujetos enfatizando la imposibilidad de no comunicar inherente al ser
humano.
De este modo, la transmisión de pautas de conducta discriminatorias para ambos géneros, a través de la
práctica docente, basada en el currículo explícito como en el currículo oculto, ha llevado a hombres y mujeres
a aprender, en el sistema educativo, a relacionarse y comunicarse de manera discriminatoria, en concordancia
con los modelos que configuran el profesor y profesora y con su forma de comportarse y comunicarse con el
mundo.
El profesor/a como modelo trasciende al comportamiento del alumno/a en la medida que éste se comunica
constantemente a través del comportamiento, ya sea intencional ( curriculo explícito) o no (curriculo oculto),
especialmente de éste último, ya que aún no habiendo intencionalidad en la comunicación que transmite el
profesor/a, el alumno/a desde su perspectiva está siendo afectado pragmáticamente, dado que cada persona se
ve necesariamente imposibilitada de no comunicar con su comportamiento.
De esta forma la práctica docente está siempre mediada por las formas de comunicación establecidas por el
profesor/a (sean estas intencionales o no), constituyendo el elemento fundamental en la modelación de las
actitudes posteriores de los alumnos/as ya que el sistema educativo opera en términos de género, a través de
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prácticas concretas, pero también por omisión, la que se traduce en la invisibilización de características
específicas de los sujetos que participan en ella. Siendo a la vez una interacción complementaria en la que los
tipos de comportamiento que se intercambian entre profesor/ − alumno/a son diferentes estando los primeros
en superioridad sobre los segundos, ya que la conducta de unos complementa la de los otros. La
complementariedad implicaque dos posiciones diferentes se interrelacionan así la conducta del profesor/a
favorece la de los alumnos/a, para el tema que aquí interesa, se dirá que la conducta del profesor/a favorece la
mantención de estereotipos de géneros en los alumnos/a.
Educar la capacidad consciente y volitiva del sujeto, así como la comunicativa, es indispensable para el
desarrollo de una personalidad, que contenga como una de sus características fundamentales, un carácter
activo, el que lleva al sujeto a actuar y relacionarse con la realidad, constuyendo un sistema facilitador; por
tanto un desarrollo supone asumir decisiones, elaborarlas, concientizar estrategias y acciones, organizar la
comunicación con el otro u otra, construir lógicas personales en los distintos sistemas en que el sujeto
participa, etc., procesos todos posibles de aprendizaje, los cuales se entraman en diferentes relaciones
participativas que estimulan la independencia y la autodeterminación, fomentando concepciones generales de
la vida y el conocimiento son espacios abiertos, portadores de múltiples alternativas de integración, ante las
cuales, el sujeto debe asumir la responsabilidad de su opción personal.
Una práctica problematizadora, es para Freire una práctica liberadora, dado que conduce a los sujetos que
involucra a darse cuenta del entramado que relaciona los elementos sobre un objeto cognoscible, y no sólo a la
enunciación de los elementos por parte del educador/a, y a la memorización por parte del educando/a. Así la
práctica problematizadora implica cuestionar y tomar parte de lo que se conoce, o sea, se toma conciencia del
encuentro con y en el mundo, proceso en el cual es fundamental el dialogo que se establece entre los distintos
sujetos que se relacionan en él. Ver Freire, Paulo La pedagogía del oprimido, Montevideo, Uruguay. 1970,
págs. 75−96.
Vera, Héctor, La comunicación seductora. La acción comunicativa en la política y en la vida diaria. Santiago,
Chile, 1992. pág. 35.
En el área de la justicia han dado lugar a programas de redes de apoyo en el tema de la violencia intra familiar
y en educación aparece en las metas para el año 1997−1998 del SERNAM con vistas a incorporar el tema del
género a las carreras de pedagogía de las Universidades Metropolitana de Ciencias de la Educación y Católica
Blas Cañas
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