24 DE JULIO BEATA MARÍA MERCEDES PRAT Virgen y Mártir. Vió la luz en Barcelona – España, el 6 de marzo de 1880. Ingresó en la Compañía de Santa Teresa de Jesús el 27 de agosto de 1904. Se desempeñó con dedicación al apostolado de la enseñanza en varios colegios. Su vida religiosa se caracteriza por la límpida sencillez de una entrega total al amor de Dios y de los hermanos. El estallido de la guerra española la sorprendió en la Casa-madre de Barcelona, en la que pasó largos años. Los desórdenes de los primeros días de la contienda hicieron de ella una de las primeras víctimas de Barcelona. Detenida por los milicianos con otra hermana de la misma comunidad, después de un día de tormentos morales, fue fusilada con otros religiosos prisioneros en las afueras de Barcelona la noche del 23 de julio de 1936. Murió tras una larga agonía en la que expresó su perdón a los verdugos, en las primeras horas del 24 de julio. Fue beatificada por Juan Pablo II el 29 de abril de 1990. Del común de un mártir o de vírgenes. SEGUNDA LECTURA De los escritos de san Enrique de Ossó; presbítero (Un mes en la escuela del Sagrado Corazón. Prof. en Escritos. 3 Roma 1977, pp456-458.) Conformar nuestra vida a la de Cristo Jesús. Pensar como Cristo Jesús, sentir como Cristo Jesús, Amar como Cristo Jesús, obrar como Cristo Jesús, Conversar como Cristo Jesús, hablar como Cristo Jesús, conformar, en una palabra, toda nuestra vida con la de Cristo, revestirnos de Cristo Jesús, he aquí el único negocio y ocupación esencial, primera de todo cristiano. Porque cristiano quiere decir “Alter Christus”, otro Cristo, y nadie puede salvarse si no fuere hallado conforme a la imagen de Cristo. Mas para conformarnos con la vida de Cristo Jesús es ante todo menester estudiarla, saberla, meditarla, y no solo en su corteza exterior, sino entrando en los sentimientos, afectos, deseos, intenciones de Cristo Jesús, para hacerlo todo en unión perfecta con el. Penetrar en el Sancta Sanctorum de su corazón reconocemos que es una temeridad; pero el mismo Señor Jesús con su bondad y sus palabras nos convida a ello. Pues si no, ¿Cómo aprenderemos su mansedumbre y humildad?, ¿Cómo en cada acción nos pondremos delante de Cristo para imitarle, si no conocemos los sentimientos de su Corazón al practicarlos? Porque Cristo vivió, comió, durmió, habló, calló, anduvo, se cansó, y descansó, tuvo hambre y sed y trabajó, en una palabra, padeció y murió por nuestra salud. Cuando digo Cristo Jesús, me represento a un niño agraciado, a un joven gallardo o de edad madura, con todas las gracias y encantos que la divinidad podía derramar en un alma y cuerpo humanos; pero también me lo represento sujeto a todas nuestras miserias, excepto el pecado, por mi amor; porque es nuestro hermano, carne de nuestra carne; sangre de nuestra sangre y hueso de nuestros huesos. Este es mi Jesús, Dios y hombre verdadero, vivo, personal, que se dejo ver en la tierra y vivió y conversó con nosotros por treinta y tres años; ya que por nuestra salud, siendo Verbo Eterno del Padre, descendió del cielo, se encarnó, padeció, murió, resucitó, subió a los cielos, y se quedo entre nosotros hasta la consumación de los siglos para ser nuestro compañero, consuelo y alimento en el Santísimo Sacramento del altar. Viviré, comeré, dormiré, hablaré, callaré, trabajaré, padeceré, lo haré todo, lo sufriré todo, en unión de Jesús, en unión de aquella divina intención y con aquellos sentimientos con que lo hizo Jesús, lo padeció Jesús, y desea que yo lo haga o padezca. Quien tal haga, vivirá aquí en la tierra una vida de cielo, se transformara en Jesús, y podrá decir con el Apóstol; Vivo, yo, mas no yo, que Cristo vive en mi. RESPONSORIO Flp. 3,8;Ga.2,20 R. Todo lo estimo perdida, comparado en la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor*Por el lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo. V. Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi.*Por el lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo. Oración Dios, Padre de bondad infinita, que diste a la beata María Mercedes Prat, virgen, el espíritu de fortaleza para consumar en el martirio su oblación a ti y a la Iglesia, concédenos, por su intercesión, que, arraigados en la caridad de Cristo, nunca nos separemos de su amor. Por nuestro Señor Jesucristo.