Entrevista Personal con Ever de la Rosa Representante Legal de la Comunidad Negra de Islas del Rosario Islas del Rosario, 22 de mayo de 2006 Las relaciones entre los negros y los blancos de las Islas del Rosario han sufrido cambios fundamentales en los últimos tiempos. Al principio, cuando llegaron los blancos a las Islas, las relaciones eran muy sociables y amigables. Los blancos que compraron tierras inicialmente eran más sensibles con nosotros; eran amantes de la pesca y veían al nativo como a un aliado, como un compañero de pesca. Sin embargo, los primeros en llegar se murieron o vendieron sus tierras, y aquéllos que las recibieron no son iguales. A éstos les gusta la playa para venir a descansar de la cuidad. Siempre tienen estrés porque temen por su seguridad, por lo que no les gusta que nadie se les acerque, ni que los familiares de los nativos con los que trabajan vivan en su tierra y les toque mantenerlos. Por eso prefieren contratar nativos u otros trabajadores del interior que no tengan familia o que tengan apenas un hijo. Y esto es un problema porque acá la gente tiene de a 6 hijos. Así, en las relaciones posteriores con los blancos ha habido mucha discriminación. Ellos nunca tienen un concepto positivo de los nativos; nos consideran flojos, irresponsables, etc.. Por eso, generalmente los blancos cambian a los nativos por gente de afuera. Yo sé que no toda la gente es buena, pero no entiendo por qué no los cambian por gente de la Isla. Un ejemplo de esto es el caso de Alberto Iglesias, que tuvo problemas con un nativo que era celador de su casa y lo echó porque no tenía las cosas como a él le gustaban. Pero luego ha contratado a 3 celadores más que a traído de Cartagena, y tampoco le han funcionado. Hoy en día menos de la mitad de los celadores de las casas de recreo son nativos. La mayoría es de afuera, y hay algunos a los que les prohíben relacionarse con los nativos, como los trabajadores de Alberto Iglesias. La relación con los blancos es diferente si éstos tienen casas de recreación o si tienen negocios comerciales. Los primeros tienen algún interés por conservar el medio ambiente, pero los otros son más agresivos: no tienen ningún interés por la vida de los nativos y no colaboran con nosotros. Sus actividades son un negocio y no tienen actos de beneficencia. No les importa talar árboles, ni deteriorar el medio ambiente. Lo único que les importa es la plata. Además, como tienen poder, tienen relaciones cercanas con los funcionarios ambientales y administrativos, quienes los dejan hacer lo que quieran porque los invitan a dormir a sus hoteles, a comer, etc.. En conclusión, uno acá estorba. Los blancos no nos dan trabajo y parecen tener una alianza con el Estado para echarnos de las Islas. Ellos podrían tener la voluntad de enseñarnos a hacer las cosas para que pudiéramos quedarnos a trabajar y vivir con ellos, pero no la tienen. Por eso, casi siempre en las reuniones con los blancos hay choques, porque no tienen la voluntad. Por ejemplo, después de la reunión que tuvimos con los poseedores, yo ya no siento tanto respaldo de ninguno de ellos. Los de la Fundación Surtigas que han apoyado algunos de nuestros proyectos ya no me llaman tanto, y algunos no me saludan. Normalmente, cuando un nativo hace algo malo es porque está asociado con alguien de afuera de las Islas, porque acá no pueden vender lo que roban. Por ejemplo, cuando la gente deja motores por ahí botados, los empleados que vienen del interior dicen: “acá sí dan papaya”. Y en las investigaciones de los robos se nota que participaron los del interior. Hay muchos resentimientos que manejan las comunidades frente a ciertos dueños de casas porque los insultan y discriminan. Más que haciéndoles vainas malas, eso se refleja con la bulla. Cuando un blanco nos cae mal, pues le ponemos un picó∗ al lado de la casa, y aunque nos piden que le bajemos a la música, nosotros decimos entre nosotros: “tú en tu casa haces lo que se te da la gana”. Y ellos no pueden hacer nada porque acá no hay autoridades. El inspector de policía viene cada 5 días y recoge las quejas, pero acá la gente no le para bolas porque siempre son figuras políticas. Cuando no están los patrones en las casas, para nosotros no hay áreas restringidas. Cualquiera puede pasar por ahí. Sin embargo, cuando los nativos usan las casas de los blancos es con autorización. Por desconfianza, muchos blancos le ponen llave a las casas cuando se van, pero eso las jode porque el salitre se come todas las cosas. Un caso que pasó hace poco fue el de Charavata, un celador al que supuestamente amarraron junto con el hermano para robar la casa del patrón, y éste lo echó, pues creyó que estaba metido en el robo. Y creyó eso porque, según información de la Fiscalía, Charavata se la pasaba dejando entrar pescadores a dormir en el muelle del patrón. Esto es algo que muchos nativos hacen. Los conflictos que hay en las Islas entre los nativos generalmente los resolvemos entre nosotros mismos, a través del diálogo. En general, todos somos parientes; el más lejano es compadre. Muchos se quejan ante mí cuando hay problemas, y éstos son solucionados por el Consejo Comunitario a través de discusiones y acuerdos. Si las personas no los cumplen, los miembros del Consejo Comunitario vamos a visitarlos y ellos se comprometen en público y empiezan a ceder. Por ejemplo, los picós amanecen mucho, y el Consejo Comunitario ha intentado controlarlos, tratando que sólo los hagan el fin de semana y que a una determinada hora le bajen a la música. El problema es que acá no hay otras distracciones fuera de los picós. En las Islas no hay tantas formas de resistencia frente a los blancos porque acá la gente tiene muchos complejos frente al poder económico. Algunos nativos son capaces de insultar a los blancos o de enfrentarse con ellos verbalmente. Pero acá los blancos sí tienen sometidos a los nativos, pues a éstos les da miedo enfrentarlos, ya que pueden perder el trabajo y la fuente de agua, que acá se saca de las casas de los blancos o de la lluvia, que es muy escasa. En muchos casos, los celadores de las casas cogen agua a escondidas y se la dan a otros nativos de las Islas. Pocos nativos se le miden a discutir con los blancos, por miedo a las represalias. Y es que cuando un nativo mira mal o le alza la voz a un blanco, éste la coge contra su celador, o le cuenta al patrón del que tuvo el gesto que éste fue grosero con él. Nosotros casi siempre nos referimos a los blancos diciéndoles “patrón” o “jefe”. ∗ Un picó es un parlante gigante, a través del cual los nativos (como en general todos los negros del Caribe) oyen su música a todo volumen. Alrededor de los picós se forman pequeños bares informales (Nota del transcriptor). Con quienes más conflicto se maneja es con los blancos que tienen negocios en las Islas. Ellos siempre están acá y están pendientes de todo. Además, los nativos comercian con ellos, y algunos blancos se aprovechan de eso y ofrecen los bienes muy caros, lo que genera un rechazo de parte de los nativos. En cambio, los dueños de casa no vienen mucho, pero hay unos muy antipáticos, que ni le dan a uno el chance en sus lanchas. Algunos blancos tienen muy mala fama entre los nativos, como por ejemplo Alberto Iglesias. A la gente antipática, los nativos se la tienen montada. Sin embargo, para los trabajos ilegales los blancos siempre contratan a los nativos para evitar problemas con la gente del interior, porque saben que los nativos no van a reaccionar contra ellos. Con el proceso de armar el pueblo de Orika, la gente empezó a tener conciencia de la discriminación. Empezó a expresarse el resentimiento con los blancos a través de canciones, como por ejemplo las que componen el Chucho, el Checho y Piscui. A la gente le gustan mucho esas canciones. Todos los nativos generalizamos sobre los blancos; todos nos parecen jodidos, aunque de algunos, individualmente, decimos: “ése sí me cae bien”. Acá la gente no quiere mucho a negros como la negra Elisa, porque a pesar de ser negra les tira duro a los nativos. Por ejemplo, en su hotel, ella tiene 15 empleados sin contrato escrito, y les paga como $300.000. Uno de ellos es su propio hermano, al que humilló y echó delante de todos los trabajadores. La negra Elisa tiene más enemigos que enemigos, pero la gente le tiene miedo porque creen que es capaz de mandarlos matar. Nosotros también tenemos mucho resentimiento con el Estado, porque nunca está y cuando viene sólo jode. Acá no hay casi participación política, pues creemos que todos los políticos son la misma vaina: unos rateros. Por eso, la compra de votos es muy fácil en las Islas, y se hace mucho sobre todo para las elecciones al Consejo de Cartagena. La negra Elisa compra muchos votos. Sin embargo, acá muchos reciben la plata y a pesar de eso votan por otros candidatos. Acá los niños desde chiquitos aprenden a comportarse de una manera particular con los blancos. Saben cuándo estar con ellos y cuándo no, saben cómo entrarle al turista y cómo vender, etc.. En las Islas siempre hay competencia entre vivos. Todos competimos para ver quién tumba más a los turistas, y después nos burlamos. Según el diálogo que el nativo entabla con el turista decide cuánto cobrarle. Acá, tú tienes que demostrar tu habilidad para tumbar al blanco.