JULIO LÓPEZ GALLARDO - Redeco

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JULIO LÓPEZ GALLARDO*
CAPÍTULO IV
Inflación, desequilibrio externo y políticas de pleno empleo
Como vimos en el capítulo II, las economías capitalistas operan normalmente bajo condiciones tales que
no aprovechan plenamente sus capacidades productivas -humanas y materiales. También sabemos que
con una política macroeconómica adecuada se podría lograr la plena ocupación. Por ejemplo, una política
monetaria o fiscal expansiva ampliaría la demanda, lo cual estimularía a las firmas a elevar su producción
y a emplear más fuerza de trabajo y aprovechar mejor su equipo productivo. Igualmente sabemos que las
políticas expansivas no dejan de tener problemas. Los peligros asociados con el desequilibrio comercial, y
con la inflación, constituyen los dos limitantes más importantes que enfrenta cualquier economía que
intente expandir la producción para así elevar el empleo.
Estos problemas serán abordados en este trabajo desde una perspectiva general. Asimismo,
estudiaremos, en términos teóricos y como un antecedente para aspectos que se tratarán en capítulos
posteriores, algunos instrumentos a que se puede recurrir para elevar la ocupación sin que ello se traduzca
en desequilibrios inflacionarios o comerciales insuperables.
PRECIOS, TIPO DE CAMBIO,
E INFLACIÓN
La determinación de los precios
Para estudiar el surgimiento de tendencias inflacionarias y los problemas asociados con el desequilibrio
externo, es útil tomar como punto de partida el proceso de fijación de precios. Para ello, consideremos el
caso de una economía en la que dominan mercados imperfectos. En ella, los precios internos (p) se
determinan añadiendo un margen porcentual /l a los costos unitarios totales (cu):1
(1) P = Cu (1 + /μ)
Si hacemos que m = /(1 +) la ecuación (1) puede expresarse como sigue:
(1´)P = [1(1 + m)]cu
Reordenando:
(2) p = mp + Cu
Según esta ecuación, el precio es igual a la suma de la ganancia unitaria (mp) más el costo unitario
total. Este último está compuesto por la suma de los costos unitarios de los insumos importados más
los costos laborales por unidad producida (w/n), donde w son los salarios monetarios (por unidad de
tiempo) y n es la productividad del trabajo (por unidad de tiempo).
Para determinar los costos unitarios de los insumos importados es necesario incluir una definición
de la formación de los precios de las exportaciones y de las importaciones. Supondremos que los
* El autor es profesor de tiempo completo de la maestría en ciencias económicas de la uacpyp-cch-unam. deja constancia de
que este trabajo recoge diversos aspectos que ha venido discutiendo con emilio caballero a quien agradece su apoyo. agradece
igualmente a violeta rodríguez por su colaboración en la elaboración de este documento. por último, desea señalar que en el
desarrollo del capítulo, sigue de cerca el enfoque expuesto en w. carlin y d. soskice, macroeconomics and ¡he wage bargain, oxford
university press, 1992.
1
Para comodidad del lector reproduciremos en lo que sigue elementos que fueron expuestos en el capítulo II.
precios de las primeras se forman, al igual que los de los demás productos generados en la economía,
añadiendo un margen a los costos unitarios; entonces, el nivel de precios de las exportaciones pe será
igual al nivel de precios interno:
(3) pe = p
Para las importaciones supondremos que su precio Pi es igua: a su precio mundial p* en moneda
nacional; es decir:
(4) pi = p*T
donde T representa al tipo de cambio nominal (T pesos por dólar).
A partir de las ecuaciones (3) y (4) podemos definir el tipo d cambio real tanto de las exportaciones
como de las importaciones
(5)  = T(p*/p)
Como vemos, el tipo de cambio real será tanto mayor cuan! menor sea la relación de nuestros
precios frente a los precios internacionales, para un tipo de cambio nominal dado. Puesto que la
competitividad de nuestra producción tanto en el mercado interno como en el internacional- depende de
los precios relativa de nuestros bienes frente a los del extranjero, podemos decir que ella está en relación
directa con el tipo de cambio real. Por ejemplo, la competitividad mejora si crece el tipo de cambio
nominal (esto es, si devaluamos); pero si junto con el tipo de cambio n minal suben los precios internos
en la misma proporción, entone el tipo de cambio real no aumentará y nuestra competitividad se
constante.
Los costos de los insumos importados pueden definirse COI el costo de las materias primas
importadas en términos de moneda doméstica:
(6) pi = p*(T/Φ)
donde se supone que se utilizan 1/Φ unidades de materias primas por unidad de producción, y Φ
representa a la "productividad" de as materias primas.
Sustituyendo los costos salariales (w/π) y los costos de los insumos importados en (2), obtenemos:
(7) p = mp + (wπ) + p*(T/Φ)
Dividiendo la ecuación por p y reordenando:
1 = m + [(w/p)π] + [(T(p*/p)]/Φ
π= mπ + w/p + [T(p*/p)(π/Φ)]
Finalmente, sustituyendo T(p*/p) por  tenemos
(8) π = mπ + w/p +(π/Φ)
La ecuación (8) indica que el producto por trabajador puede dividirse en ganancias reales generadas
por trabajador (mπ), salarios reales por trabajador (w/p), e importaciones reales por trabajador (π/Φ). En
otras palabras, las firmas, a través de sus decisiones de precios, demandan una parte del producto real de
la economía en la forma de ganancias reales por trabajador; al misa tiempo, los trabajadores demandan
una parte del producto per cápita negociando con las empresas un salario monetario relativo nivel de
precios, y el exterior demanda una parte del producto al de la economía en la forma de costos de
importación.
Dado el coeficiente de ganancia m,2 el nivel de la productividad del trabajo π, el salario monetario w, la
productividad de las materias primas Φ, y el tipo de cambio real , el precio establecido por las firmas
genera un valor específico del salario real (w/p) que llamaremos salario real efectivo:
(9) w/p = wE = π - mπ - (π /Φ)
Esta ecuación indica que para valores dados de π, m y Φ, el salario real efectivo será tanto menor
cuanto mayor sea el tipo de cambio real 8. Esta relación inversa se debe a lo siguiente: cuanto mayor es el
tipo de cambio real, mayor es la proporción del producto que debemos transferir al exterior por cada
unidad de producto que obtenemos de allí, y menor es la que queda en el país. Dados los valores de π, m
y Φ, menor será la que quedará en poder de los asalariados.
Por otro lado, podemos reordenar la ecuación (9) para analizar lo que ocurre con el coeficiente m.
Así:
(9') m = 1 - wE/ π - (π /Φ)
Esta relación es análoga a la anterior: para valores dados de wE, π, y Φ cuanto mayor es el tipo de
cambio real , menor será el coeficiente m (y menor, entonces, el margen de ganancia), por razones
similares que para el caso del salario efectivo.
Finalmente, podemos expresar el tipo de cambio real como:
(9") = Φ - Φ wE/ π) - m Φ
En donde queda claro que el tipo de cambio real está en relación inversa con el salario efectivo
(salario real efectivo: wE = w/p) y con el margen, y en relación directa con la productividad del trabajo,
para una productividad de las materias primas dada.
Prosiguiendo el análisis, los trabajadores realizan negociaciones (colectivas o individuales) con los
empresarios para determinar su salario monetario, con el objetivo de alcanzar un determinado salario real.
Dado que el salario real depende también de los precios al consumidor y que el nivel de estos últimos
dependerá de los resultados de las negociaciones salariales y no puede ser conocido con certeza en el
momento de las negociaciones, éstas se realizarán sobre la base de las expectativas del nivel de precios
que prevalecerá en el periodo del contrato salarial. Al salario real demandado en esta negociación se le
llamará salario real demandado.
Puede asumirse que el salario monetario demandado es una función directa del salario real que los
sindicatos negocian y de la inflación esperada. Suponiendo, para simplificar, una relación del tipo:
w=pE .wd
donde:
w: salario nominal
pE: es el nivel esperado de precios
w*D: salario real demandado
el crecimiento del salario monetario de un periodo al siguiente será igual a:
2
En este trabajo denominaremos margen de ganancia al parámetro μ, que indica el porcentaje que el empresario agrega a su
costo para fijar su precio. Denotaremos por coeficiente de ganancia al parámetro m = μ /( l + μ). Es obvio que m y μ se mueven en el
mismo sentido, y que si μ es constante, m también lo será.
w´=p´E .w´D
En que una variable seguida de una tilde indica que se trata de la tasa (proporcional) de crecimiento
de esa variable.
Es decir, un alto crecimiento esperado de los precios resultará en un alza de los salarios monetarios
demandados proporcionalmente mayor. Esto es:
w' = p'E + (w'D - w_1) / w_1
donde el subíndice -1 denota al periodo previo. Según esta ecuación, el incremento de los salarios
monetarios entre un periodo y el siguiente se puede descomponer en dos partes. Una primera parte será
igual al crecimiento esperado de la inflación de precios, ya que si el salario crece en esa proporción los
trabajadores podrán mantener al salario real constante. Una segunda parte será el incremento requerido
para llevar el salario real de su valor en el periodo anterior al valor del valor del salario real demandado
(suponiendo que hubiera existido diferencia entre uno y otro).
A partir de la ecuación de formación de precios se puede derivar la siguiente expresión para el
crecimiento para el crecimiento de éstos (suponiendo que las productividades no cambian):
p' = w' + ' + (1 -  - )g'
donde g es la ganancia (pm) Y α y β son, respectivamente, la participación (en el periodo inicial) de los
costos salariales unitarios, y de las materias primas importadas, en el precio (puesto que la ganancia
unitaria, más el costo salarial unitario, mas el costo unitario de las materias primas importadas, agotan el
precio de los (1 – α-β) es la participación de la ganancia unitaria en el precio). Así, la inflación en un
periodo determinado es igual a la tasa de crecimiento de los costos unitarios totales-que se define como la
suma del crecimiento de los costos de los insumos importados- más el crecimiento de los costos de los
insumos importados-más la tasa de crecimiento de la ganancia unitaria (donde cada uno de estos
componentes de los costos está ponderado por su participación en el precio).
Salarios y márgenes.
El problema de la inflación inercial
En el tipo de economía que se ha descrito surge un problema crucial. Las demandas de salario real por
parte de los trabajadores y de ganancia real por trabajador por parte de las firmas son independientes; es
decir, ningún elemento garantiza su consistencia y, por tanto, existe la posibilidad de que el salario real
demandado y los precios determinados por las firmas sumen más (menos) que el productor por
trabajador.
¿Qué sucedería en un contexto de esta naturaleza si ocurriera un choque que llevara a la curva
wD
E
por encima de w , o a la segunda por encima de la primera? Como se verá de inmediato, la consecuencia
sería un fenómeno de inflación inercial, que puede ser creciente o decreciente.
La figura 1 permite ilustrar el razonamiento. En ella indicamos que el eje horizontal el nivel de la
producción Y (que suponemos igual al nivel del empleo E, para una productividad del trabajo constante e
igual a la unidad). En el eje vertical ponemos el salario real w/p. Dados π, m, θ, Φ, el salario real
efectivo es una recta, independiente de Y y de E (véase la ecuación 9).
Consideremos el caso en que se devalúa la moneda nacional de T0 a TI. Según la ecuación (5), si
todo lo demás permanece constante, un incremento de T implica un aumento en el tipo de cambio real
que, a su vez, se reflejará en el país en la forma de un incremento de los costos de los bienes importados.
De acuerdo con las ecuaciones (12) y (9), el alza de los costos de los bienes importados dará origen a un
incremento en los precios y a una reducción del salario real efectivo, puesto que los empresarios tratarán
de mantener constante su margen. En términos gráficos, lo anterior se traducirá en un desplazamiento
hacia abajo de la curva wE, abriéndose una brecha entre ésta y la curva de salario real demandado wD.
Los trabajadores observarán entonces que su salario real efectivo ha caído por debajo del demandado
y, con el objetivo de mantener constante su salario real y su participación en el ingreso, incrementarán su
salario monetario en un porcentaje igual al incremento esperado de los precios (lo que les permitiría
mantener su salario real constante), más el crecimiento requerido para llevar su salario real efectivo al
nivel del salario real demandado; es decir, en un monto igual a la brecha entre wD y wE.
Mostraremos primero una situación en que la inflación inercial es decreciente (en una sección
posterior expondremos una situación de inflación creciente). Para ello consideremos un periodo largo en
que los precios han sido estables y analicemos lo que ocurre si en un momento (a inicios de ti) ocurre un
alza de los precios de los bienes importados en el mercado interno debido a una devaluación del tipo de
cambio nominal de T0 aT1, digamos en un 10 por ciento. Imaginemos, por ejemplo, que el gobierno está
preocupado por un deterioro de la balanza comercial y devalúa la moneda para elevar el tipo de cambio
real de 0 a  1, y así ganar competitividad y corregir ese deterioro. Supongamos que, debido a que no
existe "memoria inflacionaria", el crecimiento esperado de los precios es de cero; y asumamos además
que los salarios reales efectivo y demandado eran iguales en el momento inicial (esto es, no existía
"brecha salarial" en to).
A inicios del periodo ti los trabajadores habrán negociado un salario monetario idéntico al que
tenían. pero los empresarios habrán tenido un incremento de sus costos, que en términos proporcionales
será igual al porcentaje de devaluación multiplicado por el porcentaje que representan sus insumos
importados dentro de sus costos totales
Suponiendo que los costos de los insumos importados representan la mitad de los costos directos (y
que la otra mitad está representada por los costos salariales), si los precios internos de los bienes
importados crecieron 10 por ciento, los costos habrán aumentado 5 por ciento. Si los empresarios desean
mantener su margen, aumentarán sus precios también en 5 por ciento. Pero ello a su vez hará que durante
ti los salarios reales caigan 5 por ciento.
Esto hará que en el momento de la nueva negociación salarial (a inicios de t2) los asalariados
demanden un alza de sus salarios nominales de 5 por ciento. De nueva cuenta, en t2 aumentarán los
costos, aunque ahora en un porcentaje aproximado de 2.5 por ciento, lo cual volverá a elevar los precios
(ahora en 2.5 por ciento). Los asalariados habrán recuperado durante t2 una parte del poder adquisitivo
que perdieron durante ti, pero no su salario real inicial, de modo que a inicios de t3 volverán a demandar
un aumento del salario que a su vez volverá a elevar los precios.
En suma, ocurrirá un proceso inflacionario, que se explica en su inicio por el alza del precio de los
bienes importados, y que persiste por inercia debido a la resistencia de los asalariados a aceptar rebajas
de sus salarios reales, y a la resistencia de las empresas a admitir rebajas de sus márgenes.
Es fácil ver que, dados los precios internacionales p* y el (nuevo) tipo de cambio nominal TI, la
inflación interna ha reducido algo el tipo de cambio real a lo largo de t2. Éste es ahora q2 ( 0< 2<1 ). Si
en t2 se hubiera devaluado nuevamente el peso para mantener el tipo de cambio real en q, los costos de las
materias primas volverían a crecer en la misma proporción en que se elevaron los salarios, 5 por ciento.
Entonces en t2 los precios también habrían crecido 5 por ciento. En el ejemplo anterior, la reducción de la
inflación de t1 a t2 (de 5 a 2.5 por ciento) ocurre porque suponemos que en t2 el tipo de cambio nominal y
los costos de las materias primas se mantienen constantes (en otras palabras, suponemos que en t2 el tipo
de cambio real es  2). Es este supuesto el que explica que la inflación sea decreciente.
De manera similar se puede observar que un aumento del margen de ganancias, o una reducción
exógena del salario real demandado por cualesquiera otras circunstancias, se constituyen en una fuente de
inflación inercial. Por el contrario, si existe equilibrio del mercado de trabajo, la inflación será constante
y las curvas de salario real demandado y salario real efectivo coincidirán.
De lo anterior concluimos que si el margen y el salario real demandado son, ambos, rígidos a la baja,
cualquier causa que lleve a la curva de salario real demandado por encima del salario real efectivo o a
esta última por debajo de la primera, se convertirá en una fuente de inercia inflacionaria; la particularidad,
en este caso, es que los factores que dan origen a este comportamiento son independientes entre sí. En
otras palabras, a cada nivel de equilibrio del salario real determinado por el precio y el salario real
demandado, el gobierno podrá elegir un número infinito de niveles de empleo sin la consecuencia de
provocar inflación creciente. Sin embargo, debido también a la rigidez de los salarios reales y de los
márgenes, las reducciones de la producción y el empleo, por sí mismas, no pueden detener un proceso
inflacionario originado por factores exógenos y éste continuará hasta que una de las partes competidoras
(empresarios, trabajadores, o sector externo) decida o se vea obligado a reducir su demanda de producto
real per cápita.
LAS PRESIONES INFLACIONARIAS DE DEMANDA
EXISTE bastante debate respecto del efecto que pueden tener los niveles de actividad económica sobre la
inflación. En concreto, hay quienes sostienen que una elevación de la producción y el empleo generarán
presiones inflacionarias.
Este tema no sólo tiene importancia académica, sino que es también de particular interés para el
diseño de la política económica. Si efectivamente la inflación estuviera asociada positivamente con los
niveles de producción y de empleo (por ejemplo, a mayor nivel de empleo mayores ritmos inflacionarios),
entonces una reactivación de la economía y un aumento de la ocupación podrían ocasionar una
aceleración inflacionaria. A contrario sensu, la búsqueda de una reducción de la inflación exigiría una
desaceleración de la economía. Esto, obviamente, pone límites muy claros a cualquier intento de políticas
de reactivación y de empleo.
Es muy común identificar a quienes relacionan la inflación con el crecimiento, con la denominada
"escuela monetarista". Sin embargo, a continuación se mostrará que la idea de que una elevación de la
demanda tiende a generar presiones inflacionarias trasciende al pensamiento de esa escuela.
La inflación salarial
Como puede verse fácilmente a partir de la ecuación de los precios, si la productividad del trabajo está
dada3, un aumento del salario real demandado tenderá a generar presiones inflacionarias, las que no se
detendrán a menos que el salario demandado vuelva a su nivel original, o bien que se reduzcan el margen
de ganancia o el costo de las importaciones.
Ahora bien, en el caso de las economías desarrolladas hay un cierto consenso en el sentido de que
existe una asociación positiva entre el nivel de la ocupación y el nivel del salario real demandado. Ello se
explicaría básicamente a partir del mayor poder de negociación que logran los trabajadores cuando se
3
A lo largo de este trabajo supondremos que la productividad del trabajo está dada; o que en todo caso es independiente del
salario real. este supuesto es relativamente válido en el corto plazo: es verdad que un mayor salario, por ejemplo, puede mejorar el
esfuerzo de los trabajadores y su productividad. pero la evidencia muestra que, normalmente, el eventual aumento de la
productividad es menor que el del salario, y por tanto que un aumento de éste se traduce en un mayor costo salarial.
reduce la desocupación.
Esta situación se ilustra en la figura 2.
De acuerdo con lo planteado en el párrafo anterior, en la figura 2 postulamos que el salario real
demandado guarda una relación positiva con el empleo (que suponemos igual al PIB (Y) y que se denota
por E en la gráfica) y, por tanto, una relación negativa con el nivel de desempleo (para un nivel dado de la
oferta de fuerza de trabajo). Esto se podría racionalizar diciendo que los aumentos en la ocupación se
asocian con incrementos en el poder de negociación de los sindicatos, lo que les permite obtener mayores
incrementos salariales.
En este escenario existe un único nivel de empleo en que coinciden los salarios reales demandado Y
efectivo, punto que fija el nivel de empleo de equilibrio (Eo). Dado que en este nivel de empleo las
demandas de salario real por parte de los trabajadores Y de margen por parte de las firmas coinciden, la
inflación es constante y se acerca tendencialmente a la mundial. ¿Qué sucedería en este caso, si el
gobierno logra reducir el nivel de desempleo; es decir, si lleva a la economía a un desempleo que se
encuentre por debajo del equilibrio (a El en la figura)? Un nivel de desempleo más bajo incrementa el
poder negociador de los sindicatos y empuja al salario real demandado por encima del salario real
efectivo, determinando un aumento del salario monetario.
Si los empresarios desean mantener su margen de ganancia incrementarán sus precios en la misma
proporción en que crecieron sus costos. Pero el alza de los precios impediría que los salarios efectivos
aumentaran en la misma proporción en que aumentó el salario real demandado, de tal forma que habría
una "brecha salarial". En el próximo periodo de negociación colectiva el salario real demandado volvería
a crecer, y lo mismo sucedería con los costos y con los precios: ocurriría, de esta forma, un proceso de
inflación.
Análogamente, si la economía genera un nivel de empleo que se encuentra por debajo del equilibrio,
la inflación será decreciente: la desocupación hará que los trabajadores vean reducido su poder
negociador y, por consiguiente, el salario real demandado se colocará en un nivel más bajo que el salario
real efectivo, que está determinado por el precio; la brecha entre el salario real efectivo y el salario real
demandado será negativa y, según las ecuaciones (9) y (12), el salario monetario y los precios
disminuirán.
Aquí no interesa analizar qué tan cierta es esta interpretación del proceso de negociación salarial, y
de inflación, en el caso de los países desarrollados. Pero sí vale la pena preguntarse qué ocurre en una
economía como la mexicana en donde la desocupación es sumamente elevada y el poder de negociación
de los trabajadores y de sus organizaciones es débil.
Un estudio econométrico que llevó a cabo el autor permite responder a esta pregunta 4. En ese estudio,
realizado para toda la economía y considerando el periodo 1970-1993, se estimó un modelo de
ecuaciones simultáneas, con series anuales, para las siguientes variables: empleo, salarios nominales
medios por trabajador, y PIB.
4
Julio López, Empleo, salarios y precios en México. un estudio econométrico, documento procesado, maestría en ciencias
económicas, UNAM, 1995.
En ese estudio se encontró que los salarios nominales medios por trabajador mantienen una relación
de largo plazo estable con los salarios mínimos y con los precios. La variable empleo no aparece como un
argumento en la determinación de los salarios nominales. Así se puede afirmar que, a nivel de toda la
economía los salarios no tienden a subir cuando el empleo crece.
Este resultado no es trivial. Como se dijo, en la mayoría de las teorías se supone que la elevación de
la ocupación, al mejorar el poder de negociación de los trabajadores, les permite luchar por salarios más
altos, que hacen subir también los precios. Diversos estudios empíricos realizados para países
desarrollados han confirmado esta hipótesis5.
Esta visión de las cosas ha tenido también cierta influencia en México. Por ejemplo, durante la
administración pasada uno de los principales temores de los representantes del gobierno en las negociaciones sobre salarios era que la reactivación de la economía condujera a que se dieran aumentos de
salarios "injustificados". Los antecedentes de que disponemos muestran que esos temores no tenían razón
de ser; no sólo por razones de justicia social (pues los salarios se habían desplomado), sino además en
términos estricta y estrechamente económicos.
Ahondando un poco más respecto del estudio citado, la relación de largo plazo estimada en el modelo
indicó que la elasticidad de largo plazo de los salarios nominales respecto a los precios es menor que uno:
es de sólo 0.76; y que su elasticidad respecto a los salarios mínimos es de 0.2 (la elasticidad conjunta es
casi unitaria).
Estos resultados se traducen en lo siguiente: los salarios crecen cuando los precios lo hacen (lo que
implica, naturalmente, que la inflación puede tener componentes inerciales), pero, incluso en el largo
plazo, ellos se reajustan por debajo de la inflación. Con otras palabras, un alza de precios de 10 por ciento
estimula un alza de los salarios de sólo 7.6 por ciento. Para que los salarios medios recuperen totalmente
el poder adquisitivo que pierden por la inflación, los salarios mínimos deben reajustarse en lo mismo en
que subieron los precios (recordemos que la elasticidad de largo plazo de los salarios medios respecto a
los mínimos de 0.2). Esto nos permite plantear también que en México existe una cierta flexibilidad (a la
baja) de los salarios medios reales; lo cual no parece ser el caso en los países capitalistas avanzados.
La inelasticidad de la oferta agrícola y la "inflación estructural"
En las economías latinoamericanas se ha resaltado el papel de las insuficiencias de la oferta agrícola para
explicar la inflación. Esta concepción acerca del origen de las presiones inflacionarias remite a problemas
estructurales, por lo cual ha recibido el nombre de "teoría estructuralista" de la inflación 6.
Para analizar esta teoría supongamos que en una economía como la que hemos estudiado la demanda
de bienes agrícolas (DAt), es una función directa del nivel de empleo (Et) y del salario real demandado w*
(que suponemos, a su vez, igual al salario efectivo en el periodo en que iniciamos el análisis). De acuerdo
con el resultado que se acaba de presentar en la sección anterior, este último se supondrá constante. Así:
DAt =(Et . W*)
Donde  es la proporción de los salarios totales (que a su vez son iguales a (Et. w*) que se destina a la
compra de alimentos.7 Supóngase también, para simplificar, que la oferta agrícola OA es absolutamente
inelástica (respecto de la demanda y respecto de los precios) y que en el periodo t ella es, en términos
reales, igual a la del periodo previo:
OAt = DAt-1
Como sugieren ambas ecuaciones, existirá sólo un nivel de producto y de empleo en que la demanda
5
Consúltese en particular el acucioso estudio de R. Layard, S. Nickell y R. Jackman, Unemployment. Macroeconomic
Performance and the Labour Market, Cambridge University Press, 1991.
6
La formulación original de esta teoría se debe al economista mexicano Juan Noyola, "El desarrollo económico y la inflación
en México y otros países latinoamericanos", en Investigación Económica, 1956. la que es quizá la mejor formalización se la debemos
a Julio H.G. Olivera, "Aspectos dinámicos de la inflación estructural", en Desarrollo Económico, núm. 27, 1967.
7
Se está suponiendo, para simplificar, que sólo los asalariados demandan alimentos.
y la oferta de bienes agrícolas sean iguales.
En la figura 3 se ilustra esta situación. El primer cuadrante (a) muestra la oferta y demanda
agregadas de bienes agrícolas; aquí, la oferta de bienes agrícolas es totalmente vertical debido a que se
considera inelástica al nivel de producción; es decir, ante los aumentos en el producto, la oferta de bienes
agrícolas no se expandirá sino que permanecerá en el mismo nivel que en el periodo anterior a la
expansión.
El segundo cuadrante, (b) establece por su parte la relación entre los precios totales (p) y los precios
de los bienes agrícolas (PA); específicamente, la pendiente pipA indica la influencia de los precios agrícolas
en el nivel general de precios y está determinada por la participación de los precios agrícolas en el total;
el cuadrante (c) muestra la relación inversa entre el nivel de precios y los salarios reales: cuanto mayor es
el nivel de precios menor es el salario real resultante para la economía en su conjunto; finalmente, el
cuadrante (d) representa los salarios reales efectivo y demandado. Según se observa en esta figura, existe
un único punto en que las curvas de oferta y demanda agrícola coinciden. Este punto establece el nivel de
equilibrio del mercado de bienes agrícolas.
¿Qué sucedería, en este caso, si se incrementan los niveles de producción y empleo? El aumento del nivel
de empleo se reflejaría en una expansión de la demanda de bienes agrícolas de A a B, mientras que, la
oferta permanecería constante en el mismo nivel que en el periodo previo. Este movimiento generará, por
consiguiente, una inconsistencia entre la oferta y demanda de bienes agrícolas que tendrá el efecto directo
de incrementar los precios agrícolas, elevando, por esta vía, el nivel general de precios de po a p1.
Dado que los precios han aumentado, el salario real efectivo de los trabajadores se reducirá de WEo a
w I abriéndose una brecha entre ambos.
E
Con el objetivo de cerrar esta brecha los trabajadores negociarán un salario monetario más alto,
provocando que los empresarios establezcan precios en un nivel correspondientemente superior. Se
iniciará, de esta forma, una espiral de precios-salarios análoga a la que se analizó con anterioridad.
Las presiones inflacionarias
en los sectores de bienes no transables
Es evidente que en muchos casos, entre ellos el de los bienes agrícolas, las insuficiencias de la oferta
interna podrían subsanarse elevando las importaciones, con lo cual las presiones inflacionarias se podrían
controlar porque la demanda no excedería la oferta. Sin embargo, existen algunos sectores cuya
producción no se puede exportar ni importar: son los denominados sectores de bienes no transables.8 Si
aumenta su demanda y su oferta es rígida en el corto plazo,9 ocurrirán presiones inflacionarias.
Veamos ahora la incidencia de la inflexibilidad de oferta de estos sectores en la ecuación de
formación de precios. Para ello, supongamos que además de los costos salariales y de insumos importados, la ecuación de precios considera los costos de los bienes intermedios no comerciables
internacionalmente (lM/H, donde IM representa el valor de los bienes no comerciables utilizados, y H la
productividad de los mismos). En este caso, la ecuación de precios puede escribirse como:
(15) p = mp + (w/π) + T(p*/Φ + (lM/H)
Dividiendo la ecuación por π y reordenando se tiene:
(16) π = m π + (w/p) + θ(π /Φ)/+ IM [π /(Hp)]
Según esta ecuación el producto que genera cada trabajador no sólo se dividirá en ganancias reales por
trabajador, salarios reales por trabajador e importaciones reales por trabajador, sino además se destinará a
cubrir los costos de los bienes intermedios no comerciables que utiliza cada trabajador. Dado lo anterior,
el salario real efectivo estará definido ahora como:
(17) w/p = wE = π - m π – θ (π / Φ) – IM (π /H * p)
El crecimiento de los precios será, a su vez, una función del crecimiento de los costos salariales, de
los costos de insumos intermedios no comerciables y de los costos de los insumos importados; todos ellos
debidamente ponderados.
Si suponemos que la oferta de bienes intermedios no comerciables es rígida, y que su demanda
aumenta con los niveles de producción y de empleo, la curva de salario real efectivo guardará una
relación inversa con el nivel de empleo, dados el margen de ganancia, la productividad y el tipo de
cambio real, debido a que la mayor demanda de insumos intermedios no comerciables se reflejará en
mayores precios y costos de esos insumos, en precios más elevados y, por consiguiente, en un menor
salario real efectivo.
¿Qué sucedería si se reactiva la economía y se reduce el desempleo a un nivel que se encuentre por
debajo del de equilibrio? El aumento del empleo provocará una expansión de la demanda de bienes
intermedios no comerciables que se reflejará en un incremento de los costos de este tipo de bienes, bajo
el supuesto de que la margen, el tipo de cambio real y las productividades del trabajo, de las materias
primas importadas y de los bienes intermedios no comerciables permanecen constantes. Este aumento
de costos tendrá el efecto de incrementar los precios, provocando que el salario real efectivo de los
trabajadores se reduzca y abriendo una brecha entre éste y el salario real demandado.
Debido a que los trabajadores observan que su salario real efectivo ha caído a un nivel que se
8
Piénsese, por ejemplo, en el alquiler de inmuebles. Un aumento en la demanda de vivienda no podría satisfacerse con
importaciones.
9
Por ejemplo, porque las capacidades productivas se utilizan plenamente, o bien -si el sector está fuertemente monopolizadoporque los productores están en capacidad de aumentar sus márgenes y precios frente a la mayor demanda en lugar de responder
ante ésta con una elevación de la producción.
encuentra por debajo del salario real que pueden negociar, incrementarán sus demandas de salario
monetario en la misma magnitud del incremento de precios e iniciarán, por esta vía, un problema de
inflación creciente.
Entonces, en una economía como la que hemos descrito, las insuficiencias en la oferta, o el poder
monopólico de las empresas que generan los bienes intermedios no comerciables, se convierten en una
fuente de presiones inflacionarias10, adicional a los costos salariales, a las devaluaciones, o a las alzas de
los precios agrícolas.
Sin embargo, tanto en este último caso como en el caso de las insuficiencias de oferta agrícola, una
reducción de los niveles de empleo y producción sí tendrá el efecto de frenar la espiral inflacionaria
debido a que este tipo de política se asociará con disminuciones en la demanda y/o en los costos y, por
esta vía, en los precios.
Síntesis y conclusiones
A partir del razonamiento y del conjunto de ecuaciones anteriores, se puede observar que el fenómeno
inflacionario puede surgir por diversas causas: por una devaluación del tipo de cambio real, por
incrementos del salario monetario demandado, por aumentos de los precios de los bienes agrícolas o por
alzas de los precios (y los costos) de los bienes intermedios no comerciables internacionalmente.
Podemos concluir, entonces, que una elevación de la demanda puede, efectivamente, traer consigo
presiones inflacionarias. Sin embargo, es preciso dejar en claro también algunas cosas.
En primer lugar, estas presiones inflacionarias no son inevitables. Para que ellas surjan es preciso
que se den ciertas condiciones. Por ejemplo, inelasticidad en la oferta, o poder monopólico en ciertos
sectores; demandas salariales que crecen con los niveles de ocupación; o elevación del tipo de cambio.
En segundo lugar, si se presentan estas condiciones esas presiones surgirán cualesquiera que sean las
causas que provoquen la expansión de la demanda. Esto es, una elevación de la demanda privada, tanto
como de la del gobierno, tendrían el mismo impacto inflacionario. No hay nada en la política económica,
o en la acción gubernamental en general, que haga que la economía sea más vulnerable o más propensa a
la inflación cuando crece la demanda gubernamental en lugar de la privada.
En tercer lugar, las tendencias inflacionarias pueden ceder a lo largo del tiempo si el tipo de cambio
real declina, o bien si alguno de los agentes internos pierde participación relativa dentro del precio de la
producción. En cambio, como veremos en la próxima sección de este trabajo, esas presiones serán
explosivas si todos los agentes desean mantener su participación distributiva (y si toman en cuenta la
inflación pasada para fijar sus demandas), y si el tipo de cambio real se mantiene en un nivel superior al
que permite que se cumpla el "equilibrio distributivo" entre los agentes internos.
En la experiencia mexicana del periodo 1988-1994 la inflación se controló recurriendo a dos
medidas. Por una parte rebajando los salarios reales. Por la otra, fijando ("anclando") el tipo de cambio
nominal. El primer camino es muy injusto desde un punto de vista social. El segundo es peligroso: esa
experiencia muestra cómo, a la larga, el deterioro del tipo de cambio real y de la competitividad puede
dar orígenes a situaciones críticas. A continuación analizaremos este último punto con más detalle.
TIPO DE CAMBIO REAL,
BALANZA COMERCIAL E INFLACIÓN
Competitividad, salarios, márgenes e inflación
Las reducciones del tipo de cambio real parecieran abrir posibilidades de controlar un proceso
inflacionario que pueda surgir por cualesquiera causas. En particular debido a que surge la oportunidad de
10
La llamada "teoría escandinava de la inflación" destaca, precisamente, los efectos inflacionarios de las alzas de los precios
de los bienes no comerciables internacionalmente. para una interesante comparación de esta teoría con la estructuralista latinoamericana, véase J. Canavese, "The structuralist explanation in the theory of inflation", en World Development, vol. 10, núm. 7, 1982.
reducir los costos reales de importación, sería posible sostener los aumentos en la producción y el empleo
a pesar de incrementos de los costos salariales, o de un alza de los márgenes, o de un mayor costo de los
insumos intermedios no comerciables, por ejemplo.
Esto es posible porque en una economía abierta existen cuatro demandas para el producto por cápita:
las ganancias, los salarios reales, los insumos no comerciables Y las importaciones. Si el nivel de empleo
aumenta y con éste el salario real demandado, o el margen, los costos reales de las importaciones pueden
reducirse a través del ejercicio del poder de mercado de los agentes domésticos, haciendo posible que las
demandas internas se reconcilien Y por tanto eliminando las presiones hacia la inflación creciente.
Para ver más claramente la relación inversa entre salario real efectivo, el margen Y el tipo de
cambio real, recordemos la ecuación (9") que se presentó antes:
θ= Φ - Φ (wE/ π) - m Φ
Según esta ecuación, la única forma en la que el salario real efectivo (wE = w/p) y/o el coeficiente de
ganancia (m) pueden aumentar, es si se reduce el tipo de cambio real e, dadas las productividades de los
insumos importados Y del trabajo (y los precios y productividad de los insumos no comercializables).11
Veamos ahora los efectos que podría acarrear una reactivación de la producción y del empleo. Como
dijimos anteriormente, no es forzosa que una reactivación de la economía tenga que estar asociada con
mayores salarios reales, mayores márgenes, o mayores precios de los insumos no comerciables. Si
suponemos que estas variables son independientes del nivel de producción Y empleo, y suponemos
además que las productividades son también constantes, entonces podemos decir que el equilibrio
distributivo dependerá exclusivamente del tipo de cambio rea1.12 Si este último es constante, el equilibrio
distributivo se puede dibujar como una recta en el plano θ-empleo, tal como en la figura 4.
En esa figura expresamos el tipo de cambio real θ en el eje vertical, y el empleo y la producción E
(E = Y, para simplificar) en el horizontal. Con los supuestos adoptados, el nivel de competitividad θ0
determina el equilibrio, o balance distributivo BD, como una recta paralela al eje horizontal.
11
Esto es precisamente lo que se mostró en un ejemplo anterior: la recuperación del salario real luego de su caída inicial se
logra debido a que el tipo de cambio real se reduce (después de su aumento inicial).
12
En el caso de México los antecedentes disponibles indican que estos supuestos están más o menos de acuerdo con la
realidad. en lo que sigue asumiremos que ellos efectivamente se cumplen.
Por arriba de la recta BD no existe equilibrio distributivo: el tipo de cambio real es muy alto, de
manera que (de acuerdo con la ecuación (9”)) los salarios reales o los márgenes estarían por debajo de su
nivel de "equilibrio". Si los trabajadores tratan de defender su salario real y los capitalistas su margen,
entonces habría inflación. Si las autoridades tratan de mantener el tipo de cambio real en su nuevo nivel
(o si éste crece por cualesquiera razones) podría haber incluso una inflación creciente, como
mostraremos más adelante.
Podemos analizar ahora cómo afectan los cambios en la demanda, la inflación y el equilibrio
externo. Para explicitar la curva de demanda agregada en nuestro diagrama necesitamos saber qué
pendiente tiene esa curva en el plano - E (E = Y).
Por lo común, se afirma que mientras mayor es el tipo de cambio real, mayor será el nivel de la
demanda agregada: esto es, la curva de demanda tendría pendiente positiva en el plano  - E. A
continuación argumentaremos que esto no es necesariamente cierto; y que es incluso más probable que
suceda lo contrario.
A menudo se supone que un tipo de cambio más alto mejora la balanza comercial13 y con ello amplía
la demanda externa neta Sin embargo, como se vio anteriormente, ceteris paribus, una elevación del tipo
de cambio real estará acompañada con una caída de los salarios reales 14 Ahora bien, en el capítulo II de
este libre se mostró que incluso si ocurriera la mejora esperada de la balanza, comercial (lo cual no es
forzoso que suceda), una caída del salario real puede provocar una reducción de la demanda interna (el
particular del consumo asalariado e incluso de la inversión priva da), y esta reducción puede ser de mayor
magnitud que el aumenta de la demanda externa neta. Cuando la condición Marshall-Lerner no se
cumple, la caída de la demanda será aún más pronunciada. 15
Con otras palabras, es poco factible que la caída de los salarios que acompaña al aumento del tipo
de cambio real tienda, estimular la demanda efectiva. De hecho, es más probable que, ocurra
exactamente lo contrario. Para simplificar, en el análisis que sigue supondremos que la curva de
demanda agregada es un recta, vertical al eje del empleo.16
En la gráfica 4 mostramos un aumento de la demanda (por ejemplo, causado por una política
expansiva) de Do a DI. En principio, esa mayor demanda no alterará el balance distributivo: le
asalariados percibirán el salario real demandado y los capitalistas podrán mantener su margen. El
aumento de la demanda n provocará inflación.
Balanza comercial, balance distributivo y tipo de cambio real
Como se dijo al inicio de este trabajo, un segundo problema que puede dificultar la aplicación de
políticas macroeconómicas expansivas que conduzcan a la absorción del desempleo tiene que ver con el
surgimiento de desequilibrios en la balanza de comercial.17 Como veremos, esos desequilibrios tenderán,
a la larga, a precipitar también presiones inflacionarias.
Para analizar las situaciones de desbalance externo conviene estudiar primero cómo se
determina la balanza comercial. En una economía semiindustrializada conviene
expresar dicha balanza en dólares, ya que en esa moneda debe efectuar sus pagos
internacionales. Tenemos:
13
La llamada condición Marshall-Lerner establece los requisitos que se debe, cumplir para que un aumento del tipo de cambio
traiga consigo una mejora de la balan comercial.
14
Según la ecuación (9): w/p = wE = π – m π – ( π / Φ)
15
Más adelante volveremos sobre la condición Marshall-Lerner.
16
Las conclusiones del análisis que sigue no se alteran si suponemos que la curva demanda tiene pendiente negativa en el
plano -E.
17
Cualquier economía puede solventar un desequilibrio comercial si puede allegarse capitales externos. De manera que las
expresiones desequilibrio comercial o desbalance externo del texto deben entenderse más bien como desequilibrios "excesivos";
esto es. que van más allá de los que pueden financiarse con esos capitales de manera normal y por periodos largos.
(18) BC* = X* - M*
En que X* y M* son las exportaciones e importaciones en dólares, respectivamente.
A su vez, supongamos que los exportadores establecen un precio idéntico en los mercados nacional
e internacional, y que los precios de nuestras importaciones son idénticos a los precios mundiales.
Supongamos también, para simplificar, que los precios nacionales e internacionales son constantes e
iguales a la unidad debido a lo cual nuestro tipo de cambio real  depende exclusivamente del tipo de
cambio nominal. Con estos supuestos, en cualquier momento t se puede expresar:
(19) Xt* = Xt/Tt
(20) Mt* = Mt
En que, X y M denotan tanto las cantidades de exportaciones e importaciones como esas cantidades
expresadas en precios constantes. Ahora bien, podemos aceptar que el valor de nuestras exportaciones
depende, en primer lugar, del nivel de ingreso y de las importaciones globales que efectúan nuestros
socios comerciales; o, para simplificar, del nivel de ingreso del resto del mundo, que denotaremos con
Y*. Pero también depende de nuestro tipo de cambio real  y, dado el supuesto que hicimos, depende
entonces de T. Por último, deberíamos incluir un término referido al grado de protección del mercado
interno frente a las importaciones. Esto es así porque la fijación de aranceles, o de cuotas de importación
que restringen la compra externa de determinados artículos, afecta a los productores nacionales. Por
ejemplo, permite, o exige, a los fabricantes de insumos cuya importación está gravada con altos aranceles
o está prohibida o limitada, cobrar precios superiores. Estos precios superiores son, a su vez, costos
superiores para los exportadores nacionales, los cuales los hacen menos competitivos en el mercado
externo.
Así, podemos expresar:
(21) X* = X*(Y*, v, )
Donde v es el grado de protección del mercado interno. El efecto de un mayor nivel de ingreso
mundial sobre el valor de nuestras exportaciones seguramente será positivo. En cambio, es muy probable
que un mayor proteccionismo tenga un efecto adverso sobre las exportaciones, debido a que encarece los
precios internos, y los costos, de los insumos importados. Por último, el efecto de un mayor tipo de
cambio real es poco claro. Considerando la ecuación (19) es fácil ver que por el lado del numerador
tenderá a ocurrir un aumento: si devaluamos (hacemos crecer 1) y mantenemos nuestros precios internos
constantes, el precio internacional de nuestras exportaciones se reducirá y ello seguramente hará que
aumenten nuestras ventas en volumen. Pero se puede ver que el aumento del denominador T reducirá el
valor en dólares de cada unidad que estamos vendiendo.
En cuanto al valor en dólares de nuestras importaciones podemos aceptar que en primer lugar éste
dependerá del nivel de la producción en nuestro país. Si crece el PIB crecerán nuestras necesidades de
insumos importados y también crecerá nuestra demanda por bienes finales importados. En segundo lugar,
depende del precio de las importaciones en el mercado interno. Si devaluamos y crece ese precio,
tenderemos a comprar menos importaciones (suponiendo que nuestros precios no cambian). Con otras
palabras, si mejora nuestro tipo de cambio real, tenderemos a importar menos, lo que, dado el precio
internacional de las importaciones, reducirá el valor en dólares de nuestras importaciones. Por último, el
mayor proteccionismo, al elevar el precio de los bienes externos o al reducir el monto de importaciones
de ciertos artículos de manera administrativa, tenderá a deprimir las importaciones. Así:
(22) M* = M*(Y, v, )
En definitiva, podemos expresar la balanza comercial en dólares como:
(23) BC* = BC*(Y*, Y, v, )
con:
BC*, > O, BC*2 < O, BC*3 = 7, BC*4 = 718
Los dos últimos signos están indeterminados debido a que, como dijimos, no sabemos si el valor en
dólares de nuestras exportaciones será mayor o menor si mejora nuestro tipo de cambio real, en tanto que
un mayor proteccionismo reduce la demanda de importaciones pero reduce también nuestras
exportaciones. No nos ocuparemos aquí de los efectos del proteccionismo. Pero sí podemos establecer la
condición para que nuestra balanza comercial mejore cuando el tipo de cambio real se eleva. Ésta es la
conocida condición Marshall-Lerner, que se expresa como sigue:
Ex + EM > 1
Donde Ex es la elasticidad de nuestras exportaciones, y EM la de nuestras importaciones, respecto al
tipo de cambio nominal T, que -con nuestro supuesto de que los precios internos e internacionales son
constantes y de valor unitario- es igual al tipo de cambio real .19
No es seguro que la condición Marshall-Lemer se logre siempre. En primer lugar deben satisfacerse
dos requisitos internos. Por un lado la economía debe contar con la capacidad excedente necesaria para
hacer efectivo el estímulo positivo que la devaluación ejerce sobre las exportaciones, y, por otro lado,
debe contar también con sustitutos para compensar la reducción de las importaciones que la devaluación
tiende a generar con mayor producción interna.
Como argumentamos en el capítulo II, en el corto plazo es más difícil que la condición MarshallLerner se cumpla, incluso si se satisfacen los requisitos internos: el volumen de nuestras exportaciones
comúnmente está predeterminado en un plazo de entre uno y dos trimestres, debido a acuerdos, y lo
mismo sucede con nuestras compras externas. Sin embargo, esta condición probablemente se verifica en
un plazo algo más rezagado: a la larga, en nuestros mercados de exportación se percibirá que nuestros
precios son menores que los de la competencia y los usuarios nacionales de bienes importados también
verán que es más conveniente comprar a los fabricantes nacionales en lugar de importar. En lo que
sigue, asumiremos que la condición Marshall-Lerner se cumple
Después de este rodeo, consideremos nuevamente la ecuación (23)
BC* = BC*(Y*, Y, v, )
Esta ecuación indica que, para valores dados del PIB de nuestros socios comerciales y de protección
del mercado interno, un mayor nivel de PIB nacional (Y) empeorará la balanza comercial a menos que el
tipo de cambio se haga más competitivo. Con otras palabras (y suponiendo que la balanza comercial
mejora cuando el tipo de cambio real sube), si -por ejemplo, gracias a que se aplican políticas expansivaselevamos la producción y el empleo para sostener el nivel de nuestra balanza comercial y no incurrir en
un desequilibrio externo, deberíamos elevar el tipo de cambio real . Como veremos de inmediato, esto
nos enfrenta al problema de que un mayor tipo de cambio real romperá el balance distributivo y tenderá a
precipitar un proceso inflacionario que puede ser explosivo.
La afirmación anterior se puede ilustrar con la figura 5. En ella graficamos tres relaciones en el plano
-E (E= Y). La primera de ellas se refiere al balance distributivo (BD). Como se mostró en la figura
correspondiente, ceteris paribus, para que se mantenga el balance distributivo el tipo de cambio real no se
debe alterar; ese balance se dibuja entonces como una recta horizontal el plano - Y. Por su parte, la
demanda agregada se dibuja con una recta vertical al eje E.
La ecuación (23) indica que si crecen el PIB y el empleo, para que se mantenga el balance
18
19
En que BC*, denota el signo de la primera derivada de BC* respecto a Y*, BC*, el signo de esa derivada respecto de Y, etcétera.
La condición Marshall-Lerner no se enuncia de la misma manera cuando la balanza comercial se expresa en pesos que
cuando se expresa en moneda extranjera (excepto cuando, en el momento inicial, esa balanza está en equilibrio) y su sentido
tampoco es el mismo. En el primer caso esa condición indica una elevación del poder de compra interno obtenida gracias al
intercambio externo: muestra, entonces, un aumento de la demanda externa neta. En el segundo, ella señala una ganancia de las
divisas que se obtienen gracias a ese intercambio: muestra, por ello, un crecimiento de la oferta neta de moneda extranjera.
comercial es preciso que se eleve el tipo de cambio real. Así, la recta que indica el equilibrio del balance
comercial, denotada por BC*, tiene pendiente positiva en el plano - Y. Por encima de BD, la balanza
comercial estaría en superávit: por ejemplo, para un nivel de empleo E0, con un nivel de producción Y0,
si el tipo de cambio real fuera 1, nuestra demanda por importaciones sería menor que la demanda
externa por nuestras exportaciones.
Fig. 5
La contradicción entre el balance externo y el balance distributivo se aprecia claramente en el
diagrama. Por ejemplo, si gracias a la aplicación de políticas macroeconómicas expansivas la demanda y
la producción se elevan de D0 a D1, y el empleo sube de Eo (= Yo) a El (=Y,), la conservación del equilibrio
externo exigirá elevar el tipo de cambio real de 0 a , (por ejemplo, devaluar la moneda nacional). Pero
ello rompería el balance distributivo: deberían caer sea los salarios reales, sea el margen. Si ni los trabajadores ni los empresarios están dispuestos a ceder, se precipitaría un proceso inflacionario.
El desequilibrio externo, la aceleración
de la inflación y la crisis externa
Como acabamos de ver, si se ponen en práctica políticas expansivas (o si la demanda privada crece de
manera espontánea) y el tipo de cambio real se mantiene constante, la economía presentará un déficit
comercial. De mantenerse esa situación de alta demanda y empleo durante varios periodos, ese déficit se
acumulará de manera creciente.20
Como argumentaremos de inmediato, en una economía donde existe libre movilidad de capitales,
pueden ocurrir dos cosas. Un desenlace posible es que el déficit genere presiones hacia la devaluación de
la moneda nacional que a su vez dé origen a tendencias inflacionarias. Alternativamente, puede ocurrir
que la acumulación del déficit precipite una crisis externa.
En el primer escenario si el incremento de la demanda interna está acompañado de, o conduce a una
devaluación que mantenga el equilibrio de la balanza comercial, y si los agentes internos tienen el poder
de mercado suficiente como para intentar recuperar su participación en el producto per cápita, entonces
ocurrirá un proceso inflacionario. La reducción en el salario real efectivo asociada con la devaluación del
peso se vería acompañada por un incremento de las demandas salariales por parte de los trabajadores. Si
20
Es verdad que una situación de elevada demanda y empleo tiende, por otra parte, a estimular crecimientos de la
productividad del trabajo y rebajas de costos que pueden permitir reducir los precios y ganar competitividad. Aquí y en lo que sigue
supondremos que estos "factores compensadores" no bastan para corregir el déficit comercial.
éstos logran hacer efectivas sus demandas y las empresas deciden utilizar su poder de mercado para
recuperar su participación en el producto, los precios aumentarán y se iniciará un proceso de inflación
que podría ser explosivo, como veremos dentro de poco. Sólo si uno de los dos agentes (o ambos) decide
o se ve obligado a reducir su participación en el producto per cápita, una devaluación del tipo de cambio
real tendrá el efecto de conseguir el equilibrio comercial con mayores niveles de empleo y producción sin
inflación creciente.21
Para precisar el razonamiento precedente, conviene antes que nada reproducir la formalización
expuesta en el capítulo II, referido a la determinación del tipo de cambio en una economía con libre
movilidad de capitales.
Cuando los nacionales pueden comprar y vender moneda extranjera (y los extranjeros hacer lo
propio con la nacional), el precio de la divisa se determina en función de la ganancia esperada que ella
ofrezca. El "teorema de la paridad de las tasas de interés" dice que la ganancia esperada por un depósito
en pesos debe ser igual a la ganancia esperada por un depósito en moneda extranjera. Sean  y x y T y
Te las tasas de interés interna e internacional, y el tipo de cambio actual y el esperado, respectivamente.
El teorema se puede expresar como sigue:
(24) x + (Te – T)/T
Esto es, para que se igualen las tasas de ganancia esperadas la tasa de interés en pesos debe
exceder la tasa de interés internacional en un monto equivalente a la tasa de devaluación esperada del
peso.
A partir de esta ecuación, el tipo de cambio actual se determina como sigue:
(25) T= Te/(x+1)
Finalmente, supongamos que los inversionistas que operan con moneda internacional tienen una
cierta expectativa para el tipo de cambio, basada en la posición del déficit comercial acumulado, que
denotaremos por . Esto es, asumamos que ellos suponen que existe un cierto valor "sostenible" de ese
déficit que denotaremos por *, Y comparan el valor actual del déficit acumulado  con ese valor
"sostenible". Aceptemos, finalmente, que el tipo de cambio esperado evoluciona en el tiempo de
acuerdo con el siguiente principio:
(26) dTE/TE =  (-*); > O
Esto es, si el déficit acumulado está por encima de su valor "sostenible", el tipo de cambio esperado
sube, y a la inversa.22
Con base en los principios recién expuestos demostraremos ahora que si todos los agentes internos
toman en cuenta la inflación pasada para reajustar sus demandas, y si el tipo de cambio nominal se
modifica en función de la situación del déficit comercial acumulado, la inflación tenderá a ser creciente.
Consideremos para ello un periodo largo en que los precios han sido estables, en que ha existido
equilibrio distributivo, y en que el déficit acumulado de la balanza comercial está en su nivel de
equilibrio; y analicemos lo que ocurre si en el periodo t0 se produce una reactivación de la economía y un
auge del empleo, que se mantienen de allí en adelante.
La reactivación hace que la balanza comercial se desequilibre. El déficit comercial acumulado 
21
En lo que continúa seguimos de cerca el enfoque adoptado por W. Carlin y D. Sosidce en su libro ya citado.
22
El análisis que sigue no cambia demasiado si suponemos, alternativamente, que los inversionistas tienen una idea respecto al
nivel de equilibrio de largo plazo del tipo de cambio real, y que el tipo de cambio esperado se modifica de acuerdo con la diferencia
entre el tipo de cambio real de equilibrio de largo plazo y el tipo de cambio real actual. Tampoco se altera si suponemos más bien
que es el gobierno quien puede fijar el tipo de cambio, y que lo fija tomando en cuenta un cierto tipo de cambio, o una cierta balanza
comercial, de equilibrio
excederá su nivel de equilibrio, *, el tipo de cambio esperado subirá. De acuerdo con las fórmulas (25)
y (26), en un momento (t1) se elevan el tipo de cambio nominal y real, digamos en 10 por ciento, de 0 a
1. Supongamos además que los márgenes y los salarios reales son rígidos (constantes), y que el
crecimiento esperado de los precios es de cero. Por razones similares a las dadas en ejemplos anteriores,
al inicio del periodo t1 los trabajadores habrán negociado un salario monetario idéntico al que tenían.
Pero los empresarios habrán visto incrementar sus costos 5 por ciento y sus precios también aumentarán
en igual porcentaje.
Como consecuencia de esta inflación no esperada, han ocurrido dos fenómenos.
En primer lugar, si el tipo de cambio nominal se mantiene en T 1, y los precios internacionales p*
son constantes, el tipo de cambio real, definido como  = T(p*/p), habrá caído también a 2, esto es,
será 5 por ciento más pequeño respecto al nivel que tuvo a inicios del periodo t1 (aunque será de todos
modos 5 por ciento superior que la que existía en el periodo t0). Es decir, 2 < 1.
En segundo lugar, el alza de precios de 5 por ciento hará que los salarios reales caigan 5 por ciento.
Supongamos que el nuevo tipo de cambio 2 no equilibra la balanza comercial sino que ese
equilibrio requiere del tipo de cambio . Supongamos también que los trabajadores tienen una capacidad negociadora suficiente como para exigir aumentos de sus remuneraciones. 23
Así, al inicio de t2 volverá a ocurrir una devaluación, ahora de 5 por ciento, y al mismo tiempo los
asalariados demandarán un alza de sus salarios nominales de 5 por ciento. De nueva cuenta, en t2
aumentarán los costos en 5 por ciento, y debido a ello los precios volverán a subir 5 por ciento. Así,
tanto en t1 como en t2 tendremos la misma tasa inflacionaria. La inflación inercial será constante. Sin
embargo, los salarios reales, y el tipo de cambio real, seguirán por debajo de su nivel de equilibrio.
Al principio del año t3 el peso se volverá a devaluar, y los trabajadores también demandarán un
reajuste para recuperar la pérdida de su poder adquisitivo perdido. Si ellos no anticipan que vuelva a
ocurrir inflación, ese reajuste será de 5 por ciento. Esto hará subir los costos y precios, con lo cual no
lograrán el salario real deseado, y el tipo de cambio real volverá a caer por debajo de su equilibrio. En
consecuencia, volverá a devaluarse, con efectos inflacionario s y sobre los salarios. De manera que a la
larga los trabajadores comenzarán a anticipar la inflación pasada y a incorporarla en sus demandas
salariales.
Podemos suponer entonces, sin pérdida de generalidad, que ya en el año t3 los trabajadores
anticipan la inflación. Esto es, ese año la demanda de reajuste y la devaluación serán no de 5 por ciento
(que es lo que se redujeron el tipo de cambio real y los salarios reales respecto de sus niveles "deseados"
a lo largo del año t2), sino de ese monto más la inflación esperada. Supongamos que los trabajadores y
los inversionistas que operan con divisas proyectan hacia adelante la inflación del año anterior. Como
ésta fue de 5 por ciento en t2, la demanda de aumento salarial, y la devaluación, a inicios de t3 serán de
10 por ciento.
Como resultado, durante el año t3 los costos directos aumentarán 10 por ciento (frente a 5 por ciento
de t2), y en esta misma proporción se elevarán los precios y caerán los salarios reales y el tipo de cambio
real. A raíz de ello, a inicios de t4, ocurrirán una nueva devaluación y una nueva negociación salarial. En
ésta lo más probable es que nuevamente los trabajadores y los inversionistas proyecten la inflación
ocurrida en el periodo anterior, y que por tanto la devaluación y el reajuste salarial serán de 15 por ciento
(5 por ciento para recuperar la pérdida, más 10 por ciento de inflación esperada). Pero como
consecuencia, en t4 la inflación será de 15 por ciento, que es el porcentaje en que subieron los costos.
Como vemos, bajo supuestos bastante razonables se puede argumentar que un desequilibrio
comercial persistente dará origen a devaluaciones continuas. Las devaluaciones tenderán a generar una
inflación creciente (5 por ciento en t2, 10 por ciento en t3 y 15 por ciento en t4),, si los salarios y márgenes
son rígidos y si el tipo de cambio nominal se ajusta de manera tal que mantenga un cierto nivel de
"equilibrio" de la balanza comercial. La única forma de detener la inflación será que una de las partes
ceda respecto a su participación en el producto; esto es, que caigan sea el margen, los salarios, o que se
contraigan de nueva cuenta los niveles de actividad económica y de empleo, y que la balanza comercial
retorne por esta vía a su nivel original.
La conclusión no cambia si suponemos que , es el tipo de cambio que equilibra la balanza comercial. el supuesto que sí es
crucial es que los salarios y los márgenes son rígidos
23
Como dijimos, es posible pensar en un desenlace alternativo para un desequilibrio de la balanza
comercial, en donde ese desequilibrio tiende a dar origen a una crisis externa.
Para examinar esta segunda posibilidad consideremos una situación en la cual no existe un valor de
referencia aceptado para ciertas variables relevantes (por ejemplo, el déficit comercial acumulado
"sostenible"), y donde las expectativas no son independientes entre los inversionistas, sino bastante “...
asimétricas, lo que hace a una persona el imitador de la otra, el imitado o líder de opinión". En esta clase
de situación:
Habrá un agrupamiento de expectativas alrededor de líder de opinión. Estos agrupamientos de
expectativas frecuentemente serán inestables en la medida que se desplazan a nuevos líderes. Si la
imitación se concentra y conduce a aglomeraciones en una u otra dirección, el mercado llegará a
deprimirse o reactivarse según el caso... La pérdida de independencia más extrema ocurre en una
quiebra. En este caso, una opinión ha llegado a ser dominante, y la otra condición para un estado
estable - la existencia de una convicción en un cierto valor límite o estándar- también ha
desaparecido. 24
Bajo este tipo de situaciones, el valor esperado para el tipo de cambio nominal puede cambiar
abruptamente. Esto puede ser representado suponiendo, por ejemplo, que TE cambia en el tiempo de
acuerdo con:
(27)
dT E

TE
ξ para  < 
para  ≥ * , » ξ
Esto es, el tipo de cambio nominal esperado se incrementa a una tasa más bien baja, ξ, 25
conduciendo a una depreciación moderada del tipo de cambio corriente, en tanto el déficit comercial
acumulado, , permanezca abajo de cierto valor * -e.d. por debajo del déficit comercial acumulado
"sostenible".26 Pero cuando este valor se excede, el tipo de cambio esperado se incrementa a una tasa
mucho mayor, .
Si las autoridades monetarias no intervienen, las reservas cambiarias disminuirán y, a la larga, el tipo
de cambio corriente se depreciará en una proporción elevada. Alternativamente, las autoridades
monetarias pueden elevar la tasa de interés interna, de manera que se eleve el tipo de cambio nominal
corriente; pero el incremento en la tasa de interés doméstico capaz de estabilizar la situación podría llegar
a ser muy alto.
Cualquiera que sea el caso, el análisis precedente muestra que un déficit comercial persistente puede
dar origen a una crisis externa, y más precisamente a una crisis cambiaria. Durante una primera etapa no
aparecen síntomas evidentes de que se están creando las condiciones para esa crisis, porque el tipo de
cambio se deprecia lentamente, si es que lo hace. Pero en un determinado momento, cuando se excede un
cierto límite -que, como ya dijimos, también puede cambiar drásticamente de un día para otro- el déficit
comercial acumulado dejará de ser "sostenible" y el tipo de cambio esperado se elevará de manera
brusca. Las autoridades no podrán sostener el valor de la moneda nacional salvo elevando de manera
brutal la tasa de interés interna; lo que tenderá a deprimir la demanda interna. Es más, es también posible
que incluso un alza fuerte de la tasa de interés no baste y que de todas maneras la moneda nacional se
devalúe mucho. Entonces, al igual que en el caso analizado anteriormente, los costos internos de los in
sumas importados se elevarán, y con ellos subirán los precios. Esto último dará origen a demandas
salariales en ascenso y se producirá una situación de alta inflación.
Así pues, el dilema de política para la economía se encuentra resultado en la figura 5. Un más alto
24
J. Steindl, Economic Papers 1941-1988, St. Martin's Press, Nueva York, 1990, pp. 384-385
Por ejemplo ξ, puede ser igual, o menor, que la tasa de inflación rezagada.
26
Hay que decir que el déficit comercial "sostenible" está basado puramente en convenciones. Por ello mismo, puede cambiar
abruptamente de un día para otro.
25
nivel de demanda, capaz de elevar la producción y absorber el desempleo, generará un déficit comercial
que lleva a una elevación del tipo de cambio real o a una crisis externa. El problema fundamental es que
en ese mayor nivel de producción los trabajadores y las firmas demandan y son capaces de conseguir una
participación en el producto per cápita constante, pero que de todas maneras es demasiado alta para hacer
a las exportaciones suficientemente competitivas como para equilibrarse con las importaciones.
Por tanto, como se observa en el diagrama, será imposible para la economía sostener, en el largo
plazo, un incremento del empleo con salarios y márgenes constantes: uno de los dos o ambos tendrán que
variar para permitir el crecimiento de la producción y empleo sin la necesidad de enfrentar un problema
de déficit comercial y de devaluaciones en serie o abruptas. 27
En términos de política, por consiguiente, sólo puede conseguirse un nivel de producción y empleo
más alto que sea sostenible en el largo plazo, a través de políticas que desplacen hacia arriba la curva BD
(que hagan variar el margen o los costos salariales) o hacia abajo la curva BC: esto es, que permitan
mantener el balance distributivo con un tipo de cambio real más alto; y por lo tanto con salarios reales
y/o márgenes más pequeños.
Los cambios de la curva BC remiten sobre todo a la política comercial (grado y mecanismos de
protección del mercado interno, acuerdos comerciales con otros países o regiones, etcétera) y no los
estudiaremos aquí. Sin embargo, en la próxima sección estudiaremos brevemente y a un nivel muy
general, los cambios de la curva BD, referidos al balance distributivo.
EL PLENO EMPLEO, EL MARCO INSTITUCIONAL
Y LAS POLÌTICAS ESPECÍFICAS
Como acabamos de ver, el principal problema de una economía abierta es que una reactivación de la
producción que conduzca al pleno empleo tiende a deteriorar la balanza comercial. Para evitar ese
deterioro debería elevarse el tipo de cambio real; pero si ocurre esto último surgirán presiones
inflacionarias, ya que los salarios, los márgenes o ambos tendrían que caer por debajo de sus valores de
"equilibrio".
Ahora bien, es preciso destacar, antes que nada, que en un marco institucional distinto, las opciones
posibles para el manejo de la demanda pueden ser muy superiores. Por ejemplo, la fijación y el control
sobre los precios puede impedir, o evitar, que sean inflacionarias. De otra parte, el control sobre el
movimiento de capitales y/o el establecimiento de un tipo de cambio dual-uno para la cuenta corriente y
otro para la de capital- puede limitar los efectos perniciosos de la especulación contra la moneda
naciona1.28
De otra parte, si se eleva el tipo de cambio real para hacer sostenible la balanza comercial con
mayores niveles de producción y empleo, y la necesaria reducción de los salarios y de los márgenes no
genera demandas compensatorias de parte de obreros y patrones, no ocurrirán presiones inflacionarias y
será posible, en principio, acercar la economía hacia el pleno empleo.
La denominada "política de ingresos" busca precisamente establecer instrumentos y crear
instituciones y formas de acuerdo para que los trabajadores moderen sus demandas de salario. 29 El
instrumento al que más se ha recurrido, o que más atención ha recibido por parte de los economistas, es el
impuesto que se cobra a las empresas que reajustan los salarios que pagan por encima de una determinada
"norma", establecida por el gobierno, eventualmente en acuerdo con los empresarios y sindicatos. En otro
capítulo de este libro se estudian estas políticas de ingresos.
27
El nivel de desempleo (y por tanto también el nivel de producción y empleo) al que se establece el equilibrio distributivo, se
denomina en la literatura anglosajona NAIRU (Non Accelerating Rate of Unemployment).
28 El control de precios se usó en todas las democracias capitalistas avanzadas durante la Segunda Guerra Mundial y la
inmediata posguerra (véase por ejemplo J.K Galbraith, A theory of Price control, Harvard University Press, 1952). El control
cambiario también, y de hecho sólo a comienzos de la década de los sesenta o setenta se eliminó o redujo en algunos de esos países.
Otros -por ejemplo Suecia-lo eliminaron apenas en los ochenta. En otros aún sigue vigente (Italia).
29
No parecen existir situaciones en que se controlen también los márgenes. Al parecer, el supuesto implícito es que en una
economía abierta los márgenes se controlan gracias a la competencia que ejercen los bienes importados. Diversas investigaciones
empíricas demuestran que este supuesto parece ser válido. Para el caso de México véase por ejemplo J. López, M. Puchet y J.
Sánchez, Los márgenes de beneficio en la industria manufacturera mexicana. Un estudio econométrico, Maestría en Ciencias
Económicas, UNAM, 1996, Economía Aplicada, núm. 22
El último tipo de políticas específicas al que nos referiremos aquí son los subsidios que se otorgan a
las empresas cuando contratan trabajadores por encima de determinada norma: los "subsidios al empleo
marginal" (por ejemplo, se subsidia a las firmas que emplean más trabajadores que el año o el mes
pasados). En consecuencia, los costos unitarios laborales se reducen en un cierto porcentaje, tanto mayor
cuanto más alto es el incremento de la ocupación.
Es fácil demostrar que estos subsidios tenderán a estimular rebajas de precios y/o a elevar la oferta y
el empleo. Los menores precios, a su vez, contribuirán a ampliar la demanda (suponiendo que el gobierno
no reduce su gasto) y a mejorar nuestra competitividad.
Para demostrar lo anterior conviene diferenciar dos clases de sectores de actividad económica o de
fumas. Por un lado está el sector que compite -o puede competir en el muy corto plazo- directamente con
los productores externos, sea en el mercado interno o en el mundial que se denominará el "sector
abierto". En este sector se puede aceptar que el precio de venta está dado. Se asumirá también, para
simplificar, que para este grupo la curva de demanda puede considerarse infinitamente elástica al precio
dado exógenamente. Esto es, en este sector se cumplen aproximadamente las condiciones normalmente
asociadas con la competencia perfecta.
Por otro lado se supondrá que los productores que no compiten con los externos -denominado "sector
cerrado"- se encuentran en una situación de oligopolio y enfrentan una curva de demanda asociada
negativamente con el precio. Se puede aceptar que para ambos sectores la curva de oferta tiene pendiente
positiva en el plano precio-producción.
Consideremos primero el sector abierto. En un capítulo anterior de este libro se demostró que en
condiciones de competencia perfecta, la producción y empleo de equilibrio se alcanzan cuando se cumple
la condición:
p = (l/π)(w + m)(k{(dp/dk) + (dσ/dk)} + (p+σ)]
Donde p es el precio, π la productividad del trabajo (que suponemos constante), w el salario, m el
consumo de materias primas por trabajador,  la tasa de interés, σ la prima de riesgo, k ( ≡ L(w + m)) la
inversión en capital de trabajo, y suponemos que:
(dp/dk) > O, (dσ/dk) > O
Con base en la ecuación anterior, resulta fácil observar de manera intuitiva que un subsidio que
rebaje el salario que paga el empresario, tenderá a elevar el empleo y la producción.
En efecto, supóngase que la empresa ha decidido un cierto volumen de inversión k0 y de empleo Lo.
Puede verse que un descenso del salario tendrá un doble impacto sobre el lado derecho de la ecuación.
Por una parte reducirá de manera directa el valor de w. Pero, además, al disminuir k (para L dado)
provocará una caída de p y de σ. Para restablecer el equilibrio, el empresario se verá estimulado a elevar
p y σ, lo cual lo llevará a aumentar k y L. Dada la productividad del trabajo, ello generará un aumento de
la producción.30
El análisis del sector cerrado es más sencillo ya que podemos suponer que en él el precio se
establece añadiendo un margen al costo unitario de producción. El subsidio reducirá ese costo, lo que
hará que bajen los precios. Los menores precios harán que crezca la demanda interna, en especial la de
los asalariados, y (para un tipo de cambio nominal dado), que suba el tipo de cambio real y mejore
nuestra balanza comercia].31
Podría surgir aquí la pregunta de cómo financiar estos subsidios. Pues bien, antes que nada, habría
que decir que al menos en parte, ellos se pagan solos. La razón es que la mayor producción implica
30 La conclusión sigue siendo válida si se supone, con más realismo, que en lugar de optimizar su función de ganancia, el
empresario determina más bien su empleo buscando mantener una cierta tasa de endeudamiento "normal".
31
Tanto en este caso como en el anterior del sector abierto, simplificamos algo al suponer que un subsidio se traducirá
automáticamente en menores precios. Seguramente que en la realidad las cosas pueden no ocurrir así, y deberían entonces buscarse
mecanismos que aseguren la rebaja de los precios.
mayores salarios y ganancias, y dada una tasa de tributación, los ingresos fiscales aumentarán junto con
los subsidios. Si los recaudas fiscales adicionales no bastaran para pagarlos, es obvio que en México -y
no sólo aquí- es posible, e incluso indispensable dado lo concentrado que se encuentra el ingreso, aplicar
impuestos adicionales a los sectores más adinerados de la población. Pero incluso si esto último no fuera
viable políticamente y la aplicación de subsidios generara un déficit público, no habría razón para
preocuparse demasiado. Después de todo, el problema de un déficit es que éste puede provocar presiones
inflacionarias y un empeoramiento del desequilibrio externo. Pero un déficit que apoya las rebajas de
costos y precios, obviamente, no tendría estas consecuencias negativas.
En conclusión, vemos que los subsidios al empleo marginal pueden constituirse en un instrumento
importante para contribuir a la absorción de la desocupación, por sí mismos o como apoyo a políticas
macroeconómicas expansivas. En otro capítulo de este libro se analizarán estos subsidios de manera más
detallada.
SÍNTESIS y CONSIDERACIONES FINALES:
Podemos concluir reiterando lo que afirmamos al comienzo de este trabajo. Con políticas
macroeconómicas adecuadas se podrían elevar los niveles de producción para estimular mayores niveles
de empleo. Sin embargo, ello no siempre permitirá resolver los problemas del desempleo de manera
estructural. Lo más probable es que el resultado de esas políticas sea una mayor inflación, una balanza
comercial deficitaria, o una combinación I ambos tipos de desequilibrio. Con otras palabras, los peligros
as ciados con el déficit comercial, y con la inflación, constituyen 1os dos limitantes más importantes que
enfrentan las políticas pleno empleo.
Ahora bien, lo anterior no equivale a sostener que no será posible, mediante reformas institucionales
y un conjunto de políticas económicas adecuadas, reactivar la economía y absorber total o parcialmente
la desocupación.
En primer lugar es posible pensar en la institución de c troles sobre los precios y sobre el mercado
de divisas, de mar tal que moderen las presiones inflacionarias y limiten seriamente la especulación
cambiaria.
Además de ello las políticas globales se pueden complementar con políticas más específicas que
contribuyan a rebajar los costos de las empresas, y con ello a moderar las presiones inflacionarias y a
ganar competitividad.
Por ejemplo, bajo ciertas condiciones y con ciertos compromisos, pueden establecerse instituciones
y formas de negociación y concertación entre los principales agentes -empresas, trabajadores, gobiernode manera de los empresarios, trabajadores y gobierno moderen sus demandas respecto a los márgenes,
los salarios y los impuestos.
Una línea de política adicional, que consideramos de mucho mayor importancia, es la de subsidiar el
empleo nuevo que generan las empresas. Esta política rebaja los costos salariales unitarios y, gracias a
ello, permite rebajar los precios y mejorar la competitividad de la producción nacional sin que caigan los
márgenes ni los salarios. En consecuencia, hace posible expansiones de la producción y del empleo que
no conduzcan a una mayor inflación ni al empeoramiento de las cuentas externas: la mayor competitividad hace posible mantener en equilibrio la balanza externa con un mayor nivel de producción y de
empleo.
En definitiva, incluso cuando existen capacidades productivas desaprovechadas, como es hoy el
caso de México, el libre mercado no asegura la ocupación total de los trabajadores que desean ocuparse.
Pero el Estado cuenta con instrumentos poderosos que le permitirían abatir la desocupación y,
eventualmente, lograr el pleno empleo.
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