CONFLICTOS ENTRE SIGNOS DISTINTIVOS Y NOMBRES DE DOMINIO EN INTERNET Antonio Doñaque Sola (*) (*) Abogado y Agente de la Propiedad Industrial, colabora con LEX –GRUPO Abogados en asuntos fundamentalmente relacionados con la protección de los Derechos de Propiedad Intelectual e Industrial. El nombre de dominio es fundamentalmente una clave que permite la localización de un terminal, o dicho en otros términos, constituye un expediente técnico alfanumérico dentro de un sistema telemático, siendo a su vez, el recurso técnico básico para la conexión, participación y navegación por las autopistas de la información. Se podría decir que esta dirección alfanumérica es la que posibilita la comunicación en Internet. Dentro del conjunto que conforma la dirección electrónica, tenemos que distinguir dos niveles diferentes: A) Al primer nivel se le identifica genéricamente, bajo las siglas TLD que responden al acrónimo de TOP LEVEL DOMAIN. Este nivel engloba términos muy amplios que distinguen actividades desarrollados por personas o instituciones de todo el mundo. En la actualidad están reconocidos los llamados.com/. gov/.mil/.edu/.net/.int. Además existen otras abreviaturas que hacen referencia al carácter geográfico o nacional y que se conocen por Country Code TLD B) El segundo nivel corresponde al llamado SLD Second Level Domain y que constituye la clave alfanumérica elegida por el usuario Efectivamente, en el seno de los SLD es donde reside el conflicto con los signos distintivos tradicionales, tales como marcas, nombres comerciales y rótulos, con independencia del alcance que puedan tener a los signos distintivos de la personalidad o de títulos de obras del intelecto. El problema que se nos plantea tiene un origen ciertamente coloquial, por cuanto que en definitiva un dominio responde a una clave alfanumérica trazada mediante un sistema binario, pero este sistema de identificación planteaba unos serias dificultades para el mercado y para los propios usuarios, ya que resultaba muy complejo para los internautas, recordar una clave de estas características, que puede llegar a tener hasta sesenta y tres caracteres, razón por la cual los investigadores desarrollaron un sistema de conversión de estas farragosas claves alfanuméricas en un sistema de conjugación de palabras y signos elaborados dentro de un esquema similar, es decir, mediante combinaciones binarias. Resulta importante destacar, con carácter previo a otras consideraciones, las grandes diferencias formales y materiales que existen entre los signos distintivos tradicionales y los nombres de dominio en el ámbito de su registro. Obviamente, los requisitos objetivos y subjetivos que se exigen para obtener uno y otro registro son muy distintos, existiendo un mayor control y seguridad en el tráfico jurídico en aquello que respecta a los signos distintivos tradicionales, así como a la identificación del órgano que otorga uno y otro derecho. FIRST COME FIRST SERVED. Este principio general del lenguaje y costumbre informático responde a la liberalidad del mercado, es decir, a dotar al mercado de una agilidad hasta entonces inexistente, otorgando a los particulares la posibilidad de registrar inmediatamente su nombre de dominio, con la única salvedad y comprobación de que no existe ningún otro SLD dentro del genérico TLD en el que se pretenda su inscripción, razón por la cual puede darse, y de hecho es habitual, que un mismo SLD se encuentre de manera idéntica registrado bajo otro TLD. Internet es un fenómeno social multifuncional de dimensiones gigantescas que ha generado y genera diariamente una serie de expectativas que el ordenamiento jurídico no contempla, presentándose supuestos ilícitos de difícil solución, bien por las propias características del supuesto o bien por la ausencia de legislación aplicable o tan solo por problemas jurisdiccionales. Un nombre de dominio presenta, a priori, una naturaleza híbrida, por cuanto que conjuga la naturaleza técnica propia de una dirección electrónica, con la naturaleza jurídica propia de un signo distintivo y este doble aspecto del nombre de dominio viene a generar una conflictividad inexistente hasta el momento en el mercado, que requiere de mecanismos jurídicos capaces de solventar las cuestiones que se puedan plantear. En este sentido, habida cuenta de la transmutación que han sufrido los nombres de dominio por la propia dinámica del mercado, se producen numerosos supuestos de asociación, confusión o error en el consumidor, que inciden en las premisas que desde la esfera objetiva determinan la convivencia y compatibilidad de los signos distintivos en el mercado. Los problemas que se pueden plantear pueden ser de distinta índole y naturaleza, si bien los más comunes responden a la identidad de nombres de dominio con signos distintivos de cierta notoriedad. El principio general de FIRST TO FILE (el primero que llega) quiebra las garantías jurídicas, por cuanto que promueve conductas antijurídicas que son difíciles de resolver, al menos de una forma inmediata, si bien las condiciones objetivas exigidas para la obtención de un nombre de dominio, se refieran únicamente a la buena fe del solicitante de tal registro, aunque, paradójicamente, la buena o mala fe responde a un elemento subjetivo en la conducta del sujeto. En este sentido se han tratado de desarrollar mecanismos jurídicos que permitan cercenar la piratería llamada Cyberpiracy, la especulación Cybersquatting o el almacenamiento de direcciones para su venta Warehousing. Los mecanismos establecidos representan las herramientas judiciales tendentes a sancionar conductas antijurídicas e ilícitas, de tal manera que se pueda conseguir la supresión de un nombre de dominio, que constituya una identidad con un signo distintivo debidamente protegido y registrado. En un principio se pensó que obligando al titular del nombre de dominio a satisfacer unos pagos anuales para mantener su derecho, Domain Grabbing al igual que ocurre con los signos distintivos tradicionales se iba a aliviar este síntoma. Sin embargo este mecanismo no ha impedido que se vengan manteniendo los problemas especulativos y que existan unas figuras empresariales que registran dominios para su venta a precios astronómicos, los llamados DOMAIN DEALERS. En definitiva es un método de especulación que se encuentra en el límite de la legalidad y donde difícilmente puede operar el elemento subjetivo de la buena o mala fe registral, ya que en cualquiera de los casos se trata de un tercero adquirente de buena fe. Efectivamente, el poder coercitivo de la Ley ha avanzado enormemente con la aplicación de las medidas cautelares previstas en nuestro ordenamiento jurídico y más concretamente en la vigente Ley de Enjuiciamiento Civil, que dota a los jueces de unas herramientas que permiten perseguir y cercenar los ilícitos y las conductas antijurídicas que se pudieran producir. En cuanto respecta a la jurisdicción aplicable, parece ser que existe un consenso en la comunidad internacional que entiende que resultan competentes para conocer los litigios en esta materia a los tribunales del territorio en el que se haya producido el hecho dañoso. Así lo viene interpretando la doctrina comparada, habiendo sido los franceses los tribunales pioneros en defender esta tesis, resultando de aplicación la lex loci delicti conforme a la competencia jurisdiccional mencionada. En definitiva, podemos concluir que un nombre de dominio de internet no es un signo distintivo, aunque aparente y materialmente así se comporte en el mercado, y que este registro no otorga un derecho exclusivo ni un derecho de la personalidad sobre el mismo, más allá del propio funcionamiento técnico de la red.