Contrato de trabajo. Extinción por despido. Fuerza mayor o falta o disminución de trabajo. Configuración. Riesgo de empresa. Salomone Blanca Antonia c/Club Atlético Atlanta s/despido, C.N.A.T., Sala III, 16/7/04. En la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, a 16/7/04 reunidos en la Sala de Acuerdos, los señores miembros integrantes de este Tribunal, a fin de considerar el recurso deducido contra la sentencia apelada, se procede a oír las opiniones de los presentes en el orden de sorteo practicado al efecto, resultando así la siguiente exposición de fundamentos y votación. La doctora Porta dijo: Contra la sentencia de la instancia anterior se alza la parte demandada a tenor del memorial que luce a fs. 197/200, que recibiera réplica de la contraria a fs. 206/207. El Sr. perito contador apela sus honorarios por reducidos (fs. 205). La accionada se agravia porque considera que la sentenciante, sobre la base de una errónea apreciación de los hechos y de las pruebas producidas en la causa, concluyó que no logró acreditar la causal de fuerza mayor que invocara para despedir a la actora. Es mi criterio, como reiteradamente lo sostuviera, que la empresa por su propia naturaleza, debe asumir ciertos riesgos; por ello, considero que la invocación genérica de los hechos efectuada por la demandada como eximente de su obligación de dar ocupación, no son sino expresión del llamado “riesgo de empresa” el cual, como es lógico, debe asumir el empleador y que por lo tanto no puede recaer sobre los trabajadores (ver al respecto, entre otras, SD 71.804 del 28/6/96, “in re” “Duarte Eva Liliana c/Porta Carlos Alberto s/despido”, del registro de esta Sala). En el derecho laboral el caso fortuito o fuerza mayor debe ser considerado por el juzgador con sujeción a las circunstancias concurrentes en cada caso y teniendo en cuenta que la falta o disminución de trabajo no haya podido preverse o que prevista no haya podido evitarse, extremos que no se acreditaron en la causa en estudio (Fallo Plenario 24, del 8/3/55, en autos “Menéndez Manuel y Otros c/Peirano Ltda. S.R.L.”). A su vez ambas causales tienen en común la ajenidad del evento ya que no se puede pretender que alguien excuse el cumplimiento de los deberes a su cargo con su propia negligencia, la ley alude a tal característica al requerir que se trate de falta o disminución del trabajo “no imputable al empleador” (arts. 219 y 247 de la L.C.T.). Tales normas no hacen más que receptar una antigua decisión plenaria en tal sentido (Fallo Plenario 25, del 23/3/55, en autos “Hennse Samuel y Otros c/Laudrok y Cía. S.R.L.”, pub. en L.L. 78-174 y D.T. 1955-239). En el caso, la accionada no arrimó ninguna prueba tendiente a demostrar que la invocada caída de sus ingresos por la pérdida del número de socios fuera un hecho imprevisible y que no le fuera imputable, ya que dicha situación bien pudo tener su origen en comportamientos propios y específicos de la misma (valor de las cuotas, calidad y cantidad de los servicios ofrecidos, etc.) y por consiguiente, debió acreditar de qué manera enfrentó el acontecer conflictivo, analizada la conducta desde la óptica de un empresario eficiente. Destaco también que la empresa ni siquiera invocó en el responde cuáles fueron las medidas que adoptó para enfrentar aquella situación de crisis (fs. 36/40). En consecuencia, la accionada no logró demostrar los extremos que señalara, como tampoco que hubiera respetado el orden de antigüedad al disponer los despidos, no invocó tampoco que hubiera hecho uso de las facultades que le otorgan los arts. 219 y 221 de la L.C.T. – suspensiones por fuerza mayor–, ni del procedimiento preventivo de crisis previsto en la Ley 24.013. Por estas razones, concluyo que en el caso no se configuró la situación de excepción que torne aplicable lo normado por el art. 247 de la L.C.T., por lo que propondré confirmar el fallo recurrido en este aspecto. Tampoco asiste razón al recurrente respecto a que no debe computarse el primer período trabajado por la actora con anterioridad al 24/9/91 (fecha de quiebra), a los fines de calcular la indemnización por despido, pues conforme lo establece el art. 18 de la L.C.T. “... se considerará tiempo de servicio efectivamente trabajado desde el comienzo de la vinculación, el que corresponda a los sucesivos contratos a plazo que hubieren celebrado las partes y el tiempo de servicio anterior, cuando el trabajador cesado en el trabajo por cualquier causa reingrese a las órdenes del mismo empleador”. Por ello, cualquiera sea el motivo del cese, cuando se celebra un nuevo contrato de trabajo con el mismo empleador, el trabajador acumula la antigüedad ganada durante la vinculación previa, a la que se genera en la subsiguiente relación ( en igual sentido, Sala VI, SD del 17/4/90, publicado en TySS 1990-818). Asimismo, conviene destacar que la empleadora no invocó en el responde ni tampoco al expresar agravios que la actora hubiera percibido, en concreto, una suma de dinero en concepto de reparación por la extinción del vínculo habido con anterioridad, lo cual impide realizar la deducción prevista por el primer párrafo del art. 255 de la L.C.T. Por todo ello, propongo confirmar en el punto la sentencia de grado. Igual suerte correrá el agravio por la condena al pago de los salarios por el período de marzo de 2000 a julio de 2001, ya que, en primer lugar, la demandada no acreditó su pago por medio de recibos suscriptos por la trabajadora ni exhibió dichos recibos de sueldo al sr. perito ni tampoco exhibió el libro previsto en el art. 52 de la L.C.T., por lo que la cancelación de tales créditos no fue demostrada por la obligada (conf. arts. 138, 140, 142 de la L.C.T.). Por otra parte, es mi criterio que no puede considerarse que dichos salarios fueron abonados por el solo hecho de que la actora no ha cuestionado la falta de pago de tales remuneraciones de modo contemporáneo, ya que el paso del tiempo y el silencio del trabajador no pueden ser valorados como renuncia a derechos conferidos por la ley en el marco del contrato celebrado por las partes y en virtud de lo dispuesto por el art. 260 de la L.C.T. se encuentra facultado a reclamar las diferencias salariales a las que se considera asistido de derecho (arts. 58, 259, 1, 12 y concs. de la L.C.T.; en igual sentido, SD 75.064, del 29/10/97 en Autos “Colettis Jorge Carlos c/A.F.J.P. S.A.”, del registro de esta Sala). En consecuencia, corresponde confirmar en el punto la sentencia de grado. Igual temperamento cabe adoptar respecto al incremento indemnizatorio previsto por el art. 45 de la Ley 25.345, pues conforme surge de Autos la actora en reiteradas oportunidades intimó a la entrega de los certificados previstos por el art. 80 de la L.C.T, y por otro lado la demandada en sus misivas indicó que los certificados en cuestión se encontraban a disposición de la actora (ver fs. 3/7). Cabe señalar, que la entrega de tales certificados al dependiente en oportunidad de la extinción de su relación laboral, es una obligación del empleador que debe ser cumplida en forma inmediata a la desvinculación (esto es, en el tiempo que razonablemente puede demorar su confección). No hay razones pues, para considerar que el cumplimiento de esta obligación dependa –en lo que se refiere a su aspecto temporal– de que el trabajador concurra a la sede de la empresa o establecimiento a retirar los certificados, sino que corresponde entender que, en caso de que así no ocurra, el empleador debe, previa intimación, consignar judicialmente los certificados (en igual sentido, SD 83.713 del 18/6/02 en autos “Martínez María Jimena c/Kapelusz Editora S.A.”, del registro de esta Sala). Por lo expuesto, también auspicio confirmar en el punto la sentencia de grado. La demandada se queja por la tasa de interés que la Sra. Juez ordenó aplicar desde la exigibilidad de cada crédito. Al respecto cabe señalar que esta Cámara mediante el Acta 2155 de fecha 9/6/94, fijó por mayoría, para los créditos laborales una tasa del 12% anual, como el parecer expresado tiene en la especie efectos semejantes a los de un plenario virtual, razones de seguridad jurídica y economía procesal me llevan a propiciar que en el caso se impongan estos intereses hasta el 31/12/01 y que, a partir del 1/1/02, se aplique la tasa activa fijada por el Banco de la Nación Argentina para el otorgamiento de préstamos, tal como resulta del Acta 2357, del 7/5/02 de esta Cámara. Por todo lo expuesto, propongo confirmar la forma en que han sido impuestas las costas, pues no encuentro motivo para apartarme al principio general que rige la materia y así propicio imponer las de esta alzada a la demandada vencida (art. 68 del C.P.C.C.N.). La demandada se agravia de la totalidad de los honorarios regulados en la instancia anterior por considerarlos elevados, en tanto el Sr. perito contador apela los suyos por reducidos. En atención al resultado del pleito, a la calidad y extensión de las tareas desempeñadas por los profesionales intervinientes y a lo dispuesto en el art. 38 de la Ley 18.345. arts. 6, 7, 8, 9, 19, 37, 39 y concs. de la Ley 21.839 y demás normas arancelarias vigentes, considero que tales honorarios resultan equitativos, por lo que propicio su confirmación. Asimismo auspicio regular los honorarios de los profesionales firmantes de fs. 197/200 y de fs. 206/207, en el 25% de lo que en definitiva, les corresponda percibir por sus trabajos ante la instancia previa. En definitiva –y por lo que antecede– voto por: I. Confirmar la sentencia de grado en lo principal que decide y modificar los intereses en la forma dispuesta precedentemente. II. Mantener la imposición de costas y las regulaciones de honorarios practicadas en la instancia anterior. III. Imponer las costas de esta Alzada a cargo de la demandada. IV. Regular los honorarios de los profesionales firmantes de fs. 197/200 y de fs. 206/207 en el 25% de lo que, en definitiva, les corresponda percibir por sus trabajos ante la instancia previa. El doctor Guibourg dijo: Que adhiere al voto que antecede por compartir sus fundamentos. Por todo ello, EL TRIBUNAL RESUELVE: I. Confirmar la sentencia de grado en lo principal que decide y modificar los intereses en la forma dispuesta precedentemente. II. Mantener la imposición de costas y las regulaciones de honorarios practicadas en la instancia anterior. III. Imponer las costas de esta alzada a cargo de la demandada. IV. Regular los honorarios de los profesionales firmantes de fs. 197/200 y de fs. 206/207 en el 25% de lo que, en definitiva, les corresponda percibir por sus trabajos ante la instancia previa. Regístrese, notifíquese y oportunamente devuélvase.