Estrategia antiinflacionaria.

Anuncio
Año 19 - Edición Nº 131 - 18 de Diciembre de 2013
Una Argentina Competitiva, Productiva y
Federal
Para estabilizar su economía, la Argentina deberá
recurrir a un plan inédito (por la combinación de
inflación ascendente, restricción externa y
distorsión de precios relativos)
Jorge Vasconcelos
Resumen Ejecutivo
La Argentina no tiene sólo un problema inflacionario. Exhibe también un severo
problema de precios relativos que, si no es resuelto, acentuará las restricciones
externas y fiscales que hoy atenazan a la economía. El set de precios relativos de su
mercado interno se encuentra notablemente desfasado del mercado internacional, o
del mercado interno de países comparables. La distorsión de precios relativos genera
incentivos
contrarios
a
la
producción
de
bienes
y
servicios
transables
internacionalmente, por lo que el país está estancado en su participación en el
mercado mundial y, al mismo tiempo, luego de haber alcanzado un pico en 2008, el
nivel de apertura de la economía se ha venido recortando año tras año, trabando la
posibilidad de resolver la restricción con un aumento sostenido de exportaciones. A su
vez, la diferencia entre precios y tarifas vigentes para los bienes y servicios públicos y
los costos de producirlos se amplía año a año, haciendo que en 2013 la masa de
subsidios alcance una cifra equivalente a 5 puntos del PIB. Sin embargo, los subsidios
no son garantía para que ocurran inversiones en los sectores involucrados, de manera
de aumentar la cantidad y la calidad de la oferta. Asimismo, la forma en que se
financian los subsidios afecta directamente la competitividad, sea por el ascenso de la
presión tributaria o por la presión inflacionaria derivada del uso de la emisión
monetaria para financiar al Tesoro Nacional.
Ningún plan de estabilización que se diseñe para combatir la inflación será
sustentable en la Argentina si simultáneamente no se abordan los problemas
vinculados a la inserción del país en la economía mundial, corrigiendo las principales
distorsiones de precios relativos y generando incentivos para una mayor apertura con
sesgo exportador, tareas que demandan al mismo tiempo un contundente
reordenamiento de las prioridades fiscales y de la forma de financiamiento del Tesoro.
El objetivo de estabilización es, al mismo tiempo, un instrumento clave: se necesita
una economía con baja inflación para desplegar una agenda de competitividad que se
ocupe de disolver los cuellos de botella que impiden ganar mercados externos en
forma sostenida a las empresas afincadas en el país. Muchas de esas restricciones
tienen que ver con cuestiones de largo plazo como la infraestructura, la logística, la
educación, los acuerdos comerciales, entre otras, por lo que requieren de un ambiente
estable y previsible para ser abordadas.
El problema inflacionario en la Argentina tiene un origen fiscal-monetario
perfectamente identificable. Como se observa en el gráfico adjunto, las transferencias
del Banco Central a favor del Tesoro han pasado a explicar una porción cada vez
mayor de la emisión monetaria.
2
Por ende, para resolver el problema inflacionario en el país, se requiere un
programa que ataque el déficit fiscal y la forma inflacionaria de su financiamiento, y
que le restituya al Banco Central suficiente autoridad como para generar confianza en
los agentes económicos acerca del inicio de una nueva etapa en la que la tasa de
inflación habrá de descender año a año hasta llegar a un andarivel en línea con la
inflación internacional.
Sin embargo, por las “condiciones iniciales” en las que deberá aplicarse esa
política, el programa antiinflacionario de la Argentina tendrá características inéditas en
la región y tampoco podrá asemejarse a experiencias de estabilización anteriores
aplicadas en el propio país. En parte, la situación del país se parece a la de Brasil en
1999 y en parte a la de Chile a comienzos de los ’90. Pero, a su vez, presenta
peculiaridades que hacen más compleja la resolución, vinculadas con la elevada
presión tributaria y la necesidad de reasignar recursos entre Nación y Provincias, con
la extrema distorsión de precios relativos, la existencia de una elevada brecha
cambiaria y un contexto de aceleración de la inflación, entre otras.
Tomando como referencia la experiencia local, se tiene que en la mayoría de los
planes de estabilización aplicados en el país en la historia reciente, los gobiernos
llegaron a esa decisión luego de episodios de alta inflación o, directamente, de
hiperinflación (Plan Austral y Convertibilidad, por caso). De ese modo, estos programas
comenzaron en el contexto de una economía “desmonetizada”. La inflación previa se
había encargado de licuar los agregados monetarios vinculados al movimiento diario de
la economía. De allí que, si los planes de estabilización conseguían generar confianza,
el proceso de “remonetización” de la economía hacía que la gente pasara a venderle
sus divisas al Central, por el aumento de la demanda de la moneda local. La secuencia,
entonces, se iniciaba en el éxito del plan de estabilización para seguir con un
fortalecimiento de las reservas del Banco Central.
En cambio, hoy la Argentina no ha sufrido un proceso de desmonetización como el
experimentado en el momento previo al lanzamiento de planes como el Austral y la
Convertibilidad. Obsérvese que el M1 actualmente se ubica en torno a 14,3 puntos del
PIB, cuando en los meses previos al lanzamiento de la Convertibilidad representaba
solo 3 % del PIB. El elevado nivel de monetización actual en parte es derivado de la
introducción de los controles en el mercado cambiario. Independientemente de los
factores que llevaron a esta situación, lo cierto es que, con un nivel de monetización
en una relación 5 a 1 (en términos del PIB) respecto del momento previo a la
Convertibilidad, poco puede esperarse de la demanda de dinero para reconstituir
reservas del Central.
Brasil en 1999 enfrentó una severa restricción externa y una sostenida caída de
sus reservas con un cambio de régimen, por el que se pasó a un tipo de cambio
3
flotante, una política fiscal basada en superávits primarios del orden de los 3 puntos
del PIB y un esquema de metas de inflación. El plan permitió recuperar reservas, la
inflación sólo subió temporalmente (aún con un salto cambiario del orden del 60 %) y
el nivel de actividad y la generación de empleos se recuperaron de forma
notablemente rápida, luego del shock inicial. Sin embargo, en el momento de aplicarse
este plan, la inflación previa era de sólo el 2,5 %, los precios de los combustibles y las
tarifas de los servicios públicos no se encontraban desalineados y el mercado de
cambios y el comercio exterior funcionaban sin el tipo de controles vigentes hoy en la
Argentina.
Chile a principios de los ’90 computaba una inflación elevada, superior al 20 %
anual y el flamante gobierno de la concertación logró bajarla a 8 % en 1995 y a 3 %
hacia el 2000, sin necesidad de introducir a la economía en un ajuste recesivo. Al
contrario, el sostenido descenso de la inflación ocurrió en el contexto de una tasa de
inversión ascendente, de un andarivel elevado para el crecimiento del PIB y de mejoras
sustanciales en el poder adquisitivo de los salarios. Sin embargo, el Chile de aquella
época no presentaba distorsiones severas en sus precios relativos, en el arranque del
plan había holgura en el sector externo y el tipo de cambio se ubicaba por encima de
su nivel de equilibrio, mientras que la presión tributaria era baja, permitiendo que
parte del ajuste fiscal se basara en un aumento moderado de la recaudación impositiva
en términos del PIB.
Esta publicación es propiedad del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de Fundación Mediterránea.
Dirección Marcelo L. Capello. Dirección Nacional del Derecho de Autor Ley Nº 11723 - Nº 2328, Registro de Propiedad Intelectual Nº
5138444. ISSN Nº 1850-9800 (correo electrónico). Se autoriza la reproducción total o parcial citando la fuente. Sede Buenos Aires y
domicilio legal: Viamonte 610, 2º piso (C1053ABN) Buenos Aires, Argentina. Tel.: (54-11) 4393-0375. Sede Córdoba: Campillo 394 (5001)
Córdoba, Argentina. Tel.: (54-351) 472-6525/6523. E-mail: [email protected] [email protected].
4
Para estabilizar su economía, la Argentina
deberá recurrir a un plan inédito (por la
combinación de inflación ascendente,
restricción externa y distorsión de precios
relativos)
La Argentina no tiene sólo un problema inflacionario. Exhibe también un severo
problema de precios relativos que, si no es resuelto, acentuará las restricciones
externas y fiscales que hoy atenazan a la economía. El set de precios relativos de su
mercado interno se encuentra notablemente desfasado del mercado internacional, o
del mercado interno de países comparables. La distorsión de precios relativos genera
incentivos
contrarios
a
la
producción
de
bienes
y
servicios
transables
internacionalmente, por lo que el país está estancado en su participación en el
mercado mundial y, al mismo tiempo, luego de haber alcanzado un pico en 2008, el
nivel de apertura de la economía se ha venido recortando año tras año, trabando la
posibilidad de resolver la restricción con un aumento sostenido de exportaciones. A su
vez, la diferencia entre precios y tarifas vigentes para los bienes y servicios públicos y
los costos de producirlos se amplía año a año, haciendo que en 2013 la masa de
subsidios alcance una cifra equivalente a 5 puntos del PIB. Sin embargo, los subsidios
no son garantía para que ocurran inversiones en los sectores involucrados, de manera
de aumentar la cantidad y la calidad de la oferta. Asimismo, la forma en que se
financian los subsidios afecta directamente la competitividad, sea por el ascenso de la
presión tributaria o por la presión inflacionaria derivada del uso de la emisión
monetaria para financiar al Tesoro Nacional.
Ningún plan de estabilización que se diseñe para combatir la inflación será
sustentable en la Argentina si simultáneamente no se abordan los problemas
vinculados a la inserción del país en la economía mundial, corrigiendo las principales
distorsiones de precios relativos y generando incentivos para una mayor apertura con
sesgo exportador, tareas que demandan al mismo tiempo un contundente
reordenamiento de las prioridades fiscales y de la forma de financiamiento del Tesoro.
El objetivo de estabilización es, al mismo tiempo, un instrumento clave: se necesita
una economía con baja inflación para desplegar una agenda de competitividad que se
ocupe de disolver los cuellos de botella que impiden ganar mercados externos en
forma sostenida a las empresas afincadas en el país. Muchas de esas restricciones
5
tienen que ver con cuestiones de largo plazo como la infraestructura, la logística, la
educación, los acuerdos comerciales, entre otras, por lo que requieren de un ambiente
estable y previsible para ser abordadas.
El problema inflacionario en la Argentina tiene un origen fiscal-monetario
perfectamente identificable. Como se observa en el gráfico adjunto, las transferencias
del Banco Central a favor del Tesoro han pasado a explicar una porción cada vez
mayor de la emisión monetaria.
Argentina: Emisión monetaria para financiar al gobierno En millones de pesos Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA Por ende, para resolver el problema inflacionario en el país, se requiere un
programa que ataque el déficit fiscal y la forma inflacionaria de su financiamiento, y
que le restituya al Banco Central suficiente autoridad como para generar confianza en
los agentes económicos acerca del inicio de una nueva etapa en la que la tasa de
inflación habrá de descender año a año hasta llegar a un andarivel en línea con la
inflación internacional.
6
Argentina: Inflación y Emisión monetaria Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA Sin embargo, por las “condiciones iniciales” en las que deberá aplicarse esa
política, el programa antiinflacionario de la Argentina tendrá características inéditas en
la región y tampoco podrá asemejarse a experiencias de estabilización anteriores
aplicadas en el propio país. En parte, la situación del país se parece a la de Brasil en
1999 y en parte a la de Chile a comienzos de los ’90. Pero, a su vez, presenta
peculiaridades que hacen más compleja la resolución, vinculadas con la elevada
presión tributaria y la necesidad de reasignar recursos entre Nación y Provincias, con
la extrema distorsión de precios relativos, la existencia de una elevada brecha
cambiaria y un contexto de aceleración de la inflación, entre otras.
Tomando como referencia la experiencia local, se tiene que en la mayoría de los
planes de estabilización aplicados en el país en la historia reciente, los gobiernos
llegaron a esa decisión luego de episodios de alta inflación o, directamente, de
hiperinflación (Plan Austral y Convertibilidad, por caso). De ese modo, estos programas
comenzaron en el contexto de una economía “desmonetizada”. La inflación previa se
había encargado de licuar los agregados monetarios vinculados al movimiento diario de
la economía. De allí que, si los planes de estabilización conseguían generar confianza,
el proceso de “remonetización” de la economía hacía que la gente pasara a venderle
sus divisas al Central, por el aumento de la demanda de la moneda local. La secuencia,
entonces, se iniciaba en el éxito del plan de estabilización para seguir con un
fortalecimiento de las reservas del Banco Central.
7
En cambio, hoy la Argentina no ha sufrido un proceso de desmonetización como el
experimentado en el momento previo al lanzamiento de planes como el Austral y la
Convertibilidad. Obsérvese que el M1 actualmente se ubica en torno a 14,3 puntos del
PIB, cuando en los meses previos al lanzamiento de la Convertibilidad representaba
solo 3 % del PIB. El elevado nivel de monetización actual en parte es derivado de la
introducción de los controles en el mercado cambiario. Independientemente de los
factores que llevaron a esta situación, lo cierto es que, con un nivel de monetización
en una relación 5 a 1 (en términos del PIB) respecto del momento previo a la
Convertibilidad, poco puede esperarse de la demanda de dinero para reconstituir
reservas del Central.
Brasil en 1999 enfrentó una severa restricción externa y una sostenida caída de
sus reservas con un cambio de régimen, por el que se pasó a un tipo de cambio
flotante, una política fiscal basada en superávits primarios del orden de los 3 puntos
del PIB y un esquema de metas de inflación. El plan permitió recuperar reservas, la
inflación sólo subió temporalmente (aún con un salto cambiario del orden del 60 %) y
el nivel de actividad y la generación de empleos se recuperaron de forma
notablemente rápida, luego del shock inicial. Sin embargo, en el momento de aplicarse
este plan, la inflación previa era de sólo el 2,5 %, los precios de los combustibles y las
tarifas de los servicios públicos no se encontraban desalineados y el mercado de
cambios y el comercio exterior funcionaban sin el tipo de controles vigentes hoy en la
Argentina.
Chile a principios de los ’90 computaba una inflación elevada, superior al 20 %
anual y el flamante gobierno de la concertación logró bajarla a 8 % en 1995 y a 3 %
hacia el 2000, sin necesidad de introducir a la economía en un ajuste recesivo. Al
contrario, el sostenido descenso de la inflación ocurrió en el contexto de una tasa de
inversión ascendente, de un andarivel elevado para el crecimiento del PIB y de mejoras
sustanciales en el poder adquisitivo de los salarios. Sin embargo, el Chile de aquella
época no presentaba distorsiones severas en sus precios relativos, en el arranque del
plan había holgura en el sector externo y el tipo de cambio se ubicaba por encima de
su nivel de equilibrio, mientras que la presión tributaria era baja, permitiendo que
parte del ajuste fiscal se basara en un aumento moderado de la recaudación impositiva
en términos del PIB.
Las peculiaridades de la Argentina
En nuestro país, la reducción del déficit fiscal y la regeneración del factor confianza
dependen en buena medida de la capacidad y disposición de la política económica para
8
hacer frente a la severa distorsión de precios relativos que afecta el funcionamiento de
la economía.
Algunos ejemplos ilustran acerca del alcance de este problema:
•
Las tarifas de los servicios públicos han perdido entre tres cuartos y cuatro
quintos partes del valor, medido de acuerdo a la evolución de los precios
promedio de la economía.
•
Los precios agrícolas se ubican, por el factor retenciones y por las regulaciones
de comercio exterior, en el orden de los 2/3 de los precios internacionales.
•
Los salarios industriales en dólares se ubican un 60% por encima de los
vigentes en Brasil.
•
El precio del dólar en el mercado “blue” se encuentra un 56 % por encima del
valor del tipo de cambio oficial.
Estas distorsiones desincentivan la producción de bienes transables internacionales
y/o demandan recursos fiscales crecientes destinados a paliar sus efectos.
Argentina: principales distorsiones en precios relativos Último dato tarifas, salarios en dólares, retenciones y brecha cambiaria “100%” se refiere 1) a precios internacionales para los cuatro primeros rubros, 2) a los salarios en dólares corregidos por productividad para Brasil en el quinto rubro y 3) al tipo de cambio oficial en el sexto rubro. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA, IPEAdata, INDEC y Montamat & Asociados 9
En la medida en que esas distorsiones no sean corregidas, la sustentabilidad de un
eventual plan de estabilización estará cuestionada:
-
O bien por la persistencia de la restricción externa.
-
O bien por la debilidad fiscal y la continuidad de los pedidos de asistencia del
Tesoro al Banco Central.
-
O por ambos desequilibrios a la vez.
Un problema adicional tiene que ver con el hecho de que algunas de las medidas
destinadas a corregir distorsiones de precios relativos habrán de tener inicialmente un
efecto alcista sobre los precios internos. Es el caso de la unificación del mercado
cambiario, la actualización de tarifas, la reducción de retenciones.
Hacer frente a esos desafíos implica, por tanto, a) contar con suficiente convicción
política como para valorar los efectos de mediano y largo plazo por sobre la
turbulencias de corto plazo; b) aplicar un amplio arsenal de medidas en forma
simultánea; c) prever la secuencia más adecuada para el caso de medidas que tengan
aplicación gradual.
Al respecto, entre las cuestiones para las que puede darse una discusión entre
tratamiento de shock vs. gradualismo, se tienen aspectos cruciales como la unificación
del tipo de cambio y la convergencia de las tarifas de los servicios públicos a niveles
acordes con los costos de su producción y distribución.
En ambos casos, el costo del camino gradualista tiene que ver con la dificultad para
recrear las expectativas y con el riesgo de que los potenciales inversores demoren
decisiones hasta que ese objetivo finalmente se logre. Por razones históricas, la
Argentina tiene un déficit de credibilidad que no puede ser ignorado si se opta por
soluciones gradualistas.
Para el caso del tipo de cambio, con la experiencia de los últimos dos años, parece
evidente que un régimen de controles, con la consiguiente apertura de brecha
cambiaria, termina generando malos incentivos que desvían el flujo de divisas en
perjuicio del Banco Central, y desalientan la entrada de capitales genuinos. En el
gráfico se observa como a una ampliación de la brecha corresponde una aceleración en
la pérdida de reservas por parte del Banco Central. De allí que resulte imprescindible
contar no sólo con un tipo de cambio unificado, sino también con una moneda que
pueda ser arbitrada contra cualquier divisa.
10
Brecha Cambiaria y reservas Brecha como % y reservas en millones de US$ *datos de 2013 hasta el 8/11 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA y datos de mercado Existe suficiente literatura (trabajos pioneros de Barry Eichengreen, por ejemplo)
acerca de los prerrequisitos y la secuencia recomendable partiendo de un régimen de
control de cambios. En este material se subraya que cada paso en dirección a la
unificación de los mercados de cambios y al libre arbitraje del peso contra las divisas
debe ser dado cumpliendo todos los prerrequisitos y con gran convicción política,
porque si los agentes económicos perciben el eventual relajamiento de los controles
como algo temporario (o sea, que ante dificultades las autoridades volverían a
introducirlos) esto sería contraproducente. No habría forma de equilibrar el mercado de
cambios ni suficientes reservas para actuar.
Entre los prerrequisitos a cumplir se tiene la normalización financiera externa, el
ordenamiento de las cuentas fiscales, la autonomía del Banco Central, haber
recuperado el equilibrio en la cuenta corriente del balance de pagos, que en base caja
registra un déficit equivalente a 1,9 % del PIB en el acumulado de cuatro trimestres
hasta setiembre de 2013.
Dependiendo de la velocidad con que pueda ejecutarse esta secuencia, será o no
conveniente la eventual legalización de operaciones del llamado mercado paralelo.
11
El nivel de la “brecha cambiaria”, será un indicador clave para definir el momento
más oportuno para dar los pasos necesarios para lograr el objetivo de la unificación
cambiaria y el libre arbitraje del peso contra las divisas. A su vez, dentro de ese
objetivo a lograr puede haber también algún tipo de secuencia en la implementación
de las medidas, ya que podría al principio privilegiarse la operatoria de mediano y largo
plazo, dejando para una instancia final los movimientos de corto plazo.
Respecto del tema tarifario, la magnitud de los ajustes pendientes puede generar
dudas a nivel político acerca de la viabilidad de un tratamiento de shock. Pero debe
subrayarse que una afluencia masiva de inversiones a favor del sector energético y de
transporte sólo podría lograrse si el retorno de esas inversiones no depende de
partidas presupuestarias, siempre susceptibles de ser recortadas o modificadas. Por
ende, en caso que se opte por la vía gradual, debería reconocerse a los inversores en
esos sectores la libre disponibilidad de su producción (petróleo). En el caso del gas y
de la electricidad, que no pueden exportarse con igual facilidad, el equivalente a la
libre disponibilidad pasa por un sendero de recomposición tarifaria que ofrezca
suficientes garantías. Por ejemplo, luego de un ajuste inicial, de todo modos seguirían
siendo necesarios los subsidios. Pero éstos deberían quedar congelados en pesos
corrientes, con partidas presupuestarias disponibles año a año por ese monto. El resto
de ingresos a los prestadores de estos bienes y servicios públicos se obtendrían por la
gradual sustitución de subsidios por facturación directa de productores a clientes. Para
el monto fijo de subsidios remanentes, sería conveniente la constitución de un fondo
fiduciario del que las empresas proveedores de estos servicios puedan debitar
directamente las cifras correspondientes.
Precios relativos y sector externo
Las restricciones al comercio exterior y en el mercado de cambios son las pruebas
más contundentes acerca de las dificultades para sustentar la trayectoria de la
economía argentina en la dimensión del sector externo.
Interesa aquí subrayar que buena parte de los problemas se explican por la magra
performance exportadora de la Argentina de la última década, pese a términos de
intercambio extremadamente favorables.
Así, tomando como base el año 1997, la Argentina ocupa el último lugar del
ranking de trayectoria exportadora de países seleccionados de la región, incluso por
debajo de México que no se vio beneficiado por los términos de intercambio (debido a
la composición de su canasta exportadora) y que a partir de 2008 se vio
particularmente perjudicado por la crisis de los Estados Unidos. Con base 100 en 1997,
las exportaciones en dólares de Perú llegaron en 2012 a un índice de 662, seguido por
12
Colombia con 527, luego Brasil, con 458; cerca Chile con 440, más atrás México con
339 y último Argentina con 308.
Exportaciones totales para países seleccionados Índice base 1997=100 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a OMC Para que la Argentina del futuro deje de sufrir escasez de divisas, es clave poder
dinamizar su performance exportadora. Sin este vector, ningún plan de estabilidad será
sustentable.
Exportaciones y crecimiento
A su vez, como pone de relieve la experiencia de los últimos 15 años, la dinámica
exportadora ha sido un vector explicativo de primer orden del crecimiento de cada uno
de los países de la muestra.
Así, Perú, que lideró el ranking por exportaciones también lo hizo en términos de
variación acumulada del PIB.
El gráfico adjunto refleja la significativa correlación registrada entre dinámica
exportadora y crecimiento.
13
Crecimiento del PIB vs Exportaciones Datos acumulados 1998­2012 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a ARKLEMS (Ariel Coremberg), Banco Mundial y OMC La Argentina presenta los indicadores más magros también en materia de
crecimiento si se utiliza para este propósito la serie elaborada por Ariel Coremberg, que
reproduce el PIB para Argentina desde 1993 utilizando las mismas fuentes y
metodología con las que se elaboró la serie oficial hasta 2007. La brecha que se
observa desde 2007 entre la serie reproducible “ARKLEMS” y la oficial resulta del
abandono de la metodología tradicional en casi todos los sectores, y no de la deflación
mediante índices de precios sesgados. El trabajo muestra que si bien Argentina
presentó importante dinamismo en el reciente episodio de crecimiento (2002-2012),
este fue similar al del período 1990-1998.
En forma sumaria, puede subrayarse que, para un período de quince años, la
conexión entre exportaciones y crecimiento se apoya en el volumen de las inversiones
realizadas en el sector de bienes transables internacionalmente. Este tipo de
inversiones empuja por un lado las cifras del PIB y, por el otro, posibilita el aumento
de la producción de bienes exportables.
A su vez, dada la significación que han alcanzado las cadenas de valor como
motor del comercio y de las inversiones, han adquirido mayor relevancia que en el
pasado cuestiones como la infraestructura y la logística y también las facilidades
existentes para el comercio exterior, tanto en el plano arancelario como en el para
arancelario.
14
Se subraya aquí que los países con tipos de cambio más estables en términos
reales a lo largo de los años pueden tener mayor atractivo para las inversiones
destinadas a producir bienes transables, lo que hace menos incierta la evaluación de
los proyectos en términos de rentabilidad esperada.
Justamente, y como se observa en el gráfico adjunto, de la muestra de países
considerada, hay una diferencia notable entre la Argentina y Brasil por un lado, con
tipos de cambio erráticos, y por el otro, los casos de Perú, Colombia, Chile y México.
Tipo de Cambio Real Multilateral Índice base 1994=100 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BIS y BCRA Un objetivo clave para la economía argentina del futuro es crear las condiciones
para que, dentro de la prevalencia de mecanismos de mercado, el tipo de cambio real
adquiera mucho mayor previsibilidad, de modo de lograr una mayor ponderación de las
inversiones asociadas, directa e indirectamente, con el comercio exterior.
Precios relativos y déficit fiscal
Dado el inédito nivel alcanzado por la presión tributaria consolidada (cercano al 40
% del PIB cuando se incluye el impuesto inflacionario), el principal factor explicativo
para los crecientes desequilibrios fiscales del país debe buscarse por el lado del gasto
público. Sólo considerando la jurisdicción nacional, se tiene que entre 2005 y 2012 el
15
gasto público aumentó nada menos que 10,7 puntos del PIB. Dos ítems se destacan
dentro de esta variación: 3,8 puntos del PIB se originan en la expansión de los
subsidios económicos y 4,4 puntos en la ampliación de las partidas del sistema
jubilatorio. Así se llega en 2012 al primer déficit primario del sector público nacional
desde 1996, aun computando recursos extraordinarios (Banco Central y Anses).
La conexión entre precios relativos y deterioro fiscal surge nítida cuando se
focaliza en el impacto que ha tenido el rezago de las tarifas de servicios públicos en la
demanda de asistencia por parte del fisco. En términos nominales, los subsidios
económicos (energía, transporte y resto) alcanzaron a 99,4 mil millones de pesos en
2012 y se estima que superarán los 130 mil millones en 2013. También la conexión con
el deterioro del sector externo: los desincentivos a la exploración y producción de
hidrocarburos trastocaron el superávit de la balanza comercial energética en déficit
desde 2011. En la medida en que no logre recuperarse el autoabastecimiento, la
eventual corrección del tipo de cambio impactará directamente sobre la factura
energética, en la medida en que actualmente existe un déficit energético en la balanza
comercial del orden de los 7 mil millones de dólares.
En el caso del peso creciente que han adquirido las partidas de gasto en
jubilaciones, más allá de las cuestiones específicas a debatir, surge la necesidad de
dinamizar la creación de empleo privado formal, la única forma de aspirar a un
financiamiento genuino del sistema previsional. Nuevamente, precios relativos que
incentiven la inversión y el aumento de la producción en bienes y servicios transables
están al tope de las opciones cuando se intentan definir escenarios de sustentabilidad
en este plano.
Hay que tener en cuenta, al respecto, que actualmente sólo el 17 por ciento de la
población tiene empleos formales en el sector privado, que son los más productivos y
lo que mayor capacidad de generar valor agregado y recaudación genuina de
impuestos. Países como Chile y Australia más que duplican el porcentaje argentino de
empleos privados formales.
16
Argentina: Subsidios En millones de pesos 2011 Subsidios Económicos 2012 2013* 2012/11 2013/12 82.412 99.447 132.190 20,70% 32,93% Sector Energético 43.118
55.052
80.697 27,70% 46,58% Sector Transporte 28.734
32.013
35.553 11,40% 11,06% Resto 10.561
12.382
15.940 17,20% 28,74% *acumulado de doce meses hasta octubre Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a ASAP La experiencia de Brasil en 1999
Hacia fin de los ‘90, Brasil enfrentó una delicada situación en el frente externo. El
tipo de cambio había venido siendo utilizado como “ancla” para mantener acotada la
tasa de inflación, pero esto había llevado a pérdida de competitividad y aumento
sostenido del déficit en cuenta corriente del balance de pagos En 1998 las reservas del
Banco Central cayeron hasta niveles críticos. En lugar de ensayar una simple
devaluación, el gobierno de entonces buscó implementar un verdadero cambio de
régimen. En enero de 1999 se dejó flotar el real, lo que implicó que la paridad con el
dólar pasara de poco más de 1,2 reales a un andarivel levemente inferior a 2 reales
por dólar. Sin embargo, no hubo un traslado a precios significativo de la devaluación,
porque el régimen cambiario pasó a ser flotante (también podía apreciarse) y porque
las anclas para las expectativas pasaron a ser la promulgación de la Ley de
Responsabilidad Fiscal, una política presupuestaria acorde (el superávit primario pasó
de cero a 3 % del PIB) mientras que el Banco Central comenzó a guiar la política
monetaria en función del régimen de metas de inflación. Así, una variación del tipo de
cambio de 53% entre diciembre de 1998 y diciembre de 1999 se expresó en un cambio
en la tasa de inflación (punta a punta) de 2,5% a fin de 1998 a 8,4% a fin de 1999,
para ya en el año 2000 volver a un andarivel inferior (5,3%).
17
Brasil: Reservas Internacionales Período abril 1998 ­ marzo1999 Fuente: Banco Central de Brasil Brasil: Déficit de Cuenta Corriente En miles de millones de US$ Fuente: Banco Central de Brasil 18
Esta experiencia resultó exitosa, tanto para revertir la crisis del sector externo
como en términos de la trayectoria posterior de la inflación, del nivel de actividad y del
empleo. De todos modos, para Brasil subsisten desafíos importantes, ya que en los
últimos años se observa una gran dificultad para perforar el piso del 6 % anual en la
inflación, un tipo de cambio errático y limitaciones para lograr un crecimiento del PIB
más ambicioso.
La experiencia de Chile en los ‘90
Teniendo en cuenta, para el caso actual de la Argentina, lo inseparables que
resultan el problema de precios relativos y el problema inflacionario, resulta
conveniente repasar también la experiencia de Chile en los ’90.
El país trasandino logró bajar la inflación de 26% a 8% entre 1990 y 1995 (y a
3% en el 2000), aplicando una política fiscal rigurosa y dando autonomía al Banco
Central, pero sin sacrificar objetivos de mediano y largo plazo -vinculados a los
incentivos a la inversión, y resguardando permanentemente el equilibrio externo. No
sólo eso, la caída de la tasa de inflación ocurrió en el contexto de una caída sostenida
de la tasa de desempleo, de un crecimiento promedio del PIB de 7,5% y de subas
sostenidas del salario real de los trabajadores (asociadas exclusivamente a aumentos
en productividad).
La decisión política del gobierno de la Concertación, que ganó las elecciones de
1989, y la asignación de prioridades fueron claves en esa experiencia. Pero también lo
fueron las condiciones iniciales de la economía y, particularmente, el andarivel en el
que se encontraban los principales precios relativos.
Las principales diferencias en las condiciones iniciales del caso chileno en 1990 y
la Argentina actual tienen que ver con los siguientes temas:
•
Tipo de cambio real.
•
Cambios estructurales (apertura de la economía, canalización del ahorro
nacional a través del sistema de seguridad social).
•
Situación fiscal y nivel de la presión tributaria.
La política económica chilena durante aquellos años se sostuvo en cinco pilares
coordinados que permitieron lograr simultáneamente la estabilización de la economía y
el equilibrio del sector externo. Estos cinco pilares fueron la política fiscal, la política
monetaria, la política cambiaria, la de reservas internacionales y la apertura de la
cuenta de capital.
19
Chile: Bajar la tasa de inflación sin afectar la actividad económica (*) A fines de 1989 el Banco Central de Chile se declaró como entidad autónoma, al tiempo que se daba el cambio de régimen político. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a Banco Central de Chile. A continuación se repasan las principales políticas y sus objetivos. En un artículo
llamado “La política macroeconómica de Chile en la década del noventa desde el punto
de vista del Banco Central” y publicado por la CEPAL en 1997, Roberto Zahler escribió
sobre este período y describió exhaustivamente la visión del Banco Central de Chile y
la implementación de su política económica.
i.
Política fiscal: se buscó imposibilitar la monetización del déficit del gobierno,
pero no solamente eso sino también revertirlo, para quitar presión de la
demanda agregada y para hacer frente a la deuda pública acumulada del
gobierno. Estos superávits fiscales eran necesarios para alcanzar un punto de
equilibrio dado que en la crisis del 83-84 el Banco Central tuvo que asumir el
cargo de la deuda pública y renegociarla. Se le dio un comportamiento
anticíclico a la política fiscal, necesario para absorber shocks externos y
estabilizar la economía. Por lo tanto, la política fiscal estuvo enfocada en
generar superávits estructurales, en no presionar a la demanda agregada
mediante el gasto público (sino acompasarla al PIB potencial) y en incorporar
componentes anticíclicos en el gasto y en los impuestos para contrarrestar
posibles shocks externos.
20
ii.
Política monetaria: en coordinación con la política fiscal, el control de las
tasas reales de interés a corto plazo fue el instrumento utilizado para regular la
demanda agregada privada, mediante la influencia que las tasas ejercen sobre
el costo del crédito al sector privado. Usando las metas de inflación como
“ancla” nominal y mediante el manejo de la deuda pública, el Banco Central
logró aumentar la eficiencia de la política monetaria y al mismo tiempo permitir
que el mercado cobrara mayor importancia en la determinación de las tasas de
largo plazo. En paralelo, la credibilidad del Banco Central crecía.
iii.
Política cambiaria: para llevar al sector externo a un equilibrio de mediano
plazo, el objetivo fue mantener un tipo de cambio real que fuera consistente
con un déficit de ‘equilibrio’ del 3/4% en la Cuenta Corriente. Se estableció un
régimen ni fijo ni flexible en el que el tipo de cambio real se mantendría
constante entre amplias bandas de flotación (que llegaron a +/-10%), de modo
que sirviera como guía para los agentes. Más adelante se incorporó una
apreciación real del 2% que según el Banco Central se justificaba por el
excelente desempeño de Chile en el sector externo. Las presiones de la
apreciación
del
peso
fueron
controladas
mediante
una
extraordinaria
acumulación de reservas.
iv.
Reservas Internacionales: la acumulación de divisas permitió repagar la
deuda pública y controlar el impacto del influjo de capitales en el tipo de
cambio. En un punto las reservas internacionales alcanzaron el valor
equivalente a quince meses de importaciones. La razón subyacente por la que
Chile pudo adquirir semejante volumen de reservas está relacionada con el
nivel de la tasa interna (que después de ser ajustada por nivel de riesgo y
expectativas de apreciación) resultaba ser superior a las tasas internacionales,
lo que atraía capital.
v.
Cuenta de Capital: finalmente y como complemento a los cuatro factores
anteriores, está la liberalización de la Cuenta de Capital de la Balanza de Pagos.
Dada la diferencia en el rendimiento de la tasa doméstica y la internacional,
necesaria para mantener el equilibrio interno, una liberalización plena de los
flujos de capital hubiera derivado en una fuerte atracción de inversiones de
corto plazo, que hubieran puesto en riesgo la estabilidad de la economía. La
liberalización que se dio supuso un giro estructural desde financiamiento
internacional hacia “venture capitals” y, dentro del financiamiento internacional,
desde crédito de corto plazo a crédito de largo plazo.
21
Una política antiinflacionaria adaptada a la Argentina actual
Teniendo en cuenta la naturaleza de los problemas fiscales que han dado lugar a
la emisión monetaria y a las presiones inflacionarias y considerando la necesidad de
corregir las distorsiones de precios relativos surgen una serie de conclusiones
preliminares. Esas conclusiones toman como referencia las diferencias de la Argentina
de hoy con las condiciones iniciales de planes de estabilización como el lanzado por
Chile a principios de los ’90 o el cambio de régimen monetario-cambiario iniciado por
Brasil en 1999.
Las diferencias en las condiciones iniciales
Entre las principales diferencias de la Argentina actual con Chile de principios de
los ‘90 subrayamos dos en particular: a) la trayectoria del tipo de cambio real y b) la
trayectoria de la presión tributaria, que en Chile dejaba espacio para subir impuestos,
mientras que en la Argentina plantea la necesidad de operar en la dirección opuesta,
dados los problemas de competitividad que genera la elevada presión tributaria actual.
Argentina y Chile: tipo de cambio real multilateral “Año 0” es 1990 para Chile y 2012 para Argentina. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a BCRA y BCC. 22
Obsérvese que cuando Chile lanzó su plan de estabilización contaba con “colchón
cambiario”. El tipo de cambio multilateral en 1990 mostraba un peso subvaluado en un
orden del 15 % respecto del promedio de los seis años anteriores. En los años que
siguieron al plan, el tipo de cambio se fue apreciando, pero esto no afectó en forma
significativa la competitividad del país trasandino. Actualmente, en la Argentina, el tipo
de cambio multilateral se ha atrasado en forma sostenida en los últimos años, con lo
que el peso se encuentra un 26 % apreciado con respecto al promedio de los últimos
seis años, situación que ayuda a explicar los crecientes controles al comercio exterior y
en el mercado de cambios.
Argentina y Chile: presión tributaria “Año 0” es 1990 para Chile y 2012 para Argentina. Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a MECON y BCC. En cuanto a las condiciones iniciales del frente fiscal y focalizando en la presión
tributaria, surge que en Chile de 1990 esta marcaba un 22 % del PIB, 3,5 puntos
porcentuales por debajo del promedio de los últimos seis años. Esto permitió que parte
del ajuste fiscal se diera por el lado de mayores alícuotas de impuestos (Ganancias e
IVA). En el caso argentino actual se observa una presión tributaria récord del 37 % del
PIB y 4,6 puntos porcentuales superior al promedio de los últimos cuatro años, lo que
indica que Argentina no puede contar con esta herramienta para hacer el ajuste fiscal.
Respecto de la diferencia de condiciones iniciales entre la Argentina de hoy y
Brasil de 1999, se subrayan dos aspectos: a) Brasil había utilizado en los años previos
al tipo de cambio como ancla, pero no las tarifas de servicios públicos, por lo que el
problema de la distorsión de precios relativos no era tan generalizado como el caso
23
actual de la Argentina; b) en el momento en que Brasil deja flotar el real (enero de
1999) la tasa de inflación era relativamente baja, lo que ayudó a que el traspaso a
precios de la devaluación inicial fuera muy moderado.
Brasil: Tipo de Cambio y Precios Índice base 1998=100 Fuente: IERAL de Fundación Mediterránea en base a Banco Central de Brasil e IBGE La Argentina en el presente
•
Dada la presión tributaria actual, que afecta la competitividad de la economía e
induce a la informalidad, la obtención de un superávit primario sustantivo para
anclar las expectativas de inflación debe lograrse en un movimiento simultáneo
de recorte de los impuestos más distorsivos y de una reducción más que
proporcional de partidas seleccionadas de gasto público, principalmente los
subsidios económicos. La ley de emergencia económica debe extinguirse
después de una primera etapa de transición.
•
Se necesitará diseñar una Ley de Emergencia Social, para lograr la focalización
del gasto público a favor de los sectores más vulnerables de la sociedad. La
emergencia social permitirá moderar y/o absorber los efectos de algunas de las
medidas a adoptar, tanto las vinculadas con el tipo de cambio, las retenciones,
como los subsidios. Para focalizar de un modo más apropiado los subsidios
24
remanentes, sería aconsejable la constitución de una “canasta básica de
consumos energéticos”, de acuerdo a la dimensión de las familias y su
ubicación geográfica. Para las familias de menos recursos, el porcentaje de
subsidios sobre la canasta básica sería mayor. Por encima de la canasta básica
no debería haber subsidios, de modo de evitar el derroche de recursos escasos.
•
El propósito es que la inflación del país converja a la internacional en un lapso
razonable, un objetivo que, dependiendo de los instrumentos de política
económica que se adopten, puede ser consistente con mejoras sostenidas en la
competitividad y en la distribución del ingreso.
•
Dado que la tasa de inflación actual es elevada (del 28 % anual en el cierre de
2013 según estimaciones alternativas) y que la necesaria corrección de precios
relativos habrá de tener impacto alcista sobre una gama importante de precios
internos de bienes y servicios, deberían diferenciarse el momento inicial del
posterior funcionamiento de la economía bajo las nuevas condiciones:
El “momento inicial”: en el arranque, la tasa de inflación estará afectada por el
reacomodamiento de precios relativos, la política cambiaria dejará de ser usada como
ancla antiinflacionaria y la política monetaria deberá facilitar el reacomodamiento de
precios relativos pero, al mismo tiempo, evitar el inicio de una espiral inflacionaria.
-
Por ende, el principal instrumento para anclar las expectativas inflacionarias
deberá ser la política fiscal. Un mecanismo sencillo para lograr este objetivo es
establecer una regla por la cual la variación interanual del gasto público
nacional, neto de transferencias automáticas a provincias, deberá ubicarse en
un andarivel (promedio móvil de cuatro meses) al menos 5 puntos porcentuales
inferior a la marcha de la recaudación. El rol clave de la política fiscal se
refuerza si se tiene en cuenta lo apuntado más arriba respecto que las
“condiciones iniciales” para un plan de estabilización hoy muestran, a diferencia
de la situación pre Convertibilidad, un nivel de monetización elevado en
términos del PIB.
-
La política monetaria estará guiada por un objetivo de tasa de interés pasiva de
corto plazo positiva en términos reales, en relación a la trayectoria esperada de
la inflación, a criterio del directorio del Banco Central. En una primera etapa, el
Banco Central debería facilitar el reacomodamiento de precios relativos pero, al
mismo tiempo, evitar cualquier riesgo de espiralización de la inflación.
Simultáneamente, debería definir un cronograma para que, al cabo de un
tiempo, quede cerrada la vía de financiamiento espurio del Tesoro a través de
la emisión monetaria.
-
La política cambiaria es otro aspecto crucial en el que las medidas de corto
plazo deben estar guiadas por un nuevo enfoque de largo plazo. La Argentina
25
no necesita, ni tampoco es recomendable, una megadevaluación como la de
2002. Es cierto que el tipo de cambio se encuentra rezagado bajo distintas
mediciones y que el sector externo demanda una corrección. Sin embargo, la
Argentina debería aspirar a superar esta situación yendo a una nueva etapa en
la que la paridad oscile en torno al tipo de cambio de equilibrio, sin repetir
experiencias anteriores de fuertes desviaciones (hacia arriba y hacia abajo), sin
que esto requiera de permanentes intervenciones -sino más bien acciones en el
margen- del Banco Central. Cuando se juzgue que hay factores transitorios que
apartan al mercado de su trayectoria de equilibrio, entonces el arsenal de
instrumentos es amplio, desde intervenciones directas (en el spot y en futuros)
pasando por
operaciones de mercado abierto y
también medidas
macroprudenciales (encajes, requisitos de capital, etc.). En el mediano y largo
plazo, que el tipo de cambio se mantenga en torno al equilibrio depende de: a)
una política fiscal contracíclica (no pro-cíclica), b) una política monetaria
independiente que pueda mantener la estabilidad de precios sin requerir tasas
de interés exageradamente elevadas en términos internacionales, c) un
mercado de trabajo que funcione de modo flexible y sin la dualidad actual entre
formalidad e informalidad (experiencias como la de Alemania muestran que
flexibilidad e incentivos a la formalización son compatibles con excelentes
indicadores en términos de distribución del ingreso) d) un diseño de política
comercial y de inserción externa que permita y facilite una proporción creciente
en el PIB de los sectores productores de bienes y servicios que pueden ser
transados internacionalmente (independientemente de si se venden en el
mercado interno o externo). De avanzarse en esta dirección, la suma de
exportaciones e importaciones ganará ponderación en relación al PIB, por lo
que pequeños movimientos del tipo de cambio real tienen gran capacidad de
corrección de eventuales desequilibrios del sector externo. Esta es la
experiencia de países de la región como Chile; México, Colombia y Perú, entre
otros, que son a su vez los que exhiben tipos de cambio reales menos erráticos
en los últimos quince años. Hay que tener en cuenta que para avanzar en esta
dirección se requiere reducir la gran brecha entre el set de precios relativos
locales versus los internacionales, que en buena medida es explicada por las
elevadas retenciones y aranceles (o medidas para-arancelarias). Es cierto que,
para avanzar en dirección a una economía más integrada al mundo, se requiere
poder dar garantías a las empresas y Pymes de todo el país que la política
económica no será un lastre sobre su capacidad de competir, sino más bien lo
contrario, una plataforma de instrumentos e incentivos que ayuden a esas
firmas a ganar cada vez mayor participación en el mercado mundial. Estas
garantías refieren al nivel y características de la presión tributaria, la calidad del
gasto público,
infraestructura y logística, el funcionamiento del mercado de
26
trabajo y la capacitación continua de los recursos humanos, una política
cambiaria en línea con lo descripto más arriba, entre otros factores.
-
Otro aspecto en el que es clave empalmar medidas de corto plazo con un
horizonte de largo plazo es el de la formalización laboral. Actualmente, en la
Argentina, de cada 100 habitantes sólo 17 pertenecen a la categoría de
asalariados formales del sector privado. Estos son los empleos más productivos,
los que potencialmente pueden ser los mejor remunerados, pero también sobre
los que pesa, directa e indirectamente, buena parte de la carga impositiva.
Argentina debería proponerse, para la próxima década, duplicar la proporción
de trabajadores privados formales en la población total. Con ello, la carga
tributaria se distribuiría de un modo más parejo, como consecuencia de una
economía más vinculada al mercado mundial y de la expansión de una gama
amplia de sectores con gran potencial exportador que, hasta ahora, han venido
enfrentando trabas de diversa índole. Debería avanzarse hacia un Compromiso
por la Competitividad que mejore la coordinación público-privada en esta
dimensión.
-
Una salida que resuelva el atraso cambiario pero, al mismo tiempo, evite una
megadevaluación, requiere la unificación del mercado de cambios y la
recuperación de atributos de moneda de calidad para el peso, entre los que se
cuentan el arbitraje con otras divisas. Como es sabido, con políticas económicas
consistentes y sustentables, una cuenta capital que funcione sin restricciones
(más allá de eventuales penalidades para operaciones de corto plazo) tiene
efectos positivos en términos de suavizar los ciclos económicos internos y de
una asignación de recursos más eficiente a favor de la inversión directa, tanto
de fondos locales como extranjeros. Sin embargo, para levantar controles sin
efectos traumáticos se requiere un contexto de normalización de las relaciones
financieras internacionales, incentivos para depósitos bancarios de mediano y
largo plazo, incentivos para el retorno al sistema financiero y al mercado de
capitales de los ahorros de argentinos fuera del sistema local.
-
En función de devolver credibilidad a los contratos también deberán
implementarse decisiones que dejen sin efecto las controversias alrededor de
los índices que elabora y publica el INDEC. La eventual autorización a contratos
indexados depende de una evaluación de los pros y contras de tal decisión,
pero también de la existencia de índices libres de controversia.
27
Volver a jerarquizar el rol de Presupuesto
Es fundamental la derogación de la ley de emergencia económica, de manera
de devolverle al presupuesto el rol de “ley de leyes”, para que los compromisos
asumidos en el Congreso y revalidados por el poder ejecutivo sirvan de guía para la
toma de decisiones del sector privado.
El presupuesto debe servir para plantar mojones en el sendero de una
economía más competitiva y, al mismo tiempo, más equitativa. El proceso de
definición de las previsiones y prioridades debe ser absolutamente jerarquizado. La
pauta de la evolución del gasto público en términos nominales es un ejercicio clave
por los supuestos que incluye en materia de crecimiento, comercio exterior,
consumo, inversión,
presión tributaria e inflación. En caso que el presupuesto
subestime los ingresos tributarios a obtener, el Ejecutivo no podría gastar los
fondos extra en la medida que se modifique la legislación vigente. En caso que se
sobreestimen los recursos, de todos modos el gasto deberá someterse a la regla de
gastar menos de los recaudado.
Se apunta a darle un gran valor institucional a la estimación de las variables
claves (PIB e inflación) necesarias para la confección de cada nuevo presupuesto.
El Poder Ejecutivo mantendrá su poder de decisión para la elaboración del
presupuesto definitivo, pero deberían debatirse esos supuestos en las comisiones
correspondientes del Congreso, con la activa participación de representantes del
Banco Central.
La pauta de variación de gasto que se defina para cada año subsiguiente,
expresada en términos nominales, tendrá tres componentes: el PIB esperado, la
inflación proyectada y las decisiones de política fiscal (de acuerdo al ciclo
económico y las posibilidades de financiamiento).
La inflación proyectada será la guía para la política monetaria y crediticia del
Banco Central.
Se promueve, asimismo, que trabajadores y empresarios llevan adelante el
Compromiso por la Competitividad. Este debería apoyarse en un programa
plurianual en el que, entre otros vectores, se incorpore a las negociaciones
salariales tanto el factor inflación esperada (macroeconómico) como la evolución de
28
la productividad, sectorial y empresarial (microeconómico). Asimismo la agenda del
pacto será clave para explorar y definir prioridades en cuanto a oportunidades
externas existentes para el conjunto de los sectores productivos del país. La
experiencia de Chile analizada en este documento muestra que es posible lograr
mejoras sostenidas de competitividad, caída de la inflación y de la tasa de
desempleo y, al mismo tiempo, mejoras sostenidas en el salario real (por encima
de la inflación) de los trabajadores. Pero esa experiencia subraya que esas mejoras
de salarios reales (del orden del 4% anual en los primeros años del plan de
estabilización) fueron sustentables porque estuvieron 100 por ciento fundadas en
mejoras de productividad.
La Argentina necesita dar pasos firmes en cuanto a lograr mayor inserción
internacional. En el plano financiero, la normalización permitirá suavizar los costos
de la transición a través de un programa de emisión de deuda compatible con el
resto de los objetivos.
En el plano comercial, debería darse prioridad a cerrar el acuerdo entre el
MERCOSUR y la Unión Europea, y comenzar a evaluar otras opciones existentes en
materia de acuerdos. El Compromiso por la Competitividad debería servir como
asesor principal del Estado para detectar oportunidades existentes en nuevos
acuerdos, así como para definir la agenda de políticas públicas que permita que las
empresas
argentinas,
grandes
y
pymes,
cuenten
con
los
instrumentos
correspondientes para ser verdaderamente competitivas.
El triple objetivo: estabilidad, competitividad y mejor distribución del ingreso
El objetivo de estabilizar la economía no debe hacer perder de vista el hecho de que la
Argentina ha experimentado una magra performance exportadora en los últimos
quince años, cuando se la compara con el resto de los países de la región. Las políticas
que apunten a recuperar los equilibrios macroeconómicos, tanto en el flanco externo
como en el interno, deberán superar un test de mediano y largo plazo para constatar
su sustentabilidad. Ese test no es otro que la capacidad el país de ganar market share
en el mercado mundial, desde el magro 0,45 % que representan actualmente las
exportaciones argentinas sobre las exportaciones mundiales. Sin cumplir ese requisito,
las urgencias sociales, las demandas sectoriales y regionales, la insatisfacción de la
población, comenzarán -tarde o temprano-, nuevamente, a jaquear los equilibrios
macroeconómicos. Este requisito será doblemente válido en la medida en que el
escenario internacional esté caracterizado, en los próximos años, por un crecimiento en
línea con el promedio histórico pero por debajo del experimentado entre 2003 y 2007,
y por términos de intercambio elevados pero por debajo de los picos de 2008 y 2011.
29
El triple objetivo de una economía con estabilidad de precios y con mejoras
continuas
en
términos
de
competitividad
y
distribución
del
ingreso
tiende
inevitablemente a condicionar el tipo de instrumentos de política económica que
habrán de tener prioridad.
En esencia, se trata de instrumentos que ayuden a fortalecer el ahorro interno,
tanto del sector público como del privado, de manera que pueda financiarse un
creciente nivel de inversiones sin recurrir a capitales externos de corto plazo. La
inversión extranjera directa, los créditos de largo plazo, la inversión externa en el
mercado de capitales, son todos complementos imprescindibles del crecimiento
sustentable del país. Pero los capitales de corto plazo tienen más costos que
beneficios.
La severa distorsión de precios relativos que enfrenta la economía argentina, en el
contexto de una aceleración de la tasa de inflación y de hechos muy preocupantes en
el plano social, son todos factores que se hacen más críticos si se repara en lo limitado
de los instrumentos económicos disponibles, caída de reservas incluida.
Enfrentar los desequilibrios implica reconocer la necesidad de cierta austeridad
fiscal, pero al mismo tiempo subrayar que existen oportunidades que permitirían dar
mayor dinamismo a los segmentos de exportaciones e inversión dentro de la demanda
agregada, de modo de suavizar los costos de la transición. Este movimiento
compensador puede reforzarse con una adecuada focalización y mejora de la calidad
del gasto público y con la generación de condiciones para que tome impulso la
formalización de trabajadores en el sector privado. Pero lo principal es que las medidas
de corto plazo tengan como guía un plan de largo plazo apoyado en la convicción de
que
competitividad, estabilidad y mejor distribución del ingreso no sólo no son
contradictorios, sino que pueden ser complementarios y retroalimentarse entre si.
30
Descargar