Hoy me levante nuevamente después de un sueño profundo, creo que estoy un poco entumida, pues no siento para nada mis caderas, siento haber dormido muchísimo tiempo, más de lo que acostumbra una princesa como yo, y lo que veo a mi alrededor me hace asistir más ha esta idea, de que he pasado bastante tiempo encerrada. El cuarto en el que estoy enclaustrada desde ya hace tiempo esperando a que el susodicho y tan mencionado príncipe azul venga y me rescate, al menos esa es la idea, está repleto de telarañas y polvo; pero no se por qué aun mantengo la esperanza de que llegará. Tengo 30 años y si mal no recuerdo, he pasado aquí mis mejores años, mírate, dónde quedaron esos pechos firmes que te caracterizaban como la más sabrosa del reino, dónde está la cinturita que me distinguía de mis hermanas, dónde se esconde la piel tersa que se supone debería tener; ahora mis hermanas que sinceramente corrieron con suerte, ellas viven felices en reinos lejanos y yo sigo aquí sentada esperando que un infeliz hombre que debería pelear con el dragón que se encuentra afuera agonizando, se decida a llegar, entre de manera heroica y me despierte con un beso. Diario hago lo mismo, esto se ha vuelto una rutina incontrolable, me levanto, cepillo mis cabellos dorados que poco a poco comienzan a tornarse plateados, lavo mis dientes que desde hace días los noto un poco amarillos, tomo un baño de agua tibia e intento lanzar una secadora en la bañera en la que estoy, pero sorpresa aún no contamos con electricidad, me cambio de vestido, ósea diario uno nuevo, ya todos están deslavados de tantas y tantas puestas. Tocan la puerta me emociono, bueno eso aún lo hacía 10 años atrás, hoy sólo voy abro la puerta y le agradezco a mi nueva servidumbre por traerme el desayuno. Estoy gorda, mira estas lonjas; sólo comeré una fruta y un vaso de agua, después que dirá de mí, mi príncipe: que no me cuido, que estoy obesa, y luego falta y se agarré de ahí para que no me rescate, no, no, no cuidemos la línea. Termino de comer mi fruta me siento lavo mis manos, me pongo loción y reacomodo la almohadilla de mi cama, quito el exceso de cabello que pierdo cada noche y nuevamente me dispongo a descansar un rato, rezo a todos los santos por ya salir y pienso en que mañana será el día; caigo dormida nuevamente. Oigo ruidos, si, son pisadas fuertes, al parece ser es el sonido de un caballo que es cabalgado por un apuesto príncipe, se escucha el sonsonete de su armadura claramente, abro los ojos y veo que el dragón que me custodia intenta lanzar fuego, pobre al parecer se le apago la fogata interior, aquel caballo pasa sin problemas y derriba la puerta del castillo. Tranquila, pronto estará cerca de la puerta principal y subirá por las extensas escaleras que dan hasta este cuarto. Cierra los ojos Fiona, pronto llegará, azotará la puerta y tu tendrás que fingir estar profundamente dormida, corre enjuaga tu boca con un poco de enjuague bucal, listo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…diez… treinta…cuarenta y dos… cincuenta. ¿Qué pasa? Ya tardó demasiado, asomo mi cabeza por el ventanal y el caballero se retira, tras ver que mi esperanza nuevamente se desvanece, tocan la puerta y me ofrecen un pedazo de pizza que el repartidor imperial acaba de traer, por dios con que un repartidor era mi héroe; no gracias, respondo. Al día siguiente pasa justamente lo mismo, me levanto y después de todas mis actividades, vuelvo a la cama. Al día siguiente la servidumbre nuevamente toca la puerta, esta vez no tengo ganas de levantarme, pero insisten y tocan de manera desesperada. Mi princesa ha llegado una carta del príncipe, abandono la cama de un salto y abro la puerta, tomo el papel y me siento a leer lo que dice, que es algo más o menos así: Querida princesa Fiona Se ha de preguntar porque ha demorado tanto mi rescate, pero sinceramente he pensado mucho las cosas, y mire que ha sido así. Ayer me decidí a ir por usted, pero he de confesarle algo, he visitado a el médico de mi padre, el Rey Arturo; esto porque he tenido ciertos problemas con aquello que le platique, sí eso, justo lo que está pensando; algo le pasa, fíjese que no quiere despertar, lo sé es lamentable, dígamelo a mi. Entonces es este el motivo de mi carta, mire que he sido un hombre valiente en contarle todo esto, pero yo no me siento con las fuerzas y mucho menos aquello que ya sabe, de ofrecerle una vida a usted, que no merezca, sé que usted ha ansiado mucho mi llegada, pero yo no puedo ofrecerle una familia, ya sabe hijos, nietos, que desde luego me imagino es lo que tanto ansia. Pero debido a esto y a que soy un hombre de palabra, he hablado con mis súbditos y he escogido el mejor de ellos para que fuese por usted y le diera todo lo que merece, una familia, un hogar, felicidad y placer. El ya va en camino, espero de todo corazón me entienda y sepa que todo esto lo hago por usted mi princesa, y claro está, también espero que mi elección sea de su agrado. De antemano quedo a su disposición y desde luego le deseo larga vida a la próxima reina Fiona. Atentamente EL príncipe Encantador La princesa tras leer estas palabras, cierra la carta y la tira a la basura. Con cara de emoción y de manera discreta comienza a arreglarse como nunca lo había hecho, no se preocupó en lo más mínimo que su príncipe tuviera problemas de disfunción eréctil, puesto que al final de cuentas alguien iría ya por ella. Por fin saldré de este cuarto tan hostil y ahora si tendré una vida por delante y no habrá porque envidiar más a mis hermanas, pronto, muy pronto, me convertiré en reina. Por lo pronto iré a recostarme y esperaré con ansias la llegada de mi caballero. Tras esperar una noche más, que aseguraría sería la última, quede completamente dormida, tanto que era difícil que algo me despertara. A lo lejos escuchaba un fuerte sonido que provenía de la puerta, como pude me levanté y camine hacia ella; la abrí y era la servidumbre que me entregaba otra carta del príncipe en la que confesaba su homosexualidad y la pena que le había dado no podérmelo decir desde un principio y que el caballero que había mandado por mí, había fallecido cuando se encontraba rumbo a mi castillo. Termine por resignarme, sinceramente me quedaré el resto de mi vida a vestir santos como dicen por ahí, mejor me dormiré y olvidaré que todo esto pasó. Esa misma noche alguien de complexión fuerte entró de manera particular por la puerta, acompañado de un pequeño asno que no dejaba de hablar; me dije tranquila Fiona sólo es un sueño por tus ansiosas ganas de no quedar solterona. Pero un beso húmedo me despierta y consigo ver frente a mi a un apuesto príncipe que confiesa a llegado por mi, por error, es lo que menos me importa en este momento, soy feliz, lo tomo de su cara que esta cubierta por un pesado casco y le digo que a como de lugar tendrá que sacarme de ahí y después de esto comenzamos una lucha por abandonar el castillo, lo logramos, le quitó su casco y oh por dios que cosa tan más horrorosa, nunca críe que caería tan bajo. Ahora una nueva vida tendré que comenzar con este ogro y su fiel mascota, un burro.