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Ciudad de Mexico y Analisis del Articulo 122 Const.

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ARTÍCULO 122
La Ciudad de México es una entidad federativa que goza de autonomía en todo lo
concerniente a su régimen interior y a su organización política y administrativa,
El 29 de enero de 2016 fue publicada en el Diario Oficial de la Federación la reforma política
de la Ciudad de México. Mediante esta reforma fueron derogadas las facultades que el texto
anterior confería al Congreso de la Unión para expedir el Estatuto de Gobierno del Distrito
Federal y para legislar en lo relativo a la entidad, a excepción de aquellas materias que
estuvieran reservadas expresamente a la Asamblea Legislativa. En el mismo sentido, la
reforma suprimió las facultades del presidente de los Estados Unidos Mexicanos para
proponer al Senado quién debía sustituir al jefe de Gobierno en caso de que fuera removido,
de formular la propuesta de endeudamiento para el financiamiento del Presupuesto de
Egresos del Distrito Federal y de emitir los reglamentos correspondientes a las leyes que
expidiera el Congreso de la Unión sobre la entidad. Las modificaciones que introdujo el
Decreto incluyeron el cambio del nombre de la entidad federativa —el Distrito Federal—, que
pasó a denominarse Ciudad de México. Sin embargo, el Decreto omitió cambiar las
referencias al Distrito Federal contenidas en los artículos 26, apartado B, sexto párrafo; 73,
fracción VIII, incisos 2 y 3; 73, fracción XXIX-W; 79, fracción IV, y 109, fracción III, sexto
párrafo. La falta de reforma de estos artículos fue atendida por el artículo decimocuarto
transitorio del Decreto, que estableció que todas las referencias al Distrito Federal en el texto
constitucional y en otros ordenamientos jurídicos deberán entenderse hechas a la Ciudad de
México. Entre los otros cambios que produjo la reforma destacan la desaparición del Estatuto
de Gobierno del Distrito Federal, que será remplazado por la Constitución que expida la
Asamblea constituyente de la Ciudad de México; la posibilidad de que la Asamblea Legislativa
participe en el proceso de reformas de la Constitución Federal; la supresión de la facultad del
Senado de remover al jefe de Gobierno por causas graves y la restricción de las facultades de
las autoridades federales a aquellas reguladas expresamente en el texto constitucional. Por
otro lado, la Ciudad de México continúa siendo una entidad federativa distinta a los estados
de la República debido a su doble naturaleza: es la capital del país y la sede de los Poderes
de la Unión.
Apartado A:
El gobierno de la Ciudad de México está a cargo de sus poderes locales, en los
términos establecidos en la Constitución Política de la Ciudad de México, la cual se
ajustará a lo dispuesto en la presente Constitución y a las bases siguientes:
La Ciudad de México cuenta con autonomía constitucional para establecer su régimen
interior, así como su organización política y administrativa. De conformidad con los criterios
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Constitución Política de la Ciudad de México
constituirá un cuerpo normativo dictado en el ejercicio de la autonomía y soberanía de la
entidad, por lo que sus preceptos se constituirán como normas autónomas. La Constitución
de la Ciudad de México será emitida por la Asamblea constituyente. El artículo séptimo
transitorio del Decreto de reforma establece que la Asamblea estará integrada por 100
diputados, de los cuales 60 serán electos con base en el principio de representación
proporcional mediante una lista votada en una sola circunscripción plurinominal. Los 40
diputados restantes serán designados de la siguiente forma: 14 senadores y 14 diputados
designados por el voto de las dos terceras partes de los legisladores correspondientes a cada
Cámara con base en las propuestas que formulen las respectivas Juntas de Coordinación
Política; 6 designados por el presidente de la República, y 6 designados por el jefe de
Gobierno. La Junta de Instalación de la Asamblea Constituyente estará formada por cinco
diputados y se integrará como una mesa de decanos cuyo miembro de mayor edad será quien
presida los trabajos de instalación. A esta Junta le corresponde conducir los trabajos de
aprobación del Reglamento para el Gobierno Interior de la Asamblea Constituyente de la
Ciudad de México, conforme al cual se elegirá a la Mesa Directiva de la Asamblea. En el
Decreto se confirió al jefe de Gobierno la facultad de presentar ante la Asamblea el proyecto
de Constitución que será la base para las discusiones de los diputados. Para la elaboración
de dicho proyecto, el 5 de febrero de 2016 fue publicado en la Gaceta Oficial de la Ciudad de
México el Acuerdo por el que se integra el grupo de trabajo que apoyará al Jefe de Gobierno
en la elaboración del proyecto de Constitución Política de la Ciudad de México. Con base en
este acuerdo, se creó un grupo de trabajo integrado por 28 personas para auxiliar al jefe de
Gobierno en la elaboración del proyecto, además de un grupo de asesores externos. El
contenido de la Constitución de la Ciudad de México será un orden específico y superior al
resto de las leyes y normas de la entidad; sin embargo, el desarrollo de esta se encuentra
limitado por el marco establecido en la Constitución Federal. El apartado D del artículo 122
constitucional establece que las mismas prohibiciones y limitaciones que la Constitución
establece para los estados son aplicables a la Ciudad de México.
Apartado A,
Fracción I, párrafo primero:
La Ciudad de México adoptará para su régimen interior la forma de gobierno
republicano, representativo, democrático y laico. El poder público de la Ciudad de
México se dividirá para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No podrán
reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación ni depositarse
el Legislativo en un solo individuo,
La autonomía con la que cuenta la Ciudad de México para emitir su propia Constitución se
encuentra limitada por los principios establecidos en la Constitución Federal. En ese sentido,
este apartado del artículo 122 constitucional reproduce el contenido del artículo 40 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para el caso de la Ciudad de México.
De esta forma, la Constitución de la nueva entidad tendrá que expedirse observando que el
diseño de las instituciones de gobierno sea congruente con los principios republicanos,
representativos y laicos. La segunda parte de esta fracción establece el principio de división
de poderes para el gobierno de la Ciudad de México en congruencia con el artículo 49 de la
Constitución Federal. Al respecto, la Suprema Corte ha desarrollado el concepto de división
de poderes como un equilibrio a través de un sistema de pesos y contrapesos con la finalidad
de evitar la consolidación de un órgano absoluto capaz de producir una distorsión en el sistema
de competencias previsto en el orden jurídico nacional. La Corte también ha precisado que la
división funcional de atribuciones opera de manera flexible, por lo que debe existir un régimen
de cooperación y coordinación entre los órganos de gobierno que garantice la unidad política
del Estado. Conforme a ello, las constituciones locales pueden asignar funciones a favor de
un determinado poder, siempre y cuando se ajusten a lo establecido expresamente en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y que la función respectiva sea
estrictamente necesaria para hacer efectivas las facultades que le son exclusivas.
Apartado A,
Fracción I, párrafo segundo:
La Constitución Política de la Ciudad de México establecerá las normas y las
garantías para el goce y la protección de los derechos humanos en los ámbitos de su
competencia, conforme a lo dispuesto por el artículo 1o. de esta Constitución.
El artículo 1 de la Constitución Federal establece, entre otras cosas, los principios de
universalidad, interdependencia e indivisibilidad de los derechos humanos. Todas las
autoridades de la Ciudad de México están obligadas a aplicar dichos principios en el ámbito
de sus competencias con la finalidad de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos
de las personas. La interpretación que de los mismos se haga debe realizarse conforme a la
Constitución Federal y los tratados internacionales de los que el Estado mexicano es parte,
procurando la protección más amplia de las personas. La Segunda Sala de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación ha reconocido que el catálogo de derechos reconocido en la
Constitución Federal y en los tratados internacionales constituye el mínimo que debe
garantizar el Estado mexicano, ya que las legislaciones de las entidades federativas, en su
ámbito competencial, pueden ampliar la protección de los derechos. En el desarrollo de los
derechos humanos en la Constitución de la Ciudad de México deberá cuidarse que las normas
que los reconozcan no establezcan definiciones contrarias o que resulten menos protectoras
a aquellas contenidas en la Constitución Federal o en los tratados internacionales. La
protección de los derechos humanos en el ámbito local requiere precisión en su
reconocimiento, así como un sistema efectivo para su protección y la reparación del daño en
caso de que sean vulnerados. Una de las herramientas utilizada por otras entidades
federativas para asegurar la protección de los derechos reconocidos en sus constituciones
locales ha sido la creación de tribunales constitucionales locales. Sin embargo, el ejercicio de
sus facultades ha provocado que la Suprema Corte haya tenido que pronunciarse acerca de
si tienen competencia para ejercer un control de constitucionalidad respecto de actos de
autoridades locales con base en el contenido de la Constitución Federal. La Primera Sala ha
determinado que estos tribunales locales solo pueden conocer de violaciones a la constitución
de la entidad federativa a la que pertenecen. En consecuencia, la redacción y el contenido de
los artículos de la Constitución de la Ciudad de México que tengan por objeto el proteger y
garantizar los derechos humanos serán estratégicos para consolidar el sistema constitucional
de protección de derechos.
Apartado A,
Fracción II, párrafos primero y segundo:
El ejercicio del Poder Legislativo se deposita en la Legislatura de la Ciudad de
México, la cual se integrará en los términos que establezca la Constitución Política de
la entidad. Sus integrantes deberán cumplir los requisitos que la misma establezca y
serán electos mediante sufragio universal, libre, secreto y directo, según los principios
de mayoría relativa y de representación proporcional, por un periodo de tres años. En
ningún caso, un partido político podrá contar con un número de diputados por ambos
principios que representen un porcentaje del total de la Legislatura que exceda en ocho
puntos su porcentaje de votación emitida. Esta base no se aplicará al partido político
que por sus triunfos en distritos uninominales obtenga un porcentaje de curules del
total de la Legislatura, superior a la suma del porcentaje de su votación emitida más el
ocho por ciento. Asimismo, en la integración de la Legislatura, el porcentaje de
representación de un partido político no podrá ser menor al porcentaje de votación que
hubiere recibido menos ocho puntos porcentuales.
La reforma al artículo 122 de la Constitución Federal de 1993 atribuyó facultades legislativas
a la Asamblea de Representantes del otrora Distrito Federal y reservó una facultad legislativa
residual para el Congreso de la Unión. La reforma de 1996 a ese mismo artículo cambió el
nombre de la legislatura, que pasó a denominarse Asamblea Legislativa del Distrito Federal y
reconoció expresamente su facultad legislativa. Con base en estas reformas, la Suprema
Corte reconoció el trabajo del poder reformador de la Constitución Federal en el sentido de
garantizar que los habitantes de la entidad puedan elegir a sus propias autoridades mediante
votación universal. En el texto actual del artículo 122 de la Constitución Federal ha quedado
establecida la autonomía del Poder Legislativo de la Ciudad de México. En contraste con la
estructura previa a la reforma, la facultad legislativa de la Ciudad de México dejó de estar
restringida a aquellas materias que estuvieran específicamente contempladas en el texto
constitucional y el resto al Congreso de la Unión; ahora el Poder Legislativo local tiene
facultades amplias y las autoridades federales solo tienen competencia respecto a aquellas
específicamente concedidas en la Constitución Federal. La elección del Poder Legislativo de
la Ciudad de México deberá realizarse conforme a las normas que establezca la Constitución
local, las cuales podrán ser establecidas conforme al principio de libertad configurativa, pero
en congruencia con lo dispuesto en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Entre los aspectos que deberán contemplar las reglas electorales se encuentran los límites a
la integración del Poder Legislativo por mayoría relativa y representación proporcional, así
como los requisitos razonables de elegibilidad conforme a lo dispuesto en los artículos 116
fracción I y 35 fracción II de la Constitución Federal. Sobre los límites para la integración del
Poder Legislativo local (fracción II, Segundo párrafo), la Suprema Corte ha resuelto que «debe
tomarse como parámetro el que establece la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos en su artículo 52 para la integración de la Cámara de Diputados del Congreso de
la Unión. Por tanto, las legislaturas locales, dentro de la libertad de que gozan para legislar en
la materia, habrán de ponderar sus propias necesidades y circunstancias políticas a fin de
establecer el número de diputados pertinente, con base en los citados principios, pero sin
alejarse significativamente de las bases generales previstas en la Ley Fundamental, a fin de
evitar la sobrerrepresentación de las mayorías y la subrepresentación de las minorías, o
viceversa». Del criterio transcrito se advierte la facultad de los congresos locales de variar de
forma razonable su integración respecto a la fórmula establecida en el artículo 54, fracción V
de la Constitución Federal para la composición de la Cámara de Diputados. No obstante, en
el caso de la Ciudad de México, el poder reformador de la Constitución estableció un criterio
de integración para el Poder Legislativo local que vincula a la Constitución de la Ciudad con
la finalidad de que se respete el límite de 8% entre el número total de diputaciones que le sean
asignadas a un partido político conforme a los principios de mayoría relativa y representación
proporcional y el porcentaje de la votación a su favor.
Apartado A,
Fracción II, párrafo tercero:
En la Constitución Política de la Ciudad de México se establecerá que los diputados
a la Legislatura podrán ser electos hasta por cuatro periodos consecutivos. La
postulación deberá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los partidos
integrantes de la coalición que los hubieren postulado, salvo que hayan renunciado o
perdido su militancia antes de la mitad de su mandato.
El artículo tercero transitorio del Decreto excluyó de la posibilidad de reelección a los
diputados integrantes de la VII Asamblea Legislativa del Distrito Federal. La reelección
legislativa es un mecanismo de integración parlamentaria que fue incluido con la reforma
constitucional en materia político-electoral de 2014. Su justificación se funda en la posibilidad
de premiar el trabajo legislativo de un diputado o de castigarlo, además de permitir la
continuidad de la agenda del representante. La Asamblea Constituyente deberá desarrollar
las normas correspondientes a la reelección con apego a esta fracción y considerar el caso
de la reelección de diputados independientes que no hayan llegado al cargo respaldados por
un partido político.
Apartado A,
Fracción II, párrafo cuarto:
La Constitución Política de la entidad establecerá las normas para garantizar el
acceso de todos los grupos parlamentarios a los órganos de gobierno del Congreso
local y, a los de mayor representación, a la Presidencia de los mismos.
Para poder dimensionar la aplicabilidad de esta disposición cabe hacer referencia a la
forma en que se ha implementado. A guisa de ejemplo, sirve exponer lo que establece el
proyecto de Constitución de la Ciudad de México en este sentido y dentro de su exposición de
motivos:
Exposición de motivos:
«Se refuerzan los derechos políticos de las personas originarias de la ciudad residentes en el extranjero, en
atención a lo previsto en los instrumentos internacionales. Es menester instrumentar mecanismos que permitan
a estas personas ejercer su derecho a votar y ser votados, por lo que se propone una fórmula de representación
proporcional pura para acceder a diputaciones. Proponemos la inclusión de todos los grupos parlamentarios en
los órganos de gobierno del Congreso». «Artículo 34. Del Congreso de la ciudad […] E. Del funcionamiento del
Congreso de la Ciudad de México 1. El Congreso de la Ciudad de México funcionará en pleno, comisiones y
comités; sus sesiones serán públicas. La ley determinará sus materias, atribuciones e integración. 2. Se
garantizará la inclusión de todos los grupos parlamentarios en los órganos de gobierno del Congreso. Los de
mayor representación tendrán acceso a la Presidencia de los mismos […]».
También debe precisarse que como órgano de gobierno se entienden las instancias de
dirección que tienen a su cargo funciones de control, regulación, organización, supervisión y
conducción orientadas al óptimo desempeño del trabajo de los legisladores y de sus áreas de
apoyo. Sin embargo, cabe matizar que lo expuesto corresponde al proyecto de Constitución y
que habrá que esperar a lo que el texto final defina en su momento.
Apartado A,
Fracción II, párrafo quinto:
Corresponde a la Legislatura aprobar las adiciones o reformas a la Constitución
Política de la Ciudad de México y ejercer las facultades que la misma establezca. Para
que las adiciones o reformas lleguen a ser parte de la misma se requiere sean
aprobadas por las dos terceras partes de los diputados presentes.
La Constitución Federal establece en este apartado un procedimiento mínimo que debe
prever la Constitución de la Ciudad de México para ser reformada. El requisito de votación
calificada para reformar o adicionar la constitución local coincide con lo que establece el
artículo 115 para las constituciones de los estados. En el caso de otras entidades federativas,
también se ha establecido la participación de los ayuntamientos en el proceso de reformas o
adiciones a las constituciones locales mediante el requisito de validación por parte de la
mayoría de los municipios.
Apartado A,
Fracción II, párrafos sexto, séptimo, octavo y noveno:
Asimismo, corresponde a la Legislatura de la Ciudad de México revisar la cuenta
pública del año anterior, por conducto de su entidad de fiscalización, la cual será un
órgano con autonomía técnica y de gestión en el ejercicio de sus atribuciones, y para
decidir sobre su organización interna, funcionamiento y resoluciones, en los términos
que disponga su ley. La función de fiscalización se desarrollará conforme a los
principios de legalidad, imparcialidad y confiabilidad. La cuenta pública del año anterior
deberá ser enviada a la Legislatura a más tardar el 30 de abril del año siguiente. Este
plazo solamente podrá ser ampliado cuando se formule una solicitud del Jefe de
Gobierno de la Ciudad de México suficientemente justificada a juicio de la Legislatura.
Los informes de auditoría de la entidad de fiscalización de la Ciudad de México tendrán
carácter público. El titular de la entidad de fiscalización de la Ciudad de México será
electo por las dos terceras partes de los miembros presentes de la Legislatura por un
periodo no menor de siete años y deberá contar con experiencia de cinco años en
materia de control, auditoría financiera y de responsabilidades.
La redacción de este apartado coincide con la de la fracción II del artículo 116, que
establece la obligación de las legislaturas de los estados de contar con un órgano de
fiscalización y define los requisitos que debe satisfacer dicho órgano, así como su titularidad.
El procedimiento para la designación del titular de este órgano para la Ciudad de México
constituye un acto de autoridad que puede ser revisado por el Poder Judicial Federal mediante
el juicio de amparo. El procedimiento para la fiscalización de la Cuenta Pública debe
desarrollarse por la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México y por el Poder Legislativo
local, pero deberán ajustarse a lo establecido en el artículo 122 de la Constitución Federal. El
diseño que adopte el poder constituyente y el Legislativo locales debe contemplar al menos
tres etapas para la rendición de la Cuenta Pública: i) la inspección de la Cuenta Pública
realizada al sujeto de revisión como una entidad abstracta de la estructura de la Administración
Pública de la Ciudad; ii) la aprobación por parte del Poder Legislativo local para que, en el
caso de que existan irregularidades, se investigue y sancione al responsable; y iii) el
procedimiento administrativo de responsabilidad en el que se determinará y sancionará al
funcionario público responsable de las irregularidades advertidas. La persona que aspire a ser
titular del órgano de fiscalización superior de la Ciudad de México deberá alcanzar una
votación calificada para ocupar el cargo. La consecuencia de ello es que su remoción solo
podrá realizarse con el voto de las dos terceras partes del Poder Legislativo local, ya que de
lo contrario se violarían los artículos 14 y 16 de la Constitución Federal por falta de
fundamentación jurídica.
Apartado A, fracción III:
El titular del Poder Ejecutivo se denominará Jefe de Gobierno de la Ciudad de México
y tendrá a su cargo la administración pública de la entidad; será electo por Art. 122
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos comentada 2026 votación
universal, libre, secreta y directa, y no podrá durar en su encargo más de seis años.
Quien haya ocupado la titularidad del Ejecutivo local designado o electo, en ningún
caso y por ningún motivo podrá volver a ocupar ese cargo, ni con el carácter de interino,
provisional, sustituto o encargado del despacho. La Constitución Política de la Ciudad
de México establecerá las facultades del Jefe de Gobierno y los requisitos que deberá
reunir quien aspire a ocupar dicho encargo.
En esta fracción queda establecida la denominación oficial del titular del Poder Ejecutivo
como jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Anteriormente existía una diferencia entre el
sistema de responsabilidades de los servidores públicos del Distrito Federal y el de los
estados. En específico, no le era aplicable al jefe de Gobierno el quinto párrafo del artículo
111 de la Constitución Federal. Sin embargo, la reforma política de la Ciudad de México
homologó para todas las entidades federativas el sistema de procedencia penal contra los
titulares de los órganos de gobierno y autónomos a que refiere el citado artículo 111. La
creciente homologación de las figuras de jefe de Gobierno y gobernador de un estado pudieran
equipararse también en la cuestión de los requisitos que debe satisfacer una personas para
acceder al cargo de titular del Ejecutivo local mediante votación universal, libre, secreta y
directa. En ese sentido, la fracción I del artículo 116 de la Constitución Federal establece como
condiciones las siguientes: i) ser ciudadano mexicano; ii) ser nativo de la entidad o tener
residencia efectiva no menor a cinco años inmediatamente anteriores al día de la elección; y
iii) tener treinta años cumplidos al día de la elección —salvo que en la Constitución de la
Ciudad de México establezca una edad inferior—. La Suprema Corte ha resuelto que estos
requisitos no son contrarios a los derechos políticos reconocidos en el artículo 35, fracción II
de la Constitución Federal; 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y 25
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Apartado A, fracción IV:
El ejercicio del Poder Judicial se deposita en el Tribunal Superior de Justicia, el
Consejo de la Judicatura y los juzgados y tribunales que establezca la Constitución
Política de la Ciudad de México, la que garantizará la independencia de los magistrados
y jueces en el ejercicio de sus funciones. Las leyes locales establecerán las condiciones
para el ingreso, formación, permanencia y especialización de quienes integren el poder
Judicial. Los magistrados integrantes del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de
México deberán reunir como mínimo los requisitos establecidos en las fracciones I a V
del artículo 95 de esta Constitución. No podrán ser magistrados las personas que hayan
ocupado en el Gobierno de la Ciudad de México el cargo de Secretario o equivalente o
de Procurador General de Justicia, o de integrante del Poder Legislativo local, durante
el año previo al día de la designación. Los magistrados durarán en el ejercicio de su
encargo el tiempo que establezca la Constitución Política de la Ciudad de México;
podrán ser reelectos y, si lo fueren, solo podrán ser privados de sus puestos en los
términos que establecen esta Constitución, así como la Constitución y las leyes de la
Ciudad de México. Los magistrados y los jueces percibirán una remuneración adecuada
e irrenunciable, la cual no podrá ser disminuida durante su encargo.
La fracción IV del apartado A del artículo 122 de la Constitución Federal regula el Poder
Judicial de la Ciudad de México. Esta fracción establece que la independencia de los
magistrados y jueces deberá estar garantizada en la Constitución local, por lo que establece
las restricciones para ocupar el cargo, así como las garantías de estabilidad en el empleo, la
reelección y el otorgamiento de una remuneración adecuada e irrenunciable. Para garantizar
la independencia en la administración de justicia local, la Suprema Corte ha interpretado
diversos principios que deben observarse en la configuración de los poderes judiciales de las
entidades federativas, a saber: a) el establecimiento de la carrera judicial, debiéndose fijar las
condiciones para el ingreso, formación y permanencia de los funcionarios judiciales; b) la
previsión de los requisitos necesarios para ocupar el cargo de magistrado, así como las
características que estos deben reunir, tales como eficiencia, probidad y honorabilidad; c) el
derecho a recibir una remuneración adecuada e irrenunciable, que no podrá disminuirse
durante el encargo; y d) la estabilidad o seguridad en el ejercicio del cargo, lo que implica la
fijación de su duración y la posibilidad de que sean ratificados al término del periodo para el
que fueron designados a fin de que alcancen la inamovilidad. Estos principios deben estar
garantizados por la Constitución de la Ciudad de México y las leyes que de esta emanen.
Apartado A, fracción V, párrafos primero y segundo:
La Administración Pública de la Ciudad de México será centralizada y paraestatal. La
hacienda pública de la Ciudad y su administración serán unitarias, incluyendo los
tabuladores de remuneraciones y percepciones de los servidores públicos. El régimen
patrimonial de la Administración Pública Centralizada también tendrá carácter unitario.
La hacienda pública de la Ciudad de México se organizará conforme a criterios de
unidad presupuestaria y financiera.
El artículo 122 establece en este apartado que la Administración Pública de la Ciudad de
México será centralizada y paraestatal. La Administración centralizada es aquella que
depende directa e inmediatamente de los órganos que realizan dicha función y que dependen
del Poder Ejecutivo, por lo que se rigen con base en un sistema de controles, mando y
vigilancia de tipo jerárquico. La Administración paraestatal refiere a una dependencia indirecta
y mediata, pues los organismos que la componen se relacionan en distintos grados con la
Administración centralizada, por lo que los mecanismos de control y vigilancia se ejercen de
forma horizontal.
Apartado A, fracción V, párrafos tercero y cuarto:
Corresponde a la Legislatura la aprobación anual del presupuesto de egresos
correspondiente. Al señalar las remuneraciones de servidores públicos deberán
sujetarse a las bases previstas en el artículo 127 de esta Constitución. Los poderes
Legislativo, Ejecutivo y Judicial,
así como los organismos con autonomía
constitucional, deberán incluir dentro de sus proyectos de presupuestos, los
tabuladores desglosados de las remuneraciones que se propone perciban sus
servidores públicos. Estas propuestas deberán observar el procedimiento que para la
aprobación del presupuesto de egresos establezcan la Constitución Política de la
Ciudad de México y las leyes locales.
Esta facultad le fue conferida a la Asamblea de Representantes del Distrito Federal desde
la reforma de la Constitución Federal de 1993, que la habilitó para legislar en materia de
«presupuesto, contabilidad y gasto público «y para analizar «las contribuciones que a su juicio
deban decretarse» a fin de cubrir el Presupuesto de Egresos del Distrito Federal. De acuerdo
con el artículo 127 de la Constitución Federal, las remuneraciones que se contemplen para
los servidores públicos deberán ser proporcionales a sus responsabilidades y no podrán
exceder a la que reciba el presidente de la República. Un servidor público tampoco podrá
obtener una remuneración mayor a la de su superior jerárquico, salvo que se deba al
desempeño de varios empleos públicos; las remuneraciones y sus tabuladores serán públicos,
y el Poder Legislativo local tiene la obligación de emitir los ordenamientos necesarios para
hacer efectivos estos principios.
Apartado A, fracción V, párrafos quinto y sexto:
Las leyes federales no limitarán la facultad de la Ciudad de México para establecer
las contribuciones sobre la propiedad inmobiliaria, su fraccionamiento, división,
consolidación, traslación y mejora, así como las que tengan por base el cambio de valor
de los inmuebles y las derivadas de la prestación de servicios públicos a su cargo, ni
concederán exenciones en relación con las mismas. Las leyes de la Ciudad de México
no establecerán exenciones o subsidios en favor de persona o institución alguna
respecto de dichas contribuciones. Solo estarán exentos los bienes del dominio público
de la Federación, de las entidades federativas o de los Municipios, salvo que tales
bienes sean utilizados por entidades paraestatales o por particulares, bajo cualquier
título, para propósitos distintos a los de su objeto público. Corresponde al Jefe de
Gobierno de la Ciudad de México proponer al Poder Legislativo local las cuotas y tarifas
aplicables a impuestos, derechos, contribuciones de mejoras y las tablas de valores
unitarios de suelo y construcciones que sirvan de base para el cobro de las
contribuciones sobre la propiedad inmobiliaria.
Corresponde al jefe de Gobierno de la Ciudad de México proponer al Poder Legislativo
local las cuotas y tarifas aplicables a impuestos, derechos, contribuciones de mejoras y tablas
de valores unitarios de suelo y contribuciones que sirvan de base para el cobro de las
contribuciones sobre la propiedad inmobiliaria. Las modificaciones al artículo 122 sobre cobro
y determinación de contribuciones reflejan el contenido del artículo 115, fracción IV, segundo
párrafo, que se rige por tres reglas: 1) las leyes federales no limitarán la facultad de los estados
para establecer las contribuciones sobre la propiedad inmobiliaria o sobre la prestación de
servicios públicos municipales ni concederán exenciones en relación con esas contribuciones;
2) las leyes estatales no establecerán exenciones o subsidios en favor de persona o institución
alguna respecto de dichas contribuciones; y 3) solo estarán exentos los bienes de dominio
público de la Federación, de los estados o los municipios, salvo que tales bienes sean
utilizados por entidades paraestatales o por particulares, bajo cualquier título, para fines
administrativos o propósitos distintos a los de su objeto público. La Suprema Corte ha resuelto
que las contribuciones exclusivas a que refiere este apartado no pueden cederse o estar
sujetas a coordinación fiscal. En caso de estas facultades se sujetaran a la coordinación fiscal,
significaría que los entes coordinados podrían elegir quién ejercería la potestad tributaria, por
lo que se violentaría lo dispuesto en este apartado; sin embargo, existe la posibilidad de la
coordinación administrativa exclusivamente para recaudar los impuestos a que refiere este
artículo, pues ello difiere de la facultad de imponer los tributos.
Apartado A, fracción VI:
VI. La división territorial de la Ciudad de México para efectos de su organización
político administrativa, así como el número, la denominación y los límites de sus
demarcaciones territoriales, serán definidos con lo dispuesto en la Constitución Política
local. El gobierno de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México estará a
cargo de las Alcaldías. Sujeto a las previsiones de ingresos de la hacienda pública de
la Ciudad de México, la Legislatura aprobará el presupuesto de las Alcaldías, las cuales
lo ejercerán de manera autónoma en los supuestos y términos que establezca la
Constitución Política local. La integración, organización administrativa y facultades de
las Alcaldías se establecerán en la Constitución Política y leyes locales, las que se
sujetarán a los principios siguientes: a) Las Alcaldías son órganos políticos
administrativos que se integran por un Alcalde y por un Concejo electos por votación
universal, libre, secreta y directa, para un periodo de tres años. Los integrantes de la
Alcaldía se elegirán por planillas de entre siete y diez candidatos, según corresponda,
ordenadas en forma progresiva, iniciando con el candidato a Alcalde y después los
Concejales con sus respectivos suplentes, en el número que para cada demarcación
territorial determine la Constitución Política de la Ciudad de México. En ningún caso el
número de Concejales podrá ser menor de diez ni mayor de quince. Los integrantes de
los Concejos serán electos según los principios de mayoría relativa y de representación
proporcional, en la proporción de sesenta por ciento por el primer principio y cuarenta
por ciento por el segundo. Ningún partido político o coalición electoral podrá contar
con más del sesenta por ciento de los concejales. b) La Constitución Política de la
Ciudad de México deberá establecer la elección consecutiva para el mismo cargo de
Alcalde y Concejales por un periodo adicional. La postulación solo podrá ser realizada
por el mismo partido o por cualquiera de los partidos integrantes de la coalición que
los hubieren postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la
mitad de su mandato. c) La administración pública de las demarcaciones territoriales
corresponde a los Alcaldes. La Constitución Política de la Ciudad de México establecerá
la competencia de las Alcaldías, dentro de sus respectivas jurisdicciones. Sujeto a las
previsiones de ingresos de la hacienda pública de la Ciudad de México, corresponderá
a los Concejos de las Alcaldías aprobar el proyecto de presupuesto de egresos de sus
demarcaciones, que enviarán al Ejecutivo local para su integración al proyecto de
presupuesto de la Ciudad de México para ser remitido a la Legislatura. Asimismo,
estarán facultados para supervisar y evaluar las acciones de gobierno, y controlar el
ejercicio del gasto público en la respectiva demarcación territorial. Al aprobar el
proyecto de presupuesto de egresos, los Concejos de las Alcaldías deberán garantizar
el gasto de operación de la demarcación territorial y ajustar su gasto corriente a las
normas y
montos máximos, así como a los
tabuladores
desglosados de
remuneraciones de los servidores públicos que establezca previamente la Legislatura,
sujetándose a lo establecido por el artículo 127 de esta Constitución. d) La Constitución
Política de la Ciudad de México establecerá las bases para que la ley correspondiente
prevea los criterios o fórmulas para la asignación del presupuesto de las
demarcaciones territoriales, el cual se compondrá, al menos, de los montos que
conforme a la ley les correspondan por concepto de participaciones federales,
impuestos locales que recaude la hacienda de la Ciudad de México e ingresos derivados
de la prestación de servicios a su cargo. e) Las demarcaciones territoriales no podrán,
en ningún caso, contraer directa o indirectamente obligaciones o empréstitos. f) Los
Alcaldes y Concejales deberán reunir los requisitos que establezca la Constitución
Política de la Ciudad de México.
Este apartado establece los lineamientos para el diseño de las Alcaldías en la Constitución
de la Ciudad de México. El artículo reformado establece que la naturaleza jurídica de las
Alcaldías será la de órganos político-administrativos, por lo que se mantiene la misma
naturaleza que tenían las delegaciones políticas del Distrito Federal. De acuerdo con el artículo
decimoséptimo transitorio del Decreto de reforma, la Constitución Política de la Ciudad de
México y las leyes locales deberán establecer, al menos, aquellas funciones que la Ley
Orgánica de la Administración Pública del Distrito Federal atribuía a los jefes delegacionales.
Al respecto, el artículo 39 de la ley referida establecía un listado amplio de facultades, entre
las que destacan: expedir licencias de construcción y certificaciones de uso de suelo; imponer
sanciones por la violación a normas administrativas; otorgar licencias para giros mercantiles;
formular, ejecutar y vigilar el Programa de Seguridad Pública de la Delegación; recuperar
bienes de dominio público; prestar asesoría jurídica en materia civil, penal, administrativa y del
trabajo; administrar los juzgados cívicos; dar mantenimiento a los monumentos públicos;
prestar los servicios de limpia; solicitar al jefe de Gobierno la expropiación de bienes de
propiedad privada; prestar el servicio de alumbrado público; construir, rehabilitar, mantener y
administrar los mercados públicos; prestar los servicios de agua potable y alcantarillado; vigilar
y verificar administrativamente el cumplimiento de disposiciones en materia ambiental; realizar
audiencias públicas y establecer la estructura organizacional del órgano políticoadministrativo, entre otras. Las Alcaldías están legitimadas para defender su esfera de
competencias mediante la controversia constitucional de acuerdo con el inciso j) de la fracción
I del artículo 105 de la Constitución Federal. Resultan aplicables los criterios de la Suprema
Corte respecto a las Delegaciones Políticas, pues la naturaleza jurídica y funciones de las
alcaldías son las mismas. La Corte determinó que de la autonomía presupuestal y en acciones
de gobierno respecto de su ámbito territorial se sigue que las demarcaciones territoriales
constituyen un nivel de gobierno, al contar con patrimonio propio y tener delimitado su ámbito
de atribuciones, y que no puede concluirse su subordinación al jefe de Gobierno de la Ciudad
de México. El Pleno también ha señalado que la autonomía de estos órganos políticoadministrativos no es absoluta, pues su funcionamiento debe darse en coordinación y
congruencia con el gobierno de la Ciudad.
Apartado A, fracción VII:
La Ciudad de México contará con los organismos constitucionales autónomos que
esta Constitución prevé para las entidades federativas.
La Constitución Política de la Ciudad de México deberá establecer los órganos autónomos
en materia de acceso a la información, electoral y derechos humanos a que refieren los
artículos 6, apartado A, 41, apartado C y 102, apartado B de la Constitución Federal.
Adicionalmente a estos organismos, en la Constitución de la Ciudad de México podrán
establecerse aquellos órganos que se estimen indispensables para el desarrollo de las
funciones que corresponden al gobierno de la Ciudad.
Apartado A, fracción VIII, párrafos primero, segundo y tercero:
La Constitución Política de la Ciudad de México establecerá las normas para la
organización y funcionamiento, así como las facultades del Tribunal de Justicia
Administrativa, dotado de plena autonomía para dictar sus fallos y establecer su
organización, funcionamiento, procedimientos y, en su caso, recursos contra sus
resoluciones. El Tribunal tendrá a su cargo dirimir las controversias que se susciten
entre la Administración Pública local y los particulares; imponer, en los términos que
disponga la ley, las sanciones a los servidores públicos por responsabilidad
administrativa grave y a los particulares que incurran en actos vinculados con faltas
administrativas graves; así como fincar a los responsables el pago de las
indemnizaciones y sanciones pecuniarias que deriven de los daños y perjuicios que
afecten a la Hacienda Pública de la Ciudad de México o al patrimonio de sus entes
públicos. La ley establecerá las normas para garantizar la transparencia del proceso de
nombramiento de sus magistrados.
Antes de realizar el comentario sobre el presente artículo, estimamos necesario hacer un
breve recuento de la evolución que ha experimentado la actual Ciudad de México. La
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, en su artículo 50, fracción
28, determinó que el Congreso de la Unión tenía la siguiente facultad: «Elegir un lugar que
sirva de residencia a los supremos poderes de la Federación y ejercer en su distrito las
atribuciones del Poder Legislativo de un estado». En coherencia con esta previsión, el 18 de
noviembre de 1824 el Congreso de la Unión decretó la creación del Distrito Federal, tomando
como centro a la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México y un radio de 8380 metros.
El Distrito Federal se constituyó nuevamente en 1917, esta vez en el artículo 122
constitucional. La sede de los poderes federales vivió fenómenos políticos generados por los
movimientos internos de la sociedad, con base en los criterios de la República Federal o de la
República Central, así como en las diferentes ideologías que de ellas emanaron. Por ello, la
forma de gobierno y territorio del Distrito Federal fueron objeto de diversas modificaciones. En
diciembre de 1928 se reformó el artículo 73, fracción VI, de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos y se encomendó el Gobierno del mismo al presidente de la
República, dividiendo el territorio del Distrito Federal en un Departamento Central y trece
Delegaciones. En 1987 se creó la Asamblea de Representantes del Distrito Federal como un
órgano de representación ciudadana. Contaba con facultades para dictar bandos, ordenanzas
y reglamentos de policía y buen gobierno que tuvieran por objeto atender las necesidades que
manifestaran los habitantes del Distrito Federal en materia de servicios; aprobar
nombramientos de magistrados del Tribunal Superior de Justicia, e iniciar ante el Congreso
de la Unión leyes o decretos en materia relativa al Distrito Federal. En 1993 se reformó el
artículo 122 constitucional y se estableció que el Gobierno del Distrito Federal estaría a cargo
de los Poderes de la Unión, que lo ejercerían por sí y a través de los órganos representativos
y democráticos del Distrito Federal. La fracción VI del mismo precepto determinaba que el jefe
del Distrito Federal sería el titular de la Administración Pública del Distrito Federal y ejercería
sus funciones en los términos que estableciera la Constitución, el Estatuto de Gobierno y las
demás leyes aplicables. Posteriormente, el Congreso de la Unión aprobó y expidió el Estatuto
de Gobierno del Distrito Federal. El 29 de enero de 2016 se publicó en el Diario Oficial de la
Federación el Decreto de reformas a diversos preceptos constitucionales que modificó el
estatus del Distrito Federal. Esta declaratoria trajo algunos cambios sustanciales en la capital
del país. El Distrito Federal desaparece para convertirse en la Ciudad de México que tendrá
su propia Constitución. La Asamblea Constituyente se instalará el 15 de septiembre de 2016
y deberá aprobar una Constitución Política a más tardar el 31 de enero de 2017. La capital del
país gozará de autonomía en materia presupuestal y de endeudamiento. Las Delegaciones
serán sustituidas por «demarcaciones territoriales» y contarán con un cabildo de 10 miembros.
El jefe de Gobierno nombrará al jefe de la Policía y al procurador de Justicia Local,
competencia que antes corría a cargo del presidente de la República. La Asamblea Legislativa
del entonces Distrito Federal se transformará en un Congreso local. La Ciudad de México
podrá participar en la aprobación de reformas constitucionales y el Senado de la República ya
no tendrá la facultad para remover al jefe de Gobierno. Cabe precisar que, a pesar de que a
la Ciudad de México se le reconoce autonomía en lo concerniente a su régimen interior y su
organización política y administrativa, tal autonomía es distinta a la soberanía con la que
cuentan los estados: en el caso de estos, la participación de los poderes federales en el
ejercicio de sus competencias es muy escasa, mientras que en el de la Ciudad de México los
poderes federales deben emitir las leyes que permitan la coordinación entre unos y otros,
asignar los recursos presupuestales que requiera para su funcionamiento, actuar sobre el jefe
de la fuerza pública en la Ciudad y tener bajo su exclusiva jurisdicción los bienes federales.
Asimismo la diferencia entre autonomía y estado soberano conlleva que los municipios no
serán la estructura básica de la Ciudad: esta se basará en Alcaldías, respecto a las cuales no
se prevén competencias expresas y exclusivas, sino que se delegan a la Constitución local.
Por otro lado, al reconocer a la Ciudad de México como una entidad federativa prácticamente
igual a las otras que integran la República Mexicana, el poder reformador estimó que debería
contar con un órgano de jurisdicción administrativa encargado de dirimir las controversias que
se suscitaran entre los particulares y la Administración Pública local. Por ello, en la porción
normativa que se comenta el constituyente Federal delegó al Poder Legislativo la facultad para
que, al momento de redactar la Constitución de la Ciudad de México, comprendiera la
existencia de un Tribunal de Justicia Administrativa y expidiera las leyes que establezcan su
organización, funcionamiento y facultades. El precepto constitucional en comento también
prevé que el órgano encargado de la jurisdicción administrativa local estará dotado de plena
autonomía para emitir sus fallos, establecer su organización, el mecanismo de nombramiento
de los magistrados que lo integrarán, su funcionamiento, sus procedimientos y los medios de
defensa que procederán contra las resoluciones que emita. Así, siguiendo el modelo
contencioso administrativo federal previsto en el artículo 73, fracción XXXI-H de la Ley
Fundamental, este órgano jurisdiccional contará con libertad de jurisdicción para resolver las
controversias que se susciten entre la Administración Pública local y los particulares. También
poseerá la facultad para sancionar a los servidores públicos de la Ciudad de México cuando
cometan conductas graves en los términos que disponga la ley de la materia y, de igual
manera, podrán sancionar a los particulares que hubieren participado en la comisión de una
falta administrativa considerada de gravedad a fin de erradicar la corrupción. En la reforma de
nuestra Carta Magna publicada en el Diario Oficial de la Federación el 29 de enero de 2016,
el constituyente consideró idóneo ampliar las facultades del Tribunal Administrativo de la
Ciudad de México; además de las potestades antes referidas, le confirió el poder fincar el pago
de daños y perjuicios, indemnizaciones o sanciones pecuniarias a los sujetos que con sus
acciones afecten la Hacienda Pública de la Ciudad de México o al patrimonio de los entes
públicos de la capital del país. Sin embargo, se excluyó al Tribunal de Justicia Administrativa
local para conocer de la investigación, substanciación y sanción de las responsabilidades
administrativas de los miembros del Tribunal Superior de Justicia debido a que estos
operadores jurídicos se rigen bajo sus propios ordenamientos. El órgano encargado de
resolver ese tipo de conflictos será el Consejo de la Judicatura local, sin perjuicio de las
atribuciones de la entidad de fiscalización sobre el manejo, la custodia y aplicación de recursos
públicos. Cabe mencionar que, al momento de redactar del presente comentario, no se han
emitido ni la Constitución de la Ciudad de México ni la nueva Ley Orgánica del Tribunal
Administrativo de la Ciudad de México, por lo que aún no es posible pronunciarse sobre el
modo en que se verán afectadas su estructura, funcionamiento y facultades tras la reforma
constitucional y el cambio de estatus del Distrito Federal a entidad federativa.
Apartado A, fracción VIII, párrafo cuarto:
La investigación, substanciación y sanción de las responsabilidades administrativas
de los miembros del Tribunal Superior de Justicia, corresponderá al Consejo de la
Judicatura local, sin perjuicio de las atribuciones de la entidad de fiscalización sobre el
manejo, la custodia y aplicación de recursos públicos.
Este apartado del artículo 122 es coincidente con la fracción V del artículo 116 de la
Constitución Federal. La Corte ha analizado la justicia de lo contencioso administrativo para
los estados y ha determinado que su garantía no requiere de la existencia de tribunales ajenos
al Poder Judicial, pues la jurisdicción contencioso administrativa es una especie del género de
la administración de justicia prevista en el artículo 17 constitucional. En ese sentido, el Poder
Judicial local también puede encargarse de su administración a través de las salas y tribunales
que lo integren.
Apartado A, fracción IX:
La Constitución y las leyes de la Ciudad de México deberán ajustarse a las reglas
que en materia electoral establece la fracción IV del artículo 116 de esta Constitución y
las leyes generales correspondientes.
La Constitución de la Ciudad de México y las leyes que de ella emanen deberán garantizar
que en la función electoral rijan los principios de legalidad, imparcialidad, objetividad, certeza
e independencia. El principio de legalidad significa la garantía formal para que la ciudadanía
y las autoridades electorales actúen en estricto apego a las disposiciones consignadas en la
ley; el de imparcialidad implica que las autoridades eviten irregularidades, desviaciones o la
proclividad partidista; el de objetividad obliga a que las normas y mecanismos del proceso
electoral estén diseñados para evitar conflictos previos a la jornada electoral, durante su
desarrollo y en las etapas posteriores. El principio de certeza exige que las autoridades locales
estén dotadas de facultades expresas, de modo que los participantes del proceso electoral
conozcan previamente las reglas a las que están sujetas las autoridades electorales locales.
Apartado A, fracción X:
La Constitución Política local garantizará que las funciones de procuración de
justicia en la Ciudad de México se realicen con base en los principios de autonomía,
eficiencia, imparcialidad, legalidad, objetividad, profesionalismo, responsabilidad y
respeto a los derechos humanos.
Esta fracción, enmarcada en el apartado A del artículo 122 constitucional, establece los
principios que deben guiar la procuración de justicia en la Ciudad de México. De acuerdo con
lo que señala el precepto, la Constitución Política local deberá garantizar que las funciones en
esta materia se realicen con autonomía, eficiencia, imparcialidad, legalidad, objetividad,
profesionalismo, responsabilidad y respeto a los derechos humanos. Tales principios se
integraron al artículo 122 en la reforma de 29 de enero de 2016, aunque los contenidos de la
fracción aquí comentada pueden encontrar antecedentes en otros cambios constitucionales
en materia de seguridad pública e impartición de justicia. La reforma publicada en el Diario
Oficial de la Federación el 31 de diciembre de 1994, por ejemplo, modificó el artículo 21
constitucional para explicitar en el precepto que la actuación de las instituciones policiales se
regiría por los principios de legalidad, eficiencia, profesionalismo y honradez. Además, en esa
reforma se sentaron las bases constitucionales a partir de las cuales se crearía el Sistema
Nacional de Seguridad Pública, que fue reestructurado en el año 2008 al instituirse el nuevo
sistema de justicia penal. Con las reformas y adiciones constitucionales publicadas el 18 de
junio de ese año se modificó el artículo 21; la reforma estableció que la seguridad pública
comprendería la prevención de los delitos, la investigación y persecución para hacerla
efectiva, así como la sanción de las infracciones administrativas en términos de ley. Asimismo,
dispuso expresamente que el Ministerio Público tendría que coordinarse con las instituciones
policiales para cumplir los objetivos de la seguridad pública y que la actuación de las
instituciones que tuvieran a su cargo tareas en este ámbito se regiría por los principios de
legalidad, objetividad, eficiencia, profesionalismo, honradez y respeto a los derechos humanos
reconocidos en la Constitución. Más tarde, la reforma del apartado A del artículo 102
constitucional mediante la que se creó la Fiscalía General de la República como órgano
público autónomo llamado a sustituir a la actual Procuraduría determinó que la carrera
profesional de los servidores públicos de esa institución se regiría por los mismos principios
contemplados en el artículo 21. Esta reforma constitucional, publicada el 10 de febrero de
2014, adicionó una nueva fracción al artículo 116 constitucional en la que se estableció que
las constituciones estatales tendrían que garantizar que las funciones de procuración de
justicia llevadas a cabo por las fiscalías y procuradurías locales se realizarán con base en los
mismos principios contemplados en los artículos 21 y 102 constitucionales, principios a los
que, si bien se sumó el de autonomía, se restó el de honradez debido a una desafortunada
omisión. Esta omisión se reiteraría en la fracción X del Apartado A del artículo 122, que retoma
el contenido del artículo 116 y especifica que la Constitución local de la Ciudad de México
garantizará que las funciones de procuración de justicia se lleven a cabo con base en los
principios señalados. Todas estas reformas tienen un denominador común: fueron realizadas
para mejorar e incrementar los niveles de efectividad de las instituciones de seguridad pública.
De hecho, en varias de las iniciativas que serían tomadas en cuenta al dictaminar los cambios
constitucionales referidos se hizo patente la ausencia de una estrategia de prevención social
de los delitos, la falta de confianza en la estadística oficial y las deficiencias arraigadas a la
institución del Ministerio Público, pero también la necesidad de transformar las instituciones
de procuración de justicia para que sus servidores públicos estén bien capacitados y sean
profesionales, honestos, eficaces y confiables. De hecho, el Dictamen de las Comisiones
Unidas de Puntos Constitucionales y de Justicia de la Cámara de Diputados referido a la
reforma constitucional publicada el 18 de junio de 2008 señaló que la ley en que se
establecieran las bases de coordinación del Sistema Nacional de Seguridad Pública debería
contemplar como elementos fundamentales la regulación del ingreso, selección, formación,
permanencia, evaluación, reconocimiento y certificación de los policías y agentes del
Ministerio Público. Según el Dictamen, ello implicaría no solo su registro en el sistema para
evitar el ingreso en estas instituciones de personas que hubieren cometido delitos o formaran
parte de organizaciones delictivas, sino también, y fundamentalmente, para que sus miembros
tuvieran los conocimientos y habilidades necesarios para realizar sus funciones siempre en
un marco de irrestricto respeto a los derechos humanos. Dado que una de la funciones
principales encomendada a las procuradurías y fiscalías locales es que los juicios en materia
penal se sigan con regularidad para que la impartición de justicia sea pronta y expedita, se
pensó que en el rediseño del sistema penal jugaría un papel fundamental la actuación de
ministerios públicos, peritos, agentes investigadores y de todos aquellos servidores públicos
que participan en dichas instituciones, por lo que se consideró conveniente establecer en el
texto constitucional los principios que deberían regir su actuación. La reforma al artículo 122,
a través de la cual la Ciudad de México adquirió diversas atribuciones que antes correspondían
solo a las demás entidades federativas, enmarcó la oportunidad para establecer
expresamente los principios que, de acuerdo con la Constitución local, deberán regir la
procuración de justicia en la capital del país a fin de combatir las deficiencias en este ámbito.
Las dimensiones de la Ciudad de México y su voluminosa población hacen que muchas veces
las agencias del Ministerio Público sean insuficientes y que su efectividad sea muy baja. Esta
situación ha provocado tanto ineficiencia como incertidumbre en la procuración de justicia,
reflejadas en los altos índices de impunidad y corrupción, así como en un desempeño
institucional inoperante. Este escenario provoca, además, una percepción sobre el sector que
no es nada alentadora; prueba de ello es que las encuestas y sondeos de opinión han descrito
recurrentemente al sistema de procuración de justicia como disfuncional, ineficiente y poco
confiable. Ello debido a los escasos incentivos que tiene la ciudadanía para denunciar delitos,
la desconfianza en las autoridades, los costos que esto implica y el hecho de que en ocasiones
la denuncia puede resultar contraproducente para las víctimas. En este sentido, los principios
establecidos en esta fracción pretenden guiar la actuación de los servidores públicos que
cumplen funciones de procuración de justicia para fortalecer la capacidad institucional de la
procuraduría local y erradicar la impunidad. El principio de autonomía, que se agrega a nivel
local para que la Procuraduría General de Justicia de la capital de la República cumpla de
manera adecuada sus funciones, implica que esta institución no debe estar influida por las
autoridades políticas o cualesquiera otras personas que persigan fines distintos a la correcta
procuración de justicia. Los servidores públicos encargados de esta tarea integran
primordialmente órganos técnicos de investigación y persecución de delitos que deben estar
libres de injerencias ajenas a la institución o incluso de aquellas intromisiones que
eventualmente puedan presentarse dentro de la misma. La mayor parte de estos principios se
incorporaron al ámbito de la normatividad interna de la Procuraduría capitalina en el año 2011
tomando como fundamento los contenidos del artículo 21 constitucional y quedaron reflejados
en el Acuerdo A/008/2011 por el que se expidió el Código de Ética de dicha institución. De
conformidad con este acuerdo, el principio de eficiencia consiste en observar una conducta
útil y provechosa para la Procuraduría, que busque en todo momento optimizar el uso de sus
recursos materiales, humanos y financieros. Este principio debe ser la base para atacar las
inercias burocráticas, la mala organización, la indiferencia y las limitaciones técnicas de los
servidores públicos que participan en el sistema de procuración de justicia. La imparcialidad,
por su parte, implica que las actuaciones y decisiones de las y los servidores públicos de la
institución deben realizarse con estricto apego al orden jurídico que los rige, sin designios
anticipados o prevenciones a favor o contra alguna de las personas interesadas en los asuntos
materia de su competencia. Esta conceptualización contemplada en el Código de Ética de la
procuraduría capitalina, se complementa con lo establecido en el artículo 68, fracción IV, de
la Ley Orgánica de la institución, que señala que la imparcialidad conlleva para los agentes
del Ministerio Público, oficiales secretarios, agentes de la policía de investigación y peritos la
obligación de cumplir con sus funciones sin discriminar a persona alguna por su raza, grupo
étnico, género, preferencia sexual, condición económica o social, edad, ideología política o
cualquier otro motivo. Según lo establecido en el Código de Ética de la Procuraduría, el
principio de legalidad supone que los servidores públicos que forman parte de ella conozcan
los contenidos de la Constitución, las convenciones y tratados internacionales, las leyes y
demás instrumentos normativos que regulen su actuación y se conduzcan de acuerdo con
ellos, de tal modo que su actividad esté dotada de certeza jurídica. Que las funciones de
procuración de justicia se deban realizar con objetividad entraña, según lo establecido en el
Acuerdo A/008/2011, que aquellas han de ser ejercidas conforme a Derecho y tomando en
cuenta única y exclusivamente los elementos que tengan relación con el caso concreto,
excluyendo los prejuicios u opiniones personales. Este mismo acuerdo señala que el
profesionalismo consiste en ejercer la función pública con la capacidad, la perseverancia y el
conocimiento adecuado para su desempeño, así como la disposición y la responsabilidad con
el encargo. Por su parte, la responsabilidad implica que el servidor público cumpla con sus
deberes y, por lo tanto, reconozca y acepte las consecuencias que se deriven de su ejercicio.
El respeto a los derechos humanos obliga, de acuerdo con el Código de Ética de la
Procuraduría, a que en el desempeño de las funciones de procuración de justicia deberán
respetarse y protegerse los derechos humanos reconocidos por la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, los tratados internacionales y los demás ordenamientos vigentes,
siendo un eje rector en el actuar de los servidores públicos. El artículo 7 de su Ley Orgánica
establece que, con el fin de garantizar en su actuación el pleno respeto de los derechos
humanos, la Procuraduría tiene, entre otras, las siguientes atribuciones: 1) promover entre sus
miembros una cultura de respeto a estos derechos; 2) atender las visitas, quejas, propuestas
de conciliación y recomendaciones tanto de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos,
como de la Comisión de Derechos Humanos local conforme a las normas aplicables; 3)
coordinarse, en el ámbito de su competencia, con ambas comisiones para promover el respeto
a los derechos humanos en la procuración de justicia; 4) diseñar e implementar políticas
públicas con la finalidad de que la actuación del Ministerio Público, la policía de investigación,
los oficiales secretarios y los peritos sea respetuosa y garante de los derechos humanos, en
concordancia con las normas e instrumentos internacionales en la materia de los que México
sea parte; 5) implementar una capacitación permanente en derechos humanos para el
personal que labora en la Procuraduría sobre la importancia del respeto a los derechos
humanos tanto de las víctimas del delito como de los imputados, y 6) recibir las quejas que
formulen directamente los particulares en materia de derechos humanos por actos cometidos
por servidores públicos de la institución y prestarles la debida atención.
Apartado A, fracción XI:
Las relaciones de trabajo entre la Ciudad de México y sus trabajadores se regirán
por la ley que expida la Legislatura local, con base en lo dispuesto por el artículo 123
de esta Constitución y sus leyes reglamentarias.
El contenido de esta fracción se encuentra armonizado con lo que se establece en el
apartado B del artículo 123, que regula el régimen laboral de los trabajadores al servicio del
estado. De acuerdo con el régimen transitorio del Decreto de reforma constitucional en materia
política de la Ciudad de México, prevalecerán las contribuciones y prestaciones laborales que
se hayan configurado previamente a la publicación de dicho Decreto.
Apartado B, párrafos primero y segundo:
Los poderes federales tendrán respecto de la Ciudad de México, exclusivamente las
facultades que expresamente les confiere esta Constitución. El Gobierno de la Ciudad
de México, dado su carácter de Capital de los Estados Unidos Mexicanos y sede de los
Poderes de la Unión, garantizará, en todo tiempo y en los términos de este artículo, las
condiciones necesarias para el ejercicio de las facultades constitucionales de los
poderes federales.
El objetivo del Decreto de reforma fue establecer la autonomía del régimen interior de la
Ciudad de México, manteniendo su doble carácter de sede de los Poderes de la Unión y
Capital de la República. El artículo 44 de la Constitución Federal es el que establece la doble
naturaleza de la Ciudad de México y prescribe que, si los poderes federales fueran trasladados
a otra parte del país, la entidad se convertiría en un estado de la Unión conservando la
denominación de Ciudad de México.
Apartado B, párrafos tercero y cuarto:
El Congreso de la Unión expedirá las leyes que establezcan las bases para la
coordinación entre los poderes federales y los poderes locales de la Ciudad de México
en virtud de su carácter de Capital de los Estados Unidos Mexicanos, la cual contendrá
las disposiciones necesarias que aseguren las condiciones para el ejercicio de las
facultades que esta Constitución confiere a los Poderes de la Unión. La Cámara de
Diputados, al dictaminar el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación,
analizará y determinará los recursos que se requieran para apoyar a la Ciudad de México
en su carácter de Capital de los Estados Unidos Mexicanos y las bases para su ejercicio.
La exposición de motivos del Decreto de reforma desarrolla la obligación de las autoridades
de la Ciudad de México de coadyuvar en todo lo necesario para que la Ciudad pueda fungir
como capital de la República. El órgano reformador de la Constitución Federal incluyó este
apartado con el fin de que la Federación transfiera los recursos necesarios para que la Ciudad
pueda ejercer su condición de capitalidad y cubrir los gastos que generan los servicios que
demanda la localización de las representaciones diplomáticas de otros países, los predios e
instalaciones de los poderes federales, los monumentos nacionales y la conservación del
Patrimonio Histórico de la Humanidad declarado respecto del Centro Histórico y Xochimilco.
Apartado B, párrafos quinto y sexto:
Corresponde al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México la dirección de las
instituciones de seguridad pública de la entidad, en los términos que establezca la
Constitución Política de la Ciudad de México y las leyes locales, así como nombrar y
remover libremente al servidor público que ejerza el mando directo de la fuerza pública.
En la Ciudad de México será aplicable respecto del Presidente de los Estados Unidos
Mexicanos, lo dispuesto en el segundo párrafo de la fracción VII del artículo 115 de esta
Constitución. El Ejecutivo Federal podrá remover al servidor público que ejerza el
mando directo de la fuerza pública a que se refiere el párrafo anterior, por causas graves
que determine la ley que expida el Congreso de la Unión en los términos de esta Base.
Antes de la reforma, el inciso e), de la Base Quinta del artículo 122 de la Constitución
Federal confería la facultad al presidente de la República de designar y remover al secretario
de Seguridad Pública del Distrito Federal. El artículo 34 del Estatuto de Gobierno establecía
que el nombramiento del funcionario se haría a propuesta del jefe de Gobierno. Respecto a
este procedimiento, la Suprema Corte se pronunció en el sentido de que el superior jerárquico
del secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal no era el jefe de Gobierno, sino el
presidente de la República. A pesar de que la reforma confirió al jefe de Gobierno la facultad
de nombrar y remover al secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México, se mantuvo
la facultad del Ejecutivo Federal de remover a dicho funcionario. A diferencia del texto anterior
del artículo 122, que establecía la remoción del funcionario encargado de la seguridad pública
como una facultad discrecional, el texto vigente mandata al Congreso de la Unión que
establezca por ley las causas que se estimen graves y que serán las únicas por las que el
Ejecutivo Federal podrá injerir en la permanencia del funcionario en cuestión.
Apartado B, párrafo séptimo:
Los bienes inmuebles de la Federación ubicados en la Ciudad de México estarán
exclusivamente bajo la jurisdicción de los poderes federales.
Este apartado tiene como finalidad prevenir cualquier conflicto respecto de la jurisdicción
aplicable sobre algún predio a los que refiere el artículo 6 de la Ley General de Bienes
Nacionales. El mismo artículo 122 establece la relación entre las autoridades locales y
federales, conforme a la cual los inmuebles federales destinados a la función pública estarán
libres de gravámenes o la obligación del Congreso de la Unión de allegar recursos en el
Presupuesto de Egresos para el mantenimiento de los bienes pertenecientes a la Federación
y que se encuentren en el territorio de la Ciudad de México.
Apartado C:
La Federación, la Ciudad de México, así como sus demarcaciones territoriales, y los
Estados y Municipios conurbados en la Zona Metropolitana, establecerán mecanismos
de coordinación administrativa en materia de planeación del desarrollo y ejecución de
acciones regionales para la prestación de servicios públicos, en términos de la ley que
emita el Congreso de la Unión. Para la eficaz coordinación a que se refiere el párrafo
anterior, dicha ley establecerá las bases para la organización y funcionamiento del
Consejo de Desarrollo Metropolitano, al que corresponderá acordar las acciones en
materia de asentamientos humanos; protección al ambiente; preservación y
restauración del equilibrio ecológico; transporte; tránsito; agua potable y drenaje;
recolección, tratamiento y disposición de desechos sólidos, y seguridad pública. La ley
que emita el Congreso de la Unión establecerá la forma en la que se tomarán las
determinaciones del Consejo de Desarrollo Metropolitano, mismas que podrán
comprender: a) La delimitación de los ámbitos territoriales y las acciones de
coordinación para la operación y funcionamiento de obras y servicios públicos de
alcance metropolitano; b) Los compromisos que asuma cada una de las partes para la
asignación de recursos a los proyectos metropolitanos; y c) La proyección conjunta y
coordinada del desarrollo de las zonas conurbadas y de prestación de servicios
públicos.
A pesar la aparente complejidad de su estructura, el artículo 122, apartado C de la
Constitución regula dos aspectos conocidos para el constitucionalismo mexicano: en primer
lugar, prevé lo que aquí calificaré como una especie de convenios de coordinación y, por otra
parte, consagra una competencia legislativa a favor del Congreso de la Unión para emitir una
ley general en la materia. La novedad no radica en las figuras jurídicas, sino en su utilización
conjunta para la entidad de reciente creación de la Ciudad de México como una nueva
herramienta que supere los anteriores «convenios para la creación de comisiones
metropolitanas», entidades previstas en el reformado artículo 122 constitucional. Lo que sí es
nuevo en la arquitectura constitucional es la creación del Consejo de Desarrollo Metropolitano,
una sede coordinación que sustituye a las anteriores comisiones metropolitanas. En mi
opinión, la combinación de las tres figuras —convenios, ley general y un nuevo órgano—
ofrece una solución a un vacío regulatorio que antes solo era superable por la voluntad
coordinada de las partes para crear comisiones. Un problema inherente al modelo federal es
lograr la coordinación de los ordenes jurídicos parciales para garantizar puntos óptimos de
generación de bienes y servicios públicos. Son muchos los costos sociales de no coordinar
acciones para la consecución de niveles óptimos de bienes social y para el cuidado de bienes
públicos—un medio ambiente sano, la planeación urbana y, en general, cualquier otro bien
público interestatal—. Por ejemplo, si dos estados vecinos no son orillados a coordinarse, cada
uno se dedicará a buscar su beneficio propio, lo que podría llevarlos a permitir o promocionar
conductas que llevan aparejados beneficios inmediatos como la generación de riqueza —v.
gr., explotación industrial o actividades contaminantes—, pero cuyos costos no son
interiorizados por ellos, sino que se dispersan entre otros agentes (externalidades). El
problema de las externalidades es que, al no ser asumidas por el agente principal, este no
encuentra incentivos para evitarlas, dando lugar al fenómeno identificado en la literatura
especializada como race to the bottom, esto es, aquel tipo de acciones depredatorias de
ciertos bienes públicos (medio ambiente, planeación urbana, tránsito) generadas por la falta
de interiorización de costos externos y por la necesidad de competir. En un modelo federal es
deseable que los estados compitan por mejores ofertas de inversión o de calidad de vida para
sus habitantes; sin embargo, debe buscarse la forma en que asuman eficientemente las
externalidades negativas de sus actos. Desde otro ángulo, como se ha demostrado en teoría
de juegos con el «dilema del prisionero», dos sujetos interconectados por las consecuencias
de sus actos requieren de un tercero para coordinarse y obtener el máximo nivel de utilidad
social. Por la información asimétrica y los costos de transacción, resulta indispensable un
agente externo que facilite la coordinación. Cuando nuestra Constitución implementa
mecanismos de coordinación con esta finalidad, la Suprema Corte se ha referido a un tipo de
federalismo «cooperativo».
A continuación, tenemos el formato de encuesta de satisfacción del cliente que grandes
marcas han realizado, para que se dé una idea del tipo de preguntas y de encuestas que se
puede hacer:
Nike
Nike es una de las empresas que da gran importancia a la opinión de sus clientes. Este es
uno de los formatos de encuestas de satisfacción más importante, ya que tiene como objetivo
saber más sobre la experiencia de los visitantes a un punto de venta, ya que puede haber
muchas cosas sobre la tienda que pueden afectar la decisión de comprar un producto.
Algunos de los factores que pueden afectar el índice de satisfacción del cliente que compra
en la tienda Nike son:

Colocación de productos

Disposición de los productos

Gama de productos

Comportamiento del personal

Servicio de personal

Saludo del personal

Ubicación de la tienda

Instalaciones de la tienda

Ambiente de la tienda
Nike entiende que debido a que hay tantos factores que influyen en el comportamiento de los
clientes y sus decisiones, debe haber preguntas específicas para cada uno de ellos.
En el siguiente ejemplo de formato de encuestas de satisfacción, Nike hace preguntas
específicas sobre cómo los saludos del personal afectan la decisión de compra. Los
encuestados pueden calificar su experiencia en una escala que va desde “NO influye en
absoluto” hasta “Influye fuertemente”. Pueden explicar el motivo de su selección en el
recuadro de abajo, así como dejar otros comentarios.
Esas respuestas textuales pueden utilizarse para el análisis de sentimientos y otros informes
de análisis de textos.
Ejemplo de preguntas
1. Pensando en tu experiencia general en la tienda. ¿Qué tanto influenció la amabilidad de
los empleados en tu decisión de compra?
2. ¿Cuál es la probabilidad de que regreses nuevamente a la tienda?
3. ¿Cuál es la probabilidad de que recomiendes la tienda a un amigo o familiar?
4. ¿Tienes algún comentario acerca de cómo podríamos mejorar tu experiencia?
Características principales

Permite segmentar la retroalimentación: Como hay preguntas para diferentes factores de
influencia, es fácil averiguar cuál es la retroalimentación para cada uno de ellos. Hace que
la generación de informes sea fácil y clara. Puedes encontrar fácilmente los datos que te
importan y así ahorrar tiempo en la comprensión de la información.

Destaca áreas específicas de mejora: Digamos que si el cliente hubiera seleccionado 8 o
9, lo que se acerca a la influencia muy fuerte, Nike habría pedido a su personal que siguiera
saludando a los clientes de la misma manera. Esto implica que el saludo del personal es un
factor importante para generar ventas y puede aplicarse también en otras tiendas.

Permite averiguar qué factor necesita ser mejorado: Como utilizan escalas numéricas,
la empresa puede cuantificar fácilmente en cuánto necesita mejorar un área en particular.
Además, ayuda a comparar los resultados con la retroalimentación histórica. Por lo tanto, si
hay una mejora de 4 puntos de, digamos, 4 a 8, la empresa puede estar segura de que la
experiencia del cliente ha mejorado.

Aspecto y sensación personalizados: Esta es otra característica llamativa del
cuestionario anterior para que coincida con su estilo de marca. Las empresas como Nike
deberían crear encuestas de marca ya que son puntos de contacto con el cliente. Y al igual
que sus tiendas y su sitio web, también deberían transmitir la voz de tu marca a través de
encuestas de satisfacción del cliente.

Barra de progreso: La barra de progreso da una representación visual del porcentaje que
falta para la finalización de la encuesta. Ayuda a los encuestados a estimar cuánto tiempo
tomará
completar
la
encuesta.
Este es un buen ejemplo de la orientación al cliente, donde el creador de la encuesta ha
tenido en cuenta a su público objetivo. Ese diseño mejora la experiencia general de los
encuestados y ayuda a lograr un mayor porcentaje de finalización.
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