Fichas_tercera_clase - Curso de Formación Teológica

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Curso de Iniciación
Teológica I
Heraldos del Evangelio
Dios se hace hombre
Esquema de la reunión
Dios se hace hombre. La Encarnación (Dios Hijo)
1.- La infancia de Jesús: San José y la Virgen. Los Reyes Magos.
2.- Comienzo de la vida pública: El bautismo de Jesús, las bodas de Caná y
el anuncio del Reino
3.- Vida pública II: Pasajes de la vida pública hasta el Domingo de Ramos.
Anuncios escatológicos.
4.- Ultima Cena. Condena a muerte.
5.-Muerte. Resurrección. Ascensión
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
Ficha nº 1
Él te aplastará la cabeza
(Gn., 3, 14-15)
Y
el Señor Dios dijo a la
serpiente:
«Por haber
hecho esto, maldita seas
entre todos los animales
domésticos y entre todos
los animales del campo. Te arrastrarás
sobre tu vientre, y comerás polvo todos
los días de tu vida.
15 Pondré enemistad entre ti y la mujer,
entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará
la cabeza y tú le acecharás el talón».
Ficha nº 2
Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor
(C.I.C. nº 430-451)
J
esús quiere decir en hebreo:
"Dios salva". En el momento de
la anunciación, el ángel Gabriel
le dio como nombre propio el
nombre de Jesús que expresa a
la vez su identidad y su misión (cf.Lc 1,
31). Ya que "¿quién puede perdonar
pecados, sino sólo Dios?"(Mc 2, 7), es
Él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho
hombre "salvará a su pueblo de sus
pecados" (Mt 1, 21). En Jesús, Dios
recapitula así toda la historia de la
salvación en favor de los hombres.
431 En la historia de la salvación, Dios
no se ha contentado con librar a Israel
de "la casa de servidumbre" (Dt 5, 6)
haciéndole salir de Egipto. Él lo salva
además de su pecado. Puesto que el
pecado es siempre una ofensa hecha a
Dios (cf. Sal 51, 6), sólo Él es quien
puede absolverlo (cf.Sal 51, 12). Por
eso es por lo que Israel, tomando cada
vez más conciencia de la universalidad
del pecado, ya no podrá buscar la
salvación más que en la invocación del
nombre de Dios Redentor (cf. Sal 79,
9).
432 El nombre de Jesús significa que el
Nombre mismo de Dios está presente en
la Persona de su Hijo (cf. Hch 5, 41; 3
Jn 7) hecho hombre para la Redención
universal y definitiva de los pecados. Él
es el Nombre divino, el único que trae
la salvación (cf. Jn 3, 18; Hch 2, 21) y
de ahora en adelante puede ser invocado
por todos porque se ha unido a todos los
hombres por la Encarnación (cf. Rm 10,
6-13) de tal forma que "no hay bajo el
cielo otro nombre dado a los hombres
por el que nosotros debamos salvarnos"
(Hch 4, 12; cf. Hch 9, 14; St 2, 7).
433 El Nombre de Dios Salvador era
invocado una sola vez al año por el
sumo sacerdote para la expiación de los
pecados de Israel, cuando había
asperjado el propiciatorio del Santo de
los Santos con la sangre del sacrificio
(cf. Lv 16, 15-16; Si 50, 20; Hb 9, 7). El
propiciatorio era el lugar de la presencia
de Dios (cf. Ex 25, 22; Lv 16, 2; Nm 7,
89; Hb 9, 5). Cuando san Pablo dice de
Jesús que "Dios lo exhibió como
instrumento de propiciación por su
propia sangre" (Rm 3, 25) significa que
en su humanidad "estaba Dios
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
reconciliando al mundo consigo" (2
Co 5, 19).
434 La Resurrección de Jesús glorifica
el Nombre de Dios "Salvador"
(cf. Jn 12, 28) porque de ahora en
adelante, el Nombre de Jesús es el que
manifiesta en plenitud el poder
soberano
del
"Nombre que está
sobre todo nombre"
(Flp 2,
9).
Los
espíritus malignos
temen su Nombre
(cf.Hch 16, 16-18;
19, 13-16) y en su
nombre
los
discípulos de Jesús
hacen
milagros
(cf. Mc 16,
17)
porque todo lo que
piden al Padre en su
Nombre, Él se lo
concede (Jn 15, 16).
435 El Nombre de
Jesús está en el
corazón
de
la
plegaria
cristiana.
Todas las oraciones
litúrgicas se acaban con la fórmula Per
Dominum
nostrum
Jesum
Christum... ("Por
nuestro
Señor
Jesucristo..."). El "Avemaría" culmina
en "y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús". La oración del corazón, en uso
en Oriente, llamada "oración a Jesús"
dice: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
ten piedad de mí pecador". Numerosos
cristianos mueren, como santa Juana de
Arco, teniendo en sus labios una única
palabra: "Jesús".
Cristo
436 Cristo viene de la traducción griega
del término hebreo "Mesías" que quiere
decir "ungido". Pasa a ser nombre
propio de Jesús porque Él cumple
perfectamente la misión divina que esa
palabra significa. En efecto, en Israel
eran ungidos en el nombre de Dios los
que le eran consagrados para una misión
que habían recibido de Él. Este era el
caso de los reyes (cf. 1 S 9, 16; 10, 1;
16, 1. 12-13; 1 R 1, 39), de los
sacerdotes (cf. Ex 29, 7; Lv 8, 12) y,
excepcionalmente, de los profetas (cf. 1
R 19, 16). Este debía ser por excelencia
el caso del Mesías
que Dios enviaría
para
instaurar
definitivamente su
Reino
(cf. Sal 2,
2; Hch 4, 26-27). El
Mesías debía ser
ungido
por
el
Espíritu del Señor
(cf. Is 11, 2) a la
vez como rey y
sacerdote (cf. Za 4,
14; 6, 13) pero
también
como
profeta
(cf. Is 61,
1; Lc 4,
16-21).
Jesús cumplió la
esperanza
mesiánica de Israel
en su triple función
de
sacerdote,
profeta y rey.
437 El ángel anunció a los pastores el
nacimiento de Jesús como el del Mesías
prometido a Israel: "Os ha nacido hoy,
en la ciudad de David, un salvador, que
es el Cristo Señor" (Lc 2, 11). Desde el
principio él es "a quien el Padre ha
santificado y enviado al mundo"(Jn 10,
36), concebido como "santo" (Lc 1, 35)
en el seno virginal de María. José fue
llamado por Dios para "tomar consigo a
María su esposa" encinta "del que fue
engendrado en ella por el Espíritu
Santo" (Mt 1, 20) para que Jesús
"llamado Cristo" nazca de la esposa de
José en la descendencia mesiánica de
David (Mt 1, 16; cf. Rm 1, 3; 2 Tm 2,
8; Ap 22, 16).
438 La consagración mesiánica de Jesús
manifiesta su misión divina. "Por otra
parte eso es lo que significa su mismo
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Dios se hace hombre
nombre, porque en el nombre de Cristo
está sobreentendido Él que ha ungido,
Él que ha sido ungido y la Unción
misma con la que ha sido ungido: Él
que ha ungido, es el Padre. Él que ha
sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en
el Espíritu que es la Unción" (San
Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3,
18, 3). Su eterna consagración
mesiánica fue revelada en el tiempo de
su vida terrena, en el momento de su
bautismo, por Juan cuando "Dios le
ungió con el Espíritu Santo y con
poder" (Hch 10, 38) "para que él fuese
manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su
Mesías. Sus obras y sus palabras lo
dieron a conocer como "el santo de
Dios" (Mc 1, 24; Jn 6, 69; Hch 3, 14).
439 Numerosos judíos e incluso ciertos
paganos que compartían su esperanza
reconocieron en Jesús los rasgos
fundamentales del mesiánico "hijo de
David" prometido por Dios a Israel
(cf. Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22; 20,
30; 21, 9. 15). Jesús aceptó el título de
Mesías al cual tenía derecho (cf. Jn 4,
25-26;11, 27), pero no sin reservas
porque
una
parte
de
sus
contemporáneos lo comprendían según
una concepción demasiado humana
(cf. Mt 22,
41-46),
esencialmente
política (cf. Jn 6, 15; Lc 24, 21).
440 Jesús acogió la confesión de fe de
Pedro que le reconocía como el Mesías
anunciándole la próxima pasión del
Hijo del Hombre (cf. Mt 16, 23). Reveló
el auténtico contenido de su realeza
mesiánica en la identidad transcendente
del Hijo del Hombre "que ha bajado del
cielo" (Jn 3, 13; cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13),
a la vez que en su misión redentora
como Siervo sufriente: "el Hijo del
hombre no ha venido a ser servido, sino
a servir y a dar su vida como rescate por
muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53, 10-12).
Por esta razón, el verdadero sentido de
su realeza no se ha manifestado más que
desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 1922; Lc 23, 39-43). Solamente después
de su resurrección su realeza mesiánica
podrá ser proclamada por Pedro ante el
pueblo de Dios: "Sepa, pues, con
certeza toda la casa de Israel que Dios
ha constituido Señor y Cristo a este
Jesús a quien vosotros habéis
crucificado" (Hch 2, 36).
Hijo único de Dios
441 Hijo de Dios, en el Antiguo
Testamento, es un título dado a los
ángeles (cf. Dt 32, 8; Jb 1, 6), al pueblo
elegido (cf. Ex 4, 22;Os 11, 1; Jr 3,
19; Si 36, 11; Sb 18, 13), a los hijos de
Israel (cf.Dt 14, 1; Os 2, 1) y a sus reyes
(cf. 2 S 7, 14; Sal 82, 6). Significa
entonces una filiación adoptiva que
establece entre Dios y su criatura unas
relaciones de una intimidad particular.
Cuando el Rey-Mesías prometido es
llamado "hijo de Dios" (cf. 1 Cro 17,
13; Sal 2,
7),
no
implica
necesariamente, según el sentido literal
de esos textos, que sea más que
humano. Los que designaron así a Jesús
en cuanto Mesías de Israel (cf. Mt 27,
54), quizá no quisieron decir nada más
(cf. Lc 23, 47).
442 No ocurre así con Pedro cuando
confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo
de Dios vivo" (Mt16, 16) porque Jesús
le responde con solemnidad "no te ha
revelado esto ni la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en los cielos"
(Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a
propósito de su conversión en el camino
de Damasco: "Cuando Aquel que me
separó desde el seno de mi madre y me
llamó por su gracia, tuvo a bien revelar
en mí a su Hijo para que le anunciase
entre los gentiles..." (Ga 1,15-16). "Y en
seguida se puso a predicar a Jesús en las
sinagogas: que él era el Hijo de Dios"
(Hch 9, 20). Este será, desde el
principio (cf. 1 Ts 1, 10), el centro de la
fe apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada
en primer lugar por Pedro como
cimiento de la Iglesia (cf. Mt16, 18).
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
443 Si Pedro pudo reconocer el carácter
transcendente de la filiación divina de
Jesús Mesías es porque éste lo dejó
entender claramente. Ante el Sanedrín,
a la pregunta de sus acusadores:
"Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?",
Jesús ha respondido: "Vosotros lo decís:
yo soy" (Lc 22, 70; cf. Mt 26,
64; Mc 14, 61). Ya mucho antes, Él se
designó como el "Hijo" que conoce al
Padre (cf.Mt 11, 27; 21, 37-38), que es
distinto de los "siervos" que Dios envió
antes a su pueblo (cf. Mt 21, 34-36),
superior a los propios ángeles
(cf. Mt 24, 36). Distinguió su filiación
de la de sus discípulos, no diciendo
jamás "nuestro Padre" (cf. Mt 5, 48; 6,
8; 7, 21; Lc 11, 13) salvo para
ordenarles "vosotros, pues, orad así:
Padre Nuestro" (Mt 6, 9); y subrayó esta
distinción: "Mi Padre y vuestro Padre"
(Jn 20, 17).
444 Los evangelios narran en dos
momentos solemnes, el Bautismo y la
Transfiguración de Cristo, que la voz
del Padre lo designa como su "Hijo
amado" (Mt 3, 17; 17, 5). Jesús se
designa a sí mismo como "el Hijo Único
de Dios" (Jn 3, 16) y afirma mediante
este título su preexistencia eterna
(cf. Jn 10, 36). Pide la fe en "el Nombre
del Hijo Único de Dios" (Jn 3, 18). Esta
confesión cristiana aparece ya en la
exclamación del centurión delante de
Jesús en la cruz: "Verdaderamente este
hombre era Hijo de Dios" (Mc 15, 39),
porque es solamente en el misterio
pascual donde el creyente puede
alcanzar el sentido pleno del título "Hijo
de Dios".
445 Después de su Resurrección, su
filiación divina aparece en el poder de
su humanidad glorificada: "Constituido
Hijo de Dios con poder, según el
Espíritu
de
santidad,
por
su
Resurrección de entre los muertos"
(Rm 1, 4; cf. Hch 13, 33). Los apóstoles
podrán confesar "Hemos visto su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo
único, lleno de gracia y de verdad
"(Jn 1, 14).
Señor
446 En la traducción griega de los libros
del Antiguo Testamento, el nombre
inefable con el cual Dios se reveló a
Moisés (cf. Ex 3, 14), YHWH, es
traducido
por Kyrios ["Señor"]. Señor se convierte
desde entonces en el nombre más
habitual para designar la divinidad
misma del Dios de Israel. El Nuevo
Testamento utiliza en este sentido fuerte
el título "Señor" para el Padre, pero lo
emplea también, y aquí está la novedad,
para Jesús reconociéndolo como Dios
(cf. 1 Co 2,8).
447 El mismo Jesús se atribuye de
forma velada este título cuando discute
con los fariseos sobre el sentido del
Salmo 109 (cf. Mt 22, 41-46; cf.
también Hch 2, 34-36; Hb 1, 13), pero
también de manera explícita al dirigirse
a sus Apóstoles (cf. Jn 13, 13). A lo
largo de toda su vida pública sus actos
de dominio sobre la naturaleza, sobre
las enfermedades, sobre los demonios,
sobre la muerte y el pecado,
demostraban su soberanía divina.
448 Con mucha frecuencia, en los
evangelios, hay personas que se dirigen
a Jesús llamándole "Señor". Este título
expresa el respeto y la confianza de los
que se acercan a Jesús y esperan de Él
socorro y curación (cf. Mt 8, 2; 14, 30;
15, 22, etc.). Bajo la moción del
Espíritu
Santo,
expresa
el
reconocimiento del misterio divino de
Jesús (cf. Lc 1, 43; 2, 11). En el
encuentro con Jesús resucitado, se
convierte en adoración: "Señor mío y
Dios mío" (Jn 20, 28). Entonces toma
una connotación de amor y de afecto
que quedará como propio de la tradición
cristiana: "¡Es el Señor!" (Jn 21, 7).
449 Atribuyendo a Jesús el título divino
de Señor, las primeras confesiones de fe
de la Iglesia afirman desde el principio
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
(cf. Hch 2, 34-36) que el poder, el honor
y la gloria debidos a Dios Padre
convienen también a Jesús (cf. Rm 9,
5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque Él es de
"condición divina" (Flp 2, 6) y porque
el Padre manifestó esta soberanía de
Jesús resucitándolo de entre los muertos
y exaltándolo a su gloria (cf. Rm 10, 9;1
Co 12, 3; Flp 2,11).
450 Desde el comienzo de la historia
cristiana, la afirmación del señorío de
Jesús sobre el mundo y sobre la historia
(cf. Ap 11, 15) significa también
reconocer que el hombre no debe
someter su libertad personal, de modo
absoluto, a ningún poder terrenal sino
sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo:
César no es el "Señor" (cf. Mc 12,
17; Hch 5, 29). "La Iglesia cree que la
clave, el centro y el fin de toda historia
humana se encuentra en su Señor y
Maestro" (GS 10, 2; cf. 45, 2).
451 La oración cristiana está marcada
por el título "Señor", ya sea en la
invitación a la oración "el Señor esté
con vosotros", o en su conclusión "por
Jesucristo nuestro Señor" o incluso en la
exclamación llena de confianza y de
esperanza: Maranatha ("¡el
Señor
viene!") o Maranatha("¡Ven, Señor!")
(1 Co 16, 22): "¡Amén! ¡Ven, Señor
Jesús!"
(Ap 22,
20).
Ficha nº 3
El Verbo de Dios en la Sagrada Escritura
(Fray Antonio Royo Marín, Dios y su Obra, p.304, nº 289)
V
amos a recoger los datos de la
Sagrada Escritura referentes al
Verbo en el Antiguo y Nuevo
Testamento.
a) Antiguo Testamento
Ya en el Antiguo Testamento aparece
de algún modo la persona del Verbo,
aunque no con la claridad y distinción
con que nos la presenta el Nuevo. He
aquí los principales textos1;
a) En el libro de Job aparece una
Sabiduría que preexiste a la creación
(Iob 15,7-8; 28,12-28).
b) El profeta Baruc se hace eco de Job y
presenta a la Sabiduría como algo
divino, impalpable, pero que desciende
hasta los hombres y conversa con ellos
(Bar 3,9ss).
c) En los Proverbios (c.8 y 9), en el
Eclesiástico (c.24) y, sobre todo, en el
1
Cf. Iniciación teológica (Barcelona 1957) t.i
P.417SS.
libro de la Sabiduría (7,21-11,3) se
desarrolla en forma sublime y poética el
tema de la Sabiduría en su doble
aspecto de la Sabiduría en Dios y su
misión entre el pueblo escogido.
En el libro de su nombre, se nos
muestra la Sabiduría como una persona
distinta de Dios y sujeto de acciones
conscientes.
Esta
Sabiduría
fue
engendrada por Yahvé desde toda la
eternidad, al comienzo de sus empresas,
antes de sus obras más antiguas (Prov
8,22-29; Eccli 24,8), y existe
eternamente (Eccli 24,9). Ha salido de
la boca del Altísimo (Eccli 24,3), es el
soplo del poder de Dios, una emanación
de la gloria del Omnipotente, el
resplandor de la luz eterna, el espejo sin
mancha de la actividad de Dios y la
imagen de su bondad (Sap 7,25-26).
Convive con Dios (Sap 8,3), se solaza
ante la majestad de Dios (Prov 8,30;
Eccli 24,2) y, siendo más hermosa que
el sol y las estrellas (Sap 7,29), el Señor
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
de todas las cosas la ama (Sap 8,3).
Artífice de todas las cosas (Sap
7,22),está con Yahvé como arquitecto
(Prov 8,30). Todo lo sabe, todo lo
penetra, todo lo puede, todo lo renueva
(Sap 7,21-24 y 27) y dispone de todo
con suavidad (Sap 8,1). Se recrea en el
orbe de la tierra (Prov 8,31), recorre el
cielo, la tierra y el mar (Eccli 24,5-6),y
tiene todas las cosas sometidas a su
mando (Eccli 24,6).
San Pablo citará más tarde muchos de
estos pasajes viéndolos cumplidos en la
persona de Cristo.
b) Nuevo Testamento
En el prólogo del evangelio de San Juan
aparece el Verbo de Dios subsistiendo
eternamente en el seno del Padre, en
todo igual a Él, Dios como El, por quien
fueron hechas todas las cosas, vida y luz
de los hombres, luz verdadera que
ilumina a todo hombre que viene a este
mundo; el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros; es el Unigénito del Padre
lleno de gracia y de verdad, de cuya
plenitud hemos recibido todos gracia
sobre gracia (lo 1,1-18).
En el Apocalipsis aparece de nuevo
Cristo como «Verbo de Dios»
empapado en sangre (Ap. 19,13).San
Pablo desarrolla una verdadera teología
trinitaria tomando como base el tema de
la Sabiduría. Ensalza la persona de
Cristo con términos tomados de los
libros sapienciales (Col 1,15-17;Hebr
1,2-3) y canta apasionadamente la
Sabiduría de Dios, contenida y
manifestada en el misterio de Cristo (1
Cor 2,6-8; Eph 3,8-11; Col 2,3; Rom
11,33;
1
Cor
1,24).
Ficha nº 4
El Verbo encarnado
(Fray Antonio Royo Marín, Dios y su Obra, p.308-310, nº 293)
H
e aquí, en brevísimo resumen,
algunas de las cuestiones
fundamentales de la teología
del Verbo encarnado que estudiamos
allí por extenso, siguiendo paso a paso a
Santo Tomás de Aquino en la tercera
parte de su maravillosa Suma
Teológica2.
1. Fue convenientísima la encarnación
del Verbo; y en el supuesto de que Dios
exigiera una reparación condigna a la
humanidad pecadora, era absolutamente
necesario que un Dios-Hombre tomase
a su cargo la colosal empresa (1,1-2): 2El motivo de la encarnación fue la
2
Para no multiplicar las citas, indicaremos entre
paréntesis la cuestión, y el artículo
correspondientes a esa tercera parte de la Suma,
sin hacer referencia a esta última, que se supone
en todas ellas.
redención del hombre(1,3-4).3- La
encarnación consiste esencialmente en
la unión substancial e indisoluble de las
naturalezas divina y humana en una sola
persona divina, la segunda de la
Santísima Trinidad, conservando cada
naturaleza todas sus prioridades (2,16).4- Aunque hubiera podido encarnarse
cualquiera de las tres personas divinas,
o dos de ellas, o las tres, fue
conveniente
que
se
encarnara
únicamente. La persona del Hijo con
preferencia a la del Padre o del Espíritu
Santo. La expresión «el Verbo se hizo,
carne» significa que asumió y se
apropió nuestra naturaleza humana,
concreta, individual tal como se
encuentra en los descendientes del
primer hombre, después del pecado,
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
para incorporarla a la persona divina
(4,1-6).
se comunica a los que de Él dependen,
recibe el nombre de gracia capital.
6. El Verbo de .Dios asumió un cuerpo
humano con todos sus sentidos y un
alma humana con todas sus facultades
(5,1-4).
10. Por su gracia capital, Jesucristo es
Cabeza de todos los hombres;
principalísimamente de los que están en
gracia, pero también de los mismos
pecadores, herejes y paganos; pues
mientras vivan en este mundo tienen
capacidad para ser miembros suyos por
el bautismo y la caridad. Esta
capitalidad se extiende a las almas del
purgatorio,
a
los
bienaventurado
s del cielo y a
los
mismos
ángeles. Cristo
es Cabeza de la
Iglesia por su
alma y por su
cuerpo, ya que
el
alma
y
cuerpo
de
Cristo
son
instrumentos de
la
divinidad
para distribuir
los
bienes
sobrenaturales
no sólo a las
almas,
sino
incluso a los
cuerpos; aquí
en la tierra,
para que el cuerpo auxilie al alma en la
práctica de la virtud, y en el cielo, para
recibir la parte de gloria e inmortalidad
que le corresponde (8,1-6).
7- El Hijo de Dios se incorporó
simultáneamente todos los elementos
integrantes de la naturaleza humana,
pero con cierto orden; porque tomó el
cuerpo mediante el alma, y el alma y
sus
potencias
mediante
el
espíritu 12, y el
cuerpo, alma y
espíritu
mediante
la
naturaleza
humana
por
ellos formada
(6,1-5).
8. Cristo poseyó
en la esencia del
alma la plenitud
de la gracia
habitual
o
santificante, y
en sus potencias
todas
las
virtudes infusas
(excepto la fe y
la
esperanza,
incompatibles
con la visión y posesión de la divina
esencia) y los dones del Espíritu Santo
con sus gracias carismáticas. La gracia
habitual de Cristo es infinita, de suerte
que no pudo aumentar, y se relaciona
con la gracia de unión como efecto suyo
proporcional a ella (7,1-13).
9. La gracia habitual que santifica el
alma de Cristo y la gracia capital como
Cabeza de la Iglesia son esencialmente
la misma gracia, pero recibe nombres
distintos por la doble función que
desempeña: en cuanto perfecciona la
naturaleza humana del Hijode Dios, se
llama habitual o personal, y en cuanto
11. En la inteligencia de Cristo había
cuatro clases de ciencia: la natural o
adquirida (como la nuestra), la infusa
(como la angélica o de los dones del
Espíritu Santo), la beatífica (como la de
los bienaventurados) y la divina, como
Verbo de Dios (9,1-4).
12. El alma humana de Cristo no era
omnipotente por sí misma, ya que
ninguna criatura puede serlo; pero,
como instrumento del Verbo, tenía a su
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
disposición el poder mismo de Dios
para producir efectos sobrenaturales y
obrar toda clase de milagros (13,1-4).
13. El Verbo de Dios asumió
voluntariamente; al encarnarse, los
defectos inherentes a la naturaleza
humana caída (debilidad, dolor, hambre,
sed, muerte, etc.), a excepción del'
pecado y de todo: cuanto dice relación a
él (v.gr. la inclinación al mal, la
ignorancia, etc.) (14 y 15).
14. En Cristo, Verbo encarnado, se da la
llamada comunicación de idiomas, en
virtud de la cual lo que se dice
personalmente de Cristo puede decirse
indistintamente de cualquiera de sus dos
naturalezas, ya que las dos están unidas
en la persona única del Verbo (v.gr.,
puede decirse: «en Cristo, Dios es
Hombre, y el Hombre es Dios»). En
cambio, no podemos atribuir a la
divinidad (en abstracto) los predicados
de la humanidad, ni a ésta los de
aquélla, porque en la persona del Hijo
de Dios encarnado permanecen
inconfusas
las
dos
naturalezas,
conservando cada una sus propiedades;
y así, v.gr., sería falso decir que «la
humanidad de Cristo es eterna» o que
«su divinidad nació en Belén» (16,112).
15. Cristo es un solo ser, una sola
persona; pero en él hay dos voluntades,
divina y humana, en perfecta
subordinación de ésta a aquélla. Y gozó
del más perfecto albedrío, aunque en
íntima identificación con la voluntad de
su Padre celestial (17 y 18).
16. Las operaciones de Cristo son
teándricas, o sea propias de un DiosHombre; por eso son infinitamente
meritorias. Una palabra, una simple
sonrisa de Cristo, tenían un valor
infinito y eran suficientes para redimir
millones de mundos (19,1-4).
17. El Verbo encarnado estuvo en
cuanto hombre sujeto al Padre con la
más filial obediencia. Oró al Padre por
sí mismo y por nosotros y fue
escuchado siempre que pidió alguna
cosa con voluntad deliberada y firme
(20 y 21).
18. Jesucristo fue sacerdote y víctima a
la vez. Como sacerdote, continúa en el
cielo intercediendo por nosotros y
distribuyendo a los hombres los dones
celestiales. Su sacerdocio es eterno, y
eternamente durará su efecto, que es la
gloria consumada de los santos
purificados en virtud de su sacrificio
(22,1-6).
19. Cristo, en cuanto hombre, fue
predestinado para ser Hijo de Dios; y su
predestinación es modelo y causa de la
nuestra, ya que nuestra predestinación
consiste en que seamos por gracia y
adopción lo que Cristo es por
naturaleza, y que Cristo sea el autor de
nuestra glorificación, pues por sus
merecimientos hemos de alcanzarla vida
eterna (24,1-4).
20. En virtud de la unión hipostática de
las dos naturalezas en la persona del
Verbo, Cristo es adorable con adoración
de latría, incluso a través de las
imágenes que lo representan y de la
santa cruz. Por su especialísima afinidad
con El, hemos de venerara la Santísima
Virgen con un culto especial, que recibe
el nombre de hiperdulia; y a los santos,
en cuanto miembros de Cristo, con culto
de dulía (25,1-6).
21. Cristo, en cuanto hombre, es el
único perfecto mediador entre Dios y
los hombres; no sólo porque con su
muerte reconcilió con Dios a todo el
género humano, sino porque su
humanidad santísima ocupa un lugar
intermedio entre Dios y los hombres y
le corresponde, por consiguiente, unir a
los hombres con Dios, comunicándoles
sus mandatos y sus dones, e interceder
por los hombres ante Dios, rogando y
satisfaciendo por ellos (26,1-2).
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
Ficha nº 5
Una venida en la humildad, la otra en la gloria
(Mons. Joâo Clá Días, Las tres venidas del Señor, Lo inédito sobre los Evangelios,
vol. V, p. 23)
En la primera venida, que ya ocurrió, el
Niño Dios apareció pobre, humilde, sin
manifestación de grandeza: “Revestido
de nuestra fragilidad, vino la primera
vez a realizar su eterno designio de
amor y abrirnos el camino de la
salvación”.
La segunda sucederá de
manera muy diferente, al final de los
tiempos, cuando Nuestro Señor venga a
juzgar a los vivos y los muertos:
“Revestido de su gloria, Cristo vendrá
una segunda vez para traernos la
plenitud de los bienes prometidos, los
que hoy, vigilantes, esperamos”.
El gran Bossuet muestra que Dios
quiso asumir la naturaleza humana en
las
condiciones
más
modestas,
humillándose hasta lo inconcebible: “Él
parece caer del seno de su Padre al de
una mujer mortal, de ahí a un establo, y
desde ahí baja sucesivos peldaños de
anonadamiento hasta la infamia de la
Cruz, hasta la oscuridad de la tumba.
Reconozco que no era posible caer más
bajo”.
Ficha nº 6
Jesús proclama una doctrina innovadora
(Mons. Joâo Clá Días, Radical cambio de patrones en las relaciones divina y humana,
Revista “Heraldos del Evangelio - Salvadme Reina”, Nº 90 - Enero 2011)
L
a majestuosa figura del Mesías
y su sorprendente doctrina
intrigaban, infundían respeto y
atraían a un mismo tiempo. De
su profunda y serena mirada dimanaba
una bondad ilimitada. Atendía a todas
las peticiones, curaba a todos los
enfermos. Incluso aquellos que tocaban
el borde de su manto o que únicamente
eran acariciados por su sombra, se veían
favorecidos
por
su
benéfica
omnipotencia. Los afligidos recibían de
Él un consuelo inefable.
Los milagros se hacían más numerosos
y una multitud cada vez más grande le
seguía con creciente admiración: “Todo
el pueblo le escuchaba y estaba
pendiente de sus palabras” (Lc 19, 48).
Jamás se había visto en Israel un profeta
semejante.
Igualmente cautivados estaban los
Apóstoles que desde hacía tiempo
acompañaban a este taumaturgo dotado
de tan extraordinario poder: por
actuación suya, los ciegos veían, los
cojos andaban, los sordos oían, los
leprosos quedaban limpios y los posesos
eran liberados. Pero sus discípulos, en
consonancia con la generalidad del
pueblo, juzgaban erróneamente que Él
había venido a establecer el predominio
de Israel sobre las demás naciones de la
Tierra. Desconocían aún el verdadero
rostro del Reino predicado por el divino
Maestro y las reglas que deberían
gobernarlo, puesto que, como afirma
Fillion, “hasta entonces había anunciado
Jesús
a
sus
compatriotas
el
advenimiento del Reino de Dios e
instándoles a entrar en él; pero no había
descrito aun circunstancialmente las
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
Página 11
Dios se hace hombre
cualidades morales que debían adquirir
para ser dignos de pertenecer a él”.
Momento oportuno para explicitar la
nueva doctrina
El
pasaje
del
Evangelio
que
comentamos aquí corresponde al
momento en que Cristo comienza a
explicitar su innovadora doctrina,
transcurrido algunos meses desde el
inicio de su vida pública. Ahora se
hallaba en los alrededores de
Cafarnaúm, junto al Mar de Tiberíades,
adonde “una gran muchedumbre había
llegado de toda la Judea, de Jerusalén y
de la región costera de Tiro y Sidón,
para escucharlo y hacerse curar de sus
enfermedades” (Lc 6,17-18).
Jesús acababa de escoger no hacía
mucho a doce de entre sus discípulos, a
quienes les había dado el nombre de
Apóstoles (cf. Lc 6, 13-16), preparando
así la fundación de su Iglesia. Esta
ocasión era muy propicia para presentar
públicamente una suma de las
enseñanzas que la Esposa de Cristo, a
través de los siglos, habría de guardar,
defender y anunciar a todos los pueblos.
Esto es lo que hará Nuestro Señor en el
Sermón de la Montaña, verdadera
síntesis del Evangelio y ápice de
perfección de la Nueva Ley. Las ocho
bienaventuranzas le sirven de exordio,
como magnífico portal de un palacio
incomparable.
En este sermón el Mesías, “a título de
fundador y legislador de la Nueva
Alianza declara a sus súbditos lo que de
ellos pide y lo que de ellos espera si
quieren servirle con fidelidad”.
Violenta ruptura con antiguas
costumbres y prejuicios
Hoy en día, dos milenios después, nos
es difícil comprender la novedad radical
contenida en esas palabras del divino
Maestro, las cuales trajeron al mundo
una suavidad en las relaciones de los
hombres —entre sí y con Dios— que
era desconocida para el Antiguo
Testamento y, a fortiori, para las
religiones de los pueblos paganos.
Al respecto dice el Cardenal Gomá: “No
estamos hoy en condiciones de apreciar
la trascendencia de este discurso de
Jesús, por respirar en la atmósfera
cristiana
que
aquellas
divinas
enseñanzas produjeron en el mundo
[…]. Es preciso remontarnos a los
tiempos de los groseros errores del
paganismo, que respiraban los mismos
oyentes de Jesús en aquella ocasión […]
para hacernos cargo del profundo
contraste entre las enseñanzas de Jesús
y la cultura y sensibilidad de sus
oyentes”.
En efecto, las palabras de Nuestro Señor
provocarán
una
transformación
completa de las costumbres de la época,
marcadas por el egoísmo, por la dureza
de trato y hasta por la crueldad.
También estas palabras son apropiadas
para determinar una violenta ruptura
con “los prejuicios que sobre el reino
mesiánico y sobre el mismo Mesías
tenían los contemporáneos de Jesús —
ya que le esperaban fuerte y poderoso
en el orden temporal, formidable
guerrero que debía sojuzgar a las
naciones y ponerlas bajo la férula de
Judá, con la capitalidad gloriosa de
Jerusalén—”.
La felicidad no está en el pecado
El elocuente Bossuet afirma: “Si el
Sermón de la Montaña es el resumen de
toda la doctrina cristiana, las ocho
bienaventuranzas son el resumen del
Sermón de la Montaña”. Ellas sintetizan
de hecho todas las enseñanzas morales
dadas por el Redentor al mundo, y
establecen los fundamentos para la
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
Página 12
Dios se hace hombre
forma de relacionarse que ha de
prevalecer en su Reino.
Al llevarlas a la práctica, el hombre
encuentra la verdadera felicidad que
busca sin cesar en esta vida y que jamás
podrá hallar en el pecado. Pues quien
viola la ley de Dios en el afán de
satisfacer sus pasiones desordenadas se
hunde cada vez más en el vicio hasta
éste volverse insaciable. “Todo el que
peca es esclavo del pecado” (Jn 8, 34),
advierte Jesús.
Las almas puras e inocentes, en cambio,
gozan ya en esta tierra de una
extraordinaria alegría de alma, incluso
en medio de sufrimientos o pruebas.
Vayamos ahora al análisis de las ocho
bienaventuranzas, vibrantes verdades
cuyo enunciado se sucede en
majestuosa cadencia, con un ritmo
elevado, digno, imponente, propio de la
Persona Divina que las proclamaba:
“Bienaventurados,
bienaventurados,
bienaventurados…”
Ficha nº 7
De las dos naturalezas de Cristo
(Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963, p.
82, nº 148)
CONCILIO DE CALCEDONIA, 451
IV ecuménico (contra los monofisitas)
Definición de las dos naturalezas de Cristo (1)
S
iguiendo, pues, a los Santos
Padres, todos a una voz
enseñamos que ha de confesarse
a uno solo y el mismo Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, el mismo
perfecto en la divinidad y el mismo
perfecto en la humanidad, Dios
verdaderamente,
y
el
mismo
verdaderamente hombre de alma
racional y de cuerpo, consustancial con
el Padre en cuanto a la divinidad, y el
mismo consustancial con nosotros en
cuanto a la humanidad, semejante en
todo a nosotros, menos en el Pecado
[Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre
antes de los siglos en cuanto a la
divinidad, y el mismo, en los últimos
días, por nosotros y por nuestra
salvación, engendrado de María Virgen,
madre de Dios, en cuanto a la
humanidad; que se ha de reconocer a
uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor
unigénito en dos naturalezas (2), sin
confusión, sin cambio, sin división, sin
separación, en modo alguno borrada la
diferencia de naturalezas por causa de la
unión, sino conservando, más bien, cada
naturaleza su propiedad y concurriendo
en una sola persona y en una sola
hipóstasis, no partido o dividido en dos
personas, sino uno solo y el mismo Hijo
unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo,
como de antiguo acerca de Él nos
enseñaron los profetas, y el mismo
Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el
Símbolo de los Padres [v. 54 y 86].
Así, pues, después que con toda
exactitud y cuidado en todos sus
aspectos fue por nosotros redactada esta
fórmula, definió el santo y ecuménico
Concilio que a nadie será licito profesar
otra fe, ni siquiera escribirla o
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
componerla, ni sentirla, ni enseñarla a
los demás.
Ficha nº 8
De dos voluntades y operaciones en Cristo
(Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963, p.
128-129, nn. 251-252)
HONORIO I, 625-638
[De la Carta 1 Scripta fraternitatis vestrae a Sergio, patriarca de Constantinopla, del año
634]
S
i Dios nos guía, llegaremos
hasta la medida de la recta fe,
que los Apóstoles extendieron
con la cuerda de la verdad de las
Santas Escrituras: Confesando al Señor
Jesucristo, mediador de Dios y de los
hombres [1 Tim. 2, 8], que obra lo
divino
mediante
la
humanidad,
naturalmente [griego: hipostáticamente]
unida al Verbo de Dios, y que el mismo
obró lo humano, por la carne inefable y
singularmente
asumida,
quedando
íntegra la divinidad de modo
inseparable,
inconfuso
e
inconvertible...;
es
decir,
que
permaneciendo, por modo estupendo y
maravilloso, las diferencias de ambas
naturalezas, se reconozca que la carne
pasible está unida a la divinidad... De
ahí que también confesamos una sola
voluntad de nuestro Señor Jesucristo,
pues ciertamente fué asumida por la
divinidad nuestra naturaleza, no nuestra
culpa; aquella ciertamente que fué
creada antes del pecado, no la que
quedó
viciada
después
de
la
prevaricación. Porque Cristo, sin pecado
concebido por obra del Espíritu Santo,
sin pecado nació de la sana e
inmaculada Virgen madre de Dios, sin
experimentar contagio alguno de la
naturaleza viciada... Porque no tuvo el
Salvador otra ley en los miembros o
voluntad diversa o contraria, como
quiera que nació por encima de la ley de
la condición humana... Llenas están las
Sagradas Letras de pruebas luminosas
de que el Señor Jesucristo, Hijo y Verbo
de Dios, por quien han sido hechas
todas las cosas [Ioh. 1, 3], es un solo
operador de divinidad y de humanidad.
Ahora bien, si por las obras de la
divinidad y la humanidad deben citarse
o entenderse una o dos operaciones
derivadas, es cuestión que no debe
preocuparnos a nosotros, y hay que
dejarla a los dramáticos que suelen
vender a los niños exquisitos nombres
derivados. Porque nosotros no hemos
percibido por las Sagradas Letras que el
Señor Jesucristo y su Santo Espíritu
hayan obrado una sola operación o dos,
sino que sabemos que obró de modo
multiforme.
[De la Carta 2 Scripta dilectissimi filii,
al mismo Sergio]
D-252 Por lo que toca al dogma
eclesiástico, lo que debemos mantener y
predicar en razón de la sencillez de los
hombres y para cortar los enredos de las
cuestiones inextricables, no es definir
una o dos operaciones en el mediador
de Dios y de los hombres, sino que
debemos confesar que las dos
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
Página 14
Dios se hace hombre
naturalezas unidas en un solo Cristo por
unidad natural operan y son eficaces
con comunicación de la una a la otra, y
que la naturaleza divina obra lo que es
de Dios, y la humana ejecuta lo que es
de la carne, no enseñando que dividida
ni confusa ni convertiblemente la
naturaleza de Dios se convirtió en el
hombre ni que la naturaleza humana se
convirtiera en Dios, sino confesando
íntegras las diferencias de las dos
naturalezas... Quitando, pues, el
escándalo de la nueva invención, no es
menester que nosotros proclamemos,
definiéndolas, tina o dos operaciones;
sino que en vez de la única operación
que algunos dicen, es menester que
nosotros confesemos con toda verdad a
un solo operador Cristo Señor, en las
dos naturalezas; y en lugar de las dos
operaciones, quitado el vocablo de la
doble operación, más bien proclamar
que las dos naturalezas, es decir, la de la
divinidad y la de la carne asumida,
obran en una sola persona, la del
Unigénito de Dios Padre, inconfusa,
indivisible e inconvertiblemente, lo que
les es propio.
[Más de esta carta en Kch 1065-1069.]
Ficha nº 9
Sobre Cristo, Hijo de Dios, natural, no adoptivo
(Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963, p.
158-159, nn. 311-314)
CONCILIO DE FRANCFORT, 794 (2)
[De la Carta sinodal de los obispos de Francia a los españoles]
H
allamos,
efectivamente,
escrito al comienzo de
vuestro memorial lo que
vosotros
pusisteis:
«Confesamos y creemos que Dios Hijo
de Dios fue engendrado del Padre antes
de todos los tiempos sin comienzo,
coeterno y consustancial, no por
adopción, sino por su origen.»
Igualmente, poco después, se leía en el
mismo lugar: «Confesamos y creemos
que, hecho de mujer, hecho bajo la ley
[Gal. 4, 4], no es hijo de Dios por su
origen, sino por adopción, no por
naturaleza, sino por gracia». He aquí la
serpiente escondida bajo los árboles
frutales del paraíso, a fin de engañar a
los incautos...
D-312 Lo que también añadisteis en lo
siguiente [v. 295], no lo hallamos dicho
en el Símbolo de Nicea, que en Cristo
hay dos naturalezas y tres sustancias [cf.
295] y que es «hombre deificado y Dios
humanado». ¿Qué es la naturaleza del
hombre, sino su alma y su cuerpo? ¿O
qué diferencia hay entre naturaleza y
sustancia, para que tengamos que decir
tres sustancias y no, más sencillamente,
como dijeron los Santos Padres,
confesar a Nuestro Señor Jesucristo
Dios verdadero y hombre verdadero en
una sola persona? Permaneció, empero,
la persona del Hijo en la Santa Trinidad
y a esta persona se unió la naturaleza
humana, para ser una sola persona, Dios
y hombre, no un hombre deificado y un
Dios humanado, sino Dios hombre y
Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio
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Dios se hace hombre
hombre Dios: por la unidad de la
persona, un solo Hijo de Dios, y el
mismo, Hijo del hombre, perfecto Dios,
perfecto hombre... La costumbre de la
Iglesia suele hablar de dos sustancias en
Cristo, a saber, la de Dios y la del
hombre...
D-313 Si, pues, es Dios verdadero el
que nació de la Virgen, ¿cómo puede
entonces ser adoptivo o siervo? Porque
a Dios, no os atrevéis en modo alguno a
confesarle por siervo o adoptivo; y si el
profeta le ha llamado siervo, no es, sin
embargo, por condición de servidumbre,
sino por obediencia de humildad, por la
que se hizo obediente al Padre hasta la
muerte [Phil. 2, 8].
[Del Capitular]
D-314 (1)... En el principio de los
capítulos se empieza por la impía y
nefanda herejía de Elipando, obispo de
la sede de Toledo y de Félix, de la de
Urgel, y de sus secuaces, los cuales
afirmaban, sintiendo mal, la adopción
en el Hijo de Dios; la que todos los
Santísimos
Padres
sobredichos
rechazaron
y
contradijeron,
y
estatuyeron que esta herejía fuera
arrancada de raíz.
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Dios se hace hombre
Bibliografía
La Biblia, http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM (consultada el
30/01/2014)
Catecismo de la Iglesia Católica,
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html (consultada el 30/01/2014)
Antonio Royo MarínO.P.
Dios y su Obra, BAC, Madrid, 1963.
Enrique Denzinger
El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963,
Plinio Corrêa de Oliveira
Revolución y Contra-Revolución, Madrid, 1992.
Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo FlosCarmeli
Deus... Quem é Ele?, Sao Paulo, 2012.
A Vida Íntima de Deus Uno e Trino, Sao Paulo, 2013.
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Heraldos del Evangelio
Alumno:
Fecha
Después de leer las fichas, conteste brevemente a las siguientes preguntas:
 ¿Qué dos cosas expresa el nombre de Jesús?
 Jesús cumple la esperanza mesiánica de Israel en una triple función.
¿Cuáles son?
 La consagración mesiánica de Jesús, ¿qué manifiesta?
 En los evangelios hay personas que se dirigen a Jesús llamándole
“Señor”. Este título expresa:
 La encarnación, consiste esencialmente en ………
 ¿Qué significa que en Cristo se da la llamada comunicación de
idiomas?
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