La resolución fractal de la comunicación es un movimiento para

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Nociones teóricas y manifiesto para la resolución fractal de la
comunicación.
Resumen.
Educar la percepción para responder a nuestras problemática local y global requiere la
perspectiva fractal de resolución de nuestras interacciones. Esto es una práctica autocrítica
de reconversión hacia la trascendencia.
La fenomenología y la experiencia de contacto nos adentrarán hacia una autocrítica de la
resolución de nuestra percepción alienada.
La resolución fractal de la comunicación es un movimiento para trascender la
fragmentación egótica desde el yo y tú de Buber hasta la percepción espacial u
holokinética de Bohm.
La resolución fractal es riesgo por el descubrimiento, por no perder el sentido de la
comunicación; la integración.
Palabras claves: Autocrítica, fractalidad, percepción, integración, trascendencia.
Abstract
To educate the perception to respond to our local and global problems requires the fractal
perspective of resolution of our interactions.
This is an autocritic practice of reconversation towards transcendency.
The phenomenology and the contact experience will enter us towards an autocritic of
resolution of our alienated perception.
The fractal resolution of the communication is a movement to transcend the egotic
fragmentation from the I and the you of Buber towards the special fragmentation or
holokinetic of Bohm.
The fractal resolution is a risk for the discovery, for not lose the sense of communication;
the integration.
Key words: Reconversation, fractal, perception, integration, transcendency.
*Ángel Raúl Naranjo Dávalos. Maestro en Terapia Gestalt. Instituto Integro de Terapia Gestalt
Región Occidente. Afiliado al Instituto Emmanuel Mounier en Madrid, España.
Universidad de Colima (Facultad de Letras y Comunicación)
[email protected]
¿Por qué y para qué la resolución fractal de la comunicación?
El conflicto humano y la fijación de su conducta, por doquier que llevemos
nuestra vista, es ya una punta muy afilada de flecha que todavía podemos arrancarla del
pecho para, por un lado, afrontar el dolor significativamente, no únicamente padecerlo y
por otro lado, reconocer que ante tal herida el sopor de la anestesia también tiene un fin.
En un polo del poder tenemos la representación de los anestesistas
anestesiados, emisores del poder para una producción y consumo del exceso.
En el otro polo a los que sufren la escases de satisfactores adictivos, los
receptores de la irradiación del poder.
Esto es una lógica fundamentada en la distancia y la contradicción, por lo
tanto reforzamos una experiencia de percibir fragmentadamente creando la ilusión de que
“esto es así y no hay de otra”. Modelada así la existencia se produce la consecuencia de una
auotojustificación viciada manteniéndose inmune ante otras perspectivas que le pudiesen
generar posibilidades diferentes. (Walsh y Vaughan, 1982). Por fortuna, cuando un polo
toca fondo llega la última oportunidad que nos coloca ante la encrucijada de la total
autodestrucción y desorganización o romper nuestra propia coraza y contaminarnos para
dejar de ser inmunes, es decir asumir una existencia de riesgo o autocrítica en donde la
reorganización de nuestra percepción tenga la esperanza de rasgar la propia modelación de
uno mismo como exclusiva subjetividad intrapsíquica o freudiana (Diesbach, 2003) para
colocarnos en relación al otro desde el horizonte personal comunitario (Jarquín, 2003),
desde su mundo y aspirando hacia la reorganización como parte del cosmos (Wilber, 1986).
La invitación, sea pues, a un acto de ruptura, de deconstrucción de uno
mismo como individuo separado, para luego, emprender la reconfiguración relacional y la
atrevida posibilidad de una existencia espacial como unificación. Todo esto conlleva un
efecto terapéutico, en el sentido de cuidar la comunicación, la terapia no es exclusiva del
consultorio ni de ninguna disciplina ya que significa cuidar la comunicación y desde esta
postura, transformar flexibilizando nuestra percepción-acción con enfoques de la relación
como Buber (1984) y Mounier (1988) hasta niveles de implicación holokinética Bohm
(1992) y Feldman (1989) entre otros.
El acto conversivo de esta invitación requiere de una construcción teórica
para llevar del análisis a la comprensión y de ésta hacia una responsabilidad revolucionaria
afectando desde la pequeñez del acto humano a manera de efecto mariposa o recursividad
fractal. Al respecto son muy interesantes los enfoques e investigaciones de las teorías
orientadas hacia la unificación porque representan una iteración de la misma comunicación
como inteligencia e integración. Demos una exploración a la paradoja EPR (Einstein,
Podolski y Rosen) donde las partículas por más que se les distancie, subatómicamente
siguen manteniendo relación, la propuesta del cerebro holográfico de Pribram, las
investigaciones de campos morfosintácticos, entre otros experimentos y teorías de la
relación y la unificación. Tenemos argumentos para entender un proceso revolucionario no
violento, si agresivo que desde la comunicación cambie a la comunicación y procesos
sociales en la medida en que ejerzamos iterada y recursivamente la resolución fractal de la
comunicación. Esta es una lucha desde el aprendizaje, desde la educación, desde la
comunicación cuidada. Comunicar desde la comunicación es integrar.
Así como en la lógica neo marxista la superestructura puede incidir en la
estructura para la transformación, los cambios sociales también son afectados por el
observador de un evento, la cuestión es cómo o desde dónde observamos lo que
observamos y que tan conveniente es repetir esta posición recursiva o intentar situarnos en
un nuevo punto de arranque, de ángulo.
En esta teoría y manifiesto la crítica está integrada a la actuación autocrítica
de uno mismo en relación, como principio ético-filosófico. Por eso requerimos de afrontar
la problemática comunicacional desde poner en riesgo nuestra propia identidad ya que una
multiplicidad de referentes identitarios opacan la claridad y transparencia de la persona
mediante cualquier categoría de sensopercepción ideologizada como pudiera ser el reclamo
que hace Edgar Morin (1992) ante el fragmento nacionalista que quiere considerarse como
la única verdad total. Un ejemplo más lo encontramos donde el absurdo de la defensa de
cualquier ideología religiosa llega al grado de aniquilar al próximo para erigirse como
emisor ufano y poderoso. Si en ambos ejemplos no perdiésemos de vista la persona como
centro de gravedad en relación, como identidad desde donde arranca nuestra percepción, lo
ideologizante no dañaría, al no adherirlo a la conciencia, y entonces sí podría ser factible
aquella máxima de moda democrática en la propaganda política: la unidad en la diversidad.
En esta encrucijada estamos y necesitamos tomar decisiones; seguir
haciendo crítica aunque insuficiente en términos de acción o, asumiendo la conversión,
haciendo crítica hacia uno mismo para tomar el riesgo de la acción tanto a nivel local como
global y en cualquier esfera en donde la vida inteligente interactúe y podamos afectarla
generosamente, convivencialmente como diría Illich (1974)
Actuar entre nosotros nos lleva directamente al plano de la comunicación
que históricamente nos refleja, preponderantemente, la interacción entre singularidades o
individuos en términos de un yo contra un tú y por lo tanto las consecuencias las
evidenciamos; desde el atrevernos a mirar lo que pasa en nuestra intimidad hasta las
distintas manifestaciones sociales en que participamos o tenemos información. Bien
podemos seguir negando el espíritu de la comunicación que iría del sentido a la
contemplación, de la relación a la unificación, del coraje a la generosidad. Negando esta
expresión, este espíritu, entonces continuaremos reforzando prácticas para abonar
sociedades para incomunicarnos, negarnos y autodestruirnos.
Katz, Doria y Costa (1980) conciben que el empobrecimiento de la
comunicación es entendida como construcción y lo que hiciese falta se consideraría
carencia. Esto sólo es posible en el campo de la teoría matemática de la información debido
a que no se podría postular un nivel óptimo que englobase el cuestionamiento del sistema
humano. Aclaran esta cuestión en el sentido de que la construcción, de lo que fuese la
comunicación, es positiva, dejando entrever que lo humano, como todos sabemos es más
una cuestión valorativa, no positiva por lo que a manera de ejemplo, mencionan los autores,
aproximarse a la homosexualidad desde Freud no es lo óptimo pero para otros grupos o
instituciones el reconocimiento público de la homosexualidad pudiese ser una
optimización.
A mi entender el empobrecimiento de la comunicación sin una visión
positiva como infructuosamente lo puede ser la teoría matemática aplicada a lo humano, sí
podemos entenderla y comprenderla desde una perspectiva, no plana, no lineal que
contenga espacio o contexto, que dé cuenta del movimiento.
Así quiero presentar a la geometría fractal (Mandelbrot, 1997) el personalismo relacional y
la holokinesis como base y organización de nuestra percepción entendida como
predisposición, sentimiento, pensamiento y acción. En lugar de las fórmulas de la
matemática y su linealidad, la fractalidad con su recurso algorítmico es la clave del
metalenguaje para hacer comunicación desde la comunicación al llevar la percepción
fragmentada a un orden de mínima contención relacional y eso inicia desde la persona.
Proponemos el nivel relacional como punto central para integrar en lógica de recursividad
fractal al movimiento fragmentado que parte de la distancia como condición y hacer
factible aspirar a percibir desde el holomovimiento u holokinesis que parte del movimiento
desde la interpenetración de sus pliegues.
Fenomenológicamente uno puede percibir que entre un tú y un yo existe un
espacio que, además, aún siendo invisible, “eso que está entre nosotros”, nos ofrece la
posibilidad de intercambiar, de transferir y contratransferir, de sentir la presencia del otro,
de intercambiar significados, lo curioso es que en este espacio se da todo un proceso
invisible pero realmente existente, se siente, se piensa y se provocan acciones. Luego con
una serie de instrumentos, tecnologías, medios vamos adicionando el proceso de
comunicación. Así, tanto otorgamos el nombre de comunicación a la interacción rústica
entre “dos sujetos encuerados” donde sólo los intermediarios de tipo neurológico y lo
cultural - oralidad, el contacto habitual, la hipertropía y estructura social- condicionan la
interacción, como también, llamamos comunicación a los instrumentos tecnológicos que
llegan a diferenciar el propio soporte e intensidad de la palabra e imagen hasta el
reconocimiento macluhjano: el medio es el mensaje.
Esto nos hace pensar que más allá de las tecnologías en boga, de las
interacciones que se dan entre simples sujetos de manera cotidiana, en la interacción en el
orden público y privado y entre ellos, en la interacción hasta con uno mismo, en la
interacción intercultural, diplomática, virtual…al fin de cuentas hay una constante
inamovible: las personas interactúan internalizando y externalizando, no hay uno sin lo
otro. Lo interno son los motivos, lo externo, de manera práctica, podemos representarlos
como causas y efectos, que aparecen en la sociedad, en una perspectiva newtoniana Si nada
más reducimos esta interacción a lo interno, “psicologizamos” la realidad de la
comunicación. Si sólo la reducimos a la periferia de lo externo la “sociologizamos” y
ambos, separados así, dejan de nutrirse de la complejidad, alejando cualquier posibilidad de
la ética.
Es vital atender la comunicación de manera elástica en donde lo interno y
externo esté mediado por una realidad de principio, lo relacional, la humanidad como un
yo y tú y todavía más la humanidad como parte del cosmos, no como centro del universo.
Esta posibilidad de existencia es lo que nos pudiese facilitar no ver a la
comunicación como un ejercicio periférico, entrópico, centrífugo sino como un punto de
base para organizar la inteligencia mediante la fuerza centrípeta y es la actuación ética
filosófica la que movilizaría las acciones de la comunicación y sus procesos en donde lo
psicológico y lo sociológico quedarían perfectamente ensamblados, integrados, Podríamos
llamarle personalismo hacia el holomovimiento para enriquecer la comunicación: integrar
avizorando la unificación al vivenciarnos como fractal del mismo cosmos por eso consideramos
muy importante atender la reflexión que Raúl Fuentes (1992) hace al cuestionar a la
investigación y el estudio como una acción alrededor de la comunicación, que nosotros
llamamos periférica.
La resolución fractal de la comunicación, nuestra propuesta, se hace desde
el eje central de una historia en donde la inteligencia humana se debate entre su propio
conflicto y su lucha por integrarse en niveles para actualizarse en el sentido de Maslow (1988)
y Rogers, (1977).
Donde el conflicto representa desorden, desintegración de la inteligencia, la
fluidez de la interacción representa su constante reorganización para alcanzar mayores
niveles de integración y por lo tanto la posibilidad de trascender hacia lo convivencial y
unificador. La historia como elección, pudiéramos transformarla para el futuro en la medida
en que la acción revolucionaria, en el aquí y ahora de nuestras interacciones, las
reorientemos hacia movimientos relacionados, lo que ampliaría nuestro horizonte
perceptual hacia movimientos interpenetrado. La percepción de “percibir-nos en lo
percibido”, es decir, cuando el yo psicológico deja de fragmentar entre yo y no yo, yo y
espacio, para asumir una nueva epistemología en el “ya” de Bohm y Feldman es arriesgar
por una conciencia implicada. No hay garantías, pues requiere el arriesgar a la
autoexploración y desde allí efectuar decisiones.
La resolución fractal puede darnos armas para que cada uno, para que cada
grupo, para que cada comunidad, para que cada organización, país o afiliación conforme su
propia experiencia-acción revolucionaria para favorecer interacciones fluidas y no
conflictivas. Reivindica la importancia del destinatario no pasivo desde los estoicos, Pierce
Eco. Es importante que la percepción fragmentada psicológicamente la regulemos por la
conciencia de la persona relacional y desde aquí emprender la orientación de nuestra
percepción desde una perspectiva cósmica en donde cada parte afecta al todo y el todo
afecta a cada parte. Principio de recursividad fractal que hay que recuperar en y desde la
comunicación.
Explicarnos, comprendernos y trascender nos coloca en la comunicación
como diálogo. El diálogo desde el personalismo apuesta por el encuentro desde la presencia
y trasladado hasta Bohm el diálogo incorpora explícitamente el contacto con el silencio, el
vacío, para desde allí regular la acción cotidiana de la palabra, sin que ésta nos arrastre
hasta el desquicio de la antagonía y el conflicto descalificador, habitual y adictivo en
nuestra diplomacia, círculos académicos y demás. En este sentido el diálogo no es para la
competencia entre imposiciones de verdades o criterios, sino ese diálogo en donde lo más
significativo no es lo que se dice sino cómo se dice, cómo entre los sujetos de una acción
dialógica se genera una resonancia de significaciones empáticas en donde las simpatías y
las antipatías no adquieren niveles de polarización en alta significación y por lo tanto la
relación no la empobrecen, es decir, se crea una atmósfera conciliatoria en donde lo
subjetivo de las simpatías favorece la integración y las antipatías no llegan a ser
expresiones delirantes, punzantes, determinantes.
Dialogar, desarticulando el mecanismo de la represión, del miedo, del temor
a no encajar en el grupo o al ridículo, nos hace integrarnos a nuestra propia sensatez donde
convergen debilidades y fortalezas, malestar y bienestar de nuestra singular individualidad.
Construir un diálogo en donde se pueda fluir con nuestra suciedad y limpieza es hacer
comunicación sin dejar de ser para sólo parecer – parecer es actualmente la máxima de
nuestra sociedad actual-.
¿Desde dónde se configura la resolución fractal de la comunicación?
Desde la ruptura, ya que observamos un mundo que sostiene sociedades en
conflicto como algo habitual y si queremos trastocar esta lógica de la experiencia del
discurso, entonces necesitamos alimentar otras orientaciones que transgredan el paradigma
de construcción, reproducción y finalidad, lo cual no es tan sencillo porque sabemos que
nuestro orden institucional, familiar, pedagógico, de consumo, de aprendizaje se resiste a
manifestaciones de locura que atenten contra la fragmentación, la diferencia, la
estigmatización social, la abundancia de la pobreza…asunto muy conocido e
intelectualizado, académicamente pero…hasta allí.
La visión fisicalista de la realidad nos regaló, entre muchas cosas la máquina
de escribir, pero desarrollar experiencia humana con esta visión hacia otras inteligencias,
hacia otras personas sigue resultando chato y ofensivo, lo mismo sucede en propuestas de
aprendizaje y construcciones teóricas donde el fisicalismo resulta indignante al tratar
reduccionistamente lo humano.
La comunicación requiere atreverse a observar más allá del permiso
cartesiano que no tolera el espíritu de la filosofía pero abraza la racionalidad objetiva de las
matemáticas negando así al sujeto. Esto no funciona, esto no opera, esto no es digno en el
ámbito de las interacciones entre seres humanos, de allí que necesitemos trabajar en
construcciones cuyo enfoque sea humanista y reconozca la realidad de la expresión y no
solo la matematización de lo humano.
Necesitamos ya contribuir con atrevimientos que vayan de lo humanístico a
lo cósmico en donde los seres humanos se percaten de la falaz posición de dominio y
control de la naturaleza que sólo ha generado desorganización de nuestra inteligencia para,
enseguida construir una humanidad concreta que de manera compleja holística y
holokinéticamente participe significando como aquel desdeñado, el de la muy conocida
carta que el jefe piel roja de Seattle envía al jefe de los caras pálidas en 1 854 advirtiendo
sobre las causas del derrumbe de una civilización en donde termina la vida o el canto para
iniciar la sobrevivencia por la petulancia occidentalizadora, que en la muerte del pájaro, del
árbol, del río es capaz de experimentar la traición al mundo y a uno mismo, en una
sensación no perceptible para el alienado que se aísla en fragmento anestesiado.
En nuestra apuesta epistemológica, el hombre deja el antropocentrismo
egotista para situarse en el cosmos y al servicio del cosmos en una interacción no jerárquica
sino complementaria lo que redunda en una inteligencia más compleja y organizada. La
inteligencia más allá del intelectualismo y del mero coeficiente intelectual, incluso de las
llamadas inteligencias múltiples la contextualizamos como principio de orden y unificación
desde el espacio hasta cada configuración atómica, celular, cuántica, universal en donde la
propia iteración de lo configurado le alimenta su organización y por lo tanto actualiza su
inteligencia, por eso los protones y neutrones de un átomo hacen recursiva su proximidad
actualizándose de manera inteligente, si no saldrían disparados. La pobreza de inteligencia
experimentada a nivel celular de un cuerpo humano puede verse en problema como el
cáncer al tener que modificar su actuación por el desconcierto y desintegración lo que ya le
ocasiona interferencia, fricción en su propia realización inteligente que le daba consistencia
de organismo celular en equilibrio.
Tratemos de ver desde la posibilidad del encuentro.
Nuestra aproximación teórica metodológica no estará centrada en lo regular
para que a partir de allí detectemos lo caótico, lo patológico, o absurdo o la contradicción
en la comunicación, pues la percepción de lo regular tiene una herencia de rechazo hacia las
irregularidades y además es adictiva a una institucionalidad desquiciada que no intenta la
comprensión, únicamente la clasificación.
Percibir de manera fragmentaria es lugar común y propiedad de lo regularexplicado. Construir nuevas orientaciones, perspectivas perceptuales es un acto irregular no
convencional ya que implica dejar de ver desde la inmanencia o irradiación de la
centrifugacidad para conformar un aprendizaje desde la base centrípeta que es desde donde
se genera la fuerza-consecuencia centrífuga y por lo tanto tiene poder para afectar y
transformar, de lo mínimo y sencillo hasta concreciones de realidad y grupos de personas
considerables. Esta fuerza centrípeta que es el punto inmóvil que sostiene al movimiento
centrífugo, está cimentada en la percepción de la comunicación de persona en relación, en
un yo y tú, paradójicos pero complementarios y no contradictorios tal y como sí sucede
cuando el móvil de la percepción lo procesamos desde un yo contra un tú.
Percibir desde la persona en relación hace plausible una conciencia, una expresión de
inteligencia humana con rumbo hacia el manejo de la existencia más como espacio que
como tiempo o fragmentación esquizoide.. Lo esquizoide tiende a dividir y su polarización
puede llevar hasta la atención psiquiátrica del esquizofrénico. El orden de nuestra
percepción habitual es precisamente la fragmentación por lo cual no es de extrañar nuestra
evidente polarización e incomunicación. Al respecto Laing (1992) hace un acercamiento
fenomenológico de la esquizofrenia.
La resolución fractal de la comunicación acepta lo irregular pues en lugar de
percibir desde la represión y lo establecido, se apunta hacia la reconstrucción de lo propio
personal-relacional y espacial para desde allí manejar lo fragmentado sin que éste absorba o
aliene al ejercicio de la percepción. Por eso con la estrategia de la geometría fractal
dependiendo de cómo resolucionemos, será la manera de reconstruir la realidad y la manera
de interactuar.
En nuestra epistemología de construcción la teoría es sólo un primer paso
referencial para ejercer un manifiesto, lo que ya conlleva la exigencia de una posición muy
comprometida, la posición ética.
Promover la resolución perceptual hasta el grado de estrategia para la
trascendencia del conflicto nos auxiliará para, primero, percatarnos de nuestra alienación al
conflicto, al ruido, como si fuese connatural restringiendo a sí nuestra actuación humana a
percibir en constantes conductas obsesivas, compulsivas, adictivas como parte de lo normal
en donde la compulsión al consumo y al exceso termina siempre en insatisfacción y su
mera intelectualización no logra escapar de esta auto laceración.
Así como la teoría y el manifiesto son requisitos para devenir en este
discurso de aproximación al entendimiento, comprensión y transformación de la
incomunicación o “comunicación fragmentada”. También es indispensable, desde nuestro
entendimiento, una fenomenología para construir lo observado y evaluarlo
comprensiblemente, una base existencial personalista para recobrar el sentido espiritual de
la comunicación encarnado en la nosvaloración (Buber, 1984), (Jarquín, 2003). La
nosvaloración modifica tremendamente el ángulo desde dónde y qué percibimos por su
implicación vital, corporal, intelectual aplicada a la relación persona a persona, opera con la
lógica: hacer el bien aunque no lo parezca contrario al esquema de percepción
fragmentada, como diría el filósofo Carlos Díaz (2003), ocupado hasta en maquillar al
muerto para que parezca.
Mediante el efecto terapéutico de la gestalt, al decidirlo, nos auxilia para pasar de la
identificación aritmética y fragmentada del sujeto al percatamiento y contacto con lo
humano como complejidad ya que la gestalt puede llegar a ser todo un arte para configurar
e interpretar la realidad, al re-integrar nuestra condición enajenada aceptándonos como
totalidad y superando la fragmentación. El efecto terapéutico (Naranjo, 1993) trabajo en
donde la acción terapéutica significa cuidar la comunicación rebasa las dimensiones de
consultorio para instaurarse en la práctica de las relaciones cotidianas efectuando así una
terapia de la comunicación de facto, como efecto a partir de una intencionalidad que
observa el cómo de la comunicación.
Si con la gestalt nos avocamos a la importancia de lo invisible relacional por
lo cual la totalidad es más que la suma de las partes, ya que incorpora la relación, con la
holokinesis de David Bohm (1992) la totalidad puede organizarse en pliegues donde todo
está interpenetrado y afectado; como cuando un globo al ser jalado en un extremo, todo el
globo se ve afectado holokinéticamente, de tal manera que esa pequeña parte implicó a la
totalidad, tal y como las matemáticas fractales así también lo expresan.
Entonces, con la propuesta epistemológica de trabajo para la resolución
fractal de la comunicación y la trascendencia humana a partir de uno mismo y su grupo de
convivencia cotidiana, pretendemos dar una base para promover:
 La creación de grupos.
 Estudios.



Investigación.
Talleres.
Incidir en la academia –actitudes, planes y programas- para no
perder el centro de atención en la comunicación, desde la
comunicación y no la periferia: integración; desde lo personal en
cualquier ámbito de la comunicación mediante la resolución fractal
como epistemología de la acción desde lo observado.
La resolución fractal de la comunicación parte del ejercicio de auto- observar
nuestra fragmentación más allá de la mera intelectualización para llegar al percatamiento y
de allí pasar al yo y tú como lo relacional y fundamento de lo real -psicológico filosófico y
social-.
Cuando la percepción fragmentada está al servicio de lo relacional
entonces, decidiéndolo, podemos ampliar el horizonte y accesar a la experiencia como
espacio predominante y no como tiempo enjuiciador y persecutorio.
Otro aspecto muy importante en la construcción de la resolución fractal de la
comunicación lo es el afrontar la experiencia comunicacional, de manera integrada con un
tratamiento cuidadoso. Por eso el efecto terapéutico en cualquier proceso de comunicación
será un arma que apoyará a muestras actitudes siempre y cuando hagamos el movimiento
de adentro hacia afuera, es decir ejerzamos intencionalidad de este cuidar la comunicación.
No es algo que se dé por suerte, por inercia o por la gracia de otro.
La resolución fractal de la comunicación.
En esta construcción teórica y manifiesto nos preguntamos, de manera
preliminar, ¿qué significa procesar la interacción desde el ángulo perceptual de la
resolución fractal de la comunicación?
Desde la propia experiencia de reconstrucción de la realidad por un
intérprete existe una huella que la tradición, la cultura, la habituación han incrustado de
manera intensa en nuestra manera de percibir. La misma percepción, como reorganización
de su propio campo, llega a fijarse en su propia participación en la senso-percepción,
significación y expresión de la realidad, por lo cual es inquietante el cuestionar esa manera
de percibir-percibirnos. Esto remite a una situación del propio modelo de representaciones;
ejercer una fuerte auto crítica para cuestionar “desde donde veo eso que veo”.
Walsh y Vaughan (1982), consideran que los modelos llegan a funcionar
como organizadores de la experiencia modificando la percepción, así sugieren ámbitos a la
investigación, dan forma y determinan la interpretación de los datos y experiencias de
modo tal que se van obteniendo los resultados que los mismos modelos profetizan. Esto a
su vez lo podemos clarificar desde Festinger con su teoría de la disonancia cognoscitiva en
donde la búsqueda de coherencia y congruencia nos orilla a magnificar o minimizar aquello
que resulte amenazante al propio discurso.
Cuando quizá ni siquiera le hemos entrado a la exploración reflexiva y
vivencial de nuestro modelo, la percepción, la interpretación y la acción en la realidad
social originan un sistema de fijación y defensa que rigidiza la interacción y por lo tanto la
comunicación empobrece en términos de negación de posibilidades, se forma una coraza a
nivel de la percepción que opera evadiendo y/o descalificando todo aquello que no se
procese como una resolución de su propio campo perceptual.
Lo anterior lo encontramos tanto en la esfera de la comunicación
interpersonal como en cualquier otro ámbito de la comunicación. Por su parte las
instituciones, el estado, la educación, el mercado refuerzan la permanencia en el propio
modelo recompensando con la “sensación de estar cuerdos y no locos” cuando
efectivamente nos adherimos al propio modelo de percepción convencionalizado en un acto
semejante al culto y glorificación del poderoso, del líder, del dios grecolatino que premia y
castiga.
Históricamente, encontramos global y localmente que hemos configurado un
patrón de percepción e interacción que ha rendido culto a la fragmentación en términos de
investigación desde la visión positivista de la comunicación humana, de la separación entre
espíritu y racionalidad matemática de Descartes aplicada al entendimiento de lo humano en
una obsesión, hasta hoy en día, por la etiqueta de científico; en términos de investigar, la
fragmentación provoca reproducciones, más que búsqueda de nuevas orientaciones
epistemológicas en la investigación. El paradigma mecanicista sigue irradiando sus efectos
hacia el entendimiento de lo humano y me parece que no lo favorece al restarle
complejidad En lo psicológico la fragmentación robustece el egotismo, el anclaje entre un
pensamiento y una emoción como referencia de la identidad imponiéndose a otras
representaciones precisamente por su anclaje creando la ilusión un tanto lacaniana de “un
yo real” al cual la misma individualidad se somete y por lo tanto se divide produciendo en
contraste un “yo falso” cuando ambos son sólo expresión de un motivo interno etiquetado
externa o socialmente con algún pensamiento. En lo cotidiano nos erigimos como un yo,
luego un yo contra un tú, fragmentando más el tú lo arrinconamos hasta darle “sentida y
pensadamente” la categoría de ello, de cosa, la crítica social le llama indiferencia. A nivel
de estructuras de cultura de pensamiento tenemos la fragmentación entre oriente y
occidente, a nivel de países los nacionalismo fragmentan, en términos de modelo de
comunicación el silencio y la receptividad están seriamente devaluadas y la comunicación
se desarrolla de manera jerárquica donde ser emisor es poder para hacer sobre las cosas y
sobre los otros, la estructura del concepto “mis intereses” que suele ser la explicación
“racional” cuando se aprovecha indignamente del poder excluye por completo el contenido
de la expresión mis intereses de su correlación con el interés de otros, de la sociedad, de su
comunidad, son intereses literalmente egotizados, “mis intereses”.
En el fondo de estos sucesos está la presencia del miedo, del temor, de la
inseguridad.
Necesitamos pasar del aprendizaje de percepción fija a una percepción de
ágil resolución y cuando lo mencionamos insistimos en que la percepción es todo un
sistema complejo que va desde un punto proyectado desde una orientación hasta su
extensión como experiencia reflejando acciones mediante expresiones y sentido, nunca un
nominalismo. La percepción es víscera actuando en el espacio y holokinéticamente el
espacio es parte de esa víscera actuando desde el orden fractal de la resolución
interpenetrada de la víscera-espacio.
Cada uno, cada grupo, cada comunidad tiene cierta rigidez, cierta
flexibilidad en la manera de resolucionar la realidad en la cual interactuamos. Lo
importante es generar un proceso, un compromiso, una estrategia, una autoexploración para
cuidar nuestra comunicación. Ofrecemos una propuesta para este cuidar la comunicación,
para aprender a comunicar la comunicación desde el manejo de ángulos de resolución
fractal de la misma y alejarnos de la fijación. Esto no pretende ser una preceptiva, de facto
las preceptivas no contribuyen a la flexibilización de la comunicación cuando uno se
adhiere a los preceptos, en cambio sí sirven cuando se les explora y cada uno, cada grupo si
se quiere, llega a generar su propia experiencia y sentido del cuidado de la comunicación.
La actitud autodidacta y compartida requerirá tener un peso específico en esta aventura.
El orden espiral para resolucionar fractalmente la comunicación.
Partamos de un primer orden de la percepción: el yo diferenciado cuyo nivel
de constricción y opresión parte de fragmentar diferenciándonos del espacio y de los demás
en el terreno de lo social, psicológicamente un pensamiento vinculado a una emoción se
adueñan, en busca de identidad, de los demás pensamientos junto con su sustrato emocional
para erigirse como el yo referente, recordemos aquello de pienso luego existo.
La presencia del otro por las mismas mediaciones de nuestro contexto de
vida, es un tú, que culturalmente pasa a constituirse en un yo contra un tú.
Se niega al propio acto de nuestro devenir como un yo y un tú, enfatizando
la “y” pues como bien dirían los personalistas, nuestra existencia deviene del otro, de la
relación por la cual fuimos creados y con la cual cada quien se relaciona, ya no es una mera
interacción fraccionada, a capricho.
En este orden la percepción obedece a una “didáctica” cotidiana no cuidada,
efectuada principalmente por repetición imitatitiva, habituación. Es una sensación de sólo
contra el mundo típica en el existencialismo sartreano y en la actualidad la obsesión y la
depresión serían representantes extremos de este orden cuando no logramos integrarnos
hacia el segundo orden o inteligencia relacional.
En la inteligencia u orden fragmentado percibimos la relación como choque,
competencia, disputa, es más una serie de interacciones de fuerzas que de un sistema de
relación integrado.
El tiempo tiene más peso perceptivamente que el espacio, por lo que
experimentamos el tiempo “como más real”, quitemos el cómo y dejémoslo en lo real. La
necesidad de simbolización del propio tiempo desde este referente identitario fragmentado
como lo es el ego termina aplastando el orden relacional así como la experiencia de
contacto con el espacio; el reloj se traga al espacio.
El segundo orden o personal relacional. Asumir el “yo relacional” en
realidad es situarnos en y desde la persona encarnada, no en la simbolización, por eso en
este segundo orden conviene dejar de llamarlo “yo“relacional para nombrarle, tal y como
se siente… persona relacional
Deslizarse del primer al segundo orden es toda una odisea y en cualquier
descuido la inercia de la fragmentación fácilmente puede jalar para su molino, por eso es
necesario instaurar un compromiso autocrítico, pasar de la crítica social a la incomodidad
de la autovaloración. Aquí la percepción sí reconoce la separación entre cuerpos del primer
orden pero participando desde una misma banda que los integra: la relación, cuya máxima
expresión fenomenológica lo es la presencia entre un yo y un tú, no la mera identificación,
insisto, la presencia, sentir al otro, aproximarnos para escuchar, para acompañar, el
significado y la expresión experimentan en este orden una alta resolución. La valoración de
cualquier experiencia la hacemos “sintiéndonos” en nos-valoración. Si en el acto cognativo
o lazo consanguíneo, efectuado desde el primer orden, se experimenta la interacción, aquí,
en el segundo, la interacción opera más como concreción de realidad en relación y apertura
superando el lazo familiar ya que se perciben personas desde la persona, -no el egopensamiento en turno- antes que cualquier truco identitario como el nacionalismo, la clase
social, el prestigio, etc.
La persona es la referencia identitaria más histórica aunque negada por sus
revestimientos de moda, dominio y reparto del mundo propios del primer orden.
Con la percepción de yo fragmentado únicamente se puede llegar hasta el reconocimiento
de la interacción asumiendo el papel de sujetos funcionando como causantes y efectuantes
cada vez que resolvemos el problema de la distancia, esto es trasladar a Newton y
traslaparlo al entendimiento de la humanidad compleja, la cual se percibe fragmentada y
distante, no similar.
La mayor justificación de esta modelación de la realidad lo es el
reconocimiento de la distancia antes que la relación, es decir, fisicalizan su propia
percepción con la nominal diferenciación entre cuerpos, los límites de la carne; nos
quedamos así en la aritmética corporal sin profundizar en la geometría y gestalt del cuerpo.
Con la percepción desde la persona encarnada –no la exclusiva categoría de
ego-, la interacción, que de entrada reconoce la distancia, se sustenta en la relación, de tal
manera que la fragmentación desde este orden relacional es perceptible sólo a manera de
hacer abstracciones en la realidad que descansa en lo relacional, sería a manera de ejemplo
que viendo y sintiendo el cariño que mediante un abrazo nos comunica nuestra compañera,
también desde esa experiencia relacional, podemos percibir el fragmento de su bonito
anillo, el fragmento del color de las uñas de su mano, el calor específico o fragmento que
emana de su pecho al chocar contra el mío.
¡Esto es resolucionar desde el segundo orden hacia el primero sin enajenar
esta riqueza personal relacional a los exclusivos dominios de la fragmentación!
Cuando en teoría de la comunicación hablamos de pasar de ser emisores a
destinadores o de meros receptores a destinatarios tiene, desde esta perspectiva un
fundamento ontológico y vivencial, más allá de la superficialidad meramente intelectiva,
como podemos apreciar.
El tercer orden; espacial, el más obvio y por lo tanto el más cercano y tan
pegadito a nuestra nariz que difícilmente le percibimos.
De pequeños cuando nos miramos ante un espejo descubrimos que somos
carne, sólido y lo constatamos con las manos, luego en la escuela nos dicen que somos 70%
más agua que carne, huesos, cartílagos. En otro tiempo escolar nos explican que somos más
átomos. El estudiante de biología luego se da cuenta que somos más bacterias, las tenemos
en todos lados, nos constituyen para poder funcionar biológicamente. Cuando los físicos
exclaman que un átomo es 99.9999% más espacio o vacío y sabiendo que nuestras células
están integradas por átomos, no queda más que volver a construir significativamente toda
nuestra percepción, nuestra realidad, nuestra identidad…nuestra historia.
Esta tercera organización de inteligencia, podemos observarla
completamente distinta al orden fragmentado y es razonable pensar que todos los sucesos
materiales y energéticos como el significado o la expresión de amor, la gravedad, el dolor,
el universo está entre el espacio, el espacio como base, no como suerte, más como
sincronicidad, no como circunstancia sino como circunstante, lo que ¡¿sostiene todo?!
Pasemos a la experiencia fenomenológica del espacio y dejemos las ideas.
En el segundo orden de la percepción o modelo para simbolizar la realidad y
experimentarla –que también es otra forma de simbolización, de alguna manera- los
fragmentos descansan, previa condición, en lo relacional, el referente identitario del primer
orden es el ego pensamiento y en el segundo la persona concreta en relación, aquí no se
habla sobre el ego, se comprende el yo y tú desde la dimensión de lo personal, por más que
lo intentemos, en este segundo orden, la individualidad o singularidad desde los límites de
nuestra carne sólo pueden realmente comprenderse como un yo en relación, dialéctica con
un tú. Siempre la relación mantiene epistemológicamente integrada a la fragmentación o
ego-pensamiento. De allí la necesidad de manifestarnos por emprender la construcción
comprometida y constante en este orden para luego tratar de resolucionar hasta una factible
percepción espacial.
En un viaje a Vallarta alguien puede ir contando los minutos, de manera muy
objetiva para saber en cuánto tiempo llegó y que distancias se recorrieron por cada minuto.
Esta es una mirada del primer orden, obsesivo y compulsivo. Esto es subsumir la existencia
al tiempo newtoniano donde la atención de la conciencia se dejó absorber por la distancia,
toda distancia es necesidad de satisfacción, de ser socorrido, se centra en lo dividido y por
eso busca cada punto, en cada minuto un placebo para afianzar su seguridad, su sentido de
permanencia y consistencia. Cambiemos la percepción del viaje, usted, va descansando,
recreándose con los chistes de sus compañeros, con el paisaje, con los tentempiés, a pesar
de que sabe perfectamente que el viaje duró cinco horas, usted, viajó integrando su persona
con la experiencia vacacional y la compañía de los demás, logró desprenderse del reloj y
así fluyó en un tiempo relativo de tipo einsteniano contactando con su placer con su dolor
al tratar algunos pasajeros.
Experimentando ahora con el espacio, con el tercer orden, el tiempo es
completamente irrelevante, dice Bohm.
Es un atrevimiento de experiencia fenomenológica a perderse, ya que el
tiempo como invención altamente referencial obstruye la elasticidad vivencial del espacio,
su expresión. Aquí no prevalece la relación como banda que integra a personas con
personas, sino la implicación, el holomovimiento; si algo se mueve en el espacio perceptual
de uno esto implica movimiento de todo el espacio que en ese momento integra un campo
perceptual. Aquí no se experimenta directamente la distancia ni la relación sino el todo de
manera fractal en donde un punto afecta al resto del campo, vivencialmente es una
experiencia de expansión de la conciencia en donde el observador termina siendo parte de
lo observado cuando deja de intervenir el yo psicológico como agente dictatorial que
irrumpe en el espacio, es una experiencia de “dejarse llevar, de fusión por lo que ahora se
capta desde el cosmos y no desde un referente egóico que media y fricciona la experiencia
de realidad. La naturaleza de éxtasis y de complitud es característica de este orden. Pero
bueno, con menos teoría y más experiencia reconstruida, la percepción espacial está
centrada en el silencio, en la observación de ese silencio.
Escuchar una nota aislada es un fragmento, la relación de notas musicales es
una composición y orientar la percepción hacia el silencio-espacio en el cual descansa cada
nota y la misma composición es modelar la percepción hacia el campo, la base. Sería
imposible hacer música sin la base real, real del silencio-espacio.
Recapitulando. La resolución de nuestra percepción podemos organizarla en
un orden de ego fragmentado, el de mayor inmediatez. En un orden de persona, desde lo
relacional, de requisito ético. Desde la base más compleja y difícil de entender, el espacio
donde todo queda implicado a manera de pliegues, la distancia del movimiento del ego
fragmentado se ve superada por los pliegues del holomovimiento.
Aprender a escuchar, a escuchar también nuestro propio silencio es una
experiencia reconfortante. Feldman (1989) nos habla de cómo el silencio es un regenerador
del propio cerebro electroquímicamente.
La misma palabra tan aclamada es gracias a la presencia del silencio, del
espacio que es donde se desliza.
La resolución fractal de la percepción y la comunicación.
Cuando dejamos de negar lo irregular, de comunicar sin la represión y el
mandato, entonces abrimos los ojos a lo negado y lo prohibido para de esta manera ampliar
nuestros recursos como especie humana para trascender, para conformar sociedades
incluyentes, comprensivas más que normativas y reglamentarias. Esto es factible cuando
iniciamos una guerra a muerte, agresiva pero no violenta contra la suficiencia del confort de
percibir y percibirnos con lo ya dado.
Ejercer la resolución fractal de la comunicación apunta hacia:
Primero: Ubicar nuestro punto de arranque o ángulo epistemológico.
Segundo: Valorar nuestra inteligencia e integración respecto al orden de
percepción en que tendemos a reconstruir la simbolización de la realidad.
Tercero: Explorar los tres órdenes es una práctica que flexibiliza la
interacción con nuestro mundo.
Cuarto: Con el trabajo constante hacer compromiso con el centro de
gravedad de lo personal relacional, aquí iniciamos la estrategia fractal desde donde
podremos percibir lo más fragmentado posible pero sin alienarnos a la determinación
fisicalista, reconocer la identidad integradora de la persona antes que las ficciones,
categorías, nacionalismos y roles fragmentadores e intentar una primer aproximación a la
conciencia holokinética, pensar y sentir más en términos de espacio que de tiempo, orientar
la percepción al silencio, pero no sólo al silencio prefabricado, sino al silencio que está
rodeando cada cosa, a cada persona, el espacio de nuestro trabajo, de nuestra diversión y
esparcimiento.
La fractalidad como estrategia para luchar y tal vez disolver al conflicto
opera desde nosotros a partir de la intencionalidad de querer dejar de fijar la percepción de
tipo egóica y a manera de espiral uno puede percibir y resolver desde el centro personalista
cualquier situación de comunicación sabiéndose colocar precisamente en este centro como
punto de partida para ascender al orden de lo fragmentario sin caer en su
despersonalización. En esta misma lógica de espiral también, desde el centro personal, no
egóico, se puede descender al orden del espacio donde la diferenciación se resuelve en su
mínima expresión como todo-nada según el grado de implicación de nuestra experiencia al
grado de que el ego-ficción que se asume como yo real –ningún yo psicológico es real en sí
mismo- deja de hacer fricción entre el observador y lo observado, a la manera de Bohm.
Por eso esta espiral, con los recursos de la fractalidad, es adecuada para
desenvolverse de manera fluida pues como en un fractal una pequeña parte puede afectar al
todo por su recursividad, autosimilitud, su iteración.
Es necesario renunciar a que la fragmentación sea la plataforma desde donde
se concibe la “relación” pues resulta más una relación de oposición y contraste que bien
podríamos denominar interacción, nada más; una configuración de la realidad a nivel de
interacciones o fragmentos en oposición, no es un acto complementario sino fragmentario.
De allí la necesidad de invertir el ejercicio de la percepción y crear un centro de gravedad
en el nivel central de la espiral donde se recrea lo relacional, la identidad desde lo personal
que de manera fractal pude efectuar iteraciones enriquecedoras hacia el orden fragmentario.
Siendo así, se sigue percibiendo mediante el análisis los componentes o partes pero sin
renunciar al sustrato relacional en el cual descansa o le envuelve.
De igual manera explorar el tercer orden de resolución, descender en la
espiral de manera fractal es enriquecer la experiencia humana y solidarizarse con el
cosmos, el planeta, el árbol, la nube, el silencio y el espacio creativo para iterar esta
experiencia hacia el orden personal o centro de gravedad, de elección.
¿Qué podría aportar esta aventura?
Transformaciones significativas a nuestra vida cotidiana en sentido de
comprensión y profundidad de nuestra comunicación.
Los estudiantes de cualquier carrera, en particular los de comunicación,
contarían con una argumentación y práctica para afrontar su propia manera de percibir y de
relacionarse con el mundo de manera directa y ver posibilidades no de crecimiento, sino de
descubrir su ser persona como centro de arranque para regular la percepción y por ende los
lazos sociales y universales siempre y cuando estén conscientes de que la teoría y los
talleres de resolución fractal son sólo la base para que cada quien reflexione, vivencie y
logre crear y recrear su campo perceptivo en una actitud de auto aprendizaje, es decir un
movimiento en donde alguien asume una serie de construcciones para darle su propia
singularidad.
La propuesta de arranque ético-filosófico está muy olvidada en el campo de
la comunicación. En la lectura El campo académico de la comunicación, a partir de las
puntuales apreciaciones de Rizo (2008) se insiste en los pocos acercamientos para el
estudio de la comunicación de carácter fenomenológico, entre otras aproximaciones,
cuando la comunicación como construcción y actualización del propio quehacer inteligente
humano, es de carácter espiritual y no fisicalista.
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