Subido por Jose A. Planillo

CRUCES, PILONES Y CASILICIOS EN LA VILLA DE ALTURA

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CRUCES, PILONES Y CASILICIOS
EN LA VILLA DE ALTURA
Jose Ángel Planillo Portolés
CRUCES, PILONES Y CASILICIOS EN LA VILLA DE ALTURA
Fue antigua costumbre en los reinos peninsulares elevar cruces en conmemoración de fechas o
acontecimientos, o como simples testimonios de piedad cristiana, generalmente junto a los caminos
para fomentar la piedad de los viajantes, y a veces frente a monasterios, santuarios o ermitas, o en
lugares desde los que se divisaban estos. A estas cruces se les denomina comunmente bajo las
formas de Cruces de Término, de Media Legua o Humilladeros, por la costumbre de los
caminantes de detenerse a rezar junto a ellos. Y es que no satisfechos los cristianos de la
Reconquista con elevar templos, ermitas y cenobios, erigían estas cruces en caminos por doquier:
deslindes, promontorios, calvarios... En principio fueron sencillos monumentos de hierro o madera,
pero en algunos casos acabaron por ser verdaderas obras de arte gótico y renacentista, como la Cruz
Cubierta que existe todavía en la Villa de Jérica (Alto Palancia - Castellón).
Si bien actualmente aun quedan muchas cruces de término en pie, la mayoría de ellas han sido
reubicadas debido a las transformaciones de los pueblos o viales, y otras reconstruidas o
reemplazadas debido a su previa destrucción o deterioro por el tiempo.
Vinculados a estas cruces está el llamado peirón, pairón o pilón, que es como se denomina a otro
tipo de humilladero, muy común por el centro y sur de Aragón, y que consiste en una columna de
cierto tamaño hecha de bloques de piedra sillar o de ladrillo, dependiendo de las zonas, culminada
normalmente en una cruz de hierro o una esfera de piedra.
Similares a estos son los denominados casilicios o pilones cubiertos, unas estructuras de obra en
forma de pilar cuadrangular que poseen una hornacina en la parte superior, cubierta de tejadillo y
una cruz. La hornacina puede estar abierta o rejada y contiene en su interior la imagen del santo o
virgen de su advocación, ya sea en forma de escultura o pintada en ladrillos cerámicos.
Tanto unas como otros normalmente se se sitúan en los aledaños del pueblo, junto a los caminos, y
tienen varias finalidades:
• Señalizan vías y caminos, principalmente para avisar de la proximidad del pueblo en todos
los caminos que él confluyen.
• Delimitan los términos municipales o particulares.
• Sugieren a los viandantes que recen una oración por el motivo religioso en él representado.
• Señalan lugares donde se suele pedir algún favor especial (lluvia, protección de las cosechas,
alejamiento de plagas)
• Señalan el lugar donde ocurrió algo importante en ese punto.
La Villa de Altura (Alto Palancia – Castellón) todavía conserva varios de estos elementos dispersos
por su ámplio término municipal, y aunque desgraciadamente también ha perdido algunas, se han
procurado recuperar otras casi olvidadas. En el presente trabajo pretendemos recuperar su memoria,
así como indicar, en la medida de las posibilidades, el motivo de su erección. Las que he
conseguido documentar son:
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Cruz de Pallás
Cruz de San Juan
Cruz de San Sebastián
Cruz de Rivas
Cruz del Príncipe
Cruz de las Eras o de la Balsa Mayor
Cruz del Molino de los Frailes
Cruz de Magaña (Estaciones del Rosario)
La Cruz de Portapán
- Pilón del Collao
- Pilón de los de Aragón
- Pilón de La Paloma
- Pilón de la Pota del Caballo
- ADDENDA
- Grupo Escultórico Estación XII Viacrucis del
Santuario de la Cueva Santa
- Cruz del Collado de la Cruz (Alcublas)
- Piedra del Escudo
CRUZ DE PALLÁS
La Cruz de Pallás se sitúa junto a la carretera de Gátova (CV-25), a un kilómetro escaso de la
población, algo más arriba de la superficie que antaño ocupó el vertedero de basuras municipal, hoy
ya clausurado y recuperado.
La cruz parece de estilo gótico, por lo que podría datar entre los siglos XIV y XVI. Posiblemente,
su localización y utilidad tenga que ver con la señalización del antiguo camino al Santuario de la
Cueva Santa desde la Cartuja de Valldecrist. El dato que induce a pensar en esta utilidad es la forma
de la hendidura que se aprecia en uno de los lados de su fuste, que claramente se asemeja a la figura
de la Virgen de la Cueva Santa. Además, frente a la esta cruz también se alza sobre el cerro que
queda enfrente la Cruz de San Sebastián, que como se verá después, pensamos que, entre otras,
también cumple la función de señalar el camino y visualización del Santuario.
Por otro lado, el camino junto al que se emplaza dicha cruz está señalizado con las marcas
blanquiamarillas del PR-V-63.8, internándose hacia la Calderona y la Masía de Uñoz, y que la
Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist ha creído identificar con el antiguo camino que los
cartujos seguían para ir a la Cartuja de Portaceli, en Serra.
Sobre su denominación hay incertidumbre, pero podría deberse a un antiguo cartujo, llamado
Francisco Pallás, que profesó en Valldecrist el 8 de septiembre de 1627 y murió en 1655. Fue
considerado como una de las personas más cultas de su tiempo -dejó varias obras escritas- además
de desempeñar cargos de especial relevancia como Vicario de la cartuja de Vía Coeli, y Rector y
Prior en la Ara Christi. Tal vez por su consejo pudo levantarse esta cruz, que de ser cierto, dataría
del siglo XVII.
CRUZ DE SAN JUAN
En los alrededores de la Masía de San Juan, justo al lado de un puente que salva el trazado del
antiguo Ferrocarril Minero, aparece la Cruz de San Juan.
Entre los diversos usos atribuidos a esta cruz de estilo Renacentista (siglo XVI–XVII), se contempla
el de servir de linde entre las tierras de la Cartuja y las de la masía, hasta que fue adquirida por la
primera en el siglo XVII. Otra utilidad que se baraja es la de indicar el camino que lleva hacia la
Calderona.
Aunque lo curioso de este emplazamiento es que justo desde ella se observa por primera o última
vez la Cartuja de Valldecrist cuando se sube o baja por aquel camino hacia o desde el monasterio, lo
que lleva a pensar que sirviese como lugar señalado para indicar los límites visuales de la Cartuja.
Desgraciadamente, no podemos confirmar ninguna de estas hipótesis como la verídica, pues no se
ha hallado referencia alguna registrada en los textos consultados.
Su ubicación exacta no es la actual, pues fue arrancada de su lugar de origen con motivo de la
construcción de la Vía Minera de Ojos Negros a Sagunto a principios del siglo XX, y colocada en
su emplazamiento actual, adecentado en 2016 por los componentes de la Asociación Amigos del
Patrimonio Alturano “El Cantal”, que además reforzaron su estabilidad.
CRUZ DE SAN SEBASTIÁN
En el cerro de San Sebastián, próximo al casco urbano, y situado junto a la CV-245, se halla la
Cruz de San Sebastián. Es tradición antigua señalar con este tipo de cruces los lugares desde
donde se divisan Santuarios o ermitorios que gozan de cierta afluencia de fieles.
Al igual que la Cruz de Pallás, que casi se halla a los pies de la falda sur de este cerro, se desconoce
cuándo fue colocada. De lo que sí se tiene constancia es que anterior a la cruz actual de obra, que es
anterior a 1975, hubo una de madera que las condiciones atmosféricas se encargaron de deteriorar.
San Sebastián fue, según la tradición, un santo oriundo de Narbona y criado en Milán que llegó a
ser centurión de la primera cohorte romana en época del emperador Diocleciano. Por animar a sus
compañeros de armas a aferrarse a la fe cristiana fue condenado a morir atado a un árbol y
asaeteado, aunque sobrevivió a este martirio, que se estima acaeció entre el año 303 y 305,
coincidiendo con una serie de edictos contra los cristianos. Tras recuperarse de sus heridas, asistido
por una dama romana llamada Irene, Sebastián volvió a interpelar al emperador, quien ordenó que
fuera apedreado hasta morir. Su cuerpo fue entonces arrojado a la Cloaca Máxima, pero el propio
santo se apareció a santa Lucina para pedirle que le diese una adecuada sepultura.
Debido a este cruel primer martirio, se le consideró uno de los principales protectores contra la
peste después de la gran epidemia de 1348, pues esta enfermedad se consideraba una expresión de
la ira de Dios por los pecados de la humanidad, a la que castigaba con una lluvia de saetas
envenenadas enviadas por los “ángeles malos”. También se venera como patrón de oficios
relacionados con el hierro y las flechas, como los arqueros, ballesteros, tapiceros, o vendedores de
este metal
El punto álgido del flagelo de la peste, que se repite de forma cíclica entre los siglos XIV al XVIII,
coincide con el de la devoción al santo por Europa, que se intensificaría tras su canonización, que
tuvo lugar en el siglo XVII, coincidiendo con una época en las que las epidemias azotaron Europa
con especial virulencia.
También se acrecentó por aquella época el culto a San Roque, que cuenta con varias ermitas en los
pueblos del Palancia, y un retablo cerámico en la Villa de Altura. Sin embargo, la universal
devoción a San Sebastián, venerado como abogado contra las epidemias desde hace mucho tiempo
atrás, postergó la popularidad de San Roque, más popular en Francia, Italia y la Corona Aragonesa.
En América también es invocado para combatir las epidemias de viruela, cólera, tifus, entre otras.
Abogada contra la peste es también Ntra Sra de Gracia, que en Altura tuvo su primer altar desde
1549, y que según cuenta la tradición, tras aparecérsele a Mosén Pedro López en 1636, le prometió
que mientras los alturanos cantasen todos los sábados en su capilla la misa del alba en su honor, la
villa se vería libre de la peste. Y así ocurrió, pues en 1648, la terrible plaga que asoló a Valencia y
Segorbe, en Altura apenas se notó, motivando su mayor fervor.
Otra hipótesis sobre el origen de esta cruz, como de muchas otras en la Comunidad Valenciana
-como la de El Garbí, en Estivella-, se podría datar en el año 1787, cuando Fray José Diego de
Cádiz, gran predicador franciscano de la época, rogó a los valencianos que colocasen cruces en
todas las alturas de los montes vecinos a las localidades y monasterios, para que Dios apaciguara las
tormentas. Recomendaba emplazarlas en cumbres desde donde se divisaran grandes extensiones de
tierra, y desde luego, este cerro cumple esta premisa con creces, sumando además la visualización
del Santuario de la Cueva Santa. Así, la panorámica que desde esta cruz se observa es vastísima:
parte de las Sierras Calderona, Espadán y de El Toro, el valle del Palancia con Altura a sus pies, la
“Cara del Moro” -curiosa forma de la roca que remata la montaña de enfrente, que da la sensación
óptica de la cara de un árabe, con su barba y su turbante-, y la ermita de Santa Bárbara.
Si se tiene en cuenta que a esta mártir se la tiene por abogada contra las tormentas, tal vez se pueda
entender el binomio Santa Bárbara - San Sebastián como un combinado contra las inclemencias
meteorológicas para los habitantes de Altura de la época. Y es que, debido a la lapidación de San
Sebastián, ha llevado a que ciertos pueblos lo tengan también como abogado contra los pedriscos.
CRUZ DE RIVAS O DEL CLAUSTRO MAYOR DE VALLDECRIST
La cruz gótica que se observa a la entrada del camino que da acceso a la Masía de Rivas, se
localiza en este lugar tras ser desamortizada la cartuja y ser trasladada desde el monasterio.
Su emplazamiento original estaba en el Claustro Mayor de Valldecrist, alzándose en su centro,
donde convergían los dos cementerios y el huerto. Esta Cruz fue colocada en su lugar de origen el
23 de Mayo de 1423, y fue costeada por Margarita Madriz, madre de un monje profeso de
Valldecrist, que al morir fue enterrada al pie de la Cruz.
También se tiene noticia por el Padre Alfaura que en sus escalones se sentó San Ignacio de Loyola
antes de fundar la Compañía de Jesús, cuando vino a la cartuja a visitar al Padre Fray Juan de
Castro a principios de 1536, a ver a su antiguo maestro, y a comunicarle el proyecto de la fundación
de la Orden Jesuita. En esta casa pasó ocho días, durante los cuales, mientras paseaba por la soledad
del claustro, se sentaba en sus gradas a reflexionar.
Exclaustrada la cartuja, el propietario de la masía adquirió esta cruz junto a otras piedras y piezas
para adornar la masía, lográndose así conservar la cruz, aunque muy lejos de su emplazamiento
original, y desvirtuada de su uso para el que fue levantada.
CRUZ DEL PRÍNCIPE
Son escasos los datos que sobre la Cruz del Príncipe se encuentran. Tan sólo una referencia en el
catálogo toponímico de Altura elaborado por Xavier Coloma, y una indicación sobre su
emplazamiento que aparece reflejada en el mapa cartográfico elaborado por El Tossal Cartografies
dedicado a la Sierra Calderona.
Su desaparición, hace ya varias décadas, también ha borrado su memoria, pues han sido varias las
personas consultadas sobre su paradero y ninguna, aún teniendo tierras en esta partida, ha sabido
dar razón de ella, desconociendo incluso su existencia. Sin embargo, sobresaliendo entre los
crecientes arbustos de la loma que la acogió, todavía se observan los restos de su base.
Tal vez fue alzada allá por el siglo XVII a la par que otras cruces como la de San Sebastián o la de
Magaña, al final de las estaciones del Rosario del Santuario de la Cueva Santa, las cuales se divisan
desde su emplazamiento y que, como posiblemente la que nos ocupa, señalaban el camino a seguir
para subir al santuario mariano Y es que hasta la Santa Gruta no siempre se ha subido por la actual
carretera, pues esta fue construida a principios del siglo XX.
El hecho que en el camino que pasa próximo a la Cruz del Príncipe se encuentren fuentes como La
Pardala y la de El Príncipe, y algo más adelante la Fuente de Rivas, así como la presencia del
imponente Corral del Príncipe, del que todavía se sostienen los numerosos arcos que aguantaban su
cubierta, y de la Masía de Rivas, hace muy probable que este fuese utilizado para subir al santuario
y a Alcublas hace varios siglos, continuando después por la Senda de Magaña, que arranca no muy
lejos. Si bien, para ir desde Altura hasta la Masía de Rivas -o al Santuario-, sería también empleado
el Camino de la Canaleta, hoy señalizado como PRV -178 desde el año 2000, que también cuenta
con un Pilón desde el que se vé el Santuario, y fuentes como la de La Canaleta próximas al camino.
Y es que el agua ha sido siempre un requisito importantísimo a la hora de buscar un paso por el que
cubrir grandes distancias, tanto para los animales como para las personas.
En cuanto a los posibles motivos que llevaron a la desaparición de la Cruz, su más que posible
construcción en madera, que con los años y las condiciones meterológicas provoca su deterioro,
unido al hecho de dejar de frecuentarse este camino tras la construcción de la carretera, llevó a que
cuando la cruz se vino abajo allá por el siglo XIX (dado que si hubiese caído más tarde todavía
quedaría memoria de ella) nadie le prestase atención. Como mucho, el dueño de la parcela adjunta
la retiraría sin más, si es que le llegó a molestar, porque igual se volcó hacia la zona boscosa y ni se
preocupó por ello...
Así, al no tener la misma suerte que la Cruz de San Sebastián, que fue sustituida por otra de obra, la
Cruz terminó desapareciendo y quedó en el olvido, permaneciendo como testimonio de su
existencia la base, construida con piedras y mortero de cal, que me permitió su hallazgo.
CRUZ DE LAS ERAS O DE LA ERMITA DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN
A escasos 400 metros de la localidad, aparece a la izquierda del Camino Viejo de Segorbe, y sobre
una pequeña elevación, la Ermita de la Purísima Concepción, construida en 1595 por el canónigo
alturano Jerónimo Decho, 200 antes de la proclamación del Dogma.
Esta ermita solo se abre al culto una vez al año, el 3 de Mayo, festividad de la Santa Cruz, cuando
se realiza la tradicional bendición del Término desde la Cruz que hay frente a ella.
Es posible que ese uso se deba a su cercanía a la Balsa Mayor, construida por el pueblo de Altura en
1531 y co-financiada por Valldecrist, para recoger las aguas provenientes del manantial de La
Esperanza, una vez empleadas como fuente energética en los molinos del monasterio, para
destinarlas después al riego de los huertos que rodeaban el pueblo, ampliándose así las tierras de
regadío. Y claro, que mejor lugar para bendecir el agua que luego regará las huertas del pueblo,
mayores en extensión tras el afloramiento de El Berro.
Sin embargo, existen noticias sobre esta cruz también durante el traslado que se efectuó de la Virgen
de la Cueva Santa en marzo de 1668 a Segorbe, cuando el clero de la ciudad con el Obispo a la
cabeza, bajaban hasta esta Cruz de las Eras, donde recibieron a la Imagen, que desde allí fue
acompañada por el Clero y autoridades alturanas hasta la Cruz del Molino, donde ya quedaron en
poder temporal de los segorbinos.
CRUZ DE LOS CIPRESES O DEL MOLINO DE LOS FRAILES
La Cruz de los Cipreses, aunque ya desaparecida, se localizaba en el Camino Viejo de Altura a
Segorbe, frente al llamado Molino de los Frailes, más o menos en el punto donde en la actualidad,
el camino pasa de ser de tierra a asfalto.
Se desconoce en qué momento fue colocada, pero posiblemente fuera entre los siglos XIV – XV. Sí
se sabe que se retiró sobre los años 60, y que cuando dieron comienzo las obras de la variante de la
carretera N-234, se talaron los cipreses que la flanqueaban.
En este paraje existieron tres majestuosos cipreses. En el del centro había colocada una cruz de
madera de avellano que servía de línea divisoria entre los términos de Altura y Segorbe.
Sobre éstos, la tradición popular creó mucha y variada literatura. Una historia narra que los tres
cipreses simbolizaban a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto guarda relación
con el tratamiento de los números en la tradición judeocristiana, en la que el número tres simboliza
perfección y plenitud. Por otra parte, se cuenta que cada ciprés pertenecía y representaba a cada
uno de los tres pueblos que se nutrían del manantial de la Esperanza: El derecho a Altura, el del
medio a Navajas y el de la izquierda a Segorbe.
Y otra cuenta cómo en cierta ocasión, en que se pidió trasladar a la Virgen de Gracia a Segorbe,
pese a las reticencias inicales de los alturanos, finalmente accedieron. Pero ocurrió que, a medida
que la Virgen se alejaba del pueblo a hombros de los segorbinos, cada vez el peso del anda y la
imagen parecía ser mayor, hasta que al llegar a la cruz que existía en el Molino de los Frailes, tal era
su peso, que nadie podía avanzar. Ante este portento, se decidió devolver a la Virgen a su casa de
Altura y, ¡oh, sorpresa! Al tomarla los alturanos, su peso se aligeró tanto que en nada regresaron
gozosos los llevadores entendiendo que la Imagen no quería salir de su pueblo.
Al margen de leyendas, un hecho que sí aconteció con esta cruz fue el ocurrido en 1855, cuando
debido a las leyes del bienio progresista del momento, esta fue arrancada. El obispo de Segorbe
Domingo Canubio, tras averiguar que la cruz pertenecía al término de Altura, acordó con este
ayuntamiento reponerla con toda solemnidad y darle indulgencias, pero alguien denunció este hecho
y de nuevoo fue sustraida y almacenada en dependencias del Ayuntamiento de Segorbe.
Tras saber de este suceso, el obispo solicitó y obtuvo de las autoridades provinciales que se la
entregaran para guardarla en el palacio episcopal, y así, cuando regresó el gobierno conservador,
vestido con sotana y roquete, se la cargó a los hombros, y en un acto penitencial, la condujo a su
lugar el 19 de noviembre de 1856, acompañado de varios fieles y algunas autoridades locales.
Lo cierto es que era en ese lugar donde se hacían antaño los intercambios oficiales sobre cualquier
acontecimiento las autoridades de ambas localidades.
CRUZ DE MAGAÑA O DE LAS ESTACIONES DEL ROSARIO
En el Santuario de la Cueva Santa, donde concluye la Senda Magaña, y al final de las capillitas que
forman las Estaciones del Rosario, construidas en 1925 a expensas de los devotos y reconstruidas
tras la Guerra Civil por los mismos devotos o sus descendientes que en su día las erigieron, se alza
una cruz que, además de ser el punto desde el que se aprecia el Santuario por primera vez cuando se
accedía por el antiguo camino de acceso desde la villa de Altura, marcaba el lugar donde aconteció
otro milagro vinculado a la Blanca Paloma.
Su origen se remonta al año 1609, cuando con motivo de la expulsión de los moriscos, el capellán
del Santuario, Ms. Diego Piera, ante el temor de que estos decidiesen llevarse la Santa Imagen con
ellos, decidió esconderla en este lugar, echándo tierra y piedras encima para dificultar su hallazgo, a
la espera de que se apaciguaran los tiempos y devolverla a la Cueva.
Sin embargo, ocurrió que al día siguiente, llegaron al Santuario unos romeros desde Valencia, que
pidieron ver la Sagrada Imagen para agradecerles el favor prestado. Ante la resistencia del rector,
este les cuenta el motivo y que se hallaba escondida. Pero un romero le comentó que eso era una
excusa, pues tras la cortinilla del altar se apreciaba su blancura. El sacerdote, sorprendido, se acercó
a comprobarlo, y al acercarse observó que allí estaba la Imagen de la Virgen. Ante esta aparición,
marchó con los romeros hasta el lugar donde la había ocultado el día anterior, y tras retirar toda la
impedimentan, hallaron vacía y cerrada con llave la arqueta donde había sido depositada.
En ese lugar y como recuerdo, se erigió una cruz de piedra, aunque la actual data de 1939. También
en la entrada del Santuario, un retablo cerámico recuerda este hecho. Hasta ella llega la procesión
de antorchas que cada 7 de septiembre, día previo a la celebración de la fiesta de la Virgen de la
Cueva Santa, en torno a las 22 horas parte en procesión desde el Santuario para rezar el Santo
Rosario, utilizando como itinerario el camino del mismo nombre. Resulta llamativo ver las
brillantes luces de los cirios serpenteando en medio de la noche.
Esta procesión también la realizan los romeros de Segorbe cada primer sábado de octubre, al acabar
la misa vespertina que realizan al finalizar la romería.
Desde esta cruz, además, se visualizarían las cruces de El Príncipe y San Sebastián, por lo que
serviría para indicar el camino al Santuario en tiempos pretéritos.
LA CRUZ DE PORTAPÁN
La última de las cruces a las que se hará referencia es la desaparecida Cruz de Portapán. Pese a su
exhaustiva búsqueda junto a Miguel Novella, que como antiguo guarda de caza conocía la zona
perfectamente, y las facilidades dadas por Antonio Torrejón, propietario de las fincas en las que
teóricamente se debió encontrar, no se logró localizar ningún vestigio de su exacta ubicación.
Por lo observado sobre el terreno, debió de ser una de las cruces de las que servían para señalizar
visualmente la cartuja de Valldecrist, pues desde lo alto del cerro se observa perfectamente como
aquella se extiende por el Valle del Cánovas, o también señalizar las posesiones cartujas, pues estos
corrales pertenecieron a los frailes, a diferencia de los terrenos inmediatos de la Masía de La
Rodana, propiedad de los Duques de Segorbe, aunque arrendada durante algunos años en el siglo
XVII por la comunidad religiosa. Sí se encontraron en cambio algunos de los antiguos mojones de
deslinde de estas dos porpiedades, en relativo estado de abandono.
Tampoco se debe descartar su función de señalizar un camino, ya que por estos parajes se subía
hacia Gátova mucho antes de construir la actual de carretera, pudiendo servir de referencia visual
desde las Masías de La Rodana, y tal vez desde La Mocha, las dos masías fortificadas de aquel
inhóspito camino a través de las montañas, así como la Masía de San Juán, por lo que si se diera
crédito a esta teoría, la Cruz de San Juan podría ser complementaria a esta, como lo son las de San
Sebastián y Pallás.
Y así, a todas estas hipótesis, cabe añadir una más. La de su posible construcción en lo alto del cerro
inmediato a los Corrales de Portapán, donde antaño hubo un poblado ibérico, ya que es el lugar que
goza de mayor visibilidad del entorno, y de estar en él la cruz, además de la Cartuja, se observaban
también los corrales de Portapán, los del Pozuelo, la Masía de San Juán, los caminos que llevaban a
estos, la Cruz de San Sebastián, y unas excelentes panorámicas de los campos del entorno, por si
alguien desea añadir también su posible uso de Cruz de Término.
De momento, lo único claro que se tiene de ella es que aperece en varios mapas, el último de ellos
el publicado por el Ayuntamiento de Altura en el programa de fiestas de 1984 del término
municipal, que nos sirvió de guía para su desafortunada búsqueda.
PILÓN DE LOS DE ARAGÓN
De todos es conocido que hasta bien entrado el siglo XX, los hombres de Altura subían a la siega a
la vecina Aragón para tratar de sacarse un sueldo que ayudase a la mejora de la vida familiar. Las
Cinco Villas zaragozanas y La Tierra Baja turolense eran los destinos más frecuentes, quedando
como recuerdo un amplio recuerdo musical donde se hace referencia tanto a los destinos como a la
dureza de estos trabajos, que solían prolongarse durante cerca de un mes, generalmente los más
duros del verano, y que luego se empalmaban en la huerta valenciana y el Camp de Morvedre
cavando naranjos o segando arroz.
Pues bien, todavía queda en el callejero local el topónimo Camino de Aragón, la ruta por la cual
desde Altura se enlazaba con la carretera o Camino Real a Aragón. En el punto donde por este
camino se dejaba de ver el casco urbano, que hoy queda a la altura del Almacén Municipal del
Campo del Berro, se construyó hace unos años el llamado Pilón de los de Aragón, para recordar la
tristeza que suponía dejar atrás su pueblo, y el gozo cuando regresaban de volver a verlo, de
aquellos alturanos a ganarse el sustento, y de la que ha quedado esta jota popular:
Ya vienen los segadores
de segar de Cinco Villas,
cansados y sin dinero,
y mucho mal en las costillas.
Ya venimos de Aragón,
y tambien de Tierra Baja,
las corbellas en la mano,
los dineros en la faja.
Riau Riau Riau
Veintiun duro hemos "ganau"
Este Pilón, junto a las cruces de las Eras o de la Balsa Mayor, la desaparecida de los Cipreses, San
Sebastián, Pallás San Juán, e incluso la Piedra del Escudo, quedaron en su día unidos por dos
senderos locales realizados por el módulo de Turismo Rural de la Escuela Taller Cartuja de
Valldecrist en 2001, de los que se conservan todavía algunas de sus marcas y postes de señalización.
Desgraciadamente, con el trazado de la autovía se eliminó un pequeño tramo de estos, y se dejaron
de repartir los folletos que se prepararon para la ocasión.
PILÓN DEL COLLAO
En la cima del Collao, cerro por el que pasa el camino rural de la Canaleta, señalizado desde el año
2000 como PR-V-178, se alza un pilón erigido en 1994, que en este caso sí se sabe que responde a
la tradición de erigir cruces o pilones que señalan las cumbres desde donde se divisa el Santuario de
Nuestra Señora de la Cueva Santa.
El pilón, construido a base de mampostería y cemento por Manolo “Sacristán”, contiene una imagen
de la Virgen de la Cueva Santa, y está rematado por un crucifijo de forja, obra de los herreros Pepe
y Luis “Pepitus”, que tenían su taller en la calle de la Estrella de Altura.
De este tipo de señalizaciones que indican la visualización del Santuario, aunque de diferentes
formas, encontramos otro ejemplo en Castellnovo, junto a la carretera que se dirige hacia Almedíjar.
PILÓN DE LA PALOMA
El llamado Pilón de Ribas o Pilón de la Paloma, aparece nada más subir el repecho que hay junto
a la masía de este nombre hacia el Santuario, en la cuneta izquierda, y hace alusión al lugar en el
que, según cuenta la tradición, la Virgen de la Cueva Santa desaparecía de la cesta en la que
pretendía llevársela la jericana Isabel Monserrate.
Y ello se debió a que Isabel observaba que en la cueva la imagen no estaba segura, pues aparte de
que entraba mucho ganado, comenzaban a subir moriscos buscando los "favores" que "el agua" les
hacia. Así que un día, cogió a la Virgen, la metió en una cesta de mimbre, y se dispuso a llevársela a
su casa. Pero al llegar a la cercana fuente de Ribas, abrió la cesta y observó asombrada que la
imagen ya no estaba. Asustada, volvió sobre sus pasos buscando el lugar donde se le había perdido.
Y sorprendida quedó al encontrarla en el lugar exacto de donde la había cogido.
En dos ocasiones le sucedió tal portento, pero no por ello desistió de su idea, y en la tercera ocasión,
tras introducir la imagen en la cesta, la cubrió con hojas de higuera y ramitas para que no se
volviese a escapar, pensando bajar hasta Jérica sin descanso para no tener que abrir la cesta. Pero a
falta de unos kilómetros para llegar a su villa natal, abrió la cesta para comprobar si la imagen
todavía estaba, y al destapar las hojas, comprobó asombrada que la imagen ya no estaba,
comprendiendo Isabel, que ésta deseaba estar en la cueva para atender a cuantos se lo solicitasen.
En los dos lugares en que Isabel descubrió que la imagen no estaba en su cesta, se erigieron unos
pilones como señal, todavía hoy conservados, tanto en Altura como en Jérica, junto al camino que
desde esta otra villa lleva al Santuario.
PILÓN DE LA POTA DEL CABALLO
El pilón de la Pota del Caballo se encuentra situado en la parte izquierda de la actual carretera de
acceso al Santuario, desde la cual se observa sobre una pequeña colina, resaltando la blancura de
sus paredes en contraste con el entorno que lo envuelve, aunque su construcción se realizó junto al
anterior camino de acceso para conmemorar un milagro vinculado con una aparición de la Virgen.
En origen, fue una cruz de madera, que el 25 de enero de 1948 fue sustituida por el actual Pilón. Su
nombre se debe a que en su base se aprecia un hueco semejante al dejado por la huella de una
caballería cuando pisa una zona blanda. Solo que aquí es la roca madre donde se observa la huella.
Para poder acceder hasta el propio pilón hay que ascender un corto acceso habilitado a tal propósito,
o subir por la restaurada Senda Magaña, habilitada en la actualidad como sendero PR, siguiendo el
itinerario seguido desde tiempos inmemoriales para ir a Alcublas.
Por él circuló el 3 de abril de 1650 un soldado flamenco apostado en Segorbe, de nombre Juan
Yolaville, que bajaba desde Alcublas con una fea carga en su conciencia. Al parecer, fue herido por
un compañero a traición durante unas maniobras, y juró que si se recuperaba se cobraría venganza.
Se cuenta que al llegar a este punto, entonces plantado de viñas y propiedad de Francisco Carcasés,
el caballo clavó su pata en la roca haciendo caer al jinete, que atónito observaba que el animal no
era capaz de avanzar, pero sí de retroceder.
Absorto estaba meditando sobre lo ocurrido, cuando de pronto se le apareció la Virgen, que le
comunicó que si no subía a librarse de sus malos pensamientos en confesión, no podría proseguir su
camino. El soldado, sobrecogido, tomó de nuevo las riendas, pero esta vez se volvió hasta el
Santuario. Allí le comentó al sacerdote lo ocurrido y este le tomó confesión. Pero el soldado no
siente que su arrepentimiento por el compañero hubiese menguado, por lo que el cura al saberlo, le
hace rezar delante de la Virgen tres salves, para posteriormente volverlo a confesar, quedando el
soldado ya satisfecho. Al regresar hacia Segorbe, observó que en el lugar donde el caballo
tropezaba, había quedado impresa en la roca la huella del corcel, y para que quedase constacia del
suceso, se erigió un pilón junto a la huella, en el cual se puede leer:
De María luz bella
a Yolaville derriba
que su altar contrito arriba.
Ved del caballo la huella.
ADDENDA
Por último, incluiré otros elementos significativos que también se erigen dentro o muy próximas al
término municipal, y que aunque no se ajustan al patrimonio que se ha tratado en este trabajo, se
aproximan de una u otra forma a lo aquí reflejado.
GRUPO ESCULTÓRICO DEL VIACRUCIS DEL SANTUARIO DE LA CUEVA SANTA
Culminando el Vía Crucis, del Santuario de la Cueva Santa, en un cerro próximo al Santuario junto
a la Carretera de Alcublas, aparece un conjunto escultorico sobre la Pasión de Cristo que representa
la estación XII del calvario.
Este Via-Crucis monumental, con figuras de proporciones naturales (la Cruz de la XII estación
media originalemente cinco metros de altura), causa la admiración de aquellos que por entonces
pasaban por allí. Así lo manifestaba José Soler Carnicer en un artículo publicado en 1961 en el
diario Las Provincias, que como crítica comentaba que “Quisiéramos indicar nosotros que deberían
separarse un poco más las estaciones, con el fin de evitar un hacinamiento de figuras,
superponiéndose unas a otras en las perspectivas, lo cual restará individualidad a cada
monumento”. En aquel momento todavía se estaban construyendo.
Estas surgen a raíz de una peregrinación mariana que promueve el obispo de Segorbe, José Pont y
Gol, para los días 24 y 25 de agosto de 1958. Durante la tarde del domingo, mientras se rezaba y
seguía el viacrucis por el camino nuevo, se plantea la idea de levantar unas estaciones
monumentales en el lugar donde están cada estación, recogiendo para ello limosnas entre los
pueblos y de particulares. Y la idea pronto prende entre los allí presentes, de manera que cuando
llega el obispo a la cima del monte y conoce la iniciativa, se compromete a costear una de ellas. A
este le seguirá el pueblo de Benagéber, D. Enrique San José, de “Calzados la Vallense” de Vall d
´Uixó, y el pueblo de Altura, que se comprometerán con otra cada uno.
Y así fue como se comenzaron a levantar estos grupos escultóricos que representan diversos
episodios de la Pasión de Cristo, y que desgraciadamente los actos vandálicos han mutilado y
llevado a que presenten un deplorable estado. Afortunadamente, la Asociación de Romeros de la
Cueva Santa de Altura decició hace unos años recuperar las cruces que rematan el cerro del calvario
y sustituyó las orginales y destrozadas cruces de cemento por otras de madera, devolviendo cierto
esplendor y decoro.
COLLADO DE LA CRUZ (ALCUBLAS)
En el límite de los términos de Altura y Alcublas (aunque perteneciente al pueblo vecino), a medio
camino entre el poblado íbero de La Torrecilla y la masía de Las Dueñas, y junto al Camino Viejo
de Alcublas a Jérica, se alza a 877 el Collado de la Cruz.
Sobre él, se erigió una cruz de madera que le daba nombre para cumplir varias funciones, como la
de marcar límites municipales, señalización de camino, y la de recordar un hecho singular, como el
acaecido durante los últimos meses de 1676, con motivo de la recuperación de una parte de las
piedras que adornaban el templete de la Virgen de la Cueva Santa, que habían sido robadas
previamente unos días antes. Este hecho había causado gran malestar, y la iglesia había lanzado la
excomunión para los autores del robo. Por eso, cuando llegó un cazador edetano pero natural de
Chelva llamado Miguel Solaz aquel 11 de octubre ante el capellán del Santuario, Gaspar Just,
preguntando si la piedra azulada engastada en plata con una cinta vieja nacarada que había
encontrado se podía considerar reliquia, pronto fue tenido como uno de los ladrones.
El hombre, insistió en que él no había sido, y que para que se le levantara la excomunión contaría la
verdad, que no era otra que la había encontrado al pie de la cruz a la que aquí se hace referencia,
mientras cazaba junto a unos amigos. Y que junto a esta había otra piedra colorada de similares
características, que no quiso coger porque le daba miedo y no lo descubriesen aquellos, que se
enteraron que llevaba esta cuando le cayó al sacar un rosario mientras escuchaba misa.
Y viendo que el cura no terminaba de creerse su historia, decidió acompañarle al día siguiente al
amanecer al punto donde la encontró, junto a sus compañeros como testigos. Allí acudieron y, pese
a que todo lo descrito sobre el punto de encuentro era igual a lo relatado, nada hallaron, aunque se
dejó en paz a este vecino, que devolvió la piedra a la Virgen.
LA PIEDRA DEL ESCUDO
Detrás de la Masía del Batán, junto al camino que lleva al manantial de la Esperanza, aparece una
enorme roca tendida en el suelo, que tiene tallado un blasón ovalado de la Casa de Aragón, del que
se desconoce su autor y cronología. Se trata de la denominada Piedra del Escudo, cuya función
también nos es desconocida, pero pensamos que pudo realizarse para señalar los límites de las
tierras de Altura y Segorbe, o de la propia masía. Cabe matizar que la citada piedra se ubica entre
las Masías del Batán, propiedad de los cartujos, y el Mas de Cuencas, del que eran poseedores los
Jesuitas segorbinos y luego el Cabildo de la Catedral, por lo que también podría servir para
delimitar tierras, utilizando los cartujos -que quedaban bajo el amparo real- este escudo como señal
de advertencia para despistados.
Pero el hecho de ubicarse junto al camino que lleva al manantial de La Esperanza, junto al que
pasaba el Camino Real de Aragón, también nos lleva a pensar en que señalase de algún modo esta
circunstancia. Cabe recordar que este camino se halla a escasos metros del Camino Viejo de
Segorbe, uno de los más importantes de la localidad hasta el siglo XX, y tal vez fuese una variante
para desde el mismo buscar el Camino a Aragón entre aquellos que no utilizasen el camino de este
nombre que parte desde el casco urbano hacia El Berro.
Por último, queremos apuntar también que sirviera para señalar el punto en el que por primera o
última vez se contemplase la villa para aquellos que utilizasen este vial, circunstancia que se da
desde este lugar, y que ya hemos indicado que se utilizaba para ubicar algún tipo de señalización.
CONCLUSIÓN
Conocidas todos los elementos que se han catalogado en este trabajo, ya sean cruces, pilones o
casilicios, se observa que un gran número de ellos guardan cierta relación con el Santuario de la
Cueva Santa, tanto por señalar sucesos vinculados a esta advocación, como señalando el camino o
un lugar desde el que se divisa el Santuario, demostrándose una vez más la devoción que esta
imagen mariana tiene en la población y comarca. Con este particular incluimos los pilones de la
Paloma, de la Pota del Caballo, del Collao, las Cruces de San Sebastián, de Pallás, de El Principe,
de Magaña, del Calvario del Santuario, así como la desaparecida del Cerro Cruz.
No obstante, las cruces arriba nombradas también pensamos que ejercen labores de señalización de
caminos, añadiendo en este caso a estas funciones las de San Juan y el Pilón de los de Aragón.
El último grupo lo componen las que pensamos se dedicarían para delimitar propiedades y
términos, como las de Portapán, San Juán y de los Cipreses. Por último, quedaría la Cruz de las
Eras, que además de estar junto al camino viejo de Segorbe, se utilizaría para bendecir los campos.
Por desgracia, el tiempo ha llevado a desaparecer a tres de estos elementos, como las cruces de los
Cipreses, la de Portapán, y la de El Príncipe, si bien de esta última se conserva la base sobre la que
se alzó, y no estaría de más que se volviese a recuperar. Tampoco queda nada de la cruz del cerro
alcublano próximo al término municipal, que señalaba tanto el camino al santuario, como un
milagro asociado a la imagen mariana.
En algunos casos estos elementos se han desplazado de su ubicación original (Rivas o San Juan), o
se han levantado de nueva obra (Pilón de los de Aragón y del Collao). Y otros, han sido las
asociaciones locales o particulares quienes han tenido la iniciativa de restaurarlos y acondicionarlos.
Desde aquí ahora lo que proponemos es unirlas en un itinerario, para que aquellos que no las
conozcan todas, puedan visitarlas y conocer este patrimonio alturano tan particular, pues es el
municipio del Alto Palancia que más elementos tiene de este tipo.
En 2001, el módulo de Turismo Rural de la Escuela Taller Cartuja de Valldecrist ya creó una ruta de
senderismo que unía varias de las cruces aquí señaladas. Desgraciadamente, aquel sendero no se ha
ido manteniendo y por diversos motivos ha dejado de existir -aunque todavía quedan algunas de las
marcas verdiblancas que lo formaban.
El itinerario que proponemos en esta ocasión se ha pensado para los amantes del cicloturismo,
aunque para que sea accesible a todos, también se ha trazado pensando en aquellos que quieran
realizarlo en automóvil. Se trata de una ruta de unos 50 km, que parte y concluye en la Plaza de la
Cueva Santa, y recorre por diversos caminos, pistas y carreteras, la totalidad de las cruces, pilones y
casilicios aquí descritos. Eso sí, en algunos casos se pasa por lugares próximos a ellos, dado que si
no es a pie o en bicicleta no se puede llegar hasta ellos.
Para poder realizar esta ruta, les dejo este enlace para que puedan descargar su trazado y con la
ayuda de un gps o un navegador, se lancen a conocer este patrimonio de todos que aquí les hemos
presentado:
Disfruten del viaje, y cuiden el patrimonio.
* Jose Ángel Planillo Portolés es Técnico Superior en Información y Comercialización
Turística, y forma parte de la Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist y del Grup de
Cronistes i Investigadors del Camp de Morvedre i Almenara
BIBLIOGRAFÍA:
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Altura. 2001
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