Subido por Karla Estrada

El ejercicio de la crianza en la clínica con adolescentes

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El ejercicio de la crianza en la clínica con adolescentes: una propuesta de intervención
psicoanalítica
Revista Latinoamericana de Psicopatología Fundamental, vol. 20, núm. 3, pág. 451-464 ,
2017
Palabras clave:
Adolescencia, paternidad, psicología clínica, psicoanálisis.
Resumen:
A través de la revisión de un caso clínico, se intenta analizar las configuraciones de los
ejercicios de crianza en la clínica con adolescentes, desde una perspectiva psicoanalítica,
con el fin de promover la integración y analizar estas intervenciones. Este trabajo no solo
implicaría transformaciones psíquicas para los adolescentes, sino también para los
países, aquellos que están involucrados en su propia historia.
Palabras clave:
Adolescencia, crianza, psicología clínica, psicoanálisis.
Este artículo utiliza la perspectiva psicoanalítica como marco teórico de referencia y
análisis respecto al estudio del ejercicio de la crianza y sus posibles aportes a la clínica
con adolescentes a través de la presentación de un caso clínico en el marco de un
proceso psicoterapéutico de orientación psicoanalítica. A partir de ello, se expondrán
algunos antecedentes teóricos en torno al ejercicio de la paternidad durante la
adolescencia con el fin de circunscribir la comprensión de estos conceptos.
Posteriormente se expondrán viñetas de un caso clínico en el que se trabajó con un
adolescente y sus padres, para posteriormente analizar y reflexionar sobre las
implicaciones del ejercicio de la crianza en la clínica con adolescentes, así como su
aporte a la intervención clínica con adolescentes. .
A partir de las décadas de 1980 y 1990, las funciones y roles de los padres comienzan a
reagruparse bajo un nuevo concepto: la paternidad (Houzel, 2004). El concepto de
paternidad trata de subrayar: "(...) que no basta procrear o ser designado padre para
cumplir todas las condiciones, sino que es necesario "convertirse en padre", lo cual se
logra a través de un complejo proceso que involucra niveles conscientes e inconscientes
de funcionamiento mental” (Houzel, 2004, p. 27), por lo que se entiende como un proceso
en el que se impacta la psique de los padres en su proceso de crianza, y también la
psique del hijo. La paternidad puede definirse como el ejercicio que “consiste en las
representaciones mentales, afectos, deseos y comportamientos de los padres en relación
con su hijo (…)” (Maset, 2004, p. 201). ( Wettengel, 2009 ), que se refiere al apoyo
afectivo y efectivo de la crianza, la transmisión de la cultura, los deseos, miedos y
fantasmas, y el índice libidinal para que esta surja, función que generará un proceso de
transformación tanto en niños como en adultos, ya que habrá un antes y después de ser
padre.
Dentro de la complejidad de estas funciones, Houzel (2004) describe el ejercicio de la
paternidad como un eje relevante, que da cuenta de todos los aspectos relacionados con
la transmisión simbólica que opera en la familia. Podría decirse que a través del ejercicio
de la paternidad, el psiquismo se vincula a lo cultural en una relación recíproca donde
ambos se inscriben: “De hecho, la investigación psicoanalítica ha demostrado que la
organización del psiquismo individual no puede entenderse sin referencia al grupo. en el
que se desarrolla y su estructura íntima hace eco de la estructura social en la que está
inmerso el individuo” (Houzel, 2004, p. 127).
Esto se relaciona con lo que Gutton (1993) propone como el valor estructurante del Edipo
en la adolescencia, que hace referencia a una reactivación del proceso ocurrido en la
infancia en el que el niño debe construir una relación sólida con sus padres y
posteriormente por la cultura. Durante el período edípico, el niño y la niña desarrollan
diferencialmente relaciones de objeto que generan un movimiento desde el amor hacia las
figuras parentales para lograr la exogamia y renunciar a estos objetos primarios del amor:
“(…) y así se libera de la necesaria presencia del objeto : el objeto, siendo simbolizado,
puede ser evocado (o asesinado) en ausencia” ( Marty, 2009 , p. 94).
Ahora bien, debido a los cambios corporales del adolescente en su evolución sexual, las
representaciones infantiles incestuosas son factibles, por lo que el incesto eventualmente
sería posible. Sin embargo, Gutton (1993) diferencia al Edipo puberal como asimétrico, ya
que si bien existe una inversión erótica del progenitor incestuoso, también existe una
desinvestidura erótica del rival, lo que facilita su asesinato simbólico. Esto es lo que Freud
(1905/2013) llama la regeneración puberal del complejo de Edipo: la reactivación o
revisitación edípica.
Con el fin de analizar las contribuciones de la integración del ejercicio de la crianza en una
intervención clínica con adolescentes, se presentará como ejemplo la viñeta de un caso
clínico trabajado en el contexto de la atención privada con una periodicidad de una sesión
semanal durante 9 semanas. ilustración. meses con interrupciones esporádicas por
motivos de salud del paciente (aproximadamente una ausencia por mes). El trabajo
incluyó entrevistas e intervenciones con el joven, la madre y el padre —individual y en
pareja—, según las urgencias que se iban gestando en el caso. Esto, con la precaución
de no establecer un apoyo psicoterapéutico para la madre y el padre, sino un espacio en
el que el ejercicio parental pueda ser analizado y abarcado en su particularidad.
El caso de ntonio: "He llegado a un punto en el que tengo miedo de mi propio hijo" 1
Antonio tiene 13 años y asiste a un colegio en la ciudad de Santiago de Chile. Vive con su
madre de 43 años, su padre de 42 años y su hermano mayor de 20 años, que asiste a la
universidad. Ambos padres trabajan a tiempo completo, con tiempo de viaje al trabajo de
hasta 1 hora. En la primera entrevista, la madre expresa preocupación por su hijo, porque
lleva 3 semanas sin ir a la escuela y porque pasa 15 horas al día usando videojuegos en
línea, específicamente el juego “World of Warcraft”. 2La madre agrega que debido a sus
extensas jornadas de juego, Antonio ha tenido problemas con su postura y su médico
decide instalarle un corsé por un período de un año. Al respecto, Antonio refiere que "a él
no le importa", sin embargo, a medida que se acerca la fecha de la colocación del corsé,
la madre reporta actitudes más violentas por parte de Antonio: en una ocasión, cuando la
madre lo insta a va a la escuela y lo despierta por la mañana, Antonio intenta golpearla.
Esto ha impedido que se lleve a cabo el procedimiento.
La situación es calificada por el padre de insostenible y relata que en un momento de
"desesperación" -como él lo define- decide cortar la luz en toda la casa, para evitar que
Antonio siga jugando. Ante esto, Antonio le grita y le lanza un vaso, que el padre debe
esquivar. Entonces, Antonio recoge uno de los pedazos rotos y se corta el brazo: “Llegué
a un punto en el que le tengo miedo a mi propio hijo: es como si el mundo se volviera del
revés”, dice el padre. Ante esto, tras conocer a Antonio en una sesión individual para
escuchar su perspectiva de la situación, se realizan tres sesiones simultáneas con el
padre, quien desarrolla ideas personales sobre lo que entiende por “autoridad”,
significante que ha relacionado con Ser un Padre: “Recuerdo que le tenía miedo a mi
padre, y pensaba que tenía que ser así. Con ellos siempre me impuso, pero con Antonio
no me está funcionando, creo que soy un mal padre porque no asusto a mi hijo… Y ahora
que lo digo, suena muy raro”. Esto tiene relación con lo que mostró Antonio en la
entrevista previa a los encuentros con el padre: “Me cansé de tenerle miedo, llevo mucho
tiempo así y no estoy contento, pero parece que él es asi y no hay nada que hacer. Voy a
tener que salir de casa para que no me moleste más”.
Luego de estas sesiones donde se abre la posibilidad de construir nuevos significados
sobre lo que es ser padre y “autoridad”, se retoman las entrevistas con Antonio, quien
inicialmente se resiste a hablar, diciendo que la situación “no le importa” y solo elaborando
más al referirse a su padre, criticándolo.Frente a este diálogo repetitivo y muchas veces
monosilábico, se utiliza el recurso del juego para entender la visión del mundo de Antonio,
proponiéndole hacer una maqueta del mundo que ha creado virtualmente. responde
positivamente, logrando establecer una adecuada compenetración y desplegar su
discurso con mayor fluidez ante el problema: “El corsé es una cosa para mí, se van a
burlar de él, no voy a poder hacer nada y No podré jugar y tampoco podré decírselo a
nadie, porque nadie lo entiende si no lo usa.
Ante este discurso que alude al desamparo en esta situación corporal provocada por el
uso de videojuegos, se vuelve a realizar una entrevista a ambos padres, quienes
manifiestan su preocupación por la poca mejoría de Antonio, ya que aún no ha retomado
la asistencia escolar, y sobre todo, la madre refiere su preocupación por la situación y
progresivamente comienza a expresar de forma más directa en el contexto del dispositivo
clínico sus miedos y frustraciones respecto al problema de Antonio, con un discurso
inicialmente confuso respecto a sus sentimientos e ideas respecto a por qué no ha sido
capaz de resolver esta situación por su cuenta. El padre la secundó en un principio, para
luego retomar su preocupación por el miedo que le da su hijo: “A veces no me atrevo a
decirle nada, ni siquiera cómo me siento, porque no sé cómo va a reaccionar. "
La angustia de la madre está ligada a su desconfianza hacia el dispositivo terapéutico:
“Creo que tú, como psicóloga, me vas a desafiar”, afirmó en muchas ocasiones. Ante
esto, la madre es entrevistada individualmente en dos ocasiones, donde se refiere
afectadamente a las críticas que ha recibido mientras criaba a sus hijos, especialmente de
su propia madre, la abuela de Antonio: "Siempre sentí que lo hacía mal, era tan difícil ser
mamá, cómo mi mamá se quejaba tanto, yo sentía que no podía y creo que eso me hace
sentir mal por lo que le pasa a Antonio”, se elaboran estos aspectos transferenciales
proponiendo la historización de su propio lugar como su hija, a la que acude cuando
ejerce la maternidad. Poner en discurso estas angustias facilita el traslado al
psicoterapeuta por parte de la madre, que muestra interés y comprensión en el proceso
de Antonio, en lugar de la exigencia de soluciones inmediatas. Al mismo tiempo, es
mucho más más cerca del padre de Antonio, logrando hablar de la situación y no solo
"llorar y discutir.
Al retomar las sesiones con Antonio, muestra una mejor integración de sus afectos
vinculados a la escuela y poco a poco comienza a reintegrarse a ella: primero asiste un
día a la semana, luego dos, y así sucesivamente hasta que asiste cuatro de cinco días a
la semana. semana. a la escuela. Este proceso tiene un curso irregular, ya que en
ocasiones Antonio le pide a su madre que venga más tarde a la escuela, a lo que la
madre se opone y esto genera discusiones entre ellos, que no desembocan nuevamente
en violencia física. Si bien se exponen las mejoras paulatinas de Antonio ante sus
síntomas, cada pocas semanas la madre vuelve a una posición de angustia y
desesperanza con respecto a su hijo, siendo un tema relevante en su discurso la
comparación desde un modelo ideal de lo que fue su adolescencia. . con el desarrollo
adolescente de Antonio,
En base a esto, se retoman las sesiones con ambos padres, en las que la madre relata:
“Yo no era así cuando era niña, no sé, yo era tan violenta, nunca pensé que como madre
lo haría. tengo que enfrentar la violencia de mi hijo... No estaba en mis parametros, yo no
era asi con mis padres, no se que pensarian los abuelos de Antonio si supieran como son
las cosas entre nosotros, se refiere el padre de Antonio sabiendo algo de estos problemas
familiares, solo que ahora se está posicionando en un papel más activo ante el malestar
de la madre de Antonio: “Era como que lo estuviéramos viendo como algo solo de Antonio
y también tiene que ver con nosotros”.
Respecto a las actitudes violentas, Antonio, que inicialmente afirma que "no sabe" por qué
reacciona así, a medida que van pasando las sesiones, a través de entrevistas y
aproximaciones gráficas al mundo del videojuego que utiliza, consigue elaborar algunas
respuestas. respecto a su malestar: “Es raro estar todo el día solo, mi papá trabaja, mi
mamá trabaja, mi hermano va a la universidad, ahora están más cerca pero creo que es
por este problema”. Los espacios de soledad posan para Antonio la pérdida de referentes
en torno a su vida y en especial a su proceso puberal: "Me siento raro, no me gusta mi
cuerpo, ahora con el corsé no sé cómo me veré ni qué haré, y no No sé si debo decirle
esto a mi papá, porque no sé si me entenderá, al final exploto y por eso reviento con ella.
Le preguntan por qué le preguntaría a su papá, a lo que responde:
Durante los últimos 4 meses de tratamiento, la madre -a través de entrevistas mensuales
en conjunto con el padre de Antonio- ha ido elaborando algunos aspectos relacionados
con la demanda del rol materno, que vincula a la relación con su padre, a quien define
como "agresivo". , violento, me asustó". Es posible ver que gran parte de la reacción de la
madre a los episodios de Antonio estuvo mediada por su propia experiencia con la
agresión y sus aspectos no procesados. El sentimiento de impotencia que describe
inicialmente y que vuelve en los episodios que disminuyen con el tiempo pero que
permanecen en Antonio, logra entenderse a partir de la propia historia de la madre y la
reactivación de conflictos edípicos en su propia historia. ,
El padre, por su parte, parece identificarse con esta idea de paternalismo: "No quiero que
mi hijo me tenga miedo, quiero que confíe, al final no me estaba dando la oportunidad de
ser el padre que quiero, sino el que pensé que tenía que ser". ”. Repetir un lugar en su
historia como hijo, así como en la de su esposa, parece haber generado un
cuestionamiento sobre su posición en la familia, así como su lugar como hijo, refiriéndose
emocionalmente en ocasiones: "Entiendo por qué tu Mi padre era así, como violento, pero
yo no quiero eso".
Cerca del final del tratamiento, los padres anuncian que junto con Antonio eligieron otro
tipo de tratamiento para su problema de postura, que consiste en terapia con kinesiólogos
y fisioterapeutas, en lugar del corsé. Esto reduce notablemente las reacciones agresivas
de Antonio ante los límites impuestos por los horarios y el uso de la computadora, ya que
si bien se generan discusiones, especialmente con su madre, no terminan en agresiones
físicas o verbales. Por otro lado, la madre comienza a reflexionar sobre sus propios
miedos respecto a su ejercicio paterno con Antonio, y cómo estos estaban ligados a su
historia como hija, que le devolvía en la relación con su hijo. A medida que comienza a
posicionarse como sujeto de su historia y redescubrirse como madre, establece una
nueva perspectiva sobre su hijo y sus problemas: "No sé si culparme ayuda en algo, o si
lo ayuda a él o a mí. pero sí creo que tengo que estar más presente pero diferente, ya no
soy madre de un niño, sino de un joven”. Este nuevo posicionamiento es consistente con
el mayor interés que muestra Antonio por relacionarse con sus compañeros, pues regresa
a la escuela, ahora a tiempo completo cuatro días a la semana, hasta terminar el año
escolar con un promedio que le permite pasar el año. , lo que también facilita la
disminución del uso de videojuegos, al tiempo que prioriza su tiempo libre para ver a sus
compañeros.
¿Cómo se configura el ejercicio de la crianza en la clínica con adolescentes?
Repasando el caso a modo ilustrativo, es posible observar, por un lado, el discurso de
impotencia que en ocasiones refieren los padres de adolescentes, respecto al
desconocimiento de su hijo, así como temores respecto a cómo operar en su lugar de
origen. padres frente a los problemas acontecidos, sobre todo cuando se trata de
conductas agresivas como en el caso presentado. Al mismo tiempo, la noción de
desamparo se puede escuchar en el discurso y la conducta de Antonio, en relación con la
elaboración no solo de la impronta puberal propia de su etapa de desarrollo, sino también
con el artefacto del corsé que debió usar por un largo período de tiempo. tiempo debido a
la transformación de su posición por el uso de los videojuegos, espacio virtual utilizado
para buscar sostener y elaborar sentimientos depresivos en torno al abandono de la
infancia y la soledad del proceso (Marty, 2001). Estos procesos de elaboración psíquica,
iniciados por lo que Gutton (1993) denominó violencia puberal, se presentarían con la
dificultad propia de estos estallidos para un aparato psíquico que no puede sostenerse
como en la infancia y que requiere del apoyo adulto, con la complejidad que esto supone.
implica. Es necesario que circule una nueva temporalidad psíquica que permita la
simbolización de estos cambios puberales que no pueden ser sostenidos por el
adolescente individualmente, y es necesaria la integración de los padres en su ejercicio
dentro del contexto clínico durante la adolescencia, que es cada vez más compleja en
nuestro actual contexto socioeconómico e histórico. Los elementos de culpa que en
ocasiones expresaron los padres -y en especial la madre- también se vincularon con el
hecho de ser "trabajadores", estableciendo una mayor carga a su ejercicio, a partir de un
discurso deficitario.
La posición que toman los padres frente a este arcaico resurgimiento y el apoyo que
brindan favorecen la incorporación de aspectos culturales y sociales, tarea relevante en la
adolescencia, canalizada inicialmente por las figuras parentales que, dentro del ejercicio
de la paternidad, transmiten estos elementos simbólicos: “La Convivencia sobre tiempo,
entre los acontecimientos que envuelven el complejo de Edipo y la socialización es acorde
con la capacidad madurativa del niño que permite la incorporación de conceptos
culturales a la estructura psíquica” (Cuestas, 2009, p. 157).
A partir de la integración de los padres en el proceso psicoterapéutico de los
adolescentes, es posible reflexionar sobre el lugar que se le ha dado al empoderamiento
de la profesión de madre y padre, lo que abre una temática que sesga la subjetividad
parental, que se relaciona con la problema de la supuesta relación naturalizada con la ley
simbólica, como si fuera algo ya dado y sin transformaciones, desde donde se pueden
ejercer acciones que orientan, prescriben y proscriben los límites para el niño, niña o
adolescente (Wettengell, 2009).
Al mismo tiempo, las potenciales dificultades o fracasos que representan los padres en su
ejercicio, no corresponden únicamente a una visión en la que el sujeto es el único
responsable. Toda transformación social conduciría a un déficit en el funcionamiento
parental, por lo que se da cuenta de las dificultades propias y contextuales que pueden
surgir en el ejercicio de la paternidad en la adolescencia.
De esta manera, el lugar de los padres en la adolescencia es más complejo que la
repetición del Edipo infantil (Freud, 1905/2013; Freud, A., 1976; Dolto, 1981), pues da
cuenta de repercusiones a nivel psíquico que no sólo tienen un efecto sobre el
adolescente, sino que también implican reelaboraciones propias para las figuras
parentales. Esto no implica sólo las acciones específicas o concretas que los padres
pueden realizar frente a la conducta de su hijo adolescente, sino también las operaciones
psíquicas que se configuran durante este período, que no sólo representan una
transmisión concreta por parte de los padres, sino que también invocan como sujetos su
propio trabajo psíquico, en este caso relacionado con la relación con el padre de la madre.
La emergencia de su propio Complejo de Edipo en este proceso como configuración
particular y no solo repetición, así como la experiencia psíquica particular que construyen
en este proceso relacional con su hijo adolescente, Marty & Missonnier, 2010).
discusiones
La transmisión parental está relacionada con la inscripción que el sujeto hace en su propia
historia y filiación. Por ello, involucra directamente la propia historia de los padres, que
debe configurarse antes del inicio de la pubertad y sus elaboraciones. Las transmisiones
parentales dan cuenta de la forma en que los propios padres han inscrito lo cultural por su
Edipo, y cómo lo transmiten a sus propios hijos. Por eso, dentro del dispositivo clínico, los
discursos de los padres sobre las conductas de sus hijos adolescentes van más allá de lo
reactivo, sino que involucran configuraciones que se inscriben en sus propias
coordenadas históricas.
La paternidad no sólo incide sobre el sujeto niño, sino también sobre los sujetos que
ejercen la función parental en su propia estructuración subjetiva. Integrar este aspecto en
la intervención clínica con adolescentes da mayor riqueza en el análisis de los elementos
que configuran el ejercicio parental, con las transmisiones y prácticas en la relación con
los adolescentes.
El trabajo de crianza en la adolescencia da cuenta de una tarea adulta que no se limita a
la niñez, sino que se desarrolla pensando en la constante demanda en torno a la
transmisión cultural. En la adolescencia, el ejercicio de la paternidad también puede
pensarse desde la noción de apoyo, reflexionando sobre cómo la nueva sexualidad que
se le impone al adolescente busca ser re-presentada, gracias a elementos culturales. Y a
la vez, cómo esta imposición genera a su vez configuraciones particulares para los
propios padres, que al ser elaboradas e interpretadas en el contexto de la intervención
con el adolescente, promueven una nueva posición en quien ejerce la paternidad, con la
diferenciación entre elementos de su historia y cómo estas se relacionan con su ejercicio
parental,
La integración del lugar de los padres considerando al Edipo como representación de una
determinada relación a nivel simbólico, a través de la cual se busca la promoción de las
condiciones de constitución subjetiva, no sólo como lucha edípica, sino también como
proceso en el cual cuales recursos psíquicos se activan para poder sostener al
adolescente. Por ello, no son tanto los verdaderos padres los que aparecen en escena
como relevantes, sino los sujetos que realizan esta función. Es necesario darse cuenta de
que el problema de la paternidad representa un conflicto a lo largo de la vida, no sólo
como una repetición o reedición, sino también como una nueva configuración a partir de
su ejercicio o del lugar que ocupa el sujeto en esta relación triádica o terciaria.
La lógica de la terceridad apela a la entrada en el psiquismo de otro, diferente, de la
alteridad, que parece alterar lo “natural”, y es a partir de la noción de alteridad que el
adolescente puede seguir relacionándose con la cultura, con la alteridad subjetiva. . Por
eso, la alteridad no sólo irrumpe como un otro concreto, sino también como lo diferente, lo
que hace conflicto en el propio discurso y en el aparato psíquico. Entonces, es a través de
elementos presentes en el psiquismo de la madre y el padre, en relación con sus propias
figuras del pasado, como sus propios padres, que irrumpen en este ejercicio, y que se dan
cuenta de que la cadena histórica de la paternidad está más allá del relación concreta
padre-madre-hijo. La tercera lógica podría a su vez ser pensada como la propia historia
de los padres en sus ejercicios, De esta forma, la alteridad no implica sólo la pregunta por
otro concreto o particular, sino también por la propia alteridad que está en el psiquismo,
por la cual irrumpe y crea conflicto, pues problematiza la supuesta estructuración
finalizada. De esta forma, las operaciones parentales en la adolescencia, transmiten a su
vez este conflicto, el del encuentro con el otro y el otro del psiquismo parental, que ambos
autores conceptualizan como la presencia del propio Edipo de los padres en la
configuración del Edipo Adolescente. .
La adolescencia emerge así como una construcción necesaria para poder pensar este
proceso no como lineal, sino también desde el conflicto, noción que siempre ha estado
presente en la teoría psicoanalítica. Como propuesta, podría referirse a que la
adolescencia parece ser considerada como un síntoma, en tanto pone en juego un
conflicto psíquico e intersubjetivo: psíquico para el propio adolescente, psíquico para los
propios padres, en tanto manifestación pulsional de la adolescencia favorece el
resurgimiento de los impulsos de los propios padres, no sólo desde su propia
adolescencia, sino desde su propio impulso como padres y adultos. Y, como conflicto
intersubjetivo, retomando la idea freudiana del conflicto entre generaciones,
Por eso, no se trata sólo de la metamorfosis de los adolescentes, sus padres y la
paternidad, sino también de la necesidad de proponer una metamorfosis en la práctica
clínica con los adolescentes y sus padres, que no signifique replicar el método de trabajo
con adultos o padres. hijos, ni la separación de ambos actores en el proceso, sino en la
construcción de lineamientos propios que estén acordes con el contexto actual en el que
se da la paternidad durante la adolescencia, integrando elementos históricos vinculados a
los padres y a su propia experiencia de paternidad como hijos , así como su propia
adolescencia, puesta en la historia frente al desarrollo
Referencias
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Argentina: Paidós.
Freud, S. (2013). Tres pruebas para una teoría sexual. En Obras Completas (Tomo VII).
Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Obra original publicada en 1905).
Gutton, P. (1993). El púber. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Houzel, D. (2004). Los retos de la paternidad. En L. Solís-Ponton (Ed.), Parenthood.
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Marti, F. (2001). Los padres enfrentan el riesgo de la violencia de los niños y los
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Marti, F. (2009). Conducta psicótica en la adolescencia. En A. Bilbao, & I. Morlans,
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Santiago, Chile: LOM Impresiones.
Marty, F. y Missonnier, S. (2010). La adolescencia y el mundo virtual. Estudios, 2010/11,
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Mazet, P. (2004). Posfacio a la edición francesa. En L. Solís-Ponton, Paternidad. Desafío
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Wettengel, L. (2009). Trazando surcos: el trabajo de la paternidad. En L. Wettengel, G.
Untoiglich y G. Szyber, Patologías actuales en la infancia. Fronteras y desbordamientos
en la clínica y la educación (pp. 35-52). Buenos Aires, Argentina: Noveduc.
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