Subido por Alejandro Pérez Peláez

Muy Interesante - Samuráis Guerreros Inmortales

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www.muyhistoria.es
Nº145
ORIGEN Y
ESPLENDOR
Del siglo X al
siglo XVII
‘BUSHIDO’
Una ética de vida
EL ARTE DE
LA GUERRA
Un gran ejército
de élite
BATALLA DE
SEKIGAHARA
El conflicto que
cambió Japón
VIVIR EN EDO
¿Cómo era su
día a día?
LOS 47 ‘RONIN’
Entre el mito
y la realidad
‘UKIYO-E’
Héroes inmortalizados
SAMURÁIS
Guerreros inmortales
EDITORIAL
La muerte
antes que
rendirse
ALBUM
P
ocos guerreros hay más míticos que los samuráis. Junto
con los caballeros medievales
de las órdenes religioso-militares de
Occidente componen nuestro imaginario de lo que es la ética, la lealtad
y la obediencia a unos principios y a
un señor o jefe. De hecho, el término
“samurái” proviene del verbo saburau, que significa “servir a alguien”.
Los primeros samuráis aparecieron en el siglo IX y originalmente
eran individuos que protegían a los
miembros de alto rango de la corte
imperial. Posteriormente, cuando el
poder de la aristocracia se debilitó y
la sociedad comenzó a ser dominada por guerreros, las personas que
Onoe Matsusuke como samurái del clan Fujiwara.
combatieron y dirigieron las batallas
fueron llamadas samuráis. Su filosofía de vida, conocida como bushido, se regía por
unos principios generales: “Dedicar tu vida a realizar tus propias acciones y cumplir
con tus responsabilidades”, “servir a tu señor hasta el extremo de sacrificar tu vida”
y “estar preparado para dar tu propia vida en caso de fracaso”. Esto último conllevaba el seppuku, una forma de suicidio que consistía en hendirse el abdomen. La era
de los samuráis acabó en 1868 con la Restauración Meiji. En este número de MUY
HISTORIA nos acercamos a ellos, profundizamos en su contexto histórico, analizamos su principio y final, las armas que empleaban, las batallas legendarias en las que
participaron, su papel como mecenas del arte (algo muy
poco conocido), su representación en los bellos ukiyo-e
–esas estampas que tanto influyeron a artistas como Van
Gogh, por ejemplo–, y establecemos una correlación con
otros personajes míticos nipones: las geishas. ¿Qué les
acerca y les diferencia? Descúbrelo. Feliz lectura.
Carmen Sabalete
Directora
([email protected])
IMAGEN DE PORTADA: SHUTTERSTOCK.
MUY HISTORIA 3
SUMARIO
SAMURÁIS
GUERREROS INMORTALES
ALBUM
20
36
44
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SHUTTERSTOCK
GETTY
28
REPORTAJES
Origen y esplendor de los samuráis
20
Líderes legendarios
64
‘Bushido’, el camino del honor
28
La venganza de los 47 ‘ronin’
72
El arte de la guerra
36
El guerrero en los grabados ‘ukiyo-e’
78
Armas, de lo funcional a lo simbólico
44
Los señores del regalo
86
1600: La batalla de Sekigahara
50
Samuráis y geishas
94
Vida cotidiana en la capital del sogunato
56
El fin de los samuráis
102
4 MUY HISTORIA
PRISMA
PHOTOAISA
50 56
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ALBUM
64 72
SECCIONES
86
ALBUM
Las listas de MH
Entrevista: Manuel Cruz
10
Momentos estelares
13
Imágenes con historia
14
Historias del cine
18
Historia alternativa
116
Historia en el arte
118
Panorama
120
ASC
DOSSIER: Misiones pedagógicas 108
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CENTRO CENTRO
94
6
78
102
MUY HISTORIA 5
LAS LISTAS DE MH
Diez listas variopintas
de todos los tiempos
En esta ocasión, presentamos una “lista de listas” elaboradas desde los albores de la historia en
Mesopotamia hasta nuestros días y formadas por todo tipo de elementos: nombres de reyes, clases de sueños, normas morales, libros prohibidos, personajes caídos en desgracia o influyentes...
POR NACHO OTERO
Libro de los sueños
del Antiguo Egipto
1
(hacia 1279 a.C.)
La fascinación por los sueños y la necesidad
de descifrarlos son tan antiguas como el momento en que el ser humano se percató de la
existencia de esa realidad paralela que solo
surge cuando dormimos. Así, el documento
de codificación onírica más antiguo que se
conserva es este papiro egipcio, probablemente escrito durante el reinado de Ramsés
II, de la Dinastía XIX (Papiro Chester Beatty
III, abajo). En él se enlistan en primer lugar
los sueños considerados “buenos” y en segundo lugar los “malos”. El libro o lista de los
sueños se conserva en la actualidad en el
Museo Británico (Londres, Inglaterra).
ASC
2
Lista Real Sumeria
Este listado de reyes de la antigua Mesopotamia, escrito en lengua
sumeria cuneiforme, se halla en varios documentos y artefactos arqueológicos, de los cuales el mejor conservado y más antiguo –finales de la dinastía de Isin– es el Prisma de Weld-Blundell (en la imagen). La lista divide a los reyes en antediluvianos (con reinados de
inverosímil longitud), considerados míticos, y posdiluvianos. El primer
rey mencionado cuya existencia es reflejada en documentos fuera de
la lista es Mebaragesi de Kish, contemporáneo de Gilgamesh.
6 MUY HISTORIA
ASC
(hacia 1817 a.C.)
3
ASC
4
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Index
Librorum
Prohibitorum
1564
El Índice de Libros Prohibidos
(arriba, portada de su primera
edición) es una lista de aquellas
publicaciones que la Iglesia católica catalogó como perniciosas para la fe y que, por tanto,
los católicos no estaban autorizados a leer. Fue promulgado
por primera vez por Pío IV, a petición del Concilio de Trento, el
24 de marzo de 1564. El Index
conoció más de 40 ediciones; la
última, la de 1948. En 1966, el
papa Pablo VI lo suprimió.
Diez Mandamientos
(siglo VI a.C.)
5
ALBUM
También conocidos como el Decálogo, este conjunto de principios éticos y de
adoración –que todos nos hemos sabido alguna vez de memoria– juega un papel
importante en el judaísmo y el cristianismo. Los Diez Mandamientos aparecen dos
veces en la Biblia hebrea, en el Éxodo y en el Deuteronomio. De acuerdo a la historia narrada en el primero, Dios escribió estos mandatos en dos tablas de piedra
y se las dio a Moisés (en la ilustración, partiendo las aguas del mar Rojo) en el
monte Sinaí. Incluyen prohibiciones en contra de la idolatría, el asesinato, el robo,
la deshonestidad y el adulterio, junto a instrucciones para adorar a Dios.
Lista de los
reyes godos
(fecha indeterminada)
De origen incierto, se afianzó
durante el franquismo y dejó
de estar en los planes de estudios con la llegada de la democracia. Consiste en una lista ordenada cronológicamente
de 33 reyes del reino visigodo,
desde Ataúlfo (siglo V; en la
miniatura, a la izquierda) a
Rodrigo (siglo VIII), que había
que aprender de memoria. La
pedagogía progresista la utilizó
como prueba de cómo la pedagogía tradicional reducía la
asignatura de Historia a la
enumeración acrítica de nombres, datos y fechas.
MUY HISTORIA 7
‘Lista de la compra’
de Franco
1940
Así llama con sorna el hispanista Paul Preston
al pliego de exigencias que Franco presentó a
Hitler para considerar la entrada de España en
la II Guerra Mundial. A saber: 400.000 toneladas de gasolina, 700.000 toneladas de trigo,
200.000 toneladas de carbón y cantidades
análogas de otras materias primas (diésel, algodón, caucho, etc.), así como armamento y,
en el aspecto territorial, la devolución de Gibraltar y la cesión del Marruecos francés. Hitler no entró en la “letra pequeña” de tan desorbitado precontrato y este quedó, finalmente,
sin efecto.
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6
7
Lista de
Schindler
La película La lista de Schindler
(1993, Steven Spielberg; dcha.,
una escena) se basó en una novela y esta, a su vez, en un hecho
real: la lista elaborada por Oskar
Schindler, empresario alemán en
principio simpatizante de los nazis, para salvar de morir en el Holocausto a casi 1.200 judíos polacos, durante la Segunda Guerra
Mundial, empleándolos como trabajadores en sus fábricas o simplemente haciéndolos pasar por
tales empleados. Por esta acción
humanitaria, Schindler sería nombrado Justo entre las Naciones
por el gobierno de Israel en 1963.
8 MUY HISTORIA
AGE
1944
Lista
Negra de
Hollywood
8
9
ASC
En plena ola de histeria
“antirroja” en EE UU, en
este listado siniestro se incluyó, a partir del 25 de
noviembre de ese año, a
guionistas, actores, directores, músicos y otros profesionales del cine estadounidense por sus
simpatías o lazos con el
Partido Comunista, fueran
estos reales o supuestos.
Todos los “alistados” perdieron su trabajo, algunos
para siempre, y hubo algunos que incluso fueron juzgados y condenados a prisión o que se quitaron la
vida. Los más famosos
fueron los primeros despedidos por la industria, los
llamados Diez de Hollywood: los guionistas y
directores Alvah Bessie,
Herbert Biberman, Lester
Cole, Edward Dmytryk,
Ring Lardner Jr., John
Howard Lawson, Albert
Malz, Samuel Ornitz,
Adrian Scott y Dalton
Trumbo (en la imagen,
nueve de ellos).
Los 100 de
Michael H. Hart
1978
Este libro, escrito por un astrofísico estadounidense,
consiste en una lista de las cien personas que, según el autor, han sido las más influyentes en la historia de la humanidad. La lista es –según propia
confesión de Hart– absolutamente personal, por lo
que no debe ser considerada como fuente de información verídica, pero ha resultado a su vez muy influyente en otras enumeraciones similares posteriores (y también ha sido muy criticada: solo dos
mujeres, Isabel I de Inglaterra e Isabel la Católica).
Lista Forbes
1987
10
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ASC
1947
Publicada por primera vez en
marzo de 1987 y reeditada
desde entonces anualmente,
es la clasificación que hace la
revista Forbes (a la izquierda, su sede en Nueva York)
de los multimillonarios más ricos del mundo, según su patrimonio neto documentado.
La última lista publicada, correspondiente al año 2021, la
encabezan Jeff Bezos
(177.000 millones de dólares),
Elon Musk (151.000 millones
de dólares), Bernard Arnault
(150.000 millones) y Bill Gates
(124.000 millones). El español
Amancio Ortega ocupa el
puesto número 11 con “solo”
77.000 millones de dólares.
MUY HISTORIA 9
ENTREVISTA
MANUEL
DESIRÉE RUBIO DE MARZO
CRUZ
El filósofo y político catalán Manuel Cruz Rodríguez (Barcelona, 1951),
actualmente miembro del Senado por el PSC, desgrana los pormenores
de su último libro, Democracia. La última utopía (Espasa, 2021).
FERNANDO COHNEN
PERIODISTA
10 MUY HISTORIA
E
n los últimos tiempos, la
democracia ha sido objeto de numerosas críticas.
¿Cuáles son las razones de
estos ataques?
En los momentos más álgidos de la
crisis de 2008, vivimos una deriva hacia lo que Jonathan Hopkin (profesor
de la London of Economics and Political Science) llamó “política antisistema” por parte de aquellos sectores ciudadanos descontentos con el aumento
de la desigualdad económica. Dicho
descontento se dirigió en primera instancia contra sus representantes políticos tradicionales, a los que se les reprochó precisamente no cumplir con
la función representativa para la que
habían sido elegidos. El hecho de que
el discurso contra las élites prendiera
en su momento con fuerza en países
tan diferentes como Reino Unido, EE
UU, Italia, Grecia o España, protagonizado a su vez por fuerzas políticas
tan diversas entre sí como el Partido
Conservador de Johnson, Trump,
Cinco Estrellas, Syriza o Podemos,
prueba que era el denominador común del aumento de la brecha entre
pobres y ricos el que permitía explicar
la mencionada deriva antisistema por
parte de determinados sectores sociales, históricamente alineados con formaciones políticas clásicas.
En su nuevo libro, Democracia. La
última utopía, usted se pregunta:
¿Y si el problema de la democracia
fueran los ciudadanos?
A mi juicio, ya no da más de sí el cansino discurso que intentaba ubicar en las
élites la causa del malestar de los ciudadanos. A quienes manejan una idea
extremadamente pobre y simplista de
la democracia les parece que nada hay
más democrático que adular de manera permanente a la ciudadanía, sea cual
sea el rumbo que esta pueda emprender, las acciones que pueda respaldar o
los líderes a los que pueda apoyar. Aunque, eso sí, cuando la ciudadanía no
se comporta como ellos desearían, de
inmediato pasan a considerarla como
una criatura inocente que ha resultado
ser víctima de un engaño por parte de
algún político desaprensivo. En todo
caso, lo que parece claro es que lo que
PERFIL
PROFESIONAL
C
atedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz
es autor de más de una treintena de libros (algunos de ellos
traducidos a otros idiomas) y
compilador de casi una quincena de volúmenes colectivos, habiendo sido galardonado con
los premios Anagrama de Ensayo 2005 por Las malas pasadas
del pasado, Espasa de Ensayo
2010 por Amo, luego existo y
Jovellanos de Ensayo 2012 por
Adiós, historia, adiós, entre
otras distinciones. Cruz colabora en diversos medios de comunicación, tanto nacionales como
extranjeros (Clarín), y ha sido
colaborador en la Cadena SER y
en Catalunya Ràdio. Fue diputado del PSC en el Congreso entre 2016 y 2019 y presidió el Senado en la XIIIª Legislatura. Ha
recogido su experiencia de esos
años en el libro Transeúnte de la
política (2020, Taurus).
se suele denominar el factor humano
constituye un elemento insoslayable en
el análisis. Como asimismo parece claro que a esta variable hay que dotarla
de un contenido concreto para que no
pueda ser identificada con una vacía
apelación a la libertad que poco ayuda
a la comprensión de las situaciones.
¿Quién controla a los controladores?
En mi opinión, el control, necesario
por completo, no se debería ejercer
únicamente sobre los poderes del Estado, sino sobre todos los poderes de
la sociedad, sin excluir ningún sector
empoderado. Con una puntualización
inexcusable: dicho control debería ser
llevado a cabo por parte de la misma
sociedad. O, por decirlo con otras palabras, este es un empeño que solo se
podrá llevar a cabo desde la democracia y no desde la política en sentido
estrecho. El objetivo es tratar de perseverar y profundizar en el quehacer
de democratizar la democracia.
¿Lo prioritario es cuidar la libertad?
Reconozco que me dejaron tan sorprendido como preocupado las recientes palabras de Vargas Llosa poniendo por delante un presunto “votar
bien” al “votar en libertad”. Entre otras
razones, porque, paradójicamente,
coinciden con lo que siempre han
manifestado los independentistas, a
los que tanto ha criticado nuestro Premio Nobel: que los resultados finales
son lo que importa y que los procedimientos se deben subordinar a ellos.
Me sorprende también porque Vargas
Llosa ha hecho en reiteradas ocasiones grandes elogios a Karl Popper, y
la democracia es muy popperiana,
siempre ofrece segundas oportunidades y, en caso de que los ciudadanos
no voten bien (signifique esto lo que
signifique), les ofrece la posibilidad
de enmendar su error. Frente a esto,
lo que creo es que deberíamos ser
capaces de dejar en libertad las ideas
para que pudieran debatir entre ellas
y crecer, en vez de seguir aceptando
su sustitución por todas esas mentiras
flagrantes y escándalos prefabricados
que hoy atruenan el espacio común,
o de promover prohibiciones y vetos
más que cuestionables en democracia.
En su libro usted afirma que uno
de los ropajes discursivos con los
que se ha revestido un sector de la
izquierda en España ha sido el del
populismo. ¿Es esta izquierda la
que ha desdeñado la democracia,
tildándola de meramente formal?
El desdén hacia la democracia, por
meramente formal, no es cosa de
estos días, aunque en ellos se haya
activado de manera intensa. Hay
toda una tradición en la izquierda
(en la de la IIIª Internacional, para
entendernos) que siempre mantuvo esta actitud, y a la que le resultó
complicado asumir como propio el
proyecto democrático. No solo le reprochaban su condición formal, sino
que también la acusaban de ser una
superestructura política dependiente
de la infraestructura económi- >>>
MUY HISTORIA 11
>>>ca. Nada tiene de extraño entonces que tales sectores puedan haber
recuperado en los últimos tiempos
un cierto protagonismo político. Pero también parece claro a estas alturas
que dicha recuperación política no
ha venido acompañada de la recuperación explícita de su viejo discurso,
sino más de una mutación del mismo
en la dirección ‘iliberal’ que venimos
comentando y que, a qué ocultarlo,
conserva un cierto aroma de las antiguas esencias.
¿No es posible que esta izquierda
que usted llama populista esté exigiendo más democracia, más justicia social, mejora de los servicios
públicos, reforma tributaria, etc.?
No pongo en cuestión que dicha izquierda plantee tales exigencias. Lo
único que digo al respecto son dos
cosas. La primera, que no fueron esas
exigencias las que mostraron como
bandera específica cuando se presentaron como nueva política en la escena pública, y que en ese momento
impugnaron a la entera totalidad de
los representantes de los ciudadanos,
a los que calificaron de “casta”, un término que abandonaron bien pronto.
La segunda, que las reivindicaciones
que se mencionan en la pregunta
han formado parte desde siempre del
ADN de las formaciones socialdemócratas clásicas. Que es como se definen ahora, como socialdemócratas
reformistas, los populistas de hace no
tanto. Los cuales, dicho sea de paso,
no solo no rechazaban esa etiqueta,
sino que incluso la teorizaban, hablando del “momento populista”.
Usted afirma que la democracia es
mucho más que una caja de herramientas, que es una caja de valores.
¿Podría explicar esta idea?
‘DEMOCRACIA. LA
ÚLTIMA UTOPÍA’
anuel Cruz recuerda que la democracia viene siendo objeto, desde
hace ya un tiempo, de ataques y
críticas de muy diferente tipo. Convendría
extraer alguna lección de tanta acumulación
de reproches. “Porque al peligro, absolutamente real, de que pueda terminar viéndose dañada por los embates de los autoritarismos de variado pelaje, deberíamos
sumar otro, de diferente naturaleza, pero no
por ello menor, relacionado con la esfera de
las ideas”, advierte el autor del libro Democracia. La última utopía (Espasa). Cruz cree
que es peligroso entender la democracia en
términos puramente instrumentales, como un mero conjunto de procedimientos formales para organizar la vida en común. Ello significaría
desdeñar las enormes potencialidades emancipatorias que ofrecen los
sistemas democráticos y la posibilidad que nos brindan de materializar
por fin aquellos valores que alumbraron el mundo moderno.
M
Aludíamos anteriormente a ese desdén hacia la legalidad vigente, tan
generalizado en los últimos tiempos
entre nosotros con el demagógico
argumento de que la democracia está por encima de la ley. Pero si algo
está en el origen de la democracia
es precisamente el principio de la
igualdad de todos ante la ley, principio que en modo alguno debe ser
considerado como una declaración
de carácter abstracto, sin aplicación
al mundo real. La necesidad de la
obediencia a las leyes, tan impugnada por algunos demagogos, incluso
de izquierdas, se basa en el principio
clásico ciceroniano de que ellas han
de ser instrumento de la libertad. De
la misma manera, para que las leyes
se constituyan en instrumentos para
alcanzar una auténtica igualdad no
basta con que todos estemos sometidos al imperio de la ley, sino que
El objetivo es profundizar en
el quehacer de democratizar
la democracia
12 MUY HISTORIA
se necesita que todos participemos
en su elaboración y en sus beneficios.
¿Se puede mejorar el funcionamiento de la democracia actual?
A mi entender, no conocemos otra
manera de mejorar la democracia que
profundizando en ella. Y profundizar
en la democracia es encontrar la mejor
manera de vivir juntos. Y esa manera no excluye ningún procedimiento,
siempre que acepte el propio marco democrático. De ahí que se insista tanto
en el libro en que la democracia tiene
como una de sus principales funciones
ofrecer un conjunto de procedimientos
que sirvan a los ciudadanos para regular los desacuerdos y, de esta forma, facilitar la convivencia. No deberíamos
perder de vista en ningún momento la
importancia de este asunto, porque no
disponemos de mejor alternativa que la
democrática para afrontar esa tarea tan
importante en nuestras sociedades, tan
diversas y complejas. No es tarea fácil,
pero lo que es seguro es que se convertirá en ardua si no encontramos la
forma de mediar en la pluralidad de
puntos de vista en materia de valores o
en el conflicto de intereses antagónicos.
De no encontrarla, las soluciones a los
problemas se vencerán siempre del lado del más fuerte o del más astuto. MH
MOMENTOS ESTELARES DE LA VIDA COTIDIANA
Historia del lavavajillas
E
El primer lavavajillas moderno fue creado por Josephine
Cochrane en 1886. Lo ideó, pues, una mujer –protagonismo excepcional en los avances técnicos de la época–, lo que
suele atribuirse a la sensibilidad femenina con respecto a
las tareas del hogar. Cochrane era nieta de John Fitch, el
inventor del barco de vapor. Según el relato más difundido,
se interesó por este avance cuando el servicio rompió unos
jarrones chinos del siglo XVII. Fue el punto de partida de
la iniciativa que buscó un lavado mecánico.
Este lavavajillas –con estantes para platos, platillos y tazas,
agua caliente a presión y motor que lo hacía funcionar–
no se difundió en el mercado doméstico. Era una máquina cara, pero las familias pudientes entendían que el lavado de la vajilla era una función del servicio. El utensilio,
sin embargo, tuvo éxito en la Exposición Internacional
de Chicago de 1893. Fue rentable comercialmente, pues
se vendió para su uso en hoteles, éxito que permitió la
introducción de sucesivas mejoras.
Desde 1910, abundan las noticias de distintos prototipos
en Europa y América que incorporaban novedades técnicas, fuese el motor de diésel o eléctrico. De momento,
el lavavajillas quedaba restringido a hoteles y restaurantes por el tamaño voluminoso de los aparatos, su precio
alto y la necesidad de llevar a los hogares una corriente
de agua mayor de la que era habitual. Además, para las
clases altas el símbolo de estatus era el servicio doméstico, no los utensilios de lavado, por modernos que fuesen. A fines de los años veinte, las tuberías de plomo
y los primeros componentes eléctricos permitieron su
mayor difusión, pero la demanda social era aún limitada. Se entendía que el lavado a mano formaba parte de
las tareas cotidianas de la mujer en el hogar.
Las circunstancias cambiaron tras la Segunda Guerra
Mundial. A finales de los años cuarenta, se redujo el tamaño del lavaplatos. En la siguiente década aparecerían
detergentes específicos, y en los sesenta llegó el lavavajillas
automático. Paulatinamente, penetró en el consumo de
las clases medias. Había adquirido el carácter de un electrodoméstico que facilitaba las tareas del hogar.
La incorporación de los microprocesadores (1978) potenció aún más su difusión. En los años ochenta, se
convirtió en un artículo de consumo común en los
países avanzados. La estandarización de estos dispositivos fue paralela a su mayor sofisticación técnica, que
ofrecía distintos niveles de consumo. MH
MANUEL MONTERO
■ Catedrático de Historia Contemporánea y Rector de la Universidad
del País Vasco entre 2000 y 2004,
Manu Montero (Bilbao, 1955) es autor
de numerosos libros –Historia general
del País Vasco, Voces vascas. Diccionario de uso, En el
nombre de Bilbao, La construcción del País Vasco contemporáneo, Mineros, banqueros y navieros, Algo habré
hecho...–. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos en 2018 por El sueño de la libertad. Mosaico
vasco de los años del terror (Ediciones Nobel), un lúcido
análisis del impacto del terrorismo de ETA.
LOURDES GAMINDE
DE LOS HOTELES A LOS HOGARES
SHUTTERSTOCK
l lavavajillas se inventó en el siglo XIX, pero su
difusión masiva no se produjo hasta la segunda
mitad del siguiente siglo, cuando lo exigieron la
incorporación femenina al mercado laboral y las
nuevas mentalidades que requerían facilitar las
tareas domésticas. El desarrollo técnico siguió,
así, a la necesidad social, en un producto cuya evolución
no estuvo incentivada por la demanda inicial de las clases
altas, para las que no fue símbolo de estatus.
El primer lavaplatos del que tenemos noticia lo patentó
en Estados Unidos Joel Houghton en 1850. De funcionamiento manual –una máquina de madera que salpicaba
agua en los platos–, no tuvo éxito. Sin embargo, indicaba
que en los albores de la sociedad de masas existía un ámbito de las labores domésticas que podía mecanizarse.
MUY HISTORIA 13
IMÁGENES CON HISTORIA
MUJERES
SAMURÁIS
Poco conocidas y mal documentadas, formaban parte de
familias nobles samuráis y se las instruía para defender su hogar en
ausencia de los hombres. Algunas se salieron de estos cánones.
POR CARMEN SABALETE
pesar del sometimiento al padre y al marido que la sociedad
feudal japonesa imponía a las
mujeres, se tiene constancia de algunas que participaron en las actividades
bélicas de la época. Formaban parte
de familias de samuráis, también llamados bushi, quienes las entrenaron
para defender su casa y a su familia
en ausencia del hombre, sobre todo
en tiempos de guerra. El término onna bugeisha hace referencia a ellas.
Estas mujeres eran entrenadas en el
uso de la naginata (una lanza o alabarda de asta larga y hoja curva que les
permitía mantener las distancias
con el enemigo), el kaiken (una
daga de hoja recta) y el tanto (una catana corta). Aunque
sobre todo se las entrenaba
A
14 MUY HISTORIA
para repeler a enemigos que llegaran
a su hogar cuando no había hombres
para defenderlo, hubo casos en los que
las mujeres participaron en acciones
bélicas. Hojo Masako, Nakano Takeko
y Tomoe Gozen son algunas de ellas.
De esta última, que vivió en el siglo XII,
hay constancia en el Cantar de Heike
(escrito en el siglo XIII, es uno de los
poemas clásicos más importantes de la
literatura japonesa, en el que se habla
de un sinfín de personajes y leyendas).
Se estima que el antecedente de estas
guerreras fue la emperatriz Jingu, un
personaje de leyenda que ocupó el lugar de su marido, el emperador Chuai,
a su muerte (siglo III). Jingu asumió el
gobierno y encabezó el ejército en la
conquista de Corea, de la que regresó
victoriosa al cabo de tres años. Aunque
la historia de su reinado pudo haberse
inventado para explicar el periodo de
interregno entre los años 200 y 270 registrados respectivamente en el Kojiki y
el Nihonshoki (los libros históricos más
antiguos de Japón), a Jingu se la representa como una fiera guerrera que
impuso su voluntad ante una sociedad que la rechazaba y acabó por
superar todos los obstáculos.
GE
TT
Y
La letal y bella Tomoe Gozen
GETTY
Sin lugar a dudas, la mujer samurái más conocida
de la historia nipona es Tomoe Gozen, a la que se
describe así en el Cantar de Heike: “Era especialmente hermosa, de piel blanca, pelo largo y bellas
facciones. También era una excelente arquera, y
como espadachina era una guerrera que valía por
mil, dispuesta a enfrentarse a un demonio o a un
dios, a caballo o en pie. Domaba caballos salvajes con gran habilidad; cabalgaba por peligrosas
pendientes sin rasguño alguno”. Tomoe iba un paso más allá y superaba los estándares de las onna
bugeisha tanto por sus habilidades como por las
situaciones en las que se vio involucrada. Es uno
de los pocos casos en los que una mujer participó en una acción bélica ofensiva, concretamente
en la batalla de Awazu (1184), donde dirigió a un
reducido número de tropas contra las de Minamoto Yoritomo. Se dice que combatía junto a su marido (o amante), Kiso Yoshinaka. Su final no está
claro, ya que se afirma tanto que murió o se suicidó en combate como que fue una de las pocas
supervivientes de la batalla.
os casos de mujeres guerreras en Japón son mucho más comunes de lo que uno podría pensar y se
extienden en el tiempo hasta el mismísimo final de
los samuráis. Un caso especial es el de Hojo Masako,
contemporánea de Tomoe Gozen pero cuya vida está mejor documentada y menos mitificada.
Hojo Masako era esposa de un sogún y, como tal, decidió
acompañarle en sus disputas como lugarteniente. Se dice
que, cuando su esposo murió, ella abandonó la vida guerrera y se hizo monja, pero más tarde retomó las armas y
siguió ejerciendo como onna bugeisha.
El caso más reciente, y tal vez por ello uno de los más
L
conocidos, es el de Nakano Takeko. Vivió entre 1847 y
1868 y era hija de un oficial que la educó tanto en la literatura como en el combate. Durante la Guerra Boshin,
que enfrentó al desgastado sogunato Tokugawa contra un
grupo de nobles que buscaban devolver el poder al emperador, Nakano Takeko fue leal al sogún y encabezó un
ejército formado íntegramente por mujeres. Murió durante
la batalla de Aizu cuando, herida de gravedad, decidió hacerse el seppuku (ritual de suicidio) para evitar ser atrapada con vida. Fue enterrada bajo un famoso pino en el templo de Hôkaiji, donde se le rinde culto cada año (por ejemplo, en el festival de Aizu celebrado en otoño).
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Otras mujeres samuráis relevantes
HISTORIAS DEL CINE
A propósito de
‘La parada de los monstruos’
ÓSCAR CURIESES
ESCRITOR
ALBUM
Tod Browning con sus ‘criaturas’
en el set de rodaje de La parada
de los monstruos (1932).
E
n 1932, hace noventa años, se estrenó La parada
de los monstruos (Freaks), una de las películas
más polémicas, audaces y conmovedoras de la
historia del cine. Tod Browning, su director, había cosechado un enorme éxito para Universal Pictures
en 1931 con su adaptación de Drácula (inspirada en la
obra de Broadway, no tanto en la novela de Bram Stoker).
Fue entonces cuando la Metro Goldwyn Mayer fichó a
Browning –que dejó Universal– con el ánimo de que este
superase la notoriedad alcanzada por Frankenstein (1931,
James Whale), de su anterior productora. La trayectoria de
Browning resultaba idónea para ese reto: se le consideraba
un reputado director especializado en films de misterio,
18 MUY HISTORIA
terror y aventuras (más de cincuenta películas entre 1915
y 1932), que se encontraba en la cima de su carrera.
LOS MONSTRUOS MÁS HUMANOS
La popularidad del cine de terror comenzó poco antes de
la Primera Guerra Mundial en Europa y Estados Unidos,
alcanzando entre 1920 y 1935 uno de sus momentos más destacados. Solo hay que echar un vistazo a la siguiente nómina
de clásicos para comprobarlo: El gólem (1920), Nosferatu
(1922), El jorobado de Notre Dame (1923), El fantasma de
la ópera (1925), Metrópolis (1928), Drácula y Frankenstein
(1931), Vampyr y La momia (1932), El hombre invisible y
ALBUM
ALBUM
Una escena de la
película y su cartel
publicitario (dcha.).
En esta película,
a los monstruos
se les humaniza
frente a personajes
“normales” que
actúan de modo
monstruoso
King Kong (1933), El hombre lobo y La
novia de Frankenstein (1935).
Drácula y Frankenstein fueron las
más exitosas quizá por dos motivos:
uno, porque partieron de versiones
teatrales previas que ya gozaban de
un notable éxito en Broadway; dos,
porque fueron rodadas dentro de la
industria estadounidense, que, a la
larga, se impondría al resto.
Al igual que las anteriores, La parada
de los monstruos tenía como telón de
fondo un texto literario (Espuelas, de
Tod Robbins), pero el trabajo de Browning no fue, a diferencia de Frankenstein, Drácula y otras, una película sobre monstruos. La
palabra inglesa freak designa lo anormal, lo anómalo o lo
informe, no tanto lo monstruoso. La traducción del título
original Freaks por La parada de los monstruos resulta
inadecuada y nos confunde, aunque no tanto como confundió a las audiencias de los años 30: esperaban monstruos
ficticios y se encontraron con discapacitados reales.
Tanto Jeffrey Jerome Cohen en su Monster Theory (1996)
como Maria Beville en The Unnameable Monster in Literature and Film (2013) han trabajado de manera extensiva
y brillante sobre ese concepto (remito al lector a esos textos). Yo, desde mi sensibilidad como espectador, quizás
querría sugerir o subrayar –pues se encuentran implícitos
en los trabajos anteriores– dos elementos más: uno, que el
monstruo constituye una representación de lo irracional
e inconsciente; dos, que esa representación se efectúa a
través de lo ficcional y lo imaginario.
Creo que es justo por eso por lo que La parada de los monstruos no es una película sobre monstruos, sino algo diferente.
Aquí la mayoría de los personajes no parecen tales, es decir,
entidades de ficción, ya que apenas existe distancia entre lo
que son (discapacitados) y lo que representan (discapacitados). Incluso me atrevería a decir que no interpretan real-
mente un papel, o no al menos como
sucedía con Bela Lugosi en Drácula o
Boris Karloff en Frankenstein. En la
obra de Browning, los freaks son mostrados del mismo modo en que se hacía antiguamente en los circos y ferias,
solo que al contrario de lo que ocurría
en esos espectáculos se les humaniza,
se les concibe como seres humanos,
contrastándolos con otros personajes
aparentemente normales, sin taras físicas o psíquicas, que sí se comportan
de un modo “monstruoso”, a pesar de
no ser discapacitados.
En ese aspecto, resulta muy llamativo y
desconcertante insertar la película en su contexto histórico,
a la luz de las teorías partidarias de la eugenesia desarrolladas en Occidente por esa época (no solo en Alemania y
Estados Unidos). Sin embargo, nada hay de monstruoso en
el comportamiento de los discapacitados de Freaks. Quizá
sea precisamente por eso, por su condición realista, por lo
que la película trastocó los esquemas imperantes en el cine
y la sociedad de su tiempo, llegando a ser prohibida por
obscena e inmoral. Aquí, al contrario de lo que acontecía en
Drácula, Frankenstein o El hombre invisible, no se mostraba
a seres perversos e imaginarios que eran derrotados para
restablecer “el orden del mundo”, sino a discapacitados que
seguirían existiendo tal cual aparecían en la pantalla una
vez que la proyección hubiera terminado.
La parada de los monstruos se volvió a estrenar en el Festival de Venecia de 1962 con el beneplácito de la crítica,
y a partir de los años setenta se convirtió en un referente
ineludible de la contracultura y de la propia historia del
cine. Sin ella, películas como Cabeza borradora (1977) o
El hombre elefante (1980), de David Lynch, o el deslumbrante episodio titulado Meal ticket que aparece en La
balada de Buster Scruggs (2018), de los hermanos Coen,
MH
jamás se hubiesen rodado o no serían lo mismo.
MUY HISTORIA 19
ORIGEN Y
ESPLENDOR
DE LOS SAMURÁIS
Hay diversas teorías historiográficas
acerca de la procedencia –cazadores,
marineros, protectores de campesinos,
forajidos– de estos guerreros nipones,
que vivieron su etapa de máximo auge
entre los siglos XII y XVII.
DRA. MARÍA LARA MARTÍNEZ
PROFESORA DE HISTORIA MODERNA, EMBAJADORA
DE LA MARCA EJÉRCITO Y ESCRITORA
L
a aparición del samurái se sitúa en torno al
siglo X. Se utilizaron diversos vocablos para
aludir al guerrero, pero se impuso el de saburai, esto es, “servidor”, y de ahí se popularizaría
“samurái”. Hay hipótesis que apuntan a que los
primeros samuráis eran soldados-cazadores
en las provincias del este y otras que indican que eran
soldados-marineros del oeste, o que protegían fincas
agrarias. También se habla de la supuesta legalización,
mediante el desempeño de las armas, de forajidos que
mantenían contactos comerciales con comunidades
agrícolas.
DE LAS ARMAS A LA POLÍTICA
En el siglo X ya estaban definidas las dos señas de identidad de los samuráis: la propiedad de la tierra y su potencial bélico. Inicialmente, el samurái era el guerrero,
sin connotaciones políticas, aunque en 200 años el término, además de hacer referencia al soldado en lucha,
designaría a la élite militar que gobernaría Japón.
20 MUY HISTORIA
ALBUM
SOLDADOS DE ÉLITE. A partir del siglo XII, los
samuráis fueron un prestigioso cuerpo militar y político.
Copia de un dibujo de Okumura Masanobu de un
samurái que se cubre la cara con un sombrero.
MUY HISTORIA 21
ASC
EL PODER
DEL SOGÚN.
Esta especie de
valido era quien
gobernaba en
realidad, y no el
emperador.
Arriba, retrato
(siglo XIV) del
sogún Ashikaga
Takauji (13051358), fundador
del sogunato
Ashikaga.
22 MUY HISTORIA
Este viraje se explica debido a que, a partir de finales del siglo XII, se instituyó la figura
del sogún, el jefe máximo de los samuráis, que
acabaría derivando en un cargo parecido al de
valido (si lo comparamos con la organización política europea), pues llevaba las riendas del país
mientras que el emperador quedaba en la sombra
como mero espectador de los sucesos.
Las Guerras Genpei se llaman así por la suma de
la primera sílaba del nombre de los dos bandos
de samuráis en litigio: los Genji y los Heike. Las
pendencias eran continuas entre ellos. Los últimos detentaban el poder y su cabecilla, Kiyomori,
había maltratado a la nobleza. Para defenderse, la
aristocracia pidió ayuda al otro clan samurái, el de
los Genji. Yoritomo, jefe de los Genji, con la ayuda
de su primo Kiso y de su hermanastro Yoshitsune,
concitó los ánimos para luchar contra los Heike y
emprendió una guerra que duraría 5 años, desde
1180 hasta 1185. En aquel lustro, en las sociedades
ibéricas, Alfonso VIII de Castilla y los otros reyes
peninsulares luchaban contra los almohades.
El 25 de abril de 1185 tuvo lugar la batalla decisiva, la de Dan-no-ura. Se desarrolló entre las
grandes islas de Honshu y Kyushu. Es un episodio famoso en la historia de Japón, que causó
gran impacto y perdura hoy en la memoria. La
flota que los Genji habían logrado reunir estaba
formada por 3.000 naves, mientras que la de los
Heike contaba con un millar de navíos y con varias decenas de embarcaciones chinas.
La superioridad técnica parecía ser de los Genji,
aunque antes de aquella jornada del 25 de abril
iban ganando los Heike. Un cambio de marea
hizo que la victoria fuera para los Genji. El mar
se tiñó de rojo por la sangre de los samuráis caídos. Los supervivientes de los Heike, cogidos de
la mano de dos en dos, se lanzaron al mar con
sus pesadas armaduras antes de ser hechos prisioneros por el clan rival.
Entre estas víctimas voluntarias se encontraba la
viuda de Kiyomori, el líder de los Heike, que se
echó a las aguas con su nieto, el emperador niño
Antoku, en brazos. Conforma una de las estampas más trágicas de la historia de Japón. La etnografía afirma que los caparazones de los cangrejos pescados en Dan-no-ura parecen reproducir
el rostro desesperado de los suicidas.
En Dan-no-ura fue derrotado el poder político de la corte imperial. Desde entonces hasta la
revolución Meiji, los samuráis marcaron la norma. De Dan-no-ura salió triunfante Yoshitsune,
CLANES
ENEMIGOS.
ALBUM
En las Guerras
Genpei (1180-1185)
se enfrentaron los
samuráis del clan
Heike y los del clan
Genji, uno de cuyos
antepasados
protagoniza La
historia de Genji
(1010; izda.,
ilustración), de la
escritora Murasaki
Shikibu, que se
considera la primera
novela moderna de
la historia.
Inicialmente, el samurái era el guerrero, pero 200 años
después el término designaría a la élite gobernante
ganador de las Guerras Genpei. Con 26 años fue
el samurái más famoso, pero no pudo vivir mucho porque su hermano Yoritomo lo persiguió
durante cuatro años y terminó con su vida a la
edad de 30. La biografía de Yoshitsune ha sido recreada en películas, videojuegos, series de
manga y anime.
La etapa de apogeo del dominio militar de los
samuráis se correspondió con el periodo Sengoku, que se inició en 1467. Este estuvo marcado por la lucha entre clanes y dio al tránsito
de la Edad Media a la Edad Moderna nipona
un sesgo de inestabilidad.
En 1466, los bonzos (monjes budistas) bajaron
con armas a Kioto desde el monte Hiei. En 1480,
ante el despliegue de los wokou (piratas japone-
ses), asesorados por chinos, la corte de los Ming
prohibió el comercio con Japón, pero siguió habiendo contrabando. En la península ibérica se
desarrollaba en esos momentos el reinado de Isabel y Fernando; en 1492, Castilla enviaba a Colón
a buscar Cipango navegando hacia el oeste e inesperadamente tenía lugar el descubrimiento de las
Indias, continente luego llamado América.
Isabel la Católica acababa –en 1479– de vencer a su
supuesta sobrina, Juana “la Beltraneja”, en la guerra
civil castellana, y las arcas estaban vacías de dinero.
Lo mismo sucedía en Japón. En 1500, el cadáver
de Go-Tsuchimikado (103º emperador de Japón)
estuvo seis semanas insepulto por carecer la casa
imperial de monetario para los funerales.
Los samuráis tuvieron un poder casi ilimita-
MUY HISTORIA 23
ASC
BATALLA DE
DAN-NO-URA.
>>>tado hasta el comienzo del sogunato To-
LA EMBAJADA KEICHO
kugawa en 1603, etapa que se extendería hasta
1868. El sistema recibe el nombre de un terrateniente samurái llamado Tokugawa Ieyasu. Fue
sorprendente que, al convertirse en sogún, quisiera reducir los privilegios de la casta guerrera.
No obstante, este proceso de fortalecimiento del
emperador ante el sogún y los samuráis no culminaría hasta el último tercio del siglo XIX, con
la Restauración Meiji.
En el siglo XVII Japón desplegó un contacto con la
monarquía hispánica que puede ser considerado
como paradigma del diálogo entre Oriente y Occidente, entre la filosofía de los samuráis, inamovible durante centurias, y la mentalidad del Siglo de
Oro español, marcada por el peso de la Iglesia y las
batallas de los Tercios. Esta misión fue conocida
como “embajada Keicho”, porque Keicho es la era
japonesa comprendida entre 1596 y 1615.
La embajada Keicho empezó a fraguarse, de
improviso, en 1609. Don Rodrigo de Vivero,
gobernador de Filipinas, resultó sorprendido
en su tornaviaje por una tormenta que arrastró
el San Francisco desde la latitud de la isla de
Guam hasta la costa japonesa de Chiba, donde
naufragó. Los nipones trataron con cordialidad
a los 317 supervivientes y, tras el salvamento,
la tripulación compareció ante el sogún en Edo
(Tokio) y Sunpu.
En la época en la que jesuitas y franciscanos
competían por el monopolio del cristianismo
entre los japoneses, un heredero del amor a la naturaleza de Asís, Luis Sotelo, convenció al señor
de Sendai de los beneficios que reportaría una
embajada a Roma. Con ayuda de los náufragos
que quedaban por aquellos lares, se empezó a
construir en la península de Ojika un bajel denominado por los japoneses Mutsu Maru y por
los españoles San Juan Bautista.
La embajada Keicho fue encabezada por Hasekura Tsunenaga y Luis Sotelo. El samurái había
dado muestras de su heroísmo en los conflictos
de Corea de 1591 y 1607. El franciscano, descendiente de una ilustre familia sevillana de origen
ASC
Fue el choque
naval decisivo
de las Guerras
Genpei, librado
el 25 de abril de
1185 (arriba,
pintura, s. XII).
HONSHU. Es la isla más grande y poblada de Japón (en el mapa, en verde)
y alberga todas sus sucesivas capitales: Kioto, Nara, Kamakura y Tokio.
24 MUY HISTORIA
“NO TOCABAN
LA COMIDA CON
LOS DEDOS”
a expedición Keicho quería llegar a Roma
para que el pontífice aprobara un episcopado franciscano en el noroeste de
Japón. El mal tiempo varó los buques en el
puerto francés de Saint-Tropez en octubre de
1615. Fue el primer contacto de Francia con
los samuráis.
La nobleza local tuvo ocasión de rendirles homenaje y, también, de observarlos minuciosamente. Los anfitriones tomaron ciertas notas
que detallan el comportamiento de los emisarios asiáticos:
“No tocaban la comida con los dedos, sino
que usaban para comer dos pequeñas varas
que sujetaban con tres dedos. Se sonaban la
nariz en papeles de seda suave del tamaño
de una mano, que nunca usaban dos veces;
los arrojaban al suelo después de usarlos, y
les complacía ver a nuestros sirvientes precipitándose a recogerlos. Sus espadas cortaban tanto que podían partir una hoja de papel
solo con ponerla sobre el filo y dejar que el
viento soplara sobre ella”.
ASC
L
El fortalecimiento del emperador ante el sogún y
los samuráis culminó con la Restauración Meiji
judío, había estudiado en Salamanca y evangelizado Nueva España y Filipinas, y en 1608 viajó
a Edo, ya que en esa fecha Paulo V autorizó a
los franciscanos y a los dominicos a predicar en
Japón, hasta entonces monopolio jesuítico. Enterado de la protección del terrateniente de Sendai
hacia los cristianos, se refugió allí y, al instante,
se ganó su confianza.
El 28 de octubre de 1613, el galeón se dirigió
hacia Acapulco, en Nueva España. A finales de
enero de 1614, la embajada Keicho se hallaba
en la ciudad de México y, superada la escala
en La Habana, el 30 de septiembre de 1614 sus
miembros divisaron Sanlúcar de Barrameda
(Cádiz). El duque de Medina Sidonia envió carrozas para honrar a los embajadores de Asia y
les aparejó dos galeras que los condujeron río
Guadalquivir arriba.
En Coria del Río, población de 2.000 habitantes
que en el siglo XVII vivían de la pesca fluvial y
la cría de caballos, algunos japoneses creyeron
hallar el Paraíso terrenal y, mediante el mestizaje,
el séquito de Hasekura echó raíces en Andalucía.
En el registro parroquial de Santa María de la Estrella, el apellido Japón está presente desde dicha
centuria. En la España Moderna era común usar
los topónimos como gentilicios y, en el presente,
de los 30.000 habitantes del municipio, alrededor
de 1.000 pertenecen a este linaje.
De Coria pasaron a Sevilla. Fueron hospedados
como príncipes en los Reales Alcázares y aprovecharon para visitar la catedral gótica y subir a la
Giralda. Una semana después, fueron atendidos
por el cabildo y Hasekura hizo entrega de la catana y del sable corto como presentes del daimio.
Con dos carros, dos literas y 22 acémilas de monta y carga desplegadas sobre el camino, vieron
Córdoba, Toledo y finalmente Madrid. La pareja
afrontaba el reto con entusiasmo, si bien desde
el Consejo de Indias, la Casa de Contratación y
el virreinato se sucedían los informes negativos
remitidos a Felipe III. Aparte de los dispendios
ocasionados durante la estancia mexicana, se
acusaba a fray Luis de haber abandonado su demarcación sin licencia del prelado.
En la villa y corte se alojaron en el convento
TOKUGAWA
IEYASU.
Este antiguo
samurái fundó el
sogunato
Tokugawa
(1603-1868) y
redujo los
privilegios de la
que había sido
su casta.
MUY HISTORIA 25
LA IMAGEN DEL
SAMURÁI
nicialmente, la silueta del samurái no
era la del espadachín, sino la del arquero a caballo. La espada fue cobrando
peso frente al arco en épocas de paz,
convirtiéndose la catana (una suerte de
alfanje) en su símbolo, aunque también
empleaban flechas y armas de fuego.
La condición de samurái se transmitía
hereditariamente. Los campesinos
sentían miedo ante los samuráis porque iban
armados. Sin embargo, la aristocracia
los despreciaba por derramar sangre,
de manera que no quería relacionarse con el
estamento guerrero para no contaminarse.
Los samuráis seguían un código ético
conocido como bushido, “el camino del
guerrero”. Algunos aspectos significativos
de su pauta moral eran la autodisciplina, el
respeto y la lealtad hacia su maestro, dueño
o daimio (señor feudal de Japón, desde el
siglo X hasta el XIX).
I
ASC
>>>de San Francisco y el 30 de enero de 1615
HASEKURA TSUNENAGA. El samurái (1571-1622) protagonista de la
expedición Keicho retratado a su paso por Roma por Archita Ricci.
26 MUY HISTORIA
fueron recibidos por Felipe III, que debió de henchirse de gozo al escuchar a Hasekura: “Así yo,
viniendo de una región desprovista de la luz del
cielo a estos reinos de cristianos para encontrarla, y compareciendo ante su real presencia, que
es un sol de cristiandad que ilustra el mundo...”.
En una suntuosa ceremonia, que contó con
la asistencia de la familia real, el 17 de febrero
Hasekura fue bautizado en el monasterio de las
Descalzas Reales como Felipe Francisco (nombres del monarca y del duque de Lerma). Los
embajadores quedaron muy satisfechos con las
fiestas y los torneos celebrados en su honor, especialmente con los juegos de cañas.
No obstante, muy pronto Pedro de Leganés,
guardián del convento de San Francisco, empezó
a pedir que se buscara otra casa a los japoneses
que tenían alojados en la enfermería para evitar los contagios por tabardillo que se estaban
produciendo. El periplo continuó por Alcalá de
Henares, adonde llegaron el 22 de agosto y en
donde los acogió la comunidad franciscana. En
la universidad fueron recibidos igualmente con
honores por el rector y los estudiantes. A los dos
días, se encaminaron a Daroca, y luego estuvieron en Zaragoza y en Barcelona.
Ya en la península itálica, el Senado de Roma
honró a Hasekura con el título de ciudadano. El
3 de noviembre de 1615, el anciano Paulo V es-
SHUTTERSTOCK
SHUTTERSTOCK
DE CORIA
A ROMA.
La embajada Keicho fue
paradigma del diálogo
entre Oriente y Occidente
en el siglo XVII
cuchó a fray Luis y también a Hasekura, que, en
la cámara asignada para su asueto, había reemplazado el vestido negro por el traje de colores, el
apropiado para comparecer ante los soberanos. A
mediados de mes, su secretario fue bautizado en
San Juan de Letrán, y el 25 de diciembre el propio
samurái recibió la confirmación junto al Tíber.
El hospedaje, en el convento de Santa María de
Aracoeli, corrió a cargo del erario pontificio.
El 7 de enero de 1616, la comitiva salió de Roma.
El papa había dado muy buenas palabras a fray
Luis, pero, al decir adiós a la Ciudad Eterna, una
zozobra inexplicable advirtió al hermano de que,
tal vez, las hermosas intenciones se quedarían
encerradas en la cripta de San Pedro.
En marzo la embajada se adentró por segunda
vez en España, mas el cariz del regreso distaba del
olor de multitudes que había marcado su anterior
entrada. El Consejo de Indias, con su habitual
animadversión en idénticas proporciones hacia
Sotelo y hacia los gastos, exigió que se dirigieran a
Sevilla sin parar en Madrid, con vistas a que embarcaran lo antes posible en la flota de México. Pero, cuando llegó el día de zarpar, subieron a proa
20 japoneses y dos franciscanos.
Hasekura fingió problemas de salud y, al parecer, a fray Luis se le había fracturado una pierna. Los internaron en el convento de Nuestra
Señora de Loreto, en Espartinas, a la espera de
que se recuperaran y, al año, en julio de 1617,
los oficiales de la Casa de Contratación y del
Consejo de Indias suspiraron aliviados cuando
los devolvieron a Asia.
Aunque Madrid y Roma consideraron de poca
monta esta delegación oficial, pues había sido
promovida por una autoridad menor, a la larga
se elevó a la condición de hito en las relaciones bilaterales. A corto plazo, lamentablemente ni Sotelo ni Hasekura lograron imponer la
política de la simpatía que preconizaban. Tras
recorrer en 7 años casi 50.000 kilómetros, el
samurái fue encarcelado por orden del sogún
y murió pobre, sin su casaca de gola blanca.
Al religioso lo devoraron las lenguas de la
hoguera. Nunca ciñó la mitra, pero Pío IX lo
beatificaría el 7 de julio de 1867. La felicidad
inmediata solo alcanzó a los japoneses que se
avecindaron a orillas del Guadalquivir. MH
A la izquierda, la
iglesia de Santa
María de la
Estrella (Coria
del Río, Sevilla).
Sobre estas
líneas, convento
y basílica de
Santa María de
Aracoeli (Roma).
MUY HISTORIA 27
GETTY
LOS CA B A L L EROS A N DA N T ES N IPON ES
EL CAMINO DEL
En el Japón del siglo X, surgió
una nueva casta guerrera de
especialistas en el arte militar:
los samuráis. Regidos por un
particular código, el bushido, eran
leales caballeros de su señor.
ALBERTO PORLAN
ESCRITOR Y FILÓLOGO
SHUTTERSTOCK
TRADICIÓN
RECREADA.
El pintor y
dibujante
academicista
francés
Alphonse de
Neuville publicó
en 1867 en la
revista Le Tour
du Monde esta
ilustración
(General y
oficiales
japoneses
vestidos a la
antigua usanza
militar), basada
en fotografías
de la época.
30 MUY HISTORIA
H
oy en día, una camisa de caballero
puede cubrir el pecho de cualquier canalla, porque usamos el término “caballero” para referirnos a todo varón a
partir de una cierta edad. No obstante,
también distinguimos con esa palabra
a aquel de quien no se esperan actitudes indignas. Y esa segunda acepción, mucho más noble,
es fruto de la historia.
En los siglos X y XI apareció un fenómeno casi
simultáneamente en el islam, Europa y Japón: el
de los guerreros especialistas. En las tierras musulmanas surgieron los fityan, jóvenes entrenados
y versados en las técnicas militares que vagaban
sin señor por Irak y por Persia en busca de una
oportunidad para desarrollar las virtudes que
les habían inculcado sus maestros. A su vez, en
Europa, los caballeros fueron tomando cuerpo a
partir de la preponderancia militar que demostraron los cuerpos de caballería, mucho más rápidos y poderosos en la batalla.
GUERREROS MONTADOS
Esa eficacia los convirtió en una élite superior a
la infantería, y más si tenemos en cuenta que el
guerrero montado necesitaba realizar un notable
desembolso para completar el equipo que requería su actividad. Solo los miembros de familias
pudientes, la nobleza y la pequeña nobleza, estaban en situación –gracias a los privilegios heredados– de entrenar a sus vástagos y dotarlos de
la parafernalia propia de un guerrero montado,
de tal modo que el dinero también fue un factor
clave en la aparición de la caballería occidental.
Muy contados individuos provenientes de las clases inferiores –los caballeros pardos– merecieron
por su destreza y su valentía ser reconocidos oficialmente como caballeros.
El poder siempre ha abierto los brazos a los especialistas militares. Hoy los llamamos mercenarios
porque luchan por la paga. Pero en los siglos en
que no se reconocía sino el poder feudal, cuando
los territorios eran islas rodeadas de otras islas
acechantes, atentas a mejorar su estado a expensas unas de otras, los señores sobrevivían gracias
a especialistas cuya condición más estimada era
la fidelidad: el dinero no resultaba tan importante, y además el señor estaba moralmente obligado a ser generoso. Entre nosotros, el arquetipo
pintiparado es el Cid, cuya epopeya no es sino
la del vasallo que busca patéticamente un buen
señor a quien servir.
Esas fueron también las condiciones generales
que alumbraron a los samuráis en el remoto Japón. La agitada historia del medievo japonés sumió a las islas en un período feudal tan profundo
como el que se vivía en Europa, aunque con sus
particularidades específicas. Parece que siglos antes de que existieran samuráis ya se designaba con
ese nombre a ciertos servidores no militares de
los señores feudales, y que más tarde se reservó el
término para aquellos vasallos que demostraban
mejores capacidades en el empleo de las armas:
guerreros especialistas al servicio del amo feudal.
Como es natural, esa relación entre el poder y la
fuerza ejecutiva exigía reglas muy estrictas por
ambas partes. Del lado de los samuráis, fidelidad
total; del lado de los señores, justicia en las órdenes, porque un samurái no era un sicario al que
encargar asesinatos por capricho, ira o codicia.
Para aquellos hombres había una sola manera de
actuar en el mundo, y esa línea de conducta la
trazaba el código moral llamado bushido.
CÓDIGOS CABALLERESCOS
El término bushido está formado por tres palabras
japonesas enlazadas: guerrero, jinete y camino. Es
innegable la analogía con nuestros caballeros andantes, quienes poseían asimismo su propio código, que nos transmite o resume en el siglo XIII el
mallorquín Ramon Llull. Y también los caballeros
musulmanes lo tenían: ellos lo llamaban futuwwa.
A pesar de ser independientes y de que no se debieron nada en su origen unos a otros, los tres códigos coinciden notablemente en sus requerimientos morales básicos: honradez, veracidad, lealtad,
valor, decencia y dignidad. Y esa coincidencia
entre ámbitos sociales tan distintos es algo
ASC
En los siglos X y XI
surgió casi a la vez en el
islam, Europa y Japón
el fenómeno de los
guerreros especialistas
LA MUERTE POR
DESHONOR
l suicidio ritual o seppuku (arriba, ilustración) es algo que los occidentales nunca
hemos llegado a comprender. Abrirse el
vientre por deshonor es algo que no entra en
nuestras mentes, pero está lleno de sentido
para el código samurái. En una sociedad como fue la japonesa, la vida sin honor no merecía la pena ser vivida. Era como afrontar la
existencia después de saber que se padece
una enfermedad incurable. Y, al menos, la ceremonia estaba revestida de dignidad. Lord
Redesdale Mitford nos ha dejado una terrible
descripción del seppuku de Taki Zenzaburo,
el oficial a cargo de las tropas que dispararon contra los europeos en Kobe a mediados
del siglo XIX. Los espectadores occidentales fueron conducidos a un salón imponente
y tomaron asiento. Al poco, entró Zenzaburo
vestido con sus galas ceremoniales y acompañado por su kaishaku, un alumno escogido
por su destreza con la espada. Ambos saludaron ceremoniosamente y subieron al estrado.
Un oficial entregó a Zenzaburo la afiladísima
daga wakizashi y este la aceptó con una inclinación. Luego, se declaró culpable del cargo,
se desnudó hasta la cintura y, según Mitford,
se clavó la daga profundamente a la izquierda,
debajo de la cintura, la llevó lentamente hacia
la derecha, la hizo girar y la movió hacia arriba sin mover un músculo de la cara. Extrajo la
daga, se inclinó hacia adelante y estiró el cuello para que el ayudante que lo acompañaba
lo decapitara de un solo tajo. La cabeza rodó
por el suelo. El kaishaku hizo una profunda reverencia, limpió la hoja de su espada con una
hoja de papel y recogió solemnemente la daga
manchada de sangre que usara Zenzaburo.
E
MUY HISTORIA 31
SOGUNES,
DAIMIOS Y
SAMURÁIS.
SHUTTERSTOCK
Durante el
sogunato
Kamakura, el
daimio Takezaki
Suenaga (arriba,
a caballo en una
ilustración)
luchó con su
ejército de
samuráis contra
los mongoles.
Abajo, modelo
de armadura y
máscara
samuráis.
32 MUY HISTORIA
sobre lo que vale la pena meditar. Europeos
y musulmanes añadían a estos valores la defensa de sus respectivas religiones, pero los samuráis
no necesitaban ser paladines de su fe. El bushido,
desde luego, estaba impregnado de confucianismo y sintoísmo, aunque no era imperativamente
religioso como los otros dos. Digamos que había
interiorizado los principios morales de su religión,
pero no precisaba luchar contra ninguna otra. Para sintetizar el bushido, un conocido samurái lo
explicaba así: “Tomar la decisión de morir cuando
es correcto morir y de matar cuando es correcto
matar”. Sin embargo, también hay quien dice que
en nombre del código de guerreros se cometieron
bárbaros excesos. Una tradición japonesa refiere
que un aldeano que avisó a un samurái de que una pulga le estaba
recorriendo la espalda fue inmediatamente partido en dos por la espada
del guerrero, que se ofendió por sentirse
asimilado con una bestia.
En el siglo XII, el poder feudal lo ostentaban los daimios, sobre los
que se encontraba la autoridad
del sogún, el jefe supremo del
ejército que estaba teóricamente a las órdenes del emperador, pero que en la práctica era quien tomaba las decisiones. Los daimios, a su
vez, controlaban fuerzas
militares propias, cuyos
elementos más efectivos eran los samuráis.
En esas condiciones,
se entiende que se
produjesen constan-
temente escaramuzas, batallas y matanzas a lo
largo de una terrible época que se prolongó nada
menos que medio milenio, desde el siglo XII al
XVII. Durante ese tiempo, la supremacía de un
sogún sobre todo el país nipón solo se produjo
dos veces: con el sogunato residente en la ciudad
de Kamakura, que duró 40 años, y con el sogunato Ashikaga, establecido cerca de Kioto, que
prevaleció dos siglos y medio. Pero durante esas
épocas tampoco hubo estabilidad ni paz duradera, y esto sin contar con los dos intentos de invasión de las islas por parte de los temibles ejércitos
mongoles durante el imperio de Kublai Kan.
MONGOLIA ATACA
Los samuráis tuvieron ocasión de medirse por
primera vez con tropas extranjeras cuando los
mongoles desembarcaron en la isla de Kyushu,
considerada como la cuna de la civilización nipona. Kublai había enviado toda una serie de
embajadores sucesivos explicando que era el
amo de toda Asia y que por tanto Japón debía
entregarse a su imperio. Los japoneses dijeron
no, y en 1274 Kublai preparó una flota de mil
barcos y 30.000 guerreros que fondeó en el norte
de Kyushu. Los samuráis que los estaban esperando en Fukuoka se encontraron frente a unas
tácticas militares completamente distintas a las
que conocían. El enemigo desembarcó máquinas
infernales de guerra (catapultas) y masas de arqueros que cubrían el cielo con sus saetas, pero
se desencadenó una formidable tempestad que
destrozó numerosos barcos mongoles, de forma
que el ejército invasor volvió a los barcos que
aún flotaban y se retiró. Sin embargo, la amenaza mongola continuaba. Kublai volvió a enviar
ASC
Los samuráis empezaron
a recibir como pago tierras
y posesiones, lo que los
convirtió en daimios o
señores feudales
embajadores en 1279, esta vez un grupo de cinco
notables a los que el sogún Kamakura ordenó
decapitar sin más preámbulos. En respuesta, el
Gran Mongol reunió y adiestró a 160.000 hombres, los embarcó en una flota compuesta por
4.000 naves, la mayor conocida hasta entonces,
y la expidió hacia Fukuoka.
Aunque habían fortalecido con un sólido muro defensivo la bahía de Hataka, los samuráis
de Kamakura no lograron reunir más de 40.000
hombres de armas, lo que los situaba en una proporción numérica de 1 a 4 frente a los invasores.
Era una catástrofe segura, pero de nuevo llegaron
en su ayuda los elementos: un tifón irresistible
deshizo la escuadra enemiga y la temida derrota
que habría puesto a las islas bajo el dominio del
Kan no llegó a producirse. Los japoneses interpretaron el acontecimiento como una prueba de
la ayuda celestial a su causa y bautizaron a aquél
tifón con el nombre de “kamikaze” o viento divino. Los portaaviones estadounidenses volverían
a recibir aquel viento en plena cara durante la
Guerra del Pacífico, siete siglos después.
Tras aquellos dos intentos de invasión, las luchas intestinas proliferaron en las islas japonesas. Los samuráis recibían como pago por sus
servicios tierras y posesiones, de manera que
ellos mismos se convirtieron en daimios y el
sistema feudal se fragmentó todavía más. Algunos samuráis asumieron el papel de jefes de
ejércitos propios, capaces de decidir el resultado
de las incesantes batallas entre familias de grandes señores feudales con aspiraciones de ocupar
el trono imperial. En aquel feroz ambiente fue
cuando se consolidaron las técnicas y las armas
que harían de los samuráis uno de los grupos
militares más eficaces y temidos del mundo.
TRADICIÓN EN TORNO AL TÉ
a cortesía es el lenguaje de los caballeros, y
Japón es el país de la cortesía. Esta arraigada tradición nipona es tan exquisita que se
convirtió en una obra de arte. Una muestra de
ello es la Cha-no-yu o ceremonia del té (dcha.,
ilustración), que resulta fascinante por su elegancia y sofisticación. Asistir a este ritual por
parte de un samurái significaba dejar a un lado
toda la rudeza de las maneras militares y penetrar en un ámbito cortés concebido para inspirar calma, paz y orden espiritual.
No hay exhibición ni espectáculo en la ceremonia del té: se trata de un acto deliberado
de respeto mutuo en el que unos seres humanos apaciguan sus mentes en común y
disfrutan durante algún tiempo de una burbuja de tranquilidad y cordura. Solo una civilización tan refinada y cuidadosa en el trato
como la nipona pudo ser capaz de inventar
semejante acto de convivencia.
ALBUM
L
MUY HISTORIA 33
LA FORMACIÓN SAMURÁI
La educación del aspirante a samurái se desarrollaba en dos grandes planos: de una parte la
técnica militar y, de otra, el espíritu del bushido, de manera que ambas se complementasen.
Se trataba de formar hombres de acción lo más
perfectos posible, sin hacer de ellos eruditos ni
fanáticos embrutecidos por la sangre. La religión
era algo accesorio y estaba reservada a la casta
sacerdotal. Las ciencias solo servían para mejorar
el dominio de las armas. La literatura y la poesía constituían un entretenimiento, una afición.
En cuanto al pensamiento y a la moral, giraban
en torno a los tres conceptos fundamentales del
bushido: la valentía (yu), la sabiduría (chi) y el
altruismo compasivo (jin). En muchos aspectos, un samurái es un Don Quijote cuerdo para
quien la conducta correcta es la única ley. Inazo
Nitobe, uno de los más finos autores que han escrito modernamente sobre el bushido, compara
al Quijote con un samurái antes de afirmar que
ambos “desprecian el dinero, el arte de ganarlo y
de acumularlo. Para ellos, el lucro es algo sucio”.
Y luego recuerda la magnífica y sucinta expresión japonesa con que se describen las señales de
una era decadente: “Los civiles amaban el dinero
y los militares temían a la muerte.”
ATAVÍOS DEL
GUERRERO.
Este samurái
moderno
(imagen tomada
en un festival
contemporáneo)
va totalmente
equipado:
lanza, catana,
wakizashi,
armadura yoroi
y casco con
máscara.
FORJANDO HOMBRES DE ACCIÓN
En cuanto a la técnica militar, los aspirantes a
samurái tenían que dominar el arco, la lanza, la
espada, la hípica y el jiu-jitsu, además de adquirir
nociones de historia, táctica militar, ética, literatura y caligrafía. Los maestros eran objeto de
veneración. Una frase samurái afirma: “Mi padre
me engendró; mi maestro me hizo hombre”. Y
sin duda eran personas sabias y venerables: escogían a sus discípulos en función de su carácter,
no de su inteligencia. El propósito que los animaba, como se dijo antes, era forjar hombres de
acción, de modo que preferían el autocontrol en
sus alumnos al arrebato furioso o al cálculo frío.
En ese sentido, su ideal se correspondía con el de
la imperturbabilidad o ataraxia griega y era consecuente con la tradicional reserva japonesa a expresar sentimientos en público. Nitobe recuerda
un lamentable dicho que se hizo popular en Japón después de la Segunda Guerra Mundial: “Los
americanos besan a sus mujeres en público y las
golpean en privado; los japoneses las golpeamos
en público y las besamos en privado”.
Cuando el futuro samurái cumplía cinco años era
revestido con ropa militar, tal como en España
se viste aún a los niños que hacen la primera comunión de marinero o de almirante; con la diferencia de que al niño japonés se le entregaba
34 MUY HISTORIA
El bushido giraba en
torno a tres conceptos: la
valentía (yu), la sabiduría
(chi) y el altruismo
compasivo (jin)
una daga auténtica, aunque sin filo, con la que
debía vérselo siempre que saliera de la casa de su
padre. Años después, el infante recibía permiso
para afilar el arma, y a los 15 se le reconocía el
estatus de adulto y se le permitía portar la espada
larga (catana) y la corta (wakizashi). El estoque
del samurái tenía connotaciones casi místicas
para su dueño y también para los artesanos que
los fabricaban. Es difícil encontrar un objeto no
sagrado sobre el que se haya depositado a lo largo
de los siglos más respeto que sobre una antigua
espada japonesa. Sin embargo, los más grandes
ráis supieron adaptarse al nuevo estilo de lucha.
En 1575, la batalla del castillo de Nagashino entre el clan Takeda y Oda Nobunaga demostró
lo que los samuráis arcabuceros podían hacer
frente a la caballería tradicional. Protegidos
detrás de fuertes parapetos, los tiradores de
Nobunaga deshicieron las filas de la caballería
enemiga y los samuráis de Takeda fueron exterminados y decapitados. En el siglo XVII, el
sogunato Tokugawa desencadenó una batalla
legal contra los samuráis que produjo el desmoronamiento de lo que hasta entonces había
permanecido en relativo orden. Centenares de
samuráis se hicieron bandidos o piratas, y otros
muchos se quedaron sin señor pasando a ser
ronin, palabra japonesa que puede traducirse
como “hombre-ola”. Su estatuto social era muy
desairado: resultaban sospechosos, y ningún
daimio quería aceptarlos.
SHUTTERSTOCK
SUBLEVACIÓN CONTRA
EL EJÉRCITO IMPERIAL
entre los samuráis sabían mantenerla en la vaina.
El conde Katsu, samurái de una familia que vivió
una época turbia y sanguinaria, declaró en su ancianidad que le desagradaba en extremo matar, y
que había conseguido no matar a nadie en toda
su vida. Dijo también que los amigos que le aconsejaban comer guindillas y berenjenas para matar
con más soltura habían muerto mucho tiempo
antes que él.
MÁSCARAS TERRORÍFICAS
Tras adquirir el dominio de la espada, el arco
y la lanza, el caballero necesitaba la protección
de una armadura y de un casco. Las armaduras
evolucionaron desde las primitivas de hierro a
las clásicas, llamadas yoroi, más ligeras porque
alternaban el metal con el cuero endurecido en
las partes menos expuestas a las armas enemigas. También se usaban máscaras para la protección del rostro, que además daban al guerrero
un aspecto tan inexpresivo como terrorífico.
Cuando llegaron las armas de fuego, los samu-
La historia de los guerreros del bushido terminó
cuando el famoso samurái Saigo Takamori, decepcionado por la penetración en las islas de la
influencia occidental y la consiguiente pérdida de
las tradiciones ancestrales, se retiró a su región
natal de Satsuma y comenzó a abrir centros de
preparación y enseñanza militar. Su iniciativa tuvo un enorme éxito, y en poco tiempo consiguió
reclutar y formar a miles de adeptos. La región
entera de Satsuma se sublevó contra las tropas
imperiales, pero ya era demasiado tarde, históricamente hablando, para que las espadas vencieran
a las ametralladoras y los cañones del moderno
ejército japonés. En la batalla de Shiroyama, los
300.000 soldados imperiales exterminaron a los
40.000 samuráis rebeldes de Satsuma, entre los
que apenas quedó en pie el uno por ciento. El propio Saigo, coherente hasta el final con su código
de honor, se suicidó cometiendo seppuku o, como
decimos en Occidente, haciéndose el hara-kiri, el
24 de septiembre de 1877.
La era de los samuráis había durado más de 600
años, pero el código caballeresco, el bushido, seguiría alentando a los militares nipones durante
el siglo XX. Aunque los excesos cometidos contra las poblaciones invadidas durante la Segunda
Guerra Mundial en Corea, China y Filipinas no
fueron precisamente caballerescos, ni lo fue la
traidora acción de Pearl Harbor, la ciega resistencia que ofrecieron las tropas regulares japonesas
a los estadounidenses en las islas del Pacífico aún
estaba impregnada de aquel espíritu que había
soplado sobre muchas generaciones de sus antepasados en las tierras del Sol Naciente. MH
MUY HISTORIA 35
COMBATE CUERPO A CUERPO.
A partir del siglo XII, las batallas se convirtieron
en grandes duelos de esgrima en los que cada
samurái luchaba en combate singular con otro,
y la espada o catana pasó a ser el arma más
importante.
ARTE
GUERRA
EL
DE LA
S A M U R Á IS, U N E JÉRCI TO DE ÉLI T E
En el antiguo Japón, la sociedad estaba
militarizada y dirigida por la nobleza, que ejercía
el control de la corte imperial a través de estos
guerreros guardianes del Sol Naciente.
SHUTTERSTOCK
JUAN CARLOS LOSADA
HISTORIADOR Y ESCRITOR
Dado su valor militar como guerreros
profesionales, enseguida pasaron a ser los
protagonistas de los conflictos bélicos
L
a historia de Japón es violenta desde
sus inicios. Primero lucharon entre
sí los aproximadamente cien clanes
que dominaban las islas; luego, contra los coreanos entre los siglos IV
y VII, y más tarde, en el siglo VIII,
contra los rebeldes habitantes del norte. Todo
ello fue conformando una sociedad fuertemente militarizada en la que, obviamente, solo los
más ricos podían tener un buen equipo y tiempo
para entrenarse, por lo que fue formándose una
élite militar que acabaría siendo el núcleo de los
ejércitos nipones y que sería la casta dominante
durante ocho siglos: los samuráis.
EL ORIGEN DE LOS GUERREROS
YORITOMO
MINAMOTO.
ALBUM
En el siglo XII,
este sogún (a la
derecha, en una
escultura)
estableció
una auténtica
dictadura militar.
A principios del siglo IX, con la era Heian, los rebeldes del norte de Japón ya estaban sometidos, pero el
fraccionamiento del mando, propio del feudalismo,
alcanzó niveles muy altos. Los emperadores apenas
tenían influencia real, en parte por el gran poder de
la nobleza local, que se fue haciendo con el control
de
la corte, y también porque, influenciados
por el budismo –religión introducida
desde China y Corea–, se fueron enclaustrando (llegando, incluso, a tomar
los votos). La competencia por el poder de los diversos clanes y familias
dio lugar a un clima de constantes
guerras civiles. Por ello era necesario
contar con guerreros de confianza
y bien entrenados y comenzaron a
proliferar esos soldados de élite que
se llamarían samuráis (“los que sirven”), los cuales se fueron consolidando
como fuerza en el
38 MUY HISTORIA
mundo rural alejado de la corte; ligados a la defensa
de la propiedad agraria, transmitían por herencia
su condición. Dado su valor militar como guerreros profesionales, enseguida pasaron a ser los protagonistas de los conflictos bélicos que, durante dos
siglos y medio, mantuvieron a varios clanes enfrentados, sobre todo a dos: los Minamoto y los Taira,
que lucharon en las llamadas Guerras Genpei.
APOGEO DE UNA CASTA
Las guerras civiles no cesaron hasta finales del siglo XII, cuando uno de los grandes señores de la
guerra, Yoritomo Minamoto, logró ser nombrado
sogún y estableció una dictadura militar. Con ello
se inauguraba la era Kamakura, en la que el feudalismo militar alcanzó su cénit; tanto es así que
los intentos del emperador Go-Toba, durante los
inicios del siglo XIII, de volver a hacerse con el
poder fracasaron por completo. Con ello, los samuráis desplazaron a la aristocracia civil imperial
y se ennoblecieron. Los bienes de los derrotados
fueron repartidos entre los nobles vencedores, los
daimios, sometidos por lazos de vasallaje al sogún.
Todos los señores ejercían la autoridad sobre sus
respectivos samuráis, que, a su vez, tenían bajo su
dominio a los humildes campesinos, lo más bajo
de la pirámide social. Los intentos de invasiones
mongolas, en 1274 y 1281, fracasaron en parte por
la decidida resistencia de los samuráis –aunque la
razón fundamental fue el mal tiempo, que impidió
el desembarco de invasores y suministros–, lo cual
les otorgó aún más prestigio e hizo que aumentara
su número, aunque no llegaron nunca a ser más
del 10% de la población. Sin embargo, si hubiesen
logrado desembarcar, los mongoles posiblemente
habrían triunfado. Los arcos compuestos de los
invasores eran más manejables, de mayor número
y alcance que los nipones; además, utilizaban máquinas de guerra que eran letales ante los castillos
japoneses, pobremente amurallados, y sus caballos eran asimismo mucho mejores.
Durante el siglo XIV, con Japón de nuevo inmerso en guerras civiles, los samuráis –espina
dorsal de los distintos ejércitos enfrentados–
fueron creando y perfeccionando su código de
vida y comportamiento. Se sabían el centro del
poder y necesitaban, tanto frente a la sociedad
como ante ellos mismos, creerse y demostrarse
CONSOLIDACIÓN DE UN NUEVO ESTADO
Cuando ambos murieron le llegó el turno del
poder a otro gran samurái, Oda Nobunaga, y
luego a uno de sus generales, Toyotomi Hideyoshi, quien fue el que tomó medidas más drásticas
para debilitar el poder de sus rivales vencidos,
ordenando la demolición de cientos de castillos
y prohibiendo portar armas, sobre todo espadas,
a quienes no fuesen samuráis. Su poder fue tanto
que incluso intentó invadir China y Corea, aunque fracasó en la empresa.
Al empezar el siglo XVII, ya en el período de Tokugawa Ieyasu –también conocido como la era
Edo–, comenzó el lento declinar de los samuráis.
El nuevo sogunato centralizó y unificó definitivamente el país, imponiendo una dictadura
que supuso, de hecho, su pacificación progresiva. Esta nueva situación precisó de la anulación
del poder de los samuráis, pues, si bien en siglos
de guerras eran muy útiles, ahora suponían un
peligro para la consolidación del nuevo Estado.
Se les siguieron permitiendo sus privilegios de
casta guerrera y su derecho a portar espada, pero se les fue impidiendo la posesión directa de
tierras. Esto les supuso abandonar sus feudos y
verse obligados a trasladarse a la ciudad, burocratizándose, y entrar al servicio de sus daimios
como funcionarios, o bien convertirse en simples artesanos o campesinos. A mediados de ese
siglo se les prohibieron, en una vuelta de tuerca
más, los duelos personales, y a finales de la centuria, el entrenamiento de sus prácticas marciales. El período de paz más largo de Japón estaba
acabando con su élite militar.
OCASO SAMURÁI
Muchos de ellos se resistieron de diversas formas a
abandonar su forma de vida. Unos se aferraron al
código de valores, el bushido, encerrándose en su
mundo al margen de la sociedad; otros se proletarizaron dedicándose al campo o la pequeña industria
y otros más se convirtieron en ronin, en samu-
GUERREROS ‘NINJA’
os llamados ninja eran soldados expertos en tareas de sabotaje, infiltración, espionaje y asesinato,
con cierto paralelismo respecto a lo que hoy son
las fuerzas de operaciones especiales de los ejércitos.
Al igual que los samuráis, tenían un entrenamiento exhaustivo en todas las armas y técnicas de combate,
pero, como su fin era muchas veces asesinar, también
eran expertos en el disfraz, el camuflaje y la elaboración de venenos y otras artimañas mortales. Además,
estaban preparados psicológicamente para aceptar las
condiciones más duras, el dolor y la muerte, a la que
debían entregarse antes que traicionar nunca a sus
amos. A diferencia de los samuráis, su cuna no era elevada; además, sus métodos de lucha, aunque eficaces, no eran los aceptados por los estrictos códigos de
conducta honorable de aquellos. Los ninja buscaban
conseguir los objetivos encargados por sus señores sin
importarles los medios, mientras que los samuráis basaban todo su prestigio en acciones públicas y visibles.
Los primeros, aunque muy necesarios y valiosos, eran
despreciados por la clasista sociedad nipona, en contraste con la exaltación de los segundos.
En el clima de las constantes guerras civiles de Japón fueron empleados por todos los daimios, aunque
siempre de forma discreta para salvar las formas. Pero, igual que sucedió con los samuráis, a medida que
se fue instaurando el poder centralizado y, con él, la
pacificación, sus actividades fueron cada vez menos
necesarias, por lo que también entraron en lenta decadencia desde finales del siglo XVI. Abajo, un ninja
luchando en un dibujo de Kunisada (siglo XIX).
L
PHOTOAISA
permanentemente diferentes y superiores al resto.
Por ello desarrollaron una mística y un estricto código de comportamiento que se conocería como el
bushido o “camino del guerrero”.
Desde mediados del siglo XIV y durante las guerras
civiles de los siglos XV y XVI, la casta militar samurái alcanzó su máximo apogeo. Distintos daimios al
mando de sus ejércitos privados compitieron todos
contra todos para hacerse con el poder absoluto y
unificar el territorio. Fue la época de los grandes
samuráis de leyenda, que tan solo por su valor y sus
habilidades militares eran capaces de alcanzar las
más altas cumbres del poder partiendo de los escalones más humildes de la sociedad, y que acababan convirtiéndose en sus propios daimios. En este
contexto se dieron las cinco batallas de Kawanakajima, desde 1553 hasta 1565, que enfrentaron a las
fuerzas de dos grandes samuráis: Takeda Shingen y
Uesugi Kenshin. En el cuarto de los choques llegaron a participar casi 40.000 hombres, alcanzando
las bajas a las dos terceras partes de los mismos.
MUY HISTORIA 39
Con el fin del régimen feudal, la modernización
–impuesta a marchas forzadas– dejó a muchos
samuráis en precarias condiciones
AISLAMIENTO
DE JAPÓN.
Sin embargo, al estar ligados por sus juramentos
de fidelidad a sus respectivos señores, hubo samuráis en los dos bandos. Además, parte de los
más pudientes de entre ellos, que habían viajado
al extranjero y se habían culturizado, comprendieron que solo salvarían la identidad de su país
y lo fortalecerían adoptando ciertos aspectos de
modernización que les ofrecía Occidente, como
en los planos militar e industrial, y no rechazando todo lo extranjero como había hecho China.
FIN DEL FEUDALISMO
Por fin, en 1867, el último sogún Tokugawa cedió
el poder al emperador tras ser vencido; comenzaba la era Meiji, que iba a acabar con el feudalismo. Sabiendo lo inestable de la situación, y
con ayuda extranjera, el emperador se lanzó a
modernizar el ejército comprando armas y buques, reclutando un ejército nacional entre toda
la población y abriendo el país al comercio con el
exterior. Obviamente, parte de los samuráis que
lo habían apoyado se sintieron traicionados. A
SHUTTERSTOCK
Hasta el siglo
XIX, el país del
Sol Naciente se
cerró en banda
a las influencias
foráneas y los
samuráis
siguieron
existiendo,
aunque ya lejos
de su antiguo
esplendor.
ráis sin señor, que podían actuar al margen de
la ley o como simples mercenarios, lo que acrecentaba el recelo que las autoridades sentían hacia ellos.
Sin embargo, el aislamiento de Japón en el plano
internacional hizo que sus estructuras sociales quedasen congeladas, por lo que los samuráis siguieron
existiendo, aunque como una simple sombra de lo
que habían sido centurias atrás.
Durante el siglo XIX, las potencias occidentales
fueron incrementando la presión sobre Japón para poder penetrar en su mercado de más de 30
millones de habitantes, y el país del Sol Naciente demostró su incapacidad militar para hacer
frente a las ambiciones imperialistas. En 1853,
la famosa acción del comodoro norteamericano
M. C. Perry forzando la entrada en la bahía de
Edo rompió el equilibrio de la sociedad nipona.
Los sectores tradicionales, con buena parte de los
samuráis a la cabeza, vieron una humillación en
esta acción. Como el sogún había sido incapaz
de impedirla, volvieron sus ojos al emperador,
estallando nuevas guerras civiles entre los partidarios de la apertura al exterior y los contrarios.
40 MUY HISTORIA
LOS MONJES GUERREROS ‘SOHEI’
os sohei o monjes budistas combatientes (en la ilustración, el que aparece sentado) aparecieron hacia el año 970, cuando los principales monasterios precisaron de ejércitos permanentes para defenderse tanto de asaltantes como de las
ambiciones de otros monasterios, acrecentadas por las divisiones sectarias existentes en el budismo nipón. Eran, como los cristianos de las órdenes religiosas de Tierra
Santa, medio monjes y medio soldados, ya que habían jurado proteger su orden. Los
templos más importantes mantenían ejércitos de varios miles de hombres, y sus principales jefes militares apenas se diferenciaban de los samuráis. Ya en el año 1081,
por ejemplo, miembros del templo de la familia Fujiwara de Kofuku-ji atacaron otros
en el monte Hiei y el Miidera, incendiando el último y saqueando sus tesoros. En otras
ocasiones efectuaban incursiones sobre las capitales –como sucedió en Kioto– exigiendo tributos a las autoridades civiles. Fueron combatientes temibles, pues el factor
religioso añadía un fanatismo suicida a sus actividades.
Su armamento y sus habilidades eran similares a los de los ejércitos civiles. Dada su
importancia militar, los sohei eran codiciados como aliados por los respectivos bandos en las guerras civiles a cambio de donaciones a los templos, siendo el más poderoso y temido el de Enryaku-ji. Pero como consecuencia de la consolidación del
poder central a partir de la segunda mitad del siglo XVI, primero de la mano de Oda
Nobunaga y luego con Hideyoshi y Tokugawa, se fue acabando su poder autónomo;
los templos rebeldes fueron sometidos y sus milicias quedaron disueltas.
diferencia de otros sectores que también habían
apostado por el emperador, algunos clanes –sobre
todo, los de las provincias de Satsuma y Choshu–
no querían suicidarse como casta, lo que significaba que no estaban dispuestos a renunciar al sistema económico feudal y a todo su código cerrado
de valores. Además, la modernización impuesta a
marchas forzadas con el fin del régimen feudal había dejado a muchos sin trabajo y en precarias condiciones económicas. La gota que colmó el vaso fue
la prohibición de portar armas, ya que, a partir de
entonces, solo las podrían llevar los soldados reclutados, en su mayoría, entre los sectores más humildes de la población. Como reacción, en 1876 unos
doscientos autodenominados kamikazes atacaron
la guarnición del ejército imperial en Kumamoto;
los que no murieron por el moderno fuego de los
fusiles se suicidaron a modo de protesta.
REVUELTA MILITAR
Pero la revuelta más importante se produjo un
año después, encabezada por el que está considerado como el último samurái, Takamori Saigo, quien consiguió reunir un ejército de 40.000
hombres al que equipó no solo con armas blancas, sino con fusiles e incluso dos baterías de
artillería. Takamori fue derrotado en las dos batallas en las que se enfrentó al ejército imperial,
que estaba mucho mejor armado y dotado –por
ejemplo, de ametralladoras–, y, tras resultar herido, se suicidó. Quedó demostrado que un ejército de reclutas campesinos, modernizado al estilo
occidental, bien adiestrado y mandado paradó-
ALBUM
L
jicamente por antiguos samuráis, podía ser más
eficaz que la vieja casta militar aferrada a su viejo
código de valores.
En sus inicios, los samuráis eran, sobre todo, jinetes equipados con arcos (yumi), que eran el arma
principal y que fácilmente sobrepasaban los dos
metros de longitud, hechos de bambú o boj y recubiertos de cuerda. Seguía en importancia la espada o catana, pero solo se recurría a ella cuando
se desmontaba para iniciar un combate cuerpo
a cuerpo. Era de un solo filo y ligeramente curvada, de casi un metro de longitud y de apenas
un kilo de peso. Proliferó desde el siglo X como
arma preferentemente usada contra los caballos
y en el XIII ya había alcanzado una gran perfección y era sumamente cara. Se usaba también a
modo de escudo y se sostenía con ambas manos,
y podía cortar limpiamente algunos huesos. Una
segunda espada más corta servía para rematar al
enemigo o suicidarse. A partir del siglo XV se
fue extendiendo el uso de la lanza o yari, que utilizaban tanto los samuráis como los soldados de
inferior categoría. El samurái, aparte de formarse
desde niño como jinete, arquero, espadachín, nadador, buceador y, más tarde, tirador de armas de
fuego, también adquiría habilidades en las artes
marciales, que le permitían matar al enemigo solo con su cuerpo y sus manos desnudas. Llevaba
siempre una armadura, combinación de hierro
y cuero, cuyas piezas iban unidas por cordones
de seda. Un yelmo más o menos cerrado completaba su protección. A sus órdenes combatían
sus sirvientes, campesinos en su mayoría, que
formaban la infantería ligera: los ashigaru,
MUY HISTORIA 41
que con el paso de los siglos fueron cada vez
más numerosos. Todos ellos acudían a la llamada
de sus señores cuando estallaba un conflicto con
todas sus armas y su equipo, que era muy pobre
en comparación al de sus amos. En los primeros
siglos, cuando acababa la guerra, solían volver a
sus quehaceres de propietarios agrícolas, pero el
fortalecimiento de los daimios y de sus recursos
permitió avanzar hacia ejércitos más permanentes, tanto de samuráis como de infantería.
Al principio, cuando el fraccionamiento del poder era muy elevado y había muchos clanes en
guerra, los samuráis buscaban la sorpresa y la
emboscada, por lo que eran los tiempos en que el
disparo rápido de la flecha mientras se cabalgaba
era decisivo, estando los combates más basados
en escaramuzas que en choques de grandes dimensiones. Pero, a medida que se fueron reduciendo los bandos y concentrando el poder,
las emboscadas y los combates por sorpresa
fueron cada vez menos frecuentes y se evolucionó a los choques en grandes batallas campales
que se iniciaban con gran pompa y ceremonia.
INDUSTRIA ARMAMENTÍSTICA
De esta manera, a partir de los siglos XII y XIII,
los enfrentamientos parecían grandes duelos de
esgrima en los que cada samurái luchaba en combate singular con otro, y la espada pasó paulatinamente a ser el arma más importante. Tras vencer
al oponente en el duelo, el samurái lo decapitaba y
entregaba a su señor la cabeza del vencido. La llegada de los portugueses en 1543 fue decisiva, porque puso a Japón en contacto con los arcabuces.
Rápidamente los adoptaron como arma común
en sus ejércitos, desterrando progresivamente al
arco, aunque durante siglos convivieron ambas
armas. Fue el sogún Oda Nobunaga, el antecesor
de Hideyoshi, quien desarrolló la industria local
GIORGIO ALBERTINI
En 1543, la llegada de los portugueses
fue decisiva porque puso a Japón en
contacto con armas de fuego como
los arcabuces
42 MUY HISTORIA
de armas de fuego, equipando en su ejército a 500
arcabuceros que demostraron su efectividad en el
campo de batalla ante la caballería enemiga. Lo
mismo que en Europa, muchos samuráis mostraron su rechazo ante esta arma que, en manos de
un simple campesino, podía matar a un honorable
caballero; pero su desarrollo fue imparable y acabó siendo una constante en la guerra.
Las batallas campales solían iniciarse tras el intercambio de flechas, seguido de diversos duelos
simultáneos a muerte entre samuráis, de alto valor
simbólico y cuyo resultado podía afectar a la moral de los bandos. Seguidamente se lanzaban las
infanterías a la carga bajo el mando de samuráis a
caballo, que también buscaban el combate singular. Poco antes de llegar al cuerpo a cuerpo se disparaban los arcabuces, tras lo cual sus portadores
se retiraban a una segunda fila para tratar de
recargarlos, dejando el peso de la lucha a los
infantes con sus lanzas. En ese momento
ya se había trabado una confusa melé en la que los
samuráis, generalmente ya a pie, podían explotar
todas las ventajas de su armamento y habilidad.
Con su poder destructivo, trataban de causar el
mayor daño posible a sus oponentes. El final de las
batallas también estaba cargado de rituales: ofrendas a los dioses, ceremonia del té y exposición de
los trofeos y cabezas de los enemigos.
Lo mismo que en la Europa medieval, los castillos
jugaron un papel importante en las guerras. Casi
todos eran de madera y sus defensas estaban más
basadas en su posición geoestratégica y topográfica
que en sus murallas o baluartes. Como la artillería
apenas se desarrolló en Japón, no hubo la imperiosa
necesidad de emplear la piedra, que, a lo sumo, solo
se utilizaba para la base de las fortificaciones. En
las tácticas bélicas se perseguía más tomar el castillo, tras rendir a los defensores por hambre, que
conquistarlo al asalto, por lo que sus estructuras
defensivas no son comparables a las europeas. MH
ARMAS Y PERTRECHOS.
En la ilustración, seis ejemplos de
guerreros samuráis de distintas
épocas y unidades de combate, del
siglo X (dcha.) al XVI (izda.), en el
que se añadieron protecciones
metálicas en la cara y se empezó a
portar el shashimono o estandarte.
MUY HISTORIA 43
LAS
ARMAS
DEL SAMURÁI
DE LO FUNCIONAL A LO SIMBÓLICO
A lo largo de la historia de Japón, los samuráis portaron numerosas armas,
cada una hija de su época y circunstancia. Mencionarlas todas supondría un
trabajo enciclopédico, pero aquí intentaremos citar las más relevantes, que
fueron asimismo las más valoradas por esta casta guerrera.
DR. MARCOS A. SALA IVARS
HISTORIADOR (UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID)
A
la hora de adentrarnos en el mundo de las
armas de la nobleza guerrera japonesa –los
bushi o samuráis–, es importante establecer
una serie de clasificaciones diferenciadas,
de forma que el estudio resulte más ordenado. La primera sería la división entre armas
funcionales y armas de estatus, en la que las primeras serían meros objetos para la guerra mientras que
las segundas, además de cumplir su función práctica,
contarían con un importante peso simbólico y protocolario. En el primer grupo estarían las hachas, cachiporras, guadañas y un sinfín de armas de madera
con o sin refuerzos metálicos, tales como bastones de
diferentes tamaños. En el segundo bloque, piezas que
nos son más familiares cuando pensamos en samuráis, es decir, arcos, lanzas, alabardas y, por supuesto, sables o espadas. Es importante destacar que las
armas del primer grupo adquieren su condición de
armas cuando han sido concebidas para el combate
desde su origen, descartándose así un sinfín de objetos domésticos que fácilmente pueden incluirse en
44 MUY HISTORIA
arsenales de campesinos o del imaginario ninja.
Otra forma de clasificarlas sería por su valor económico
y artístico; obviamente, el primero de los grupos serían
aquellas armas de escaso valor dentro de la ya mencionada dimensión funcional. Sin embargo, también dentro del segundo grupo podemos encontrar armas como
el jutte, que definía a algunos cuerpos samuráis del periodo Edo (1603-1868), o el arco y la flecha, símbolo del
samurái hasta casi el siglo XV, que rara vez alcanzaban
un alto valor económico o artístico, salvo contadas excepciones más protocolarias que funcionales. De otra
parte, sables, puñales, lanzas, alabardas e incluso arcabuces tuvieron por lo general un elevado precio, y en la
mayoría de los casos eran realizados por artistas de la
forja, la orfebrería, el lacado, la ebanistería... Estamos
hablando de piezas cuyo valor superaba 1 ryō, moneda
de oro con la cual podía adquirirse la cantidad de arroz
necesaria para comer durante un año.
Una vez hemos dejado claro que no todas las armas gozaban de la misma consideración simbólica, monetaria
o artística, podemos abordar aquellas que moldea-
GETTY
Fotografía de
finales del
siglo XIX que
muestra a un
actor que
posa ataviado
de samurái –
armadura con
protecciones
metálicas,
casco, catana
y wakizashi al
cinto, yari en
ristre– sobre
el escenario
de un teatro.
MUY HISTORIA 45
EL DOMINIO
DEL ARCO.
ASC
Se consideraba
esencial en la
formación de un
samurái. En este
dibujo en tinta
sobre papel de
1878, un arquero se
ejercita en el tiro
con cuatro tipos de
dianas:
convencional
(mato), cuadrada
(hasami-mono),
maru-mono y
kusajishi.
ARMAS
ENASTADAS.
ASC
Las más
comunes fueron
la alabarda
(naginata) y la
lanza (yari).
En la imagen,
distintos
tipos de puntas
de yari.
46 MUY HISTORIA
ron la historia “visible” de los samuráis. Llegados a este punto, podemos hablar de otros dos
grupos: el de las armas de largo alcance y las de
medio/corto alcance. Dentro del primer grupo
estarían todas las armas de longitud superior a
la de un sable, así como aquellas que disparaban
proyectiles. El medio/corto alcance englobaría
el resto, incluyendo sables de diferentes dimensiones, puñales y otros objetos punzantes o contundentes. Aunque se fomentaba que un samurái
dominara cuantas más armas mejor, así como escuelas de artes marciales, se pretendía que, al menos, dominara un arma de cada grupo; a saber,
una de largo alcance y otra de corto/medio alcance. A continuación, veremos algunas de estas
armas, analizando la predilección de los samuráis
por ellas dependiendo de las épocas.
ARMAS ARROJADIZAS Y PROYECTILES:
EL ARCO ASIMÉTRICO JAPONÉS
Debido a la orografía cambiante de Japón, los samuráis precisaban de un arma de largo alcance
certera y mortalmente efectiva, que no sería otra
sino el arco y las flechas. Hay que esperar a los
periodos Yayoi (1000 a.C.–250 aprox.) y Kofun
(250-538 aprox.) para encontrar referencias literarias al arco japonés en fuentes chinas. Las campanas de bronce (dōtaku) fundidas en el periodo
Yayoi evidencian en sus decoraciones la existencia de estos arcos largos y asimétricos. Desde el
periodo Asuka (538-710), el arco (yumi) comenzó a posicionarse como el arma predilecta de los
guerreros hasta que, llegados al periodo Nara
(710-794), se convirtió en el símbolo distintivo
de la nobleza guerrera o samurái. La importancia
del arco era tal que todo señor feudal (daimio)
o samurái que se preciara debía tener en la casa
central de su familia un espacio para practicar el
tiro con arco, tanto cubierto como al aire libre.
El arco estándar tenía una longitud de entre 2,10
y 2,40 metros. La empuñadura se dividía en dos
y la parte superior era el doble de larga que la
ASC
inferior. La punta metálica de las flechas recibía
el nombre de ya no ne y medía entre 10 y 14 cm.
Durante el periodo Edo, estas puntas se convirtieron en “lienzos” idóneos para la decoración
más barroca por medio de horimono (dibujos
grabados) y sukashi (decoración tallada).
No debemos olvidar, dentro de la historia de las
armas samuráis, los arcabuces o teppō –también
llamados tanegashima–. En 1543, el navegante y
jesuita portugués Fernâo Mendes Pinto llegó a la
isla de Tanegashima. De entre los intercambios
comerciales que se hicieron en este encuentro
destacó la venta a los japoneses de arcabuces,
bautizados inicialmente como tanegashima en
honor al lugar de recepción. Cinco años más tarde, los nipones ya habían perfeccionado la técnica de fabricación de arcabuces de llave de mecha,
denominados, de manera genérica, teppō.
El gusto por estas nuevas armas corrió como la
pólvora (nunca mejor dicho) entre los señores
feudales más afines al exotismo extranjero; el
más importante de todos ellos fue, sin duda, Oda
Nobunaga, quien en 1576 ya contaba con 3.000
arcabuceros, algo que fue decisivo en su victoria
en la batalla de Nagashino. Esta arma continuaría
siendo atesorada por los samuráis, que no dejaron de actualizarse en el uso de nuevas armas de
fuego llegadas de Francia, Inglaterra y, principalmente, Estados Unidos hasta mediados del siglo
XIX. Por lo tanto, debemos desterrar la creencia
popular de que un samurái consideraba un acto
deshonroso utilizar un arma de fuego.
ARMAS ENASTADAS:
ALABARDAS Y LANZAS
Los samuráis han gustado de usar armas enastadas (emono) a lo largo de toda su historia, desde
simples bastones de madera hasta complejas he-
rramientas para la detención de criminales. De
todas ellas, destacan dos grupos por ser los que
mayor peso tuvieron en las artes de la guerra y, al
mismo tiempo, en la historia artística de las armas japonesas: el yari (lanza) y la naginata (alabarda). Ambas tenían tres elementos en común:
una parte metálica superior con filo y punta, un
asta de madera (lacada o no) y una contera metálica denominada ishizuki (perforapiedras).
Para rastrear los orígenes arqueológicos de la
naginata y el yari es necesario remontarse a los
periodos Yayoi y Kofun, con el tipo de lanza
dōhōko y la alabarda dōka. En ambos casos, la
unión con el asta se realizaba introduciendo la
madera en una oquedad de la parte metálica.
Hacia el siglo IX, estas armas evolucionaron en
dos aspectos capitales: la forma de sus terminaciones metálicas y el modo de unión con el asta.
En el primer caso, los yari adoptarían terminaciones de doble filo mucho más puntiagudas que
en los modelos prehistóricos, lo que dio lugar a
una amplia variedad de tipologías. Por su parte,
las hojas de las naginata evolucionarían hacia un
único filo curvo semejante a un sable.
Hacia finales del periodo Heian (794-1185) y
durante el periodo Kamakura (1185-1333), hubo un grupo de guerreros que se especializaron
en el uso de la naginata: los sōhei o monjes guerreros, una orden militar budista. En ese momento existía una predilección especial por las
armas largas, llamadas nagamono, un gusto que
se prolongaría hasta finales del periodo Muromachi (1333/1336-1573). En lo que respecta al
yari, a partir del siglo XV las pequeñas escaramuzas empezaron a convertirse en grandes batallas campales y, en ese contexto, se comenzó a
estudiar la acción del yari como principal freno
a la caballería, alcanzando dimensiones incluso
mayores que las de la naginata.
FUEGO A
DISCRECIÓN.
Los arcabuces
–aquí, tres
ejemplares del
periodo Edo– y
otras armas de
fuego también
formaron parte
del arsenal de
los guerreros
nipones.
MUY HISTORIA 47
ASC
DOS ARTES
EN UNA.
Durante la Edad
de Oro de la
forja japonesa
–de 987 a 1596–
se crearon
sables con unas
excelencias
técnicas
inigualadas y, a
su vez, con
decoraciones en
empuñaduras y
hojas de alto
valor artístico.
En la imagen,
varios ejemplos
de esta destreza
decorativa en
una serie de
wakizashi o
sables cortos.
En el siglo XVI, la naginata se empieza a desligar del campo de batalla y se asocia a la mujer
para la defensa de su hogar y su familia. Para ello
se modificó la hoja haciéndola más fina y ligera,
lo que la diferenció de las armas que manejaban
los sōhei. Durante el periodo Edo, el estudio de la
naginata formaría parte básica de las enseñanzas
de toda buena mujer de ascendencia noble.
SABLES, EL ALMA DEL SAMURÁI
Nihontō es quizás la palabra más correcta para
referirse a los diferentes tipos de sables japoneses.
Si bien no siempre fue el arma más definitoria del
samurái, ni la más utilizada en el campo de batalla, si podemos decir que caracteriza a los samuráis como parte de su indumentaria. El nihontō
no es solo un arma, es una obra de arte en sí mismo, e incluso más: un conjunto de obras de arte,
cada una fruto de diferentes artistas formados en
escuelas que se remontan a los inicios de la historia nipona.
El proceso evolutivo de la forja en Japón no fue
rápido ni fácil. Los primeros trabajos del metal se
remontan al periodo Yayoi. Estas primeras espadas rectas y de doble filo (tsurugi-dōken) están
consideradas como meras piezas votivas con fines religiosos (aunque no se descarta una posi-
ble utilización bélica). Aproximadamente hacia
finales del siglo VI, aparece en Japón el primer
horno tatara como una solución al problema de
la extracción del hierro de las arenas ferruginosas
llamadas satetsu. Con este proceso se consigue
el tamahagane, un acero rico en carbono, materia prima indispensable para poder hablar de
nihontō. Solo a partir de mediados del siglo VIII
es cuando empiezan a aparecer modelos con una
cierta curvatura. Durante el periodo Kamakura
se formarán las bases sobre las que, aún hoy en
día, se apoya el arte del nihontō. Los talleres de
forjadores darán forma a los tachi, una tipología
del nihontō caracterizada por su pronunciada
curvatura y por portarse con el filo hacia abajo.
A principios del periodo Muromachi, surgió un
gusto especial por los sables de gran tamaño y
nacieron los ōdachi, que llegaron a alcanzar tamaños de hasta dos metros de hoja, precisando
de dos personas para blandirse contra la caballería. A partir de entonces, las hojas se fueron
acortando paulatinamente hasta llegar al periodo
Sengoku, cuando el peso que perdió la caballería en favor de la infantería no hizo ya necesario
portar el sable colgado a un lado, y los nuevos
soldados prefirieron introducirlo directamente
en el cinturón o fajín (obi). Estos nuevos nihontō
se dispondrían con el filo hacia arriba, al contra-
Aunque no siempre fue el arma más usada en batalla,
el sable caracteriza al samurái estéticamente
48 MUY HISTORIA
ARMA DE MUJER.
En este bello dibujo de Utagawa Kuniyoshi, de
1851, Yatsushiro, una mujer samurái (onnabugeisha), lucha con una naginata o alabarda,
junto a un lobo, contra una lluvia de flechas. Esta
arma fue también femenina a partir del siglo XVI.
Escanea este código QR para saber
más y profundizar en todos los
detalles sobre las armas más
emblemáticas de los samuráis.
GETTY
rio que los tachi, y recibirían el nombre de uchigatana, de donde deriva la catana samurái que
nos es tan familiar.
Con la llegada del periodo Edo, puesto que ya
no había tantos combates que librar, la evolución
del nihontō se centró fundamentalmente en patrones estéticos, más allá de su practicidad. Los
sables pasaron a ser una herramienta y un símbolo de los samuráis y, así, quedó configurado el
daishō o conjunto de sable largo (catana) y sable
corto (wakizashi), que hoy en día seguimos considerando como las formas más arquetípicas del
nihontō.
El sable japonés cuenta con su propia cronología
de periodos histórico-artísticos, lo que atestigua
la alta consideración de los artistas que intervenían en ello, en muchos casos más apreciados que
los pintores o escultores. Así, podemos hablar del
periodo kokoshinryō o de “los materiales arqueológicos”, que incluye las armas previas al siglo VII.
Le sigue el periodo jokotō, que se podría traducir
como “las piezas anteriores a los sables antiguos”
y que abarca desde el siglo VII hasta el año 987.
El periodo kotō o “sables antiguos” representa la
Edad de Oro de la forja japonesa, con unas excelencias técnicas y artísticas que hasta hoy no han
podido ser igualadas; son las obras producidas
entre 987 y 1596. El siguiente periodo se denomina de “nuevos sables” o shintō y abarca desde
1596 hasta 1781. A este periodo le seguirá el periodo shinshintō o de “nuevos-nuevos sables”, que
cubre los años entre 1781 y 1868/1876. El inicio
de la era moderna en Japón, con la Restauración
Meiji y la publicación del Edicto Haitōrei en 1876,
que prohíbe portar nihontō en público, dará paso
al periodo gendaitō o de “sables modernos”, que
llega hasta nuestros días.
Mencionar cada una de las armas portadas por
los samuráis en su larguísima historia excedería con mucho el espacio e intención de este
artículo, pero sin duda puede servir de muestra de algunas de las más representativas y vaMH
loradas por la nobleza guerrera nipona.
MUY HISTORIA 49
1600
LA BATALLA DE
SEKIGAHARA
50 MUY HISTORIA
UN NÚMERO DE
TROPAS NUNCA
VISTO ANTES.
PHOTOAISA
De 80.000 a 108.000
soldados de Ishida contra 70.000-104.000 de
Tokugawa: esa es la actual estimación de fuerzas en la batalla de Sekigahara, recreada en
este biombo.
Fue el hecho de armas que cambió Japón para siempre, por la magnitud
del combate y porque el vencedor, Ieyasu, concentró todo el poder. Sucedió
junto a la aldea de Sekigahara el 21 de octubre de 1600.
ENRIQUE F. SICILIA CARDONA
ESCRITOR
MUY HISTORIA 51
L
a guerra por la supremacía era una costumbre en el Japón Sengoku (“clanes en guerra”). Desde finales del siglo XV, los más
importantes señores feudales o daimios
habían intentado imponer su voluntad al
resto de sus compañeros de casta samurái.
Tras innumerables campañas, asedios y combates,
solo los unificadores Oda Nobunaga y, en mayor
medida, Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) habían
conseguido la estabilidad política en su persona. A
la muerte de este último, la situación amenazaba
con volverse otra vez peligrosa: su hijo Hideyori no
podía gobernar por sí solo al tener cinco años de
edad. Para ayudarlo, se designó a cinco regentes en
el llamado Consejo de los Cinco Ancianos, entre
los que se encontraba el prestigioso Tokugawa Ieyasu (1543-1616), el más poderoso de los samuráis
y antiguo rival de Toyotomi.
DOS BANDOS
En la foto, arcabuces
del siglo XVI en la armería del Castillo de
Himeji. En manos de
los ashigaru, se convirtieron en la herramienta más letal en
batallas y asedios.
Fue en este tiempo cuando se perfilaron los dos
bandos enfrentados entre los partidarios del joven
heredero Hideyori y los de Tokugawa. Los clanes
más importantes que apoyaban al primero estaban
concentrados en la parte oeste u occidental del archipiélago japonés, mientras que los segundos estaban, la mayoría, situados en el este. Reuniones,
cartas, sobornos y secretos se sucedían entre unos y
otros, en un clima de inestabilidad general. En 1599
hubo varios complots para matar a Tokugawa, pero fueron descubiertos a tiempo. El instigador de
los mismos, Ishida Mitsunari (1560-1600), era un
san-bugyo o comisionado administrativo que había
destacado como subordinado de Toyotomi y que
ahora profesaba una lealtad absoluta hacia el pequeño Hideyori. Una vez descubierto, escapó vestido de mujer en un palanquín y se presentó ante el
propio Tokugawa para pedirle clemencia, y con este
increíble acto de valentía salvó su vida. Tokugawa
no lo consideraba todavía tan peligroso y sabía que
tampoco contaba con el beneplácito de otras prominentes figuras samuráis del oeste. Tiempo después, con el gran enfrentamiento civil ya comenzado, confesaría a sus allegados que al perdonarle la
vida en ese momento quizás se había equivocado.
EL DESAFÍO DE UESUGI
A comienzos de 1600, la excelente red de espías de
Tokugawa lo avisó de ciertos movimientos ofensivos en la región norteña de Tohoku de la isla de
Honshu –la mayor del Japón y donde hoy se asientan sus principales ciudades– por parte de Uesugi
Kagekatsu, otro de los cinco regentes. Su intención
era construir un nuevo castillo muy cercano a los
dominios personales de Tokugawa; ese desafío a su
posición era algo que no podía permitir. En el mes
de mayo le escribió una carta para que reconsiderase la decisión y un mes después le llegó la contestación de Uesugi diciéndole que seguiría adelante
con su proyecto. A Tokugawa no le quedaba más
remedio que imponer sus razones por la fuerza de
las armas. Pidió la colaboración de todos los clanes
para su expedición punitiva contra Uesugi y, taimado como era, decidió encaminarse a su propio feudo en Edo –la actual Tokio– para controlar mejor
las operaciones. Mientras se dirigía hacia allí, toda-
NOVEDOSAS ARMAS DE FUEGO
n 1543, unos comerciantes portugueses llegaron
arrastrados por una tormenta a la isla japonesa de
Tanegashima y enseñaron
unos arcabuces de probable
influencia hindú al daimio local, el cual quedó asombrado por esos artefactos que
manejaban aquellos nanbanjin o bárbaros del Sur (así los
llamaban). Este encuentro
propició que en las décadas
siguientes hubiera una aceleración armamentística en
todo el Japón: a finales del
siglo XVI, el teppo o arcabuz
japonés ya era, en manos de
los ashigaru, la herramienta
más letal en batallas y ase-
ALAMY
E
52 MUY HISTORIA
dios. Era un arma larga y
portátil de antecarga y llave
de mecha, con caja de carrillera, doble mira para apuntar, una longitud aproximada de 90-135 cm y un peso
estimado entre 2,7 y 3,5 kg,
según las regiones donde
se construyera. Su alcance máximo rondaba los 500
metros, aunque su precisión
aumentaba mucho a 50 metros y era letal para cualquier
armadura a 30 metros o menos. La bala esférica de plomo tenía normalmente un
peso de 10 monme (1 monme equivalía a 3,75 gramos)
y un diámetro de 18,3 mm,
y solía estar dentro de los
hayago o recipientes tubulares con taco y pólvora negra
que facilitaban la carga rápida del arma.
El proceso de un disparo organizado por la voz de un
oficial podía durar unos 45
segundos; en caso de actuar por sí solo, un tirador
avezado podía cargar y disparar cada 30 segundos o
menos. En Sekigahara hubo
auténticas concentraciones
de tiradores en ambos bandos (unos 25.000 en total) y
el propio Ishida, como curiosidad, llegó a utilizar cinco
pequeños cañones de campaña desde su puesto de
mando.
vía tuvo tiempo de visitar en el Castillo de Osaka a
Hideyori y recibir de sus partidarios numerosos regalos. Tras su partida a finales de julio, Ishida tomó
definitivamente las riendas del oeste y comenzó a
preparar a sus fuerzas para el enfrentamiento decisivo contra los clanes del este.
chipiélago, aunque el foco de las operaciones estuvo
situado en poblaciones y castillos cercanos al lago
Biwa, el más grande de Japón, en la región central
de Kinki. Para comprender mejor esta campaña,
debemos fijarnos en las comunicaciones existentes
entre las dos cardinales bases enemigas, ubicadas
en la zona de Osaka-Kioto (las fuerzas de Ishida) y
en Edo (las de Tokugawa).
LOS EJÉRCITOS SAMURÁIS
LA CAMPAÑA DE 1600
Entre ambas discurrían dos vías de comunicación vitales, el Nakasendo y el Tokaido. El primero
atravesaba el interior montañoso, mientras que el
segundo recorría la costa bañada por el Pacífico.
Ambos trayectos tenían más de 500 km de longitud y en ellos se habían construido algunos de los
castillos más significativos del Japón, cuya posesión
otorgaría ventaja al bando que los controlara. Con
ese objetivo en mente, las fuerzas del oeste partieron el 27 de agosto para conquistar el Castillo de
Fushimi, cercano a Kioto. Un día después le llegó el
turno al de Tanabe, alejado en la costa del mar del
Japón. Esa estrategia divergente, que desperdigaba
tropas en varios asedios simultáneos, no era la más
adecuada desde el punto de vista militar: fue seguida por creer que Tokugawa estaría entretenido contra Uesugi y así les dejaría el tiempo suficiente para
asentar su influencia en esa disputada zona central.
El principal ejército del este, efectivamente, se había
encaminado hacia esa amenaza norteña, pero cuando a Tokugawa le llegaron las noticias de la caída
de Fushimi, a principios de septiembre, reevaluó su
estrategia para enfrentarse a la principal
amenaza que emanaba desde OsakaKioto. El 10 de septiembre regresó
a Edo y allí decidió que una
fuerza de vanguardia,
al mando del capaz
Fukushima, partiría por
el Tokaido para
CASTILLO
DE OSAKA.
Tokugawa visitó
a Hideyori
–entonces joven
heredero– en
esta fortaleza
antes de
enfrentarse a él.
ASC
Los ejércitos japoneses de las décadas finales del
siglo XVI estaban compuestos por dos tipos de
combatientes: los samuráis y los ashigaru. Los primeros eran los amos de la estructura piramidal de
la sociedad japonesa. Originariamente habían sido
una clase de servidores y luego guerreros llamados
mononofu. Su paso al frente se había producido
durante las llamadas Guerras Genpei (1180-1185)
y, desde que repelieran las invasiones mongolas de
Kublai Kan en el siglo XIII, su ascendente no había
hecho más que crecer. En el periodo que nos ocupa
eran la clase dirigente y su vida estaba consagrada
a la guerra. Ataviados con armaduras de placas de
metal lacado, portaban como armamento principal dos espadas ligeramente curvadas, la catana y
una más corta llamada wakizashi; cuando iban a
caballo, solían llevar una larga lanza (yari). En su
marcial idiosincrasia entraban en juego diferentes
influencias que podríamos rastrear en la divinizada
historia de Japón, en el budismo zen y en la defensa
de un código moral sustentado en el ichibun (conducta destinada a mantener el honor).
Si bien los samuráis eran la élite del ejército en campaña, la espina dorsal del mismo estaba configurada
por los más numerosos ashigaru, versátil infantería
de clase baja que dominaba los campos de batalla
desde la aparición de las armas de fuego portátiles. Su importancia táctica estaba asentada desde la
batalla de Nagashino (1575), en la que la elitista caballería samurái del clan Takeda sufrió una derrota
decisiva a manos de las fuerzas combinadas de Oda
y Tokugawa, propiciada en parte por las estacadas
de bambú y los certeros disparos de sus ashigaru.
Aparte de esas unidades especializadas de arcabuceros, solían estar organizados en grandes grupos
de lanceros armados con yari y en otras pequeñas
unidades de arqueros. Por último, no debemos olvidar que, acompañando a samuráis y ashigaru, iban
los auxiliares no combatientes (portadores, mozos,
cocineros, monjes, comerciantes, etc.), que a menudo superaban en número a los otros dos grupos
juntos. Por ejemplo, en la expedición japonesa a
Corea de 1592, una de las agrupaciones que participaron en la invasión contaba con 10.000 hombres,
de los cuales solo 600 eran samuráis, 3.600 eran ashigaru y 5.800, auxiliares.
Durante el año 1600, el destino de los clanes samuráis se disputaría en varias zonas geográficas del ar-
MUY HISTORIA 53
ASC
25.000
TIRADORES.
La de Sekigahara fue la primera
gran contienda
nipona en la que
las armas de
fuego fueron
decisivas,
como ilustra
este biombo
decorado. Entre
ambos bandos
se emplearon
25.000 teppo,
los arcabuces
que habían
llegado a Japón
desde Portugal.
controlar los castillos de Okazaki y Kiyosu y
sería seguida, poco después, por otra fuerza dirigida por Ikeda para asegurar mejor la ruta de la costa.
A su hijo Hidetada le ordenó partir con decenas de
miles de hombres por el Nakasendo para que avanzara y abriera el más complejo camino del interior.
Por último, él mismo se movería más tarde por la
costa con sus tropas personales hacia Kiyosu-Ogaki
para, todos juntos, decidir la campaña. Esta estrategia con líneas de operaciones dobles tampoco fue la
mejor, pues dejaba a su hijo con excesivas fuerzas,
a cientos de kilómetros de la costa y con una completa autonomía.
Su rival Ishida se encontraba el 15 de septiembre
en su base avanzada del Castillo de Ogaki y estaba
en una inmejorable situación para tomar ventaja
dirigiendo un ataque hacia Kiyosu. En lugar de eso,
fueron las tropas rivales de Fukushima e Ikeda las
que se adelantaron y conquistaron sucesivamente
los castillos de Takegahana y Gifu, tras una serie de
combates con superioridad de fuerzas entre el 28
y el 30 de septiembre. A continuación, empezaron
también a construir en Akasaka un enorme campo
fortificado o jinya, en frente de Ogaki. La actuación
de estos mandos del este estaba siendo muy eficaz
y permitió luego que Tokugawa pudiera llegar sin
adversidades al teatro decisivo. En las primeras semanas de octubre, el oeste seguía atascado en algunos asedios (Tanabe y Otsu), y ese retardo fue
aprovechado por Tokugawa para alcanzar Akasaka
el 20 de dicho mes, ante la sorpresa de Ishida y de
todos los mandos occidentales, que no se esperaban
tan pronto su presencia. Para Tokugawa todo estaba
funcionando a las mil maravillas, salvo que las tropas de su hijo Hidetada no habían llegado todavía.
La pregunta obvia era: ¿dónde estaban?
Hidetada, en su marcha personal por el Nakasendo,
se había entretenido innecesariamente en tomar el
Castillo de Ueda, una acción en la que ya había fracasado su padre en el pasado. Los cuatro días que
perdió en el infructuoso asedio –del 12 al 16 de oc-
tubre– eran la respuesta para esa tardanza. De todas
formas, Tokugawa se encontraba bastante confiado
ante la inminente batalla, pues conocía las disensiones que existían en el bando contrario con el mando único de Ishida y, lo más importante, contaba
con las ganadas lealtades de algunos de los principales jefes del oeste: durante meses había enviado
cientos de cartas a algunos de ellos para asegurarse
de que, llegado el caso de un enfrentamiento armado, pondrían sus fuerzas de su lado para derrotar a
Ishida y obtener recompensas posteriores en forma
de feudos y castillos.
Con Tokugawa levantando sus nobori (estandartes)
a sus puertas, los líderes del oeste tuvieron un consejo de guerra para planear sus siguientes pasos. Era
el 20 de octubre y corría el rumor de un posible ataque enemigo hacia Sawayama, el castillo personal
de Ishida. Tras unos tensos momentos, decidieron
hacer una salida hacia el campamento enemigo de
Akasaka para levantar la moral de las tropas. Este
movimiento ofensivo provocó horas después un
combate en las riberas del río Kuisegawa –que dividía en dos a los ejércitos enfrentados–, en el que
la victoria fue para las tropas del oeste. Al atardecer
de ese mismo día, Ishida ordenó salir a casi todas
sus tropas hacia Sekigahara, una pequeña aldea
cruzada por el Nakasendo que se encontraba en un
cuello de botella natural, a unos 14 km de Ogaki.
Perdida la iniciativa estratégica desde hacía días,
Ishida esperaba al menos sorprender tácticamente
a su rival. Un fuerte aguacero acompañó al ejército
del oeste hacia las posiciones convenidas; una vez
en el paso, comenzaron a mejorar las defensas –con
zanjas y estacadas y desbrozando sus posiciones– y
a desplegar sus tropas para la inminente batalla.
SIETE HORAS DE COMBATE
Al amanecer del 21 de octubre de 1600, las tropas
del este, que habían seguido de madrugada a sus
rivales, llegaron a Sekigahara. Los estudios sobre la
Si bien los samuráis eran la élite del ejército nipón, su espina
dorsal la formaban los ashigaru, la infantería de clase baja
54 MUY HISTORIA
batalla estiman que las tropas reunidas por Ishida
estarían entre los 80.000 y los 108.000 hombres,
y las de Tokugawa, entre los 70.000 y los 104.000;
unos números impresionantes que en Europa no
se alcanzarían en las batallas campales hasta finales
del siglo XVII. Los primeros embates frontales empezaron alrededor de las ocho de la mañana y continuaron sin interrupción hasta las tres de la tarde,
aproximadamente. En esas siete horas hubo más de
30.000 bajas –muchas provocadas por la gran cantidad de armas de fuego presentes–, la mayoría de
ellas en el derrotado bando de Ishida. La clave de la
batalla se produjo alrededor del mediodía cuando
las tropas de Hideaki tomaron finalmente partido
por un alterado Tokugawa y atacaron por el flanco derecho a sus, hasta ese momento, compañeros
de armas. Esta decisiva felonía decidió el igualado
choque y acabó con los sueños de Ishida. A eso hay
que sumar la inacción del clan Mori, el más numeroso del oeste en Sekigahara, cuyo líder, Terumoto,
estaba ausente; los otros cabecillas del clan, con una
marcada antipatía o indiferencia hacia Ishida, decidieron no intervenir.
Una vez finalizada la lid, Tokugawa asistió en su jinmaku (puesto de mando) a la habitual ceremonia
samurái en la que le mostraron las cabezas cortadas
de sus principales adversarios. En ese momento,
apareció su hijo Hidetada junto a unas tropas que
no habían intervenido en la gran batalla. Por esta
causa, no quiso recibirlo en un principio, aunque
luego suavizaría su postura. A fin de cuentas, su
triunfo en Sekigahara era absoluto y solo quedaba
encontrar al escurridizo Ishida, que había huido
en el último instante. Éste vagó errante por la zona
hasta que fue capturado, días más tarde, con prin-
cipio de disentería. El 6 de noviembre sería decapitado en Kioto junto a otros dos ilustres jefes del
oeste, el samurái convertido al cristianismo Konishi
Yukinaga y Ekei el Monje.
JAPÓN EN SUS MANOS
Sekigahara fue el hecho militar más decisivo del periodo Sengoku y el verdadero colofón de los conflictos internos entre samuráis, debido a la magnitud numérica del encuentro, el enconamiento de
los bandos enfrentados, la participación de los principales líderes y la posterior reordenación territorial practicada por Tokugawa. En realidad, fue una
batalla más bien política, pues se ganó ciertamente
mucho antes del sangriento choque disputado ese
21 de octubre. En los meses previos, Tokugawa consiguió atraer hacia su causa a algunas de las figuras
fundamentales del oeste.
En 1603, Tokugawa fue nombrado sogún por el divinizado emperador; con esa nueva respetabilidad
marcial, todos esperaban que pudiera mantener la
paz conseguida tras décadas de luchas intestinas.
Con mucha inteligencia, delegó ese título dos años
después en su hijo Hidetada para instaurar un patrón dinástico familiar que perpetuaría lo obtenido
por las armas. Ahora Japón estaba en sus manos y
solo le quedaba acabar con el otro clan que podía
todavía disputarle la supremacía obtenida en Sekigahara: los Toyotomi, con el joven Hideyori a la cabeza. Algo que conseguiría diez años después, tras
la victoriosa campaña de verano del sitio de Osaka
(1615). Desde ese momento, concentró todo el poder en su familia, y así persistiría sin cambios hasta
la Restauración Meiji, en el siglo XIX. MH
Kobayakawa
Hideaki (abajo, en
un grabado coloreado) ha pasado a
la historia del
Japón feudal
como paradigma
del traidor.
HIDEAKI,EL TRAIDOR
K
(1597-1598). Mientras servía
en ese puesto, su conducta fue
duramente criticada en algunos
informes enviados por Ishida,
el cual también se encontraba
en Corea como inspector de las
fuerzas.
Eso hizo que cayera en desgracia y que Toyotomi le rebajara
sus posesiones. Con el honor
mancillado, Tokugawa intercedió por él y así pudo restaurar
su anterior estatus de samurái.
Estos hechos pueden explicar
la decisiva traición a sus compañeros del oeste en Sekigahara. Ishida, conocedor del rencor
que le tenía, quiso ganárselo
al principio de la campaña de
1600 ofreciéndole el título de
kanpaku (asistente directo del
emperador) y la tutela de Hideyori. En el asedio de Fushimi,
sus tropas participaron activamente por la causa del oeste y
eso pareció convencer a Ishida
de su lealtad. En realidad, seguía en tratos secretos con Tokugawa y por carta le aseguró
que en la batalla se pondría de
su lado. Así fue y, tras su actuación en Sekigahara, tomó por
asalto el Castillo de Ishida en
Sawayama, dos días después.
Murió en 1602 con el impopular
estigma de traidor.
ASC
obayakawa Hideaki nació en 1577 y era el quinto
hijo de Kinoshita Iesada,
cuñado de Toyotomi. Fue acogido luego por el daimio Kobayakawa Takakage, del cual
tomó el nombre, sus tierras en
la isla de Kyushu (obtenidas a
su muerte en 1596 y cifradas
en 336.000 koku, una unidad
de volumen basada en el arroz
y que expresaba el valor del
suelo) y la influencia de pertenecer técnicamente al clan
Mori. Toyotomi, que lo tenía en
gran estima, lo envió luego como comandante samurái a la
segunda campaña de Corea
MUY HISTORIA 55
V IDA COT IDI A N A EN L A CA PI TA L DEL SOG U N ATO
VIVIR
EN EDO
A partir de 1600, con el inicio de la era del sogún
Tokugawa Ieyasu, la actual Tokio se convirtió en
el centro neurálgico de Japón y en la sede de un
mundo de sexo, arte y refinamiento.
FERNANDO COHNEN
PERIODISTA
PRISMA
CAPITAL DEL
PLACER.
Este grabado
coloreado muestra el
bullicio nocturno en
Edo –la actual Tokio–
en la era Tokugawa.
MUY HISTORIA 57
En la pirámide social
nipona, la casta de los
samuráis estaba por
encima de campesinos
y mercaderes
ALBUM
(daimios) tenían la obligación de residir un año
en sus feudos y el siguiente en Edo (actual Tokio), dejando a algunos familiares como rehenes
en la nueva sede del régimen militar. Esta medida
debilitó a los daimios, que tuvieron que desembolsar enormes cantidades de dinero para sus
desplazamientos a Edo y los de sus numerosos
séquitos, que en algunos casos se componían de
3.000 y hasta 5.000 personas.
El sankin kotai tuvo también consecuencias
económicas positivas. La medida del sogunato
de mejorar los principales caminos que recorrían Japón para facilitar los traslados temporales de los señores feudales a la capital reactivó
el intercambio de bienes y personas. El camino
del Tokaido, que unía Edo con Kioto, se llenó
de legiones humanas que lo recorrían a pie, a
caballo o en palanquines.
Aunque Kioto siguió siendo la sede de la corte
imperial, Edo se convirtió en la ciudad de mayor tamaño y en el centro neurálgico del régimen militar o sogunato, también llamado Bakufu. En los dos siglos y medio que duró la etapa
Tokugawa, Japón disfrutó de una estabilidad
política sin precedentes que a la larga facilitó el
progreso económico del país.
SAMURÁIS OCIOSOS
EN LA
CASA DE TÉ.
Eran locales
más refinados
que los burdeles
y las posadas
donde también
se entablaban
relaciones con
cortesanas.
Grabado en madera Ukiyo-e
del artista del s.
XVIII Kitagawa
Utamaro.
58 MUY HISTORIA
T
ras el fallecimiento del poderoso dictador militar Toyotomi Hideyoshi, los señores feudales japoneses se enfrentaron
en una lucha sin cuartel para dominar
el gobierno de la nación. En 1600, cada
facción envió a sus mejores guerreros a
la batalla de Sekigahara [ver artículo anterior],
cuyo desenlace iba a decidir el destino del país.
Cerca de cien mil samuráis participaron en una
lucha violentísima que duró tres interminables
días. Los vencedores fueron los samuráis comandados por Tokugawa Ieyasu, que se hizo con el
poder e inició el sogunato de Tokugawa.
Para evitar posibles sublevaciones, el nuevo sogún impuso un sistema de servidumbre llamado
sankin kotai según el cual los señores feudales
Sin enemigos a la vista, el sogún tuvo que buscar
ocupación a cientos de miles de guerreros, cuyo
mantenimiento supuso un gasto enorme para las
arcas del régimen. Sin apenas oportunidad de mostrar su destreza con la espada, los samuráis de menor rango comenzaron a frecuentar los burdeles y
las casas de té de Edo, Kioto y Osaka.
Algunos intelectuales del siglo XVII criticaron la
actitud de aquellos guerreros, muchos de los cuales mostraban evidentes síntomas de decadencia
económica y moral. Los samuráis que podían permitírselo frecuentaban a las cortesanas más caras,
llamadas oirán, o a las maikos, aprendices de geisha,
mujeres que eran educadas en las artes de la música,
la danza y la poesía para deleite de los clientes más
refinados. Los samuráis menos favorecidos se conformaban con las prostitutas más baratas.
EL VIAJE POR EL TOKAIDO
sta ruta que conectaba las
ciudades de Edo (la actual
Tokio) y Kioto fue la más
transitada de Japón durante el régimen Tokugawa y la
que utilizaron muchos señores feudales y sus séquitos en
sus obligados viajes bianuales
a la capital política del sogunato. A lo largo del camino,
se dispusieron 53 estaciones
y diversos controles de policía, en los que los viajeros debían presentar sus permisos
de tránsito. El famoso artista
Utagawa Hiroshige, uno de los
máximos representantes de los
grabados en madera Ukiyo-e,
dibujó con maestría cada una
de las 53 estaciones de descanso del Tokaido. Otros artistas, escritores y poetas de la
época Edo viajaron por aquella
carretera y narraron sus experiencias. El pueblo llano quedó
tan fascinado con el camino del
Tokaido que pronto floreció una
forma de turismo virtual a través de libros, guías y numerosos
grabados Ukiyo-e. Los lectores
consumían con avidez los relatos del escritor Ikku Jippensha,
que se editaron por entregas en
ALBUM
E
1802. El autor narra en ellos las
aventuras de dos gamberros
muy divertidos, Yajirobei y Kitahachi, en su enloquecido viaje a
lo largo del Tokaido. Esta sátira
fue un auténtico best seller tanto entre los lectores de su época
como para los de las generaciones posteriores. Jippensha des-
Tras completar la unificación del país, Tokugawa
Ieyasu organizó la pirámide social japonesa. La
clase superior la constituían los samuráis que
estaban al servicio de un daimio con posesiones
feudales. Tras ellos se situaban los samuráis que
tenían relación directa con el sogún, siendo los
más ricos los que ocuparon puestos de consejeros
o maestros de ceremonias. En un nivel inferior
aparecían los samuráis que ejercían sus labores
militares y que habían perdido sus tierras y las
rentas que generaban.
PIRÁMIDE SOCIAL DE CASTAS
La segunda clase social la componían los campesinos, que tenían prohibido abandonar sus tierras.
A continuación se encontraban los artesanos y finalmente los mercaderes, quienes, según la tradicional interpretación confuciana, se encargaban
de los “sucios negocios monetarios”. Por encima
de aquella pirámide social se situaban los nobles
y los miembros de la familia imperial, a los que a
cribe con meticulosidad el frívolo mundo de las posadas, de
las chicas que trabajan en ellas,
de los samuráis, de los músicos
itinerantes y de los señores feudales, así como el ambiente disparatado de las compañías de
teatro kabuki que viajaban por
aquel legendario camino.
Grabado en
madera de
Utagawa
Hiroshige, el
último de la
serie Las 53
estaciones del
Tokaido (18331834), que
muestra la
llegada a Kioto
por un puente.
pesar de su alto rango les estaba vetado el poder
ejecutivo.
Pero este sistema de castas no se correspondía
con el verdadero nivel adquisitivo de las distintas
clases sociales. De hecho, los artesanos y los comerciantes cuyas empresas marchaban bien eran
mucho más ricos que un samurái de bajo nivel. La
separación de guerreros y campesinos en dos clases diferenciadas empobreció a los samuráis, que
ya no tenían tierras de las que vivir. Los de mayor
rango social, los señores feudales poseedores de
grandes terrenos, debían mantener a sus vasallos
y gastar fortunas en sus obligados viajes a Edo, lo
que a la larga los arruinó.
En sus momentos de mayor gloria, los samuráis habían encontrado en el budismo zen la expresión espiritual de su estricto código de conducta, el bushido (“el camino del guerrero”). Además de incluir el
suicidio ritual (mediante seppuku o harakiri) como
prueba de honor, el bushido imprimía otros valores
que hicieron de los samuráis autoridades no solo
militares, sino también morales y filosóficas.
MUY HISTORIA 59
ALBUM
Esta mezcla de
danza y teatro
(arriba, en un
grabado de
U. Hiroshige)
empezó siendo
procaz y escandalosa, pero
tras prohibirse la
participación en
ella de las mujeres y de los
hombres jóvenes se volvió un
arte refinado.
UN UNIVERSO DE PLACER
Cuando llegaron las apreturas económicas en
1600, aquellos rígidos guerreros comenzaron a
comportarse de forma inapropiada. Como reacción a su declive, un samurái llamado Yamamoto Tsunetomo publicó en 1716 una obra titulada
Hagakure, que trató de renovar el código del bushido resaltando los elementos marciales de unos
guerreros cuyo mundo de luchas se había desvanecido con la paz impuesta por Tokugawa Ieyasu.
Aquellas reglas quedaron en nada a mediados del
siglo XVIII, cuando la crisis económica, la devaluación de la moneda y la disminución de la paga
pusieron a los samuráis todavía más contra las
cuerdas. Muchos de ellos prefirieron renunciar
a su rango para poder trabajar como artesanos o
ganarse la vida como comerciantes.
La rígida política impuesta por el régimen dictatorial del sogún, influenciada por preceptos confucianos que legitimaban el estricto orden social,
provocó la reacción de la gente, que buscó una
vía de escape a la presión a la que se veía sometida. La progresiva implantación de la imprenta
contribuyó a elevar la tasa de alfabetización en
Japón, lo que posibilitó el surgimiento de una
clase burguesa que quería disfrutar con la nueva
narrativa, el teatro, la pintura, las luchas de sumo
o la ceremonia del té.
Al mismo tiempo, los comerciantes prosperaron
tanto que fueron ellos los que financiaron las
actividades que se llevaban a cabo en el deno-
SHUTTERSTOCK
KABUKI, DE
LO POPULAR
A LO
EXQUISITO.
Mujeres con kimonos tradicionales paseando por
Kawagoe, “la pequeña Edo”, ciudad cercana a Tokio
que conserva su centro como en la era Edo.
minado “mundo flotante” (Ukiyo), un concepto
que evocaba un universo imaginario de extravagancia, elegancia e ingenio en el que primaban la
diversión, el hedonismo y la transgresión.
Ese espacio imaginado, donde las distinciones de
clase se diluían, quedó perfectamente reflejado
en los grabados en madera Ukiyo-e, cuya temática abordaba aspectos de la vida cotidiana japonesa como paisajes famosos, actores, cortesanas,
geishas y samuráis. El mundo flotante floreció en
los barrios de placer de las ciudades y en los populares teatros de kabuki.
ESCÁNDALO TEATRAL
El dramaturgo Chikamatsu popularizó este género
teatral con 160 obras, muchas de las cuales relataban los conflictos entre el deber y el amor. Los orígenes del kabuki hay que buscarlos en 1603, cuando
una maiko del santuario de Izumo ideó un nuevo
estilo de danza en el que las bailarinas interpreta-
Quien mejor describió el mundo flotante fue Ihara
Saikaku, autor de una docena de novelas eróticas
60 MUY HISTORIA
CORTESANAS PARA
TODOS LOS BOLSILLOS
En otro libro, Vida de una mujer amorosa, el escritor se pregunta: “¿En qué lugar, sino en la capital,
hay mujeres de hermosura tan imponente como
la montaña Jigashi cuando florecen los cerezos en
ella? Para quien ha visto a las cortesanas de Shimabara [el barrio de placer de Kioto], observando
cómo destacan entre mil, y ha gastado doscientos
nyos en alguna de ellas, ni las hojas de arce, ni la
Luna ni las mujeres de su tierra cuentan ya en lo
sucesivo”.
Uno de los barrios de placer más famosos fue el de
Yoshiwara, creado en Edo por orden del sogunato
en 1617. El objetivo del régimen era restringir la
prostitución a áreas delimitadas para controlarla,
pero estos planes se fueron al traste en poco tiempo.
Los barrios de placer se pusieron de moda y dieron
lugar a una cultura urbana llena de vida. El sogunato, que se distinguía por su carácter paternalista,
intentó por todos los medios que la mujer quedara
relegada al plano familiar y doméstico, tal y como
proclamaba el confucianismo.
Para desgracia del régimen militar, la vida en Yoshiwara comenzó a pivotar en torno a las mujeres,
algunas de las cuales contribuyeron al flore-
EL PODEROSO
INFLUJO DE LAS
GEISHAS
n sus orígenes, las geishas eran en realidad hombres que bailaban y cantaban
para entretener a los clientes que acudían
a los burdeles. La primera mujer geisha documentada se remonta a 1750, cuando una
cortesana llamada Kikuya se impuso ese distintivo. A partir de entonces, muchas otras
cortesanas tayu se hicieron llamar geishas,
aunque no lo eran. Con el tiempo, los clientes
comenzaron a quejarse del alto
precio que tenían estas meretrices y de los variados rituales
que debían soportar antes
de consumar el acto sexual. Aquel descontento hizo que la demanda fluyera
hacia las prostitutas más
baratas, quedando casi desierto el rango de cortesanas refinadas. Pero los
clientes de mayor poder
adquisitivo rechazaron a
esas mujeres sin ingenio
ni habilidades artísticas;
fue el momento que
aprovecharon las geishas para hacer su entrada triunfal en un
mercado muy restringido. Su gran
instrucción en
música, caligrafía
y oratoria colmaba los deseos de
los hombres más
sofisticados. Al poder trabajar fuera de
los barrios de placer, los
dueños de los burdeles
exigieron que fueran
sometidas a fuertes
controles. Si alguna geisha
era sorprendida manteniendo relaciones con un cliente, podía ser suspendida de
empleo por un tiempo. Pero
el intento de controlarlas fracasó por completo. Las geishas se pusieron de moda y
evolucionaron hacia un modelo de mujer todavía más
refinado. A finales del siglo
XIX, las cortesanas tayu
habían desaparecido y
las geishas se extendieron por todo
Japón.
E
A la izquierda,
una joven
geisha
fotografiada
hacia el año
1880 en Tokio.
ALBUM
ban los papeles masculinos y femeninos recreando
situaciones cómicas de la vida cotidiana de la época.
Las representaciones se hicieron tan populares que
pronto surgieron otros grupos similares. Aquella
conjunción de danzas y teatro dio lugar al kabuki, cuyas actrices también se dedicaban a la prostitución. Sus contenidos fueron virando hacia una
vertiente cada vez más burlesca y escandalosa, lo
que hizo reaccionar al sogunato, que en 1629 ordenó la expulsión de las mujeres de la escena teatral
obligando a los promotores de kabuki a contratar a
actores jóvenes para representar tanto los papeles
masculinos como los femeninos. Pero la prostitución y los escándalos asociados a este teatro no
desaparecieron.
A partir de entonces, fueron los actores los que
ofrecieron servicios sexuales tras las representaciones. Dos décadas después de la expulsión de las
mujeres, el Bakufu prohibió a los jóvenes subirse a
los escenarios y ordenó que los actores fueran hombres maduros, y así este género teatral se volvió un
espectáculo más sofisticado llamado yaro kabuki.
El maestro de la ficción en prosa que mejor describió el mundo flotante fue Ihara Saikaku, que empezó su carrera como poeta y la culminó con una
docena de novelas eróticas en tono de humor. En
una de ellas, titulada El hombre que pasó su vida
enamorado, el protagonista llega a los 60 años tras
haber seducido a 3.743 mujeres.
MUY HISTORIA 61
SHUTTERSTOCK
cimiento de los negocios relacionados con el
sexo y el placer. Interminables legiones de clientes
acudían a esos paraísos de disipación, deseosos de
evadirse del estricto orden social que trataban de
imponer las autoridades.
El enorme distrito del placer de Edo llegó a contar
con más de 3.000 prostitutas, que tenían prohibido salir fuera de los muros que lo delimitaban. Las
cortesanas de rango medio debían exponerse en
unos cubículos enrejados a la mirada lasciva de los
potenciales clientes. Para evitar cualquier conato de
violencia, los samuráis que accedían a Yoshiwara tenían que dejar sus armas en la entrada del recinto
amurallado.
En su interior, los clientes podían
encontrar numerosos salones de
té, tiendas, tabernas y más de un
centenar de burdeles que ofrecían
los servicios de distintos tipos de
meretrices. Las de menor nivel
estaban al alcance de los bolsillos menos acaudalados y se
situaban en las plantas
bajas de los establecimientos o junto a los
fosos que rodeaban el
distrito, pero hacía falta
mucho dinero para acceder a las oirán, las cortesanas más instruidas.
Las más refinadas, las más bellas
y talentosas eran las tayu, que solo
ofrecían sus favores a los señores
feudales y a los comerciantes más
acaudalados. Ni las tayu ni las
oirán mostraban nunca sus
estados de ánimo, manteniendo constantemente la
misma expresión facial afable y discreta. Es probable
que esa sea la razón por
la que el erotismo japonés ha parecido
siempre tan frío
a los ojos de los
occidentales.
ENTRE LO BUFO Y LO
FANTÁSTICO
E l espír itu burles co y
transgresor de la sociedad japonesa en la era
Tokugawa animó a
un conocido poeta a gastar una
broma pesada
a sus familiares:
62 MUY HISTORIA
dejó todo dispuesto para que a su muerte un
amigo íntimo escondiera en su mortaja fuegos
artificiales. Cuando quemaron su cuerpo, los
asistentes al sepelio huyeron despavoridos ante
el sorpresivo espectáculo pirotécnico.
Ese ambiente pecador y grotesco quedó presente
en algunos grabados de madera Ukiyo-e, sobre
todo en los del artista Tshusai Sharaku. La feroz sátira iba dirigida al budismo y al sistema
confuciano heredado de China, cuya seriedad
y gravedad eran un lastre para los japoneses de
mediados del siglo XVIII y del XIX, tan rebosantes de vida y tan amantes de burdeles, teatros
y tabernas.
A través de lo bufo y lo ridículo, los japoneses se despojaron de la rigidez y el pesimismo que destilaban las tradiciones religiosas.
Los grabados Ukiyo-e, despreciados por
la altanera aristocracia, fueron el
engranaje a través del cual el
arte llegó a la gente de la
calle. Los admiradores
de esos grabados
re ve re n c i a b an
a sus creadores,
unos artistas superlativos cuyos dibujos
reflejaban
con precisión la vida
sensual del
mundo flotante.
Algunos de esos
artistas recogieron
las leyendas que florecieron en los años dorados
de la dinastía Tokugawa,
como la creencia de que en
Yoshiwara existían algunas
meretrices de lujo que en
realidad eran temibles criaturas felinas: se las llamaba
bakendo . La leyenda tenía
variantes, pero la historia
fundamental giraba en torno
a la experiencia amorosa de
un joven samurái y una meretriz que, en mitad de la noche,
se convertía en una mujer con
cabeza de gato.
Otras variaciones más truculentas de la historia hacían
referencia al canibalismo
de las bakendo, que devoraban a sus clientes tras haber
EDIO
DENIATEM
ACCATUR ra
ALBUM
cuptae vitas ma
cone comnient.
Veritas quiatiur
aut eos nulland
aectum acepell
endit, quation
sequias
ENJAULADAS.
hecho el amor con ellos. Los más morbosos y
crédulos estaban dispuestos a pagar verdaderas fortunas para pasar una noche loca con una
supuesta mujer felina. Aquel interés dio lugar
a que algunas cortesanas adoptaran un cierto
“estilo bakendo”, adornando sus cubículos de
placer con gatos y maquillándose el rostro con
rasgos felinos.
EL FIN DE UNA LARGA ERA
Ajenos a la bulla y al desmadre que imperaban
en los barrios de placer, la anquilosada corte del
emperador japonés y el poderoso Bakufu se estremecieron en 1853 cuando el
comodoro estadounidense
Matthew Perry atracó en la
bahía de Tokio con cuatro
buques de guerra. Se negó a levar anclas si antes
no entregaba al sogún una
carta del presidente de EE
UU en la que reivindicaba el derecho de su país a
aprovisionarse y comerciar
con Japón. Debilitado por tensiones internas, el
sogún no tuvo más remedio que acceder.
La inesperada visita de los buques estadounidenses no solo fue el comienzo de la apertura
de Japón a Occidente, sino también el principio
del fin de un poder feudal incapaz de asumir la
modernidad que precisaba el país. Tras más de
doscientos cincuenta años de dictadura militar,
el sogunato Tokugawa llegó a su fin en 1868.
A partir de entonces, el joven emperador Meiji pasó a ser la figura principal y el símbolo de
unidad de Japón. Tras dos siglos y medio de
reclusión en Kioto, el Mikado volvió a reinar
en el país del Sol Naciente. Aunque la restauración
imperial acabó con el estilo de vida de los samuráis,
algunos se convirtieron en
figuras relevantes del nuevo gobierno. Si en 1970 sus
herederos ocupaban el 21%
de los cargos directivos del
país, su espíritu sigue vivo hoy día en los ámbitos
financieros y políticos de
MH
Japón.
Las cortesanas
de rango medio
o bajo del barrio
de Yoshiwara se
exponían a las
miradas de los
clientes en cubículos enrejados,
como vemos en
el grabado en
madera de arriba, del siglo XIX,
que muestra una
escena nocturna
cotidiana en el
mundo flotante.
La era del samurái,
y con ella la idea
del mundo flotante,
llegó a su fin con
la apertura a
Occidente en 1868
MUY HISTORIA 63
LÍDERES
LEGENDARIOS
LOS GRANDES
SAMURÁIS
El ideal del bushido se basaba en actitudes y destrezas
que estos ocho guerreros reunían con creces.
De los actos de estos héroes en el campo de batalla
dependió el devenir de la historia del país nipón.
D
entro de las cortes feudales japonesas,
donde las conspiraciones y las luchas
de poder estaban a la orden del día, era
primordial hacer uso de la agudeza, que a
los ocho guerreros nipones que se presentan en este artículo les valió el triunfo y un
lugar en la historia de Japón.
Pero, además, por lo que destacaron estos
héroes samuráis fue porque cada uno poseía una cualidad –o más de una– en la que
sobresalió de manera especial. En el caso
del guerrero Kusunoki Masashige, será recordado siempre por su lealtad, un valor
recogido en el código ético samurái, el bushido. El sogún Takeda Shingen representa
la inteligencia y la verdad. El popular señor
64 MUY HISTORIA
de la guerra Oda Nobunaga acertó con su
visión comercial y bélica cuando entró en el
mercado de las armas de fuego. El regente
imperial, Toyotomi Hideyoshi, se centró en
la conquista de nuevos territorios para ampliar el poder japonés y ordenó la invasión
de Corea. Ya en el siglo XVI, el sogún Tokugawa Ieyasu creó un Estado militarizado
y su clan lo gobernaría durante 250 años.
Otros enfocaron su ambición no tanto a la
política como al perfeccionamiento de la lucha cuerpo a cuerpo. Así, con grandes dotes
en las artes de la guerra, son significativos
los samuráis Kato Kiyomasha, Date Masamune y Miyamoto Musashi, que crearon
leyenda y escuela en el mundo samurái.
GETTY
JOSÉ ÁNGEL MARTOS
PERIODISTA Y ESCRITOR
Guerreros samuráis del siglo
XIII en una ilustración.
Estos héroes destacaron porque cada uno poseía
cualidades específicas en las que sobresalió
MUY HISTORIA 65
Kusunoki Masashige
LE A L H ASTA L A T UMBA
E
AGE
ste inteligente guerrero de la primera mitad del
siglo XIV es un modelo de lealtad samurái hacia su emperador, una cualidad que no todos
sus pares mostraron. Tan admirado resultó por ello
que, cinco siglos después de su muerte, el gobierno
Meiji que renovó la sociedad japonesa le dio honores de héroe. En 1900 se levantó una enorme estatua
ecuestre suya en bronce frente al Palacio Imperial de
Tokio, en una localización privilegiada.
Kusunoki (1294-1336) nació en la provincia medieval de Kawachi, al este de Osaka. Su familia remontaba su influencia en el gobierno nipón hasta el siglo
VIII, pero en su época no era más que un clan de la
nobleza provincial sin personajes significativos.
Sería Kusunoki el primero en volver a sobresalir, como héroe samurái decisivo en el retorno al trono del
emperador Go-Daigo, exiliado tras intentar acabar
con el poder del clan Kamakura. Esta familia acaparaba el rango de sogún, el máximo mando militar
del país, que llevó aparejado durante muchos siglos
ser el verdadero hombre fuerte del gobierno.
El emperador Go-Daigo había experimentado lo
que era estar metido dentro de una jaula de oro, y
66 MUY HISTORIA
Frente al
Palacio Imperial
de Tokio,
Kusunoki
Masashige está
representado
en una estatua
ecuestre de
bronce que fue
un regalo al
emperador en
1900.
conspiró dos veces contra el sogún Kamakura Morikuni. Sus reiterados intentos, fracasados, lo llevaron al exilio, pero contó con lealtades como la de
Kusunoki, quien plantó batalla al dictador desde
su zona de influencia en Osaka. A pesar de su inferioridad numérica, resistió bravamente el asedio
de las fuerzas oficiales en la fortaleza de montaña de
Akasaka, que él había erigido y convertido en una
pesadilla llena de trucos para los sitiadores. Siempre
ingenioso, cuando se le cortó el aprovisionamiento
de agua y parecía que la resistencia tocaba a su fin,
Kusunoki tuvo una idea para evadirse: erigió una
gran pira con los muertos mientras los que quedaban vivos se fueron marchando en pequeños grupos. Dejó a un único superviviente, que informó a
los atacantes de que el líder samurái y sus hombres
habían cometido un suicidio colectivo. Cuando descubrieron la verdad, ya era tarde.
PERSISTENCIA EN SUS OBJETIVOS
Kusunoki construyó una segunda fortificación en la
montaña vecina, a la que llamó Chihaya. Levantada
en madera, la dotó de sistemas defensivos que hicieron de ella un lugar infranqueable. Quienes la asaltaban eran recibidos por troncos y rocas que, situados
en gran número por todo el perímetro, se lanzaban
rodando contra los atacantes. Después, se encontraban con puentes móviles que la defensa retiraba a
voluntad. Por último, las posiciones internas estaban
organizadas en forma de terrazas que dificultaban
el acceso de una a otra. Chihaya se mantuvo invicta
frente a todos los asaltos del sogún.
Kusunoki fue elevado a gobernador de Kawachi,
su provincia natal. Otros samuráis que ayudaron al
retorno de Go-Daigo no se mantuvieron fieles, en
particular Ashikaga Takauji, que había tomado Kioto. El enfrentamiento entre ambos guerreros resultó
inevitable y en 1336 lucharon en una gran batalla, en
la que Kusunoki se encontró en inferioridad numérica decisiva y teniendo que cumplir las órdenes del
emperador: dar batalla abierta en la desembocadura
de un río, en lugar de hacerlo en la montaña como
él prefería, para dificultar el acceso al enemigo con
sus ardides. Viéndose perdido, Kusunoki le preguntó a su hermano, que lo acompañaba, cómo querría
reencarnarse: “Mi deseo es nacer siete veces como
el mismo ser humano para aniquilar al enemigo del
emperador”, le contestó. Entusiasmado, Kusunoki
gritó: “¡Siete vidas para la patria!”, y ambos se
suicidaron. Fue el culmen de la lealtad.
Ta k e d a Sh i ngen
UN SA MUR Á I DE CINE
GANANDO FUERZAS
A partir de esta victoria, Shingen fue ganando terreno en la importante provincia de Shinano, en
el centro de Japón. Allí logró varios éxitos, como
la toma del Castillo de Kuwabara, y se convirtió
en uno de los grandes caudillos. A medida que
iba ganando fuerzas, quedaban pocos rivales que
le pudieran disputar la supremacía, pero encontró uno formidable en los límites provinciales:
Uesugi Kenshin, señor de la guerra que dominaba la vecina provincia de Echigo.
Ambos se convertirían en grandes enemigos –se
los conocía como “tigre y dragón”–. Sus fuerzas
eran prácticamente equivalentes y se vieron abocados a épicas batallas, repetidas a lo largo de un
período de once años, entre 1553 y 1564. Cinco veces se enfrentaron y las cinco en el mismo
lugar, Kawanakajima, una fértil planicie donde
confluyen dos ríos. Se trataba de batallas honorables, disputadas entre samuráis con un código
guerrero lleno de rituales y de rasgos de honor.
Se cuenta que en una de las ocasiones, cuando
Takeda se quedó sin sal porque otro clan había
interceptado un suministro, fue su propio rival
quien se la envió de sus almacenes, explicándole
que él combatía con espadas y no con alimentos.
FRENTE A FRENTE
Estas batallas de igual a igual solían acabar sin
un ganador claro. En la cuarta, sucedida en
1561, se produjo un hecho excepcional cuando Uesugi comandó personalmente una carga
de caballería que pilló desprevenido al ejército rival. La penetración de Uesugi en el campo
enemigo fue fulgurante, tanto que se encontró
de repente delante del propio Takeda. Los dos
míticos samuráis se hallaban frente a frente sin
interposición y Takeda estaba prácticamente
desarmado. La tradición cuenta que se defendió
frente a su poderoso enemigo tan solo utilizando su abanico de metal –que se usaba para dar
órdenes–. Con el precario artilugio consiguió
desviar los golpes de la espada de Uesugi hasta que un lancero acuchilló al caballo de este,
que cayó al suelo. En ese momento irrumpieron
varios guerreros de ambos bandos, interponiéndose. Los dos caudillos ya no volvieron a verse y
la batalla continuó su curso.
Takeda expandió su poder en la década de
1560, tomando entre otras la provincia de
Suruga. Su siguiente reto fue enfrentarse a la
alianza de dos poderosos samuráis, uno de
ellos Oda Nobunaga, que sería su talón de
Aquiles, como veremos en la biografía de este.
Takeda Shingen murió en 1573.
ASC
E
n la obra maestra del cineasta Akira Kurosawa, el film Kagemusha (1980), vemos cómo un ladronzuelo es reclutado para ejercer
como doble de un señor de la guerra. Este último
no es otro que Takeda Shingen, uno de los caudillos más relevantes de los inicios de la época
de guerras intestinas entre los grandes líderes
samuráis que fue el siglo XVI, tras la descomposición del poder imperial y el incendio de Kioto.
Nacido en 1521 en el noble clan de los Takeda, en
la provincia de Kai –al oeste de Tokio–, Shingen
fue un joven que destacó pronto por su inteligencia, pero también por su ambición. Tanta era
esta que derrocó a su padre prematuramente, lo
hizo exiliarse y tomó el control de su clan a la
corta edad de veintiún años. Muy rápidamente,
en la batalla de Sezawa, se forjó una reputación
como gran guerrero al derrotar a nobles rivales
que le disputaban su expansión. A pesar de contar con unas fuerzas muy inferiores (3.000 guerreros contra 12.000), Shingen sorprendió a sus
enemigos con un ataque relámpago antes de lo
esperado y destrozó a su ejército.
Shingen luchó
por el control
de Japón en el
período
Sengoku
(1467-1568). A
la izquierda,
representado
por Kuniyoshi.
MUY HISTORIA 67
Oda Nobunaga
UN LOCO MU Y INTELIGENTE
N
ada hacía presagiar que Nobunaga, nacido en
1534, fuera a ser uno de los grandes unificadores de su país. De joven mantuvo un comportamiento arrogante y excéntrico que lo llevó a
ser conocido como “el loco de Owari”. Se cuentan
anécdotas como la de que le gustaba vestir hakamas (los pantalones largos anchos tradicionales)
con rayas de piel de tigre, o que tuvo un acceso de
rabia en el entierro de su padre y arrojó el quemador de incienso contra el altar.
Rehusó posicionarse en la sucesión de su progenitor
y esto provocó que uno de sus servidores cometiera
seppuku para llamar la atención del joven sobre su
falta de interés por los asuntos importantes. Parece
que la radical medida surtió efecto y, ya como caudillo, corrigió su vena lunática. Pronto comprobaría las dificultades del liderazgo en aquella convulsa
época, pues hubo de imponerse a sangre y fuego
ASC
Las conquistas
militares de
Hideyoshi
(abajo, réplica
de su armadura)
iniciaron un
proceso de
unificación de
Japón en el
siglo XVI.
68 MUY HISTORIA
dentro de su propio clan: uno de los episodios más
duros fue tener que matar a su hermano menor, que
a su vez había planeado asesinarlo.
Su meteórico ascenso al poder se fundamentó en
su éxito contra pronóstico en la batalla de Okehazama (1560). Se enfrentaba al mucho más poderoso ejército de Imagawa Yoshimoto, el líder más
poderoso del momento (solo al nivel de Takeda
Shingen). En lugar de dejarse sitiar, como era habitual, simuló mantenerse en su fortaleza mientras
se dirigía contra el enemigo por sorpresa. Resultó
que los hombres de Yoshimoto celebraban con bebida y bailes sus imparables progresos. Los de Nobunaga aprovecharon la confusión para acercarse
y lanzaron un ataque tan rápido que Imagawa y
sus soldados no pudieron reaccionar y muchos
murieron sin saber qué estaba pasando, entre ellos
Imagawa: un samurái le cortó la cabeza.
To y o t o m i H i d e y o s h i
EL PLEBE YO QUE UNIFICÓ JA PÓN
U
no de los guerreros más expansionistas y con
mayor poder del Japón feudal tuvo unos orígenes modestos: provenía de una familia de
campesinos. Este linaje no impidió que Hideyoshi
tuviera querencia por el mundo guerrero de los
samuráis. Pronto, sus méritos en batalla le propiciaron el ascenso en el escalafón de los ejércitos de
Oda Nobunaga, hasta llegar a general.
A pesar de que Nobunaga había sido su mentor, en
el momento en que fue traicionado y asesinado, él,
como algún otro general, estaba sospechosamente
ausente. Eso no impediría que luego aprovechase
la situación para caer sobre el traidor Akechi con
todas sus fuerzas y presentarse como el reparador
de la injusticia cometida contra el gran caudillo.
Hideyoshi se movió con rapidez para plantar
cara al clan Mori, el principal rival en aquel
momento del clan Oda, del que él formaba parte. Consiguió transformarlos en vasallos y aliados y, entre los diferentes candidatos a la sucesión
de Nobunaga, se posicionó a favor del hijo de este, al que luego manejaría como un títere.
Con el dominio de las provincias centrales, Hideyoshi iría sumando posesiones territoriales
significativas, como la isla de Shikoku, y de-
rrotando a enemigos internos. También levantó el
Castillo de Osaka, germen de la gran ciudad actual.
Todo esto lo convirtió en el verdadero unificador
de Japón y le puso en posición de reclamar el puesto de sogún, pero como no tenía sangre azul estaba
inhabilitado para ello. Buscó otro cargo y consiguió
ser nombrado kanpaku, regente imperial.
Convertido en el hombre fuerte de Japón, decidió
seguir su agresiva política expansionista más allá
de las fronteras del país y ordenó la invasión de Corea en 1592, paso previo a la conquista de China,
concebida como una venganza frente a la invasión
mongola de Japón en el siglo XIII. Su plan consistía
en que los propios coreanos, conquistados y sometidos a vasallaje, fueran luego el grueso del ejército
que invadiese China, reservándoles así el duro rol
de ser carne de cañón. Durante seis años, los mejores generales japoneses lucharon en Corea, pero
la tarea resultó compleja para sus fuerzas. La habilidad de los coreanos en el combate naval –modalidad en que infligieron derrotas decisivas a los nipones– y la participación de enormes contingentes
chinos imposibilitaron los megalómanos proyectos
de Hideyoshi, que falleció en 1598 en pleno segundo intento de invasión de Corea.
En esta
ilustración está
representado
el daimio
Nobunaga,
del clan Oda,
armado con
una catana.
AGE
A partir de entonces, Nobunaga se convertiría
en el nuevo caudillo en alza y llegó a aliarse con
el gran Takeda Shingen, con quien años después
rompería. Participó en los principales acontecimientos militares y, en particular, en 1568 protagonizó la entrada en Kioto en apoyo del candidato
a sogún Yoshiaki, cuyo nombramiento inauguró
un nuevo periodo de la historia de Japón.
Uno de sus grandes aciertos fue adoptar con entusiasmo las nuevas armas tanegashima, los arcabuces, introducidos por los portugueses en 1543
en la isla japonesa del mismo nombre. Enseguida,
los arcabuces se hicieron muy populares entre los
señores de la guerra. En tan solo diez años ya había 300.000 en Japón. Nobunaga los utilizaría decisivamente para derrotar a la caballería de Takeda
Shingen en la batalla de Nagashino (1575), la más
famosa de la historia de Japón. El uso de las armas
con pólvora fue todo un signo de hacia dónde se
movían los tiempos.
Nobunaga también construyó una gran fortaleza,
Azuchi, en las afueras de Kioto, preparada para
resistir asaltos con cañones y otras armas de fuego. Era un auténtico castillo, algo poco habitual
y prueba de su clarividencia militar.
El final de Nobunaga vino propiciado por la traición de uno de sus generales, Akechi, al que había
tratado cruelmente en diversas ocasiones. Sitiado
por este en un templo de Kioto y herido, Nobunaga se quitó la vida suicidándose entre edificios en
llamas. Su cuerpo jamás fue recuperado.
To k u g a w a I e y a s u
EL A RTÍFICE DEL ESTA DO SA MUR Á I
LUCHA POR EL PODER
Se mantuvo ajeno a la invasión de Corea y
siempre cercano a la corte de Hideyoshi, aceptando formar parte del
consejo de cinco regentes previsto
para el momento en que falleciese
el gran líder. Este quería que su
hijo Hideyori le sucediera pero,
cuando murió, el pequeño solo tenía 5 años y se desató una
guerra civil entre Ieyasu y sus
rivales. El destino de la sucesión se decidiría en la batalla de
Sekigahara, el 21 de octubre de
1600 [ver artículo en página 50], y
fue en favor de Ieyasu.
Tokugawa parecía haber superado todos los obstáculos, pero se encontró con la inesperada resistencia de Hideyori, que duraría casi una década.
El enfrentamiento clave entre ambos llegó en
1615 en la batalla de Tennoji, un lugar cercano
al Castillo de Osaka, que Hideyori pretendía
tomar. Fue una batalla que certificó el
cambio de estrategia en las costumbres guerreras propiciado por las
armas de fuego: la lucha transcurrió
mayoritariamente entre apretadas infanterías de arcabuceros, ajenos a los
gloriosos enfrentamientos a espada de
los antiguos samuráis.
Ieyasu solo viviría un año más,
pero su familia, los Tokugawa,
detentó el sogunato durante 250
años. Lo hicieron creando un
Estado militarizado imbuido de tradicionalismo en
el que los samuráis, acabadas sus guerras intestinas, impusieron su forma
de ver la vida y la política
a todo un país.
AGE
A
l contrario que Hideyoshi, Tokugawa Ieyasu
provenía de una familia de larga tradición
guerrera y supo alcanzar una posición de
creciente influencia. Llegó incluso a plantar cara a
Hideyoshi en 1584, aunque acabarían por firmar
la paz; Ieyasu quedó situado como el segundo señor de la guerra más importante de la época.
En 1603,
Tokugawa
Ieyasu recibió el
título oficial de
sogún de manos
del emperador
Go-Yozei a los
60 años de
edad.
MUY HISTORIA 69
Miyamoto Musashi
EL SA MUR Á I IN V IC TO
D
ecir el nombre de Miyamoto Musashi es
hablar de una auténtica leyenda para aquellos que más veneran el arte de la espada y
la técnica samurái. Aunque fue un personaje de
nula relevancia política –nunca dominó ningún
feudo–, es considerado el ejemplo más depurado
de luchador. Su técnica y su filosofía de la lucha
las transmitió a las generaciones posteriores en
su famosa obra El libro de los cinco anillos.
De su vida se desconoce su año de nacimiento
(quizás 1584) y solo se sabe con certeza lo que
él quiso explicar en su libro, que son sobre todo
los datos propiamente relacionados con su actividad como duelista. Y su currículum habla a
las claras de un personaje realmente letal desde
una temprana edad, ya que, como él mismo escribe, dedicó su espíritu “a la ciencia de las artes
marciales desde que era joven”.
GUERRERO PRECOZ
Con 21 años se fue a la capital –Kioto por entonces–, donde conoció a los principales maestros
de artes marciales del país, con los que depuró su
técnica. También se dedicó a los duelos; según su
propia contabilidad, hasta los 29 años participó
en más de sesenta duelos: “Nunca perdí”. Posiblemente haya que dar por buena la afirmación, pues
si hubiese sido derrotado difícilmente habría habido ocasión de que su libro viera la luz. Se considera que Musashi debió ser un ronin, nombre
con el que se conoce a los guerreros errantes que
se quedaron sin empleo cuando Tokugawa Ieyasu
empezó a ejercer un control más directo sobre
los ejércitos y las armas. Los ronin, acorralados
por la pobreza, se convirtieron en mercenarios
dispuestos a realizar cualquier trabajo violento
que les pudiese garantizar el sustento.
Date Masamune
GUERRERO DE L A LUN A CRECIENTE
F
AGE
Excelente en
tácticas militares,
Date Masamune
era identificado
porque le faltaba
un ojo: se le
conocía con el
sobrenombre de
“Dragón de un
solo ojo”.
ue y sigue siendo uno de los guerreros más
icónicos de la era samurái. Su inconfundible
casco coronado por una enorme Luna en cuarto creciente se convirtió en uno de los más espectaculares símbolos guerreros nipones y aún hoy sus
admiradores lo siguen utilizando en las recreaciones y exhibiciones de la época. A ello hay que sumar que le faltaba un ojo, a causa de la viruela.
En las guerras de unificación de
la época, recibió la petición de
Toyotomi Hideyoshi de unirse a sus
fuerzas. En un acto de independencia,
Masamune no dio respuesta, lo que enfureció al gran caudillo. Ambos se reunieron en un tenso encuentro en el
que Masamune, lejos de acobardarse,
se presentó ataviado con su más feroz
traje guerrero. Parecía que ese podía
ser su final, pero Hideyoshi decidió
perdonarlo con una frase que ha pasado a la posteridad: “Puede ser de utilidad más adelante”.
En efecto, lo fue. Él y sus hombres
participaron en las invasiones de
Corea, la gran misión emprendida
70 MUY HISTORIA
por Hideyoshi. Tras ese encargo, Masamune recibió como compensación un castillo en el Norte,
Iwadeyama. Luego, por sus servicios al siguiente
sogún, Tokugawa Ieyasu, recibiría el dominio sobre el área de Sendai, donde fundaría la ciudad
del mismo nombre, en la que se instaló, ya que
estaba mejor comunicada que el castillo. Esta es
hoy una urbe de más de un millón de habitantes.
COMERCIANTE MARÍTIMO
Desde Sendai, Masamune se dedicó a promover
el comercio y estableció lazos con el extranjero. Organizó una importante misión hacia los
dominios españoles que, por vía marítima, encabezó uno de sus samuráis, Hasekura Tsunenaga, a través del Pacífico [ver artículo en página
20]. Este fue recibido en la corte española y, en
Roma, por el papa Paulo V. De esta forma, su
señor Masamune intentaba crear lazos comerciales con el Imperio español. Se conserva una
carta suya al papa redactada en latín, posiblemente por Luis Sotelo, un monje franciscano de
Sevilla que había llegado hasta Japón y al que
Masamune salvó de ser ejecutado.
ASC
A los 30 años, Musashi tomó una decisión radical: abandonar los duelos y empezar a reflexionar sobre los principios de las artes marciales.
Llegó a la conclusión de que había triunfado por
una capacidad innata, e incluso por los fallos de
quienes enseñaban en las escuelas. En definitiva,
no se consideraba preparado. Así que se propuso
ahondar en lo necesario para ser un buen guerrero, de forma que con los años llegó a lo que él
llama “ciencia de las artes marciales”.
En su libro nos habla de alguien que se dedica a la
lucha como una auténtica vocación. Por ello, hoy
es visto como un asceta de la guerra, una suerte
de monje guerrero. En la obra trata cuestiones como “la actitud del espíritu en las artes marciales”,
con recomendaciones tales como que “es esencial
pulir diligentemente el intelecto y el espíritu”.
Tenía cincuenta años cuando, según él mismo,
alcanzó este conocimiento científico, y sabemos
que su libro lo empezó a escribir en 1643, cuando debía estar a punto de cumplir los sesenta.
Dos años después, tras haber acabado su texto,
falleció de muerte natural.
El disciplinado
carácter de
Kiyomasha (en
la estatua) le
proporcionó
importantes
cualidades para
la batalla.
Kato Kiyomasha
EL HÉROE
MÉRITOS EN BATALLA
Kato Kiyomasha dirigió uno de los tres ejércitos en que se subdividió la fuerza expedicionaria japonesa. Lo cierto es que con los otros dos
generales la relación era más bien mala,
entre otras cosas porque ambos eran
cristianos, y la invasión se convirtió en
una carrera por ver quién de los tres
desembarcaba primero, conquistaba
Seúl en primer lugar y, en definitiva,
hacía más méritos ante el caudillo Hideyoshi. De este modo, su
propia competitividad los llevó
a protagonizar una exitosa guerra relámpago, que en un primer
momento les glorificó pero que
a la larga resultaría infructuosa por la aguda resistencia de
los coreanos y la presencia de
enormes contingentes chinos,
que los invasores no podían llegar a igualar ni de lejos. Kiyomasha,
curiosamente, encontraría
la muerte en una travesía
marítima en 1611.
AGE
C
on 14 años y debido al fallecimiento de
su padre, entró al servicio de Hideyoshi.
De esta forma, Kiyomasha se educó en
las artes guerreras a las que iba a consagrar su
vida. Ascendió con rapidez; en 1580, con 18
años, ya lo encontramos convertido en señor
de un castillo, el de Kumamoto, y mandando una cohorte de casi mil samuráis. Pronto
se hizo famoso por su fiereza, que en parte se
incrementaba a causa de su excentricidad indumentaria: Kiyomasha utilizaba un casco de
batalla de casi un metro de altura con forma
de aleta de tiburón y llevaba una desarreglada
barba que le cubría la cara, algo insólito en los
japoneses de la época.
Aunque para entonces ya se había configurado
como una pieza clave de las fuerzas de Hideyoshi, su fama se propagaría aun más después de
la batalla de Shizugatake (1583). A Kiyomasha
se le reconoció como una de las “Siete Lanzas
de Shizugatake”, un título que designaba a los
oficiales que habían resultado más decisivos.
Hideyoshi pronto encontró una misión complicada en la que emplear el talento militar de
Kiyomasha: la invasión de Corea.
Musashi se
mantuvo
relativamente
alejado de la
sociedad,
dedicándose a
la búsqueda de
iluminación a
través del arte
de la espada.
MUY HISTORIA 71
EN T R E L A R E A L IDA D Y EL MI TO
Fue uno de los sucesos más sangrientos de uno de los siglos
más pacíficos de la historia de Japón: el XVIII, en la etapa
Edo. Quizá por ello, se convirtió en leyenda de la mano de la
literatura, el teatro y el cine.
ROBERTO PIORNO
HISTORIADOR Y PERIODISTA
L
a mañana del 30 de enero de 1703, Edo (actual Tokio) era un hervidero de rumores.
Huérfanos de grandes acontecimientos, los
habitantes de la capital reaccionaron con
excitación ante las noticias, aún confusas en
las primeras horas del día, de los disturbios
de la madrugada anterior en el exclusivo distrito residencial a orillas del río Sumida. Un siglo de paz y
orden extremos prácticamente ininterrumpido era
lo que la noticia de una venganza samurái, de esas
que ni los más viejos del lugar acertaban a recordar,
necesitaba para cuajar en mito casi instantáneo y
expandirse por la ciudad como la pólvora.
Los culpables del sensacional revuelo eran un
grupo de vasallos del clan Asano que habían
asaltado con alevosía en medio de la noche la
mansión de Kira Yoshihisa, maestro de ceremonias del sogún, dándole muerte y decapitándolo.
Imposible no estar al corriente del episodio en
las calles de Edo. No solo por el revuelo causado durante el asalto, sino por la ruidosa y nada
discreta marcha a pie protagonizada por los presuntos justicieros desde la mansión del enemigo
muerto hasta el Sengakuji, el templo en el que
descansaban los restos mortales de su señor, sobre cuya tumba depositaron la cabeza del enemi-
72 MUY HISTORIA
go muerto. Durante semanas, nadie hablaba en
Edo de otra cosa.
UN EXTRAÑO INCIDENTE PREVIO
Es preciso remontarse al 17 de abril de dos años antes para dar con la raíz de la discordia. Ese día, altos
dignatarios de la casa imperial, con sede en Kioto,
se encontraban en Edo en una visita de cortesía correspondiendo al sogún que, a comienzos de año,
había enviado una delegación a Kioto para transmitir al emperador sus felicitaciones de Año Nuevo.
Para agasajarlos conforme al protocolo, y siguiendo
al dedillo los rituales y las normas de etiqueta confucianas, Kira Yoshihisa, maestro de ceremonias del
sogún y miembro de una ilustre familia samurái cuyo leal servicio a la casa Tokugawa se remontaba a
los inicios del siglo anterior, preparó una acogida a
la altura de las circunstancias. Como era costumbre,
dos de entre los daimios (señores feudales) más prominentes eran escogidos para ejercer de anfitriones
de las delegaciones del emperador y de el exemperador respectivamente, lo que se tenía entonces por
un altísimo honor. Naganori, señor de la casa de
Asano, un hombre de reputación dudosa, mujeriego y hedonista (características todas ellas ma-
‘CHUSHINGURA’.
PHOTOAISA
La obra teatral así llamada
–a la que pertenece esta
ilustración de Utagawa
Kuniyoshi–, de enorme
éxito, sublimó el trágico
episodio y convirtió a los 47
ronin en figuras heroicas.
EL CASTILLO
DE AKO.
ALBUM
DE LA HISTORIA AL TEATRO. Xilografía ukiyo-e
del periodo Edo que muestra a un actor de kabuki
en el papel de uno de los 47 ronin.
LOS RONIN, DIVIDIDOS
La rapidez de la sentencia y de la posterior ejecución obedecía a la incontestable gravedad del deli-
SHUTTERSTOCK
El feudo de
Asano (abajo)
fue expropiado
por orden del
sogún: fue una
de las causas
de la venganza.
quilladas a posteriori por las obras de ficción
que forjaron el mito), tenía el cometido de atender
y agasajar al séquito del emperador Higashiyama.
El 14 de abril, las dos delegaciones llegaron a Edo.
Antes, Kira Yoshihisa había adiestrado a Asano en
la intrincada complejidad del rígido ritual confuciano que decoraba la pomposa bienvenida. Todo
transcurrió conforme a lo previsto hasta el 17 de
abril, el último día de estancia del séquito imperial
en Edo. Y en la meticulosa preparación del ritual de
despedida es donde afloraron, presuntamente, las
primeras fricciones entre Kira y Asano. Un cambio
de planes de última hora precipitó el desencuentro; Asano, adaptándose al imprevisto, se dirigió
al llamado Corredor de los Pinos. Allí encontró a
Kira departiendo con un funcionario sogunal cuyo
informe por escrito de los hechos es nuestra única
fuente de información fidedigna. Según este, y sin
mediar aparentemente ofensa alguna, Asano desenfundó entonces su wakizashi (la espada corta de los
samuráis) y atacó a Kira por la espalda pronunciando unas crípticas palabras: “¿Recuerdas mi resentimiento de estos últimos días?”. El maestro de ceremonias resultó ileso, pero en pocos minutos Asano
era arrestado y puesto bajo custodia en la mansión
del daimio Tomura Takeaki, en espera de que los
hechos fueran esclarecidos y se estableciese el castigo oportuno. Apenas cuatro horas después de su
arresto, se decretó su inmediata ejecución. Así, en la
casa de Tomura y sin apenas tiempo para reaccionar,
Asano Naganori procedió a abrirse el vientre con su
wakizashi suicidándose mediante seppuku.
74 MUY HISTORIA
to: Asano había agredido a un alto funcionario del
sogún en la residencia de este y, como agravante,
había desenfundado su espada en presencia de delegados imperiales, vulnerando un ancestral principio sintoísta que consideraba la sangre como un
agente altamente impuro, más aún en tan solemne
escenario. Sin apenas margen para asumir la gravedad del crimen, Asano aún tuvo tiempo para enviar
un mensaje de despedida a sus vasallos, a su feudo
de Ako. En la misiva no había una sola referencia a
las causas que habrían provocado y, eventualmente,
justificado su airada reacción contra Kira. Asano,
por ello, se iba a la tumba llevándose consigo las
razones del agravio, sin que conste en lugar alguno
la naturaleza de la ofensa que lo había empujado a
atentar contra la vida del maestro de ceremonias
del sogún.
Lamentablemente, gran parte de las interpretaciones relativas al incidente son posteriores a la venganza de los vasallos de Asano, coincidiendo con
un proceso de heroización que iba a cristalizar en
un sinfín de obras teatrales, novelas y películas que
contribuirían en gran manera a distorsionar la verdad y a mezclar arbitrariamente la realidad, el mito
y el rumor callejero más infundado. El incidente
comenzó a adquirir tintes de gran tragedia pocas
horas después del seppuku. Las noticias del grave
¿HÉROES O VILLANOS?
l heroísmo de los 47 ronin tiene, a la luz de los hechos, demasiados claroscuros. En realidad, obviaban interesadamente cuestiones esenciales, y de muy dudosa legalidad, que desacreditaban
sus nobles principios. Para empezar, Asano había atacado a Kira
por la espalda: una agresión nada admirable que, por si fuera poco,
había puesto de relieve la torpeza de su señor en el manejo de las
armas. Asano, después de todo, distaba mucho de ser un samurái
ejemplar. Por otro lado, jamás existió una disputa como tal; fue una
agresión en toda regla sin respuesta alguna por parte del agredido.
Circunstancias, todas estas, que desacreditaban las demandas de
los ronin. La supervivencia del clan, la conservación de sus bienes y,
por ello, de su privilegiado estatus social, frente al abismo del desempleo, en un Japón en el que los samuráis sin dueño se veían empujados frecuentemente a la miseria y a un terrible horizonte de supervivencia marginal, colocaron en realidad las “obligaciones” morales para con su señor en un segundo plano hasta que estuvo todo
perdido. Por otro lado, ¿por qué los ronin no cometieron seppuku
después de ejecutar su venganza en el Sengakuji, junto a la tumba
de su señor? No son pocos los contemporáneos que se hicieron esta misma pregunta, incluido Yamamoto Tsunetomo, autor del célebre
Hagakure.
El debate confuciano en torno a la legalidad-moralidad de la acción de los 47 en los meses posteriores al suceso es, en sí, infinitamente más trascendental que el propio incidente. Lo cierto es que
la renuncia al seppuku
espontáneo y la espera, durante semanas, de
una sentencia del Bakufu invitan a pensar que,
lejos de resignarse a su
suerte, los ronin todavía
esperaban un perdón colectivo y, quizá, incluso
recuperar el empleo que
habían perdido a raíz de
la caída en desgracia del
clan al que servían.
E
LA HONRA DEL SAMURÁI
La versión oficial, condicionada por la admiración
popular a la lealtad inquebrantable de los ronin, interpretó la venganza como una causa justa, pero ¿lo
era realmente? Los ronin no acertaban a digerir una
cosa: el protocolo samurái, una reliquia de tiempos
pasados y un recuerdo anacrónico de una sociedad
guerrera, extinta hacía más de un siglo, sugería que
tras una disputa entre samuráis, si el agresor era
condenado, el agredido, deshonrado, debía correr
la misma suerte.
Las autoridades judiciales en estos casos solían aplicar el mismo rasero dando por bueno el juicio moral
que repudiaba la cobardía y la indignidad samurái
del perdedor, aplicando idéntica condena a uno y
a otro. Los ronin censuraban la cobardía de Kira,
que renunció a defenderse de la agresión de Asano. Igualmente entendían como una obligación de
lealtad hacia su señor eliminar al enemigo al que las
circunstancias habían salvado de la ira y el acero de
Asano. En un documento firmado por los vasallos
horas antes de ejecutar la ansiada venganza, confesaban “la imposibilidad de seguir viviendo bajo el
mismo cielo que el enemigo de nuestro señor”.
Casi dos años transcurrieron entre la muerte de
Asano y el día D elegido para la ejecución de la
implacable venganza de los ronin. En ese intervalo de tiempo, planificaron el asesinato de Kira con
una meticulosidad admirable. Lamentablemente,
esos meses de transición son una nebulosa en las
crónicas del periodo, y son sobre todo las múltiples
ficciones teatrales las que han forjado la imagen, sin
duda idealizada, del heroico comportamiento de
los ronin en ese tiempo. Dice la leyenda que unos y
otros urdieron una sofisticada mascarada en virtud
de la cual exhibían una total renuncia a la dignidad
y respetabilidad samurái para despistar al ene-
PHOTOAISA
suceso no tardaron en llegar a Ako, para indignación del chambelán del clan, Oishi Kuranosuke, y
demás leales vasallos de Asano. Muerto aquél, el
Bakufu ordenó a dos oficiales tomar posesión del
Castillo de Ako. Igualmente se dispuso el arresto de
Asano Nagahiro, hermano menor de Naganori y
por tanto heredero natural y cabeza visible del clan.
En la práctica, estas dos medidas se traducían indirectamente en una terrible condena para los 270
vasallos de Asano repartidos entre Ako y Edo. Sin
señor al que servir y sin castillo que custodiar, perdían su condición de samuráis para convertirse en
ronin –estigmatizados por la caída en desgracia de
su empleador– y, por tanto, en vasallos sin empleo,
con espada potencialmente en venta al mejor postor.
Los siguientes días fueron críticos en el interior del
Castillo de Ako. Mientras el veterano e inflexible
Oribe Yahei, cabecilla de la facción dura, abogaba
por la venganza inmediata, el chambelán Oishi,
más templado y estratega, tras especular con la
posibilidad de una estéril defensa del castillo hasta
la última sangre, sostenía la necesidad de acatar la
sentencia, abandonar Ako y esperar acontecimientos. Finalmente, venció la línea blanda. En el fondo,
el chambelán Oishi confiaba en que la disposición
de los vasallos a acatar pacíficamente la sentencia
ablandara la postura intransigente de las autoridades, propiciara el perdón del hermano de Asano y
consintiera la restauración del clan y, en última instancia, la redención de los ronin y el mantenimiento
de su estatus samurái. Naturalmente, el Bakufu no
dio marcha atrás; la suerte de los vasallos de Asano
estaba echada. Fue entonces cuando, perdida toda
esperanza, Oishi cedió al fin a las tesis duras de Oribe. Los ronin, finalmente, acabarían con la vida de
Kira Yoshihisa aunque fuera lo último que hicieran.
Arriba, un libro
e-hon (relatos
ilustrados que
son un antecedente remoto
del manga)
obra del gran
Utagawa Kuniyoshi (17971861). El dibujo
a tinta retrata a
Asano (izda.)
frente a Kira.
MUY HISTORIA 75
migo. Mientras, Oishi Kuranosuke, el chambelán, jugaba al despiste entregándose a una vida de
desenfreno, alcohol y excesos. Pero, como siempre,
la leyenda tiene un inevitable trasfondo verídico.
Fuentes del periodo, en efecto, aluden a la rutina de
moral distraída y dispendio de Oishi durante estos
meses, pero en ningún lugar se menciona que esta
actitud del chambelán fuese una estrategia de distracción. Es decir, que el mito interpretó como una
actitud virtuosa y una demostración de extrema
lealtad lo que bien pudo ser una afición un tanto
aparatosa a la buena vida y al exceso.
CONDENADOS PERO IDEALIZADOS
Abajo, Asano
Naganori según una ilustración. Su
muerte por
seppuku descabezó a su
clan y convirtió
a sus samuráis
en ronin.
De los más de doscientos cincuenta vasallos del
clan, solo 47 (o quizá 46 o 48, según diversas
fuentes) tomaron parte en la conspiración, lo
que de por sí denota importantes disensiones
internas entre los propios feudatarios de Asano. Y, aunque los hechos sugieren que los 47 no
estaban resignados a una sentencia de muerte
cierta, las pocas cartas que se conservan redactadas por algunos de los ronin a modo de
despedida de sus familiares denotan hasta qué
punto eran conscientes de que difícilmente volverían a ver a los suyos.
Eligieron la noche del 30 de enero de 1703 para ajustar cuentas de una vez por todas con Kira. Aparentemente, conocían al dedillo el plano de la mansión
del maestro de ceremonias del sogún. Según la le-
UNA INTOLERABLE AFRENTA
ada más que especulaciones, mejor o peor fundadas, engrosan
las crónicas contemporáneas acerca del incidente en el Corredor
de los Pinos. La teoría más extendida, recogida por Muro Kyūsō,
un erudito confuciano, dos años después de la agresión (y, por tanto, la más cercana a los hechos), apunta a la escasa “generosidad”
de Asano para con el maestro de ceremonias del sogún, quien habría
quedado muy contrariado ante la magra cuantía del preceptivo “regalo” en agradecimiento por las lecciones
de etiqueta.
Esta clase de compensaciones y obsequios estaban a la orden del día en
la corte nipona y, según la versión
de Kyūsō, el clan Asano habría
descuidado este trámite, desencadenando de esta manera la ira
del maestro de ceremonias que, a
modo de represalia, habría cuestionado
públicamente la diligencia de Asano.
Sea o no veraz esta versión de los
hechos, lo indiscutiblemente cierto
es que en 1703, cuando fue puesta
por escrito, estaba en boca de todos en Edo y alrededores.
PHOTOAISA
N
yenda, uno de los ronin contrajo matrimonio con la
hija del arquitecto de la morada de Kira para hacerse
con los planos. Así, a la orden de un golpe de tambor
de Oishi Kuranosuke, armados con catanas, lanzas y
naginatas, iniciaron el asalto nocturno. Los vasallos
de Kira, totalmente desprevenidos, lucharon valerosamente, pero hasta 17 de ellos perdieron la vida
antes de que los ronin encontraran a Kira escondido
en un pequeño almacén de carbón en el patio. Según Chushingura, la obra kabuki que inmortalizó
la hazaña de los 47, Oishi le brindó la posibilidad
de morir dignamente haciéndose seppuku. Ante su
negativa, el chambelán de Asano lo decapitó con la
misma espada con la que su señor se había abierto el
vientre dos años antes. Los ronin habían satisfecho
su sed de venganza.
Sin perder un segundo, los vasallos de Asano emprendieron la marcha por las calles de Edo hasta
el Sengakuji, el templo donde yacían los restos
mortales de su señor. Una vez depositada la cabeza de Kira a modo de trofeo sobre la tumba de
su señor, y con la satisfacción del deber cumplido, optaron por someterse a la voluntad de las
autoridades. Oishi y los suyos fueron arrestados,
dispersados y puestos bajo custodia de diversos
daimios en espera de sentencia. Con Edo patas
arriba a causa de los rumores, mientras se forjaba
oral y espontáneamente la heroización de los 47,
la corte suprema del sogún se reunió para determinar el destino de los ronin. La decisión se demoró varios días y finalmente, tras un acalorado
debate, la corte sentenció a muerte a los 47 por
conspiración y alteración del orden, no sin alabar, y esto es lo verdaderamente sorprendente, la
actitud de heroica lealtad de los ronin. Se censuraba legalmente su acción pero a la vez, paradójicamente, se loaba desde el punto de vista moral.
Edo se debatía entre la consternación y la admiración por el valor de los agresores, entre la fría
lógica de la ley y la anacrónica apelación a una
ética samurái ya en desuso que, indudablemente,
suscitaba aún notable entusiasmo y admiración
en todos los estamentos de la sociedad nipona.
La nostalgia de la edad dorada de una presunta ética del honor samurái, que en verdad era, en un altísimo porcentaje, una reinvención contemporánea,
una idealización de los usos y costumbres de una
casta guerrera que en tiempos de paz necesitaba inventar mitos para justificar su posición privilegiada,
impulsó la canonización informal de Oishi y demás
vasallos de Asano. Pero la ley es la ley y en su defensa, el 20 de marzo, dos largos meses después del
asalto a la mansión de Kira, se ejecutó la sentencia
de muerte. Los leales samuráis de Asano se sometieron al ritual del seppuku y, tras el rastro de sangre
de unos y otros, se forjó el mito.
Enterrados bajo el mismo suelo que su señor, en el
cementerio del Sengakuji, los ronin rubricaron su
implacable venganza desde el más allá. Siete años
después de su muerte, Asano Nagahiro, hermano
de Naganori, fue formalmente perdonado y, finalmente, los herederos adultos de los ronin pudieron abandonar el exilio. En medio de un clima de
simpatía cercano a la devoción, Oishi Kuranosuke
y demás vasallos de Asano cuajaron en el imaginario colectivo como héroes nacionales gracias, entre
otras cosas, al estreno en 1748 de la legendaria obra
de kabuki titulada Chushingura, la fuente de la que
bebe la distorsionada lectura de la gesta de los 47,
alimentada por la literatura y el cine. Oishi y Asano
pasaron a la historia como héroes trágicos y vestigio
de una filosofía del honor y la lealtad que la modernidad, en el siglo XVIII, estaba definitivamente barriendo. Al tiempo, Kira Yoshihisa cristalizó como
villano de cabecera, quintaesencia de samurái cobarde, némesis de todo lo noble e irresistiblemente
atávico que representaban los ronin.
La realidad, naturalmente, choca frontalmente con
el mito, pero ¿por qué los japoneses convirtieron la
venganza y muerte de los 47 en uno de los episodios
estelares de su memoria histórica? A comienzos del
siglo XVIII, Japón vivía un proceso de transformación sociopolítica irreversible. El Estado central trataba de embridar y desarmar legal y definitivamente no ya el poder, muy mermado a estas alturas, de
los señores feudales –cuyas ambiciones regionales,
OISHI KURANOSUKE.
ALBUM
El líder de los vengadores
(en la ilustración) dio un
golpe de tambor como
señal para iniciar el asalto.
SHUTTERSTOCK
CHUSHINGURA, LA FORJA DEL MITO
SENGAKUJI.
aplastadas por Ieyasu, el primer sogún Tokugawa,
habían sumido a Japón en una sangrienta guerra
civil un siglo antes–, sino la propia influencia moral
de los valores que estos encarnaban. Frente al rígido
esquema del legalismo confuciano, característico de
un Estado que doblaba la esquina para dejar atrás el
Medievo y sumergirse en la modernidad, la insumisión de los ronin al imperativo legal encendía la
nostalgia por el glorioso pasado samurái de un país
atrapado en una contradicción acuciante.
La postura de la corte suprema del sogún a la hora
de fijar una sentencia contra los ronin refleja perfectamente esta fascinante tensión: una cosa era la
legalidad y otra la moralidad, dos conceptos que, en
el Japón de principios del XVIII, aún no iban necesariamente de la mano. Los ronin habían vengado
a su señor, culpable de un delito incontestable con
escasos atenuantes, cometiendo otro aún mayor. Se
habían tomado la justicia por su mano mediante
una emboscada nocturna impropia de samuráis,
asesinando a 17 personas inocentes, los vasallos de
Kira, con tal de saciar su cuestionable sed de venganza. Una conspiración en toda regla coronada con
una actitud, cuando menos, cuestionable. Lo que
subyace detrás de la “canonización” de los 47 es el
debate, muy vivo entonces, entre autoridad central
y autoridad feudal, entre modernidad y tradición,
entre legalidad colectiva y ética individual. Sea como fuere, la bola fue creciendo. Con la Restauración
Meiji, a finales del siglo XIX, los 47 se convirtieron
en un símbolo, en una banda de valientes, insumisos frente a la ley sogunal en un momento en que
el emperador había retomado el control y necesitaba un esfuerzo propagandístico para censurar
el pasado inmediato. El Sengakuji de Tokio se
convirtió así en centro de peregrinación, y los
vasallos de Asano en un ejemplo de excelencia
samurái que, incluso hoy, solo se cuestiona en círculos académicos. Una vez más, la historia sucumbió al irresistible empuje de la leyenda. MH
En este templo
de Tokio –en su
cementerio–
se hallan
enterrados los
47 ronin. En la
imagen, algunas
de las tumbas.
Escanea este código QR para
saber más y profundizar en todos
los detalles de la venganza de los
47 ronin en el Japón de 1703.
MUY HISTORIA 77
EN T R E LO H ISTÓRICO, LO FICT ICIO Y LO FA N TÁ ST ICO
El guerrero
en los grabados
‘UKIYO-E’
Desde el siglo XVII, la generalización del grabado en madera
permitió producir estampas sobre papel a un precio lo
suficientemente asequible para satisfacer las demandas de un
publico urbanita cada vez más numeroso. Estos grabados son
conocidos habitualmente como ukiyo-e.
GONZALO SAN EMETERIO CABAÑES
HISTORIADOR (UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID)
GÉNERO
SANGRIENTO.
ASC
Tsukioka Yoshitoshi
enfatizó el lado cruel y
violento de la actividad
guerrera. En este
grabado (1883), el
samurái Hatakeyama
Shigetada al final de una
batalla.
C
ORÍGENES Y TEMÁTICAS
Los musha-e o “pinturas de guerreros” tienen su
origen artístico, por un lado, en las ilustraciones
que se incorporaron a las primeras ediciones de
crónicas épicas y libros edificantes que comenzaron a publicarse a comienzos del siglo XVII. Por
otro lado, hay que destacar las pinturas votivas dibujadas sobre madera, que se donaban a los templos buscando el favor de los dioses. Originalmente centradas en representar caballos, una de las
ofrendas sagradas más habituales, a mediados del
siglo XVI las pinturas votivas pasarían a adoptar
otras temáticas, siendo las escenas épicas bastante
habituales. Dado que estas pinturas se colocaban
en lo alto de las columnas de los templos, fueron
una de las primeras formas de acceso por parte
de la gente común a las representaciones gráficas
de sus queridas leyendas heroicas, generando una
demanda de imágenes similares.
A lo largo de los más de dos siglos y medio que se
extiende la producción de grabados centrados en
guerreros samuráis, puede hablarse de tendencias
y modas que hicieron eclipsar, elevar y transformar a una miríada de héroes en función de la demanda popular. Aunque resulta difícil establecer
patrones comunes, se puede señalar la particular
predilección de la gente por aquellos guerreros
80 MUY HISTORIA
ASC
omo se puede esperar de una sociedad
dominada desde finales del siglo XII y
hasta el siglo XIX por una élite guerrera, existe en Japón una larga tradición
de representación pictórica de gestas,
batallas y personajes heroicos. Las familias samuráis más privilegiadas buscaron a lo
largo de los siglos patrocinar artistas que elaborasen rollos ilustrados y biombos para recordar
los enfrentamientos y heroicidades de antaño. El
interés por estas narrativas no era exclusivo de la
élite; también era compartido por la gente común,
que disfrutaba de estas historias a través de la tradición oral, pero la representación pictórica de estas gestas estaba limitada al conjunto de la nobleza
militar. Este monopolio visual se rompe en el siglo
XVII con el desarrollo de los centros urbanos y el
avance en las técnicas de impresión. La generalización del grabado en madera permitió producir estampas sobre papel a un precio lo suficientemente
asequible para satisfacer las demandas de un publico urbanita con medios modestos, pero cada
vez más numeroso. Estos grabados son conocidos
habitualmente como ukiyo-e y, entre las diversas
temáticas que se solicitaban –actores, beldades,
paisajes...–, no podían faltar los guerreros samuráis, cuyas representaciones son consideradas un
género en sí mismo, llamado musha-e.
brillantes y valientes, pero con final trágico. Este
es el caso de Minamoto Yoshitsune (1159-1189),
el héroe guerrero de Japón más querido, y uno
de los personajes claves del Cantar de Heike. En
esta obra, escrita en el siglo XIII y considerada el
mejor exponente de la épica japonesa, Yoshitsune derrota a las tropas del enaltecido y soberbio
clan Heike con valentía e ingenio, para morir
perseguido por los vasallos de su propio hermano. Otro representante de este ideal es Kusunoki
Masashige (1294-1336), personaje de la Crónica
de la Gran Pacificación –escrita en el siglo XIV–,
cuya incuestionable lealtad al emperador le llevará a acudir a una batalla por orden del monarca
a sabiendas de que la misma será un desastre y
perderá la vida en ella.
Una temática igual de recurrente es la del héroe que busca vengarse por el asesinato de un
familiar o de su señor (acto conocido como
kataki-uchi ). Muy representados en los musha-e son los protagonistas de la Historia de los
hermanos Soga , escrita en el siglo XIV. Esta
narrativa cuenta las desventuras de esta pareja
de hermanos que, desde pequeños, dedican su
Pintura votiva de 1635
que muestra a dos
héroes de esta obra
épica dando muerte a un
monstruo con cara de
mono y garras de tigre.
vida a buscar la oportunidad de vengarse del
hombre que mató a su padre. Dado que la sociedad del momento impedía el ascenso de la
gente común al estrato samurái, era de esperar
que otra figura popular en los musha-e fuese el
señor de la guerra Hideyoshi Toyotomi (15361598), protagonista de la Crónica de Taikō, publicada en 1626. Esta obra se centra en la vida
de Toyotomi, presentado al principio como un
joven sin estatus que, a través de la fuerza y
del ingenio en la batalla, consigue escalar el
“ascensor social” para convertirse en señor de
todo el país.
Finalmente, el atractivo de la fuerza bruta desatada también será un elemento que atraiga a
las masas hacia ciertas escenas de las narrativas heroicas. Los grabados que muestran competiciones de fuerza entre samuráis (conocidas
como chikara-kurabe) serán muy queridos, pero no habrá manera más popular de demostrar
la fuerza de un guerrero que enfrentarlo a
INICIOS DE
UN ESTILO.
El joven
Minamoto
Yoshitsune
entrena con un
monje del monte
Kurama en este
ejemplo
temprano de
musha-e, con
sus típicos
trazos gruesos y
ojos redondos
(Okumura
Masanobu,
principios del
siglo XVIII).
ASC
‘CANTAR DE HEIKE’.
A lo largo de más de
dos siglos y medio, las
tendencias y modas en
los grabados musha-e
fueron cambiando
MUY HISTORIA 81
KATSUKAWA
SHUNSHÕ.
ASC
Este pintor de la
segunda mitad del
siglo XVIII apostó por
el realismo, como en
esta escena del Cantar
de Heike en la que el
samurái Sasaki
Moritsuna asesina a
un pescador para que
no revele información
estratégica.
una criatura sobrenatural. Es por esto que
también abundan las escenas de lucha entre
héroes y monstruos, entre las que destacarán
aquellas basadas en la Historia del demonio
Shutendōji –compuesta en el siglo XV–, que
narra la lucha del guerrero Minamoto Yorimitsu (944-1021) y sus vasallos contra el monstruo devorador de mujeres Shutendōji.
82 MUY HISTORIA
LA CONSTANTE INFLUENCIA DEL TEATRO
Más allá de las obras épicas, poderosos agentes de
cambio en las pinturas musha-e serían el teatro de
marionetas y el teatro kabuki, en cuyos escenarios
se representarán, a la par que epopeyas clásicas,
historias nuevas protagonizadas tanto por héroes
bien conocidos como completamente nuevos. Uno
de los casos más representativos de la influencia en
LOS ARTISTAS DETRÁS DE LOS HÉROES
Los primeros grabados de guerreros que se conservan en la actualidad se remontan a mediados del
siglo XVII y destacan por su impresión monocroma y la sencillez de su composición, ocupando las
escenas no más de una o dos hojas. Los principales
artistas que trabajaron el género fueron los pertenecientes a la escuela Torii, cuyas obras destacan
por el uso de unos característicos trazos gruesos
para enfatizar la fuerza de los personajes y unos
ojos marcadamente redondos para manifestar su
ASC
este género pictórico será la obra de teatro de marionetas Kanadehon Chūshingura, escrita en 1748.
Este es uno de los pocos casos de una narrativa que
gozó de gran popularidad como grabado, pero que
no nace de la épica de épocas pasadas. La obra está
basada en un caso real de asesinato por venganza
acaecido en 1702 [ver artículo anterior]. 47 samuráis, contraviniendo las órdenes del gobierno, asaltaron la mansión de un noble y lo asesinaron. Este
último había sido el causante de una afrenta al señor de los samuráis que le había llevado a cometer
el suicidio, empujado por las autoridades, un año
antes. El acto de venganza movido por el honor y el
dramático final de los fieles samuráis –que acaban
suicidándose–, así como la detallada descripción de
los sacrificios familiares que tuvieron que llevar a
cabo, son el centro de la obra, que gozó de popularidad sin igual. Naturalmente, la temática fue a intervalos censurada por el gobierno, dado que exponía
las contradicciones que existían en esa época en el
orden social. El interés por las imágenes de este tipo
de historias muestra que los grabados musha-e no
deben entenderse únicamente como una forma de
admiración por parte del pueblo hacia la élite representada, ni una técnica de escapismo frente a la realidad, sino como una muestra del interés que existía
por aquellos personajes con la suficiente fuerza y
voluntad para escapar a la autoridad.
A pesar del carácter mayoritariamente patriarcal de
una sociedad guerrera como la del Japón de antaño, también hay espacio en este género para las heroínas. Es el caso de la guerrera Tomoe Gozen –un
personaje cuya historicidad está en cuestión– que
aparece en el Cantar de Heike y que gozó de gran
popularidad en los grabados. Aunque los registros
históricos muestran cierta participación de mujeres
samuráis en conflictos armados, la mayoría de las
heroínas guerreras representadas en los grabados
deben su presencia al poder transformativo del teatro. Un claro ejemplo es el de Shizuka Gozen, bailarina sin par y concubina de Yoshitune en la obra
Cantar de Heike. El escenario y, por extensión, el
grabado la convertirán en estratega, luchadora y
compañera de fatigas del héroe.
agresividad. Posteriormente, el pintor Katsukawa
Shunshō (1726-1792) abogó por un estilo más estilizado y realista apoyándose en la generalización de
las técnicas de grabado a color a mediados del siglo
XVIII. Shunshō, además, utilizaba hasta tres hojas
para representar una escena formando un tríptico, lo que permite un mayor detalle y la inclusión
de nuevos personajes. La idea del tríptico fue explotada por pintores posteriores para representar
espectaculares batallas con decenas de personajes, así como enfrentamientos con criaturas cuyas
dimensiones desafían los límites del papel. Entre
ellos destacará Utagawa Kuniyoshi (1798-1861),
considerado el pintor más representativo del género musha-e. Este artista destacó por desarrollar
un estilo particular, a la vez forzado, detallista y
dinámico, que le permitía expresar fuerza, poder
y emociones en los personajes.
Kuniyoshi debe su reconocimiento como pintor de
grabados, en primer lugar, a la publicación a
HÉROES
PODEROSOS.
Una de las
escenas de
demostración
de fuerza más
populares: el
samurái Asahina
Yoshihide
derriba la puerta
de una fortaleza
con sus propias
manos. Obra de
Katsukawa
Shun’ei, finales
del siglo XVIII.
MUY HISTORIA 83
Junto a estas
líneas, el
bandido Ensei,
identificable
por sus
tatuajes,
arranca un
pilar para
luchar contra
un grupo de
enemigos
(obra de la
serie que hizo
famoso a
Utagawa
Kuniyoshi,
pintada
alrededor de
1828). A la
derecha, un
ejemplo del
uso del
tríptico para
representar al
gigantesco
monstruo
Shutendoji, a
punto de ser
ejecutado por
un grupo de
héroes (obra
de Katsukawa
Shuntei,
principios del
siglo XIX).
ASC
EVOLUCIÓN
EN EL S. XIX.
partir de 1827 de una serie de musha-e centrados en los personajes de una novela china titulada
A la orilla del agua, escrita en el siglo XV. La misma había sido adaptada al japonés a principios del
siglo XIX y gozaba de una gran popularidad. Esta
obra estaba centrada en algo más de un centenar
de personajes de fuerza sobrehumana y marcado
sentido del honor –características propias de los
héroes guerreros–, pero dedicados al bandidaje y
opuestos al gobierno de la época. Este último detalle fue enfatizado por Kuniyoshi, que cubrió en
sus grabados los cuerpos de trece de los personajes
con tatuajes, una característica de los marginados.
La contradicción inherente que existía al dibujar
a marginados y rebeldes como representantes de
los ideales guerreros puede interpretarse como una
crítica indirecta a los valores promovidos por las
autoridades de la época y se cree que formaba parte de la atracción que generaban los grabados de
este pintor. Paradójicamente, Kuniyoshi también
se beneficiaría de la promoción por parte de la élite, a mediados del siglo XIX, de las crónicas épicas
antes mencionadas en un intento de revalorizar la
figura del samurái y los valores guerreros. Esta era
una medida que buscaba hacer frente a la tensión
general causada por la presión internacional para
que el país abriese sus fronteras. El pintor supo capitalizar este revival pintando varias series de grabados centrados en las narrativas épicas clásicas.
No obstante, la situación no impidió que el artista,
con la colaboración de su editor, fuese capaz de utilizar las narrativas épicas clásicas para colar veladas
críticas a la autoridad.
Parejo en fama a Kuniyoshi es su discípulo
Tsukioka Yoshitoshi (1839-1892), que contaba apenas once años cuando murió su mentor.
Yoshitoshi será el que se encargue de liderar la
pintura de musha-e y, en general, las estampas
La falta de apreciación internacional hizo que este
género perdiese valor y acabase por caer en el olvido
84 MUY HISTORIA
EDIO
DENIATEM
ACCATUR ra
ASC
cuptae vitas ma
cone comnient.
Veritas quiatiur
aut eos nulland
aectum acepell
endit, quation
sequias
ukiyo-e a través de la agitada transición entre
el antiguo régimen, basado en la élite samurái, y el nuevo, basado en los principios de un
Estado occidental. Liberado de cualquier tipo
de censura histórica a partir de 1869, Yoshitoshi manifestó la inestabilidad de sus tiempos tanto en su aproximación a temáticas de
la épica clásica como en la representación de
los conflictos internos recientes. En algunos
casos sus personajes aparecen contorsionados,
muchas veces demacrados y aplastados por
las circunstancias, en otros representados con
unas facciones que parecen rozar la locura. No
obstante, Yoshitoshi también se beneficiaría
de las políticas del nuevo gobierno, que, buscando establecer un nuevo modelo educativo
que promoviese el amor al país y la lealtad al
emperador, promocionaría las obras con ilustraciones “históricas”, entre las que no podían
faltar escenas cuidadosamente seleccionadas
de las épicas más clásicas.
TRANSFORMACIÓN FINAL
Los musha-e gozarán de amplia popularidad hasta
las postrimerías del siglo XIX. Es en este momento cuando el mercado del arte japonés se abre a
Occidente, disparándose la demanda de grabados
entre los coleccionistas extranjeros. Dado que los
musha-e eran un género que requería un conocimiento previo de las narrativas en las que se
basaban las escenas para poder interpretarlas, su
valor entre los marchantes era muy bajo. La falta
de apreciación internacional hizo que este género, como objeto de arte, perdiese valor y acabase
por caer en el olvido. Otro motivo fue la situación
internacional del momento. Las guerras que Japón libró contra China entre 1894 y 1895 y luego
contra Rusia entre 1904 y 1905 popularizaron otro
género de imágenes que, si bien recibía mucha influencia estética de los ukiyo-e, estaba centrado en
las luchas militares contemporáneas, los enfrentamientos marítimos y, en general, la alabanza al
MH
naciente Imperio japonés de ultramar.
MUY HISTORIA 85
SEÑORES DE LA GUERRA
y señores del regalo
REGALOS
RITUALIZADOS.
Ilustración de Yoshu
Chikanobu (1838-1912)
que recrea la entrega de
espadas al sogún por
parte de varios samuráis.
Un aspecto poco conocido de la cultura samurái es la gran importancia que
esta le daba al obsequio y el mecenazgo, en un contexto de reciprocidad
que establecía vínculos de obligación y deferencia. En el período álgido
de dicha cultura (siglo XVI), se dieron varios ejemplos espectaculares
de intercambio de presentes subyaciendo a las complejas tramas
geopolíticas del momento en el archipiélago japonés.
ALBUM
DANIEL SASTRE DE LA VEGA
CENTRO DE ESTUDIOS DE ASIA ORIENTAL
(UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID)
U
CULTURA
DEL REGALO.
Desde el siglo
XVI estuvo muy
arraigada en
Japón, también
entre las geishas
(abajo, Geishas
bajo los cerezos
de Gotenyama,
hacia 1785, Torii
Kiyonaga).
ALBUM
88 MUY HISTORIA
n regalo nunca era inocente en este
contexto, y en ocasiones su aceptación supuso el cambio de suerte de
su receptor y su consecuente caída.
Estos actos de intercambio creaban
valor tanto para los objetos que se
intercambiaban, que iban ganando en reputación, como para las personas que participaban
en la operación, que recibían prestigio. Representaban formas del poder guerrero.
UN FAMOSO PAR DE BIOMBOS
Los sogunes Ashikaga heredaron e intensificaron una cultura de intercambios sofisticados
de regalos que se iban engranando en los calendarios rituales que marcaban diferentes celebraciones a lo largo del año. Eran momentos
en que convenía intercambiar regalos con sus
vasallos regionales u otros daimios. Por ejemplo, con ocasión del hassaku o celebración del
primer día del Octavo Mes –recordemos que en
el antiguo Japón se utilizaba el calendario lunar chino–, los sogunes Ashikaga Yoshimochi
(1386-1428) y Yoshinori (1429-1441) recibieron biombos pintados, contenedores de oro y
plata, cerámicas y abanicos. Los sogunes solían
devolver los regalos a su vez aportando espadas,
cerámicas u obras de arte.
Uno de los regalos más famosos –y afortunadamente bien documentado– es el espléndido par
de biombos que Oda Nobunaga (1534-1582),
considerado el primero de los tres unificadores
del archipiélago, envió a uno de sus rivales, el
renombrado Uesugi Kenshin (1530-1578). Esta obra fue creada por el que posteriormente se
ASHIKAGA
YOSHIMOCHI.
convertiría en el artista más famoso del periodo,
Kanō Eitoku (1543-1590), quien en su juventud
demostró ya su genio, como atestiguan estos
biombos. En una de las fuentes que documentan este obsequio podemos comprobar la alta
estima de dicho presente, a la luz de los términos que se emplean:
“En el tercer mes del mismo año [1574], Oda
Nobunaga de la provincia de Owari envió a Sasa
Ichibei como mensajero a la provincia de Echigo
para dar un par de biombos; el pintor era Kanō
Genshirō Jōshin (Sadanobu), [conocido como]
Nyūdō Eitokusai. Los pintó en el tercer día del
noveno mes, Eiroku 8 [1565]; [representan] vistas detalladas de la Florida Capital, y es imposible apreciarlas lo suficiente por escrito”.
LA SOCIABILIDAD DE LAS ÉLITES
Podría sorprender la elección del regalo, ya que
nuestra idea actual de los samuráis está muy
desvirtuada debido a las imágenes que nos han
transmitido muchas producciones culturales
de la actualidad, pero no todo eran batallas
sangrientas. Es fundamental tener presente
que, en aquel momento, los samuráis querían
integrarse en los circuitos de poder de la capital y, para ello, habían de acomodarse a toda
una cultura de sociabilidad tejida por las élites
ASC
Cuarto sogún
(1386-1428)
de la dinastía
Ashikaga, fue
el iniciador de
la espléndida
colección de
objetos de
prestigio
de su clan.
cortesanas y aristocráticas. En dichos círculos,
se entendía el intercambio de objetos artísticos, así como su correcta apreciación, como un
elemento definitorio del carácter de la persona
que, en consecuencia, le ayudaba a ganar prestigio, y apoyos a las causas que capitanease.
No había que ser solamente una persona con
poder, sino que también había que demostrar,
aunque fuese tan solo de modo nominal, que
se poseía el carácter y discernimiento que el
decoro social requería. Y en este entraba la
apreciación de los objetos artísticos.
En ocasiones, la aceptación de un presente suponía
el ascenso social de su receptor o su caída
BIOMBOS.
ASC
Eran uno de
los objetos
artísticos más
apreciados –y
por tanto
obsequiados–.
Este pertenece
a la Escuela
Kano, vigente
entre los siglos
XV y XIX.
MUY HISTORIA 89
ASC
ASC
RECEPTOR
Y AUTOR.
Sobre estas
líneas, el
samurái Uesugi
Kenshin (15301578) pintado
por Kuniyoshi.
El sogún Oda
Nobunaga le
envió como
regalo un par de
biombos del
gran artista
Eitoku (arriba
dcha., detalle de
uno de ellos).
También es clave comprender que en el siglo XVI ya se había establecido de un modo muy
claro la apreciación de los denominados meibutsu u “objetos famosos”, que estaban relacionados
no solamente con una región sino especialmente
con la genealogía de posesión de dichos objetos.
Así, la posesión de objetos que habían pasado
por las manos de prestigiosos gobernantes o de
practicantes de la ceremonia del té –los objetos
más apreciados y buscados por las élites– legitimaba en cierto modo las aspiraciones a conseguir el poder político, así como la estatura moral
que se esperaba de dicha persona.
Dentro de este mapa de posesión de los objetos
existía una fuente clara de autoridad que era la
colección sogunal de la familia Ashikaga, que
desde el siglo XIV había venido acumulando
una formidable colección de arte, especialmente
chino, que influyó en la creación de espacios estéticos de apreciación como el tokonoma, o alcoba decorativa donde se colocan objetos artísticos
para su apreciación (también arreglos florales de
acuerdo a la estación correspondiente), y que el
sogún Ashikaga Yoshimasa (1435-1490) contribuyó a codificar en el pabellón Tōgu-dō del templo Jishō-ji (más popularmente conocido como
el Pabellón de Plata,) ubicado en las montañas
orientales de la ciudad de Kioto donde había fijado su residencia personal.
A LA CAZA DE TESOROS
Así, a pesar de la decadencia política que arrastraron los últimos miembros de la familia Ashikaga a finales del siglo XV y durante el siglo
XVI, su sogunato había supuesto una referencia
clara de quién manejaba las riendas políticas del
archipiélago durante dos siglos y no debe, por
ello, extrañarnos en absoluto que los nuevos daimios con aspiraciones a sucederlos en el puesto
quisiesen replicar su aura.
La colección Ashikaga comenzó a dispersarse
hacia al final de la vida del propio Yoshimasa, ya
En el siglo XVI, la apreciación de los meibutsu u
“objetos famosos” quedó claramente establecida
90 MUY HISTORIA
EDIO
DENIATEM
ACCATUR ra
SHUTTERSTOCK
cuptae vitas ma
cone comnient.
Veritas quiatiur
aut eos nulland
aectum acepell
endit, quation
sequias
que este, a causa de la inestable situación política,
había comenzado a dejar de recibir las rentas de
sus tierras, por lo que se vio obligado a deshacerse de varios de esos objetos cuya reputación
los hacía altamente valiosos y que terminarían
de este modo sufragando los gastos cotidianos
del sogún.
Durante el siglo XVI se produciría una incesante
búsqueda –o “cacería”, según la jerga contemporánea– de dichos tesoros. Tenemos constancia
de que varios de los samuráis más relevantes del
periodo se embarcaron en la reunión de dichos
objetos como método de legitimación para ser
nombrados ellos mismos sogunes y conseguir
con ello la autoridad para gobernar el país.
RELACIONES ASIMÉTRICAS
Por otra parte, el intercambio de regalos podía
suponer, incluso, salvar tu propia integridad física y la de tu dominio. El famoso caso de Matsunaga Hisahide (1510-1577) es un buen ejemplo
de ello. Queriendo congraciarse con el nuevo
señor militar en ascenso a mediados del siglo
XVI, Oda Nobunaga, y sabiendo que este tenía
una apetencia singular por los objetos artísticos
y de prestigio, le hizo tres impactantes presentes.
En primer lugar, una jarrita de cerámica china de
uso en la ceremonia del té que había pertenecido
a la prestigiosa colección sogunal de los Ashikaga. En segundo lugar, y procedente de la misma
colección, un pequeño recipiente cerámico para
guardar el té en dichas ceremonias. Finalmente,
un trozo de la armadura que se suponía había
sido posesión del famoso héroe Minamoto Yoshitsune (1159-1189).
El intercambio de estos objetos enfatizaba la
asimetría evidente de las relaciones de poder que había entre los diferentes daimios. El
mismo Nobunaga realizó a lo largo de toda su
vida multitud de este tipo de intercambios de
regalos. Por ejemplo, era habitual que no solo
regalase caballos, tierras o víveres a sus generales más leales, sino que también eligiese
PABELLÓN
DE PLATA.
Ese es el
nombre con el
que se conoce
el palacete (en
la imagen)
que el sogún
Ashikaga
Yoshimasa
(1435-1490)
erigió en las
montañas de
Kioto para
albergar
su colección
de arte.
MUY HISTORIA 91
El intercambio de obsequios mostraba las diferencias
jerárquicas y podía reflejar tensiones entre samuráis
TENSIONES Y HALCONES
En ocasiones, el intercambio podía
reflejar cierta tensión entre los
samuráis. Por ejemplo, tras
la jura de lealtad por parte de
Tokugawa Ieyasu (1543-1616) a
Toyotomi Hideyoshi, este último le regaló una jarra de
té, un halcón, ropajes
ceremoniales y dos
espadas. El primero
respondió enviándole diez caballos, cien
piezas de oro y una espada. Ninguno quería quedar como el que
menos espléndido se mostrara
en sus manifestaciones de gratitud. Algo similar ocurriría
años después cuando Tokugawa Ieyasu tuvo que tratar
con otro Toyotomi: en esta
ocasión, el hijo del anterior,
Toyotomi Hideyori (15931615). A pesar de haber
sido designado heredero
de su padre Hideyoshi
tras la muerte de este
en 1598, e Ieyasu haber sido nombrado
regente, junto con
un comité de samuráis, hasta
la mayoría de
edad del joven,
92 MUY HISTORIA
Ieyasu decidió asumir el poder (algo que conseguiría tras su victoria en 1600 en la batalla de
Sekigahara; ver artículo en página 50).
Se produjo entonces una situación de convivencia en la que Ieyasu casó a su hija Senhime
(1597-1666) con Hideyori para evitar reticencias por parte del clan Toyotomi. Es en este contexto de tensión política en el que se produjeron
intercambios de obsequios entre los dos personajes que llaman poderosamente la atención. En
primer lugar, Ieyasu envió a sus hijos al Castillo
de Osaka, donde vivía Hideyori, con espadas,
un caballo negro, trescientas piezas de oro y
otros tesoros. Hideyori respondió enviándole
un meibutsu –una famosa espada atribuida a
Mitsutada (uno de los maestros forjadores más
renombrados de Japón en el período Kamakura, 1185-1333)– y cien piezas de plata, así como
pequeños obsequios para la familia Tokugawa.
Ieyasu volvió a responder con otro
conjunto de espadas, tres halcones,
diez caballos y otras posesiones,
lo que impulsó de nuevo a Hideyori a
corresponderle enviándole a su vez mil
piezas de plata, una espada y un corcel para Ieyasu, entre otros objetos.
Finalmente, Hideyori pareció
tener la última palabra en
este interminable intercambio, lo que demuestra de nuevo que existía
una jerarquía clara en la munificencia entre el señor y su vasallo,
que Hideyori no estaba dispuesto
a saltarse a la ligera.
Un aspecto interesante dentro
de estos intercambios de regalos durante el siglo XVI, y
que se perpetuará en los siglos
posteriores, es la constante presencia de halcones entre los obMET MUSEUM
ellos objetos de renombre que eran incluso más apreciados que todo lo anteriormente
enumerado. Así, como agradecimiento por su
contribución a la construcción de su castillo en
Azuchi, regaló a Niwa Nagahide (1535-1585)
un tazón de celadón chino que había pertenecido al famoso maestro del té Murata Jukō
(1423-1502), así como una pintura china. También, a Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), que
había participado asimismo en la construcción
del castillo, le regaló un rollo vertical ilustrado. Como relata la Crónica del señor Nobunaga
(Shinchō Kōki, s. XVII), “Los dos contaban con
sus bendiciones. Su habilidad para adquirir tales objetos preciosos era, ellos lo sabían, reflejo
del poder de su señor y su gloria”.
COLECCIÓN ASHIKAGA.
Comenzó a dispersarse a
finales del siglo XV e inicios
del XVI. Esta armadura
yoroi de principios del siglo
XIV, que hoy se muestra en
el Met (Metropolitan
Museum of Art,
Nueva York), formó
parte de ella.
ODA
NOBUNAGA.
ASC
Este destacado
daimio (15341582; en la
imagen, su
estatua) practicó
asiduamente el
intercambio de
objetos de
prestigio como
heramienta
política.
sequios que se realizaban. La cetrería estaba
muy extendida entre los samuráis y uno de sus
grandes admiradores y practicantes fue precisamente Tokugawa Ieyasu, quién también la
empleó como una herramienta política. A mediados del siglo XVI, en el periodo de mayor
descentralización territorial que experimentó
el archipiélago y con la consiguiente existencia
de numerosos territorios y daimios locales, la
práctica de la cetrería permitía, bajo el disfraz
de un pasatiempo de las élites políticas, hacerse una buena idea del territorio que un señor
local poseía, así como del estado de los territorios aledaños. Una batida de caza con cetrería
daba la ocasión de inspeccionar las instalaciones militares de los señores que podrían en el
futuro convertirse en enemigos, y actuar de
modo conveniente.
De hecho, también Toyotomi Hideyoshi estableció zonas protegidas de caza con halcón en
amplias áreas del archipiélago, en las que se
prohibía cazar al conjunto de la población pero que también revestían un valor estratégico.
Ieyasu ampliaría esta idea al crear numerosas
reservas para la cetrería en sus dominios y, posteriormente, al gobernar sin oposición política en todo el archipiélago. Y no solo eso, sino
que también impuso restricciones sobre quiénes podían practicar la cetrería, dejándola casi
exclusivamente en manos de la clase guerrera
samurái. Esto también tuvo un carácter simbólico, relacionado una vez más con la cultura del
intercambio de regalos.
En efecto, con las presas que cazaba Ieyasu con
sus halcones se producía un ceremonial en el
que rutinariamente enviaba a sus vasallos las
piezas cazadas. Entre los destinatarios se encontraban también el emperador o el anteriormente
citado Hideyori, cimentándose así un mensaje
de superioridad, al ser él mismo un cazador y
al mismo tiempo estar alimentando simbólicamente a sus súbditos.
RITUALES QUE PERDURARON
Hemos visto, pues, cómo el ejercicio del poder,
hasta los convulsos años del periodo AzuchiMomoyama (1568-1603), se manifestó de un
modo muy particular en las ceremonias del
intercambio de regalos entre los diferentes
señores militares japoneses o daimios, lo que
ejemplificó al mismo tiempo la necesidad de
acomodarse a la etiqueta no solamente militar, sino también de las élites políticas de la
capital, para conseguir ejercer la autoridad con
legitimidad plena. La transformación que dicho periodo insufló a todos estos procesos de
ritualización del intercambio de objetos se perpetuaría, asimismo, durante todo el posterior
periodo Edo (1603-1868). MH
MUY HISTORIA 93
SAMURÁIS Y
Los guerreros más admirados y las mujeres más seductoras de
Japón siempre han estado envueltos en misterio y rodeados de
leyendas, que muchas veces se han convertido en estereotipos
que no responden a su verdadera naturaleza.
CARMEN CASTELLANOS
PERIODISTA
C
rueles y oscuros, sensuales y misteriosas. Samuráis y geishas son dos de las figuras más icónicas
de la tradición secular japonesa, la que engloba el
mundo de la guerra y el del arte y la cultura. De
ellos se creó una fama de soldados de honor, solitarios y nobles. A ellas, inmersas en el karyukai
(“el mundo de la flor y el sauce”), se las consideró, sobre todo
en Occidente, prostitutas, cuando tener una relación íntima
con una de ellas en una reunión era bastante poco probable.
El cine y la literatura, por su parte, han construido una
identidad no muy fiel a la realidad de ambos, marcada por
prejuicios culturales que han perpetuado estereotipos y patrones, a veces idealizados y otras deformados.
>>>
94 MUY HISTORIA
CENTRO CENTRO
ELLOS Y ELLAS.
Grabado en madera
ukiyo-e fechado en
1798-1799, obra del
gran Utamaro Kitagawa.
Forma parte de una
serie sobre Yügiri e
Izaemon, personajes
del teatro kabuki.
CENTRO CENTRO
INSTRUIDAS
GEISHAS.
Fotografías de
finales del siglo
XIX que
muestran a un
grupo de estas
mujeres en la
ceremonia del té
y entregadas a
la escritura, el
baile y la música.
96 MUY HISTORIA
>>>HONOR Y RECTITUD
NO SIEMPRE RESPETADOS
Los samuráis se educaban y formaban en una
casta exclusivamente militar, siguiendo un riguroso código de honor llamado bushido (“el camino del guerrero”), los modos que los nobles
combatientes debían observar en su vida diaria
así como en su vocación. Cuando en Japón se
instauró el feudalismo, la clase profesional de
guerreros adquirió protagonismo: eran conocidos como los samuráis, que significa literalmente
guardia o asistente, pero también se adoptó la palabra bushi (“caballeros combatientes”). Esta clase aristocrática tenía como principal precepto el
cumplimiento del deber hacia su daimio o señor,
sin miedo a la muerte. Estos guerreros profesionales privados se distinguían de los oficiales de
la corte, los oficiales de palacio y los campesinos
reclutados.
Otro de los conceptos más contundentes de su código era el de la rectitud o justicia: “La rectitud es el
poder de decidir un determinado curso de conducta de acuerdo con la razón, sin vacilar; morir cuando es correcto morir, golpear cuando es correcto
golpear”. Por eso, incluso en los últimos tiempos del
feudalismo, cuando la larga paz trajo el ocio a la
clase guerrera, el calificativo gishi (“un hombre de
rectitud”) se consideraba superior a cualquier otro.
Sin embargo, no siempre tenían daimio al que servir –como los ronin– y, a veces, cambiaban de señor
feudal y no seguían el precepto de lealtad.
Los preceptos del bushido se glorificaron, pero
no siempre fueron respetados por los samuráis.
El tríptico que sostiene el marco del bushido es
Samuráis y geishas son dos de las figuras más
icónicas de la tradición secular japonesa
NI TAN SOLITARIOS NI SOLO HOMBRES
La leyenda y el mito han hecho del samurái un
héroe solitario, alejado del mundo y de la socie-
dad. Sin embargo, los samuráis tenían familia y
muchos lucharon junto a sus padres y hermanos
y tuvieron esposas. Vivían formando clanes de
poder y las mujeres también recibían instrucción
marcial desde su juventud. En muchas regiones
se impuso la costumbre de que, tras el matrimonio, la mujer samurái colgase su naginata –alabarda japonesa de hoja curva– sobre la entrada
de la casa familiar para tenerla a mano cuando
la necesitara.
Además, la historia de los samuráis también cuenta con personajes femeninos, un reducido grupo
de mujeres guerreras que lucharon por la supervivencia y el honor de sus familias, bien porque habían sido instruidas para la batalla o para defender
sus castillos cuando sus esposos estaban en campaña. Tomoe Gozen (1157-1247) es una de estas
guerreras samuráis y destacó en la Guerras >>>
DELICADEZA
NIPONA.
Bajo estas
líneas, Lluvia en
el quinto mes, de
Tomioka Eisen
(1864-1905),
que representa
a una geisha
protegiéndose
de la lluvia.
CENTRO CENTRO
chi, jin, yu (“sabiduría, benevolencia y valor”).
Los civiles amaban el dinero y los soldados temían a la muerte, y eso era lo que en teoría desaprobaba el samurái, pero las circunstancias y la
historia hicieron que no siempre pudieran ser
fieles a dichos principios. A algunos samuráis
les caracterizó el egoísmo y la violencia: un samurái podía matar a un campesino si este no le
mostraba el suficiente respeto y, aunque el lujo se
consideraba la mayor amenaza para la virilidad y
a la clase guerrera se le exigía la más severa austeridad, algunos samuráis también fueron extorsionadores y se aprovecharon de su estatus social.
CIO-CIO SAN, UN MITO PERPETUADO
POR LA MÚSICA
a ópera Madame Butterfly, de Giacomo Puccini (izda.,
cartel), es una de las obras que más han contribuido a extender y divulgar la figura de las geishas. Estrenada en la
Scala de Milán en 1904, se desarrolla a principios del siglo XX
en Nagasaki, donde se prepara la boda de la joven japonesa
Cio-Cio San, una geisha de 15 años conocida como Madame
Butterfly, con el teniente Pinkerton de la Armada de Estados
Unidos. Esta dramática e intensa ópera, en la que ella se entrega al matrimonio para dejar de ser una geisha, nos ha dado uno de los momentos más memorables y emotivos del bel
canto: el aria Un bel dì, vedremo (Un hermoso día, veremos),
en que ella, aunque ha sido abandonada, sigue convencida de
que Pinkerton regresará, ya que lo prometió. Él vuelve, pero
con su nueva esposa y para llevarse al hijo de Cio-Cio San.
A principios del siglo XX, el japonismo y el exotismo de los
escenarios y tradiciones nipones estaban en auge, y Puccini no fue ajeno a este interés. Para dibujar el carácter de los
personajes y crear un ambiente veraz para el drama, no dudó
en entrevistarse con japoneses. En sus cartas, se muestra
obsesionado por obtener la mayor documentación posible
para sus obras, y para esta entrevistó a la actriz Sadayakko,
que le informó sobre los instrumentos japoneses, el ritmo del
habla, la armonía y delicadeza de los movimientos... También
habló con la esposa del embajador japonés en Italia, que le
proporcionó partituras de música popular y con la que descubrió que Madame Butterfly había existido de verdad. Para
documentarse, también leyó Kokoro. Ecos y nociones de la
vida interior japonesa, de Lafcadio Hearn, Viaje al Japón, de
Rudyard Kipling, y El Japón y Madame Crisantemo, de Pierre Loti.
La heroína de Puccini, como la geisha, es delicada, sacrificada y educada, pero a la vez fuerte y digna: “Con honor muere quien no puede vivir ya de manera honorable”. Madame
Butterfly es la encarnación de una auténtica geisha: hermosa
como una flor y fuerte y flexible como un sauce.
CENTRO CENTRO
L
>>>Gempei de finales del siglo XII. Estas mujeres
eran conocidas como onna bugeisha. Hōjō Masako (1156-1225) fue otra guerrera que lideró las
principales regiones del país y luchó junto al clan
Minamoto. En el periodo Sengoku (1467-1568),
los señores feudales estaban continuamente guerreando y eso requería que las mujeres del clan
pudieran defender sus castillos: fue la época de
florecimiento de las onna bugeisha, entrenadas en
las artes marciales y en el uso de las armas.
RELACIONES HOMOSEXUALES
PARA MANTENER LA VIRILIDAD
Los samuráis tenían relaciones sexuales con mujeres y formaban familias, pero también practicaban el wakashudo o shudo (“el camino del hombre
joven”), una disciplina que consistía en instruir
en las relaciones amorosas y sexuales a hombres
98 MUY HISTORIA
jóvenes. En esta práctica, que estuvo vigente desde la Edad Media hasta finales del siglo XIX, un
hombre maduro iniciaba sexualmente a un joven.
El mayor recibía el nombre de nenja y el joven era
llamado wakashü. Esta tradición derivó a la clase
samurái desde los monasterios budistas. Se consideraba que, si la iniciación sexual de un joven la
realizaba una mujer, el adolescente podía acabar
feminizándose y no alcanzar los atributos de la
clase guerrera.
Con estas relaciones, se establecía un lazo de lealtad y fidelidad entre ambos. El samurái ofrecía
protección y trabajo al joven y este debía serle sincero y fiel. La relación duraba hasta la mayoría de
edad del muchacho, y luego ambos solían mantener una profunda amistad. Con la restauración
de la era Meiji y la influencia del cristianismo y la
cultura occidental, esta práctica fue sancionada y
abandonada.
CENTRO CENTRO
CENTRO CENTRO
EN EL ARTE.
EN LA PAZ, NUEVOS ROLES
A pesar del desprecio que los samuráis sentían
por las tareas ajenas a su carácter guerrero, un
largo tiempo sin guerras en la era del sogunato Tokugawa o periodo Edo, de 1603 a 1868, les
obligó a cambiar de vida para poder sobrevivir y
cuestionó su existencia. Así, tuvieron que adoptar nuevos roles como funcionarios de las organizaciones administrativas del sogunato o de los
feudos de cada región. El samurái pasó a velar
por la seguridad, a asumir la creación de leyes,
la restauración de carreteras y puentes, el control
de las inundaciones, la prevención de incendios
y desastres y otras funciones ajenas, hasta entonces, a su clase.
La Restauración Meiji fue su final: algunos formaron parte del nuevo gobierno e incluso uno
ocupó el cargo de director del Banco Nacional.
Se les obligó a devolver sus posesiones territoria-
les a cambio de pagarés del Estado y se les prohibió portar sus espadas.
En 1970, sus herederos ocupaban el 21% de los
cargos directivos de Japón. Hoy forman parte de
organizaciones políticas y financieras y han dejado atrás ese carácter mítico de héroes alejados de
la vida mundana.
LA GUERRA SUCIA DE LOS SAMURÁIS
Recreación de
dos geishas: a
la izquierda, Aki,
otoño, de Shuho
Yamanaka
(1898-1944);
sobre estas
líneas, Bijin que
abre una carta,
de Utagawa
Kunisada
(1786-1864).
Los samuráis se regían por el honor, así que para
las labores de espionaje o de guerra sucia debían
recurrir a otros que hicieran por ellos ese trabajo. Los shinobi –o ninjas, como fueron mundialmente conocidos– eran guerreros mercenarios
encargados de realizar las acciones secretas y
los asesinatos. Shinobi quiere decir literalmente
“aquel que recopila información” y también “sigilo” y “viajero de incógnito”. Muchas veces
MUY HISTORIA 99
eran mujeres, las kunoichi, que podían hacerse pasar por sirvientes para infiltrarse en fortalezas. Los shinobi eran expertos en infiltrarse,
asesinar, robar documentos... Los samuráis debían contar con ellos en sus estrategias para que
realizaran las tareas que resultaban indignas para
ellos, pero que podían pagar para que las realizaran otros. A mediados del siglo XV, surgieron
organizaciones formadas por familias samuráis
dedicadas a esas actividades en las provincias de
Iga y Koga.
Los shinobi, a diferencia de los samuráis, nacían
shinobi: el conocimiento se transmitía de padre
a hijo, de maestro a discípulo, y, al ser familias
samuráis, su formación era común y comenzaba
desde la infancia: artes marciales, catana, arte,
lanza, arco, pistola, arcabuz, montar a caballo y
nadar, escritura, cartografía, supervivencia, conocimiento sobre explosivos y venenos, etc.
La misión del shinobi, en resumen, era entrar, actuar y salir, sembrar el caos. Entonces los samuráis podían lanzar el ataque definitivo y llevarse
la gloria de la batalla.
GEISHAS, LA FRUTA PROHIBIDA
Las geishas, que ejercen un oficio de más de 400
años, muchas veces son juzgadas bajo el enfoque
distorsionado de una mirada occidental y superficial, que no comprende la cultura ni la estética
japonesas.
La sensualidad de las geishas –geiko, en el dialecto de Kioto–, educadas para exhibir una delicada
y sugerente femineidad en la que cada detalle,
movimiento, color o gesto tiene un significado,
no debe llevar a confundir su labor de refinadas
y solícitas acompañantes con el ejercicio de la
prostitución. Las geishas no son prostitutas, ni
MACABRAS
COSTUMBRES:
DESFILES DE
CABEZAS
l acabar la batalla, los samuráis, no exentos
de supersticiones, cumplían con el ritual de
cortar las cabezas de sus enemigos más destacados y llevarlas hasta el alto mando. En la batalla, los samuráis portaban un saco para meter
las cabezas de los enemigos vencidos. A su vez,
evitaban que el enemigo se llevara su cabeza en
caso de caer con un collarín de hierro y el yelmo
muy reforzado. Antes de la batalla quemaban incienso dentro del yelmo, para que su cabeza tuviera un olor agradable si morían en la lucha.
Al soldado vencido se le decapitaba, se limpiaba
la sangre, se le ennegrecían los dientes –los dientes blancos eran signo de dignidad– y se le peinaba. Posteriormente se perfumaba la cabeza y
se colocaba en una peana, con un rótulo con su
nombre y rango bajo la barbilla. Eran las mujeres
del daimio las que realizaban estas tareas, utilizando cosméticos para presentarlas más agradables a la vista.
Las cabezas eran observadas con detenimiento y
su expresión se consideraba un presagio: si miraban al cielo se estimaba que era un mal augurio,
si miraban a la derecha significaba buena fortuna y si tenían los ojos cerrados era que el muerto
descansaba en paz. Para honrar la cabeza de un
general enemigo o de un samurái distinguido, esta
100 MUY HISTORIA
ALBUM
A
era llevada ante el daimio y “comía” de tres platos: las algas eran colocadas en su boca de forma ceremoniosa, mientras que el sake era rociado
con una taza.
Pero no siempre este ritual, supuestamente honorable, se realizaba correctamente. En la segunda
invasión de Corea en 1597, Hideyoshi recompensó a sus soldados por el número de cabezas cortadas. Los japoneses cortaron unas 3.000 cabezas y, ante la imposibilidad de llevárselas todas,
decidieron cortar las narices de los enemigos caídos, encurtirlas y meterlas en barriles.
casi nunca lo han sido. Geisha significa artista
–persona (sha) que domina un arte (gei)–, y en
el pasado las geishas fueron solo hombres. En la
Antigüedad, eran llamadas saburuko o “quienes
sirven”.
La geisha es la encarnación de los placeres estéticos y su formación requiere un duro entrenamiento y años de estudio. Aunque su origen las
enlaza con las antiguas cortesanas y prostitutas,
desde el siglo XVIII su misión era la de cantar y
bailar. En el siglo XII ya había mujeres que actuaban para entretener a los samuráis. En el siglo
XVII, cuando el sogún prohibió el kabuki femenino, que provocaba continuas reyertas entre los
espectadores, decretando que fuera interpretado
exclusivamente por hombres, estas mujeres se
convirtieron en instructoras de música o danza
en casas de nobles, o en prostitutas. Los barrios
del placer en los que trabajaban fueron denominados en 1661 por el escritor Ryoi Asai ukiyo (“el
mundo flotante”), lugares donde se vivía, aunque
solo fuera por unos momentos, una vida hecha
de ilusiones. Allí las cortesanas, sensuales, inteligentes y con talento, aprendían música y danza
para atraer a los clientes.
SENSUALES ACOMPAÑANTES Y ARTISTAS
La primera mujer que se autodenominó geisha,
Kikuya –una meretriz del barrio de Fukawaya, en
Edo–, decidió dignificar su oficio valiéndose de
su arte para el canto y la danza. Así, las geishas
consiguieron ser más valoradas, e incluso deseadas, que sus predecesoras, las cortesanas. En el
siglo XIX el proceso era el siguiente: un hombre
pasaba la noche en una casa de té, varias geishas
llenaban su vaso y le entretenían conversando y
con danzas y cantos. Entre sus funciones también
estaba la de flirtear, pero, si más tarde el cliente
decidía ir a un burdel, la geisha se retiraba cuando la pareja entraba en el dormitorio.
La ocupación norteamericana de Japón tras la
Segunda Guerra Mundial contribuyó a confundir el papel de la geisha: los soldados llamaban
CENTRO CENTRO
La geisha es la
encarnación de los
placeres estéticos y su
formación requiere un
duro entrenamiento
EL MUNDO
FLOTANTE.
así a las prostitutas y ellas se hacían llamar así
para ofrecer sus servicios.
A pesar de todo, una geisha podía tener amantes
y contar también con la protección de un danna,
el mecenas o amante oficial. Este costeaba su vestuario, así como los gastos de su aprendizaje. Actualmente, es prácticamente imposible encontrar
un danna y la compañía de una geisha se solicita
únicamente para agasajar a clientes importantes
MH
o extranjeros.
Así se llamó a
los barrios de
placer donde las
geishas ejercían
su oficio. Mujer
en las termas,
de Hashiguchi
Goyo (18811921).
Escanea este código QR para saber
más y profundizar en todos los
detalles sobre el fascinante mundo
de las geishas en Japón.
MUY HISTORIA 101
En 1868, el fin del sogunato
Tokugawa y el advenimiento de la
Restauración Meiji los convirtieron
en reliquias del pasado.
DRA. LAURA LARA MARTÍNEZ
PROFESORA DE HISTORIA DE LA EDUCACIÓN,
EMBAJADORA DE LA MARCA EJÉRCITO Y ESCRITORA
GETTY
“DECADENTES” EXTRANJEROS. Xilografía coloreada nipona de
1854 que retrata, de izquierda a derecha, al comandante Anan, el
comodoro Matthew Perry y el capitán Henry Adams, integrantes de la
misión comercial estadounidense que arribó ese año a Japón.
MUY HISTORIA 103
OASIS
COMERCIAL.
GETTY
El dibujo recrea
la concesión de
Dejima –en
neerlandés,
Desjima–,
fundada en
1634 en la bahía
de Nagasaki
como punto
excepcional de
libre comercio
con el extranjero
(al principio, con
Portugal, y más
tarde, con China
y sobre todo
Holanda).
Funcionó
hasta 1853.
D
TRATADO DE
KANAGAWA.
Este acuerdo de
paz y amistad
entre Japón y
Estados
Unidos se
cerró en 1854
y se ratificó
el 21 de
febrero de
1855.
104 MUY HISTORIA
ASC
os de los personajes más conocidos de
la cultura japonesa son el samurái y la
geisha. Precisamente, estos dos arquetipos se dieron prácticamente el relevo.
El samurái era el guerrero que ejercía,
desde su casta, el gobierno militar desde el siglo XII. Lo hacía gracias al estatus conseguido por las maniobras del sogún o valido. Algunos samuráis fueron monjes y poetas, además
de soldados, porque en su código ético estaba el
apaciguar la violencia con serenidad. La geisha era
la muchacha instruida para la música, la danza y
la ceremonia del té que era contratada para entretener en ceremonias masculinas. Aunque también
había geishas que eran hombres.
Los geishas varones decrecieron desde 1800, empezando a usarse el término para referirse a las
mujeres con habilidades para la distracción: es ese
el significado que se le da en el presente. Tanto el
samurái como la geisha se dedicaban a servir,
ella como artista y él protegiendo, acepciones que
forman parte de sus etimologías. Pero en 1868,
con la Restauración Meiji, el emperador se afianzó como autoridad máxima y los samuráis fueron
relegados al ámbito de la nostalgia.
LA RESTAURACIÓN MEIJI
El sogunato Tokugawa se mantuvo desde 1603
hasta 1868. Progresivamente, en esta etapa el emperador fue recuperando su poder primigenio y,
como fue una época de relativa paz, los samuráis
ejercieron más como administradores que como
guerreros. En el siglo XVIII, en la era de la Ilustración –el tiempo de las expediciones científicas,
cuando la razón era la lente desde la que se contemplaba el mundo–, el tráfico comercial nipón
se fue acrecentando.
Sin embargo, la subida de los impuestos ocasionó rebeliones. Y no se trataba de un comercio
totalmente libre, pues el clan Tokugawa trataba
de evitar que otros señores feudales compraran
armas y que los jesuitas convirtieran a la población. El proceso culminó con el decreto que
vetaba la entrada de extranjeros y cristianos
(salvo en una concesión holandesa en Nagasaki), además de prohibir al pueblo japonés
viajar fuera del archipiélago.
En 1854, la visita del comodoro Matthew Perry por iniciativa estadounidense abrió los
puertos de Japón al mundo. En ese año, el
ALBUM
Tratado de Kanagawa (localidad cercana a Yokohama) supuso el establecimiento de relaciones comerciales con Estados Unidos, así como la concesión
de dos puertos. Del mismo modo, Francia, Gran
Bretaña y Rusia se vieron favorecidas por acuerdos
mercantiles. Los samuráis vieron con prevención
estos acontecimientos; temían que el sistema se
erosionara, como realmente ocurriría.
En este contexto, Yoshida Shoin, uno de los intelectuales más significativos de la historia contemporánea de Japón, empezó a articular su pensamiento. Venía de una familia de samuráis y había
empezado a frecuentar la universidad con 8 años.
Combinaba el nacionalismo con un cierto populismo; su objetivo era echar del país a representantes de otras naciones, pues consideraba que
el sogún era incapaz de realizar dos funciones
al unísono: no creía que el delegado del emperador pudiera “servir al emperador y expulsar
a los bárbaros”. Shoin
decidió abrir en Choshu una escuela para
enseñar su doctrina; de
este centro saldrían los
futuros constructores
del Japón Meiji. Shoin
intentó sin éxito entrar
en secreto en los barcos americanos, encabezó una revuelta y
fue encarcelado y ejecutado con 29 años,
en 1859.
El joven Emperador
Meiji había accedido
con 14 años al trono; fue a la muerte
de su padre,
YOSHIDA
SHOIN.
Retrato de este
intelectual
(1830-1859),
descendiente de
samuráis y
opuesto al
sogunato,
ejecutado por
su activismo.
LA ACTUALIDAD DE LOS SAMURÁIS
U
la pena capital mediante la horca.
En el lado amable está el fomento de la
siesta entre los japoneses. Como el país
acumula deuda de sueño, durante el
apogeo económico ya era habitual ver
a personas durmiendo casi de pie en el
transporte público o en las reuniones de
trabajo (cabezaditas a las que los nipones
llaman inemuri). Pero ahora, para aumentar la productividad más si cabe, las empresas habilitan dormitorios en las oficinas y, así, los trabajadores reposan antes
de retomar la tarea.
En los años 90 del siglo XX, una encuesta reveló que la práctica más usual entre
los nipones (por delante del culto a los
ancestros y de las ofrendas florales) era
el karaoke. Además, hay que añadir la
difusión del manga. Entre los dibujos animados made in Japan se encuentra la
serie Shin-Chan (iniciada en 1990), cuya
ciudad en la ficción, Kasukabe, existe en
la realidad (en la imagen) y es un espacio
donde cada calle recuerda las aventuras
de este travieso niño de 5 años, su hermana y sus amigos.
El espíritu de los samuráis no desapareció
después de la revolución Meiji. En 1970,
los herederos de los samuráis ocupaban
el 21% de los cargos directivos de Japón.
Hoy siguen presentes en los ámbitos financieros y políticos. La honradez, la valentía, el honor, la lealtad y el autocontrol,
además de ser valores del bushido (“el
camino del guerrero”), son los principios
de una suerte de religión civil que sirve de
contrapeso emocional a las influencias
materiales de Occidente.
Dos películas, una japonesa y otra estadounidense, hablan de los años finales
de los samuráis. En El ocaso del samurái
(2002), del director nipón Yoji Yamada,
Seibei Iguchi es un soldado de rango inferior del clan Unasaka que vive en la provincia de Shonai, al noreste de Japón. Allí
trabaja como burócrata. La historia transcurre a mediados del siglo XIX. Sin embargo, para mantener a su madre, ya anciana, y a sus dos hijas, este samurái viudo se verá obligado a hacer algún trabajo
extra. En El último samurái (2003), dirigida
por el estadounidense Edward Zwick, el
emperador Meiji es presentado como un
hombre fácil de manejar, rodeado de algunos asesores con intereses creados.
Las pulsiones de los guerreros veteranos
y la reverencia del Ejército Imperial ante
el cadáver del “último samurái” evocan la
complejidad, tanto a escala internacional
como interior, del desembarco de Japón
en la modernidad.
AGE
no de los elementos de Japón que
confirma que, en ocasiones, la historia no supone evolución sino involución es el obstáculo que se pone
a las mujeres para llegar al trono del
crisantemo. Hasta finales del siglo XIX,
las mujeres pudieron ser emperatrices,
pero siempre que se casaran con uno
de los miembros de la familia imperial o
que se quedaran solteras. Por ello, ha
habido cinco emperatrices titulares. Sin
embargo, desde la Ley de Sucesión de
1947, las mujeres solo pueden llegar a
ser emperatrices si no hay ningún pariente varón a su alrededor. A partir de
1947, el sufragio universal está garantizado para los mayores de 20 años. No
obstante, es lamentable que una sociedad tan desarrollada en lo tecnológico
mantenga la desigualdad entre hombres
y mujeres. En la Dieta (Parlamento), solo
un 10% de los escaños son ocupados
por hembras. Y Japón sigue activando
en su justicia medidas drásticas como
MUY HISTORIA 105
El Emperador Meiji heredó un país preindustrial y
feudal y lo convirtió en potencia mundial del Pacífico
MEIJI TENNÕ.
Fotografía de
1872 (con 20
años) del
emperador
Mutsuhito
(1852-1912),
abuelo de
Hirohito y
llamado el
Emperador
Meiji.
Kōmei, acaecida el 3 de febrero de 1867.
Kōmei había sido diagnosticado de viruela, sin
tener patologías previas. En aquellas fechas,
el gobierno se enfrentaba a la bancarrota y las
potencias coloniales que rodeaban Japón estaban expectantes para conseguir beneficios en el
comercio con el trono del crisantemo. Si Japón
no quería ser colonizado, como otros territorios
asiáticos, debía ponerse al día en tecnología. Por
eso, Mutsuhito reclamó para sí mismo, en calidad de emperador, el derecho de ejercer el poder
sin delegar en el sogún.
En 1868, el gobierno militar del sogunato fue derribado y el emperador pasó a ser la figura principal de Japón. A través de una serie de transformaciones en sectores clave, el nuevo equipo
imperial pretendía equiparar la sociedad japonesa con la europea tomando como modelo la
Prusia de Guillermo II. El emperador abandonó
la antigua capital de Kioto para instalarse en Edo,
llamada Tokio a partir de entonces.
Mutsuhito, conocido por su nombre póstumo
como Meiji Tennō, fue el emperador 122º y se
mantuvo en el poder hasta su muerte, el 30 de julio de 1912. Heredó un país preindustrial y feudal
y consiguió elevar al Imperio del Sol Naciente a
potencia mundial del Pacífico. La escolarización
gratuita y el fin de las viejas estructuras sociales
permitieron a las capas más humildes tener nuevas oportunidades. Se habilitó una amplia red de
ferrocarril, se tendió hilo de telégrafo, hubo construcción de industrias, de astilleros y de fábricas
de municiones; se organizó de acuerdo a Occidente el calendario, la policía, la sanidad, etc.;
hubo éxodo desde el campo a la ciudad y, desde
el punto de vista cultural, Japón se puso de moda,
causando furor el kimono y el arte nipón.
ASC
TIERRAS Y CATANAS
106 MUY HISTORIA
La revolución Meiji trató de acabar con el estilo
de vida de los samuráis. Ellos habían sido la columna vertebral del sistema feudal; ahora se les
prohibía llevar sus espadas sagradas, y los antiguos dominios feudales fueron abolidos y sustituidos por prefecturas dependientes del gobierno
central, para que no hubiera multiplicidad de señores sino una sola autoridad general.
En 1872 se modificó el ejército, tomando como
referencia el francés y el prusiano. Se configuró
el servicio militar obligatorio, que acabó con la
pretensión de los samuráis de formar una clase
distinta. Y estalló la protesta de los samuráis ante
la obligatoriedad de devolver sus posesiones territoriales a cambio de pagarés del Estado.
En 1877, Saigō Takamori (samurái que primero
apoyó la Restauración, pero luego encabezó un
grupo de descontentos) congregó un ejército para
poner fin a la Restauración Meiji. Veinte mil guerreros, vestidos a la usanza tradicional con corazas,
lanzas y espadas, fueron aniquilados por las bombas y ametralladoras del ejército del emperador.
La protesta duró 8 meses. Saigō, coherente con sus
principios, se suicidó mediante el seppuku.
Otros samuráis desistieron y se sumaron al nuevo equipo: bien como burócratas, como nobles
(con títulos de marqueses y condes según parámetros occidentales), como políticos en el Parla-
EL CREDO LEGIONARIO
ara los samuráis la muerte no era el
final, sino una fase más. La muerte es contemplada también desde
una perspectiva especial en la Legión.
El novio de la muerte es una canción interpretada en ocasiones solemnes por
la Legión. Este cuplé, cantado por Lola
Montes, se presentó por primera vez el
20 de julio de 1921 en el Teatro Vital de
Málaga.
Ahondando en situaciones extremas,
encontramos el harakiri, el suicidio ritual
que practicaban los samuráis si iban a
caer en manos del enemigo. El kamikaze (“viento divino”) alude a los aviones
japoneses suicidas que sembraban el
pánico entre la flota de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
Los doce espíritus que conforman el
credo legionario están inspirados en el
bushido o código de valores de los sa-
EFE
P
muráis. En 1920, el militar José Millán
Astray (en la imagen) creó la Legión, un
cuerpo de élite para defender las posiciones españolas frente a las tropas del
Rif. La Legión Española tiene como modelo la Legión Extranjera Francesa, pero
si en aquella los efectivos son llamados
“señores soldados”, en la española son
“caballeros legionarios”.
Millán Astray tradujo del francés el bushido y lo tomó como pauta mística de
comportamiento de sus tropas. Entre
los principios de los legionarios, inspirados en los de los samuráis japoneses,
se encuentran el espíritu de compañerismo, de unión y socorro, de marcha,
de sufrimiento y dureza, de disciplina,
etc. Para un legionario, como para los
antiguos samuráis, morir en combate es
el mayor honor y lo más horrible es vivir
siendo un cobarde.
destierro, Isabel II perdía la pista de las credenciales diplomáticas que firmara poco antes de instalarse en París. Entre gritos de “Viva la España con
honra”, Tokio acusó recibo de los documentos en
pleno Sexenio Democrático.
Japón inició con celeridad la industrialización,
fue la potencia con mayor desarrollo de Asia al
inicio del siglo XX y, tras el ataque que perpetró contra la base aeronaval de Pearl Harbor, se
sumó a la Segunda Guerra Mundial en el bando
de las potencias del Eje. En agosto de 1945, sufriría el terrible ataque de las bombas atómicas
lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. MH
SAIGÕ
TAKAMORI.
El llamado “último
samurái” (en el
centro de esta
pintura de 1877),
político y militar
nipón (1828-1877),
discutiendo
acalorado durante el
llamado Seikanron,
debate de 1873 que
dividió al gobierno
Meiji.
ASC
mento o como financieros. Por ejemplo, en 1882,
uno de ellos, Shibusawa Eiichi, pasó a dirigir el
Banco Nacional, creado años antes con el dinero
que se entregó a guerreros de alto rango.
Desde la expedición Keicho –que había traído a
los samuráis a la Monarquía Hispánica en 1614
[ver artículo en página 20]–, transcurrieron más
de 200 años hasta que Japón y España retomaron
el contacto. En 1868, los dos Estados afrontaban
vidas paralelas: la Restauración Meiji y la revolución Gloriosa. Después de la visita del comodoro
Perry, acabó el aislamiento nipón y el emperador
recuperó su capacidad de mando mientras, en el
MUY HISTORIA 107
DOSSIER
LO CULTO Y LO
POPULAR. La mezcla
de ambos era lo que
perseguían las Misiones
Pedagógicas. En la imagen,
Barraca de feria (1900), de
Pablo Picasso (Museo
Picasso de Barcelona).
1931-1936 : L L E VA R L A C U LT U R A A LOS PU EBLOS
LAS
MISIONES
PEDAGÓGICAS
“Es natural que queráis saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué
venimos. No tengáis miedo. No venimos a pediros nada. Al contrario; venimos a
daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de
pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no
hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde
no se necesita hacer novillos”. (Patronato de Misiones Pedagógicas)
LUNA G. ALIJARCIO
HISTORIADORA
TEATRO
PARA TODOS.
ALBUM
Tanto el Teatro y
Coro del Pueblo
como el grupo La
Barraca (en la
foto) llevaron los
clásicos de
nuestra escena a
pueblos y aldeas.
LUMINARIAS.
Al frente de las
Misiones
estuvieron
intelectuales y
artistas como
los pintores
Maruja Mallo (en
la imagen),
Ramón Gaya y
Eduardo Vicente,
el poeta Luis
Cernuda, la
filósofa María
Zambrano o el
dramaturgo
Alejandro
Casona.
110 MUY HISTORIA
A
cargo de voluntarios que llegaban a
pie, en carro o en burro, las bibliotecas,
las proyecciones de cine, los gramófonos y las obras de teatro recorrieron
los lugares más recónditos de España.
Fueron en su mayoría maestros, pedagogos y miembros del mundo intelectual, pero
también muchas personas anónimas las que integraron las Misiones Pedagógicas con la intención
de educar a la gente de los pueblos. Pero, sobre
todo, de procurar diversión y alegría a personas
que vivían en la mayor indigencia cultural.
Las Misiones Pedagógicas son conocidas como
el proyecto tal vez más romántico de la Segunda República, que fue la edad de oro de la educación en España. En esta etapa se pusieron en
marcha numerosas iniciativas educativas, entre
las que destacó esta como una de las más novedosas e idealistas.
Las Misiones eran la culminación del espíritu de
la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que había
surgido en 1876 liderada por Francisco Giner de
los Ríos. Ya a finales del siglo XIX, la ILE había pretendido dar un giro a la educación española creando centros educativos con unos sistemas completamente distintos a los de la escuela tradicional. Se
valoraban las excursiones, las clases al aire libre, el
fomento de la creatividad y de las artes. Se practicaba la coeducación, no se utilizaban libros de
texto (pero sí de consulta) y el alumno era el protagonista de su aprendizaje. La ILE había pretendido hacer llegar maestros y recursos a las escuelas
más pobres, pero la realidad era que, treinta años
después del cambio de siglo, en el mundo rural
los docentes seguían con un sueldo mísero y en
ocasiones sin vivienda propia, en un medio totalmente falto de recursos y con un amplio número
de niños y niñas aún sin escolarizar.
Siendo presidente provisional de la República
Niceto Alcalá-Zamora y ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Marcelino Domingo,
se creó, por Decreto del 29 de mayo de 1931, el
Patronato de Misiones Pedagógicas. El objetivo
principal era que la población rural –una gran
parte de la sociedad en aquel entonces– recibiese
educación, cultura y formación. A este proyecto
dedicó Manuel Bartolomé Cossío, principal discípulo de Giner de los Ríos, todas sus energías
en sus últimos años de vida. El origen de las Misiones, decía, había que buscarlo en la abismal
diferencia no solo intelectual sino también económica que existía entre la ciudad y el campo,
donde se carecía de la “cultura difusa” que se
recibe en la ciudad, es decir, aquella educación
ALBUM
A este proyecto dedicó
Manuel Bartolomé
Cossío, discípulo de
Giner de los Ríos, sus
últimos años de vida
que otorgan la radio, la música o el cine:
“El niño en la ciudad tiene, señores, el periódico,
el teatro, la conversación culta de la atmósfera
que le rodea, los museos, una exposición permanente en los escaparates de cada tienda; pero
el pobre niño del campo, ¿dónde puede ver jamás una estatua? ¿Quién le dirá que ha habido
un Shakespeare o un Velázquez? ¿Quién le hará
sentir la belleza de una melodía de Mozart, de
una estrofa de Calderón [...]?”.
De esta manera, el Patronato diseñaba un plan de
acción para llevar libros, música, teatro y obras
de arte a los pueblos, con un triple fin: fomentar
la cultura general (con bibliotecas, cine, coros), la
orientación pedagógica (atención a las escuelas y
maestros) y la cultura ciudadana (con charlas y
contenidos de índole política e histórica).
Las Misiones Pedagógicas entendieron que el
sistema educativo nacional no se centraba solamente en la escuela. Iban dirigidas a todo el
mundo, sin diferencia de edad ni sexo, a un público no profesional, irreflexivo y libre, con esca-
so nivel cultural. Aunque el contenido era muy
diferente al que se daba en las escuelas, era el
maestro el mayor colaborador de los voluntarios
y quien introducía las actividades. Esta fructífera colaboración entre maestros y voluntarios la
encontramos en novelas como Historia de una
maestra (Josefina Aldecoa) o Todo lo que se llevó el diablo (Javier Pérez Andújar), maravillosos testimonio y recreación, respectivamente, de
aquel impulso educador.
Las Misiones tuvieron también la función de actualizar pedagógicamente a los maestros de las
escuelas rurales, que vivían a menudo en un ambiente sin estímulos. Asimismo, trabajaron por
lograr una transformación social del estatus del
maestro (seguro que hemos oído el dicho “pasa
más hambre que un maestro de escuela”) y colocar a este en el escalón social que se merecía
–acorde con el ideario de la República, periodo
en el que se subieron los sueldos de los maestros–. Así, se sembró en la figura del docente la
continuidad del espíritu de las Misiones. Ellos
quedaban como herederos de esta experiencia
de educación popular, eran los “guardianes” de
la cultura que se había difundido.
¿CÓMO COMENZABA UNA
MISIÓN EN UN PUEBLO?
Antes de organizar una Misión, era necesario
entregar en el Patronato un informe sobre las
características geográficas, económicas, culturales y de transportes de la comarca. Una vez
aprobada y designado el personal que la realizaría, salían hacia su destino. El primer pueblo
al que fueron las Misiones Pedagógicas fue Ayllón (Segovia), donde estuvieron entre el 17 y el
23 de diciembre de 1931.
¿Quiénes realizaban las Misiones? Estaban integradas por jóvenes pedagogos, estudiantes, artistas, escritores... Aproximadamente quinientos
voluntarios –en su mayoría anónimos– fueron
los artífices de aquella utopía de educación basada en “enseñar deleitando”. Entre ellos también se
encontraban figuras importantes del panorama
cultural, como Alejandro Casona, Maruja
MUY HISTORIA 111
El material de trabajo se
componía de un
proyector, películas,
libros, gramófonos y
una selección de discos
aprenden y porque nadie, hasta ahora, ha venido a enseñároslo; pero que vengamos también, y
lo primero, a divertiros. Y nosotros quisiéramos
alegraros, divertiros casi tanto como os alegran y
divierten los cómicos y los titiriteros” (Patronato
de Misiones Pedagógicas).
¿CÓMO ERAN RECIBIDOS
LOS ‘MISIONEROS’ EN LOS PUEBLOS?
A los ‘misioneros’ se les veía como personas venidas de otra galaxia. La cultura resultó ser un
descubrimiento para los campesinos, admirados
ante los espectáculos y las nuevas gentes. Pero no
serán los ‘misioneros’ los únicos que transmitan
conocimientos. Aunque de otro tipo, los campesinos también les muestran cosas a los voluntarios.
Estos van a descubrir una España desconocida y
mísera –la cual filman y fotografían–, llevándose
nuevas experiencias a la ciudad. Asimismo, descubren otros valores, pues regresan sobrecogidos
por la pobreza y las necesidades del mundo rural,
conscientes de la urgencia del cambio.
MNCARS
¿QUÉ SE HACÍA UNA VEZ ALLÍ?
FEDERICO
Gª LORCA.
Fue el artífice
de una iniciativa
paralela surgida
en 1932, la
compañía de
teatro La
Barraca,
integrada por
universitarios
vinculados a la
Residencia de
Estudiantes.
112 MUY HISTORIA
Mallo, Luis Cernuda, Ramón Gaya, Rafael
Dieste, María y Matilde Moliner, Eduardo Vicente, María Zambrano...
El material de trabajo del equipo se componía de
un proyector cinematográfico, con películas educativas y de recreo, bibliotecas para las escuelas
de las comarcas visitadas y gramófonos, con una
selección de discos que después de la actuación
se dejaban al maestro para que continuase con la
obra iniciada. He aquí su carta de presentación:
“Porque el Gobierno de la República que nos envía nos ha dicho que vengamos ante todo a las
aldeas, a las más pobres, a las más escondidas,
a las más abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar
siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo
Una de las iniciativas que más divertía a los lugareños era el Teatro y Coro del Pueblo. “Elemental, ambulante, de fácil montaje, sobrio de
fondos y ropajes”, se definía. Un autobús con los
estudiantes y un camión con los bártulos era todo lo necesario para realizar la puesta en escena
de obras de autores clásicos y contemporáneos.
Cada representación era previamente anunciada con carteles y a su llegada eran recibidos
con desbordante alegría. El Teatro y Coro de las
Misiones recorrió unos ciento quince pueblos
entre 1931 y 1933, integrado por cincuenta estudiantes que compartían un escenario de madera de 4x6 metros.
Al frente de la compañía ambulante estaba Alejandro Casona, dramaturgo de la Generación del
27 e inspector de Primera Enseñanza. Él realizaba
las adaptaciones y dirigió el teatro por gran parte
de España, teniendo especial consideración con
aquellos lugares en los que tenía raíces. Así, Be-
PINTURA,
TEATRO...
ASC
... Y cine,
música,
poesía... Todas
las bellas artes
con opción de
ser ambulantes
llegaron a los
rincones más
remotos. A la
izda., función
teatral en la
plaza de un
pueblo.
sullo, su pueblo natal en Asturias, fue uno de los
que más se beneficiaron del teatro. Allí donde los
montajes escénicos no podían llegar se realizaba
el retablo de fantoches, un teatrillo de guiñol al
frente del cual se encontraba Rafael Dieste.
Otra de las iniciativas más destacadas, por su
acción y permanencia a largo plazo, fueron las
bibliotecas. En algunos de aquellos pueblos los
libros no existían, o los pocos ejemplares que
había, normalmente de la Biblia o el Quijote,
permanecían en las iglesias, escondidos como
un tesoro.
“Cuando acabes con tu trabajo, lávate las manos
y coge el libro que has pedido en la biblioteca.
Busca un sitio tranquilo y lee. Recordarás siempre con placer estos ratos. Guarda luego el libro
cuidadosamente hasta que puedas volver a seguir
leyendo. Procura que, al devolver el libro ya leído, esté tan limpio como cuando te lo entregaron. ¡Buena idea se tendrá de un pueblo donde
los libros se leen mucho y se conservan limpios y
cuidados!”. Con esta nota del Patronato se encontraba el lector en la primera hoja de los 600.000
libros que dejaron las Misiones repartidos por todo el país en aproximadamente 5.500 bibliotecas.
Fijas y ambulantes, con la escuela como prioridad
para su establecimiento, no solo tenían el objetivo de enseñar a leer y a escribir, sino también de
estimular la lectura por placer.
También llevaban obras de arte gracias al Museo ambulante. Era, como explicaba Cossío, “un
museo no para los que han viajado, sino para
EN LA DICTADURA FRANQUISTA TAMBIÉN
HUBO ‘MISIONES PEDAGÓGICAS’
unque con un carácter e intencionalidad notablemente diferentes a los de las Misiones de la Segunda República, durante la dictadura se continuó en cierta medida con esta labor.
En 1946 surgieron las Cátedras Ambulantes, promovidas y organizadas por la Sección Femenina. En un principio, su labor estuvo destinada exclusivamente a las mujeres, pues de esta manera
se cumplía una de las bases ideológicas del régimen, que era hacer de la mujer la responsable del
afianzamiento del modelo tradicional de familia.
Ambos proyectos de educación fueron edificados desde modelos políticos muy diferentes –democracia frente a autoritarismo–, pero también con distintos fundamentos intelectuales –regeneracionismo
frente a tradicionalismo–, bases ideológicas dispares –krausismo frente a fascismo– y opuestas dimensiones educativas: institucionismo frente a nacionalcatolicismo. Sin embargo, es cierto que las
dos Misiones Pedagógicas se acercaban bastante en cuanto a las metas o finalidades de las propuestas, que no eran otras que la alfabetización del mundo rural, acercar la cultura nacional a los
pueblos y atender a las necesidades sociales de estas zonas.
A
MUY HISTORIA 113
EDUCAR
PARA EL
FUTURO.
ASC
Junto a estas
líneas, anuncio
en prensa de la
llegada del
Museo del
Pueblo a
Castro del Río
(Córdoba). A la
derecha, niños
asistiendo
extasiados a
una proyección
cinematográfica
de las Misiones
Pedagógicas.
>>>todos, un museo muy pequeñito, reducido,
pobre, pero al fin y al cabo un museo. Para los
que no han visto nunca verdaderos cuadros o no
conocen ninguna obra de los grandes pintores”.
Artistas comprometidos con la causa, como Ramón Gaya o Eduardo Vicente, se encargaban de
realizar las copias de los cuadros presentes en el
Museo del Prado que iban a circular por los pueblos. El Museo se anunciaba de antemano con un
cartel y permanecía más o menos una semana en
cada pueblo. Dos o tres ‘misioneros’ acompañaban a la comitiva para realizar pequeñas explicaciones de los cuadros, a menudo ante unas gentes
atónitas que, impresionadas, interpretaban las
obras de diversas maneras en voz alta, comentando a menudo que era imposible que eso pudiera
haberlo pintado alguien.
La mayor afluencia se producía al terminar las
labores agrícolas. Normalmente, durante el día
se visitaba el Museo y por la noche se asistía a
las proyecciones luminosas de otros cuadros, y al
finalizar, a los asistentes se les obsequiaba como
recuerdo con reproducciones fotográficas de los
cuadros, que también se regalaban para decorar la
escuela, el ayuntamiento o las propias casas.
Son muchas las fotografías y los recuerdos de
las Misiones que nos hacen vibrar y viajar en
el tiempo. Pero quizá aquellas que más nos impresionan son las de los rostros asombrados de
aquellas personas que veían cine por primera
vez. El cine suscitaba en los pueblos gran conmoción, pues mostraba escenas que, al no haber
salido jamás del pueblo, nunca habían contemplado. En las imágenes apreciamos cómo el cine
les divierte y les deslumbra, desatando felices comentarios. Todo ello está recogido en la película
documental Estampas, dirigida en 1932 por José
Val del Omar.
¿QUÉ OCURRIÓ CON LAS MISIONES?
Desgraciadamente, su periodo de actuación fue
muy breve. Cuando la CEDA (Confederación
Española de Derechas Autónomas) triunfó en
las elecciones de 1934, el Gobierno cortó el pre-
Cuando la CEDA triunfó en las elecciones de 1934,
el nuevo Gobierno de derechas cortó el presupuesto
114 MUY HISTORIA
LA BARRACA
l teatro universitario La Barraca, con más
intereses artísticos que pedagógicos,
surgió hacia 1932 y lo integraron jóvenes universitarios vinculados a la Residencia
de Estudiantes y herederos del espíritu de la
Institución Libre de Enseñanza.
La dirección artística era responsabilidad de
Federico García Lorca y Eduardo Ugarte, y
todos los participantes prestaban sus servicios voluntaria y gratuitamente.
Aunque La Barraca, por estar unida a la figura de Lorca, ha alcanzado más fama en la
actualidad que aquel Teatro del Pueblo de
las Misiones Pedagógicas, lo cierto es que,
con ciertas limitaciones en su capacidad de
movimiento, no llegó a tener en su momento la misma importancia y el mismo alcance
que este último. Desde su creación hasta el
cese de sus actividades, con el comienzo de
la Guerra Civil española, se representaron un
total de trece obras de teatro en setenta y
cuatro localidades diferentes.
EFE
E
supuesto y algunos proyectos se quedaron en el
camino, como las emisiones radiofónicas. No
pudieron realizar todo lo que se propusieron
ni abarcar hasta donde hubieran querido. Entre
1934 y 1936 disminuyeron notablemente, hasta
que el golpe de Estado y la Guerra Civil supusieron la paralización total. Muchos voluntarios que
habían integrado las Misiones fueron encarcelados o condenados a muerte o tuvieron que huir
al exilio, la inmensa mayoría para no volver.
A día de hoy, esta iniciativa sigue resultando
controvertida. De las Misiones Pedagógicas se
ha dicho que trataban de adoctrinar al pueblo
y sembrar el republicanismo. Como reflejaba el
Patronato, el Gobierno republicano pretendía
que los campesinos fuesen colaboradores de la
evolución nacional y mostrarles el “aliento del
progreso”. Por lo tanto, en sus programas no era
extraña la inclusión de charlas o actividades de
carácter político.
También ha sido criticado su aspecto idealista.
En palabras de Tuñón de Lara, su actuación era
“plantar árboles por la copa”, al no haberse llevado primero a cabo una reforma agraria y cambios
económicos básicos. Además de la labor pedagógica, en algunas Misiones se realizaron otro tipo
de acciones. Un ejemplo se dio en Sanabria en
1934, adonde se llevaron multitud de alimentos,
medicamentos y consejos para una mejor higiene. Al año siguiente se realizó otra de las mismas
características en San Martín de Castañeda, con
ayuda material y humanitaria, en la que se intentó
también enseñar a los habitantes a conseguir un
mayor rendimiento del suelo agrario y mejorar su
situación económica de forma directa.
“Es tarea larga; nosotros no gozaremos del fruto,
si lo hay. Pero, pasados bastantes años, otros podrán aprovecharlo. No recordarán, quizá, quiénes
abrieron el camino. Pero no importa. Nuestro esfuerzo debe ser el único premio”. Así pensaba Luis
Cernuda de su labor en las Misiones.
Es cierto que no podía realizarse un cambio de la
situación del mundo rural solamente a través de
la cultura, pero con las Misiones trataron de sentarse unos principios que no habían sido dados
hasta entonces, y ahí radica la importancia de
esta iniciativa. Para las gentes del mundo rural,
era necesario un cambio en el sentido de su existencia, un cambio de actitud respecto a la vida. El
pensamiento educativo de Cossío quería transmitir algo tan básico como que en los pueblos
también podían divertirse y estar felices, no solo
depender del trabajo. Las Misiones Pedagógicas,
con sus ideales utópicos y una labor educativa
para muchos insuficiente, lograron algo digno
de admirar: suscitar en personas sin acceso a la
cultura el deseo de aprender. MH
MUY HISTORIA 115
HISTORIA ALTERNATIVA
¿Y si Trotski, y no Stalin,
hubiese sucedido a
Lenin al frente de la
Unión Soviética?
La muerte temprana del fundador de la URSS, a los 54 años,
abrió una sorda guerra de sucesión entre sus dos ‘delfines’, León
Trotski y Iósif Stalin. ¿Qué habría pasado, en Rusia y en el mundo, si el más inteligente de los dos se hubiese impuesto al más
paranoico y brutal?
POR JOSÉ PARDINA
la III Internacional rompía con la Internacional Socialista y agrupaba bajo
su protección –y a sus órdenes– a los
nuevos partidos comunistas que surgían como setas por todo el mundo.
El Partido Comunista de España se
creó en 1921 a partir de una escisión
del ala revolucionaria del PSOE.
DISPUTA SUCESORIA
Insomne y de salud muy precaria, tan
cínico e irascible en su actividad política como encantador en la esfera privada, una sífilis y varios infartos cerebrales acabaron prematuramente con
la vida de Lenin en 1924, tras haber
pasado sus dos últimos años de vida
inmovilizado en una silla de ruedas y
con grandes dificultades para hablar y
escribir. Entretanto, la disputa sucesoria entre Stalin y Trotski, disfrazada de
diferencias ideológicas, se dirimía en la
sombra. Finalmente, el 21 de enero de
Muere Lenin (dcha.). Se
constituye una troika
gobernante con Stalin,
Sokólnikov y Trotski. Este
ordena a Dzerzhinski, director
de la Checa y la GPU, que
envenene a los dos primeros.
116 MUY HISTORIA
GETTY
21 de enero de 1924
LOS TRES TENORES
DE LA REVOLUCIÓN.
GETTY
T
ras la Revolución de Octubre en
Rusia y la toma del poder por los
bolcheviques, en plena Primera Guerra Mundial (1917), Vladímir
Ilich Uliánov, alias Lenin, y sus camaradas revolucionarios constituyeron la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Tras una cruenta guerra
civil, el Ejército Rojo creado por Trotski y la NKVD, policía secreta, acabaron con cualquier oposición a sangre
y fuego: el país, que en tiempos de los
zares contaba con 175 millones de habitantes, perdió más de 40 millones en
apenas cinco años. En 1919, un Lenin
sin rivales y su camarilla del Comité Central fundaron la Internacional
Comunista para “luchar por la supresión del sistema capitalista, establecer
la dictadura del proletariado y abolir
las clases sociales, como primer paso a
la consecución del socialismo y la sociedad comunista”, tal como recogían
sus primeros estatutos. Paralelamente,
Vladímir Lenin, nacido en
1870, era el mayor de los tres
‘padres fundadores’. Su
autoridad moral sobre Stalin
(1878) y Trotski (1879; en la
foto) era indudable.
ese año, la causa oficial de la muerte del
Presidente del Consejo de Comisarios
del Pueblo fue arterioesclerosis, aunque
años después Trotski acusaría a Stalin
de haber ordenado a Yagoda, jefe de la
NKVD, que lo envenenara.
Tras la desaparición de Lenin, una
troika formada por Stalin, Kámenev
y Zinóviev tomó el control del Partido y del nuevo Estado, situándose en
un punto que ideológicamente estaba
entre Trotski, a la izquierda, y Bujarin,
a la derecha. Stalin, de manera calculada, abandonó el énfasis bolchevique
respecto a la revolución mundial y lo
cambió por su política de construir
9 de abril de 1926
Tras ser nombrado Secretario General del
Comité Central del Partido Comunista de la
URSS, Trotski relanza la Nueva Política
Económica y el Primer Plan Quinquenal. El
país despega económicamente mientras la
Internacional Comunista educa y entrena a
comisarios y militantes de todo el mundo.
“el socialismo en un solo país”, en
contraste con la teoría trotskista de la
revolución permanente. Su verdadero objetivo: dividir a sus adversarios
políticos.
En apenas cinco años, a pesar de que
había sido el favorito de Lenin, Trotski
fue expulsado del Partido, deportado
a Kazajistán y, finalmente, desterrado
de la URSS bajo la acusación de traidor. Su imagen desapareció de las fotos oficiales y su nombre de los libros
de historia. En la década siguiente, un
paranoico Stalin desencadenó el Gran
Terror y purgó el Partido y el Ejército.
Antes de la Segunda Guerra Mundial,
todos los viejos camaradas bolcheviques habían sido físicamente eliminados por ‘Koba el Temible’. En el verano
de 1940, el comunista español Ramón
Mercader, tras ganarse la confianza del
viejo Trotski, le clavó un piolet en la
cabeza mientras trabajaba en su casa
de México, donde se había exiliado
con sus familiares y leales. Por orden
de Stalin, enfermo de envidia. Solo entonces pararon las purgas.
¿Y si Trotski hubiera ganado la lucha
por el poder? Poco habrían cambiado
las cosas. Trotski fue tan brutal como
Stalin en la imposición de sus ideas,
como lo había sido Robespierre en la
Revolución Francesa (1794), aunque
tal vez no habría matado a sus mejores generales.
Eso sí: en algún momento habría
comenzado una Segunda Guerra
Mundial muy diferente de la que
conocemos, tras alentar la URSS levantamientos revolucionarios en todo el mundo y declarar una especie
de Yihad comunista a través de su III
Internacional. De hecho, el italiano
Mussolini fue el primero en alertar
contra la revolución permanente de
Trotski y en 1923 llegó a plantearse
liderar la lucha contra la tiranía de
una URSS trotskista. MH
4 de mayo de 1932
1930
Tras el Crac del 29 y la Gran
Depresión (en la imagen), Trotski
alienta y financia la Revolución
Proletaria Mundial en Europa,
Estados Unidos y Extremo Oriente.
Las revueltas y la violencia
estallan en las grandes capitales.
ASC
Mussolini declara la guerra a la URSS, en
respuesta a las intentonas revolucionarias y a
los atentados contra prominentes fascistas.
Estalla la Segunda Gran Guerra Mundial:
Italia, Austria, Polonia y Hungría se alían
contra los comunistas, mientras Japón ataca
a China y se queda con Siberia.
MUY HISTORIA 117
HISTORIA EN EL ARTE
Unas vistas de éxito
Esta xilografía coloreada del gran Utagawa Hiroshige forma parte del conjunto Cien
famosas vistas de Edo (Meisho Edo Hyakkei), una serie de grabados xilográficos sobre
temas populares destinados a la clase media urbana japonesa. Esta corriente tuvo una
gran influencia en artistas occidentales de la época.
POR EVA DOMÍNGUEZ AGUADO
E
l artista nipón Utagawa Hiroshige (1797y pintorescos de la capital. La imagen de este
1858) fue uno de los últimos representantes
grabado en concreto presenta una composición
de la corriente Ukiyo-e, un género de grabatriangular, formada por el puente y la orilla del
dos realizados mediante xilografía, o técnica de
río, que pretende reflejar la rápida subida del
grabado en madera, que se produjeron en masa
agua y el posible desbordamiento fluvial. Este
en Japón entre los siglos XVII y XIX y entre los
proyecto fue uno de los más ambiciosos –y el
que abundan las imágenes paisajísticas, de esceúltimo de una cierta relevancia– en la producnas del teatro y de zonas de alterne. El Ukiyoción del artista, que falleció de cólera en 1858,
e alcanzó su mayor grado de popularidad en la
solo un año después de concluir la serie. Con
cultura metropolitana de Edo durante la segunda
ella pretendió reflejar los cambios sufridos por
mitad del siglo XVII, y a mediados del XVIII la
la capital nipona durante esos últimos años, en
técnica permitió la producción de estos impresos
que los que el progreso y la modernidad avana todo color (los llamados nishiki-e). La elabozaban vertiginosamente destruyendo las costumbres y tradiciones ancestrales de Japón.
ración de un grabado Ukiyo-e comenzaba por
la creación de un dibujo principal con tinta, que
luego era impreso en un relieve para poder realizar posteriormente las copias, que podían entinUNA CORRIENTE QUE MARCÓ TENDENCIA
tarse con diferentes colores en la propia plancha
El Ukiyo-e, particularmente los paisajes de Hode madera.
kusai e Hiroshige, fue fundamental para conforA mediados del siglo XIX, las estampas de geishas
mar la percepción occidental del arte japonés a
y de temas políticos, entre otros
finales del siglo XIX. A partir
asuntos, fueron prohibidas, lo que
de la década de 1870, la moda
Ficha
técnica
favoreció la popularización de las
del japonismo se convirtió en
estampas paisajísticas. En el mouna tendencia importante y
Título: El puente Ōhashi en
Atake bajo una lluvia
mento de realizar esta obra, Hirotuvo una fuerte influencia en
repentina
shige se hallaba en la cumbre de
los primeros impresionistas,
Autor:
Utagawa
Hiroshige
su carrera; recibió el encargo de
como Edgar Degas o Claude
Estilo: Ukiyo-e
Uoya Eikichi, un editor que quería
Monet; asimismo, causó un
Fecha: 1857
reflejar gráficamente los cambios
gran impacto en posimpreTécnica: Xilografía
acaecidos en Edo –la actual Tosionistas como Vincent van
Dimensiones: 34 x 22,5 cm
kio– tras el terremoto que sufrió la
Gogh, que realizó una copia de
Localización:
Museo Brooklyn,
ciudad en 1855. Hiroshige plasmó
la obra de Hiroshige en 1887
Nueva York (EE UU)
esta idea en un total de cien vistitulada Japonaiserie: Puente
tas de los lugares más conocidos
bajo la lluvia. MH
Detalles del cuadro
1. La lluvia destaca por su realismo y por la originalidad del encuadre, al situarla como una cortina que empaña toda la obra en
primer plano cayendo en forma
de líneas oblicuas desde una nu-
118 MUY HISTORIA
be negra.
2. Lo que se aprecia al fondo de
la obra es el barrio de Atake.
3. El puente llama la atención,
puesto que es la clave para apreciar la composición diagonal que
el autor utiliza en el grabado.
4. La perspectiva aérea, junto
con la composición de la obra en
diagonal, es lo que le confiere su
dinamismo e instantaneidad accidental.
1
2
4
ALBUM
3
MUY HISTORIA 119
PANORAMA
ENTREVISTA
PALOMA FUENTES
M
POR CRISTINA ENRÍQUEZ
édica experta en Neurociencia y neurofelicidad, apasionada de las
personas y “gerente de
felicidad”, la doctora Paloma Fuentes
lleva años centrando sus esfuerzos
en impulsar una nueva visión de la
Medicina en la que las personas nos
erijamos en protagonistas de nuestra salud y felicidad. Esa es la mejor
base para construir una vida plena y
saludable hasta el final, y ese es el camino por el que nos guía en el libro
La medicina de la felicidad, editado
por Pinolia. En esta entrevista con
la doctora Fuentes descubrimos que
salud y felicidad son un binomio inseparable y ampliamente avalado por
la ciencia y la experiencia a lo largo
de la historia de la humanidad.
¿Existe alguna emoción primigenia que haya conformado a la especie humana?
Si nos apoyamos en la estrategia biológica cerebral claramente predominante, la de la supervivencia, la emoción primigenia más “pura” sería el
miedo, pero también el resto de las
que componen el espectro emocional. Todas, las agradables y las que no
lo son tanto, tienen un origen adaptativo y un papel claro en su objetivo
de salvarnos la vida y perpetuarla.
El cambio drástico que se ha ido
produciendo en nuestra forma de
vida ha provocado que aquellas eficaces emociones primarias hayan
ido perdiendo una parte de su funcionalidad, convirtiéndose algunas
de ellas en el origen de trastornos
psicológicos. Por ejemplo, en nuestra sociedad la emoción “miedo” ha
perdido el sentido de supervivencia
que poseía y se ha transformado en
diversas variantes, como las fobias. Y
una fobia no solo no representa una
ventaja competitiva para la supervivencia, sino todo lo contrario.
120 MUY HISTORIA
En las épocas de crisis, ¿qué emoción o sentimiento destaca?
Depende del tipo de crisis y de cómo
la percibamos. Si percibimos la crisis
como una amenaza, predominarán
las emociones del miedo y el enfado.
Estas son emociones que, con el paso
del tiempo, se pueden convertir en
tristeza y apatía. Si por el contrario, la
percibimos como una oportunidad,
se producirán emociones de asombro, alegría, esperanza y gratitud.
Las emociones son acontecimientos
mentales automáticos; son consecuencias directas de un pensamiento.
Por tanto, los acontecimientos no son
lo que marca el signo de la emoción
generada, sino cómo nosotros percibimos eso que nos pasa.
¿Ha existido una época feliz?
La historia de la humanidad es una
historia constante de felicidad. Hubo
felicidad en las personas que durante el Neolítico aprendieron a cultivar
las semillas y crearon los primeros
asentamientos humanos en el Próximo Oriente. Había felicidad en los
constructores de esas maravillosas
ermitas románicas que, durante la
Edad Media, cincelaban su fe en increíbles capiteles de piedra. Y, a pesar
de esta durísima pandemia de covid
que estamos viviendo, sigue habiendo felicidad en las personas que vi-
ven en este planeta. Y todo se debe a
que nuestro cerebro produce en sus
redes neuronales sustancias químicas
maravillosas que nos producen tranquilidad, regocijo, placer, confianza
o satisfacción, es decir, felicidad. La
supervivencia y la felicidad están ligadas biológicamente desde nuestros
primeros antepasados.
Una vez, una alumna de la famosa antropóloga americana Margaret Mead
le preguntó cuál era, a su juicio, la
primera señal de cultura humana (esperando una respuesta ligada a herramientas manuales o de caza, restos de
cerámica, etc.). La respuesta de Margaret Mead fue que el primer signo
de cultura humana era el hallazgo de
un hueso largo con un callo de fractura. Porque, en los primeros grupos
humanos, cuando uno de sus miembros se rompía un fémur o una tibia
y no podía caminar, el grupo lo abandonaba a su suerte y era devorado
por los depredadores. Encontrar un
hueso largo con un callo de fractura
significaba que el herido no había sido abandonado, que alguien se había
quedado a su lado y cuidado de él el
tiempo suficiente para que el hueso
soldara y pudiera continuar con su
vida. A esta reflexión tan extraordinaria, yo añado que, sin ninguna duda, esas dos personas –el cuidado y el
cuidador– sintieron felicidad.
VITAMINAS MENTALES
einte vitaminas mentales extraordinarias,
sencillas y eficaces, que nos permitirán fortalecer la salud mediante el cuidado del cerebro y la mente. Ese es el tesoro que albergan las
páginas de este libro destinado a los que quieren
pasar de supervivientes a súper vivientes, a los que
creen en la felicidad como valor de vida, a los que
la crean, a los que la añoran, a los que la ignoran y
a los que la conquistan. Pinolia. 19,95 euros.
V
LIBROS CON HISTORIA
‘Guerra Civil.
Los episodios
más oscuros’
ALBERTO DE FRUTOS
Fue el conflicto más
sangriento en Europa
desde el final de
la Primera Guerra
En la era poscovid, ¿qué nos recomendarías para ser felices?
Varias cosas. Lo primero es aplicar
la aceptación. Es imprescindible que
aceptemos lo que nos llega, que le
demos la bienvenida, porque eso nos
permite guardar la energía suficiente
para afrontar las adversidades con las
mejores herramientas.
La segunda cosa es esforzarse en extraer lo bueno que ha tenido y tiene
vivir esta situación: disfrutar de las
pequeñas cosas, tener más tiempo
para nosotros, aprender a trabajar
de otra manera, valorar nuestra salud y la de los nuestros por encima
de todo, aproximarnos a la naturaleza... Hay cientos de oportunidades de
aprendizaje y crecimiento escondidas
en todos estos meses tan duros que
llevamos. Pequeños tesoros que debemos extraer y sacar a la superficie
para disfrutar más de ellos.
Y lo tercero es valorar y cuidar un poquito más de las personas de nuestro
entorno, escucharlas más, caminar
más con ellas, hacer, en definitiva,
que sientan nuestro afecto por ellas
y la gratitud por todo lo que nos dan.
Mi última recomendación es dedicar
cada día unos minutos a tomarnos
un café o un té con nosotros mismos
para reflexionar sobre el día, anotando por escrito las conclusiones.
‘Alejandro Magno’
ANTHONY EVERITT
Se ha escrito mucho
sobre el conquistador
que construyó un
imperio que iba desde
el reino de Macedonia
hasta el mundo helénico,
Persia y la India, sobre
aquel que “solo se
detendría al llegar al
océano (Pacífico)”, pero
cuya prematura muerte
cercenó ese sueño. A
pesar de todo lo escrito,
este ensayo biográfico
–del autor de la
estupenda biografía de
Cicerón– nos hace sentir
que aún nos faltaba
mucho por conocer
de Alejandro Magno.
Edhasa. 34,50 euros.
Mundial. Muertos,
heridos, desaparecidos,
enfermedad, exilio,
destrucción...
Así se resume un
enfrentamiento que
marcó la historia
contemporánea de
nuestro país. Grandes
especialistas en este
periodo histórico
analizan en profundidad
aspectos como el mito
de la Quinta Columna,
los requetés o la caída
de Madrid y exploran
los episodios más
oscuros de la guerra,
como la masacre de
Badajoz, el bombardeo
‘La Primera
Cruzada. La
llamada de Oriente’
PETER FRANKOPAN
Según la tradición, la
Primera Cruzada fue
instigada por el papa
Urbano II y culminó en
julio de 1099, cuando
miles de caballeros
de Europa occidental
liberaron Jerusalén
de la amenaza del
islam. Pero Frankopan
mira hacia Oriente, a
Constantinopla, sede
del Imperio bizantino
cristiano, y hacia el
verdadero instigador
de la Primera Cruzada:
el emperador Alejo I
Comneno.
Crítica. 24,90 euros.
de Almería o las chekas
de Barcelona. Este libro
nos permite conocer las
distintas aristas de una
contienda considerada el
preludio de la Segunda
Guerra Mundial.
Pinolia. 19,95 euros.
‘Tras la sombra
de un submarino’
ROBERT KURSON
Estamos ante el relato
verídico de la increíble
aventura de dos
submarinistas, John
Chatterton y Richie
Kohler, que durante
siete años arriesgaron
sus vidas para resolver
uno de los misterios
más insondables de
la Segunda Guerra
Mundial: la aparición
en 1991, en la costa de
Nueva Jersey, de los
restos de un submarino
alemán del que ningún
historiador, experto o
gobierno tenía ni idea
de su procedencia.
Península. 21,90 euros.
MUY HISTORIA 121
LA HISTORIA EN TV
‘CÓMO SE CONVIRTIERON
EN TIRANOS’
DOCUSERIE
Netflix acoge la primera temporada de
esta sarcástica docuserie, protagonizada por Peter Dinklage, en la que
déspotas históricos demuestran cómo
un aspirante a dictador debe dominar
el manual del poder absoluto para gobernar con puño de hierro. Inaugura
la clase magistral Adolf Hitler y le siguen Saddam Hussein, Idi Amin, Stalin, Muamar el Gadafi y la dinastía Kim
de Corea del Norte: Kim Il-sung, Kim
Jong-il y Kim Jong-un.
‘LA HISTORIA DEL EJÉRCITO ROJO’
DOCUMENTAL
Durante 70 años, el Ejército Rojo fue uno de los
fundamentos de la URSS, un instrumento de miedo y admiración, un símbolo de liberación y coerción. Este documental –que podemos ver en RTVE
PLAY– explora su historia combinando narrativa
épica y deconstrucción del mito a través de dos capítulos: La gran guerra patriótica, sobre el combate
del Ejército Rojo contra el nazismo a costa de 10
millones de muertos, y La Guerra Fría, que se centra en ese tenso periodo en el que el mundo estuvo
dividido en dos polos: capitalismo y comunismo.
EXPOSICIÓN
‘KÂULAK: FOTÓGRAFO,
PINTOR Y ESCRITOR’
SALA HIPÓSTILA. BIBLIOTECA
NACIONAL (MADRID).
Del 11 de marzo al 28 de agosto.
Antonio Cánovas del Castillo Vallejo
(1862-1933) fue un intelectual polifacético. Antes de dedicarse a su gran vocación, la fotografía, fue funcionario del
Estado, crítico de arte, periodista, escritor, compositor, empresario y político
(diputado en Cortes y gobernador civil
de Málaga). Su trayectoria como fotógrafo tiene dos partes: la primera como
amateur (1890-1904), siendo uno de los fundadores de la Sociedad Fotográfica de Madrid; y la segunda como profesional (Dalton Kâulak). Fue entonces cuando puso en marcha Kâulak, la que sería una de las más prestigiosas galerías fotográficas de Madrid y de España. Allí retrató a la familia real,
la aristocracia, la burguesía y, también, a intelectuales, políticos y artistas (en
la imagen, María Guerrero caracterizada para Isabel de Castilla). Fue apodado popularmente “el retratista de las damas” y, desde comienzos del siglo
XX, su obra llenó las más importantes revistas ilustradas.
En la exposición de la BNE (entrada gratuita) se exhiben más de 160 obras
suyas (fotografías, libros impresos, grabados, instrumentos de fotografía,
óleos...) pertenecientes a la BNE y a otras instituciones y coleccionistas.
122 MUY HISTORIA
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Impreso en España: Edición 5/2022
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