la oración de Ana

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LA ORACIÓN DE ANA
Samuel 1:1-18
V.C. 1:11
"E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y
no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su
vida, y no pasará navaja sobre su cabeza”
Hoy vamos a empezar a estudiar el libro de Samuel. Dios eligió a Samuel y lo usó para poner la base espiritual en los
corazones de su pueblo. En el pasaje de hoy, vamos a ver tres cosas importantes: primero, el ambiente que preparó Dios antes
del nacimiento de Samuel; segundo, qué tipo de persona usó Dios para ser la madre de Samuel; y tercero, qué podemos
aprender de la oración de Ana.
Por medio de esta palabra, aprendamos la voluntad de Dios, quien nos permite aflicciones en nuestra vida para
manifestar su obra.
I. Primero, ¿qué ambiente preparó Dios antes de que naciera Samuel?
Hubo un varón llamado Elcana que tenía dos mujeres. Es posible que Ana fuera su primera mujer, pero siendo ella estéril, haya
tomado a Penina para tener descendencia. Todos los años, Elcana subía de su ciudad para adorar y ofrecer sacrificio a Jehová
en Silo. Cuando ofrecía el sacrificio, repartía la ofrenda a Penina y a sus hijos, a cada uno su parte, pero a Ana le daba una
parte escogida porque la amaba más. Esto provocaba celos a Penina e irritaba a Ana, enojándola y entristeciéndola por
venganza. Así hacía cada año, por lo cual Ana lloraba y no comía. Entonces, ¿por qué tenía que sufrir por la esterilidad? ¿Había
pecado seriamente ante Dios como su pueblo contemporáneo solía pensar? No es así. Veamos los ver. 5 y 6. “Jehová no le había
concedido tener hijos”. ¿Cómo puede Dios permitir el sufrimiento y el dolor dándole una esterilidad sin causa y convirtiéndola
en una mujer desdichada y humillada? Nuestro Dios, a veces, nos pone en una situación de dolor, tribulación y agonía. ¿Por qué?
Porque por medio de esta dificultad, Dios nos ayuda a darnos cuenta de nuestro límite. Quiere que nos acerquemos a Él y
oremos con humildad y anhelo. Al final, nos ayuda a experimentar su amor y poder. Así también en la vida de Ana. Para dar a luz
un hijo precioso y valioso, Dios le dio dolor y la hizo irritar y enojar por Penina. Entre nosotros, ¿hay alguien que tiene algún
problema familiar? ¿Hay alguien que sufre por alguna enfermedad crónica? ¿Hay alguien que tiene una familia incrédula?
Debemos saber que en medio de las dificultades y dolores, se encuentra la buena voluntad de Dios para nosotros. Como dijo un
pastor: el problema es la bendición de Dios enmascarada. Ahora veamos ¿qué hizo Ana ante su dificultad?
II. Ana ora delante de Dios.
Veamos el ver. 10. “Ella, con amargura de alma oró a Jehová y lloró abundantemente”. Ana sabía que sólo Dios entendería la
amargura que estaba en su corazón. Sabía que la llave para solucionar el problema no estaba en otro lugar, sino en la mano de
Dios. Por eso, llevó su dolor delante de Dios quien la amaba y estaba dispuesto a escuchar su amargura. Oró a Jehová llorando
abundantemente.
Y ahora, ¿cómo fue la actitud de su oración delante de Dios?
III. Ana ha derramado su alma delante de Dios.
Veamos el ver.12. “Ella oró largamente delante de Jehová”. No oró en voz alta, sino en silencio y profundamente, moviendo sólo
sus labios. Sin embargo, su oración era de un corazón quebrantado. Oró derramando su alma delante de Jehová, presentando su
dolor, su herida y sufrimiento. Oró con todas sus fuerzas y ansiedades. Si uno ora de esta manera, no puede menos que
experimentar la ayuda y el poder de Dios. En nuestra vida cristiana cotidiana, es fácil orar superficialmente aún cuando
tenemos problemas serios. Esta clase de persona, no puede experimentar su ayuda verdaderamente. Espero que aprendamos la
actitud de oración de Ana.
Otra característica de la oración de Ana es que no era para saciar su egoísmo por obtener un hijo, sino para hacer la obra de
Dios. Veamos el ver.11. Tal vez Ana comenzó a orar pensando en su vida desdichada y teniendo compasión de ella misma. Pero
mientras oraba, se puso a buscar la soberanía de Dios, quien no le había concedido tener un hijo. Se dio cuenta de que el estado
espiritual de su pueblo era muy semejante a su situación personal: su país era como una mujer estéril, lleno de oscuridad y sin
esperanza. Por eso, más allá de pedir por un hijo, empezó a orar por la salvación de su pueblo. Finalmente, descubrió la voluntad
de Dios e hizo un voto diciendo que si Dios le permitía un hijo, lo iba a dar para salvar a su pueblo durante toda la vida del hijo.
Así mismo, ella cambió totalmente. La oración es así. Cambia a los hombres, su pensamiento y su corazón, y hace a los hombres
valientes y fuertes. La oración nos hace saltar sobre el problema real y mirar a Dios que está más allá. De esta manera, al que
ora, le ayuda a experimentar la luz de esperanza. En este momento, reflexionemos en nuestra vida. ¿Por qué Dios nos guío hasta
ahora? Y si tenemos los problemas, ¿qué mensaje quiere darnos Dios? Dejemos nuestros pensamientos y maneras y
acerquémonos a Dios. Oremos como Ana y recibamos la respuesta a nuestra oración.
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