Fuerza apostólica del Santuario Vivo

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Consagrado a María
Fuerza apostólica de mi Santuario Vivo
Extractos de “Llamado a la Misión” P. José Kentenich
Hemos reflexionado sobre lo que significa ser Santuario Vivo, compenetrado del Amor de
María y consagrado a Ella. Sabemos que por nuestra Alianza, ella habita en nuestro corazón y
derrama sus gracias de cobijamiento, transformación, pero también de envío apostólico.
Tener conciencia de ser un Santuario Vivo, nos invita a la misión, a entregar todo lo que la
Mater y Dios nos han regalado y contagiar esas gracias para evangelizar al mundo. Ser así
como el P. José Kentenich siempre quiso; para la Iglesia, “todo para Schoenstatt, Schoenstatt
para la Iglesia y la Iglesia para la Santísima Trinidad”.
Las invitamos a reflexionar sobre una conferencia dictada a la juventud femenina por el Padre
José en 1945. Si pueden y quieren pueden leer todo el texto, pero las preguntas están
orientadas a algunos extractos de esta.
Te recomendamos que;
o Lean con atención los extractos y especialmente las frases destacadas.
o Destaquen aquellas ideas o frases que más les llamaron la atención para luego
comentarlas.
o Reflexionar en torno a las siguientes preguntas (las que les parezcan más
importantes) y comentar:
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 Entorno al cuadro 2.
¿Hemos llenado nuestra vida de agua viva? ¿Qué fuentes de agua han sido claves en
mi formación y crecimiento espiritual? ¿cuáles son los ladrillos de Santuario Vivo?

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-
-
-
Entorno al cuadro 3.
Quien tuvo más intimidad con Cristo que María. ¿Cómo puedo ser, al igual que María,
templo de Cristo? ¿Qué actitudes y características fundamentales debe tener un
Santuario vivo que porte a Cristo y a María?
¿De que manera puedo trabajar y aprovechar mi Alianza como fuente de vinculación a
Cristo?
 Entorno al cuadro 1.
¿Soy consiente que Dios, así como a María, me a dado una misión y he de cumplirla?
¿Qué seguros concretos puedo tener para esos momentos en que me siento débil y
demasiado pequeña para aquello que Dios me esta pidiendo?
 Entorno al cuadro 4.
¿Cómo es a grandes rasgos mi realidad de patria? ¿Cómo definiría mi país? ¿Qué cosas
me agradan de su cultura? ¿Qué me desagradan?
¿Tengo algún grado de vinculación con mi país y su gente? ¿Me siento responsable de
la forma que ha ido tomando?
¿En que sentido Cristo se hace presente en mi patria?
¿Siento que es momento de ser una fuente viva de Cristo y María en mi sociedad? ¿De
que manera la juventud, y específicamente la femenina, responde a esto actualmente?
¿Cómo se viven las tres gracias del santuario, el cobijamiento, la transformación
interior y el apostolado en mi patria?
1
-
Siendo ya un Santuario vivo, original , lleno de las gracias del Santuario, protegida bajo
el amparo del amor de la Alianza e impulsada por Dios y el Espíritu Santo , ¿Cómo
concretamente, puedo hacer llegar todas las gracias que me han sido regaladas al
mundo?
CONFERENCIA DICTADA A LAS DIRIGENTES DIOCESANAS
Y REGIONALES DE LA JUVENTUD FEMENINA
31 – 12 - 1945
Mí querida Familia de Schönstatt:
Nuestras reflexiones llegaron a su término. De acuerdo a las antiguas costumbres,
corresponde ahora resumir nuestras decisiones y publicarlas, como lo hacen también los jefes
de estado. En sí no es difícil hacerlo, por que no son demasiadas las decisiones tomadas. Por lo
general, hemos visto y formulado claramente los pensamientos. En general, ahora se han
hecho realidad los pensamientos que desde hace mucho tiempo hemos tenido y cultivado. Ha
sido algo nuevo para nuestra juventud, que el límite de edad ha sido desplazado hacia arriba, y
que en adelante no permanece únicamente la formación personal en su programa, sino
también la educación profesional. En lo demás, las formas de organización son similares a las
de las otras ramas. Hemos tomado como base las etapas de la vida…
Resumiendo, quisiéramos decir: “la red está terminada”. En algunas partes aún era
frágil, o debía rehacerse. Faltaba una u otra cosa para terminación. Ahora la red está
terminada, por lo que podemos salir a pescar en alta mar. O si les agrada más otra imagen: la
cañería del agua corriente está terminada. El agua puede abastecer a todo nuestro pueblo.
Sólo falta abrir los grifos y dejar pasar el agua…
Ahora tenemos que partir. A nuestra juventud todo esto le ha llegado profundamente
y está compenetrada de la nueva misión. Ellas quisieron abandonarse nuevamente al Dios
trino en el acto de la Inscriptio. Parten de aquí generosas y magnánimas. Han puesto nuevas
tareas sobre sus hombros, llevan en su corazón una nueva responsabilidad, y por lo tanto
pueden contar también con nuevas gracias, más profundas y más amplias. Y ahora ¿Qué es lo
importante?
1- Si nos detenemos una vez más en la imagen de la red que hemos usado, esperamos
ahora:
1)La orden del maestro: hasta ahora también pudimos pescar con la red sin terminar. ¿Han
sido muchos los pescados, grandes o pequeños? Pero ahora la red está terminada. Otros
también han tejido redes, a lo mejor más perfectas que las nuestras. Depende mucho de la
red, pero lo esencial es que el Señor esté en la barca y nos mande echar las redes al agua.
Por eso esperamos al comienzo del nuevo año, el mandato divino: “echad las redes”
En el transcurso de los años pasados tratamos de echarlas, y sin embargo, cuántas
veces no hemos pescada. Y cuántos hay aún que quisiéramos pescar con nuestras redes, pero
que están fuera de nuestro alcance. ¿No escuchamos que el Señor nos manda a tirar las redes?
Recordemos el acontecimiento como lo narra el Evangelio: ¿No es muy significativo
que Juan, el discípulo amado, fue el primero en reconocer al Señor, cuando Él mandó a Pedro y
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a los demás apóstoles a echar las redes? ¡Es el Señor! Dijo Juan suavemente. Estaba lleno de
respeto y no se animó a hablar en alta voz. Ninguno de ellos le habló al Señor directamente,
sino que por su actitud demostraron que lo habían reconocido. Creían sincera y
profundamente que era el Señor quien les había dado la orden: “Echad las redes a la derecha
de la barca”.
¿Podemos decir también nosotros “es el Señor”? ¿Es realmente el Señor quien nos
confía nuevamente esta misión? Nosotros no esperamos el llamado de Cristo en forma
extraordinaria. En eso se manifiesta también nuestra originalidad. Comparando nuestra
misión con la de Fátima hemos reconocido nuevamente nuestra originalidad.
Al recordar la misión del profeta Elías, podemos decir: la suya fue una misión
extraordinaria. Y pensando en los niños de Fátima, podemos decir que también ellos fueron
llamados en manera extraordinaria. ¿Y nosotros? Hemos comenzado estos días con la
aspiración por una profunda compenetración por la misión. Queremos compenetrarnos de la
misión. Podrán decir: “eso no es nada más que un jugar puramente humano”, pero nosotros
sabemos: el entregarse a un hombre, aún cuando fuera el más genial, no vale nada para el
hombre de hoy. En la medida en que avanzamos en edad, dejamos de lado todo culto
brindado a los hombres. Si detrás de los hombres no está el Dios de la vida llamándonos y
diciéndonos: “te envío”, mandándonos a echar las redes, nosotros tal vez nos alegraríamos por
la hermosura de la red, por el noble humanismo que Dios ha regalado, pero no nos
animaríamos a salir victoriosos, valientemente y con espíritu de sacrificio a tirar las redes. Por
lo tanto ¿Puedo suponer que el Señor nos da el mandato?
2) Sabemos que la fuente de la cual bebemos, es la sencilla fe en la divina providencia.
Esa fe ilumina la historia de nuestra familia. Tendríamos que haber recibido como don, una
gran sensibilidad para ver y descubrir siempre a Dios en los sucesos del mundo, y en los
pequeños acontecimientos de nuestra vida. Si tenemos una delicada sensibilidad para
estas cosas, seremos capaces de interpretar nuestra historia con fe en la divina
providencia, hasta en los detalles más pequeños. Entonces las campanas resonaran en
nuestras almas con un sonido maravilloso: “¡Sí, somos enviados por Dios!” La ha sido
enviada por Dios. Es el Señor el que nos manda a echar las redes en alta mar.
a) ¿Les podría pedir que en este nuevo año se tengan aun más estrictamente a nuestra
manera de meditar? Nuestro libro de meditación es el libro de la propia vida y el libro de
los sucesos mundiales. Queremos ver detrás de todo al Dios trino, como si estuviéramos
en la cumbre de una montaña, en lo alto de la torre de una catedral. Mi tarea consiste en
analizar la providencia de Dios en los acontecimientos del mundo, a fin de que recibamos
una sensibilidad especial, que nos capacite para descubrir a Dios en la historia de nuestra
Familia.
¿No tendríamos que dirigir también en esta dirección a los que nos están confiados? Si
hoy no tenemos devocionarios, libros de meditación, el libro de la vida está siempre a nuestra
disposición.
San Nicolás de Flüe no sabía leer, y sin embargo llegó a ser un gran santo por que supo
leer claramente el lenguaje de Dios en la vida y en la naturaleza. De la misma manera que
queremos llegar a interpretar, imitar, observar, los caminos sabios de Dios en el acontecer del
mundo, en nuestra pequeña vida, para ser capaces de descubrir la mano de Dios en los
acontecimientos de nuestra Familia. Entonces podremos partir y decir triunfantes: “es el Señor
quien nos envía a altamar, no somos nosotros”.
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Es cierto, el Señor necesita hombres que sean sus instrumentos. Pero detrás de las
causas segundas debemos ver con fervor, calor y fe a Dios, la causa primera. Yo soy enviado,
somos todos enviados, la Familia es enviada.
Nosotras mismas nos asombramos de nuestra misión igual que María Santísima
“¿Cómo será esto…?” “y se quedó pensando en el significado de este saludo”. También
nosotros nos preguntamos a veces: ¿Será posible que una Familia tan insignificante halla
recibido tal misión? Y yo, con mis debilidades y mi pobreza ¿Estoy incluida en la enorme
corriente de esta misión? Eso me traerá muchas luchas interiores, tantas, que quisiera
repetir con el profeta: “no puedo, soy tan inútil…” Nos podemos sentir débiles e
impotentes, y se lo podemos decir siempre a la Santísima Virgen, pero sin embargo
debemos estar convencidas de nuestra elección. Y frente a los demás permaneceremos
firmes, con fe inderrocable en la misión. “Soy enviada”.
Y cuando estamos juntos tenemos que saciarnos- por decirlo así- de esta santa
conciencia de misión. ¿No tendríamos que ser hoy todos como San Juan? Uno debería decir
repetidas veces al otro: “¡Es el Señor!”.
Un estremecimiento sacude el alma al reconocer que el Señor nos ha elegido para
una tarea apostólica tan grande. El Señor nos llama, debemos echar nuestras redes. “Como
el padre me ha enviado, enviado, así yo os envío”. Y nosotros aceptamos el envío con
profunda humildad y gratitud.
Se nos suele reprochar acerca de nuestra misión, el acentuarla quizás en demasía.
¿Qué respuesta damos a esto? ¿No se basaron siempre en su misión los apóstoles y profetas?
así yo os envío”. Y nosotros aceptamos el envío con profunda humildad y gratitud.
b) Mirando hacia atrás, constatamos la conducción divina no sólo en nuestra propia
vida sino en el acontecer total de la historia de nuestra Familia. Sí, mi querida Familia
de Schönstatt. ¿No les parece que otra ocupación predilecta tendría que ser recopilar
todos los documentos que podamos conseguir sobre nuestra Familia?
Esto corresponde a la interpretación con fe, de todos los acontecimientos; es formar la
fe práctica en la Divina Providencia. Tenemos la tarea de recopilar fielmente la historia de las
diferentes ramas, de estudiarla y de considerarla como una parte de la propia historia de
nuestra vida. Deberíamos ser expertas en este campo, teniendo claramente ante nuestra vista
los distintos hechos, viendo sobre todo el pensamiento luminoso: “Dios en la historia de
nuestra Familia”. ¡Así lo hicimos después de la Primera Guerra, y cómo se ha cerrado ahora
esta cadena de comprobaciones!.
Como esto es de tanta importancia para nosotros, quisiera agradecer a todos los que
se han esforzado en escribir fielmente la historia de nuestra Familia, ya sea en Dachau o aquí.
Y aquellos que pueden dedicarse exclusivamente a esta tarea, ¿no podrían acostumbrarse a
anotar críticamente cada día todos los acontecimientos? Piensen en la comunidad de una
Orden, ¡Cuán difícil resulta allí en encontrar en cada casa un cronista! Y sin embargo, de
cuánta importancia es esto, porque los acontecimientos históricos son letras escritas por el
Dios viviente que hoy o mañana deberán ser leídas e interpretadas correctamente.
De este modo, creemos confiadamente que la red que hemos tomado en nuestras
manos, debemos llevarla y echarla por mandato del Señor. La arrojaremos en alta mar. El mar
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se engrosa, las olas crecen… y –gracias a Dios- mientras otros están indecisos frente a su tarea,
nosotros no solamente estamos exteriormente unidos, no solamente estamos equipados con
toda una red organizatoria que se adapta al organismo de la Familia, de la parroquia, de la
diócesis, y de la Iglesia total, sino que sobre todo estamos equipadas con esa fe inderrocable
en la misión, con una compenetración por la misión, semejante a la de los apóstoles. Después
de haber trabajado toda la noche sin pescar nada, se encuentran con un extraño. Exige fe tirar
nuevamente las redes, solamente porque Él lo dice. Ahora somos nosotros los pescadores,
nosotros, con nuestra pobreza y nuestras debilidades, y a pesar de todo, vamos al mar
compenetrados por la misión. Si hay algo que hoy quisiéramos pedir por intercesión de la
Madre Tres Veces Admirable, es la gracia de la fe en la misión, pero también la fe
inderrocable en la Divina Providencia.
Fe en la misión, fe en la Divina Providencia, estos deben ser los pilares fundamentales
de todo nuestro pensar; toda nuestra vida debe edificarse sobre ellos.
Partiremos, pero antes quisiera interpretar brevemente otra imagen. ¿Cómo
podemos considerar nuestra organización? La segunda imagen que elegí es la del agua
corriente. El agua tiene que pasar por todo el pueblo. Pero ¿de qué sirve la cañería sino
está conectada con la fuente? Espontáneamente recordamos el Antiguo Testamento, la
ceremonia grande y hermosa del regalo del agua. Recordamos que Dios, a través de
Moisés, regaló a su pueblo el agua, al caminar durante cuarenta años en el desierto. El
Salvador se refiere a este acontecimiento al decirle a la pueblo: “Quien cree en mi tendrá
en su interior fuentes de agua viva”.
La cañería ha sido instalada, es cierto, pero siempre debe estar conectada a la
fuente. ¿Quién es la fuente? Permítanme que lo formule de la siguiente manera: desde el
punto de vista objetivo es Cristo mismo. Cristo es la fuente de nuestra misión y de nuestra
victoriosidad, la fuente de la cual queremos beber diariamente. Visto subjetivamente, la
fuente que alimenta diariamente las cañerías, es la vinculación fervorosa a Cristo, tal
como nos las enseña Schönstatt.
Por eso permítanme que ponga al comienzo del nuevo año la siguiente expresión:
“Intimidad schönstattiana con Cristo”. Espontáneamente pensamos entonces en una
imagen que usó San Bernardo: el sacerdote no debe considerarse solamente como
instrumento en el sentido objetivo, es decir, un instrumento por el cual pasa la gracia sino
que el mismo debe ser “gratia plena”, debe llevar al mismo Cristo en su interior, debe
hacer suya una profunda intimidad con Cristo… Mi intimidad con Cristo debe ser también
la fuente de mi actuar como dirigente, la fuente de la cual emane continuamente el agua
que alimenta el depósito, a mi mismo y a toda la red de organizaciones.
I) ¿Cómo debe ser la intimidad con Cristo?
Haré sólo un bosquejo. Aquellos que han vivido con la Familia, pondrán a Cristo en
manera muy profunda al frente del nuevo año, y su intimidad con Cristo debe llegar a
un alto grado, ser profunda y amplia.
a) Intimidad con Cristo en alto grado. Recordemos aquella frase que usamos muchas
veces en los comienzos de nuestra Familia: “con un trozo de hielo no se enciende
fuego” Así es: con hielo no se enciende el fuego. Es una tarea inmensamente grande
encender el mundo, no solamente en el amor a Cristo, sino también en un amor
apostólico. ¡Todo el mundo en un movimiento apostólico! Por favor, reflexionen
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cuanta gracia necesitamos para que sea posible encender el mundo entero. ¡Cuán
fuerte debe ser entonces nuestro amor a Cristo! Resuenan en nuestras almas las
palabras que San Ignacio dijo a sus hijos: “Id y encended el mundo”. Me parece que
tendríamos que escucharlas hoy nuevamente, cada uno de nosotros. ¡Qué impresión
produce esto en nosotros, que ya somos mayores, que conocemos las situaciones
difíciles de nuestro tiempo! ¿Tenemos el ánimo de escuchar hoy estas palabras?
cuando analizamos lo que debería significar espíritu apostólico, acción apostólica,
¿Qué respuesta hayamos? Es un desbordante amor a Dios, amor a Cristo. ¿Qué
presupone el hacer de cada hombre un apóstol? Una hoguera de amor a Cristo, a Dios.
Por eso mi amor a Cristo debe ser sumamente cálido. “Caritas Christi urget nos” El
amor a Cristo nos apremia. Es un torrente impetuoso que rompe todos los diques. Dice San
Pablo: “Nada me puede separar del amor a Cristo”. Realmente nada. Todo lo que pudiese ser
un obstáculo, se transforma finalmente en alimento, en combustible en amor a Cristo. “El
amor a Cristo me apremia”¿No quisiéramos aspirar todos los días a alcanzar ese amor a Cristo?
Nunca debemos edificar sobre arena. Cuando alguien construye una torre, hace
primero los cálculos. Por eso ¿no tendríamos que reflexionar mucho? Si comenzamos la nueva
construcción queremos darle alma, poner agua en las cañerías, para que pueda llegar a todas
partes. Lógicamente buscaremos entonces, todos los días el contacto con la fuente, todos los
días dejaremos que corra el agua por los caños. Yo mismo tengo que ser el canal y el depósito.
Así debe ser.
b) Nuestro amor a Cristo no debe ser solamente cálido en alto grado, sino que debe
llegar también a la profundidad. Ahora me dirijo a aquellos que han hecho la Insciptio.
Cada una de ustedes debería decirse: “mi llamado es una vocación y mi vocación una
profesión de vida”. Si lo considero en esa forma, entonces ya por motivos puramente
apostólicos debería aspirar a ser compenetrada interiormente de tal manera por
Cristo, que pueda decir, “ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”.
¿Cuándo podremos decir esto de nosotras, cuándo reinará Cristo en nuestro corazón, y
no el propio yo? ¿No sucede muy a menudo todavía que nuestras decisiones están influidas
por el corazón y no tanto por la inteligencia y la voluntad? ¡Cuántas cosas del subconsciente e
inconsciente tienen influencia en nuestras decisiones! ¡No sabemos cuántas decisiones se predeciden en la vida subconsciente, cuántas motivaciones poco nobles influyen en nosotros!
Nuestro imperativo ha de ser: pureza, desprendimiento de nosotros mismos.
¿Quieren que lo exprese nuevamente en otra forma? ¿A qué debemos aspirar si
queremos ser instrumentos? Y ser instrumentos significa estar desprendido de si mismo y
entregado totalmente al Maestro de la Obra, pertenecer totalmente a Dios y a su Obra. Pero,
cuántas veces debemos confesar: el corazón habla otro lenguaje, el corazón sigue sus propios
caminos.
No en vano hemos formulado la expresión: “Inscriptio cordis in cor”. La fusión de
corazones influye más profundamente que una decisión volitiva. Pues generalmente, en
cuanto al apostolado, nuestro corazón puede ser llevado por motivaciones innobles. Y es algo
tan hermoso poder desplegar las capacidades creadoras interiores, poder satisfacer siempre
más el apostolado, en la formación del hombre, la voluntad creadora que está arraigada en el
corazón. Pero este no debe ser el impulso y la fuente última y más profunda. El corazón se
debe librar de las motivaciones innobles, sino nuestro apostolado es, en lo más hondo, sólo
autosatisfacción.
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“No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”. Algún día llegaremos a pensar clara y
objetivamente y a poder decir: realmente sólo Cristo vive en mí y no el propio y pequeño yo.
Me parece que en nuestro círculo lo podría decir, porque queremos llegar hasta la
profundidad: ¿cómo es la primera reacción en situaciones desagradables? Cuando no soy
honrada suficientemente, cuando me causan sufrimientos… Sabemos por experiencia cuan
poco veraz e impulsivo es muchas veces nuestro corazón. Solamente nos podemos liberar de
los prejuicios negativos y de impulsividad, si cultivamos el amor al desprecio, a la cruz y al
sufrimiento- Pero, por favor, no olviden nunca que esto no es posible sin un milagro moral.
Nos engañamos a nosotros mismos y a los demás, mientras no logremos practicar tan
profundamente el amor a Cristo, de modo que realmente se dé una fusión de corazones.
¡Cuántas han comenzado a hacer las obras más grandes en el apostolado, pero cuántas se han
olvidado de ir hacia la profundidad! Por eso tarde o temprano sucumben. Ellas mismas
destruyeron la obra que había levantado.
Intimidad con Cristo… Eso significa vivir la Inscriptio. Me parece que deberíamos hacer
de ello nuestro programa de vida. Que al hablar de ello no nos quedemos en palabras o en un
mero entusiasmo. ¡Cuantas palabras grandes pronunciamos y cuan rápidamente caemos en la
vida diaria! Por lo tanto vivir la fusión de corazones, no solamente hablar de ella.
c) Nuestra intimidad con Cristo debe abarcar todo
aa) Debe formar mi vida, debe encender en mí la fuerza y la alegría del sacrificio- “El
amor de Cristo nos apremia”. El amor afectivo debe volverse amor efectivo. Así como
un molino mueve las aguas, tiene que impulsarnos a la santidad de todos los días.
Debe dar alma al día de trabajo de la joven, de la mujer, del muchacho. En adelante
nuestra juventud debe educarse más concientemente, y eso no solamente en la
formación de la personalidad, sino también en el perfeccionamiento de la profesión.
Nosotros tenemos un campo muy amplio de educación. Todo el hombre debe ser
formado. Nuestra juventud debe comprobar que el amor a Cristo es capaz de dar el
sello a la vida diaria, a todas nuestras expresiones, a nuestro comportamiento. Nuestra
vida debe comprobar que Cristo vive en el mundo, en nosotros. Si no es así, entonces
todo nuestro aspirar es un autoengaño. Siempre nos da mucho que pensar aquella
juventud que ha experimentado casi todas las impresiones, que logró todas las alturas,
pero sin haber elevado al hombre total, sin haberlo formado enteramente. Eso es
sumamente peligroso porque entonces no será difícil encontrar algo capaz de penetrar
el alma. Por lo tanto: el paso del idealismo al realismo es indispensable. Por eso el
amor a Cristo debe ser un amor que abarca todo, o, mejor dicho, que nos transforma
totalmente.
bb) Abarca todo porque nos conduce hacia las profundidades del amor del Padre Dios,
nos eleva al Espíritu Santo. Pueden encontrar algunos pensamientos sobre esto en la
oración del Jefe. (Hacia el Padre, pág.127). Allí se señala la gran meta de toda la
educación. Queremos abrazar no solamente el misterio de María y de Cristo, sino
también introducirnos en el misterio de la Trinidad. No es suficiente que diga: “a lo
mejor yo también lo lograré alguna vez”. No, esta meta debe encontrar eco en toda
nuestra personalidad y debemos aspirar a ella concientemente. Nosotros, estamos
aquí; en calidad de dirigentes, debemos tener en claro las grandes conexiones.
cc)También en una tercera dimensión el amor debe abarcar todo. Tiene que volverse
intimidad con los hombres, es decir, el amor a Cristo debe llevarnos a amar a los
hombres. Nos tiene que impulsar hacia la altura, la profundidad y la amplitud… Esta
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intimidad con Cristo que consideramos como la fuente subjetiva de la cual surgen
continuamente las aguas…
2) ¿Cómo debemos cultivar la intimidad con Cristo en este nuevo año?
a) ¿No tendríamos que leer más a menudo la Sagrada Escritura? ¿No tendríamos que
leer con más frecuencia libros sobre Cristo, para poder conocerlo y amarlo más? Si
queremos ejercitarnos en el amor, el sagrario debería ser nuestro lugar predilecto, el
lugar donde descansa el apóstol. La Santa Misa, el centro de toda nuestra vida.
Nuestro amor al prójimo, expresión de nuestro amor a Cristo. Si queremos comprobar
que amamos a Cristo, tenemos que probarlo por el auténtico amor fraternal. En esta
relación puedo pedirles que tomen en serio todo lo que la Familia nos enseña con
respecto a la autosantificación, o sea, tomar en serio el horario espiritual y revitalizar
el control por escrito.
b)También quiero señalarles algunos puntos prácticos: traten de que aquellas
personas a las
que ustedes forman, adquieran una santa autonomía, y sepan
ayudarse a sí mismas también en cuestiones interiores. Si existe una conducción sana
dentro de nuestra Familia, entonces no necesitaremos mucha dirección espiritual.
Durante los años pasados, nuestra juventud fue conducida de un modo ideal, y no
necesitó hablar mucho de dirección espiritual. Si me confieso sanamente, es decir, si
digo también dónde están los motivos de mis faltas, si busco alguna vez un poco de
consuelo, está bien, y por lo general eso sería suficiente. No queremos despertar
necesidades superfluas, sino educar a la sana autonomía. Vivimos en el mundo y
debemos ser formadas para el mundo, de modo que por lo general encontremos solas
el camino, apoyándonos en las costumbres y en el espíritu de la Familia.
Permítanme que recalque un segundo aspecto ¿No les parece que al decir que el amor
a Cristo abarca todo, nuestro amor a Cristo nos debería conducir a imitarlo en su
abnegación? Quiero llamar la atención sobre esto, porque hoy día las necesidades
corporales y económicas son muy grandes. Existe el peligro de que actualmente nos
ocupemos mucho del estómago. Hasta cierto punto es necesario, pero es difícil encontrar
el término medio. Por una parte debemos preocuparnos por el bienestar físico, y por otra,
nos debemos hacer ampliamente independientes de estas cosas. Esto sólo es posible si
estamos arraigadas profundamente en el mundo sobrenatural. “Vuestro andar sea en el
cielo”. Si estamos allí totalmente en casa, entonces nos podemos preocupar por lo
material sin temor de que nuestra alma se pierda.
Otro aspecto más: ¿No deberíamos ser algo así como una estación de servicio de
caridad? ¿No deberíamos ayudar a los demás económicamente y también preocuparnos
por cada una como si esa fuera nuestra profesión? Son tareas nuevas. El auténtico amor a
la Familia nos debería hacer ver muchas cosas.
Resumo: la cañería debe estar conectada con la fuente. Por eso: ¡Intimidad con
Cristos! Pero no solamente en un sentido amplio. La meta debe ser lograr que nuestra
intimidad con Cristo tenga un sello marcadamente schönstattiano.
3) ¿Cómo es la intimidad con Cristo marcadamente schönstattiana? Es vivir la unión con Cristo
en unión vital con la Madre Tres Veces Admirable de Schönstatt. Con esto volvemos otra vez
a un terreno conocido, a algo que nos es propio. La Santísima Virgen es el regalo más grande
que Schönstatt ha recibido, pero siempre tenemos que ver a María en su totalidad. Por lo
tanto: ¿Cómo lo vemos en este nuevo año? No solamente con su grandeza y su posición
maternal frente a nosotros, sino también con su ser dirigido y orientado totalmente hacia
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Cristo. “Descendat Maria, Sponsa et ConsorsChristi, ut fiat terra sacta Mariana”. Vemos a la
Madre de Dios enteramente unida a Cristo. Nuestra tarea debería ser, en adelante, ver
siempre en forma más clara la unidad de estas dos personas. Por favor, fíjense cómo
expresamos esto en las oraciones de Dachau. Presten atención a la oración final: “Quiero
ponerte en la hondura de mi alegre corazón…” o en la duodécima estación: “Ahora estas
suspendido entre cielo y tierra…”
“Lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe”. La Santísima Virgen es el gran regalo
que queremos conservar en Schönstatt, pero la queremos ver siempre como Portadora
de Cristo y como la que nos trae a Cristo, como la formada según Cristo, y la que forma
a imagen de Cristo. De aquí nace el pensamiento central, el hilo rojo que atraviesa
todas las oraciones del “Hacia el Padre”. “Haz que en santa ‘trialidad’ vallamos –en el
Espíritu Santo- hacia el Padre” ¿Quién es la santa ‘trialidad’? Yo, (cada uno de
nosotros), la Madre de Dios y Cristo. Cuán acertadas son las palabras de San Pío X
cuando nos dice que el amor a María nos media una “vitalis Dei et Christi cognitio”, es
decir, un conocimiento vital de Dios y de Cristo. Por eso: “Descendat Maria, Sponsa et
Consors Christi”. Así como María le pertenece a Cristo, así como Ella entrega toda su
fuerza vital a Cristo y a su obra, también nosotros tenemos que ver en adelante nuestra
tarea unida a Cristo y a María. Esto nos exige una intimidad con Cristo marcadamente
schönstattiana.
Nosotros, que poseemos una imagen vivencial de Cristo y de María, sentimos la
necesidad de salir y llevarla a todas partes. Somos responsables de que nuestro pueblo y
nuestra patria entera se inclinen ante estas dos imágenes. “Descendat María…” En
nuestro pueblo, y su angustia toca profundamente nuestro corazón y nuestra alma. En
relación a esto, leamos lo que está escrito al final del acta de fundación. Esas palabras se
harán realidad cuando consagremos de nuevo nuestro pueblo y nuestra patria a Cristo. En
nuestra patria se ha producido un vacío. ¿Por qué? Por que se ha prescindido de Cristo,
¿Quién puede devolver al pueblo la imagen de Cristo? Solamente María, su Madre. Cristo
quiere que lo encuentren en los brazos de su Madre.
¿No quisiéramos compenetrarnos nuevamente de un amor grande por nuestro pueblo
y nuestra patria? Ese amor a la patria está expresado claramente en una oración de Pedro
Canisio: “Oh Señor, Tú sabes cuántas veces y cuán fuertemente me has encomendado mi
Patria…” yo también puedo hacer mías estas palabras. Ahora, al ver que nuestro pueblo está
nuevamente en peligro, comprendo mucho mejor estas palabras: “Oh Señor, Tú sabes…” si
nuestro pueblo y nuestra patria, con todo lo bueno que posee, perteneciera otra vez a Cristo,
tendría influencia en todo el mundo…
“Oh Señor, Tú sabes cuántas veces y cuán fuertemente me has encomendado mi
Patria…” y continúa Pedro Canisio: “…para que me brinde totalmente a ella y no desee otra
cosa que entregarme por ella, vivir y morir por ella”. Con eso no queremos restringir nuestra
vocación apostólica. La acción apostólica debe llegar hasta los confines del mundo. Pero Dios
habla por las circunstancias: si hemos nacido en esta tierra, entonces este pueblo y esta patria
deben ser en manera especial el objeto de nuestro amor apostólico. Es este el hijo que Dios
quiere depositar hoy en nuestros brazos, poner sobre nuestros hombros, en nuestras manos y
en nuestro corazón. “Descendat María…”.
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Debemos volver a ser pequeñas Marías, pero pequeñas Marías cristiformes y que
forman a los demás a imagen de Cristo. Cristo debe estar en todo lo que hacemos. Cristo debe
estar en el centro. Por eso: si Schönstatt quiere poner un lema al comienzo del año, es:
“Intimidad con Cristo en forma marcadamente schönstattiana”. El nuevo hombre debe ser
formado no solamente en Cristo, sino en Cristo y María. La santa ‘trialidad’ debe ser nuestra
tarea. “Sancta terra mariana” (tierra santa y mariana). Cuando nuestra patria sea otra vez
formada por Dios como la Virgen, cuando sea cristiforme y dé forma a Cristo, entonces le será
devuelta su misión original.
Con esto hemos visto las tareas que tomamos sobre nuestros hombros débiles.
Agradezcamos por nuestra misión. No somos dignos de ella…
¿Pedro Canisio no ha tenido una misión similar a la nuestra? Permítanme que repita
hoy: el mundo clama por un gran hombre, que lo saque del abismo, pero posiblemente espere
en vano. Parecería que Dios quiere redimir al mundo a través de la mujer. La gran mujer, es la
mujer formada a imagen de Cristo y que da forma a Cristo: La Santísima Virgen. Escuchen el
mensaje de Fátima, el llamado de los Papas: La gran mujer, la gran Mujer revestida de sol, la
aplastadora de la serpiente, es Ella la que debe salvar el mundo, la que lo debe sacar del
abismo, la que debe elevarlo y devolverlo a Dios. Pero ella no lo quiere realizar sola: busca
instrumentos. Esta siempre ha sido nuestra misión y hoy nuevamente queremos asumirla
conscientemente: queremos ser instrumentos, los instrumentos más perfectos posibles. En las
manos de nuestra Madre Tres Veces Admirable de Schönstatt, queremos ser sus instrumentos
elegidos. ¿Para qué? Para formar en Cristo a nuestro pueblo, a nuestra patria.
¿No queremos darnos la mano? ¿No quisiéramos sentirnos responsables de que el
agua de la intimidad con Cristo –marcadamente schönstattiana- corra por las cañerías?
Sabemos lo que debemos hacer. Buscaremos continuamente el contacto con Cristo y con la
Madre de Dios. Pero también queremos agradecer cada día por todo lo que el buen Dios no ha
regalado y prometerle en el sentido de la misión:
“Sea Dios mi testigo: séquese mi diestra,
Schönstatt, si de ti me olvido”.
No es solamente una confesión, sino también una súplica, un pedido.
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