La libertad interior: esa marca que jamás se desvanece

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La libertad interior: esa marca que jamás se desvanece
Verdad y libertad están estrechamente relacionadas. ¡Incluso aparece en la Biblia! “La
verdad os hará libres” (Juan 8:32) ¿Cómo? La verdad, al ser la adecuación correcta del
intelecto con la cosa, nos permite utilizar mejor nuestra libertad, tomar mejores decisiones,
si conocemos la realidad tal y como es. Así, dirigiendo nuestra libertad en el camino de la
veracidad, tendremos la certeza que nos auto determinamos para el fin que nacimos.
El Holocausto judío puede ayudarnos a entenderlo mejor. Si bien fue causado por un odio
gigante, una libertad mal utilizada de parte de los nazis movidos por un fin que provocó una
enorme tragedia para la raza humana, permitió que esta se conociera mejor a sí misma.
En los campos de concentración todos los prisioneros tenían su libertad exterior anulada,
expuestos a idénticas miserables condiciones de vida, tanto físicas (escasa alimentación,
déficit de sueño, trabajos forzados, enfermedades) como psíquicas (posibilidad de morir en
cualquier momento, miedo de los terribles castigos, angustia por el destino de la familia,
incertidumbre acerca del futuro y del fin del cautiverio). Sin embargo, ¿Cómo se explica
que existieran prisioneros que se volvían aliados de los nazis –los kapos- cuyo objetivo era
torturar a sus compañeros y hermanos de raza judía, con el fin de conseguir privilegios, a la
vez que hubo hombres heroicos que recorrían barrancón por barrancón consolando a os
demás y ofreciéndoles el último mendrugo de pan? Este ejemplo es una muestra
indiscutible de que al ser humano se le puede arrebatar todo, excepto la libertad interior, la
capacidad de elegir la actitud que tomará ante lo que la vida le depare.
El ser humano es también un ser espiritual y por eso aunque las miserias puedan quebrar su
cuerpo sin que él pueda hacer algo para impedirlo, como en el Holocausto nazi, está en él
decidir si permitirá que suceda lo mismo con su espíritu. Una anécdota del campo de
concentración en a que Viktor Frankl – el famoso psiquiatra sobreviviente- intenta consolar
a un amigo, lo ilustra muy bien: “‘Me exiges algo que soy incapaz de hacer’. ‘Te equivocas
acabas de hacerlo hace 2 segundos’. ‘¿Qué he hecho?’. ‘Sonreír1’.” ¿Cómo es posible esto?
Siempre y cuando la libertad esté orientada a un fin que sea lo suficientemente poderoso,
bello y bueno, para que nuestra voluntad sea capaz de ser movida y de luchar por él. Solo
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entonces se podrá superar el dolor, la tristeza, la angustia…y hacer aparecer una sonrisa en
nuestro semblante, demostrando así que estamos por encima de las circunstancias.
En la actualidad está muy extendido el concepto de que libertad es hacer lo que se quiere, lo
que incluye únicamente nuestra capacidad de elección. Sin embargo el ser humano no se
limita simplemente a eso. La verdadera libertad consiste en auto finalizarse, en hacer lo que
debo porque quiero, porque sé que eso me llevará hacia la felicidad, deseo que todo hombre
lleva intrínsecamente grabado. Libertad implica una responsabilidad, pues todo acto libre es
un acto consciente, donde nuestra voluntad está en juego. Toda decisión que tomemos, o
que no tomemos, traerá consecuencias de las cuales seremos los responsables directos, sean
estas positivas o negativas. Por poner un ejemplo cercano: si libremente yo participo en un
concurso de filosofía, aunque tengo consciencia que tendré que trabajar duro, lo asumo
porque sé que eso me producirá satisfacción al haber alcanzado un logro.
“El hombre fue el ser que inventó las cámaras de gas, sí, pero también fue el ser que entró
en ellas con paso firme y musitando una oración2”. Esta gran verdad nos muestra cómo los
seres humanos, teniendo idéntica naturaleza y las mismas facultades, en el uso de la libertad
bajo el propio consentimiento, podemos causar con nuestras acciones tanto el bien como su
ausencia y con eso ir determinando quiénes somos y hacia qué fin nos dirigimos.
Por eso Viktor Frank, sugiere completar la Estatua de la Libertad en la costa este de los
Estados Unidos, con una Estatua de la Responsabilidad en la costa oeste, con el fin de
recordar a la humanidad que estos conceptos están íntimamente ligados.
Con la frase: “Quién tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo3”. Su
autor, Nietzsche, quería decirnos que cuando ya se encontró la verdad, no simplemente
cualquier dato factible, sino cuando se ha llegado al extremo de conocer tanto a una cosa o
persona, que se llega a quererla (e incluso a amarla) y por consiguiente a convertirse en fin,
en la razón de vivir. Esto sucede cuando esta verdad se identifica directamente con el ser
de la persona. Es por esto que los prisioneros que tenían la verdad, no una cualquiera, sino
una lo suficientemente poderosa para mover su voluntad incluso en ese panorama
desesperanzador, tenían más posibilidades de sobrevivir que los que no. Incluso aunque no
tuvieran una gran fuerza física, como fue el caso del propio Frankl, que a su llegada al
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campo inicialmente había sido asignado al grupo considerado no apto para el trabajo, que
sería enviado directamente a las cámaras de gas.
Asimismo influye también en la supervivencia. Cuando estuvo en el pabellón de enfermos
terminales, gracias a la convicción de que la vida todavía esperaba algo de él –Debía
terminar su manuscrito de las investigaciones de toda una vida sobre la logoterapia, además
de tener la esperanza de que su esposa viviera- fue capaz de vencer la enfermedad ya que se
negaba a sucumbir a los delirios de fiebre de la misma, a fuerza de permanecer despierto
escribiendo fragmentos de su manuscrito en pedazos diminutos de papel.
Viktor Frankl en su experiencia como médico del campo también relata cómo durante la
época de Navidad o de Año Nuevo, la mortalidad en los barrancones aumentaba
considerablemente. No por el agravamiento de las enfermedades ni por las condiciones
climáticas, sino porque las expectativas de los prisioneros de pasar esas fiestas en sus
hogares eran tan poderosas que se habían convertido en el fin de sus existencias. Y al ver
éstos que su fin se desmoronaba, ellos lo hacían también. Perdían toda voluntad de vivir
pues su fin no estaba sustentado en la verdad, únicamente era una ilusión muy fuerte, no era
tan elevado como su ser y por lo tanto no era trascendente.
Esto también se aplica a la vida real. Si un rico, aunque tenga acceso a todos sus caprichos,
no sabe porqué vive, jamás será realmente libre ya que su existencia se basa en cosas
mundanas, que por ser materiales y de menor grado de ser que el ser humano, producen
únicamente un placer efímero. Jamás podrán llenarlo y por lo tanto hacerlo un hombre
verdaderamente feliz.
¿Entonces todos los que tenían un motivo para vivir sobrevivieron a los campos? No
necesariamente. Recordemos que la probabilidad de hacerlo era 1 en 28. Pero entonces los
que no lo lograron debido a factores que ya no estaban en sus manos controlar, su muerte
estaba llena de sentido al entender el dolor como un sacrificio y al asumir su sufrimiento
con valentía. Esta actitud debido a que los hacía crecer por dentro, era ya libertad, era ya
una victoria, que demuestra que aunque al hombre se le despoje de todo, - incluso les
afeitaban la cabeza- y que no le quede ningún bien material, la verdadera libertad humana,
aquella que se basa en un fin verdadero y sublime, jamás podrá ser arrebatada por ningún
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poder, genocida, ladrón o conjuro, al encontrarse en nuestro mismo ser. La libertad interior
prevalece y tiene siempre la última palabra.
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