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EL HOMBRE COMO PERSONA MORAL

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EL HOMBRE COMO PERSONA MORAL
Introducción
No habría moral y, por lo tanto, tampoco normas, valores, problemas morales,
ni psicología moral o pedagogía moral, etc.
si el hombre no fuera en sí mismo constitutivamente moral; más aún, la inmensa
pluralidad de sistemas y de teorías morales que regulan la conducta humana en
toda época y lugar pone bien de manifiesto la universalidad del hecho moral.
universalidad que sería imposible e impensable si en ella no se pusiera en
evidencia la naturaleza moral del hombre: esta misma universalidad testifica que
el hombre es constitutivamente moral y es su consecuencia; es decir, es
manifestación de la moralidad intrínseca a la naturaleza humana o del hecho de
que la naturaleza humana es constitutivamente moral.
Pero frecuentemente ha carecido el pensamiento de una reflexión orientada a
dilucidar tanto este hecho universal de la moral como las mismas teorías y
problemas morales, y sobre todo la misma naturaleza moral del hombre, que es
la raíz de tales teorías y problemas; a comprender, en definitiva, el sentido o
significado originario y más profundamente humano de la moral.
Ciertamente, para eso está la filosofía; por lo tanto, las investigaciones sobre la
moral desde otras áreas del pensamiento como la psicología, la pedagogía, la
sociología o la religión se han limitado generalmente en este punto a constatar
como fenómeno puramente fáctico el hecho concreto de las distintas morales
conocidas.
sobre todo, vigentes en una época, asumiendo desde su propia perspectiva y
teoría psicológica, pedagógica, sociológica, o religiosa, una u otra de esas
teorías morales, muchas veces de forma implícita. Pero la asumen de manera
un tanto dogmática, sin la crítica necesaria y previa de esa amplia oferta filosófica
y fáctica de sistemas morales.
Toda psicología moral, así como toda pedagogía moral, además de otros
supuestos específicamente psicológicos y pedagógicos, tiene como fundamento
o punto de referencia una concepción ética o filosófico-moral, generalmente más
implícita que temáticamente pensada. De manera que algunas diferencias entre
estas teorías morales psicológicas y pedagógicas tienen su origen en sus
respectivos fundamentos filosóficos y morales tan distintos como las éticas de
inspiración kantiana, neoaristotélica o utilitarista, por ejemplo, que han asumido.
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Recordaré aquí, en primer lugar, alguna alusión puntual a determinadas y bien
conocidas teorías de la psicología y educación morales en crítica con las cuales
se pondrá bien de manifiesto el sentido del tema de este estudio porque se trata,
en segundo lugar, de plantear y de explicar en sus rasgos más definitorios el
desarrollo moral de las personas en su integridad, el desarrollo moral de cada
persona como desarrollo humano y como desarrollo íntegro del ser humano.
Lo cual significa elaborar una particular filosofía moral concebida
necesariamente, a mi modo de ver, desde su ineludible fundamento
antropológico en el sentido que expondré más adelante; filosofía moral que
entiende el desarrollo moral desde su raíz, desde el sentido originario y más
profundamente humano de la moral, o desde la naturaleza constitutivamente
moral de cada uno de nosotros como ser humano.
Y se trata, en tercer lugar, de exponer desde un planteamiento psicopedagógico,
las implicaciones teóricas y prácticas que requiere y ha de elaborar la concepción
y la realización de un desarrollo moral íntegro.
Este planteamiento responde a una distinción básica: una cuestión es entender
el desarrollo íntegro del ser humano hasta su plenitud posible —cabe avanzar
que esta es la tarea que caracteriza a la moral— y otra es el análisis y el estudio
del proceso mismo vital psicoeducativo por el que se lleva a cabo esta tarea
moral que es el desarrollo pleno, íntegro, del individuo en todas sus
potencialidades; dicho de otra manera:
entender qué es la moral, comprender su fundamento y cómo se traduce esta
concepción en propuestas morales concretas es una cuestión distinta de la
cuestión que plantea estudiar mediante qué procesos psicológicos, educativos,
socializadores tiene lugar en el individuo esa concreción normativa y valorativa.
Pues bien, entiendo que el punto de partida psicoeducativo ha de ser, no una
preconcepción de la moral, sino la realidad misma de las personas como seres
humanos, la naturaleza moral de las personas en su ser lo que son como seres
humanos, en su existencia y en su dinámica vital.
Sólo después sabemos qué es o qué puede ser la moral en general y en sus
contenidos particulares: qué son normas, valores, virtudes, etc. morales y,
finalmente, pensaremos de forma más adecuada qué es el desarrollo moral
como desarrollo humano íntegro, de manera que puedan elaborarse
rigurosamente teorías psicopedagógicas coherentes y asumibles que lo
expliquen y lo orienten.
2
Qué significa ser persona:
En Grecia, «persona» era la máscara de los actores y su personaje. En Roma,
su uso se extendió al derecho y cobró significado jurídico y político: era aquel
individuo libre, con una serie de derechos ciudadanos, que es superior y más
digno al resto de cosas y a los esclavos.
El cristianismo extendió la dignidad moral de la persona a toda la humanidad,
considerándola un don procedente de Dios. Para Kant, filósofo de la Ilustración,
la persona es el individuo racional, libre y por eso responsable, que, como ser
moral, posee dignidad y es fin en sí mismo.
La persona se construye en sociedad porque el ser humano es social por
naturaleza y necesita relacionarse con los demás para formarse.
En la construcción moral de la persona intervienen normas, valores, creencias y
virtudes que se expresan en derechos y deberes. Ser persona es también
demostrarlo o hacerse merecedor de ello. Por eso, las personas han de ser
ejemplares en sus comportamientos.
Definición de la persona:
Boecio (480-524), considerado el último filósofo romano y el primero de la Edad
Media, mientras estaba prisionero en la cárcel de Pavía, escribió un libro titulado
De la consolación de la filosofía, en el que entablaba un diálogo con la filosofía,
a la que puso voz y figura de mujer, preguntándose por el sentido y el destino de
la vida, la naturaleza del bien y del mal, y otros temas morales.
Boecio, acusado de conspirar contra el emperador, fue ejecutado. Como
pensador, una de sus aportaciones fundamentales es el concepto de persona.
Para él, «persona es el individuo de naturaleza racional».
Nos recuerda, además, que el término «persona» procede del mundo del teatro
griego. Los romanos habían tomado el término «persona» del griego prósopon,
que se refería a la máscara que el actor de teatro utilizaba para interpretar su
papel.
Pero la civilización romana extendió el uso y el significado del término «persona»
más allá de la esfera artística, relacionándolo con el derecho: «persona» era el
sujeto de derechos, es decir, algo que no era simplemente una cosa, un animal
o un esclavo. Se trataba del ciudadano romano, quien disponía de atributos que
lo convertían en persona: libertad y dignidad
Persona humana añade algo no sólo a “persona” sino también a “humano”.
El hombre recibe una determinación importante cuando se le considera como
persona, así como la persona recibe una determinación no menos importante
cuando se la considera como humana. Por tanto, no es lo mismo hombre que
persona, como tampoco es lo mismo hombre que ciudadano.
3
“Hombre” es un término más genérico o indeterminado, que linda con el “mundo
zoológico” (decimos hombre de las cavernas, pero sería ridículo decir persona
de las cavernas); “persona” es un término más específico que tiene que ver con
el “mundo civilizado” o, si se prefiere, con la constelación de los valores morales,
éticos o jurídicos propios de este mundo. La misma etimología de la palabra
persona demuestra que es un concepto sobreañadido al concepto de hombre.
Un refrán de origen jurídico, también lo recuerda: homo plures personas
sustinet, es decir, el hombre sostiene o desempeña muchas máscaras o papeles
(un mismo hombre es empresario y delincuente, es padre y metalúrgico, etc.).
Cuestión de niveles:
Los seres humanos somos animales, pero solo existen personas humanas
(aunque desde un punto de vista jurídico se admite el concepto de «persona
jurídica» y, en el ámbito de la religión, el cristianismo habla de las personas que
forman la Trinidad). En general, resulta redundante decir «persona humana»
. Ahora bien, ¿qué convierte a un ser humano en persona? En principio, nada
que no provenga de su misma naturaleza humana. Por el mero hecho de nacer
humano, un individuo es considerado persona. Pero a lo largo de la historia no
siempre ha sido así ni lo es todavía en todas las sociedades.
Pero, si la persona es un ser humano y el ser humano es un animal, ¿por qué
no existe el «animal persona»? Sencillamente, porque hablamos de niveles.
No es lo mismo jugar en segunda división del campeonato de fútbol que en
primera, ni hacerlo en un equipo de la mitad de la tabla clasificatoria que en uno
de los aspirantes al título cada temporada.
No obstante, no se trata de niveles excluyentes. Imagínate un edificio de tres
plantas: para acceder a la tercera, hay que pasar necesariamente por las dos
anteriores y no por ello estas desaparecen del edificio. Del mismo modo, un ser
humano es siempre un animal, pero al mismo tiempo está en un nivel superior al
resto de los animales: es persona.
En la Antigüedad, los romanos no reconocían como personas a los esclavos y,
sin embargo, estos no dejaban de ser seres humanos, aunque en muchos casos
fueran tratados como animales. La persona tenía algo más que el esclavo,
poseía un «plus»: las personas eran seres con dignidad.
De este modo, el hecho de ser considerado persona otorga al ser humano un
«plus», un añadido que mejora su estatus. El filósofo español Julián Marías lo
expresaba de la siguiente forma: «Persona es poder ser más». En la actualidad,
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) aprobada en el
año 1948 en la ONU, se reconoce como personas a todos los seres humanos.
Pero esta conquista tiene detrás una larga historia.
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Las características de la persona:
La Declaración Universal de los Derechos Humanos define a la persona como
un ser moral libre y racional. Como tal, todos los seres humanos tenemos una
serie de derechos inviolables y universales que suponen dignidad. Esto nos sitúa
por encima de cualquier pertenencia a grupos sociales, raciales y nacionales,
con independencia del sexo, de la edad y de las capacidades de cada uno.
2.1 Ser social.
Desde su primer significado —máscara del actor que interpreta un papel en una
obra: el personaje—, la noción de persona indica su carácter social: es el
individuo que desempeña una determinada función en la sociedad, del mismo
modo que el actor representa un papel en la obra de teatro. En la sociedad, la
persona no está sola; al contrario, existe en relación con los otros y su desarrollo
depende de esas relaciones interpersonales.
2.2 Ser racional.
, libre y digno Para realizar su tarea social, la persona no puede ser un simple
instrumento, una herramienta, sino que necesita ser un agente racional y libre:
actuar por sí misma, autónoma y reflexivamente, asumiendo las consecuencias
de sus acciones. En tanto que agente social, la persona tiene derechos, aunque
también tiene deberes.
Se trata de un sujeto racional y libre, por lo que es estimado como algo más
«elevado» que los otros seres (los animales y las cosas). Así, a partir de la
civilización romana, a la persona se le atribuyen las características de
racionalidad, libertad y dignidad.
Sin embargo, la cultura de aquella época no reconocía esa dignidad a todos los
seres humanos. En cambio, la moral cristiana extendió universalmente esa
dignidad, aunque dicha extensión no era considerada fruto de alguna ley
humana, sino de la ley de Dios.
El cristianismo defiende una visión teológica de la persona, derivando sus
características de la voluntad creadora de Dios. Para el cristianismo, ser persona
es un don de Dios entregado a todos los seres humanos.
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2.3 Moralidad y responsabilidad.
Durante el período de la Ilustración, en el siglo xviii, el filósofo alemán Immanuel
Kant aplicaba a la persona estos atributos: racionalidad, libertad y dignidad.
Además, insistía en que la persona pertenece al llamado
«reino de los fines», que es el reino de la moral, aquel en el que cada ser racional
es siempre un fin en sí mismo. Una persona es un ser moral cuya libertad lo
convierte en un ser digno.
Esta dignidad no es un regalo (ni de Dios ni de nadie), no es un añadido
procedente del exterior, sino que es un principio intrínseco al ser humano que
pone de manifiesto su radical libertad, la cual es el fundamento de su moralidad.
Kant insiste en que esa libertad conlleva simultáneamente responsabilidad:
puesto que la persona es un ser racional y libre, entonces estará dotada de
conciencia y de la capacidad de obrar responsablemente, por lo que la «persona
es el sujeto cuyas acciones son imputables».
A partir de la filosofía de Kant, el concepto de persona quedaba definitivamente
fundamentado en la moral, en vez de en la ley jurídicopolítica (Roma) o en la
teología (cristianismo).
La formación moral de la persona.
3.1 Las personas nacen y se hacen.
Si somos personas, no es únicamente por haber nacido humanos ni por
participar de una cultura que dignifica a los seres humanos sobre el resto de
seres, sino porque construimos nuestro proyecto de vida haciéndonos
responsables
de
nuestros
actos
libres.
La conciencia, que implica ser libre, tiene un envés: la responsabilidad.
Aunque resulte evidente que una persona lo es por nacimiento (se nace humano,
en vez de ser una piedra, una planta o un oso), es cierto también que las
personas se hacen, esto es, construyen su identidad personal a lo largo de su
vida.
Además, en esa labor de autoconstrucción no están solos, ya que se hallan en
relación estrecha y fundamental con el resto de personas, con la sociedad.
En este nuevo escenario de formación de la persona intervienen las normas, las
creencias y los valores, que se constituyen en derechos y deberes:
a) El derecho de ser libre, pero al mismo tiempo el deber de responsabilizarse
de esa libertad.
b) El derecho a ser tratado dignamente, pero a la vez el deber de respetar la
dignidad de los demás.
c) El derecho de ser igual ante la ley, pero simultáneamente el deber de
obedecer esa ley.
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3.2 Ejemplaridad de la persona.
Esos derechos y deberes a los que hemos aludido sirven para establecer un
modelo de persona, es decir, un arquetipo en el que el individuo se fija a la hora
de actuar. Ahora bien, ese modelo no viene simplemente dado, no es algo ajeno
y exterior que pertenezca a otro y nos lo imponga, sino que exige de cada uno
de nosotros el compromiso de hacerlo nuestro.
Cada individuo ha de esforzarse por ser ejemplar. «Ejemplaridad» quiere decir
aquí adoptar una actitud virtuosa: no se trata de ser mejor que todos; más bien
consiste en luchar por estar a la altura; esto es, hacerse merecedor de ser tratado
como persona. Para ello, hemos de realizar, de manera libre, solidaria y
coherente, nuestro proyecto de vida de acuerdo con una jerarquía de valores
que dignifiquen la existencia humana y faciliten la convivencia social.
Un mundo de personas es un mundo compartido, un mundo de seres libres e
iguales (ante la ley), que se sostiene gracias a la virtud de cada uno, es decir, a
la prudencia lograda con buenos hábitos; este es un mundo de buenas
costumbres donde reina el cultivo de la justicia y de la amistad.
No en vano, Aristóteles comparaba la virtud con el cálculo del «justo medio», que
tenía que ver con el esfuerzo inteligente y prudente para evitar posturas
extremistas y, así, lograr un equilibrio tanto en la vida individual como social.
En resumen, el proceso de construcción de la persona está repleto de normas,
de valores y de modelos que permiten el entendimiento mutuo y la convivencia,
y estos pertenecen al ámbito de la sociedad.
Pero, al mismo tiempo, está presente la propia conciencia del individuo y su
virtud, que corresponden a un plano moral individual.
Por ejemplo, cuando un estudiante tiene que realizar un examen, se encuentra
obligado por unas normas impuestas desde fuera que le prohíben copiar y que
le exigen expresarse en un idioma determinado, utilizando una gramática y una
ortografía adecuadas, etc. Pero, además, ese estudiante ha de observar también
un código interno, que brota de su conciencia moral y que de nuevo le obliga.
Así, el estudiante no solo tiene prohibido copiar, sino que sobre todo «no debe»
copiar.
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Persona y valores.
4.1 Valorando a la persona.
Como ya hemos explicado al principio de la unidad, el concepto de persona nació
en el contexto del teatro clásico y, dado que la literatura trabaja con personajes,
podemos encontrar en ella elocuentes ejemplos del valor de la persona y del tipo
de tratamiento que esta ha de recibir.
En ese sentido, podemos citar a Antígona, el personaje teatral de la obra
homónima de Sófocles (siglo v a. C.), o a Shylock, el personaje de El mercader
de Venecia de Shakespeare (siglo xvii), como ejemplos en los que la dignidad
de la persona entra en escena como tema central de la obra.
Antígona pretende enterrar a su hermano, Polinices, a sabiendas de que ella
misma será condenada a muerte por incumplir la ley de la ciudad dictada por su
tío y gobernante, Creonte, que prohíbe dar sepultura a los rebeldes.
Shylock, judío en Venecia, humillado, injuriado y tratado injustamente por las
leyes de esa ciudad bajo dominio cristiano, pretende vengarse exigiendo a
Antonio, su deudor, una libra de carne que arrancará de su cuerpo,
concretamente del corazón.
Antígona y Shylock, como personajes, pero también cualquier persona real,
viven en un mundo de valores, construido culturalmente sobre opiniones,
creencias, costumbres e ideas, que sirven de baremo para medir si las conductas
son o no adecuadas, si son buenas o malas. A su vez, como los valores indican
el grado de perfección de una cosa, de una acción o de una persona, cabe
erigirlos en modelos, a los que otorgamos un nivel superior y ejemplar.
Así, Antígona considera que la persona está por encima de la ley convencional
de la ciudad y, entonces, decide enterrar a su hermano, aunque le cueste la vida.
Creonte, por su parte, opina que la ley de la ciudad es la que tiene valor supremo
y que las personas deben someterse a ella.
Shylock, en cambio, reclama ser tratado dignamente, como una persona, como
un ser en sí mismo valioso, pero si no recibe tal trato, adoptará medidas crueles
que también atentan contra la dignidad de los otros.
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4.2 La persona como cénit de los valores.
En el mundo de las personas, los valores son los que están en juego. Pero
existen muchos tipos de valores y hay que jerarquizarlos, porque no a todos ellos
les otorgamos la misma importancia. Existen valores basados en la utilidad
práctica:
cualquier herramienta, por ejemplo. Otros son valores de tipo económico: todas
las mercancías valen algo, tienen un precio. También hay valores estéticos,
como la belleza.
Pero, por encima del resto, se sitúan los valores éticos: la justicia, la igualdad, la
libertad, la paz… Son valores que deseamos que puedan realizarse
universalmente, porque nos ayudan a sostener la convivencia y a vivir felizmente.
Son los ideales que tomamos en cuenta para la realización de nuestra vida
personal en sociedad. Los valores, como nuestro proyecto de vida personal, son
elegidos, de igual manera que Antígona elegía su destino al desobedecer las
órdenes de la ciudad poniendo por encima el deber de dar sepultura a su
hermano, o Shylock elegía la igualdad y la venganza.
La persona es quien libremente realiza esa elección. Quienes opinan que la
persona es el máximo valor se sitúan en la línea del llamado «personalismo»,
que es una corriente ética que da primacía al valor de la persona por encima de
cualquier otra entidad, concibiéndola como el principio desde el que debe ser
explicada la realidad.
1. El ser humano como ser moral.
1.1 Los seres humanos son seres morales.
Los seres humanos nos encontramos continuamente con situaciones en las que
estamos obligados a decidir qué hacer, a optar entre diferentes posibilidades,
Las decisiones nos colocan en una peculiar condición: nos hacen responsables
de las consecuencias de lo que hemos elegido, y, por tanto, se nos puede pedir
cuentas de por qué decidimos eso y no otra cosa. Es decir, tenemos que justificar
nuestros actos. Todo esto es lo que denominamos moralidad.
Las personas no pueden evitar ser morales, porque continuamente deben elegir,
justificar y responder de sus decisiones. El modo humano de estar en el mundo
es, pues, decidiendo cómo se quiere estar en él.
Por eso es tan importante tomar conciencia de que nuestra vida es valiosa y
merece la pena ser pensada.
Tomar decisiones es algo que se va aprendiendo poco a poco, y sin embargo, lo
hacemos desde muy pequeños, en cada elección que realizamos. Esto, que
parece tan natural es una condición original y única del ser humano Los animales
responden de modo más o menos efectivo frente al medio, es decir, elaboran
comportamientos que sirven para resolver los problemas de supervivencia que
se les plantean.
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Sin embargo, los seres humanos pueden ir más allá, tomando decisiones y
distanciándose en cierta medida de la necesidad.
Una persona puede, por ejemplo, renunciar a la comida porque está haciendo
una huelga de hambre, en defensa de una causa que considera más importante
que su propia vida. Esa es una elección de índole moral.
Para ello ha sido necesario que esa persona tome conciencia de su vida, de su
realidad, y que elabore una jerarquía de valores, es decir, un orden en las
preferencias, de modo que su elección esté justificada
.
1.2. La justificación moral Los seres humanos.
tienen, por tanto, una condición intrínsecamente moral. O, dicho de otro modo:
no pueden no ser morales.
Las personas tienen la característica de la moralidad como propia, porque
siempre han de elegir siempre optan, no pueden suspender el juicio., Si uno
decide no decidir, de hecho, está ya tomando una decisión.
La moralidad es algo espontáneo y propio del ser humano, por eso se nos pide
cuentas de lo que hacemos.
Estar obligado a decidir implica también tener que dar razones, ser capaz de
ofrecer las claves de su elección. Cuando alguien hace algo que no
comprendemos o no compartimos, inmediatamente le preguntamos: ¿por qué
has hecho eso? Le estamos
pidiendo explicaciones, es decir, justificaciones de su decisión. y si no es capaz
de darnos buenas razones, consideraremos que su comportamiento es
inaceptable. La justificación es fundamental en la vida moral porque nos obliga
a ser razonables, y es la base de la comunicación y la convivencia: En
condiciones normales, tienden a agruparse los individuos que comparten las
mismas valoraciones y justificaciones.
1.3. La moral como que hacer.
el ejercicio de la libertad Dar razones es, pues, una manera de justificar nuestros
actos. Esto significa dos cosas:
1. Por un lado, que el ser humano tiene libertad para elegir.
2. Por otro lado, que la tarea moral es un quehacer, es decir, una labor dinámica
de construcción que no se acaba.
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La libertad es lo que hace posible que seamos morales.
Si una persona no tiene posibilidad de elegir, difícilmente le pediremos
explicaciones o le haremos responsable. Por ejemplo, si alguien es secuestrado
y obligado a torturar a
alguien bajo amenaza, consideraremos que la situación de falta de libertad y
coacción le exime de toda responsabilidad, aunque el acto que haya cometido
sea despreciable.
Suponemos que no habría hecho lo mismo si hubiera sido libre para elegir, y
consideramos que no podemos exigir comportamientos heroicos a todas las
personas, porque sería excesivo.
La libertad es una condición necesaria para el comportamiento moral.
"- Nadie es completamente libre, todos estamos condicionados por multitud de
factores: la cultura, la educación, el lugar donde vivimos, nuestras circunstancias
biológicas, las características de la situación, las creencias, etc. Sin embargo,
tampoco estamos absolutamente determinados:
hay un margen de elección, y ahí es donde se pone a prueba nuestra moralidad.
Los seres humanos somos un combinado de libertad y determinación. Podemos
hacer algo con lo que la realidad ha hecho de nosotros. Es una libertad
condicionada.
1.4. Somos el resultado de nuestras elecciones. Esa libertad nos obliga a
justificar y a ir construyendo con esas elecciones una identidad. Solemos
presentarnos a nosotros mismos a través de lo que hacemos, y eso es el
resultado de nuestras elecciones.
Haber decidido una cierta conducta significa haberse colocado en una cierta
posición respecto de las demás personas, haber abierto ciertas posibilidades,
haber tomado partido por algo.
Cada día y en cada momento estamos eligiendo, y esto nos coloca en una
posición nueva en la que seguimos construyendo nuestra identidad, El
descubrimiento de la identidad personal es básico para la vida moral porque es
el principal referente de nuestros actos, No es una tarea fácil, requiere un gran
esfuerzo, porque la capacidad de elección supone un compromiso con nosotros
mismos y es: un camino lleno de incertidumbre.
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2. Ética y moral.
En contexto filosófico, la ética y la moral tienen diferentes significados. La ética
está relacionada con el estudio fundamentado de los valores morales que guían
el comportamiento humano en la sociedad, mientras que la moral son las
costumbres, normas, tabúes y convenios establecidos por cada sociedad.
Estos términos tienen diferente origen etimológico. La palabra "ética" viene del
griego ethos que significa "forma de ser" o "carácter". La palabra "moral" viene
de la palabra latina morales, que significa "relativo a las costumbres".
La ética es un conjunto de conocimientos derivados de la investigación de la
conducta humana al tratar de explicar las reglas morales de manera racional,
fundamentada, científica y teórica. Es una reflexión sobre la moral.
La moral es el conjunto de reglas que se aplican en la vida cotidiana y todos los
ciudadanos las utilizan continuamente. Estas normas guían a cada individuo,
orientando sus acciones y sus juicios sobre lo que es moral o inmoral, correcto
o incorrecto, bueno o malo
2.1. La altura moral.
Del mismo modo que decimos que un equipo deportivo está alto de moral,
también podemos decir de las sociedades que están altas o bajas de moral.
Cuando un grupo social, o la sociedad entera, deja de creer en ideales, actúa
como por inercia, sin buscar proyectos y limitándose a una supervivencia
cómoda y desinteresada, solemos pensar que está baja de moral. Sin embargo,
cuando una sociedad es dinámica, apuesta por modelos de vida que trata de
llevar a la práctica y promueve ideales, está alta de moral.
La moral es un modo de vivir, Por eso es importante no desmoralizarse: no
perder el ánimo y proponer ideales de vida buena, La moral es el conjunto de
valores y principios que defiende una persona 'o un grupo como propios.
Eso tiene que ver con los hábitos y las costumbres, con lo que hemos vivido en
nuestra experiencia, con lo que nos han enseñado y también con una cierta
altura moral de la época en la que nos ha tocado vivir.
Esto significa que hay diversidad moral, que no hay un patrón que pueda ser
considerado el único válido o verdadero. Hay tantas morales diferentes como
individuos o grupos.
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2. Supuestos éticos de las teorías sobre la educción moral.
Una reflexión crítica La reflexión psicopedagógica contemporánea se ha
reflejado en múltiples investigaciones y escritos, sobre todo a partir de las obras
clásicas de los
principales psicólogos del modelo cognitivo-evolutivo que llevaron a su madurez
el planteamiento psicológico del desarrollo moral y los problemas educativos que
habrían de posibilitar y orientar este desarrollo: J. Piaget y L. Kohlberg.
La amplitud y el rigor de sus investigaciones fueron precedidos, no obstante, por
distintas aproximaciones previas como las procedentes de la sociología de E.
Durkheim, del psicoanálisis de S. Freud y de la investigación empírica de J.
Baldwin, Hartshorne y May, pero también por la quizá más notable pero menos
conocida exposición del desarrollo moral expuesta por :
J. Dewey en el contexto del pragmatismo o, mejor, del experimentalismo y
naturalismo empírico como él mismo denominaba frecuentemente a su filosofía.
Como ha observado J. M.ª Puig Rovira, J. Dewey fue el primero que formuló las
tesis básicas reelaboradas después por Piaget y desarrolladas a continuación
por Kolhberg y que son de trascendental importancia en el proceso educativo:
«el objetivo de la educación es el crecimiento o desarrollo, tanto intelectual como
moral.
Los principios éticos y psicológicos pueden ayudar a la escuela en la más
grande de todas las construcciones: la edificación de un carácter libre y fuerte.
Sólo el conocimiento del orden y de la relación que existe entre los estadios del
desarrollo psicológico puede asegurar esto»
1. tales estadios son, precisamente, los que Dewey llamaba nivel premoral o
preconvencional, nivel convencional y nivel autónomo. Continuadores
inmediatos de Kohlberg, pero en una línea crítica, fueron C. Gilligan y E. Turiel
2. y muy vinculados a Kohlberg están también algunos aspectos Además de
este modelo cognitivo-evolutivo conocemos otros modelos teóricos para
entender desde la psicología el desarrollo moral.
3. La psicología dinámica, principalmente según el pensamiento de S. Freud para
quien «la moral y los sentimientos sociales más elevados se adquieren como
consecuencia y exigencia de la superación del complejo de Edipo y como
resultado de la compensación de los impulsos hostiles insatisfechos»
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El conductismo entiende la moral.
en términos de comportamiento. Para B. F. Skinner los modelos de conducta se
adquieren mediante el aprendizaje social y se moldean y fijan por medio de las
«contingencias de refuerzo» concomitantes y que son de orden social: la moral
conductista se mueve totalmente en la heteronomía personal y social, y toda
nuestra conducta está determinada por nuestra historia de refuerzos y
contingencias.
De alguna manera Miller y Dollard rompieron la rigidez de este modelo iniciando
una aproximación al cognitivismo, pero la ruptura con la ortodoxia conductista es
sobre todo la que llevó a cabo la Social Learning Theory desarrollada por A.
Bandura, R. H. Walters, F. Mcdonald, J. Aronfreed, etc
2.2. Ni dogmatismo ni relativismo.
La altura moral de una época nos obliga a reconocer los errores del pasado y a
afirmar que no todo es válido.
Es difícil pensar que todos los modelos morales sean igualmente defendibles.
No vale lo mismo la moral del delincuente que la del defensor de los derechos
humanos. Aunque es fundamental respetar y tratar de comprender las
diferencias de valores, las distintas culturas.
las variadas opciones morales (puede desembocar en un relativismo moral que
considera todos los modelos morales como igualmente válidos), también es
importante afirmar que hay ciertas opciones que son más acordes con el
desarrollo de la vida, con el respeto a la diferencia, con la tolerancia, con la
búsqueda del diálogo frente a la
violencia, y, por tanto, son más universalizables (el error en este caso sería creer
que los valores son objetivos y evidentes para todo el mundo, que constituyen
una verdad única e inmutable, es el dogmatismo.
Esa postura dogmática no admite la diversidad y considera que solo hay un modo
correcto de entender la moral. De ahí que no se admita la discrepancia y que se
anulen las diferencias llegando a adoptar una posición intolerante).
La simpatía es un sentimiento espontáneo del individuo, como otros sentimientos
y como otras reacciones inmediatas a determinadas cosas, hechos o personas
que nos estimulan: más bien se trata de educar la manera de responder
prácticamente el individuo, en la vivencia de la simpatía, así como en la vivencia
de la antipatía, para que las respuestas puntuales y la manera como
habitualmente responde sea moral y virtuosa. Más que educar en la simpatía hay
que formar y cultivar las actitudes básicas positivas respecto a nosotros y
respecto a los demás en nuestra relación.
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3. Concepto y fundamento antropológico de la moral y del desarrollo moral.
como desarrollo humano Frecuentemente se han hecho cargo los filósofos de
la necesidad de definir y precisar cuestiones como el sentido de la moral, sus
contenidos normativos y valorativos, sus fines y medios adecuados, su
realización individual y su dimensión social, etc. y de la necesidad de asentar
todo ello sobre razones sólidas mediante una argumentación racional,
intersubjetiva, universalizable, etc.
según los casos. Pues bien, entiendo, en primer lugar, que la cuestión del
concepto de la moral y la cuestión de su fundamento, siendo formalmente
diferentes, son materialmente inseparables y se remiten recíprocamente una a
otra; y entiendo, asimismo, en segundo lugar, que las respuestas a ambas
cuestiones requieren una referencia ineludible a la naturaleza humana en cuanto
es su última razón de ser y su fundamento más radical.
La primera tesis, que relaciona concepto y fundamento, es bien patente e
indiscutible. La segunda tesis, que pone como sentido y fundamento de ambas
la naturaleza humana misma, deja de ser clara y objetiva ya que, aun siendo
constatable en toda la historia del pensamiento moral a penas la han afirmado
explícitamente los filósofos alguna vez, e incluso ha sido a veces rechazada.
Sin embargo, frente a quienes eliminan toda alusión directa a la «naturaleza»
humana —cuando implícitamente está contenida y sustentando de manera bien
patente las afirmaciones éticas de quienes la rechazan, si es que éstas han de
tener una razón de mayor peso que los tópicos al uso
es imprescindible contar con esta naturaleza humana como la referencia más
específica y radical de todo lo que pueda ser entendido como «moral» en
cualquiera de sus contenidos; por otra parte, durante más de veinticinco siglos
sólo en referencia al ser humano se ha entendido la moral y sólo él es un ser
moral.
Pero sólo puede serlo en razón de lo que lo distingue de los demás seres
naturales, es decir, en razón de su específica naturaleza humana.
Esto es lo decisivo, porque qué sea la moral ya sólo puede entenderse en
términos de la naturaleza humana, en función de qué sea la naturaleza humana
o de cómo es el hombre por naturaleza, independientemente de las teorías
preconcebidas o de ideas elaboradas de acuerdo con otras referencias que
hayan pensado o supuesto los filósofos, psicólogos, sociólogos o educadores.
No hay moral, decía antes, porque hay «moralistas» que piensan teorías
morales, sino por la naturaleza moral del hombre y sólo en razón de su
naturaleza específica entendemos que el hombre es un ser moral y qué es la
moral misma. Otra es la cuestión de qué sea una concepción adecuada de la
naturaleza humana: ese es el problema filosófico de pensar y desarrollar una
antropología que se haga cargo del «problema del hombre» y del «hombre como
problema»
15
Bien cerca tenemos en la filosofía española contemporánea una digna muestra
de esta ética antropológica, como es la del profesor José Luis L. Aranguren. En
su prólogo a Ética mínima, de A. Cortina, Aranguren anunciaba y denunciaba
que estamos en tiempos de una ética intersubjetiva más que de ética
intersubjetiva; antes predominaba una moral individual y de la felicidad, centrada
en la reflexión sobre la persona, y hoy está.
en primer plano una moral social centrada en la justicia, una moral política,
médica, etc. Aseguraba Aranguren que una moral social no puede olvidar la
moral personal, así como que estudiar qué es una sociedad justa no debe
bloquear la investigación sobre la felicidad.
Y tiempo atrás había explicado la distinción bien conocida entre moral como
estructura y moral como contenido, en la línea del pensamiento de X. Zubiri, de
su concepto de la sustantividad humana y de su concepción del hombre y de la
moral. Según Zubiri, lo que en parte justifica las preferencias y elecciones
Sócrates entendía que la felicidad es el bien supremo del hombre, y Platón hizo
de ella algo puramente ideal pues determinó su contenido recurriendo a un
mundo trascendente; pero Aristóteles afirmaba que el fin supremo de la actividad
humana debe ser inmanente, que el bien moral es el bien para el hombre según
su específica naturaleza y que, por lo tanto, la felicidad resulta sólo de la
actividad del alma según las virtudes que le son propias.
La felicidad es el bien supremo, un bien específico propio, perfecto, definitivo y
completo; lo mejor, lo más bello y lo más agradable constituyen el acto más
perfecto del hombre: la eudaimonía, el mejor de los bienes del alma.
Pero la felicidad no resulta del azar ni es un don de los dioses, sino que es
actividad del alma de acuerdo con la virtud mejor y más perfecta durante una
vida entera, y que, además, se obtiene por la práctica de la virtud mediante cierto
aprendizaje, como realización de lo característico de la naturaleza humana, de
sus facultades espirituales, de lo divino en el hombre:
la felicidad es enérgueia theoretiké. Ahora bien, el hombre feliz —makários—
está provisto suficientemente de bienes externos a lo largo de su vida, aunque
no depende su felicidad de las vicisitudes de la fortuna
4. Implicaciones psicopedagógicas de un desarrollo moral íntegro.
la educación moral El desarrollo humano y moral del individuo implica, dada su
fundamentación antropológica, un modelo antropológico de la educación y de la
psicopedagogía moral.
Más adelante expongo una idea general de sus características, pero antes me
parece oportuno hacer un breve comentario crítico y global a distintas
concepciones de la educación moral poniendo de manifiesto su insuficiencia o
su parcialidad desde el punto de vista de su fundamentación antropológica,
partiendo de la distinción entre una concepción humana de la moral y una
concepción ética, moralista o autorreferencial de la moral. Se trata de lo
siguiente.
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De otra manera no hay razón suficiente para educar según unas u otras de esas
propuestas psicopedagógicas, para asumir esos criterios, principios y objetivos,
ni para que una persona condicione tanto su propia vida y la límite con todos
esos compromisos en vez de vivir como quiera vivir dentro de las reglas de juego
sociales y jurídicas, es decir, en tanto no interfiera injustamente en el querer ser
y vivir de los otros.
La respuesta sólo puede venir de una concepción humana de la moral que
contempla al hombre, al ser humano, y lo ve natural e intrínsecamente
comprometido tanto y tan ineludiblemente consigo mismo como con los demás:
no tengo que mirar al otro porque tengo mirar al otro, ni hay que cultivar la
convivencia democrática porque hay que cultivar la convivencia democrática,
etc. en beneficio de la sociedad o de alguna otra entidad suprema. Nada ni nadie
puede obligar moralmente a una persona: ni la simpatía ni la justicia, ni la
sociedad ni la democracia, etc.
4.1. Concepción humana y concepción ética de la moral.
Hay acuerdo muy generalizado en pensar que la educación moral se dirige al
desarrollo de la personalidad moral del sujeto, a moralizar a las personas
enseñándoles determinados contenidos y a desarrollar unas actitudes y la
capacidad racional de juicio crítico que hagan de ellas personas con profundo
sentido moral, conscientes de sus obligaciones morales, responsables de sus
decisiones y comportamientos morales, capacitadas para la vida social y
democrática y para su mejoramiento en el sentido de la justicia, valores comunes
de la comunidad, etc.
Creo, en cambio, que es ésta una concepción todavía superficial, que no acaba
de ir al fondo de los problemas y planteamientos morales, al fondo de lo que es
la educación moral porque no capta o no expresa el verdadero contenido y
consistencia de la moral misma.
La moral trata necesariamente de la persona humana en cuanto empieza y
acaba en ella, trata del individuo concreto como ser humano que es, de lo
humano del hombre, de humanizar al hombre realizando íntegramente sus
potencialidades, toda su naturaleza humana, pero desarrollándola de la manera
como es humano el hombre, a la manera de su naturaleza humana.
La moral es, en primer lugar y ante todo, la realidad humana de cada persona,
el modo de ser real, específico y originario del ser humano como tal y en todas
sus dimensiones y, en definitiva, la tendencia innata, espontánea e ineludible de
la naturaleza humana a la autorrealización del yo.
La moral es, nada más y nada menos, moral del hombre y para el hombre, y su
contenido y su objetivo sólo puede ser el hombre mismo y la autorrealización
recíproca de los hombres en plenitud vivida y convivida como felicidad.
17
Pensar así la moral, en su inmediata realidad, es pensar una concepción
humana de la moral.
Todo lo demás, consecuentemente, no es la moral primera y fundamentalmente.
La moral no es, primeramente, la historia de la moral, el desarrollo y discusión
de los conceptos, cuestiones y teorías morales; ni es el estudio de los valores,
virtudes, actitudes, deberes, etc. ni se ocupa ante todo de los juicios morales o
de la capacidad de razonamiento moral, ni es, fundamentalmente, la aportación
de la reflexión filosófica, sociológica o psicológica actual al desarrollo de las
teorías morales.
La moral no se ocupa del paradigma moral de una persona ideal que apenas se
identifica con la persona humana concreta que se autorrealiza en su vida de cada
día.
La moral no puede ser, ella misma ni cualquiera de sus contenidos, su propio
objeto ni su propio objetivo; la moral no es autónoma respecto al sujeto, respecto
al ser humano y a la persona concreta que es su principio y su fin; no es
autónoma ni prioritaria la moral y, por lo tanto, tampoco lo es ninguno de sus
contenidos como la justicia, el carácter moral, qué sean las normas morales, etc.
Pensar, en cambio, la moral como si fuera su propia historia, su propio objeto,
autónoma respecto al sujeto, etc.
es pensarla de una manera irreal, vacía de su contenido y referencia propios,
como mero constructo teórico; pensar así la moral es pensar una mera
concepción ética de la moral, es pensar una concepción moralista o
autorreferencial de la moral.
Pero así entendida, la moral carece de sentido, no es en sí misma nada excepto
mero discurso mental y mera construcción teórica, aunque a veces parezca
interesante.
También es cierto, no obstante, que no sólo es conveniente sino incluso
necesaria una reflexión racional y discursiva sobre la moral en su realidad
inmediata, y que es imprescindible comprender la naturaleza moral del hombre
y la moral
misma. Así se ha hecho desde la antigüedad hasta nuestros días; pero se ha
hecho invirtiendo la prioridad de la naturaleza humana sobre la teoría de tal
manera que el resultado histórico ha sido pensar la moral y entenderla como un
discurso autónomo regido por su propia lógica, como disciplina y reflexión
filosófica, sociológica, psicológica a la que debe acomodarse la acción y la vida
del hombre.
Pero así como el físico siempre tiene presente la realidad física con la que
trabaja, y es consciente en todo momento de que trabaja, investiga y habla con
y sobre cosas físicas reales, sobre la naturaleza física real de las cosas; así como
el discurso biológico acerca del hombre se refiere siempre al ser humano como
bíos, como ser viviente, y habla necesariamente de la naturaleza humana como
naturaleza viva, así también hay que tener presente siempre que la moral, que
18
trabajar, investigar y hablar sobre la moral y los problemas morales, sólo puede
consistir en hablar directa y expresamente sobre las personas reales, sobre los
seres humanos, sobre su vida como autorrealización de sus potencialidades
naturales, sobre la naturaleza humana y sobre la naturaleza humana individual
de cada uno:
hablar de moral no es primeramente hablar de conceptos y de teorías morales,
sino hablar del ser humano como ser naturalmente moral, de su plenitud y de su
felicidad real, con todas sus implicaciones filosóficas, educativas, sociológicas,
etc. en cuanto necesarias en y para la plena autorrealización del ser humano
según su naturaleza humana.
Así, por ejemplo, hablar de normas, valores, desarrollo moral, no es hablar de
normas, etc. definidas y establecidas previamente con independencia del sujeto
y que éste haya necesariamente de asumir y cumplir.
Podemos preguntarnos: ¿tal norma es verdaderamente una norma moral?, ¿la
moral es autónoma o heterónoma, es universal, objetiva, subjetiva …?, ¿hay, y
qué serían, virtudes y acciones virtuosas?, etc. Son cuestiones morales que no
se resuelven ni se responden estando más de acuerdo con Aristóteles que con
Kant, apoyándose en Habermas o en Rorty o introduciendo correcciones en un
sentido o en otro.
No se resuelven así porque la referencia crítica primera y definitiva de estas
cuestiones no es Aristóteles, Kant, Habermas o Rorty, sino el ser humano y su
naturaleza humana y la felicidad de su autorrealización
Ejemplos
1. la educación verdaderamente moral no debería orientarse hacia el bienestar,
sino más bien hacia la autorrealización interpersonal y la felicidad; y por lo tanto
también hacia el bienestar, pero en función de la autorrealización y de la
felicidad. Pero entonces no sólo debería orientarse hacia el bienestar, sino
también hacia otros contenidos y dimensiones de la felicidad cuya realización
podría interferir el bienestar mismo en la medida en que el bienestar nunca es
fin último incondicionado.
2. las concepciones expuestas proponen programas de educación moral que la
orientan hacia distintos objetivos muy determinados, pero no dejan percibir la
moralidad con la que sus autores pretendían caracterizarlos, ni las razones
morales de fondo para que deban ser asumidos; solamente llega a percibirse en
ellos los tópicos ético-morales comúnmente admitidos que parecen constituir un
fundamento sólido, pero que en sí mismos no se justifican
moralmente ni tienen su razón moral de ser; tan sólo constituyen razones y
objetivos meramente sociopolíticos, socio jurídicos, etc.
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2.3. Qué es la ética a Diferencias con la moral.
A pesar de la complejidad y de los matices que encierra el término Moral
podríamos definirlo como el conjunto de normas y valores aceptado por una
determinada sociedad, que suele cristalizar en un sistema de reglas de
comportamiento o código moral.
Este código no siempre está escrito, pero los individuos saben si sus actos están
de acuerdo o no con dicho código. La moral es algo que aprendemos en la vida
cotidiana. Es fruto del proceso de socialización en una cultura concreta, es decir,
de los aprendizajes y enseñanzas que hemos recibido. Todo el mundo tiene una
moral.
Es algo intrínseco al ser humano. La moralidad es el objeto de estudio reflexión
y análisis para una disciplina que forma parte de la tarea filosófica: la ética. La
ética es una disciplina rigurosa, que tiene una -metodología específica y cuyo
objetivo es realizar una reflexión que aporte modelos y teorías que puedan ser
aplicados a la realidad.
El término ética procede del griego éthos, que significa costumbre. El mismo
sentido que la palabra latina mores, de donde viene moral. Aunque en el lenguaje
coloquial tomamos ética y moral como sinónimos, en el análisis filosófico son
distintos.
La moral tiene que ver con la estructura y los contenidos que capacitan a los
humanos para juzgar, decidir y actuar conforme a valores mientras que la ética
es un análisis reflexivo que toma la acción moral como su objeto de estudio y,
por tanto, da un paso atrás para poder verla con claridad.
Los actos humanos relacionados con el código moral son los denominados
hechos morales. Son aquellos que los individuos realizan de manera consciente,
libre y voluntaria, y que pueden clasificarse no solo en buenos o malos, también
en honestos o deshonestos, justos o injustos. . . Los seres humanos
reaccionamos de manera diferente ante circunstancias parecidas.
Según se ajusten o no al código moral distinguimos tres tipos de actos:
. Actos morales: aquellos que se ajustan a las normas de moralidad, como
pagar cabalmente los impuestos.
Actos inmorales: los que no se ajustan a las normas de moralidad contenidas
en el código moral.
Actos amorales: los que no guardan relación con ninguna norma moral, por
ejemplo, al echarse una siesta o el comportamiento animal.
.
20
43. Educación moral.
La insuficiencia de las anteriores concepciones psicopedagógicas relativa a las
metas de la educación moral, a las condiciones y rasgos del desarrollo moral
como desarrollo humano íntegro, insuficientes porque están pensadas desde
una concepción moralista o social de la moral, me lleva a exponer en positivo
una concepción de la educación moral tal como se deriva de su concepción y
fundamentación antropológica entendida desde la concepción humana de la
moral.
Ahora sólo puedo definirla y concretarla en las características y condiciones
mínimas que ha de cumplir como educación moral.
Pero importa tener muy en cuenta que la educación moral, ciertamente, ha de
conocer y enseñar las teorías, los problemas y los conceptos históricos de la
moral y las circunstancias que actualmente determinan la vida de los hombres,
pero sobre todo ha de descubrir la raíz de esos problemas, el sentido y el
significado más originario y más profundamente humano de la moral y se ha de
ocupar del hecho moral más radical:
la moralidad de la naturaleza humana o el hombre moral por naturaleza. La
educación moral tiene, efectivamente, una dimensión formativa integral del
sujeto y de sus capacidades, pero se ocupa ante todo de la persona, del ser
humano en su integridad, en la integridad de su unidad y totalidad.
Me refiero aquí, por lo tanto, no a una teoría integral de la educación moral, del
desarrollo humano y moral del sujeto, sino a la idea de una educación moral para
el desarrollo íntegro del individuo como ser humano y según su naturaleza
humana.
Continuando lo que decía en otro momento, entiendo que la moral es
autorrealización personal y humana, plena, unitaria y vinculada y vinculante con
la autorrealización del otro, de los otros, y por lo tanto correalizada y vivida como
felicidad compartida, en y mediante la vida que vivimos, en la vida cotidiana de
cada uno en toda su riqueza y en todos sus contenidos, desarrollando todas sus
dimensiones naturales incluso aquellas que apenas cultivamos y que casi
ignoramos empobreciendo nuestra vida y a nosotros mismos;
pero también en toda su complejidad, en la abundancia de sus requerimientos,
necesidades, deseos, problemas y esfuerzos compartidos y discutidos en una
tupida red de relaciones interpersonales próximas y distantes, agradables y
problemáticas en muchos sentidos; y sabemos que toda esta realización
personal está impregnada de connotaciones psicológicas, sociales, políticas y
culturales.
Esto es la moral y, en consecuencia, en esto consiste la educación moral y a ello
debe orientarse como su objetivo primero y último, así como a todos los factores
racionales, afectivos y motivacionales que lo condicionan, posibilitan y
favorecen:
21
debe ser orientación, guía, estímulo, ayuda y formación para la autorrealización
correalizada, para el desarrollo íntegro del ser humano en su unidad y totalidad
en la vida rica y compleja, cotidiana, de cada uno mediada desde dentro o hecha
intrínsecamente por los demás en mayor o menor medida.
Para todo ello bueno es conocer, desarrollar y contar con recursos y contenidos
específicamente morales como valores, virtudes, actitudes, normas, etc. los
cuales ayudan a llevar a cabo esta tarea moral de la autorrealización
interpersonal.
Por lo tanto, ellos han de ser, asimismo, contenidos de una educación moral bien
definida y programada, consciente de y consecuente con su contenido y finalidad
específica y apoyada en estrategias como los dilemas morales, las enseñanzas
transversales, los ejercicios de autoestima, la cooperación y la construcción
conceptual, etc.
Finalmente, la educación moral se orienta a la transformación radical y decidida
de la sociedad individualista actual en una auténtica comunidad humana, y a una
profunda democratización de la democracia. Hemos oído ya muchas veces que
buena parte de los grandes problemas que sufren muchos hombres de hoy y que
preocupan a la humanidad actual tienen una fácil solución científica y técnica,
pero requieren sobre todo una difícil capacidad moral para resolverlos 39 .
La sociedad actual, sobre todo en sus esferas de poder creciente, y debido quizá
a la mentalidad utilitarista y a la racionalidad instrumental predominante, plantea
y busca las soluciones científicas y técnicas a los grandes problemas, aplicables,
frecuentemente, sólo en la medida en que no interfieran intereses políticos,
económicos, personales, de partido o de grupos de presión.
Estos problemas y estos vacíos de poder hacen bien patente que las soluciones
científicas y técnicas, de suyo, sólo pueden resolver problemas científicos y
técnicos, pero son insuficientes y estériles para los problemas verdaderamente
morales de nuestra sociedad y de la humanidad actual: los verdaderos
problemas morales y humanos se resuelven moralmente, primera y
necesariamente, o no se resuelven.
Lo cual significa primero tomar conciencia de ellos, percibirlos, y no sólo tomar
en serio los derechos y las aspiraciones más humanamente legítimas, el
sufrimiento de la humanidad doliente, la indignidad que hunde y anula a muchos
hombres y mujeres, sino implicarse en ellos, plantearlos críticamente y, en
cuanto la respuesta humana y moral lo requiera, acudir entonces sin condiciones
a los recursos científicos, técnicos y económicos necesarios.
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