Texto 4. Consecuencialismo y felicidad “Así pues, aunque el no

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Texto 4.
Consecuencialismo y felicidad
“Así pues, aunque el no reconocimiento de un primer principio explícito ha
hecho de la ética, más que una guía moral, la consagración de los
sentimientos que los hombres poseen, con todo, dado que los sentimientos de
los hombres, tanto favorables como adversos, se ven fuertemente influidos
por lo que los humanos suponen que son los efectos de las cosas en su
felicidad, el principio de utilidad, o como Bentham lo denominó últimamente,
el principio de la mayor felicidad, ha contribuido grandemente a la formación
de las doctrinas morales, incluso de las de aquellos que con más desprecio
rechazan su autoridad. Del mismo modo, tampoco existe ninguna corriente
del pensamiento que se niegue a admitir que la influencia de las acciones en
la felicidad es una de las consideraciones más decisivas, e incluso
predominantes, por lo que respecta a muchos detalles de la moral, por mucho
que se resistan a reconocer esto como el principio fundamental de la
moralidad y la fuente de la obligación moral.
Yo podría ir mucho más lejos y afirmar que las argumentaciones utilitaristas
son indispensables para todos aquellos moralistas “a priori” que consideran la
discusión racional necesaria en algún sentido. No es mi propósito aquí el
criticar a tales pensadores, pero no puedo menos que referirme, a modo de
ilustración, a un tratado sistemático de uno de los más ilustres de ellos: La
metafísica de las costumbres de Kant. Este hombre insigne, cuyo sistema de
pensamiento seguirá siendo durante mucho tiempo uno de los hitos de la
historia de la especulación filosófica, de hecho, en el tratado en cuestión,
establece un principio universal como origen y fundamento de la obligación
moral. Dice así: “Obra de tal modo que la regla conforme a la que actúes
pueda ser adoptada como ley por todos los seres racionales”. Pero cuando
comienza a deducir a partir de este precepto cualquiera de los deberes
relativos a la moralidad, fracasa, de modo casi grotesco, en la demostración
de que se daría alguna contradicción, alguna imposibilidad lógica (y ya no
digamos física) en la adopción por parte de todos los seres racionales de las
reglas de conducta más decididamente inmorales. Todo lo que demuestra es
que las consecuencias de su adopción universal serían tales que nadie elegiría
que tuvieran lugar.”
MILL, John Stuart. El Utilitarismo. Alianza Editorial. Madrid, 1999, p.39.
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