Subido por Rómulo Buendía

Fontanille, J & Greimas, A.J - Semiotica de las pasiones

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SEMIÓTICA DE LAS PASIONES
De los estados de cosas a los estados de ánimo
por
ALGIRDAS JULIEN GREIMAS
y
JACQUES FONTANILLE
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MEXICO, D.F.
siglo xxi editores argentina, s.a.
LA VALLE 1634 PISO 11-A C-10413AAN, BUENOS AIRES, ARGENTINA
por1;1da de genn;\n lllüllla!Yo
prirncra cdició11 cr1 espa!wl. 1991
scg11nc!J edición en espaúol. ~00~
([)siglo xxi cclirores. s.a. de C.\'.
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c11 coeclición con la
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ÍNDICE
9
INTRODUCCIÓN
El mundo como discontinuo, 9; La existencia semiótica, 10; El mundo como continuo, 14
1. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
21
21
DEL SENTIR AL CONOCER
El aroma, 21; La vida, 22; El horizonte tensivo, 22; Las precondiciones (de la
significación), 24; Las valencias, 25; Inestabilidad y regresión, 28 (La estesis,
28; La inestabilidad actancial, 29); El devenir y las premisas de la modalización, 31 (Protensividacl y devenir, 31; Las modulaciones del devenir, 33;
Modulaciones, modalizaciones y aspectualizaciones, 34); Por un mundo
cognoscible, 36 (El discernimiento, 36; La categorización, 38)
LA SINTAXIS NARRATIVA DE SUPERFICIE: LOS INSTRUMENTOS DE UNA
39
SEMIÓTICA DE LAS PASIONES
Las estructuras modales, 39; El sujeto, el objeto y la junción, 41; De la valencia
al valor, 42; Las estructuras actanciales, 43; Los sujetos modales, 4 7 (La pasión
y el hacer, 48; El ser del hacer, 48; Modos de existencia y simulacros existenciales, 50; Sujetos modales y simulacros existenciales, 52); Los simulacros, 53
(Los simulacros modales, 54; Los simulacros pasionales, 55); Los actantes narrativos y las pasiones, 57
DISPOSITIVOS MODALES: DEL DISPOSITIVO A LA DISPOSICIÓN
58
El ordenamiento modal del estar-ser, 58 (El excedente pasional, 59; Las
paradojas de la "obstinación", 60); Descripción del dispositivo modal, 61 (Otra
vez la obstinación, 62; Las contradicciones internas del sujeto, 64); Del dispositivo a la disposición, 65 (La disposición como "estilo semiótico", 67; La disposición como programación discursiva, 68; La disposición corno aspectual:zación, 68); La sintaxis intermodal, 70
METODOLOGÍA DE LAS PASIONES
72
La terminología, 72; Las taxonomías pasionales connotativas, 75 (La praxis
enunciativa y los primitivos, 75; Especies y niveles de la taxonomía, 77; La
[5]
6
ÍNDICE
nomenclatura pasional, 79); El universo pasional sociolectal, 83 (La humillación didáctica, 83; Teoría de las pasiones y teoría del valor, 84); El universo pasional idiolectal, 86 (Una desesperación optimista, 86; Un querer pesimista, 87); Filosofía y semiótica de las pasiones, 89 (La taxonomía cartesiana,
89; Algoritmos y sintaxis en Spinoza, 91)
2. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
LA CONFIGURACIÓN LÉXICO-SEMÁNTICA
96
97
La performance: la acumulación y la retención, 97 (La competencia pasional,
99; Una modulación comunitaria, 101); Los parasinónimos, 101 (La avidez,
101; La cicatería, la tacañería, 103; El ahorro-y la economía, 105); Los antónimos, 107 (La disipación, 107; La prodigalidad, 108; La generosidad, el desinterés y la largueza, 110)
CONSTRUCCIÓN DEL MODELO
113
El microsistema y su sintaxis, 113; La doble modalización, 115; Los niveles
del objeto, 117; Los simulacros existenciales del sujeto, 120; Simulacros y
modos de existencia, 123; "La lechera y el cántaro de leche": ¿vertimiento o
disipación?, 125 (Pasión y veridicción, 128; El reembrague sobre el sujeto tensívo, 129)
DOS GESTOS CULTURALES: LA SENSIBILIZACIÓN Y LA MORALIZACIÓN
131
La sensibilización, 131 (Variaciones culturales, 131; La sensibilización en
acto, 132; El cuerpo sensible, 134; La constitución pasional, 136; Esbozo de un
recorrido patémico, 137); La moralización, 138 (De la ética a la estética, 138;
Pasiones socializadas, 139; La estratificación del discurso moral, 140; La
moralización del comportamiento observable, 142; El esbozo del esquema
patémico [continuación], 144); Observaciones finales, 145
OBSERVACIONES SOBRE LA PUESTA EN DISCURSO DE LA AVARICIA
146
La praxis enunciativa, 147; La actorialización: roles temáticos y roles patémicos,
148; La aspectualización, 152 (Lá escansión, 153; La pulsación, 154; La intensi·
dad, 155)
3. LOS CELOS
LA CONFIGURACIÓN
Apego y rivalidad, 160; Primera configuración genérica: la rivalidad, 161
(Rivalidad, antagonismo y competencia, 161; La emulación, 162; La envidia,
163; Del recelo a los celos, 164; Punto de vista y sensibilización, 165; El celoso
159
160
7
ÍNDICE
en el espectáculo, 167); Segunda configuración genérica: el apego, 168 (El
apego intenso, 168; El celo, 170; La posesión y el gozo, 171; La exclusividad,
173); Los celos en la intersección de dos configuraciones, 175
LA CONSTRUCCIÓN SINTÁCTICA DE LOS CELOS
177
Los constituyentes sintácticos de los celos, 177 (La inquietud, 178; iDesconftanza o difidencia?, 180; Esbozo del modelo de los celos, 183; Roles y dispositivos patémicos, 184)
LOS CELOS, PASIÓN INTERSUBJETIVA
186
El simulacro del objeto-sujeto amado: de la estética a la ética, 188 (Un resto de
esperanza, 188; Universalidad y" exclusividad, 189); La conversión del actante;
191; Los simulacros de los rivales y la identificación, 192 (El mérito del rival,
192; De la emulación al odio, 193; La presunción del celoso, 194); Manipulaciones pasionales, 197 (Solicitud y confesión de dependencia, 197; La
escena y la imagen, 199; Contramanipulación: fingir no creer más, 201); La
:{ll0ra1ización, 202 (¿Desprecio o sobreestima?, 202; Honor y vergüenza del
¿eloso; 204; La presión de la totalidad social, 205; La moral de la firmeza, 206);
Dispositivos actanciales y modales de los celos, 209 (Dispositivos actanciales,
209; La sintaxis modal, 210; Macrosecu.encia y microsecuencia, 213; La
macrosecuencia, 214; La microsecuencia, 215; Los simulacros existenciales, 219)
LA PUESTA EN DISCURSO: LOS CELOS EN LOS TEXTOS
221
Aspectualización: el componente sintáctico, 222; Los esquemas discursivos
pasionales: formas canónicas, 223 (La macrosecuencia, 223; La microsecuencia, 224); Los esquemas pasionales: realizaciones concretas, 226 (Los amores
fiduciarios de Roxane, 226; Los vestigios del esquema narrativo en La celosía,
228; Diseminación y agitación en Un amor de Swann, 231; Perturbaciones y
salidas prematuras, 235); Formas realizadas de la microsecuencia, 237 (La
inquietud de Swann, 237; Las sospechas ele Otelo, 240; Swann y la pasión por
la verdad, 243; La prueba: Otelo en el laberinto; 247; Un averiguador
lobotornizado, 250; Una aspectualización sensible, 251; La ventana iluminada: simulacros figurativos y aspectualización. espacial, 252; De la escena como
trampa, 253); La celosía: Ego ha desaparecido, 256); Los celos puestos en discurso: el componente semántico, 258 (El pequeño detalle concreto, 258; El
mineral y lo vital, 259; El poder isotopante del sufrimiento: idiolectos y sociolectos, 262); Nota sobre la cuantificación, 268
A MANERA DE CONCLUSIÓN
272
ÍNDICE ANALÍTICO
275
INTRODUCCIÓN
Una teoría semiótica concebida como un recorrido -es decir, como una disposición jerarquizada de modelos que se implican unos a otros y que son
implicados por otros- debe interrogarse constantemente acerca de ese
recorrido, el cual considerará como una actividad de construcción. Captada en su "historicidad", esta actividad de construcción se ve replanteada
como un "recorrido generativo", en el que, en cada nivel, el sujeto constructor debe volverse competente para producir el siguiente. En esas condiciones, una teoría que pretenda ser científica está permanentemente al
acecho de sus propias lagunas y fallas, para colmar las unas y rectificar las
otras. Por ello, el edificio teórico no puede ser construido con un gesto fundador, al cual acompañaría una serie de deducciones teoremáticas: un des.:.
cubrimiento localizado en la superficie del texto y el hallazgo de una inconsistencia no dejan de repercutir profundamente en la teoría y de provocar
perturbaciones capaces de poner en tela de juicio la economía del recorrido
generativo en su conjunto. Es decir, que aunque deductivo en cuanto a la
forma en que despliega su recorrido, el procedimiento semiótico es "inductivo" en el momento de explorar su instancia ad quem e "hipotético" en sus
formulaciones epistemológicas ab qao. Considerada como un discurso
genético y generador, la construcción de la teoría busca avanzar "retrocediendo", para superarse al convertirse en un discurso generativo -es decir,
coherente, exhaustivo y simple, respetuoso del principio de empirismo.
No es sorprendente, por ello, que la parte mejor explorada del recorrido generativo -y quizá la más eficaz- se encuentre precisamente en el
espacio intermedio, situado entre sus componentes discursivo y epistemológico: se trata principalmente de la modelización 1 de la narratividad y de
su organización actancial. La concepción de un actante despojado de su
envoltura psicológica y definido únicamente por su hacer es la condición
sine qua non para el desarrollo ele la semiótica de la acción.
EL MUNDO COMO DISCONTINUO
Construida progresivamente a partir de generalizaciones y de la exhaus1 Traducción
literal ele modélisation. Dada la importancia del concepto es preferible usar
este neologismo a emplear una perífrasis.
Los traductores agradecen al doctor Raúl Dorra su entusiasta colaboración sin la cual
esta publicación no hubiera llegado a feliz término [T.].
rol
10
INTRODUCCIÓN
tividad postulada de las formas narrativas -consideradas más allá de las
culturales-, una semiótica como ésta implica una interrogación sobre su racionalidad y, en particular, sobre la coherencia de los
conceptos que la fundan ''hacia arriba", para que las consecuencias que
sean extraídas deductivamente autoricen un hacer semiótico analítico
'11acia abajo".
El hacer del sujeto narrativo se ve así reducido, en un nivel más profundo, al concepto de transformación, es decir, a una suerte de puntualidad abstracta, vacía de sentido, que produce una ruptura entre dos estados. El desarrollo narrativo puede ser explicado entonces como una segmentación de estados que se defmen únicamente por su "transformabilidad". El horizonte de sentido que se perfila detrás de una interpretación
como ésta es el de un mundo concebido como discontinuo, lo cual, por lo
demás, corresponde, en el nivel epistemológico, a la instauración del concepto indefinido de "articulación", primera condición para poder hablar
del sentido en cuanto significación.
A partir de ese momento, la posibilidad de una sintaxis narrativa,
concebida como un conjunto de operaciones que afectan a unidades discretas, exige la presencia de una epistemología que represente las primeras
articulaciones de la significación -como es el cuadrado semiótico- en
forma de términos que no sean más que meras posiciones manipuladas
por un sujeto de discernimiento. 2 En resumidas cuentas, se trata de un
modelo epistemológico clásico que pone en relación a un sujeto cognoscente, como operador, frente a las estructuras elementales como espectáculo del mundo cognoscible. En un caso así, el sujeto de la actividad de
construcción teórica no es competente más que para conocer y categorizar
a costa de una d.iscretización3 del horizonte del sentido.
variacion~s
LA EXISTENCIA SEMIÓTICA
Sin embargo, la transformación como ruptura puntual, constitutiva de lo
discontinuo analizable, requiere otras condiciones y abre nuevas interrogantes: la transformación, operación abstracta, pero formulada en un
nivel más superficial como un hacer del sujeto, obliga a imaginar condiciones previas a ese hacer, a imaginar una competencia modal del sujeto narrativo que permita su realización. Surgen entonces dos preguntas. Primero, uno se ve obligado a preguntarse en qué consiste aquello llamado lo··
"modal" y, en especial, si cae dentro de lo discontinuo cognoscible; acto
término francés es el de somnw.tion., que no tiene eqnival~nte exacto en español [T.].
Cf.la nota anterior [T.].
.
2 El
3
INTRODUCCIÓN
11
seguido, no se puede evitar la pregunta en torno al "modo de existencia"
de una competencia modal, fuente de toda operatividad.
rviás precisamente, y apoyándose en la distinción saussuriana entre
. lengua y habla, la tradición lingüística nos ha familiarizado con la oposición entre virtual y actual (o actualizado y realizado), términos utilizados
por lo general como conceptos instrumentales sin que, hasta donde sabemos, se haya dado un debate de fondo por parte de los mismos lingüistas.
La semiótica no puede contentarse con ello. Mientras simplemente se
opuso el habla "fonéticamente" realizada a una lengua considerada como
sistema virtual, se pudo en todo caso remitirla a un allende extralingüístico: ya sea refiriéndose a una "lógica del lenguaje" -a la lengua como
"hecho social" o como manifestación del "espíritu humano"-, era importante sobre todo mantener su estatuto de "objeto científico autónomo". En
el presente caso, el del estatuto del sujeto de hacer, es forzoso distinguir
dos modos de existencia en el espacio del habla saussmiana; es decir, en
el discurso o -lo que es casi lo mismo- en la vida captada y escenificada
como discurso. Considerada como una condición previa, como una potencialidad del hacer, la competencia existe primero como un estado del sujeto; ese estado es una forma de su "estar-ser", 4 forma actualizada anterior
a la realización.
Más aún, la misma problemática surge si se examinan en el nivel
epistemológico las condiciones bajo las cuales la significación puede aparecer en forma de unidades discretas (el cuadrado semiótico entre otras):
uno se ve obligado a preguntarse, ingenuamente y como por proyección,
cuál sería el modo de existencia de un sujeto operador anterior a sus primeros discernimientos. Como sujeto epistemológico, también él debería
pasar por una existencia virtual, antes de actualizarse en tanto sujeto
cognoscente mediante la discretización de la significación. No puede causar sorpresa el parecido entre el recorrido del sujeto epistemológico y el
que ha sido reconocido en el sujeto narrativo (virtualización, actualización, realización): la contaminación de la descripción por parte del objeto
descrito es un fenómeno bien conocido, al menos en las ciencias humanas.
Poco importan las denominaciones que recibirán esos sucesivos modos de
existencia: al igual que para Saussure en otra época, cuando postulaba la
autonomía del objeto científico "lengua", algo que parece estar en juego
4
La lengua francesa no hace la distinción, como la española, entre los verbos ''ser" y
"estar". Por lo tanto, se empleará la fórmula descriptivarnente más precisa, "estar-ser", con lo
cual debe entenderse que el st~eto adquiere su identidad modal a partir de sus estados, es
decir, de su "estar''. Sólo en los casos en que el contexto lo permita se utilizará únicamente el
verbo "ser". Por otra parte, el verbo "ser" también se empleará cuando se haga referencia a la
instancia epistemológica, o al "ser" corno constitutivo de la dimensión veridictoria de los discursos (opuesto a "parecer'') [T.].
12
INTRODUCCIÓN
actualmente para la semiótica es el reconocimiento de una dimensión autónoma y homogénea, de un modo de existencia semiótico, dimensión sobre la cuai se sitúan las formas semióticas, que después es posible jerarquizar distinguiendo diferentes estasis: el "potencial", el "virtual", el "actual", el "realizado"; los que, por su orden y su interdefinición, constituirán las condiciones necesarias para la semiosis. Para la semiótica, lo
que está en juego consiste, pues, en afirmar esa praesentia in a.bsentia
que es la existencia semiótica, como objeto de su discurso y como condición de su actividad de construcción teórica, manteniendo sin embargo la
distancia necesaria con respecto a los compromisos ontológicos. Para la
semiótica, sostener un discurso sobre el ((horizonte óntico" equivale a
interrogar a un conjunto de condiciones y precondiciones, a esbozar una
imagen del sentido a la vez anterior y necesaria para su discretización, y
no a buscar que sean reconocidos sus fundamentos ontológicos. Únicamente a este costo puede justificar la teoría semiótica su propia actividad,
sin llegar por ello a transformarse en una filosofía, cosa que no podría ser.
Así, reconocer la homogeneidad fundamental del modo de existencia
de las formas semióticas permite desplegar un espacio propio donde se
ejerce el hacer semiótico; un espacio al mismo tiempo autónomo con
respecto a los dos topes límite que son las instancias ab quo y ad quem,
más allá de los cuales se perfila el horizonte óntico. Esto quiere decir que
el objeto de la semiótica es fenoménico y, al mismo tiempo, paradójicamente "real": desde el punto de vista de la instancia ab quo, la existencia
semiótica de las formas es del orden de lo "manifiesto", donde la manifestante es el "ser" del cual se sospecha la existencia y el cual es inaccesible;
desde el punto de vista de la instancia ad quem, las formas semióticas son
inmanentes, susceptibles de ser manifestadas durante la semiosis. Por lo
tanto, el discurso semiótico será la descripción de las estructuras inmanentes y la construcción de los simulacros destinados a dar cuenta de las
condiciones y precondiciones de la manifestación del sentido y, en cierta
medida, del "ser".
Concebir, entonces, la teoría semiótica bajo la forma de un recorrido
consiste, desde luego, en imaginarla como un camino marcado por hitos
pero, sobre todo, como un flujo coagulante del sentido, como su espesamiento continuo, a partir de la confusión original y "potencial", para llegar, por medio de su "virtualización" y "actualización", al estadio de la
"realización", pasando así de las precondiciones epistemológicas a las
manifestaciones discursivas.
Entre la instancia epistemológica, nivel profundo de la teorización, y
la instancia de discurso, la enunciación constituye un lugar de mediación
en el que -gracias esencialmente a las diferentes formas del desembrague/embragu.e, así como de la modalización- se lleva a cabo la convocación de los universales semióticos utilizados en el discurso. La "puesta
INTRODUCCIÓN
13
en discurso" es la realización misma de esta convocación enunciativa, pero
también más que eso. En efecto, ella no se limita a explotar en un solo
sentido los componentes de la dimensión epistemológica, sino que también engendra por sí misma -porque es una práctica histórica y cultural,
es decir, sociolectal (y en cierta medida, individual-idiolectal)-las formas
que se fijan y se transforman en estereotipos y que son devueltas hacia
'~arriba" para ser, en cierto modo, integradas en la "lengua". Así forma un
repertorio de estructuras generalizables -que podrían ser designadas co"'•~mo «primitivos" en oposición a los "universales"- que funcionan dentro de
las culturas y de los universos individuales y que la enunciación puede
convocar, a su vez, en los discursos realizados.
Por ello, la instancia de la enunciación es una verdadera praxis, un
espacio en el que se produce un vaivén entre las estructuras susceptibles
de ser convocadas y las estructuras capaces de ser integradas; es una
instancia que concilia dialécticamente la generación -al convocar los universales semióticos- y la génesis -al integrar los productos de la historia-.
Las configuraciones pasionales, por no hablar más que de ellas, se sitúan
en la intersección de todas esas instancias, ya que, para su manifestación,
requieren ciertas condiciones y precondiciones específicas de orden epistemológico, ciertas operaciones propias de la enunciación y, por último, ciertas "rejillas" culturales que se presentan, o bien ya integradas como primitivos, o bien en curso de integración en un sociolecto o idiolecto.
Quizá sea más fácil comprender el modo de existencia semiótico, a la
vez "real" e "imaginario", en otro nivel, con otro acercamiento que sugiera
cómo es que, a partir de las lenguas naturales, se puede considerar su
homogeneidad interna. Se ha observado que los rasgos, las figuras, los
objetos del mundo natural, que constituyen por así decir el "significante",
se ven transformados por efecto de la percepción en rasgos, figuras y objetos del "significado" de la lengua, al ser sustituido el primer significante
por uno nuevo, de carácter fonético. Es por la mediación del cuerpo percibiente que el mundo se transforma en sentido -en lengua-, que las figuras exteroceptivas se interiorizan y que, fmalmente, Tesulta posible considerar la figuratividad como un modo de pensamiento del sujeto.
La mediación del cuerpo, cuya propiedad y eficacia es el sentir, está
lejos de ser inocente: durante la homogeneización de la existencia semiótica, esta mediación añade categorías propioceptivas que constituyen en
cierto modo su "perfume" túnico y, en ciertos lugares, incluso sensibiliza
-más adelante se dirá que "patemiza"- el universo de formas cognoscitivas que ahí se delinean. Ya que no hay razón para pensar que el proceso
de homogeneización mediante el cuerpo -con sus consecuencias tímicas y
sensibles- afecta únicamente a las lenguas naturales, es posible considerar a título de hipótesis que ese proceso no perdona a ningún univeTso
semiótico, cualquiera que sea su modo de manifestación. De esta manera,
la homogeneización de la dimensión semiótica de la existencia se logra
tanto por la suspensión del lazo que conjunta las figuras del mundo con su
"significado" extrasemiótico -es decir, entre otros, con las "leyes de la naturaleza", inmanentes al mundo-, como por su puesta en relación en
cuanto significados con diversos modos de articulación y de representación semióticas. Para el caso, lo que de manera más notoria les sucede
es que las figuras del mundo no pueden "hacer sentido" más que a costa
de la sensibilización que les impone la mediación del cuerpo. Por ello, el
sujeto epistemológico de la construcción teórica no puede presentarse
como un sujeto puramente cognoscitivo "racional". En efecto, durante el
recorrido que lo lleva al advenimiento de la significación y a su manifestación discursiva, encuentra obligatoriament~ una fase de "sensibiliúicióú'' túnica.
EL MUNDO COMO CONTINUO
Postular la homogeneidad del universo de las formas semióticas permite
,regresar a los problemas concretos que plantea el despliegue discursivo y
· a los instrumentos metodológicos requeridos en ese nivel para el análisis.
Ya se vio que, al atribuir un estatuto formal a los conceptos de actante y
de transformación -condición para la instauración de su sintaxis-, la
semiótica de la acción no hizo más que desplazar la problemática de los
contenidos semánticos, descargándose de ellos y remitiéndolos a la noción
de estado. Ahora bien, desde la perspectiva del sujeto actuante, el estado
es, o bien el resultado final de la acción, o bien su punto de partida; habría,
pues, "estados" y "estados", lo que hace resurgir las mismas dificultades.
En primer lugar, el estado es un "estado de cosas", del mundo que se ve
transformado por el sujeto, pero también es el "estado de ánimo" del sujeto competente para la acción y la competencia modal misma, la cual
simultáneamente sufre transformaciones. So capa de estas dos concepciones de "estado", resurge el dualismo sujeto/mundo. Sólo la afirmación
de una existencia semiótica homogénea -convertida en tal por la mediación del "cuerpo sintiente"- permite enfrentar esta aporía: merced a esta
transformación, el mundo en cuanto "estado de cosas" se vuelca sobre el
"estado del sujeto"; es decir, se reintegra en el espacio interior y uniforme
del sujeto. En otras palabras, la homogeneización de lo interoceptivo y de
lo exteroceptivo gracias a la mediación de lo propioceptivo instituye una
equivalencia formal entre los ((estados de cosas" y los ((estados de ánimo"
del sujeto. N o está de más insistir aquí en el hecho de que, si las dos co~­
cepciones del estado -estado de cosas, transformado o transformable, y
estado de ánimo del sujeto, como competencia requerida por la transfor-
INTRODUCCIÓN
15
mación y producto de ella- se reconcilian en una dimensión semiótica de
la existencia homogénea, es a costa de una mediación somática y "sensibilizante".
En tal caso, en lo que se refiere a la instauración y al funcionamiento
del discurso epistemológico, el sentir sería lo mínimo requerido para poder
resolver la aporía que amenaza.
En algunos de sus desarrollos que interesan a la semiótica, la lingüística frástica o frasal ha señalado el hecho de que el predicado era susceptible de ser sobredeterminado -modificado y perturbado a la vez- de dos
maneras distintas: por medio de la modalización y por medio de la aspectualización. La modalización -al menos, taJ como ha sido desarrollada por
la semiótica en el marco de las modalidades de la competencia- podría
eventualmente dar cuenta de la artic~lación discontinua de la narratividad. Sin embargo, la introducción en la teoría semiótica del concepto de
"estado modal" -pero sobre todo un examen más minucioso del discursodaba la imagen de una "ondulación" continua, asible entre otras formas
como variaciones de intensidad y como una imbricación de procesos que
podría ser considerada como su "aspectualización". Frente a la segmentación discreta de los estados, las imbricaciones de los procesos y sus
variaciones de intensidad tornan imprecisas las fronteras entre los estados y enturbian frecuentemente el efecto de discontinuidad. Ahora bien:
este enturbiamiento y esta ondulación no pueden explicarse -sería demasiado fácil- por la complejidad que los discursos analizados presentan
en su superficie, y tampoco pueden ser representados sin más como simples "efectos de sentido". En consecuencia, las consideraciones en torno a
la naturaleza de los estados y, más precisamente, en torno a su inestabilidad, aunadas a una reflexión más general sobre el estado del mundo, conducen a interrogarse acerca de la concepción de conjunto del nivel epistemológico de la teoría y a preguntarse, más allá de la aprehensión cognoscitiva de la significación que la discretiza y la vuelve "comprensible", si no
hay razón para instaurar un horizonte de tensiones apenas delineadas
que, situándose en un más "acá" del sentido del "ser", permitiera sin
embargo dar cuenta de las insólitas manifestaciones "ondulatorias" que se
reconocen en el discurso.
La solución aparentemente más simple consistiría, desde luego, en
considerar esas tensiones subyacentes como propiedades de la misma
puesta en discurso. Pero resulta que ellas también permiten dar cuenta
de la categorización y de la modaÜzación narrativas. En efecto, es precisamente sobre este horizonte de tensiones inarticuladas donde se ejercen los
primeros discernimientos del sujeto operador, discretizando y haciendo
aparecer las primeras unidades significativas. Dicho en otras palabras, al
confrontarse con las dificultades metodológicas que surgen en el análisis
discursivo de superficie, la teoría semiótica se obliga a hacerlas repercutir
en el nivel epistemológico. profundo y a tratar de resolverlas ahí. Este
retorno crítico es característico de la semiótica en cuanto "proyecto científico": para dar cuenta de las dificultades que 'hace surgir el análisis a ras
del discurso -inducción y después generalización-, la semiótica se obliga a
suponer otro modo hipotético de funcionamiento, llegando en caso necesario hasta las premisas, con el fin de proceder enseguida a instalar los procedimientos hipotético-deductivos. N o se puede considerar tal manera de
proceder más que en un marco epistemológico en el que la coherencia es el
valor científico por excelencia. Por el contrario, al aceptar cierta independencia de las problemáticas de unas con respecto a las otras, en perjuicio
ele la coherencia, una epistemología "modular" como la que parece perfilarse en las ciencias cognoscitivas se eximiría a sí misma, en g'fan parte y
por lo mismo, de efectuar el retorno crítico que, para cada nuevo avance
teórico, obliga a medir ·y- repercutir las consecuencias en la totalidad de la
construcción teórica.
La instalación de un sujeto operador, capaz de producir las primeras
articulaciones de la significación, es un paso inicial para establecer la
teoría de la significación co~o una economía que administra las condiciones de producción y de aprehensión de la significación. Se trata ahora
de concebir y de instalar un esbozo de las precondiciones previas al
surgimiento de las condiciones propiamente dichas. El "ser" del mundo y
del sujeto no compete a la semiótica, sino a la ontología: para emplear
otra jerga, es la "manifestante" de una "manifestada'' que entrevemos. Por
su parte, la semiótica está obligada a hacerse cargo del "parecer" y a darse
un discurso epistemológico que formule tales precondiciones, como otros
tantos simulacros explicativos, en particular en lo que se refiere a las dificultades y a las aporías detectadas durante el análisis discursivo. Evidentemente, este discurso hipotético, que captaría entre líneas el "parecer
del sern no es apropiado para acarrear certezas; pero, en cierta medida, se
trata de un discurso del mismo tipo que el de la epistemología de las· ciencias de la naturaleza, cuando habla, por ejemplo, del universo y sus orígenes, del azar y la necesidad. Sin duda se trata de algo propio de cualquier proyecto científico, el cual, al darse un mínimo epistemológico -en
este caso, el imperativo fenomenológico-, al mismo tiempo crea para sí un
espacio teórico "imaginario" e incluso mítico, un poco a la manera de
aquellos ángeles newtonianos, conductores de la atracción universal.
Es evidente que este "imaginario de la teoría", que estas escasas líneas trazadas sobre el fondo del horizonte óntico, que estos conceptos apenas esbozados no deben ser del orden de lo arbitrario; su razón de ser descansa en las coerciones epistemológicas reconocidas anteriormente y en
las exigencias metodológicas que las suscitan y se les resisten. Se trata,
por supuesto, de un "parecer del ser", pero fundado en la práctica operatoria y que aspira a la eficacia. En la búsqueda de materiales que permitan
/
INTRODUCCIÓN
17
reconstituir imaginariamente el nivel epistemológico, nos parece que dos
conceptos -los de tensividad y de foria- poseen un rendimiento excepcionaL
En un primer momento, la tensividad -fenómeno amplia y debidamente observado, característica inseparable de todo desarrollo procesual
frástico o discursivo- parecía poder ser dominada mediante la proyección
de las estructuras de lo discontinuo, aunque con ello se aplazara la construcción de una gramática aspectual que diera cuenta a la vez de las
ondulaciones temporales y de las sinuosidades espaciales. Sin embargo, la
.J,trgencia de completar la teoría de las modalidades, buscando equilibrar
las modalidades -ya operatorias- del hacer mediante una articulación
paralela de las modalidades de estado, así como la insistencia en interrogar a la naturaleza de los estados, dinámicos e inquietos, obligaban a
enfrentar directamente la problemática de las pasiones. Ahora bien, de
inmediato surgió un hecho inquietante: no solamente el sujeto del discurso es capaz de transformarse en un sujeto apasionado, perturbando con
ello su decir programado cognoscitiva y pragmáticamente, sino que el sujeto de lo "dicho" discursivo también es capaz de interrumpir y de desviar
su propia racionalidad narrativa para iniciar un recorrido pasional o,
incluso, para acompañar al primer recorrido, perturbándolo con sus pulsaciones discordantes. El hecho es notable, no tanto porque revela nuevas
formas de malfuncionamiento nanativo, sino porque muestra una relativa autonomía de las secuencias pasionales del discurso, una especie de
autodinámica de las tensiones visible por medio de sus efectos, y sobre todo
porque nos invita a situar el espacio tensivo en un más "acá" del sujeto
enunciante y no únicamente como el principio regulador a posteriori de
una sintaxis aspectual. Dicho lo anterior, el concepto de tensiuidad se
vuelve capaz de trascender la instancia de la enunciación discursiva propiamente dicha y puede ser incorporado al imaginario epistemológico,
espacio en el que se une a otras formulaciones filosóficas o científicas ya conocidas. Por ello, se nos puede aparecer como un "simulacro tensivo", como
uno de los postulados que dan origen al recorrido generativo del sentido.
Tratándose de la concepción del universo, no hay nada incómodo en
que la tensividad se €_)ncuentre con el significado "científico" del mundo
natural, formulado, por ejemplo, en términos de leyes de atracción: para
el mundo humano, la tensividad no es más que una de las propiedades
fundamentales de ese espacio interior que hemos reconocido y definido como el vertimiento del mundo natural en el sujeto, con vistas a la constitución del modo propio de la existencia semiótica.
Aunque es una precondición necesaria, no es sin embargo suficiente
para dar cuenta de nuestro imaginario óntico y, en primer término, del
hecho pasional. Primeramente, el análisis de algunas "pasiones de papel"
ha mostrado aquello que ningún antropólogo atento al relativismo cultu-
18
INTRODUCCIÓN
ral puede ignorar, a saber: que la idea que nos hacemos de lo que es una
"pasión" cambia de un lugar a otro, de una época a otra, y que la articulación del universo pasional define incluso, hasta cierto punto, algunas de
las especificidades culturales. Un hecho aparentemente más sorprendente
para el semiotista es que él mismo haya podido comprobar que, a pesar de
que un fragn1ento de discurso (o de vida) posee una organización actancial, modal y aspectual idéntica, puede ser tomada en cuenta, de acuerdo
a los casos, como una pasión, o bien como un simple ordenamiento de la
competencia semántica (social, económica, etc.). Lo anterior equivale a
reconocer que, en igualdad de circunstancias, existe un "excedente" patémico, y que un fragmento de discurso (o de vida) sólo se vuelve pasional
mediante una sensibilización particular. En ese caso, independientemente
de la tensividad que también ahí se encuentra, habría que tomar en cuenta otro factor: el de la "sensibilidad".
Si, en lugar de considerar las formas cotidianas del discurso pasional
en las que la sensibilización ondulante es a veces dificil de ~istinguir de la
tensividad siempre presente en el desarrollo discursivo, nos volviéramos
hacia los casos extremOs, hacia pasiones "violentas" como la cólera, la
desesperación, el deslumbramiento o el terror, veríamos aparecer la sensibilización, en su puntualidad incoativa, como una fractura del discurso,
como un factor de heterogeneidad; diríamos que como una especie de
trance incipiente del sujeto que lo transporta hacia un más allá del sujeto
y lo transforma en un sujeto otro. Ahí, la pasión aparece al descubierto,
como la negación de lo racional y de lo cognoscitivo, y el "sentir" desborda
al "percibir".
Todo sucede como si otra voz súbitamente se elevara para decir su
propia verdad, para decir las cosas de otra manera. Mientras que, en la
percepción, el cuerpo humano tenía el papel de instancia de mediación -es
decir, era un lugar de transacción entre lo extero y lo interoceptivo e
instauraba un espacio semiótico tensivo pero homogéneo-, ahora es la
carne viva, la propioceptividad "salvaje" la que se manifiesta y reclama
sus derechos en tanto "sentir" global. Ya no es más el mundo natural el
que adviene al sujeto, sino el sujeto quien se proclama dueño y seüor del
mundo, su significado, y lo reorganiza figurativamente a su manera. Entonces, el llamado mundo natural, el del sentido común, se convierte en
un mundo para el hombre, en un mundo que puede ser llamad~. humano.
Evidentemente, este "entusiasmo" que, según Diderot, sube caliente de
las entrañas para ahogarse en la garganta es un caso extremo pero necesario para dar cuenta, entre otras cosas, de la creación artística, así como
de todos los excesos semióticos de la cólera y de la desesperación. Ad~más,
también explica, moderato cantabile, el despliegue de la figuratividad, el
carácter "representacional" de toda manifestación pasional, en la cual,
merced a su poder figurativo, el cuerpo afectado se vuelve el centro de re-
INTTWOUCClÓN
19
ferencia de la escenificación pasional entera. Es este "más acá" del sujeto
de la enunciación, este doblez perturbante, que nosotros designamos con
el nombre de foria.
Cuando, después de una serie de tanteos, el proceder semiótico intenta ·construir un modelo, puede tomar dos vías distintas. Se puede tratar
de imaginar el estado de cosas más simple posible -como es la estructura
elemental de la significación- y conferir al modelo una vocación de complejización. Pero también uno se puede encontrar frente a una situación
confusa y tratar de ver más claramente llevándola hacia sus extremos:
así, por ejemplo, Hegel produce la estructura binaria a partir de la polarización excesiva y tensa del uno. Al intentar hacer pensable la foria -en el
marco semiótico, evidentemente-, nos ha parecido difícil introducirla
COn10 un suave acompañamiento de la narratividad ejecutado por una
música de fondo patémica. Sólo las situaciones extremas y paradójicas
están en condiciones de poner en evidencia la especificidad y la irreductibilidad del fenómeno, aunque después se deba contemplar la posibilidad de disminuir las distancias que existen entre lo que hay de tenso y de
fórico en la ondulación del discurso.
Esta especie de desdoblamiento del sujeto en sujeto percibiente y sujeto sin tiente -quizá algo "gráfica"- nos ha parecido, sin embargo, necesaria
para justificar los malfuncionamientos del discurso, los trances del sujeto
que se apropia del mundo y lo metaforiza, pero también para justificar la
existencia de un hilo tenue, la fiducia intersubjetiva, que sostiene a la
veridicción discursiva. Este paso obligado por la instancia de enunciación
permite operar la transferencia de la problemática, del nivel epistemológico profundo al nivel que podrá ser inscrito en el horizonte óntico como un
"simulacro fórico" que rige el recorrido generativo. Sin temor a confundirnos con ellas, así es como nos encontramos, en este punto, con las diferentes formulaciones filosóficas del "vitalismo" y de la "energética:', incluso del "impulso vital" bergsoniano, encontrando de nuevo las interpretaciones consideradas científicas acerca de la concepción del universo, en las
cuales la "necesidad", especie de deber-ser encaminado hacia la unidad, se
ve confrontada con el "azar", esa fractura primera,· el accidente epistemológico ..que condiciona la aparición del sentido .. Esto permite limitar el
espacio teórico de la semiótica· a dos precondiciones, modelándolas bajo la
forma de dos simulacros, tensivo y fórico, y concebir el velo del "ser" cómo
una tensiuidad fórica.
Sin embargo, lo anterior no quiere decir que, llegados a este punto, la
teoría semiótica debiera unirse a una de esas filosofías: su justificación
propia es la coherencia de su discurso, llamado a sostener su práctica, a
integrar en su seno observaciones insólitas y perturbantes, a descifrar
numerosas cajas negras en todas las etapas de su recorrido. Desde este
punto de vista, es instructiva la historia de la lingüística del siglo XIX: a
20
INTRODUCCIÓN
pesar de las racionalizaciones organicistas y fisicalistas de los teóricos que
se sucedieron y se opusieron de una generación a otra, la lingüística no
dejó de construirse. ·
Tomar en cuenta el componente pasional del discurso conduce a tales
ajustes, los cuales repercuten hasta en los niveles más profundos de la
teoría semiótica. A partir de ahí, se trata de subir progresivamente hacia
la superficie, al tiempo que se verifica la validez de las premisas y de los
instrumentos metodológicos.
l. LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
DEL SENTIR AL CONOCER
El aroma
Las pasiones aparecen en el discurso como portadoras de efectos de sentido muy peculiares; despiden un aroma equívoco, difícil de determinar. La
interpretación que la semiótica ha retenido es que ese aroma específico
emana de la organización discursiva de las estructuras modales. Pasando
de una metáfora a otra, se podría decir que este efecto de sentido proviene
ele una cierta combinación molecular: al no ser propiedad de ninguna molécula en particular, es el resultado de su disposición de conjunto. Una
primera observación se impone: la sensibilización pasional del discurso y
su modalización narrativa son concurrentes, no se entienden una sin otra
y, sin embargo, son autónomas, probablemente regidas, al menos en
parte, por lógicas diferentes.
En sehrundo lugar, captar globalmente los efectos de sentido como un
<<aroma" de los dispositivos semionarrativos puestos en discurso es, en
cierto modo, reconocer que las pasiones no son propiedades exclusivas de
los sujetos (o del sujeto), sino propiedades del discurso entero, y que
emanan de las estructuras discursivas como consecuencia de un «estilo
semiótico" que puede proyectarse, ya sea sobre los sujetos, ya sea sobre los
objetos o sobre sujunción.
Si nos situamos ahora en el otro extremo del recorrido generativo, ahí
donde acabamos de colocar, en el horizonte del sentido, una primera
proyección del mundo como tensividad fórica, nos vemos obligados a decir
que esta masa fórica móvil puede tomar dos vías distintas para emerger
progresivamente hacia la superficie de las cosas: mientras que la modalización obedece a una organización categorial y produce estructuras
modales discretas, las modulaciones pasionales, tal como se manifestan
por medio de efectos de sentido, parecen provenir de ordenaciones estructurales de otro tipo, de dispositivos patémicos 1 que rebasan las simples
combinaciones de los contenidos modales que estos dispositivos conjugan
y que escapan, en un grado que es preciso determinar, a la categoría
co[,rnoscitiva. Poder hablar de la pasión es, pues, intentar reducir la distancia entre el <'conocer" y el «sentir". Sí, en un primer momento, la
semiótica se dedicó a tornar evidente el papel de las articulaciones
1
Con este neologismo traducimos el neologismo francés pathémique [T.I.
22
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
modales moleculares, es tiempo ahora de que busque dar cuenta de los
aromas pasionales producidos por sus combinaciones.
La vida
El sentir se da de entrada como un modo de ser que existe de suyo, con
anterioridad a toda impresión o gracias a la eliminación de toda racionalidad; para algunos, se identifica con el principio de la vida misma. Situar a
la pasión en un más allá del surgimiento de la significación, anterior a
toda articulación semiótica, bajo la forma de un puro "sentir", sería como
captar el grado cero de lo vital, captar el "parecer" mínimo del "ser" que
constituye su velo óntico. Sin embargo, la homogeneidad del sentir difícilmente escapa al reconocimiento, igualmente ingenuo, de su polarización:
el primer grito del recién nacido, ¿es un grito de alegría liberadora o el
sofoco del pez que ha sido sacado del agua, el primer aprendizaje del vVeltschmerz?2 ¿Es posible reiterar sin consideración alguna la concepción según la cual el ser vivo es una estructura de atracciones y repulsiones? ¿Es
posible pensar la foria antes de su división en euforia y disforia?
La aporía que nos vemos obligados a evocar se presenta bajo un doble
aspecto. En primer lugar, se trata de pronunciarse acerca de la prioridad
de ·derecho de lo "sensitivo" con respecto a lo "cognoscitivo" o a la inversa.
¿Se encuentra el universo regido por una metalógica de las "fuerzas" (por
ejemplo, a la manera de la física ondulatoria) o de las "posiciones" (según
la interpretación corpuscular)? Como diría Hjelmslev, he ahí dos conceptos
"indefinibles". Pero paralelamente surge otra interrogante, igualmente
fundamental, que recupera las inquietudes del pensamiento presocrático:
¿el mundo es uno, desbordante en su plenitud, una estructura de lo mixto
lista para estallar, o bien una mezcla caótica tendiente a la unidad? Dicho
de otro modo, en términos br0ndalianos: ¿la estructura elemental del
"estar-ser" -o, más bien, del simulacro formal que podemos darnos de élprocede de un término complejo susceptible de polarización, o de un término neutro, lugar de un encuentro binario irreconciliable? ¿Es posible
formular y representar en términos de precondiciones una cohabitación
de estas dos lógicas y visiones?
El horizonte tensivo
Regresemos un momento a la superficie léxica, a un acercamiento más
empírico de las cosas. Observamos que algunas pasiones, la admiración,
2 Pesimismo
melancólico [T.].
LA EPISTEMOLOGÍA DE LA.S PASIONES
23
por ejemplo -al menos en la acepción del francés clásico-, al igual que el
"asombro" [l'étonnement] o el "estupor" [la stupeur] sugieren ya la posibilidad de un horizonte tensivo todavía sin polarizar. El asombro y el estupor
se presentan como dos formas aspectuales diferentes, una incoativa y la
oÚa durativa, de un mismo sentir no polarizado. No faltan incluso recorridos pasionales textualizados que se inician con tales configuraciones: es
así como, en La princesse de Cleves, antes de amar a Mlle. de Chartres, el
príncipe de Cleves, al encontrarla en una joyería, no deja de "asombrarse"
(siempre en el sentido clásico del término) por todo lo que se refiere a ella;
es decir, se ve puesto en tensión y en condición de amar (cuatro apariciones en una misma página). Igualmente, los celos y el amor de Swann no
comienzan sino con el "gran torbellino de agitación" que le hace recorrer
París en todos sentidos para encontrar a Odette de Crécy, agitación que
se presenta como otra modulación de la misma tensión sin polarizar. La
polarización en euforia/disforia puede, pues, en el nivel mismo de la manifestación léxica, ser neutralizada y aun ser considerada como no acontecida. La neutralización, en el sentido gramatical del término, remite a un
sincretismo que es, por derecho, jerárquicamente superior a la oposición
binaria. He aquí una de las paradojas de la semiótica en el nivel epistemológico: está obligada a dar cuenta al mismo tiempo de la "nada", del
"vacío" y del "todo", de la plenitud de las tensiones fóricas. Según la lógica
de las "fuerzas", al máximo de tensión le correspondería -i.e.: daría cuenta de o se explicaría mediante-la ausencia total de articulaciones. Por el
contrario, la aparición de las "posiciones" características de las articulaciones del contenido requeriría una redistribución y una división de las
"fuerzas"; dicho de otro modo, el "vacío de contenido", caracterizado por la
ausencia de articulaciones, no puede ser llenado más que por el quebrantamiento de la plenitud tensiva. La cohabitación de dos exigencias inversas, ligadas respectivamente a las "fuerzas" y a las "posiciones", permite
comprender que, antes de toda categorización, el sentir, tironeado por dos
tendencias, no puede engendrar más que inestabilidad.
Sin embargo, en cuanto tal, el sentir es directamente manifestable,
como lo atestiguan las. figuras del "estupor" y del "asombro". Al respecto,
es preciso señalar que la neutralización, tal como la formulamos aquí, se
encuentra en función de la intensidad del sentir. Particularmente intensa, la admiración "clásica" es indiferente a la polarización, a la positividad
o a la negatividad del objeto. Pareciera que es el reconocimiento del valor
en cuanto tal el que pone en la sombra al objeto y vuelve inoperante lapolarización; podría señalarse que el sujeto que admira se desinteresa del
valor vertido en un objeto, para mejor asir, antes que al valor mismo, el
((valor del valor". En cambio, en su acepción moderna, la admiración, aun
cuando requiere la positividad del objeto, se ve acompañada por un debilitamiento notable. Todo sucede como si la intensidad pasional -noción por
24
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
definir- neutralizara al sujeto y lo sumergiera en una capa más profunda
del recorrido generativo, o como si el retorno hacia el valor del valor, a
partir del objeto de valor propiamente dicho, fuera acompañado de una intimidad más estrecha con una zona "energética'' de la que nacería lapasión. Sucede lo mismo con el "estupor", el cual sufre una condensación
comparable que inmoviliza al sujeto en un puro sentir, hasta que anula al
sentir mismo: ¿no es la "estupidez" una regresión a un estado de tensividad de antes de la vida, un punto límite entre lo vivo y no vivo?
Las precondiciones (de la significación)
Para tender el velo de Isis sobre la faz del "ser", hemos propuesto anteriormente presentar las formulaciones de su parecer bajo la forma de simulacros, imaginando con ello al mundo humano en su estado ab quo
como una "tensividad fórica" y conjugando de esta manera al universo
-que sólo se justifica por la necesidad tensiva- con la foria introducida por
el accidente, la fractura, la intrusión insólita de lo viviente. Somos conscientes de que se trata de una representación casi trivial y de que, en la
medida en que sus articulaciones no rompan la coherencia teórica y sean
resistentes a los "hechos", permaneciendo conformes a ella hasta las manifestaciones de superficie, su valor no puede ser medido más que a partir
de sus consecuencias; es decir, a partir de la modelación progresiva de la
"rriasa tímica" congruente, que es al mismo tiempo tensión y foria.
Basta con que la tensividad originaria se rompa -tensión hacia lo uno
y desbordamiento del exceso- para que la "puesta en posición", la polarización de aquello que deja por un instante de ser uno, se plantee como un
primer acontecimiento decisivo. Sin embargo, la polarización acumulativa
de las energías todavía no es una "toma de posición" y no implica la discretización dé los polos, la cual no puede derivar más que de la proyección
cognoscitiva de lo discontinuo. En esas condiciones, aún no es posible
hablar de las "posiciones actanciales", sino solamente de prototipos de
actantes, de cuasi sujetos y de cuasi objetos, de la protensividad del sujeto, para emplear el término de Husserl, y de la potencialidad del objeto.
Antes de "situar", a un sujeto tensivo frente a valores vertidos en objetos (o
en el mundo como valor), conviene imaginar un nivel de "presentimiento"
en el que se encontrarían, íntimamente ligados uno a otro, el sujeto para
el mundo y el mundo para el sujeto. Ya anteriormente nos hemos visto
obligados a reconocer una situación comparable, cuando se trató de distribuir, con vistas a la modalización, al conjunto de la masa tímica en los
términos constitutivos del enunciado elemental: si la carga modal sobredete~mina primero al predicado en su función ligante (como sucede, por
ejemplo, con las modalizaciones aléticas reconocidas en lógica), entonces
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
25
es susceptible de distribuirse por separado, ocupando cada una de las posiciones actanciales. Si bien el vertimiento del sujeto de hacer no plantea
dificultades particulares (cf. las modalidades deónticas, por ejemplo), no
sucede lo mismo con el del sujeto de estado, ya que nos damos cuenta de
que el sujeto como estar no puede verse modalmente afectado sino por
medio del vertimiento del objeto, cuya carga modal a su vez modaliza al
sujeto, a condición de que sea puesto en relación de junción con él. Dicho
de otro modo, la modalización del estado del sujeto -y de eso se trata
cuando se quiere hablar de las pasiones- no es concebible más que al
pasar por la del objeto, la cual, cuando se convierte en un "valor", se
impone al sujeto. Es preciso imaginar una situación comparable, pero
anterior a la puesta en posición actancial: imaginar un sujeto protensivo
indisolublemente ligado a una "sombra de valor", que de esta manera se
perfile sobre el fondo de la "tensividad fórica".
Las valencias
En esta etapa de la investigación, la protensividad del sujeto, identificada
un poco apresuradamente con la intencionalidad -que a su vez se interpreta algunas veces como un "metaquerer" o como un "rnetasaber"- no
exige justificaciones complementarias. No sucede lo mismo con ese prototipo de objeto que acabamos de designar como una "sombra de valor".
Conviene, pues, retornar una vez más a la superficie, a la manifestación
discursiva, con el fin de volver más perceptible ese simulacro y justificar
la pertinencia de nuestras palabras. Se tiene la impresión de que la forma
más común que adopta esta "sombra" es cierto presentimiento del valor.
Así, la lectura de Capitale de la douleur [Capital del dolor] de Éluard
ofrece un buen ejemplo de una primera articulación proyectada por la protensividad. Un examen más minucioso permite darnos cuenta en esa recopilación de que el contenido de los valores importa poco. Cierto, los sujetos semióticos conocen el amor, la naturaleza, la labor, el pensamiento y
la vida bajo todas sus formas, pero, sea cual sea el contenido semántico de
los objetos buscados, lo que hace de ellos un valor siempre es de otro orden: el amor no es aceptable más que en sus inicios; la mirada, cuando los
párpados se abren durante el despertar; el día, en el instante en que se
despoja de las tinieblas; la vida humana, en su infancia. Todo sucede
como si el aspecto incoativo tuviera preeminencia sobre todos los contenidos semánticos vertidos en los objetos y en los haceres, como si únicamente importara el objetivo incidente y no el objeto buscado.
La aspectualidad parece estar situada, aquí, por encima del valor propiamente dicho y antes que él; se trata de un cierto "valor" del valor y, en
ese sentido, se le podría llamar "valencia", en la acepción química del tér-
26
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
mino -es decir, para designar la cantidad de "moléculas" asociadas en la
composición de un cuerpo. Esto sucede, por ejemplo, durante el intercam~
bio, cuando dos valores semánticamente diferentes son juzgados comparables e intercambiables a partir de su (equi)valencia; se puede suponer,
entonces, que hay algo constante que se intercambia, que no tiene gran
cosa que ver con los objetos semántica y diferentemente cargados que son
transferidos de un sujeto a otro. Por otra parte, ya se ha hecho notar que,
en el discurso, la aspectualización constituye una dimensión jerárquicamente superior a la temporalización, pero también a la espacialización e
incluso a la actorialización: el "amor" en Éluard es captado en su eje temporal, los "párpados al despertar" están situados en la espacialidad, la
"vida humana" es captada como crecimiento del actor, toQ.o ello dominado
por el aspecto incoativo. Pero hay algo más en esta valorización de la
incoatividad, y nos vemos obligados a tomar en cuenta la segunda definición -"psicológica"- de la valencia, considerada como una potencialidad de
atracciones y de repulsiones asociadas a un objeto: desde este punto de
vista, la valencia sería el presentimiento que tiene el sujeto protensivo de
esta sombra de valor, que a consecuencia de la escisión fórica, lo envuelve
como en un capullo para que se manifieste más tarde bajo la forma más
articulada de la incoatividad. En suma, la aspectualidad manifestaría la
valencia de la misma manera en que las figuras-objeto manifiestan a los
objetos de valor.
No es, pues, sorprendente si los juicios éticos y estéticos, implícitos o
explícitos en la recopilación de Éluard, se fundan en el carácter incoativo
de los gestos y de las figuras, ya que éste restablece la disociación original
en el nivel discursivo que le es propio, antes de toda polarización y de todo
vertimiento semántico de los objetos. En Éluard, la valencia seleccionada
proviene de una "apertura" de la protensividad; pero también podría
provenir, por ejemplo, de su "cierre", que se traduciría en el nivel del discurso mediante un aspecto terminativo y, eventualmente, daría lugar a
una ética del desencanto, a una estética de la evanescencia, que aprovechara las figuras del deterioro, de la delicuescencia o de la desaparición
de todas las cosas.
Por su parte, Camus en La chute [La caída] intentó ilustrar un
mundo sin valores en ·el que la confianza estaría excluida; su descripción
del Zuiderzee procede de hecho mediante la dilución de las valencias:
Voila, n'est-ce pas, le plus beau des paysages négatifs! Voyez a notre gauche ce tas
de cendres grises qu'on appelle ici une dune, la digue grise a notre droite, la greve
livide a nos pieds et, devant nous, la mer couleur de lessive faible, le vaste ciel ou
se refletent les eaux blemes. Un enfer mou, vraimentl [... ] N'est-ce pas l'eff~ce­
ment universel, le néant sensible aux yeux? 3
3
París, Le livre de poche, p. 79.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
27
[¿No es éste el más hermoso de los paisajes negativos? Mire a nuestra izquierda,
ese montón de ceniza que aquí llaman una duna, el dique gris a nuestra derecha,
la arena pálida a nuestros pies y, frente a nosotros, el mar color de jabonadura
desleída, y el vasto cielo, en el que se reflejan las aguas descoloridas. ¡Un infierno
blando, verdaderamente! [... ) ¿No es éste el borrarse universal, la nada sensible a
los ojos?]
Llanura indefinida, lejanías perdidas, ausencia de toda referencia
topográfica y temporal, desaparición de todas las diferencias figurativas,
todo se pierde en una duración estancada: he ahí el fin de toda valencia y
a fortiori de los sistemas de valor articulados que podrían emerger. Todo
sucede como si, para ofrecerse a la lectura de una manera clara y con
alguna fuerza icónica, los componentes figurativos de la puesta en discurso presupusieran precisamente. ese nivel en el que la protensividad
enfrenta las valencias en el momento de la escisión actancial. En Camus,
por el contrario, campea una protensividad "blanda", captada antes de su
primera articulación; esto permite entender, como por reducción al absurdo, por qué, al separar al cuasi sujeto del cuasi objeto, la primera articulación de la foria engendra la fiducia: en La chute, retornar al caos blando
ele las tensiones no articuladas es, literalmente, ya no creer en nada y,
sobre todo, ya nocreer en el creer. En efecto, la fe en tal o cual valor particular presupone siempre un "metacreer", que no es sino la fiducia generalizada (no específica) propia del espacio de la foria, la precondición de
toda creencia particular. Por eso, el "juez-penitente" de Camus, actante
sincrético por excelencia, practica, como los cínicos de la Antigüedad, el
denigramiento sistemático y la provocación sarcástica. En este ejemplo
parece claro que las valencias, que en·conjunto constituyen lo que hemos
llamado la fiducia, proporcionan al mundo de los objetos su armazón, sin
la cual no pueden recibir un valor.
Es preciso mencionar también, de modo breve, el papel del "accidente"
en el relato de Camus. El Zuiderzee no da pie a la actividad interpretativa
del observador, ya que, cierto, no presenta ninguna diferencia sensible,
ninguna referencia, pero también porque, antes de cualquier articulación,
no presenta ningún "accidente" figurativo, lo que podría ser entendido
como la imagen de un mundo en el que el azar no hace mella. A la inversa, es una vez más un "accidente" lo que produce un vuelco de la situación
del "juez~penitente": es el azar el que puso en su camino a una desesperada que se arrojó al Sena y que él no socorrió. Lo que el azar permite construir, el azar puede destruirlo: el accidente que desencadena la caída del
mundo de valores es sólo la imagen virtual e invertida del accidente que
pone en marcha a la necesidad óntica, para hacer advenir en un primer
tiempo la valencia, y el valor en un segundo tiempo.
28
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
Inestabilidad y regresión
Al atender a Camus, se llega a la conclusión de que el sustrato fórico de
toda significación no es estable y de que lo que el azar construye, también
lo puede destruir. Por una parte, la puesta en marcha inicial del sentido
no es aún suficiente para engendrar la significación; por otra parte, la escisión debida a la intervención del azar sopre la necesidad se ve amenazada por la pregnancia de la necesidad misma. Lo "doble" tiende hacia lo
"uno", con riesgo de que se produzca una recuperación de la necesidad sobre el azar de la escisión. En otro orden de ideas, al estudiar los objetos y
los movimientos "difusos" del mundo natural, los matemáticos (en particular, B. Mandelbrot) han puesto a punto la teoría de la fractalización, la
que, entre otras cosas, muestra de qué manera lo indiferenciado reaparece por la influencia del azar y de la recursividad; en efecto, los llamados
objetos "fractales" son engendrados a la vez por el azar (los procesos estocásticos) y por la recursividad (la aplicación ilimitada de procesos estocásticos a los productos de operaciones anteriores): Ahora bien: si nada detiene u orienta la recursividad, la fractalización ·llega a un objeto que, aunque esté regido por un principio de homotecia interna, se vuelve insignificante, de una singularidad irreductible. De la misma manera, si la
escisión se aplica "estocástica" y "recursivamente" a la vez, reproduce las
condiciones de la "fusión" y de la plenitud tensiva o, lo que es lo mismo, de
la dispersión máxima.
• La estesis
Esta tensión hacia la unidad es propia de la estesis, que aparece como el
movimiento inverso de aquel que resuelve los sincretismos. En su nueva
relación con el mundo, el sujeto experimenta el valor en la primera disociación por la cual él mismo es engendrado; la emoción estética podría ser
interpretada como un "volver a sentir" esa escisión, como la nostalgia de
la "tensividad fórica" indiferenciada. Esto permitiría dar cuenta del hecho
de que las manifestaciones de la es tesis son acompañadas, la mayoría de
las veces, por un intercambio de roles sintácticos: reinmerso en la foria, el
sujeto estético vuelve a encontrar el momento en que su configuración
prototípica hubiera podido instaurarse lo mismo como objeto que como
sujeto. Por ello, en las representaciones figurativas algunas veces se ve al
objeto estético transformarse en sujeto de un hacer estético, del que el
sujeto mismo de la emoción podría tornarse a su vez en objeto.
Por otra parte, frecuentemente se observa en el discurso que, cuando
se trata de decidir sobre tal o cual valencia y no se puede acceder a un sistema axiológico constituido o bien se le rechaza en principio, el sujeto opta
por un discurso estético. Para un sujeto que no reconoce los valores insti-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LA..S PASIONES
29
tuidos, que menosprecia los que son generalmente aceptados, el mal se
vuelve fealdad, el bien se vuelve belleza; es así como el cínico, pero también el socialista revolucionario o el anarquista del siglo pasado son sensibles al éxito estético de una conducta moral (o inmoral), del mismo modo
en que, mediante una escenificación caricaturesca, también buscan exhibir la fealdad de una conducta inmoral (o moral).
La tensión hacia lo uno, esta amenaza -o esperanza- de retorno al
estado fusiona!, abre dos posibilidades que merecen ser señaladas. En
primer lugar, la concepción de la estesis como un "volver a sentir" el estado límite y como espera de un retorno a la fusión, que descansa en la fiducia, permite prever, en el nivel discursivo, la existencia de una dimensión
estética. La dimensión pasional, construida a partir de la foria como su
precondición y que busca su manifestación, tendría como contrapartida la
dimensión estética que, por su parte, descansaría sobre la eventualidad
-esperanza o nostalgia- de un retorno a la protensividad fórica, un retorno al universo indiferenciado postulado como precondición de toda significación.
e
La inestabilidad actancial
Por otro lado, la inestabilidad de la escisión y la intercambiabilidad de los
roles de sujeto y de objeto, observada en la manifestación discursiva, hace
pensar que, en el intervalo que separa al estado fusional del estado
escindido, la aparición de lo "doble" puede interpretarse como una prefiguración de la intersubjetividad, lo mismo que como la de la relación sujeto/
objeto. Volviendo al modo en que la emergencia del sujeto protensivo ha
sido contemplada, se puede decir que éste se ve atraído por dos fuerzas
congruentes pero casi contradictorias: por un lado, la protensividad, en
virtud de la cual el sujeto se diferencia del objeto y le procura una imagen
de su "ipseidad", y por el otro, la fiducia, esa manera de ser del "sujeto
para el mundo", que en la medida en que suspende esta diferenciación, le
presenta una especie de "alteridad". Basta con que prevalezca una u otra,
la protensividad o la fiducia, para que la escisión de lo "uno" en lo "doble"
conduzca, ya sea a un reforzamiento de las posiciones específicas del sujeto protensivo y de las "sombras de valor", ya sea a la aparición de dos
"intersujetos", y las respectivas posiciones, al no estar todavía fijadas,
serían intercambiables en razón misma de su imprecisión.
Así pues, dentro de la foria aparecen, en un juego de intercambios tensivos, ya sea proyecciones de intersujetos, ya sea de los roles de sujeto y de
objeto, a veces como dobles idénticos, a veces como dobles diferentes gracias a los cuales se construyen alternativa y congruentemente el sujeto
para sí y la intersubjetividad. Este juego de alternancias permitiría comprender cómo es que, al reanudar lazos con el estado fusional, el sujeto
30
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
estético guarda cierta imagen de alteridad, y por qué la manifestación discursiva ancla la emoción estética en la intersubjetividad. El conjunto de
esas formas protoactanciales parece provenir de una misma instancia: la
tensividad fórica. Ahora bien, en el análisis de discursos concretos, en
especial de aquellos que despliegan recorridos de sujetos apasionados, se
encuentra frecuentemente una inestabilidad y una intercambiabilidad
comparables de los roles actanciales; más sorprendentemente aún, el
imaginario del sujeto apasionado parece contener a veces toda una
población actancial cuyos papeles se intercambian y se cruzan. En el ir y
venir indispensable entre la conceptuación del nivel profundo y la manifestación discursiva, uno se ve obligado de hecho a suponer la existencia
de un eco entre, por una parte, el funcionamiento protoactancial característico de la tensividad fórica y, por otra parte, el funcionamiento actan-.
cial del imaginario del sujeto apasionado. Lejos de aparecer como un simple actor que manifestaría simultáneamente en cuanto tal varios roles
actanciales, este último adopta la forma de un verdadero sujeto discursivo
que hubiera "interiorizado" (o "internalizado") todo un juego actancial
mediante el cual la pasión sería escenificada; mucho mejor que un sincretismo ordinario, ese sujeto a fin de cuentas se definiría principalmente
por esta capacidad de suscitar toda la panoplia de roles actanciales necesarios para la escenificación discursiva de la pasión. Esta propiedad no es
pensable -=-en el marco de la semiótica, por supuesto- sino a condición de
instalar previamente en el espacio tensivo la posibilidad de una fragmentación de lo "uno" en varios "protoactantes".
Es fácil imaginar que, en el seno de la tensividad fórica -hecha de
tensiones de lo "uno" hacia lo "doble" por influencia del azar sobre la necesidad y de tensiones de lo "doble" hacia lo "uno" gracias a una recuperación de la necesidad por encima del azar-, la masa fórica tiende a polarizarse: todavía no se está frente a una verdadera polarización en euforia/
disforia, sino frente a la sola oscilación entre "atracción" y "repulsión", ya
que la polarización propiamente dicha no ocurrirá más que en el momento
de la categorización. La imagen de la puesta en marcha del sentido nos
parece aquí apropiada: todo sucede como si el sentir mínimo confirmara o
invalidara al mismo tiempo la primera inflexión de la foria, como si oscilara entre la fusión, la escisión y la reunión. Una configuración pasional, la
de la "inquietud", permite reconocer en el nivel del discurso una manifestación-de esta inestabilidad constitutiva, en la medida en que es una agitación anterior a la euforia y a la disforia, que en cierto modo suspende la
polarización. Al respecto, cabría señalar que la inquietud impide toda
evolución de las tensiones de la foria y que, en consecuencia, obstaculiza
la formación de las "valencias" y toda firme orientación de la protensividad. Ésta es la razón por la que el sujeto discursivo inquieto no tiene otra
expectativa más que la de controlar la oscilación que lo arrastra; en fin, es
1
1
\
LA EPISTE~IOLOGÍA DE LAS PASIONES
31
la razón por la que la inquietud se presenta frecuentemente como una
emergencia de la insignificancia en el nivel de la manifestación discursiva.
El devenir y las premisas de la modalización
El reconocimiento de la tensión propia de la foria permite considerar una
primera representación del engendramiento de las modalidades, destinadas a convertirse, en el nivel de la sintaxis narrativa, en las modalizaciones del hacer y del estar-ser. La dificultad reside en que esas modalidades, tal como las concebimos -el querer, el deber, el poder y el saber-,
son dependientes de la categorización racional, mientras que desde otro
punto de vista, al considerar los efectos de sentido pasionales, parecen
obedecer a otros modos de organización, más "configuracionales" que
propiamente estructurales. Aquí se quisiera mostrar que, ya desde el
nivel de las precondiciones de la significación, la evolución de la pretensividad delinea, entre otras cosas, prefiguraciones tensivas de las cuatro
modalidades, y que éstas -que serían guardadas en memmia para decirlo
así por el universo modal una vez categorizado- repercuten en el funcionamiento pasional de las modalidades.
®
Protensividad y devenir
La escisión del protoactante indiferenciado no puede resistirse al retorno
a la fusión original más que a condición de que la tome a su cargo una
"orientación" que se encuentra ya presente en el protoespacio-tiempo en el
que se delinea el horizonte óntico. Tomando una cierta distancia, se puede
considerar que, del conjunto de tensiones que animan la foria, las que son
propicias a la escisión y las que buscan la fusión pueden o equilibrarse o
prevalecer unas sobre otras; en caso de equilibrio, continúa la oscilación;
si, por el contrario, las tensiones favorables a la fusión prevalecen, la necesidad recupera sus derechos y la significación no puede advenir. Por lo
que se ve, para que la significación pueda desprenderse de la tensividad
fórica, se requiere que predominen las tensiones favorables a la escisión:
sólo en ese caso puede delinearse la protensividad como una orientación.
Por otro lado, una orientación como tal es la condición necesaria para que
la foria pueda prefigurar la sintaxis, ya que únicamente este tipo de desequilibrio parece propicio al surgimiento del "cuasi sujeto" y de las valencias. Se podría llamar devenir al desequilibrio "positivo" que es favorable
a la escisión de la masa fórica.
Para tratar de entender cómo es posible reconocer en la foria un esbozo de sintaxis, nos parece útil convocar ahora esta noción de devenir, poco
utilizada en semiótica, que presentaría la ventaja de hacer repercutir, en
32
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
el nivel epistemológico, las manifestaciones de lo continuo observadas en
la sintaxis discursiva. En su definición común, como "paso de un estado a
otrd' o como ''serie de cambios de estado", el devenir no toma en cuenta la
distinción entre estar y hacer, y subsume estados y transformaciones. En
otras definiciones, más filosóficas o casi semióticas, en un nivel de análisis
en el que el cambio "humano" no se distingue todavía del cambio "natural", el devenir es presentado como el principio de un cambio continuo,
una pura dirección evolutiva: algo llega a ser, algo deviene, podría decirse.
Con respecto a las dos magnitudes discontinuas que son el estar y el
hacer, el devenir sería, en cierto modo, una precondición y un sincretismo
susceptible de ser resuelto; entre el "cuasi sujeto" y las "sombras de valor", no es cuestión de una junción, ni de estados y transformaciones, sino
de una tensión fiduciaria, dinamizada por las oscilaciones de la atracción
y de la repulsión y desequilibrada en favor de la escisión. Si se entiende la
protensividad como el efecto modal arcaico de la escisión en el espacio de
la foria, el devenir sería la versión "positiva" propicia a la aparición de la
significación.
De hecho, poca distancia separa a esas nociones: "protensividad",
"orientación" y "devenir" designan, aproximadamente y con enfoques diferentes, la misma cosa; la protensividad es el primer efecto modal de la
escisión, la orientación es su propiedad figura!, el devenir es el producto
de un desequilibrio de las tensiones que confirma la escisión. Además de
ser intuitivamente más manejable que el de "protensividad", el término
"devenir" ofrece una doble ventaja. Por una parte, en tanto precondición
perteneciente al nivel epistemológico, invita a afinar el análisis de la protensividad; en efecto, obliga a pensarla simultáneamente como orientación y evolución, es decir, como portadora de una historicidad. En ese
sentido, el devenir es compatible con las hipótesis referentes a la evolución antropológica y biológica. Por supuesto, lo anterior no significa que
constituye una "cabeza de puente" para una eventual invasión teórica
sino, de manera más prudente, que en ese nivel de la construcción teórica
-el de las precondiciones de la significación- es posible una discusión
respecto de tales hipótesis. Por otra parte, con respecto a la manifestación
discursiva, donde el término conserva alguna pertinencia, designa el
despliegue y desarrollo espacio-temporal; sin embargo, en ese nivel, en el
que una aspectualización concebida como la gestión del continuum discursivo es suficiente para dar cuenta de tales efectos de superficie, parece redundante el uso de ese término. En cambio, en el nivel de las precondiciones, al seleccionar un principio de orientación unilateral y de evolución de
entre todas las tensiones fóricas, crea el efecto de "apuntar hacia un objetivo" [uisée1 en virtud del cual resulta pensable una sintaxis, en particular
si se piensa que es posible descomponer el efecto de apuntar en un efecto
origen (el sujeto) y un efecto fin (el objeto).
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
33
" Las modulaciones del devenir
/
La resolución de ese sincretismo tomará sucesivamente dos vías: primero,
la de la modulación y, después, la de la discretización que engendrará las
modalizaciones. La primera constituiría una prefiguración de la aspectualización discursiva. La segunda, al reelaborar los resultados de la modulación, establecería, por una parte, el vínculo entre las variaciones de la
tensión en el espacio de la foria y, por la otra, la categorización modal
puesta en actividad en el nivel narrativo. El tratamiento aplicado al devenir obedece a los dos grandes procedimientos utilizados hasta hoy en día
en materia de tratamiento de lo continuo: una demarcación de las variaciones tensivas, que revela las modulaciones, y una segmentación, que hace
aparecer las unidades discretas. Por el momento nos interesa más la demarcación, que obedece a una lógica de las aproximaciones y procede por
traslapas y rupturas de tensiones, dando así lugar a fases de aceleración o
ele desaceleración, a orígenes y fines, a aperturas y cierres, a suspensiones
o demoras. Estas variaciones, propiedades intrínsecas del devenir, se encuentran inscritas en su definición misma; en efecto, puesto que el devenir
no es más que un "desequilibrio favorable", las tensiones en favor de la
escisión no prevalecen sino globalmente para un "observador" situado a
cierta distancia, mientras que, de cerca, para un "observador" próximo, los
retornos, los desequilibrios inversos arriesgan localmente la continuidad
de la evolución. De algún modo, es posible concebir las modulaciones del
devenir como cierta manera de manejar simultáneamente la heterogeneidad de las tensiones y la homogeneidad global de la orientación.
Por ejemplo, el prototipo del querer podría provenir de una "apertura"
que actualizara el efecto de "apuntar hacia un objetivo" y sería reconocible
en ese nivel tensivo merced a una aceleración del devenir; cada nueva
aparición del querer, cualquiera que fuera su posición, provocaría una
nueva apertura o una nueva aceleración. En cambio, el prototipo del
saber cerraría el devenir y actualizaría un efecto de "prensión", inverso al
efecto de "apuntar hacia un objetivo"; detendría el curso del devenir para
medir su evolución. Como se verá más adelante, la extensión de esta modulación a la totalidad del espacio de la foria, mediante la estabilización de
las tensiones, abrirá la posibilidad de una racionalización cognoscitiva del
universo de sentido. En cuanto al prototipo del poder, éste se encuentra
encargado de "mantener el curso" del devenir, de acompañar a sus fluctuaciones para conservar el desequilibrio favorable a la escisión. Además, las
tres modulaciones -"abriente", "clausurante" y "cursiva"- prefiguran lo
que, en el nivel del discurso, se convertirá en la triada aspectual "incoativo/durativo/terminativo"; aunque es preciso notar que, en tanto forma discursiva del proceso, la triada aspectual tiene poco que ver con las tres
modalizaciones aquí evocadas: por supuesto, ambas triadas tienen el mis-
34
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
mo fundamento, pero se obtienen mediante dos procedimientos totalmente
diferentes. En efecto, si se aplica la categorización a partir de las tres modulaciones del devenir, se les hace seguir el recorrido generativo y se convierten en modalizaciones en el universo semionarrativo; en cambio, si se
convoca a esas mismas modulaciones para discursivizar los procesos, entonces reaparecen en el nivel de la manifestación como "aspectos". Esta
presentación ofrece la ventaja de una economía de medios (un único concepto y dos procedimientos muy generales), al tiempo que distingue entre
la conversión, reservada al recorrido generativo, y la convocación enunciativa, reservada a la discursivización, tanto de las variaciones de la tensividad fórica como de los productos del recorrido generativo propio del nivel
semionarrativo. Sin embargo, es preciso señalar que ella supone una representación de la economía general de la teoría en~tres "módulos" ligados
mediante operaciones: el de las precondiciones, el de lo semionarrativo y el
del discurso. Regresaremos a este tema más adelante.
En cuanto al prototipo del deber, éste se presentaría como una suspensión del devenir, en el sentido de que lo transforma en otra necesidad;
en lugar de la fusión de lo "uno", propone la coherencia del "todo", ya que
una vez establecido el principio de la escisión, otro peligro amenaza: el de
la dispersión. En efecto, si nada se opone a las fuerzas dispersivas puestas
en marcha por el primer estremecimiento del sentido, después de la
insignificancia de lo "uno" se instalará otra insignificancia, la del caos, es
decir, la de la escisión indefinida, uno de cuyos efectos lo hemos encontrado en la agitación desordenada y estéril que caracteriza a la inquietud. El
prototipo del deber se opone a este peligro como una fuerza cohesiva que
busca constituir una totalidad de tensiones; en la práctica, esto equivale a
adoptar, con respecto al devenir, el punto de vista del observador distante
que, como se ha visto, homogeneíza los avatares de la foria y desdeña las
variaciones y las fases. En resumen, el prototipo del deber procedería
mediante la "puntualización" de la modulación, neutralizando con ello los
efectos "abrientes", "clausurantes" y "cursivos". Tal hipótesis permitiría
dar cuenta del funcionamiento muy peculiar de la modalización resultante.
e
Modulaciones, modalizaciones y aspectualizaciones
La preeminencia del incoativo en Capitale de la douleur, que hemos
interpretado como la manifestación de una valencia, tomaría aquí todo
su sentido: señalaría el dominio de un prototipo del querer, la modulación "abriente" y su efecto de "apuntar hacia un objetivo", que en esa
recopilación aparece muy explícitamente como una resistencia a la ne. cesidad. De manera más general, al entrar en el texto por vía de sus variaciones o de sus elecciones aspectuales, es posible reconocer formas
dominantes de la tensividad; en la medida en que esas elecciones defi-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
35
nen un cierto modo de acceder a la significación para el sujeto epistemológico y al valor para los sujetos narrativos -como sucede con el incoatiiVO en Éluard-, es posible considerar que manifiestan los que podrían
s~r llamados "estilos semióticos": la agitación del inquieto, la vacilación
del veleidoso, el estilo "agresivo" del voluntarista, son otras tantas manifestaciones aspectuales de la manera en que la significación y el valor
advienen en diferentes tipos de discursos o para cada uno de los sujetos
así caracterizados. Desde otro punto de vista, en ausencia de una manifestación directa o indirecta de las modalizaciones, el examen de la selección de los aspectos dominantes permite plantear la existencia de tal
o cual modulación dominante en el nivel profundo, que habría sido convocada prioritariamente por la puesta en discurso. Al suponer que esta
modulación es predominante, resulta posible sospechar y prever que la
organización modal, en caso de que exista en inmanencia, deberá ser
afectada u orientada en consecuencia. De esta manera, la vacilación,
que remitiría a una modulación a la vez abriente y suspensiva, permitiría prever una definición compleja del querer (querer y no querer) e incitaría a buscar en la manifestación discursiva sus eventuales huellas
específicas. Igualmente, la agitación, como forma aspectual superficial,
revela una forma peculiar de modulación suspensiva: la que la pura
oscilación de las tensiones produce, el equilibrio imposible entre la fusión y la escisión. Es posible interpretar este equilibrio inestable como
la coexistencia- de dos modulaciones cuyos efectos se anulan: por ejemplo, una modulación abriente y una modulación clausurante o, también,
una modulación cursiva y una modulación puntualizante; en esa circunstancia, uno se vería incitado a plantear la hipótesis de la existencia, en
el nivel narrativo, de una confrontación modal, ya sea entre querer y
saber, ya sea entre poder y deber; en uno y otro caso, se delinearían los
contornos de la inquietud o de la angustia. Por otro lado, parece ser que
este procedimiento de descubrimiento es el mismo que utilizan, intuitivamente o con otros instrumentos de investigación, los psiquiatras,
cuando infieren una disposición psíquica de tipo modal o pasional (cf. la
angustia o el componente ansioso de la depresión) a partir de la forma
aspectual o superficial de un comportamiento (cf. la agitación). Las tres
instancias: modulación, modalización y aspectualización, distribuidas
respectivamente en la tensividad fórica, el nivel semionarrativo y lamanifestación discursiva propiamente dicha, constituyen en cierto modo el
triángulo teórico cuyo valor heurístico nos esforzamos por demostrar.
Regresando a la tensividad fórica, el número de modulaciones posibles para el devenir es actualmente indefinido; probablemente lo es por
definición: por una parte, las escasas formas que hemos sugerido y parcialmente ilustrado no agotan los posibles casos de figura, y por la otra, ya
que permanecemos en un modo continuo, la lógica de las aproximaciones
36
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
y los traslapas que rige en ese nivel acepta tantos tipos mixtos o intermedios como se quieran imaginar. Está claro que, si hemos identificado prio. ritariamente las modulaciones abriente, clausurante, cursiva y puntualizante, es a causa de la categorización modal que los seleccionará, de
acuerdo con un principio que examinaremos pronto, para integrarlos en el
nivel semionarrativo.
Por un mundo cognoscible
El
El discernimiento
El sujeto modalizado por la fiducia en el estrato fórico, cuyos rasgos principales acabamos de delinear, y asociado a las "sombras de valor" merced
a la protensividad, aún no es capaz de conocer el valor, únicamente puede
sentir la valencia, en particular bajo el modo de la apreciación estética.
Para conocer, es preciso primero negar. Cierto es que las "proformas:'
de objetos ya se le presentan, que las modulaciones del devenir introducen
ya una especie de "respiración" -¿un ritmo?, ¿un tempo?- en la protensividad, pero nada se encuentra categorizado todavía, nada presenta contornos discretos. La negación es la primera operación por medio de la cual
el sujeto se funda a sí mismo como sujeto operador y funda al mundo
como cognoscible. En cierta manera, se trata de una especie de disjunción:
la primera era la disjunción con respecto a la necesidad óntica como efecto
del azar; la segunda es una disjunción con respecto a la modulación continua de las tensiones y a un mundo de valores no cognoscible. Esta
negación se analiza en dos tiempos.
El primer gesto es un acto puro, el acto por excelencia: un discernimiento. El sujeto operador discierne una posición que delimita la zona de
una categoría a partir de una sombra de valor; este discernimiento es él
mismo una negación, o más bien una aprehensión, una incautación, una
interrupción de las fluctuaciones de la tensión. En efecto, el mundo como
valor se ofrecería todo entero al sentir del sujeto tensivo; pero; para conocerlo, es necesario detener el flujo continuo, es decir, generalizar la "clausura" -se trata, pues, del origen de la primera negación-, delimitar una
zona, discernir un lugar, es decir, negar lo que no es ese lugar. 4 Así, en
Proust, antes de escuchar la frase de Vinteuil, Swann es un individuo
4
Esta concepción del advenimiento de la significación, en cierta forma, es un eco de la
que ha sido desarrollada por R. Girard en Des choses cachées depuis la fondation du monde
(Grasset, 1978); a partir de la indiferenciación natural y de la propagación de la violencia
social, la cultura y la significación emergen merced a la elección de un chivo expiatorio. Ahí
también se trata de un discernimiento-negación que, según Girard, erige al primer significante cultural.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
37
común, sin ideal ni proyecto, que subsiste intelectual y afectivamente de
pequeñas cosas, que vaga en un mundo insignificante; la frase de Vinteuil
es la figura de ese sujeto operador liminar, ya que efectivamente ella va a
determinar un lugar, a delinear en su espíritu la zona en la cual, como
escribe Proust, el nombre de Odette se inscribirá:
De sorte que ces parties de l'áme de Swann ou la petite phrase avait effacé le souci
des intéréts matériels, les considérations humaines et valables pour tous, elle les
avait laissées vacantes et en blanc, et il était libre d'y inscrire le nom d'Odette. 5
[De modo que aquellas partes del alma de Swann en las que la frasecita había borrado la preocupación por los intereses materiales, por las consideraciones
humanas y corrientes, ella las había dejado vacías, en blanco, y Swann podía
inscribir ahí el nombre de Odette.J
El segundo gesto, que sólo es la otra faz del primero, es una contradicción, la negación en sentido categorial. El discernimiento-negación aplicado a una sombra de valor no puede instalar más que a no-S 1, primer término del cuadrado semiótico. En efecto, el sujeto tensivo, transformado en
sujeto operador mediante esta disjunción, no puede discretizar sino sombras de valor, de las que se encuentra separado merced a la escisión: no
tiene otra cosa que "discernir" más que la ausencia. Dicho en otros términos, para hacer advenir la significación y estabilizar la tensividad, el sujeto operador no tiene otra solución que categorizar la pérdida del objeto, y
ésta es la razón por la que la primera operación discreta es una negación;
no es sino bajo esta condición que, en virtud de la introducción de lo discontinuo en lo continuo, el sujeto podrá conocer el objeto detrás de las
sombras de valor. Sin la contradicción, el discernimiento no determinaría
más que una pura singularidad en el continuo tensivo y fracasaría en su
intento de hacer advenir la significación; es así como, después de haber
aparecido como "singular" e irreductiblemente individual, la frase de
Vinteuil se delinea como una red de contrastes, de negaciones internas
-para ser conocida y reconocida-, y terminará por ser el signo de una
ausencia, una ausencia de cuya existencia Swann no tenía idea anteriormente y a partir de la cual su vida volverá a tomar sentido.
De hecho, es fácil justificar el discernimiento, si se piensa en lo que
puede sucederles al sujeto tensivo y a sus valencias: una vez confirmada y
sostenida como devenir, la escisión actancial y la distribución de las tensiones se equilibran globalmente. Así, se llega a una fase de equilibrio en
la que la dinámica interna de la foria choca contra la estabilización del
devenir. En ese momento, se presenta una alternativa: o bien la fiducia
5 A la recherche du temps perdu, t. I, Du cóté de chez Swann, París, Gallirnard, Bibliotheque de la Pléiade (Un amour de Swann, p. 237).
38
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
triunfa y, con ella, la tendencia a retornar a la fusión, o bien la protensividad del sujeto se convierte en acto y ese sujeto deviene sujeto operador;
una evolución como ésta se inscribe en la definición misma del devenir, ya
que la conservación de un desequilibrio "positivo" no puede llevar más que
a su acentuación y, en último término, a una estabilización. En última
instancia, la confirmación de la escisión de alguna manera adopta la
forma de un reconocimiento -que funda lo cognoscitivo- de la separación
entre el mundo y el sujeto.
ª' La categorización
En consecuencia, el cuadrado semiótico, o cualquier otro modelo que
ocupe su lugar en el recorrido generativo, instala una racionalidad significante en el lugar en que se suponía la existencia, como "horizonte del ser",
de una simple necesidad. Por el contrario, a manera de ejemplo, la emoción estética parece difícilmente discretizable: o el mundo se encuentra
"marcado" estéticamente o no lo está; puede estar más o menos estetizado
bajo un modo continuo, pero entonces escapa al juego de las diferencias
semióticas categoriales. En cambio, la protensividad "blanda" de La chute
se ve acompañada por una suspensión universal de las diferencias: somos
todos iguales, todos culpables, no hay valor en sentido axiológico ni valor
en sentido estructural.
Esta manera de engendrar las estructuras elementales de la significación permite entender al mismo tiempo su papel estabilizador. Mediante el discernimiento-negación, el sujeto operador suscita una nueva mag-.
nitud: la categoría, que es como una respuesta a la solicitud de unidad
que proviene de la necesidad originaria. Pero ahora esta unidad es una
red de relaciones estables en la que la composición de las contradicciones,
de las contrariedades y de las implicaciones, al tiempo que fragmenta la
categoría en varios términos, les proporciona una imagen totalizante y,
sin embargo, en devenir. Las estructuras elementales de la significación
logran reconciliar un principio de evolución por medio de una sintaxis
dialectizante y una forma categorial de la totalidad. De esta manera,
mediante la instalación de relaciones dialécticas y discontinuas entre la
categoría y sus términos, se ve resuelta la tensión entre lo "und' y lo
"múltiple".
Por otra parte, la discretización transforma el devenir en un sucesión
de disjunciones y de conjunciones discontinuas. El primer discernimiento,
seguido por las operaciones constitutivas de la estructura elemental,
transmuta las modulaciones en una sucesión de "antes" y "después", en
una sucesión de fases y de umbrales de fases. Desde esta perspectiva, los
estados y las transformaciones serán definidos respectivamente en este
nivel como las zonas aisladas por el discernimiento en el desarrollo orien-
39
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
tado del devenir y como los caminos que llevan de un estado a otro. De
acuerdo con lo anterior, la sintaxis elemental no se añade ulteriormente a
las estructuras elementales de la significación, sino que proviene de la
resolución misma del sincretismo; en especial, es posible notar que, si la
estructura elemental proviene de un discernimiento de las "sombras de
valor", es decir, de las valencias que se dibujan sobre el fondo de la fiducia, la sintaxis elemental de los estados y de las transformaciones proviene, ella, de un discernimiento de las fases de la protensividad. Este mismo
procedimiento, esta "aprehensión-interrupción" que hemos identificado
como el primer acto negador y fundador, es susceptible de engendrar simultáneamente, con una simple variación de su alcance, la categoría y su
sintaxis: una aprehensión de alcance local en el primer caso, una aprehensión del efecto'dinámico global en el segundo.
LA SINTAXIS NARRATIVA DE SUPERFICIE:
LOS INSTRUMENTOS DE UNA SEMIÓTICA DE LAS PASIONES
Una vez llegados a este nivel de la sintaxis narrativa propiamente dicha,
estamos en posibilidad de definir los instrumentos conceptuales que son
utilizables directamente en el análisis de las pasiones.
Las estructuras modales
Puesto que la discretización interviene en la modulación de las tensiones en devenir después de que ésta ha operado, en consecuencia, es posible aplicarla a los resultados de esa modulación. Este procedimiento convierte, en especial, las modulaciones obtenidas por la "demarcación"
(abriente, clausurante, cursiva y puntualizante) en categorías modales. 6
Si se acepta que el discernimiento debe confirmar y estabilizar la
6
C. Zilberberg intenta conciliar la tensividad y la categorización al reunir en un mismo
cuadrado semiótico cuatro formas tensivas que se parecen en mucho a las modulaciones del
devenir:
CONTENSIVO
'
EXTENSIVO
(= puntualizante)>< (=cursivo)
RETENSIVO
(= clausurante)
~' Dl;iTENSIVO
(= abriente)
Seductora en muchos sentidos, esta opinión sin embargo no es compatible con nuestra
descripción del nivel profundo: si las formas tensivas son categorizables es porque están
estabilizadas y, en consecuencia, ya no son tensivas; quizá no sea más que una cuestión de
formulación.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
40
escisión, resistir a la necesidad óntica y proceder por negación, entonces la
primera operación modalizante consiste en una negación del deber por el
querer. Acto seguido la categoría modal se despliega como un cuadrado
semiótico.
s1: DEBER
(cf. puntualizante)
NO-s 2: SABER
(cf. clausurante)
s2: PODER
(cf cursivo)
N0-8 1: QUERER
(cf. abriente)
De este modo se obtienen dos ejes modales: el de las modalizaciones
exógenas, modalizaciones del sujeto heterónomo (deber us poder) y el de
las modalizaciones endógenas, modalizaciones del sujeto autónomo (saber
us querer). También aparecen dos esquemas modales: el de las modalizaciones virtualizantes, modalizaciones del sujeto virtualizado (deber us
querer) y el de las modalizaciones actualizantes, modalizaciones del sujeto
actualizado (saber us poder). En consecuencia, las dos deixis aparecen
respectivamente como las modalizaciones "estabilizantes" (deber vs saber)
y las modalizaciones "mouilizantes" (poder us querer).
Sin embargo, no está de más recordar el sustrato tensivo de las organizaciones modales y la modulación que se halla en su origen. En primer lugar, la idea misma de hacer surgir las cuatro modalizaciones a partir de
una misma categoría modal no tiene sentido si esta categoría no ofrece un
contenido homogéneo -que en semántica estructural era llamado un "eje
semántico". Ahora bien, este contenido no es otro que el resultado de un
discernimiento que opera sobre la masa tímica; en otras palabras, y sin entrar en el detalle de la construcción teórica de las precondiciones epistemológicas, se podría decir que la masa tímica sobre la que se erige el sistema
modal encarna el contenido de la categoría modal. En segundo lugar, para
establecer la sintaxis modal de las configuraciones pasionales, será posible
eventualmente apoyarse en la modulación tensiva y en la interpretación
homogénea del conjunto de modalizaciones que tal modulación autoriza.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
41
El sujeto) el objeto y la junción
En las formulaciones anteriores, los diferentes términos y las diferentes
relaciones reveladas en el seno de la categoría modal se refieren esencialmente al sujeto y no al objeto o a la junción; esto no significa que la modalización no ataña al objeto y a la junción. Más bien, es todo lo contrario, ya
que, en el momento en que la categoría se di.scretiza, los sujetos y los objetos sintácticos de la junción aún no han sido constituidos. El único verdadero sujeto del que disponemos hasta entonces es el sujeto operador (el
del discernimiento); pero el único "objeto" que le puede ser atribuido es
aquel que él se da por medio del discernimiento; es decir, un conjunto de
relaciones en el seno de una categoría -el cuadrado semiótico como objeto
cognoscitivo formal-. Por lo demás, nos hemos enfrentado únicamente a
"cuasisujetos" y a "sombras de valor". Tradicionalmente, el sujeto y el objeto son considerados como indefinibles, como los términos finales de la
relación predicativa, concebida como "orientación" o "mira". En este punto
podría recordarse que la "mira" ya ha sido definida aquí como un "efecto"
producto del carácter unilateral y tensivo de la orientación y que, a ese
respecto, el sujeto y el objeto pueden ser considerados, en el espacio de la
foria, como efectos de segundo grado (efecto origen y efecto fin). El sujeto
operador, constituido como tal mediante un discernimiento, evacua las
modulaciones susceptibles de delinear las sombras de valor (las valencias)
y las remplaza por las estructuras elementales de la significación. A partir de ese momento, al tratar los diferentes términos discretos (8 1, N0-8 1,
8 2, N0-8 2) corno distintas formas de la junción (conjunción, no-conjunción,
clisjunción, no-disjunción), ese sujeto es capaz de recorrer de manera discontinua, en el seno de la categoría discernida, las estructuras elementales de la significación; esta descripción se conforma con el procedimiento
ele discretización del devenir que hemos propuesto antes. Pero, en tal caso, el objeto no será sino una forma sintáctica que se ofrece como diferentes posiciones propuestas al sujeto en el seno de la categoría y, en consecuencia, se definirá en ese nivel como un conjunto de propiedades sintácticas que aparecerán como simples coerciones impuestas al recorrido del
sujeto. El carácter "participativo" de un objeto sintáctico sería, por ejemplo, una de estas propiedades, ya que determina un tipo de junción.
Habría, pues, que suponer que, después del primer discernimiento,
por el ímpetu de una dinámica anterior, el nuevo sujeto operador prosigue un itinerario cuyo fin todavía no conoce: se puede admitir aquí que
la protensividad es recursiva y que, si bien el discernimiento detiene y
convierte las modulaciones, no por ello afecta a la orientación dinámica.
Los dos actantes sintácticos sujeto y objeto serían instalados a partir de
esta orientación dinámica recursiva: el primero como operador de las
fuerzas de transformación de una posición a otra, y el segundo como
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
42
conjunto de propiedades (las reglas del juego, de alguna manera) propias de cada una de las posiciones sucesivamente adoptadas. A partir de
ese momento, la modalización, surgida de las modulaciones del devenir,
se aplica prioritariamente a esas "reglas del juego" o a esas "propiedades" características de cada lugar ocupado por el sujeto, y no al sujeto
mismo. En efecto, al liberarse de las fluctuaciones de la foria en virtud
del primer discernimiento, el sujeto operador ya no se ve animado más
que por la "orientación dinámica" que se mantiene en ese nivel; en cambio, como se mostrará sin dificultad en el transcurso del análisis de la
avaricia y de los celos, las modulaciones subyacentes (por ejemplo, la
modulación "retensiva" en el caso del avaro) se vuelven a encontrar bajo
la forma de propiedades sintácticas que sobredeterminan tal o cual posición de la junción (una conjunción acumulativa con objetos indestructibles o una no-disjunción con objetos destinados a circular). En consecuencia, las valencias se ven parcialmente convertidas en propiedades
de los objetos sintácticos.
De la valencia al valor
La pregunta que aún subsiste es la de la formación de los objetos de valor.
En efecto, "valor" se emplea en semiótica con dos acepciones diferentes: 7 el
"valor" que subyace a un proyecto de vida y el "valor" en sentido estructural, tal como lo concibe Saussure. Conciliar esas dos acepciones permite
forjar el concepto de objeto de valor: un objeto que da un "sentido" (una
orientación axiológica) a un proyecto de vida y un objeto que encuentra su
significación en la diferencia, por oposición a otros objetos. De hecho, la
aparición del objeto de valor depende de lo que le suceda a las valencias.
La valencia es una "sombra" que suscita el "presentimiento" del valor; el
objeto sintáctico es una forma, un "contorno" de objeto comparable al que
proyecta frente a él el sujeto durante la percepción de la Gestalt y que es
codefinitorio del sujeto; el objeto de valor es un objeto sintáctico cargado semánticamente; pero -y he ahí la clave- la carga semántica descansa en
una categorÍzación surgida de la valencia misma. Está claro, por ejemplo,
que la frase de Vinteuil no propone, propiamente hablando, un objeto de
va~or: primero designa una valencia, por discernimiento, y después, a par-
Cf. J. Petitot, "Les deux indicibles, ou la sémiotique face a l'imaginaire comme chair",
en Parret y Ruprecht (comps.), Exigences et perspectiues de la sémiotique, Amsterdam,
Benjamins, 1985. Si nos atenemos, como Petitot, únicamente a la confrontación entre esas
dos acepciones de "valor", efectivamente existe una "aporía"; pero ello equivale a olvidar la
valencia, el "valor de los valores" que rige so capa simultáneamente el engendramiento del
valor en el seno de la categoría y el del valor en el objeto al cual apunta el sujeto.
7
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
43
tir de esa valencia, un tipo de objeto sintáctico se delinea como ((válido para
el sujeto", sin que se pueda saber todavía cuál es su vertimiento semántico.
Swann trouvait en lui, dans le souvenir de la phrase qu'il avait entendue,[ ... ] la
présence d'une de ces réalités invisibles auxquelles il avait cessé de croire et
auxqu.elles, comme si la musique avait eu sur la sécheresse morale dont il souffrait une sorte d'influence élective, il se sentait de nouveau le désir et presque la
force de consacrer sa vie. 8
[Swann encontró en él, en el recuerdo de la frase escuchada, [... ] la presencia de
una de esas realidades invisibles en las que había dejado de creer y, como si la
música hubiera tenido una especie de influencia electiva sobre su resequedad
moral, sentía de nuevo el deseo y casi las fuerzas de consagrar a ellas su vida.]
Una vez instaladas esas determinaciones, cualquier contenido semántico puede ocupar el lugar así definido, con tal de que sea conforme a la
valencia; para Swann será el amor, y ese amor satisfará las condiciones
planteadas por la frase de Vinteuil. Si, semánticamente hablando, el sujeto sintáctico puede ser definido por el valor al que apunta, es porque ese
valor obedece a los criterios impuestos por la valencia, que -como ya se
vio- también controla las propiedades sintácticas de las posiciones ocupadas por el sujeto. Respecto de esta cuestión, de algún modo sería posible
decir que el sujeto y el objeto se seleccionan recíprocamente: el sujeto,
porque impone protensivamente propiedades sintácticas selectivas al
objeto, y el objeto, porque semantiza al sujeto, siendo la valencia el criterio regulador de este encuentro.
El vertimiento semántico reconocido como conforme a la valencia recibe entonces recursivamente las "atracciones/repulsiones" propias de la
foria, las que, polarizadas esta vez, constituyen una axiología.
Las estructuras actanciales
En el momento en que el nivel narrativo toma a su cargo a los actantes
sujeto y objeto obtenidos en la etapa anterior, éstos se convierten en "protoactantes" susceptibles de ser proyectados a su vez en el cuadrado
semiótico y de ser tratados como categorías. El principio de esta categorización del protoactante es bien conocido y permite obtener cuatro posiciones principales:
8
Op. cit., p. 211.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
44
ACTANTE
NEGANTIACTANTE
ANTIACTANTE
NEGACTANTE
De este modo es posible engendrar los modelos actanciales que sirven
para escenificar las estructuras polémico-contractuales. Su aparición
responde, en cierta manera, a la primera "puesta en marcha del sentido",
ya que la separación entre el "cuasisujeto" y la "sombra de valor", que es
interpretada como la emergencia de la fiducia y la protensividad, podría
perfectamente ser atribuida a la intervención de una forma de adversidad
-aún no es posible hablar de antisujeto en ese nivel. En la medida en que
hemos detectado tendencias cohesivas y tendencias dispersivas que pueden ser consideradas favorables o desfavorables al advenimiento de la significación, el principio mismo de una cohabitación indecisa de las estructuras contractuales y de las estructuras polémicas estaría ya en marcha
en el seno de la foria. En el nivel de las estructuras semio-narrativas, el
principio polémico adoptará dos facetas diferentes: o bien los sujetos
apuntan al mismo objeto de valor y -en la medida en que comparten el
mismo sistema de valores- se encuentran en competencia; o bien, en sus
programas narrativos se encuentran incorporados sistemas de valor diferentes y, por ello, en conflicto. Además, J. Petitot ha sugerido, apoyándose
en los diferentes estratos de la catástrofe de conflicto, que la contrariedad
entre dos términos de una categoría puede funcionar como relación polémica entre sujeto y antisujeto o como diferencia entre dos objetos.
Es preciso distinguir dos problemas diferentes. El primero es el de la
aparición, en el recorrido generativo, de las relaciones polémico-contractuales en cuanto tales; el espacio fiduciario evocado anteriormente proporciona un punto de partida adecuado a la comunicación contractual de los
objetos. Para explicar la aparición de las relaciones polémicas, sería conveniente una modulación del devenir que afectara a la fiducia, en especial
si se admite que la escisión de lo "uno" puede engendrar tanto la pareja
"sujeto/objeto" como una pareja de "intersujetos" en la que el juego de las
atracciones/repulsiones prefiguraría las estructuras polémico-contractuales. Esta hipótesis es interesante en más de un sentido. En primer
lugar, esclarece un fenómeno frecuentemente descrito pero rara vez explicado que se refiere a la transformación de los objetos en sujetos: el objeto
45
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
se transforma en sujeto porque resiste, se sustrae, rechaza al sujeto de la
búsqueda, mediante una especie de proyección sobre el objeto de los "obstáculos" que el sujeto encuentra: el antisujeto de algún modo reside en la
figura-objeto, especialmente para un sujeto apasionado. Si la conversión
objeto-1sujeto se ve acompañada por un efecto polémico, se debe aparentemente al retorno a la escisión tensiva y al estado de "intersujetos"
que este retorno supone. Acto seguido, esto permite dar cuenta de uno de
los aspectos del segundo problema que evocábamos poco antes.
El segundo problema es aquel del cual tratábamos aquí mismo_, a
saber: la categorización de los protoactantes y, como consecuencia, la categorización de las estructuras polémico-contractuales. Por el momento,
esta última categorización se erige de la siguiente manera:
COLUSIÓN
ANTAGONISMO
[gJ
CONTRATO
CONCILIACIÓN
POLÉMICA
DISCORDIA
La cohabitación de las estructuras contractuales y de las estructuras
polémicas es constante y a veces determinante, entre otras partes, en el
universo pasional; en efecto, muchas pasiones aparecerán como la habilitación de una zona contractual en un universo polémico: por ejemplo, la
"emulación", que se presenta corno un paréntesis contractual y un fair
play 9 acompañado eventualmente por una recompensa, dentro de un
campo de rivalidades; otras pasiones, por el contrario, confirman la irrupción de la polémica en un universo contractual: esto sucede con la cólera,
que suscita una frustración a partir de un horizonte contractual y pacífico. Engarces como éstos, entre lo polémico y lo contractual, que de alguna
manera hacen la vida soportable, entre una paz sin peripecias y un desgarramiento incontrolable, podrían ser descritos como el resultado de una
aspectualización producto de la discursivización, pero no es posible explicarlos sin volver a examinar algunas modulaciones de la tensividad fórica.
En efecto, si se acepta que las estructuras polémico-contractuales son
prefiguradas durante la escisión y la primera puesta en marcha del sentido, entonces es posible comprender que obedecen a la lógica de las aproximaciones y ele los traslapas. Fácilmente se puede mostrar que una pasión
como es el "conservadurismo" de las novelas del siglo XIX, en particular las
ele Balzac y Stendhal -y no únicamente en las novelas-, al oponer resis9
En inglés en el original [T.].
46
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
tencia (una "desaceleración") al flujo del devenir político e histórico, suscita una zona conflictiva a partir de esta modulación retensiva de la que
nacerán todos los antagonismos políticos y sociales. Esta visión de las
cosas, que toma indirectamente de Br0ndalla idea del término complejo,
supondría, en el seno mismo de las estructuras polémico-contractuales,
una forma mixta que obedece a dominancias variables; en la medida en
que las variaciones de la dominancia se llevan a cabo obligatoriamente de
modo continuo, merced a un incremento de influencia de un término que
es correlativo a la disminución de la influencia de otro término, estas
variaciones confirman su anclaje en las modulaciones tensivas de la foria.
A la luz de estas observaciones, el sistema (categorial) de lo polémico-contractual podría ser pensado de nuevo como una serie de desigualdades en
la que cada posición sería entendida ~amo un nuevo equilibrio en las
va.riaciones de dominancia; en consecuencia, el recorrido en el cuadrado
sería concebido como una sucesión de inversiones de· dominancia entre las
formas polémicas y las formas contractuales.
En lo que se refiere al protoactante objeto, éste refleja la categorización de los sistemas de valor: después de la binarización de la foria,
las "sombras de valor" marcadas por la euforia y la disforia son proyectadas en el cuadrado semiótico. En la relación entre el sujeto tensivo y las
valencias no tenía sentido distinguir "antiobjetos" y "no objetos", en la medida en que en ese nivel el objeto no era más que un contorno vago; pero,
después de la categorización, la multivalencia de los objetos se revela y
hace aparecer "buenos" y "malos" objetos; éstos reciben por ese hecho una
polarización independiente de la atracción y de la repulsión característi- ·
cas del sentir que el sujeto proyecta delante de sí merced a la protensividad. Sin esta objetivación de las valencias producto de la euforia y la disforia, el sujeto sólo conocería, a lo largo de su recorrido narrativo, zonas
valorizadas por él y para él, zonas sentidas como atrayentes o repulsivas
pero incapaces de acceder al estatuto de una axiología autónoma. Muchas
historias pasionales se limitan a un recorrido de los avatares del objeto:
así, cuando el narrador de A la recherche du temps perdu se plantea
desposarla, Albertine se transforma en un "no objeto", fuente de aburrimiento y hastío que se piensa abandonar; después, a raíz de la revelación
de las relaciones entre Mlle. de Vinteuil y su amiga, se convierte en un
".antiobjeto" del que no es posible separarse más: un sufrimiento -leemos
en ese ·momento- bastó para acercarla al narrador, más bien, para
"fundirlo" con ella. En ese caso, la categorización tímica parece ser independiente tanto de la junción como de la atracción/repulsión. Efectivamente, aun cuando es explícitamente disfórico, este antiobjeto -la amiga
de las lesbianas- es atrayente y reanima la protensividad del sujeto: es la
paradoja del amor que renace. En otros términos, la independencia adquirida de las axiologías permite varios niveles de modalización, con ries-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
47
go de que el sujeto se encuentre frente a dilemas insolubles: en nuestro
ejemplo, la junción sigue obedeciendo a una modalización del objeto sintáctico a la que una "valencia" sirve de base (es decir, un "hay algo que
vale la pena de ... "), mientras que la axiología modaliza el objeto de valor
como disfórico.
Todo sucede como si el recorrido generativo de la significación obedeciera a la vez a reglas acumulativas y mnésicas; en efecto, cuando
sobreviene el siguiente nivel, el procedimiento generativo no "olvida" las
propiedades del nivel anterior, así como tampoco las propiedades del nivel
recientemente alcanzado anulan las propiedades del nivel anterior. La
categorización del objeto de valor no impide que las lógicas de las aproximaciones y ele los traslapas preexistentes continúen haciendo sentir sus
efectos; de esta manera, muchos objetos de valor categorizados bajo ciertas condiciones guardan cierto gTado de ambivalencia. Por ejemplo, en el
discurso de los médicos generales con respecto a la diabetes, el "azúcar"
puede perfectamente aparecer en un programa de nutrición como un objeto positivo, eufórico, y como un objeto negativo, verdadero veneno -origen
ele la diabetes-, en un antiprograma de "desnutrición". Ya que, para el
caso, en el nivel del discurso todo es cuestión de medida (para el objeto
positivo) y de exceso (para el negativo), el cambio de estatuto es gradual y
continuo; pero el exceso y la mesura no son propiedades intrínsecas del
objeto, puesto que el efecto positivo o negativo del objeto está de hecho en
función de la sensibilidad (fisiológica) de los sujetos. Estaríamos tentados
ele acercar este funcionamiento al de algunos brebajes mágicos que lo
mismo pueden decuplicar las facultades del héroe que los absorbe que
destruir a aquellos que no son dignos o que no son los destinatarios predestinados. El objeto, eufórico en cuanto tal, es sin embargo nefasto para
el sujeto: la ambivalencia no proviene aquí del término complejo, ya que
las dos moelalizaciones no pertenecen al mismo nivel; una afecta al objeto
mismo y la otra a la junción con el sujeto. No es posible dar cuenta de esta
ambivalencia sin suponer que, por una parte, el discurso manifiesta a la
vez los resultados ele la categorización y de la objetivación de los sistemas
ele valor y, por otra parte, las valencias que definen el valor del "mundo
para el sujeto".
Los sujetos modales
En el proceso de complejización progresiva en que ahora estamos involucrados, la recursividad de las operaciones es determinante: cada nueva
conversión (discernimiento, discretización, categorización, etc.) se aplica a
los resultados anteriores y de este modo multiplica las categorías o magnitudes subyacentes; por eso las modalizaciones afectan a los actantes, en
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
48
particular al sujeto, mediante las modalizaciones del objeto y de la junción.
Para empezar, se distinguirá un sujeto propio para cada tipo de enunciado
narrativo: un sujeto de estado y un sujeto de hacer, según si las junciones
son consideradas como resultado o como operación, como "fase" o como "camino". Desde ahora se planteará como principio, a modo de hipótesis de
trabajo, que las pasiones atañen, en la organización de conjunto de la teoria, al "estar-ser" del sujeto y no a su "hacer", lo que por supuesto no significa que las pasiones no tengan nada que ver con el hacer y con el sujeto
de hacer, aunque sólo sea porque también este último conlleva un "estarser" que es su competencia. El sujeto afectado por la pasión será, pues,
siempre, en última. instancia, un sujeto modalizado según el "estar-ser", es
decir, un sujeto considerado como sujeto de estado aun si por otro lado es
responsable de un hacer: la cuestión ya había sido planteada y la habíamos
remitido a la distinción entre estados de cosas y estados de ánimo y habíamos propuesto reconocer un procedimiento de homogeneización, que funda la pasión y descansa en la mediación del cuerpo sintiente-percibiente.
" La pasión y el hacer
No por ello se olvidará que la pasión del sujeto puede ser resultado de un
hacer, ya sea del mismo sujeto -como en el "remordimiento"-, ya sea de
otro sujeto -como en el "furor''-, y que también puede desembocar en un
hacer, que los psiquiatras llaman "paso al acto": es así como, por ejemplo,
el "entusiasmo" o la "desesperación" programan en la dimensión patémica
un sujeto de hacer potencial, sea para crear o para destruir. La pasión
misma, en tanto aparece como un discurso en segundo grado incluido en el
discurso, puede ser considerada por sí misma como un acto, en el sentido
en que se habla de un "acto de lenguaje": el hacer del sujeto apasionado no
deja de recordar el del sujeto discursivo, al que dado el caso puede sustituir; es entonces cuando el discurso pasional, encadenamiento de actos
patémicos, interfiere con el discurso que lo acoge -la vida en cuanto tal, de
alguna manera-, lo perturba e influye. Además, la pasión misma se revela
en el análisis como constituida sintácticamente por. un encadenamiento de
haceres: manipulaciones, seducciones, torturas, búsquedas, escenificaciones, etc. Desde este punto de vista y en este nivel de análisis, la sintaxis
pasional no se comporta en modo distinto a la sintaxis pragmática o
cognoscitiva; toma la forma de programas narrativos, en los que un operador patémico transforma estados patémicos. Las dificultades comienzan
cuando se examinan las interferencias entre las diferentes dimensiones.
e
El ser del hacer
Regresando a las modalizaciones propiamente dichas y a los sujetos de
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
49
estado susceptibles de ser afectados por la pasión, se distinguirán dos
clases de ellas. Algunos sujetos son modalizados en función de los valores
modales vertidos en los objetos, de acuerdo con un procedimiento que ya
hemos evocado; otros más serán modalizados con vistas al hacer, a título
de competencia. Esta distinción ya ha sido identificada hace tiempo merced a la oposición terminológica entre competencia modal y existencia rnoda.l. Está claro, por ejemplo, que el sujeto de la "envidia" es un puro sujeto
de estado que no se transforma en sujeto modal más que por medio del
querer-estar-ser vehiculado por el mismo objeto de valor o incluso, eventualmente, por intermedio de un rival; para comprender la "envidia" no es
necesario apoyarse en una competencia stricto sensu. En cambio, la
descripción de la "emulación" no pu~de prescindir de alguna representación del hacer y de las modalidades necesarias para llevarlo a cabo: el
émulo no es un sujeto modal más que en razón del programa particular en
el que interviéne y es puesta en duda su competencia. Sin embargo, en
virtud del procedimiento de homogeneización ya contemplado, siempre es
posible traducir las modalizaciones del segundo tipo en términos del
primero; en efecto, la "emulación" instala un querer-hacer-"igual o mejor
que el otro"; pero este querer-hacer proviene de un querer-ser-"aquél o
como aquel que hace", es decir, proviene de una identificación con cierto
estado modal ajeno; en otros términos, la emulación no tiene como finalidad la reproducción de un programa del otro, sino la reproducción de la
"imagen" modal que proporciona el otro al cumplir con su programa,
cualquiera que éste sea: de este modo, un "estado de cosas", la competencia del otro, se ve convertido en un "estado de ánimo", la imagen modal a
la que -en sí misma apunta el sujeto de la emulación.
En el marco de la semiótica de las pasiones, nos vemos pues invitados
a considerar, al lado de la modalización del sujeto por intermedio del objeto o de la junción, la modalización del sujeto por intermedio del programa
de hacer en el que se involucra. La pasión atañe, pues, cualquiera que sea
el sujeto de primer rango involucrado, sea sujeto de estado o sujeto de
hacer, a un sujeto de segundo rango) el sujeto modal que de ella deriva.
Tanto en un caso como en otro, la carga modal evoluciona, ya sea en función de los avatares sucesivos de la junción, ya sea en función del grado ele
avance en el programa; de hecho, el sujeto modal aparece como una serie
de identidades modales diferentes; de este modo, el sujeto cambiará de
equipamiento modal y recorrerá una serie de identidades modales transitorias, de acuerdo a si el objeto es modalizado como "deseable", "útil" o
"necesario". Es posible representar esta serie de la siguiente manera:
donde "1, 2, 3, ... n" representan las sucesivas cargas modales. Estos suje-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
50
tos modales son necesarios para establecer las transformaciones modales
que nos veremos obligados a postular dentro de las configuraciones
pasionales.
• Modos de existencia y simulacros existenciales
Por otro lado, en semiótica narrativa se reconoce una serie repertoriada
de roles del sujeto que caracterizan a ·los diferentes modos de existencia
del actante narrativo en el transcurso de las transformaciones. En su
empleo más común, esta serie se limita a tres roles, fundados cada uno en
un tipo de junción:
sujeto virtualizado (no conjunto)
1
sujeto actualizado (disjunto)
j,
sujeto realizado (conjunto)
Sin embargo, si se toman en cuenta los diferentes términos susceptibles de ser construidos a partir de la categoría de la junción, se reconoce
la existencia de una cuarta posición que no aparece en el inventario de los
modos de existencia:
CONJUNCIÓN
NO DISJUNCIÓN
DISJUNCIÓN
NO CONJUNCIÓN
Como los modos de existencia del sujeto de la sintaxis superficial se
definen en función de su posición en el seno de la categoría de la junción,
es posible considerar que también la ''no disjunción" define una posición y
un modo de existencia del sujeto no señalados hasta ahora. En la medida
en que es producto de la negación de un sujeto actualizado y en que el
sujeto realizado lo presupone, se propone denominar a ese rol "sujeto
potenciado". Al respecto, se plantean dos preguntas.
La primera nos obliga a efectuar un retorno: se refiere al uso que es
posible hacer de este término así como de la noción que abarca en la economía general de la teoría. En efecto, desde la perspectiva de una teoría
semiótica considerada como un recorrido de construcción de la existencia
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
51
semiótica, los modos de existencia caracterizan a las diferentes etapas de
esta construcción y señalan los hitos en el recorrido del sujeto epistemológico, desde el nivel profundo hasta la manifestación discursiva. Bajo esta
perspectiva epistemológica, el sujeto del discurso puede ser llamado "realizado", aun si el sujeto narrativo todavía se encuentra "actualizado" y el
sujeto operador de las estructuras elementales de la significación se encuentra "virtualizado". Como consecuencia de las tentativas de instalar y
conceptuar un nivel anterior al de las estructuras elementales de la significación, es tentador reservar el rol de "sujeto potencializado" al sujeto
tensivo que aparece en el espacio de la foria. Este "casi sujeto" es ciertamente del orden de lo potencial, susceptible de ser convertido en sujeto
virtualizado/actualizado mediante una doble negación-discernimiento y,
simultáneamente, de ser convocado directamente durante la discursivización para realizar al sujeto discursivo apasionado. Pero esta afectación
no deja de plantear problemas ya que, al situarse entre el sujeto actualizado y el sujeto realizado en la sintaxis establecida a partir de la categoría de la junción, el sujeto potencializado tomaría su lugar al inicio del
recorrido, antes que el sujeto virtualizado. Regresaremos a esta dificultad
más adelante.
La segunda pregunta se refiere a la relación con los sujetos modales
anteriormente definidos. Está claro que los modos de existencia del sujeto
de la sintaxis narrativa de superficie no se confunden con los roles
modales evocados anteriormente, ni tampoco coinciden necesariamente
con ellos en el plano sintáctico. Se sabe, por ejemplo, que, en el momento
de convertir la sintaxis en sintaxis narrativa antropomorfa y en el momento de adquirir las competencias, el querer y el deber determinan al
sujeto narrativo '\rirtualizado" mientras que el saber y el poder determinan al sujeto "actualizado"; es preciso esperar la performance para verlo
"realizarse". Por falta de análisis concretos, no se ve claramente qué lugar
es posible asignar en ese recorrido al sujeto potencializado. Provisionalmente, se podría pensar que, antes de recibir el querer y el deber, el sujeto de la búsqueda es instaurado en el momento en que descubre la existencia de un sistema de valores, y que esta instauración previa haría de él
un sujeto potencializado. Pero, sea cual sea la solución adoptada, permanecería el hecho de que, a lo largo de ese recorrido, solamente dos modos
de existencia corresponderían a las modalizaciones "clásicas". Los otros
dos, el "sujeto potencializado" y el "sujeto realizado", parecen escapar a la
serie canónica de las cuatro modalidades. En consecuencia, sería posible
señalar que la instauración, que restablece el vínculo con el "presentimiento del valor", no es sin embargo extraña a la modalización, aunque
no fuera más que la de la fiducia, en cuyo caso nos encontramos frente al
creer. De igual manera, la performance no carece de efecto modal, ya que
el hacer puede ser captado en segundo gTado como ser del hacer; intuitiva-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
52
mente, ésta sería toda la diferencia entre un sujeto "actuante", sujeto de
hacer captado en primer grado, y un sujeto "activo", sujeto del ser del
hacer, captado en segundo grado; en otros términos, el sujeto llamado
"activo" es caracterizado en su estar-ser por la realización de la performance misma, caracterización que no conlleva ninguna consideración en
cuanto a la "competencia modal" propiamente dicha.
Estas breves observaciones permiten pensar que los sujetos pasionales no pueden ser definidos únicamente mediante las cuatro modalizaciones generalmente reconocidas, en especial en el marco de la competencia con vistas al hacer. Por ejemplo, se hablará de "hiperactividad" para
designar un estado modalizado que no debe nada específico al querer, al
saber, al poder, al deber o al creer, pero que no por ello deja de estar sensibilizado y de ser convocado, por ejemplo, como criterio de identificación
de una cierta forma de ansiedad.
Independientemente de las cargas modales definidas en términos de
las categorías modales (querer, poder, etc.), el sujeto apasionado es de
hecho susceptible de ser "modalizado" por los modos de existencia, lo que
equivale a decir que la junción en cuanto tal es una primera modalización.
Captado independientemente de toda configuración pasional, el modo de
existencia no hace sino traducir cierta etapa del recorrido de las transformaciones narrativas; pero, dentro de las configuraciones pasionales, se
vuelve modalizante para el sujeto. Examinemos brevemente, a manera de
ejemplo, la "humildad": ¿será considerado el "humilde" no competente, pobre o tonto por el hecho de juzgarse de buena gana "insuficiente"? 10 Sin
tomar partido en la discusión de ética religiosa, es posible señalar que la
humildad no reside en un modo de existencia característico de un estado
de cosas, sino en un modo de existencia característico de un estado de
ánimo; en otras palabras, para el humilde, sea pobre o rico, disjunto o conjunto, lo que importa es la disjunción en la que se representa y hacia la
que tiende.
Para distinguir entre los dos tipos de funcionamiento, convendría indudablemente designarlos de dos maneras distintas: reservando la expresión "modos de existencia" para lo que ha servido en semiótica hasta el
presente, llamaremos "simulacros existenciales" a las proyecciones del
sujeto en un imaginario pasional.
ca
Sujetos modales y simulacros existenciales
La relativa independencia de los simulacros existenciales y de las cargas
modales específicas no debe hacer olvidar el hecho de que es por medio de
las cargas modales que tales simulacros pueden constituirse. Por ejemplo,
10
El entrecomillado es nuestro [T.].
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
53
fuera de toda configuración pasional, un sujeto actualizado es un sujeto
disjunto, y esta disjunción se comprueba no solamente desde su punto de
vista, sino en el discurso-enunciado entero; pero, por ejemplo, en la
"aprensión", que conlleva un querer-no-estar, si el sujeto puede proyectarse como "actualizado" y disjunto, no es en función de un estado de
cosas, sino por la mediación de la carga modal del ''querer''; del mismo
modo, si en la "avidez" el sujeto puede ser representado como "realizado" y
conjunto, cualquiera que sea su ubicación en el estado de cosas y, por lo
tanto, cualqUiera que sea el modo de existencia efectivo que lo afecta, es
también por efecto de la carga modal. El examen de los simulacros existenciales modales nos conduce, pues, a otorgar un papel fundamental a
las cargas modales en la constitución de los imaginarios pasionales: al
insertarse entre el enunciado narrativo y su ejecución en el discurso, la
carga modal abre un espacio semiótico imaginario en el que puede desplegarse el discurso pasional. Bajo tal perspectiva, lejos de nacer de una
eventual psique de los sujetos individuales, los "imaginarios pasionales"
son el resultado de las propiedades del nivel semionarrativo, reconocido
generalmente como la forma semiótica del imaginario humano, en un sentido antropológico y no psicológico.
Por esta razón, uno ele los procedimientos para el análisis de las
pasiones será la confrontación entre las dos series, la de las identidades
modales transitorias y la de los simulacros existenciales. De hecho, la
carga modal principal que caracteriza a un sujeto apasionado no proporciona forzosa y directamente todos los simulacros existenciales que
requiere la interpretación de su recorrido; por ejemplo, un sujeto "aterrado" se caracteriza por un querer-no-estar, pero su recorrido imaginario
queda fundado en una conjunción (temida) con un anti-objeto, es decir, en
la imagen disfórica de un sujeto realizado; en el espacio imaginario abierto por la carga modal del querer, el estado virtualizado presupone un
estado realizado; por su parte, este ültimo se encuentra sobredeterminado
por un creer prospectivo, una espera disfórica que lo modaliza, y así sucesivamente. Además, la superposición de las dos series tendría una virtud
heurística.
Los simulacros
El surgimiento de un "imaginario modal" obliga a interrogarse en torno al
estatuto de la dimensión pasional del discurso. En efecto, en el seno del
discurso ele acogida la pasión hace presentes un conjunto de datos, tensivos y figurativos a la vez, como lo hace por ejemplo la nostalgia en una
situación que fue o que hubiera podido ser, o los celos en una situación
estereotipada, objeto de una fuerte aprensión, en la que se reúnen el obje-
54
LA EPISTEMOLOGÍA DE L.l\8 PASIONE:
to amado y el rival. En numerosos casos, es forzoso reconocer que lapa
sión es indiferente al modo de existencia efectivo que se asigna al sujet(
en el estado de cosas, en el momento de referencia en el discurso. La nos·
talgia y la añoranza de tiempos pasados que conlleva bien pueden invadiJ
a un sujeto perfectamente feliz.
<.1
Los simulacros modales
Es por ello que, en el marco de la semiótica de las pasiones, la instalación
de los sujetos modales debe ser acompañada por una teoría de los simulacros modales. Esta teoría puede darse perfectamente como punto de
partida de una observación más general, que consistiría en tomar nota de
la muy grande inestabilidad de los roles actanciales ·eri las configuraciones pasionales. Por ejemplo, en la pasión amorosa se ve al objeto amado transformarse en sujeto, lo cual es más notorio en el caso en que ese
objeto no es un ser animado, como en el relato fantástico o, más trivialmente, en las conductas fetichistas. También la curiosidad tiende a transformar su objeto en sujeto, incluso en antisujeto que se resiste, huye, se
esconde, etc. Tampoco faltan avaros que tratan a su "alcancía" como a un
sujeto, verdadero alter ego. En fin, en la pasión el objeto tendería a transformarse en comparsa-sujeto del sujeto apasionado. De ahí la hipótesis de
que, para describir la pasión, la única estructura generalizable sería la de
la intersubjetividad o, más precisamente, una estructura en la que toda
relación objetal abarcase una intersubjetividad potencial, una especie de
interactancialidad de contornos vagos. Con respecto a la avaricia, la cual.
se presenta obstinadamente como una pasión de objeto, como el prototipo
de la pasión solitaria, se intentará mostrar que, en realidad, comprende
una (des)regulación intersubjetiva y que lo que podría pasar como propiedades de los objetos no es más que un conjunto de reglas que funcionan
en el seno de una comunidad de sujetos.
La inestabilidad de los roles revela la disociación que existe entre dos
universos semióticos: el del discurso que acoge a la pasión y el de la pasión misma; para el avaro, su alcancía es "objeto" con respecto al primero
de ellos, y en el segundo se convierte en sujeto. Al ser proyectado en una
representación de segundo grado, el mismo sujeto apasionado puede verse
desdoblado en sujeto "efectivo" -manifestado como tal en el discurso de
acogida- y en sujeto de estado "simulado" en la configuración pasional.
Esta partición del sujeto en dos instancias es particularmente c1ara, entre
otras pasiones, en la "obstinación"; en ella, un observador exterior compara a un sujeto de estado efectivamente disjunto, con un sujeto pasional
cuyo simulacro es el de un sujeto realizado, y llega a la conclusión de que
existe heterogeneidad entre las dos instancias; sin embargo ello no impide
que, para el obstinado, la conjunción siga siendo un proyecto vigente, aun
LA EPISTEMOLOGÍA DE L.A.S PASIONES
55
cuando ésta parezca poco probable en el discurso de acogida. De una manera u otra, la semiótica de las pasiones debe dar cuenta de ese desdoblamiento imaginario. Está claro que el encajonamiento discursivo evocado aquí, aun si está acompañado por operaciones de desembrague y de
embrague, es una facilidad de presentación, ya que no se trata de una delegación enunciativa como otras, sino de un desdoblamiento específico. 11
La concepción de los sujetos modales como resultado, a la vez, de las
modalizaciones adquiridas a lo largo del recorrido generativo de la significación y de las modulaciones de la tensividad ofrece un principio de solución. De hecho, resulta que los efectos de la masa tímica en cuanto tal, al
tiempo que sufren una conversión categorial, continúan coexistiendo en el
discurso con el producto de esa conversión, en particular con la modalización propiamente dicha. Una de· las consecuencias de este remanente
tensivo es que conserva en el sujeto -el cual primero ha sido transformado
en sujeto operador y luego en sujeto sintáctico, sujeto de búsqueda y sujeto del discurso-la posibilidad de proyectar representaciones actanciales y
modales complejas -es decir, conserva, una vez más, la posibilidad de representarse como una estructura de lo mixto.
Esta posibilidad se manifiesta en el discurso por medio de una doble
convocatoria: por una parte, la convocatoria de las formas semionarrativas de la subjetividad y, por otra parte, la de las formas tensivas de la
actancialidad. De ahí el efecto que la metapsicología llama ''de internalización", el cual permite proyectar, a partir de un sujeto apasionado
aparentemente único y homogéneo, verdaderas "escenificaciones" pasionales que comprenden varios roles actanciales y varios sujetos modales en
interacción. A pesar de encontrarse determinados por las modalizaciones
de los sujetos de hacer y de los sujetos de estado, los sujetos modales
autónomos, tal como han sido definidos aquí, son los instrumentos del
desdoblamiento pasional.
1)
Los simulacros pasionales
Un::~. concepción como ésta no deja de tener consecuencias en la teoría de
la c6municación y de la interacción en su conjunto. Una vez reconocida la
existencia de los "simulacros", es posible optar por dos extensiones de
ellos. En una versión restringida, la que hasta ahora hemos evocado aquí,
11
Se podría apelar aquí a una teoría de los mundos posibles en la que, para el obstinado, la conjunción siguiera siendo conceoible incluso si ya no lo es en el mundo actual; pero
esto no nos dice nada de un mundo posible específicamente pasional. Tal desdoblamiento
evoca también al sclf [en inglés en el original], esa relación consigo mismo que la metapsicología considera determinante en los fenómenos pasionales; falta teorizar en términos
semióticos esta relación de sí consigo, ya que una importación conceptual no es fecunda sino,
precisamente, a condición de que deje de ser una importación.
56
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
se considera que el simulacro es una configuración que resulta únicamente de la apertura de un espacio imaginario como consecuencia de las
cargas modales que afectan al sujeto: los simulacros existenciales y los
cambios "imaginarios" de roles actanciales -es decir, todo lo que afecta a
la representación sintáctica de los enunciados de junción- constituyen las
principales propiedades de estos simulacros en sentido restringido. Estos
simulacros aparecen en el discurso como producto de desembragues localizados, con los que el sujeto apasionado inserta escenas de su "imaginario"
en la cadena discursiva; la confrontación de los enunciados desembragados y de los enunciados embragados puede dar pie a juicios de tipo veridictorio y epistémico. Pero, en ese caso, nos limitaríamos a dar una interpretación en términos de veridicción discursiva.
Con una versión más radical, que tendría el mérito de extraer todas
las consecuencias de las peculiaridades destacadas por el análisis de las
pasiones, podría ser puesto en tela de juicio el estatuto de los interlocutores o de los interactantes en la comunicación en general. Este cuestionamiento se plantea ya en parte cuando, en psicolingüística o en sociolingüística, se afirma que cada locutor construye su discurso e incluso
adapta su origen en función tanto de las "imágenes" que su interlocutor
le devuelve como de las que tiene de sí mismo. Extraer todas las consecuencias del análisis de las pasiones consiste en postular que toda comunicación es comunicación (e interacción) entre simulacros modales y
pasionales: cada quien dirige su simulacro hacia el simulacro de otro,
simulacros que todos los interactantes y las culturas a las que pertenecen han contribuido a construir. U na posición como ésta no hace sino
concretar las sugerencias hechas desde el nivel epistemológico, a propósito de la manera de concebir la intersubjetividad en el momento en que el
sujeto tensivo sé desdobla en un "otro" e interioriza, sobre el fondo de la
fiducia, el cuerpo otro como "intersujeto".
Los simulacros de los actores en interacción son esencialmente disposiciones de sujetos modales fi.gurativizados y sensibilizados. Dos consecuencias vienen a la mente: en primer lugar, lejos de ser un dispositivo
descriptivo ad hoc, el funcionamiento característico del universo pasional,
que consiste en proyecciones imaginarias de sujetos modales sensibilizados, no es sino un caso particular de la interacción en general; en segundo
lugar, toda comunicación sería virtualmente pasional, aunque no fuera sino porque basta con que uno de los simulacros modales utilizados durante
la interacción sea sensibilizado en la cultura de al menos uno de los interlocutores, para que la totalidad de la interacción se vea afectada. Esta
versión extensa de los simulacros, designados en consecuencia como "si~
mulacros pasionales", integra la totalidad del equipamiento modal de los
sujetos; en la versión restringida, la carga modal (exterior al simulacro
mismo) es la que abre el espacio imaginario del sujeto apasionado; en la
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
57
versión extensa) es la comunicación entera la que descansa en la circulación de los simulacros.
Los actantes narrativos y las pasiones
No hemos evocado, sino incidental e indirectamente, las estructuras actanciales antropomorfas que, al lado del objeto de valor y del sujeto de
búsqueda, sitúan sobre el eje de la comunicación de los valores al Destinador y al Destinatario. Estos dos roles nos serán de poca utilidad aquí:
en efecto, aun si el Destinatario se encuentra directamente concernido por
las pasiones, la mayoría de las veces basta con la instalación del o de los
sujeto(s) de estado para dar cuenta económicamente de las configuraciones pasionales. En cuanto al Destinador, su rol se ve considerablemente reducido por la pasión; no importa que el Destinador se encuentre
o no al principio del programa, basta la pasión del sujeto para desarrollar
dicho programa, a tal punto que éste parece autónomo con respecto a un
eventual illlandador o Manipulador. Lo anterior no quiere decir que el
Destinador no pueda instalar las pasiones en el sujeto, sólo significa que,
como el monstruo que escapa del doctor Frankenstein, el sujeto apasionado escapa al control de su Destinador cuando una disposición pasional
sustituye al hacer hacer del Destinador.
Es fácil comprender un funcionamiento como éste una vez que se admite la diferencia entre espacio fórico y sistema de valores o entre valencia y objeto de valor: para el sujeto apasionado el objeto se encuentra siempre bajo el régimen de la valencia y la fiducia se confunde con los primeros
esbozos del objeto; dicho con otras palabras, todavía funciona grosso modo
como una proyección de la protensividad del sujeto. En cambio, desde una
perspectiva narrativa no pasional, la institución de un objeto de valor en el
seno de un sistema de valores proviene de una objetivación que de alguna
manera delinea el lugar de un Destinador. Cierto que es posible combinar
los dos funcionamientos, pero la tendencia del sujeto apasionado siempre
será la de expulsar la referencia al Destinador. Esta expulsión, que no
puede ser más que una suspensión provisional, es una de las condiciones
para que la sintaxis pasional pueda desarrollarse de manera autónoma.
Sin embargo, el análisis discursivo hace aparecer grandes clases de
pasiones fundadas en la tipología de actantes narrativos y en los diversos
roles que asumen al seguir las distintas etapas del esquema narrativo
canónico. Sería posible examinar, por ejemplo, las pasiones del sujeto de
búsqueda, ya sea en el momento del contrato, como sucede con el "entusiasmo", o bien durante la performance, como con la "tenacidad". También
habría pasiones de la sanción: desde la perspectiva de un Destinador,
como en la "estima" y el "desprecio" o incluso el "furorn, en su acepción
58
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
consagrada, o desde la perspectiva de un Destinatario, como en la "desesperación". Sin embargo, una clasificación como ésta sigue siendo insatisfactoria: en el mejor de los casos, permite situar tal o cual pasión dentro
de una problemática más general; pero el análisis de discursos concretos
muestra que cualquier actante se encuentra a disposición del conjunto de
configuraciones pasionales -es decir, por ejemplo, que también un sujeto
de búsqueda es susceptible de conocer el furor o el desprecio. Lo anterior
tiende a probar que el sujeto apasionado efectivamente remite a un "protoactante" que habría "interiorizado" todos los roles actanciales y que, por
lo tanto, estaría en capacidad de adoptarlos bajo la influencia de la
pasión; esto, independientemente del rol actancial que efectivamente le
fuera atribuido en la dimensión pragmática o cognoscitiva.
Por otra parte, lo que tradicionalmente llamamos las "estructuras narrativas" pertenece a dos niveles diferentes: en cuanto universales sintácticos, los actantes narrativos, al'igual que sus modalizaciones, forman parte
del nivel semionarrativo, mientras que, por su parte, el esquema narrativo
canónico no es más que una estructura generalizable, sin duda específica
de ciertas áreas culturales particulares, pero que, por efecto de la praxis
enunciativa, es remitida a título de primitivo al nivel semionarrativo. En
lo que se refiere a las pasiones mismas, la cuestión narrativa también se
plantea en dos niveles: por una parte se buscará instalar, al lado de la dimensión pragmática y de la dimensión cognoscitiva, una dimensión tímica
autónoma, intentando con ello aislar un funcionamiento propiamente
pasional de los actantes y de las modalizaciones del nivel semionarrativo;
por otra parte, se plantea la cuestión de saber si es posible concebir y construir un esquema patémico canónico como una estructura generalizable.
En efecto, si en el nivel semionarrativo se logra mostrar la autonomía de
las pasiones sobre las que se despliegan las transformaciones pasionales,
es legítimo esperar que, durante el análisis de los textos, se delinee progresivamente un esquema discursivo de una generalidad suficiente como para
que sea susceptible de tomar a su cargo las diferentes etapas de la pasión y
organizarlas en un "relato". Pero antes de contemplar tales generalizaciones, que requieren numerosos análisis concretos, es posible comenzar
con la discursivización de las modalizaciones y de los dispositivos modales.
DISPOSITfVOS MODALES: DEL DISPOSITIVO A LA DISPOSICIÓN
El ordenamiento modal del estar-ser
La mayoría de las configuraciones pasionales se encuentran definidas en
los diccionarios de lengua como "disposición para", "sentimiento que lleva
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
59
a", "estado interior del que se inclina hacia" y, por su lado, la descripción
de la "disposición" o de la "inclinación" se hace en términos de comportamiento o de acción. Si la disposición o la inclinación desembocan en el "hacer", podemos suponer que comprenden cierto ordenamiento del "estarser" con vistas al "hacer". Pero plantear en estos términos la cuestión de
la eficacia de la pasión equivaldría a considerarla como una simple competencia, cuyas modalizaciones producirían ipso {acto un efecto de sentido
pasional.
ti)
El excedente pasional
Si nos contentáramos con ello, el universo pasional sería coextensivo del
universo modal y no habría razón para distinguirlos y, a fortiori, para
intentar dilucidar los principios de la· articulación entre ambos. Ahora
bien: incluso cuando la pasión es parcialmente traducible como una "competencia para hacer", ésta no agota y jamás explica por sí sola el efecto
pasional. Por ejemplo, la "impulsividad" puede ser traducida como una
cierta asociación entre querer-hacer y poder-hacer y será descrita como
una "manera de hacer", pero una pasión como ésta presenta un "excedente" modal que aparece en la superficie bajo la forma del "intensivo" y
del "incoativo"; lo que caracteriza al impulsivo es, más bien, una manera
de ser o estar al hacer, una manera de estar-ser (i.e. "intensivo + incoativo") que descansa en la asociación querer-hacer +poder hacer. En este
caso volvemos a encontrar el gran p1incipio de homogeneización evocado
al inicio, en la medida en que aquí se trata como un estado a la competencia para hacer. Sin embargo, este "excedente" modal cumple aquí un
papel que hace de él mucho más que un simple suplemento de sentido. En
efecto, si se considera únicamente una "conducta" impulsiva, el doble
rasgo "intensivo + incoativo" se presenta como una simple sobredeterminación accidental de la competencia modal de base; pero si, por otra parte,
se caracteriza al sujeto como "impulsivo", entonces se considera que esta
sobredeterminación rige y patemiza a la competencia modal y asegura su
actualización en cualquier circunstancia. De manera más precisa, todo
sucede como si, en ese caso, el excedente modal permitiera prever la
aparición concomitante del querer y del poder y garantizara de alguna
manera el paso al acto.
En la medida en que sea posible generalizar la advertencia anterior,
la configuración pasional comprenderá un principio rector, parcialmente
independiente de las modalizaciones propiamente dichas, en especial de
las modalizaciones del hacer. Este principio, al menos en el ejemplo elegido, se manifestaría bajo la forma de una aspectualización y remitiría, en
el nivel de las modulaciones tcnsivas, a un "estilo semiótico" específico.
Por esta razón, parece necesario apelar en todos los casos a un orde-
60
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
namiento modal del estar-ser, autónomo y no deducible directamente a
partir de la performance, y considerar este ordenamiento como el dispositivo modal característico y definitorio de cada pasión-efecto de sentido.
e
Las paradojas de la "obstinación"
Otro ejemplo permitirá ilustrar y precisar esta posición. Definida en
lengua como una "disposición a proseguir en la ruta trazada de antemano,
sin dejarse vencer por los obstáculos", 12 la "obstinación" presenta la peculiaridad de mantener al sujeto en estado de continuar haciendo, aun si el
éxito de la empresa se encuentra comprometido. La "disposición" de marras pone al sujeto en estado de "hacer a pesar de x", incluso cuando x sea
una previsión en cuanto a la imposibilidad del hacer; para ello, el sujeto
deberá contar con las siguientes modalizaciones:
- un saber-no-estar (el sujeto sabe que se encuentra disjunto de su
objeto);
- un poder-no-estar o un no-poder-estar (el éxito de la empresa se
encuentra comprometido);
- un querer-estar (el sujeto insiste, sin embargo, en estar conjunto y
hará todo para eso).
Aunque el conjunto de la definición esté orientado por un proyecto de
hacer, el dispositivo modal característico de la pasión "obstinación" está
constituido por las modalizaciones del estar-ser; en efecto, para explicar la
prosecución indefectible del hacer, no basta con un simple querer-hacer,
ya que se pueden encontrar tantos casos como se quiera en los que, a
pesar de la presencia de un querer-hacer presupuesto por el hacer, el sujeto abandona su programa y renuncia frente al obstáculo. Es, por lo tanto,
el "excedente modal" rector el que garantiza la prosecución de la performance a pesar del obstáculo y el que caracteriza específicamente a la
obstinación; y es, también, la presencia de este excedente lo que obliga a
formular el dispositivo pasional en términos de "ordenamiento modal del
estar-ser", y no en términos de "competencia con vistas al hacer".
Esta pasión es particularmente interesante, ya que acumula las
paradojas: un querer-hacer que sobrevive al no-poder-hacer y que incluso
se refuerza; un hacer que no cesa mientras que todo se decide en un cierto
ordenamiento modal del estar-ser. En este punto, habría que suponer que
los dos segmentos sintácticos -uno que forma parte de la sintaxis modal
del hacer y el otro de la sintaxis modal pasional- son autónomos y a la vez
se articulan uno con respecto al otro. Esta articulación se manifiesta ahí
12
Ya que el análisis se refiere a la definición del término en lengua francesa, indicaremos aquí esa definición. Obstination: "disposition poursuivre dans une voie tracée l'avance, sans se laisser décourager par les obstacles" [T.].
a
a
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
61
también como una forma aspectual -"continuar", "resistir"- y asimismo
traduce un "estilo semiótico" merced al cual el devenir permanece abierto.
Además, está claro ahora que las modalizaciones del estar-ser propias de
la configuración pasional no son directamente modalizaciones de la competencia para hacer sino que, más bien, constituyen una "representación",
una "imagen virtual", es decir, un simulacro; en eso que llamamos simulacro pasional de la obstinación, el obstinado "quiere ser el que hace", lo
que no equivale a "él quiere hacer".
Inmediatamente surgen dos problemas, que es preciso evocar aquí
brevemente: por una parte, habría que preguntarse cómo es que un inventario modal como el anterior se organiza en un "dispositivo"; por otra
parte, habría que tratar de delimitar el estatuto de la "disposición", como
"potencialidad" de comportamientos o de programas.
Uno de los corolarios de estas dos cuestiones consiste también en preguntarse si la descripción del dispositivo, de ese ordenamiento del estarser que suponemos detrás de cada pasión, agota la de la disposición y
basta para caracterizar al sujeto apasionado, o si, eventualmente, esta
última añade algo esencial al funcionamiento pasional. La presencia insistente de formas aspectuales y de "estilos semióticos" incita a mirar más
de cerca.
Superficialmente, las "disposiciones" se presentan como especies de
programaciones discursivas que, como se verá, pueden conmutar con
papeles temáticos, aunque, en la medida en que el fenómeno que intentamos circunscribir -entre modalización del estar-ser y modalización del
hacer- parece no pertenecer todavía al nivel semionarrativo, tal señalamiento no constituye una respuesta a la pregunta planteada.
Descripción del dispositiuo modal
La modalización subyacente a las pasiones no se organiza como una
estructura modal. Por un lado, la competencia se constituye progresivamente de manera qUe desemboca en el hacer; cada modalización que afecta al hacer constituye un predicado modal (querer-hacer, por ejemplo), el
cual, por otra parte, puede ser tratado como una categoría modal y ser
proyectado en el cuadrado semiótico. De algún modo, la estructura modal
es una forma de describir las maneras de ser de una modalidad, que son
el resultado ele proyectar esa modalidad en las estructuras elementales ele
la significación, así como de distinguir entre estar-ser y hacer, de acuerdo
con un procedimiento que ya ha sido descrito. Es así como la "deseabilidad", proyectada en el cuadrado, engendra las variedades del querer-
estar-ser.
Por otro lado, un dispositivo modal es, por definición, un conjunto he-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
62
terótopo, sobre el cual es imposible, en el nivel de las modalizaciones propiamente dichas, proyectar un modelo categorizante como el cuadrado
semiótico. El dispositivo no es una estructura, sino la intersección de varias estructuras, algunos de cuyos términos se ordenan de acuerdo con un
principio que queda por descubrir. Lo mismo sucede con la competencia
del sujeto pragmático del hacer, ya que, si bien sabemos cómo describir
cada modalización por separado, no sabemos todavía cómo describir el
recorrido de un sujeto cuando pasa de una modalización a otra, es decir,
no sabemos la manera en que la competencia se constituye progresivamente para desembocar en el hacer. La propuesta de J.C. Coquet, que
comprende series modales ordenadas por medio de la presuposición y la
determinación, constituye un primer paso para la solución de este problema; pero falta examinar cómo es que las modalidades se transforman
·~nas en otras dentro de esas series. Si sólo se toma en cuenta el caso del
sujeto heterónomo, que se encuentra bajo la dependencia de un Destinador, la solución debe buscarse en el recorrido propio del Destinador,
quien, al acompañar al sujeto durante la adquisición de la competencia,
desempeña el rol de "adjudicador" y le transmite los objetos modales
requeridos. Pero, cuando se trata de un sujeto autónomo, aun si lo es provisionalmente, el encadenamiento de las modalidades ya no puede ser
explicado por una intervención externa y no puede sino resultar de una
dinámica intrínseca.
o
Otra vez la obstinación
Para mostrar la dificultad, regresemos a la obstinación: el dispositivo
modal se obtiene con la intersección de las tres estructuras modales del
saber-estar-ser, del poder-estar-ser y del querer-estar-ser. Pero la reunión
de las categorías modales sólo se convierte en un dispositivo con la condición de que entren en juego dos tipos de relación: primeramente, como términos que se encuentran inmersos en una estructura, una vez confrontadas, las modalizaciones se encontrarán en relación de contrariedad,
de contradicción, de presuposición o de conformidad. Así, en la obstinación, el querer-estar-ser contradice al poder-no-estar-ser o contraría al nopoder-estar-ser, mientras que el saber-no-estar-ser presupone al no-poderestar-ser o se conforma al poder-no-estar-ser. Luego, como conjunto de términos susceptible de ser linealizado, el dispositivo debe ordenarse de
acuerdo con un principio de presuposición. En el ejemplo, el saber-no-estar-ser presupone al poder-no-estar-ser y, paradójicamente, el quererestar-ser presupone a los otros dos. En este caso, la paradoja es consecuencia de la proyección de las relaciones de no conformidad sobre el eje
sintagmático (regido por la presuposición). El dispositivo así linealizado se
presenta entonces como una serie modal:
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
63
/poder-no-estar-ser, saber-no-estar-ser, querer-estar-ser/
La primera dificultad reside en la existencia de una "presuposición
paradójica"; en semiótica, esta expresión es un verdadero oxímoron. En su
acepción lógica más general, una presuposición es una relación que une
dos proposicionEs, de modo tal que la negación o la falsación de la presuponente no ponga en duda la proposición presupuesta. Esta definición
por vía negativa es remplazada en semiótica mediante la noción de necesidad, particularmente en el caso de las presuposiciones sintácticas: el
enunciado presupuesto es necesario para el enunciado presuponente; por
esta razón, es en cierto modo paradójico el hecho de que un enunciado sea
necesario para su propia negación, sea por contrariedad o por contradicción. Entre la gran variedad de presuposiciones que U. Eco y P. Violi han
identificado, 13 proponen algunas que son paradójicas en ese sentido: por
ejemplo, en "forgive", el presupuesto, fundado en el deber-ser ("8 2 should
be punished"), es negado por el presuponente ("8 1 not punish 8 2"), el cual
conlleva cuando menos un no-querer-castigar o un no-querer-ser-el-quecastiga. Para estos autores, la transformación simplemente se correlaciona con un cambio temporal ( [t 1 --1 t 0]). El principio mismo de la transformación modal -es decir, el cambio en el contenido modal (deber --.¿
querer) y la negación (deber --1 no querer)- no está en contradicción con el
hecho de que el presupuesto no es puesto en duda -efectivamente, el
hecho de que 8 1 no quiera ser el que castiga, no pone en duda el hecho de
que 8 2 deba ser castigado-, pero si se consideran las cosas desde la perspectiva de la necesidad, tal necesidad es por lo menos sorprendente: ¿cómo puede ser que el hecho de que S 1 deba ser castigado sea una necesidad
para el hecho de que S 2 no quiera castigarlo? ¡Sin duda porque si S 1 no
debiera serlo, 8 2 no tendría necesidad de no querer que lo sea! La "presuposición paradójica" pone, pues, en relieve las sobredeterminaciones entre
modalidades: el querer-perdonar presupone el deber-castigar en la medida en que es un querer que resiste, un querer por medio del cual el sujeto
individual afirma su autonomía frente a la regla colectiva.
En el ejemplo propuesto, la obstinación -y sin duda con mayor razón
en su versión moralizada, el "empecinamiento"-, el efecto de sentido
pasional es indudablemente producido por la confrontación entre un saber
que se refiere a una imposibilidad y un querer indefectible: el obstinado
quiere a pesar de que sabe, a menos que no quiera porque sabe. No es
posible resolver la dificultad alegando la existencia de un observador
externo que reconocería la inutilidad provisional de los esfuerzos del
obstinado; ese observador se encuentra ciertamente presente en el juicio
de valor que conlleva precisamente la denominación francesa "obstina13
"Instructional sernantics for presuppositions", Semiotica, 64, 1987, 1/2.
64
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
tion"; pero el sujeto apasionado también debe saber, él mismo, que su
objeto se le escapa, de otra manera ya no sería obstinado sino "inconsciente" o "inconsecuente".
e
Las contradicciones internas del sujeto
Existiría otra solución que consistiría en detenerse en la sola confrontación modal y en considerarla como una explicación suficiente. Pero
la comparación con otra configuración pasional, la de la "desesperación",
bastará para mostrar que el fenómeno quedaría de hecho inexplicado. En
efecto, si se compara la obstinación y la desesperación, las difer~ncias
modales son mínimas. El desesperado se encuentra modalizado por el
deber-estar-ser y el querer-estar-ser y, además, no-puede-estar-ser y sabeno-estar-ser.14 En los dos casos, la modalidad rectora es el querer-estarser, que puede desembocar, por un lado, tanto en una revolución o en una
depresión, como, por el otro, en un empecinado hacer. La única diferencia
notable reside en la organización sintáctica del dispositivo. Concedamos
que las confrontaciones entre modalizaciones puedan hacer aparecer
incompatibilidades en los dispositivos: éstas traducen las contradicciones
internas del sujeto. Ahora bien, esas contradicciones internas pueden ser
de dos clases: o bien la modalidad rectora es afectada por otras, o bien no
lo es. En el primer caso, el dispositivo modal será "paradójico": a causa de
la presencia en el dispositivo de la imposibilidad, el querer del obstinado
se convierte en un querer "resistente". En el segundo caso, el dispositivo
modal será simplemente ''conflictiuo)J: el querer del desesperado no cambia en nada con la conciencia de la imposibilidad. En el caso de la desesperación, la cohesión modal del sujeto se ve amenazada hasta llegar a la
fractura; en el caso de la obstinación, la cohesión modal del sujeto se ve
confirmada.
La desesperación conlleva un dispositivo modal de tipo conflictivo: el
querer-estar-ser, por una parte, y el saber-no-estar-ser y el no-poder-estarser, por la otra, coexisten sin modificarse recíprocamente, se contradicen y
se contrarían hasta provocar la fractura interna del sujeto. Por ello, en
este caso, el querer-estar-ser no presupone las otras modalizaciones: la
desesperación está constituida verdaderamente por dos universos modales incompatibles; el saber sobre el fracaso y el fracaso mismo no son
necesarios para la aparición del querer, ni tampoco a la inversa. En cierto
modo, el desesperado dispone de dos identidades modales independientes:
por un lado, la del fracaso y la frustración y, por el otro, la de la confianza
y la espera: la fractura es un efecto de su independencia y de su incompatibilidad. En consecuencia, aquí sólo es necesario el procedimiento de la
14
Sabe-no-estar-serlo sería quizá la expresión más adecuada y evitaría la ambigüedad
del saber-estar-ser [T.].
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
65
confrontación modal para dar cuenta del efecto de sentido pasional ligado
a este tipo de dispositivo modal.
Por el contrario, ciertamente el querer-estar-ser del obstinado presupone sintácticamente su saber: no sólo es a la vez empecinado y lúcido, sino que es empecinado porque es lúcido. Es por eso que nos encontramos
frente a un dispo~itivo modal paradójico, en el que la confrontación modal
que se produce entre dos modalizaciones de una misma serie no es suficiente para explicar el efecto de sentido pasional. De hecho, en lugar de
llegar a la fractura del dispositivo, la contradicción o la contrariedad entre
las modalizaciones destacan la fuerza de cohesión que, más allá de los
diversos roles modales que desempeña el sujeto, le hace conservar una
misma orientación y perseverar en su estar-ser.
Tanto en un caso como en el otro, los sujetos modales se encuentran
en conflicto; pero, para la desesperación, el conflicto es irresoluble y no
puede conducir más que a la aniquilación del estar-ser o, al menos, a una
interrupción en el estar-ser del sujeto; mientras que, para la obstinación,
el conflicto se resuelve. con la victoria del sujeto volitivo, lo que supone
una modificación y una adaptación recíproca de las modalidades en presencia. En resumen, a pesar del conflicto, todo sucede como si, para el
obstinado, el conocimiento del obstáculo suscitara el querer, como si las
dos modalizaciones presupuestas produjeran o alimentaran la modalización presuponente. No está de más señalar que el efecto de sentido "resistencia" presente en la obstinación es de naturaleza aspectual y remite
a un "estilo semiótico" favorable al despliegue del devenir, lo cual no sucede en la desesperación. Esto tendería a probar que los efectos de sentido
pasionales no pueden encontrar una explicación suficiente únicamente en
el seno del nivel semionarrativo. Los dispositivos modales pertenecen por
derecho al nivel semionarrativo, son "realizables" del esquema semiótico,
pero las pasiones que de ahí se alimentan se constituyen de hecho en el
seno del nivel discursivo.
Del dispositivo a la disposición
En este punto nos encontramos en el centro de la dificultad, ya que se
trata de saber bajo qué condición (o condiciones) los dispositivos modales
pueden producir efectos de sentido pasionales. Al abordar la "disposición"
pasional, dejamos el dominio estrictamente semionarrativo y nos preparamos para entrar en el dominio discursivo. En ese nivel es posible convocar tanto los resultados de la modulación tensiva como los del recorrido
generativo categorizante, es decir, tanto las magnitudes del orden de lo
continuo, surgidas de las precondiciones de la significación, como las magnitudes del orden de lo discontinuo, surgidas del nivel semionarrativo
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
66
propiamente dicho. Es así como, en el nivel de las estructuras discursivas,
gracias a las variaciones aspectuales propiamente dichas, los procesos se
presentan modulados de un modo continuo y simultáneamente, merced a
la concatenación de las etapas, de las pruebas y de las secuencias, segmentados en un modo discontinuo. La representación en tres módulos de
la economía general de la teoría ha aparecido en varias ocasiones en nuestra exposición y podría dar pie a una representación como ésta:
nivel de las precondiciones
(tensividad fórica)
- sujeto tensivo y protensividad
- valencias y fiducia
~--------~
discretización
convocación
nivel del discurso
(instancia de la enunciación,
operaciones de la puesta en
discurso)
nivel semionarrativo
(categorización)
- estructuras elementales
~
conversión
- estructuras narrativas
En lo que se refiere a nuestro tema inmediato, a las relaciones entre los dispositivos y las disposiciones, se obtendría la representación
siguiente:
MODULACIONES
discretización
convocación
ASPECTUALIZACIONES
~------------~~
MODALIZACIONES
Sería posible preguntarse por qué la representación adoptada es triangular Y no lineal; la razón es sencilla, una representación lineal supone
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
67
una homogeneidad mínima de las operaciones que asegure el paso de un
nivel a otro. Ahora bien, pareciera cada vez más que si las conversiones
propiamente dichas se definen como incremento y coagulación del sentido,
éstas operan como tales sólo en el conjunto de niveles en los que reinan
exclusivamente la categorización y la discretización; es decir, en el seno de
lo que se ha convenido en llamar lo "semionarrativo". En cambio, el paso
al nivel discursivo, debido esencialmente al vaivén que le es característico
-punto sobre el que volveremos-, ya no puede ser tratado como conversión, sino únicamente como convocación; el ideal (teórico) sería proceder
de manera que el discurso no inventara nada nuevo, que no hiciera más
que "convocar", mediante las operaciones específicas de la puesta en discurso, lo que las otras dos instancias hubieran engendrado; sin embargo,
queda el hecho de que todavía "inventaría", aunque no fuera más que los
"primitivos" que envía a la "lengua" bajo la forma de estereotipos producto
del uso. De igual manera, no es posible tratar como "incremento y coagulación" del sentido la evolución de las tensiones en el nivel de las precondiciones, ni tampoco el paso de las precondiciones a las estructuras elementales de la significación, puesto que la evolución de las tensiones no
compete aún a la significación y puesto que el primer gesto de la categorización y de la discretización es una operación epistemológica que, aunque
sea una conversión, es, empero, diferente de todas las subsiguientes.
o
La disposición como "estilo semiótico"
Desde esta perspectiva, los dispositivos modales, que pertenecen al nivel
semionarrativo, se encuentran con las modulaciones contenidas en el
devenir a las que hemos ubicado en el nivel de las precondiciones. En tal
caso, los dispositivos modales se convertirían en disposiciones merced a su
aspectualización. En efecto, la dinámica interna que caracteriza a las disposiciones pasionales también parece dar pie a una serie de traslapas y
aproximaciones y opera por deslizamientos progresivos y por síncopes, sin
dejar, al mismo tiempo, de obedecer a un principio de organización tensiva que, de alguna manera, vuelve homogénea una forma superficial del
"devenir" del sujeto. Se ha comprobado, por ejemplo, que si el conocimiento del fracaso o del obstáculo puede suscitar o reafirmar el querer del obstinado, esto no es posible más que en virtud de un estilo semiótico "resistente" y "durativo" (un "continuar a pesar de X") que, por una suerte de
traslapo entre modalidades, tiene como efecto modificar el querer en función del no poder. Dicho en otras palabras, si las transformaciones entre
modalizaciones incompatibles no aparecen como verdaderas fracturas internas, sino como simples transiciones paradójicas, es porque se encuentran condicionadas y controladas por una protomodalización, tensiva y
homogeneizante, que ya hemos identificado intuitivamente como un
68
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
"excedente modal rector" y que no es más que el efecto de la convocación
en el discurso de las modulaciones del devenir.
@
La disposición como programación discursiva
A final de cuentas, esta propiedad de las disposiciones pasionales explica
muchas cosas. Para empezar, la existencia de un principio rector que
emana de la protensividad permite definir las disposiciones como "programaciones discursivas" y explicar cómo es posible que aparezcan, en el
nivel del discurso, como potencialidades de hacer o como series de estados
ordenados (lo que comúnmente llamamos "actitudes"). A ese respecto, el
sujeto apasionado funciona como ciertas memorias de respaldo en informática: por una parte, los archivos son guardados de manera compacta,
ilegibles e inutilizables en ese estado; por la otra, existe un comando que
los restaura y los vuelve accesibles para el usuario. El dispositivo modal
sería similar a esta versión "comprimida" y no accesible, el principio protensivo y rector sería el comando de restauración, y la disposición sería el
resultado legible y accesible y, en consecuencia, operativo del conjunto del
procedimiento.
e
La disposición como aspectualización
Por otro lado, la sintaxis aspectual que preside la instalación de las disposiciones se traduce más superficialmente como una aspectualización
temporal, que es uno de los rasgos más evidentes y más reconocibles del
universo pasional, especialmente en las definiciones de los diferentes sentimientos o pasiones que proponen los diccionarios de lengua. El "rencor"
[rancune] es un "resentimiento durable", la "paciencia" fpatience] es una
"capacidad de soportar", la "esperanza" [espoir], el hecho "de esperar algo
con confianza"; de un colérico [coléreux] se dice que está "presto a entrar
en cólera". Nos parece que todo el problema consiste en saber si las formas aspectuales se limitan a sobredeterminar a posteriori las estructuras
modales o si son uno de sus componentes intrínsecos. Entre los casos evocados aquí mismo, existen algunos de los que se puede afirmar sin vacilación que la aspectualización es una sobredeterminación: por ejemplo, la
cólera del "colérico" es una variante incoativa e intensa de la cólera en general. En cambio, otros casos parecen contener una aspectualidad intrínseca: la esperanza, que consiste en esperar confiadamente, se funda en un
deber-estar-ser y un creer-estar-ser, cuya interpretación es cuasi temporal.
En la versión aspectualizada aquí propuesta, el deber-estar-ser podría
estar basado en la modulación del devenir que, como ya se ha visto, opera
por medio de una suspensión puntualizan te; el deber-estar-ser funda la espera en la medida en que asegura la identidad de todos los instantes con
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
69
respecto al devenir: en ese caso, la duración se limita a ser un plazo, los
diferentes instantes que la componen ya no conllevan ninguna potencialidad de cambio, puesto que esas "micropotencialidades" han sido neutrali~adas por la modulación.
Este rápido examen muestra, en el dispositivo modal transformado en
disposición, una aspectualidad específica del efecto pasional que eventualmente será temporalizada durante la puesta en discurso y que puede ser
captada desde dos puntos de vista complementarios. En primer lugar, con
respecto al recorrido generativo en su conjunto y con respecto a las condiciones y a las precondiciones de la significación, la aspectualidad proyectada sobre el dispositivo modal es, como ya se sugirió, el resultado de convocar las modulaciones del devenir; la aspectualidad como "forma" no
puede manifestarse sino después de haber informado, ya sea el tiempo, el
espacio o el actor; en suma, se trata de la forma primera del discurso, de
su ritmo, de su dinámica, y, como tal, encarna en el discurso las tensiones
que se delinean en el horizonte óntico. Al haber construido y definido el
devenir en el espacio teórico del sentir mínimo, su encarnación discursiva
es totalmente apropiada para la transformación de las series modales en
disposiciones pasionales, en la medida en que esta encarnación implica al
mismo tiempo una suspensión de la pura racionalidad narrativa y cognoscitiva. Desde el punto de vista del sujeto discursivo y en el marco de
las operaciones de puesta en discurso, el resurgimiento del sentir mínimo
se presenta como un reembrague 15 con el sujeto tensiuo.
En segundo lugar, con respecto al dispositivo modal mismo, la aspectualización transforma una secuencia discontinua en un proceso homogéneo, en "programación discursiva". Sin embargo, de la misma manera en
que un proceso narrativo clásico no remite únicamente a una serie de estados narrativos, sino también a las transformaciones entre los estados, al
proceso pasional no le es posible basarse solamente en las series modales,
pues por lo común éstas son empleadas únicamente como series de estados
modales. Nos vemos, pues, obligados a suponer que, antes de su convocación como disposición en el discurso, los dispositivos modales se organizan
en una sintaxis completa que comprende estados modales y transformaciones modales, la cual llamaremos sintaxis intermodal para distinguirla
de la sintaxis que hace cambiar de "posición" a tal o cual modalización dentro de un sistema modal isótopo.
A continuación es posible contemplar, como hipótesis de trabajo y paralelamente a la serie de conversiones que conducen de la sintaxis fundamental a la figuratividad narrativa, una serie de etapas que, en el recorrí15 En semiótica, las operaciones de desembrague y embrague son procedimientos por
medio ele los cuales el enunciado c.'Jrta o restablece sus relaciones con la instancia de enun··
ciación o con sus representantes en el discurso [T.].
70
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONE:
do del sujeto epistemológico, serían particularmente requeridas por la teo
ría de las pasiones: en el nivel de la tensividad fórica, el sentir y el deue
nir; en el nivel semionarrativo, los dispositivos modales y la sintaxis in
termodal que las torna dinámicas; en el nivel discursivo, las disposicione~
y la aspectualización que, las más de las veces, las rige de manera tempo
ral, aunque no exclusivamente; en cuanto a la enunciación, ésta opera pm
reembrague con el sujeto tensivo y, de esta manera, delimita en el discur·
so los simulacros pasionales.
La sintaxis intermodal
Aparentemente, la sintaxis intermodal supone un postulado del quE
todavía se miden mallas consecuencias y según el cual existiría una sintaxis que no descansaría en la sintaxis elemental derivada del modelo
constitucional. Queda todavía una cuestión por resolver y que ya no puede
ser eludida: ¿cómo afirmar teóricamente la transformación de una modalidad en otra que puede ser contraria o contradictoria con respecto a la primera y que además es heterótopa por necesidad? Se han descrito con amplitud las condiciones de la respuesta, pero la respuesta misma está aún
por formular.
Por ejemplo, para que un saber se transforme en querer sería necesario suponer, por una parte, dentro de una semiótica que no conociera
más que lo discontinuo y lo categórico, una categoría común que se llamara IMJ y, por otra parte, rasgos distintivos que fueran objeto de la trans-.
formación y que se llamaran /m 3 / y fmhf; la categoría INV garantizaría la
homogeneidad de la transformación /ma -1 mbf, lo que equivaldría a introducir una coerción isotópica ahí donde, como consecuencia de la discretización, habitualmente se postula la heterotopía modal. La existencia
de categorías comunes a las modalidades no resolvería nada, ya que a fin
de cuentas equivaldría a hacer recaer la dificultad en los "rasgos modales
distintivos". De hecho, nosotros ya disponemos de una "base modal" localizada, delimitada y descrita en numerosas ocasiones y que, por efecto de la
recursividad, torna perennes las modulaciones del devenir ·en el recorrido
generativo: se trata de la tensividad fórica. A.partir de esa base modal, se
comprueba, por ejemplo, que el saber no puede transformarse en poder si
la modulación "clausurante" que subtiende al primero no es neutralizada
(después de la "detención", la "detención de la detención", como diría C.
Zilberberg), o que el deber no puede sustituir al querer más que a costa de
una suspensión del devenir y, por lo tanto, de una anulación de la modulación "abriente" que caracteriza al querer. La base tensiva de la sintaxis
intermodal podría, pues, ser la modulación del devenir, la cual adquiere (o
pierde) progresivamente su autonomía con respecto a la necesidad. Por
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
71
ello, las posiciones modales sucesivas aparecen como diferentes formas de
"sumisión", de "desprendimiento", de "tergiversación" con respecto a una
necesidad que reclama sin cesar sus derechos. De este modo, querer, saber, poder, etc., remiten siempre a diferentes "estilos semióticos", a diferentes estilos de aprehensión de la escisión fórica. La existencia de tales
"estilos semióticos", ya sugerida a propósito del devenir, es patente en las
transformaciones intermodales de las pasiones; por ejemplo, en la obstinación, el poder-no-estar-ser o el no-poder-estar-ser descansan en un estilo
semiótico "cursivo", en el que el sujeto modal se limita a acompañar el
despliegue de acontecimientos; con el saber-no-estar-ser, el sujeto modal
detiene el curso de los acontecimientos; es en ese momento cuando interviene otro estilo, el del querer, con el que el sujeto· modal despliega de
nuevo el acontecimiento como devenir. Hablando epistemológicamente, la
base modal común, cualquiera que sea el nombre que le demos, fundamento de la sintaxis intermodal, se origina en la resistencia a la fusión,
en el juego de fuerzas cohesivas y dispersivas que permiten al sujeto tensivo escapar a la necesidad óntica.
Sin embargo, ante la ausencia de articulaciones propiamente dichas y
hablando teóricamente, es difícil atribuir a la tensividad fórica la propiedad de engendrar por sí misma y en ella misma los ccestilos semióticos"
distintos e identificables, a pesar de las precauciones que se tomen durante su formulación. En consecuencia: ¿cuál sería el estatuto de esos ccestilos semióticos" que parecen determinantes para la sintaxis intermodal?
El análisis de la obstinación, cuyo querer, como ya vimos, produce, por
traslapo y retroacción sobre el no-poder, un efecto de sentido pasional
específico, nos permite vislumbrar una posible respuesta.
En efecto, es de notar, por ejemplo, que, en la medida en que al querer
del impulsivo le sigue inmediatamente la aparición de un poder que parece desprendérsele naturalmente, ese querer no produce el mismo efecto
de sentido que el del obstinado, el cual sigue a un no poder que, paradójicamente, parece nutrirlo y reforzarlo. En el nivel del discurso, esos diferentes efectos de sentido se traducen como aspectualizaciones distintas)
pero también remiten, por presuposición, a diferentes maneras de modular el devenir en ·él nivel del continuo tensivo.
Plantearemos, pues, la hipótesis siguiente en cinco proposiciones:
l. Los dispositivos modales son convocados en el discurso y sometidos
a una aspectualización que resulta de convocar las modulaciones
tensivas y que los transforma en disposiciones pasionales.
2. Como resultado del uso (sociolectal o idiolectal), esos dispositivos se
inmovilizan y se estereotipan para entrar después en las taxonomías pasionales connotativas.
3. Una vez estereotipados son enviados al nivel semionarrativo, donde pueden ser convocados como tales.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
72
4. En el seno de las secuencias modales estereotipadas, la sintaxis
modal es la forma fijada, también estereotipada por el uso, de la
aspectualización mencionada en el punto 2, y por lo tanto también
de ciertas modulaciones tensivas; por ello, los efectos de sentido
producto de la inserción de una modalidad dada en un dispositivo
fijado resultan de la codificación por el uso de las disposiciones en
el nivel discursivo.
5. Al convocar en el discurso los dispositivos estereotipados, también
se convocan esas codificaciones de las disposiciones y, en consecuencia, las formas fijadas de la modulación tensiva.
En esta perspectiva, los "estilos semióticos" serían el resultado de modulaciones tensivas estereotipadas, captadas e inmovilizadas por el uso al
mismo tiempo que los dispositivos modales seleccionados por las taxonomías pasionales. Así como las pasiones no pueden ser pensadas sin la
praxis enunciativa que las forja, tampoco los "estilos semióticos" (los "ambientes", como diría P.A. Brandt) pueden aparecer en las modulaciones
tensivas sin la mediación del uso.
METODOLOGÍA DE LAS PASIONES
La terminología
Una mirada rápida sobre el conjunto teórico que acabamos de recorrer
pone de relieve varias nociones que, cualquiera que sea el grado de adhesión que puedan suscitar las sugerencias y propuestas téoricas anteriores,
son indispensables para una semiótica de las pasiones. Así, pues, parece
útil hacer un pequeño balance terminológico, el balance de los instrumentos necesarios para describir el universo pasional.
La tensividad fórica designa al conjunto de precondiciones de la significación, entre las que hemos identificado, por una parte, la protensiuidad, que define a un sujeto tensiuo o cuasisujeto y que, bajo el efecto de las
tensiones favorables a la escisión, engendra al devenir; por otra parte, la
fiducia, sobre la que se delinean las "sombras de valor" destinadas a
engendrar las valencias.
Al abandonar el modo continuo propio de las precondiciones, enseguida nos encontramos en el nivel semionarratiuo con la discretización de las ·
modulaciones del devenir, la cual engendra las modalizaciones. Esas modalizaciones son de dos clases: en sentido restringido, abarcan únicamente lo que se ha llamado tradicionalmente modalidades; en sentido amplio,
abarcan también los simulacros existenciales, es decir, las junciones proyectadas por el sujeto en el espacio imaginario abierto por las modalida-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
73
des. Captadas en el nivel de las estructuras narrativas de superficie, las
modalizaciones que afectan a las dos dimensiones ya conocidas, la dimensión pragmática y la dimensión cognoscitiva, pueden funcionar bajo ciertas condiciones como dispositivos modales, especies de simulacros en los
que los sujetos modales reciben identidades transitorias a lo largo de todo
el despliegue sintáctico de los dispositivos. La especificidad de ese funcionamiento sintáctico y, en particular, de lo que llamamos la sintaxis intermodal, garantiza la autonomía de la dimensión tímica, tercera dimensión (en el orden deductivo de la construcción teórica) de la sintaxis narrativa de superficie. Las oscilaciones entre "euforia" y "disforia" forman parte de las tres dimensiones, pero en la dimensión tímica funcionan más
precisamente como objetos tímicos, manifestados entre otras por las figuras del "sufrimiento" o del "placer", consecuencias de las transformaciones
tímicas.
Puede ser instructivo comparar la historia teórica de esta dimensión
con la de la dimensión cognoscitiva. Esta última fue reconocida como
parte constitutiva de la dimensión pragmática, en particular en el contrato y la sanción; después adquirió su autonomía, una vez que se reconoció
que las diferencias de saber, los avatares de la circulación de la información, lo mismo que numerosas variaciones modales propias de lo cognoscitivo, podían funcionar sin referencia y sin relación necesaria con las
transformaciones de la dimensión pragmática. Después de haber sido concebida como un camino sintáctico trazado transversalmente por medio del
conjunto de los efectos cognoscitivos producidos por la sintaxis narrativa
pragmática, la dimensión cognoscitiva se convirtió en una dimensión narrativa plena. Del mismo modo, en un primer momento, el dominio tímico
se constituyó progresivamente como parte constitutiva de las otras dos dimensiones, como un resultado de los efectos "pasionales" de las series modales que acompañan a los programas pragmáticos y cognoscitivos, así como por la alternancia de la euforia y de la disforia que se desprende de la
inscripción de los objetos de valor en las axiologías. En un segundo tiempo, sucede también que las coerciones modales y los efectos de euforia/disforia de las dimensiones pragmática y cognoscitiva no bastan para explicar los efectos de sentido pasionales. Es por ello que, para dar cuenta de
recorridos pasionales que no le deben nada a la sintaxis narrativa pragmática y cognoscitiva, la dimensión tímica es instituida como una dimensión autónoma de la sintaxis narrativa de superficie.
Como ya se sugirió, la relación entre el nivel de las precondiciones,
que depende de lo continuo, y el nivel semionarrativo, que depende de lo
discontinuo, no puede ser una simple relación de conversión. Efectivamente, si se toman en cuenta los dos posibles tipos de conversión -conversión "horizontal" o "transformación" y conversión "vertical"-, se constata
que éstas no operan sino entre magnitudes discontinuas; lo mismo sucede
74
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
con el concepto de "integración" de Benveniste, mediante el cual únicamente se pueden "integrar" las unidades discretas de un nivel dado en
unidades discretas del nivel siguiente. Parece que en este caso es más
conveniente la discretización, con sus dos subcomponentes, el discernimiento y la categorización.
En cambio, para pasar a las estructuras discursivas, hacemos uso de
la convocación, conjunto de procedimientos encargado de manifestar en el
discurso las magnitudes manifestables del nivel epistemológico o del nivel semionarrativo; esas magnitudes son continuas en lo que se refiere a
la tensividad fórica, y discontinuas en lo que se refiere a lo semionarrativo. A manera de ejemplo, la convocación de las modulaciones del devenir
se manifiesta como aspectualización, y la convocación de la dimensión
tímica se hace bajo la forma de una dimensión patémica del discurso, que
abarca el conjunto de las propiedades. manifestables del universo pasional. Asimismo, los paternas se definen como el conjunto de condiciones
discursivas necesarias para la manifestación de una pasión-efecto de sentido. Al respecto, se distinguirán los paternas-proceso y los roles patémicos, en función de si se desea captar los sintagmas pasionales o las identidades transitorias del sujeto discursivo dentro de esos sintagmas. Si se
toma como ejemplo la "susceptibilidad", se ve claramente que el paternaproceso despliega el conjunto de la secuencia, la cual incluye la recepción,
la interpretación de la herida en el amor propio y, después, la reacción y
el comportamiento que de ahí deriva; en cambio, el rol patémico, susceptible de ser identificado gracias a la recurrencia de un mismo proceso de
ese tipo en un mismo sujeto, puede caracterizar al sujeto, entre otras etapas, lo mismo en la de la interpretación de la herida del amor propio que
en la del comportamiento "herido". Además, en caso de que sea posible
reconocer una forma generalizable de los paternas-proceso a partir del
análisis concreto de los discursos, ésta llevará el nombre de esquema
patémico canónico.
Por otra parte, la noción de "rol patémico" se traslapa con la de "disposición", ya que ambas caracterizan a una "programación discursiva" del
sujeto apasionado. De hecho, si la misma propiedad discursiva del sujeto
apasionado puede recibir dos nombres diferentes, es como producto de una
diferencia de procedimiento. Si se reconstruyen por presuposición las
propiedades del sujeto apasionado, sobre la base de una iteración funcional
y por medio de un cálculo cognoscitivo basado en los resultados de un proceso -es decir, en las magnitudes discontinuas-, se los identificará y designará como roles patémicos; en cambio, si se trata de captar las mismas
propiedades como una manera de sentir, como una programación que deriva de una forma aspectual, nos vemos obligados a aplicarle una lógica de
las motivaciones y, en consecuencia, se los tratará como disposiciones. En
suma, la disposición conlleva un componente aspectual porque el procedí-
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
75
miento con el que se construye la disposición sigue siendo conforme al
basamento tensivo del universo pasional; en cambio, el rol temático no lo
conlleva, en la medida en que es resultado de un procedimiento de reconstrucción cognoscitiva de las clases de comportamientos pasionales.
Las taxonomías pasionales connotativas
El balance terminológico en cierto modo constituye la contribución de la
reflexión epistemológica a la metodología; pero la construcción de los universos pasionales a partir de las pasiones-efectos de sentido, sin importar
la teoría adoptada, enfrenta una dificultad considerable que ni la epistemología ni la terminología pueden resolver: se trata de la cortina que, para el analista, sea semiotista, filósofo o lexicólogo, forman las variaciones
culturales presentes en el corazón mismo de los efectos de sentido pasionales. Es fácil entender que si, desde el punto de vista teórico, el análisis
de las pasiones no puede prescindir de la praxis enunciativa y de la puesta en discurso, desde el punto de vista metodológico se encontrará con idiolectos y sociolectos pasionales.
f)
La praxis enunciativa y los primitivos
La lingüística distingue entre el lenguaje como hecho humano universal
que, en cuanto tal, es susceptible de incluir los "universales lingüísticos",
y las lenguas, sistemas propios de las áreas culturales que completan y
reinterpretan los universales. Ahora bien, tanto el uno como las otras, el
lenguaje y las lenguas, pertenecen a lo virtual o a lo actualizado y dan lugar, para. su realización, al discurso. En términos de semiótica general y
no de lingüística en sentido restringido, el nivel semionarrativo, ordenado como un recorrido generativo, debería incluir, por una parte, magnitudes universales que son características de la significación concebida
como un hecho humano universal y, por otra parte, magnitudes generalizables dentro de una cultura dada que son características de la significación como hecho cultural. Estos dos tipos de magnitudes, que siguen
perteneciendo al nivel semionarrativo y que también se distribuyen en el
conjunto del recorrido generativo, pertenecen, tanto unas como otras, a lo
virtual y a lo actualizado. Las "culturas", entendidas como sistemas de
selección, de orientación o de complemento que se aplican a los universales de la significación, serían, con respecto a éstos, lo que las lenguas al
lenguaje. Sabemos, por ejemplo, que si bien las estructuras elementales
de la significación, por una parte, y, por la otra, el sistema de elementos
naturales -que subyace en las axiologías figurativas más extendidaspueden figurar en la teoría como universales, no sucede lo mismo con las
76
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
axiologías figurativas propiamente dichas, en las que los cuatro elementos se distribuyen, de acuerdo con los autores y con las culturas, de manera variable y específica.
Existe un modo relativamente simple de abordar estas magnitudes
culturales y de distinguirlas de los universales, que consiste en tratarlas
como "taxonomías connotativas"; en efecto, a veces es grande la tentación
de considerar las "selecciones", "orientaciones" y "complementos", cuyos
universales son afectados por las culturas individuales y colectivas, como
operaciones aisladas que dependen únicamente de la iniciativa del sujeto
de la enunciación, así como también de hacer un inventario de ellas y atribuirlo a las operaciones enunciativas. Ahora bien, resulta que, aunque no
fuera más que por incluir la "lengua", el conjunto de esas particularidades
constituye un sistema que, una vez establecido, tiene derecho a un modo
de existencia independiente de la enunciación: son realizables -virtualizadas o actualizadas- y no realizadas.
Corresponde a la praxis enunciativa realizar ese cambio de estatuto;
en efecto, los particularismos culturales se integran en el nivel semionarrativo mediante el uso: el discurso social se constituye no únicamente por
la convocación de los universales, sino también mediante una especie de
retorno del discurso a sí mismo, que produce configuraciones ya prestas,
estereotipadas, y los estereotipos así obtenidos son remitidos al nivel semionarrativo para que figuren como primitivos, tan organizados y sistemáticos como los universales. La praxis enunciativa es este ir y venir entre
el nivel discursivo y los otros niveles que permite constituir semióticamente las culturas. La mayoría de las veces, aunque no exclusivamente,
los "primitivos" así obtenidos se presentan como taxonomías que subyacen
en las configuraciones convocadas en el discurso y que funcionan de alguna
manera como connotaciones, distintas de las denotaciones que son el resultado de la convocación de los universales. En ese sentido, la praxis enunciativa concilia un proceso generativo con un proceso genético y asocia en
el discurso los productos de una articulación intemporal de la significación
con los de la historia.
Las pasiones ofrecen un terreno notablemente fértil para tales taxonomías connotativas; en ellas el analista reconoce de antemano un campo
privilegiado para el estudio de esas "rejillas" culturales, sociales o individuales, que se proyectan en los universales. En efecto, al ser el "dispositivo" modal la magnitud en la que desemboca el recorrido generativo de las
pasiones, su puesta en discurso produce "disposiciones", de acuerdo con el
procedimiento de la convocación; pero, en principio, la convocación es susceptible de ser aplicada al conjunto de las combinaciones modales lógicamente posibles; de hecho, esto no sucede así y se observa que cada cultura
selecciona únicamente una parte de ellas para manifestarlas como pasiones-efectos de sentido o como pasiones-lexema. Por definición, una vez
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
77
afianzada en la sintaxis intermodal y en la protensividad, la disposición es
más o menos previsible; cierto, es un factor de previsibilidad del comportamiento del sujeto, pero siempre conlleva cierta indeterminación e "invención"; en cambio el "rol patémico", construido por presuposición y sobre la
base de una iteración, es muy previsible y tiende a implantarse en el discurso como un estereotipo. De alguna manera es el "uso" como disposición
de algún dispositivo modal, en un área discursiva o cultural dada, el que lo
vuelve un estereotipo y, más tarde, por retroacción, un primitivo pasional;
sólo entonces, en una cultura dada, aquellos dispositivos modales que
hayan seguido ese tratamiento serán objeto de una convocación discursiva
dentro de las configuraciones pasionales. Si únicamente fuera cuestión de
estructuras o de categorías modales, la influencia de las "rejillas" culturales sería limitada; pero, en la medida en que se trata de "dispositivos", es
decir, de intersecciones entre estructuras y de combinaciones potenciales
entre categorías, sólo es posible que las pasiones aparezcan como tales en
el discurso a condición de que una instancia rija y actualice esas combinaciones potenciales; esta instancia es la praxis enunciativa, que crea las taxonomías pasionales con el fin de recoger los primitivos producidos por el
uso.
¡¡,
Especies y niveles de la taxonomía
En la medida en que conceptúa al mundo natural, la lengua misma procede clasificando. En cuanto a las culturas, éstas se dividen en etnotaxonomías, que caracterizan a un área o a una época entera, y en sociotaxonomías, que especifican las diferentes capas taxonómicas de un área o de una
época dada. Estas últimas podrán ser socioculturales, socioeconómicas, sociogeográficas, en función del criterio adoptado: pasiones del norte, pasiones meridionales, pasiones corsas (Mérimée) o normandas (Maupassant),
pasiones aristocráticas, burguesas o populares. Desde otro punto de vista,
algunas taxonomías pueden aparecer como siendo inmanentes a una cultura dada, mientras que otras, aun cuando sean constitutivas de una cultura, en la medida en que pertenezcan a un sistema más general, aparecerán como construcciones: es así como las teorías de las pasiones aparecen
dentro de sistemas ideológicos, filosóficos, inclaso con vocación científica,
como en biología y aun en ... semiótica. Por último, la diferencia entre socioledos e idiolectos también será pertinente en el caso de las pasiones. Se podría decir, por ejemplo, que la teoría de las pasiones de Descartes depende,
por un· lado, de una taxonomía sociolectal inmanente, en la medida en que
descansa en una tradición sociocultural y en que se encuentra influida por
la ideología aristocrática; por otro lado, en la medida en que forma parte de
un sistema filosófico, depende de una taxonomía idiolectal construida.
Un ejemplo viene a la mente, que ilustra concretamente la relatividad
78
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
de las taxonomías connotativas: la "ambición", la "envidia" y la "emulación" comparten una misma configuración pasional, pero de manera
variable, en función de las culturas y de las épocas. Esas variaciones obedecen especialmente a la naturaleza de las distinciones socioeconómicas:
la emulación se circunscribe deJ.!-tro de cada clase o grupo social, la ambición y la envidia franquean los límites; por otra parte, la ambición y la
emulación son "ascendentes", mientras que la envidia supone un principio
de igualdad. Por esta razón, lo que aparece como ambición en una sociedad fuertemente diferenciada, con numerosas capas sociales con fronteras
bien definidas, será visto como emulación en una sociedad con pocas capas sociales y con fronteras difusas. Además, por poco que la norma social
busque mantener a cada uno en su clase de origen, la emulación se transformará en ambición, y la ambición misma, en envidia; en L'enfer des
choses, Dupuy y Dumouchel trataron de mostrar, siguiendo las teorías de
R. Girard, que las relaciones intersubjetivas y sociales son organizadas en
ese caso por una estrategia cuyo fin principal es canalizar el deseo mimético. Si se acepta, como hemos sugerido indirectamente. con la noción
de "intersujeto", que un fenómeno como el deseo mimético es anterior a la
existencia misma de los objetos de valor, nos vemos llevados a constatar
que la selección operada por las taxonomías connotativas obra ya desde
las precondiciones de la significación y que, sin ser todavía sistemas axiológicos -lo cual sería incompatible con su estatuto de precondiciones-,
contienen normas y principios reguladores que definen el modo de funcionamiento del sujeto colectivo. Pareciera que el sujeto de enunciación
comunitario inscribe como primitivos, dentro del propio continuo tensivo,
sus propios mecanismos de regulación interna. Las sugerencias hechas
antes con respecto a los "estilos semióticos" obedecen a ese mismo sentido.
Se conocen varias teorías que, por ejemplo, para el nivel que llamamos de las estructuras elementales, proponen organizar los sistemas pasionales, o en general la afectividad, de acuerdo con los grandes tipos de
axiologías reconocidos como dominantes por el estudio del discurso: la axiología abstracta, vida/muerte, que el psicoanálisis usa desigualmente, ya
sea al oponer las pulsiones de vida a las pulsiones de muerte (S. Freud),
ya sea los "buenos objetos" a los "malos objetos" a la vez devorantes y
atrayentes (M. Klein), pero también la axiología figurativa, agua/
aire/tierra/fuego, que funda la teoría de los humores y, más particularmente, las taxonomías pasionales medievales.
En lo que se refiere particularmente a las modalizaciones, las taxonomías connotativas operan en gran escala en el nivel semionarrativo, ya
que autorizan o prohíben la manifestación como pasión de cada uno de los
dispositivos modales lógicamente posibles. Así, en los siglos XVII y XVIII y,
en cierta medida en el XIX, son excluidos del dominio pasional todo un conjunto de comportamientos referentes al honor, mientras que, hoy en día,
79
LA EPISTEMOLOGÍA DE L'\S PASIONES
éstos serían considerados como "susceptibilidad", '~irritabilidad", "carácter
difícil" o violencia colérica. Mientras estos comportamientos estén socialmente normados, codificados como roles temáticos en la competencia de
los sujetos, se permanecerá en el marco de un contrato colectivo y de una
competencia modal común; pero una vez que esta codificación y la norma
que la acompaña caigan en desuso, los mismos comportamientos dejarán
de remitir a una estructura modal isótopa, como la del deber-es-tar-ser o
deber-hacer, y remitirán ahora a un dispositivo modal complejo que
ningún contrato rige, que posee su propia autonomía sintáctica y que no
es posible interpretar, en la nueva cultura en la que se manifiesta, sino
como una "disposición" pasional. Igualmente, las actitudes de preparación
para el desafío y para el respeto de la posición social de los demás, que P.
Bourdieu describió con respecto a los Cabiles, son estrictamente funcionales y se regulan como poderes-hacer y como saberes-estar-ser, pero se
ven frecuentemente recategorizados, por otros que no son sociólogos, como
paternas: "desdén", "arrogancia", "orgullo", etcétera. 16
~
La nomenclatura pasional
La lengua propone su propia conceptualización del universo pasional,
cuya primera formulación se encuentra en un campo léxico específico, el
de la "nomenclatura pasional", que revela las grandes articulaciones de
una taxonomía coextensiva a una cultura entera. Como es natural, estudiaremos la nomenclatura francesa.
Las definiciones de las pasiones en el diccionario conllevan una serie
de denominaciones taxonómicas que constituyen algo así como grandes
clases de la vida afectiva; se han detectado en el francés los siguientes
tipos: "pasión", "sentimiento", "inclinación", "propensión", "actitud", "temperamento", "carácter", completados por frases adjetivas como "inclinado
a", "susceptible de". 17
16 Estos ejemplos muestran claramente que una serie modal que no es convocada como
"disposición" durante la puesta en discurso, no aparece de hecho como un "dispositivo"; se
comprueba con ello que, en cuanto intersección de categorías modales, el dispositivo permanece virtual y quesólo el efecto retroactivo de la praxis enunciativa puede actualizarlo y tornarlo manifestable y sensible para el enunciatario. Más concretamente, corresponde a la
existencia de una dinámica interna del dispositivo, bajo la forma de una sintaxis intermodal,
mostrarlo al analista como un dispositivo. Con ello se concluirá, pero se requiere una verificación, que la presencia en las series modales de una sintaxis intermodal es también producto retroactivo de la praxis enunciativa y de la aplicación de las taxonomías pasionales.
17 N.D. Para no interferir con el metalenguaje que hemos ido adoptando poco a poco, dejaremos de lado el término "pasión", que hemos reservado arbitrariamente para nombrar el
término genérico del universo estudiado y el término "disposición", al que se le acaba de dar
una definición específica, también de manera arbitraria con respecto al léxico natural. [Los
tórminos en francés son los siguientes: passion, sentiment, inclination, pcnchant, émotion,
humcur, disposition, attitude, tempérament, caractere, enclin susceptible de. T.]
a,
80
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
Antes del recorte del universo pasional que realizan los lexemas que
designan pasiones-efectos de sentido, habría otra red cultural, más abstracta, que revelaría una teoría inmanente de las pasiones en el seno mismo de las culturas. Ya que esta clasificación es una primera organización
etnocultural del universo pasional, a la vez que se presenta como una
teorización implícita de ese mismo universo, merece ser examinada en sí
misma para despejar los principales parámetros que utiliza. En efecto, las
teorías psicológicas y filosóficas de las pasiones recuperan, las más de las
veces sin mayor trámite, la nomenclatura de la lengua que utilizan y,
sobre esa base bien relativa, se esfuerzan por justificarla dentro de su propio sistema. Al respecto, es posible mostrar fácilmente que, a pesar de este
intento de dar una motivación a las definiciones, el fundamento del sistema sigue siendo relativo a una cultura dada.
Con respecto al sentimiento, se retendrá que es presentado como un
estado afectivo complejo, estable y durable, ligado a representaciones.
En cuanto a la emoción, se trataría de una reacción afectiva, generalmente intensa, que se manifiesta mediante trastornos, sobre todo de carácter neurovegetativo. El psicólogo Théodule Ribot insiste en su carácter
momentáneo.
La inclinación, que remite directamente a la "propensión" y a la "disposición", se define como un deseo, como un querer constante y característico del individuo; quien se "inclina a" es "llevado por una propensión natural y permanente".
Definida tautológicamente como "tendencia natural" e "inclinación",
la propensión [penchant] supone de hecho el reconocimiento por parte de
un observador externo de una especialización de la vida afectiva del sujeto, ya sea en cuanto a los objetos, ya sea en cuanto a las modalizaciones; a
veces esta especialización es evaluada peyorativamente, lo que no sucede
con la "inclinación".
En cambio, quien es susceptible de puede sentir, presentar y recibir
un sentimiento, una impresión; en suma, es quien posee una capacidad
latente, que utiliza de acuerdo con las circunstancias.
El temperamento es definido inicialmente como "equilibrio de una
mezcla", lo que permite entender el uso de este término en el campo de la
afectividad a partir de la definición hipocrática de los humores. Hoy en
día, el término designa a un conjunto de características innatas, un complejo psicofisiológico que determina el comportamiento.
El carácter también es un conjunto, aunque mucho más homogéneo
que el temperamento, que reúne las maneras habituales de sentir y de
reaccionar que son susceptibles de distinguir a un individuo de entre sus
semejantes. Aquí, el conjunto ya no se define por el equilibrio de los componentes, sino por la dominancia.
Finalmente, el humor que caracteriza al individuo es pasajero: define
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
81
un momento de la existencia afectiva de ese individuo.
Las variables utilizadas en esta clasificación son las siguientes:
- La aspectualización, que retorna sin cesar, se refiere ya sea al
impulso afectivo mismo, el cual puede ser permanente (inclinación, temperamento, carácter, susceptible de), durable (sentimiento) o pasajero
(humor, emoción), ya sea a las manifestaciones pasionales, los comportamientos y los actos que le siguen; estos últimos pueden ser continuos
(temperamento, carácter, inclinación), episódicos (susceptible de, humor)
0 aislados (sentimiento, emoción). Inmediatamente se aprecia que, incluso
con una base tipológica tan estrecha, la nomenclatura (francesa) no cubre
más que una parte de las posibilidades: ¿cómo llamar, por ejemplo, a un
impulso afectivo durable con manifestación episódica? ¿Un "sentimiento
episódico"?
- La modalización dominante también cambia en función de los tipos:
el sentimiento pone en juego al saber; por sus consecuencias y manifestaciones, la emoción afecta al poder; la inclinación y la propensión involucran más bien al querer. En el temperamento y el carácter parecen entrar
en juego todas las modalizaciones, pero bajo la forma de una interacción
cuyas instancias serían los sujetos modales definidos aquí mismo y que logran llegar, ya sea a un equilibrio individual y explicativo, en el que domina el poder (el temperamento), ya sea a dominancias distintivas que poseen un efecto individualizante o que, a fin de cuentas, se traducen como
variantes del querer (el carácter).
Todas esas clases pasionales se presentan más o menos como variedades de la competencia en sentido amplio; queda, sin embargo, el
hecho de que ofrecen imágenes muy distintas de esta competencia. En las
definiciones del carácter o del temperamento, la competencia, como "estarser del sujeto", es reconocida por un observador externo, capaz de identificar la dosis modal que la caracteriza. En la inclinación y la propensión, la
competencia es presupuesta y reconstruida por un observador que será
capaz de prever los comportamientos y las actitudes. En cambio, en la definición de la emoción, es considerada como débil o, incluso, suspendida.
La nomenclatura pasional del francés se construye, en lo esencial, a
partir de tres variables, en las que la aspectualidad desempeña el papel
central; la taxonomía connotativa que resulta aparece en la tabla siguiente:
82
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONE
Sentímiento
Emoción
Humor
*
*?
*?
Suscep- Incli- Tempe- Carácte;
tible nación ramento
DISPOSICIÓN
permanente
durable
pasajera
*
*
*
*
*
*
*
*?
*?
*
MANIFESTACIÓN
continua
episódica
aislada
*
*
*
l\WDALIZACIÓN
saber
poder
querer
mixta
*
COMPETENCIA
?
reconocida
supuesta
negada
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
?
*
*
*
A pesar de este esfuerzo de esclarecimiento y de sistematización, la
nomenclatura pasional sigue siendo un conjunto difuso, en el que única-.
mente se puede indicar cuáles son las variables subyacentes, pero en el
cual no se puede definir unívocamente los términos. Esta nomenclatura
se muestra como la cobertura lexemática incompleta, mal delimitada, de
un macrosistema clasificatorio; como sistema, le falta ser jerarquizado y
es prácticamente imposible determinar entre la aspectualización, la
modalización y la competencialización, cuáles son los presuponentes y los
presupuestos; por otra parte, este sistema no es generalizable, ya que es
producto de una selección cultural que se realiza de entre todos los posibles casos de figl.Íra. En efecto, la selección cultural interviene en dos ocasiones: una primera vez''para elegir únicamente tres ejes de variación de
entre todos los casos posibles -r~conozcamos que, sin embargo, son los
que se encuentran en el corazón de la problemática teórica-, y una segunda vez para quedarse sólo con algunas de las variedades de entre todas
las que son contemplables. En cierto modo, la nomenclatura representa
un primer esbozo, intuitivo y producto de la historia, de una teoría de las
pasiones elaborada dentro de una cultura. Al ser uno de los componentes
del sistema lingüístico propiamente dicho -€S decir, uno de los productos
de.la praxis enunciativa-, esta teoría nos invita a examinarla más de
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
83
cerca para intentar comprender, por una parte, cómo es que la lengua, en
tanto sistema relativo a una cultura particular, procede para engendrar
los efectos de sentido pasionales a partir de universales modales y, por
otra parte, cuáles son las propiedades de esas "teorías intuitivas de las
pasiones", como son en general las taxonomías connotativas.
El universo pasional sociolectal
Para empezar, es posible distinguir el universo pasional de una cultura
entera, traducido en parte en el léxico de la lengua que domina en esa cultura, de los microuniversos sociolectales que caracterizan a los discursos
sociales. En ocasiones, estos últimos ofrece·n una relectura sorprendente
de tal o cual pasión, es decir, una recategorización.
o
La humillación didáctica
Así sucede, por ejemplo, en el discurso didáctico, al menos en el que se
practica y codifica habitualmente: éste se encuentra fundado en la negación de un saber del "enseñado" y en una afirmación del saber del "enseñante"; a ese respecto, toda estrategia pedagógica que consista en valorar
el saber del alumno no es sino una maña que permite precisamente compensar los efectos pasionales "parásitos" de la negación del saber de origen. Esta negación es necesaria para la buena transmisión y construcción
del saber y para la constitución del actante colectivo, ya que el grupo en
formación, cualquiera que éste sea, es agrupado a partir de una evaluación que puede ser, o arbitraria, como la edad, o motivada, como un examen de ingreso, pero que en todos los casos mide siempre lo que sabe o no
sabe quien es enseñado, lo cual siempre equivale a definir lo que le falta
por aprender. Por otra parte, con el pretexto de medir el saber adquirido,
se multiplican las evaluaciones "de diagnóstico" o "de pronóstico", aunque
en la estrategia didáctica propiamente dicha siempre se considere la extensión de la ignorancia, lo mismo que la relativá heterogeneidad del grupo en formación que de ahí deriva; esto es con el fin de programar posteriormente los aprendizajes destinados a remediar a la vez el déficit y la
heterogeneidad.
Ahora bien, al menos en su principio modal, esta negación de la competencia es portadora de una ''humillación", es decir, de una manipulación
patémica que busca instalar en el enseñado cierto segmento modal estereotipado en el que la conciencia (saber) de la incompetencia debe llevar a
una aceptación (querer) de los aprendizajes propuestos: el saber-no-estarser se transforma en no-querer-estar-ser. Freud, por ejemplo, en su introducción a la Introducción al psicoanálisis, apela insistentemente a ese rol
84
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
patémico; al dirigirse a sus estudiantes, afirma explícitamente que, para
venir a oír, es necesario admitir previamente que no se sabe nada, que se
está en el mismo nivel de ignorancia de aquel que jamás ha estudiado
medicina; no vacila en precisar que los que aún creen saber algo no deben
asistir a la segunda sesión. Finalmente, a los que bajo esas condiciones
aceptan permanecer, y únicamente a ellos, aconseja escucharle.
He ahí, pues, un microuniverso sociolectal en el que una pasión considerada generalmente nefasta y negativa es aprovechada "positivamente" de un modo que goza de tanto consenso que en general ni los maestros (tal vez con excepción de Freud, entre otros), ni los alumnos la
reconocen como tal. En otras palabras, dentro de esta taxonomía pasional
no se encuentra repertoriada como una "humillación"; pero basta con que
en los bordes de este microuniverso sociolectal se produzcan traslapas con
otros discursos sociales, culturales o ideológicos o con universos individuales no integrados para que el efecto de sentido ''humillación" reaparezca y
para que surjan conflictos de interpretación en torno al dispositivo modal:
muchos debates pedagógicos resultan de ello.
Por otro lado, una forma discursiva como ésta se encuentra sin duda
ligada a un área cultural limitada en el tiempo y en el espacio: ¿qué
sucedería con ella, por ejemplo, en la antigua India, en la que, como
señala Dumézil, el maestro y el discípulo se "engullen" y "vomitan" recíprocamente?
e
Teoría de las pasiones y teoría del valor
Si se levanta la vista para mirar los universos pasionales que organizan a
las culturas enteras, más allá de la lengua, se percibe que las taxonomías
connotativas afectan a más cosas que la delimitación de los dispositivos
modales y su interpretación pasional. Se observa, por ejemplo, que la
teoría de las pasiones de la revolución individualista del siglo XVIII fue
remplazada por la teoría del valor y por la dinámica del interés. Las variaciones paradigmáticas de la historia consistieron en remplazar una focalización en el sujeto por una focalización en el objeto y, paralelamente, en
modificar el equilibrio y las relaciones entre el querer y el deber.
Dentro de los sistemas filosóficos, pero también, de manera más general, dentro de la episteme, la economía política ocupa el lugar de las
teorías de las pasiones, que periclitan, y la teoría de las necesidades
[besoins] 18 suplanta a la de los deseos; esto se traduce en particular en un
cambio en la modalización de los objetos de valor: de ser deseables se convierten en necesarios o indispensables. En las teorías de las pasiones, la
18
"El francés nécessité supone una necesidad más grave y urgente que el simple
besoin", R. García-Pelayo y Gross y J. Testas, Dictionnaire moderne {ran9ais-espagnol,
Larousse [T.].
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
85
dimensión pragmática afecta al cuerpo, el cual por su parte afecta al alma,
y suscita por ejemplo el querer; en la teoría de las necesidades, la dimensión pragmática determina al cuerpo, el cual a su vez determina al espíritu, con un saber reflexivo que sirve de intermediario y que consiste en
la toma de conciencia de sus intereses por parte de los sujetos.
Aparentemente, la diferencia entre las dos teorías reside en poca cosa:
podría resumirse en la oposición entre "afectar" y "determinar" -el cuerpo
afecta o determina al espíritu. En la teoría de las pasiones, lo tímico y lo
cognoscitivo no son articulados por lo pragmático en cuanto tal, sino por
sus disfunciones: por ejemplo, en Spinoza, esas disfunciones no engendran
más que "ideas inadecuadas", que a su vez son reinterpretadas como
pasiones; en cambio, en la teoría de las necesidades, lo cognoscitivo y lo
tímico son articulados totalmente por lo pragmático en cuanto tal. A ese
respecto, las teorías de las pasiones serían teorías de la disfunción narrativa, teorías aptas para captar los "restos" pasionales de la narrabvidad.
Por el contrario, las teorías de las necesidades suponen y utilizan una
narratividad totalmente determinada que, en la búsqueda de valores
descriptivos, anula y absorbe los efectos pasionales al agotar totalmente
los valores modales. En consecuencia, con el auge de la teoría de las
necesidades y de la economía política, se asiste a una vasta empresa ideológica (y epistemológica) que busca reducir este "excedente modal" en el
que moran las pasiones y se busca proceder de tal manera que el conjunto
ele los efectos modales quede, directa o indirectamente, bajo la dependencia de la dimensión pragmática o cognoscitiva.
La semiótica de las pasiones debe tomar partido en cuanto a ese punto; ya no se trata de tomar partido entre deseos y necesidades, entre pasiones e intereses -planteado así, se trata de un debate entre dos culturas-, sino de definir el mínimo epistemológico sin el cual la autonomía de
la dimensión tímica no puede ser garantizada. El mínimo epistemológico
que se requiere parece residir en el hecho de que los dispositivos modales
pueden ser más que la simple condición de la performance. Es claro que,
si detrás de toda taxonomía connotativa de las pasiones se encuentra
operando una teoría, implícita o explícita, entonces los cambios culturales
son susceptibles de influir en el modo en que se representan intelectualmente las pasiones; una trivialidad que es preciso recordar es el hecho ele
que todo proyecto científico se inseribe en una cultura y en una episteme y
que, en consecuencia, la semiótica de las pasiones no escapa a tales determinaciones. Elaborar una semiótica de las pasiones consiste, pues, en
tomar partido por una representación de la dimensión narrativa de los
discursos que no se reduzca a una especie de lógica de la acción y a una
concepción del sujeto que se encuentre totalmente determinada por su
hacer y por las condiciones necesarias para realizarlo.
86
LA EPISTEMOLOGÍA DE LA.S PASIONES
El universo pasional idiolectal
El universo pasional de un escritor participa en la constitución del "texto
global" de su obra. Los trabajos de Ch. Mauron, que enfocan el "mito personal" de una obra, ofrecen una muestra de la construcción de universos
pasionales idiolectales. El mito personal, que se presenta como una configuración que asocia temas y figuras pasionales, puede ser interpretado
como la permanencia de uno o más dispositivos modales cuyas manifestaciones figurativas recurrentes se diseminan a lo largo de las situaciones
narrativas o dramáticas, al igual que en las figuras retóricas. Por otra
parte, el análisis de textos de Maupassant, Bernanos o .Aragon ha mostrado el modo en que las axiologías figurativas .(agua, aire, tierra, fuego), asociadas a las axiologías absh~actas (vida, muerte) y polarizadas por la euforia/disforia, constituyen l3:s formas idiolectales que son susceptibles de
desplegarse en la dimensión tímica del relato.
La "especificidad" del idiolecto pasional se traducirá más precisamente en: 1] la sobrearticulación de algunas pasiones, como se puede constatar en el spleen de Baudelaire; 2] el dominio isotópico o funcional de
alguna modalización, como lo mostró J.C. Coquet con respecto a La ville
de Claudel; 3] las orientaciones axiológicas, la valorización o desvalorización de algunas pasiones, como sucede con la generosidad en Corneílle; 4) la recategorízación de pasiones que son tomadas de los universos
sociolectales y que, en el idiolecto, dejan de corresponder a la definición
"en la lengua". El conjunto de estos factores contribuye a dar una nueva
orientación general a la demarcación y funcionamiento de las pasiones, y
a delinear una taxonomía pasional idiolectal.
~
Una desesperación optimista
La Semaine Saínte de Aragon ofrece un ejemplo notable de recategorización pasional. En esa novela ha sido posible observar que la desesperación es una pasión positiva, valorizada, fuente de provecho simbólico,
pero a condición de que se trate de limf desesperación histórica y política.
El que perdidamente enamorado se suicida es un desesperado trivial que
no tierie derecho a los honores de la historia. En cambio, los soldados de la
Casa Real, desesperados por el abandono del rey y de los príncipes que interpretan como una traición, son sujetos desesperados "positivos". En
.efecto, su desesperación, que se transformará en revuelta, al igual que el
discurso que la expresa, muestra que después de todo no eran tari fútiles
como parecían, que eran fieles y, en el movimiento que los sume en el desamparo y el temor, ellos reafirman los valores en los que se fundaba su
compromiso; de alguna manera, toda la competencia y el compromiso axiológico del sujeto se ven así reactualizados con la desesperación.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
87
Sin embargo, no se trata de un simple cambio en la polarización, ni
tampoco del dominio isotópico de una modalidad; si se compara, por ejemplo, la desesperación en Aragon con la desesperación en Kierkegaard, se
observa que, en Kierkegaard, la especificidad de la desesperación proviene de un dominio modal, mientras que en Aragon nace de una verdadera
recategorización. En efecto, en el Tratado de la desesperación, la desesperación es una forma y un producto de la conciencia, que tiene como
motor una discordancia entre el yo y la desesperación misma o, dicho en
términos de Kierkegaard, "la discordancia interna de una síntesis, cuya
relación se refiere a sí misma" (I, 2). 19 La desesperación del inventor de la
angustia existencial se ve, pues, especificada por el dominio isotópico y
funcional de un saber-estar-ser reflexivo: funcional, porque rige el encadenamiento modal de la desesperación il1isma; isotópica, porque interviene
tanto en la "enfermedad" -el término es de Kierkegaard- como en su cura; porque, a fin de cuentas, es lo propio del hombre. Por el contrario, en
Aragon la desesperación está recategorizada en la medida en que ya no
aparece como una pasión del destinatario frustrado, sino como una pasión
de la asunción de los valores, por intermedio del contrato fiduciario y de la
creencia. Desde este punto de vista, el estado respectivo de las creencias
en Bernard, el enamorado desesperado, y en los "hijos de bueha familia",
los desesperados políticos, es un indicio significativo. De hecho, poco antes
de suicidarse, Bernard no deja de repetir que :'todo es mentira" y se comporta verdaderamente como si todas las cosas fueran iguales en su
insignificancia; en cambio, los hijos de buena familia distinguen cuidadosamente la ruptura del contrato fiduciario que los une a los valores monárquicos: ya no creen en su Destinador, pero en contrapartida creen aún
más firmemente en el sistema de valores que los ha hecho comprometerse
con él. Cuando la desesperación no es sino la prueba del compromiso y ele
las razones que lo fundan, dista mucho de afectar tan profundamente al
sujeto semiótico como cuando es el resultado de la caída generalizada de
los valores. Aunque lleven el mismo nombre y obedezcan a la misma sintaxis modal, se trata de dos pasiones asaz diferentes: una llega a afectar
hasta la valencia y al sujeto tensivo; la, otra afecta solamente a la identidad del Destinador.
Q
Un querer pesimista
Como se aprecia, la rccategorización atañe al conjunto de la configuración: a la jerarquía de las modalizacionesJ a sus manifestaciones, al
hacer que de ahí deriva, pero, sobre todo, a su repercusión en las cate19
Soren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, traducción de Carlos Liacho,
Buenos Aires, Enrique Santiago Rueda Editor, s.f., p. 24.
88
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
gorías profundas. Otro ejemplo viene a la mente, en el que la modali~
zación misma es recategorizada: se trata del amor y del deseo en Maupassant. De las enseñanzas de Schopenhauer, Nlaupassant retuvo que el
querer era la fuente de la desgracia humana, tanto si engendraba un de~
seo insatisfecho, productor de hastío y aversión, cuanto por efecto de la
frustración, fuente de sufrimiento. El querer en Maupassant se encuentra
frecuentemente asociado con la insignificancia, el absurdo, la incoherencia. En el sociolecto, la misma modalización produce la búsqueda, da sentido a los proyectos de vida en la medida en que permite asumir los valores; en cambio, en el idiolecto desorganiza el hacer humano y no suscita
más que pasiones bestiales, brutales o nefastas. La recategorización toma
aquí otra vía distinta de la de Aragon, ya que es la modalización misma,
como fundadora de las pasiones, la que se ve recategorizada, y todas las
pasiones que la incluyen en su dispositivo se ven afectadas. Si nos remitimos a las modulaciones del devenir, es posible percibir que la "apertura"
que engendrará al querer no es sino falta de serenidad o irrupción intem~
pestiva. En suma, las fuerzas dispersantes efectúan un retorno destructor: se podría decir que el idiolecto de Maupassant elige un estilo semiótico que especifica la modalidad del querer.
Generalizando: si la recategorización puede pasar superficialmente
por un simple cambio de isotopía temática -la asunción de los valores en
lugar de la frustración, el absurdo y la bestialidad en lugar del "sentido de
la vida"-, ella descansa más profundamente en un reordenamiento del
dispositivo modal y, eventualmente, en nuevas modulaciones tensivas.
Más que frente a la "especificidad" de un idiolecto, sin duda estamos frente a la "originalidad": las formas patémicas se reorganizan de tal modo
que, entonces, el conjunto del universo pasional sufre una deformación
coherente. Por otro lado, tanto en el caso de Aragon como en el de Maupassant, la recategorización no es totalmente obra de ellos: Aragon emplea en la desesperación un sistema de pensamiento más general que no
es el único en poseer; Maupassant toma mucho de Schopenhauer, pero
pertenece a una generación de escritores que sufrieron la misma influencia. Por una parte, una sociotaxonomía construida, la ideología de una
corriente de pensamiento, se transforma en taxonomía idiolectal inmanente; por otra parte, una taxonomía idiolectal construida, un sistema
filosófico, se transforma en sociotaxonomía inmanente. Estas mutaciones
permiten entrever un posible método para el estudio de las relaciones entre texto, cotexto y contexto: una vez localizadas las constantes y los parámetros sobre los que operan las taxonomías connotativas, habiendo distinguido las diferentes especies y los diferentes niveles en que operan, sería posible considerar bajo esta perspectiva el estudio "genético" de los
textos por medio de las transformaciones entre los distintos tipos de taxonomías.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
89
Filosofía y semiótica de las pasiones
Existe una variedad de taxonomías connotativas que merece ser examinada aparte, puesto que presenta una sistematicidad y un carácter explícito
próximos al procedimiento semiótico: se trata de las taxonomías que proponen los filósofos. Los tratados sobre las pasiones presentan la peculiaridad de que vacilan entre la clasificación de pasiones que seleccionan dentro de una cultura dada, y una taxonomía deductiva independiente de
cualquier cultura en particular. N o se trata de presentar aquí tal o cual
sistema filosófico, sino de mostrar rápidamente en qué ellos no pueden escapar a tal alternativa y cómo es que procede el hacer taxonómico.
o
La taxonomía cartesiana
En Las pasiones del alma, Descartes procede únicamente por clasificación:
comienza haciendo el recuento de las pasiones por medio ele una deducción
progresiva, y después prosigue con el estudio de seis pasiones llamadas
"primitivas", para terminar con las pasiones "particulares". El recuento ele
las pasiones, así como su descripción, consiste en plantear variables, en
desplegar las variedades, en proporcionar, a continuación, una descripción
de las manifestaciones concebidas como síntomas y, por último, en contemplar las causas fisiológicas. Las definiciones juegan con un cierto número
de parámetros que de alguna manera justifican, una vez elaborada, la representación de las pasiones que Descartes toma de sus antecesores y de
sus contemporáneos. Estos parámetros son, entre otros, los actantes
involucrados, la modalización, la axiologización, la aspectualización temporal. Es así como el "arrepentimiento" descansa en un sincretismo entre el
sujeto de hacer, el observador y el sujeto apasionado; el querer y el poderhacer se encuentran implicados en las pasiones que afectan a la "potencia
de actuar", como sucede con la "indecisión" [irrésolution]; por último, el
"hastío" [ennui] y la "repugnancia" [degout] serían pasiones "durativas".
Además, la moralización es omnipresente, la mayoría de las veces redundante con respecto a la polarización axiológica de los objetos, y viene a
superponer una nueva taxonomía a la primera. El principio es, pues, el de
una vasta combinación, que se considera exhaustiva en lo que se refiere a
las seis pasiones primitivas y exploratoria para las restantes, cuyo número
es "indefinido"; como se ve, la combinación se funda en un pequeño número
de categorías que serían aproximadamente las que tendría que manipular
una semiótica de las pasiones de carácter taxonómico. 20
20 Al respecto habría que señalar que el análisis semiótico de esta combinatoria permitiría hacer aparecer el principio en el que descansa la distinción entre las "primitivas" y las
otras; en Descartes, 1a distinción es evidente: "Se puede señalar fácilmente que no hay más
90
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
Por otra parte, la combinatoria no obedece a una sola taxonomía sino
a dos, que se entremezclan. La primera es una etnotaxonomía inmanente,
en la medida en que Descartes reordena a posteriori el universo pasional
de una cultura, que es más o menos fielmente transmitido por 'la lengua;
la segunda es una taxonomía idiolectal construida, aunque sólo sea por la
insistente presencia de la mecánica fisiológica cartesiana, pero también a
causa de los juicios morales que acompañan y determinan a cada definición. Ahora bien, esas taxonomías operan a veces de manera contradictoria y, en ese caso, las dudas en la denominación revelan la indecisión del
filósofo. Por una parte, a manera de ejemplo, ciñéndose a su propio sistema, Descartes trata como pasiones a la estima y al desprecio, que en el
siglo XVII eran consideradas ''opiniones"; así, también, al hacer aparecer
las posiciones sin denominación en la lengua natural, les asigna arbitrariamente un nombre prestado: es así como, para hacer juego con "pesar"
[regret], que es una ''tristeza ligada a un bien pasado", el "júbilo" [allégresse] es el nombre dado a "una alegría ligada a un mal pasado". Pero,
por otro lado, para nombrar la pasión de quien constata que un objeto positivo es de quien lo merece, renuncia a encontrar una denominación
específica y toma el nombre genérico más cercano, el de "alegría" [joie]. De
lo cual se ve que lo arbitrario de la denominación, que señala la preponderancia de la taxonomía idiolectal construida, cede a veces su lugar al
afán por justificar las delimitaciones lexicalizadas propias de una cultura.
Por otra parte, quien, desde una perspectiva semiótica, quisiera aprovechar un procedimiento de este tipo, encontraría rápidamente un obstáculo insuperable: aparentemente, la combinatoria no tiene límites, pero
tampoco un principio rector unívoco. El procedimiento taxonómico se encuentra falseado desde su origen por el hecho de que toda taxonomía de
las pasiones es relativa a una cultura dada. Esto no le quita mérito filosófico, pero no permite que el semiotista lo utilice: así, entre otros aspectos,
el método semiótico consiste en prever, y no en hacer el inventario de la
combinatoria; prever por un lado las posiciones posibles de la combinatoria, pero en ese caso es necesario conocer el principio rector; prever por
otro lado las apariciones de las pasiones en el discurso, pero entonces es
necesario conocer su sintaxis. Las más de las veces, en los filósofos las
transformaciones pasionales ya no pertenecen al campo pasional: en
Descartes, por ejemplo, forman parte de la fisiología y de la mecánica corporal, y las pasiones en cuanto tales parecen ser meramente estáticas.
que seis que sean tales", dice a propósito de las primitivas. Ahora bien, rápidamente se puede
percibir que las pasiones llamadas "primitivas" son aquellas en las que no se encuentra sincretismo actancial alguno y cuyas definiciones no conllevan más que dos actantes, el sujeto y
su objeto. Esta observación no sería por otra parte suficiente, ya que el criterio no se aplica
más que parcialmente a la lista proporcionada por Descartes.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
0
91
.AJgoritmos y sintaxis en Spinoza
Si consideramos ahora a Spinoza, encontramos en cambio, en la Ética, alrunos elementos de sintaxis pasional. En este caso, la teoría de las pasioo
nes se presenta como una concatenación de proposiciones; por ejemplo, el
odio es "una tristeza acompañada de la idea de una causa exterior"; el lector es remitido a la tristeza, pasión "con la que el espíritu pasa a una perfección menor", y este último proceso es explicado de la siguiente manera:
Si algo aumenta o disminuye, favorece o limita la potencia de actuar de nuestro
cuerpo, la idea de esa misma cosa aumenta o disminuye, favorece o limita la
potencia de pensar de nuestra mente. 21
De acuerdo a Spinoza, la pasión nace de cierta articulación de la
dimensión pragmática, s.obre todo del campo somático, con la dimensión
cognoscitiva: la competencia del sujeto pragmático es un espectáculo para
el sujeto cognoscitivo, y es este espectáculo, organizado como "pasión", el
que entonces afecta a la competencia del sujeto cognoscitivo mismo.
Por un lado, un funcionamiento como éste se encuentra fundado en el
principio pasional más universal que existe, aquel que postula la unidad
del sujeto humano, la interdependencia de las diferentes instancias que lo
componen; además, el mismo mecanismo de engendramiento de las
pasiones -y en consecuencia, los algoritmos deductivos que las construyen- tiene su origen en el proceso que, de acuerdo a nosotros, .homogeneíza lo exteroceptivo y lo interoceptivo por la mediación de lo proprioceptivo, proceso creador de la existencia semiótica misma: por ello, lo que
afecta al espíritu puede afectar al cuerpo, y la afectación del cuerpo puede
convertirse en un espectáculo pasional para el espíritu.
Pero, por otro lado, el carácter idiolectal y restrictivo de esta teoría de
las pasiones se transparenta aquí al menos de dos maneras. En primer
lugar, es evidente que la articulación pasional de lo cognoscitivo sobre lo
pragmático es considerada como perturbadora, ya que la modificación de
las facultades del espíritu deriva explícitamente de ideas llamadas
"inadecuadas"; ahora bien, por definición, las ideas inadecuadas son aquellas qD;e llegan al espíritu bajo la influencia de las afecciones del cuerpo y
que, por ello, al dirigirse a la parte "pasiva" de nuestro espíritu pueden
estar "mutiladas y confusas"; este dispositivo filosófico supone, pues, la
dualidad del alma y del cuerpo, representados aquí como dos espacios
cognoscitivos entre los que existe una frontera modal que perturba (mutila .y disminuye) la circulación del saber. Además de la moralización generalmente negativa que inspira a tal concepción, es claro que, en tales
21 Ética, cap. "Del origen y de la naturaleza de los afectos", proposición XI, traducción
al español de José Gaos, México, UNAM, 1983.
92
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
condiciones, es imposible pensar la autonomía de la dimensión patémica,
puesto que la teoría de las pasiones se encuentra limitada al tratamiento
de los efectos de una dimensión cognoscitiva perturbada por la dimensión
pragmática.
Por otra parte, únicamente la modalidad del poder parece estar involucrada: la "potencia para actuar de nuestro cuerpo" (poder-hacer) y la
"potencia para pensar de nuestro espíritu" (poder-saber) son las únicas
afectadas en este caso; de hecho, esto podría significar, ya sea que únicamente el poder y sus variedades engendran las pasiones, o que las otras
modalizaciones, al venir a interferirlo indebidamente, producen efectos
secundarios. Sea lo que fuere, esta modalidad aparece rigiendo al conjunto del sistema. Además, en la medida en que sus efectos son tratados a
continuación como un espectáculo, por un entendimiento que ya no produce más que ideas inadecuadas, la modalidad del saber interviene en segundo lugar, como el filtro y el interpretante de todas las pasiones. En
consecuencia, las modalidades aléticas, tomadas a su cargo por las modalidades epistémicas, constituirán la armazón de la teoría de las pasiones en
Spinoza. De manera que el "temor" [crainte] será la "idea de una cosa
futura o pasada cuyo resultado [modalización alética] 22 nos parece en
cierta medida dudoso [modalización epistémica]".
A esta sintaxis del procedimiento de definición habría que añadir una
sintaxis intrínseca al funcionamiento pasional. La originalidad de la
teoría de las pasiones de Spinoza reside en parte en el hecho de que algunas pasiones pueden transformarse en otras; por ejemplo, el "contentamiento" [contentement] es una alegría producto de lo que ocurre contra
toda esperanza; igualmente, la "decepción" es una tristeza producto de lo
que ocurre contra toda esperanza. Tales definiciones implican una verdadera secuencia modal, en la que, por ejemplo, la duda se transforma en
certeza: la satisfacción presupone sintácticamente la ausencia de esperanza, y quizá también el temor, y la decepción presupone sintácticamente la
esperanza. Nosotros llamaríamos más bien "espera" [attente] a lo que
Spinoza llama "esperanza" [espoir], pero no hay duda de que, aquí, el sujeto apasionado está constituido por una serie de sujetos modales, en parte
independientes los unos de los otros, y que algunas pasiones nacen de una
transformación modal. Ahora bien, la sintaxis pasional es por sí misma
un factor ilimitante de la teoría; efectivamente, las combinaciones que
ofrece una taxonomía, aun cuando sean numerosas, por principio son finitas, pero en la medida en que no se impone ningun límite a la cantidad de
transformaciones para cada secuencia, los sintagmas pasionales son, en
principio, de número ilimitado. No obstante, la Ética jamás nos da la impresión de abrir tal ilimitación. La razón es que la taxonomía connotativa
22
En corchetes en el original.
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
93
prevalece por encima de la sintaxis y que, por no haber garantizado la
autonomía del principio sintáctico que a veces utiliza el filósofo, no puede
producir más que una teoría idiolectaL
En efecto, la aparente exhaustividad de la combinatoria, a la vez que
está limitada por las premisas adoptadas -las cuales sólo toman como
pasiones lo que, proveniente del cuerpo, altera el buen funcionamiento del
espíritu, con lo que Spinoza se somete tanto a su tiempo como a la tradición filosófica-, también lo está por el principio de los algoritmos deduc. ti vos que rigen al idiolecto. Hacia arriba, como ha sido señalado, es la
selección de una isotopía modal lo que condiciona al sistema; hacia abajo,
lo que lo condiciona es la selección de un cierto número de combinaciones
entre el conjunto de posibilidades. El filósofo hace notar de paso la existencia de pasiones sin nombre, indicando con ello la autonomía de su construcción con respecto a las delimitaciones culturales que transmite la
lengua; sin embargo, entre todas las combinaciones y todas las secuencias
modales posibles, sólo son tomadas en cuenta las que autoriza el camino
deductivo adoptado. La mejor prueba es que, a pesar del potencial de ilimitación que representa, la sintaxis modal no logra exceder la taxonomía y
queda sometida al procedimiento deductivo combinatorio. La admirable
coherencia de la Ética no es cuestionada, ni la pertinencia de las definiciones propuestas; por el contrario, en este ejemplo, en el que el principio
combinatorio es llevado al límite, se puede entender por qué, particularmente con respecto a las pasiones, un método taxonómico y estrictamente
deductivo no puede sino justificar a posteriori las delimitaciones impuestas por cada cultura, y superponerles los a priori de un sistema idiolectal.
Recorrer rápidamente dos teorías filosóficas de las pasiones no basta
para dar cuenta del tratamiento filosófico de la pasión; de hecho, no es ése
nuestro objetivo aquí. En cambio, ellas sacan a la luz los efectos connotativos de ciertas elecciones metodológicas: en la medida en que son taxonómicas, se organizan en oposiciones binarias y, por ello, difícilmente
pueden escapar a un modo de pensamiento discontinuo y categórico que
nos parece poco apto para tratar el universo pasional tal como se manifiesta en el discurso; en la medida en que son deductivas y que se subordinan a un sistema filosófico particular, producen taxonomías idiolectales;
en la medida en que generalmente obedecen a un principio lexentático,
que lleva a asociar sistemáticamente una denominación motivada a cada
definición, confirman las taxonomías sociolectales inmanentes.
Por supuesto, estas diferentes categorías merecen ser matizadas y ubicadas en la historia de la filosofía. Pareciera, por ejemplo, que después de
un largo peiiodo en que pulularon los tratados taxonómicos, el arribo de la
teoría de las necesidades y del interés detuvo la producción de ese tipo de
tratados. Durante este eclipse de las taxonomías pasionales, se preparaba
una concepción de la pasión que sólo se afirmaría con el romanticismo: la
94
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
pasión como tal, remitida al sentir, la pasión como principio de vida, indivisible, que no deja lugar a una taxonomía. En cierto modo, la gran perturbación producida por Nietzsche y Freud confirma esta evolución, al situar
la pasión, con un gesto antropológico esencial, en el origen de lo ''humano"
y de la cultura, como motor de la historia colectiva y de la historia individual. Es claro que no toda teoría filosófica de las pasiones es taxonómica y
deductiva, pero parece que difícilmente se puede escapar a esta alternativa: o bien es el sistema filosófico en su conjunto el que descansa en un
principio pasional -y en consecuencia éste aparece prácticamente como
uno de sus incognoscibles-, o bien es una taxonomía regida por el sistema
filosófico la que produce la teoría de las pasiones.
Precisamente, nuestro afán es promover una semiótica de las pasiones que, por un lado, asegure a la dimensión patémica su autonomía dentro de la teoría de la significación y, por otro lado, que no se confunda con
la teoría semiótica entera, conservando al mismo tiempo su independencia con respecto a las variaciones culturales que l~s taxonomías connotativas traducen. La importancia epistemológica y metodológica acordada a la
sintaxis pasional parece poder protegernos tanto de Caribdis -la taxonomía- como de Escila -la pasión como fundamento de toda significación:
ahí reside el mínimo epistemológico que requerimos. Sin embargo, no por
ello escapamos al hecho de que, en el momento en que se inicia el análisis,
las pasiones no son cognoscibles más que por medio del uso que les da
forma y las integra en los primitivos semionarrativos; hablando semióticamente, ignoramos (casi) todo sobre las pasiones o, cuando menos, atendiendo a lo dicho hasta ahora, debemos aparentar que así es. Ya que ·
ahora está claro que nadie puede escapar a las orientaciones y a las elecciones de origen cultural, continuar en la vía de la construcción teórica
que parte de los fundamentos hace, a la larga, correr el riesgo de producir
una taxonomía connotativa más entre tantas. En cambio, los productos de
uso deben ser tomados en serio ahora y ser utilizados de manera crítica;
por eso empezaremos a examinar las pasiones en los discursos realizados:
discurso del diccionario, de los moralistas, discurso literario, entre otros,
los que nos permitirán sacar a la luz detalladamente el modo en que los
sociolectos y los idiolectos trabajan. El corpus lexicográfico y el corpus literario constituyen un punto de partida para producir eventuales generalizaciones y para suscitar nuevas interrogantes que progresivamente se
integren en las primeras hipótesis teóricas.
Entre dos caminos -el que consistiría, por ejemplo, en "bricolar" 23
dentro de una lengua natural para construir ahí un sistema pasional que
la haría estallar, y el camino que consistiría en construir, independiente23
Intraducible al español; mantenemos el galicismo para significar "un trabajo cuya técnica es improvisada y que se adapta a los materiales y a las circunstancias" (Petit Robert).
LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS PASIONES
95
mente de toda lengua natural, un sistema arbitrario cuyo aprovechamiento concreto sería siempre problemático-, nosotros adoptamos un camino
cr~ítico en el que las virtualidades de la lengua serán reconocidas, en el
que las elecciones culturales serán teorizadas y en el que, en resumen,
será posible reconocer a· cada quien lo suyo.
2. A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
Como las pasiones sólo tienen existencia discursiva gracias al uso, comunitario o individual, su estudio no puede restringirse a las generalidades y
a los "noemas" semánticos y sintácticos que las constituyen; a ese respecto, la lengua natural es algo así como el testigo de lo que la historia de
una cultura ha retenido en tanto pasiones entre todas las combinaciones
modales posibles. Así, comenzaremos interrogando al diccionario, considerado aquí en cuanto un discurso sobre el uso de una cultura. dada, para
reunir las primeras informaciones de la forma como funcionan las pasiones. El estudio de los lexemas pasionales exige primeramente la sustitución de una definición por su denominación; después, una reformulación
sintáctica de la definición misma. Se trata, en suma, de transformar los
roles patémicos, cuyos "nombres-lexemas" constatan la existencia dentro
de un uso dado, en patemas-procesos, y de poner en claro, gracias al
análisis y a la catálisis conjugados, las organizaciones modales subyacentes, así como las operaciones que las predisponen a participar en las configuraciones pasionales. Ese procedimiento, ya probado en varias ocasiones, se funda en la comprobación de las propiedades de condensación y de
expansión del discurso, que autorizan a desplegar, a partir de un solo lexema, el conjunto de una organización sintáctica.
Eso no significa, sin embargo, que el modelo sintáctico de cada pasión
esté contenido, hasta cierto punto de manera natural, en su ocurrencia
lingüística. La lexicalización es un fenómeno secundario de la estructura
semántica; opera sobre los productos del uso, es decir, sobre las selecciones y los ordenamientos que uno observa en discurso y cuya praxis
enunciativa es la responsable. Es por eso que el establecimiento del modelo no comienza sino después del análisis pragmático de las definiciones,
las cuales sólo sirven para prevenirnos contra nuestras propias inclinaciones idiolectales -incluso, para compensar nuestra ignorancia-, y en el
transcurso del cual uno habría podido separar los constituyentes sintácticos generalizables de aquellos que no lo son. El método preconizado, que
consiste a la vez en darse una base deductiva y en explorar después los
discursos y los usos manifestados por éstos para establecer los modelos
sintácticos, demuestra que el objetivo es siempre compensar las debilidades de la deducción por la inducción; en una empresa que se presenta
globalmente como hipotético-deductiva, las hipótesis no proceden necesariamente de la especulación axiomatizante: la parte de la inducción es a
menudo dominante.
[96)
97
A PROPÓSITO DE LA AVlilliCIA
El examen del lexema "avaricia" y de su semantismo nos permitirá
ilustrar y precisar nuestro acercamiento.
LA CONFIGURACIÓN LÉXICO-SEMÁNTICA
La pe1jormance: la acumulación y la retención
El Petit Robert que consultamos presenta la avaricia bajo la forma de tres
segmentos definicionales: 1] el apego excesivo al dinero, 2] la pasión de
acumular y 3] la pasión de retener riquezas. El primero de esos segmentos supone como conocida la definición, de un lado, del "apego" y, del otro,
del "exceso". El apego, a su vez, es definido como un "sentimiento que nos
une a las personas y a las cosas por las cuales sentimos afecto". O sea:
- Sentimiento
- que nos une
- a las personas y a las cosas
por las cuales sentimos afecto
referencia a la nomenclatura pasional
modo de conjunción
objetos de valor de tipo '<deseables",
cletenninados por un aquerer-ser''
N.B. "Deseable', no es más que una aproximación para dar cuenta ele la "afección" y del "apego,. Se reconoce ahí intuitivamente un efecto aspectual, la
duración o la repetición, y un componente fiduciario, la confianza en el valor
del objeto. Regresaremos a ello.
En cuanto al exceso, representa aquí una intensidad del sentimiento,
acompañada de un juicio moral peyorativo. La pasión se mide entonces en
una escala en la que la moral instituye umbrales de apreciación: el apego
al dinero puede ser más o menos vivo; no obstante, habiendo alcanzado el
umbral moral, se convierte en la avaricia. El umbral no es, empero, una
frontera entre una no pasión y una pasión, sino entre dos formas pasionales que el diccionario, en su propia nomenclatura, llamaría respectivamente un "sentimiento" y una "pasión". Por otra parte, esa escala de
intensidad y ese umbral moral, si aparecen en superficie como un medio
ele normalización de la pasión, presuponen también una aspectualización
del proceso designado como "afectar"; de hecho, si el juicio ético consiste
en proyectar umbrales, eso no significa sin embargo que la propiedad
sobre la cual se expresa el juicio (aquí el "exceso',) sea de la misma naturaleza: el umbral normativo no es sino el medio superficial que la ética se
da para manifestar la propiedad que evalúa. N o obstante, como el enunciado del umbral normativo es el único indicio directamente observable de la
presencia inmanente de una propiedad tal, nos encontramos fortalecidos
en nuestra decisión táctica cle'comenzar el examen aprovechando los productos del uso, cuya moralización es aquí un ejemplo.
98
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
Para resumir, la traducción sintáctica de la definición dada por el diccionario se presenta así: un enunciado de conjunción es sobredeterminado
por una modalización, seguida de una aspectualización, ambas sobredeterminadas por un juicio de intensidad, y ese ordenamiento sintáctico está
clasificado en la nomeclatura pasional.
El segundo segmento definitorio, "pasión de acumular riquezas", en lo
que a él se refiere, opera directament~ la clasificación dentro de la nomenclatura; el término "pasión", glosado como "viva inclinación por un objeto
que se persigue, al cual uno se apega con todas sus fuerzas" r aparece como
un condensado de la expresión "apego excesivo". "Acumular" es un hacer
que se ejerce en provecho de un beneficiario: un querer-estar-ser, el del
beneficiario en relación con el objeto, tiene aquí por condición un quere}'hacer, el del sujeto "acumulador"; se trata, además, de un proceso recurrente, en el que el valor del objeto comporta una cláusula cuantitativa.
En suma, la "intensidad", ya reconocida en el primer segmento, retorna aquí en dos momentos: una primera vez, como aspectualización del
proceso, bajo la forma de recurrencia, y una segunda vez, como evaluación
cuantitativa del objeto, revelando así una aspectualización del objeto.
Continuando ahora el examen del primer segmento, esta observación
muestra que la intensidad del sentimiento, lejos de ser la última palabra
del exceso, cuestiona la naturaleza misma de la intensidad: siendo concomitantes la aspectualización del proceso y la del objeto, ella nos permitiría
interpretar la intensidad pasional como la manifestación de la modulación de lo continuo, susceptible de distribuirse, en el momento de su convocación en discurso, a la vez sobre el proceso y sobre el objeto, llegando
así a ser definitoria de la pasión del sujeto.
El tercer segmento propuesto por el diccionario, "pasión de retener
riquezas", modifica sólo la naturaleza del hacer. "Retener" es un· programa narrativo de no disjunción, que se opone a acumular, programa de
conjunción. Se recordará que T. Ribot, dividiendo las pasiones en "estáticas" y "dinámicas", clasificaba la avaricia entre las pasiones llamadas "estáticas"; vemos que de hecho la avaricia comporta a la vez una forma dinámica (de conjunción) y una forma aparentemente estática (de no disjunción). Esas dos formas toman su lugar en el cuadrado de la junción:
avaricia 1
CON.JUNCIÓN
avaricia 2
NO DISJUNCIÓN
AVARICIA
DISJUNCIÓN
~
NO CONJUNCIÓN
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
99
Por otro lado, la diferencia entre las dos formas de la avaricia puede
ser interpretada como la de puntos de vista, es decir, como una diferencia
estrictamente discursiva. En efecto, si se supone que la avaricia es una
sola pasión, independientemente de sus variaciones discursivas, la oposición entre "acumular" y "retener" puede comprenderse como la oposición
entre la avaricia que se ejerce antes de la conjunción, teniendo como perspectiva la conjunción misma, y la avaricia después de la conjunción. La
aspectualización difiere entonces según si tiene que ver con el proceso perfectivo de conjunción o con el proceso imperfectivo de no disjunción: iterativa (i.e. durativa discontinua) en un caso, se convierte en continuativa
(i.e. durativa continua) en el otro; "perfectiva" no significa aquí otra cosa
que "dirigida hacia la conjunción", e "imperfectiva", simplemente el hecho
de que la conjunción ya se cumplió. Esa doble puesta en perspectiva de un
proceso pasional único alienta a buscar, en el momento de la construcción
del modelo, un principio sintáctico único que permita dar cuenta de la avaricia.
e
La competencia pasional
Los tres segmentos definitorios de la avaricia invitan al comentario. Primeramente, si el programa narrativo de acumulación o de retención parece administrado por la pasión, ésta puede ser considerada como competencia: se presenta como el equivalente de un "querer", querer-estar-ser o
querer-hacer, encontrándose así, en el esquema narrativo, en la fase del
establecimiento del contrato entre el sujeto y el Destinador. Pero, de hecho, el avaro puede acumular o retener sin contrato y sin Destinador; podríamos decir también que la acumulación y la retención son sólo "avariciosas" cuando derogan el contrato e ignoran al Destinador, y la pasión
funciona como un sustituto reflexivo de la manipulación, de la persuasión
y del contrato. No obstante, lo contrario es también posible: lo es, por
ejemplo, con la avaricia, considerada como característica de todo un grupo
social, o con el odio declarado por todos los individuos de un grupo humano al enemigo hereditario. La presencia o la ausencia del Destinador no es
entonces un criterio pertinente para la comprensión de la avaricia.
Sea lo que sea, parece que se podrían reconocer dos características independientemente del Destinador, que las mismas permitirían distinguir
dos formas de competencia, una de las cuales es específicamente pasional.
En principio, la competencia propia de la pasión implica una programación del sujeto, independientemente de los programas mismos y dotada
de formas aspectuales específicas, al grado que uno puede preguntarse si
no es la aspectualización de un comportamiento asegurando una competencia -su repetición, su duración, su intensidad-lo que procura a la competencia su perfume pasional.. Mejor aún, todo transcurre como si la efica-
lOO
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
cia de la competencia pasional dependiera de su aspectualización: la pasión del avaro, en realidad, no se ejerce y no es reconocible sino en razón
del carácter iterativo de la conjunción y del carácter continuativo de la no
disjunción.
Otro rasgo distintivo: la competencia pasional puede ser interpretada
como un simulacro reflexivo; de modo contrario a la competencia "normal", que sólo podemos aprehender por su reconstrucción a partir de la
performance, la competencia pasional no depende de la performance; todo
lo contrario, es ella quien la rige: por un lado, sobrepasa siempre el hacer
que parece resultar de ahí -en efecto, incluso si el avaro experimenta una
satisfacción al acumular riquezas, no deja por eso de acumularlas- y, por
otra parte, aparece como la imagen fin para el sujeto, instituyendo así la
orientación del objeto para sí mismo y neutralizando el sistema de valores
en curso. Se podría decir, entonces, que el foco de atenCÍón del avaro ya no
lo son las riquezas que acumula, sino esa imagen fin erigida en simulacro
potencial en la que él se "sueña" rodeado de riquezas.
Por su forma aspectual-repetitiva, durativa, intensa-, la competencia
de tipo pasional plantea un problema más general, el de la adquisición de
las competencias: ¿cómo la repetición de un hacer, por ejemplo, puede tener como resultado un "estar-ser", es decir, una competencia inscrita en el
estar-ser del sujeto? La interrogante se extiende al problema de la adquisición de los roles en general; la adquisición de la competencia transformada en un rol, gracias a la aspectualización del hacer, supone un saber que
se construye progresivamente, saber que se remite a las disposiciones de
los programas de base y de los programas de uso y que, por eso, no puede
ser sino discursivo; es decir, situado en un nivel más superficial que el de
los mismos programas. En el caso de la pasión, el saber mencionado es un
"saber figurativo" o, más bien, un "creer figurativo" cuyo contenido es la
imagen fin, el simulacro ideal que postulamos, mientras que la competencia "normal" no requiere una reestructuración semejante.
La competencia pasional constituye, pues, una especie de "imaginario
modal" del sujeto, ya que la imagen fin está compuesta, de acuerdo con la
definición que propusimos para los simulacros pasionales, por modalizaciones que caracterizan al estar-ser del sujeto, retomadas después de una
transferencia cognoscitiva y fiducimia (un desembrague). Como simulacro,
L:t imagen fin sería entonces el "parecer" del ser del sujeto, parecer de uso
interno y reflexivo, que regiría, al menos en parte -bajo la forma de programaciones discursivas-, los comportamientos ulteriores de ese sujeto. En
ese sentido, la noción de imagen fin permitiría reconciliar la lógica de las
previsiones y la lógica de las presuposiciones; la imagen fin es el medio por
el cual el sujeto anticipa la realización de un programa y el advenimiento
de un estado, lo cual le permite, por presuposición, establecer su competencia; la combinación de una previsión, fundada en la fiducia, y de una presu-
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
101
posición, fundada en la necesidad sintáctica, engendra el efecto de sentido
motivación. El avaro que se sueña rodeado de riquezas, reconstruye por
presuposición un programa de acumulación/retención, el cual aparece entonces en la configuración pasional como una motivación orientada por la
imagen fin. La articulación del "imaginario modal" sobre la sintaxis narrativa no podría comprenderse sin sus idas y vueltas sobre el eje del parecer.
o
Una modulación comunitaria
Por lo demás, la avaricia sólo puede concebirse si las riquezas son consideradas como objetos en circulación dentro de una sociedad; el exceso de
acumulación, como el de retención, sólo puede ser interpretado en relación
con una norma que regula los intercambios entre los sujetos dentro de
una comunidad. La retención, por ejemplo, y en particular el juicio peyorativo que la acompaña, sólo puede comprenderse si uno supone una clisposición general para la redistribución. Igualmente, la acumulación aparece en el examen como una superposición entre dos procesos: adquirir
nuevos objetos y, al mismo tiempo, retener los adquiridos. La avaricia no
es pues la pasión del que posee o busca poseer, sino la pasión del que obstaculiza la circulación y la redistribución de los bienes en una comunidad
dada. Ello corresponde a un hecho de uso por medio del cual una praxis
enunciativa, propia de una comunidad, transforma en pasión un determinado dispositivo sintáctico producido en el nivel semionarrativo.
Si la avaricia como pasión sólo se define indirectamente por la j unción
y esencialmente por las variaciones en la circulación ele los valores, su criterio definitorio ya no corresponde, en ese nivel comunitario, al orden ele
lo discontinuo categorial, sino al de lo continuo tensivo: la retención aparece entonces como una especie de modulación del devenir social, cosa nada sorprendente puesto que lo esencial del efecto pasional descansa sobre
formas aspectuales que la puesta en discurso pasa por medio de una distribución temporal ele los procesos: adquirir; después, retener, y continuar
adquiriendo al mismo tiempo que se retiene. Regresaremos más extensamente sobre esta propiedad, constatando simplemente, en esta etapa del
análisis, que parece coincidir con una definición única de la pasión de
avaricia más acá de las variaciones discursivas de perspectiva, más acá
incluso de los avatares de la junción.
Los parasinónimos
Q
La avidez
Ser "ávido" es tener un "deseo inmoderado", "desear inmoderadamente" el
102
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
alimento, los bienes o, incluso, el conocimiento. "Glotón", "goloso", "voraz",
"codicioso", "rapaz", "curioso", son también los principales correlatos. Lo
primero que salta a la vista es que dos grandes tipos de objetos se encuentran concernidos -unos, de tipo pragmático, consumibles o atesorables;
otros, de tipo cognoscitivo-, los cuales proporcionan un criterio de clasificación para esos correlatos; el alimento para el "goloso", "glotón" y "voraz",
los bienes y las riquezas para el "codicioso" y "rapaz", el conocimiento para
el "curioso". Entre todos esos objetos, sólo los bienes atesorables y no consumibles (riqueza, dinero) convienen a una "avidez" que sería sinónimo de
"avaricia"; los otros caracterizarían a otro semema de "avidez" que ya nada tendría que ver con la avaricia: la avidez de alimento o la de conocimientos no pueden ser tachadas de avaricia.
"Atesorables" y "no consumibles" sólo caracterizan a las propiedades
sintácticas de los objetos y no a su contenido semántico; más precisamente, se trataría de modalizaciones proyectadas sobre la junción e impuestas por la forma sintáctica de los objetos: "atesorable" se glosaría entonces como "poder estar conjunto con un mismo sujeto en varios ejemplares"; "no consumible", como "no poder ser destruido por la conjunción con
un sujeto" -es decir, más explícitamente, "poder estar conjunto a un n sujeto después de haber estado conjunto a un (n-1) sujeto". Ese tipo de modalizaciones llevan -lo vemos- explícitamente a la junción y a un componente cuantitativo que encontramos, por ejemplo, en las nociones de "participación" y de "exclusión", a las cuales tendremos que regresar. Sea lo
que sea, la especificidad de la avaricia no se apoya, desde ese punto de
vista, en el semantismo de los objetos, sino en sus propiedades sintácticas.
Siendo indiferente la investidura semántica de los objetos de valor, uno ya
no puede considerar que el valor semántico incorporado, objeto de una
orientación axiológica, tenga algún poder de atracción para el avaro: lo
que hace al avaro no es el dinero, las tierras, los bienes, sino la forma modalizada de la junción y la forma sintáctica del objeto de valor.
No obstante, un analisis de este tipo deja escapar otras acepciones, en
especial "metafóricas" -pero se sabe hasta qué punto las expresiones estereotipadas producidas por el uso son reveladoras de lo que los guillaumianos llaman los "significados de potencia"-, como "avaro" o "ávido" de
elogios, "avaro" o "ávido" de ternura, "avaro" de expresiones, etc. ¿Por qué
la lengua pondría en el mismo plano la reticencia a hacer elogios, a expresar ternura y a acumular y retener riquezas, si el principio pasional subyacente no fuera idéntico? Parece que los elogios, las expresiones y la ternura, así como los bienes atesorables y no consumibles, son considerados
aquí como objetos en circulación, considerados en un intercambio generalizado, social o interindividual. La avaricia se reconoce, en todos los casos,
por el hecho de que la circulación es interrumpida y la redistribución trabada; así, la avidez de conocimientos no puede ser tachada de avaricia
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
103
porque el curioso no priva a nadie, no interrumpe de ninguna manera el
intercambio generalizado de conocimientos; en cambio, la retención de saber, incluso si en lengua no es posible denominarla "avaricia", está sin
embargo muy cercana; por otro lado, la glotonería y la voracidad no tienen
~ada que ver con la avaricia en la medida en que no habría forma de volver a poner en circulación los alimentos una vez que se han conjuntado
con un sujeto cualquiera, al menos en una cultura que rechaza todo valor
simbólico a las deyecciones corporales. 1
Resulta que, en ese caso, las propiedades sintácticas del objeto dejan
de ser pertinentes: el carácter atesorable y no consumible sólo es tomado
en cuenta porque autoriza la redistribución y la circulación; pero no es
específico si se tiene en cuenta el hecho de que otras figuras, las expresiones, los conocimientos, la ternura y los elogios, que no son atesorables,
pueden ser el objeto de una retención y entrar por ese hecho en la configuración de la avaricia. En cambio, la propiedad que se presenta como propia de los objetos de la avaricia parece ser esa facultad de participar en el
intercambio generalizado, de entrar en circulación, pero también de ser
retenidos, acumulados. El objeto no tiene ya ni investidura semántica ni
forma sintáctica semionarrativa, no es más que un efecto de las modulaciones de la circulación en el seno de la comunidad. Como encontramos,
por otro lado, que la interpretación cuantitativa de los fenómenos remite,
en última instancia, a la comunidad misma, concebida como un colectivo
protoactancial, el análisis de la avaricia se encuentra trasladado al nivel
de las precondiciones tensivas de la significación.
o
La cicatería, la tacañería
La cicatería es una "avaricia sórdida"; el cicatero es "bajamente, vergonzosamente interesado", de una "mezquindad innoble": el juicio peyorativo domina la configuración, se despliega en especificaciones pertenecientes a varios parámetros éticos (vergonzoso, bajo, mezquino, innoble). El exceso pasional se sitúa aquí del lado del juicio moral asumido por
el discurso lexicográfico: aquí el punto ele vista del observador social,
responsable de la norma comunitaria, es apasionado, desdoblando así el
_efecto de sentido pasional que comprende el lexema.
La tacañería es una "avaricia mezquina". La recurrencia de la "mezquindad" en la configuración invita a hacer un rodeo para su redefinición:
la definición de un término que forma parte de una primera definición no
1 Vénse a ese propósito, en las Mythologiques y La poitiere jalouse de Lévi-Strauss,
ejemplos de culturas en las que los excrementos y el vómito participan en los sistemas semisimbólicos transmitidos por los mitos. Los trabajos de Helkin sobre los totemismos australianos hacen aparecer también, bajo ciertas condiciones, una valorización de las deyecciones
humanas.
104
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA.
puede más que refinar nuestro saber. Mezquino es quien "está ligado a lo
que es pequeño, mediocre", "quien carece de generosidad", "quien da
muestras de avaricia, de espíritu retacero". La carencia de generosidad
nos remitiría simplemente a rechazar la redistribución, a hacer circular el
objeto de valor; en cambio, el retaceo nos conduce a las "pequeñas cosas",
a las economías de cabos de vela y a hacer aflorar otra vertiente del código
moral. En efecto, no se puede reprochar a un tacaño retirar de la circulación los objetos a los que se les niega además el valor. El exceso de querer-estar-ser sólo tiene sentido aquí por contraste con la insuficiencia de
valor. Eso no impide que tacañería y cicatería, avaricias mezquinas, sean
de cualquier manera dos formas de la avaricia y que la negación del valor
en el objeto buscado haga surgir aquí un problema. La primera observación por hacer se refiere al alcance de esa negación: se recusa el hecho de
que el objeto retenido tenga un valor, cuando visiblemente tiene uno para
el sujeto apasionado; en otros términos, cicatería y tacañería se fundan en
una mala evaluación del valor, es decir, en un desacuerdo entre el sujeto
individual y el sujeto social que soporta a la valencia.
Las nociones de imagen fin y de simulacro ayudarán a aclarar ese desacuerdo: en el caso que nos ocupa, es "pasión" para el observador exterior, lo que implica una imagen fin ilusoria (parecer+no ser), lo que descansa en el enceguecimiento axiológico del sujeto y, especialmente, en el
desconocimiento de la valencia. Situados dentro de la configuración de la
avaricia, el cicatero y el tacaño acumulan y retienen objetos de valor no
apropiados para el intercambio, haciendo aparecer, en el seno de la circulación, objetos señuelos, falsos objetos (como, por ejemplo, el cordel de
maese Hauchecorne en Maupassant). El principio general de la circulación comunitaria es aquí burlado dos veces: una primera vez, por el obstáculo que lo interrumpe, y una segunda vez, por la introducción en el intercambio de "no valores" que de ninguna manera podrían tener destinatarios en esa comunidad y que, por consiguiente, desvían el intercambio.
Otra precisión proveniente de esa redefinición parece también sugestiva: "sórdido" puede significar "bajamente interesado". Estar interesado
es al mismo tiempo "tener interés por ... " y, sobre todo, confesar ostensiblemente su interés, hacer alarde: cuanto más abiertamente interesado aparece, tanto más el juego es insignificante. Por otra parte, lo peyorativo lleva, en lo esencial, a esa confesión. Se ve aquí que el avaro, reteniendo y
acumulando -es decir, obstaculizando el libre movimiento de los bienes-,
actualiza una proforma de valor y designa su ubicación: se trata por consiguiente de la manifestación discursiva de una valencia, de esa "sombra
de valor" que se dibuja en el espacio de la tensividad fórica. Además, confesándose "interesado", el avaro se plantea explícitamente como un actor
sincrético acumulando el sujeto apasionado, el sujeto de hacer y el sujeto
beneficiario, lo que tiene por efecto impedir al observador, quien juzga
A pROPÓSITO DE LA AVARICIA
105
peyorativamente un comportamiento semejante, el plantearse a sí mismo
como Destinatario. El observador social que fija en el uso tal configuración con un estatuto pasional opera siempre por una puesta en perspectiva subjetivante. Planteada la regla general de la circulación de bienes,
cuya aplicación controla al colocarse a sí mismo como destinatario potencial de los objetos, constata en el caso de la tacañería que, por dos razones
combinadas -la retención y la no valencia-, le está prohibido el rol de
Destinatario; entonces, da término a la pasión del otro y lo manifiesta en
su discurso bajo la forma de "intensidad", de "exceso" o de "insuficiencia".
iil
El ahorro y la economía
El juicio moral se atenúa en el caso del ahorro y de la economía, al punto
de desaparecer, a menos que no se invierta para convertirse en positivo.
De hecho, el ahorro y la economía no son, para el diccionario, verdaderas
"pasiones"; una es simplemente "la acción de administrar, de utilizar una
cosa con moderación", y la otra caracteriza a quien "gasta con medida, a
quien sabe evitar todo gasto inútil". La moralización valoriza aquí la "mesura" oponiéndola al exceso de los lexemas precedentes, indicando que, en
la medida en que la escala graduada de los comportamientos económicos
se halla dotada de un umbral, éste aquí no es traspasado. De cualquier
forma, el examen de la avaricia y de la tacañería nos ha enseñado a desconfiar de la aparente simplicidad del dispositivo del exceso y de la mesura, de esas "escalas argumentativas" que abarcan de hecho las tensiones
comunitarias. Hay que señalar también que la definición del diccionario
utiliza, en relación con la nomenclatura, el término genérico aparentemente antinómico, el de "acción": la economía y el ahorro aparecen como haceres. Esto no significa, por lo tanto, que el economizador y el ahorrador no
estén dotados de competencia: uno y otro disponen al menos de un "saberhacer", la habilidad de gastar con entero conocimiento, de consumir justo
lo necesario; dentro de la serie modal que constituye esa competencia, el
saber rige al querer, mientras que, en los casos precedentes, lo contrario
resulta verdadero.
Pero lo esencial no está ahí. La competencia del economizador y del
ahorrador es parecida a la historia de las gentes felices: no hay nada que
decir al respecto, la competencia es presupuesta estrictamente por la performance, no excede en nada a la realización del programa económico. Ese
saber hacer no engendra el "excedente modal" que hemos ya reconocido
como el indicio habitual de la pasión-efecto de sentido. Desde entonces,
basta por sí misma la definición del hacer.
De cualquier forma, como rol económico, "economizador" y "ahorrador" pertenecen a la clase de roles temáticos: la repetición de un mismo
hacer instala en el estar-ser del sujeto una competencia fijada, un saber-
106
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
hacer que la moralización reconoce como un estereotipo social. El dispositivo modal subyacente es registrado pues como un producto del uso, pero
no es considerado como una "disposición pasional". Se podría observar
aquí que la repetición afecta al conjunto del programa y no constituye de
ningún modo una aspectualización específica del dispositivo modal
mismo: este último necesita la dinámica interna de la sintaxis intermodal,
a falta de lo cual no está en la mejor situación para aparecer como una
disposición.
Por otro lado, cuando se trata de "evitar todo gasto inútil", estamos
frente a un programa de no disjunción, y cuando conviene "gastar con moderación", se delinea un programa de disjunción. Pero en ningún caso
esas dos opciones se excluyen mutuamente: hay que gastar, sin gastar
demasiado, y no gastar, gastando un poco; la econGmía y el ahorro descansan entonces sobr.e un equilibrio entre los contradictorios, sobre una alternativa siempre resoluble entre la disjunción y la no disjunción. La decisión está aquí regulada por la modalidad del deber-estar-ser (la utilidad). El deber-estar-ser se presenta al sujeto como una necesidad, por
oposición al querer-estar-ser del avaro, que se traduce en el deseo; pero la
avaricia comporta también su deber-estar-ser, bajo la figura del apego:
¡sorprendente sinonimia de la economía y de la avaricia, de dos deberestar-ser que producen efectos tan diferentes como lo son la utilidad y el
apego! Pero subrayamos sin dificultad que esos dos deber-estar-ser se distinguen por sus propiedades sintácticas. Primeramente, la del apego se
transforma en un querer-estar-ser, que sólo se manifiesta directamente, y
dicha transformación caracteriza a la dinámica de las disposiciones pa- .
sionales; por otro lado, la modalización no tiene la misma incidencia sintáctica: el deber-estar-ser de la utilidad modaliza al objeto de valor incorporado semánticamente, y sólo lo modaliza a él, lo que se traduce superficialmente como una "ventaja"; en cambio, el deber-estar-ser del apego modaliza a la junción misma y dibuja el lugar de un objeto que puede no ser
incorporado, pero que, puesto que lo será, proyectará su incorporación sobre el sujeto: en ese momento el sujeto "apegado" es enteramente definido
(de ahí el efecto de enajenación del sujeto a su objeto), semántica y sintácticamente, por la junción modalizada._
.
Sólo nos queda comprender por qué, en'la atmósfera cultural que se
dibuja detrás de nuestra configuración, la economía y el ahorro no están
"sensibilizados", no son reconocidos como pasiones. Los dos se presentan
también como dispositivos modales susceptibles de funcionar en calidad de
competencias, están integrados en el nivel semionarrativo por el uso, pero
no se les reconoce la dinámica sintáctica interna que los convertiría en
pasiones. Es necesario, para ir más lejos, regresar sobre el equilibrio entre
la disjunción y la no disjunción: encubierto por la moderación, el economizador ·es también alguien que gasta y que por consiguiente no opone
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
107
ninguna resistencia a la circulación de los bienes dentro de la comunidad;
ni retarda ni acelera el intercambio: lo acompaña, a su propio ritmo. Los
roles de "economizador" y de "ahorrador" no manifiestan en suma nada
más que la adaptación del ritmo individual de tal o cual sujeto al del intercambio generalizado que descubrimos detrás de la configuración. Un rodeo
por los antónimos se impone antes de ir más lejos en ese sentido.
Desde el punto de vista del método, el análisis de los segmentos definitorios de la avaricia y de los parasinónimos -que depende de la semántica
lexical- ha puesto de relieve un conjunto de juicios morales dependiendo
de axiologías sociales que están sobreañadidas a lo patémico, pero que
revelan ciertos aspectos esenciales, en particular al englobar la pasión,
comprendida la individual, en un vasto campo intersubjetiva, cuya regulación está asegurada por las normas impuestas a la circulación de los
valores. Por otro lado, ha hecho aparecer programas y roles temáticos,
presentados como comportamientos estereotipados fuertemente previsibles. Definir el nivel patémico, asegurar la autonomía de la dimensión
patémica, es primero que nada extraerla de esas sobredeterminaciones
que, permitiendo la manifestación de las pasiones y haciendo aflorar
algunos de sus basamentos más profundos, enmascaran en parte el funcionamiento. La moralización invasora oblitera frecuentemente el mecanismo pasional y la tematización fija la manifestación en "bloques" estereotipados más fáciles de identificar dentro de una cultura. Se ha constatado, por ejemplo, que el "exceso" y la "insuficiencia", que se dan en las
definiciones y, más generalmente, en los análisis lingüísticos como criterios de identificación de la pasión, deben ser tomados en cuenta con circunspección, ya que no hacen más que trasponer las axiologías y los códigos entremezclados al funcionamiento pasional propiamente dicho.
Los antónimos
G
La disipación
La disipación es "la acción de disipar gastando con prodigalidad". Disipar
es "gastar locamente", hablando de un bien. Se confirma aquí que el "exceso", presentado como criterio de la pasión por medio del adverbio "locamente", resulta de una moralización peyorativa. Se podría decir que el
exceso, característico y definitorio de la pasión, es el rasgo puesto en la
mira por la peyoración; los _análisis precedentes prueban que lo contrario
es lo verdadero: el acto peyorativo proyecta el exceso sobre el dispositivo
pasional, cuyo criterio entonces hay que buscarlo en otra parte. La definición, partiendo de la acción, transforma la disipación en rol temático que
aprehendemos -cpmo para el ahorro- a partir de la performance; pero, al
108
A PROPÓSITO DELA AVARICIA
mismo tiempo, ella juega la carta de la pasión. Esa supuesta pasión crea
entonces problemas ya que resulta del reencuentro de un rol temático
económico con un rol patémico, todo moralizado peyorativamente; se mide
en ese caso el parentesco que une al rol temático y al rol patémico, puesto
que basta con hacer variar la iluminación para hacer aparecer ora a uno
ora al otro en la definición. Además, se puede constatar aquí -lo que no
aparecía ni en el caso de la avaricia ni en el de la economía- que los dos
tipos de roles son compatibles y no se excluyen de ningún modo; como
resultan los dos de la praxis enunciativa, obligan a imaginar dos procedimientos independientes y compatibles a la vez, uno integra los roles fijados
por la repetición después de haberlos inscrito en una isotopía temática, el
otro integra los roles sobre la base de la relativa autonomía sintáctica del
dispositivo modal que los subtiende después de haberlos inscrito en una
taxonomía pasional.
La disipación ocupa en el cuadrado de la junción el polo de la disjunción, pero con una propiedad que conviene resaltar desde ahora; en efecto,
"disipar" es también "aniquilar por dispersión", borrar sin dejar huella de
una magnitud cualquiera. El núcleo sémico, independientemente de la
configuración específica de la avaricia, es pues el de la destrucción del objeto; el disipador gasta, cierto, pero sin que nadie se pueda beneficiar de
los bienes así destruidos; la imagen de la dispersión, si se la interpreta
como una operación cuantitativa, es bastante clara .a ese respecto: hay
para todo el mundo, es decir que no hay para nadie.
e
La prodigalidad
Una persona pródiga es una persona que realiza "gastos excesivos", que
"dilapida su bien". Los correlatos "desinteresado" y "generoso" se oponen
término a término, al "cicatero" y al "tacaño". Por otra parte, en sentido "figurado", siempre también revelador, los objetos de valor, como sucede con
la avaricia, son sustituibles dentro de la misma clase: se puede ser pródigo
en elogios, en buenas palabras, en ternura, etc. La prodigalidad sería entonces un antónimo de la avaricia para el conjunto de sus acepciones.
La configuración se organiza ahora como una microestructura semántica; primeramente, cada enunciado de junción engendra programas, los
cuales pueden ser traducidos bajo la forma de procesos prototipos:
CONJUNCIÓN
adquirir
NO DISJUNCIÓN
no gastar
DISJUNCIÓN
gastar
NO CONJUNCIÓN
no adquirir
109
A PROPÓSITO DE LA AVftJUCIA
Los procesos prototipos podrían ser reformulados más generalmente
como archipredicados del enunciado elemental, en el que cada uno es característico de una de las formas de la junción:
ADQUIRIR
GASTAR
tomar
dar
NO ADQUIRIR
NO GASTAR
guardar
dejar
Los diferentes roles, temáticos y patémicos, descubiertos en la configuración, se definen cada uno en relación con uno de esos CJ.rchipredicados,
al cual es aplicado previamente un juicio de exceso o de mesura. Se
obtiene así el microsistema semántico de la configuración considerada:
avaricia 1
avidez
}
? ? .......
avaricia 2
tacañería
exceso
exceso
TOMAR
DAR
l
mesura
l
mesura
exceso
cicate1ia
J
economía ]
ahorro
}
GUARDAH
mesura
¡
disipación
prodigalidad
economía 2
exceso
??
mesura
??
DE,JAH
Como en toda construcción, desde el momento en que se abandona la
observación empírica y el levantamiento de los parámetros con vistas al
establecimiento del modelo, se dibujan posiciones que no tienen equivalente en el léxico; definidas en el sistema, son entonces previsibles en los
discursos en los que la configuración aparece: se trata en nuestro caso de
la conjunción moderada -el sujeto torna. lo que le corresponde y se contenta con su parte- y de la no conjunción excesiva, una forma ele desinterés ascético, la cual cuestionaría el principio mismo de la circulación de
los valores.
Observando más de cerca a los dos antónimos, "prodigalidad" y ''disipación", comprendiendo allí su sentido "figurado)), ellos transgreden también las reglas del intercambio gcneralizaqo. Esas reglas, que uno reconstruye siempre por presuposición, estipulan que la cantidad global de los
bienes es limitada y que la parte de cada uno lo es también, por lo que re-
110
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
sulta el valor de los bienes en la comunidad de esa rareza relativa. Ser
pródigo, en suma, es hacer como si la parte de cada uno, y la suya para
comenzar, no estuviera limitada, lo que por un lado compromete el equilibrio del intercambio y por el otro cuestiona el valor del valor; es decir, la
valencia. Lo cual, por otra parte, es confirmado por el hecho de que los dos
antónimos conciernen exclusivamente a los bienes que, justamente, podrían ser considerados como la "parte" fija atribuida a cada uno: se dilapida un patrimonio, una herencia, una fortuna -es decir, bienes no renovables-, pero no se dilapida un salario, una utilidad- renovables. Asimismo,
vimos que la disipación destruía el objeto: literalmente, la parte desaparece como parte, sin poder ser transmitida a quienquiera que sea. Lo
cual condu-ce a iilterrogarse retroactivamente sobre la avaricia. Aquel que
pone la mira en la obtención de grandes beneficios o en un salario más
importante será eventualmente considerado como "ambicioso", pero no como "avaro"; la "pasión de acumular" concierne entonces a los bienes no renovables, que son objeto de un reparto fijo entre los miembros de una comunidad. Aunque contrarios, la avaricia y la prodigalidad transgreden la
misma regla: el avaro es quien usurpa la parte de los otros y el pródigo es
el que destruye su parte; en cambio, el "economizador" y el "ahorrador"
saben administrar su parte.
Una vez más, en la configuración pasional que exploramos, el vertimiento semántico de los objetos es de poca importancia; en cambio, sus
propiedades sintácticas, definiéndolas y modalizándolas con vistas a la
junción con el sujeto, son determinantes; lo mismo ocurre con los rasgos
"no renovable" y '~partitivo". Pero, por otro lado, la aparición en la configuración de objetos que no obedecen usualmente a esas propiedades sintácticas, como los elogios y la ternura, muestra que tales propiedades modalizan la junción y no los objetos mismos: ¿para quién puede la ternura presentarse como una parte, sino para los sujetos que sólo consideran como
valor lo que les corresponde por derecho en el intercambio y en el reparto
intersubjetiva? Tocamos aquí a la valencia, al criterio que decide sobre el
valor. Es entonces cuando uno comprende que, en ese nivel, la disipación
y la prodigalidad manifiestan otra modulación de las tensiones comunitarias y de la circulación de los valores: una aceleración, un enloquecimiento (de ahí la expresión "gastar locamente") que dispersa y perturba el
intercambio. Queda por definir la noción de "parte" en el marco de ese íntercambio y dé la circulación de los valores. Regresaremos a ello.
1')
La generosidad, el desinterés y la largueza
La generosidad es una "disposición a dar más de lo debido". La intensidad
no es interpretada aquí como un exceso y la moralización es positiva. No
se traspasa el umbral de la disipación porque, sin duda, el observador
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
111
social tiene aquí la posibilidad de plantearse como beneficiario potencial
del don; como la "largueza" y la "liberalidad", la generosidad se define desde el punto de vista de la atribución, es decir, de un eventual sujeto conjunto, en un programa de transferencia -de objeto. Ese observador social que se
plantea como destinatario potencial, ya presente en la avaricia, virtualizado en el caso de la disipación y de la prodigalidad, es pues asociado al conjunto de la configuración como delegado de una praxis enunciativa, como
testigo de lo que el uso clasifica como "pasión", "disposición" o "acción"; es
el delegado de una enunciación colectiva en la medida en que es él quien
opera las puestas en perspectiva y quien sirve de referente para saber si
algún otro beneficiario, aparte del sujeto apasionado, es concebible.
Pero, en este caso, para comprender el rol de ese observador social) no
basta con constatar· el cambio de punto de vista. Si él no puede reconocerse en el eventual destinatario de la prodigalidad es porque no existe
ningún destinatario de los objetos destruidos; si se reconoce en el destinatario de la generosidad es porque el sujeto generoso, aumentando la
parte de otro, implica al mismo tiempo un destinatario, incluso si no destruye por eso su propia parte. Contrariamente a toda previsión, y estructuralmente hablando, se emplea al generoso en el mismo sentido que al
economizador: su gasto es regulado, su parte salvaguardada, la parte de
otro respetada. Esa sinonimia inesperada se explica sin duda por la superposición, como saldos del uso, de dos momentos diferentes de la demarcación cultural del universo pasional; las connotaciones obsoletas ligadas
a ciertas acepciones de la "generosidad" y a la "liberalidad" y la "largueza"
irían en el mismo sentido: en otra época, a ciertas capas sociales les estaba reservado el papel de facilitar la circulación de los bienes y de los valores; más recientemente, a otras capas sociales, el de contenerla y frenarla.
Ahí tampoco entra en consideración el vertimiento semántico de los
objetos del don: sólo cuentan el respeto de las partes, en el nivel sintáctico, y la modulación puesta en marcha, en el nivel de las valencias. Si la
economía y el ahorro son valorizados a pesar de su tendencia "demoradora", es sin duda porque se les atribuye un papel regulador en un medio
"acelerado"; asimismo, si se evalúa positivamente la generosidad, a pesar
de su tendencia a la "aceleración", es gracias a su papel regulador en un
medio "demorado". Las modulaciones subyacentes en cada figura de la
configura_ción corresponden por consiguiente a cierto estado de cosas, a un
estado dado de tensiones en la configuración entera. Los "estilos semióticos" del avaro, del generoso o del pródigo resultarían entonces de la selección -por el uso- de las inflexiones que aportan a la modulación dominante en el estado de cosas, las cuales son convocadas por medio de su
hacer modalizado y estereotipado.
Por otra parte, la generosidad presupone el "desinterés", otro antónimo ele la avaricia. Éste se define por un "desapego de todo interés persa-
112
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
nal". El sujeto desinteresado sería al sujeto generoso lo que el sujeto "apegado" es al sujeto avaro, homología fundada sobre una misma relación de
presuposición; esa misma relación podría en su momento ser homologada,
grosso modo, con la relación entre la competencia y la performance: el
desapego y el apego, por el hecho de su carácter virtual, no concernirían
más que a la competencia y, más particularmente, volitiva y deóntica, sin
perspectiva de paso al acto, mientras que la generosidad y la avaricia, por
el hecho del carácter actual de la competencia inducida y de la previsibilidad de su hacer (dar, acumular, retener), comprenderán ya sea a la performance ya sea a la competencia, aprehendida en la perspectiva del paso
al acto. Se observará, por ejemplo, que si la generosidad es definida como
"disposición a dar más de lo que se debe", la liberalidad -otra versión del
desinterés-, es una "disposición a dar generosamente", es decir, en suma,
una "disposición de disposición".
Las variaciones de la demarcación lexical que sobresalen al examinar
las definiciones de la generosidad, del desinterés y de la liberalidad son de
naturaleza estrictamente sintáctica, en la medida en que al parecer se
procede por la toma de muestras aparentemente aleatorias, dentro de la
cadena de las presuposiciones que ordena la competencia pasional. Pero, a
pesar de esos imprevistos, dichas variaciones revelan con todo la existencia de una secuencia modal.
La primera etapa de la secuencia, definida como "apego" o "desapego",
lleva a la relación de los valores, un modo de relación lo suficientemente
general como para que llegue a ser definitorio, para el sujeto, de una manera de ser en el mundo (cf "apegado" vs "desapegado"): desde el punto de
vista del recorrido generativo, esa primera etapa se encarga de la valencia; desde el punto de vista del recorrido sintáctico, traduce la modalización de la junción, independientemente de los objetos. La segunda etapa
se presenta como un verdadero sustituto de competencia, lo que hasta
ahora hemos llamado una "disposición", y la última etapa abarca las formas del paso al acto, identificadas como "actitud" o como "conducta". O
sea:
apego/desapego -7 disposición
-7
actitud/conducta
Sin que nada nos autorice a generalizarla, esa secuencia aclara, sin
embargo, un proceso de construcción del actor apasionado. Tiene uno la
impresión de que la acumulación de rasgos que lo caracterizan a lo largo
del discurso no surgen del azar; serían los mismos roles pasionales (desapego, desinterés, generosidad) que -desde el fondo de la sintaxis modalse ordenarían y se pondrían en proceso. El recorrido pasional soportaría
en ese caso una aspectualización del actor, que sería la forma discursiva
de su "vida interior".
113
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
CONSTRUCCIÓN DEL MODELO
El microsistema y su sintaxis
A continuación del análisis de semántica lexical que acabamos de realizar, todas las posiciones del cuadrado de la junción se encuentran ahora
ocupadas y la configuración de la avaricia se encuentra reducida a un microsistema: el desinterés está del lado de la no conjunción y la generosidad -según las definiciones del diccionario-, y ocupa, o bien la posición de
la disjunción, o bien la de la no conjunción. Además, la relación de contradicción entre la avaricia acumulativa y el desinterés está confirmada por
la contradicción existente entre el apego y el desapego que los caracterizan. La distribución obtenida se presenta entonces como:
avaricia 1
avidez
??? (mesura)
avaricia 2
cicatería
tacañería
ah orTo
economía 1
N.B.
¡
¡
disipación
prodigalidad
economía 2
generosidad 1
??? (exceso)
generosidad 2
desinterés
liberalidad
Las figuras del exceso están en itálicas y las figuras de la mesura en redondas.
Las cuatro grandes posiciones así obtenidas definen cuatro actitudes
fundamentales del hombre frente a los objetos de valor, alrededor de las
cuales se organizan cuatro grandes tipos de imágenes fines, las cuales, en
su oportunidad, van a inscribirse como proyectos en programas eventuales.
La organización lógico-semántica del modelo obtenido (cf supra) aclara
singularmente los encadenamientos sintácticos señalados intuitivamente
antes: se ha visto que la avaricia acumulativa presupone a la avaricia retensiva; igualmente, la generosidad según el don presupone a la generosidad según el desinterés. Los antecedentes y subsecuentes de las variedades pasionales y modales se explican aquí por las relaciones y las transformaciones identificables en el microsistema: así, la cicatería se transforma en avaricia acumulativa por implicación, lo que Balzac traduce a su
manera al afirmar que "la avaricia comienza cuando termina la pobreza".
Apoyándose en la interdefinición que caracteriza a tal microsistema
semántico, se podrían reconstituir las posiciones no lexicalizadas. La no
114
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
conjunción excesiva sería un presupuesto de la prodigalidad, es decir, un
desp:recio exhibido por todos los bienes, que constituiría en sí mismo una
transgresión de la axiología colectiva y supondría la ausencia de toda valencia: en suma, una forma de nihilismo y, desde el punto de vista del observador social, otro enceguecimiento, lo contrario de aquel que consiste
en buscar "pequeñas cosas"; además, ese desprecio de los valores, porque
está "exhibido", forma pareja con "la confesión del interés", lo que permite
considerar la "no conjunción excesiva" como un contrario de la cicatería.
En cuanto a la "conjunción mesurada", sería otra forma del desinterés, una forma de adquisición que consistiría solamente en satisfacer las
necesidades. En efecto, un desinterés que no tolerara la satisfacción de
las necesidades admitidas por todos seria considerado como excesivo y nos
llevaría al caso precedente;. el desinterés es mesurado, justamente, dado
que deja lugar para las adquisiciones indispensables. El equilibrio que
consideramos aquí es el mismo que ha sido reconocido ya para la economía: evitar el gasto sin dar lugar a los gastos indispensables es demostrar
avaricia; evitar los gastos inútiles es ser economizador. Las definiciones
del diccionario no hacen el paralelo entre la economía y el desinterés, pero
vemos que eso se deduce sin mucho trabajo dentro del microsistema.
Aparece, a la luz de lo que precede, que las variedades mesuradas y
las variedades excesivas de la configuración constituyen, en el microsistema, dos subconjuntos casi estancos, al grado que podrían ser fácilmente
separados uno del otro. El principio de interdefinición continuaría siendo
respetado. Todas las relaciones, efectivamente, se establecen de modo exclusivo entre las variedades de un mismo subconjunto: entre el ahorro, la
economía, la generosidad, el desinterés y la adquisición mesurada, de un
lado; entre la avaricia, la cicatería, la tacañería, la disipación, la prodigalidad y el desinterés excesivo, del otro. Una vez separados, esos dos microuniversos revelan sus particularidades: el exceso y la mesura, así como
las formas socioeconómicas que traducen, pueden ser interpretados en el
nivel de las estructuras elementales como dos tipos de distribución taxonómica y dos tipos de funcionamiento sintáctico diferentes.
Se observará que, desde el punto de vista taxonómico, en el subsistema de la mesura los parasinónimos están curiosamente situados a uno
y otro lado de los esquemas de contradicción: la economía 1 y la economía
2 para uno, el desinterés y la adquisición mesurada para el otro. Ya que la
mesura consiste, justamente, en el reparto entre las cosas necesarias y las
cosas inútiles o superfluas, en mantener un equilibrio entre gastar y no
gastar, adquirir y no adquirir, el estallido de la categoría que se supone
producen las contradicciones permanece relativo, gradual, y se presenta
aquí como una alternativa de extensión variable. En cambio, en el subsistema del exceso, los parasinónimos están situados sobre la deixis, en
relación de presuposición (avaricia 1 y 2, prodigalidad y desprecio de los
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
115
bienes): más allá, las oposiciones son fuertes e irreductibles.
Desde el punto de vista sintáctico, la diferencia es todavía más sorprendente; en el microsistema de la mesura, atraviesa uno los esquemas y
las deixis sin interrupción, el recorrido sintáctico es continuo y parece obedecer más a las fluctuaciones de una demanda exterior que a los imperativos de una axiología; en efecto, para pasar del ahorro a la generosidad,
no es necesario cambiar de sistema de valores, basta, después de un cambio de punto de vista, pasar de la posición del beneficiario a la del donador. En el subsistema del exceso, por el contrario, no es posible traspasar
los esquemas sin el trastorno total del sistema de valores, ya que sólo las
presuposiciones son practicables sin daño; en cambio, para transformar a
un avaro retensivo en pródigo o a un avaro acumulativo en desinteresado
excesivo se necesita una conversión importante, pero de modo distinto al
del subsistema precedente. Añadamos, además, que parece casi imposible
transformar a un avaro en generoso, es decir, pasar del subsistema del
exceso al de la mesura.
Parecería que el microsistema de la avaricia comporta al menos tres
capas antonímicas diferentes: oposiciones débiles, alternativas equilibradas de la mesura; oposiciones fuertes, inversiones de tendencia del
exceso; oposiciones absolutas, entre el subsistema del exceso y el de la
mesura. Se comprende que, cuando todos los tipos de oposiciones son combinadas (de la avaricia a la generosidad, por ejemplo), se obtiene un efecto
máximo de antonimia. Esas diferentes formas de antonimia remiten, lo
hemos visto, a niveles semióticos diferentes.
La doble modalización
Remontando el hilo del análisis, nos damos cuenta de que la avaricia pone
en juego dos tipos distintos de modalización. Del apego, primeramente, no
se retiene más que el apego a las cosas, la junción con el objeto; pero notamos también que el sujeto puede sentir afecto tanto por los objetos
deseables (el dinero, la vida) como por los objetos no deseables (la muerte,
la soledad). El querer, entre otras modalidades, opera aquí en dos registros diferentes: por un lado, como modalización del objeto de valor, planteado como deseable o no deseable y, por el otro, como modalización de la
)unción, reconocida a su vez como deseable o no deseable. El desinterés,
por ejemplo, comporta necesariamente esos dos efectos modales: de un
lado, los objetos son clasificados como deseables en el sistema de valores
colectivo -ya que no habría forma de considerar como desinteresado a alguien que estuviera separado de objetos sin valor- y, del otro, la junción
con esos mismos objetos es considerada como no deseable por el sujeto
individual. El potlatch, por ejemplo, versión codificada de la disipación,
116
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
podría comprenderse como una pasión de destrucción aplicada a los objetos considerados como deseables.
La doble modalización tiene como efecto garantizar la libertad de elección del sujeto individual en el "infierno de cosas" que la colectividad codifica y le propone. El efecto pasional no resulta sólo de la modalización que
concierne directamente al sujeto apasionado, sino de su confrontación; la
disipación, así como el desinterés, no pueden ser considerados como
pasiones si los objetos involucrados no son, en sí mismos y para la colectividad, deseables. En el caso de la tacañería, el querer-estar-ser aplicado
a la junción se opone a la modalización de los objetos, considerados como
no deseables: el efecto de sentido pasional y, sobre todo, la codificación,
por el uso, de esos dispositivos como pasiones, se explicarían en parte en
esos casos por la oposición entre las dos modalizaciones.
Pero las dos modalizaciones no difieren únicamente por la instancia
sintáctica -objeto o junción- que afectan, ni por su exponente, positivo o
negativo, sino también por su grado de intensidad. Es así como la avaricia,
por ejemplo, se caracteriza por un querer-estar-conjunto de una intensidad
mayor que la deseabilidad de los objetos ambicionados. Podríamos entonces imaginar un eje graduable de las dos modalizaciones que se despliega
entre los dos polos extremos de la deseabilidad positiva y negativa. Así, la
tacañería confrontaría una deseabilidad positiva máxima de la junción
con una deseabilidad negativa de los objetos; o aun, la generosidad podría
componer, junto con la deseabilidad positiva máxima de los objetos, la deseabilidad negativa de la junción.
Una graduación semejante de los ejes de las modalizaciones no deja
de dar problemas; en efecto, si bastara con atribuirla a la instancia de la
puesta en discurso, su carácter graduable sería un simple epifenómeno resultante de la aspectualización. Y sin embargo, esas confrontaciones graduales cuestionan la axiología en cuanto tal y la definición misma de los
valores. Es necesario que nos refiramos una vez más a un sistema de regulación social de los deseos y de la circulación de los bienes. La modalización tiene por función regular, entre otras, la relación de los sujetos individuales con la axiología colectiva. Ésta se encuentra presente bajo dos
formas diferentes: de un lado como sistema, de valores ob]etuales, proyectando quereres y deberes sobre los objetos; y del otro, como una red de códigos de buena conducta y de buen uso que permiten saber bajo qué condiciones la junción de un objeto con un sujeto dado no traba la circulación
en el conjunto de la comunidad.
Se comprende mejor entonces la sobremoralización que contiene la
définición de la cicatería y de la tacañería en los diccionarios. Ella se
apoya a la vez en las dos modalizaciones: en la transgresión de las reglas
del buen uso, que se aplican a las modalizaciones de la junción, y en la
transgresión de los sistemas de valores que rigen la modalización de los
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
117
objetos. Se comprende también por qué la avaricia y la economía, aunque
fundadas ambas sobre un deber-estar-ser --Bl del apego en un caso y el de
la utilidad en el otro--, son opuestas sin embargo a causa de la moralización: en el caso de la "avaricia-apego", el deber-estar-ser es una modalización de la junción, imputable al sujeto individual; en el caso de la "economía-utilidad", el deber-estar-ser es una modalización del objeto, imputable a la colectividad en la cual el sujeto se reconoce. Por consiguiente, la
falsa sinonimia de los dos roles, así como la de los dos deber-estar-ser que
los subtienden, sólo puede ser aclarada teniendo en cuenta las dos instancias de la modalización y reconociendo que la evaluación moral y la proyección de los códigos de buen uso son susceptiblBs de afectar sea a una
sea a la otra. El análisis del campo de la avaricia nos conduce a considerar la modalización del objeto como dependiendo de la ideología -colectiva
en el caso de la configuración retenida- y la modalización de la junción
como nutriendo a las pasiones propiamente dichas.
Los niveles del objeto
La distinción entre los dos tipos de modalización, si bien aporta alguna
claridad, no hace más que extender la problemática. En efecto, tal distinción nos ha conducido a reconocer nuevas formas de variaciones continuas, administradas por axiolof:,rías que conducen al buen uso de la junción, y no ya únicamente a las investiduras de los objetos. Por eso parece
necesario regresar a los diferentes modos de existencia del objeto, ya que
su pertinencia dentro del campo pasional no está tampoco asegurada.
Primeramente, podemos considerar como un hecho que el contenido
semántico de los objetos, el vertimiento que los hace participar en los sistemas de valores, no es pertinente para el análisis de las pasiones: los
objetos considerados por la avaricia, la avidez y la generosidad varían
libremente, sin que la pasión en sí misma sea afectada.
En cambio, ciertas propiedades sintácticas, de orden más general y
más abstracto que los vertimientos semánticos, nos han procurado una
base taxonómica para la descripción. Así, el rasgo /atesorable, no consumible/, al igual que la noción de "parte" fija de cada uno, que comprende el
rasgo /partitivo/, nos han permitido entender ciertos aspectos específicos
de los objetos puestos en circulación dentro de la configuración. Esos rasgos que hemos designado como sintácticos son independientes de las clases semánticas a las cuales los objetos de valor pueden pertenecer. De manera general, parece que esas propiedades sintácticas sirven de relevo a
una interpretación cuantitativa y, no obstante, tensiva de la modulación
ele lo continuo. Así, la noción de "parte" remite al rasgo /partitivo/; como el
principio del intercambio generalizado impone a la vez una libre circula-
118
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
ción de los objetos y una permanencia de la distribución de las partes, podemos concluir que se trata de mantener dentro de la totalidad social el
carácter "partitivo" de los objetos, de hacer de tal manera que cada uno
conserve su parte sin que se convierta en una unidad "integral".
Desde ese momento, el avaro puede ser considerado como un sujeto
que usurpa la parte de otro, pero que, sobre todo, transforma su parte,
limitada y constreñida a la circulación -es decir partitiva-, en una unidad
integral, extensible y excluida de la circulación -es decir, exclusiva. La
avidez consiste solamente en querer más que su parte y, entonces, en considerarla (ilegítimamente) como extensible. El economizador y el ahorrador saben proteger su parte, en un medio que la amenaza, pero sin cercarla: permanece, entonces, partitiva. El pródigo y el disipador destruyen
la unidad partitiva misma. El generoso disminuye su parte, por una apertura que no la cuestiona: es, entonces, reafirmada como partitiva.
Nuestras reflexiones tradicionales sobre la sintaxis nos han habituado a considerar el objeto sintáctico como un puro objetivo del sujeto, como
un blanco cuya trayectoria está regida por la protensividad. La inscripción del objeto entre otros objetos, de una "cosa" dentro del mundo de las
"cosas", no omite plantear, como en semiótica pictórica, por ejemplo, la
pregunta situada en el nivel de las precondiciones epistemológicas sobre
las fronteras demarcativas, los registros y los márgenes de los objetos. La
solución puede buscarse en la aplicación de la categoría de "totalidad" a la
masa tímica, considerada como un "pastel" cuyas partes serían distribuidas según las exigencias de los sujetos. La recursividad de esa categoría que reaparece en el recorrido patémico, al superponer en el recorrido generativo la construcción racional de los objetos, permite dar cuenta
de una sintaxis circulatoria subyacente en un microuniverso pasional.
Por otro lacio, el examen de las definiciones del diccionario mostró que
las modalizaciones eran de intensidad variable y demandaban por ese
hecho un tratamiento de tipo continuo. Las propiedades del objeto comportan en sí mismas variaciones casi aspectuales: así, la unidad partitiva
puede ser "abierta" por la generosidad o "cerrada" por la economía. La
oposición misma entre partitivo e integral conoce grados y umbrales: la
constitucióg de una unidad integral aparece, en el caso de la avaricia,
como el resultado de un "cierre" y como efecto de una resistencia a la libre
circulación de los bienes; una doble modulación está en marcha, a la vez
acumulativa y retensiva. Además, ·aun cuando se pueda imaginar -"por
metáfora"- lo que sería la "parte" de saber, de ternura o de elogios debida
a cada uno, la definición sintáctica del objeto considerado como una magnitud discontinua es poco satisfactoria.
Esas particularidades del universo pasional examinado nos invitan a
invocar una representación de tipo continuo y tensivo. En la medida en
que en el nivel discursivo las normas sociales se aplican .a un proceso de
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
119
circulación, es lícito suponer que, más profundamente, el devenir de la colectividad exige que las tensiones por las que pasa sean reguladas. Parece
que~ en la configuración que examinamos, fuerzas dispersoras y fuerzas
cohesivas interactúan y que el devenir mismo de la colectividad depende
de una relación de fuerzas favorable a las segundas. En ese nivel de abstracción, se puede uno representar el intercambio generalizado -la circulación de bienes, entre otros- como un aspecto del devenir social, un flujo
en el que las modulaciones tenderían a estabilizar o a desestabilizar al
protoactante colectivo.
Dos "lógicas" están en marcha en ese devenir social: una lógica de las
fuerzas, las del cambio (cohesivas y dispersoras), y una lógica de los
lugares, las de las unidades y de la totalidad que se dibujan sobre el fondo
de una interactancialiaad. Las diferentes pasiones encontradas hasta
ahora intervienen con respecto a ese "flujo", sea en el sentido de la cohesión, sea en el de la dispersión. La avaricia) por ejemplo, dibuja un islote
de desaceleramiento y de resistencia y provoca por ese hecho la aparición
de un "lugar" que desvía el flujo y cuyas fronteras se opacan y devienen
impenetrables al cambio: uno reconoce ahí algo así como un eco de lo que
dice la economía política sobre el atesoramiento y la acumulación de las
ganancias. El ahorro, en cambio, nace de una modulación retardatoria
que modera un cambio demasiado rápido y dibuja un lugar individual
transparente y penetrable; el generoso, lo hemos visto, actúa en sentido
inverso, en beneficio del cambio. Por el contrario, la disipación y la prodigalidad suponen una aceleración dispersora, que amenaza el flujo de otra
manera, e impide la formación de todo lugar: el flujo no tiene nada más
que atravesar, se enloquece y se anula. El devenir cohesivo estaría entonces amenazado de dos maneras: o por desaceleración o por aceleración;
además, dos umbrales aparecen: el umbral de creación de una unidad
integral, por un lado; y el umbral de desaparición de una unidad partitiva, por el otro: el paso del uno o del otro de los dos umbrales pondría en
duda a la totalidad partitiva.
Son valencias el devenir social dibujándose sobre el fondo de la tensividad fórica, los "lugares" que aparecen y desaparecen al ritmo de las
modulaciones que se le apliquen. Desde entonces, lo que permite a no importa qué objeto del mundo -cualesquiera que sean por otra parte sus propiedades sintácticas y semánticas- tomar un lugar en la configuración es
el estilo de la modulación que lo acoge. Desde el punto de vista del observador social, los únicos objetos evaluados positivamente son aquellos que
participan en un estilo "cursivo", favorable a las fuerzas cohesivas; desde
el punto de vista del avaro, es el estilo "suspensivo", de tipo acumulativo y
retensivo, lo que caracteriza a los objetos dignos de ser buscados. Los
"estilos semióticos" prefiguran por consiguiente la modalización, tal como
la trabajan las pasiones.
120
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
En efecto, cada uno de esos "estilos" es, de un lado, convertido e integrado a la sintaxis modal, en el seno de la cual suscita efectos de sentido
específicos y, del otro, convocado como aspectualización durante la puesta
en discurso. Por ejemplo, el "mantenimiento" del devenir, la modulación
cursiva del flujo, prefigura el poder susceptible de modalizar al sujeto social y a los objetos que éste entrevé. Los islotes de resistencia y de desaceleramiento prefiguran el querer y el no querer del avaro. La desviación del
flujo sobre las "no valencias" es una primera modulación de lo que aparecerá en los dispositivos modales como el querer y el no saber del tacaño.
Los simulacros existenciales del sujeto
Regresando ahora al microsistema que nos ha permitido establecer una
tipología local de las formas pasionales, podemos constatar que cada uno
de los grupos de antónimos y de parasinónirnos puede ser -en partedefinido en función de las variedades de la junción, con la condición de
interpretar los enunciados de junción, comprendidos por los archipredicados "tomar", "dejar" y "guardar", como objetivos del sujeto, y no como enunciados efectivamente constatados en el enunciado. Por eso, como la expresión "modos de existencia del sujeto" ha sido puesta ya en uso para designar los diferentes estatutos del sujeto de estado en el recorrido narrativo
racional, hemos propuesto denominar simulacros a las diferentes posiciones que el sujeto se da en su propio imaginario pasional. Propusimos el
modelo de base siguiente, susceptible de recibir la sintaxis elemental del
cuadrado semiótico:
REALIZACIÓN
sujeto realizado
POTENCJALIZACIÓN
sujeto potencializado
ACTUALIZACIÓN
sujeto actualizado
VIRTUALIZACIÓN
sujeto virtualizado
El recorrido de los simulacros existenciales constituirá uno de los basamentos sintácticos de los dispositivos modales dinamizados y de la pasión. Así, el avaro retensivo es un sujeto potencializado (no disjunto) que
se transforma convirtiéndose en un avaro acumulativo, en sujeto realizado (conjunto); de igual forma, el desinteresado es un sujeto virtualizado
(no conjunto) que se actualiza (disjunto) cuando se muestra generoso.
Las modalizaciones que sobredeterminan el recorrido no son obligatoriamente isótopas: la transformación de una modalidad en otra modalidad
es un problema distinto, que tratamos anteriormente en su principio y del
cual evocaremos la puesta en marcha concreta más adelante. El recorrido
121
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
de los simulacros existenciales abarca de hecho las posiciones sucesivas
del parecer del ser. Así, el sujeto potencializado de la avaricia, aquel que
"no quiere gastar", se caracteriza, con relación al apego que lo liga a los
objetos, por un deber-no-estar-disjunto y, con respecto al deseo de acumularlos, por un querer-estar-conjunto. Las modalizaciones del avaro acumulativo se obtienen entonces gracias a una doble transformación:
l. no estar disjunto
2. deber -1 querer
-1
estar conjunto
Por la intermediación de la carga modal que lo afecta, el sujeto apasionado construye, gracias a la primera transformación, un escenario
imaginario en el que ocupa sucesivam~nte las posiciones de sujeto potencializado y de sujeto realizado. La sintaxis intermodal daría cuenta de la
segunda transformación, sobre el fondo de las modulaciones del devenir.
El recorrido de los simulacros permite dar cuenta de las trayectorias
específicas de cada sujeto apasionado, en particular de la manera en que el
imaginario pasional pone en perspectiva las variedades de la junción. En
efecto, la mira del sujeto apasionado está puesta en la imagen fin que constituye el último simulacro del recorrido. Es así como el pródigo no puede
ser, para comenzar, más que un poseedor consciente del estar-ser, según
el saber-estar-ser, ya que la disipación a la cual se libra es sólo considerada si es libre de deshacerse de sus bienes, según el poder-no-estar-ser. Su
recorrido existencial será el siguiente:
realizado -1 virtualizado -1 actualizado
(conjunto) (no conjunto) (disjunto)
La serie de estos roles está presentada desde la perspectiva de la disjunción, pero ella presupone en ese caso tanto a la no conjunción como a la
conjunción. Nombraremos trayectoria existencial al recorrido finalizado,
construido por presuposición, de los simulacros que el sujeto apasionado se
da a sí mismo. Por otra parte, el recorrido de los roles modales administra
las transformaciones entre los contenidos de modalización, como:
saber
(saber-estar-ser)
-1
poder
(poder-no-estar-ser)
-1
querer
(querer-no-estar-ser)
La diferencia entre los dos recorridos puede ser interpretada como un
doble proceso imaginario. De un lado, sobre su trayectoria existencial, el
sujeto apasionado pone en perspectiva las diferentes eventualidades de su
relación con los objetos de valor, pudiendo regir toda la cadena una de las
posiciones eventuales: así, la avaricia está bajo la dependencia de la no
122
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
disjunción, es decir, de la potencialización: el avaro sólo acumula para
retener. Por otro lado, gracias a la sintaxis intermodal, el sujeto modifica
su modo de acceso a los objetos de valor; el conjunto se presenta desde la
perspectiva de una sola modalidad, considerada como regente: el avaro es
así un sujeto apasionado del querer, el cual rige a la vez el saber y el
poder.
La diferencia podría ser precisadq: soñándose potencializado, el avaro
construye su imagen fin; en cambio, el encadenamiento de las modalidades que se transforman las unas en las otras define su disposición. La
superposición de las dos -la trayectoria existencial que se organiza en
imagen fi.n y la sintaxis intermodal que engendra una disposición- constituye la base sintáctica de las configuraciones pasionales. En la medida
que la trayectoria existencial es imaginaria únicamente en razón de la
carga modal que afecta a la junción y suspende la realización narrativa,
se puede considerar que las transformaciones de esa carga modal traducen las fluctuaciones de la relación imaginaria que el sujeto guarda con
su propio simulacro.
No es corriente en semiótica tratar separadamente, en un enunciado
modalizado, el predicado y su modalización. Desde el punto de vista sintáctico y en el universo pasional, constatamos sin embargo que su autonomía respectiva es considerable. El ejemplo de la avaricia es bastante
claro en ese punto, ya que los simulacros existenciales son suficientes por
sí mismos, independientemente de las modalizaciones asociadas, para diferenciar sintácticamente las grandes posiciones pasionales del sistema.
Por lo demás, si suscribimos la hipótesis según la cual la sintaxis intermodal resulta, de un lado, de las modulaciones de la tensión y, del otro, de la
aspectualización gracias a la praxis enunciativa, dicha sintaxis no puede
confundirse con una trayectoria existencial, la cual resulta de transformaciones entre posiciones discontinuas del estar-ser, obtenidas por proyección de la categoría de la junción en el cuadrado semiótico. Entonces se
plantea realmente la cuestión de su superposición.
La diferencia de funcionamiento puede ser aclarada por un examen
de lo que comprende el concepto de "transformación" en un caso y en el
otro. En la trayectoria existencial, los cambios de estado están ordenados
según un principio lógico-semántico discreto, regido por un operador, el,
sujeto apasionado, quien fija uno de ellos como término resultante del recorrido; es, pues, a partir de ese estado final, clave de la imagen fin, que·
toda la cadena puede ser reconstituida por presuposición: también el generoso debe ser realizado, después virtualizado, antes de ser actualizado.
En cambio, las cosas no se desarrollan exactamente así en la sintaxis
intermodal: las modalidades se encabalgan, se acumulan, se transforman
por·transición o síncopa, obedeciendo en eso al principio tensivo que las
nutre. Además, nada impide que la modalidad regente pueda estar en la
A. PROPÓSITO DE LA AVARICIA
123
mitad de la cadena, al principio o al final: la sintaxis intermodal no puede
ser reconstituida por presuposición, ya que gracias al uso resulta de la
asociación estereotipada de una aspectualización y de una serie modal,
fijadas juntas a título de primitivo pasional. La avaricia comienza por un
apego, una forma de necesidad que liga al sujeto y al objeto -es decir, un
deber-; continúa con un deseo que se puede identificar como un efecto del
querer, y para terminar, no hay que olvidar otra habilidad, ya que el
avaro no es solamente aquel que quiere acumular y retener, pues sabe
también cómo manejarse -es decir, dispone de un saber. El querer rige el
conjunto, ya que, por una parte, transforma el deber del apego en deberquerer del apego posesivo y, del otro, hace del saber de la habilidad una
esp.ecie de saber-querer: de la misma manera como el ánimo llega a las
muchachas enamoradas, la astucia llega a los avaros. La sintaxis inter:modal no es pues ni discreta, ni lineal: el deber engendra el querer, el
cual, a su vez, lo modifica retroactivamente; el querer se acompaña de un
saber, modificándose los dos recíprocamente.
Resumamos: 1] en el nivel semionarrativo, se constituyen series de
predicados modalizados; 2] su sensibilización les permite ser convocados
por el discurso; 3] cuando ocurre la puesta en discurso, la serie de las posiciones del estar-ser se orienta en la perspectiva de sólo una de entre ellas
que se convierte en la imagen objetivo, y la serie de cargas modales es
aspectualizada dado que una de ellas modifica los efectos de sentido de
todas las otras; 4] la doble serie que compone el dispositivo modal, una
vez estereotipada por el uso e integrada en una taxonomía connotativa,
conserva las dos disposiciones sintácticas: una "sintaxis" intermodal que
se sustenta en una trayectoria existencial.
Simulacros y modos de existencia
Si examinamos ahora los modos de existencia del sujeto sintáctico ordinario, volvemos a encontrar las mismas posiciones, pero ellas designan las
posiciones del sujeto en el recorrido narrativo fuera del simulacro pasional. La pregunta que se plantea ~s la de la articulación de los enunciados
de junción simulados pertenecientes al imaginario pasional y que habíamos denominado "simulacros existenciales" con los enunciados de junción
efectivos, aquellos que certifica el enunciado, ya que, incluso si nuestro
sujeto se encuentra en posibilidad de proyectar transformaciones imaginarias, no queda más que la continuación de sus "aventuras", paralelamente a lo que imagina. Se trata de saber lo que acontece cuando pasa de
un estrato a otro.
Los modos de existencia, concebidos como estados, presuponen haceres que los producen: la uírtualización, operada por un mandador o un
124
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
manipulador, produce un sujeto virtualizado; la actualización, operada
por un conjuntar, que otorga el saber y el poder, produce un sujeto actualizado; la realización, por último, es el efecto de la performance principal y
produce el sujeto realizado. Queda la potencialización, la cual, en la medida en que el sistema de los modos de existencia obedece a las reglas de la
sintaxis elemental, debería ubicarse entre la actualización y la realización; en efecto, el modelo que hemos propuesto se presenta así:
sujeto actualizado (u)
sujeto virtualizado (no n)
sujeto realizado (n)
sujeto potencializado (no u)
La secuencia de los modos de existencia se ordenaría como sigue:
virtualización ---1 actualización ---1 potencialización ---1 realización
De los cuatro modos de existencia del sujeto sintáctico, sólo la posición
"sujeto potencializado" no ha recibido hasta ahora ninguna interpretación
narrativa; introducida de manera puramente deductiva, se presenta en el
seno de un recorrido narrativo establecido a partir del análisis concreto de
los relatos, como una síncopa en el encadenamiento de las presuposiciones, una caja negra cuya misma existencia no habría parecido necesaria hasta entonces para la comprensión de la narratividad. Todo sucede
como si, desde el punto de vista de la semiótica de la acción, la potencialización no fuera pertinente al reconstruirse por presuposición las posiciones previas a la realización del hacer. Una de las explicaciones que deben considerarse consistiría en concebir esa posición como una puerta
abierta sobre el imaginario y el universo pasional, en el seno del recorrido
narrativo. Sólo la potencialización sería susceptible de soportar el despliegue pasional, por varias razones.
En primer término, la disposición pasional no puede remplazar a una
competencia si no se inserta entre la competencia de tipo clásico y la performance: antes de la performance, porque es en un sentido presupuesta
por ella, y después de la competencia ordinaria, que se integra y se funda
de alguna manera en ella; de hecho, curiosamente, el avaro sabe y puede
economizar de entrada; el sádico, hacer sufrir, y el desesperado, lamentarse: es como si la disposición, insertada en el recorrido narrativo "efectivo",
ahorrara un aprendizaje. De hecho, una vez establecida como competencia con vistas al hacer, la secuencia modal puede ser interpretada como el
"ser del hacer", un estado del sujeto susceptible de ser sensibilizado.
Enseguida, la potencialización, que sería algo así como una suspensión
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
125
obligada del programa narrativo entre la adquisición de la competencia y
la performance, podría ser definida como la operación por la cual el sujeto,
calificado para la acción, deviene capaz de representarse tratando de hacer
-es decir, de proyectar en un simulacro toda la escena actancial y modal
que caracteriza a la pasión-; estando todas las modalizaciones en su sitio,
el camino imaginario que abren se dibuja bajo la forma de la trayectoria
existencial. Eso permite comprender, entre otras cosas, que la pasión
aparezca frecuentemente en el despliegue narrativo como una escapada
delante de la performance: una vez manipulado, o persuadido, o vuelto
apto, el sujeto apasionado se refugia o se encuentra arrastrado por su
imaginario, antes de renunciar a la acción o de precipitarse en ella. Así,
por ejemplo, funciona el miedo o, como se verá luego, los celos. Insertada
en ese sitio dentro del recorrido narrativo, la imagen fin es al hacer lo que
la receta de cocina es a la preparación de la comida: en la representación
que el sujeto se da de su hacer, todo está en su sitio, todo está presentificado, y puede por consiguiente ser puesto en discurso tal cual. El paralelo no
se detiene ahí, ya que, como el gastrónomo puede permanecer en la contemplación discursiva de su receta, el sujeto apasionado puede, sin pasar
al acto, saborear la puesta en escena pasional que se da a sí mismo.
((La lechera y el cántaro de !echen: ¿vertimiento o disipación?
El sujeto sintáctico, habiendo llegado a esa fase en la que es posible representarse el hacer y el recorrido en su conjunto, es capaz de proyectar una
trayectoria imaginaria bajo la forma de simulacros. Es toda la historia de
Perrette, la lechera de La Fontaine, 2 quien a punto de llegar a la ciudad
2 Fables, lib. VII, fábula 10, "La laitiere et le pot au lait": Perrette, sur sa tete ayant un
pot au lait 1 Bien posé sur un coussinet, 1 Prétendait arriver sans encambre a la ville. 1
Légere et court vetue, elle allait a grand pas, 1 Ayant mis ce jour-la, pour etre plus agile, 1
Cotillon simple et souliers plats. 1 Notre laitiere ainsi troussée 1 Comptait déja dans sa pensée 1 Tout le prix de son lait, en employait l'argent; 1 Achetait un cent d'oeufs, faisait triple
couvée: 1 La chose allait a bien par son soin diligent. 1 "Il m'est, disait-elle, facile 1 D'élever
des poulets autour de ma maison;/ Le renard sera bien habile 1S'il ne m'en laisse assez pour
avoir un cochon, 1 Le porc a s'engraisser coO.tera peu de son; 1 Il était, quand je l'eus, de
grosseur raisonnable: 1J'aurai, le revendant, de l'argent bel et bon." 1 [... ]
[Perrette, con un cántaro de leche eri su cabeza 1 Bien puesto sobre un cojinete, 1 Pretendía llegar a la ciudad sin ningún contratiempo. 1Ligera y vestida cómodamente, alargaba
el paso, 1 Habiéndose puesto ese día, para estar más ágil, 1 Faldón sencillo y zapatos bajos. 1
Así ataviada nuestra lechera, 1 Contaba ya en su pensamiento 1 Con la ganancia de su leche,
el dinero invertía; 1 Compraba un centenar de huevos, hacía triple pollada: 1 La cosa marchaba bien por su diligente esmero. 1"Me es fácil, decía, 1 Criar polluelos alrededor de mi casa; 1
El zorro será muy hábil 1 Si no me deja lo suftciente para tener un cochino, 1 Engordar al
pUerco costará poco salvado; 1 Estaba, cuando lo tuve, de tamaño razonable: 1 Tendré,
revendiéndolo, dinero contante y sonante".]
126
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
donde va a poder vender su leche, se pone a soñar con antelación el uso
que le podría dar a su dinero y despliega en cadena toda una serie de simulacros existenciales y de predicados asociados -vender, ganar, comprar,
ceder, ganar, etc.- con el resultado que sabemos cuando la realidad la despierta: un movimiento demasiado brusco basta para hacer caer el cántaro
y, al derramarse la leche, el sueño se evapora. El texto de La Fontaine es
claro en lo concerniente a la competencia: Perrette es un sujeto actualizado, competente en todos los sentidos para llegar a la ciudad y realizar la
transacción que previó ("un pot au lait bien posé sur un coussinet", "légere
et court vetue" ["un cántaro de leche bien puesto sobre un cojinete", "ligera y vestida cómodamente"] ). Sin embargo, ella no es un sujeto realizado
y el fabulista la toma justo en esa fase intermedia, la potencialización,
que se presta a todas las fantasías; en el ejemplo, esas fantasías la conducen a representarse el hacer y a construir una trayectoria existencial de
"especulación apasionada"; El recorrido de Perrette sería el siguiente:
virtualización -7 actualización -7 potencialización (-7 realización)
1-7 ESPECULACIÓN
[mandato del marido] [precauciones]
IMAGINARIA -7 FRACASO DE LA PERFOR!'vl:Al"!CE
En el nivel discursivo, el cambio de registro es operado por desembrague: la fantasía especulativa de Perrette se presenta como un "relato
de pensamientos" que comienza como un discurso indirecto condensado:
Notre laitiere ainsi troussée
Comptait déja dans sa pensée
Tout le prix de son lait, en employait l'argent ... "
[Así ataviada nuestra lechera,
contaba ya en su pensamiento
con la ganancia de su leche, el dinero invertía ...
y continúa como un discurso directo:
"Il m'est, disait-elle, facile
D'élever des poulets autour de ma maison" ...
["Me es fácil, decía,
criar polluelos alrededor de mi casa ... ")
A partir de la serie de los modos de existencia narrativos, el desembrague es el que permite pasar al de los simulacros; la mayoría de las ve-
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
127
ces no está tan claramente marcado como en la fábula de La Fontaine y
para identificarlo hay que contentarse con los desplazamientos veridictorios que lo acompañan. En efecto, desde el punto de vista del discurso de
llegada a partir del cual es operado el desembrague, el imaginario del sujeto apasionado está situado en el eje del parecer con relación a los enunciados de junción efectivamente verificados, situados sobre el eje del ser;
inversamente, desde el punto de vista del sujeto apasionado, la trayectoria existencial que proyecta surge del ser y los enunciados del discurso de
llegada se presentan para él sobre el modo del parecer. Cualquiera que
sea la perspectiva adoptada, el sujeto apasionado está sometido en el nivel discursivo a pruebas ueridictorias que son a menudo el único indicio
observable de un funcionamiento pasional; es así como el tacaño sólo parece un economizaclor desde su propio punto de vista, pero la prueba veridictoria a la cual lo somete el observador social, anclada en el discurso de
acogida, denuncia su carácter apasionado. Igualmente, el sueño de Perrette podría pasar hoy como un simple "proyecto de inversión (para obtener ganancias)", pero el comentario del moralista subraya el carácter apasionado: la veridicción alimenta a la moralización y detrás de la moralización se asoma la sensibilización:
Chacun songe en veillant; il n'est ríen de plus doux:
Une flatteuse erreur emporte alors nos ames.
[Cada uno sueña despierto; nada es más dulce:
un error lisonjero anastra entonces a nuestras almas.]
Pero habiendo sido destruido el objeto de valor, Perrette no se reencuentra como lo estaba "antes de sufrir la desilusión", como lo afirma el
fabulista, y el "error lisonjero" es una verdadera disipación. 3
3 Un examen atento del discurso interior de Perrette revelaría otros signos del carácter
apasionado y "disipador" ele su soñar despierta; se obse1vará, por ejemplo, que la leche pierde
su estatuto de objeto de valor descriptivo para convertirse en un simple objeto modal, una
especie de poder hacer que autoriza una especulación en cadena, ya que cada nueva adquisición (huevos, pollos, cochinos, etc.) sufre la misma mutación; además, el encadenamiento de
los predicados (vender, ganar, comprar, ceder, etc.) parece obedecer a una ley de circulación
de los bienes cursiva y acelerada. Esto explica aquello: en el simulacro pasional proyectado
por Perrette, los objetos de valor han desaparecido corno tales, ya que el enloquecimiento de
la circulación, propio de la disipación, suspende incluso a las valencias mismas. En fin, la
manifestación somática que interrumpe el sueño, al intervenir aquí como un reembrague
sobre el cuerpo sintiente del sujeto tensivo, subraya de otra manera el carácter "sensible" y
apasionado del proceso de disipación.
128
e
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
Pasión y veridicción
Encontramos en Balzac -incomparable experto en avaricias burguesas,
campesinas o incluso aristocráticas- pruebas veridictorias comparables.
En las Illusions perdues [Ilusiones perdidas], Mme. de Bargeton deja Angouleme y se va a París; basta con eso para que se opere en ella una
mutación singular:
Les moeurs de la province avaient fini par réagir sur elle, elle était devenue méticuleuse dans ses comptes; elle avait tant d'ordre qu'a Paris elle allait passer
pour a vare. 4
[Las costumbres de la provincia habían terminado influyendo en ella, llegó a ser
meticulosa en sus cuentas; era tan ordenada que en París la iban a considerar una
avara.]
La transformación es explícitamente formulada como una transformación veridictoria, entre "llegar a ser meticulosa" y "pasar por avara"
("étre devenue méticuleux" y ''passer pour avare"). En el contexto discursivo llamado "provincial", su ser se transforma ("deviene") bajo el efecto de
la costumbre; una simple competencia económica sostenida por una axiologia colectiva es transformada en rol temático, que define en suma, el ser
modal de la dama, fijado por la repetición e identificado como un rol socioeconómico en la taxonomía "provincial". Pero, en el contexto discursivo
parisiense, el mismo ser está dotado de un parecer pasional, lo que supone que el observador social adopte otra taxonomía y haga variar, en
consecuencia, los efectos pasionales. Dentro de un mismo universo discursivo, un mismo hacer al presuponer una misma competencia puede ser
referido a dos instancias culturales diferentes y ser interpretado, o bien
como rol socioeconómico, o bien como rol patémico; el cambio de estatuto
es acompañado entonces por una transformación veridictoria. En el caso
de Mme. de Bargeton, tres instancias son de hecho necesarias: de un lado,
la instancia de referencia, el sujeto de enunciación que certifica lo que
hace efectivamente Mme. de Bargeton (gastar moderadamente, como
todos los nobles de provincia) y, del otro, dos instancias de evaluación:
una provincial y la otra parisina.
Las pruebas veridictorias que permiten articular discursivamente las
dos series de enunciados de estado (los modos de existencia y los simulacros existenciales) determinan de alguna manera las entradas y las salidas de la configuración pasional y, en los casos más simples, facilitan la
segmentación de unidades discursivas en las que la dimensión pasional
lleva ventaja sobre las otras. Así sucede con el discurso interior de Perrette, en La Fontaine; se desarrolla completamente en el modo de la ilu4
París, Garnier-Flammarion, pp. 174-175.
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
129
sión (parecer + no ser), entre el desembrague que permite entrar en el
simulacro y el reembrague correspondiente a la caída del cántaro y de la
leche. En el texto narrativo las pruebas veridictorias son acompañadas a
menudo por delegaciones enunciativas, lo que permite textualizar los simulacros pasionales bajo la forma de "relatos de pensamiento", discursos
apasionados insertados en el discurso de acogida.
o
El reembrague sobre el sujeto tensivo
Perrette "transportada" por su propio sueño salta al mismo tiempo que el
becerro que imagina poder comprar e introduce en la configuración un
elemento que las definiciones del diccionario han olvidado: el cuerpo, el
cuerpo sintiente del sujeto apasionado. La descripción modal o incluso la
veridictoria del simulacro pasional no basta para explicar la irrupción del
cuerpo en la configuración de la avaricia y de la disipación.
Para eso hay que regresar a los modos de existencia. Sólo hemos considerado la interpretación narrativa: proyectada sobre el recorrido del
sujeto narrativo, la serie de los modos de existencia organiza las diferentes transformaciones de la junción. Pero la misma serie puede también
ser proyectada sobre el recorrido de construcción teórica, desde las precondiciones de la significación hasta la manifestación discursiva. En efecto, la noción misma de "modo de existencia" resulta de la distinción entre
la instancia ab quo y la instancia ad quem, distinción operatoria abstracta
que describe a la vez el recorrido narrativo y el recorrido de construcción
teórica. De cualquier forma, en el caso del recorrido teórico, los modos de
existencia ya no son los del sujeto narrativo, sino los del sujeto episte-
nwlógico.
Al preguntarnos sobre los antecedentes de una semiótica de las pasiones, hemos tenido que reconocer, anteriormente al recorrido del sujeto
epistemológico propiamente dicho, una fase tensiva en la que es prefigurado por un ucasi sujeto", un sujeto sintiente; interviene enseguida una fase de discretización y de categorización en la que llega a ser un sujeto conocedor; la ubicación de la sintaxis narrativa de superficie lo convierte en
sujeto de búsqueda; en fin, durante la puesta en discurso, puede ser asimilado al sujeto discurrente.
Siendo el sujeto discurrente el sujeto de la instancia ad quem, es llamado realizado, al haber completado la totalidad del recorrido hasta la
performance discursiva, conforme con la cadena de presuposiciones que
rige el recorrido de los modos de existencia. El sujeto de búsqueda es llamado actualizado al estar situado en el nivel de las estructuras sernionarrativas de superficie; éste presupone al sujeto conocedor, quien instala
las "estructuras elementales", término ab quo del recorrido generativo y
que podemos considerar por eso como uirtualizado. ¿Qué hacer con el
130
A PROPÓSITO DE LAAVARICIA
sujeto potencializado en ese caso? Este último, recordémoslo, está situado
deductivamente entre el sujeto actualizado y el sujeto realizado: ¿a qué
instancia correspondería un sujeto epistemológico situado entre las estructuras semionarrativas de superficie y las estructuras discursivas? La única
respuesta plausible -y coherente con nuestras proposiciones iniciales- seria la siguiente: el sujeto potencializado es el de la praxis enunciativa, instancia de mediación dialéctica entre la instancia semionarrativa y la
instancia discursiva. Como el sujeto narrativo potencializado, es susceptible de explotar la competencia adquirida con vistas a la performance, con
otros fines en especial imaginarios. Ahora bien, si el imaginario del sujeto
narrativo consiste en simulacros, el imaginario del sujeto epistemológico,
imaginario de la teoria misma, no puede ser más que el espacio tensivo de
... la foria, aquél en el que esbozamos un "casi suJeto", un sujeto sin tiente.
En la economía general de la teoría, la potencialización sería, entonces, esa praxis mediadora que, conjugando los productos del recorrido
generativo y aquéllos de la tensividad fórica, los fijaría, los almacenaría
como "potencialidades" del uso, al lado de las "virtualidades" del esquema.
Desde ese momento y en el recorrido de la construcción teórica, el sujeto potencializado representaría la única instancia en la que el cuerpo tendría todos sus privilegios, como constitutivo de los efectos de sentido. Al resultar la existencia semiótica de una mutación interna de los productos de
la percepción -lo exteroceptivo engendra lo interoceptivo por medio de lo
propioceptivo-, guarda la memoria del propio cuerpo. Una vez discretízado
y categorizado, sólo guarda huellas de lo propioceptivo en la polarización
de la masa tímica en euforia/disforia. Por la potencialización del uso, sólo
la enunciación podrá de nuevo solicitar al "sentir" y al cuerpo como tales.
Un reembrague sobre el sujeto sintiente también es necesario para
convocar en el discurso los efectos somáticos de la pasión. La "perturbación" que afecta a Perrette la disipadora es la manifestación lexical, en
francés clásico, de ese reembrague. Uno de los indicios más significativos
de ese regreso del sujeto tensivo en el discurso tiene que ver con la aparente incapacidad del sujeto discurrente para dominar los encadenamientos sintácticos; las trayectorias se pierden, la sintaxis parece sumisa a la
influencia de las oscilaciones y de los cambios de equilibrio de la tensividad. Es como si la aspectualización, en lugar de manifestar transformacion~s programadas, rigiera el encadenamiento de los predicados: el estilo semiótico rebasarla entonces a la lógica de la acción. Es así como Perrette,
sujeto discurrente apasionado, parece no dominar más el relato de sus
·futuras transacciones: oscila entre la venta y la compra, especula indefini. damente y parece no poder terminar, dejando por así decir la última palabra a una "perturbación" somática. El "estilo", en suma, es el sujeto sintiente que reclama sus derechos por medio de una modulación tensiva fijada y potencializada.
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
131
DOS GESTOS CULTURALES: LA SENSIBILIZACIÓN Y LA MORALIZACIÓN
La sensibilización es la operación por la cual una cultura interpreta una
parte de los dispositivos modales, considerados deductivamente como efectos de sentido pasionales. En la lengua, la sensibilización se manifiesta, o
bien en condensación -gracias a la lexicalización de los efectos de sentido-,
0 bien en expansión -bajo la forma de sintagmas que comprenden uno de
los términos genéricos de la nomeclatura y una serie .que enuncia un comportamiento, una actitud o un hacer. En el discurso, es reconocida concretamente, entre otras cosas, o bien gracias al distanciamiento entre los roles
temáticos y los roles patémicos propiamente dichos, o bien merced a la imposibilidad de reducir una disposición a una simple competencia, en la
medida que el paso al acto no agote ahí los efectos.
La moralización es la operación por la cual una cultura remite un dispositivo modal sensibilizado a una norma, concebida principalmente para
regular la comunicación pasional en una comunidad dada. Sea de origen
individual o colectivo, la moralización señala, entonces, la inserción de
una configuración pasional en un espacio comunitario. Ella se manifiesta
en lengua por la presencia de la peyoración o del mejoramiento, en gene,.
ral por medio de juicios de exceso, de insuficiencia o de mesura, ya sea la
condensación en los lexemas que nombran la pasión, o bien en expansión
en las glosas que las definen. En discurso, la moralización se reconoce por
el hecho de que un observador social está encargado de evaluar el efecto
de sentido y es susceptible, con el fin de producir tales juicios, de atribuirse un rol actancial en la configuración.
La sensibilización
• Variaciones culturales
Las diferentes culturas, áreas o épocas tratan de manera variable los mismos dispositivos modales, como lo testimonia la configuración de la avaricia. La generosidad, por ejemplo, ha conocido tales avatares. Para comenzar, ha cambiado la modalización regente que define la isotopía modal: del
poder, que subtendía la generosidad ligada a la "grandeza", al "coraje" y,
más generalmente, a todas las acepciones que invocan los "grandes recursos" del sujeto, se ha pasado al querer, en el sentido de que el generoso es
aquel que "da más de lo que debe", y aquí el "más" es la manifestación de
una motivación endógena, independiente de las obligaciones. Enseguida,
el querer-(estar-)ser mismo ha sido tratado sucesivamente como "cualidad"
("cualidad de un alma orgullosa, bien nacida"), como "sentimiento" ("sentimiento de humanidad que lleva a mostrarse benévolo, caritativo, a per-
132
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
donar, a aceptar a un enemigo"), y, en fin, como "disposición" (disposición
a dar más de lo que uno debe).
La sensibilización del dispositivo modal de la generosidad es muy superior en la época clásica y se acompaña además de una moralización positiva extrema, ya que esa "cualidad" es el criterio de un nacimiento noble, que define el ser "hereditario" del sujeto. La sensibilización disminuye
gradualmente, ya que en la generosidad clasificada como "disposición:' se
reconoce, en todo caso, una competencia inscrita como "tendencia" del
sujeto, pero no un "sentimiento" o una "pasión".
Sin embargo la disposición, en la última acepción, en el sentido que le
dimos en el metalenguaje, realiza su función: se presenta como una progi·amación del sujeto discursivo, instalado permanentemente en el estarser del sujeto, sin especificación de la isotopía que lo debe incorporar
(¿económica?, ¿social?, ¿guerrera?, o ¿afectiva? ... ). El dispositivo modal
subyacente está, pues, dotado de una sintaxis y las transformaciones
entre modalidades -del saber-estar-ser al querer-no-estar-ser-, son considerables, de manera tal que el comportamiento del generoso sea previsible
en todas las circunstancias. Dicho de otra forma, todo está en orden para
que el efecto de sentido pasional surja en el discurso; sin embargo, ése no
es el caso en el discurso lexicográfico contemporáneo, ya que esa disposición no es considerada por la cultura que representa como una pasión.
La instalación de una sintaxis intermodal en el nivel semionarrativo y
su convocación en discurso bajo la forma de una disposición aspectualizada no es pues suficiente para producir un efecto de sentido pasional: es
únicamente la condición necesaria y la sensibilización debe hacer el resto.
Por ejemplo, lo que sobresaldría de la imagen fin del generoso --es decir, la
puesta en perspectiva de toda la trayectoria existencial alrededor de la
disjunción- es susceptible de no producir, en tanto efecto de sentido, sino
una actitud moral, despojada de todo componente afectivo, si la sensibilización no entra en juego.
La sensibilización es pues la primera fase realizante de la puesta en
discurso de las pasiones; la praxis enunciativa seleccionó, después potencializó segmentos modales fundándose en su sensibilización en un uso
anterior; pero es necesario, en. cada nuevo caso discursivo, que dichos segmentos sean de nuevo sensibilizados para ser realizados en el discurso
como pasiones: la recategorización es así siempre posible.
o
La sensibilización en acto
Sin embargo, la sensibilización así definida es sólo comprendida en sus
efectos, una vez que, habiendo hecho su parte la praxis enunciativa, el
efecto de sentido pasional se convierte en un estereotipo, y el estereotipo,
en un primitivo pasional dentro de un uso dado. Esos efectos suponen un
A PROPÓSITO DE LA AVARlCIA
133
proceso, es decir, operaciones que pertenecen a la puesta en discurso.
¿Qué pasa con la sensibilización "en acto"? Para responder a esa pregunta, se puede regresar a las aventuras de Mme. de Bargeton en París:
Au moment ou [Lucien] sortit de chez madame de Bargeton, le baron Chátelet y
aniva, revenant de chez le Ministre des Affaires Etrangeres, dans la splendeur
d'unc mise de bal. I1 venait rendre compte de toutes les conventions qu'il avait
faites pour madame de Bargeton. Louise était inquiete, ce luxe l'épouuantait. Les
moeurs de la province avaient fini par réagir sur elle, elle était devenue móticuleuse dans ses comptes; elle avait tant d'orclre, qu'a París, elle allait passer
pour avare. Elle avait emporté pres de vingt mille francs en un bon du ReceveurGénéral, en destinánt cette somme a couvrir l'excédent ele ses clépenses penclant
quatre années; elle craignait déja de ne pas avoir assez et de faire des dettes.5
[Cuando [Lucien] salió de la casa de la señora de Bargeton, el barón Chátelet, que
había estado en la casa del ministro de Asuntos Extranjeros, llegó en el esplendor
ele los preparativos para un baile. Venía a dar cuenta de todos los arreglos que
había hecho para la señora de Bargeton. Louise estaba inquieta, ese lujo la
espantaba. Las costumbres ele la provincia habían terminado influyendo en ella,
llegó a ser meticulosa en sus cuentas; era tan ordenada que en París la iban a
considerar una avara. Tenía en un bono del receptor general alrededor de veinte
mil francos, suma que destinó para cubrir el excedente de sus gastos durante cuatro años. Temía ya no tener bastante y contraer deudas.]
Mme. de Bargeton se convierte en avara a los ojos de un observador
parisiense: ése sería el resultado de una sensibilización que procedería
únicamente por reclasificación de los dispositivos modales y que sólo tendría efecto en los paradigmas pasionales. Pero encontramos que Mme. de
Bargeton es verdaderamente afectada por el contraste entre sus hábitos
económicos y el tren de vida parisiense; su nuevo estatuto pasional no es
pues solamente el efecto de una prueba veridictoria y de una evaluación
exterior. Ese estatuto nuevo resulta de una operación discursiva que
transforma su ser, produciendo efectos patémicos en su recorrido sintáctico y no solamente en el juicio de un observador. El comentario de Balzac atrapa entonces la sensibilización a punto de realizarse y pone en
evidencia la manera en que el rol socioeconómico es sensibilizado en la
misma cadena discursiva; un rol temático brutalmente cambiado de contexto discursivo se transforma en inquietud, espanto y temor; es decir,
que la sensibilización no es solamente una operación abstracta necesaria
para la teoría de las pasiones, sino que además es observable en los discursos concretos, bajo el mismo tenor que otras operaciones de la sintaxis
discursiva.
La sensibilizacón tiene, así, como explicación, su lugar dentro de la
5
Op. cit., pp.174-175. Cursivas nuestras.
134
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA.
economía general de la teoría, y, a la vez, como descripción dentro del re~
corrido discursivo de construcción del sujeto apasionado: de alguna mane~
ra, verticalmente, construye las taxonomías culturales que filtran los dis~
positivos modales para manifestarlos como pasiones en el discurso y, hori~
zontalmente, toma su lugar en la sintaxis discursiva de la pasión, como
un proceso en toda la extensión de la palabra. Por eso, Mme. de Bargeton
es clasificada como una avara en la cultura parisina, lo cual permite una
nueva interpretación discursiva dé su competencia, pero también es
transformada, de manera que ciertos acontecimientos patémicos aparecen
en su recorrido. Por esa razón podemos convenir en denominar patemización a la sensibilización concebida como una operación perteneciente a
la sintaxis discursiva. De hecho, desde un punto de vista genético, la patemización precedería a la sensibilización concebida como·una instancia cul~
tural; ella puede no ser más que un caso aislado, pero puede también ·en~
trar en el uso; desde ese momento, las secuencias modales que afecta son
identificadas como pasiones en ese uso y la praxis enunciativa realiza su
obra. La sensibilización como operación enunciativa es, pues, secundaria.
(i)
El cuerpo sensible
lVIás allá de las preguntas de método que están asociadas a todo relativis~
mo cultural; tiene uno el derecho de preguntarse si a la semiótica incumbe el interrogarse sobre las razones y la naturaleza de ese gesto cultural. En efecto, las respuestas, ¿pueden no ser ontológicas, incluso
metafísicas? El mínimo epistemológico que nos sirve de parapeto parece
tambalearse. La vocación de una semiótica de las pasiones es la de describir y también de explicar los efectos discursivos de la sensibilización,
pero no ciertamente la de tomar para sí y sin más ni más lo que otras disciplinas dicen al respecto. De ello no se colige, empero, que esté prohibido
interrogarlas para, eventualmente, sacar provecho de ellas.
En el afán de las explicaciones extrasemióticas o parasemióticas, se
podría, por ejemplo, imaginar que la sensibilización es una operación de
origen psicosomático y que ciertos dispositivos modales actuarían sobre el
soma como "en terreno favorable". De todas maneras, esa hipótesis
plantea más problemas de los que resuelve, ya que habría entonces que
demostrar cómo las culturas pueden determinar los "terrenos favorables"
que les serían específicos. En el caso de las "pasiones del asma", por ejemplo, una hipótesis como ésa sería, ciertamente, tentadora pues haría que
el análisis semiótico fuera compatible con la explicación alérgica y genética de esa perturbación; pero el examen de los discursos concretos no
resiste tal hipótesis, discursos en los que los familiares y ·los amigos del
asmático adoptan el mismo dispositivo modal sensibilizado que el del
A pROPÓSITO DE LA AVARICIA
135
enfermo, sin compartir no obstante el "terreno favorable". 6 El relativismo
cultural obliga también a descartar la solución que consistiría en invocar
directamente las pregnancias biológicas, ya que caracterizan a la especie
como tal y no a la cultura.
El concepto de habitus social propuesto por P. Bourdieu, 7 en la medida que articula formalmente el cuerpo, las imágenes del cuerpo y las
determinaciones socioculturales, parecería en cambio más apropiado. P.
Encrevé, en su introducción a la traducción francesa de Sociolingidstica
de vV. Labov, 8 demostró todo el provecho que se podía sacar: la "postura
articulatoria" propia de un grupo social que lo hace, por ejemplo, pronunciar tal diptongo de manera "tensa" o "relajada", se explica por una cierta
respuesta del tono muscular a un "esquema de postura". El esquema de
postura en cuestión se presentaría como una especie de imagen del mismo
cuerpo modelado por el habitus social. En ese sentido, el "esquema de postura" sería un esquema motor fijado por el uso y característico de una
sociotaxonomía.
Esas nociones sociológicas dejan, no obstante, la parte del león a lo
"adquirido"; ahora bien, nada permite afirmar que la sensibilización cultural pasa más bien por lo adquirido que por lo innato. De hecho, en la
medida que la sensibilización sobredetermina el proceso por el cual los semas exteroceptivos e interoceptivos son homogeneizados por lo propioceptivo, trasciende la oposición entre lo innato y lo adquirido. Pero, lamentablemente, carecemos de informaciones sobre la manera como e1 propio
cuerpo puede intervenir en el proceso. A la vista de las axiologías y de la
oposición entre la euforia y la disforia, nos hemos contentado con imaginar que la propioceptividad actuaba únicamente por atracciones y repulsiones. Pero nada dice que el cuerpo no sea capaz de producir simbolizaciones elementales más complejas, las cuales, sin suscribírse aún a un
funcionamiento semiótico, prepararían la sensibilización de las formas
significantes. El seguimiento de las investigaciones en el dominio de la
antropologia y de la semiótica médica podría aportar elementos de respuesta en ese terreno.
Falta que la noción misma de "esquema sensible", e incluso aquélla,
más trivial, de "terreno favorable", interrogue a la semiótica de las pasiones. En el nivel del discurso y en el recorrido de construcción del sujeto
apasionado, la sensibilización no sería, en suma, ni la última ni la primera palabra de la pasión. Desde un punto de vista epistemológico, si el relativismo cultural de la aprehensión patémica de los significados del mundo
6 Cf. J. Fontanille, "Les passions de l'asthme", Nouueaux Acles Sémiotiqu.es, Limoges,
Trames-Pulim, 6, 1989.
7 Esqaísse d'une théorie de la pratique, Génova, Droz, 1972.
S Sociolinguistique, presentación de P. Encrevé, París, Ed. de Minuit, 1976.
136
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
natural pudiera explicarse por la presencia de "esquemas sensibles" en el
imaginario humano, resultaría que la existencia semiótica misma sería
afectada. Si desde un punto de vista sintáctico se puede postular un "terreno favorable" para la manifestación de las pasiones, se debe a que el
recorrido del sujeto apasionado no comienza con la sensibilización.
o
La constitución pasional
Podríamos pensar aquí en el concepto griego de hexis, que significa a la
vez la "manera de (estar-)ser", la "constitución" -en el sentido médico, por
ejemplo- o el "hábito", ya sea del cuerpo, o del espíritu. 9 Benveniste hace
notar que el verbo correspondiente, "ekhó", que significa primero "tener" y
"poseer", es un "(estar-)ser a" invertido, lo que explica que el verbo mismo
en ·sus empleos intransitivos, y sobre todo en su derivado nominal, pueda
designar formas de estar-ser tanto adquiridas (cf. ''hábitos") como innatas
(cf. "constitución").
A manera de hipótesis de trabajo, se podría entonces considerar a la
hexis sensible como una sobredeterminación cultural de las pregnancias
biológicas, que se traduciría por una articulación específica de la zona propioceptiva y que proyectaría "esquemas sensibles" sobre la existencia
semiótica. Las disposiciones y las imágenes finales convocadas en los discursos realizados encontrarían o no encontrarían un eco en esos esquemas
sensibles y, por ese hecho, producirían o no producirían efectos de sentido
pasionales. La sensibilización presupondría en ese caso, en el nivel de las
precondiciones de la significación, una "constitución" del sujeto sintiente.
Por otro lado, si se admite que la sensibilización puede ser aprehendida a la vez por sus efectos en la praxis enunciativa y como operación discursiva, puede uno preguntarse si la "constitución" del sujeto apasionado
no podría también ser considerada desde dos puntos de vista diferentes. A
manera de hipótesis difícilmente verificable en la actualidad, hasta ahora
sólo hemos examinado la eventualidad de una "predisposición" del sujeto
sin tiente en el recorrido de la construcción teórica, partiendo de la idea de
que la propioceptividad podría ser constitutiva ya del sujeto apasionado.
Se puede uno preguntar aquí cuál sería la forma discursiva de una constitución "en acto", es decir 1 cómo se instala el terreno favorable para la eclosión pasional en el recorrido sintáctico del sujeto.
En la configuración de la avaricia encontramos en varias ocasiones figuras que, sin ser ellas mismas pasiones, aparecen como condiciones presupuestas, como el terreno sobre el cual justamente la sensibilización va a
poder operar; así, la sensibilización del dispositivo modal de la avaricia
sólo se puede tomar en consideración si cierto "apego" liga el sujeto a los
9
Trascendería en eso tanto la oposición innato/adquirido como la dualidad cuerpo/espíritu.
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
137
objetos; igualmente, la generosidad presupone una forma de desapego. El
apego y el desapego intervienen incluso si el dispositivo modal no está ubicado y, a fortiori, todavía cuando no está sensibilizado. Ambos caracterizan
a la relación entre el sujeto y el mundo, independientemente de todo objeto
ele valor o aun de sistemas de valores particulares. Para un sujeto que no
conoce todavía los objetos de valor, el apego y el desapego definirían de
algún modo dos maneras diferentes de entrar, una vez interiorizados, en
relación con los significantes del mundo natural. En ausencia de objetos de
valor y de sistemas de valores, el sujeto sólo tendiia que ver con las "sombras de valor" que le propone la fiducia, y el apego o el desapego serían dos
posiciones extremas sobre la graduación continua de la fiducia.
Pero en la configuración que nos interesa más particularmente, el
apego corno el desapego ocupan una posición en el recorrido sintáctico del
sujeto y no solamente en la construcción teórica; en efecto, ambos son presupuestos por las figuras propiamente pasionales y pueden ser manifestados en el discurso con el mismo criterio que la sensibilización.
l'v1me. de Bargeton no se hubiera vuelto avara y no estaría espantada
por el tren de vida parisiense si antes no hubiera estado preparada. Ya
que, si el cambio de contexto basta para transformarla en avara desde el
punto de vista del observador social, eso no puede explicar por sí solo la
aparición de nuevas pasiones (inquietud, espanto, temor) en su propio recorrido discursivo; en otros términos, la sensibilización que se observa no
hace más que actualizar en el discurso una propiedad del sujeto, anterior
a este último y de la misma naturaleza que el "apego" o el "desapego". Observando más de cerca, se encuentra el rasgo de una propiedad: "las costumbres de la provincia habían terminado influyendo en ella"; la explicación dada por Balzac no se puede reducir al emplazamiento de un rol
temático gracias a la repetición; en efecto, las "costumbres" son "hábitos"
codificados e integrados en una cultura y no se confunden con la repetición. Es un hecho que el rol temático del "cazador" se construye por aprendizaje y repetición; sin embargo, no induce ipso {acto un "hábito" y "costumbres".
Volvemos a encontrar aquí la hexis, lo que permite decir que Mme. de
Bargeton está "constituida" para ser avara antes incluso de llegar a serlo
y que la sensibilización propiamente dicha, provocada por el cambio de
contexto discursivo, tiene su raíz en ese estado previo. El hábito no es,
por supuesto, sino una de las formas posibles (adquirida, en el ejemplo) de
la constitución del sujeto apasionado.
; ) Esbozo de un reconido patémico
Independientemente de su carácter "adquirido" o "innato", la constitución
se presenta como una predisposición general del sujeto discursivo para los
138
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
recorridos pasionales que le esperan, definiendo su modo de acceso al
mundo de los valores y seleccionando de antemano ciertas pasiones antes
que otras. Así, remontando el curso de la sintaxis discursiva a partir de la
manifestación pasional, encontramos sucesivamente: la sensibilización,
que se aplica a una disposición, que prolonga ella misma una constitu~
ción. En el otro sentido, no se puede razonar más que en términos de probabilidades: Mme. de Bargeton habría podido sufrir la influencia de las
costumbres y de los hábitos provinciales, sin por la· mismo, adquirir una
verdadera disposición a la avaricia; esa disposición jamás habría podido
ser sensibilizada si el cambio de contexto no hubiera intervenido. De ahí
que la sintaxis discursiva del sujeto apasionado se establezca provisionalmente así:
CONSTITUCIÓN -7 DISPOSICIÓN -7 SENSIBILIZACIÓN
La moralización
e
De la ética a la estética
Numerosos juicios éticos señalan la actividad de un actante evaluador en
la configuración de la avaricia. Esos juicios moralizan comportamientos
que, en sí mismos, serían neutros; el econ.omizador es un rol no moralizado -o evaluado positivamente- y el avaro es evaluado negativamente; el
comportamiento llamado "interesado" es evaluado negativamente en la
configuración estudiada, mientras que en economía política es evaluado
positivamente, a partir de A. Smith, entre otros, pero también en pedagogía, en la que es considerado una llave del éxito.
La moralización puede tomar otras vías aparte de las de la ética o de
la justicia. El dandismo reorganiza el universo pasional alrededor de un
saber-estar-ser, 10 oponiéndolo a los valores económicos burgueses organi~
zados esencialmente en torno a la utilidad; en ese sentido, todas las pasiones son juzgadas entonces en función de la "actitud" o del ''obrar" que permiten controlar las manifestaciones, y la evaluació_n del saber-ser se apoya
por lo tanto en una estética de la vida cotidiana. Con otras referencias,
Tendremos cuidadode di~tinguir un saber-estar-ser que se glosaría como "saber conduciendo al contenido del estar-ser", de un saber-estar-ser que se glosaría como "saber organizar y pr~sentar el estar-ser"; ésa sería, en suma, la diferencia entre el conocimiento y el
obrar. Comparada con las modalízaciones del hacer, la primera versión del saber-estar-ser
correspondería a un "saber dirigido al contenido del hacer", y la segunda versión, al saberhacer definido como habilidad. El saber-estar-ser que nos interesa aquí, el de la segunda
acepción, es una forma de la inteligencia sintagmática, en la misma forma que el saber-hacer
en su acepción más común.
10
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
139
pero de la misma manera, el "hombre honorable" debe, en la Francia de la
época clásica, dar muestras de una calidad que, a falta de disponer del
lexema adecuado, se designa por una perífrasis: "El hombre honorable no
se inmuta por nada." Se trataría en ese caso de un saber-no-estar-ser evaluado positivamente, que permite no expresar pasiones, y que participa
también en un proyecto estético aplicado a la vida interior.
De hecho, la moralización introduce en el universo pasional un relativismo más general que causa problemas. En las definiciones de los diccionarios, los juicios morales establecen umbrales en una escala de intensidad, una escala orientada que permite concluir en el exceso o en la insuficiencia, según si se coloca uno más allá o más acá del umbral; así, el deseo,
el apego, el sentimiento o la inclinación son calificados, en la configuración
que examinamos, de "vivos", "excesivos", "bajos", etc. Pero llegamos muy
pronto a un callejón sin salida, ya que, para esos mismos diccionarios, la
"pasión" ya se· ha definido en cuanto tal por un exceso: moralizar en función del exceso o de la insuficiencia sería simplemente reconocer que tal o
cual dispositivo modal pertenece o no pertenece al registro pasional, lo que
conllevaría un doble empleo con la sensibilización. Desde el punto ele vista
del observador social, la moralización presupone y comprende a la sensibilización; pero ésa no es una razón para confundirlas.
s
Pasiones socializadas
Para comprender mejor la moralización, podemos por lo pronto interrogarnos sobre quién es el responsable. Cuando se encuentra en semiótica
una evaluación sobre el hacer o el estar-ser de un sujeto, ordinariamente
se buscan las huellas de un Destinador-juez y se considera que su hacer
judicativo pertenece a la etapa terminal del esquema narrativo canónico.
Pero no se trata aquí del esquema narrativo canónico y el recorrido del sujeto apasionado se encuentra atrapado en un simulacro que no permite
tratarlo como un recorrido narrativo clásico. Además, el juicio puede ejercerse sobre las formas pasionales de la competencia, sobre la disposición
misma, antes de pasar al acto: se hablará de "sentimiento malo", de "inclinación mezquina". Si el hacer del. economizador sólo es juzgado como
hacer desde el punto de vista de su eficacia o ele su oportunidad, no sucede
lo mismo con el avaro; este último será juzgado sobre la existencia, en su
competencia, de una ·disposición pasional excedente: así, Mme. de Bargeton, antes incluso de haber tenido el tiempo de gastar o de economizar
tan siquiera un franco en París, será juzgada por la única aprehensión
que manifiesta, es decir, por su facultad de representarse a punto de gastar o de economizar. No son ya el hacer o el estar-ser los juzgados, sino
una manera de hacer o una manera de estar-ser; en la práctica, el matiz
es a veces fino, pero constituye toda la diferencia: se refiere a cierto arde-
140
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
namiento modal y a una manera de manifestarlo.
En consecuencia, en sentido estricto, el responsable del juicio no puede ser un Destinador-juez que no tendría que juzgar más que el éxito o la
conformidad del hacer. Se ha visto al actante evaluador confundirse con
un Destinatario frustrado (la cicatería, la disipación) o un Destinatario
satisfecho (la generosidad). Tales observaciones incitan a pensar que el
actante evaluador puede ser cualquiera de los compañeros potenciales del
sujeto apasionado en la configuración; pero eso quiere decir que no hay
pasión solitaria, ya que en principio toda pasión es evaluable y moralizable y el evaluador pertenece a la configuración con el mismo derecho que
el sujeto apasionado. Toda configuración pasional sería intersubjetiva,
comprendiendo al menos dos sujetos: el sujeto apasionado y el sujeto que
asume la moralización.
El carácter _intersubjetiva de las pasiones -o, más generalmente, interactancial- no está limitado a la puesta en discurso y a la intervención
del observador social. El análisis de las modulaciones subyacentes en la
configuración de la avaricia ha puesto en evidencia la existencia de fuerzas cohesivas y de fuerzas dispersivas, entre las cuales los equilibrios y
los desequilibrios inestables dibujaban el lugar de los valores colectivos e
individuales. La escisión del protoactante del espacio tensivo libera así
fuerzas adversativas, que se pueden interpretar como la prefiguración de
los actantes: en ese caso podemos hablar de interactantes.
Si la configuración está organizada exclusivamente desde el punto de
vista del sujeto apasionado, durante la convocación en discurso sólo la
sensibilización es manifestada; y si la configuración está organizada desde el punto de vista del observador social, la moralización aparece, presuponiendo y ocultando a la vez a la sensibilización.
el
La estratificación del discurso moral
Además, después de haber constatado la inestabilidad del actante observador, se podría uno preguntar si esa inestabilidad no resulta de la naturaleza de las evaluaciones mismas. De hecho, esa inestabilidad se explica
en gran parte por la presuposición de los criterios de evaluación. En las
definiciones del diccionario, por ejemplo, se subraya que tal pasión puede
ser evaluada negativamente porque descansa en una opinión errónea -como la vanidad o la pretensión- o porque es simplemente excesiva -como
el orgullo-; o tal otra pasión es evaluada positivamente porque está fundada en una opinión justa (la estima). De un caso al otro, el evaluador establece sujuicio a partir de consideraciones veridictorias (lo falso para la
vanidad, pero también para la tacañería, el secreto para la hipocresía),
epistémicas (para la pedantería o la presunción), aspectuales (el exceso),
etc. Pero, cualquiera que sea la categoría modal en nombre de la cual el
A pROPÓSITO DE LA AVARICIA
141
juicio es enunciado, el motivo que parece suscitar el juicio mismo es siempre del orden de lo "demasiado" o de lo "demasiado poco". El avaro y el
ávido desean demasiado fuerte, el disipador gasta demasiado; el tacaño
economiza de más en pequeñas cosas; el cicatero hace demasiado alarde
de su tacañería; el vanidoso y el orgulloso tienen una opinión demasiado
buena de sí mismos; el fatuo y el presuntuoso la anuncian demasiado
ostensiblemente.
Es como si el basamento tensivo de un universo pasional restaurara
la superficie tomando la apariencia de una categoría modal y/o aspectual;
los juicios éticos se toman de las moclalizaciones (vericlictorias, epistémicas, volitivas, deónticas, etc.) y de las aspectualizaciones para proyectar
ahí escalas ele intensidad dotadas de umbrales, como para reactualizar las
modulaciones tensivas.
El observador social no tiene entonces directamente acceso más que a
los roles éticos, los cuales comprenden, según el caso, roles epistémicos,
roles veridictorios, roles deónticos, reformulados las más de las veces
como roles patémicos. N o obstante, parecería que de este lado ele todos
esos roles, se interesa más particularmente en el sentido de la mesura. De
ahí que la evaluación de las pasiones ponga al descubierto un criterio subyacente a todas las axiologias superpuestas y que remita, como ya se ha
sugerido, a una regulación del devenir.
Una vez reconocidas la diversidad y la estratificación ele los sistemas
de referencia de la moralización, se comprende mejor también el rol del
observador: su "inestabilidad" es en sí misma funcional. En efecto, gracias
a la variación de los puntos de vista adoptados, y a la de los sincretismos
en los cuales el evaluador puede entrar con los actantes de una configuración pasional dada, el sujeto de enunciación hace variar la iluminación
de una pasión a la otra, explora la combinatoria y la taxonomía para
hacer aparecer los ordenamientos modales reconocidos en una cultura
dada y para poder agregarle, en vistas de la moralización, las axiologias
propias de tal o cual acompaüante del sujeto apasionado.
La inestabilidad de la evaluación y la superposición aparentemente
aleatoria de las axiologias de referencia no deben sin embargo disuadirnos
ele considerar a la moralización como una dimensión autónoma del discurso, ya que, a pesar de las apariencias, están reunidas las condiciones de
esa autonomía. En efecto, la moralización está asegurada por un actante
que, perteneciendo a la configuración pasional, no es menos independiente del sujeto apasionado. Además, no debe nada a la orientación de las
trayectorias existenciales o a la polarización tímica. De un lado, la avidez
(realización) como la disipación (actualización) están igualmente condenadas; del otro, el ahorro (potencialización) como el desinterés (virtualización) están igualmente valorizados. La tristeza puede ser muy moral
-cuando testimonia, por ejemplo, algún duelo sincero-, y la ausencia de
142
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
reacción, la atimia, puede ser también reprochada violentamente a
Meursault en L'étranger [El extranjero], como vivamente aconsejada al
hombre honesto del clasicismo francés.
Los roles éticos entonces serían igualmente independientes de los
roles modales, de los roles patémicos y de los roles temáticos, y esa independencia traduciría la existencia de una isotopía que les sería propia y
común: la isotopía de la mesura. Los roles éticos serían, en una cultura
dada, los términos de una taxonomía connotativa coextensiva a la de la
sensibilización, pero que presentaría una fragmentación diferente. La
sobredeterminación moral de los dispositivos modales pasionales "pervierte" de alguna manera la taxonomía de los roles patémicos al redistribuirlos en vicios y en virtudes, ya sea explícitamente -y el rol es entonces considerado como una "cualidad" o un "defecto" en el discurso-, o
bien implícitamente, gracias a la proyección de los sernas ((mejorable" o
"peyorativo". El conjunto de esas distorsiones, en un texto o en un corpus
de texto, aparecerá como una deformación coherente del universo pasional, pudiendo ser construida en el análisis como una isotopía moral; la
recurrencia de los mismos criterios de juicio (i.e. de un mismo tipo de escala de intensidad, de una misma posición actancial de evaluación) garantiza entonces una lectura homogénea del universo moral del sujeto de
enunciación.
En el marco de los lenguajes de connotación, el desdoblamiento del
dominio analizado permite considerar el estudio del discurso moral. Un
discurso que se apoya en la mesura y en el exceso, en la lucidez y en la
ilusión, en la discreción y en la indiscreción de las manifestaciones pasionales y, más generalmente, en el respeto de las reglas y códigos implícitos
y vigentes en una cultura dada. El estudio del discurso moral, paralelamente al del discurso pasional, desemboca en una clasificación de las culturas en la medida en que, permaneciendo constantes los dispositivos modales, la sensibilización y la moralización que los afectan constituyen dos
clases de variables por las cuales las culturas -las áreas y las épocas- se
distinguen .
. o
La moralización dél comportamiento obs;ervable ·
Respecto al recorrido de la construcción teórica, la moralización parece así
descansar en una regulación del devenir social, en axiologías modales
superpuestas (en el nivel semionarrativo) y en el sentido de la mesura (en
el nivel discursivo). A semejanza de la sensibilización, puede ser también
considerada como una operación discursiva. Para asir el rol del sujeto
apasionado en el recorrido discursivo, se puede ahora partir de algunas
pasiones moralizadas de manera particularmente vigorosa, como la cicatería -en la configuración de la avaricia-, y la vanidad -en la de la esti-
A PROPÓSITO DE LA AVA.RICIA
143
rna. Ambas son evaluadas por medio de manifestaciones paralelas en el
recorrido pasional principal. A la retención de bienes, nudo modal y aspectual de la pasión, se agregan manifestaciones "sórdidas"; es decir, una
manera de ser avaro, calificada de "bajamente interesada". A la opinión
desproporcionada de su propio valor, el vanidoso agrega manifestaciones
"exageradas": no sólo está ilegítimamente satisÍecho de sí mismo, lo que
constituye el nudo modal de la pasión, sino, además, "ostenta" esa manifestación; en eco a la "confesión del interés", es la confesión ostensible de
la satisfacción por sí misma la que traduce específicamente los parasinónirnos: fatuidad, pedantería, pretensión.
I\1oralizando la pasión, se evalúa no sólo una cierta manera de hacer o
de estar-ser, sino también una cierta manera de estar-ser apasionado, ya
que en la.vanidad, por ejemplo, un primer rol ético es definido a partir de
una evaluación veridictoria (la opinión desproporcionada), en cierta forma
independientemente ele la manifestación pasional, y un segundo a partir
de la manifestación pasional misma (el exceso). La moralización según el
sentido ele la mesura supone entonces que el recorrido discursivo del sujeto apasionado esté acabado, que las consecuencias sean maniíestadas y
observables bajo la forma de figuras de comportamiento. En nuestros dos
ejemplos, la cicatería y la vanidad, la reprobación apunta más directamente a la ostentación de esas figuras de comportamiento; la ostentación
podría ser interpretada como la confrontación (intersubjetiva) entre el
querer-hacer-saber (en el caso de la vanidad) o el no-poder-no-hacer-saber
(en el caso del cicatero) del sujeto apasionado, por una parte, y el no-querer-saber del evaluador, o al menos del interactante de quien toma el
lugar, por la otra. La moralización afectaría aqui todavía a las moclalizaciones, pero solamente a aquellas que conciernen a las propiedades informativas del comportamiento pasional; se trata, de hecho, de las modalizaciones interactivas de la pareja informador/observador.
Mme. de Bargeton no escapa a la regla: después de la sensibilización
que le procura una gran variedad de pasiones secundarias injertadas en
la avaricia manifiesta, a pesar de ella misma, la repugnancia que le inspiran los grandes gastos:
... elle éraignait déja de ne pas avoir assez et de faire des de_ttes. Chatelet luí
apprit que son appartement ne luí coutait que six cents francs par mois.
-Une misere, dit-il en voyant le haut-le-corps que fit Nai:s. Vous avez a vos
ordres une voiture pour cinq cents francs par mois, ce qui fait en tout cinquante
louis. Vous n'aurez plus qu'a penser a votre toilette. Une femme qui voit le granel
monde ne saurait s'arranger autrement [... ] Ici l'on ne donne qu'aux riches.l 1
[... temía ya no tener suficiente y contraer deudas. Chatelet le informó que su
11
Op. cit., p. 175. Cursivas nuestras.
144
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
apartamento sólo le costaba seiscientos francos por mes.
-Una miseria, dijo, viendo el sobresalto de Nai"s. Por quinientos francos al
mes tiene usted a sus órdenes un coche, lo que hace un total de cincuenta luises.
Sólo tendrá usted que pensar en su vestuario. Una mujer que aspira al gran
mundo no podría establecerse de otra manera[ ... ] Aquí uno no le da más que a los
ricos.)
El comportamiento observable, un "sobresalto", es una ocasión soñada
por el observador, Chatelet, quien se lanza en una especie de lección de
moral social a la parisiense. Comprendemos entonces retrospectivamente
que el juicio de avaricia, repercutido por el sujeto de enunciación, es de
hecho llevado por el mismo Chatelet en la interacción enunciada; el observador social entra en ese caso en sincretismo con uno de los acompañantes del sujeto apasionado, no en la configuración de la avaricia, sino
en la de la seducción, que se encuentra aquí implicada en la precedente.
El sobresalto es el mensaje final que emana del recorrido pasional de
Mme. de Bargeton, mensaje puesto en circulación en la interacción y susceptible como aquí de dar motivo a la estrategia manipuladora de los
acompañantes. La naturaleza de la respuesta de Chatelet, la lección de
moral económica, inscribe explícitamente ese "sobresalto" en una isotopía
moral.
El ejemplo elegido se compone de dos segmentos: el comportamiento
manifestado y la moralización que le sigue; el comportamiento manifiesta
la conjunción del sujeto apasionado con el objeto tímico (la disforia, en ese
caso), y la moralización viene a sancionar esa conjunción. El comportamiento pasional pertenece a la clase de las manifestaciones somáticas
de la pasión: rubor, palidez, angustia, sobresalto, crispación, temblor, etc.
Podemos convenir en denominar emociones a tales manifestaciones. El
efecto de "irrupción" de lo somático en la superficie del discurso, que caracteriza muy frecuentemente a la emoción, resulta del reembrague sobre
el sujeto tensivo que hemos postulado para justificar la instalación del
simulacro pasional en el discurso: al convocar en la cadena discursiva las
modulaciones del sentir y del devenir, el reembrague prepara la irrupción
somática de la emoción; en efecto, es en ese preciso momento del recorrido
pasional que el sujeto sintiente se acuerda de que tiene un cuerpo.
" El esbozo del esquema patémico (continuación)
Estamos ahora en condiciones de considerar en su conjunto, como hipótesis de trabajo, el esquema patémico que permite reconstituir el estudio de
la avaricia y del cual se sospecha que es capaz de organizar la sintaxis
pasional discursiva en general.
La moralización interviene al final de la secuencia y afecta a su con-
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
145
junto, pero más particularmente al comportamiento observable. Presupone entonce~ la manifestación pa~émí:~' d:n?minada emoci~n, cuya aparición en el discurso señala que la JUncwn hm1ca se ha cumphdo, dando la
palabra al propio cuerpo. La sensibilización es presupuesta por la emoción: es la transformación tímica por excelencia, la operación por la cual el
sujeto discursivo es transformado en sujeto sufriente, sintiente, reaccionante, conmovido. Ella misma presupone esa programación discursiva
que hemos denominado disposición, y que resulta de la convocación de los
dispositivos modales dinamizados y seleccionados por el uso; pone en marcha una aspectualización de la cadena modal y un "estilo semiótico" característico del hacer patémico. A la cabeza de la secuencia, la constitución
determina, en fin, el estar-ser del sujeto, con el fin de que esté en posibilidades de acoger a la sensibilización; esa etapa obliga a postular en el nivel
del discurso una determinación del sujeto discursivo anterior a toda competencia y a toda disposición: un determinismo -social, psicológico, hereclitario, metafísico, cualquiera que éste sea- preside entonces a la instauración del sujeto apasionado.
El simulacro pasional, que es por definición reflexivo, no abarca, por
ese hecho, la totalidad de la secuencia, puesto que el sujeto proyecta ahí
su propia trayectoria existencial y su disposición modal: se entra en el
simulacro con la disposición y se sale con la emoción; la constitución, porque supone una especie de necesidad externa sobre la cual el sujeto apasionado no tiene ningún control, y la moralización, porque pone en marcha una evaluación externa, son etapas transitivas de la secuencia y no
pertenecen al simulacro pasional propiamente dicho. Todas esas proposiciones deben ser, por supuesto, precisadas y validadas ulteriormente en
vista de su eventual generalización.
Observaciones finales
Desde el punto de vista de la teoría como desde el punto de vista del método, el estudio de la moralización presupone el de la sensibilización. En
efecto, en la medida que se admite que la moralización interviene al final
de recorrido, señala la terminación. Si nos colocamos desde una perspectiva de construcción del actor, la moralización constituye la fase final: todo
juicio ético presupone -con razón o sin ella, poco importa-, que el actor
haya "probado" y haya mostrado de lo que era capaz; la moralización comporta entonces en sí misma el rasgo terminativo y el rasgo cumplido. Es
como si, en el momento en que interviene el juicio ético, el actor fuera detenido en su desarrollo, fijado en la última imagen que el juicio selecciona
para hacer un rol ético.
Por otro lado, el juicio moral inscrito en las figuras de comportamiento
146
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
presupone una disposición del sujeto, sin la cual las figuras en cuestión podrían pasar como accidentales y sin relación con el estar-ser del sujeto. La
moralización no puede aprehenderse sino por los comportamientos observables que presuponen una disposición; para eso es necesario que sea reconocida previamente una intencionalidad de la pasión, bajo la forma de
una imagen fin y de un dispositivo modal sensibilizado. Por todas esas razones, la moralización presupone a la sensibilización, y por eso el estudio
del discurso moral descansa en el cémocimiento de los universos pasionales.
Como procedimientos constitutivos de las taxonomías culturales, la
sensibilización y la moralización desempeñan también un papel en la regulación de la. inter,subjetividad. En efecto, clasificando a los actores en
función de los roles patémicos y de los roles éticos que están en posibilidades de desempeñar en la escena de la comunicación, esos dos procedimientos permiten prever el comportamiento de los individuos. En las relaciones sociales o interindividuales, el conocimiento de las taxonomías
pasionales y morales permite a cada uno anticipar las conductas de los
otros y adaptar las suyas: el sujeto identificado como "colérico", "avaro",
"pródigo" o "crédulo" ofrece un motivo a la manipulación en la medida en
que, conociendo con anterioridad la sintaxis de· su recorrido, las estrategias y contraestrategias pueden ser programadas en gran medida desde el
principio de la interacción. Los roles patémicos y los roles éticos, al no
poder ser reconstruidos por presuposición a partir de las performance,
sino solamente conservados "en bloque" en la memoria de una cultura,
anuncian de entrada el "modo de empleo" del sujeto, y el observador-manipulador dotado de la rejilla cultural adecuada puede desempeñarse
entonces con la clave modal más apropiada. La sensibilización y la moralización no son pues solamente procedimientos de descripción; son verdaderas operaciones disponibles por los actantes del enunciado y de la
enunciación; también las taxonomías culturales que contribuyen a edificar son una de las posturas de las estrategias de comunicación: ellas presiden en gran parte el intercambio de los simulacros, y aquel que domine
las taxonomías pasionales en un.~ interacción puede actuar con ventaja en
ese intercambio.
OBSERVACIONES SOBRE LA PUESTA EN DISCURSO DE LA AVARICIA
Al construir la configuración de la avaricia, se edifica al mismo tiempo el
basamento semionarrativo de un universo pasional y se dispone lo que
concierne a la puesta en discurso. Habiendo constatado que la mayoría de
las teorías de las pasiones permanecían deudoras de universos discursivos
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
147
particulares, parecía poco razonable producir una teoría que, con tintes de
trascendencia y de deducción, habría, como las otras, racionalizado y sistematizado una taxonomía ligada a una cultura particular. Pero el precio
que hay que pagar, en lo que al método concierne, no es despreciable: a
partir de manifestaciones discursivas, y sobre el fondo de un pequeño
número de hipótesis teóricas, es necesario separar progresivamente lo que
pertenece (a título de hipótesis) a los universales y lo que pertenece a la
puesta en discurso.
No es éste el lugar para rehacer la teoría del discurso, pero sí para
comprender cómo se articulan las diversas instancias que han aparecido
en el estudio de la avaricia y de su configuración. Primeramente, en el nivel de la tensiviclad fórica, un pequeño número de modulaciones determina
los "estilos semióticos" en el marco ele un principio general de circulación
del valor. Enseguida, en el nivel semionarrativo, los recorridos existenciales, así como los dispositivos modales sensibilizados, fijados y almacenados
como "primitivos", constituyen la base sintáctica de los efectos de sentido
pasionales. Por último, en el nivel discursivo, la convocación de las magnitudes precedentes suscita las imágenes fin y las disposiciones que se reúnen para formar los simulacros pasionales.
La praxis enunciativa
La dificultad principal, en el tratamiento de los universos pasionales, tiene que ver con el regreso obstinado de la instancia cultural, que interviene en diferentes lugares y en todos los niveles. La hemos encontrado en el
nivel discursivo con las dos operaciones de sensibilización y de moralización, características de la praxis enunciativa en el dominio estudiado,
pero también en el nivel semionarrativo, por la selección que opera, de retorno, entre todos los dispositivos modales considerados. Pero -lo que era
menos esperado- parece que ella se manifiesta también en el nivel de las
precondiciones tensivas; las modulaciones características de la configuración estudiada parecen, en efecto, inseparables de un componente cuantitativo, de manera que el compromiso de las tensiones entre las fuerzas
cohesivas y las fuerzas dispersivas reside en la estabilización de un
actante colectivo; además, el devenir es aquí el objeto de una interpretación restrictiva, que lo reduce a un principio de circulación de un flujo
de valores en el seno de la comunidad. Por otra parte, ni la sensibilización
ni la moralización reciben una explicación satisfactoria sin referencia a
tal o cual fenómeno propio en el nivel epistemológico, como, entre otros, la
"hexis sensible".
Hemos considerado hasta ahora, a manera de hipótesis de trabajo,
que la praxis enunciativa podía resolver todas esas dificultades; en efecto,
148
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
gracias al ir y venir entre lo semionarrativo y lo discursivo, basta con explicar cómo las taxonomías connotativas, elaboradas primero por el uso,
se integran enseguida a la "lengua" instalando allí los primitivos. Pero parecería que la cultura interviene también de otra manera: si se admite
que la existencia semiótica se constituye gracias a la homogeneización de
lo interoceptivo y de lo exteroceptivo gracias a lo propioceptivo, se plantea
al mismo tiempo la existencia de macrosemióticas del mundo natural, que
aguardan de alguna manera al sujeto de la percepción para llegar a ser
significantes. Ahora bien, las "morfologías" del mundo natural no son únicamente físicas o biológicas; son también, entre otras, sociológicas y económicas; es decir, en un sentido, específicas de las áreas culturales y de
las épocas históricas. En otros términos, los significantes del mundo que
son integrados a la existencia semiótica por la percepción no serían todos
"naturales", y el horizonte del ser que se dibuja detrás de la tensividad
fórica estaría determinado culturalmente en parte, incluso económicamente, como en el caso que nos ocupa.
Así, parecería que en la configuración de la avaricia las tensiones
estuvieran ya, antes incluso de la categorización y de la formación de los
actantes sintácticos, desviadas en parte por lo que hemos denominado el
"flujo circulante del valor", que sería algo así como la huella dejada sobre
el horizonte óntico por las determinaciones socioeconómicas. Nada impide, por otra parte, pensar que esa desviación resulta también del uso y de
la praxis enunciativa; efectivamente, ésta no puede actuar sobre la presencia de los primitivos culturales en el nivel semionarrativo si no es estereotipando los productos de la convocación en discurso: las magnitudes
convocadas son seleccionadas, modeladas por el uso y devueltas a la
memoria semionarrativa; uno se podría imaginar que sucede lo mismo
con el nivel tensivo, puesto que es también objeto de "convocaciones" en el
discurso: así es como hemos concebido los estilos senúóticos.
Si regresamos ahora a la puesta en discurso propiamente dicha, distingu.iremos dos órdenes de fenómenos: por un lado, un conjunto de fenómenos relativamente bien conocidos en semiótica, como la actorialización
o la aspectualización, sobre los cuales el estudio de la avaricia y de su configuración difunde una nueva luz; por otro lado, un conjunto distinto de
fenómenos poco o mal conocidos, como el esquema patémico canónico o los
simulacros pasionales, sobre los cuales parece prudente antes de tomar
alguna posición recabar más información, especialmente gracias al estudio de los celos. Para los primeros, se puede considerar desde ahora un
balance provisional.
La actorialización: roles ternáticos y roles patémicos
La actorialización es un procedimiento que consiste en proyectar por
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
149
desembrague a los actores que tienen el estatuto del "no Yo" y que recibirán vertimientos sintácticos, bajo la forma de roles actanciales y
modales, así corno vertimientos semánticos, bajo la forma de roles temáticos. Dentro de ese procedimiento muy general conviene interpretar la
aparición de los roles patémicos y de los roles éticos.
Con respecto· a los roles actanciales, cuyo encadenamiento obedece a
la sucesión de las pruebas y de las moda1izaciones, el rol patémico aparece
globalmente como un segmento del recorrido actancial, segmento
dinamizado por la sintaxis intermodal; para la puesta en discurso, la
enunciación podrá recurrir a esos segmentos acabados, estereotipados, a
fin de manifestar las zonas sensibilizadas del recorrido actancial.
En lo concerniente a los roles temáticos, que se pueden encatalizar
sobre el fondo de un recorrido temático a partir de la diseminación de los
contenidos semánticos, el rol patémico será un segmento sensibilizado del
recorrido temático, que es ya en sí mismo un estereotipo. En los dos casos,
el actor es investido con segmentos de roles sensibilizados y moralizados.
No obstante, la distinción entre roles temáticos y roles patémicos presenta
a veces cierta dificultad y merece un examen más atento.
A la vista de los análisis que preceden, se puede señalar una primera
diferencia relacionada con la orientación de los procedimientos de construcción. Entre el avaro y el econornizador, no hay diferencia de competencia si únicamente se examina el contenido de las modalidades en cuestión, pero aparece una cuando se torna en cuenta el procedimiento. De hecho, para el analista, la competencia del economizador es exclusivamente
retrospectiva: el economizador es alguien del que se sabe solamente después, a la vista de los resultados obtenidos, que es capaz de moderar sus
gastos; en cambio, la del avaro parece prospectiva, en la medida en que el
avaro es alguien del que se puede prever, antes de todo resultado, que no
va a gastar.
Pero las cosas son más complejas, puesto que el rol temático comporta
también una programación discursiva del actor y, en consecuencia, un factor de previsión. La diferencia, un poco sutil para ser operatoria, tiene que
ver con el hecho de que el rol patémico es prospectivo antes incluso de su
construcción, mientras que el rol temático llega a serlo después de su construcción.
Uno podría, al parecer con más fortuna, interrogarse sobre la aspectualización de cada tipo de roles. La competencia del economizador sólo se
manifiesta si la situación se presta a ello -es decir, cuando se presenta la
ocasión de economizar-; la competencia del avaro es siempre manifestable, independientemente de la situación narrativa -por ejemplo, en una
fisonomía, en una mímica o en una gestualidad- ya que el papel patémico
afecta al actor en su totalidad. El rol temático es iterativo y el rol patémico permanente; por eso se buscará, en la descripción del avaro, localizar
150
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
en su rostro, en sus miradas, manifestaciones de la pasión, mientras que
a nadie se le ocurriría la idea de escudriñar en la fisonomía de un economizador para descubrir rasgos de sus capacidades.
La explicación es relativamente simple: la manifestación del rol temático obedece estrictamente a la diseminación del tema en el discurso,
mientras que la del rol patémico obedece a la lógica de los simulacros pasionales, a una diseminación imaginaria independiente del tema.
Una distinción así debería permitir no sólo diferenciar los dos tipos de
roles, sino también localizar en el discurso el paso de lo temático a lo patémico: cuando la recurrencia del rol parece anárquica -es decir, cuando ya
no obedece a la diseminación del tema-, se puede considerar que se trata
de un rol patémico; el economizador llega a ser avaro cuando la resistencia
a la circulación de los valores interviene en el discurso "a despropósito",
ahí cuando no se la esperaba. Esa particularidad aspectual tiene que ver
tanto con la permanencia que caracteriza a toda disposición cuanto con la
forma obsesiva que puede tomar una pasión como la avaricia. 12
Como en el aprendizaje, la recurrencia del hacer y la recurrencia
modal son constitutivas del rol temático: por la repetición, el control y el
espaciamiento de los hacer, el economista aprende su rol.
Habría que distinguir aquí la "recurrencia" del aspecto "iterativo". El
avaro es un rol "permanente", mientras que el colérico es un rol "iterativo":
se trata en ese caso de la aspectualización interna del rol, y la oposición
"permanente/iterativo" tiene un valor distintivo entre las dos figuras. Pero,
como estereotipos, el avaro y el colérico presentan ambos una recurrencia
funcional que permite identificar el rol como una clase de comportamientos.
De esta forma, la recurrencia funcional asegura la previsibilidad del comportamiento. De alguna manera y sobre otra dimensión, las clases de comportamiento, temáticos o pasionales, son homólogos de las clases funcionales de Propp.
N.B.
12
Es perfectamente observable, por ejemplo, que un rol como el de la "madre" pueda
aparecer como una pasión cuando la interacción del hacer "maternal" es diseminado "a
despropósito". lVIme. Bridau, en La rabouilleuse de Balzac, es el prototipo perfecto de una
madre apasionada. Por un lado, con respecto a Joseph, su hijo menor, es simplemente madre
tematizada: lo ayuda, lo cuida, le prepara su comida, etc.; por otro lado, con respecto a su primogénito Philippe, el sujeto malo, es una madre apasionada, es decir, sobre todo cuando las
siLuaciones narrativas no se prestan a ello: en el caso de diversas malversaciones, endeudamiento, expoliaciones, de las que es culpable su hijo Philippe. Incapaz de reconocer en los
comportamientos de su hijo aquellos que implican el tema "filial-maternal", perdona todo,
olvida todo, se deja arruinar, después rechazar; es mucho más significativo que ese rol
patémico, esencialmente localizable por su recurrencia aparentemente anárquica, sea, por
otra parte, el objeto de un juicio irremediablemente moral, en el momento de una confesión
que precede justo a la muerte de la culpable.
A PROPÓSITO DE LA AVA..l{ICIA
151
La recurrencia productora de estereotipos permitiria también redefinir
ciertos términos de la nomenclatura pasional de las lenguas naturales,
como, por ejemplo, el "carácter" y el "temperamento". El "carácter" deriva
directamente de la recurrencia funcional: se define siempre como clase,
como permanencia de un mismo tipo de respuestas temáticas y pasionales
ante situaciones que varían, y en ese sentido, el carácter como estereotipo
reduce el equipamiento modal y temático del actor a un pequeño número
de isotopías y de roles. En cambio, el "temperamento" que se funda en los
equilibrios y en las jerarquías entre varios roles y varias isotopías modales
podria definirse como la dominación de un rol patémico sobre los otros. De
la misma forma como se encuentran en un dispositivo modal modalizaciones regentes, en el conjunto de los roles recorridos por un mismo actor
se encontraría un segmento modal que sería un segmento regente en
relación con la totalidad del recorrido. No se trata de buscar alguna vía
para salvar los términos de la nomenclatura pasional, sino de señalar en
esta ocasión que, acumulando los actores en el transcurso del discurso los
dispositivos modales y varios tipos de roles, uno puede ser llevado a considerar "macrodispositivos", dentro de los cuales pueden aparecer los fenómenos de rección.
Por otra parte, roles temáticos y roles patémicos guardan relaciones
jerárquicas fundadas esencialmente en la presuposición. Cuando desde
el punto de vista semántico un rol patémico presupone un rol temático~
la recurrencia es coherente -es decir, isótopa-, y el segmento modal
estereotipado y sensibilizado sustituye al segmento modal solamente
estereotipado. Además, el rol patémico ve sus virtualidades semánticas
reducidas por el rol patémico: así, decir de alguien que está "ávido de
honores" conduce a restringir el rol patémico del avaro al agregarle una
temática social. Cuando un rol patémico no presupone un rol temático,
desde el punto de vista semántico la recurrencia es en gran parte aleatoria, es decir, anisótopa; todas las virtualidades semánticas del rol
pueden entonces ser actualizadas.
Otras asociaciones más complejas, pero también más reveladoras, son
previsibles. Por ejemplo, el maquiavelismo supone, por un lado, una secuencia de comportamientos y de estrategias fijadas en competencia sobre
la isotopía política y, por otro, una disposición pasional. La secuencia
temática es cierta forma sofisticada, pero estereotipada, de saber-hacer y
de poder-hacer -el primero rige en este caso al segundo-; la disposición es
la que da la desconfianza. En lugar de sustituir a la totalidad del segmento
modal tematizada, como el avaro sustituye al economizador, la disposición
pasional del sujeto maquiavélico se inserta en el recorrido temático y sólo
ocupa allí una parte. Los recorridos temáticos de tipo político comportan
una etapa en la que se decide la naturaleza contractual y/o polémica del
hacer, en la que el sujeto es susceptible de ser modalizado por el creer; en
152
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
el caso del maquiavelismo, la desconfianza ocupa el lugar de la creencia.
Este ejemplo no es aislado: la mayor parte de las. configuraciones encontradas en los discursos concretos ofrecen roles mixtos e imbricaciones de
ese tipo. En última instancia, la diferencia con el avaro es quizás puramente lexical: en las inserciones de roles y de recorridos que, en los discursos realizados, serían tan complejos en un caso como en el otro, la lexicalización retiene únicamente, de un lado, el segmento sensibilizado (el avaro) y, del otro, la totalidad del recorrido (el maquiavélico).
Por lo tanto, a este respecto se plantea una cuestión de fondo: en ese
conglomerado de roles (modales, patémicos, temáticos) articulados entre
ellos, ¿en qué se convierte el sujeto? El actor que comprende varios de
esos roles ¿tiene todavía la posibilidad de producir un "efecto de sujeto"?
Si nos atuviéramos a las asociaciones de roles, todos los actores-sujetos
serían esquizofrénicos en potencia, pero la aspectualización restablece
cierta coherencia. Gracias al desembrague, la puesta en discurso permite
el despliegue de un universo discursivo autónomo; pero ese desembrague
es pluralizante y es necesaria la intervención del embrague para
restablecer cierta homogeneidad. Recursivamente, el discurso es presa
también de las fuerzas cohesivas y dispersivas, como las modulaciones
del devenir. En el ejemplo, la fuerza cohesiva que permite al actor reencontrar a pesar de todo su homogeneidad es la aspectualización. Efectivamente, más allá de la aglomeración más o menos regulada de los roles,
se dibuja un proceso de construcción del actor que podría tomar la forma
de la secuencia pasional, esbozo de esquema patémico canónico que
hemos creído reconocer: la constitución, la disposición, la sensibilización,
la emoción y la moralización serían entonces interpretables como la apertura, el detonador, el desarrollo y la instalación de los roles patémicos, y
consecuentemente integrarían los conglomerados de roles subyacentes.
Regresaremos a ello.
La aspectualización
En general, distinguimos dos procedimientos aspectualizantes: la demarcación, que establece los umbrales y los límites en un modo continuo (~f.
perfectivo/imperfectivo), y la segmentación, que tiende a fijar las etapas
en un modo discontinuo (cf. incoativo/durativo/perfectivo). Pero para la
puesta en discurso las cosas son sin duda un poco más complejas cuando
se convoca a la vez magnitudes continuas y moduladas y magnitudes discontinuas y modalizadas. El esquema patémico, por· ejemplo, aspectualiza
el proceso en un modo discontinuo; pero, por otra parte, como acabamos
precisamente de sugerirlo, reintroduce continuidad y homogeneidad ahí
donde las diferentes etapas de la modalización, tanto en el recorrido gene-
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
153
rativo como en el desembrague, habían engendrado a fin de cuentas una
pulverización de los roles.
De hecho, la aspectualización de las pasiones reviste varias formas.
Sin buscar aquí tratar in extenso toda la cuestión, quisiéramos sacar solamente algunas de las enseñanzas que nos sugiere el estudio de la avaricia
y de su configuración. Hemos encontrado ya al menos cuatro niveles diferentes de la aspectualización; primeramente, la recurrencia funcional de
los roles temáticos y patémicos, que está excluida de entrada, al pertenecer no a los sememas analizados, sino al procedimiento que los ha construido; enseguida, hemos señalado una aspectualización que procede por
segmentación de las etapas de la pasión, pero que aún no está suficientement© apuntalada; queda, de un lado, la aspectualización de las ocurrencias de la pasión, que está encargada de alguna manera de administrar lo
continuo y lo discontinuo de las manifestaciones pasionales en el discurso,
y, de otro lado, la aspectualización interna de cada ocurrencia, que sería
de alguna manera constitutiva de la pasión en cuanto tal, independientemente de sus ocurrencias en discurso.
tD
La escansión
La aspectualización de las ocurrencias del comportamiento apasionado
escande la manifestación: se distinguirán así pasiones escandidas (la del
colérico, por ejemplo) y pasiones no escandidas (la del avaro). En el caso
de las figuras no escandidas, basta con el reconocimiento de la pasión
para prevenir el comportamiento: reconocer a un avaro procura un poder
de previsión máximo; en el caso de las figuras escandidas, se distinguirán
las pasiones previsibles de las que no lo son: algunas serán frecuentatiuas,
y el conocimiento de su periodo de manifestación permitirá prever el comportamiento; otras serán puntuales, es decir, no previsibles. 13 Un mismo
dispositivo modal sensibilizado puede recibir cada una de esas formas
aspectuales; así, el de la cólera aparecerá, ya sea como durativo y no
escandido (i.e. irritable), como frecuentativo (i.e. colérico) o como puntual
l3 Théodule Ribot utiliza esas categorías, en otras denominaciones, para distinguir los
sentimientos (no escandidos), las pasiones (frecuentativas) y las emociones (puntuales). Las
mismas distinciones se encuentran también en el discurso de los médicos generales que,
frente a un síntoma, en particular en el dominio de los padecimientos inmunitarios, están
obligados a apoyarse en categorías aspectuales para hacer un diagnóstico: por ejemplo,
frente a un padecimiento que se repite pero en el que no reconocen ninguna regularidad y
ningún factor de previsión, concluyen en la puntualidad y establecen el tratamiento según
ese diagnóstico. La analogía tiene su fundamento, ya que en el caso de los padecimientos
inmunitarios, corno en el de la semiótica de las pasiones, el procedimiento de análisis debe
hacer aparecer hasta qué punto el estar-ser del sujeto está implicado en las manifestaciones
concretas observadas.
154
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
(i.e. furioso); en principio, no importa qué rol patémico pueda recibir toda
la panoplia de las formas de la escansión, pero de hecho el léxico sólo se lo
concede a algunos de ellos.
La categoría de la escansión pasional desempeña un papel esencial en
la regulación interindividual y social, en la medida en que pone las ocurrencias del comportamiento pasional bajo el control de un observad{)r que
aspectualiza. En efecto, más allá de su papel descriptivo y distintivo en el
análisis, necesitamos ver bien que, una vez que ella está integrada en una
taxonomía cultural como uno de los rasgos definitorios de los roles patémicos, permite a un acompañante eventual del sujeto apasionado prever los
accesos, las crisis y los éxtasis afectivos en el recorrido de este último.
0
La pulsación
La aspectualización interna de cada ocurrencia procura a la manifestación pasional una pulsación que regula las tensiones y las distensiones
del proceso pasional propiamente dicho. La pulsación comprende, entre
otras, la triada clásica "incoativo/durativo/terminativo". En un sentido, la
pulsación no es otra cosa que la forma discursiva que toma la sintaxis intermodal y que permite explicar cómo los dispositivos modales pueden llegar a ser las disposiciones en discurso.
Pero, en otro sentido, puede haber sufrido desviaciones y esas variaciones desempeñan entonces un papel distintivo entre las pasiones. Así,
entre las variantes del "miedo" se señalan, como rasgos aspectuales distintivos, la anterioridad en la "aprensión", la incoatividad en el "pavor", la
dura.tividad en el "terror". De hecho, en la serie "aprensión-pavor-terror"
la aspectualización de la pasión es inseparable del recorrido del antisujeto
mismo, ya que el sujeto apasionado es él también, en este caso, el observador que aspectualiza gracias a una puesta en perspectiva: según si toma la amenaza anteriormente, incoativamente o en coincidencia, experimenta una u otra de esas pasiones. Eso no tiene nada de sorprendente, en
la medida en que la mayor parte del tiempo la aspectualización de los programas pragmáticos en sí mismos es función de las peripecias y de la interacción entre el sujeto y el antisujeto. Ésa sería, por otra parte, una propiedad que merecería ser examinada más ampliamente y, dado el caso,
generalizada: las variaciones de tensión que se observan en el componente aspectual del discurso se explican frecuentemente por variaciones
de equilibrio entre fuerzas antagónicas.
Las variaciones de tensión y de distensión que regula la pulsación pa' sional son inherentes ·también a la trayectoria existencial que se, da el sujeto apasionado; el avaro, por ejemplo, conoce la tensión en "no conjunción", una tensión superior en "disjunción", una tensión máxima en "no
disjunción" (él retiene), después la distensión en "conjunción" (él acumu-
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
155
la). Variaciones como ésas repercuten de manera general en las modulaciones tensivas del devenir.
De hecho, parece cada vez más difícil mantener la aspectualización en
un nivel determinado del recorrido de la construcción teórica. Un gran número de investigaciones sugieren casi unánimemente que se trata de una
determinación semiótica de gran generalidad, equivalente quizás a la del
cuadrado semiótico. Como para el modelo constitucional, situado en las
estructuras profundas y que no cesa en la práctica de escapar de ese lugar, la aspectualización parece abarcar las propiedades que escapan también a toda asignación de ese tipo. Es por eso que hemos previsto, en el
nivel de las precondiciones de la significación, un conjunto ele modulaciones tensivas que prefiguran ya la aspectualización discursiva propiamente dicha.
~
La intensidad
El análisis concreto de una configuración pasional como la avaricia hace
resaltar la categoría de la intensidad en todos los contornos de la estructura. Ésta pertenece a los procedimientos de la aspectualización: por una
parte, es una de las formas de la distribución de las tensiones y de las distensiones en el desarrollo del proceso; por la otra, implica un actante
observador capaz de comparar las intensidades, de orientar las escalas
graduadas por una puesta en perspectiva y de establecer los umbrales.
Basta, además, con reencontrar en la escala de intensidad de la pasión, de
un lado, el exceso; y del otro, la insuficiencia para comprender que la
demarcación cumplió su tarea.
Ya se ha señalado en el campo de la avaricia que la intensidad del deseo remitía siempre a una cierta representación del reparto y ele la circulación de los bienes en la comunidad y a ciertas modulaciones del flujo
social. Es decir, que la intensidad es una forma discursiva que manifiesta
magnitudes semionarrativas o tensivas que, en sí mismas, nada tienen de
"intenso".
El hecho es patente también en otras configuraciones como aquélla,
por ejemplo, ele la "estima-admiración-veneración". La estima es definida
como un "sentimiento nacido de la buena opinión que se tiene del mérito,
del valor de alguien"; la admiración es "un sentimiento de gozo o de regocijo frente a lo que se juzga superiormente bello o grande"; la veneración
es "un gran respeto hecho de admiración y de afecto", que toma a menudo
una acepción religiosa, en la que la admiración se mezcla con el temor.
Para el enunciatario de un discurso en el que aparecen sucesivamente
esas tres pasiones, el efecto producido es el de una intensidad creciente.
Pero un examen más profundo revela que la intensidad comprende aquí
cambios estructurales. En cuanto a la estima, procede por comparación
156
A PROPÓSITO DE LA AVARICIA
con otros individuos (supuestos o reales) para concluir en el mérito o en el
valor; la admiración compara al individuo con la totalidad de los individuos pertenecientes a la misma categoría: del superlativo relativo se pasa
al superlativo absoluto; por último, en el caso de la veneración, es el observador-evaluador en sí mismo, respetuoso y temeroso y por lo tanto dominado, quien se hace humilde comparando al que es mesurado con el
comparado. La aparente graduación de la evaluación descansa entonces
de hecho en una serie de variaciones discontinuas del término de referencia, y las variaciones de intensidad abarcan sucesivamente: un superlativo relativo transitivo (para la estima), un superlativo absoluto transitivo
(para la admiración) y un superlativo absoluto transitivo y reflexivo a la
vez (para la veneración). Para eso, la intensidad sería un efecto de sentido
de variaciones cuantitativas en la estructura actancial y modal de la configuración. Ello no quiere decir que no los traduzca en discurso en un modo continuo y tensivo.
Haría falta, sin duda, distinguir entre la función distintiva de la intensidad y su función constitutiva. Es distintiva cuando permite diferenciar superficialmente, por ejemplo, la estima y la admiración; en ese sentido, la intensidad es una información que los acompaüantes del sujeto
apasionado pueden aprovechar para identificar inmediatamente el rol
patémico que tendrán que tomar en cuenta en la interacción. Merced a la
intensidad, el sujeto apasionado deviene informador para su acompaüante observador; por lo demás, ese seüalamiento vale para toda
intensidad, puesto que un azul intenso es, entre otros, un azul que atrae
la mirada, como una "pena violenta" es, para comenzar, una pena que se
impone al observador más desatento. En ese momento, la intensidad
aparece como la manifestación sensible de un hacer-saber que se supone
debe alertar a los acompañantes del sujeto apasionado.
Pero esa función distintiva superficial actúa sobre las variaciones de
la intensidad constitutiva de la pasión, intensidad que permite establecer
la diferencia entre lo que es pasión y lo que no lo es; en ese sentido, la
intensidad manifiesta la sensibilización del dispositivo modal.
Para comprender cómo los fenómenos discontinuos, los cambios ele
posición del observador -como en la avaricia, la generosidad o la disipación- y los cambios de referencia -co1no en la estima, la admiración y
la veneración- pueden ser manifestados de manera continua y tensiva, es
necesario sin duda volver a las modulaciones del devenir. Ya hemos sugerido que la intensidad del deseo del avaro podía ser interpretada como un
desequilibrio entre las fuerzas de cohesión y las fuerzas de dispersión
colectivas e individuales: la constitución de un lugar individual y exclusivo en detrimento de la cohesión del colectivo está en ese caso en el origen
del efecto de intensidad.
Esa sugerencia podría ser generalizada, tomando las precauciones
A. pROPÓSITO DE LA AVARICIA
157
que se imponen. En la serie "estima-admiración-veneración", los lugares
respectivos del objeto-sujeto evaluado y del observador apasionado evolucionan en sentido contrario: a medida que se afirma y se impone el lugar
del otro, el del observador se atenúa; sin que eso se traduzca explícita y
categorialmente por las variaciones modales, se comprende que la relación de fuerzas se invierte y que esa inversión podría ser explicitada,
eventualmente, gracias a las transferencias de poder o de saber. El fenómeno que tratamos de comprender estaría, por consiguiente, situado más
acá de la modalización y de la categorización. Es como si en la intersubjetividad toda emergencia pasional pudiera poner en duda el lugar de cada
uno de los interactantes, como si la pasión los volviera a sumergir en un
estrato presemiótico en el que la identidad de cada uno es todavía inestable y depende de la identidad de otro; una identidad interactancial se
compartiría y cada identidad individual se establecería a expensas de los
otros.
Surge otra vez la idea de que la intensidad, como toda aspectualización, descansa en las variaciones de equilibrio entre la cohesión y la dispersión, cuyo desafío es la estabilización de los lugares actanciales. Ésa
sería por el momento la única explicación plausible de la cual podríamos
disponer para intentar conciliar una cuantificación que se expresa por
variaciones de equilibrio entre fuerzas adversas y variaciones de intensidad que manifiestan cambios discontinuos. Tal hipótesis abre nuevas perspectivas para comprender cómo se esbozan en un espacio presemiótico las
regulaciones, las axiologías arcaicas.
Retornemos al exceso, definido como una "cantidad demasiado grande, un propasarse de la mesura y de los límites"; la intensidad está aquí
dotada de un umbral, de una frontera más allá de la cual algo ha cambiado. En el campo de la avaricia, el exceso aparece corno un desequilibrio
destructor: el exceso de la retención pone en peligro la circulación en la comunidad, el exceso del gasto pone en peligro los "lugares" individuales, y la
insuficiencia de los objetos deseados hace aparecer trampas en las que se
pierde el flujo social; igualmente, la veneración filial o amorosa puede ser
considerada como excesiva cuando pone en peligro la identidad misma del
sujeto apasionado. Lo mismo se podría decir del exceso de desesperación o
de autoridad. Cada vez que un dispositivo interactancial ha alcanzado cierto gTado de estabilidad, toda figura pasional que pueda hacerle retroceder
a un estado anterior menos estable será considerada como excesiva.
El juicio ético que aparece entonces en discurso no hace más que
reformular la regresión que amenaza al devenir interactancial. Se observa a menudo que el exceso señala un cambio de isotopía en el nivel discursivo, lo que no es en general el caso ele la intensidad. Así, entre una pena
ordinaria y una pena "intensa" o, incluso, "violenta", sólo es modificado el
equilibrio entre la eufmia y la disforia; pero, un límite es traspasado con
158
A PROPÓSITO DE LAAVARICIJ
una pena "excesiva" que nos hace pasar a otra isotopía: aquélla, por ejem.
plo, de la afectación o de la patología. Cualquiera que sea finalmente le:
interpretación aceptada, no está por demás anotar que comenzará siem.
pre por volver a cuestionar el estatuto del sujeto: ya sea su estatuto veri·
dietario (hace demasiado), o bien su estatuto mismo de sujeto semióticc
(hay una falla en algún lado); el cambio de isotopía que se observa en
superficie, el paso de una frontera, remite siempre a una desestabilización
de los dispositivos interactanciales.
De un lado, el de la intensidad, se trata de un devenir en vías de evolución, de los dispositivos protoactanciales que buscan estabilizarse y en
los que la sensibilización se incorpora literalmente. De otro lado, el del exceso, se trata de un devenir ya evolucion~do, pero que amenaza con retroceder hacia los dispositivos protoactanciales deséstabilizados; el observador social, al tomar partldo contra esa regresión que amenaza, moraliza
la manifestación pasional para reafirmar un estado de cosas a expensas
de un estado de ánimo.
3. LOS CELOS
El primer objetivo ele un estudio consagrado a los celos era el de disponer,
junto con una pasión que en un primer acercamiento podía pasar como
una "pasión de objeto" -la avaricia-, de una pasión intersubjetiva que
contuviera, por lo menos potencialmente, tres actores: el celoso, el objeto,
el rival. Ciertamente, la avaricia se reveló intersubjetiva, al menos implícitamente, y sobre todo en el momento de la moralización. Pero los celos
ofrecen la ventaja de hacer explícita una escena pasional con varios roles,
un entrelazamiento de estrategias, una verdadera interacción dotada ele
una historia y de un devenir, desde la manifestación lexical de la configuración, y a forúori en el discurso.
Por cierto, en el reconido discursivo del avaro, las relaciones intersubjetivas sólo aparecen en el momento de la evaluación; desde luego que en
profundidad son el resorte del "flujo circulante del valor", pero en el nivel
discursivo tienden a borrarse en provecho de las relaciones de objeto; es
pues solamente a la luz de la moralización como nos damos cuenta de que
las riquezas acumuladas y retenidas lo son a expensas de otro. En cambio,
los celos aparecen de entrada sobre el fondo de una relación intersubjetiva
compleja y variable, presente por definición a todo lo largo del recorrido
pasional: el temor de perder el objeto no se comprende aquí más que por
la presencia de un rival potencial o imaginario, y el temor del rival nace
de la presencia del objeto ele valor que tiene la función de desafío.
Señalamos desde ahora que el recorrido pasional es aquí función de
relaciones duales entre tres actantes y el conjunto está orientado por la
perspectiva adoptada por el celoso; los celos, en ese sentido, pueden ser
tanto un desamparo y un sufrimiento como un temor y una angustia,
según si el acontecimiento decisivo es anterior o posterior a la crisis pasional. Si el acontecimiento -la junción del rival con el objeto- es tomado
antes de su advenimiento, la relación de rivalidad -S/S 2- pasa al primer
plano y suscita el temor: se trata entonces de vigilar al otro, ele desbaratar
sus acercamientos, ele desviarlo del objeto, de acaparar a este último para
excluir al rival. Si e1 acontecimiento es tomado una vez realizado, es eviuente que para el celoso, a menos que busque vengarse, no hay mucho que
hacer con el rival; en cambio, la relación de apego -S/O,S~j- pasa al primer plano. El celoso se vuelve entonces hacia el objeto, sobre el cual se
pregunta a quién ama verdaderamente y hasta qué punto puede confiar
en é1. Es sólo entonces cuando el sufrimiento se nutre de variaciones fiduciarias y epistémicas.
[159]
160
LOS CELOS
Pero ésa no es más que una variación de perspectiva, en el eje de la
anterioridad y de la posterioridad, que presupone un dispositivo actancial
único y que depende de la puesta en discurso; de un lado, focaliza los efectos de una sintaxis, ya que las formas de los celos evolucionan al mismo
tiempo que las de la junción; del otro, presupone la constancia de una configuración. La descripción de la pasión como tal comienza por la de las
constantes subyacentes a la puesta en discurso y a sus variaciones.
Por otra parte, el análisis lexical, habiendo revelado sus límites y sus
presupuestos, será ahora estrictamente ancilar y la construcción de los
celos se sustentará, en lo esencial, en el aporte de los moralistas, de los
dramaturgos y de los novelistas. De hecho, merced a un estudio "en
expansión" de la pasión, y con base en datos textuales más numerosos y
más variados, entrevemos ahora la posibilidad de enriquecer los modelos
sintácticos y de aprender la organización completa de una configuración.
LA CONFIGURACIÓN
Apego y rivalidad
Un primer acercamiento, inspirado por la semántica lexical, consistirá en
dejarse guiar un momento por las definiciones del diccionario. Para tener
una primera idea de lo que son los celos, parqcería útil saber a qué configuraciones más extensas pertenecen. A la vista de las definiciones, de los
correlatos, de los sinónimos y de los antónimos, parece que los celos se
ubican en la intersección de la configuración del apego y la de la rivalidad, que corresponden respectivamente a la relación entre el celoso y su
objeto -S/0,83- y a la relación entre el celoso y su rival-S/8 2.
Todas las definiciones de los celos dan cuenta, directa o indirectamente, de un antisujeto que amenaza con hacer estragos o que ya los ha
hecho. Por ejemplo, un antónimo como "bonachón" se glosa, entre otros,
por "complaciente", "inofensivo", "pacífico", lo que lleva a confirmar el carácter "combativo" y "ofensivo" del celoso y, por lo tanto, la presencia al
menos potencial de un rival en su territorio. Además, el celoso es ante todo -y por su misma etimología- alguien "particularmente apegado a ... ",
que "depende absolutamente de ... '', y es por eso que los celos remiten también al deseo, al celo y a la envidia. El apego está también pr-esente en los
antónimos, en negativo esta vez: "indiferente" se glosa como "insensible" o
"apartado", por ejemplo.
Pero hay que ver bien que esas dos configuraciones están, si no muy
próximas entre sí, por lo menos cuidadosamente articuladas en los celos.
En una especie de presuposición alternada, el apego se refuerza con la
LOS CELOS
161
rivalidad y la rivalidad se agudiza con el apego que la motiva. La consecuencia de esa articulación de dos configuraciones en gran parte autónomas no es nada despreciable; por una parte, la rivalidad nunca será, para
el celoso, alegre y conquistadora, sino que aparecerá más bien como dolorosa y amarga, teniendo como perspectiva la pérdida del objeto; por la
otra, el apego será profundamente inquieto y preocupado, ya que la amenaza del rival está latente: por ejemplo, puesto que lo único que cuenta es
la relación con el ser amado, una inquietud guarda la huella de la actividad amenazadora y más o menos imaginaria de un antisujeto. Por eso es
que Proust hace observar, a propósito del amor que Swan confiesa a
Odette de Crécy, que el amante al esforzarse sin cesar por conservar a su
amante para él solo, en lo único que sueña es en deleitarse con lo que, al
principio, hacía sus delicias. La intersección entre las dos configuraciones
no es una simple acumulación semántica o una conexión de isotopías:
cada una es modificada considerablemente por influencia de la otra, como
si cada modalidad fuera modificada en sus efectos de sentido por la influencia de las otras, dentro de un dispositivo modal ftiado.
Una de las explicaciones posibles se puede encontrar sin duda en el
dispositivo actancial que postulamos desde el inicio: el triángulo S/Sj0-83
no es la suma aritmética de dos relaciones duales, sino una interacción.
Asimismo, el celoso es un sujeto acosado entre dos relaciones que lo solicitan cada una por completo, pero a las cuales jamás puede consagrarse exclusivamente: preocupado por su apego cuando lucha, está, a la inversa,
obsesionado por la rivalidad cuando ama.
Primera configuración genérica: la rivalidad
o
Rivalidad, antagonismo y competencia
La "rivalidad" sería, según el diccionario Petit Robert, la "situación de dos
o más personas que se disputan algo" (especialmente, el primer lugar, el
primer puesto). "Situación" remite a un dispositivo actancial y narrativo,
independientemente de toda manifestación pasional; ése sería el núcleo
sintáctico de toda la configuración. Se notará la existencia de una relación
polémica arquetípica, eventualmente organizada alrededor de un objeto
(el "algo"), pero más a menudo en torno a una calificación de los sujetos (la
superioridad), que podría ser interpretada como el resultado de una comparación entre competencias modales.
El "antagonismo", "rivalidad entre varias personas o varias fuerzas
que persiguen un mismo objetivo", especifica la rivalidad al atribuir a los
antagonistas un mismo enfoque de objeto y programas narrativos paralelos. En la rivalidad, el objeto no es más que un lugar vacío, un "algo" que
162
LOS CELOS
la interacción entre los dos rivales parece plantear como objetivo; la iden~
tidad de ese objeto se precisa sólo en los correlatos -aún muy alusiva~
mente- como "resultado" o "ventaja". Lo mismo sucede con la "competen~
cia", que agrega una "búsqueda simultánea" a la especificación prece~
dente, es decir, un recorrido discursivo temporalizado y aspectualizado.
La categoría de la junción y la estructura polémica presentan aquí una
articulación muy particular: la primera no sería más que una variante de
la segunda, mientras que el "objeto" nó es otra cosa que la identidad de enfoque de los rivales. En otros términos, ese lugar vacío al que apuntan los
rivales, lo crean al apuntarlo, y la convergencia de sus esfuerzos diseña un
objeto. Eso es también lo que traduce la simultaneidad de los recorridos,
realzada a propósito de la competencia: la superposición aspectual no es un
accidente discursivo, es el signo de la identidad de los enfoques.
o
La emulación
La "emulación", "sentimiento que lleva a imitar o a superar a alguien en
mérito, en saber, en trabajo", es un antiguo sinónimo de "rivalidad'' y de
"celos". La emulación aporta a la rivalidad una nueva especificación. Lejos
de proseguir el mismo camino que el antagonismo y la competencia, en las
que veíamos dibujarse un objeto, la emulación se focaliza en la compara·ción entre las competencias de sl y 82; esa competencia puede ser aprehendida tal cual, como saber-hacer o poder-hacer, o por medio del juicio
ético que la transforma en "mérito". Ya que es un objeto modal el ol~jeto
que emerge de la rivalidad, el antagonismo toma aquí por objetivo al ser
mismo de los sujetos.
En la lengua contemporánea, el "mérito" ha llegado a ser, no obstante,
el "mérito de algo", mérito que se mide con referencia a un objeto de valor
adquirido o esperado. La focalización del objeto es entonces restablecida,
pero es sometida a una condición de competencia y de reconocimiento. De
hecho, el mérito de un sujeto es apreciado por el conjunto de su recorrido y
no solamente por el resultado obtenido: se evalúa su manera de hacer, su
manera de ser, su conducta en el curso de las peripecias y su actitud frente
a los obstácu_los encontrados. El mérito así definido parece descansar sobre
los mismos efectos modales que la pasión: es una forma de la competencia
que no se agota en fa realización de la performance, que no es reconstruido
por presuposición a partir de la competencia, sino que aparece como un
"excedente modal", caracterizador del ser del sujeto más acá o más allá de
la competencia requerida para la realización del programa.
Además, la emulación por medio del mérito separa radicalmente el
hacer polémico asociado a las pruebas calificantes y decisivas de la atribución del objeto, asociado a la prueba glorificante. Es sólo en el momento
del reconocimiento, bajo la responsabilidad de un Destinador, cuando el
LOS CELOS
163
sujeto recibe la recompensa que merece. Esa distribución en dos etapas
confirma la doble interpretación que pueden recibir las modalizaciones de
la competencia: por un lado, en términos de eficacia y de necesidad -es así
como aparecen por presuposición a partir del éxito o del fracaso-, por otro,
en términos de manera de hacer o de estar-ser del sujeto -así aparecen
por medio del juicio ético.
En fin, la emulación aporta una última especificación nada despreciable a la configuración de la rivalidad: defmida como un "sentimiento que
lleva a ... ", en ese conjunto es la primera figura que accede al rango de
pasión. Cuando el mérito del émulo parece apoyarse ya en un "excedente
modal" semejante al de los efectos pasionales, la nomenclatura se constituye como un rol patémico incluye una competencia sensibilizada, lo que
nos incitaría a seguir persistiendo en la idea de que lo ético, como la
pasión, aparece en el discurso cuando los efectos modales del estar-serparecen desolidarizarse de la competencia con vistas al hacer. Por otra parte,
el dispositivo modal y actancial de la rivalidad se encuentra sensibilizado
justo cuando el conjunto es puesto en la perspectiva de un solo sujeto. La
rivalidad, el antagonismo y la competencia, que no presentan ninguna
puesta en perspectiva particular, no son tratadas como roles patémicos sino como "situaciones". Para que exista la emulación, es necesario que 8 2
haya hecho sus pruebas; luego, que sl iguale o supere a 82, lo que hace de
S 1 el "émulo" y de S2 el modelo, el sujeto de referencia; la rivalidad o la
competencia no son ya simétricas: no estamos más ante una pareja de procesos aspectualizados en simultaneidad, sino frente a un proceso no terminado, el de 8 1, en relación con otro, el de 8 2, tratado como concluido, y que
indica a S 1 un límite, un umbral de competencia que hay que alcanzar. En
ese momento, la emulación sólo tiene sentido si la rivalidad es tomada en
la perspectiva de 8 1, y es así como llega a ser una pasión.
(1
La envidia
En las definiciones del diccionario encontramos dos formas de "envidia":
por un lado, es un "sentimiento de tristeza, de initación o de odio que nos
anima contra quien posee un bien que nosotros no tenemos" y, por otra,
puede también entenderse como el "deseo de gozar de una ventaja, de un
placer similar al del otro". La configuración de la rivalidad parece deber
ahora escoger entre la relación polémica y la relación de objeto. La particularidad de la envidia radica en no poder manifestar a la vez sino una sola de las dos relaciones; hay que precisar a ese respecto que la selección es
únicamente necesaria en razón de la actualización cada vez más clara del
objeto (un bien, una ventaja, un placer). La figura comprende entonces dos
s~memas que eran complementarios en las figuras precedentes y que dentro de ésta parecen convertirse en excluyentes uno del otro.
164
LOS CELOS
Sin embargo, en cada uno de los dos sememas el tercer actante no ha
"desaparecido" ni tampoco ha sido ocultado; ha sido más bien relegado a un
segundo plano como mediador de la relación focalizada. En la envidia del
tipo S/S2 , el actante objeto O mediatiza la envidia de S 1 con respecto a S2;
en la envidia S¡IO, el actante 8 2 mediatiza el deseo de 8 1. En el ejemplo, el
rol de mediador podría ser interpretado a partir de la intención del sujeto
8 1: por medio de O, 8 1 mira a 8 2 y, por medio de 8 2, S 1 mira a 0. 1 Estos
tipos de mediaciones sólo son pensables si no se ha estabilizado aún el dispositivo actancial; parecería que en la intención protensiva del sujeto apasionado el interactante pudiera todavía dudar entre el estatuto de objeto y
el estatuto de sujeto, de manera que más acá del rival se dibuja para S 1 el
lugar del objeto, y más acá del objeto se dibuja el lugar del rival. La
mediación supone entonces como condición que el sujeto 8 1 sea susceptible
de representarse una escena actancial "internalizada", en la que el conjunto de los roles actanciales puedan todavía intercambiarse.
En discurso, la mediación interactancial se manifestará en dos direcciones complementarias: por una parte, en la primera puesta en perspectiva que localizamos a propósito de la emulación, y que sensibiliza el conjunto del dispositivo -la orientación en la perspectiva de 8 1-, se agrega
otra perspectiva, siempre desde el punto de vista de sl, que focaliza o bien
al rival o bien al objeto; por otra parte, la relegación del otro actante en
posición de mediador se traduce por una intensidad superior de la
relación focalizada: la mediación por el objeto intensifica la rivalidad y la
mediación por el rival intensifica el deseo de objeto. Una vez más, en discurso, la intensidad es sólo la manifestación de la inestabilidad del dispositivo actancial subyacente.
o
Del recelo a los celos
El "recelo" es un "sentimiento de desconfianza", un "temor a ser eclipsado,
hundido en la penumbra por alguien". La particularidad del recelo salta a
la vista cuando se le compara con la envidia y la emulación. De la envidia
queda muy poco, ya que el objeto pasa a un segundo plano y el deseo ya no
es manifestado. Sobre la emulación, al parecer, el recelo invierte la estructura: en lugar de tratar de rebasar, eclipsar a otro, el sujeto teme esta vez
ser rebasado o eclipsado; la emulación presupone la superioridad del rival,
el recelo la aprehende. El dispositivo de base es siempre el mismo: la configuración de la rivalidad, sin objeto definido, pero aprehendida desde la
perspectiva de uno solo de los sujetos. Únicamente ha cambiado la forma
1 R.
Girard utiliza la noción de mediación para describir el funcionamiento del deseo mimético en sus diversas variantes; el mimetismo, tanto en el·ejemplo, como en su versión psicoanalítica, la identificación, remiten a un estadio arcaico de la cultura o de la psique.
LOS CELOS
165
discursiva: por un lado, mientras que la emulación toma como referencia la
competencia de 8 2 , el recelo toma como referencia la competencia de 8 1;
podríamos imaginar por otra parte una situación única que induciría el
recelo hacia el sujeto de referencia y la emulación hacia el otro. Nos encontramos pues con otra variación de perspectiva en la que la emulación se
construye en la perspectiva de aquel que trata de rebasar al otro y el recelo
se construye en la perspectiva de aquel que es susceptible de ser rebasado.
Dentro de esa configuración, los "celos" se dan como un resultado de
la serie de especificaciones y de articulaciones ya señaladas en las figuras
precedentes: desde luego, es la más compleja de todas las que hemos considerado hasta ahora. Se apoya en el dispositivo actancial S/S/0,8 3; está
fundada también sobre la perspectiva de un solo sujeto, S 1; puede
focalizar, ya sea en la relación de la rivalidad, especializándose así en
prospección como un "temor", o bien en la relación de objeto, especializándose entonces en retrospección como un "sufrimiento". Además, se emparentará más bien con el recelo que con la emulación, ya que la perspectiva
será siempre la de aquel que teme ser rebasado o que sufre por haberlo
sido; dicho de otra forma, la competencia de referencia es la del celoso y,
desde que el sistema se invierte, al convertirse la competencia del rival en
referencia, se sale de los celos para entrar en la emulación.
Q
Punto de vista y sensibilización
En la configuración de la avaricia, las variaciones del punto de vista eran
atribuidas solamente a la moralización; en efecto, puesto que se podía
oponer las dos variantes morales de la disjunción, la prodigalidad y la
generosidad, partiendo sólo del cambio de punto de vista (no destinatario/
destinatario), ocurría que los juicios éticos se apoyaban en las transformaciones discursivas del observador. Tanto más si la diferencia entre un rol
temático no sensibilizado como el ahorro y un rol patémico sensibilizado
como la avaricia no debía nada a los cambios de punto de vista.
En cambio, en la configuración de la rivalidad a la cual pertenecen los
celos, la sensibilización descansa sobre las variaciones del punto ele vista;
en el ejemplo se trata tanto de los angostamientos de la focalización como
ele los cambios de punto de vista stricto sensu. Los angostamientos y cambios de punto de vista actúan en varios niveles de la configuración, como
una serie de puestas en perspectiva que se sobredeterminan unas y otras.
La primera puesta en perspectiva es la que reorganiza el triángulo
actancial S/S/0,8 3 sólo desde el punto de vista de S 1, produciendo así la
serie "emulación-envidia-celos", que de esa manera se encuentra separada
ele la serie de las no pasiones. El umbral así cruzado es el de la sensibilización propiamente dicha, gracias a la orientación del dispositivo en la
perspectiva de uno solo de los actantes. Los dispositivos sensibles son
166
LOS CELOS
reconocidos merced a esa orientación.
La segunda puesta en perspectiva es la que, en el punto de vista de
8 1, coloca en primer plano, ya sea a la relación S/0, o bien a la relación
S/82 . En la emulación, la relación S/82 se destaca, gracias a una focalización/ocultación del esquema narrativo subyacente; efectivamente, la relación polémica y la atribución del objeto están disociadas sintácticamente, una precede a la otra, y la segunda es ocultada por el despliegue de la
rivalidad y acantonada en el rol de recompensa eventual para aquel de los
rivales que se distingue. A esa puesta en perspectiva de los despliegues
sintagmáticos de la narratividad se opone la perspectiva paradigmática
que permite distinguir también dos envidias y dos celos diferentes: en ese
caso, la relación ocultada no es relegada a otro segmento narrativo diferente del que nos ocupa;· sino mantenida en un segundo plano de la
relación focalizada.
Debido a que la puesta en perspectiva participa aquí de la sensibilización de los dispositivos actanciales y modales, puede ser tratada a la
vez como una operación discursiva que interviene en el recorrido del sujeto apasionado y como un procedimiento explicativo en el recorrido de la
construcción teórica. Por un lado, como operación discursiva, la puesta en
perspectiva parece ser una transformación patémica, tanto más intensa
cuanto que la perspectiva es compleja, y por eso pasa por las operaciones
clásicas de la construcción de los puntos de vista. Por otro lado, como procedimiento de construcción teórica, desempeñará su papel en la praxis
enunciativa y remitirá, si es necesario, al análisis tensivo de una interactancialidad mal estabilizada. La mediación que identificamos en la envidia y en los celos actúa en los dos tableros: como un dispositivo figurativo y
actorial y como una manifestación de la inestabilidad tensiva del interactante; de hecho, la relación ocultada continúa manifestándose a la vez como "mediatizante" e "intensificante" con respecto a la relación focalizada. 2
El procedimiento de escisión del protoactante que habíamos imaginado, una vez bajo la responsabilidad concreta de un encajamiento de puestas en perspectiva, a título de precondición tensiv~, se precisa: después de
haber librado a un interactante que le permite representarse frente a
C(otro" (es el nacimiento del ''sí para sí"), orientando la protensividad, buscará susCitar por detrás de ese interactante,· sea un objeto, sea un sujeto.
La realización en discurso de tales variaciones de tensión, y sobre todo su
manifestación como efectos de sentido distintos, requieren un observador
susceptible de convocarlos en forma de variaciones de la perspectiva; el su2
Partiendo de la catástrofe llamada "mariposa", J. Petitot ha demostrado que para co·
menzar encontramos ahí un estrato de puro conflicto; después, estratos mediatizados por el
objeto, valorizándose así, siguiendo la sugerencia del autor, dos formas diferentes de la intencionalidad, comparables a las dos formas de la envidia y de los celos, 8--10 y 81--182
(Morphogenese du sens, París, PUF, 1986).
LOS CELOS
167
jeto apasionado, envidioso o celoso, es ese sujeto discursivo "focalizando".3
!)
El celoso en el espectáculo
Se puede hacer observar a ese respecto que los celos especifican al actante
observador encargado de orientar el dispositivo actancial. El celoso sufre
por "ver a otro gozar" o "teme perder"; en un caso, 8 2 es focalizado, en el
otro, es 0,8 3 ; pero la particularidad de los celos radica en apuntar siempre hacia la relación Sz'O,S 3 poniendo en un primer plano, o bien a un actante, o bien al otro; por eso, cualquiera que sea la perspectiva adoptada,
el espectáculo que se ofrece a 8 1 es siempre el de la junción entre el rival y
el objeto. Que algún otro goce de O o que O pueda ser perdido en provecho
de otro, la misma escena engendra siempre la misma pasión más allá de
la variación de perspectiva. Los celos obedecerán a la misma distinción
que la envidia, pero desde el fondo de una especificación propia.
Si el espectáculo fundamental de los celos es el de la junción modalizada del rival y del objeto, el celoso como observador es excluido de la relación de junción. El envidioso podía escoger entre dos perspectivas, en las
que siempre era el polo principal: o bien S 1 /8 2 , o bien S/0,8 3; por su parte, en última instancia, el celoso sólo puede escoger entre dos perspectivas
sobre Sz'O,S3 , por lo que se encuentra siempre a sí mismo en un segundo
plano: sea (8 1) s¡o sea (S 1) Sz'O,S 3 . Por esa razón, el sujeto celoso se encuentra en la imposibilidad de segmentar el dispositivo actancial de manera distinta y la escena detestada o temida se le impone; con respecto a
su propio simulacro pasional, él mismo se presenta como un sujeto virtualizado, un sujeto sin cuerpo que no puede acceder a la escena.
Esa posición muy particular en el dispositivo actancial va a traducirse
en el nivel discursivo por la atribución de una posición de observación es3
Por cierto, no hay que conceder ni mucho ni muy poco a las estructuras discursivas. Si
se considera, por ejemplo, la noción de punto de vista, conviene distinguir entre el punto de
vista corno configuración discursiva y el punto de vista como herramienta metodológica de la
descripción. El primero caracteriza al tratamiento del saber durante la puesta en discurso; el
segundo apunta, entre las virtualidades de las estructuras semióticas, a los dispositivos particulares que pueden presentar. Se sabe, por ejemplo, que los enunciados complejos con dos
sujetos y un objeto comprenden virtualmente a la vez el punto de vista de la renuncia y el de
la atribución, entre otros; pero sin embargo no se trata de una estructura discursiva. La
estructura actancial permite prever los dispositivos actancia1es, las combinaciones que son
comparables con las combinaciones que se obtienen por cruce de las estructuras modales y
que hemos llamado "dispositivos modales". La enunciación estará encargada de seleccionar
algunos de esos dispositivos con vistas a la linearización de los programas. En ese momento,
habiéndose hecho la selección entre las combinaciones posibles, se puede considerar una ubicación discursiva del punto de vista, a partir de un observador y de sus hacer cognoscitivos.
No es pues sorprendente que los mecanismos de la sensibilización se manifiesten, como
mecanismos de clasificación y de selección, en cuanto puntos de vista discursivos, pero como
tales son no obstante independientes de las estructuras discursivas que los manifiestan.
168
LOS CELOS
pecífica: el observador de los celos será de hecho un "espectador", es decir
un observador cuyas coordenadas espacio-temporales se refieren a las del'
espectáculo que le es dado, pero que en ningún caso puede figurar como
actor en esa misma escena. En efecto, como se verá pronto, cualquiera que
sea la posición espacial o temporal del celoso con relación a la escena en la
que el rival y el objeto se conjuntan, esta última está siempre "presente"
en su imaginación -es la obra de sus determinaciones espacio-temporales-, pero siempre es excluido.
Segunda configuración genérica: el apego
e
El apego intenso
Nos limitaremos aquí al examen del "apego" propiamente dicho y luego de
los correlatos "posesión" y "exclusividad". En la definición misma de los
celos, el apego está asociado, por un lado, con la intensidad, ya que es
"vivo", y, por el otro, con el "deseo de posesión exclusiva".
La intensidad del apego sobredeterminaría la junción, puesto que el
diccionario precisa que es "un sentimiento que nos une ... ". En la medida
en que el apego aparece como la constante subyacente a todas las eventualidades de la relación entre el sujeto y el objeto, puede ser interpretado
como una necesidad que las variaciones de esa relación no afectan, de la
misma forma que en lingüística un presupuesto es considerado como necesario en la medida en que no está interesaqo por las variaciones (negación, interrogación, etc.) que afectan a lo planteado. El apego descansaría
en un deber-estar-ser que modalizaría no al objeto sino a la junción, cualquiera que ésta sea. Un deber-estar-ser que compromete en alguna medida la existencia semiótica del sujeto; sucede en efecto como si, estando
roto el apego, el sujeto debiera regresar a un estadio presemiótico en el
que nada tendría ya ningún valor para él.
No se ve cómo la intensidad podría afectar directamente a esa modalidad, ya que es categorial: ¿cómo una necesidad que se respete puede ser
más o menos fuerte que otra necesidad? Las únicas respuestas que vienen
a la mente son de tipo discursivo o tensivo: se puede admitir que ciertas
necesidades sean jerárquicamente superiores a otras, que algunas sean
más urgentes, prioritarias. La necesidad, en suma, no conocería otras gradaciones ni otras diferencias de intensidad que las que obligan a distribuir temporal y espacialmente los programas con vistas a su linearización, durante la puesta en discurso: la intensidad del apego se reconocería
especialmente, ya sea en la anterioridad de los programas o de los comportamientos correspondientes al objeto, o bien por su ubicación en primer plano en la representación figurativa que el sujeto da de su hacer.
LOS CELOS
169
Pero uno difícilmente puede admitir que esa traducción figurativa de
la intensidad no esté más o menos prefigurada en inmanencia; en calidad
de manifestada, presupone un manifestante. Quizá la solución se encuentra en las modulaciones tensivas que prefiguran las modalidades. En ese
nivel, el deber es prefigurado por una modulación puntualizante que suspende el devenir, lo transforma en una simple dilación puntal y neutraliza todas las potencialidades de cambio. Para el sujeto tensivo, eso significa que las zonas de valencias están todas unificadas: el conjunto de las
modulaciones de su devenir se reunifica alrededor de una sola valencia, la
del objeto del apego. En el espacio tensivo de la foria, la intensidad del deber-estar-ser es entonces pensable, ya que el efecto de la modulación puntualizante puede ser más o menos extenso. Hablando figurativamente,
mientras más fuerte es el apego, más tendencia tiene el sujeto apasionado
a confundirse con su objeto de valor: lo que en términos tensivos se puede
traducir por el hecho de que una intensidad superior manifiesta un volver
a poner en duda la diferenciación actancial.
Si consideramos ahora a los actantes narrativos y a las junciones podemos constatar, para comenzar, que la intensidad del apego se traduce
por el grado de incorporación del sujeto por su objeto. Ese."grado" abarca de
hecho dos fenómenos; por un lado, la incorporación del sujeto por el objeto
es más o menos fuerte según si puede todavía acoger o no a otros objetos;
así como hay objetos "exclusivos" o "participativos" que pueden entrar en
junción con un solo sujeto o con varios·sujetos a la vez, habría sujetos "exclusivos" o "no exclusivos" que podrían admitir a un solo objeto o a varios.
Volvemos a encontrar aquí el componente cuantitativo que habíamos
encontrado ya en el caso de la avaricia, así como sus efectos cohesivos y
dispersivos. A ese respecto, un sujeto "apegado" a un objeto sería un sujeto cuya totalidad integral estaría consagrada a ese objeto. Por otra parte,
el sujeto permanece apegado al objeto, ya sea que esté disjunto o que esté
conjunto; comúnmente, se considera que el objeto es semantizado por el
objeto de valor en la junción; por su parte, el sujeto apegado es semantizado por su objeto, sin importar el modo de junción, de alguna manera antes
que la junción sea categorizada como disjunción/conjunción, es decir,
cuando todavía no es más que fiducia. Entre otras cosas, eso significa que
se puede medir la intensidad del apego (y entonces del deber-estar-ser)
con la importancia de las eventualidades narrativas que el sujeto atraviesa; según esto, la intensidad sería también un efecto de sentido de la
resistencia del apego a las eventualidades de la junción: resistencia a la
pérdida, a la ausencia, al abandono, así como también al goce y a la saciedad. El apego que resiste a la destrucción del objeto, el apego más allá
cle)a muerte, revela claramente el principio de la intensidad: manifiesta
una cierta manera de estar-ser del sujeto fiduciario, independientemente
del objeto de valor que lo ocupa.
170
LOS CELOS
Habría de hecho dos tipos de relaciones posibles entre el sujeto y el
objeto de valor. En efecto, no significaría gran cosa el decir que el deberestar-ser modaliza la junción con el objeto si todas las variedades de la
junción estuvieran implicadas; en cambio, si se considera que la modalización abre un simulacro, se puede entonces concebir que el deber-estarser modaliza un simulacro de realización. El simulacro es inicialmente desembragado, para disociarlo de los enunciados de junción demostrados en
otra parte, después reembragado sobre el sujeto tensivo, para poder convocar directamente la modulación que prefigura el deber-estar-ser y actuar sobre su extensión: la resistencia del nuevo simulacro a un eventual
regreso al discurso de llegada es función de la amplitud de la modulación.
El desembrague y el reembrague permiten comprender por qué el apego
puede permanecer intangible a pesar de la evolución efectiva de las relaciones entre el sujeto y el objeto: el sujeto puede así continuar soñándose
conjunto a su objeto de valor, más allá incluso de la muerte o de la desaparición de este último.
111
El celo
El celo intensifica y moraliza a la vez el apego. Es, se dice, "un vivo ardor
por servir a una persona o a una causa, a la cual se está sinceramente
consagrado". La intensidad se manifiesta aquí como "calor", el sentimiento se ha convertido en una disposición a hacer (a servir), y el apego es sólo
presupuesto; además, el apego es reformulado como "abnegación", lo que,
si se pone entre paréntesis el hecho de que la relación sea en ese caso
intersubjetiva y jerarquizada, viene a señalar el investimiento exclusivo
del sujeto por su objeto: está "consagrado", incluso "sacrificado" a su objeto, y los correlatos "fidelidad", "lealtad", confirman la independencia del
deber-estar-ser con respecto a las peripecias narrativas, una vez que ha
sido suspendida la moralización que los sobredetermina. 4 Por lo demás,
4 En
L 'homme qui rit [El hombre que ríe] (libro I, cap. I), V. Hugo traza un retrato particularmente detallado de la fidelidad y de sus consecuencias narrativas. Lord Clancharlie, contemporáneo de Cromwell, es un par de Inglaterra que ha sido seducido por los principios
republicanos y les ha sido fiel bajo la Restauración, cuando reinaban Carlos II y luego Jacobo
II. En una extensión de diez páginas que ilustra magistralmente la independencia del apego
con respecto a las transformaciones narrativas, Víctor Hugo evoca paralela y simultáneamente, por un lado, la evolución histórica de Inglaterra y las adaptaciones sucesivas a las
cuales son obligados aquellos que se someten a las transformaciones propias del contexto y,
por otra, el inmovilismo del republicano fiel. De ahí que lord Clancharlie, ligado por su
"apego" a una idea históricamente "rebasada", sólo puede aparecer ante los ojos de aquellos
que se han adaptado a la nueva distribución política como un sujeto encerrado en un simulacro pasional, un sujeto que ha escogido vivir en su imaginario antes que en la realidad
política; por ese hecho, no es sorprendente que le sean atribuidos roles patémicos, que aparecen como florecimientos pasionales del "apego": locura, orgullo, "obstinación pueril", "obs-
171
LOS CELOS
presuponiendo la confianza, esos dos últimos correlatos nos recuerdan
que, de este lado de la moralización, el deber-estar-ser engendra la espera
o que, más profundamente, la modulación que lo prefigura se dibuja sobre
el fondo de la fiducia.
Se puede uno preguntar por qué, a partir de un semema común, el del
"apego intenso", se obtiene, por un lado, una pasión moralizada positivamente, así como todos sus correlatos (el celo) y, por el otro, una pasión moralizada negativamente (los celos). La cuestión es tanto más sorprendente
porque, en varias lenguas europeas, todas esas figuras pasionales están
perfectamente unificadas alrededor del étimo zélos del que derivan, a la
vez, el "celo" y los "celos"; notemos también que zélosis, el derivado del verbo zelo, agrupaba sin distinguirlos los significados "emulación, rivalidad,
celos". Surge así una hipótesis que permitiría comprender lo que sucedió
en parte: a medida que el apego y el celo se desolidarizan de la rivalidad,
las formas mixtas como los celos (y, en menor medida, la envidia) son moralizadas negativamente, y las formas "puras", como la emulación de un
lado y el celo del otro, son moralizadas positivamente: es una prueba suplementaria de la preeminencia de la moralización en las redistribuciones culturales de las taxonomías pasionales. Mientras los griegos aceptaban que
el celo por el objeto y la rivalidad se mezclan, e incluso derivaban uno del
otro, parece que hoy nosotros valorizamos su distinción .
., La posesión y el gozo
La posesión exclusiva que reclama el celoso abre dos vías de investigación
paralelas: una relativa a la posesión, y la otra, a la exclusividad. Entendemos a veces por "actitud posesiva" una actitud exclusiva, pero esa contaminación de un término por el otro no es más que un efecto de sus frecuentes asociaciones.
La "posesión" sería la "facultad de hacer uso de un bien del que se
dispone" y remitiría así a "detentar", "servirse de", "poder gozar de". El
sujeto de la posesión no es un sujeto de hacer que apunte a la .conjunción,
sino un sujeto ya conjunto que apunta al goce de su objeto. Se observa
también un sujeto de hacer que da placer al sujeto de estado, pero estaría
situado en la dimensión tímica y no en la dimensión pragmática que ha
llevado a la conjunción con el objeto: se escoge y compra una casa (dimentinación senil", etc. Además, el desembrague y el reembrague pasionales reciben aquí una
representación espacial y temática: lord Clancharlie se exilió a las orillas del lago de Ginebra, lejos del teatro del cambio político, y el desembrague pasional aparece hasta en su actitud:" ... on apercevait ce veillard vetu des memes habits que le peuple, pa.le, distrait, [. .. ] c'L
peine attentif la tempete et l'hiver, marchant comme a u hasard" [" ... uno veía a ese viejo
vestido como el pueblo, pálido, distraído, [... ] apenas atento a la tempestad y al invierno,
caminando como sin rumbo"] (L'homme qui rit, París, Garnier-Flammarion, vol. 1, p. 247).
a
a
172
LOS CELOS
sión pragmática) y se goza de ella una vez que se la tiene (dimensión tímica). El objeto pierde de alguna manera su estatuto pragmático y se transforma en objeto tímico una vez conjunto al sujeto, objeto de gozo que es
fuente de euforia (o de disforia: la casa puede ser cómoda o incómoda). Lo
más importante en el ejemplo se refiere al hecho de que, habiendo adquirido la conjunción pragmática y no siendo cuestionada, continúa pasando algo; para que la historia no se detenga ahí, es necesario entonces
que aparezca un sujeto operador competente.
''Disponer" de algo sería, entre otras cosas, "servirse de'' o ''hacer de eso
lo que se quiere". El sujeto de la posesión sería entonces antes que nada)
ya que se presupone que debe disponer del objeto, un sujeto volitivo que,
una vez conjunto, desplegaría toda la extensión dé su querer sobre el objeto. El estudio de la posesión parece aclarar de otra manera el excedente
modal que encontramos sin cesar en el universo de las pasiones: la búsqueda del objeto, una vez realizada, no ha agotado el ''querer-estar(-ser)-conjunto", y otra forma toma el relevo, la misma sin duda que hace que el
avaro quiera gozar de sus tesoros y que no le baste con acumularlos.
Más precisamente, "hacer lo que se quiere" es siempre hacer, pero en
la dimensión tímica. No obstante, el cambio de dimensión es acompañado
por la emergencia discreta de una cláusula cuantitativa: ''hacer lo que se
quiere" equivale también a dominar la totalidad integral del objeto; la figura objeto se ha transformado en imagen del querer del sujeto, no es ninguna otra cosa que ese querer. De hecho, no se trataría tampoco de otro
querer, de un "querer-gozar" por ejemplo, sino, a la inversa, de un gozo
que nace del hecho de que el querer-estar-ser es coextensivo al objeto, que
el objeto de valor descriptivo, susceptible de pertenecer a cualquier otro
sujeto, ha llegado a ser ahora el objeto modal característico de un sujeto
en particular.
Por otra parte, la posesión permite asir en su inicio un proceso que
encontraremos frecuentemente, aquél, en apariencia, de la transformación del objeto en sujeto. En efecto, si el gozo es la acción de sacar de una
cosa ''todas las satisfacciones que es capaz de procurar", el objeto es to··
davía considerado como un objeto modal, es decir, un poder-hacer; el gozo
resultaría de alguna manera de cierta adecuación entre el querer proyectado por el sujeto y el poder que parece emanar del objeto (la cosa poseída
es "capaz", "susceptible" de dar satisfacciones). Hay que tomar en serio las
metáforas del habla cotidiana y los sentidos "figurados" como los más significativos. Por un lado, el sujeto poseedor, queriendo extender su querer
a la totalidad integral del objeto, actúa como si la menor fragmentación de
ese objeto constituyera una resistencia; en ese momento, el poseedor, al
modalizar una versión cuantificada de su objeto, proyecta en ella una
competencia susceptible de transformarlo en sujeto: la "parte" más pequeña del objeto que se le escapara haría de él un sujeto resistente. Por
LOS CELOS
173
otro lado, el reparto de las modalizaciones entre los dos actantes supone
que es el poseedor quien dispone del querer y lo poseído del poder. El microanálisis modal muestra que, habiendo pasado el discurso por la dimensión tímica, las modalizaciones proyectadas por el sujeto apasionado sobre
el objeto de valor suscitan un sujeto competente: así, la figura objeto contiene a la vez un objeto de valor pragmático y un sujeto operador tímico.
e
La exclusividad
La "exclusividad", así como el adjetivo "exclusivo" y el verbo "excluir",
comportan a la vez una modalización, según el deber-no-estar-ser, y una
cuantificación.
Toda exclusión supone una totalidad y una parte de esa totalidad considerada como una unidad; lo que en realidad delimita a la exclusión es
una unidad salida de la totalidad, individuo, grupo o fracción; se puede
extraer esa unidad, ya sea de manera transitiva -un partido excluye de
sus filas a uno de sus miembros-, o bien de manera reflexiva -un grupo o
un individuo afirma sus derechos exclusivos a tal o cual privilegio. Por
otra parte, ser exclusivo equivale a "rechazar compartir, rechazar toda
participación", de manera que la exclusión puede también tener que ver
con la distribución de los objetos de valor en una sociedad dada.
Habría entonces dos maneras de compartir (o de rechazar compartir)
los objetos de valor en una comunidad: sea en el eje diacrónico -cada uno
espera tener su parte de un momento a otro, con la condición de que la
circulación de los bienes no sea obstaculizada-, sea en el eje sincrónico
-en que cada uno puede participar simultáneamente en el gozo de los
bienes disponibles. Si la avaricia y sus antónimos perturbaban la circulación de los bienes en el eje diacrónico, la exclusividad es un obstáculo
para la participación en el eje sincrónico. La circulación de los bienes se
basa en la noción de "parte", correspondiente al "partitivo definido" de la
gramática; la participación supondría, en cambio, una indiferenciación ele
las partes, correspondiente a los "indefinidos" gramaticales, ya que los
objetos permanecen en todo momento libres de acceso para todos los sujetos; la exclusividad determina una unidad singular, ausente de la participación, que correspondería al "definido singular" de la gramática.
Dos asuntos permanecen en suspenso: el estatuto de la unidad en el
seno de la totalidad y el estatuto de los objetos frente a los sujetos exclusivos. Los sujetos exclusivos interrumpen o cuestionan el proceso de constitución del actante colectivo. Al principio se puede suponer a los individuos
tratados como unidades integrales, en el sentido de que, como unidades,
comprenden rasgos de individualización; la colección de rasgos que les son
comunes los transforma en unidades partitivas; el discernimiento de esas
unidades partitivas constituye entonces una totalidad partitiva que, a]
174
LOS CELOS
presentar como totalidad esos rasgos de individualización, directamente
salidos de los rasgos comunes que han sido recolectados en el recorrido,
puede llegar a ser una totalidad integral.
La exclusividad concierne a las "unidades sujetos" que se individualizan en detrimento de la colectividad y que afirman rasgos diferenciadores
contra los rasgos comunes constitutivos de esa totalidad: esto se puede interpretar como una resistencia a la constitución de una totalidad partitiva. El razonamiento referido a la distribución de los objetos de valor en la
comunidad implicaría que la unidad partitiva y posteriormente la totalidad partitiva sean definidas a partir de los objetos de valor que les sirven
de rasgo común; en ese momento, el sujeto exclusivo obstaculizaría la
operación afirmando unilateralmente la originalidad de un objeto de valor. Ya habíamos encontrado ese fenómeno en la avaricia, y su recurrencia
en el universo pasional es por lo menos curiosa; sin embargo, para el avaro, se trataba sobre todo de moderar o de detener el flujo de una circulación, y por esa demora transformaba su parte (unidad partitiva) en
unidad integral; como lo habíamos sugerido, el sujeto exclusivo inventa su
parte y se la apropia inmediatamente: dos operaciones son pues necesarias, primeramente la creación de una unidad partitiva, después su transformación en unidad integral; ni los celos ni la exclusividad presuponen
cualquier tipo de circulación, ya que las partes no están aún instaladas en
la comunidad contemplada.
Si se considera ahora el estatuto de los objetos, no se resuelve nada
declarándolos "participativos" o "no participativos"; anotamos ya que el
carácter participativo no era propio de los objetos de valor como tales: por
un lado, las tierras pueden ser repartidas o hacerse comunitarias; por
otro, el saber puede ser celosamente conservado. El carácter participativo
de los objetos no es otra cosa que el efecto de sentido del consenso de los
sujetos, con vistas a la constitución de la totalidad partitiva: basta con
que uno de los sujetos no dé su aprobación (rechace el reparto) para que
su objeto sea considerado como "no partitivo", y él, como "exclusivo". Los
individuos son capaces de estatuir en ese dominio: uno puede estar celoso
de su mujer, de su prestigio o de sus descub1imientos; pero también las
culturas, que decretan que los bienes o las mujeres son comunitarios, o
que el saber es propiedad de los clérigos o de los brujos.
La exclusividad descansa, por lo demás, en un deber-no-estar-ser; ya
sea cognitiva o lógica -dos proposiciones irreconciliables son declaradas
excluyentes la una de la otra-, epistémica -es "excluido" lo que es reconocido imposible- o jurídica -es declarado "exclusivo" un privilegio o un
derecho reservado a una persona o a un grupo designado-, la extracción
de una unidad integral fuera de la totalidad partitiva es regulada por el
deber-no-estar-ser, y ello en dos planos: primeramente, es la relación del
sujeto colectivo con el objeto de valor escogido la que debe no estar-ser; en
LOS CELOS
175
segundo lugar, es la relación entre el sujeto único y la colectividad la que
igualmente debe no ser. En suma, la exclusividad prepara el terreno de la
rivalidad. También en el apego de alguna manera la colectividad se introduce en forma negativa como una presencia actancial con la cual el sujeto
guarda relaciones polémicas por presuposición. El rival emergerá desde el
fondo de esa ruptura de consenso, de ese rechazo de la totalidad partitiva.
En ese sentido, el rival no es otra cosa que la concreción (la actorialización) de esa presencia rechazada y postulada a la vez por la exclusividad.
El acercamiento con la rivalidad saca a luz una simetría sorprendente. En la perspectiva de la rivalidad, en el conflicto entre los antagonistas presentado primero como una búsqueda de la superioridad, podía
darse enseguida un objeto, cuya aparición era de alguna manera suscitada por el antagonismo mismo. Por el contrario, en la perspectiva del
apego la decisión de retirar el objeto de la comunidad, de afirmar la "originalidad para sí" del objeto y de rechazar el reconocimiento del rasgo partitivo que funda al actante colectivo suscita la sombra de un rival, dibuja el
espacio en el que el antagonista vendrá a instalarse.
En la precaución de escapar a las taxonomías culturales, debemos evitar escoger entre esas dos soluciones: o bien el conflicto engendra el objeto, o bien el objeto engendra el conflicto. Pero las dos alternativas presuponen igualmente una ausencia de consenso en la comunidad o, más generalmente, una dificultad en la constitución del actante colectivo. A ese
respecto, ni el objeto ni la rivalidad son pertinentes: en el seno de una
constelación actancial dislocada, trabajan fuerzas cohesivas por la
reunión en un actante colectivo, y fuerzas dispersivas vienen a oponérseles. Los rasgos "participativo" y "exclusivo" son, por ese hecho, propiedades interactanciales adecuadas para la elaboración de lo colectivo, propiedades interactanciales que para manifestarse tomarán prestada ulteriormente ya sea la mediación del objeto o la del rival.
Se confirma aquí una cierta imagen del universo pasional que no es ni
específica ni, sin duela, universal, sino solamente generalizable: las pasiones que examinamos aparecen como configuraciones que administran las
relaciones entre el individuo o el grupo y la colectividad, cuyas dinámicas
convocan con obstinación la constitución (en curso) del actante colectivo.
Al parecer, es la única explicación para la recurrencia de los fenómenos
cuantitativos; y es a partir del fondo de los equilibrios y los desequilibrios
así creados como se perfilan tanto la sombra del rival como la sombra del
objeto.
Los celos en la intersección de dos configuraciones
Si ahora se consideran los celos en la intersección de la rivalidad y del
176
LOS CELOS
apego, se presentan varias tareas. Primeramente, los celos como figura
mixta podrían ser el objeto de un estudio que se sujetaría a las variaciones de equilibrio entre la rivalidad y el apego, a partir del mismo principio de las variaciones de dominio dentro del término complejo; se trataría entonces de un estudio intercultural en el que los cambios en la representación cultural de los celos, entre las áreas tanto como entre las
épocas, serían función del respectivo peso de cada una de las dos configuraciones; por medio de una breve alus1ón a los celos "griegos", ya hemos
subrayado el interés de un estudio así, pero ése no es nuestro propósito.
La intersección entre las dos configuraciones no consiste en una simple
yuxtaposición, pero engendra, como lo habíamos sugerido, múltiples
interacciones. A ese respecto convendría, por un lado, examinar los efectos
del apego sobre la rivalidad y los de la rivalidad sobre el apego, y, por
otro, en una perspectiva sintáctica, estudiar la distribución de los componentes respectivos de las dos configuraciones alrededor de los celos propiamente dichos.
Consultando de nuevo las definiciones del diccionario, notamos que
distinguen cuatro sememas, caracterizados cada uno por un término
genérico. Se encuentra así un apego: "apego vivo y receloso"; un mal sentimiento: "mal sentimiento que se experimenta viendo a otro gozar ... "; una
inquietud: "inquietud que inspira el temor de compartir ... "; y por último,
un sentimiento doloroso: "sentimiento doloroso que hace nacer, en el que
lo experimenta, las exigencias de un amor inquieto, el deseo de posesión
exclusiva de la persona amada, la sospecha o la certidumbre de su infidelidad".
Hemos visto que la diferencia entre el "mal sentimiento" y "la inquietud" se refiere en gran parte a una variación de perspectiva que jerarquiza de manera diferente la relación con el objeto y la relación con el rival. El primer semema -con el "apego"- implanta explícitamente los celos
en la relación con el objeto, reservando a la rivalidad el papel de sobredeterminación superficial (el recelo); el cuarto adopta la misma jerarquía,
centrando el conjunto del dispositivo pasional en el "amor", forma específica del apego, luego lo sobredetermi'na gracias a los efectos de la rivalidad
(inquietud, sospecha, etc.). En el conjunto, las dos opciones se encuentran
entonces realizadas: el primero y el cuarto semema acuerdan la preeminencia al apego, el segundo y el tercero, a la rivalidad, todo lo cual permite observar más precisamente los efectos de la "intersección" sobre cada
una de las configuraciones.
Paralelamente a la aparición del "recelo", notamos la rer::urrencia de
la "inquietud"; puesto que por otra parte el recelo comporta también, en al
menos una de sus acepciones, la indicación de inquietud, uno puede
suponer que esa última figura es una de las innovaciones importantes de
los celos en relación con el apego: el enamorado celoso sería primero un
LOS CELOS
177
inquieto. Si creemos en las definiciones de la inquietud, el celoso conocería
la "agitación", la insatisfacción perpetua y la "preocupación". Esa ausencia de descanso, ese trastorno que impide gozar apaciblemente el objeto
deseado, se fundan esencialmente en una oscilación entre la euforia y la
disforia, de tal manera que el celoso no está ni verdaderamente eufórico ni
verdaderamente disfórico. El principio mismo de una oscilación semejante
habría que encontrarlo en una dificultad para polarizar los términos de la
foria: la conjunción con el objeto amado tampoco es suficiente para hacer
al sujeto eufórico. Por supuesto, lo que impide al sujeto gozar de su objeto
es la rivalidad: es ella la que al contacto con el apego toma la forma patémica de la inquietud y del recelo, puesto que la rivalidad, al sobredeterminar al apego, sufre su influencia y ofrece así un ejemplo de las mutaciones
que se operan dentro de los macrodispositivos pasionales.
En el otro extremo, vemos desarrollarse la desconfianza, la sospecha y
el temor: tenemos ahí a un valeroso combatiente o a un émulo que busca
un mérito, el mismo que cuando tiene un bien celosamente amado que defender es capturado por la aprensión; en efecto, además de preservar su
propia integridad o demostrar su superioridad, le hace falta también preocuparse por el objeto que conserva exclusivamente para sí.
La desconfianza, la sospecha y el temor descansan todos sobre una
perturbación fiduciaria que modifica los datos originales del apego. De
hecho, este último presupone un deber-ser que funda la confianza, no una
confianza intersubjetiva, ya que uno se puede apegar también a un objeto,
sino una confianza generalizada, la posibilidad para el sujeto de dar un
sentido a su vida. La emergencia de la rivalidad en el horizonte del apego
cuestiona esa confianza, hasta tal punto que la relación con el objeto amado puede ser afectada: bajo la influencia de la rivalidad, el apego se transforma entonces en desconfianza.
Incapaz de gozar serenamente del objeto, trabado en sus combates contra el rival, el celoso se agita en lugar de actuar y desconfía en lugar de
confiar. Las distorsiones aportadas a cada una de las dos configuraciones
por aquella que la sobredetermina engendran figuras específicas de su intersección, es decir, las figuras mismas de los celos. La construcción de los
celos pasará entonces por el estudio de esas figuras de sobredeterminación.
LA CONSTRUCCIÓN SINTÁCTICA DE LOS CELOS
Los constituyentes sintácticos de los celos
Los celos se organizan alrededor de un acontecimiento disfórico que puede
estar situado, sea en prospectiva, sea en retrospectiva, transformando así
178
LOS CELOS
al celoso en un sujeto temeroso o en un sujeto sufriente. Además, según
ese acontecimiento escenifique en primer plano al rival gozando de su
objeto, o a su objeto escapándosele, será receloso o desconfiado. Esas
variaciones de los roles patémicos desplegados en la puesta en discurso no
afectan a los "celos en sí", que ahora se trata de construir a partir de los
datos recogidos en los discursos realizados. Por otra parte, el simulacro
pasional de los celos en el discurso mismo, y en particular la escena que el
celoso se da, no es afectado por las variaciones de perspectiva.
Si nos interesamos una última vez por las diversas variedades de los
celos, constatamos en efecto una extraña y paradójica indiferencia de la
pasión hacia la junción; ciertamente, el sujeto celoso, en sus diversos roles
patémicos, no es por supuesto indiferente al hecho de estar conjunto o no
con el objeto y al hecho de que su rival posea o no al objeto; pero la pasióp.
permanece idéntica a sí misma cualesquiera que sean los enunciados convocados. Todas las combinaciones convienen en que:
S 1 conjunto 182 conjunto (ver a otro gozar de una ventaja que se
desearía poseer exclusivamente);
- S 1 conjunto 182 disjunto (el temor de compartir o de perder);
- 8 1 disjunto/82 conjunto (ver a otro gozar de una ventaja que uno
no posee);
- S 1 disjunto/ 8 2 disjunto (el temor de que otro obtenga lo que uno no
posee, pero que se desea poseer).
Sin embargo, los celos sólo son indiferentes a las variedades de la junción que conoce el sujeto cuando está celoso, puesto que los celos admiten
como constante un dispositivo sintáctico, aquél en el que el rival posee el
objeto mientras el sujeto se encuentra privado de él. Pero ese dispositivo
es actualizado por la pasión misma, independientemente de la situación
narrativa en la que se encuentran los tres actantes, y aparece como el contenido "existencial" del simulacro. Las variaciones de perspectiva inherentes a la puesta en discurso son entonces, en parte, el efecto de los distanciamientos entre esos dos tipos de junción, las junciones efectivas y las
junciones simuladas, y la construcción de los celos como tales no puede ser
más que la construcción del dispositivo propio del simulacro, la única constante discursiva en este caso.
G
La inquietud
La inquietud parece ser más general que el temor o el recelo, razón por la
cual será considerada como uno de los constituyentes ,sintácticos fundamentales de los celos. El temor solo no supone más que un saber y un
creer, una espera, modalizada a la vez conflictivamente por el poder-estarser (la eventualidad) y por el querer-no-estar-ser (el rechazo). Por el contrario, la inquietud introduce, con la permanencia y la iteración, un rol
LOS CELOS
179
patémico estereotipado, una constante de la competencia pasional del
sujeto. Circunscritos al temor, los celos no serían más que un sentimiento
puntual, incidental, ya que el temor no tiene otra razón que un acontecimiento por venir, que aquí cumple la función de objeto de saber y quemoviliza la espera; eso sería, de alguna manera, unos celos dictados por las
circunstancias. En cambio, con la inquietud que por definición no tiene
objeto preciso, los celos llegan a ser una propiedad del sujeto mismo, inscrita no en la circunstancia, sino en la competencia, como una manera de
estar-ser del celoso.
Comparada con el recelo, la inquietud conserva también una posición
genérica, puesto que el recelo no es más que una fase efímera de los celos
o de la inquietud, aquella en la que se perfila la sombra del rival. Por consiguiente, desde el punto de vista de la sintaxis la inquietud rige toda la
cadena y se traduce pasajeramente, ya sea por el recelo, cuando el rival se
manifiesta, o bien por el temor, cuando el evento disfórico es esperado.
La inquietud puede injertarse particularmente, tanto en la espera del
acontecimiento como en la espera del sufrimiento propiamente dicho. En
ese sentido, hace revivir al sujeto apasionado el estremecimiento fórico
fundamental, aquel que engendra el "sentir'' mínimo. Además, si la agitación entre euforia y disforia impide al sujeto inquieto la polarización
que lo haría un verdadero sujeto de búsqueda, por una regresión en el recorrido generativo lo hace volver a la tensividad fórica, anterior a la categorización. La oscilación, en efecto, no puede ser interpretada como un recorrido entre dos posiciones extremas: el inquieto no es un ciclotímico; es
más bien una indecisión perpetua dentro de una figura mixta que no llega
a fijar sus términos. Por eso el inquieto puede ser comprendido como un
sujeto sumergido en las modulaciones tensivas.
El sujeto inquieto podría pasar por el prototipo del sujeto apasionado,
ya que, a falta de poder recorrer posiciones discontinuas dentro de las categorías modales -Bn el seno de las cuales no puede más que "oscilar"-, el
único recorrido que se le ofrece es un recorrido de una modalización a la
otra, es decir, por el interior de los dispositivos modales. La inquietud, al
impedir al sujeto las transformaciones discontinuas que ofrecen las categorías modales, lo predispone para plegarse a la sintaxis intermodal dentro de los dispositivos pasionales. El inquieto sería también un prototipo
del sujeto apasionado en otro sentido, complementario del precedente. En
efecto, si se trata de identificar su dispositivo modal específico o su recorrido existencial, no se llega a él: el querer, el saber, el poder y el deber
pueden igualmente fundar la inquietud; los sujetos realizados, virtualizados, actualizados y potencializados son todos susceptibles de estar-ser
inquietos por razones diferentes.
La inquietud no es otra cosa que esa oscilación que instala un simulacro disponible para alguna otra pasión, que opera el reembrague sobre
180
LOS CELOS
el sujeto tensivo con vista a efectuar recorridos más específicos. En cierto
modo, la inquietud prepara el terreno para otras pasiones: define una
cierta constitución del sujeto; sólo se particulariza en función de las pasiones que luego van a incorporar el simulacro y darle un armazón modal.
Así, si la inquietud afecta a un apego, llega a ser la inquietud de
alguien que tiene algo que perder, la inquietud de un sujeto realizado, y
también una inquietud que turba a un deber-estar-ser. En ese caso se
podrá hablar de una ''preocupación". La preocupación es por lo tanto una
figura híbrida que resulta del encuentro entre el apego y la inquietud; el
término mismo puede designar en lengua tanto al objeto que absorbe y
preocupa al sujeto como a la preocupación misma, incluso al sufrimiento
moral que de ello puede resultar. Toma prestado, entonces, de un lado el
apego -es la absorción del sujeto por el objeto, ese vertimiento integral y
enajenante del sujeto- y del otro a la inquietud -es la sumisión a las oscilaciones de la foria. La preocupación se presenta entonces como una
inquietud que habría recibido el armazón modal del apego.
e~
¿Desconfianza o difidencia?
La desconfianza y la difidencia son componentes tanto del recelo y de la
sospecha como del temor, pues explotan el componente fiduciario subyacente al apego. A ese respecto habría que distinguir dos ocurrencias distintas de la difidencia en la configuración: de un lado, hay una difidencia
presupuesta por los celos y que tiene su fuente en la rivalidad, es la difidencia con respecto al adversario, que le es necesaria pero no es específica
de los celos en absoluto. Enseguida, hay la difidencia suscitada por los
celos, difidencia con respecto del ser amado del cual se sospecha la infidelidad, por ejemplo. Ella resulta, entonces, más precisamente de una perturbación de la confianza propia al apego; esa difidencia implicada no es
necesaria a los celos, es solamente una de las variantes ocasionales, que
puede ser suspendida, por ejemplo, en el caso en que el celoso accede de
entrada a la certidumbre y se contenta, si se puede decir, con sufrir la
traición. Examinemos por el momento la difidencia presupuesta e inherente a la rivalidad.
Para comenzar, hay que ver que la dimensión fiduciaria está inscrita
a la vez en la definición modal del apego y en la de la exclusividad: el
deber-estar-ser determina una espera fiduciaria que restringe el horizonte
del sujeto a un solo objeto; luego, el deber-no-estar-ser determina otra
forma de espera fiduciaria -negativa esta vez- merced a la cual el sujeto
protege su territorio. Pero, por otro lado, la confianza y la difidencia emergen de la fiducia, ese conjunto de modulaciones tensivas en el que se dibujan las valencias; una vez terminada la discretización y la categorización
de las modalidades, la fiducia es convertida en dimensión fiduciaria. Sin
181
LOS CELOS
embargo, esta última y en particular la confianza y la difidencia no se
pueden derivar directamente sólo a partir de las modalidades.
Después de una primera etapa, las modalizaciones aléticas -ya se
expresen bajo la forma de deber-estar-ser o bajo la forma de poder-estarser- permiten al sujeto cognoscitivo emitir juicios de adecuación, que en
su momento proyectan las modalizaciones llamadas epistémicas sobre las
junciones convertidas en objetos de saber; el paso de un poder-estar-ser a
un no-poder-no-estar-ser, por ejemplo, será reformulado en ese nivel superior de articulación como un paso de lo "probable" a lo "cierto". Las modalizaciones epistémicas son después moralizadas para engendrar la categoría fiduciaria. El juicio ético que interviene entonces sobredeterminará
cada modalización epistémica en función de una taxonomía preestablecida: la certidumbre aparecerá, por ejemplo, según el caso, ya sea como
"confianza" o como "credulidad". En cierto modo el conjunto de esos estratos del proceder generativo da cuenta de la forma como el creer se constituye, desde la fiducia generalizada y privada de articulaciones hasta las
finas estructuraciones de la dimensión epistémica y de su moralización.
En el caso de los celos, la "certidumbre" será siempre valorizada, ya
sea positiva o negativa; certidumbre positiva antes de la crisis pasional,
certidumbre negativa durante la crisis misma. La certidumbre positiva,
nacida del apego, se manifestará como una "confianza" (y no como una
"credulidad"); la certidumbre negativa, nacida de la exclusividad, se manifestará como difidencia generalizada, una especie de pesimismo intrínseco
a los celos; el celoso, en efecto, dice que prefiere siempre "saber" sin
importar el precio, lo que visto desde el exterior del simulacro pasional es
en general interpretado como una gran aptitud para creer.
Una vez proyectada sobre el cuadrado semiótico, la dimensión fiduciaria se organiza de la manera siguiente:
CONFIANZA
¿PREFIANZA?
DIFIDENCIA
DESCONFIANZA
Regresando a los celos, uno se da cuenta de que la difidencia, fundada
en una certidumbre negativa, sólo puede intervenir después de la "prueba" -real o imaginaria- del triunfo del rival; lo cual será entonces una culminación del recorrido fiduciario, en el caso en que es todavía esperado el
acontecimiento cuando se manifiestan los celos, y un punto de partida del
recorrido, en el caso en que el acontecimiento ha sido ya cumplido.
En lo concerniente al recelo, por el cual el celoso percibe al menos la
182
LOS CELOS
"sombra" de un rival eventual, provoca simplemente la suspensión de la
confianza, es decir, la desconfianza (8 1 cesó de ser confiado). Esta última
se depliega en "sospechas", por las cuales, incluso si el sujeto no sabe verdaderamente a qué atenerse ya que no tiene aún ninguna prueba, supone
que hay algo escondido. La suspensión de la confianza no procede pues de
una adquisición de saber, sino de la adquisición de un metasaber, un
saber dirigido a la presencia de los objetos de saber. El recelo es un rol
patémico del celoso, inducido por un hacer del rival; ahora bien, ese hacer
desempeña de hecho un rol informativo, dado que transmite un metasaber. En los celos, la relación polémica es primero una hipótesis de 8 1
que le sugieren los presupuestos asociados a la exclusividad y que refuerza la inquietud.
Se podría considerar que en esas condiciones la confianza es particularmente frágil; ciertamente es requerida por el apego, ya que el sujeto
debe creer en el valor de su objeto para creer en su propia identidad, pero
es al mismo tiempo minada por el rechazo de la participación, que en el
caso de los celos es coextensiva del apego mismo. Desde la formulación
modal de esos roles patérnicos, era patente que un conflicto entre el sujeto del deber-estar-ser y el del deber-no-estar-ser era previsible, ya que
esas dos modalizaciones, al fundar dos roles del mismo sujeto, apegado y
exclusivo, lo ponen en contradicción consigo mismo. La contradicción tiene
que ver aquí con el hecho de que, para tener una garantía contra toda pérdida, el celoso debe ser difidente, mientras que para perennizar su apego,
debe permanecer confiado.
A partir de la hipótesis según la cual un rival se perfila en los alrededores, el sujeto celoso proyecta escenarios probables para todo lo concerniente a su apego que lo van a instalar en la desconfianza; esos escenarios
constituyen la puesta en escena figurativa de la relación S/0,8 3 . Para
transformar uno de esos escenarios probables en certidumbre, hará falta
enseguida una prueba. El recorrido del celoso comporta por consiguiente
dos transformaciones fiduciarias: una para pasar de la confianza a la desconfianza, la otra para pasar de la desconfianza a la difidencia. Habiendo
sido establecida la situación conflictiva desde el origen, antes incluso de la
crisis. de celos, la primera se cumple en la menor ocasión: el más pequeño
·• detalle, el menor signo, comprometerá el equilibrio inestable del apego exclusivo, dando así la preeminencia a la vertiente negativa de la contradicción interna. En esa etapa, el celoso es un puro receptor de indicios y de
signos; luego, la suspensión de la confianza desencadena una búsqueda
cognoscitiva que hace posible el metasaber. Lá segunda transformación
deberá provocar una selección entre las hipótesis; esa selección pertenece
exclusivamente a la secuencia de los celos y tendremos oportunidad de
regresar a ella más extensamente, apoyándonos en otros textos. El conjunto del recorrido se presenta así:
183
LOS CELOS
CONFIANZ.<\
DIFIDENCIA
A
~~,
1
~,{indicios)
(prueba)
"'-.."'-..~
(sionos)
b._____
~. DESCONFL<\NZA
Sin embargo, un sujeto inquieto cuya identidad está asegurada por
reembrague sobre el sujeto tensivo no puede esperar un recorrido tan cla. ro. Aunque desconfiado y sospechoso con respecto a las sombras rivales
que se aiitan alrededor de él, permanece confiado con respecto al objeto
amado hasta el término del recorrido y a veces más allá. Por cierto, todos
los casos de figura son considerables, entre la confianza ligada al apego y
la difidencia ligada a la estructura polémica; pero el celoso estará siempre
dividido entre dos roles fiduciarios, ya que dentro del simulacro pasional
no podría comprenderse su difidencia sin su apego y por consiguiente continúa presuponiéndolo. Por eso, por ejemplo, cuando ele un lado es confiado y del otro desconfiado, el estado en el cual se encuentra no se podrá
describir jamás como "término complejo": será una oscilación, una aserción y una negación simultáneas que repercutiendo en la sacudida fórica
ele la inquietud sólo podrán amplificada. Las modulaciones tensivas sacuden la masa fórica y la dimensión fiduciaria agrega la inestabilidad de
una aserción/negación simultánea de los contrarios: he ahi la primera
figura del autoengendramiento, de la autoamplificación, que encontraremos frecuentemente en los discursos realizados y que parece caracterizar a la pasión celosa.
~
Esbozo del modelo de los celos
En su versión más compleja, los celos explotan una estructura actancial
compuesta de tres actantes, 8 1, S 2 y 0,8 3 , que es convertida en dispositivo
sensible por tres puestas en perspectiva sucesivas: la estructura es puesta
en la perspectiva de S 1; dos puestas en perspectiva secundarias son enseguida propuestas paralelamente: S/8 2 , por una parte, y S/0,8 3, por la
otra; y una última puesta en perspectiva -que consiste en los dos casos en
reconstituir la pareja S/0,8 3 bajo la forma ele una escena de la que 8 1
está excluido- es aplicada a los resultados de las dos precedentes.
A manera de balance provisional, se podría considerar que las relaciones de junción entre esos actantes son modalizadas como sigue: S/0-3.'3
es modalizada por el deber-estar-ser (apego) y el querer-estar-ser (posesión); S/3 2 es modalizada por el deber-no-estar-ser (la exclusión en
184
LOS CELOS
relación con la comunidad); SjO,S3 es modalizada por el deber-no-estarser y el querer-no-estar-ser (exclusividad). Todas esas modalizaciones son
proyectadas por supuesto desde el punto de vista de sl, quien procurando
una primera orientación al dispositivo sensibilizó las modalidades. Por
otra parte, la inquietud y la preocupación, definidas como "oscilación" y
"absorción", sólo pueden recibir interpretación como modulaciones en el
nivel tensivo. En suma, los "celos en sí" convocarían para su definición: 1]
la conversión de las estructuras actanciales en dispositivos perspectivos;
2] las modalizaciones sensibilizadas que se afirman en las modulaciones
tensivas; y 3] las modulaciones tensivas directamente convocadas en el
simulacro.
Dos de los elementos de construcción parecen disputarse el estatuto
de presupuesto: el apego y la inquietud; su rol sintáctico es sin embargo
muy diferente. El primero da al conjunto de los celos -en cuanto configuración y recorrido- una rección modal que incluso si descansa sobre un
fenómeno tensivo se encuentra expresada como la categoría del deber en
un momento dado del recorrido generativo; la segunda, en cambio, no
puede recibir formulación modal específica, pero procura, sin embargo, a
la vez un motivo de desencadenamiento y un estilo semiótico al conjunto
del recorrido sintáctico que, superficialmente, podrá aparecer como aspectual; por el "desencadenamiento" comprende el reembrague sobre el sujeto tensivo, y por el "estilo semiótico" asegura las transiciones entre las diferentes etapas de la crisis de celos y mantiene una homogeneidad más
allá de las transformaciones modales y de los cambios de roles patémicos.
El apego sería entonces el presupuesto modal de los celos, mientras que la
inquietud sería ahí el presupuesto fórico.
0
Roles y dispositivos patémicos
Podemos ahora considerar que los celos se presentan bajo dos formas: una
vasta configuración en la que no son más que una de las eventualidades
pasionales que hay que considerar y un acontecimiento pasional específico,
que hasta el momento hemos designado intuitivamente como "crisis pasional" o "crisis de celos". La crisis pasional propiamente dicha comprendería lo siguiente: la sospecha, que es una forma de saber cuyo objeto permanece secreto -un .metasaber-, la administración de la prueba y la puesta
en escena decisiva, que inducen a la adquisición de una certidumbre de la
cual nacerá la difidencia, después el sufrimiento, que podrá ser, según el
caso, o bien una aflicción (retrospectivo), o bien un temor (prospectivo).
Por otra parte, dada la complejidad de su organización, los celos no
pertenecen a una configuración y a un microsistema patémico, sino a varios: el del apego, el de la exclusividad, el de las estructuras polémico-contractuales y el de las pasiones fiduciarias, entre otros. Los celos no sola-
185
LOS CELOS
mente no son una pasión aislada porque pertenecen a microsistemas en
los que sólo son una posición entre otras, sino, además, porque participan
en varias constelaciones patémicas. El juego de las intersecciones y las
confrontaciones, que ha permitido pasar de las categorías modales a los
dispositivos modales, se reproduce aquí y nos hace pasar de las estructuras patémicas -como la de la avaricia- a los dispositivos patémicos
-como el ele los celos.
Así como la intersección de varias estructuras modales engendra un
dispositivo modal y, en consecuencia, un rol patémico, la intersección de
varios roles patémicos engendra un dispositivo patémico. A la manera de
las modalidades dentro de un dispositivo modal, los roles patémicos se
encadenan y se transforman los unos en los otros dentro de un dispositivo
patémico, definiendo así un grado suplementario de articulación sintáctica del universo pasional. Una pasión como la envidia, por ejemplo,
hubiera podido ser enteramente circunscrita dentro de la configuración de
la rivalidad y en el microsistema de las estructuras polémico-contractuales; la cólera, en cambio, participa de varios rnicrosistemas corno los
celos. Se podrían oponer así las pasiones "simples" y las pasiones "compuestas"; para evitar recaer en las taxonomías y en el estudio de las
pasiones aisladas, parece preferible por lo tanto retener la expresión "dispositivo patémico".
La construcción de los celos previamente requiere, pues, el establecimiento de los microsistemas patémicos sobre el fondo de los cuales se
dibuja su dispositivo específico.
Por ejemplo, el microsistema del apego regulado por la estructura
modal del deber se presentaría así:
APEGO
(deber-estar-ser)
¿TOLERANCIA?
(no-deber-no-estar-ser)
FOBIA
(deber-no-estar-ser)
DESAPEGO
(no-deber-estar-ser)
El microsistema de las estructuras polémico-contractuales aplicadas al
apego haría aparecer, junto a los celos -que es una pasión del antagonismo- pasiones de la discordia -como la "exigencia", la "dureza"-, pasiones
de la conciliación -como la "indiferencia"- y, por último, pasiones de la
colusión -como la "complacencia", a menos que no encontremos en esa
posición a la "abnegación" en una versión moralizada de manera diferente.
Si se considera ahora al sistema del actante colectivo e individual que
funda la exclusividad, los celos ocuparían esta vez un lugar en un micro-
186
LOS CELOS
sistema en el que la distribución se basaría en el estallido de la categoría
cuantitativa, es decir, en las unidades partitiva (Up) e integral (Ui) y en
las totalidades partitiva (Tp) e integral (Ti):
PASIONES (Up)
SIMPÁTICAS
(Ti) PASIONES
IDENTIFICADORAS
PASIONES (Ui)
EXCLUSIVAS
(Tp) PASIONES
COMUNITARIAS
El metatérmino constituido por la reunión de las pasiones simpáticas
y exclusivas define el conjunto de las pasiones indiuidualizantes; el otro
metatérmino, constituido por la reunión de las pasiones identificadoras y
comunitarias, define el conjunto de las pasiones colectivizantes. Los celos
pertenecen por derecho a las pasiones individualizantes exclusivas; la
"compasión" sería una pasión individualizante simpática que caracteriza
al sujeto individual partitivo, puesto que comparte, por la pasión, un rasgo común con sus semejantes. La "convivialidad" sería una pasión colectivizante comunitaria; y, si se acepta hacer de la "opinión pública" un tema apasionado, puede serlo en el marco de las pasiones colectivizantes, ya
sean comunitarias o identificadoras. Por último, las pasiones del sujeto
colectivo integral son aquellas por las cuales todo un grupo determina su
identidad: la "conciencia de clase" sería una, pero también todas esas pasiones nacionales que, según sean aprehendidas desde el exterior o desde
dentro, pueden pasar, ora por estereotipos desgastados, ora por fermentos
ele identidad colectiva.
Este rápido recorrido por algunos de los microsistemas a los que pertenecen los celos no pretende ser exhaustivo -la exhaustividad no tendría
aquí ningún sentido-, pero permite de alguna forma comprender por qué
es un "dispositivo de dispositivos"; las pasiones que ocupan las diferentes
posiciones en cada microsistema descansan en efecto sobre dispositivos
sensibilizados; en la medida en que los celos participan de todos esos microsistemas, articulan las pasiones particulares que reúnen en un macrodispositivo. En esas articulaciones fijaremos ahora nuestra atención.
LOS CELOS, PASIÓN INTERSUBJETIVA
Una vez perfilado el triángulo S/S/8 3 , los celos aparecen como un vasto
campo de maniobras y de acontecimientos pasionales, en los que se puede
LOS CELOS
187
prever desde ahora algunos desarrollos. La intersubjetividad se analizará
en cinco tipos de interacciones:
a] 8¡10,83 : las vicisitudes de la relación amorosa,
b] 8¡18 2 : las variaciones sobre la rivalidad,
e] 8<)8 3 : la conjunción temida,
d] S¡IS 2 + 8 3 ,0: el celoso y su espectáculo,
e] 8¡18 1: el celoso es su propio juez.
Todas esas interacciones implican confrontaciones, dominaciones,
manipulaciones y contramanipulaciones en las cuales no entraremos sistemáticamente en detalle; en el marco de los celos, algunas son más
rentables que otras; para explorarlas nos ayudaremos con . el· discurso de
los moralistas y las dificultades que presenta su análisis. Así, encontraremos en el camino a Barthes, Beaumarchais, La Bruyere, La Chaussée, La Rochefoucault, Racine, 8tendhal.
En relación con los enunciados de junción constatados en el discurso
de acogida, tres actantes han sido definidos previamente dentro de la
configuración. Lo propio de las interacciones pasionales es suscitar dentro de la configuración una comunicación en la que los objetos-mensajes
intercambiados son exclusivamente o ante todo objetos modales; efectivamente operan dentro de un simulacro que resulta del desembrague pasional e incluso la "infidelidad" que, desde otro punto de vista, puede
pasar por una transformación eminentemente pragmática, funcionará
dentro de la configuración pasional como un objeto modal. La primera
consecuencia es que los "actantes" del triángulo inicial van todos a
escindirse en sujetos modales y en diversos roles que no coinciden ya
obligatoriamente con la segmentación inicial. La segunda consecuencia
que resulta de la primera se refiere al estatuto de esos sujetos modales
en relación con los actantes narrativos que son el "celoso", el "rival" y el
"objeto-sujeto amado"; en la medida en que lo que se intercambia en la
comunicación celosa es exclusivamente modal, la sensibilización que obra
en el conjunto de la configuración opera sobre los dispositivos modales
puestos en circulación: dentro del macrosimulacro aparecen entonces
roles patémicos que son otros tantos simuhicros que intercambian los
copartici pan tes.
Apelamos aquí a dos especies de simulacros: por un lado, la pasión se
inscribe enteramente en un simulacro; por el otro, los participantes intercambian simulacros que son dispositivos modales sensibilizados. De hecho, la significación es la misma, sólo cambia la extensión, puesto que los celos se presentan como un macrodisposítivo patémico -Bl primer tipo de simulacro- que
comprende numerosos roles patémicos -Bl segundo tipo de simulacro.
N.B.
188
LOS CELOS
El estatuto del rival en los celos es de por sí incierto; para comenzar,
el hecho de que sea constatado o de que no lo sea, de que sea un actante
narrativo del discuro de acogida o que sea solamente una construcción del
imaginario del celoso, no le quita nada de su eficacia pasional; enseguida,
basta con que SI rechace entrar en la totalidad partitiva para que por presuposición se instale un antisujeto virtual y para que, desde ese momento,
la menor "sombra" que se extienda sobre el objeto amado dé cuerpo a ese
antisujeto. Que S 2 sea un actante comprobado o una creación de SI, el
resultado es siempre el mismo, ya que el "rival", efectivo o soñado, no
desempeña otro rol en la configuración que aquel que le atribuye el celoso,
y el "rival" no es otra cosa que el simulacro que SI proyecta a partir de las
modalizaciones del apego, de la posesión y de la exclusividad.
Hemos constatado ya hasta qué punto el estatuto del objeto-sujeto
amado era profundamente modificado por las modalizaciones proyectadas
por S 1: el querer del poseedor lo convierte en objeto tí mico y modal. De
hecho, a los celos les basta con un deseo de posesión exclusiva y con una
conjunción simplemente deseada; en ese sentido, el objeto mismo no tiene
otros roles en la configuración que los que proyecta el celoso, bajo la forma
de un simulacro por medio del cual persigue su propio sueño de posesión
exclusiva.
Se mostrará por último que la identidad misma del sujeto apasionado
está enteramente modelada por la interacción, en particular por los dispositivos modales que ahí nacen, circulan y se intercambian.
El estudio que sigue es entonces el de los simulacros puestos en marcha en la comunicación celosa y el de las transformaciones que sufren por
efecto de las diversas estrategias y manipulaciones en las que el motivo
es la pasión celosa.
El simulacro del objeto-sujeto amado: de la estética a la ética
• Un resto de esperanza
On an-ive au cambie des tourments, c'est-a-dire
d'un reste d'espérance.5
a !'extreme malheur empoisonné
[Se llega al colmo de los tormentos, es decir, a la desgracia extrema de un resto de
esperanza.}
La única salida para el celoso infeliz sería la de no amar más, de romper el apego, puesto que la confianza intrínseca al apego permanece independiente de las desconfianzas y de las difidencias nacidas de la actividad
5 Stendhal,
De l'amour [Del amor], Garnier-Flammarion, XXXV, pp. 122-123.
LOS CELOS
189
del rival; la confianza sirve de basamento a todas las transformaciones
fiduciarias propias de los celos, pero no será afectada mientras la identidad de S 1 no sea cuestionada; especialmente, el hundimiento fiduciario
que provoca la intervención de 8 2 en el debate, incluso las preferencias
marcadas de 8 3 por S 2 , no puede afectar al creer fundamental por el cual
el sujeto asume su incorporación semántica. El "resto de esperanza" mantiene entonces el sufrimiento, puesto que perenniza el presupuesto último
de los celos. Pero queda claro que si todo comienza y perdura con ese creer
presupuesto, todo puede también terminar con él.
Se ha demostrado en varias ocasiones que la negación de un presupuesto sintáctico es un volver a cuestionar el universo de discurso que
funda (cf. Eco y Violi 87). 6 Ahora bien, el apego es el presupuesto fundador del universo de discurso que constituye el macrosimulacro pasional,
esto es, el que implica y contiene a la vez a todos los demás. El creer que
acompaña al apego no puede desaparecer sin que el universo pasional entero sea arruinado. También la disociación entre el creer fundamental
-ese "resto de esperanza"- y las diversas confianzas y difidencias ligadas
a los imprevistos de la estructura polémico-contractual implica una estratificación del macrosimulacro en subespacios pasionales que estarían
dotados de una autonomía relativa; el rol del celoso comprendería ya dos
sujetos "fiduciarios" distintos: el del apego y el de la posesión exclusiva; la
perennidad del primero y la resistencia a los avatares del segundo son la
condición para que la pasión dure y, con ella, el sufrimiento.
~
Universalidad y exclusividad
Chaque perfection que vous ajoutez a la couronne de l'objet que vous aimez, loin
de vous procurer une jouissance céleste, vous retourne un poignard dans le coeur.
Une voix vous crie: Ce plaisir si charmant, c'est ton rival quien jouira. 7
[Cada perfección que usted añade a la corona del objeto que ama, lejos de procurarle un goce celestial, le devuelve una puñalada en el corazón. Una voz le grita:
tu rival gozará de ese placer tan encantador.]
El hacer cognoscitivo por el cual el sujeto reconoce su objeto de valor
es aquí el programa de uso de un hacer tímico; en efecto, el sujeto "poseedor" tortura al sujeto de estado "gozoso" por medio de la contemplación del
objeto. 8tendhal encuentra aquí las operaciones propiamente cognoscitivo-tímicas asociadas al ejercicio de la "posesión". Se reconoce así la operación por la cual el objeto amado es transformado en objeto modal: la
proyección del "querer-estar-ser" por el poseedor; pero, por efecto de la exclusividad, esa proyección modal suscita al mismo tiempo el simulacro de
6
7
Op. cit., pp. 11-14.
Stendhal, De L'amour, op. cit., x.,xx.v, p. 122.
190
LOS CELOS
otro poseedor virtual, aquel que reclamaria los derechos de la totalidad
partitiva. Desplazando el alcance de la modalización de la junción sobre el
objeto, crea su propia desgracia; de hecho, al "objetivar" la espera de gozo
-es decir, situándola en el objeto-, el celoso le confiere una autonomía que
la hace accesible al rival.
En la construcción del simulacro del objeto amado, lo que se halla
directamente en el centro de la discusión es su universalidad. Una contradicción insoslayable aparece entre un objeto sintáctico que no se puede
compartir y un valor reconocido como universal o, por lo menos, general.
Aquí se nos lleva a considerar al celoso a la vez como un sujeto individual
y como un sujeto social: al constituir su objeto como "amable", el sujeto social como objeto modal inscrito en un sistema de valores provoca la desgracia del sujeto individual exclusivo. La contradicción residiría finalmente en la oposición entre la universalidad y la exclusividad. La universalidad se reanuda con la totalidad partitiva o, al menos, le da garantías,
puesto que las "perfecciones" que crean la espera de un "gozo celestial"
obedecen a criterios axiológicos que son comunes a todos los sujetos del
actante colectivo, mientras que la exclusividad permanece fundada sobre
una unidad integral.
La contradicción entre universalidad y exclusividad haría entonces de
los celos una pasión que sería a la vez, paradójicamente, comunitaria y
exclusiva: fijando su deseo de reservarse el objeto de valor, el celoso presupone que podría interesar a mucha gente. Se podría también hacer notar que la contradicción toma la forma de un conflicto ele simulacros: el simulacro del objeto, modalizado de manera independiente y que participa
en la consolidación del actante colectivo, y el simulacro del sujeto, que
comprende una especie de objeto interno, modalizado diferentemente. En
última instancia, en el momento del vertimiento semántico el sujeto
inscribe el "objeto interno" en un sistema de valores al cual se suscribe,
pero que desgraciadamente no le es específico.
La estetización del objeto es una indicación preciosa sobre el proceso
de construcción del simulacro de 0,8 3. Visto más de cerca el objeto amado,
se constata que no es considerado aquí solamente corno un objeto particu-.
lar, lleno de los valores semánticos característicos de una axiología.
También es presentado como una potencialidad de objeto en la cual
pueden verterse toda una serie de contenidos. A1 hacer alusión directamente a cánones de belleza que suponen un vertimiento semántico, el término mismo de "perfección" es a ese respecto significativo. Por cierto, él
remite a un hacer creador, a un "obrero divino" cuya criatura particularmente acabadadaría testimonio de talento; pero esa reconstrucción permanece insatisfactoria, ya que no es rnás que una extrapolación mecánica,
una catálisis que aprovechan, por ejemplo, los blasones del cuerpo femenino. Sin que sea necesario extrapolar, lo que en cambio nos da a entender
LOS CELOS
191
el aforismo de Stendhal es una aspectualización del objeto estético; la
"perfección" asumida o no por un saber-hacer, es una figura estetizada de
la terminatividad. Si el lector se acuerda de la incoatividad característica
de los objetos de valor en Capitale de la douleur (cf. supra, capítulo primero), deducirá fácilmente por sí mismo que la "perfección" evocada por
Stenclhal manifiesta una valencia.
Lo anterior significaría que gTacias al apego el celoso encuentra la
estesis original; como es reembragado sobre el sujeto tensivo, está en posibilidad de re-sentir la escisión tensiva que hemos interpretado como el
primer estremecimiento del sentido. El conflicto entre los dos simulacros
no puede sin embargo explicarse por un conflicto entre una valencia exclusiva y una valencia "perfectiva)), ya que no vemos lo que podría oponerlos. Pero, de otro lado, la valencia "perfectiva" prosigue su camino en el
recorrido generativo: esa valencia es convertida en objeto de valor sintáctico, después en objeto modalizado y, por último, en objeto de valor inscrito en una axiología colectiva. La valencia "exclusiva" permanece en
cambio como valencia y será directamente convocada durante la puesta
en discurso para cuantificar los recorridos de los actores en presencia. La
contradicción nacería por consiguiente de la diferencia de procedimiento:
la exclusividad define un objeto ''interno" propio del sujeto individual, en
la medida en que continúa atándose directamente a una valencia sólo
accesible al sujeto tensivo; la universalidad define un objeto que, aunque
salido también de una valencia, ha sido "externalizado", semantizado,
axiologizado y estetizado a todo lo largo del reconido generativo.
La oposición entre la universalidad del valor y la exclusividad de la
valencia confiere al celoso dos roles distintos: un sujeto cognoscitivo que
toma a su cargo la estetización del objeto y que la reclama de la totalidad
partitiva, y un sujeto tímico que hace suya la posesión exclusiva. El
primero tortura al segundo haciéndole saber que su gozo celestial no es
exclusivo. Por oposición a la tortura física, la "tortura" moral se definiría
entonces como una transformación tímica negativa cuyos medios serían
cognoscitivos; además, como proceso, se presenta bajo el aspecto iterativo
y durativo. El paso en la dimensión tím1ca es aquí aprehendido desde el
punto de vista del sujeto exclusivo, el que sufre; a pesar suyo, este último
lleva consigo en cierta forma al sujeto cognoscitivo que decreta la universalidad del objeto, confirmando así en el seno de la interacción el carácter
"contagioso'' de los efectos pasionales.
La conversión del actante
La jalousie a beau s'imputer al'amour, c'est toujours un manque d'estime. 8
8 P.C.N. de La Chaussée,
Le retour impréuu, acto ll, escena 8.
192
LOS CELOS
[Es muy fácil culpar al amor de los celos, pero ellos son en realidad siempre una
falta de estima.]
¿Contradicción? ¿Cómo puede uno a la vez reconocer y desconocer? De
hecho, se ha cambiado de dimensión: con La Chaussée se ha pasado de la
estética amorosa a la ética amorosa. La estética trataba al ser amado como
objeto, la ética lo trata como sujeto: por esa razón, el reconocimiento estético y doloroso concierne al actante O, y la falta de estima concierne al
actante 8 3 .
El recurrir a la estesis permite explicar esa transformación: el reembrague sobre el sujeto tensivo actualiza ese estrato presemiótico y casi
fusiona! en el que los estatutos de objeto y de sujeto son aún apenas decidíbies y donde la única diferencia tiene que ver con un reparto desigual de la
intencionalidad (bajo su forma protensiva). Entre los múltiples escenarios
probables que el celoso proyecta a partir de la primera sospecha, en algunos que el ser amado se muestra como sujeto competente, capaz de
aliarse con 8 2. La "falta de estima" se afirma en uno de esos escenarios.
Por otra parte, en el nivel pasional propiamente dicho, la falta de estima resulta de la generalización de los simulacros y de una sensibilización
que se difunde en toda la interacción. Cuando ocurre la crisis celosa se
podría uno representar el macrosimulacro pasional como un espacio interactancial integralmente ocupado por las modalizaciones sensibilizadas
susceptibles de afectar a cualquiera de los interactantes; un actante objeto también puede captar las modalizaciones que le son necesarias para
adoptar un rol patémico en el simulacro. La formulación misma de La
Chaussée que sitúa la modalización y la moralización de 0,8 3 en la perspectiva de sl (la falta de estima), presupone y confirma que el rol de
"infiel" es un simulacro proyectado por 8 1.
Los simulacros de los rivales y la identificación
e
El mérito del rival
Lajalousie est comme un aveu contraint du mérite. 9
[Los celos son algo así como una confesión forzada del mérito.]
El envidioso es evaluado como un sujeto merecedor, tanto o más merecedor que el celoso. Pero en ese caso, al contrario de la emulación -en la
que S 2 es de entrada planteado como referencia de 8 1, el rival es en cierta
forma la figura del Destinador delegado (quien designa por su solo ejem9
J. de La Bruyere, Les caracteres [Los caracteres], capítulo XI.
LOS CELOS
193
plo el resultado que hay que esperar) y el recorrido que se seguirá para
llegar al fin propuesto- y los celos implican una "confesión forzada",
modalizada por un no-poder-no-hacer. Como en el "recelo", la comparación
de las competencias toma en ese caso por referencia, no la competencia
del rival, sino la del celoso.
El "forzamiento" en cuestión podría no ser más que una presuposición: temiendo que el rival lo venza y gane su objeto, el celoso presupone
que es capaz o, en el sentido de la lengua clásica, que lo merece. En ese
sentido, la manifestación pasional funcionaría como un hacer-saber, proponiendo como mensaje explícito el "temor de perder" y como mensaje
implícito presupuesto la "confesión del mérito". Pero, en otro sentido, la
confesión es obligada porque va contra los intereses del celoso: para este
último, reconocer el mérito del rival es aumentar a la vez las posibilidades
del otro -al reconocerle el derecho al objeto de valor- y sus propias razones para temer. En fin, hay ('confesión" -es decir, reconocimiento de un
error o de una falta-, en la medida en que, en última instancia, es su propia inferioridad la que el celoso presupone. Una gran parte de la interacción se decide ciertamente en el peso respectivo de los méritos y de las
competencias de 81 y 82.
~
De la emulación al odio
La jalousie des personnes supérieures devient de l'émulation, celle des petits
esprits de la haine. 10
[Los celos de los seres superiores provienen de la emulación; los de los espíritus
mediocres, del odio.]
El reconocimiento de la superioridad de 8 2 hace las veces de contrato
para un eventual programa de adelantamiento (la emulación) e introduce
en la rivalidad un componente moral positivo; pero puede también virar
al puro conflicto y la rivalidad es entonces moralizada negativamente. Tenemos aquí un equilibrio inestable que puede inclinarse tanto en un sentido como en otro: Balzac atribuye el desequilibrio positivo a la superioridad moral del celoso y el desequilibrio negativo a su "espíritu mediocre".
Se trata evidentemente de una competencia cuyo contenido hay que de~
terminar; se sabe sin embargo que es esa competencia la que ubica el simulacro del rival, ya sea como referencia y ejemplo que se seguirá por
identificación positiva y atracti_va, o como enemigo odiado por identificación negativa y repulsiva. Al parecer, esa competencia creadora de simulacros está construida por dos tipos de contenidos.
Primeramente, un contenido axiológico. En efecto, la moralización que
ID
H. de Balzac, Le contrat de mariage.
194
LOS CELOS
acompaña a las dos pasiones subsecuentes de los celos, la emulación y el
odio, indica por presuposición que el celoso hubiera debido respetar un
código compartido por todos. Respecto al otro contenido, es modal y rige el
proceso de identificación. Se puede suponer que la superioridad del rival,
al ser evaluada con relación al celoso, reclama previamente un cierto nivel
de competencia en este último; en otros términos, cuando el celoso elabora
el simulacro de su rival, es él mismo y para sí mismo un simulacro. De ahí
que el proceso de identificación pasé por la comparación entre dos imágenes modales: la del envidioso con respecto a la del celoso.
La evaluación de su propia competencia por el celoso mismo, implícita
y presupuesta desde que se compromete en el proceso comparativo que
pone en marcha los celos, como lo vamos a ver, puede ser cuestionada de
manera hiriente por el encelado mismo, por poco que no aprecie en nada
ser tratado, so pretexto de celos, igual que el primer advenedizo; el ataque
es de Racine, en el prefacio que escribió para Bérénice.
5
La presunción del celoso
Toutes ces c1itiques sont le partage de quatre ou cinq petits auteurs infortunés,
qui n'ont jamais pu par eux-memes exciter la curiosité du public. Ils attendent
toujours l'occasion de quelque ouvrage qui réussisse, pour l'attaquer, non point
par jalousie} car sur quels fondements seraient-ils jaloux? mais dans l'espérance
qu'on se donne la peine de répondre, et qu'on les tirera de l'oubli ou leurs propres
ouvrages les auraicntlaissés toute leur vie. 11
[Todas esas críticas son la ración de cuatro o cinco desafortunados autorcitos que
no han podido nunca suscitar la curiosidad del público por su propia capacidad.
Ellos esperan siempre el momento en que alguna obra tenga éxito para atacarla,
no por celos} pues} ¿cuáles serían sus razones para estar celosos?, sino porque
esperan que uno se dé el trabajo de responderles y que así se les saque del olvido
en que sus propias obras los habrían dejado toda la vida.]
Si los críticos no pueden ser celosos es porque son muy inferiores, porque no tienen ninguna competencia: ningún poder hacer, ningún saber
hacer, y la sanción del público es suficientemente clara al respecto. El razonamiento por presuposición permite definir las modalidades de la competencia partiendo del objeto considerado y los valores modales deben ser
adaptados a los objetos de valor buscados; puesto que la gloria literaria
(us la "oscuridad") es el objeto de valor que los críticos se afanan en disputar a Racine, queda claro que ellos carecen de la competencia requerida. La ausencia de competencia de los sujetos de hacer conlleva la disjunción irremediable de los s~jetos de estado; hasta el momento de la enunciación de ese prefacio, los críticos no han podido conocer la gloria; rechazando citar sus nombres y responderles personalmente -es decir, de
11
J. Racine, Bérénice, prefacio. Las cursivas son nuestras.
195
LOS CELOS
conjuntarlos con el objeto de valor "gloria"-, Racine los modaliza seg1Ín el
deber-no-estar-ser. Y la falta de competencia, causa ya de la disjunción, les
impide ser celosos por añadidura.
Para que 8 1 pueda ser celoso, hace falta que presente las mismas
modalidades de 8 2, y la diferencia entre las dos competencias debe ser
solamente gradual. Para ser comparados, los dos simulacros de los rivales
deben ser comparables: tautologia, por cierto, pero que no deja de resistirse al análisis. La dificultad radica en el hecho de que 8 1 y 8 2 deben estar
igualmente modalizados (para ser comparables), y sin embargo diferentes
(para que la superioridad de uno de ellos pueda ser pronunciada). La
diferencia sería entonces gradual, incluso aspcctual; la regla subyacente
podría ser definida como "principio de identidad aproximada".
Puede, sin embargo, ser considerada una interpretación no gradual y
categorial. La identidad y la alteridad pertenecen por cierto a un mismo
microsistema, en el cual puede aparecer un recorrido discontinuo:
MISMO
IDÉNTICO
OTRO
DIFERENTE
El principio de identidad aproximada se interpreta, entonces, a partir
de un recorrido que llevaría del "otro" al "mismo", como una captura del
proceso de identificación en la etapa de la contradicción, es decir, en laposición "idéntico". El rival no puede ser ni el "mismo" ni el "otro"; la comparabilidad de los rivales se interpreta así como presuposición sobre el
cuadrado, y la comparación entre ellos, como implicación de lo "idéntico"
hacia lo "mismo". Se comprende entonces por qué el celoso que respeta los
códigos éticos opera él mismo la implicación, al igualar su modelo por
emulación, mientras que el celoso odioso tenderá a retornar, regresivamente, a la posición "otro".
La hipótesis según la cual las competencias sólo cleberian diferir por
grado sigue siendo aceptable con la condición ele aspectualizar el proceso
ele identificación antes descrito; se representarían así los dos recorridos
posibles:
MISi\IO
OTRO
~~---~~-~----------------~
identidad aproximada
196
LOS CELOS
La identificación del celoso con el rival debe entonces ser interpretada
como un proceso discursivo: durante la construcción de los simulacros, el
celoso intenta captar la identidad modal del otro, apropiársela; si lo consigue, se convierte en émulo; si se aproxima, es un celoso aceptable; si no
lo consigue, no puede incluso pretender el título de celoso.
Comparando ahora el mérito de S 2 -según La Bruyere- y las competencias necesarias para los celos -según Racine-, se hace aparecer un
"derecho" en los sujetos. Por su mérito, recordémoslo, que es una evaluación moral de la competencia que acarrea una recompensa, 8 2 tiene derecho al objeto; en otros términos, una vez reconocido su mérito, su relación con el. objeto es modalizada por el deber-estar-ser. 8 1 por su parte
sólo tiene derecho a ser celoso si es comparable a S 2; es decir, si su competencia puede ser reconocida como suficiente: henos ahí de vuelta otra
vez, pero implícitamente, al mérito; es decir, al derecho a la recompensa
conquistada durante las pruebas calificantes. Pero entonces, si el acceso
al objeto es regulado por el mérito de cada uno, no hay ninguna exclusividad: el objeto de valor vuelve a todos aquellos que hayan demostrado
la calificación adecuada y la totalidad partitiva vuelve a encontrar sus
derechos.
Ahora comprendemos por qué la confesión del mérito es "forzada":
introduce en los celos un sistema de valores que le es contrario, un universo regulado por contrato que comporta un Destinador que reconoce
méritos y otorga recompensas y en el que la polémica debe obedecer a
las reglas de una competición perfectamente determinada. En cambio,
la exclusividad es una estrategia que recusa todo contrato y por la cual
el sujeto individual se retira de la comunidad. Una vez más, el universo
de valores opuesto al del celoso no cesa de irrumpir en su imaginario para torturarlo: hace poco, en Stendhal, por medio del simulacro del objeto
-su universalidad-; ahora, en La Chaussée y en Racine, por medio de
los simulacros del rival y del celoso -los rivales casi idénticos por el
mérito.
Para terminar este punto, la expresión confesión obligada exige imaginar una manipulación: he ahí al celoso manipulado por medio de los simulacros que construye, en particular el que se da del rival; un no-poderno-hacer le es transmitido, sin que podamos decir quién lo ha transmitido:
en este caso, la pasión parece figurar aquí, indirectamente, como "manipulador", aunque sólo sea porque dispone del sujeto apasionado para estallar en varios roles patémicos independientes, susceptibles de manipularse unos a otros.
LOS CELOS
197
Manipulaciones pasionales
e
Solicitud y confesión de dependencia
La jalousie peut plaire aux femmes qui ont de la fierté, comme une maniere nouvelle de leur montrer leur pouvoir. 12
[Los celos pueden gustar a las mujeres altivas, como una nueva manera de
demostrarles su poder.]
Por la pasión misma, el celoso demuestra su "apego". Desde el punto
de vista metodológico, es verdad que la pasión dificulta la reconstitución
ele los presupuestos, ya que "dispone" al sujeto gracias a una orientación
prospectiva; pero como pasión, y una vez reconocida como tal dentro de
una taxonomía cultural, presenta en sí misma cierto número de presuposiciones modales que un coparticipante del sujeto apasionado está en
condiciones de reconstituir. El hecho de que uno pueda reconocer el apego
a los signos de los celos prueba de alguna manera que la pasión es de naturaleza sintáctica, ya que las manifestaciones odiosas, agresivas y los
diversos sufrimientos de los celos no pueden presuponer el apego como
segundo plano paradigmático; sólo puede tratarse de una presuposición
de antecedentes sintácticos. En este caso, las manifestaciones de los celos,
hasta las agresivas o disfóricas, reactualizan como presuponientes el
apego que es el presupuesto.
Pero en el enunciado citado, el apego de S 1 a 0,8 3 reaparece después
por presuposición en la interacción pasional, llega a ser el soporte de una
estrategia y aparece por ese hecho como una solicitud de dependencia, por
un lado, y una confesión de dependencia, por el otro. En efecto, una vez
que el deber-estar-ser es puesto en circulación en el simulacro -como
todas las modalizaciones que se encuentran en ese caso--, es susceptible
ele ser aprovechado en el intercambio entre los interactantes. Proyectado
sobre la relación que se colocó entre los simulacros de S 1 y S3 , el deberestar-ser introduce ahí una relación jerárquica que induce una manipulación: tal sería s3, que manipularía a sl para obtener esa "confesión ele
dependencia" que son los celos.
Al parecer estamos frente a un fenómeno semejante a la atracción. En
efecto, la atracción de un sujeto por un objeto supone que una fuerza cohesiva, exterior al propio sujeto, lo atrae hacia el objeto; en el marco de lo
que hemos llamado el sentir mínimo, la fuerza tensiva es primero y suscita los ;'efectos" fuente y meta, sujeto y objeto, pero en el nivel discursivo el
sujeto deberá suponer que otro sujeto es responsable de racionalizar esa
fuerza, en el ejemplo, su "objeto", que llega a ser competente para atraer.
12
Stendhal, De l'amour, op. cit., p. 128.
198
LOS CELOS
Asimismo, el sujeto que resulta afectado por la modalización que
engendra el apego supondrá que viene de otro sujeto, en el ejemplo, el "objeto" del apego. Por consiguiente, una vez que la modalización es introducida en el simulacro pasional, cada uno de los copartícipes puede ser llevado, desde su punto de vista, a atribuir la responsabilidad al otro; también
SI puede imaginar que S3 le pide que manifieste los efectos de la atracción
que resiente, y S 3 creer que atrae a SI. Por eso, 8 3 pasa por ser un sujeto
manipulador que habría modalizado merced al deber-estar-ser la relación
entre SI y su objeto.
La reconstrucción a la cual se entrega el sujeto apasionadD dentro del
simulacro no es pues la misma que aquella que podemos establecer desd~
el exterior con los recursos del análisis. En el simulacro, el apego receloso
del celoso sería en cierta forma un amor que guardaría la memoria de una
derrota, ya que el apego es reinterpretado como una enajenación, la cual
sólo podría resultar de un enfrentamiento. Habría entonces que suponer
aquí una prueba anterior al propio apego, la cual, en el transcurso del nacimiento del amor, terminaría con la dominación de s3 sobre sl y que, en
el momento mismo de los celos, se saldaría por una reafirmación de la dominación. Por lo tanto, el celoso está bien definido como exclusivo, posesivo, captatorio; hay que suponer entonces que el gesto de posesión por medio del cuál acapara al ser amado hace posible una dominación inversa.
Es una banalidad decir que uno llega a ser dependiente de los objetos que
posee cuando se está apasionadamente ligado a ellos; la cosa se aclara si
uno se acuerda de que el celoso ha puesto todo su estar-ser -sintáctico y
semántico- en la junción con un objeto de valor exclusivo y que ese objeto
es susceptible de dejar su lugar a un sujeto competente e independiente.
Es verdad que por la conquista y la apropiación en la dimensión pragmática S 1 somete a O a su poder y a su querer; pero en la dimensión tímica del gozo posesivo, es SI quien está a merced de O,S 3 .
El recorrido figurativo del amor, al comprender el reel}.cuentro, la
seducción recíproca y la confesión del amor, es el objeto de una relectura
dentro del simulacro, bajo la doble influencia de la modalización del deberestar-ser y de las nuevas interacciones que se establecen bajo la égida de
los celos; esa relectura reorganiza el recorrido en prueba, comportando las
tres etapas canónicas: confrontación-dominación-apropiación.
El fenómeno más interesante aquí es sin duda el de la diseminación
de las modalizaciones sensibilizadas en el simulacro y en los copartícipes
de la interacción. Parecería que esas modalizaciones una vez asumidas
por el simulacro, pueden ser capturadas por cualquiera de los interactantes para enriquecer la comunicación pasional con un nuevo recorrido
figurativo. Por eso, desde. el punto de vista del celoso, lo que se lee como
un "apego exclusivo" llega a ser, desde el punto de vista de las mujeres
que aman los celos, una "dependencia" lisonjera. Esencialmente, diferen-
LOS CELOS
199
cia de sincretismo, porque cada uno de los dos copartícipes se da a sí
mismo o atribuye al otro, según el caso, el rol del operador modal que
proyecta el deber-estar-ser sobre la relación 8 1-0.
Otro hecho relevante: una vez desencadenada la interacción pasional
por uno de los copartícipes, una vez diseminados los dispositivos modales
en el simulacro, se fijan sobre tal o cual interactante -a merced de las
estrategias y de los cambios de punto de vista- y lo patemizan. La competencia del sujeto manipulador 8 3 es aquí tan pasional como la del celoso
manipulado, puesto que los celos de uno encuentran respuesta en el arrojo del otro; en efecto, Stendhal precisa que las mujeres capaces de reinterpretar los celos como confesión de dependencia son "mujeres que tienen
arrojo". Ellas, entonces, están. "dispuestas" a una interpretación que les
da la posición dominante, y los celos no hacen otra cosa que reactualizar
esa disposición ofreciéndole el dispositivo modal adecuado y ya sensibilizado. La comunicación dentro del simulacro pasional toma así la forma
de una interacción entre las "disposiciones" pasionales de cada uno, que
se reactivan recíprocamente gracias al poder de transmisión de las modalizaciones sensibilizadas que circulan entre los copartícipes.
Es característica de la manipulación pasional la sustitución de los
roles patémicos por las competencias ordinarias del manipulador y del
manipulado; al "hacer-hacer" se opondrá entonces el "hacer-padecer" y el
"hacer-gozar". En lugar de incitar al sujeto manipulado a realizar un programa pragmático, el manipulador lo "apasiona" para hacerlo realizar un
programa tímico. En el dispositivo modal que nos ocupa, el poder de 8 3 se
transforma en deber de S 1, y el hacer padecer consiste en proyectar la disforia sobre la modalización de S 1. De esa forma, el apego se convierte en
enajenación dolorosa; el hacer gozar, inversamente, consistiría en transformar el deber de sl en poder de s3 y en proyectar la euforia sobre lamodalización de este último; es así como Stendhal sostiene que los celos gustan a las damas.
e
La escena y la imagen
... Dans le champ amoureux, les blessures les plus vives viennent davantage de ce
qu'on voit que de ce qu'on sait. [... ] Voici done, enfin, la définition de l'image, de
toute image: l'image, c'est ce dont je suis exclu [... ], je ne suis pas dans la scene. 13
[En el campo amoroso, las más vivas heridas provienen más de lo que se ve que de
lo que se sabe [... ] He aquí, pues, la definición de la imagen, de toda imagen: la
imagen es aquello de lo que estoy excluido [... ],yo no estoy en la escena.]
13
R. Barthes, Fragrnents d'un discours amoureux, París, Ed. du Seuil, "Tel Quel", p.
157. [Ed. esp.: Fragmentos de un discurso amoroso, México, Siglo XXI, 1982, p. 154.]
200
LOS CELOS
La transformación pasional central de los celos es presentada por
Barthes como un "espectáculo" de la relación entre el rival y el objeto, dado a ver al celoso; es lo que permite desplegar figurativamente los fines y
los medios de la tortura infligida al sujeto de estado por el sujeto cognoscitivo. El celoso es aquí un espectador, es decir, un observador cuyas coordenadas espacio-temporales están fijadas respecto a la escena, pero que no
puede entrar como actor en la escena misma. En el caso particular de los
celos, esa posición específica resulta de la exclusividad instalada por el
mismo celoso; de ahí que, una vez cumpiida la exclusión, S3,0 sólo puede
estar en conjunción con un solo sujeto a la vez y la conjunción de los otros
es modalizada por el deber-no-estar-ser; en el dispositivo presupuesto por
los celos, el sujeto conjunto es S 1, y el sujeto excluido, S2 . Pero en la medida en que las modalizaciones sensibilizadas son diseminadas en la interacción, es suficiente con que, en uno de los escenarios suscitados por las
sospechas de S 1, 8 2 se encuentre en relación con el objeto, para que la exclusión sea aplicada al mismo celoso, que se convierte entonces en el importuno surgido de la totalidad partitiva. De hecho, el principio de la diseminación de la modalización sensibilizada dentro del simulacro se vuelve
de nuevo contra aquel que lo introdujo, y; por la tercera vez, el sufrimiento que de ahí resulta tiene por origen un hacer cognoscitivo del celoso
mismo.
La "imagen" o la "escena" designan aquí el simulacro pasional figurativizado; es deGir, espacializado, temporalizado, actorializado y semantizado. El hecho de que las coordenadas espacio-temporales del espectador
puedan coincidir con las de la escena -y eso, cualquiera que sea la posición espacial y temporal de la pareja SrjS 3 respecto al celoso como actorconstituye una de las explicaciones del efecto de "presentificación" que
procura el simulacro pasional, ya que cualquiera que sea el lugar o época
en que esté el celoso como actor, el celoso en cuanto espectador estará presente en la escena. Pero, desde otro punto de vista, ese embrague espaciotemporal es sólo la manifestación figurativa del reembrague sobre el sujeto tensivo. De ahí resulta que el simulacro se encuentra en un presente
eterno respecto al discurso de acogida, lo que explica su indiferencia hacia
la perspectiva adoptada; que la infidelidad sea realizada, esperada o incluso a punto de cumplirse, es de todas maneras presentificada en el curso de la crisis celosa.
Por lo tanto, no habrá mejor director de escena que el celoso: incluso
en relación con la escena actual, que eventualmente se desarrolla ante
sus ojos, los actores sólo son para él simulacros que proyecta y de los que
dispone a su agrado. En cierta forma, el celoso es susceptible de intervenir
en la temible escena, pero solamente como "director de actores" que realiza in vivo los simulacros que lo obsesionan.
Un dispositivo de ese tipo ofrece un gran número de posibilidades pa-
LOS CELOS
201
ra recorridos cognoscitivos ocasionales; efectivamente, si S 1 es espectador,
la pareja SjS 3 es informador; como todo objeto cognoscitivo, y a fortiori en
una interacción pasional en la que las modalizaciones están diseminadas,
es susceptible de transformarse en sujeto cognoscitivo que "sabe que tiene
algo que hacer saber" y que disimular eventualmente. Pueden entonces
florecer las estrategias veridictorias y epistémicas, así como las variaciones polémico-contractuales del intercambio de informaciones.
o
Contramanipulación: fingir no creer más
Comme on n'a de pouvoir sur vous qu'en vous ótant ou en vous faisant espérer des
choses dont la seul passion fait tout le prix, si vous parvenez a vous faire croire
indifférent, tout a coup vos adversaires n'ont plus d'armes. 14
[Como sólo se tiene poder sobre vosotras despojándoos o haciéndoos esperar cosas
a las que únicamente la pasión pone precio, si vosotras llegáis a haceros creer
indiferentes, de golpe vuestros adversarios quedarán desarmados.]
Si un creer puede desencadenar todo, el fin del creer puede también
detenerlo todo. Pero no se trata aquí de no creer más, sino de hacer creer
que no se cree más. La estrategia está enteramente fundada en el simulacro de 8 1, ya que el celoso no sólo construye el simulacro de sus copartícipes en los celos, sino también el suyo propio, sobre el cual se fundan las
manipulaciones de las que es objeto. Modificando su propio simulacro, puede interrumpir el curso de la manipulación o modificarlo: las "armas" de
que disponen los sujetos en la polémica amorosa son armas modales. Pasando del apego a la indiferencia sobre el modo del parecer, el celoso remplaza un deber-estar-ser por un no-deber-estar-ser, y las diversas estrategias de dominación y de crueldad de las cuales es víctima pierden momentáneamente su soporte modal hasta la próxima contramanipulación.
En ese tipo de manipulación pasional, la apuesta no es la búsqueda
directa de un objeto efectivamente demostrado en el enunciado -es verdad
que puede concurrir, pero indirectamente-, sino el control de una representación, el dominio de los simulacros. Ese control se obtiene por las
intervenciones en los dispositivos modales que son diseminados en la
interacción, gracias especialmente a las transformaciones veridictorias
que permiten a cada uno de los copartícipes presentar al otro sólo las
mutaciones modales que concibió para su uso.
14
Stendhal, De l'amour, op. cit., p. 124.
202
LOS CELOS
La moralización
• ¿Desprecio o sobreestima?
Vous étes réduit a vous mépriser comme aimable: ce qui rend la douleur de la
jalousie si aigue, c'est que la vanité ne peut aider a la supporter.l5
Suzanne: Pourquoi tant de jaolusie?
La comtesse: Comme tous les maris, ma chere, uniquement par orgueil. 16
[Vosotras os reducís a despreciaros como amable: lo que hace tan agudo el dolor de
los celos es que la vanidad no puede ayudar a soportarlos.]
[Susana: ¿Por qué tantos celos?
La condesa: Como todos los maridos, querida, sólo por orgullo.]
El celoso, que apareció a la vez como un sujeto de estado y como un
sujeto cognoscitivo evaluador de los méritos, se toma aquí como sujeto de
evaluación y moraliza su propio dispositivo modal. Stendhal concluye con
su indignidad; en Beaumarchais, el celoso se sobreestima; la contradicción
es sólo aparente.
"Amable" -literalmente: "que puede ser amado"- comprende la modalidad poder-(estar-)ser; esa modalización del (estar-)ser es luego moralizada,
sobredeterminada por un juicio ético que permite concluir que (estar-)ser
amable es estimable, y no (estar-)serlo, despreciable. La expresión "despreciaros como amable" presupone ciertamente que el celoso se haya reconocido ante todo como no siendo amado, y después solamente como no siendo amable; vemos aquí, en detalle, cómo las modalizaciones se desplazan
en el simulacro, puesto que el celoso plantea para comenzar que el objeto
puede no estar conjunto con él y deducir -de ahí, para terminar- que él ·
mismo no puede estar conjunto con ningún objeto de la misma naturaleza.
El "orgullo" se basa en una sobrevaluación de su propia competencia,
la cual, si no formula directamente un deber-estar-ser, prepara, sin embargo, la actualización. En efecto, se trata aquí de un saber que tiene por
objeto el "valor" del sujeto, que este último adquiere al atribuirse el rol de
Destinador encargado de sopesar los méritos y de distribuir proporcionalmente las recompensas: la conjunción se convierte entonces en un derecho.
Se nos ocurren dos explicaciones para esa divergencia entre Stendhal
y Beaumarchais. Primeramente, no adoptan la misma perspectiva. El
menosprecio se construye en un primer punto de vista, el de 8 3, cuya falta
de afecto es imputada a una falta de estima; después, un segundo punto
15
16
!bid., p.123.
P.A.C. ele Beaumarchais, Le mariage de Figaro, acto
11,
escena l.
LOS CELOS
203
de vista, el de S 1, permite confirmar el primer juicio y moralizarlo. La
sobreestima es edificada a partir de un primer punto de vista, el de S 1,
que se evalúa positivamente; enseguida, un segundo, el de S 3, que afirma
el primer juicio, lo encuentra erróneo y moraliza ese error. En los dos
casos, los mismos dos puntos de vista son solicitados e intercalados uno
dentro del otro, pero con una inversión jerárquica tal que según el caso la
moralización es la obra, en última instancia, de S 1 o de S 3.
Por otra parte, Stendhal y Beaumarchais no hablan exactamente de
la misma cosa. Stendhal define el menosprecio a partir del no-poder(estar-)ser-amado, es decir, a partir de un dispositivo modal instalado por
los celos y en el que el ser amado se ha convertido en un sujeto autónomo
a los ojos del celoso. Beaumarchais convoca en cambio el sentido de la dignidad y de la superioridad por derecho; el orgullo del celoso, al basarse en
cierta forma en el sentimiento de "lo que le es debido", depende entonces
ele un deber-estar-ser, y no de un poder-estar-ser; hace, pues, referencia a
las modalizaciones que presuponen los celos y no a las que implican e
instalan. Ese deber-estar-ser es homologable al del apego, no obstante que
en el texto de Beaumarchais se regulan los derechos del marido y no el
apego de un sujeto apasionado. La configuración pasional recibe aquí,
pues, un bloque modal estereotipado que define el rol temático del marido
en lugar de un rol patémico; pero una vez sumergido en la configuración y
reactivado por la interacción pasional, el bloque modal temático es sensibilizado y se manifiesta también como un rol patémico, el del orgullo. La
diferencia es más bien aquí de procedimiento, ya que por un lado el deberestar-ser tiene por efecto el apego, si es directamente presupuesto a partir
de los celos, y por el otro lado el orgullo, si es convocado a partir del rol
temático.
Según que reactive un deber-estar-ser presupuesto o que constate un
no-poder-estar-ser que le toca dentro de la interacción, el celoso será entonces, o bien tachado de orgulloso -en el estilo "receloso"-, o bien "reducido a despreciarse a sí mismo": el cambio de evaluación no descansa entonces en una contradicción interna de tipo paradigmático, sino en una transformación modal, entre una modalización presupuesta y una modalización implicada. De todos modos, ahí tenemos como resultado una contradicción interna, pero de tipo sintagmático, que define un dispositivo
paradójico resultante del encabalgamiento de las dos modalizaciones; es
gTacias a la reactivación de todos los presupuestos dentro del simulacro
que los celos provocan la confrontación de las dos modalizaciones y de las
dos evaluaciones que se derivan de allí. La confrontación es un desgarramiento, puesto que la última modalización cuestiona la primera; pero,
por otro lado, confirma la coherencia modal del sujeto, ya que si la primera modalización fuese anulada efectivamente por la segunda, no habría confrontación posible; el orgullo aparece entonces como la mani-
204
LOS CELOS
festación de un sujeto que no ha renunciado a su identidad, a pesar de los
imprevistos encontrados. Por ese hecho se comprende por qué uno de los
efectos de sentido de ese dispositivo paradójico, al basarse en la presentificación global de las modalizaciones, puede ser un efecto de dignidad recuperada.
a
Honor y vergüenza del celoso
On a honte d'avouer qu'on a de la jalousie, et on se fait un honneur d'en avoir eu
ct d'étre capable d'en avoir.l 7
[Se tiene vergüenza de declarar que se es celoso, pero se considera honorable
haberlo sido o tener la capacidad de serlo.]
En su autoevaluación, 8 1 distinguiría la manifestación momentánea y
localizada de la pasión -"tener celos"- y la capacidad -"ser capaz de tenerlos"-, eventualmente confirmada por los antecedentes -"haberlos tenido".
Esa distinción comprende, de hecho, varios, de diferentes órdenes.
Ante todo, una distinción temporal: aquí y ahora, los celos serían vergonzosos; entonces o ulteriormente, ya no lo serían, y uno podría incluso
ufanarse de ellos. El sujeto de enunciación -la confesión es, entre otras
cosas, una enunciación- no puede confesar más que unos celos que él no
experimenta -es decir, desembragados-; puede tener en ese caso un discurso pasional -i.e. que habla de sus pasiones-, y no un discurso apasionado -i.e. en el que su pasión se expresa directamente. La moralización
positiva de un desembrague no está hecha para sorprender, ya que en
suma conduce a la "buena distancia", y porque ese criterio está bastante
difundido en los juicios éticos. Pero en el caso de los celos -y sin duda en
la mayoría de las pasiones-, la moralización positiva descubre un código
de honor particular que merece examinarse.
Si el sujeto no confiesa sin vergüenza los celos que experimenta -en
un discurso apasionado y embragado en el que ellos se expresen directamente-, es, para comenzar, en nombre del "dominio de sí mismo", lo que
sería de alguna manera la versión pasional del código más general de la
"buena distancia". Pero, por otra parte, si confesar sus celos es enunciar la
confesión, implica un enunciatario que se va a encontrar atrapado en el
simulacro pasional: enunciando su pasión, el sujeto pone en circulación un
dispositivo modal sensibilizado con los efectos de "contagio" que conocemos. Otro código, pues, que proviene del pudor y de una forma de cortesía
que quiere que no se implique muy profundamente al enunciatario en los
efectos en espiral de la sensibilización.
Por lo demás, la pasión aprehendida aquí y ahora es un sentimiento
17
F. de La Rochefoucauld, Maximes.
LOS CELOS
205
que se expresa, una transformación tímica que se manifiesta, un placer
o un sufrimiento ostensibles, mientras que la pasión aprehendida como
capacidad, potencial o ya probada, es una competencia pasional, una disposición implícita que caracteriza al estar-ser del sujeto. La disposición indicada reagrupa, en este caso, lo esencial de los presupuestos: apego, posesión exclusiva y desconfianza, entre otros. Si seguimos a La Rochefoucault
en sus juicios éticos, la vergüenza se dirigiría a la transformación pasional
manifestada aquí y ahora corno un sufrimiento que reclama venganza y
que los diccionarios estigmatizan siempre como "sentimiento malo"; en
cambio, el honor se dirigiría a los presupuestos, permitiendo al sujeto ufanarse solamente de lo que permite estar-ser celoso, de lo que la transformación tímica presupone y reactiva como identidad modal.
o
La presión de la totalidad social
Importa sobre todo localizar en qué estriban los juicios éticos y en nombre
de qué. Se señalará, para comenzar, que el reparto hecho aquí es homólogo del que nos ha permitido articular el orgullo y el menosprecio de sí:
modalización presupuesta por un lado, modalización implicada e instalada por el simulacro por el otro. Las moralizaciones que hemos señalado
hasta aquí permiten avanzar al menos sobre tres puntos, sin que se pueda
saber aún cómo se organizan las axiologías subyacentes.
En primer lugar, parecería que falta distinguir claramente los presupuestos de los celos y la transformación tímica propiamente dicha,
además de su entorno modal específico; esa autonomía relativa de las dos
secuencias modales había aparecido ya a propósito de la distinción entre
la desconfianza que suscita el recelo del rival y la difidencia que se traslada luego al ser amado. Los presupuestos tienen el estatuto de modalizaciones siempre aprobadas aun si los celos no estallan, mientras que las
modalizaciones propias de la crisis pasional tienen el estatuto de enunciados ficticios que pertenecen a un simulacro de segundo grado, proyectado
a partir del aquí/ahora del espectador celoso.
En segundo lugar, el observador evaluador -aun en los casos en que
ese rol se confunde con el del celoso-, es un observador social que introduce
en la configuración pasional sistemas de valor que le son ajenos o contrarios: las evaluaciones del mérito, por ejemplo, constituyen en cierta forma
un desquite del sujeto colectivo sobre el sujeto individual exclusivo, al igual
que la universalidad del objeto de valor. Para el celoso, la dificultad reside
en no poder resistir en todos los frentes la presión de la totalidad social:
toda evaluación del objeto, como de los sujetos, es una brecha de la que esa
presión se aprovecha, ya que las evaluaciones se basan en códigos comunes
compartidos y son subtendidos por las fuerzas cohesivas de lo colectivo. A
ese respecto, aunque los celos descansan en fenómenos tensivos y cuantita-
206
LOS CELOS
tivos de la misma naturaleza que los que han sido propuestos para la
avaricia, se distinguen por otro tipo de desequilibrio: en la avaricia observábamos la aparición de un lugar individual que desviaba una parte del
flujo circulante del valor y lo retenía; en los celos, al estar constituido ese
lugar, somos llevados a constatar los efectos de la presión colectiva sobre
ese lugar; por un lado, las fuerzas cohesivas ceden ante la fuerza de añadidura de un lugar individual; por el otro lado, la fuerza cohesiva de un lugar
individual -dispersivo con respecto a lo colectivo- es atacada por la atracción más fuerte ejercida por lo colectivo.
Por último, hay que seguir preguntándose por qué el juicio ético valoriza las posiciones presupuestas y desvaloriza las posiciones implicadas
en el simulacro. A manera de hipótesis, podría uno pensar que el juicio
mejorativo 18 sanciona la actitud de un sujeto que defiende o que está listo para defender su apego contra la adversidad, mientras que el juicio
negativo sanciona la actitud de aquel que no participa en el juego de la
concurrencia hasta el fin y que huye de alguna manera de la adversidad,
refugiándose en una crisis fiduciaria y pasional. Es como si los celos
sustituyeran a la secuencia de resistencia pragmática del rival, cosa que
se podría esperar en vista de los antecedentes pólémicos del celoso, por
una secuencia tünica que se desarrolla dentro del simulacro; esa sustitución es la que sería condenada. Pero lo uno no impide lo otro, ya que no
falta un celoso que esté en condiciones de acumular a la vez la actitud
"honorable" y la actitud "vergonzosa".
" La moral de la firmeza
Todas esas observaciones tenderían a probar que varios códigos éticos
entrecruzan sus efectos en la configuración. El hecho de que los presupuestos -comprendidas la exclusividad y la difidencia- sean valorizados o
al menos bien tolerados y que una ética del mérito venga a inmiscuirse en
los asuntos amorosos tendería a probar que un sistema de valores colectivo
regula las relaciones conflictivas en la colectividad y provee una especie de
código del buen uso de la polémica. Ésa sería una especie de concepción del
honor, según la cual las rivalidades deben resolverse "por las buenas" y con
referencia a los juicios de un Destinador que estatuye sobre el valor respectivo de los adversarios, sin atascarse en las interacciones tortuosas del
simulacro pasional.
Otro código ético, esta vez de tipo individual, moralizaría el apego, así
como las dichas y las desdichas que lo acompañan: muchos celosos consideran de hecho que la e~clusividad del apego responde a una exigencia
moral, y no desde el punto de vista del ser amado, lo que resultaría en mo18
Neologismo, por oposición a "peyorativo" [T.J.
207
LOS CELOS
ralizar la fidelidad de otro, aunque desde el punto de vista del celoso, todo
lo cual resulta en moralizar la fidelidad a sí mismo; es decir, la permanencia de una constitución pasional. En otro sentido, el celoso moraliza positivamente la posesión exclusiva, ya que representa lo que se debe a sí
mismo; es decir, una selección drástica de las junciones dignas de él. Parecería que en ese caso lo que aprehendimos intuitivamente como aquello
que es "digno de ... " abarca un criterio del valor; es decir, una 'ilalenciR ..AJ
moralizar el apego exclusivo desde el punto de vista individual del celoso,
se reconoce que la propiedad de "exclusividad" es el criterio mismo de todo
valor en la configuración.
Notaremos por último la intervención de un tercer tipo de código ético
que no tendria nada de específico para los celos, puesto que ya lo hemos
encontrado a propósito de la avarü:ia. Lo que da vergüenza es la transformación tímica misma, embragada en un discurso apasionado que, porque
es una confesión, sólo puede manifestarla directa y ostensiblemente. Ése
sería uno de los últimos avatares de la ética clásica, para la cual la vida
afectiva debe permanecer secreta; en ese sentido, la moralización de los celos llevará a los comportamientos o a las actitudes observables, aun ostensibles, porque eso precisamente es lo que se considera como vergonzoso.
La falta de reserva, la indiscreción de la pasión remite, al parecer, a un
no-saber-no-estar-ser; la "reserva" es una actitud observable y es considerada en los diccionarios de lengua como una "cualidad" -y su contrario, como
un "defecto"-, cualidad que consiste en "no darse indiscretamente, en no
comprometerse imprudentemente". Como lo hace notar Stendhal: "Las
mujeres altivas disimulan sus celos por orgullo." El sistema del saber-estar-ser podría ser interpretado en ese caso como el sistema de saberes que
organizan el estar-ser de un sujeto. Igual que los saber-hacer pueden
aparecer como saberes que organizan el hacer, bajo la forma de una inteligencia sintagmática, habria una organización del estar-ser que demostraría una "inteligencia del corazón". De hecho, la sintruüs intermodal puede
ser objeto de una regulación y de una optimización, de la misma forma que
la sintaxis narrativa. Esa regulación y esa optimización pueden a veces ser
objeto de juicios estéticos -como en el caso del honorable caballero de la
época clásica o del dandy posromántico-, pero serán más frecuentemente
evaluados en la dimensión ética, definiendo una moral de la firrneza.
Para dar cuenta de la "firmeza" se puede proponer el modelo siguiente:
FIRMEZA
(saber-estar-ser)
AUSENCIA
DE RESERVA
(no-saber-no-estar-ser)
RESERVA
(saber-no-estar-ser)
AUSENCIA
DE FIRMEZA
(no-saber-estar-ser)
208
LOS CELOS
El sujeto apasionado moralizado es un sujeto que sabe comportarse o
que no sabe comportarse -encontrándose entonces ''desafirmado", a menos que no "salga de su reserva". En cuanto a nuestro celoso, tendería
más bien a salir de su reserva. Hay que señalar que la moralización del
sistema mismo puede ser obtenida a partir de un código que anule los
efectos del primero y que dé testimonio de otra cultura patémica:
SEGURIDAD
(firmeza)
ESPONTANEIDAD
(ausencia de reserva)
DISTANCIA
(reserva)
TIMIDEZ
(ausencia de firmeza)
La diferencia entre los dos tipos de moralización podría explicarse
gracias al cambio de apreciación concerniente a las manifestaciones de la
vida afectiva; en un caso son privilegiados la retención y la filtración de la
información; en el otro, el criterio positivo retenido es la transparencia
afectiva, el libre acceso a la vida interior de otro. Todo depende finalmente
de la manera como cada cultura se represente la regulación de las relaciones interindividuales. El saber-estar-ser está acompañado de un hacersaber que supone, en el informador (el sujeto apasionado) y en el observador social a la vez, una competencia completa y en particular los querer
que presiden la emisión y la recepción de la información.
El querer de uno y el del otro entran en confrontación y determinan así
un conjunto de regímenes intersubjetivos que no hay lugar para desarrollar
aquí, pero que se comprende que pueden ser moralizados en función, por
una parte, de la "firmeza" adoptada por el sujeto apasionado y, por la otra,
de la espera propia del observador social. Por eso, la "falta de reserva", aun
si es involuntaria (no querer no informar), aun si es irreprimible (no poder
no informar), encontrará un observador que podrá tanto querer como no
querer asistir a las manifestaciones pasionales. En un caso, se considerará
que la falta de reserva es un factor de regulación interindividual, ya que la
manifestación de la pasión permite reconocerla, prever sus desarrollos y
adoptar una actitud adecuada como respuesta; será entonces denominada
"espontaneidad". En el otro caso, se podrá considerar, inversamente, que la
falta de reserva es un factor de desregulación en la colectividad; por ejemplo, si 8 1 reafirma la presencia de un objeto de valor por sus manifestaciones pasionales al expresar su deseo y su apego, tendrá por efecto, estando
el deseo de cada uno mediatizado por el otro, reactivar o mediatizar el
deseo de 8 2 , intensificar la concurrencia, y así sucesivamente ...
LOS CELOS
209
La moralización negativa haría aquí eco a una necesidad social: para
que la circulación de los roles patémicos en la colectividad permanezca
controlable, cada quien debe demostrar modestia y discreción. He ahí dos
versiones posibles de la ética social según el saber-estar-ser: una que valoriza la espontaneidad, y la otra, la reserva. Si reconciliamos ahora ese balance con los resultados obtenidos a propósito de la avaricia, se observará
que están en marcha dos grandes tipos de moralización, y cada uno de
ellos es más especialmente aprovechado en una o en otra de las configuraciones: por una parte, una ética de la circulación de los objetos de valor y,
por la otra, una ética del intercambio de los simulacros modales en la
comunicación, la primera tiene que ver esencialmente con los valores descriptivos, la segunda, con los valores modales sensibilizados. En el nivel
semionarrativo y en la medida en que el universo de las pasiones descansa enteramente sobre los dispositivos modales sensibilizados, se puede
considerar que los códigos que regulan la circulación de esos dispositivos
en la interacción son específicamente y por definición códigos de la ética
pasional.
Dispositivos actanciales y modales de los celos
0
Dispositivos actanciales
Una vez comprometidos en el simulacro pasional de S 1 los actantes 8 1, S 2,
0,8 3 , se encuentran de alguna manera desmultiplicados en un conjunto
de roles, necesarios para la puesta en escena de los celos. Tres tipos de
roles han aparecido hasta ahora: roles actanciales, roles patémicos y roles
temáticos. Los actantes de base corresponden frecuentemente a tres
actores: el celoso, el rival y el ser amado; pero ese dispositivo estereotipado sería de alguna manera la versión "fácil" del sistema. En las versiones
teatrales más sofisticadas, intervienen otros actores para desempeñar tal
o cual papel aislado: en Shakespeare, Yago, por ejemplo, que es a la vez el
investigador y el director de escena de Otelo, o en Racine, Enana, que contribuye a hacer nacer la sospecha y la desconfianza de Fedra. Lo cual significa que la pasión no está limitada al mundo interior de un actor, sino
que también puede ser socializada y distribuida entre varios actores, en
especial en lo concerniente a los roles cognoscitivos y a los operadores de
la transformación tímica.
·
En otra parte encontramos tres tipos de roles actanciales: primeramente, dos sujetos de estado concurrentes (S/8 2), entre los cuales circula
el objeto de valor; enseguida, sujetos manipuladores (S 2 y S 3 con respecto
a S 1, y 8 1 con respecto a 8 2 y 8 3 ); por último, sujetos cognoscitivos que
evalúan, averiguan y recorren las diversas posiciones fiduciarias.
210
LOS CELOS
Conviene distinguir también dos tipos de roles patémicos: los de S 1,
quien aparece sucesivamente como posesivo, receloso, orgulloso, celoso ... , y
los de S 2 y S 3 que, siendo aquí completamente accesorios, no interactúan
menos con los primeros; la crueldad, la coquetería, la falta de delicadeza de
intervienen, lo hemos visto, en la evolución de los
los dos copartícipes de
celos.
Finalmente, los roles temáticos pueden sobredeterminar tal o cual rol
pasional o sustituirlo, sin que uno pueda preverlos en la configuración de
los celos; eso pasa con el "marido", que instala en el lugar del apego un
deber-ser institucional y estereotipado. La aparición de esos roles temáticos depende de hecho de los vertimientos semánticos particulares -en Le
mariage de Fígaro, se trata del "casamiento"- que puede recibir el objeto
de valor, vertimientos frente a los cuales los celos propiamente dichos permanecen indiferentes. Sea lo que sea, para insertarse en el dispositivó·
general de la pasión, esos bloques modales estereotipados deben ser los
mismos, salvo la sensibilización, que aquellos a los que remplazan.
sl
e
La sintaxis modal
En la intersubjetividad y en el transcurso de las diferentes fases de la
interacción, todos esos roles constituyen arreglos variables, que se deshacen y se rehacen sin ·cesar. El análisis del discurso de los moralistas ha
permitido aprehender algunos; varios más podrían considerarse. A reserva de sacrificar momentáneamente la variedad discursiva de sus evoluciones, falta ahora establecer los grandes principios de su encadenamiento y de las transformaciones modales que los subtienden.
Si se quiere permancer en la isotopía amorosa para caracterizar a la
totalidad del recorrido modal del celoso, se puede comenzar por observar
la transformación que se opera: el amor cambia de naturaleza y deviene
agresivo, exclusivo, sospechoso. Esa modificación es por cierto discutible;
a propósito de Swann y de Odette, en Un amour de Swann (Proust), Merleau-Ponty (Phénoménologie. de la perception) rechaza la idea de una
transformación de ese tipo. En una primera lectura, como nos lo hace ver
el mismo Swann al final del relato, podría parecer en efecto que la preocupación por no dejar a Odette con ningún otro priva a Swann del tiempo libre que seria necesario para contemplarla y amarla como al principio; el
filósofo propone por el contrario considerar qu~., desde el principio, el
amor de Swann era tal; era unaforma de amar en que se revela y, al mismo tiempo, se lee "todo el destino de ese amor". Swann se inclina por
Odette, ciertamente, pero, prosigue Merleau-Ponty, ¿qué es "inclinarse
por alguien"? Proust responde en otra parte: es sentirse excluido de esa
vida, querer entrar allí y ocuparla enteramente. El amor de Swann no
provoca lo~ celos; es ya, desde el principio, enteramente celos; el placer de
LOS CELOS
211
contemplar a Odette era el placer de estar solo para contemplarla. Y Merleau-Ponty agrega que habría ahí como una "estructura de existencia" que
caracterizaría al mismo 8wann en persona.
El dispositivo modal sensibilizado sería, para retomar una expresión
del filósofo, un "proyecto global de personalidad", es decir, atemporal en
cuanto tal. Estaríamos gustosamente de acuerdo con lVIerleau-Ponty para
decir que los celos como tal escapan a la duración, así como a las leyes que
rigen los acontecimientos de tipo narrativo. Pero eso no significa que no
cuente con una sintaxis y que no sufra transformaciones, aun si esas
transformaciones son a temporales.
Para empezar bien, comencemos por el final. El celoso es en cierta
forma "reactivado" en su amor, pero mucho menos para contemplar (cf.
Proust) -lo que provoca en ese momento más sufrimiento que placer (cf.
8tendhal)- que para defender su bien. Esa reactivación se manifiesta en
dos direcciones: por un lado, el deseo se hace más fuerte, al grado de que
se podría tener a veces la impresión de que los celos hacen nacer el amor
(cf. Proust, a propósito de Albertine), aun cuando no es más que el revelador; por el otro lado, aparece un comportamiento posesivo ostensible. En
ese estadio, pues, querer-estar-ser y querer-hacer están asociados.
El querer sería entonces aquí el punto final de la secuencia modal:
modaliza la relación entre el sujeto de estado 8 1 y su objeto y modaliza a
8 1 como sujeto de hacer "posesivo" o "exclusivo". Ese querer presupone los
celos en sentido restringido; es decir, como crisis pasional y transformación tírnica. Tviás precisamente, presupone paradójicamente un creer-noestar-ser, la certidumbre de la infidelidad o del fracaso, el cual se basa en
un no-poder-estar-ser que define la exclusión del celoso de la "escena".
Las modalizaciones propias de la crisis celosa presuponen por sí mismas la desconfianza y el recelo, nacidos a la vez. de un entorno hostil y de
la actitud exclusiva; la desconfianza descansa sobre un no-creer-estar-ser.
Por último, como lo hemos visto, la desconfianza y el recelo sólo se comprenden si se presupone un apego confiado, es decir, a la vez un deberestar-ser y un creer-estar-ser.
Paralelamente, el simulacro del rival se ve constituido y evoluciona él
también en función ele las moclalizaciones ele la relación 8:/S 3, y en correspondencia con las cuatro graneles etapas de la secuencia modal del celoso.
Precisamente, puesto que los celos suponen la puesta en perspectiva del
conjunto ele la configuración a partir del punto de vista de 8 1, esas moclalizaciones son las que el celoso proyecta sobre el rival. Al final del recorrido, sl quiere quitarle definitivamente 83 a su rival (querer-no-estar-ser),
lo que presupone que él cree en su éxito ante 8 3 (creer-estar-ser): en efecto,
en la "escena", 8 2 y 8 3 están reunidos; creer en el éxito del rival es postular la posibilidad misma de su intervención (poder-estar-ser) y suscitar así
la "sombra" del rival. Hay, por último, que remontarse hasta la decisión
212
LOS CELOS
de exclusividad para encontrar un deber-no-estar-ser que impide a S2, en
principio, todo acceso al objeto.
Se obtienen así dos secuencias modales asociadas que se presuponen
recíprocamente:
(S¡)
deber-estar-ser
creer-estar-ser
(S2)
deber-no-estar-ser
J.
-1.
no-creer-estar-ser
poder-estar-ser
-1.
l
no-poder-estar-ser
creer-no-estar-ser
creer-estar-ser
J.
l
querer-estar-ser
querer-hacer
querer-no-estar-ser
El no-creer-estar-ser de S 1 y el poder-estar-ser de 8 2 se presuponen en
la medida que la irrupción del rival en el territorio del celoso lo hace
perder la confianza, a menos que no sea una falta de confianza lo que suscita la sombra del rival; sucede lo mismo con las dos creencias de los celos:
creencia de S 1 en su exclusión y creencia de S 1 en €1 éxito de S 2. En la
medida en que el examen de las series modales se limita a aquellas que
sobresalen sólo desde el punto de vista del sujeto celoso, las presuposiciones que los unen proceden directamente del principio de exclusividad: con
algunos matices, cada modalización de S 1 presupone la modalización contraria en S2, y recíprocamente.
Aunque hayamos optado por limitarnos al punto de vista de 8 1,
puesto que nuestro propósito sólo radica en la construcción de los celos
y de ningún modo en las diversas eflorescencias pasionales que se
pueden injertar, no hay que olvidar que los dispositivos modales que circulan en la interacción pueden descomponerse y recomponerse según si
el punto de vista adoptado es el de S 2, el de S3 o el de 8 1. Si no hay pasiones solitarias, no puede haber pasiones aisladas, ni desde el punto de
vista taxonómico (cf. la avaricia) ni, como aquí, desde el punto de vista
sintáctico.
El conjunto de la secuencia modal se presenta entonces como una
reorganización regulada e interactiva de varias series modales. En esas
reorganizaciones del equipo modal de los sujetos en interacción se dibuja
un recorrido sintáctico canónico e isótopo, el del creer-ser, que articula
confianza; desconfianza y difidencia, y en el que se podría ver la modalización que rige el conjunto del dispositivo; pero no se puede extraer ese
recorrido del conjunto, so pena de destruir el efecto de sentido pasional
213
LOS CELOS
específico de los celos. Cada uno de esos arreglos sucesivos de la modalización corresponde a un rol patémico, por lo que ocupa aquí una posición
definida en la secuencia pasional:
(Sl)
deber-estar-ser
creer-estar-ser
(82)
ROL PATÉMICO
deber-no-estar-ser
APEGO
EXCLUSIVO
t
1
poder-no-estar-ser
no-creer-estar-ser
poder-estar-ser
1
1
no-poder-estar-ser
creer-no-estar-ser
creer-estar-ser
1
1
querer-estar-ser
querer-hacer
t
DESCONFIAl"TZA
querer-no-estar-ser
RECELOSA
1
CRISIS CELOSA
1
MIORIODIO
REACTIVADOS
El conjunto se lee en dos dimensiones: cada rol comporta su propio
dispositivo modal, sus confrontaciones y sus transformaciones internas;
los dispositivos mismos se transforman unos en otros, en particular bajo
el efecto de los recorridos del creer y del poder, que modifican el equilibrio
específico y que convierten así cada rol patémico en otro. Esa doble lectura permite distinguir, para los celos, dos secuencias interpuestas una en
la otra: la Inicrosecuencia y la macrosecuencia.
o
Macrosecuencia y microsecuencia
Se puede considerar la sintaxis de los celos de dos maneras complementarias: ya sea por medio de la macrosecuencia pasional, característica de
la configuración entera, englobando entonces los presupuestos (o
antecedentes) y los implicados (o subsecuentes) de la pasión, subsumiendo
las transformaciones entre los dispositivos; o bien por medio de la
microsecuencia pasional, que toma a su cargo uno solo de esos dispositivos, aquél en el que se produce la transformación pasional específica de
los celos.
Pero es necesario observar que la microsecuencia es la de los celos
sólo en la medida en que se inserta en la macrosecuencia, al igual que la
macrosecuencia es dada como la de los celos en la medida en que comprende la microsecuencia. En suma, macrosecuencia y microsecuencia se
interdefinen, ya que todo dispositivo patémico es un ordenamiento de los
roles patémicos, es decir, un dispositivo de dispositivos, en el cual se
encuentra el rol característico de la configuración. Esa proposición puede
214
LOS CELOS
ser representada como una sintaxis en dos niveles, que tendría la siguiente forma: 19
,.... Pn
~
La macrosecuencia
El estudio de la macrosecuencia concierne siempre al nivel semionarrativo: se trata ahora de examinar en qué condiciones las categorías modales
consideradas se organizan en un dispositivo. El conjunto puede también
leerse de manera retrospectiva, por presuposición, como lo hemos hecho al
construirlo, así como de manera prospectiva, siguiendo las transformaciones intermodales; en ese segundo caso, el apego se transforma en apego
receloso, que a su vez se transforma en celos, los cuales para terminar
reactivan el apego en forma de deseo posesivo y aun de odio destructor.
Una lectura como ésta impone algunas dificultades de detalle: la ruptura del contrato fiduciario se comprende aquí sólo en relación con el apego o con un sustituto estereotipado y tematizado como el rol del "marido",
puesto que previamente hace falta una confianza y no un simple deseo.
Además, la ruptura del contrato fiduciario se comprende sólo si la sombra
de un rival (su poder-estar-ser) ha sido señalada: sin la rivalidad, ese accidente del amor únicamente puede concluir en el '<despecho" o en la
"pena", pero no en los celos; por otra parte, el recelo, que sería de alguna
manera una toma de conciencia de la rivalidad, sólo tiene sentido aquí si
está lógicamente precedido por el apego; de otro modo se sale del cuadro
estricto de los celos, para volver a encontrar una forma de "antagonismo"
o de "emulación". Por último, el hecho de que los celos puedan ser provocados por el ser amado con el fin de obtener la "confesión de dependencia"
o un amor más notorio, muestra que la pasión del "amor" es, en esa estrategia, a la vez un antecedente de los celos, bajo la forma del apego, y un
subsecuente, bajo la forma del "deseo reactivado"; el apego amoroso puede
19
Ese modelo general ya ha sido -abordado empíricamente e ilustrado en algunas monografías: a propósito de la cólera, en particular (A.J. Greimas, "De la colere", Actes sémiotiques, Documents, París, CNRS, lll, 1981, 27; versión española, A.J. Greimas, Del sentido !l,
~tladrid, Editorial Gredas, S.A., 1989, pp. 255-280) y de la desesperanza (J. Fontanille, "Le
désespoir", ibid., 1980, 16); su construcción ha sido esbozada y ha recibido una primera formulación teórica en "Le tumulte modal" (J. Fontanille, Acles sémiotiques, Bulletin, París,
CNRS, Xí, 1987, 39).
LOS CELOS
215
permancer subyacente, secreto o disimulado por pudor, y su carácter in- ,
trínsecamente posesivo y exclusivo es entonces la "palanca" modal en la
cual se apoya 8 3 para obligar a 8 1 a manifestar la totalidad del dispositivo
subyacente. Es como si, a partir del "apego exclusivo", una de entre las
numerosas variaciones posibles fuera más particularmente sensible y provocara el sufrimiento y la confesión de 8 1: la estrategia de 8 3 consistiría
entonces en buscar esa variante que es más sensible que las otras y hacerla aparecer en la interacción; globalmente, dentro de la secuencia pasional, la manipulación se presenta como un "hacer-parecer" que consistiría
en hacer pasar el apego del estatuto de presupuesto implícito (el antecedente) al de comportamiento observable (el subsecuente).
Todas esas dificultades, que pueden ser abordadas tanto en el nivel de
los efectos de sentidos pasionales como en el nivel de las modalizaciones,
garantizan la homogeneidad de los celos como macrosecuencia, ya que cada modalización produce un efecto de sentido particular que depende a la
vez de su contenido modal propio y de su inserción en un lugar determinado del dispositivo global. De hecho, en última instancia, la especificidad de
esos efectos de sentido se explica en todos los casos por la presencia de
modalizaciones regentes, las del apego y la rivalidad. El principio de "todo
se sostiene" que subtiende este análisis sintáctico del dispositivo pasional
puede ser formulado de dos maneras: el efecto de sentido del dispositivo
resulta de la asociación de los componentes y el efecto de sentido de c8.da
componente resulta de su lugar en el dispositivo de conjunto. Esa coerción
recíproca se aplica especialmente a las relaciones entre la microsecuencia
y la macrosecuencia.
o
La microsecuencia
Cada constituyente de la macrosecuencia es él mismo un dispositivo modal. Entre los cuatro retenidos para la macrosecuencia, sólo estudiaremos
el de los celos en sentido restringido; es decir, situado en el momento de la
crisis pasional. La microsecuencia -a la vez presuponente respecto de los
antecedentes y presupuesta respecto de los subsecuentes- será llamada
"constitutiva" de la pasión estudiada, en la medida en que contiene la
transformación tímica especifica identificada hasta ahora como ''crisis
pasional".
La reactivación, complejo de amor y de odio que se puede traducir
también, por .ejemplo, tanto por una adoración incondicional como por un
secuestro o una venganza (cf La prisonniere [La prisionera] de Proust),
presupone en general todos los celos, pero, más particular, e inmediatamente, un comportamiento o una actitud observables, por los cuales el celoso se manifiesta ostensiblemente como tal. En efecto, los querer (estarser y hacer) que surgen' en esta última etapa de la macrosecuencia presu-
216
LOS CELOS
ponen una movilización global del sujeto apasionado: todos los roles que
puede abarcar el actor -tímicos, cognoscitivos, pragmáticos- son afectados
en bloque, lo que se traduce entre otros por el carácter figurativo mixto de
la "actitud" o del "comportamiento" en cuestión, a la vez somático y físico.
Ya habíamos observado el "sobresalto" de avaricia de Mme. de Bargeton;
Alejandro Dumas nos ofrece, en El conde de Montecristo, una muestra de
movilización pasional, pero más inquietante, en un celoso italiano:
De son cóte, Luigi sentait naitre en luí un sentiment inconnu: c'était une douleur
sourde qui le mordait au coeur d'abord, et la, toute frémissante, courait par ses
vaines et s'emparait de tout son corps; il suivit des yeux les moindres mouvements
de Teresa et de son cavalier; lorsque leurs mains se touchaient il ressentait des
éblouissements, ses arteres battaient avec violence, et l'on eut dit que le son d'une
cloche vibrait a ses oreilles. Lorsqu'ils se parlaient, quoique Teresa écoutat, timide
et les yeux baissés, les discours de son cavalier, comme Luigi lisait dans les yeux
ardents du beau jeune homme que ces discours étaient des louanges, il luí semblait que la terre tournait sous lui et que toutes les voix de l'enfer lui souffiaient
des ídées de meurtre et d'assassinat. Alors, craignant de se laisser emporter asa
folie, il se cramponnait d'une main a la charmille contre laquelle il était debout, et
de l'autre il serrait d'un mouvement convulsif le poignard a u manche sculpté qui
était passé dans sa ceinture et que, sans s'en apercevoir, il tirait quelquefois
presque entier du fourreau.
Luigi était jaloux! il sentait qu'emportée par sa nature coquette et orgueilleuse, Teresa pouvait lui échapper. 20
[Por su parte, Luigi sentía nacer en él un sentimiento desconocido: era un dolor
sordo que le mordía primero el corazón, y ahí, estremeciéndose, corría por sus
venas y se apoderaba de todo su cuerpo; seguía con los ojos los menores movimientos de Teresa y de su acompañante; cuando sus manos se tocaban, experimentaba
un deslumbramiento, sus arterias latían con violencia y uno hubiera dicho que el
sonido de una campana vibraba en sus oídos. Cuando se hablaban, aunque Teresa
escuchaba, tímida y con los ojos bajos, el discurso de su acompañante, corno Luigi
leía en los ojos ardientes del hermoso joven que sus discursos eran lisonjas, le
parecía que la tierra giraba bajo sus pies y que todas las voces del infierno le
soplaban palabras de muerte y de asesinato. Entonces, temiendo dejarse arrastrar
por su locura, se agarraba con una mano a la bóveda contra la cual estaba parado,
y con la otra oprimía con movimiento convulsivo el puñal de mango esculpido que
estaba atado a su cinturón y que, sin darse cuenta, sacaba algunas veces casi
enteramente de la vaina.
¡Luigi estaba celoso! Sentía que por su naturaleza coqueta y orgullosa, Teresa
podía escapársele.]
Encontramos en esa reproducción de los celos "italianos" todos los ele20
Le Comte de Monte-Cristo, cap. xxxm, "Bandits romains", París, Gallimard,
Bibliotheque de la Pléiade, 1981, pp. 386-387.
LVb l.iELV;:J
mentos del dispositivo; en particular los de la microsecuencia pasional: el
espectáculo ofrecido a 8 1, el sufrimiento, el poder-no-estar-ser ("ella podía
escapársele") y la exclusión del espectador: Teresa completó una cuadrilla
en la que no había ya lugar para ningún muchacho, y el texto, jugando así
figurativamente con la cifra impar, traduce superficialmente la posición
de la unidad integral respecto a la totalidad partitiva. Pero retendremos
aquí sobre todo el hecho de que, por medio de las figuras que describen la
manifestación celosa, un entremezclamiento de lo somático, de lo cognoscitivo, de lo fiduciario y de lo pasional se impone a la primera lectura: brutalmente, el dolor opera una conexión; después, una ruptura de isotopía
en favor de lo somático, lo que remite a la imagen del propio cuerpo como
un posible arquetipo del sujeto de estado. Además, en ese fragmento, el
paso al acto, inminente pero retenido, y sobre todo el querer-hacer que supondría, está explícitamente presentado aquí como un efecto inmediato de
la movilización global de los roles comprendidos por el actor; enamorado,
receloso, violento, bandido, impulsivo, cruel: Luigi es todo eso sucesivamente, en función de las situaciones narrativas que se presentan, pero lo
es todo a la vez en esa etapa precisa de los celos que sigue al sufrimiento y
que precede el paso al acto. Tampoco es solamente un sujeto del quererhacer, ya que la movilización global de los roles que son suyos inserta aquí
otras disposiciones aparte de la de los celos; es así, por ejemplo, en la irresistible tensión incoativa hacia el hacer que debe ser tan vigorosamente
combatida y que resulta de la "impulsividad".
Siguiendo hacia atrás el itinerario modal del celoso, en la cadena de
las presuposiciones encontraríamos entonces, antes de un eventual paso
al acto, la moralización (que retiene o anima a la mano armada con el puñal...); ésta recae sobre un comportamiento observable que es -lo vemos
en el texto de Dumas- el recorrido figurativo asociado con la última modalización de la cadena. El comportamiento observable es una emoción,
que se define aquí a la vez como una movilización de todos los roles y
como apoyada en un no poder-no hacer; esa modalización da cuenta tanto
de la agitación irreprimible, exterior e interior, que afecta al celoso, como
de la manipulación tímica (y en parte reflexiva) por la cual el sujeto es
completamente movilizado; en la dimensión cognoscitiva, tal modalización
caracteriza además el hacer-saber incontrolable por el cual se traiciona
ante los ojos de un observador y que podrá ser, al final del recorrido, el
objeto de una evaluación ética.
La emoción es aquí disfórica, puesto que es un sufrimiento resultado
de una transformación tímica; en la secuencia modal, el sufrimiento conesponde a la adquisición del creer-no-estar-ser que da al celoso la certidumbre de su despojo o de su fracaso; llegado a ese punto, este último alcanzó
la fase terminativa del recorrido fiduciario.
Resumamos: en una misma etapa encontramos un estado tímico que
218
LOS CELOS
resulta de una transformación (en el nivel semionarrativo), una emoción
(en el nivel discursivo) y un comportamiento (el recorrido figurativo). En
esa etapa se superponen dos modalizaciones, una modalización del estarser (creer-no-estar-ser) y una modalización del hacer (no-poder-hacer);
pero esta última parece específica del ejemplo examinado y resulta de la
inserción, dentro del recorrido propio de los celos, de un bloque modal específico del actor Luigi, la "impulsividad". En cuanto a los celos propiamente dichos, el sufrimiento, la emoción y el comportamiento descansan
únicamente sobre el creer-no-estar-ser.
El sufrimiento y la emoción presuponen ellos mismos la operación que
los suscita, el "hacer-sufrir". Ahora bien, en el caso de los celos la transformación tímica es de naturaleza esencialmente cognoscitiva; está en efecto
mediatizada por un "espectáculo", el de la "imagen" según Barthes, que
traduce figurativamente el no-poder-estar-ser que resulta de la exclusión.
Literalmente, la exclusión es puesta en escena figurativamente bajo la
forma de un espectáculo ofrecido al celoso, y ese espectáculo que funciona a
la vez como objeto de saber y como sujeto del hacer-creer, persuade a 8 1 de
su infortunio y provoca la transformación disfórica; en Dumas se ha visto
que el carácter exclusivo de la escena era traducido por la figura cerrada
de la cuadrilla. La "puesta en escena", el "espectáculo", la "imagen" comprenden entonces una estrategia cognoscitiva cuya consecuencia es tímica.
Si nos representamos la transformación tímica como un hacer, ella
comporta un estado resultante (el sufrimiento), una operación (el espectáculo exclusivo), unos operadores (los actores de la escena) y un sujeto de
estado (el celoso sufriente); el celoso puede desempeñar varios roles y ser
a la vez, del lado del operador, director de escena y, del lado del sujeto de
estado, sujeto sufriente.
El espectáculo mismo cristaliza la "prueba" esperada y requiere para
eso una competencia cognoscitiva; puesto que la transformación tímica
adopta, esencialmente, un programa de uso cognoscitivo, hay que prever
para este último una etapa de adquisición de las competencias cognoscitivas. Dados los lazos estrechos que unen lo cognoscitivo y lo tímico, el
saber-hacer-sufrir consistirá entonces frecuentemente en un querer-observar y en un saber-indagar. El conjunto de la competenciacognoscitiva del
celoso se reduce a veces al sentimiento de que "hay algo que saber", ese
metasaber que hemos reconocido en la "sospecha". La ruptura del contrato fiduciario -susceptible de algunos otros desarrollos en la fase previa a
la crisis celosa- prepara sin embargo la aparición de un nuevo tipo de sujeto: un sujeto cognoscitivo "suspicaz", verdadero Sherlock Holmes desgraciado. Quiere decir que la sintaxis pasional comporta una "memoria" y
que, a pesar de las transformaciones modales que uno observa, cada posi-ción encontrada en el recorrido no cesa de producir sus efectos aun cuando
está rebasada.
LOS CELOS
219
En todo caso, la sospecha y la competencia cognoscitiva que condensa
no se bastan con una desconfianza anterior, y la ruptura del contrato fiduciario sólo explica parcialmente el desencadenamiento de la búsqueda
cognoscitiva. Es, por cierto, necesario saber que hay "algo que saber", pero
hace falta todavía que ese "algo" no sea "casi nada"; la sospecha no desemboca en una indagación si el "algo que saber'' coincide con una valencia, es
decir, con una sombra de valor que, por definición, no puede ser conocida
por un sujeto cognoscitivo, sino solamente captada por un sujeto tensivo;
nuestro Sherlock Holmes celoso no está animado por la curiosidad, sino
por el sentimiento de que el dispositivo de exclusión que ha instalado está
amenazado. Faltaría entonces suponer -para explicar que la sospecha celosa selecciona por así decir una categoría potencial de objetos- que en la
microsecuencia él mismo presupone una posición modal indeterminada
que seüalaría el reembrague sobre el sujeto tensivo; esa posición será
identificada aquí como una inquietud.
La inquietud es al hacer tímico lo que la emoción es al hacer somático:
una movilización del sujeto tímico, obtenida por reembrague. Tuvimos la
ocasión de anotar que el celoso estaba "agitado", "preocupado", "inquido",
es decir, enteramente absorbido por la oscilación fórica que engendra la tensión entre el apego y la rivalidad, tensión insoluble que subtiende el conjunto de la configuración. Para que el conjunto de la configuración pueda ser
puesto en discurso como un simulacro, un desembrague debe asegurar 1a
disjunción con el discurso de acogida y un reembrague sobre el sujeto tensivo desencadenar la crisis pasional propiamente dicha. Por eso la inquietud,
que apareció ya como uno de los presupuestos de la crisis celosa, nos parece
especialmente designada para ocupar esa posición presupuesta por la
sospecha. También la "movilización tímica" es aquí tensiva: los presupuestos de los celos, el apego y la rivalidad, son condensados y convertidos
en inquietud por el reembrague; la desconfianza es convertida en sospecha,
y, en cierta forma, el metasaber del cual procede opera como un "discernimiento" sobre una valencia cognoscitiva en las oscilaciones de la foria, discernimiento que va a permitir después conocer y no solamente sentir.
Lo que hemos llamado intuitivamente la "crisis pasional" abarca de
hecho dos operaciones decisivas que permitirían definir la microsecuencia
constitutiva y distinguirla de los otros componentes de la macrosecuencia:
ellos son el reembrague sobre el sujeto tensiuo y la transformación túnica.
Al final de la "crisis", un desembrague interviene gracias a la emoción que
autoriza eventualmente el paso al acto, pero que puede desembocar también en una nueva pasión.
0
Los simulacros existenciales
La hipótesis de partida era que dentro del simulacro pasional una trayec-
220
LOS CELOS
toria existencial venía a superponerse a la sintaxis intermodal y le
aportaba una armadura sintáctica previsible. La hipótesis se verifica
aquí, puesto que se puede mostrar sin dificultad que la microsecuencia se
desarrolla desde el fondo de una trayectoria existencial canónica.
La inquietud, esa preocupación del sujeto absorbido por un apego
amenazado, resulta de una posición de conjunción al menos imaginaria
--esa especie de conjunción simulada que resiste a todos los azares de las
junciones efectivas. El sujeto inquieto sería entonces un sujeto que tiene
algo que perder, un sujeto realizado.
La sospecha y el querer-saber que de ahí resulta disocian al celoso de
su objeto: la conjunción no está más en un segundo plano, en la medida en
que por la sospecha el celoso es desviado del objeto de valor y parte en
busca del saber sobre sus copartícipes a partir del simple discernimiento
de una valencia: se ha convertido, pues, en un sujeto virtualizado.
La exclusión puesta en escena por el espectáculo dado por SjS 3 pone
al sujeto frente a su objeto, pero en el modo de la disyunción; frente al
espectáculo que se le ofrece, 8 1 mide la distancia que lo separa de 8 3; por
ese hecho llega a ser un sujeto actualizado.
Por último, la emoción en cuanto tal produce para el celoso un comportamiento observable, al menos interiormente, hace de nuevo salir al
celoso del área de la junción: la relación con el objeto de valor importa menos en esa etapa que la relación de sí consigo o la relación de sí con los
otros. La figuras ulteriores del dominio de sí, de la moralización de las
manifestaciones pasionales, dan testimonio de ese cambio. Además, por la
movilización de todos los papeles que lo constituyen, el celoso reafirma su
identidad de sujeto discursivo y prepara también una eventual reafirmación de sus derechos y de sus deseos. La emoción acaba entonces el recorrido instalando al celoso en la posición del sujeto potencializado.
Los dos recorridos están entonces en fase, sea como "imagen objetivo"
común -la de un celoso en el que el apego posesivo y exclusivo es reactivado-, sea como un querer bajo la forma de deseos de venganza, de posesión
o de secuestro. El conjunto puede ser resumido así:
SUJETO REALIZADO
SUJETO ACTUALIZADO
moralización/inquietud
visión exclusiva
A
1
emoción
sospecha
SUJETO POTENCIALIZADO
SUJETO VIRTUALIZADO
LOS CELOS
221
A pesar de su aparente complejidad, la organización general de la disposición y de la trayectoria existencial se basa en una transformación
global muy simple: un dispositivo modal fundado en "deberes" engendra
un dispositivo modal fundado en "quereres"; la casi totalidad de los cambios observados en la macrosecuencia como en la microsecuencia convergen en esa modificación progresiva del equipo modal del celoso. Ésa sería
de alguna manera la historia de un sujeto inquieto que la adversidad
"fija" y orienta, incluso convierte en una monomanía, pero también la de
un sujeto que en su relación con los objetos de valor aprende a no contar
más pasivamente con cierto "estado de cosas", en un orden del mundo en
el que él tendría su sitio, y que, por el contrario, se pone a quererlo intensamente e incluso, eventualmente, a hacer como que lo obtiene.
LA PUESTA EN DISCURSO: LOS CELOS EN WS TEXTOS
Dado que era observada esencialmente a partir de un corpus lexicográfico,
la puesta en discurso de la avaricia ponía al descubierto las dos operaciones fundamentales de la convocación colectiva o individual de las estructuras semionarrativas, la sensibilización y la moralización, y, en menor grado, la aspectualización de la pasión. La puesta en discurso de los
celos será observada en los textos literarios y esa elección permitirá explorar más adelante la aspectualización bajo todas sus formas. En efecto, durante la puesta en discurso en los textos, el procedimiento de expansión
obliga a emplear en gran escala las reglas del despliegue sintáctico de la
pasión, así como sus transgresiones. Vemos cómo, por ejemplo, los cinco
componentes de la microsecuencia, la inquietud, la sospecha, el espectáculo, el sufrimiento y la emoción moralizada son atemporales tal y como la
presuposición los ha construido: pueden perfectamente invertirse, manifestarse simultáneamente o sucederse en el orden canónico. Falta entonces examinar, entre otras, las condiciones en las cuales esas disposiciones
pueden ser espacializadas, temporalizadas y, para comenzar, desplegadas
en un esquema patémico canónico.
Además, el modelo construido es puesto a prueba frente a los textos. Si
el modelo es adecuado, su aplicación debe corresponder a la intuición de un
lector cultivado; si es heurístico, debe hacer aparecer en el texto articulaciones del contenido que una lectura intuitiva no habría notado; si es explicativo, debe permitir dar cuenta de las manifestaciones que desvían y de
las incompletas. El texto aparece desde ese punto de vista como un laboratorio en el que son estudiados experimentalmente los casos límite, en el
que la pertinencia es provocada en sus últimos baluartes; si el modelo permite responder a la pregunta ¿por qué fulano o perengano es celoso?, debe
222
LOS CELOS
permitir también decir por qué algún otro no lo es. Con el estudio de los
celos en los textos de Otelo,. de Shakespeare, Un amor de Swann y La prisionera, de Proust, La celosía, de Robbe-Grillet, así como de algunas escenas de Racine, pasamos entonces en cierto modo a los ejercicios prácticos.
Dos componentes de .la puesta en discurso serán distinguidos a continuación: el componente sintáctico, por un lado, que comprende la aspectualización del proceso y sus diferentes figuras espaciales, temporales y
actoriales y, por el otro, el componente semántico, que comprende los vertimientos semánticos y las manifestaciones figurativas de las diferentes
modalizaciones.
Aspectualización: el componente sintáctico
La convocación de las transformaciones en discurso, que las convierte en
proceso, implica sacar partido del cambio. Lo que puede ser aprehendido
como una transformación entre dos enunciados de estado asegurada por
un hacer en el nivel semionarrativo, aparecerá en el nivel discursivo como
un encadenamiento de etapas, de pruebas y de actos. _El "sacar partido" de
la transformación consiste en desplegar durante la manifestación los constituyentes discursivos de lo que, en inmanencia, podía ser pensado como
una operación narrativa única, conjunción o disjunción. De ahí que postulemos un desembrague que pluraliza la transformación para hacer un
proceso, paralelamente a la convocación discursiva.
Pero la transformación semionarrativa no es la única en ser convocada en discurso para constituir el proceso: las modulaciones del devenir, el
cambio tensivo y continuo, también lo son; por esa razón, la aspectualización del proceso produce a la vez efectos continuos y efectos discontinuos.
También va a vacilar esa aspectualización, según si el punto de vista
adoptado se decide por las primeras o las segundas, entre la demarcación
y la segmentación. La cohabitación de esos dos tipos de propiedades en el
discurso es sin duda el precio que se debe pagar para que, más allá de la
fragmentación que engendra el desembrague, el proceso comprenda una
homogeneidad que, no obstante, manifiesta la unicidad de la transformación; se podría entonces considerar que la intervención de la tensividad en
el proceso se acompaña de un reembrague homogeneizante en respuesta
al desembrague pluralizador.
Puede entonces concebirse a la aspectualización como la gestión discursiva de la pluralidad obtenida por el desembrague fundador. Para
comenzar, más acá incluso de la manifestación figurativa, se distinguirán
dos grandes formas que sólo intervienen en última instancia. Una primera forma que engendra esquemas discursivos canónicos consiste en
proyectar una organización lógica que transforma la pluralidad en con-
LOS CELOS
223
catenación ordenada. El esquema narrativo canónico, reconstruido por
presuposición y que define las etapas lógicas del proceso, 21 es el ejemplo
más conocido de ese tipo de aspectualización. El responsable de esa proyección es lo que tradicionalmente denominamos "narrador'', quien tendría en cierta forma "almacenado" todo el saber hacer narrativo elaborado
por la cultura en la cual es realizado el discurso.
En cambio, el otro tipo ele aspectualización hace inten·cnir un ~~obser­
vador", dotado con una competencia cognoscitiva variable y susceptible de
ser desembragada en el enunciado. Ese observador pone en perspectiva
las diferentes etapas del proceso, establece las demarcaciones y produce
por ejemplo la serie "incoativo, durativo, terminativo", así comoJas chferentes formas de la duratividad -"puntualidad, iteratividad ... "- a propósito de las cuales habíamos ya notado que suponían una variación de la
competencia de observación, especialmente en lo que concierne a la capacidad de prever y de identificar las diferentes ocurrencias.
Los esquemas discursivos pasionales: fonnas canónicas
0
La macrosecuencia
A partir de los segmentos intuitivamente reconocidos y ele los lazos de
presuposición que unen a los diversos avatares del dispositivo modal ele
los celos, hemos podido establecer un vasto sintagma modal que combina
una macrosecuencia englobante y una microsecuencia constitutiva. La
macrosecuencia es una especie de dispositivo patémico, mientras que la
microsecuencia da cuenta más particularmente ele los encadenamientos
modales propios de la crisis pasional. Su encajamiento da el resultado del
esquema de la siguiente página:
La macrosecuencia adopta aquí globalmente el desarrollo de una
secuencia polémica, testimoniando el rol rector ele la rivalidad en la con-
21 El esquema narrativo canónico es frecuente e impropiamente considerado como
perteneciente de manera legítima al nivel semionarrativo; ele hecho, no tiene nada de un universal, porque se presenta como una construcción ideológica propia para dar cuenta de la
manera como, superficialmente, el sujeto narrativo organiza su recorrido para dar un sentido
a su proyecto ele vida y porque funciona como una rejilla de lectura cultural -Paul Ricoeur
diría que nuestra comprehensión del relato pasa por una primera aprehensión en que las
herramientas son proporcionadas por la cultura a la cual pertenecemos. En ese sentido, el
esquema narrativo canónico sería a lo más un primitivo instalado en el nivel semionarrativo
por el procedimiento retroactivo que hemos considerado para las disposiciones pasionales: el
uso colectivo da origen a un estereotipo cultural, que figura después en el almacén disponible
para una nueva convocación en discurso.
224
APEGO -7
EXCLUSIVO
LOS CELOS
DESCONF~ZA
RECELOSA
-7
inquietud
sospecha
visión exclusiva
emoción
moralización
-1
AMOR
ODIO
figuración. La confrontación es implicada a la vez por el apego exclusivo y
por el recelo, concebido como una toma de conciencia de la rivalidad y de
la amenaza. La desconfianza se presenta como una forma de la dominación al desencadenar la crisis fiduciaria; en efecto, en esa etapa el celoso puede reconocer los méritos de su rival y su "derecho al objeto", incluso se devalúa a sí mismo, lo que es otra manera de considerar que el rival
lo va a superar. En el modo del simulacro, la crisis celosa misma ocupa el
lugar de la apropiación y del desposeimiento, porque da a S 1 el espectáculo de la conjunción entre S2 y 0,8 3 . Para terminar, se puede identificar
por una y otra parte de la prueba un equivalente del contrato previo en el
apego inicial, y una contraprueba en la reactivación final, gracias a la cual
el celoso retoma la iniciativa.
Se podría adelantar aquí, por generalización, a título de hipótesis, que
la macrosecuencia de un dispositivo patémico obedece a la lógica aspectual
del esquema narrativo canónico. Durante la puesta en discurso, las presuposiciones entre los dispositivos modales específicos de cada rol patémico
de base son reinterpretadas desde el punto de vista de la lógica sintáctica
discursiva, de manera que la secuencia modal aparece, entonces, como un
encadenamiento de etapas generalizable que rige la competencia discursiva de un narrador.
e
La microsecuencia
Por el contrario, la microsecuencia parece obedecer a una lógica estrictamente patémica. La aspectualización de la secuencia modal constitutiva
produce ciertamente un esquema en el que se ha reconocido progresivamente las etapas sucesivas a propósito de la avaricia y luego de los celos.
La inquietud constituye al sujeto apasionado, puesto que comporta un
reembrague sobre el sujeto tensivo; independientemente del apego mismo,
ella determina en efecto una cierta "propensión" a la crisis pasional, cualquiera que ésta sea. La inquietud pone en movimiento la dinámica modal
y desemboca en la crisis de celos si el reembrague opera en el campo de
un apego exclusivo. La pregunta que se plantea es: ¿dónde comienza el
proceso pasional propiamente dicho? De ahí la segunda cuestión: ¿en la
cadena discursiva, dónde comienza la tensión patémica específica de la
pasión estudiada? Se denominará constitución a la etapa que corresponde
LVu vDDVu
al reembrague en que previamente es definido el estilo tensivo del sujeto
apasionado, que en el caso de los celos toma la forma de una oscilación tímica que no llega a polarizarse. Según las épocas, las culturas y los autores, la constitución será interpretada como un "temperamento" (en
Stendhal o en Proust), como un <'destino" (en Racine) o incluso como el
surgimiento del caos vital (en Shakespeare). La constitución del sujeto
apasionado es pues, la fase que procura al conjunto del proceso su estilo
semiótico.
1
Está por realizarse el estudio de los estilos semióticos, a partir de las
modulaciones de la tensión; se trata, para la semiótica por venir, de un importante dominio de investigación que tendría corno objetivo a la vez una teoría
de la aspectualización y una exploración de las manifestaciones pasionales.
Las evasivas de la veleidad, la languidez del aburrimiento, junto a la
agitación de la inquietud, serían algunas de la fom1as por elucidar.
N.B.
La sospecha y la búsqueda que de ahí resultan procuran luego al
celoso las calificaciones requeridas para la visión exclusiva, como en una
búsqueda de las modalizaciones necesarias para la performance tímica.
Además, el que conduce la búsqueda no es forzosamente el celoso: Swann
comparte las dificultades con sus amigos o incluso con profesionales.
Desde ese punto de vista, los estereotipos sociales de los celos casi han
entrado en las instituciones, puesto que una gran parte de la actividad de
los detectives privados está tradicionalmente consagrada a ese género de
búsqueda. Otelo, por su parte, no se rebaja al punto de contratar a un
investigador, pero solicita después de todo a Yago el "hacerle ver" la cosa.
La sospecha y la búsqueda, en la medida en que concurren para instalar
en el celoso un dispositivo modal sensibilizado, corresponden a la disposición. Se notará a ese respecto que, aun si el hacer cognoscitivo es delegado
a otros actores, el celoso continúa siendo el sujeto de estado (sospechoso,
difidente) que recibe las modalizaciones sensibles.
La visión exclusiva y la adquisición de la certidumbre que abarcan la
transformación tímica principal podrían ser generalizadas y denominadas
patemización. El resultado de la patemización será una emoción, definida
como un estado patémico que afecta y moviliza todos los roles del sujeto
apasionado. En fin, la emoción se manifiesta por medio de un comportamiento observable, que es el objeto principal de las evaluaciones éticas y
estéticas que hemos convenido en llamar moralización.
Si la crisis celosa es "narrable", se debe a que obedece a una lógica
discursiva proyectada por aspectualización en las presuposiciones modales y porque se organiza en un esquema patémico canónico que tendría la
forma siguiente:
226
LOS CELOS
CONSTITUCIÓN
SENSIBILIZACIÓN
MORALIZACIÓN
,
DISPOSICIÓN
PATEMIZACIÓN
EMOCIÓN
La constitución, la sensibilización y la moralización han sido reconocidas como los tres grandes modos de construcción de los universos pasionales connotativos que controlan las culturas individuales y colectivas. 22 Por
esa razón, esos tres segmentos comportan,· en el esquema· patémico canónico, referencias a las axiólogías pasionales y, más particularmente, a
aquellas que aseguran la regulación de las relaciones sociales e interindividuales; para eso, convocan rejillas ideolectales y sociolectales de representación de la pasión, de sus causas, de sus efectos, de sus criterios de
identificación y de evaluación. Finalmente, la disposición, la patemización
y la emoción son las etapas sucesivas del proceso pasional propiamente
dicho, por el cual el sujeto se encuentra conjunto con el objeto tímico.
Los esquemas pasionales: realizaciones concretas
e
Los amores fiduciarios de Roxane
La sintaxis general de los celos procura unidades discursivas y no unidades textuales; tampoco la ubicación de una forma aspectual del proceso
permite prever el orden de aparición lineal de las etapas de la pasión durante la manifestación. El examen de algunas realizaciones concretas debería permitir esbozar un principio de variación textual.
Por ejemplo, se puede buscar la confirmación y la verificación en Racine. Alrededor del personaje de Roxane, Bajazet ofrece una realización casi
íntegra y particularmente detallada de la macrosecuencia. El apego es, para comenzar, cuidadosamente justificado, sobre el modo del deber"estar-ser:
... meme témérité, périls et crainte commune
Lierent pour jamais leurs coeurs et leurs fortunes.23
[...·la misma. temeridad, peligro y temor comunes
unirán para siempre sus corazones y sus fortunas.]
22
2..,
Cf. supra, "A propósito de la avaricia" ) "La sensibilización".
':Acto I, escena l. Cursivas nuestras.
227
LOS CELOS
La confianza es también solicitada, pero ahora como el negativo de la
desconfianza:
Je veux que devant moi, sa bouche ét son visage
Me décomTent son coeur sans me laisser d'ombrage. 24
[Quiero que en mi presencia, su boca y su rostro
me revelen su corazón sin dejarme receloso.]
Puede uno obtenerla también gracias a un primer "don de la fe", que
repercute la "confesión de dependencia":
J ustifiez la foi queje vous ai donné ... 25
[Justificad la fe que os he dado ... ]
El acto II está enteramente consagrado a la proposición y a la aceptación del contrato fiduciario; el otorgamiento del contrato se sitúa entre
los actos II y III y sólo es evocado por presuposición al inicio del acto m;
aparecen muy rápido el recelo y el estremecimiento fiduciario. Los actos
III y rv son, para Roxane, los de la crisis celosa; para comenzar, encontramos la inquietud:
Ce jour me jette dans quelque inquiétude. 26
[Este día me infunde alguna inquietud.]
Sigue la difidencia, después la visión exclusiva suscitada por la
misma Roxane (S 1), bajo la forma de una trampa tendida a Bajazet y
Atalide, es decir, a S 3 y S 2, respectivamente. El aspecto "espectacular" de
la visión exclusiva no procede solamente de las exigencias de la representación teatral, es dictado aquí por el esquema patémico de los celos: al
lado de las transformaciones epistémicas y veridictorias que revelan a
Roxane la indiferencia de Bajazet para con ella y su amor por Atalide,
transformaciones suficientes en una lógica que sólo sería cognoscitiva, hay
que tener en cuenta la transformación tímica que únicamente puede acaecer por la puesta en escena del simulacro figurativo de la conjunción entre
S 2 y S 3 . En ese momento de la secuencia pasional, S 1 (Roxane) y S 3
(Bajazet) no tienen otra cosa para intercambiar que manifestaciones de
crueldad y de indiferencia, así como manipulaciones tímicas.
Por lo demás, la realización canónica de la macrosecuencia es cuida24
1,
2fi
11,
Acto
Acto
26 Acto
escena 3. Cursivas nuestras.
escena l.
lll, escena 6.
228
LOS CELOS
dosamente articulada en el recorrido de las transformaciones fiduciarias.
Cada puesto de ese recorrido procura una forma particular al apego de
Roxane; sucesivamente: el apego confiado, el apego desconfiado y receloso,
el apego difidente. Pero Bajazet ofrece además una realización del cuarto
puesto, anterior al apego confiante mismo que correspondería a un apego
por "abandono de difidencia", bajo la forma ya encontrada del "don de la
fe". El don de la fe se describe más específicarmente como una renuncia
(una negación) por la cual S 1 se rinde a 8 3, por la cual la amante se pone a
la merced del amado; lo que permite comprender retrospectivamente por
qué, en Stendhal, los celos gustan a las mujeres, quienes los suscitan
como para obtener un reconocimiento de su poder.
El encadenamiento de las diversas formas del apego se basa, por consiguiente, en una estrategia amorosa compleja, en la que la confianza y la
difidencia suponen una reciprocidad entre S 1 y 8 3 . Se trata de un intercambio de beneficios tímicos en un caso e intercambio de malos procederes en el otro, y en el que la desconfianza y la ausencia de difidencia suponen en cambio la ausencia de reciprocidad, una actitud amorosa unilateral en la que 8 1 se compromete o se libera según el caso, pero siempre sin
contraparte. En suma, el recorrido de las transformaciones fiduciarias
revela un recorrido figurativo en el amor que tendría la siguiente forma:
reciprocidad
intercambio
amoroso
·~
prueba
amorosa
reserva
amorosa
don
amoroso
unilateralidad
Este tipo de recorrido explica en parte la recurrencia de la secuencia
pasional: los celos, aunque globalmente organizados en el principio del
esquema discursivo, pueden recorrer varias veces la secuencia, pero
guardando en cada intervalo el "recuerdo" de las traiciones, de las defecciones y de las renuncias anteriores.
0
Los vestigios del esquema narrativo en La celosía
Si nos volvemos ahora hacia las realizaciones no canónicas, como la novela de Robbe-Grillet La celosía, se descubre una opción muy diferente: la
sintaxis de los celos es respetada globalmente, pero de manera paradójica
la dimensión tímica está ausente de la novela. También la confianza, la
difidencia, el sufrimiento y sus equivalentes están excluidos de la manifestación. En cambio, en cada una de las etapas de la secuencia pasional,
todo lo que toca a lo pragmático y a lo cognoscitivo está cuidadosamente
restituido. El apego se deja ver, pero únicamente como contemplación de
la belleza sensual del personaje denominado A ... (i.e.: S')) y sin que uno
pueda verdaderamente diferenciarlo de la contemplació; del ciempiés o
de la de los plátanos también tan frecuentes, si no es que más. Igualmente, el recelo está ahí, pero sin que se manifieste ninguna desconfianza; uno nota a lo más comentarios sobre la indiscreción de S 2, y una serie
de observaciones prácticas que señalan la presencia invasora de un tercer
personaje masculino en la pareja:
Bien qu'il ne se livre a aucun geste excessif, bien qu'il tienne sa cuillere de fa<;:on
convenable et avale le liquide sans faire de bruit, il semble mettre en oeuvre, pour
cette modeste besogne, une énergie et un entrain démesurés. [... ] il manque de
discrétion. 27
[Aunque no se abandona a ningún gesto excesivo, aunque sujeta su cuchara correctamente y traga el líquido sin hacer ruido, para esa modesta tarea parece
aplicar una energía y una pujanza desmesuradas. [... ] carece ele discreción.]
Franck raconte une histoire de voiture en panne, riant et faisant des gestes avec
une énergie et un entrain démesurés. 28
[Riendo y haciendo gestos con una energía y una pujanza desmesuradas, Franck
cuenta una historia de un auto descompuesto.]
El texto es explícito al menos en un punto: el carácter invasor del personaje no se debe a un comportamiento objetivamente excesivo o impropio
("aunque no se abandona a ningún gesto excesivo"); lo que él intenta implícitamente aprehender por medio de la manifestación de una energía
extraüa en el campo exclusivo de 8 1 es la emergencia de la sombra de un
rival, de un sitio hostil que se dibuja en el territorio visual de 8 1. La "discreción", en este caso, sería la transposición cognoscitiva del respeto de la
unidad exclusiva que 8 1 ha creado, y la falta de discreción la de una
usurpación cualquiera en esa unidad exclusiva; reprochar a 8 3 su falta de
discreción es pues presuponer la existencia de la exclusividad.
La ruptura del contrato fiduciario y la desconfianza son patentes, pero únicamente por presuposición y catálisis: a partir de posiciones de ob27
París, Ed. de Minuit, 1957, p. 23.
p. 110.
28 !bid.,
230
LOS CELOS
servaciones incómodas, por ejemplo, el narrador emite discretamente
clusiones que presuponen su desconfianza respecto a 8 2 o a 8 3:
con~
... impossible de contr8ler .. ."
[. .. imposible controlar ... ]
... le visage de Franck, presque a contre-jour, ne liure pas la moindre impression.
[... casi a contraluz, el rostro de Franck no revela la menor impresión.]
".. .les traits de A... , de trois quarts arriere, ne laissent ríen apercevoir.
[.. .los rasgos de A ... , de tres cuartos por atrás, nada dejan distinguir.]
La ausencia de saber, constatada incidentemente en el transcurso de
la descripción, es atribuida no a una incapacidad intrínseca del observador, sino a un ocultamiento del informador, quien no "deja" ver que no
"da" nada; ciertamente, se trata de una estrategia de descripción bastante
trivial, consistente en proyectar sobre el objeto las coerciones impuestas
por la focalización y en atribuirles una pretendida intención; sin embargo,
esa trivialidad comprende una conversión actancial que está lejos de ser
trivial en sí misma (la conversión de un objeto en sujeto): es una de las
fluctuaciones posibles de los dispositivos actanciales en el interior de los
simulacros suscitados por los celos. Además, esa desconfianza nacida del
no saber de 8 1 presupone al menos un metasaber, que se apoya en el hecho de que habría algo que ver (en el rostro de A ... o en el de Franck); es
así como nace la sospecha.
Ya no encontramos la emoción entre las etapas de la microsecuencia,
puesto que es exclusivamente timica y está fundada en el sufrimiento; en
cambio, queda algo de la inquietud en la medida en que puede manifestarse como una simple oscilación, sin otra precisión que tenga que ver con
la euforia y con la disforia; también toma aquí la vía de alternativas cognoscitivas no decidibles, que surgen a cada instante: A... ¿comió o no (p.
24)? A... ¿regresará antes del anochecer o no (pp. 122-130)? Por otra parte, se reconoce sin dificultad la búsqueda celosa, ya que es esencialmente
cognoscitiva; se asiste a la compilación de índices, a la constitución de una
red cognoscitiva. Pero falta siempre la prueba y la certidumbre; comparando esa ausencia con la de toda manifestación tímica, somos llevados a
pensar que la segunda explica la primera: la prueba y la certidumbre sólo
ocurrirían en los celos, llamadas por una espera inquieta, a la cual estarían en posibilidades de aportar un alivio de naturaleza tímica y ya no
cognoscitiva. También el pesquisidor de Robbe-Grillet se queda en los ires
··y venires entre los indicios, en la repetición de las mismas figuras y de las
mismas escenas s:in que ninguna parezca decisiva: la contracción textual
de lo tímico impide toda manifestación del creer.
LOS CELOS
231
Para terminar, constatemos en esa novela la omnipresencia de la
visión exclusiva; 8 2 y 8 3 están en sus sillones, 8 1 está en un sillón apartado; 8 2 y 8 3 son de la misma opinión, 8 1 tiene otra opinión; 8 2 y 8 3 han
leído la misma novela, que 8 1 no conoce, y así sucesivamente. La representación de la pareja S:/8 3 está en el centro de los motivos narrativos: la
comida, el aperitivo, la salida, el regreso, la lectura; la descripción invade
el texto porque el relato no es otra cosa que la yuxtaposición de las "escenas" ofrecidas a 8 1 por S:/8 3 . Así es como la técnica propia de la Nueva
Novela (JVouueau Roman) se encuentra resemantizada, remotivada dentro de la configuración de los celos.
Con la ausencia de la dimensión tímica, el texto de Robbe-Grillet sólo
guardó la huella de la sintaxis pasional: como algunas rocas duras resistentes a la erosión, uno sólo encuentra las modificaciones y modalizaciones proyectadas por el recorrido pasional en las dimensiones pragmática y
cognoscitiva, pero sin que este último esté directamente textualizado. La
huella como procedimiento de textualización encuentra un eco metadiscursivo explícito en las '~huellas", figuras del mundo natural, descritas en
la misma novela: huella del ciempiés aplastado sobre el muro o huella de
palabras y de letras sobre la carpeta de un escritorio. Los límites
impuestos al saber del narrador no son suficientes para dar cuenta de ese
procedimiento, puesto que no se trata solamente de focalización; el efecto
de "huella" resulta de una verdadera erosión discursiva, una forma de
textualización que rebasa la cuestión del modo narrativo. En esa novela la
configuración pasional es tratada como un marco de reglas discursivas
implícitas, que no aparecen como tales pero que determinan el texto por
completo. Esa tentativa literaria prueba a la vez la dependencia y la autonomía de la dimensión tímica con respecto a las otras dos: dependencia,
porque el efecto de sentido pasional no está menos presente en las modalizaciones de las otras dos dimensiones; autonomía, porque puede estar
totalmente implícita sin que eso afecte a la inteligibilidad del texto.
G
Diseminación y agitación en Un amor de Swann
En Proust, por el contrario, es el conjunto de las presuposiciones y de los
encadenamientos sintácticos el que se encuentra cuestionado. Por una
parte, el principio es reafirmado, porque la presuposición sintáctica es
una de las herramientas explicativas más poderosas del análisis psicológico proustiano; por la otra, ese principio es sin cesar trastornado por la
permanencia y la recurrencia de las mismas crisis o disposiciones pasionales a lo largo de toda la novela.
Nos enteramos así de que un amor puede nacer sin el deseo inicial,
como una historia puede comenzar in medias res:
232
LOS CELOS
En reconnaissant un de ses [de l'amour} symptómes, nous nous rappelons, nous
faisons renaitre les autres. Comme nous possédons sa chanson, gravée en nous
tout en ti ere, nous n'avons pas besoin qu'une femme nous en dise .le début [.. .}
pour en trouver la suite.29
[Al reconocer uno de sus síntomas [del amor}, nos acordamos, hacemos renacer a
los otros. Como poseemos su canción, grabada toda entera en nosotros, no necesitamos que una mujer nos diga el principio [. .. ] para encontrar la continuación.]
Pero hay que observar inmediatamente que el enamorado que se
muestra capaz de ese tipo de presuposiciones es un hombre de experiencia
que "ha sido varias veces tocado por el amor", y ya que dispone del metasaber necesario puede comportarse como el narrador de su propio recorrido pasional; en ese sentido, la pasión llega a ser una cadena de sucesos
inscrita en competencia, que uno puede sin pe:rjuicio tomar por la mitad:
todo el resto se reconstituye por presuposición. En cierta forma, Proust
subraya así el estatuto de estereotipo cultural de esos esquemas discursivos: habiendo "grabado en nosotros" toda la secuencia, la experiencia o la
memoria resurgirá siempre en un solo bloque.
Otra manifestación de la competencia discursiva del sujeto apasionado: por un simple recuerdo uno puede sufrir durante mucho tiempo de la
misma manera y con la misma intensidad:
La souffrance ancienne le refaisait tel qu'il était avant qu'Odette ne parlat: ignorant, confiant; sa cruelle jalousie le repla9ait, pour le faire frapper par l'aveu
d'Odette, dans la position de quelqu'un qui ne sait pas encore. 30
[El antiguo sufrimiento lo colocaba de nuevo en el estado que estaba antes de que
hablara Odette: ignorante, confiado; sus crueles celos, para hacerlo temblar por la
confesión de Odette, lo volvían a poner en la posición del que todavía no sabe ... }
La capacidad para operar presuposiciones aparece aquí todavía como
una propiedad del sujeto apasionado, como un componente de su competencia tímica; aquímismo el sufrimiento resucita el apego confiado inicial,
como si merced a la presuposición el celoso estuviera programado para revivir, en cada ocurrencia, todas las etapas de su pasión: ilustración esplendorosa de la preeminencia de la sintaxis en el mecanismo pasional,
puesto que el sufrimiento de los celos sólo puede serlo a condición de que
el sujeto reconstruya y recorra en cada momento todas las etapas anteriores, regresando al principio mismo, y que vuelva a conocer de nuevo todos
los imprevistos modales.
No obstante, eso no impide que la sintaxis canónica sea perturbada y
complicada por la recurrencia de las crisis celosas. Es como si, en cada
29
30
A la recherche du temps perdu, op. cit., t. 1, pp. 196-197.
A la recherche du temps perdu, op. cit., t. I, p. 368.
LOS CELOS
233
una de las etapas de la macrosecuencia -apego exclusivo, recelo y desconfianza ... - el sujeto apasionado desempeñara ya la escena crucial de los celos propiamente dichos. Por ejemplo, un esbozo de microsecuencia celosa
aparece desde la ubicación del apego exclusivo:
De tous les modes de production de l'amour, de tous les agents de dissémination
du mal sacré, il est bien l'un des plus efficaces, ce grand souffie d'agitation qui
passe parfois sur nous. Alors l'etre avec qui nous plaisons a ce moment-la, le sort
en est jeté, c'est lui que nous aimerons. [... ] Ce qu'il fallait, c'est que notre gout
pour lui devint exclusif.31
[De todos los modos de producción del amor, de todos los agentes de diseminación
del mal sagrado, ese gran soplo de agitación que pasa a veces sobre nosotros es
uno de los más eficaces. Entonces la suerte está echada, el ser con quien
coqueteamos en ese momento será a quien amemos [... } Sólo haria falta que se
convirtiese en exclusivo nuestro gusto por él.]
Antes de experimentar ese gusto exclusivo por Odette, Swann sólo la
había notado como objeto estético (un Botticelli). Esa tarde, cuando la
busca en París, la agitación que lo atrapa transforma en inquietud y
sufrimiento la certidumbre tranquila que tenía de encontrarla en la casa
de los Verdurin; ese sufrimiento transforma el deber-estar-ser de la primera confianza en querer-estar-ser y querer-hacer, que Proust traduce como "la insensata y dolorosa necesidad de poseerla" (p. 231), de la misma
forma que el sufrimiento de la crisis celosa propiamente dicha conlleva
una reactivación del amor. Lo que hace decir a varios comentaristas que
el amor nace aquí de los celos.
Es verdad que, al leer Un amor de Swann, podría uno estar tentado
de pensar que los celos están presentes por entero en cada una de las etapas que los constituyen. Así, Proust puede afirmar:
... ce que nous croyons notre amour, notre jalousie, n'est pas une me me pass ion
continue, indivisible. Ils se composent d'une infinité d'amours successifs, de
jalousies différentes et qui sont éphémeres, mais par leur multitude ininterrompue donnent l'impression de la continuité, l'illusion de l'unité. 32
!bid., pp. 230-231.
Habría mucho que decir sobre esa dialéctica de lo continuo y de lo discontinuo.
Proust tomaría aquí el partido de considerar lo discontinuo como primero y lo continuo
como segundo, resultando éste de alguna manera de la infinitización del primero: cuando
la segmentación de un proceso es llevada a los límites, aparece como continuo. Es necesario ver que todo depende de la capacidad de acomodación del observador o ele la distancia desde la que observa. Esa presentación es característica de la teoría del conocimiento
que está en la base de toda En busca ... , según la cual el saber sólo se construye en In
dialéctica entre la pluralización y la homogeneización de lo.s figuras, gracias a un ir y venir
entre las posiciones de observación.
3l
32
234
LOS CELOS
[.. .lo que creemos nuestro amor, nuestros celos, no es una misma pasión continua,
indivisible. Se compone de una infinidad de amores sucesivos, de celos diferentes
que son efímeros, pero dan la impresión por su multitud ininterrumpida de la continuidad, la ilusión de la unidad.]
De hecho, la dispersión de la crisis celosa en todas las etapas de la
macrosecuencia se explica de dos maneras. Primeramente, como cada rol
pertenece al dispositivo patémico, es súsceptible de ser también tratado
como una microsecuencia específica, y el apego exclusivo, por ejemplo,
puede ser analizado como "inquietud-sufrimiento-necesidad de poseer";
como, por otra parte, cada rol patémico recibe todo su sentido del conjunto
al cual pertenece, cada uno de ellos prese.nta fuertes semejanzas con el rol
específico, aquél; aquí, de los celos, en el nivel del efecto de sentido, que es
en el que se coloca el novelista.
Además, la dispersión de las crisis celosas es un efecto de la aspectualización temporal y de la posición del observador: para un observador que
hiciera la síntesis de manera retrospectiva, la pasión se presentaría como
única y continua, susceptible de ser contada como un proceso homogéneo;
para un observador que practicara el análisis, situándose en coincidencia
con cada manifestación, la pasión no sería más que una sucesión de crisis
distintas. Ello confirmaría la utilidad de la oposición entre la aspectualización "segmentativa", creadora de los esql}emas discursivos, y la aspectualización "demarcativa", creadora de los efectos de continuidad y de discontinuidad en los discursos.
Porque, de hecho, la temporalización discontinua y aparentemente recurrente de la macrosecuencia no impide a la pasión desarrollarse según .·
el esquema canónico que hemos establecido: el sufrimiento, por ejemplo,
está presente sin cesar, pero el sufrimiento nacido de la incertidumbre (la
desconfianza recelosa) es diferente del nacido de la certidumbre (la visión
exclusiva); cuando Odette confiesa sus relaciones homosexuales -una de
sus raras confesiones-, el narrador constata:
Cette souffrance qu'il ressentait ne ressemblait a rien de ce qu'il avait cru [... ]
paree que, meme quand il imaginait cette chose, elle restait vague, incertaine,
dénuée de cette horreur particuliere qui s'était échappée des mots "peut-etre deux
ou trois fois", dépourvue de cette cruauté spécifique aussi différente de tout ce
qu'il avait connu qu'une maladie dont on est atteint pour la premiere fois. 33
[Ese sufrimiento que resentía no se parecía a nada de lo que él había creído [. .. ]
porque, incluso cuando imaginaba esa cosa, permanecía vaga, incierta, privada de
ese horror particular que se había escapado de las palabras "dos o tres veces
quizás", desprovista de esa específica crueldad tan distinta de todo lo que había
conocido como una enfennedad que se padece por vez primera.]
33
A la recherche du temps perdu, op. cit., t. 1, p. 363.
LOS CELOS
235
Aun si hay recuriencia del sufrimiento en la historia de los celos de
Swann, de la misma manera cada sufrimiento permanece sin embargo
específico del rol patémico del que nace; en el ejemplo precedente, Odette
acaba de dar un ejemplo concreto de un encuentro homosexual, cuyas circunstancias son conocidas por Swann; todas las condiciones están pues
reunidas para que esa confesión se transforme para él en visión exclusiva,
en "escena" de la conjunción s¡s3:
Ce second coup porté a Swann était plus atroce encare que le premier. [... ] Odette,
sans etre intelligente, avait le charme du naturel. Elle avait raconté, elle auait
mimé cette scene avec tant de simplicité que Swann, haletant, voyait tout: le baillement d'Odette, le petit rocher. 1l Fentendait répondre -gaiment, hélas!-: «Cette
blangue!"34
[Para Swann ese segundo golpe fue aun más cruel que el primero [... ] Odette, sin
ser inteligente, tenía el encanto de la naturalidad. Ella contó, ella imitó esa escena
con tanta sencillez que Swann, anhelante, veía todo: el bostezo de Odette, el
peñasco pequeño. La oía contestar -alegremente, ¡ay!-: "¡Esa charlatanería!"]
Todas las etapas de la macrosecuencia comportan su parte de sufrimiento, pero sólo esta última es característica de la certidumbre del celoso
y presupone a todas las otras. Reconocemos ahí inmediatamente a un espectador ':que percibe todo", pero excluido de la escena, y al ser amado
que, literalmente, como un buen actor, desempeña su papel en la escena
para la edificación del celoso: el hacer cognoscitivo del que sl es el destinatario, para ser eficaz y fundar su creencia, debe entonces desplegar concretamente los recorridos figurativos esperados; desde otro punto de vista,
sí uno buscara criterios distintivos para identificar superficialmente los
procesos pasionales, la eficacia figurativa podría ser uno de esos criterios,
en la medida en que requieren un recorrido figurativo susceptible de solicitar una actividad perceptiva en el sujeto.
• Perturbaciones y salidas prematuras
En lo esencial, la canonicidad de la macrosecuencia depende del buen funcionamiento de las presuposiciones. Desde que un presupuesto hace falta,
la secuencia pasional se desvía, se interrumpe, desemboca en pasiones
que no pertenecen más a la configuración de los celos; de manera que tal o
cual, que podría ser celoso -ateniéndose estrictamente a la situación
amorosa aprendida in medias res-, sin embargo no lo es. El teatro de Racine, en el que los celos son un resorte dramático omnipresente, ofrece varios ejemplos de ese desvío pasional.
Si los celos de Teseo (Fedra) se transforman sin más desde la desean34
/bid., p. 366. Cursivas nuestras.
236
LOS CELOS
fianza y viran hacia el furor vengativo, es porque falta aquí el presupuesto de "rivalidad" y sobre todo el de la comparabilidad de los rivales:
Teseo está en posición de Destinador en relación con Hipólito y dispone de
una competencia -en particular, del orden del poder-hacer- que falta a su
hijo. Si los celos de Antioco (Berenice) se deslizan indefinidamente en la
etapa de la inquietud y se reducen al suplicio infligido por la oscilación indefinida entre las fases de esperanza y las fases de desesperanza, se debe
a que le falta desde el inicio el deber-estar-ser y el creer; tampoco los puede
presuponer su sufrimiento. Antioco es un enamorado transido, cuyo apego
es unilateral (sobre el modo del "don de la fe"), y que no puede ser celoso
al no haber adquirido jamás el derecho de esperar.
Basándose en la variación de los presupuestos, sería importante calcular las derivaciones posibles a partir de la macrosecuencia; aquí esbozaremos sólo las grandes líneas de ese cálculo. Para comenzar, como lo hemos
hecho al entrar en el tema, habría que distinguir entre los dos grandes tipos de puesta en perspectiva: o bien la conjunción entre 8 2 y 8 3 es anterior,
y los celos son entonces un temor -un sufrimiento prospectivo-, o bien esa
conjunción está por venir, y los celos son entonces un pesar -un sufrimiento retrospectivo-, reflejando así la dicotomía entre las dos grandes tendencias del imaginario humano, representadas por un lado por las pasiones de
la espera y por el otro por las de la nostalgia. Cualquiera que sea la puesta
en perspectiva, como en Proust, la inquietud del celoso recae siempre sobre
un acontecimiento presente en el simulacro pasional. Pero el cálculo de las
derivaciones debe tener en cuenta ese desdoblamiento que reencuentra sus
derechos desde que el presunto celoso sale del recorrido canónico: en cada
salida, dos vías se le presentan a este último. Así, para un "celoso temeroso", la salida en la etapa del apego confiado será una forma de "esperanza",
mientras que para un "celoso apesadumbrado" será una "seguridad" o un
"alivio" (i.e. el rival ya no está allí). La derivación a partir del recelo dará
una "aprehensión" para el "celoso temeroso" y un "resentimiento" para el
"celoso apesadumbrado", y así sucesivamente. No estando ya solidarizadas
por una sintaxis coherente, las pasiones derivadas retoman su autonomía
y ya no es posible entonces considerar que, por ejemplo, cada una de las
parejas "esperanza/alivio" o "aprehensión/resentimiento" constituyan una
sola pasión susceptible de variar en función de un cambio de perspectiva:
se trata de pasiones diferentes.
El conjunto de las derivaciones pasionales insertadas en la macrosecuencia constituye una configuración patémica en la que se despliegan las
potencialidades sintácticas de los celos: en cada etapa -porque uno de los
presupuestos está ausente o mal asegurado- se esbozan escapatorias que
son aprovechables en el momento de la textualización, ya sea en condensación o bien en expansión, hasta el punto de hacer cambiar bruscamente
el desarrollo de la rama principal.
Formas realizadas de la microsecuencia
El desencadenamiento de la crisis pasional requiere dos operaciones discursivas: por una parte, el reembrague sobre el sujeto tensivo y, por la
otra, la inscripción del dispositivo sensibilizado en el eje del parecer. Esas
dos operaciones tienen corno efecto de sentido la "entrada" en el simulacro
pasionaL
o
La inquietud de Swann
La etapa inicial de la microsecuencia, alrededor de la inquietud y de sus
variantes figurativas, ofrece en Proust numerosas manifestaciones de lcls
propiedades tensivas de la foria. El más bello ejemplo de la desemantización del objeto ele valor, reducido a ser únicamente una valencia, es sin
duda la asociación de Odette con la pequeña frase de Vinteuil. Detrás de
la descripción figurativa y sensorial de la frase musical, se dibuja una armadura sintáctica fundada enteramente en las disposiciones aspectuales:
retardos, dilaciones, esperas, sorpresas, incidencias y decadencias. Esas
figuras aspectuales están explícitamente asociadas a Odette de Crécy, el
objeto de valor; en una época en que cada audición de la frase evoca la
imagen de Odette, Proust cuenta:
C'est que le violan était monté á des notes hautes ou il restait comme pour une
attente, une attente quise prolongerait sans qu'il cessat ele les tenir, clans l'exaltation ou il était d'apercevoir cléja l'objet de son attente qui s'approchait, et avec un
effort désespéré pour tacher de durer jusqu'a son arrivée, de l'accueillir avant
cl'expirer, de luí maintenir encore un moment de toutes ses dernieres forces le
chemin ouvert pour qu'il pút passer, comme on soutient une porte qui sans cela
retomberai t. 35
[El violín permanecía en las notas altas a las que había subido como en espera de
algo, una espera que se prolongaría sin que él cesara de sostenerlas, exaltado
como estaba de ver ya aproximarse al objeto de su espera y esforzándose desesperadamente para tratar de durar hasta que llegara, para acogerlo ant~s de expirar,
para todavía mantenerle por un momento con sus últimas fuerzas el camino
abierto para que pudiera pasar, de la misma forma como se sostiene una puerta
que sin eso caería.]
La metáfora musical no es inocente: permite reducir la totalidad del
recorrido pasional-espera, exaltación, desesperación- a esa disposición aspectual que proponen los verbos "prolongar", "cesar de", "aproximar", "durar", "tratar de", "expirar", "sostener". Por eso, el objeto en cuestión no es ya
hablando .con propiedad un objeto de valor, puesto que no es más que un
35 !bid.,
p. 345.
238
LOS CELOS
operador de retardo o de avance, de incidencia o de decadencia aspectual; lo
que resulta en extravasarlo como objeto de valor, en reducirlo a propiedades de tipo tensivo: el "objeto" de la pasión sería de hecho una valencia.
También el gozo (antes de la decepción) experimentado por Swann es un
.. .jouissance qui elle non plus ne correspondait a aucun objet extérieur et qui
pourtant, au lieu d'etre purement individuelle comme celle de l'amour, s'imposait
aSwann comme une réalité supérieur aux choses concretes. 36
[... gozo que ella tampoco relacionaba con ningún objeto exterior y que, no
obstante, en vez de ser puramente individual como el del amor, se imponía a
~lijann como una realidad superior a la de las cosas concretas.)
El "ella tampoco" hace referencia a una impresión parecida procurada
por la asociación de Odette con otra forma estética. El objeto de Swann es
una "sombra de valor"; por otra parte, como valencia, está explícitamente
manifestada en este comentario:
De sorte que ces parties de l'ame de Swann ou la petite phrase avait effacé le souci
des intérets maté1iels, les considérations humaines et valables pour tous, elle les
avait laisséss vacantes et en blanc, et il était libre d'y inscrire le nom d'Odette. 37
[De modo que esas partes del alma de Swann en las que la frasecita había borrado
la preocupación por los intereses materiales, las consideraciones humanas y válidas para todos, ella las había dejado vacantes y en blanco y él era libre de inscribir
en ellas el n01nbre de Odette.]
Las modulaciones de la tensión, cuidadosamente traducidas aquí bajo
la forma de variaciones en el continuo de la frase musical, dibujan en cierto modo el lugar de un objeto cualquiera, pero que deberá todo su valor
-ulteriormente definido- a la "proforma" en la cual se inserta; y por eso
no importa qué nombre de objeto aceptable puede inscribirse allí.
Por cierto, el sujeto se vuelve a ligar aquí con el sentir mínimo: no es
más que percepción fundida en su objeto, y se encuentra consecuentemente aleJada de la comunidad humana:·
Grand re pos, mysté1ieuse rénovation pour Swann [... ] de se sentir transformé en
une créature étrangere a l'humanité, aveugle, dépourvue de facultés logiques,
presque une fantastique licorne, une créature chimérique ne percevant le monde
que par l'ou1e. 38
[Gran descanso, misteriosa renovación para Swann [... ] al sentirse transformado
36 !bid.,
pp. 236-237.
!bid., p. 237. Cursivas nuestras.
38 !bid., p. 237.
37
239
LOS CELOS
en una criatura extraña a la humanidad, ciega, desprovista de facultades lógicas,
casi un fantástico unicornio, una criatura quimérica que sólo percibe el mundo por
el oído.]
Las propiedades que habíamos prestado a la tensividad fórica nos
hacen poner atención especial a los comentarios que acompañan a esa
estesia; notamos, por ejemplo, que la percepción auditiva está asociada
con el sentir, mientras que la percepción visual participa en la elaboración
cognoscitiva de la significación; la visión es en efecto incapaz de operar
esa regresión más acá de lo cognoscitivo, a diferencia del oído que permite
... entrer en contact avec un monde pour lequel nous ne sommes pas faits, qui
_ nous semble sans forme paree que nos yeux ne le per~oivent pas, sans signífication paree qu'il échappe a notre intellígence .. 39
o
[... entrar en contacto con un mundo para el cual no estamos hechos, que nos
parece sin forma porque nuestros ojos no lo perciben, sin significación porque ésta
escapa a nuesLra inteligencia.]
La visión comportaría un discernimiento de tipo gestaltista, por ejemplo, y acarrearía la categorización del mundo percibido, mientras que el oído se reservaría la aprehensión de modulaciones infracognoscitivas (Proust
habla en otra parte de "un mundo ultravioleta") que "no tendrían forma"
por definición. Se podria pensar también que Proust considera la identificación de las "sombras de valor" corno si se produjeran en el horizonte óntico, representado como un incognoscible manifestado cuya valencia sería la
manifestante; pero se contenta con tocar apenas esa idea:
Peut-étre est-ce le néant qui est le vrai et tout notre réve est-il inexistant, mais
alors nous sentons qu'il faudra que ces phrases musicales, ces notions qui existent
par rapport aluí, ne soient rien non plus. 40
[Quizás la nada es la verdad y todo nuestro sueño inexistente, pero entonces sentimos que esas frases musicales, esas nociones que en relación con ella existen,
lampoco sean nada.]
El motivo de la pequeña frase de Vinteuil nos lleva, por consiguiente
-siguiendo en eso toda la evolución del espacio tensivo-, de la pantalla óntica que está solamente presupuesta por las modulaciones tensivas de la
melodía hasb el discernimiento de un lugar que es el primer acto necesario para entrar en el dominio cognoscitivo en el que se elabora la significación.
;)g
Ihid.
40
Jbid., p. 350.
240
LOS CELOS
Al instalar al celoso en la dimensión tímica, la fase de agitación inquieta acaba el reembrague tensivo y la entrada en el simulacro pasional en el
que como sujeto apasionado constituido será susceptible de sufrir y de
gozar. Literalmente, la inquietud hace de Swann un ser nuevo, y el narrador describe la "esquicia" que se produce entre el sujeto narrativo y el
sujeto apasionado, como una enajenación y un desdoblamiento de personalidad bajo el efecto del reembrague tensivo:
Il fut bien obligé de constater que dans cette méme voiture qui l'emrnenait chez
Prévost il n'était plus le rnérne, et qu'il n'était plus seul, qu'un étre nouveau était la
avec lui, adhérent, amalgamé a lui, duquel il ne pourrait peut-étre pas se débarrasser, avec qui il allait étre obligé d'user de rnénagements comme avec un maí:tre
ou avec une maladie.41
[Se vio en la necesidad de comprobar que en ese mismo coche que lo llevaba con
Prevost él ya no era el mismo, y que ya no estaba solo, que un nuevo ser estaba ahí
con él, adherido, amalgamado a él, del cual no podria quizás deshacerse, con quien
iba a tener que ser cuidadoso como si se tratara de un amo o de un enfermo.]
El desdoblamiento del actor en un sujeto narrativo ordinario que se
desplaza en auto y busca a una mujer joven y a un sujeto apasionado "entrado en simulacro" comienza ya -recordémoslo-, con el "unicornio", esa
"criatura quimérica" suscitada por la percepción auditiva, esa forma cercana del sentir mínimo; porque la inquietud es "agitación", no hace más que
confirmar o amplificar la rareza de ese nuevo tipo de sujeto. Luego de esa
disociación del universo pragmático y cognoscitivo en la que ha permanecido, el primer Swann puede a la vez favorecer los designios del sujeto apasionado (llevándolo al lado de su amada, por ejemplo), pero también cumplir el rol de un observador exterior.
Así, toda la historia del amor de Swann está hecha de alternancias de
agitación y de calma, de inquietud y de serenidad reencontrada; cada fase
de inquietud inaugura un esbozo de crisis celosa, una microsecuencia en
la que el desarrollo textual más o menos importante depende de la solidez de la sospecha y de la competencia patémica -la capacidad de sufrir,
entre otras- de la cual el celoso dispone entonces.
o
Las sospechas de Otelo
Distinguiremos tres fases modales en la sospecha: primeramente, la
especificación y la amplificación cognoscitiva de la inquietud; enseguida,
la modalización epistémica de las fases de la búsqueda, y para terminar,
la modalización veridictoria y la pasión por la verdad.
41
!bid., p. 228.
LOS CELOS
241
En Swann, la sospecha nace de una contradicción en los comportamientos o en las palabras de Odette; en eso, él procede de un metasaber,
puesto que es necesario que el sujeto cognoscitivo pase a un nivel superior
para comparar dos saberes y para concluir en una contradicción.
En Otelo, también, pero con la particularidad de que el metasaber se
presenta aquí como un saber que tiene por objeto la pasión· misma. Por
ejemplo, recordando que Desdémona pasó por encima de la hostilidad
declarada por su padre con respecto a Otelo y que ella incluso ha
escarnecido públicamente, el moro sabrá reconocer en ella una disposición
para vivir las pasiones intensas y para someterse. 42 El saber sobre la
pasión, y más precisamente el conocimiento de los roles patémicos ajenos,
tiene sin embargo por lo común un papel regulador que permite prevenir
los comportamientos y las estrategias en la intersubjetividad; pero, al contrario, en el caso de los celos todo saber sobre la pasión -y para eso basta
con que el celoso se examine a sí mismo o examine al ser amado- es
desregulador y alimenta a la pasión misma.
En efecto, el celoso puede decidir unilateralmente sobre la exclusividad
del objeto de valor, pero no tiene ese poder sobre los simulacros pasionales
y los dispositivos sensibilizados, que continúan circ~lando e intercambiándose. El saber sobre la pasión y especialmente sobre las pasiones del rival
y del amado(a) es, pues, para un celoso preocupado por la exclusividad, un
saber que recae sobre el carácter en gran parte imprevisible e incontrolable de la circulación de los roles patémicos; un saber como ése no puede
sino aumentar la inquietud, puesto que el celoso descubre por esa vía una
brecha en su sistema de exclusividad. De ahí la metáfora recurrente
en Shakespeare, del "monstruo que se nutre de sí mismo", metáfora que en
cierto sentido traduce la propiedad de propagarse en la intersubjetividad
que habíamos reconocido a los dispositivos sensibilizados.
En cuanto a la amplificación cognoscitiva de la inquietud, está particularmente bien expuesta en Otelo:
Je erais que ma femme est honnete et erais qu'elle ne l'est pas; je erais que tu
[lago] est probe et erais que tune l'es pas; je veux avoir quelque preuve. 43
[Creo que mi esposa es honrada y creo que no lo es; creo que tú [Yago] eres justo y
creo que no lo eres. Quiero tener alguna prueba.]
42
W. Shakespeare, Othello, Gallimard, "Bibliotheque de la Pléiade", acto Ill, escena 3,
p. 829. Las citas en inglés son tomadas de la edición de K. Muir, New Penguín.
43 !bid., acto m, escena 3, p. 833. Edición inglesa, p. 119, w. 380-382:
"By the world,
I think my wife be honest, and think she is not;
I think that thout artjust, and think thou art not."
242
LOS CELOS
El sufrimiento, que no es todavía aquí precisamente el de los celos, es
provocado por la inestabilidad fiduciaria; como sufrimiento, como junción
disfórica, es un pedido de estabilización, es decir, en este caso, una espera
del otro sufrimiento, aquel que procuran la certidumbre y la visión exclusiva. La inquietud no es pues solamente "incoativa" porque se sitúa al inicio de la crisis, sino sobre todo porque reclama una estabilización ulterior;
la falta de estabilidad fórica es pues más fuerte que el temor a la verdad,
ya que mantiene al sujeto en el universo insignificante de las tensiones no
articuladas y no polarizadas; ahora bien, uno sólo puede salir de esa inestabilidad "abriendo" una fase del devenir, lo que se traduce por una modalización de tipo volitivo (el querer-saber) y por una aspectualización de ti-·
po incoativo (el desencadenamiento de la búsqueda). La sospecha es la
figura cognoscitiva que asume esa modulación, amplificando la inestabilidad túnica hasta hacerla intolerable e instaurando el quererwsaber.
El futuro celoso puede no tener, como Otelo, ninguna disposición anterior a los celos -es decir, aquí, ni inquietud ni sospecha-; el héroe de
Shakespeare es de hecho sereno, seguro de sí mismo, moderadamente
apegado a Desdémona. Por lo tanto, para conocer los celos y para adquirir
en particular la competencia patémica requerida, debe ser manipulado;
otro actor, Yago, también celoso y fino conocedor de los mecanismos de la
pasión, va a valerse de ello para vengarse. Scmiotista intuitivo, comienza
entonces por procurar a Otelo el metasaber de la sospecha y por poner en
movimiento la inquietud: no dice nada consistente, no sabe nada sobre
seguro, pero lo dice; expresa vagas dudas, las rechaza, pero las deja en
suspenso (acto m, escena 3, principio de la escena). 44 Después da un contenido a ese metasaber: él mismo, gracias a una verdadera estrategia didáctica, enseña a su amo el mínimo necesario sobre los mecanismos de la
pasión. La inquietud suscita entonces, retroactivamente y por presuposición, los primeros componentes de la macrosecuencia, el apego exclusivo y
el recelo, desencadenando enseguida el proceso pasional de la microsecuencia. En Otelo, como en Swann, es como si la agitación inquieta una
vez puesta en movimiento actualizara una competencia ya adquirida, que
permite al sujeto apasionado a la vez reconstituir todos los presupuestos
faltantes y encadenarlos en la continuación del proceso.
La posibilidad de considerar, como aquí, la ubicación de una disposición pasional por manipulación demuestra claramente que la competencia
44
Por ejemplo y entre otras (p. 104, vv. 35-36):
lago: Ha! I like not that.
Otelo: What dost thou say?
lago: Nothing, my lord; or if -1 know not what.
[Yago: ¡Ah! No rue agrada esto.
Otelo: ¿Qué dices?
Yago: Nada, señor; o si ... no sé qué.]
LOS CELOS
243
pasional no surge de una "psicología individual". Dos actores son aquí convocados para hacer un sujeto apasionado y hacen prorrumpir los sincretismos acostumbrados. 45 El reparto de los roles modales y de las etapas
de la microsecuencia permite afirmar que Yago es aquí el sujeto cognoscitivo, sujeto operador del hacer tímico, mientras que Otelo es el sujeto de
estado tímico (y' cognoscitivo) conjunto con-los resultados disfóricos del
hacer de Yago; no se convertirá en sujeto de hacer hasta el momento de la
reactivación, que en él toma la forma de un odio mortífero. La distribución
de los roles pone aquí en claro el funcionamiento canónico de los celos que
la mayoría de las veces disimulan los sincretismos: un sujeto de hacer
tímico-cognoscitivo tortura a un sujeto de estado tímico. Además, se verifica aquí que los dispos.itiv~s modales sensibilizados no son propiedades
intrínsecas de los sujetos individuales, sino simulacros que se intercambian dentro de verdaderos sintagmas intersubjetivos.
~
Swann y la pasión por la verdad
El metasaber propio de la sospecha es un elemento de competencia en dos
sentidos. Por una parte, como lo hemos visto, instala la disposición del
sujeto celoso amplificando las oscilaciones de la inquietud; por la otra,
como sospecha, instala el querer-hacer de un sujeto de búsqueda cognoscitiva. Esa búsqueda va a desarrollarse en dos planos distintos: de un lado,
en el de las transformaciones epistémicas, que determinan la transformación fiduciaria y tímica, y, del otro, en el de las transformaciones veridictorias, aprehendidas desde el punto de vista del sujeto celoso o desde el
punto de vista de un observador exterior.
Desde luego, hay que tener en cuenta los dos sistemas de referencia,
ya que engendran dos tipos de efectos de sentido diferentes. En primer término, globalmente, concierne a la verídicción la inscripción del simulacro
pasional en el eje del parecer; enseguida, en esa misma etapa de la búsqueda) ella es solicitada por la emergencia en el celoso de una verdadera pasión por la verdad. Ese encajamiento confirma el estatuto veridictorio fundamental de las articulaciones semióticas del imaginario: interpretables
por completo en el modo del parecer, son puramente fenomenales, y el ser
-lo "noumenal"- sólo sería, para la semiótica, un presupuesto conjetural,
no obstante hecho sensible en el discurso pasional por los efectos de sentido del reembrague en el espacio de la tensividad.
Se ha observado ya que la inquietud creaba dos roles distintos a par. tir del personaje de Swann; el nacimiento de un nuevo Swann, según el
45 También aquí habría que recordar que un buen número de teorías psicológicas y
metapsicológicas de hoy son interactivas y requieren un sistema de varios actores. En general, son más oien todavía hoy las teorías filosóficas de las pasiones las que se fundan en
un sujeto único, egopático, única sede considerable de la pasión.
244
LOS CELOS
parecer, que se compromete con la pasión, hace por contraste del antiguo
Swann un sujeto según el estar-ser. Todo un universo de discurso se
instala alrededor del nuevo Swann, comportando otra forma de espacio,
otra percepción del tiempo, otros sistemas de referencia, merced a la generalización del simulacro y a la propagación del dispositivo sensibilizado
sobre todos los actores, lugares o momentos:
Les étres nous sont d'habitude si indífférents que, quand nous avons mis dans l'un
d'eux de telles possibilités de souffrance et de joie pour nous, il. nous semble
appartenir a un autre univers, il s'entoure de poésie, il fait de notre vie comme
une étendue émouvante ou il sera plus ou moins rapproché de nous. 46
[Los seres por lo regular nos son tan indiferentes que, cuando hemos depositado
en alguno de ellos grandes posibilidades de sufrimiento y de gozo para nosotros, se
nos figura que pertenece a otro universo, se envuelve en poesía, hace de nuestra
vida una conmovedora extensión en la que estará más o menos junto a nosotros.]
Es de notar que la expresión "se envuelve en poesía" evoca a la vez la
propagación de la sensibilización y el vehículo de esa propagación: el universo figurativo; en efecto, la vida sólo se convierte en ''una conmovedora
extensión" en la que se difunde el dispositivo modal sensibilizado en la
medida en que la poetización de las figuras del m un do se encarga de esa
difusión. Un poco más adelante examinaremos despacio el principio de ese
((vehículo" figurativo de la sensibilización.
Visto desde dentro del simulacro y por el nuevo Swann, esa extensión
conmovedora parece poética; pero, vista desde el exterior y por el antiguo
Swann, parece totalmente ficticia. Swann-observador constata, por ejemplo, que el nuevo Swann cambia de tono cuando evoca a los actores de su
universo pasional; denuncia que
... ton un peu factice qu'il avait pris jusqu'ici quand il détaillait les charmes du
petit noyau et exaltait la magnanimíté des Verdurin. 47
(... tono un tanto artificial que hasta entonces había adoptado cuando detallaba los
encantos del pequeño grupo y exaltaba la magnanimidad de los Verdurin.l
Se trata de una verdadera prueba veridíctoria en la que se confrontan
dos puntos de vista: el primero, instalando la ilusión (parecer y no-ser), y
el segundo, falsificando esa ilusión; la facticidad sería por ese hecho una
especie de falsedad obtenida por la denuncia de una ilusión, luego moralizada.
46
A la recherche du temps perdu, op. cit., t. I, pp. 235-236. Cursivas nuestras.
47 !bid.,
p. 286.
Desde el fondo de una primera ilusión fundadora, van a desarrollarse
las transformaciones veridictorias propias de los celos. Aunque pertenezcan en principio a dos niveles diferentes de modalización, esos dos tipos de
transformación son presentados en el texto proustiano como manifestaciones complementarias de una misma facticidad de las relaciones sociales e interindividuales. Además, desde el punto de vista de Swann, quien
con respecto al simulacro abriga dos roles -uno interno; el otro, externo-,
se trata siempre de los mismos juegos de sombra que acompañan el recorrido pasional; de manera que, para él, descubrir la verdad es a la vez satisfacer las exigencias de sus celos y probar que tiene razón. Es como si, al
estar sincretizados el rol del sujeto apasionado y el del sujeto observador,
la única forma de hacer detonar la verdad en el simulacro pasional fuera
salir, paradójicamente, del simulacro.
Sucede también que, dentro de ese simulacro, las posiciones veridictorias son igualmente afectadas por la sensibilización y tratadas como disposiciones. Cuando, por ejemplo, Swann busca comprender por qué Odette
le miente, se plantea la pregunta de saber si esas mentiras son accidentales o si manifiestan un rol patémico, una disposición permanente. En cierto sentido uno podría atreverse a responder positivamente: Swann observa en ella un verdadero saber-hacer veridictorio, que consiste en introducir una parcela de verdad en cada mentira con el fin de autentificada (p.
278). Pero el artificio es evidente para un celoso dotado del metasaber:
Swann reconnut tout de suite dans ce dire un de ces fragments d'un fait exact que
les menteurs piis de court se consolent de faire entrer dans la composition du fait
faux qu'ils inventent. 48
[Swann reconoció inmediatamente en esas palabras uno de esos fragmentos de un
hecho exacto que los embusteros, en un aprieto, se consuelan agregando en la
composición del hecho falso que inventan.]
Esa competencia veridictoria -el arte de autentificar la mentira- está
explícitamente presentada como una disposición, dotada de su propia
dinámica sintáctica y engendradora de una microsecuencia pasional. Para
comenzar, uno observa en Odette manifestaciones de la constitución y de
la disposición del sujeto apasionado:
... des qu'elle se trouvait en présence de celui
la prenait, toutes ses idées sJeffondraient .. .49
a qui elle voulait mentir, un trouble
[... cuando ella se veía delante de la persona a quien quería mentir, se turbaba,
todas sus ideas se derrumbaban ... ]
48 !bid.,
49 !bid.
p. 278.
Cursivas nuestras.
246
LOS CELOS
las cuales son seguidas por la patemización y la emoción:
.. .l'air douloureux qu'elle continuait d'avoir finit par l'étonner. [... ] Illui avait déja
vue une fois une telle tristesse [... ] quand Odette avait menti en parlant a Mme
Verdurin [... ] Quel mensonge déprimant était-elle en train de faire a Swann pour
qu'elle eüt ce regard douloureux, cette voix plaintive qui semblaient fléchir sous
l'effort qu'elle s'imposait, et demander grace? 50
[... acabó por sorprenderle aquel aire dolorosó. [... ] Ya alguna vez había visto una
tristeza semejante[. .. ] cuando Odette mintió al hablar con la señora Verdurin [. . .]
¿Qué mentira deprimente estaba a punto de decirle a Swann como para que
pusiera esa mirada de dolor, esa voz quejumbrosa que parecía rendirse ante el
esfuerzo que se imponía y demandar gracia?]
De conformidad con el esquema canónico, la emoción es aquí seguida
de la vergüenza y de la molestia experimentadas con respecto a la víctima
de la mentira, es decir, de la moralización.
La existencia de una microsecuencia completa señala, para el observador perspicaz que es Swann, la presencia eficaz de un rol patémico, de
una dinámica modal sensibilizada y estereotipada, luego moralizada. De
cualquier forma, el rol no puede sin embargo ser elevado al rango de
"rasgo de carácter", puesto que Swann se da cuenta de que para Odette no
se trata de un sistema general, sino de "un expediente de orden particu-
lar"51 (p. 291).
En Swann, en cambio, la verdad es una pasión susceptible de afectar
duraderamente al carácter y es comparada con la que puede experimentar
un sabio en su investigación. Encontramos también en su caso los principales constituyentes de la microsecuencia; entre otros, la moralización:
Et tout ce dont il aurait eu honte jusqu'ici, espionner devant une fenetre, quit sait?
demain peut-etre, faire parler habilement les indifférents, soudoyer les domestiques, écouter aux portes, ne lui semblait plus, aussi bien que le déchiffrement
des textes, la comparaison des témoignages et l'interprétatíon des monuments,
que des méthodes d'ínvestigation scientifique d'une véritable valeur intellectuelle et
appropriées ala recherche de la vérité.52
50 !bid.,
pp. 280-281.
Ese matiz proustiano permitiría quizá afinar la diferencia entre un "rol patémico" Y
un "rol temático". El rol patémico se reconoce en el nivel de la manifestación discursiva por
la canonicidad de la microsecuencia que engendra; en cambio, el rol temático se reconoce en
la recurrencia sistemática de la misma competencia y del mismo comportamiento en una circunstancia dada. La particularidad de las mentiras de Odette radica justamente en que no
son sistemáticas, ya que, si puede elegir entre la verdad y la mentira, prefiere siempre la
verdad. Ella no es una "mentirosa" (rol temático) es simplemente llevada pasionalmente a la
mentira (rol patémico) cuando la sensibilización de la interacción por el hecho de su intensidad se presta a ello.
52 1\ la recherche du temps perdu, op. cit., t. 1, p. 274. Cursivas nuestras.
51
LOS CELOS
247
[Y todo aquello que hasta entonces lo había avergonzado, espiar al pie de una ventana, ¿quién sabe?, mañana quizás, hacer hablar hábilmente a los indiferentes,
sobornar a los criados, escuchar detrás de las puertas, ya no sólo le parecían, al
igual que el desciframiento de textos, la comparación de los testimonios y la interpretación de los monumentos, más que métodos de inuestigación científica de un
verdadero valor intelectual y apropiados para la búsqueda de la verdad.]
Curiosamente, la pasión por la verdad parece desensibilizar la búsqueda; eso sólo puede comprenderse si uno recuerda que Swann está dotado también con el rol temático del "intelectual" y que, por consiguiente,
su pasión por la verdad puede ser asumida en una isotopía temática de tipo cognoscitivo, sensibilizada y moralizada con toda autonomía. Además,
la búsqueda de la verdad comprometida en el simulacro para satisfacer
los celos puede desembocar, si persiste más allá de la simple adquisición
ele una certeza negativa, en una salida del simulacro de los celos, prueba
veridictoria final; el celoso escapa entonces al sufrimiento, al fundirse de
nuevo con el antiguo Swann, capaz de juzgar sanamente cualquier cosa.
Por eso, asistimos aquí a una verdadera recategorización de la "difidencia/desconfianza" celosas, que transforman al desdichado Shcrlock Holmes en una especie de arqueólogo de la vida de Odette, gracias a un
desembrague que clausura el simulacro de los celos, a reserva de abrir
otro, el de la curiosidad científica .
.n
La prueba: Otelo en el laberinto
En este caso, al parecer lo más característico de los celos es que nuestro
detective/arqueólogo no respeta completamente las reglas ordinarias de la
constitución de la prueba. Así lo hace resaltar Yago en Shakespeare:
Des babioles légeres comme l'air sont pour les jaloux des confirmations aussi
fortes que des preuves de l'Ecriture sainte. 53
[Bagatelas tan ligeras como el aire son para los celosos pruebas tan poderosas
como las afirmaciones de la Sagrada Escritura.]
El hacer cot,'1loscitivo es aquí sobredeterminado por una espera, por
esa tensión hacia la estabilidad que hemos identificado en la inquietud y
en la .sospecha. De esta manera, la prueba no responde a una exigencia
estrictamente cognoscitiva, sino a una demanda tírnica: que cese al fin la
oscilación fórica, aun si la disforia debe asumirla; y es sin duda esa espera
53
Othello, op. cit., acto m, escena 3, p. :382. Edición inglesa, p. 116, vv. 319-321:
"Triff1es light as air
Are for the jealous confirrnations strong
As proofs of holy writ."
248
LOS CELOS
de estabilización tímica la que permite explicar por qué la búsqueda de la
verdad se transforma en Swann al punto de llegar a ser una "pasión" por
la verdad. Nuestro desdichado Sherlock Holmes es en suma un mal detective y un sabio poco escrupuloso, ya que él sabe con anterioridad lo que va
a encontrar y sólo adopta las formas superficiales de la búsqueda para
probarse a sí mismo que tenía razón.
Para ello, bastará con dar consistencia a la sospecha, con dar cuerpo a
los hechos dispersos. Como en el diagnÓstico médico, en el que el establecimiento del cuadro sintomático completo de la enfermedad puede remplazar, bajo ciertas condiciones, el conocimiento directo del "ser" de la
enfermedad, mientras que los síntomas aislados no son más que el "parecer", la búsqueda del celoso debe producir el marco completo de la traición:
Fais-moi voir la chose, ou du moins prouve-la-moi si bien que la preuve ne porte ni
charniere ni te non auquel puisse s'accrocher un do ute. 54
[Házmelo ver, o, al menos, pruébalo de tal suerte, que la prueba no deje ni gozne
ni perno de que pueda colgarse una duda.]
La metáfora traduce aquí la clausura del cuadro esperado. La gestión
adoptada evoca la abducción. En un estudio consagrado a ese procedimiento, P. Boudon observa que el hacer cognoscitivo del investigador surge
de la abducción, ya que consiste, para comenzar, en reunir los indicios que
deben formar una red; 55 pero la lógica laberíntica de la red conduce a la
prueba sólo por medio de una operación que podríamos denominar por metáfora una precipitación: "eco múltiple" entre los indicios, ''hapax colectivo"
del que resulta la totalización. Pero en el caso de los celos, la estabilización
.cognoscitiva no explica todo; el proceso de totalización cognoscitiva está de
hecho sobredeterminado por la espera fiduciaria, que hace al sujeto pasionalmente competente para anticiparse a la prueba en sentido estricto y a
la conclusión del proceso cognoscitivo propiamente dicho. El efecto figurativo de integridad, producido por "la más pequeña fruslería", será suficiente
para precipitar la red de indicios en un cuadro totalizado. Por eso la abducción no es aquí un proceso de orden "lógico" y obedece, en lo esencial, a dificultades fiduciarias; desde un punto de vista semiótico, la cuantificación,
en este caso, descansa siempre sobre los fenómenos tensivos.
54
!bid., acto m, escena 3, p. 833. Edición inglesa, p. 118, vv. 361-363:
Make me to see't: or, at least, so prove it
That the probation bear no hinge nor loop
To hang a doubt on ...
55 P. Boudon, "L'abduction et le champ sémiotique", Acles sérniotiques, Documents, op.
cit., VIII, 1985, 36.
N.B. Entendamos "cuadro" como inventario jerárquico y ordenado y como representación icónica, porque la prueba que da consistencia a la red debe ser figurativa y debe suscitar de entrada el espectáculo, al menos imaginario, de la conjunción S.j S3 . Una vez más, la eficacia pasional es figurativa ya que sólo el
celoso, o cualquier otro sujeto apasionado, aceptaria por prueba un pequeño
hecho concreto aislado.
Las metáforas y figuras que describen la transformación de los indicios
en cuadro concluyente, tanto en los discursos literarios como en un análisis
intuitivo, manifiestan todas la detención, la fijación, la conclusión: "consistencia", "dar cuerpo", 56 "precipitar", "espiga", "bisagra". Reconoceremos ahí
dos componentes: un componente aspectual y un componente figurativo.
Desde el punto de vista aspectual, el acceso a la prueba supone un saberterminar muy particular, que permite acelerar un proceso para hacerlo llegar a su término más pronto de lo que su curso estrictamente cognoscitivo
autorizaría: en suma, una especie de accidente aspectual.
Desde el punto de vista figurativo, la prueba debe producir un efecto
de "solidez" (cf. la "congruencia", P. Boudon, ibid.); reconocer la solidez y la
congruencia de una red de indicios es poder asociar con certeza una manifestación figurativa a las posiciones modales, a los roles actanciales y
temáticos, a los valores abstractos. Además, el efecto de "solidez" se sustenta en la modalidad poder y, más precisamente, en una resistencia a
toda prueba; ahora bien, imaginar una resistencia del objeto cognoscitivo
es prestarle una competencia y transformarlo en sujeto. En pocas palabras, el averiguador celoso no está satisfecho sino hasta que triunfa para
transformar el objeto de su búsqueda en sujeto que resiste a sus dudas.
Más generalmente, la "precipitación" de la prueba autoriza una inferencia que, a partir de un parecer manifiesto, reconstituye un ser inmanente. Aun el pañuelo -dado no hace mucho a Desdémona- entre las manos de Cassio equivale para Otelo a hacer una inferencia por medio del
recorrido generativo, que podría descomponerse así:
a] reconstituir el itinerario de ese pañuelo (recorrido figurativo);
b] imaginar el encuentro entre S 2 y 8 3 (dispositivo actancial);
e] adquirir la certeza, a partir de un no-poder-no-estar-ser (modalización epistémica y fiduciaria);
d] suponer, para terminar, en Desdémona, el abandono de todos los
valores sobre los cuales descansaba su amor: pureza, nitidez, entre
otros.
56
W. Shakespeare, Othello, op. cit., p. 120, v. 426-428:
"And this may help to thicken other proofs
Than do demonstrate thinly."
["Y esto puede ayudar a justificar otras pruebas
que parecen demasiado menudas."]
250
LOS CELOS
La precipitación es, en resumen, el final, por una especie de travesía
catalítica por todos esos niveles del proceso cognoscitivo; y la prueba
aparece entonces como el elemento figurativo decisivo que despeja toda
duda del conjunto de las conversiones inmanentes del recorrido generativo.
No obstante, el aspecto propiamente cognoscitivo del fenómeno no debe
ocultar el rol acelerador de la espera, ya que es ella, por su poder sensibilizante, lo que alienta a prestar al objeto el rol de sujeto resistente.
e
Un averiguador lobotomizado
La novela de Robbe-Grillet ofrece la contraprueba que de alguna manera
confirma una proposición como ésa. Por una parte, la búsqueda resbala,
hasta el punto de no parecerse a una búsqueda, puesto que se queda en el
establecimiento de la red de indicios; por la otra, como lo hemos observado
ya, la dimensión tímica está ausente y el tomar partido novelesco sólo manifiesta los efectos indirectos sobre las dimensiones pragmática y cognoscitiva. ¿Qué le hace falta a la red de índices para "precipitar"? Al parecer,
el creer: la desaparición de toda huella fiduciaria o tímica impide la desaparición de la prueba y el proceso cognoscitivo no hace más que repetir el
inventario de los índices y de las correlaciones. Se puede por el contrario
imaginar lo que pasaría si uno de esos índices figurativos fuera elevado al
rango de prueba: por presuposición, uno sería llevado a reconstituir una
espera, un pedido de estabilización y, por consiguiente, una dimensión
ücluciaria.
Se comprende ahora por qué la búsqueda no puede ser contada, ya que
no tiene ni principio ni fin ni demarcación aspectual, al igual, por ejemplo,
que la melopea emblemática cantada por un empleado de la plantación. El
narrador vagabundea en el laberinto de sus indicios, vuelve a pasar en
varias ocasiones por cada uno de ellos, extrae nuevas figuras de desconfianza, pero embrolla así toda lectura cronológica, puesto que la temporalización de un proceso presupone su aspectualización por derecho. Lo textualizado aquí no es la historia de una infidelidad y de unos celos -que
cada quien está obligado a reconstituir por catálisis y a partir de lo que
uno sabe, por otra fuente, de la organización sintáctica de la pasión-, sino
la vagancia de un narrador lobotomizado, es decir, atímico. 57
Confrontando el ejemplo y el contraejem,plo, las condiciones de apari·57
La "desaparición de Jo tímico" en La celosía de Robbe-Grillet podría ser comparada
con la "desaparición de la e" en La desaparición de Perec. Tanto en un caso como en el otro,
al parecer a los lectores y críticos les ha tomado cierto tiempo darse cuenta del procedimiento
puesto en marcha por el novelista; vemos muy bien cuáles pueden ser los efectos y los límites .
de ese tipo de operación sobre el significante, pero sucede todo lo contrario cuando afecta al
significado: se trata entonces de una verdadera experimentación de la puesta en discurso Y
de la textualización.
251
LOS CELOS
ción del creer en el celoso se dibujan ahora más netamente por deducción.
La certidumbre de la traición presupone de entrada: 1] un recorrido en
todos los sentidos de los índices que los transforma en una red, concebida
como una totalidad partitiva; luego, 2] una anticipación tímica sobre el
resultado del hacer interpretativo, asiendo el menor pretexto "icónico" para detener el recorrido, y por último, 3] la clausura de la red, que constituye una totalidad integral y congruente. El objeto cognoscitivo y fiduciario es tratado como un actante colectivo, cuya transformación en totalidad
integral haría de él un sujeto resistente.
a
Una aspectualización sensible
De la inquietud a la adquisición de la certidumbre gracias a la prueba se
despliega un recorrido aspectual que acompaña a la segmentación canónica de la microsecuencia:
incoativo
durativo, iterativo
terminativo
"inquietud"
y "sospecha"
"búsqueda"
y "abducción"
"precipitado de
la prueba"
y "certidumbre"
(aumento de
las tensiones)
(alivio)
--------
(puesta en
movimiento)
El sufrimiento es casi permanente a todo lo largo del recorrido del celoso, pero al mismo tiempo es siempre renovado: su origen, su intensidad
y sus consecuencias cambian ciertamente en cada etapa. Siguiendo paso a
paso a Swann y a Otelo, se puede incluso distinguir, en la crisis de celos,
dos sufrimientos de naturaleza diferente: la inquietud y la inestabilidad
fiduciaria provocan un sufrimiento "arcaico", el mismo de las tensiones
originales de la insignificancia; la certidumbre negativa y la "escena" provocan el sufrimiento específico de los celos. La segunda es el precio que se
paga por el relajamiento de la primera. Tendríamos que suponer aquí que
la sensibilización opera en dos niveles distintos: además de la sensibilización de los dispositivos modales propiamente dichos, que uno reconoce
en el segundo caso, habría una sensibilización de las formas aspectuales
que hace intolerable lo incoativo y que el celoso pueda estar relajado justo
cuando la conjunción s¡s3lo tortura.
La independencia de esos dos niveles de sensibilización y de los dos
recorridos túnicos que de allí resultan se reconoce también por el hecho de
que, in el uso tranquilizado sobre la fidelidad de 8 3 , el celoso que da "trastornado" por el primer sufrimiento; es así como Swann, luego del episodio
252
LOS CELOS
de la ventana iluminada -que resulta después no ser la de Odette- continúa padeciendo por el incidente y permanece listo para recibir nuevas
sospechas. La existencia de esos dos niveles de sensibilización -uno que
afecta a las modalidades y el otro a las aspectualidades- tendería a confirmar el hecho de que la sensibilización afecta también a las modulaciones
tensivas, produciendo, como lo habíamos sugerido, estilos semióticos que
el uso fija y que pueden ser en su momento convocados durante la puesta
en discurso, al mismo tiempo que los bloques modales estereotipados a los
cuales están asociados.
0
La ventana iluminada: simulacros figurativos
y aspectualización espacial
En la ((escena", el simulacro recibe un vertimiento figurativo completo: el
rival toma forma, si no es que ya lo hizo; según el principio de exclusión,
las relaciones de conjunción y de disjunción se espacializah; el conjunto es
presentificado, cualquiera que sea la época efectiva de la conjunción SjS 3
en el relato.
En Proust, la independencia de la escena de exclusión con respecto a
los actores y a la época revela la pregnancia de la aspectualización espacial. Así, cuando la madre recibe en Combray, la exclusión del niño es
identificada con la exclusión del amante cuando la mujer amada está sola
en una fiesta; poco importan los actores y la época, se trata siempre de
... cette angoisse qu'il y a a sentir l'etre qu'on aime dans un lieu de plaisir oi:J. l'on
n'est pas, ou l'on ne peut pas le rejoindre.58
[... esa angustia que surge por sentir al ser que uno ama en un lugar de diversión
donde uno no está, donde uno no puede unírsele.]
La constante es, en este caso, un dispositivo modal (un querer-estarser contradicho por un no-poder-estar-ser) y su manifestación espacial, la
cual parece ser emblemática de las relaciones abstractas de exclusión; en
este caso, el tipo pasional dominante es una variable: esa "angustia", según Proust, puede ser espacializada a la vez por los actores que están presentes y por las épocas de la vida; esa espacialización es una tematización, puesto que la angustia en cuestión puede llegar a ser, según el caso,
"celos de niño" (con respecto a la madre), "celos de amigo" (con respecto al
amigo), "celos de enamorado" (con respecto a la amante). Parecería pues
que la espacialización estuviera encargada aquí de manifestar la constante modal y pasional, de naturaleza estrictamente sintáctica, mientras
que la actorialización y la temporalización estarían encargadas de los
diversos vertimientos semántico-temáticos.
58
A la recherche du temps perdu, op. cit., t, I, p. 41.
253
LOS CELOS
De ahí que todos los espacios de exclusión celosa se parezcan: un englobamiento determina las fronteras del lugar prohibido al celoso; una dirección indica la zona posible por donde cruzar esa frontera. Las únicas
operaciones posibles sobre ese tipo de dispositivo son: 1] paso -entradas o
salidas-, es decir, movimientos direccionales a las fronteras del englobamiento, y 2] rodeos del englobamiento, movimientos "peritópicos" para el
celoso, que no puede cruzar la frontera) y movimientos "paratópicos" para
los otros dos que permanecen confinados en el espacio englobado.
Esa disposición espacial define también el dispositivo espectacular, el
cual instala un enunciatario delegado en un espacio disjunto de aquel en
el que los actores de la enunciación hablan y actúan. Para Swann como
para el público de un espectáculo, el espacio englobado y prohibido es una
escena, que esconde los bastidores, y ese espacio es a la vez expuesto en la
dimensión cognoscitiva según el modo del no-poder-no-uer, y rechazado en
la dimensión pragn1ática según el modo del no-poder-acceder.
La escena de la ventana iluminada, en Un amor de Swann, es ejemplar a ese respecto: un espacio englobado, la recámara, que se supone contiene la escena de conjunción entre 8 2 y S 3, comporta una abertura, la
ventana iluminada; con respecto a ese espacio, Swann sólo puede efectuar
movimientos peritópicos, los cuales manifiestan entre otros la inquietud y
la agitación. No es sino hasta el final de una larga deliberación que se
arriesga a ser "visto tratando de ver" y toca (las tres llamadas para levantar el telón) a la ventana. El texto es claro en ese punto: la sensibilización
lleva a un dispositivo espacial que manifiesta un dispositivo modal; por
eso la ventana iluminada, que señala a la vez la presencia de los actores
en el interior y la posibilidad de un acceso visual a partir del exterior, es
el instrumento espacial y modal de la tortura:
.. .la lumiere [... ] qui maintenant le torturait en lui disant: "elle est la avec celui
qu'elle attendait ... " [... ] l'autre vie d'Odette [... J, il la tenait la, éclairée en plein
par la lampe, prisonniere sans le savoir dans cette chambre ou, quancl il le
voudrait, il entrerait la surprendre et la capturer. .. 59
[.. .la luz [. .. ] que ahora lo torturaba al decirle: "allí está ella con quien esperaba ... " [... ] la otra vida de Odette [... ], estaba allí, iluminada de lleno por la lámpara, prisionera sin saberlo en esa habitación donde él podía entrar cuando
quisiera sorprenderla y capturarla ... ]
o
De la escena como trampa
Pero, como lo demuestra la última frase, el dispositivo espacial es ambiguo: la escena de exclusión que tortura a S 1 se convierte en trampa para
59 !bid.,
p. 273.
LOS CELO~
254
s¡S
3; puede incluso ser concebida para eso desde el inicio por el mismc
celoso.
Así, este último, en particular en Racine y Shakespeare, es siemprE
más o menos el director de escena de la visión exclusiva; puesta en escena
que permite condensar en un solo lugar y en un solo momento dos etapas
de los celos: la adquisición de la certidumbre negativa y la venganza.
Trátese de Otelo relegado a los bastidores en la escena montada por Yago,
de Nerón escondido en la antecámara de la escena que preparó él mismo
(Britannicus) o Roxane mantenida aparte por las reglas del serrallo (Bajazet), todos son a la vez, de un modo u otro, observadores presentes en la
escena por la mirada, el oído o un comparsa, y actores excluidos como tales, pero que han ma~ipulado a los otros y han dirigido la puesta en escena. Roxane suscitó el encuentro entre Atalide y Bajazet; Nerón indicó a
Junie el papel que desempeñáría delante de Britannicus; casi literalmente, Otelo ordenó a Yago montarle un espectáculo convinceJ!.te.
La manipulación de la representación confiere al sujeto apasionado
una propiedad ya sugerida: es un enunciador de segundo grado, por lo
cual también es excluido de la escena, ya que el reembrague sobre su propio "discurso enunciado" le está prohibido, so pena de volver a cuestionar
la puesta en discurso misma. El celoso no puede entonces entrar en la
escena sin destruirla como escena: en cierta forma, el celoso sería un
enunciador muy rudo o no muy perverso para inscribirse gracias a un
reembrague parcial en la escena que él mismo ha suscitado.
Como enunciador delegado, tiene el poder de hacer variar la perspectiva y de cambiar la orientación del espacio modalizado, sin tocar los dis- .
positivos modales como tales; así, el no-poder-entrar llega a ser un nopoder-salir, y la mirada cautivada se convierte en mirada cautivante. Es
como si la adquisición de la certidumbre debilitara el poder de captación
de
con respecto a
e, inversamente, restaurara el poder de captura de
respecto a 83.
Reconoceremos ahí sin dificultad a la vez el poder de un narrador convertido en omnisciente, capaz de derivar y de interpretar los efectos modales secundarios del dispositivo espacial que ha contribuido a colocar, y
la competencia de un sujeto discursivo que ha "internalizado" una escena
actanci.al y puede, por ese hecho, hacer variar las posiciones y las polaridades. Es en ese momento que se da cuenta de que la sensibilización de la
clausura del lugar está en función del punto de vista adoptado: exclusión
y sufrimiento, desde el punto de vista del sujeto disjunto, trampa y amenaza de represalia, desde el punto de vista de los sujetos conjuntos; como
enunciador pasional, le basta pues con adoptar el segundo punto de vista
para invertir los signos de la sensibilización y de la orientación del espacio. La homologación entre el funcionamiento pasional y la puesta en discurso (puesta en escena, variaciones de la perspectiva) confirma en cierto
sl
s3
sl
255
LOS CELOS
sentido que todo simulacro pasional se presenta en el discurso como otro
discurso intercalado.
La vuelta del espacio de exclusión entrampado repercute en la ambivalencia de la exclusividad misma. Swann, por ejemplo, termina por comprender que si él es el único en estar excluido de los lugares donde Odette
hace la fiesta, es porque él es su amante exclusivo (p. 349); los otros, que
no tienen ese privilegio, no sufren tampoco las consecuencias. Esa primera vuelta, previsible a partir del análisis de la exclusividad (cf. supra),
puede entonces ser seguida de una segunda vuelta, transformando la
visión exclusiva en captura.
La sucesión de esas vueltas lleva a interrogarse sobre el funcionamiento sintáctico de la exclusividad: en un primer tiempo, el de la posesión exclusiva, S 1 captura a S 3 y excluye a S2; en un segundo tiempo, el de
la visión exclusiva, S2 captura a S 3 y excluye a S 1; en un tercer tiempo,
verdadera superación dialéctica de los dos primeros, S 1 captura a S 2 y a
S 0 , sorprendidos en su complicidad (¡la nota del hecho policial!); ese tercer
ti~mpo prepara una renovación de la posesión exclusiva, la cual podría ser
entonces un verdadero secuestro que tendría en cuenta la experiencia adquirida. Falta, sin embargo, una etapa; para invertir la exclusividad, es
necesario previamente que la posesión de s3 por sl haya sido cuestionada:
el recelo y la inquietud de S 1 son testigos de ese suceso. La sintaxis de b
exclusividad podría entonces ser representada así:
POSESIÓN EXCLUSIVA
VISIÓN EXCLUSIVA
(S 1 captura a S 3 y excluye a 8 2)
(S 2 captura a S3 y excluye a S 1)
V
/~
TRAMPA DEL CELOSO
RECELO DEL CELOSO
(S 1 captura a S2 y a S3 juntos)
(S 3 escapa de S 1 y S 2 reaparece)
A cada nuevo paso en la posición "posesión exclusiva", las estrategias
se complican o se endurecen: las transformaciones de la exclusividad conservan el recuerdo de las posiciones anteriores, dramatizando de alguna
manera el recorrido pasional.
Universo pasional de vueltas y de ambivalencias, los celos son por excelencia el campo de maniobras en el que se propagan los dispositivos sen-
256
LOS CELOS
sibilizados; la existencia de una sintaxis de la exclusividad que articula el
conjunto del recorrido pasional prueba al menos dos cosas. La primera:
que, cualesquiera que sean las posiciones respectivas de los copartícipes,
el dispositivo modal característico de la pasión -aquí, el de la exclusividad- es una constante atemporal que rige la interacción pasional en su
conjunto. La segunda: que la variación de esas posiciones es regulada,
ordenada y relatable. Podríamos también pensar que esa sintaxis pertenece a la competencia pasional del celoso, bajo la forma de una "inteligencia patémica"; en efecto, cuando él programa la puesta en escena de la
visión exclusiva, puede ya saber que funcionará como trampa para el ser
amado y el rival; además, hemos visto que decretando la exclusión de 8 2 ,
preparaba la suya propia. La sintaxis de la exclusividad funciona de algún modo como una "disposición", es decir, como una programación discursiva que está dotada de su propia dinámica y que se despliega por sí
misma si nada la detiene en su camino.
"La celosía: Ego ha desaparecido
A propósito de la visión exclusiva, La celosía es todavía el laboratorio en
el que son probadas nuestras hipótesis y donde son dibujados los límites
de su validez. El texto está por entero circunscrito al simulacro; su enunciación no es otra cosa que la enunciación pasional, paradójicamente atímica, cierto, pero que no da cabida a 'la enunciación primera; el espacio
enunciado es por completo el espacio englobado en el que el celoso es excluido, un espacio aprehendido por un espectador que está presente en las
escenas que cuenta, pero en las que no participa como actor. El discurso
enunciado de acogida desapareció, la historia está fuera de campo y sólo
el trabajo paciente del lector podrá reconstituir algunos fragmentos. Esa
constatación es suficiente para explicar varias particularidades del texto;
por ejemplo, la dislocación temporal y aspectual: ya no hay observador exterior que disponga de una distancia aceptable para ordenar y delimitar
los procesos.
Además, puesto que en su enunciación el texto mismo es la verbalización del simulacro pasional, y porque el celoso no puede ser un protagonista de ese simulacro, el sujeto del discurso, que se confunde aquí con el
celoso, ha desaparecido. Otra desaparición, pues: la del Yo; en efecto, el
sujeto del discurso está presente como actante, pero ausente como actor
de la escena y de su escritura a la vez. Por eso, pudiendo ser perfectamente superpuestos el sujeto del discurso y el celoso, la exclusión del
celoso se traduce por la exclusión lingüística del Yo: imposible para Ego
decirse Ego, porque sería hacer aparecer a 8 1 (Yo) en la escena de la escritura. Así, el sujeto del discurso no es más que un lugár vacío, reconstituible sólo por deducción a partir de observaciones como éstas:
J:.JVI
Pour se rer.dre
a l'office, le plus simple est de traverser la maison [. .. ] Les chaus-
sures légeres a semelles de caoutchouc ne font aucun bruit ... 6o
[Para llegar a la .oficina, lo más sencillo es atravesar la casa [... ] Los zapatos con
suelas de hule no hacen ningún ruido ... ]
Pour plus de sureté encare, il suffit de lui demander si elle ne trouve pas que le
cuisinier sale trop la soupe. "Mais non, répond-elle, il faut manger du sel pour ne
pas transpirer. 61
[Para estar todavía más seguro, bastará con preguntarle si no le parece que el
cocinero le echa mucha sal a la sopa. ('De ningún modo, responde, hay que comer
sal para no transpirar."]
Franck sourit a son tour, mais i1 ne répond rien, comme s'il était gené par le ton
que prend leur dialogue -deuant un tiers. 62
[Franck también sonríe, pero nada responde, como si estuviera molesto por el tono
que toma su diálogo -frente a un tercero.]
En La celosía) a falta de poder enumerar todas las transformaciones
lingüísticas que tienen por objetivo hacer implícito el caso Agente o Dativo
cuando no podría ser denominado de otra forma que por uyo" o "me",
destaquemos algunos tipos representativos en los enunciados citados:
transformaciones impersonales ("basta con"), paso a la tercera persona por
perífrasis ("un tercero"), transformaciones infinitivas y generalizaciones
("para llegar a"), o aun, elevación del caso Instrumento a la posióón de
sujeto frástico o frásico ("los zapatos") en el lugar del Agente. El lector debe
entonces hacer la comparación entre las manifestaciones indirectas de un
tercer actor y las modalizaciones que, remitiendo a la subjetividad del naITador implícito, deben ser atribuidas a ese mismo tercero; es el caso de la
cuestión narrativizada y modalizada "bastará con preguntarle", cuya
respuesta está en discurso directo. La modalización concierne al tercero
indirecto ("basta con"), pero estando la respuesta en discurso directo, uno
supone que el interlocutor se confunde con el tercero modalizado.
Ejercicio de virtuosismo que sólo adquiere todo su sentido si se integra a la sintaxis de los celos. Muy frecuentemente, la deducción que permite encontrar el lugar vacío del sujeto del discurso es simplemente aritmética: hay cuatro asientos sobre la terraza, uno está desocupado, dos están ocupados por 8 2 y 8 3, el siguiente está ocupado por un tercero quien
no puede ser otro que S 1, el nanador-observador; efectivamente, para seA. Robbe-Grillet, Lajalousie, op. cit., p. 48. Cursivas nuestras.
p. 24. Cursivas nuestras.
62 !bid., p. 194. Cursivas nuestras.
60
61 !bid.,
258
LOS CELOS
ñalar que el asiento está ocupado, se nos explica largamente que su posición es incómoda, a un lado, al sesgo, lo que impide ver bien a 8 2 y a 8 3. El
lugar vacío del sujeto del discurso es pues textualizado como posición y
competencia de observación, y eso por medio de los límites impuestos a
esa competencia en el espacio descrito.
Una de las consecuencias de esa estrategia de discurso, consistente en
hacerse cargo del simulacro del celoso con la exclusión de cualquier otro,
es la de implicar al enunciatario en ese simulacro: este último es sin cesar
solicitado por ese lugar vacío, conducido a realizar inferencias, obligado a
ocupar mentalmente ese lugar para comprender las posiciones de cada
uno y la organización de las escenas descritas. Estrategia semiótica y hermenéutica a la vez que transforma al lector en sujeto discursivo celoso:
¿los celos serían la pasión prototípica de los enunciatarios?"
Los celos puestos en discurso: el componente semántico
9
El pequeño detalle concreto
El celoso es un maniaco del detalle, un fetichista indefectible. El sufrimiento propio de los celos está intrínsecamente ligado a lo "concreto", es
decir, a la vez a los "efectos de realidad" y a las axiologías figurativas.
Hasta el punto de que en la interacción, para hacer sufrir a S 1, es suficiente con "dar detalles"; Odette, por ejemplo, no falta allí bajo la presión
de 8wann. Pero, por otro lado, ya que lo abstracto y lo concreto son graduables, el celoso puede en parte controlar la intensidad de su sufrimiento
haciendo variar· el grado de abstracción o de figuratividad de la representación que se da a sí mismo:
Il se rendait compte que toute la période de la vie d'Odette écoulée avant qu'elle
ne le rencontrat, période qu'il n'avait jamais cherché a se représenter, nétait pas
l'étendue abstraite qu'il voyait vaguement, mais avait été faite d'années particulieres, remplies d'incidents concrets. Mais en les apprenant, il craignait que ce
passé incolore, fluide et suportable, ne prit un corps tangible et immonde, un visage individue! et diabolique. Et il continuait a ne pas chercher ale concevoir, non
plus par paresse de penser, mais par peur de souffrir.63
[Se daba cuenta: de que todo el periodo de la vida de Odette transcurrido antes de
que la encontrara, periodo que nunca había intentado representarse, no era la
abstracta extensión que vagamente entreveía, sino una trama de años particulares, llena de incidentes concretos. Pero temía que al conocerlos aquel pasado
incoloro, fluido y soportable tomara un cuerpo tangible e inmundo, un rostro indi63
A la recherche du temps perdu, op. cit., t. I, p. 368.
LOS CELOS
259
vidual y diabólico. y no hacía ningún intento para concebirlo, no por pereza de
pensar, sino por miedo de sufrir.]
El carácter "concreto" del simulacro no compromete sólo a la figurativización sintáctica -actorial, temporal, espacial-, sino también al conjunto de las isotopías semánticas convocadas por la representación de la
pasión, cuyo poder de figuración es, lo hemos visto, una de las claves del
sufrimiento. En ese sentido, las metáforas de Proust podrían constituir
una vía de exploración, puesto que consideran la invasión de la representación por lo concreto como un remontarse del cuerpo en el discurso,
"un cuerpo tangible e inmundo, un rostro individual y diabólico".
Por otro lado, la invasión de lo concreto se basa en una competencia
del celoso, competencia para enunciar figurativamente y para elaborar
una representación discursiva del simulacro: un saber-relatar o saber-representar; lo cual demuestra que para ser celoso no basta con ser exclusivo: falta todavía un mínimo de imaginación. Esa competencia no es obligatoriamente la del actor apasionado; el saber-representar y la imaginación pueden muy bien pertenecer a otro actor: Odette estará en el lugar de
Swann y Yago en el lugar de Otelo.
La concreción de la escena remite pues a dos componentes: por un lado, al principio mismo de la figurativ:ización (opuesto a la abstracción) y,
por el otro, a la competencia necesaria para la enunciación pasional. Por
eso, en el discurso celoso, la preocupación por el detalle concreto es la marca distintiva de un tipo de escritura figurativa y representativa regulada
por figuras isotopantes y por las leyes de un "género": Yago es dramaturgodirector de escena, Odette es narradora, llena de encanto, de naturalidad,
dotada para las imitaciones, y el celoso de Robbe-Grillet es un descriptor
obsesivo que de alguna manera hablia re inventado la Nueva Novela.
En el simulacro pasional, hemos evocado en varias ocasiones la "presentiticación" de un enunciado, de un acontecimiento, de una situación;
otro aspecto de ese efecto de sentido aparece aquí. Una simulación, una
reproducción iconizada, que obedece a las leyes discursivas de la representación propias de cada cultura y de cada género en cada cultura, asumen el simulacro; al desembrague y al embrague que instalan a este último convendría pues agregar una operación de textualización. De esa forma, la nostalgia se prestaría más bien a la poesía como escritura figurativa, al menos en una cultura romántica, mientras que los celos, lo vemos,
vacilan entre la escena dramática y la pausa descriptiva novelesca según
sean abordados clásica o modernamente.
0
El mineral y lo vital _
El afecto puro, el estado tímico en bruto no se dice más; a menos de repe-
260
LOS CELOS
tir los elementos de un campo léxico rápidamente agotado: sufrir, dolor,
etc., la descripción del estado disfórico no puede ser sino lacónica. Sin
embargo, abundan los textos sobre ese tema, gracias a los procedimientos
simbólicos o semisimbólicos que asume la manifestación del estado disfórico: ciertas isotopías figurativas se especializan entonces en esa tarea.
En Otelo, retendremos de manera particular el "veneno":
Je SUP90nne fort le More lascif [c'est lago qui parle] d'avoir sailli ama place. Cette
pensée, comme un poison minéral, me ronge intérieurment. 64
[Tengo la sospecha de que el lascivo moro [habla Yago] ha tomado sitio en mi
lugar. Pensamiento que, como un veneno mineral, me roe las entrañas.]
... des idées funestes sont, par nature, des poisons qui font d'abord sentir leur
mauvais goüt, mais qui, des qu'ils commencent a agir sur le sang, brülent comme
des mines de soufre ... 65
[.. .las ideas funestas son, por su naturaleza, venenos que en principio hacen sentir su mal gusto; pero, desde que comienzan a obrar sobre la sangre, queman como
minas de azufre ... ]
En esas metáforas, el mineral destruye al animal, ataca el principio
vital mismo. Tales figuras, que tienen la ventaja de despsicologizar lapasión, separando explícitamente el sujeto y el antisujeto, recuerdan oportunamente que la prueba tímica y su consecuencia, el sufrimiento, obedecen
al reembrague sobre el sujeto tensivo y amenazan a la vida misma o, al
menos, a su simulacro.
En la enunciación verbal, el estado disfórico se traduce en Otelo, en el
momento de la crisis, por un aniquilamiento del sujeto del discurso: exclamaciones, desorden de la sintaxis, síncopas y parataxis terminan en la
abolición de la palabra y en el desvanecimiento del actor.
En Proust, también el sufrimiento del celoso es "como un veneno que
uno absorbiera" (p. 42.8), y el amor celoso sólo produce "frutos envenenados" (p. 429); de nuevo, el veneno se opone a la animalidad y más precisamente al principio vital, porque el celoso que sufre de un simple recuerdo
es como
64
Othello, op. cit., acto
II, escena 1, p. 813. Edición inglesa, p. 87, vv. 286-288:
Ido suspect the lusty Moor
Hath leaped into my seat, the thought whereof
Doth, like a poisonous mineral, gnaw my inwards ...
65 !bid., acto m, escena 3, p. 832. Edición inglesa, p. 116, vv. 323-326:
Dangerous conceits are in their natures poisons,
Whitch at the first are scarce found to ditaste,
But, with a little act upon the blood,
Burn like the mines ofsulphur.
:¿t)l
LOS CELOS
... un animal expirant qu'agite de nouveau le sursaut d'une convulsion qui semblait finie. 66
[... un animal expirando que se agita .de nuevo en el sobresalto de una convulsión
que parecía terminada.]
Lo que obliga al celoso (y al analista) a interrogarse sobre la ambivalencia de 8 3 : objeto de valor bajo ciertas condiciones, antiobjeto de valor
bajo otras condiciones, 8 3 fluctúa a merced de las etapas de los celos. La
sintaxis pasional le procura también un recorrido ordenado porque, después de haber figurado como "veneno", tiene también vocación de convertirse en un "calmante" o en un "antiveneno". Ello equivale a decir que en
la perspectiva del sujeto apasionado, 8 3 no es más que una valencia no
polarizada y sólo recibe la categorización y la polarización por medio de
los simulacros sensibilizados que sucesivamente proyecta 8 1.
Proust no escapa tampoco a la metáfora del mineral que ataca lo
vital, esta vez bajo la forma de la herida:
Il se répétait ces mots qu'elle avait dits: [. .. ] "Deux ou trois fois", "Cette blague!",
mais ils ne reparaissaient. pas désarmés dans la mémoire de Swann, chacun d'eux
tenait son couteau et lui en portait un nouveau coup. 67
[Se repetía las palabras que ella había dicho: [... ] "Dos o tres veces", "¡Esas
habladurías!", pero esas palabras al reaparecer en la memoria de Swann no iban
desarmadas, cada una de ellas llevaba su cuchillo y le asestaban una nueva
puñalada.]
Sucede como si la expresión literaria de los celos, y del sufrimiento
que ahí nace, obedeciera aquí a un vertimiento semántico estereotipado,
que remitiría al estatuto del sujeto apasionado como cuerpo sintiente y al
de la crisis pasional como puesta en discurso del sentir mínimo. El instrumento del sufrimiento (el antisujeto tímico) debe ser representado como
un no viviente, y la crisis, como un conflicto de lo viviente y de lo no viviente; el cuerpo del celoso, que en el plano sintáctico era excluido de la escena, reclama ahora sus derechos a la semántica del padecer.
En la medida en que 8 3 no aparece polarizado en sí y fuera de los simulacros proyectados por 8 1, y puesto que como veneno o antiveneno debe
ser "absorbido" por 8 1, se nos lleva a pensar que toda la red figurativa
construida alrededor del conflicto del viviente y del no viviente manifiesta
directamente la prehistoria del protoactante: regreso a la fusión, pero regreso destructor que sólo se resuelve por un aniquilamiento en la insignificancia.
66
A la recherche du temps perdu, op. cit., t.
67 !bid.,
p. 367.
l,
p. 429.
262
@
LOS CELOS
El poder isotopante del sufrimiento: idiolectos y sociolectos
N o nos sorprenderá no encontrar nada de esto en Robbe-Grillet, puesto
que ha sido suspendida la dimensión tímica: el cuerpo del celoso se tiene
que callar y tomar prestadas otras vías diferentes de las del conflicto del
viviente y del no viviente para manifestar, calladamente, su sufrimiento.
De hecho, en la medida en que la escritÚra misma llegó a ser aquí la instancia pasional propiamente dicha, las figuras de la descripción van a encargarse de manifestar indirectamente el semantismo de los celos, tanto
en el nivel de la expresión como en el nivel del contenido.
La ísotopía de la cuantificación es ejemplar a ese respecto. Como tal,
primeramente, invade la de·scripción: lo múltiple, lo fragillentado, se reencuentran en algunas figuras que retornan sin cesar: las balaustradas, las
celosías (de las ventanas), la cabellera de· A ... , los crujidos y el canto de los
grillos, los platanales en las plantaciones y sobre todo el ciempiés apachurrado sobre el muro. La descripción de este último indica claramente
el alcance y el funcionamiento de esa isotopía invasora:
L'image du mille-pattes éerasé se dessine alors, non pas intégrale, mais composée
de fragments assez précis pour ne laisser aucun doute. 68
[Se dibuja entonces la imagen del ciempiés aplastado, no de manera íntegra, sino
compuesta de fragmentos bastante precisos como para no dejar ninguna duda.]
En lugar de la figura del mundo natural, aparece su huella enunciada,
el grafismo de una forma de la cual se precisa que no tiene ya ningún espesor, que es como la tinta: un simulacro detenido en el tiempo. Por otro lado,
el ciempiés, aunque identificable, resiste la totalización y la integración;
para poder identificarlo, la única certidumbre es proporcionada por el
reconocimiento de algunos fragmentos típicos, es decir, de unidades en las
que podernos hacer sobresalir ciertos rasgos característicos: reconocimiento, pues, de unidades partitivas, en detrimento de la totalidad integral.
Ahora bien, la cuestión de lo integral y de lo partitivo ha retornado en
dos ocasiones en el estudio de los celos: para la definición de la exclusividad y para la descripción de la abducción; la recurrencia del motivo remite a la omnipresencia de la cuantificación y de la constitución del actante
colectivo en la configuración de los celos. En un sentido, la isotopía de lo
fragmentado concebido como "múltiple no integrable" manifiesta figurativamente la abducción abortada, el imposible precipitado de la prueba en
esa novela; en otro sentido, lo fragmentado, como colección de unidades
partitivas ~olección fascinante, obsesiva, sensibilizada por lo tanto-) ma68
Lajalousie, op. cit., p. 56. Cursivas nuestras.
263
LOS CELOS
nifiesta el conflicto de lo participativo y de lo exclusivo, de lo partitivo y de
lo integral, que está en el centro del apego celoso. El conflicto gira aquí en
favor de lo partitivo y en pe:rjuicio del celoso, campeón de las unidades integrales.
En la misma isotopía genérica de la cuantificación, el apego celoso
recibe una segunda manifestación: la exclusividad se expresa en esa novela bajo la forma de una verdadera aritmética de los celos. La categoría
"par us impar" provee el argumento principal. Para comenzar, en el enunciado se observa un conjunto de manipulaciones aritméticas frecuentemente orquestadas por A... y que apuntan a establecer la recurren cía de
la cifra 3, ya sea por adición (2+ 1), o bien por sustracción (4-1): entre otros
tres sillones, uno de los cuales está apartado, cuatro cubiertos, uno de
ellos está retirado.
Pero la categoría "par vs impar" tiene un uso mucho más general: los
platanales están dispuestos en tres bolillo (4+ 1) y en líneas cuyo recuento
irregular -el descriptor se entretiene en ese recuento- obedece también
siempre al principio de la adición y de la sustracción de una unidad. Esa
categoría manifiesta, pues, al mismo tiempo la exclusividad y la exclusión: la exclusividad porque el recuento, esa mitmética celosa, impone
siempre la aprehensión de las unidades partitivas en detrimento de la totalidad; la exclusión, porque, para el juego de las adiciones y de las sustracciones así como de los dispositivos proxémicos, en el número concurre
siempre un individuo excluido.
La contaminación semántica de las figuras del texto por el dispositivo
de los celos no es pues el resultado de una simple metáfora: sólo habría
metáfora si ese dispositivo estuviera explícito en el texto, lo que no sucede
aquí, y tanto más porque no es un dato textual sino el resultado de una
reconstrucción por catálisis. Es necesario convenir aquí que la proliferación de las dos categorías de la cuantificación:
par
vs
y fragmentado vs
Impar
integrado,
funciona como un rasgo de competencia enunciativa, como una forma del
no-poder-no-decir que equivale, en un texto cuya sintaxis pasional se refugia en la escritura, al no-poder-no-hacer-saber que caracteriza habitualmente al comportamiento ostensible del celoso.
Ese rasgo de competencia referido a la microsecuencia de los celos,
correspondería así al comportamiento observable y moralizable. No es por
azar que varios de los comentadores han interpretado la repetición, la
recurrencia de las mismas imágenes y la invasión del texto por la cuantificación como una obsesión que expresaría el sufrimiento del celoso. La
rccurrencia de las mismas categorías semánticas en el discurso se expli-
264
LOS CELOS
caría entonces por el poder isotopante del sufrimiento; resulta de ahí que
la intensidad de la emoción puede medirse con la expansión de las isotopías figurativas que asumen la manifestación. Esa expansión determina
a un sujeto enunciativo según el poder (no-poder-no-decir), mientras que
el pequeño detalle concreto, fundamento de la simulación de la representación, determinaba un sujeto enunciativo según el saber (saber decir). En
cierta forma, según un modelo muy extendido en la literatura moderna y
contemporánea de Marivaux a Proust, entre otros, La celosía nos cuenta
las circunstancias en las cuales un observador ha adquirido la competencia para describir las cosas tal y como nos son presentadas de hecho en el
discurso.
La existencia en Robbe-Grillet de una isotopía de lo fragmentado y de
una isotopía de lo impar, en ausencia de toda isotopía que asumiera directamente la manifestación del sufrimiento, lleva a interrogarse sobre la
naturaleza de los vertimientos semánticos figurativos de la pasión. Por un
lado, se ha resaltado la existencia de vertimientos sociolectales, que se reconocen por su aspecto estereotipado, encargados de una manifestación
del sufrimiento que sólo pasa por directa y evidente en razón de su carácter estereotipado en una cultura dada: la motivación de las figuras está
pues ligada, en este caso, a su pertenencia a una taxonomía connotativa.
Por otro lado, La celosía ofrece un ejemplo de vertimiento idiolectal, que
únicamente pasa por indirecto e implícito en razón de su carácter no estereotipado.
Todo discurso apasionado es pues susceptible de asociar los dos tipos
de vertimiento semántico; se nos hace entonces suponer que en Proust o
en Shakespeare la pasión recibe también vertimientos figurativos idiolec- .
tales, que pueden estar disimulados por los estereotipos del veneno, de la
herida, de lo viviente y de lo no viviente.
De hecho, en Proust, por ejemplo, encontramos una isotopía figurativa que correspondería a esa definición: el aliento. El "gran aliento de la
agitación" aparecido con la inquietud recibe por repercusión la imagen de
un Swann "jadeante" en el momento del sufrimiento, cuando Odette
acaba de confesarle sus amores homosexuales. Como puede preverse,
para el celoso, calmarse, recuperar la confianza, es "recobrar su respiración" (p. 429). Esa isotopía es, por otra parte, demostrada en la novela
entera por medio de las figuras contrarias de lo "aireado" y de lo "confinado" -puestas en evidencia hace tiempo por J.P. Richard-69 y que en todas
sus ocurrencias son la manifestación de la sensibilización de los dispositivos modales, incluso acompañadas de anotaciones explícitamente eufóricas o disfóricas.
Shakespeare, en cambio, se contenta· con volver a dar vida al estereo69
Proust et le monde sensible, París, Ed. du Seuil, 1974, p. 44 ss.
265
tipo, desarrollándolo, apropiándoselo, y en particular combinando la animalidad y la anormalidad: tales son las figuras del "monstruo" y del furibundo:
Quelque monstre trap hideux peut etre mis aujour ... 70
[Algún monstruo demasiado horrible para mos.trarse ... ]
C'est le monstre aux yeux verts qui produit l'aliment dont il se nourrit. 71
[Es el monstruo de ojos verdes el que produce el alimento del que se nutre.]
Morbleu, de la patience! ou je dirai que vous etes décidément un frénétique et non
plus un homme.7 2
[¡Caramba!, paciencia, o diré que sois entera y absolutamente un frenético y no ya
un hombre.]
El celoso "frenético", "monstruoso", pierde en Otelo una parte de su
humanidad. La "humanidad" se caracteriza en este caso por la sociabilidad y el dominio, es decir, esencialmente por la regulación de las mani~
festaciones pasionales; lo que más choca a los venecianos del Moro es la
pérdida de la compostura en público, la pérdida del saber-estar-ser social y
el desencadenamiento de los instintos.
Por otra parte, Otelo, hablando de Desdémona, había predicho:
Excellente créature! que la perdition s'empare de mon ame si je ne t'aime pas! Va!
quand je ne t'aimerai plus, ce sera le re tour du chaos. 73
[¡Excelente criatura! ¡Que la perdición se apodere de mi alma si no te quiero! ¡Y
cuando ya no te quiera, será de nuevo el caos!]
Había entonces en Otelo una especie de apego regido por el deberestar-ser, pero ese deber-estar-ser no tiene nada de subjetivo; aquí, el
70
Othello, op. cit., acto Ill, escena 3, p. 827. Edición inglesa, p. 108, vv. 106-107:
... sorne monster in his thought
Too hideous to be shown.
71 !bid., p. 828. Edición inglesa, p. 110, vv. 164-165:
It is the green-eyed monster, which doth mock
The meat il feeds on.
72 !bid., acto rv, escena 1, p. 843. Edición inglesa, p. 135, vv. 87-88:
Marry, patience!
Or I shall say you're al! in all in spleen
And nothing of a man.
7 3 !bid., acto III, escena 3, p. 826. Cursivas nuestras. Edición inglesa, p. 107, vv. 90-92:
Excellent wretch! Perdition catch my soul
But I do lave thee! And when I !ove thee not,
Chaos is comme again.
266
LOS CELOS
apego amoroso inspira la confianza en un orden humano, y en la contingencia su debilitamiento sólo puede traer de nuevo el caos animal, antes
de aniquilarse en el conflicto con lo no viviente. Los órdenes de la naturaleza: lo humano (saber y deber-estar-ser), lo animal (no-saber y no-deberestar-ser) y lo mineral (no-estar-ser) son en Shakespeare instancias modales jerarquizadas y ordenadas en un vasto recorrido epistemológico y
pasional que el celoso sigue regresivamente hasta la insignificancia.
El vertimiento figurativo del sufrimiento presenta en los tres textos
examinados una excepcional coherencia semántica, la cual estimula a investigar la organización sintáctica. El vertimiento idiolectal provee primeramente la isotopía para la constitución del sujeto apasionado: la
agitación es un aliento que, en Proust, devora la respiración del sujeto; es
un subir cuesta arriba del caos anterior al deber-estar-ser en Shakespeare;
en Robbe-Grillet, lo que cumple ese papel es la fragmentación de las figuras del mundo natural.
Encontramos el mismo vertimiento figurativo para manifestar la consecuencia tímica, es decir, el sufrimiento y la emoción por los cuales se
agota el principio vital puesto en movimiento precedentemente, ya sea por
un paro -el aliento es bloqueado-, o bien por un gasto excesivo -el caos
lleva a la autodestrucción.
En el momento de la moralización, puede servir también de referente
para evaluar el comportamiento pasional y en particular el grado de
dominio (del aliento, de los instintos y de sus desbordamientos) que revela.
Por último, en el caso en que el sujeto apasionado se convertirá en sujeto de hacer, el vertimiento figurativo procurará la isotopía en la cual se
inscribirá el hacer. Con la muerte de Desdémona, Otelo espera borrar la
mancha animal por la cual la acusa, pero al mismo tiempo se va a conducir
como un "frenético" y adoptará una conducta caótica, más destructora aún
que la pasión. Swann no actúa más, salvo como sujeto cognoscitivo, pero
ulteriormente el narrador, en La prisionera, pasará al acto y en cierto sentido "confinará" a Albertine en el campo cerrado y sofocante de los celos.
La isotopía figurativa del aliento es en efecto retenida también para
manifestar los imprevistos tímicos del joven Marcel. Para comenzar, en
una forma de razonamiento por analogía esos imprevistos son comparados con los del asma:
.. .la jalousie est de ces rnaladies intennittentes dont la cause est capricieuse (.. .] Il
y a des asthmatiques qui ne calment leur crise qu'en ouvrant les fenetres, en res-
pirant le grand vent, un air pur sur des hauteurs, d'autres en se réfugiant au centre de la ville, dans une chambre enfumée. Il n'est guere de jaloux dont la jalousie
n'admette certaines dérogations. Tel consent [... ], tel autre ... 74
74
M. Proust, A la recherche du temps perdu, op. cit., t.
III,
La prisonniere, p. 29.
267
LOS CELOS
[.. .los celos son una de esas enfermedades intermitentes cuya causa es caprichosa
[... ] Hay asmáticos que sólo calman sus crisis abriendo las ventanas, respirando
aire libre, un aire puro de las alturas, mientras que otros se refugian en el centro
de la ciudad, en un cuarto lleno de humo. Apenas existen celosos cuyos celos no
admiten ciertas derogaciones. Uno consiente [... ] otro .. .]
También la inquietud es un confinamiento, y el alivio, una llegada de
aire fresco. Al menor signo tranquilizador:
... l'atmosphere de la maison devenait respirable. Je sentais qu'au lieu d'un air
raréfié, le bonheur la remplissait. 75
[.. .la atmósfera de la casa se hacía respirable. Sentía que en lugar de un aire
enrarecido la llenaba la felicidad.]
Un verdadero sistema semisimbólico ancla la isotopía del aliento en la
dimensión tímica:
aireación : confinamiento : : felicidad : desdicha,
de tal manera que, por metáfora, la felicidad puede remplazar a un aire
enrarecido en el espacio de la casa.
Por consiguiente, todo está en su lugar para que el paso al acto, para
terminar, tome también prestada su expresión a la isotopía del aliento: de
hecho, la posesión amorosa de Albertine piisionera se cumple como una
aspiración del aliento; después de una larga ensoñación sobre el aliento de
la durmiente, el narrador constata:
Sa vie m'était soumise, exhalait vers moi son léger souffle. J'écoutais cette murmurante émanation mystérieuse, douce comme un zéphir marin, féerique comme un
clair de lune, qu'était son sommeil. [... ] j'avais son souffle pres de ma joue, dans ma
bouche que j'entr'ouvrais sur la sienne, ou contre ma langue passait sa vie. 76
[Su vida me estaba sometida, exhalaba hacia mí su tenue aliento. Escuchaba aquella murmurante emanación misteriosa, dulce como un céfiro marino, mágica como
un claro de luna, que era su sueño [. .. ] tenía su aliento junto a mi mejilla, en mi
boca que yo entreabría sobre la suya y a la que por mi lengua pasaba su vida.]
Si la asociación del aliento y de los celos fuera una simple analogía, no
hubiéramos dejado el campo de la comparación entre el asma y la pasión,
ya que el asma es para el narrador el prototipo de todo sufiimiento; pero
la asociación se prolonga en el hacer amoroso, fuera del sufrimiento.
75 1bid., p. 57.
76Jbid., pp. 70-74.
268
LOS CELOS
Metáfora hilada, cierto, pero no sin razón: el vertimiento figurativo debe
aparecer en todas las etapas de la microsecuencia pasional, la cual procura en cambio su armazón modal y sintáctica a la isotopía solicitada.
Debemos entonces reconocer al sujeto apasionado en general y al celoso en particular, junto con la competencia modal constituida por dispositivos modales sensibilizados y reunidos en una disposición, una competencia semántica constituida por isotopías figurativas sensibilizadas que selecciona, ya sea como sujeto social o bien como sujeto individual, para representar específicamente los recorridos pasionales. La figuratividad sirve en suma a la pasión, desplegando motivos (el veneno, el ciempiés, la
herida) e isotopías en la sintaxis pasional propiamente dicha. Excluidos
los objetos de valor pasionales a causa de la preemineneia de la sintaxis
modal, los contenidos semánticos figurativos hacen aquí un regreso discreto a los sistemas semisimbólicos que asocian las diferentes etapas de la
secuencia a las figuras patemizadas.
Nota sobre la cuantificación
A lo largo de nuestros análisis de las configuraciones patémicas, se ha
podido constatar que hemos tenido que recurrir a tal o cual aspecto de la
cuantificación de los fenómenos considerados; las isotopías figurativas
patemizadas en sí mismas, al entrar en relación semisimbólica con las categorías pasionales, explotan las figuras cuantificables: el fragmento y el
ciempiés en uno, las espigas y las muescas en el otro, que remiten de algún
modo a la dialéctica del todo y de sus partes, de lo uno y de lo múltiple.
Así, el avaro apareció como moralmente condenable, ya que parecía
perturbar cierto orden de las cosas al tratar de acumular o rechazando
compartir, es decir, afirmando la exclusividad de sus relaciones con los
objetos de valor. Esa perturbación sin embargo sólo podía comprenderse ·
si uno admitía por presuposición una "no exclusividad" en la circulación
de los valores. Por poco que se considere cada universo axiológico como
una totalidad cerrada y fragmentada en partes que corresponden a cada
uno, los objetos de valor adquieren un estatuto de unidades partitivas,
propias de los sujetos pero no exclusivas. La intrusión del avaro consiste
entonces en una transformación de unidad partitiva en unidad integral
o, mejor, en la adquisición de un doble estatuto para esa unidad como
parte de un todo y al mism~ tiempo como integralidad, es decir, una
magnitud autónoma. Lo que para el sujeto era un modo de participación
en la totalidad de los valores se convierte ahora en una forma de su
autonomización, ya que esa transformación comprende de alguna manera la transformación de un sujeto sumergido en los sis.tema's de valores
de su cultura en un sujeto apasionado.
.
LOS CELOS
Por la misma acción encontramos así el modelo bien conocido propuesto por Lévi-Strauss, según el cual la circulación de los objetos -o su
comunicación- es fundadora de las estructuras sociales -la de los bienes,
de las mujeres y de las comunicaciones-, dando lugar a las tres dimensiones fundamentales de toda sociedad. Pero haría falta entonces considerar la distinción entre dos niveles diferentes del intercambio generalizado:
por un lado, los objetos discretos, que uno puede acumular, dividir, distribuir e intercambiar con base en equivalencias discontinuas; por el otro,
los objetos patémicos, que participan también en el intercambio, pero de
modo continuo y adoptando las formas de la diseminación, de la fluctuación y del contagio.
Y, al igual que en los microuniversos pasionales el flujo circulante
puede dispararse o bloquearse, en la evolución de las sociedades se puede
concebir tanto un proceso destructor que por una aceleración no regulada
de los intercambios (potlatch o dumping) ponga en peligro a la colectividad, como un proceso de disminución exagerada en el que la apropiación
individual (atesoramiento o acaparamiento) se haga en detrimento de la
cohesión social. Por eso, no es sorprendente que las mutaciones o los acci~
dentes socioeconómicos -Bl nacimiento de la propiedad privada, el acaparamiento especulativo, la colectivización, los eraes bursátiles ...- sean
también acontecimientos patémicos.
Vemos entonces con qué facilidad es posible deslizarse) ayudándose de
los celos, hacia la exclusividad proclamada de las mujeres, garantizada por
las estructuras del parentesco que permiten cierta libertad de circulación
al mismo tiempo que la apropiación individual. La elección de los celos es,
a ese respecto, ejemplar; hemos anotado que éstos no se interpretan únicamente en el marco del intercambio generalizado, en el que sustituyen ventajosamente a los rigores del matrimonio que han llegado a ser insoportables, sino que hacen intervenir dos veces la exclusión, como proceso
cognoscitivo e imaginario, apuntando, ya sea para preservar la exclusividad del objeto cuando se encuentra en peligro, o bien para excluirse de la
escena en trio reconociendo -de hecho, si no de derech(}-la exclusividad de
la cual se beneficia el rival. Más interesante en ese último caso es que no
opera solamente circunscribiendo el objeto de valor que es el ser amado en
beneficio del sujeto, sino que el velo de exclusividad abarca el conjunto de
la intersubjetividad -la pareja o el doble, poco importa-, estableciendo una
línea de demarcación entre la totalidad y una nueva "unidad partitiva" y
apoyando el problema de la anterioridad del uno o del doble.
El último ejemplo de la exclusión en marcha, por así decir, se manifiesta en la manera de conducir las operaciones cognoscitivas durante la
búsqueda de la prueba. El sujeto celoso, al mismo tiempo que desea verdaderamente conocer la verdad, rechaza sin embargo todo saber parcial, y
así aparece aquí la exclusividad en la manipulación de las modalidades
270
LOS CELOS
epistémicas, como la supresión de los términos intennedios entre la certidumbre y la exclusión por el rechazo de la duda o de la probabilidad. La
búsqueda de la certidumbre a cualquier precio puede interpretarse entonces como una sed de la totalidad que uno teme perder, como una precipitación de la unidad partitiva ansiosa de reencontrar su integralidad.
Las formas de la cuantificación que encontramos aquí se encuentran
en las gramáticas tradicionales -y menos tradicionales- bajo la etiqueta
de "indefinidos", que hemos propuesto en otra ocasión considerar como
"cuantitativos indefinidos". Ese raro conjunto de magnitudes insólitas
-pronombres, adjetivos, adverbios o artículos-, desde hace mucho rompecabezas de los lingüistas más avisados como Brondal o Guillaume, por
mencionar algunos, ha llegado a ser desde hace algún tiempo uno de los
problemas arduos de la filosofia. Así, cuando Paul Ricoeur, al plantear la
cuestión de la identidad del sujeto y más precisamente del "sujeto narrativo", para evitar una confusión previa nos invita a distinguir entre los conceptos de mismidad y de ipseidad, encontramos alú semejanzas sorprendentes con la definición del unus de Brandal -término complejo de dominación variable, compuesto del elemento discreto (es decir, la "mismidad")
y del elemento integral (es decir, la "ipseidad")-, en que el primero permite distinguirlo del "otro" y el segundo asegura allí la consistencia, el
todo oponiéndose al concepto de totalidad.
Desde otro punto de vista, si se interroga el devenir, especialmente el
de las comunidades, se presenta, decíamos, como una variación continua
de los equilibrios y los desequilibrios entre fuerzas cohesivas y dispersivas, cuyo antagonismo tiene como propósito la emergencia de la significación misma y también, más específicamente, de la interactancialidad.
Por un lado, los sujetos patémicos, ya sean colectivos o individuales en
la descripción de las configuraciones pasionales, parecían frecuentados
por toda una cohorte de sujetos modales, cuya puesta en fase plantea
problemas. En efecto, ese sujeto plurimodalizado, como el atleta en el
estadio, puede desunirse o reunirse, congregar o dejar dispersarse las cargas modales que lo determinan. Por eso ha sido necesario hacer un llamado a los "estilos semióticos" y a los estilos aspectuales que los manifiestan
en discurso, concebidos como equilibrios/desequilibrios entre fuerzas
antagonistas, para procurar en la mira del sujeto tensivo formas relativamente estables, que puedan perdurar a pesar de los imprevistos modales.
Por otro lado, los diversos aspectos cuantificables de los objetos parecen distribuirse en tres estratos principales: las figuras-objeto iconizadas
se constituyen primero en clases, establecidas sobre la base de propiedades modales y sintácticas que permiten hablar de los objetos de valor.
Son esas clases de figuras iconizadas las que reciben las determinaciones
gramaticales de la cuantificación (indefinidos, partitivos, integrales, definidos, etc.); que abarcan a la vez la cua.11tificación de los sujetos y la de los
LOS CELOS
271
objetos. Se puede considerar a ese respecto que es la junción en sí misma
la que se encuentra entonces cuantificada: un solo sujeto para n objetos,
un solo objeto para n sujetos, un sólo sujeto para un sólo objeto, etc., distinciones que permiten fundar y diferenciar por ejemplo el atesoramiento,
el consumismo, la distribución, el compartir ...
Se plantea entonces la cuestión del criterio que permite decidir sobre
los valores: ¿por qué tal o cual clase, definida cuantitativamente, puede
representar un valor para tal o cual sujeto? Son las valencias las que proveen el criterio, con lo que permiten constituir las clases de objetos de
valor, a partir, entre otras, de sus· propiedades participativas o exclusivas.
En fin, más acá de las valencias, se dibujan para el sujeto tensivo "sombras de valor" en las fluctuaciones de una interactancialidad en devenir,
en los combates con las fuerzas cohesivas y dispersivas.
El caso del "objeto" en la configuración de la avaricia es ejemplar a ese
respecto. Se presenta de entrada como un islote de resistencia en la circulación generalizada, como una zona de aflojamiento, hasta de bloqueo, del
ílujo comunitario: es la "sombra de valor". La discretización del flujo y su
reformulación en términos de intercambio hacen de esa ('sombra" una valencia, bajo la forma de la exclusividad. Como objeto de valor, en fin, el objeto del avaro subsumirá todas las figuras iconizadas obedeciendo a la
definición de una unidad integral.
Cualesquiera que sean las interpretaciones y las soluciones adoptadas, ellas justifican nuestra preocupación por situar -como lo habíamos
hecho- los problemas de la cuantificación y de las primeras articulaciones
del concepto indefinido de magnitud en el centro mismo de la epistemología que trata de enunciar las precondiciones de la aparición del sentido.
Nuestra evocación del pensamiento presocrático, preocupado por el problema de lo uno y de su detonación, de las tensiones que apuntan hacia la
reconstitución de la totalidad, pudo parecer un poco desplazada. Nuestra
referencia a una necesaria cohabitación, si no a una conciliación, de la doble concepción del universo considerado ora como discontinuo ora como
continuo, parece justificarse ahora cuando vemos en diversos niveles del
recorrido generativo la necesidad de recurrir por intermitencia, o a la vez,
a los cuantitativos definidos y discretos y a los cuantitativos indefinidos
que, después de la repartición de la totalidad, son susceptibles de acceder
al estatuto de integrales, lo cual permite comprender, entre otras cosas,
cómo la exclusión puede ser un concepto lógico y una actitud pasional.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Es curioso constatar que el problema de la cuantificación que acabamos
de retomar haya podido plantearse de modo tan insistente cuando se ha
tratado de introducir en la teoría semiótica su componente pasional. Eso
se comprende en parte si se tiene en cuenta el hecho de que la cuestión
del estatuto de las magnitudes -sujetos u objetos de valor- sólo podía reaparecer necesariamente cuando la tensividad de fluctuaciones y contornos
vagos era postulada en el horizonte de las cosas. La concepción del universo, doble y complementario, continuo y discontinuo, debía entonces acoger
la comprensión de la totalidad como portadora de un doble devenir, el de
la división y el de la diseminación.
Todo eso tenía que repercutir enseguida en el nivel de la instancia de
enunciación) dando cuenta de la existencia, aliado de las estructuras articuladas con discreción, de las comunidades integradas y de las instituciones socioculturales, de las culturas y de los sociolectos. Podemos ahora
comprender el juego incesante que asocia, por un lado, a unidades partitivas e integrales que dan lugar a individuos participativos y sin embargo
integrados y, por el otro, a sujetos integrados y discretos, dotados de la
"ipseidad" y de la "mismidad". En esa perspectiva, la historia aparece como un devenir perpetuo en el que se forman, se deforman y se reforman
personas y culturas.
Así, las sociedades comerciales pueden ser constituidas como totalidades vivientes, a partir de individuos discretamente articulados, al igual
que las sociedades denominadas arcaicas pueden engendrar personas íntegras e incluso dotadas del sentido de la propiedad. Asimismo, nos parece
posible considerar que ciertas herramientas cuantitativas de esa naturaleza puedan servir de marco para definir el "proyecto global de personalidad" que no se reduzca a la simple "identificación", sino también para
abordar una tipología de los humores y de la constitución de las personas.
Puesto que -se tiende muy frecuentemente a olvidarlo-la semiótica es
y debe permanecer, para no perder su espíritu, como un proyecto científico
situado a "escala humana": si el mundo de los olores nos es accesible como
un conjunto de efectos de sentido, existe un más allá molecular, nuclear,
etc., que surge de una forma que no es ya semiótica, sino científica stricto
sensu. Dentro mismo de la aprehensión semiótica, de algún modo y haciendo variar la distancia epistemológica para acomodar la mirada, a partir de
los mismos fenómenos se puede obtener imágenes diferentes: modulaciones y fluctuaciones a gran distancia, categorización y modalización a
[272}
A ivLWERA DE CONCLUSION
273
corta distancia; pero para la mirada semiótica queda un horizonte infranqueable: el que separa el "mundo del sentido" del "mundo del estar-ser".
Las confusiones, es verdad, son a veces difíciles de evitar; sólo nos
queda insistir en la percepción corno interacción del hombre y de su entorno que es la piedra de toque en nuestros esfuerzos para comprender el
mundo del sentido común, donde es el propio cuerpo el que permite a ese
mundo el acceso al universo del sentido. Cuerpo sintiente, percibiente,
reaccionante; cuerpo que moviliza todos los roles dispersos del sujeto en
una tirantez, un sobresalto, un arrebato. Cuerpo como barrera y suspensión que conduce a la somatización dolorosa o dichosa del sujeto, pero
también lugar de tránsito y de patemización que administra la apertura
sobre los modos de existencia semiótica.
Si todavía creeemos en el viejo adagio según el cual es el punto de vista sólidamente mantenido el que constituye un dominio cualquiera en
"disciplina" y le confiere el estatuto de objeto de investigación, es ese espacio semiótico poblado de formas cognoscitivas patemizadas -donde loracional y lo irracional se han fusionado en racionalidades diversas y en
configuraciones patémicas múltiples- el lugar homogéneo de nuestras exploraciones.
Homogeneidad del lugar, pertinencia de la mirada: la coherencia en
las cosas y en los espíritus es lo único que nos queda como fundamento de
nuestro quehacer cuando los otros criterios de verdad han llegado a ser
obsoletos. "Com-prender" -es decir, asir los fenómenos a la vez- es la prolongación esperada del "todo se sostiene" saussuriano, en el que la búsqueda del sentido para el mundo se reúne con la intención del sujeto que
se interroga sobre su propio recorrido. Comprender el mundo es oponerse
a parcelario en modelos locales, postular su coherencia, único medio para
abordar las "complejidades" que dan miedo o que parecen muy costosas: al
integrar nuestras reflexiones sobre las pasiones se ha buscado satisfacer
esa condición, cuyo éxito se juzgará a posteriori en la teoría semiótica de
conjunto.
Habiendo sido llevados a interrogarnos sobre la manera de estar-ser de
los valores y sus organizaciones, quisiéramos inscribir alú en un buen lugar
la cuestión que nos ha guiado a lo largo de este trabajo. Ya sea que la cuestión del objeto propio del quehacer semiótico se plantee en el nivel de las
precondiciones, en el nivel del discurso o en los niveles intermedios, las diferentes soluciones deben suscribir la e:xigencia de coherencia: fuerzas cohesivas en el universo tensivo, modelo constitucional y dialéctica sintáctica en
el nivel semionarrativo, isotopía y aspectualización en el nivel discursivo.
La coherencia nos parece ser esa "sombra de valor" que refleja la aspiración
del universo a la unidad, pero también la valencia que comprende los valores a todo lo largo del recorrido epistemológico: esperanza del Yo inencontrable del sujeto, sostén del investigador en búsqueda de eficacia.
ÍNDICE ANALÍTICO
abducción: 248, 251, 262
apego: 97, 98, 106, 112, 113, 115, 117,
123, 136, 137, 139, 160, 161, 168171, 175-177, 180-185, 188, 189,
191, 197-199, 201, 203, 205-208,
210, 211, 214, 215, 219, 220, 224,
226, 228, 229, 232-234, 236, 242,
263,265,266
aspectualidad: 25, 26, 68, 69, 81, 252
aspectualización: 15, 23, 30, 31, 33,
34, 36, 38, 42, 43, 45-47, 67, 83,
129, 148, 157, 179, 180, 239, 24 7,
261,272
categorización: 15, 23, 30, 31, 33, 34,
36, 38, 42, 43, 45-47, 67, 83, 129,
148, 157, 179, 180, 239, 247, 261,
272
competencia: 10, 11, 14, 15, 18, 44, 48,
49, 51, 52, 59-62, 79, 81-83, 86, 91,
99, 100, 105, 106, 112, 124-126,
128, 130-132, 134, 139, 145, 149,
151, 161-163, 165, 172, 179, 193196, 199, 202, 205, 208, 218, 219,
223, 224, 232, 236, 240, 242, 243,
245, 249, 254, 256, 258, 259, 263,
264
.
competencia pasional: 99, 100, 112,
179,205,242,256
confianza: 26, 64, 68, 177, 180-183,
188, 189, 212, 214, 227-229, 233,
264, 266
configuración: 28, 30, 52-54, 56, 59,
61, 64, 78, 86, 87, 101, 103-111,
113, 114, 117, 119, 128, 129, 131,
136-142, 144, 146-148, 153, 155,
156, 159-161, 163-165, 180, 184,
187, 188, 203, 205-207, 210, 211,
213, 219, 223, 231, 235, 236, 262,
271
constitución: 17, 53, 83, 86, 118, 136-
138, 145, 152, 156, 173, 175, 197,
207, 225, 226, 230, 247, 262, 271,
272
continuo: 12, 32, 33, 37, 65, 71-73, 78,
98, 101, 115, 117, 118, 152, 153,
156,157,222,238,269,271,272
conversión: 45, 47, 55, 67, 73, 115,
184, 230
convocación: 12, 13, 67, 68, 74, 76, 77,
98, 132, 140, 145, 147, 148, 221,
222
crisis pasional: 181, 205, 211, 215,
219,223,224,237,261
cuerpo sensible: 134
desconfianza: 151, 152, 164, 17~ 180,
182, 188, 205, 209, 211, 212, 219,
224,227-230,233-23~ 247
devenir: 31-39, 41, 42, 44, 46, 61, 6.5,
67-72, 74, 88, 101, 119-121, 141,
142, 144, 147, 152, 155-159, 169,
222,242,271,272
difidencia: 180-184, 188, 189, 205,
206,212,227-229,247
dimensión estética: 29
dimensión tímica: 58, 73, 74, 86, 171173, 191, 198, 229, 231, 240, 250,
262,266
discernimiento: 10, 173, 219, 220, 239
discontinuo: 10, 17, 24, 37, 65, 66, 70,
73, 93, 101, 152, 153, 156, 157,
195,222,271,272
disposición: 9, 21, 35, 57-61, 65, 67-69,
74, 75, 77, 79, 80, 101, 106, 110112, 122, 124, B1, 132, 136-139,
145, 146, 151, 152, 170, 199, 205,
221, 226, 2.'37, 241, 242, 245, 253,
256, 268
dispositivo : 21, 56, 58, 60-62, 64-69,
71-73, 76-79, 84-86, 88, 91, 101,
105-108, 123, 131, 132, 134, 136,
[275]
276
137, 139, 146, 151, 153, 156, 157,
160-162, 164-167, 176, 178, 179,
183-186, 198-200, 202-204, 209211, 213, 215, 219, 221, 223-225,
234, 237, 244, 249, 252-254, 256,
263
dispositivo actancial: 160, 161, 164,
165,167,249
dispositivo modal: 60-62, 64, 65, 68,
69, 77, 79, 84, 88, 106, 108, 123,
131, 132, 134, 136, 137, 139, 146,
151, 153, 156, 161, 163, 179, 185,
199, 202-204, 211, 213, 221, 223,
225,244,252,253,256
dispositivo patémico: 185, 223, 224,
234
emoción: 28, 30, 38, 81, 144, 145, 152,
217-221,225,226,230,246,264
escena: 56, 125, 146, 159, 164, 167,
168, 178, 182-184, 199, 200, 209,
211, 218, 220, 222, 227, 230, 231,
233, 235, 242, 251-254, 256, 258,
259,269
esquema patémico: 144, 148, 152,
225-227
estilo semiótico: 21, 59, 61, 65, 67, 71,
88, 145, 184, 225
estructura modal: 61, 79, 185
ético: 26, 97, 103, 138, 141, 142, 145,
146, 149, 157, 162, 163, 165, 181,
195, 202, 204-207
etnotaxonomía: 77, 90
exclusión: 102, 173, 183, 200, 211,
212, 217-220, 252-256, 258, 263,
269,270
exclusividad: 168, 171, 173-175, 180182, 184, 185, 188-191, 196, 200,
206, 207, 212, 229, 241, 255, 256,
262,263,268,269
existencia semiótica: 12-14, 17, 50-51,
91,130,136,148,168,273
fiducia: 19, 27, 29, 32, 36, 37, 39, 44,
51, 56, 57, 87, 100, 137, 159, 169,
171, 180-184, 189, 206, 209, 214,
217-219, 224, 226-229, 242, 243,
248-251
firmeza: 206-208
ÍNDICE ANALÍTICO
foria: 19, 22, 24, 27-34, 37, 41-44, 46,
51,130,169,177,180,219,237
horizonte óntico: 12, 16, 19, 31, 69,
148,239
identificación: 49, 52, 107, 193-196,
226,239,272
idiolectal: 13, 71, 77, 86, 88, 90, 91,
93, 96,264,266
inquietud: 30, 31, 34, 35, 133, 137,
161, 176-180, 182-184, 218-221,
224, 227, 230, 233, 234, 236, 237,
240-243, 247, 251, 253, 255, 264,
267
intensidad: 15, 23, 97-99, 105, 110,
116, 118, 139, 141, 142, 155-158,
164,168-170,232,251,258,264
interactancialidad: 54, 166, 270, 271
intersubjetividad: 29, 30, 54, 56, 146,
157,187,210,241,269
intersubjetiva: llO, 140, 208, 243
lógica de las fuerzas: 22, 23, 29, 34,
41, 71, 88, 97, 118, 119, 140, 147,
152, 154, 156, 157, 161, 175, 205,
206,270,271
lógica ele posiciones: 22, 32, 35, 45, 46,
74,85, 100,118,130,149
macrosecuencia: 213-215, 219, 221,
223,224,226,227,233-236,242
mediación: 12-15, 18, 47, 72, 91, 130,
164, 166, 175
mediador: 164
microsecuencia: 213, 215, 217, 219221, 223, 224, 230, 233, 234, 237,
240, 242, 243, 245, 246, 251, 263,
268
microsistema: 109, 113-115, 120, 184186, 195
modalización: 9, 21, 24, 25, 34, 35, 42,
46, 47, 49, 51, 52, 61, 62, 69, 82,
84, 86, 88, 89, 92, 98, 106, 112,
115-117, 119, 121, 122, 131, 152,
157, 173, 179, 181, 190, 192, 198200, 202, 203, 205, 212, 213, 215,
217,218,240,245,257,272
modo de existencia: 11-13, 50, 52-54,
76, 129
modulación: 23, 33-36, 39, 40, 42, 44,
46, 65, 68-70, 72, 101, 110, 111)
117-120,130,169-171,242
modulación comunitaria: 101
moralización: 89, 91, 97, 105-107, 110,
116, 127, 131, 132, 138-146, 152,
159, 165, 170, 171, 181, 192, 19.3,
203, 204, 207-209, 217, 220, 221,
226
motivación: 80, 101, 131, 264
negación: 18, 36-38, 40, 50, 51, 63, 83,
104,168,183,189,228
nomenclatura: 79-82, 97, 98, 105, 151,
163
objeto:11-13, 21, 23-29, 32, 36, 37, 4149, 53, 54, 57' 60, 62, 64, 73, 78,
80, 84, 89, 90, 98, 100-106, 108,
110-113, 115-123, 12'7, 137, 144,
14 7) 148, 157) 159-184, 187-198,
200-202, 205, 207-212, 217-221,
224-226, 230, 233, 237, 238, 241,
249-251, 261, 268-273
objeto de valor: 24, 42, 44, 47, 49, 57,
104, 106, 127, 136, 159, 162, 169,
170, 172-174, 189-191, 194-196,
198, 205, 208-210, 220, 237, 238,
241,261,269,271
orientación: 30-33, 40-42, 64, 75, 86,
100, 102, 141, 149, 164-166, 184,
197,254
parte: 91, 110, 111, 117, 11~ 172-174
participativo: 41, 169, 174, 175, 263,
272
partitivo: 110, 117, 118, 173-175, 186,
262,263,270
paterna: 74, 79
paternas-proceso: 74
posesión: 168, 171, 172, 176, 188, 189,
191,198,205-207,220,255,267
potencialización: 122, 124, 126, 130,
141
potencializado: 51, 120-122, 124, 130,
179,220
praxis enunciativa: 58, 72, 75-77, 82,
96, 101, 108, 111, 122, 130, 132,
134, 136, 147, 148, 166
precondición: 17, 27, 29, 32, 166
primitivo: 13, 58, 67, 75-78, 94, 123,
132, 147, 148
protensividad: 25-27, 29-32, 36, 38,
39,41,44,46,57,68, 77,118,166
recorrido generativo: 9, 17, 19, 21, 24,
34, 38, 44, 47, 55, 65, 69, 70, 75,
76, 112, 118, 129, 130, 184, 191,
249, 250, 271
reconido patémico: 118, 137
reembrague: 70, 129, 130, 144, 170,
179, 183, 184, 192, 200, 219, 222,
224,225,237,240,243,254,260
reserva: 207-209
secuencia modal: 92, 124, 211, 212,
217,224
sensibilización: 14, 18, 21, 123, 127,
132-137, 139, 140, 142, 143, 145147, 152, 156, 158, 165, 166, 187,
192, 204, 210, 221, 226, 244, 245,
251-254, 264
sentir: 13, 18, 21-24, 28-30, 36, 46, 69,
74, 80, 94, 130, 144, 179, 197, 238240,261
simulacro: 17, 19, 22, 25, 5L!, 56, 61,
100, 104, 121, 123, 125, 129, 139,
144, 145, 167, 170, 178-181, 183,
187-190, 192, 194, 196-201, 203206, 209, 211, 219, 227, 236, 237,
240, 243-245, 247, 252, 255, 256,
258,259,262
simulacro existencial: 50, 52, 53, 55,
120-123, 126, 128, 219
simulacro modal: 54, 56
simulacro pasional: 61, 129, 144, 145,
167, 178, 181, 183, 189, 192, 198200, 204, 206, 209, 219, 236, 237,
240,243,245,255,256,259
simulacro pasional figurativizado: 200
sintaxis intermodal: 70, 71, 77, 106,
121-123,132,149,179,207, 220'
sintaxis modal: 40, 60, 72, 87, 93, 112,
120, 210, 268
sociolectal: 13, 71, 77, 83, 84, 86, 93,
226,264
sociotaxonomía: 88, 135
sombra de valor: 25, 26, 36, 37, 44,
104,219,238,271,273
taxonomía connotativa: 81, 85, 92, 94,
278
123,142,264
taxonomía pasional: 84, 86, 108
tensividad: 17, 18, 21, 24, 25, 28, 30,
31, 34, 35, 37, 45, 55, 70, 71, 74,
104, 119, 130, 14 7' 148, 179, 222,
239,243,272
tensividad fórica: 21, 24, 28, 30, 31,
34, 35,45, 70, 71, 74,148,179,239
totalidad partitiva: 119, 173-175, 188,
190,191,196,200,217,251
transformación patémica: 166
transformación tímica: 145, 191, 205,
207, 209, 211, 215, 217, 218, 225,
227
unidad integral: 118, 119, 174,·190,
217,268
ÍNDICE ANALÍTICO
unidad partitiva: 118, 119, 174, 268270
valencia: 26-28, 30, 31, 34, 36, 37, 39,
41-43,46,47, 57,87, 104,105,110112, 119, 120, 169, 180, 191, 207,
219, 220, 237-239, 255, 261, 271,
273
valor: 16, 23-29, 34-39, 41-44, 46, 47,
49, 51, 57,63, 72, 73, 78,84-88,98,
100, 102-104, 106-110, 112-117,
121, 122, 127, 137, 138, 140, 142,
147, 148, 150, 155, 156, 159, 162,
168-170, 172-174, 182, 189-191,
194-196, 198, 202, 205-210, 218,
220, 221, 237, 239, 241, 249, 261,
268, 269, 271-273
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