La resiliencia es un proceso en el cual una dificultad se vuelve ocasión de mejoramiento personal y colectivo. La resiliencia no solo conlleva la superación de la adversidad la capacidad de resolver problemas, de afrontar con éxito las dificultades o de hacer algo bien, sino que, lo más importante –especialmente desde una perspectiva educativa–, es que implica como su principal resultado, el mejoramiento de nuestra condición humana, individual o colectiva. No es un proceso que se dé de forma espontánea, sino que necesita de la ayuda de los factores de protección que la persona posea, y entre estos, el más importante: la presencia de unas personas que permitan un vínculo afectivo sanador. Resiliencia es un concepto que combina de manera dinámica dos características de suma importancia: fortaleza y flexibilidad, dos características presentes en muchas estructuras que pudiéramos llamar resilientes, el cuerpo humano es un buen ejemplo, como lo son las construcciones sismo-resistentes o los ecosistemas en general. Cuando se acepta el reto de enfrentar la crisis y se ve el conflicto como una oportunidad es cuando el ser humano es capaz de pensar en un sentido de vida que vaya más allá de los límites meramente individuales y puede descubrir la posibilidad de una construcción de sentido social en el encuentro con los otros que, a su vez, buscan la realización de sus propios proyectos, y así generar unas redes sociales que conduzcan a una verdadera participación transformadora. ¿No es esto lo que Jesús nos propone al regalarnos la experiencia del Reino de Dios?