Proceso de absorción de nutrientes El proceso de absorción de nutrientes se produce a través de las paredes del intestino delgado, donde se absorbe la mayor parte del agua, alcohol, azúcares, minerales y vitaminas hidrosolubles así como los productos de digestión de proteínas, grasas e hidratos de carbono. Las vitaminas liposolubles se absorben junto con los ácidos grasos. Una vez absorbidos los nutrientes son transportados por la sangre hasta las células en las que van a ser utilizados. Los hidratos de carbono en forma de monosacáridos pasan a la sangre y posteriormente al hígado desde donde pueden ser transportados como glucosa a todas las células del organismo para ser metabolizada y producir energía. La insulina es necesaria para la incorporación de la glucosa a las células. Los monosacáridos también pueden ser transformados en glucógeno, una fuente de energía fácilmente utilizable que se almacena en el hígado y en los músculos esqueléticos. El glucógeno es un polisacárido de reserva energética formado por cadenas de glucosa. Abunda en el hígado y en menor cantidad en el músculo. Una sola molécula de glucógeno puede contener más de 120 000 monómeros de glucosa. Cuando el organismo o la célula requieren de un aporte energético de emergencia, como en los casos de tensión o alerta, el glucógeno se degrada nuevamente a glucosa, que queda disponible para el metabolismo energético. En el hígado, la conversión de glucosa almacenada en forma de glucógeno a glucosa libre en sangre está regulada por las hormonas glucagón e insulina. El glucógeno hepático es la principal fuente de glucosa sanguínea, sobre todo entre comidas. El glucógeno contenido en los músculos abastece de energía el proceso de contracción muscular. ¿Qué pasa cuando no cabe más glucógeno en el hígado? Pues que la glucosa se convierte en grasa y acaba almacenada en el tejido adiposo. De ahí que un exceso de glucosa lleve al sobrepeso. El almacén de grasas, como podemos advertir en las personas obesas, es ilimitado.