Subido por Veronica Sanchez

Otero. Ma. E Visitando a Piera Aulagnier

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Visitando a Piera Aulagnier
María Eugenia Otero
“Las preguntas se inscriben (…) en el alfabeto
de la selva.
Las respuestas se pierden como tus pasos de algodón en los
panteones del recuerdo”
Olga Orozco, “Poema XV”
Introducción
“Visitar” implica recorrer un lugar para conocerlo. Este verbo en un tiempo actual y en
movimiento es un modo de conocer y reconocer al autor y su obra. Dejarse habitar por el
pensamiento de Piera Aulagnier en un espacio de intercambio y transmisión es la invitación
propuesta.
El psiquismo y su complejidad
El aparato psíquico se constituye, para Piera Aulagnier, a partir del intercambio que el
niño establece con el adulto que lo asiste. Señala Silvia Schlemenson: “La madre o quien
pueda ejercer esta función familiar, a través de un vínculo de amor y dependencia, fija las
normas de acceso al placer alrededor del cual el andamiaje psíquico comienza a
desarrollarse” (2004: 341).
Pensamos este modelo de aparato psíquico, como la figura de un mapa. Un mapa, con
el recorte de costas, bahías, un espacio donde habitar, con bordes permeables y múltiples
entradas, un sistema abierto, en constante intercambio con el medio que lo rodea. En
oposición al modelo de estructura, representada en una figura cerrada, hermética.
Entendemos que en la niñez y en la adolescencia, el aparato psíquico está en vías de
constitución: así como el cuerpo crece, el psiquismo se produce. Para la autora, la actividad
psíquica está conformada, por el conjunto de tres modos de funcionamiento. Tres procesos:
Originario, Primario y Secundario. Estos no están presentes desde un primer momento, sino
que se suceden temporalmente y cada uno de ellos incide en el posterior. Están vigentes
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durante toda la vida y cada uno de los tres, se distingue por una actividad que los representa y
un postulado que los categoriza.
Proceso Originario1: es el primer proceso que comienza a funcionar en el recién nacido
a partir de la necesidad de la psique de reconocer la cualidad placentera o displacentera de
los estímulos que le llegan. Decimos, entonces, que el tipo de información que le van a dar los
sentidos al psiquismo naciente es una información libidinal: determinada por la presencia o
ausencia de placer.
Este proceso se rige por el postulado del autoengendramiento, es decir, que la propia
actividad de representación es la que crea el estado de placer y la que engendra al objeto
causante del mismo. En otras palabras, la vivencia del bebé es sentir que es él quien auto
engendra, y crea el pecho materno.
La actividad que representa al proceso originario, es el pictograma: pintura, sello de
este encuentro inaugural del recién nacido con la madre y del encuentro de este naciente
aparato psíquico con su propia corporeidad. El concepto de pictograma supone una
especularidad, conlleva una equivalencia entre representante y representado, en donde no
hay diferenciación entre zona y objeto. Es una representación de zona-objeto complementaria:
la figura que esta autora destaca es la complementariedad boca-pecho. Es la representación
de la experiencia inaugural de placer que condensa sentidos, pulsa y deja marcas de
procesamiento psíquico. Si estas marcas se instauran bajo el signo del placer, zona-objeto se
fusionan, inscribiéndose el pictograma de fusión pictograma de signo positivo que promueve
un efecto de ligadura e integración psicosomática, bajo la representación de Eros.
Por el contrario, si prevalece el displacer, originado por la ausencia del objeto, o en su
inadecuación por exceso o por defecto, lleva a la inscripción de un pictograma de rechazo:
Pictograma de signo negativo que conlleva un des investimento de la representación zonaobjeto complementaria. Desligadura y desmantelamiento se hacen presentes representados
por la inscripción de tánatos.
El proceso Originario es una categoría conceptual que nos resulta de utilidad para pensar el registro de la
sensación en el aparato psíquico. Philippe Gutton (1993) retoma el registro de lo originario como superficie sobre
la cual desarrolla el concepto de lo puberal: empuje, fuerza pulsional que conlleva a la sexualización de
representaciones incestuosas y a la repetición de la complementariedad zona-objeto.
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Proceso Primario: en este segundo momento de organización del psiquismo, la
actividad representativa preponderante es la fantasía. Señala S. Schlemenson en relación al
aporte teórico freudiano enunciado en Más allá del principio de placer: “La fantasía es una
actividad psíquica que se caracteriza por la realización imaginaria de deseos para evitar el
sufrimiento producido por la ausencia del vínculo inicial constituyente….” (2004: 342).
La separación y el reconocimiento del mundo externo se concretan cuando la mirada y
el placer de la madre se depositan en otro lugar, distinto al lugar que se le otorgó al niño.
Cuando este acto, se produce, se le impone al niño la existencia de otros espacios a los que
la madre se dirige y que se conforman como “diferentes”. Mediante la fantasía, el niño se
apropia de dichos espacios, los reproduce y considera que los posee.
El postulado que categoriza el proceso primario es: “Todo existente es un efecto del
poder omnímodo del deseo del Otro”. Este proceso, comienza a funcionar a parir de la
necesidad que tiene la psique de reconocer el carácter de extraterritorialidad del objeto
(reconocer la existencia de un espacio separado del propio). En este sentido, Silvia
Schlemenson explicita: “Durante el proceso primario, las funciones parentales son la única
referencia de un campo de certezas inamovible. Sin embargo, para que el yo pueda advenir
y acceda a un mayor nivel de autonomía se requiere un quiebre de éstas” (2004: 342).
Proceso Secundario: esta tercera instancia de la constitución del psiquismo del niño se
caracteriza por la aproximación de este a una diversidad de acontecimientos sociales, como el
contacto con pares y los conocimientos escolares. La representación que caracteriza este
tiempo del psiquismo, es la representación ideica o enunciado. El desarrollo del lenguaje y del
pensamiento se instalan aquí como potencialidades psíquicas, coronando este proceso como
la sede de la actividad del yo.
El postulado que categoriza este proceso es: “Todo existente tiene una causa inteligible
que el discurso podría conocer (saber)”. Desde los postulados de Piera Aulagnier (1975)
definimos el pensar como actividad representativa compleja: es comprendido como un
proceso que tiende a la reedición de situaciones placenteras.
En palabras de Schlemenson: “Todo acto de investimento es entonces la actualización
de un movimiento pulsional de búsqueda de satisfacción que incrementa la producción de
representaciones atravesadas por un sentido histórico – libidinal acuñado (…) El movimiento
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libidinal inaugural es el que marca el sentido que adquieren los sucesivos movimientos de
investimento que se concretan en el campo socio- cultural” (2004: 346).
En referencia a la constitución del yo como entidad psíquica, Piera Aulagnier señala:
“Tener que pensar, tener que dudar de lo pensado, tener que verificarlo: éstas son las
exigencias que el yo no puede esquivar, el precio con el cual paga su derecho de ciudadanía
en el campo social y su participación en la aventura cultural” (1986: 56)
Algunas conceptualizaciones acerca de la teoría de la intersubjetividad
Hemos venido pensando la subjetividad como una integridad psicosomática
contextuada en una genealogía; entendiendo al sujeto, como sujeto de grupo (familiar-social),
un sujeto activo en permanente relación con otros, que recrea aquello que recibe del medio
que lo rodea.
Tres dimensiones de la subjetividad, señaladas por René Kaes (2004): la vertiente
intrapsíquica, definida por un conjunto de representaciones inconscientes que conforman el
mundo interno del sujeto; la perspectiva intersubjetiva–intergeneracional , allí destacamos la
potencialidad vinculante que el sujeto puede propiciar a partir del intercambio vincular que se
establece en el encuentro entre padres e hijos, entre pares, figuras que dan cuenta del
armado del mundo relacional de ese sujeto en particular.
Por último, planteamos la dimensión transgeneracional destacando el lazo de unión
con las generaciones precedentes a los padres, los abuelos, o figuras históricas que
represente los enlaces con los orígenes de la genealogía familiar.
Caracterizamos al grupo familiar, como una de las instanciasque en el transcurso de la
infancia y de laadolescencia provee al niño de las funciones primordiales para la constitución
de procesos psíquicos saludables y donde él encuentra un medio a través del cual ir
construyendo
los
trabajos
que
promueven
su
historización.
Destacamos
el
valor
preponderante que conllevan las funciones familares para la constitución psíquica y los
procesos de subjetivación a advenir.
La pertenencia a una familia, la inscripción a una genealogía, implica la puesta en
marcha, de ciertos trabajos psíquicos que tienden a promover la investigación histórica
familiar (Grassi, 2010a). Entre ellos, mencionamos:
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•
La construcción de la Escena Originaria:
Conjunto de operaciones psíquicas que realiza el niño para poder historizarse ligado a
los padres, ubicándose como causa y consecuencia, como producto de placer que liga, une a
los padres entre sí y con él mismo. Esta escena se constituye como una alianza simbólica que
une dos líneas genealógicas distintas. Es una construcción imaginaria que realiza el niño de
modo anticipatorio, respecto de la unión entre ambos padres y de la relación de ambos con él.
Puede tomar las inscripciones o signos materializados en el transcurso del proceso originario,
adquiriendo matices que tienden a la integración, a la fusión, a la presencia del amor o por el
contrario, signos negativos vinculados a la presencia del odio, tendiendo a la separación y a la
desintegración. Es interesante destacar que a lo largo de su obra, Piera Aulagnier hace
mención al “odio como cemento de vínculo”.
•
Trabajo de Filiación - Afiliación:
Un trabajo elaborativo de aquello recibido, heredado y entonces también, un proceso
de desasimiento. El niño debe metabolizar que los padres forman parte de un grupo que los
antecede y que ese grupo tiene una historia a la cual debe articular la propia. Con el
advenimiento
del
entretiempo
puberal-adolescente,
esta
metabolización
exige
una
transformación: un espacio potencial se abre para la incorporación de lo nuevo.
•
Contrato Narcisista:
Provee referentes, emblemas a partir de los cuales el proceso identificatorio se define.
Es una operación simbólica cuya función está vinculada al encadenamiento generacional.
Cada sujeto es el eslabón de una cadena generacional. Se definen dos funciones, que hacen
referencia a la inscripción de la temporalidad en el psiquismo, las figuras del ancestro y el
sucesor. Dos dimensiones de la historización: por un lado, la primera, la categoría simbólica
que agrupa los mitos de origen que se transmiten desde una generación a otra (valores,
ideologías, emblemas); por otro lado, la segunda, representada en la figura del “por-venir” (el
hijo que advendrá).
Estos mitos de origen, se constituyen como anclajes, que le permiten al grupo tener
una coherencia, una referencia compartida al pasado, un lugar de memoria en común. Se
signa un contrato entre las partes, garantizando que los nuevos integrantes, reproduzcan los
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mitos en común, promoviendo la continuidad del grupo al cual pertenecen. A cambio, el grupo,
le otorgará al sucesor un lugar en el entramado familiar, lugar que lo anuda a las
generaciones precedentes. René Kaess (2004) señala: “Una nueva voz, se suma al
entramado coral que lo antecede”. Al inscribirse esta categoría simbólica, el niño obtiene una
certeza sobre el origen y accede a la historicidad.
Piera Aulagnier explicita: “El contrato narcisista tiene como signatarios al niño y al
grupo. La catectización del niño por parte del grupo anticipa la del grupo por parte del niño (…)
Desde su llegada al mundo, el grupo catectiza al infans como voz futura, a la que se le
solicitará que repita los enunciados de una voz muerta y que garantice así la permanencia
cualitativa y cuantitativa de un cuerpo que se autorregenerará en forma continua. En cuanto al
niño, (…) demandará que se le asegure el derecho a ocupar un lugar independiente del
exclusivo veredicto parental” (1996:164).
Conceptualizamos a la subjetividad como integración psicosomática, contextuada a una
genealogía, entendiendo la genealogía como una estructuración simbólica, una usina,
reservorio de modelos y valores identificatorios, una matriz portadora de investidura-historia
libidinal. Desde esta perspectiva, Piera Aulagnier sitúa la figura de la madre como “vocera de
la genealogía, vocera de los enunciados identificatorios”. La madre es portavoz de las
representaciones ligadas al padre: dona sentidos al niño. Implanta, con su trabajo de
representación, la historia y la genealogía. Es portavoz del discurso sociocultural al que
pertenece la pareja parental y sus propias familias de origen. Estas frases emitidas por la voz
materna, estos enunciados, son tomados por el niño y constituyen el yo parental.
Piera Aulagnier describe: “en el momento en que la boca encuentra el pecho,
encuentra y traga el primer sorbo del mundo. Afecto, sentido, cultura están co presentes y
son responsables del gusto de estas primeras moléculas de leche que toma el infans: El
aporte alimenticio se acompaña siempre con la absorción de un alimento psíquico que la
madre interpretará como absorción de una oferta de sentido” (1996: 38).
Para la autora, la dimensión histórica, se inicia antes de que se produzca el
nacimiento del niño. “Cuerpo imaginado” y “Sombra hablada” son categorías conceptuales
que la autora acuña para dar cuenta del conjunto de enunciados inconscientes que son
testimonio del anhelo maternal concerniente al niño previo a su llegada real. Son enunciados
que se anticipan a la enunciación que el propio niño hace de sí mismo.
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La madre inviste al niño representándolo, arma un tejido (una trama libidinal, una
envoltura psíquica) indispensable y necesario para ubicarse como tal. Esta conceptualización
nos conduce al trabajo psíquico materno, estructurante y anticipatorio que Aulagnier
denomina Violencia Primaria: acción mediante la cual se instala en la psique del niño, una
elección, un pensamiento, una forma de circulación y descarga del placer, motivados en el
deseo que impone la madre. Estas formas de procesamiento y posicionamiento libidinal
representan la modalidad con la que la madre marca y singulariza el devenir del hijo. Las
palabras y los actos maternos se anticipan siempre a lo que el niño puede conocer de ellos:
“La palabra materna derrama un flujo portador y creador de sentido que se anticipa en mucho
a la capacidad del infans de reconocer su significación y de retomarla por cuenta propia (…)
La actividad psíquica del infans se ve confrontada con las producciones psíquicas de la psique
materna y deberá formar una representación de sí misma a partir de los efectos de este
encuentro” (Aulagnier, 1996: 33).
La autora conceptualiza como violencia esta acción anticipatoria y necesaria por parte
de la madre, dado el grado de dependencia que presenta el recién nacido y su imposibilidad
de autonomía subjetiva. Este acto materno es estructurante para el devenir subjetivo del niño.
En oposición al concepto de Violencia Secundaria, el cual representa “un exceso,
perjudicial y nunca necesario para el funcionamiento del yo”, mediante el cual se le impone al
niño una elección, un pensamiento motivados por el deseo materno. Exceso que consumado
anula la capacidad de pensamiento autónomo del niño, satisfaciendo un “deseo de
inmovilidad” 2.
Este acto materno implica atribuirse un poder de transformación que desconoce lo
propio del niño, una imposibilidad de reconocer al otro en su dimensión de alteridad. El
psiquismo del niño es colonizado por un imperativo materno arrasante: “que nada cambie”.
Imperativo que conlleva a la instalación de ciertas condiciones necesarias pero no suficientes
para el desarrollo de la enfermedad: “La instalación de una potencialidad nos señala la
ausencia de una psicosis manifiesta en la infancia” (Aulagnier, 1986b: 211).
Esto supone la existencia de condiciones que conllevan al encapsulamiento de algo,
estalle o no en la adolescencia (momento propicio, de movilización subjetiva, que crea
Aulagnier simboliza el efecto devastador de la violencia secundaria con la imagen de una mariposa atrapada
por alfileres
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condiciones para el estallido de esta potencialidad). El despliegue de esta “potencialidad
psicótica” está íntimamente relacionado con el funcionamiento de ciertas funciones familiares.
Las producciones psíquicas que se originan en la familia, desde la genealogía, son
anclajes, organizadores para pensar los procesos psíquicos adolescentes. Son organizadores
que hacen que los tiempos del crecer se continúen.
La categoría del tiempo en la adolescencia: un viaje al pasado para investir el futuro
“A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces comienza la
ceremonia de iniciación, el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición
entre los indios del noreste de América, el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se
inicia y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla. Sino que la
estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla”
Eduardo Galeano, “Ventanas sobre la memoria” en Las palabras andantes
Este bello relato de Eduardo Galeano nos introduce a pensar acerca de las herencias.
“Recibir una herencia no es nunca un punto de llegada es más bien un punto de partida de un
trabajo psíquico que el sujeto debe realizar conjuntamente con la recepción. Trabajamos con
lo recibido al mismo tiempo que lo recibido trabaja en nosotros” (Beller, 2006).
Piera Aulagnier, en su artículo “Construir(se) un pasado” (1991a), nos plantea el tema de
qué hacer con lo heredado. Aquello que recibimos se pierde; se duela y adquiere un nuevo
sentido, se le da una nueva dirección. Aceptar la vasija implica reconocerse como parte de
una cadena generacional; romperla, desarmarla, de construirla y transformarla en algo nuevo
implica una creación personal: de ese modo, el sujeto podrá elegir qué tomar para incorporar
a la propia arcilla.
“Construirse un pasado”, para enfrentar el devenir, señala Piera Aulagnier. Para crear un
proyecto futuro, es necesario anclar en el pasado infantil. El devenir del sujeto no es sin
historia. La dimensión de historia, para la autora, no es mera repetición, no es lineal e incluye
lo azaroso. Lo novedoso se articula con lo vivido: investir el pasado para enfrentar el futuro es
tarea del yo en la adolescencia.
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Felipe Pigna sostiene que “la historia es una propiedad social, colectiva y lo mejor que
puede ocurrirnos es que mucha gente se interese por ella, la viva, la discuta, se la apropie
porque es un patrimonio nacional” (2005: 12).
La creación de la propia historia como trabajo psíquico adolescente implica un pasaje de
firma, del yo parental (yo infantil), de la escritura de los padres, a la construcción de la propia
biografía. Tiempo inaugural, de lo nuevo, de lo inédito, pero anudado al hilo de la genealogía.
Aulagnier conceptualiza la existencia de “tareas de reorganización”, trabajos psíquicos
del proceso adolescente que implican poner en memoria y en historia el tiempo pasado. El
pasado contiene todos los cimientos que le sirven al sujeto para la construcción de su edificio
identificatorio y de su mundo relacional.
Algunas estrofas de la canción “La memoria”, de León Gieco, resultan de utilidad para
metaforizar el trabajo del yo en la adolescencia:
“Todo está guardado en la memoria, / sueño de la vida y de la historia (…) La
memoria despierta para herir / a los pueblos dormidos que no la dejan vivir / libre
como el viento (…) Todo está clavado en la memoria, / espina de la vida y de la
historia (…) Todo está escondido en la memoria, / refugio de la vida y de la historia”
Podemos pensar la memoria como un sistema múltiple de huellas que se reactualizan y
retraducen unas a otras, un sistema afectivo libidinal. Si ciertas inscripciones se producen
desde un embate pulsional tanático hay un desinvestimento y una destrucción potencial de las
huellas mnémicas: se producen huecos, agujeros, que dificultan el trabajo de historización que
compromete al yo.
La historia y la memoria se entraman en una red libidinal interpelando al sujeto con
experiencias psíquicas y afectivas. Hay un permanente trabajo de construcción y
reconstrucción de un pasado vivido, a cargo del yo historiador. Tareas de elaboración psíquica
que invitan a un proceso de reacomodación y “modificación”: el yo en un intercambio
constante con su entorno (recibiendo influjos del mundo exterior que tendrá que metabolizar incorporar y transformar-), en el que las representaciones ya existentes, aunque
permanezcan, se entretejerán y organizarán, dando nuevas tramas, nuevas texturas, apertura
a lo novedoso, posibilidad de rehistorizar y significar desde un nuevo sentido
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Piera Aulagnier postula la creación de un fondo de memoria como un conjunto de
representaciones psíquicas que remite a un memorizable afectivo de la historia infantil
(aquello conservado en la memoria del sujeto de ese tiempo pasado). El fondo de memoria,
se presenta como un cofre que guarda aquellas experiencias valiosas por la intensidad
afectiva que conllevan, para evitar el desinvestimento, el olvido de las mismas.
Aporta dos funciones, para que el yo pueda realizar su trabajo de historización:
1-Ser garante en el registro identificatorio: referencia al sujeto al sistema de parentesco
(genealogía) al cual pertenece, garantizando mismidad y continuidad al yo, a pesar de la
vivencia de cambio
2-Construcción del capital fantasmático: el cual está conformado por un caudal de
representaciones que la autora denomina “representaciones conclusivas”. Las mismas se fijan
y depositan en la memoria bajo la forma del recuerdo. Para la autora, los recuerdos se
describen como “moldes relacionales”: son las inscripciones psíquicas que se construyen a
partir del encuentro con el otro. Algunas estrofas de la canción “Tu recuerdo”, nos invitan a
recrear el recuerdo de un encuentro intersubjetivo, cargado de sensaciones:
“Un beso gris, un beso blanco, / todo depende del lugar. / Que yo me fui, eso está
claro / pero tu recuerdo no se va (…) Tu recuerdo sigue aquí, ay, como el aguacero, /
rompe fuerte sobre mí, ay pero a fuego lento, / quema y moja por igual, y ya no sé lo
que pensar, / si tu recuerdo me hace bien o me hace mal”
Se define al capital fantasmático como el conjunto de improntas afectivas producto de
las primeras experiencias a las cuales el sujeto va a recurrir para investir lo nuevo. Es un
anclaje afectivo, que posibilita la conformación del espacio relacional. Aquí ubicamos las
elecciones de objeto, los nuevos objetos que va a catectizar el adolescente por fuera del
mundo familiar. Para que estas elecciones de objeto se produzcan, se requiere de la
constitución de un capital fantasmático
Como lo venimos planteando, para esta autora la subjetividad se constituye a partir del
encuentro con otros. El registro identificatorio y el espacio relacional se acompañan
interactuando, en una dialéctica permanente. Ambos constituyen lo reprimido.
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La constitución de lo reprimido, es el trabajo psíquico que define lo recordable de lo no
recordable, acompañando las tareas del espacio relacional y del registro identificatorio.
Permitirá la renuncia a las primeras representaciones de los objetos del mundo familiar-infantil
y favorecerá el surgimiento de nuevas investiduras en el devenir puberal-adolescente. La
apuesta es sostener el movimiento deseante hacia la investidura de un nuevo objeto
heterofamiliar3.
El fondo de memoria demarcará lo modificable y lo no modificable en el psiquismo, a
través de dos principios: principio de permanencia y principio de cambio. Ambos funcionan en
alianza, están entrelazados y rigen el registro identificatorio y el espacio relacional. Todo
cambio se suscita sobre un fondo de permanencia.
En el armado del proyecto identificatorio hay pilares que se muestran fijos, estables,
permanentes, sobre los cuales el yo edifica, construye, teje su historia, sirviéndose de las
identificaciones simbólicas -aquellas que funcionan como certezas inamovibles para la
subjetividad, remiten a los orígenes familiares, vinculan al sujeto con su historia familiar e
infantil (principio de permanencia) -; pero otra parte de la biografía es móvil, está abierta a
descubrir y explorar lo nuevo. Los nuevos espejos están representados por el mundo
relacional del sujeto adolescente, espejos que portan identificaciones de carácter imaginario,
identificaciones, cambiantes, permutables, móviles, acordes a un entre tiempo puberaladolescente, volcánico e inquieto (principio de cambio).
El Yo es un historiador, otorga un sentido al tiempo pretérito y al porvenir, elige un
proyecto identificatorio para desplegarse en su potencialidad. Dice la autora:
“el Yo sólo puede efectuar este trabajo de puesta en sentido y en palabras si acepta
padecer ‘activamente’ sus consecuencias: querer cambiar su relación con su mundo
(exterior o interior) es deber imponerse la labor de re pensar, de reorganizar, de
transformar, en una palabra, su ser y su espacio y su tiempo, la historia de su pasado
y los sueños sobre su futuro” (1991b).
El Yo en su trabajo de historización anuda, integra dos tiempos: pasado y futuro. El
tiempo pretérito, tiempo infantil, cúmulo de sensaciones ligadas a las primeras escrituras del
placer, es sedimento para un tiempo a advenir: el tiempo futuro, en la búsqueda–hallazgo, del
3
Véase el trabajo “Adolescencia: reorganización y nuevos modelos de subjetividad”, de Adrián Grassi (2010),
enriquecedor por su creatividad y disposición para incluir la dimensión de lo “neo” en distintas categorías
conceptuales.
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placer compartido. En el encuentro intersubjetivo con otro sexuado vincular, el cuerpo erótico
se inscribe dando origen a una nueva historia (Puget, 2003).
El poeta teje las palabras y una nueva escena se devela:
“¡Nos unió las mañanas con sus risas! / En rondas del sol / canciones de naranjas. /
Danzas de nuestros cuerpos / desnudos-rojo y bronce. (…) ¡Todas las aguas del
silencio / rompimos en la danza! / Dicha de los abrazos y los besos; / toda la gloria
de la vida / en nuestros pechos / jadeantes y ligeros; / nuestros cuerpos: auroras y
ponientes / en la alegría loca de los vientos. /
¡El corazón del mundo está en nuestra boca!”
Jacobo Fijman, “Cópula”
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