ÍNDICE Carta del editor 5 2. Estructura del reporte 8 3. Metodología 9 4. Las primeras percepciones 11 a) Introducción 12 b) El mexicano y su relación con la comida 14 c) 18 El mexicano y su relación con la actividad física d) El mexicano y su relación con la salud, la enfermedad, la previsión 21 e) …y entonces ¿qué es la obesidad? 23 f) 27 El mexicano y los mensajes g) El mexicano y los impuestos 5. Decir, pensar y hacer: toma de decisiones 29 31 a) La familia: generadora de criterios 36 b) Del habitus ¿al hábito? 40 6. La alimentación como símbolo: a manera de conclusión 43 7. A manera de sugerencias 49 8. En sus palabras 53 Confidencial ÍNDICE 1. CARTA DEL EDITOR Mucho se habla y escribe acerca del problema de obesidad y sobrepeso en nuestro país. El tema puede abordarse desde distintos niveles y perspectivas: económicas, políticas, sociales o de salud. Más allá de los parámetros médicos internacionales para definir y medir el sobrepeso y la obesidad, más allá de las implicaciones y consecuencias negativas en la salud de los individuos, más allá de los costos económicos para un gobierno e incluso más allá del malestar que pueda ocasionar en la vida de las personas, para Bitácora Social comprender las percepciones culturales detrás de este fenómeno significaba un reto interesante: queríamos entender qué significa la obesidad (y todos los elementos que la rodean) para los individuos, en su día a día, desde una perspectiva más amplia de lo que representan las noticias, los mensajes, los riesgos y el discurso de las instituciones o incluso de las marcas y la publicidad. El tema no es nuevo, la información es amplia ya que se ha hablado enfáticamente durante los últimos años sobre el fenómeno y sus consecuencias poniendo atención especialmente en la alimentación de las personas y su tendiente estilo de vida sedentario. Incluso, se han llegado a polarizar las posturas a tal grado de señalar culpables y, por ende, responsables de la problemática provocando enfrentamientos que podrían estar abonando poco al entendimiento y solución de dicho fenómeno. Se dice que el problema es multifactorial empezando porque en el individuo afectan componentes genéticos y metabólicos, pasando por la oferta híper calórica y arribando a la poca actividad física. Las propuestas de solución también son multifactoriales porque no solo involucran a legisladores, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil sino también a las empresas y marcas de productos alimentarios o bebidas. ¿Y la sociedad? poco se escucha su voz o se entienden sus percepciones. Incluso, parecería que no tiene un rol sobre el problema. Y ese es el origen de la investigación etnográfica: tratar de entender cuál era la perspectiva particular de las personas sobre este tema. Este documento no tiene la finalidad de evaluar el estado actual del fenómeno en términos numéricos, relacionados con una perspectiva de salud o vinculado a parámetros internacionales tales como el Índice de Masa Corporal (IMC) o las enfermedades derivadas de la obesidad y el sobrepeso. Tampoco pretende señalar responsables o estigmatizar posturas, productos o hábitos presentes en la cotidianidad del mexicano. El objetivo principal del estudio -y de este documento- es realizar una radiografía social profunda que permita comprender las percepciones, significados y realidades del discurso y acciones del mexicano y cómo esto puede vincularse y sumarse al entendimiento de la situación desde la perspectiva de quienes realmente viven y conviven con el fenómeno de la obesidad y el sobrepeso en nuestro país. 5 Confidencial CARTA DEL EDITOR La necesidad de esta investigación surge a partir del interés de la Alianza por una Vida Saludable y ConMéxico de entender mejor el problema de sobrepeso y obesidad que afecta al país. Para ello, se propuso un enfoque antropológico que buscó identificar cómo es que el mexicano genera hábitos y toma sus decisiones cotidianas, sobre todo aquellas relacionadas con la ingesta de alimentos y la actividad física (factores que en estudios y comunicación siempre aparecen como relevantes). El problema no solo es multifactorial, es polivalente: la comida es “algo” mucho más grande que sus nutrientes; incluye cuestiones funcionales o prácticas como sabor, función nutritiva o satisfacción pero también implica cuestiones emocionales o simbólicas como la evocación de momentos o la proyección de bienestar individual y, sobre todo, familiar. ¿Cómo se puede reducir un alimento a su valor calórico cuando, en el fondo, para quien lo come tiene un valor emocional y simbólico? Pensemos por ejemplo en una joya. Puede un valuador establecer el precio real de ella calculando los gramos de oro y midiendo el tamaño de las piedras preciosas, pero para el dueño puede tener un valor sentimental mucho más alto cuando recuerda que fue un regalo de su abuela. Exactamente sucede lo mismo con la comida, más de tres veces al día… La comida adquiere significados que van mucho más allá de lo funcional dejando de ser una “necesidad básica” o “solución biológica” para convertirse en otra cosa mucho más compleja. En Bitácora Social creemos que para explicar el fenómeno teníamos que verlo como lo ve el mexicano: ¿Lo ve como un problema? ¿Le afecta directamente a él? ¿Quién cree que es responsable? ¿Por qué come lo que come? ¿Necesita información? ¿Siente que hace o no ejercicio? ¿Por qué? ¿Cómo decide qué comer? La investigación giró en torno a la búsqueda de estas respuestas, empezando por entender cómo es que el mexicano toma decisiones en lo general para después poder anclarlo a sus hábitos y rutinas alimentarias. Estamos convencidos de que si no entendemos lo que la gente está pensando (es decir, cómo perciben el fenómeno), las campañas, políticas públicas, invitaciones, sugerencias que se hagan podrían tener menos eco del deseado. Hemos entendido que para muchas personas tener unos “kilitos de más” no es un problema y el rango de “kilos de más” puede ser muy amplio y flexible. Por lo tanto, si no es un problema, cualquier mensaje que hable de él no será percibido como un mensaje dirigido a ese individuo; si no es un problema, no hay por qué cambiar los hábitos; si no es un problema, “no me afecta a mí”. Estoy convencido de que el primer paso es entender las razones multifactoriales del fenómeno pero en conjunto con la comprensión de las distintas maneras en que éste es percibido. Mucho se habla de la ya conocida “contradicción” del mexicano entre el decir y el hacer pero este estudio de percepciones nos permitió identificar las razones y motivaciones que hay detrás de esta aparente contradicción (que para las personas no lo es). Este estudio, también, nos permitió entender que no es un problema de individuos y que en la medida en que la familia nos ayuda a crear un sistema o catálogo de criterios para la toma de decisiones es en ese espacio social donde tendrían que estarse planteando las soluciones. Para lograr lo anterior, dialogamos ampliamente con familias mexicanas representativas y arquetípicas; además Bitácora Social se acercó a actores clave —funcionarios públicos, líderes de opinión, miembros de la sociedad civil organizada, entre otros— para conocer su punto de vista “oficial” y su punto de vista personal para entender cómo coincidía o divergía esta percepción de la que tiene la población. Llamó nuestra atención que, por una parte, algunos actores clave no quisieran dar una versión personal o ni siquiera quisieran ser parte de la investigación a pesar de que se les ofreció discreción y anonimato; y por otra parte, que en algunos de los casos que sí participaron la distancia entre su opinión personal y la oficial fuera tan grande. Ante esto, me queda la duda si el sobrepeso y la obesidad son temas que ayudan a cumplir con una agenda política pero que no necesariamente quieren ser solucionados en conjunto. Y es una lástima, porque uno de los aprendizajes que me llevo con esta investigación es que el problema es de todos, no sólo de aquellos individuos que tienen sobrepeso ni solo de aquellos que han sido señalados como “culpables”. Mientras sigamos haciendo de éste un problema individual (o responsabilizando a una industria) y no comprendamos que es un problema social poco estaremos abonando para modificar hábitos y crear una vida más saludable para todos los mexicanos. 6 Confidencial Dar este paso atrás y comprender qué piensa la gente sobre su alimentación, sobre el ejercicio y sobre las acciones emprendidas por diversos actores relacionados con el sobrepeso y la obesidad (mensajes, impuestos, y políticas públicas) fue una tarea retadora. Sin lugar a dudas, el acercamiento pretendió comprender el fenómeno desde una postura que partiera de la percepción de las personas: sin atribuir responsabilidades, señalar culpables o dar cosas por hecho. A lo largo de los años he aprendido que no debes decirle al investigador lo que estás buscando porque seguro lo encuentra. En esta investigación, como en todas las que hace Bitácora Social, los antropólogos en campo no saben quién será el usuario de la información, así evitamos sesgos. Los investigadores sólo están interesados en entender el fenómeno del que se trata y cuando dejas a la gente hablar de manera natural salen otros temas que no necesariamente se están discutiendo en los círculos de opinión. Por ejemplo, la palabra “calorías” aparece de manera natural sólo 34 veces en más de 2300 cuartillas de campo o se habla de adelgazar tan sólo 22 veces, pero la palabra “gordito” aparece más de 150. Incluso las afirmaciones más simples, como la falta de actividad física o la ingesta de una dieta alta en calorías fueron eje central sin caer en categorizaciones polarizadas como qué es bueno o malo, correcto o incorrecto. Para entender el problema hay que entender cómo lo perciben las personas, entender la responsabilidad de cada uno de nosotros, generar acciones que promuevan un cambio hoy aunque se reconozca que los resultados se verán a largo plazo. Pero lo más importante es entender cómo es que la gente construye sus hábitos, qué obtiene de sus comportamientos y decisiones para, así, poder crear un cambio paulatino mientras los mexicanos logran poner en práctica e incorporar al catálogo de criterios de decisiones aquellas que pueden mantener el valor simbólico de la comida pero que le ayudarán a tener una vida más saludable. Esperamos que la lectura resulte tan interesante como lo fue para nosotros realizar la investigación y ojalá ayude a entender la arista cultural y simbólica de este problema que es de todos. Othón García Silva 7 Confidencial ESTRUCTURA DEL REPORTE Este reporte está construido con el cuerpo general del texto redactado con un estilo académico para mantener el rigor que caracteriza este trabajo. Esta sección es realizada por un grupo multidisciplinario de especialistas en ciencias sociales1 que analiza todo el trabajo de campo buscando hallazgos, teorías, explicaciones, contradicciones y regularidades. En los recuadros se incluyen pequeñas notas, ideas y aplicaciones que ejemplifican cómo puede usarse la información académica en la práctica. Es información útil para el lector realizada por expertos en estrategia y comunicación. Además, se incluyen testimoniales o frases tomadas directamente del trabajo etnográfico para mostrar el léxico que usaban los sujetos de estudio, es decir, cómo lo decían ellos en sus propias palabras. Hay que puntualizar que estas verbalizaciones no pueden ser consideradas como afirmaciones o “verdades” generalizadas, solo aparecen de manera ilustrativa. La labor de análisis consiste justamente en leer los subtextos, analizar las contradicciones, observar en qué coinciden los sujetos de estudio, para poder aseverar algo en el cuerpo del texto. Más allá de estas dos secciones, creemos que el documento no está completo hasta que el lector lo hace suyo. Lo invitamos a hacer anotaciones desde su propia experiencia para completar el análisis. ESTRUCTURA DEL REPORTE Para facilitar la lectura e identificación de los comentarios hemos creado un código que se aplica en los recuadros de interpretación: NOTAS: observaciones sobre algo que llama la atención y obliga a reflexionar. IDEAS: describe sugerencias e ideas para llevar a cabo; pueden ser estrategias, aplicaciones, recomendaciones para políticas públicas, comunicación, fraseos... EN SUS PALABRAS: ejemplos de cómo lo expresaron los sujetos que participaron en las conversaciones a profundidad. El equipo incluyó un Politólogo de la UAEH y maestro en ciencia política por el Colegio de México especialista en políticas públicas y análisis institucional; un Sociólogo de la Universidad de Utrecht con doctorado en migraciones y minorías; un Sociólogo de la UAM con maestría en sociología política y sociedades complejas; una Socióloga de la UNAM con especialidad en sociología de la educación; una Psicóloga de la UNAM con especialidad en educación de jóvenes y niños en México; un Comunicólogo de la UANL con maestría en estudios culturales por Iconos especialista en sociología y antropología cultural; un Etnohistoriador de la ENAH especialista en antropología del consumo; un Socioantropólogo de la UACM especialista en movimientos sociales y culturales y una Comunicóloga de la UNAM especializada en campañas y comunicación política. 1 8 Confidencial METODOLOGÍA El presente documento expone los resultados de análisis obtenidos de un acercamiento antropológico a la comprensión de los hábitos, sobre todo aquellos relacionados con la alimentación y actividad física de las familias de clase media mexicana.2 El objetivo principal fue entender la vida diaria de estas familias: sus actividades, su trabajo, la composición de su contexto, las principales preocupaciones y la manera en que las resuelven, para después profundizar en cómo toman sus decisiones, qué factores son importantes para éstas y qué significado tienen en su vida. En un segundo nivel de entendimiento, se buscó profundizar en los factores que intervienen en dicha alimentación así como identificar cómo se relaciona y se construye en el imaginario colectivo3 el sobrepeso y la obesidad y cómo influye en la forma en que desarrollan sus actividades diarias. Finalmente, en un tercer nivel de análisis, se buscó comprender cómo el mexicano de clase media percibe los mensajes y acciones implementadas por distintos actores (Gobierno, OSC, poder legislativo, especialistas y empresas/marcas) y cuáles recordaban o habían causado impacto en su toma de decisiones y en sus hábitos. En una primera instancia, Bitácora Social se dio a la tarea de revisar y recopilar la información que pudiera ser relevante para entender el fenómeno a partir de los múltiples estudios que había realizado con anterioridad. Después, a partir de esos aprendizajes se llevó a cabo una investigación etnográfica, realizada por un equipo de 40 antropólogos, que contempló distintas herramientas antropológicas de campo, principalmente conversaciones a profundidad, con 81 familias de los tres niveles socioeconómicos y culturales que conforman la clase media en diez ciudades del país: Tijuana, Baja California; Hermosillo, Sonora; Monterrey, Nuevo León; La Paz, Baja California Sur; León, Guanajuato; La manera de estratificar a las personas en este país casi siempre está relacionada con su ingreso, su capacidad de consumo, la distribución de su gasto e incluso últimamente se ha considerado la conformación familiar. Algunos ejemplos de esta estratificación pueden ser los realizados por el Gobierno Federal por medio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) a partir de deciles medidos por el ingreso corriente en los hogares a partir de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gastos en los Hogares (ENIGH) o la medición multidimensional de la pobreza realizada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). En términos de consumo, algunas asociaciones clasifican a los hogares urbanos a partir del bienestar que hay en éstos mediante variables tales como la cantidad de baños, automóviles, cuartos o focos que hay en el hogar. En Bitácora Social, cuando hablamos de clase media nos referimos a la clase media alta, clase media típica y clase media baja, y podría ser equivalente o equiparada con los niveles C+ / C, / D+ que solía usar la AMAI. Sin embargo, a partir del entendimiento del mexicano, Bitácora Social segmenta no solo a partir de factores socioeconómicos sino a partir de factores culturales. Lo que caracteriza a cada uno de estos niveles tiene que ver con la reproducción y apropiación de una serie de códigos culturales específicos y de temperamento social que les permiten constituirse identitariamente y que, independientes del ingreso, pueden ser identificados, mantenidos o replicados. Entendemos el imaginario como “el conjunto de imágenes interrelacionadas que constituyen el pensamiento”. Dicho imaginario permite comprender la manera en que las personas perciben a una 3 persona, objeto, producto o relación y a través del cual se comportan de una u otra forma o toman decisiones en distintos aspectos de su vida. El imaginario colectivo es compartido por los sujetos que se encuentran en un mismo contexto cultural, social, político y económico, lo que permite vislumbrar la manera en que dicha sociedad entiende y lleva a cabo sus distintas interacciones. Véase: DURAND, Gilbert; Las estructuras antropológicas del imaginario; México: Fondo de Cultura Económica, 2004. 9 Confidencial METODOLOGÍA 2 Guadalajara, Jalisco; Chilpancingo, Guerrero; Ciudad de México, Distrito Federal; Oaxaca, Oaxaca y Mérida Yucatán.4 Los rubros para la elaboración de los reportes etnográficos incluyeron cinco temas generales: cotidianidad e historia de vida, alimentación, administración económica, sobrepeso-obesidad e información y construcción de opinión. En total se realizaron 81 reportes de campo que incluyeron conversaciones grupales a profundidad con familias de los diferentes niveles socioeconómicos y culturales (NSEyC) de nuestro país. En total, el trabajo de campo generó un aproximado de 2,300 cuartillas de información etnográfica. Para la selección de las familias, los antropólogos toman en cuenta criterios arquetípicos. El arquetipo es una construcción social: un patrón o ejemplo de ideas y conceptos que sirven para modelar los pensamientos y actitudes propias de un individuo. En contraste, se evitan los estereotipos que son una especie de etiqueta, basada en generalidades, que aunque “ayudan” a identificar o “reconocer” a alguien dentro de un grupo no son representativos. El estereotipo tiende a simplificar y a caricaturizar el comportamiento de un grupo social. En antropología se eligen como sujetos de estudio a aquellas personas más cercanas al mencionado arquetipo, porque representa y resguardada la identidad, el temperamento y las construcciones sociales del grupo. Es decir, una persona que cumple con más actitudes, hábitos y pensamientos arquetípicos es más representativa de dicho grupo. Para ello son precisamente los antropólogos los que cuentan con la experiencia y el ojo crítico para elegir con quién dialogarán, seleccionando a aquellos sujetos que mejor representan al objeto de estudio. A estos ejercicios etnográficos se sumaron entrevistas a profundidad5 con actores clave y especialistas (funcionarios públicos, científicos, miembros de la sociedad civil organizada y líderes de opinión) con el objetivo de comprender y comparar si lo que las familias están percibiendo se acerca a lo que las instituciones, representadas por dichos actores, tienen en mente como eje de acción. Esto se realizó con el objetivo de identificar coincidencias que pudieran ser usadas en la construcción de caminos y puentes desde un frente común que ayude al entendimiento y a poner en marcha acciones relevantes vinculadas al sobrepeso y la obesidad. Este material, fue analizado por el ya mencionado gabinete multidisciplinario con la finalidad de garantizar que los hallazgos reportados fueran los más relevantes para el proyecto, después de ser ampliamente discutidos y consensados. Entender a la gente en su vida cotidiana es fundamental para poder encontrar mecanismos que reproduzcan los códigos culturales cotidianos y empaten con el imaginario colectivo más allá de cuestionarlo o confrontarlo. En sí mismo, el documento es una invitación a entender la vida de las familias mexicanas, recuperar el punto de vista de las personas, comprender su cotidianidad e identificar la manera en que entienden la situación sin establecer categorías inamovibles para encontrar los puntos en común que permitan la cooperación de todos los actores involucrados. La elección de las ciudades se realizó a partir de tres variables: concentración demográfica, composición urbana o semiurbana y altos índices de obesidad a partir de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) del año 2012. 4 Se les hizo saber que la entrevista se realizaría de manera anónima, sin citar las fuentes y respetando la secrecía para lograr una opinión más honesta e imparcial y así obtener su versión personal y no sólo la “versión oficial”. 5 10 Confidencial INTRODUCCIÓN “La sociedad es un animal muy misterioso, con muchos rostros y ocultas potencialidades y [...] es un signo de extrema miopía creer que el rostro que la sociedad te está presentando en un determinado momento es su único rostro verdadero. Ninguno de nosotros conoce todas las potencialidades latentes en el espíritu del pueblo”. Václav Havel 6 Antes de crear falsas expectativas sobre el alcance de esta investigación hay que decir que el objetivo central fue diseñado para comprender cuál es la percepción7 de las personas con respecto al fenómeno del sobrepeso, la obesidad y otros temas relacionados directamente con éste, como la alimentación y la actividad física, o indirectamente, como las opiniones, los mecanismos para la toma de decisiones, la construcción de sistemas de valores, entre otros. No se espere en este estudio explicaciones médicas, económicas o cuantitativas, de impacto individual o gubernamental, ni tampoco señalamientos ni absoluciones. El estudio fue diseñado exclusivamente para entender cómo es que el mexicano de clase media toma decisiones (sobre todo relacionadas con lo que come), cómo genera hábitos (alimentarios8 o para incorporar el ejercicio en su vida diaria), cómo percibe o recuerda acciones y mensajes de actores clave que quieren influir en estas decisiones y hábitos, y cómo percibe “los kilos de más”. IDEA: La frase “kilos o kilitos de más” habla de una disminución del problema “suavizándolo” o minimizándolo hasta hacerlo casi insignificante. La idea sería comenzar a comunicar que esos “kilos de más” son “los años de menos”. Para entender el problema de sobrepeso y obesidad hay que hablar de cómo se alimenta el mexicano, cómo construye sus hábitos, cuál es su percepción sobre enfermedad, cómo cuida su salud… y estos conceptos no solo tienen una relación funcional, sino que pasan por procesos simbólicos más profundos.9 Los primeros parecen tener lugar en la esfera de lo individual: Citado en SCOTT, James C.; Los dominados y el arte de la resistencia; New Haven y Londres: Yale University Press, 2000. 6 “Cada vez más, la gente organiza sus significados no alrededor de lo que hacen, sino en base a lo que son, o creen que son”. CASTELLS, Manuel; The Rise of the Network Society. The lnformation Age: Economy; Society and Culture. Vol. 1; Malden, Oxford: Blackwell, 2000. Introducción 7 Se utiliza el concepto alimentario en lugar de alimenticio ya que el segundo se vincula directamente a una noción de nutrición y salud mientras que el primero se apega más a los hábitos y significados que cada persona da a la comida en su vida cotidiana. 8 Para el plano biológico o formal, “alimentación correcta” es “la dieta que, de acuerdo con los conocimientos reconocidos en la materia, cumple con las necesidades específicas de las diferentes etapas de la vida, promueve en los niños y en las niñas el crecimiento y desarrollo y previene el desarrollo de enfermedades” (CÓDIGO PABI Código de Autorregulación de Publicidad de Alimentos y Bebidas No 9 Alcohólicas dirigida al Público Infantil). Para el plano social o informal, es difícil encontrar un consenso entre la población, ya que se relaciona más con una cuestión de gustos, sabor, momentos, contextos y relaciones. 12 Confidencial cuánto come un individuo, cuánto ejercicio hace, cuánta actividad física, cómo podrían cambiarse sus hábitos sedentarios parecerían ser decisiones que un individuo puede tomar. Sin embargo, explicar por qué lo hace parece salir del ámbito de lo meramente individual para crecer hacia espacios familiares y sociales a través de códigos simbólicos. Primero hay que entender la supuesta contradicción en la que se mueve el mexicano diciendo una cosa distinta a la que se hace. Un ejemplo de esta aparente contradicción puede ser aquel oficinista que dice que no quiere que le sirvan pastel de cumpleaños porque se está “cuidando” pero que a la hora de la comida pide una gran torta y un refresco. O la secretaria que no quiere acompañar a sus compañeros por unos tacos de canasta y se compra un gran coctel de frutas con crema batida para “cuidarse”. Parecería que cuando se habla de la relación que el mexicano tiene con la comida existen ciertas “creencias” y afirmaciones que se quedan en el lugar común sin profundizar realmente en el origen y significado de las mismas. Decir que el mexicano es contradictorio porque dice una cosa y hace otra es una frase repetida hasta el cansancio que en este caso parecería, por encima, ser cierta. Sin embargo, al entender y profundizar las razones por las que el mexicano decide y actúa de manera distinta a lo que ha dicho puede verse que no es una ecuación tan sencilla. En la cotidianidad existen diferentes expresiones que permiten vislumbrar dicha relación aparentemente dual donde, dependiendo de factores como el lugar o contexto, el tiempo, la compañía o los productos, pueden presentarse diferentes interpretaciones sobre una misma elección de alimentos. Por ejemplo, cuando se le pregunta a un sujeto por qué ha seleccionado determinado platillo o alimento puede presentar una serie de respuestas que aparentan ser duales o contradictorias. Lo que sucede es que dependiendo de dónde esté, con quién esté, qué le sucedió en el día, sus respuestas pueden cambiar. Un plato de albóndigas con arroz puede un día ser “justificado” a través del argumento de que esa fonda es barata, se le antojó porque alguien más lo pidió y ha trabajado mucho esa mañana. Al día siguiente el mismo plato de albóndigas con arroz puede ser justificado porque es balanceado al tener arroz y carne, porque no había nada mejor o porque le recordó a su abuelita. Otro ejemplo podría ser tomar un refresco de cola porque hace mucho calor y otro día tomar el mismo refresco de cola, a la misma hora (como parte de un hábito) pero justificar que lo hace porque está muy cansado y necesita “levantar el ánimo”; o justificar que se compran unas galletas porque no desayunó bien y tienen hambre y al día siguiente argumentar que en realidad le recuerdan a las que le daba su mamá cuando era niña y hacía bien la tarea. NOTA: ¿Qué contextos quiere abordar una campaña? Esa podría ser una de las decisiones al momento de representar el valor de la comida y su correcto equilibrio. Así como los productos de consumo (alimentos y bebidas) han entendido bien la fórmula para atacar a su target en momentos específicos, una campaña a favor del cuidado en el consumo de alimentos debería comprender no solo el target sino aquellos hábitos que desea modificar. Para el mexicano, la comida también parece ser un vehículo para socializar y convivir y reforzar emociones. Los mismos esfuerzos podrían dirigirse al riesgo de perder ese tiempo de convivencia a causa de una enfermedad. 13 Confidencial El mexicano y su relación con la comida Para el mexicano hay muchos criterios en juego a la hora de seleccionar su comida. En el trabajo etnográfico puede notarse cómo se modifican y cambian los criterios cuando se les pide que, por ejemplo, identifiquen la diferencia entre simplemente comer o alimentarse; cuando se les pide que se recuerden todos los alimentos y bebidas que ha ingerido una persona en un día o una semana; cuando nombran lo que compran de comida en el supermercado comparado con lo que se encontró en su alacena; cuando comparan los atributos y riesgos de comer en casa o en la calle; o la diferencia entre comer bien y una buena comida. EN SUS PALABRAS: “No es normal comer sano, la mayoría de la gente come como nosotros: lo que pueden, tienen y alcanzan a comprar”. Socorro, 51 años, Tijuana, medio bajo, con sobrepeso Para el mexicano hay una gran distinción entre comer y alimentarse. Alimentarse se relaciona con el discurso que apela a la nutrición y la salud. Es ingerir aquellos alimentos o nutrimentos que necesita el cuerpo, mientras que hay otras cosas que pueden comerse aunque no alimenten. Esta percepción no depende del grado de información. Para cada individuo hay un criterio que ayuda a establecer qué lo nutre como algo distinto a lo que se come. Por ejemplo, ningún mexicano afirmará que se está alimentando con un dulce, aunque eso no signifique que pueda comérselo o que por comérselo crea que es saludable, simplemente se lo come pero no es nutritivo. En su discurso parece haber una claridad entre lo que cada sujeto identifica como saludable o no. Eso no quiere decir que su respuesta sea “correcta” hablando en términos científicos, pero es correcta para él. Este criterio muchas veces se basa en la posibilidad de reconocer el origen del producto. Una ensalada evidentemente es reconocida como saludable y parte de los alimentos que alimentan pero también lo es un pan dulce porque está hecho de harina, huevos y leche. NOTA: Esto no quiere decir que el problema sea de información y que si se hace una campaña para informar sobre el pan dulce el comportamiento cambiará. Lo que es importante es entender que cada sujeto se va creando una serie de criterios con los que evalúa su comida y con ellos siente que está cumpliendo en cierta manera con “cuidarse” o comer sanamente. De la misma manera, cuando se le preguntó a una persona que hiciera memoria de todo lo que comió a lo largo del día o que recordara todos los alimentos que compró en el supermercado, la respuesta también puede parecer “engañosa”. Cuando se le pregunta sobre los alimentos que adquirió en el supermercado ella nombra aquello que, en su imaginario, es considerado “alimenticio”; difícilmente mencionan galletas, dulces, chocolates… eso no quiere decir que no lo compre o que no lo coma, 14 Confidencial simplemente cuando se habla de alimentación tiene muy claro qué alimentos considera en ese grupo y cuáles no. Cuando durante las conversaciones a profundidad se les preguntó qué ingirieron durante el día o en la última semana difícilmente los sujetos de estudio mencionaron productos que no sean considerados como parte de una comida formal: pueden recordar qué desayunaron, comieron o cenaron pero difícilmente recordaron aquello fuera de dichos momentos regulados y definidos. “Sentarse a comer” (incluso aunque sea en la banqueta o comer parado) es parte del ritual de la alimentación. Significa hacer una pausa y comer. Este ritual se repite, casi para todos, tres veces al día y lo que se come en estos momentos es lo que se recuerda cuando se les pregunta sobre su ingesta diaria. Lo que comieron fuera de estos espacios no es considerado “comida” o alimento aunque se coma. Y esto pasa también con las bebidas; desde un jugo, licuado, café con leche, hasta un vaso de agua no son mencionados en su lista de ingesta cotidiana. No quiere decir que estén escondiéndolo o negándolo… simplemente está fuera del radar al estar fuera del ritual. NOTA: Sería interesante observar cuántas personas están “midiéndose” en sus comidas formales pasando por alto todo lo que comen y beben entre comidas. Un sujeto que “cuida lo que come” a la hora de la comida puede creer que está haciendo un buen trabajo cuidándose. Esto no tiene que ver con el contenido calórico de lo que come entre comidas, sino que en su radar no es parte de “sus alimentos”. Probablemente sería necesario comenzar a hacer una campaña poniendo en el radar todos aquellos alimentos que la gente come entre comidas. Y la palabra “radar” puede ser un mecanismo de conciencia para las personas. “La comida que no está en el radar, te pone en el radar de la obesidad”. La idea es sólo generar conciencia para que las personas comiencen a reconocer esas ingestas que aparecen como “fantasmas” en el cotidiano, sin etiquetar cuáles son buenas o malas, pues cada individuo o familia tiene sus propios criterios. Otro elemento que llama la atención cuando se les pide que hablen del valor de la comida es cómo el contexto afecta el valor de un mismo plato. Por ejemplo, la casa parece tener un halo purificador sobre cualquier producto que se encuentra dentro de ésta. En la calle, el mexicano busca la satisfacción de necesidades tales como el costo, saciedad, gusto, oportunidad, oferta o simplemente hambre. Una torta en la casa siempre tendrá mayores atributos que una torta en la calle, desde higiene, calidad, personalización, precio, etc. Sin embargo, aquí es donde empieza a complicarse el asunto. Si esa torta se comió en casa a la hora del desayuno es parte de su alimentación, si esa torta se comió en la calle no se considera su valor alimenticio y no forma parte de su “suma” de ingesta a lo largo del día. Sólo con dos valores, comer-alimentarse y casa-calle ya se muestran relaciones complejas para evaluar lo que se está ingiriendo. En este sentido, las diferencias y los criterios para la elección de un alimento viven más en el plano simbólico y no tanto en el plano funcional vinculado a nutrimentos o calorías (palabra que por cierto apareció sólo 34 veces de manera natural en el trabajo de campo). Aunque parecería una contradicción entre el discurso y la acción, para el mexicano son dos categorías distintas que no se contraponen. EN SUS PALABRAS: “Los buenos y malos hábitos creo que sólo se diferencian por la palabra exceso”. Diana, 70 años, DF, medio bajo, madre de una persona con sobrepeso NOTA: Se corre un riesgo innecesario, en términos de comunicación, cuando se pone al hogar como un espacio donde hay malas prácticas. Las prácticas que llevan a cabo, desde su punto de vista son las correctas. En la casa es donde se puede apelar al valor grupal y en la calle al valor individual, como estrategias diferenciadas. Podría hacerse comunicación pensando en una misma persona como en dos targets diferentes: cuando está en casa y en calle. 15 Confidencial Estas expresiones no necesariamente permiten adentrarse a la relación del mexicano con la comida: si se busca una profundización en el entendimiento de los procesos de alimentación es necesario recuperar 3 conceptos que rigen muchas de sus decisiones cotidianas: lo natural, lo sano y lo bueno (que están íntimamente relacionados). Estos conceptos funcionan como guía en muchas de las decisiones que toman sobre su consumo. Para que un producto sea natural debe cumplir con una característica: el mexicano debe reconocer su origen, es decir, de qué está hecho. Por ejemplo, jugo sabor naranja o leche sabor fresa construyen en la percepción del mexicano dicha naturalidad; es leche, es naranja o tiene fresa, por ende tiene una connotación natural. Lo interesante es que para el mexicano si algo es natural, seguramente es sano y si es sano, seguro es bueno. De esta manera, desde su percepción, aquello de lo que reconoce el origen, aunque sean unos tacos de carnitas (maíz + puerco) puede reafirmar que sus decisiones están siendo las más “correctas”. Otro ejemplo, una quesadilla con chicharrón prensado y un refresco sabor piña es una comida natural, sana y buena porque es maíz, el queso viene de la leche y la vaca, el chicharrón es carne de puerco y la piña es fruta. Para el mexicano, si sabe a piña es de piña; pareciera no distinguir entre “sabor a” y “de” piña. Sin embargo, hay que ser muy cuidadosos con esta afirmación porque parecería implicar que evalúan un alimento desde cierto grado de desinformación. Pero esto no es así. No es que exista un “analfabetismo alimentario”, sino que en el cotidiano, para muchos de los mexicanos dichas decisiones están basadas en un “sistema de creencias” que adquirieron desde muy temprana edad o son las mejores decisiones que pueden tomar dentro de las posibilidades que se les presentan en su día a día. Si a esa misma persona se le pone al lado de las quesadillas de chicharrón prensado una ensalada y un vaso de agua no dudará en decir cuál es más natural, sano y bueno. Eso no quiere decir que esa será la decisión que tome al momento de comer. Como se verá más adelante, para esta persona ambas opciones son “buenas” dependiendo del estado de ánimo. Si está de malas porque el jefe lo regañó sin razón intentará “recompensarse” con las quesadillas y si quedó de cenar con la novia tal vez elija la ensalada. No es que el mexicano no sepa elegir un alimento sano, bueno y natural, es que en su “baraja” de elementos a considerar esos no son los únicos criterios que usa a la hora de una selección. Si bien elegirá la que considera “mejor”, este calificativo está asignado por criterios subjetivos que no siempre están vinculados a lo “correcto”, “bueno” o “saludable”. Puede ser que alguien elija un platillo (que a ojos de un nutriólogo sería altamente calórico) porque ante las opciones de lo que se le antoja este es el menos “malo”. Ahí es cuando el mexicano lo califica como mejor opción, según pudo observarse en el trabajo de campo. NOTA: Un término a subrayar es el de “opción”. Cuando de alimentación y comida se trata, el mexicano tiene una gama de opciones de la cual elegir. Pensar que en esta decisión solo juega el factor “sano” —o lo que él cree que es sano— es delimitar el campo de acción de las personas, su libertad y el conjunto de variables que se accionan al momento de la comida. Los mexicanos elegimos lo que comemos a partir de una intención y en ese sentido las elecciones pueden ser muy variadas. La intención detrás de lo que comemos encierra un insight significativo y explotable para el diseño de una campaña en pro de la toma de conciencia. Finalmente, para completar el complejo entramado relacionado con el mexicano, sus hábitos y su alimentación, de la misma manera en que pueden identificar que no es lo mismo comer que alimentarse, también pueden diferenciar “comer bien” de una “buena comida”. En la primera idea muchos de los 16 Confidencial mexicanos saben que incorporar frutas, verduras, cereales y hasta proteínas son parte de comer bien, incluyendo los alimentos bajos en azúcar o grasas. EN SUS PALABRAS: “La alimentación es mantener a nuestro cuerpo vivo mediante productos, ya sean frutas, verduras, jugos u otro tipo que nos aporte la energía, nutrientes y vitaminas que necesitamos para realizar trabajo”. Mary, 65 años, Chilpancingo, medio alto, con diabetes (antes con sobrepeso) Sin embargo, cuando se piensa en una buena comida se incorpora en el imaginario del mexicano el ingrediente social, es decir, una buena comida implica la compañía de personas especiales, donde se apela a cumplir con el gusto de la mayoría, donde las porciones no son limitadas y donde los excesos pueden permitirse. NOTA: Es importante considerar que las palabras no significan lo mismo para todas las personas. El mensaje debe estar diseñado en palabras del receptor y no del emisor o de lo que se cree que se entiende por determinada frase. Una afirmación como “aliméntate sanamente” puede ser considerada por alguien como correcta cuando elige unos tacos de carnitas o unas quesadillas de tinga de pollo. Para él, sentarse a comer cumple con “alimentarse” y “sanamente” queda subsanado cuando se trata de maíz + queso + pollo. Desde la perspectiva de un individuo esto cumple perfectamente con alimentarse sanamente. En este sentido, si las palabras son interpretadas por el receptor, no quiere decir que sea desde la ignorancia y que haya que “informársele” sino que para hacer llegar un mensaje es importante conocer los significados emocionales o simbólicos que puede detonar una frase. En este mismo sentido, la frase “aliméntate sanamente” puede ser cumplida por el sujeto a la hora de comer (3 rituales al día) sin que esto evite, por ejemplo, la ingesta de refresco y botana fuera de esos rituales. Entonces, cuando se habla de la relación que el mexicano tiene con la comida deben tomarse en cuenta estos matices que se detonan con conceptos que podrían parecer muy claros y transparentes cuando en realidad lo que sucede es que están cargados de significados que incluso son parte de su identidad cultural (lo que hace que sea más difícil alejarse de ellos). NOTA: Los mensajes podrían evitar utilizar palabras como “bueno-malo”, “correcto-incorrecto”, “perfecto-imperfecto” porque tienden al juicio, provocando que la intención de las personas al recibirlo sea defensiva y en vez de generar una reflexión creen justificaciones. 17 Confidencial El mexicano y su relación con la actividad fÍsica Otro de los aspectos que se integró en la guía de la investigación antropológica fue la actividad física, justamente porque parece estar en este binomio donde lo que se come y el movimiento determinan el peso de un individuo. Desde el punto de vista discursivo, parecería que esta característica sigue estando en la esfera individual. Un sujeto puede “decidir” hacer ejercicio o no y cambiar sus hábitos por unos más saludables. Sin embargo, la actividad física es identificada en un sentido más cotidiano. Una cuestión interesante es que cuando se habla de ejercicio se asocia más a una cuestión formal, es decir, con reglas, espacios determinados, disciplina, etc. Es más cercano al deporte profesional que a “sudar”. Curiosamente, cuando se habla de actividad física, entonces las personas diferencian tres criterios: si es cotidiana, si es lúdica o si está relacionada con la apariencia o el cuidado. EN SUS PALABRAS: “De salud me siento bien, pero en el espejo me veo panzona”. María, 56 años, Tijuana, medio típico, madre de un hijo con sobrepeso NOTA: Cuando en la comunicación se habla de hacer ejercicio se está pidiendo al individuo que ingrese al espacio de lo formal, los gimnasios, equipos, uniformes… Es interesante ver cómo el mexicano promedio, cuando se le habla de ejercicio está pensando en la imagen de un deportista en forma… mientras que cuando se habla de actividad física el panorama puede ampliarse. Proponer actividades lúdicas (como bailar o jugar una cascarita) podría ser más relevante que proponer correr o hacer deporte. NOTA: Los mensajes actuales que fomentan realizar 30 minutos de actividad física al día se mueven en un plano general, sin hablar de algún tipo de actividad en específico, lo que desconecta a quienes no se sienten identificados. Así como los sujetos deciden sobre su comida a través de opciones se tendría que ayudar a ampliar su espectro de opciones para realizar actividad física y explicarles qué tiene que suceder para que sí cuente (tiempo, sudor, frecuencia) . La primera categoría está relacionada con todos los movimientos que una persona puede o tiene que hacer durante su rutina diaria sin imponérselo como obligación, pero sí como parte de las necesidades diarias, ya sea de su empleo, transportación o trabajo en casa. Un albañil que carga botes de grava y cemento califica esta actividad física como algo cotidiano. El ama de casa que lava ropa, también considera dicha actividad como necesaria. El oficinista que tiene que caminar de su casa hasta la parada del transporte público también considera que en ese trayecto ha realizado una actividad física cotidiana. Este tipo 18 Confidencial de actividad se caracteriza porque las personas no tienen margen de decisión al momento de realizar la actividad, es decir, aunque no lo vean como una “obligación”, la actividad física está relacionada a un quehacer y por lo tanto hay que llevarla a cabo. EN SUS PALABRAS: “María, en la lavada está haciendo una actividad física, está moviendo los brazos, la cintura, la espalda, piernas y, en mi caso, levantar botes de mezcla, tabiques, como si estuviera haciendo ejercicio dentro de en un gimnasio”. José, 40 años, Oaxaca, bajo, padre de una niña con obesidad y una niña con sobrepeso IDEA: Se han realizado acciones que ayudan a reconocer la actividad física como algo cotidiano y a “premiarla” en cierto sentido. El hacer sentadillas para ganar un boleto del metro, el poner bicicletas estacionarias para adquirir boletos de transporte público, el crear un piano en las escaleras de una estación de metro son ejemplos de esta “cotidianización” de la actividad física. Esto puede seguir construyéndose aunado a mensajes positivos sobre este tipo de acciones. En segundo lugar, hay otra esfera de actividades físicas que son calificadas como lúdicas o divertidas. Son todas aquellas que involucran la socialización o el disfrute personal sin importar qué tipo de actividad física se presente. Jugar futbol en la colonia, caminar para despejar la mente o ir a la clase de aerobics o zumba pueden ser actividades que pueden ser electivas o espontáneas pero que se encuentran vinculadas a un momento de satisfacción individual o colectiva. EN SUS PALABRAS: “Me gusta mucho pedalear… ir con mi bicicleta a pasear. Me gusta ir a un evento los miércoles, al cicloturixes . Es un grupo de personas que se dedica a estar en la ciudad, tienen sus rumbos y me gusta cuando nos dicen: vamos a manejar tantos kilómetros hoy; me emociona, me gusta mucho. Me gusta más pedalear que ir al gimnasio”. Dulce, 48 años, Mérida, medio típico, delgada (con problemas de tiroides) En tercer lugar encontramos las actividades físicas con objetivos específicos, ya sea para mejorar la apariencia o como mecanismo de cuidado. La única diferencia existente es que a diferencia de las primeras categorías donde no se tiene control de las actividades o pueden ser espontáneas, en este tipo siempre se tiene un control (y la voluntad) sobre lo que se está realizando. En esta esfera la actividad física tiene una rutina, disciplina, objetivo, espacio y algunas veces reglas definidas. EN SUS PALABRAS: “Yo por eso realizo ejercicio de manera constante y disciplinada… no se trata sólo de hacer ejercicio por hacerlo, tienes que marcarte horarios, tiempos y tipo de actividades, si vas a ir a hacer ejercicio después de comer seguramente te sentirás cansado más rápidamente, si sólo haces ejercicio cuando quieres o ‘te sientes gordo’ porque subiste un poco de peso o porque ya no te queda la ropa, tampoco es válido, porque igual bajarás lo poco que subiste pero si lo dejas nuevamente subirás y así, es un circulo”. Karen, 26 años, DF, medio alto, delgada (hija de una persona con diabetes) NOTA: Este tercer rubro, a diferencia de los dos primeros, se mueve más en el plano de la individualidad. Aquí la oportunidad yace en comenzar a crear un hábito de actividad voluntaria para toda la familia en donde haya disciplina, reglas y premios. Los niños pueden ser el mejor vehículo para una campaña que hable de incluir a toda la familia en el dinamismo de la actividad física, haciéndola lúdica y colectiva. NOTA: Cabe recordar que este nivel de actividad física, más formal, es más relevante, en términos generales, para personas de niveles socioeconómicos medio típico y medio alto pues tiene también un significado social y simbólico. Quien hace deporte o ejercicio de manera formal está proyectando una representación social de “tener tiempo libre”. 19 Confidencial Sin embargo, lo interesante de las etnografías es que arrojaron información sobre que una misma actividad puede ser considerada en cualquiera de las tres categorías. Por ejemplo, caminar puede ser vivido por alguien como algo cotidiano, pero también como lúdico o con objetivos específicos de apariencia o cuidado. La diferencia radica en el significado que una persona le da a dicha actividad física y no necesariamente a algún acto concreto. NOTA: Por poner un ejemplo, campañas como la de “Chécate, mídete y muévete” podrían enriquecerse explicando concretamente a qué se refieren con moverse ¿caminar a la parada del camión es suficiente?, ¿qué tanto hay que moverse para que sea efectivo?, ¿cómo sabe el sujeto que se está “moviendo” correctamente para que sea eficiente? De esta manera, cuando al mexicano se le pregunta o se le invita a que realice actividad física, está seguro de que, por lo menos, una de las categorías se encuentra presente en sus dinámicas cotidianas, por lo que no es necesario, desde su perspectiva, que se modifique ninguno de los hábitos que ha tenido hasta ahora. Incluso, esta visión no es tan lejana de la definición formal e institucional: “Actividad física es cualquier movimiento voluntario producido por la contracción músculo esquelético, que tiene como resultado un gasto energético que se añade al metabolismo basal. La actividad física puede ser clasificada de varias maneras, incluyendo tipo, intensidad y propósito”.10 NOTA: Este segundo aspecto es todavía más complicado para el cambio del hábito, porque hay ya una creencia de que ya se lleva a cabo una actividad física. Si la comunicación, las campañas y las políticas apelan a que el individuo haga actividad física él podría decir “ya hago, este mensaje no es para mí”. Podría pensarse que es algo “tramposo” para justificar el no hacerlo, pero también puede estar considerado como parte de su agotamiento físico laboral. Tener una actividad física formal y disciplinada implica tener mayores recursos (en tiempo, dinero, espacio) que simplemente tener “actividad física” de cualquiera de las tres esferas. IDEA: Pensando en una campaña que promueva la actividad física tendría que ayudar a entender mejor el concepto, y a ayudarle al individuo a entender “qué tanto es tantito”. Si se justifica diciendo “ya hago” habría que explicarle cómo suman sus actividades diarias y cuál tendría que ser la suma total. En esta campaña tendría que considerarse actividades de las tres esferas. Sin embargo, aunque el mexicano reconoce tres esferas de actividad física, la principal es la “formal” seguida por la de “mejora de la apariencia física”, lo cual puede ser negativo para transformar o modificar sus hábitos. Si el mexicano ve la actividad como poco divertida, individual y con un carácter selectivo determinado a partir de parámetros, rutinas y reglas, será menos probable que desee incorporarlo a sus rutinas o hábitos IDEA: Hay un área de oportunidad al poder “contagiar” al mexicano del deseo de realizar actividad física siempre que se haga en un contexto colectivo, informal pero sobre todo lúdico. Las políticas públicas, programas y campañas para la promoción de la actividad física tienen ahí un diamante poco mostrado. Tras la imagen del corredor de maratones (solitario y difícil), el deportista de excelencia que toma bebidas hidratantes (solitario o inalcanzable) hay poco espejeo de los mexicanos comunes. Sin embargo, una fiesta donde todos bailan, regresar (exaltar y promover) a los juegos del patio de niños, jugar cascaritas en cada oportunidad, salir a caminar con las amigas (en lugar de tomar pastel y café) podrían ser imágenes que ayuden al mexicano a imaginarse (y desear) nuevas formas de actividad física. (Departamento de Salud y Servicios Humanos de EUA) CÓDIGO PABI Código de Autorregulación de Publicidad de Alimentos y Bebidas No Alcohólicas dirigida al Público Infantil. 10 20 Confidencial El mexicano y su relación con la salud, la enfermedad, la previsión Conceptos como salud, enfermedad, prevención o cuidado también son sujetos de interpretación. Si se le pregunta a un individuo sobre la perspectiva formal e institucional, puede mencionarla, pero en general, estos conceptos son más vividos y experimentados a través de “creencias” e interpretaciones que el mexicano hace en su vida cotidiana. EN SUS PALABRAS: “Yo trato de comer saludable, trato de tener higiene personal para ser saludable, de vez en cuando trato de hacer ejercicio, no siempre, pero no me considero una persona no saludable”. Laura, 39 años, Guadalajara, medio alto, hija de madre con sobrepeso En primer lugar, la salud para el mexicano se asocia más a un estado de ánimo y a cumplimiento de responsabilidades que a una cuestión biológica o fisiológica. Mientras pueda seguir cumpliendo con sus responsabilidades diarias y no deje de cumplir su rol11 dentro de la familia se puede considerar que se tiene un buen estado de salud. Por ejemplo, incluso si una persona tiene una infección en la garganta pero puede ir a trabajar y tener buena actitud no está enfermo. EN SUS PALABRAS: “Para mí si no te duele nada, significa que estás sano, lo demás, los problemas se pueden resolver”. Demetrio, 29 años, Mérida, medio alto, nieto de abuelo con sobrepeso El concepto de enfermedad está vinculado a no poder cumplir con las responsabilidades diarias. Y, desde su perspectiva, existen dos tipos: las cotidianas, que afectan sólo las rutinas de los individuos, y las graves, que modifican la rutina, hábitos y recursos de la familia o grupo más cercano. En estudios anteriores, Bitácora Social identificó que, más que hablar de tipos de familias debe observarse la capacidad de adaptación que tienen los miembros de la familia a los roles y necesidades cotidianas. Es decir, independientemente del número de miembros que hay en una familia se deben cumplir una serie de roles que ayudan a garantizar el bienestar común: proveedor económico, proveedor emocional, administrador de los recursos, receptor de beneficios por poner algunos ejemplos. En este caso, cuando un miembro de la familia puede cumplir con sus responsabilidades implícitas en su rol, entonces está “sano” independientemente de su condición de salud real. 11 21 Confidencial Lo más interesante es que a pesar de que la enfermedad grave sea algo coyuntural y crítico, será el grupo o la familia la que encuentre un nuevo orden y forma de organizarse (alguien entrará a cubrir el rol de la persona enferma), en cuanto esto sucede y se “regresa” a la normalidad el problema deja de serlo en la cotidianidad. EN SUS PALABRAS: “Yo te voy a decir algo cuando te enfermas no es nada más que te duela algo sino también te sientes mal en tus emociones. Me siento mal porque es también un gasto económico. Por ejemplo cuando me caí y me fracturé la mano, dejé de hacer mis cosas y aparte me sentía como una carga para los demás”. Pedro, 73 años, DF, medio típico, con sobrepeso IDEA: Para hacer una comunicación más efectiva y revertir este concepto de enfermedad se podría mostrar de qué manera la falta de cuidado y vigilancia a la salud no solo afecta al individuo sino a otros miembros de la familia. “Dejarse de cuidar” es un problema familiar. Sacar el concepto de enfermedad de la esfera personal y llevarla a cómo afecta a otros puede parecer agresivo pero ayudará a hacer más conectivo el mensaje. Un ejemplo de ello puede ser un dependiente de cualquier tipo de negocio (farmacia, tiendita, etc.) que trabaja 8 horas o más de pie, acomodando, limpiando, organizando, tratando de tener la mejor actitud con sus clientes. En caso de no sentirse del todo bien, si puede seguir desempeñando sus actividades de todas maneras no se considerará como alguien poco saludable. Lo mismo una cajera de un banco o una oficinista si se arregla todos los días para ir a la oficina, pone su mejor cara y es una buena ama de casa no puede ser juzgada como alguien que no es sano o poco saludable dentro de su círculo social, aunque nunca se haya realizado un estudio ginecológico y pueda tener problemas de salud sin saberlo. Es curioso observar que el concepto de salud (o de enfermedad en su caso) no sólo es un aspecto biológico sino una cuestión social,12 es decir, para que una persona “acepte” que está enferma no sólo se tiene que sentir mal físicamente sino que debe modificar sus rutinas y tener un impedimento para cumplir sus responsabilidades. En términos estrictos parecería entonces que el mexicano trataría de evitar estas situaciones previniendo. Pero no. Lo que sucede es que la prevención para el mexicano se vive de manera particular. Puede ser que decida realizar actos cotidianos que al llevarlos a cabo parecen prevenir una enfermedad con una única acción, por ejemplo, tomar leche para no descalcificarse, dormirse temprano para no envejecer o evitar el alcohol para no engordar. EN SUS PALABRAS: “Tomamos cada dos semanas vitamina C, que es el Aderogyl, pues por ejemplo aquí en verano tenemos el aire acondicionado en todos los lugares de la casa y, si sales la temperatura está a 47°; entonces los cambios son muy drásticos. Entonces si estas saliendo-entrando, la gente se enferma. Somos cuidadosos con todo eso”. Felipe, 21 años, La Paz, medio típico, con sobrepeso También el mexicano hace uso de cuidados en lo abstracto, que pueden ir desde pensamientos positivos hasta creencias. Por ejemplo, levantarse con el pie derecho o pensar positivo para alejar las malas vibras o augurios o no hacerse un “chequeo” médico para no llamar a las enfermedades. Por último, dentro de esta noción de prevención puede hablarse de cuidado cuando se vincula, en algunos casos, a actividad física formal. El biológico, que está completamente determinado bajo reglas, normas, porciones, etc. El social, donde la interpretación que puede hacerse es sumamente personal y construida desde códigos culturales compartidos. 12 22 Confidencial … y entonces ¿qué es la obesidad? Para el mexicano la obesidad es un “problema” o “enfermedad” hasta que trasgrede la posibilidad de hacer sus actividades diarias o porque ya detonó alguna otra enfermedad como la diabetes. No necesariamente está vinculada de manera directa con la comida y también se explica por “descuido” o factores genéticos y hereditarios. EN SUS PALABRAS: “Hace poco una de mis maestras nos contó que las personas que tienen sobrepeso no nada más son las que comen mucho, sino que a veces es de familia, si tu mamá es gordita también puedes heredarlo, yo creo que por eso hay papás e hijos llenitos en la calle”. Vanesa, 16 años, Tijuana, bajo, hija de una persona con obesidad NOTA: Si la aproximación a la obesidad comienza por explicarla a través de un factor de “historia familiar” el sujeto tendrá pocas intenciones para modificar sus hábitos. Si su abuela tuvo diabetes para él será lógico (e inevitable) también tenerla, entonces por qué habría que tomar acciones al respecto. Mientras la “historia familiar” sea justificación del padecimiento más que los propios actos, poco podrá hacerse, reproduciendo el ciclo de generación en generación. Solo hasta que los hijos rompan con ese “determinismo” familiar podrá modificar sus comportamientos. No se está negando el factor genético pero la predisposición no debería ser justificación para ya no hacer nada. EN SUS PALABRAS: “Una persona está delgada o gorda a veces por la alimentación, pero también tiene que ver mucho el metabolismo del cuerpo, no tenemos el mismo metabolismo, hay personas que tienden a engordar, hay personas que comen mucho y son flacas, pues”. Ismael, 32 años, Oaxaca, medio bajo, con sobrepeso EN SUS PALABRAS: “Un problema genético, también tiene que ver con tu estructura ósea, por ejemplo, si yo no hago ejercicio me pongo bien obeso. Entonces yo creo que es un problema entre lo genético y el tipo de estructura ósea que tengas”. Alberto, 27años, DF, medio bajo, con sobrepeso NOTA: Además, hay que tener en mente que cuando una persona se enferma de diabetes a causa de una mala alimentación, la enfermedad es la diabetes, no la obesidad. La obesidad parecería solo ser el tránsito a la verdadera enfermedad. Alguien que tiene dolor de rodillas (por el sobrepeso) visita a un ortopedista antes que a un nutriólogo. El mexicano no está percibiendo la relación causa y efecto hacia todos los padecimientos que puede estar provocándole la obesidad. Los sujetos de estudio refirieron a los antropólogos que la comida sí puede causar ciertas incomodidades como malestares físicos y la confrontación entre lo que se come con lo que se espera social o institucionalmente que se coma (es decir, una tensión entre la perspectiva biológica y la perspectiva social). La máxima expresión de un vínculo negativo relacionado con la comida está relacionado con cosas concretas y más del día a día como tener dolor de estómago (por comer mucho o porque algo le cayó mal), enfermedades (como infecciones pasajeras), empacho o indigestión, hasta aspectos relacionados con la imagen: hacen referencia a “subir de peso” porque la ropa ya no le queda (no como enfermedad), 23 Confidencial o porque se siente fatigado o incluso que no pueda realizar ciertas actividades. Sin embargo, la mayoría de estas consecuencias son vividas en lo individual y tienen cierta sensación de ser pasajeras. NOTA: El aspecto negativo de los malestares relacionados con la comida aparezcan calificados como “pasajeros” es que entonces no se toman en serio. Piénsese, por ejemplo, en la gastritis, que puede provocar malestar temporal sobre todo después de comer ciertos alimentos. Mientras este malestar “se pase” el sujeto poco o nada modificará sus hábitos, porque incluso el malestar se vuelve habitual: “me espero tantito y se me pasa”, “le doy un trago al medicamento y se me quita”. EN SUS PALABRAS: “Para mí una persona gordita o llenita es como yo, yo sé que estoy pasadita de peso, pero no siento que esté mal de salud, nada más sí me canso más rápido que antes, y lo noto cuando camino para mi casa con mis papás, y ellos me hacen comentarios de que baje de peso, porque en mi familia todos son delgados”. Mary, 25 años, Tijuana, bajo, con obesidad Esto quiere decir que para la mayoría de los mexicanos la obesidad no deja de ser ese peligro lejano. No se vive en el presente. Si ya se está en esa condición es algo que sucedió en el pasado o que tendrá consecuencias en el futuro. Sin embargo, el mexicano en general vive con una visión de corto plazo. Lo que sucede hoy sucede de manera natural, no se da cuenta que hay un proceso de acumulación y posterga la idea de modificar el comportamiento porque siempre puede empezar mañana (o incluso en la siguiente comida). EN SUS PALABRAS: “A lo mejor su comida está muy cargada en carbohidratos, pero no veo a mis hijos desnutridos, y uno lo tengo con obesidad, pero es que está enfermo de la tiroides, si mi comida fuera mala los tres estarían como marranitos”. María, 56 años, Tijuana, medio típico, madre de un hijo con sobrepeso NOTA: Si el mexicano vive con una visión de corto plazo es probable que tenga otros problemas que resolver en este presente antes de preocuparse por lo que pasará después. Es probable que sea hora de hacer una llamada de atención y regresar la necesidad de modificar el hábito al presente. Pero, ¿cómo hablarle al mexicano de que “más vale prevenir que lamentar” si está acostumbrado a prevenir “con un licuado”? O lo que es más difícil aún ¿cómo hablarle al mexicano de que prevenga algo que sucederá dentro de 10 años mientras la sensación que vive hoy es que su situación en general (económica, laboral, del país, del matrimonio…) lo tiene ya en una sensación de “lamento”? Ese “lamento” actual puede estar minimizando el “lamento” posterior. ¿Cómo convertir las intenciones en acciones? ¿Cómo podría trabajarse sobre construir en el mexicano la idea de que lo que puede pasar no sucederá mañana ni pasado mañana sino hoy? ¿Valdría la pena insistir en el número de personas que se mueren diariamente por haberse comido “esa torta” hoy? EN SUS PALABRAS: “Pues yo no me siento culpable, mis hijos son lo que dan lata (risas). Uno ya no se preocupa por las llantitas, claro no me interesa ser una persona obesa por los riesgos a mi salud. Son mis hijos, lo que me dicen ‘no comas esto, no aquello, toma más agua, sal a caminar”. Pero se les olvida que uno ya está viejo y que debería de disfrutar su vida en paz, no digo que comería cualquier cosa pero ya estar bajo una dieta rigurosa y que me prohíba muchas cosas no sería vida”. Carmen, 71 años, DF, medio alto, con sobrepeso En este sentido, en el imaginario del mexicano, según lo que arrojó la investigación, la obesidad es algo intangible, a pesar de que se note el sobrepeso. En términos psicológicos es difícil materializar o recapitular todos los hechos que ocasionaron un estado específico, ya sea emocional o físico. Por ello, la obesidad como resultado de actitudes pasadas es un fenómeno desconectado de lo que se puede 24 Confidencial hacer el día de hoy. Por otra parte, la obesidad ha sido planteada como ese problema que ocasiona en el futuro una serie de enfermedades que pueden devenir en el deterioro o incluso la muerte. Este argumento también produce la desconexión entre lo que el mexicano decide hoy y los efectos que esas decisiones pueden tener en el futuro. Para el mexicano, la obesidad convive cotidianamente en tres niveles: como forma de vida, como problema y como crisis. El primer nivel se explica a partir de que el individuo que tiene sobrepeso u obesidad puede adaptar su contexto y actividades a su situación corporal sin necesidad de hacer ningún tipo de ajuste. EN SUS PALABRAS: “El ser gordito no te imposibilita a tener amigos”. Claudia, 43 años, Guadalajara, medio típico, con sobrepeso En el segundo nivel dichos contextos o actividades comienzan a ser un obstáculo y se tienen que hacer ciertas adaptaciones para poder continuar con las rutinas y hábitos. EN SUS PALABRAS: “Yo si estoy bien gorda, pero ya no bajo de peso, haga lo que haga, hace tiempo si hice todo lo que me decían para bajar, dietas, pero nada, no bajo, entonces ya sólo lo acepto, no queda de otra”. Rita, 24 años, León, medio alto, con obesidad Finalmente, la obesidad como crisis es aquella que modifica completamente la rutina y cotidiano de una persona o familia entera. NOTA: Mostrar que las dos primeras tendrán como consecuencia lógica y cronológica la tercera puede no ser relevante para un individuo que considera que “a él no le va a pasar” o que él puede seguir teniendo su mismo estilo de vida. Sin embargo, mostrar que a él no le va a pasar sino que le va a pasar a su familia puede ser una llamada de atención importante. Esto ¿modificará sus hábitos? Es probable que sea muy lentamente pero lo interesante es que se dejará de hablar de soluciones funcionales y pragmáticas para problemas simbólicos. Elevar el problema de la obesidad al “daño familiar” por lo menos lo pone en el mismo nivel simbólico donde aparentemente está la comida. En cada uno de los niveles se encuentra presente el factor individual como estabilizador de la situación, pero es hasta la crisis donde la familia es involucrada sin su consentimiento provocando situaciones económicas y emocionales bastante drásticas.13 A pesar de que el mexicano puede identificar discursivamente estos tres niveles y aunque se encuentre en alguno de los dos primeros, no se nota una actitud de urgencia o preocupación de la situación ya que se considera que, si fue ocasionado por la persona, será ella misma quien resuelva dicha situación.14 La noción de control o “reparación” de la obesidad también se posterga, con la esperanza y certidumbre que en el momento que se decida, se puede controlar y erradicar la problemática. Nota en pag. 26 13 En términos institucionales se identifican también estas situaciones drásticas o catastróficas para la familia, “Cuando el gasto en salud supera el 30% de la capacidad de pago, entonces se incurre en gastos catastróficos. La capacidad de pago se define como el remanente del gasto total en todos los bienes y servicios del hogar una vez descontado el gasto dedicado a satisfacer las necesidades básicas de subsistencia (definidas sobre una línea de pobreza)”. Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria, Estrategia contra el sobrepeso y la obesidad, 2010. Los obesos viven sentimientos de desvalorización cotidianos, todos se enfrentan a la misma presión social, lo que no quiere decir que todos la elaboren de la misma manera”. SILVESTRI, Eliana y STAVILE, Alberto Eduardo; Aspectos psicológicos de la obesidad. Importancia de su identificación y abordaje dentro de un enfoque interdisciplinario; 14 Córdoba: Universidad Favarolo, 2005. 25 Confidencial NOTA: Igual que con problemas de farmacodependencia y alcoholismo, los actores involucrados en el apoyo y la rehabilitación abren un diálogo uno a uno cuando muchas de las soluciones efectivas dependen del involucramiento de toda la sociedad. Fue hasta que se le dio categoría de enfermedad que las campañas diseñadas para prevenir y apoyar a dependientes y codependientes, lograron mayor eficiencia logrando que las familias y la sociedad jueguen un rol activo más eficiente. NOTA: Como se había dicho con anterioridad, parecería que uno gana peso en familia o grupo, durante la convivencia, mientras que debe perderlo por voluntad propia y en soledad (aunque se conviva se tiene que restringir y comer otras cosas que los demás no están comiendo). Solo en la medida en que también se socialice la obesidad, se confronte, se combata de manera conjunta se podrá comenzar a plantear estrategias para solucionar el problema del sobrepeso en la familia. 26 Confidencial El mexicano y los mensajes De la misma forma en que las familias mexicanas perciben e interpretan las actividades físicas, también reciben e interpretan cualquier otro tipo de mensajes. En particular, cuando se les invitó durante las conversaciones a profundidad a reflexionar sobre qué tipos de mensajes recordaban relacionados con hábitos fue sorprendente que la mayoría estuvieran relacionados con publicidad de productos de consumo.15 La conexión surgía o por que se identificaban de manera personal con la historia del comercial, un gusto específico por el producto o algo extraordinario que sobresaliera en el anuncio. Ninguno de los anuncios recordados cuestionaba la manera de decidir o llevar a cabo cambios o modificaciones en los hábitos cotidianos, más bien eran ambiguos en términos de identificación y conectaban con elementos abstractos como el esfuerzo, la libertad, etc. EN SUS PALABRAS: “La verdad creo que es descuido de las personas, no le puedes echar la culpa a las marcas o la publicidad, la responsabilidad de lo que comemos y en las cantidades que lo comemos es nuestra, no de nadie más”. Karen, 26 años, DF, medio alto, delgada (hija de una persona con diabetes) En general, cuando se hablaba sobre algunos mensajes de modificación de hábitos los antropólogos notaron cierta incomodidad ante la posible evaluación y el señalamiento negativo de sus propios hábitos ya que se percibía como intrusión a las decisiones individuales, el libre albedrío o la soberanía individual y familiar. EN SUS PALABRAS: “No haría caso a esos mensajes, no me interesa si la televisión me dice que consuma 10 ó 20 cervezas, no lo voy a hacer, no quiero hacerlo, prefiero llegar a mi casa y estar con mi familia y sé que está mi agua de sabor, a lo mejor nos acostamos todos en el piso y vemos la televisión”. José, 40 años, Oaxaca, bajo, padre de una niña con obesidad y una niña con sobrepeso NOTA: Primero hay que tener conciencia de que es posible que el nivel de recordación de los mensajes esté relacionado con que las marcas podrían estar pagando más número de repeticiones. Pero lo relevante es que, al parecer, los mensajes que no “atacaban” sus propios hábitos y prácticas y podían ser sumados a su propio esquema generando mayor recordación, es decir, los recuerdan porque son más familiares, no porque sean importantes. NOTA: La cantidad de mensajes de productos de consumo contra la cantidad de mensajes de cuidado y bienestar alrededor de la obesidad/alimentación parecería inconsistente. Mientras que los productos de consumo están muy interiorizados en sus hábitos, el cuidado sigue siendo algo poco concreto. Algunos otros mensajes vinculados a establecer posturas polarizadas con responsables o culpables provocaban en el mexicano de clase media cierta desconfianza y reafirmación de sus propios hábitos familiares, es decir, si algún mensaje acusaba a cierto producto por sus efectos, la reacción se mostraba en dos sentidos: si era usual el consumo de ese producto se desmentía afirmando que su familia o ellos Esto no quiere decir que crean ciegamente en la publicidad. Necesitan legitimarla, apropiarla, probarla y reafirmarla en su cotidianidad. Lo que repiten en su discurso es que es en su mayoría engañosa, aunque consuman los productos. 15 27 Confidencial lo habían consumido por mucho tiempo y nada de eso le había pasado. Si no eran consumidores de ese producto, la familia o individuo reconocían que por esas razones prefieren no consumirlo. NOTA: Es interesante el grado de discrecionalidad que generan los mensajes sumados a la creencia o código de la familia. Un mensaje parece servir, no para generar un nuevo criterio, sino para afirmar que el propio está bien o que el mensaje es tendencioso porque no coincide con la experiencia propia. Así, según lo aprendido en esta investigación, esta postura “subjetiva” genera en el mexicano de clase media, una actitud neutral ya que no genera un pensamiento crítico hacia los productos que consume (o no) sino sólo una toma de postura o reafirmación de la misma. Se piensa que no debe juzgar los productos ni las decisiones sino que sólo debe tomar partido por aquella postura que cree relevante para él mismo en determinado momento: la biológica o la social.16 Esto neutraliza al mexicano, las responsabilidades y las decisiones que toma y justifica con el sistema de valores que se va creando; la crítica y las posturas polarizadas hacen al mexicano un ser contemplativo en cuanto a mensajes se refiere ya que prefiere “tomar lo que le sirve” e ignorar lo que cuestiona o confronta sus decisiones; al final, para ellos, “nada es tan malo ni nada es tan bueno”. “Los seres humanos tienen una limitada capacidad de procesamiento de información ya que la realidad se muestra abierta a complejas posibilidades, que es necesario limitar las opciones y que las personas deben optar por confiar o por desconfiar. Ambas posibilidades pueden ser ventajosas o perjudiciales de acuerdo a las circunstancias”. LUHMANN, Niklas; Confianza; Barcelona: Anthropos, 1996. 16 28 Confidencial El mexicano y los impuestos Según lo registrado en las etnografías las percepciones sobre los impuestos y cambios de precios en los productos de consumo diario están envueltas de desconfianza, incredulidad y desconocimiento. EN SUS PALABRAS: “Yo creo que los impuestos se deberían de poner a productos que no son necesarios como bebidas alcohólicas, refrescos, cigarros, o lujos, pero no a alimentos que todos consumen y que son necesarios, pero creo que desgraciadamente lo que se hace es todo lo contrario”. Claudia, 43 años, Guadalajara, medio típico, con sobrepeso A diferencia de todos los temas tocados en este documento donde era complicado definir si había responsables sobre la situación, este apartado fue claro que para el mexicano es el gobierno el causante de todo lo relacionado con impuestos o precios. EN SUS PALABRAS: “Todo está muy caro, los responsables son los gobernantes, además, te cobran por trabajar, y en cuanto más ganas más te quitan, actualmente no se puede trabajar horas extras, porque por ejemplo de 15 horas te pagan 5”. Aníbal, 21 años, Hermosillo, medio bajo, sobrino de una persona con sobrepeso La percepción (o desconocimiento) del impuesto puede ser tan ambigua que algunas personas mencionaron que el nuevo impuesto (conocido como impuesto al refresco) era positivo ya que tenía la finalidad de cobrarle a las empresas extranjeras algo de las implicaciones y ganancias que obtenían de operar en México, es decir, no lo percibían como un impuesto a su propio consumo. NOTA: La falta de claridad no sólo se vio en las familias sino también en las entrevistas con los actores clave. Acciones que gravan el consumo de bebidas carbonatadas y bebidas azucaradas reafirman la culpabilidad de marcas, para algunos actores clave, y la confabulación de éstas con las autoridades reguladoras, para otros. Este tipo de afirmaciones eran comunes y dejaban ver el estado de desinformación que tiene el mexicano sobre la situación impositiva.17 Lo relevante es que, en términos cotidianos, no tendría por qué saber, ya que no significó una crisis porque su vida cotidiana, si bien se ajustó (porque reorganizó su gasto para seguir comprando lo que le parecía importante), se siguió llevando a cabo sin ninguna modificación. Fue interesante ver en los ejercicios etnográficos que el impuesto no trastocó el consumo de ciertos productos considerados como básicos por las familias.18 Las modificaciones se dieron en otros productos que para ellos son “sacrificables” o intercambiables por otros más baratos. Hay que aclarar que durante el proceso de discusión de recomendaciones sobre el impuesto, el equipo de Bitácora Social llegó a la conclusión de que era muy complicado poder explicar este impuesto en particular y por qué podía ser positivo o negativo desde la perspectiva de los sujetos de investigación. Era tal el grado de desconocimiento general sobre qué es un impuesto, qué objetivos cumple, por qué lo cobra el gobierno… que hacer una recomendación para hablar de este impuesto en particular implicaría empezar desde cero a explicar la “teoría” de los impuestos en general. 17 Cuando se menciona el término básico no tiene que ver con la canasta básica establecida por las instituciones o el gobierno. Se habla de básico cuando es un gasto priorizado así por las familias; algo sumamente necesario y que no puede faltar. Puede ser un tipo de shampoo o unas galletitas saladas. Bitácora Social lo usa tal y como lo nombran las familias: algo que ellas sienten que es básico para ellas mismas. 18 29 Confidencial En uno de los últimos apartados del ejercicio etnográfico se le solicitó al antropólogo que preguntara: si fuera su decisión ¿a qué le pondría o quitaría el impuesto? La respuesta mantuvo este sentido de beneficio personal. La gente al ser consumidora de un producto prefería bajar el impuesto a productos que normalmente consume y subirlo en productos que no forman parte de sus consumos cotidianos. La constante fue que el mexicano afirmó que mientras que no le afecte de manera significativa, entonces no tiene importancia dentro de su cotidianidad. Este desapego o conveniencia ante la realidad en la que se desenvuelve el mexicano de clase media toma dimensiones más complejas cuando se lleva a decisiones que pueden ser vistas como personales o familiares tales como la alimentación o las actividades físicas. Por lo tanto, cuando se busca encontrar explicación ante ciertas actitudes, se vuelve complejo e inasible determinar el patrón de las motivaciones que las provocan. NOTA: Es interesante pensar qué acciones como la prohibición de fumar en lugares públicos cerrados o el alcoholímetro de la Ciudad de México tuvieron un impacto diferenciador en el consumo (si no enorme, si sustancial), probablemente porque señalaban y aislaban al consumidor. Es decir, cambió el código social del consumo. Terminar detenido, o fumando un cigarro en la banqueta agregaba un código indeseable a la actividad de tomar o fumar. 30 Confidencial DECIR, PENSAR Y HACER: TOMA DE DECISIONES Como resultado del análisis del trabajo etnográfico, se pudo observar que el mexicano, “visto desde afuera”, parece vivir en una aparente contradicción, supuestamente obligada por una realidad en la que tiene muy poco control, donde sus decisiones se fundamentan en buscar satisfacciones para él y su familia. EN SUS PALABRAS: “Que en realidad el que está gordo es porque está feliz, come bien. Si estuviéramos como sociedad en una situación de hambruna no habría obesos. Hay que verlo como un indicador de que no estamos tan jodidos”. Marcial, 65 años, DF, medio bajo, delgado (con diabetes e hipertensión) Cuando el equipo de antropólogos indagaba en las razones de sus decisiones, se presentaron una serie de elementos que justificaban dicha decisión: tiempo, dinero, accesibilidad, gusto, entre otros. Es decir, había un espacio para pensar que la decisión podía ser mejorada pero que no estaba en sus manos tomarla. En algunos casos era evidente que dicha justificación era coherente con la situación de la familia que podía ser modesta en sus medios (y por lo tanto no necesariamente podía elegir qué comer). Sin embargo, en estratos medios y altos, a veces parecía que la respuesta jugaba el papel de cortina de humo frente a las verdaderas motivaciones de la decisión. EN SUS PALABRAS: “Yo pienso que todos los mexicanos comemos igual, hay días que comen bien y hay días que no, como que es más el antojo”. Paty, 54 años, DF, medio alto, con sobrepeso El mexicano primero parte de una intención muy específica desde su sistema de valores y creencias, después elabora una reflexión sobre los beneficios o implicaciones de su decisión (cualesquiera que sean y abarcan conceptos funcionales y simbólicos) y, a partir de ahí, lo materializa en una acción. NOTA: Detrás de las intenciones individuales y familiares se esconden los disparadores de las decisiones alrededor de la comida diaria; valores y nociones como nutrición, naturalidad, saciedad, antojo, socialización, escape o evocación, por nombrar algunos, constituyen un entramado que desemboca en la elección diaria de lo que comeremos o de lo que llevaremos a la mesa. La intención o la intencionalidad detrás de la comida es un eje importante para construir mensajes que busquen elevar la calidad de nuestras decisiones al comer: no solo comer con el estómago, sino también comer con la cabeza. IDEA: Estas tres “etapas” hablan muy bien de tres posibles estrategias que aborden cada parte del proceso de decisión. Una campaña integral podría tomar en cuenta dicho proceso para generar acciones que le hablaran a cada nivel: •Sistema de creencias: puede empezar a permear desde los niños, quienes se convertirían en embajadores del cambio en el sistema. •Reflexión: mediante la conexión con el cotidiano de las personas, la reflexión puede llevarse al plano simbólico y desligarse del funcional. •Materialización: más que cuestionar la decisión de las personas, se podría ayudarlas incrementar su menú de opciones a elegir (a partir de lo simbólico y no de lo funcional: por ejemplo, “si estás estresado en lugar de comer sal a dar una vuelta a la manzana”). 32 Confidencial Desde su perspectiva, lo que hace y dice cotidianamente no es una contradicción sino una estrategia ante una realidad que hay que enfrentar (buena o mala, sencilla o difícil). Su cultura, en un sentido práctico, responde a lo que ha aprendido a lo largo de generaciones: hacer y decir aquello que sabe que funciona en lo social, familiar e individual. El mexicano ha desarrollado en un sentido práctico una cultura de la diplomacia19 cotidiana, en la cual ha aprendido cuándo decir algo y cuándo ocultarlo, cuándo hacer algo o cuándo evitarlo dependiendo del contexto, las personas presentes y las necesidades específicas.20 Por poner un ejemplo, las personas reconocen que la calle es un espacio público y puede haber una serie reglas formales (y hasta informales) alrededor de la ocupación o disfrute de este espacio; incluso pueden reconocerse responsabilidades. Sin embargo, aunque las personas pueden identificar perfectamente ese deber social (“la calle es de todos”) actúan de manera distinta a partir de su apropiación en beneficio propio (ponen una cubeta para apartar un lugar de estacionamiento, colocar un puesto en la vía pública). Esta decisión no está fundamentada en el desconocimiento de esas reglas sino en priorizar el beneficio individual sobre el colectivo. Lo mismo sucede con la comida. Cuando se decide qué comer no se hace desde el desconocimiento de la pertinencia de una elección sobre la otra, sino que hay una decisión a partir de criterios múltiples que se adaptan a la realidad. Cuando los antropólogos cuestionaban abiertamente a las familias sobre este tipo de dualidades se presentaba la justificación de que a pesar de que conocen ese deber social o público, no implica que en lo individual no pueda vivirse de manera diferente. El mexicano reconoce el “deber” y esto es suficiente para poder decir que tomó la decisión “correcta” a pesar de que ésta no cumpla con ese “deber”. Esta misma actitud afecta directamente a las decisiones que toma sobre la comida: “Sé que no debería comerme este chocolate, pero necesito azúcar porque trabajé mucho”. En este sentido conocer las reglas no implica “que tengan” que cumplirse. Conocer las reglas (o el “deber”) sirve para darle una dimensión superior a esa necesidad individual o social. Parecería, entonces, que para poder decidir, el simple hecho de reconocer la existencia de ambas posibilidades a) el deber y b) la necesidad/gusto/ganas es suficiente para estar libre de cualquier contradicción evidente: al elegir se acaba la contradicción. La aparente contradicción está, vista desde afuera, en creer que se dice una cosa y se hace otra cuando en realidad esto se vive como una decisión entre dos opciones: puedo hacer lo “correcto” o puedo hacer lo que me “conviene”. La identificación y reconocimiento de ambas posturas implica la definición de límites y, por lo tanto, de posibilidades. Poco a poco, cada una de las decisiones que se toman conforma y suma elementos a la identidad de cada familia e individuo. Este “poder de decidir” crea una sensación de autonomía (o negociación interna) que provoca que no sólo sea importante elegir, sino también sea importante lo que se elige ya que cada elección muestra parte de esa identidad y refuerza la idea de soberanía. Esta soberanía no está contrapuesta a que una de las opciones (“el deber”) sea impuesta mientras que la otra (“querer”) sea propia; la soberanía radica justamente en poder elegir cuál hacer y cuándo.21 Para el filósofo alemán G.W. Friedrich Hegel (1770) se podía presentar una situación diplomática cuando las palabras significan dos cosas (por lo menos) y donde las cosas no se dejan nombrar con una sola palabra. 19 ”La cotidianidad adquiere relevancia gracias a la experiencia de vida que nos prepara en la manera de conducirnos ante los demás, estrategia de los encuentros, comportamiento social construido a partir de microscópicas señales, marcas y atributos que, en cada ocasión, llaman al sentido; toda una semiótica social tallada a partir de las ´buenas maneras´ y la etiqueta”. PAYA, Víctor A.; Vida y muerte en la cárcel. Ensayo sobre la situación institucional de la cárcel; México: Plaza y Valdés, p.393. 20 Cuando se habla de esta dualidad se puede recuperar la diferencia que existe entre el deber social y el bien personal, el cual ha sido tema de debate en diferentes disciplinas sociales, en específico, la economía y la ciencia política. Por un lado, hay que distinguir el campo del deber social, el cual se puede imponer por coacción, y que pide no perjudicar aquellos intereses de los otros que son considerados como su derecho. Por otro lado, está el campo del bien personal: en él, la libertad es total para determinarlo como parezca conveniente, de modo tal que propiamente hablando, no cabe hablar de deberes para consigo mismo. 21 33 Confidencial Por poner el ejemplo de la comida (aunque esta sensación de soberanía aplica para la mayoría de sus decisiones), en una barra del comedor de la oficina puede haber solo dos platillos a elegir —ninguno de ellos “correctos” para la dieta—pero poder elegir da la sensación de que se tomó la mejor decisión. Esta selección “soberana” entre el deber y el querer es una negociación constante. Se lleva a cabo con cada decisión, cada día, y en este caso, cada comida. La intención de “cuidar lo que come” desde una noción biológica (alimentarse y nutrirse) puede ser modificada por reflexiones cotidianas, el contexto o las relaciones sociales que “inviten” a tomar otro tipo de decisiones. Dicha negociación interna opera, además, compensando el esfuerzo realizado a lo largo del día: la comida, como puede constatarse en el campo, puede convertirse en una “recompensa” inmediata ante el esfuerzo realizado. Si se ha caminado mucho, entonces ya se puede decidir si tomar o no un refresco; si se comió una rebanada de pastel en la oficina se piensa que a la hora de la cena podrán tomarse otras decisiones. En este sentido, compensar22 a la hora de comer es la mejor muestra de cómo operan las decisiones “soberanas” entre el deber y el querer.23 Esta búsqueda del equilibrio desencadena una reacción de borrón y cuenta nueva cuando se ha desequilibrado las decisiones hacia alguno de los dos criterios (deber y querer). Parece existir un botón de reset imaginario que se reactiva de manera diaria o semanal dependiendo si la persona o familia se encuentra con mayor tendencia a apegarse a una de las dos interpretaciones.24 NOTA: Esta soberanía, capacidad de decisión y compensación pueden acabar con cualquier intento de mejorar los hábitos. Sentirse presionado por el deber o dejarse llevar por el querer implican sentirse en desbalance porque, en la familia siempre ha existido un criterio para “balancear” ambas perspectivas. Parte de que no exista mucha recordación en los mensajes que pretenden cambiar hábitos podría encontrar su explicación en esta necesidad de elegir a veces de un lado y a veces del otro. Pretender que solo se haga lo “correcto” (deber) es pedirle a los sujetos que se olviden del otro criterio que ha estado ahí siempre que han tomado una decisión y por lo tanto implica volverlo “obediente” (ante una sola postura) y no soberano (con capacidad de elección). Se sabe que el aspecto biológico es importante pero existen una serie de variables que condicionan sus decisiones de manera cotidiana, provocando que el aspecto social se sobreponga de forma habitual. Si la decisión parece no apegada a lo biológico o a lo “correcto” la persona puede sentir que no importa porque “mañana empieza” otra vez y tendrá nuevas oportunidades para tomar mejores decisiones. Se utiliza la palabra compensación para describir aquellas decisiones que parecen contradictorias pero que pretenden llevar a cabo un “balance” justo entre el querer y el deber. Se puede comer un pastel siempre y cuando no le eche azúcar al café; se puede comer mucho todo el fin de semana porque el lunes ya se empezará la dieta. La presencia de refrescos de dieta que acompañan comidas altamente calóricas cumple esta función compensatoria. 22 “El castigo nos permite “pagar” aquello que hemos hecho mal. Este pago nos deja libres del sentimiento de culpa, de remordimientos e intranquilidad interna, y al estar en paz con uno mismo nos deja en disposición mental de concentrarnos en otros asuntos distintos al que generó la culpa”. SILVESTRI, Eliana y STAVILE, Alberto Eduardo; Aspectos psicológicos de la obesidad. Importancia de su identificación y abordaje dentro de un enfoque interdisciplinario; Córdoba: Universidad Favarolo, 2005. 23 Para Gilles Lipovetsky, en nuestra época existe una contradicción cultural predominante, a decir, “Por una parte, nuestra época celebra la responsabilidad individual y los comportamientos preventivos, consagra el culto a la salud, al equilibrio interior, a la calidad de vida. Pero, por la otra, se observa un maremágnum de fenómenos que indican lo contrario, exceso y autodescontrol. Lo que se anuncia es tanto un individualismo desbocado y caótico como un consumidor experto que asume una actitud responsable”. Cabe señalar, que cuando se habla de una “actitud responsable” en las personas, no es que sus decisiones puedan ser evaluadas como “correctas” desde “deber ser”, sino que es su carácter “responsable” radica en que la persona asume que ha hecho una evaluación de los factores y ha seleccionado racionalmente la opción más “responsable”. Con la comida las elecciones se toman con este 24 criterio, siempre y cuando se entienda que el valor simbólico de la comida como generador de satisfactores, es un factor que entra en la ecuación con más peso que el factor biológico o nutritivo. LIPOVETSKY, Gilles; La felicidad paradójica; Barcelona: México, 2007. 34 Confidencial Respetar las decisiones que toman las personas o familias en su día a día es reconocer que pueden tomarlas, y eso es muy valorado en términos sociales y simbólicos. Si los resultados no son los óptimos, todos reconocen también que existen factores externos que sobrepasan las capacidades de cada familia. Lo importante es tener la capacidad de decidir. El sistema de valores y creencias relacionado con la comida es una de las partes más sólidas del imaginario y percepción del mexicano por lo que es muy difícil cambiarlo a menos que se presente una crisis económica, emocional o de salud dentro del núcleo familiar. La posibilidad de tener la sensación de control y decisión sobre lo que una persona comerá puede llegar a ser factor fundamental al comprender sus decisiones de consumo. 35 Confidencial La familia: generadora de criterios No solamente es importante entender cómo es este sistema de selección de dualidades, sino qué códigos ayudan a regirlo. ¿Cómo es que una persona “crea” ese “catálogo” de criterios con el que toma decisiones? Con la información25 que recibe a lo largo de su vida y, sobre todo, en los primeros años de vida en el núcleo familiar. Por ejemplo, la configuración de la comida en sí puede ser uno de esos aprendizajes: ¿se sentaba toda la familia a comer?, ¿se ponía la mesa?, ¿servían una comida en tres tiempos?, ¿siempre había arroz o frijoles?, ¿se comía con tortilla o pan?, ¿se servía agua de frutas, agua simple, refresco o estaba prohibido tomar líquidos hasta terminar de comer? Todos esos elementos que se repiten en una familia —y que se dan como “normales” porque así se aprendieron— están presentes en ese catálogo de criterios en la vida del adulto. No es sino hasta que el niño en edad escolar comienza a ir a casas de los amigos que se da cuenta que no todo mundo come igual que él (y ahí pueden darse nuevos aprendizajes y adquirirse —o pensar en adquirirse—nuevos códigos para el catálogo de criterios). EN SUS PALABRAS: “Yo me siento rara si no tomo café, como que me falta algo, aunque no estén mis padres yo me preparo café y tomo, eso me hace recordarlos”. Paty, 50 años, Oaxaca, medio típico, con obesidad Independiente del contexto y los factores externos, la mayoría de las familias afirman que, ella misma (la familia), como núcleo de organización y receptora de los esfuerzos de todos los miembros, es un ente sumamente fuerte que genera esa fortaleza a partir de los valores y prácticas que se transmiten entre sus miembros. Es por ello que más allá de la comunidad o la sociedad a la que pertenezca una familia, el mecanismo para evaluar o sopesar la realidad es reducida a su nivel más pequeño: si la familia está bien, lo demás está bien. Es en la familia donde el discurso se materializa. EN SUS PALABRAS: “Por ejemplo yo sé que las verduras son muy sanas pero desde chiquita no me gustan tanto y eso también se los he transmitido a mis hijos, me cuesta mucho trabajo decirles que coman verduras. Si a mí no me ven hacerlo tan seguido como debería, ese es un mal ejemplo pienso yo”. Magdalena, 55 años, DF, medio típico, delgada “Información” se usa en el sentido más amplio: todos aquellos conocimientos, creencias, ideas, conceptos que el individuo desea incorporar o ha incorporado a lo largo de su vida ya sea con el contacto con otras personas, por influencia de su familia, por vínculos sociales, medios, lecturas, consumos mediáticos… es decir, información es todo aquello que usa como herramientas para su vida cotidiana. 25 36 Confidencial Cada una de las familias va construyendo poco a poco un sistema de valores o creencias que le permiten tener certidumbre sobre las decisiones o acciones en su día a día. Dicho sistema es “el manual” o “catálogo” mediante el cual las personas toman las decisiones ya que les permite conocer la realidad, dando una explicación de lo que sucede a su alrededor, y brindándoles un tipo de conocimiento muy específico que es usado de manera regular para tomar las decisiones en la cotidianidad: el sentido común.26 EN SUS PALABRAS: “La gente come muy chistoso, porque en la tarde comen lo que uno come en el desayuno; veo compañeros comiendo huevo revuelto bañado en salsa a las 4:00 de la tarde. Para mí comida es un guisado de carne, pollo o pescado, puerco, nosotros el huevo con salsa lo comemos en el desayuno”. Antonio, 52 años, Tijuana, medio típico, padre de una persona con sobrepeso NOTA: Es necesario aclarar, que si bien esta interpretación de sentido común puede ser cierta en teoría, la gente no necesariamente lo vive o describe como tal. Para ellos sentido común es la manera que tienen para tomar ciertas decisiones de manera racional pero sencilla, es decir, con sentido común, lo que todo mundo haría, lo que es sensato hacer. Este catálogo de criterios puede actuar, sin embargo, de las dos maneras: inconsciente o conscientemente, por ejemplo puede decir que tomó una decisión porque “así le gusta” o porque “así le enseñaron”, no por “sentido común”. En pocas palabras, usar en comunicación una frase como “comer con sentido común” no sería relevante para las personas y en todo caso la interpretarían como lo que ya hacen: decidir qué comer a través del sistema o catálogo de criterios aprendidos a lo largo de su vida. Dichos valores pueden ser entendidos en dos sentidos: primero, aquellos que se asignan a momentos, productos, situaciones, personas, etc. Y en segundo, aquellos valores que se mantienen, reproducen, reafirman y que pueden convivir en lo material (ej. cómo se pone la mesa) o en lo intangible (el valor de comer en casa). De manera general esto crea un sistema de valores compartidos que ayuda a estructurar la vida cotidiana y emocional de las familias27; pero también genera un “catálogo” de criterios que acompañan al individuo en cada una de la toma de decisiones. Esto no significa que un individuo no pueda decidir hacer algo distinto a su familia, lo único que significa es que eso, que aprendió en familia, será el referente para sus siguientes decisiones y modificaciones de rutinas y hábitos. No es determinista pero sí se vuelve un marco de referencia. Por ejemplo, si en una casa se acostumbra a comer arroz todos los días, una persona podría decidir no comerlo, pero tendría la sensación de que falta algo. O si mamá enseñó a preparar un guisado de determinada manera habrá que hacerlo consciente antes de poder modificarlo; incluso podría decirse que algunas decisiones y comportamientos se hacen casi de manera automática por ese aprendizaje. EN SUS PALABRAS: “A veces tratamos de comer ensaladas, pero siempre para acompañar comidas muy grasosas como empanadas, flautas, tacos dorados, pizza, birria”. Cristina, 30 años, Tijuana, medio bajo, con obesidad NOTA: Es importante entender el rol de la familia como espacio de enseñanza de estos criterios. Cualquier iniciativa que busque modificar hábitos del individuo deberá considerar que está hablando a ese sistema de valores aprendidos. No se trata de una cuestión de voluntad o de juicios o visiones polarizadas si no de un sistema de aprendizaje inculcado desde el inicio que va creando códigos asociados a esos hábitos. Entender esta polivalencia de las decisiones ayudará a crear mejores políticas y campañas que reconozcan que el individuo (o mejor la familia) puede ir agregando códigos y valores a su catálogo. ARAYA, Sandra; Las representaciones sociales: Ejes teóricos para su discusión; Costa Rica, San José: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO Sede Académica, 2002. 26 ”Los miembros de la familia están sujetos a los requerimientos de la contigüidad física. Forman una unidad familiar y, puesto que la unidad familiar necesita comida, implica refugio, y todo el aparato de la suplencia doméstica, debe de ser no solo un grupo reproductor, sino también económico y educacional, unido por la estructura física del habitáculo, utensilios y riqueza compartida”. BOHANNAN, Paul y GLAZER, Mark Glazer; Antropología. Lecturas; 27 Madrid: McGraw-Hill, 1988. 37 Confidencial En este sistema de valores y catálogo de criterios lo que es bueno para una familia puede tener una etiqueta de “malo” para otra familia. Lo interesante es que ninguna familia está dispuesta a confrontar la manera en que cada familia pone en práctica su sistema de valores y creencias. Dichos criterios y por lo tanto las decisiones que de ellos emanan forman parte de su patrimonio, y por lo tanto, no pretenden ponerlo en riesgo a partir de polarizar las opciones entre bueno y malo o mejor y peor. Ni mucho menos dejará que se descalifique la manera en que han hecho las cosas siempre. EN SUS PALABRAS: “No me gusta tener comida chatarra en mi casa, pero a veces es necesario para las visitas ofrecerles algo, ahora que hace poco estuvo internada una de mis primas en el hospital y saliendo se vino a mi casa, aquí teníamos pasteles, fruta escarchada con chilito, taquitos y paletas heladas de leche y chocolate con cacahuate”. Juanita, 63 años, Monterrey, medio alto, madre de una hija con obesidad NOTA: Si las familias respetan el ámbito familiar y no juzgan el sistema de valores y creencias de otras familias. ¿Qué pensarán de mensajes en medios de comunicación que sí permiten enjuiciar sus propios criterios de decisión? El sistema de creencias es muy fuerte en cada familia y difícilmente puede modificarse. Las mejores oportunidades para modificar o sumar criterios a un sistema de valores o creencias es cuando se da una fusión de dos sistemas distintos, es decir, cuando las personas se casan, cuando comienzan una nueva etapa en un contexto diferente al propio (se mudan) o simplemente cuando cambian de relaciones y contexto. EN SUS PALABRAS: “Yo creo que cuando nos casamos los dos teníamos costumbres diferentes, él por su familia y yo por la mía, pero pudimos lograr un equilibrio muy bueno, por ejemplo Salvador siempre se salía sin desayunar y lo fui moldeando para que se acostumbrara a tomar algo antes de salir, a veces no hace caso de llevarse algo de comer para la tarde, pero aunque sea le mando unas manzanas, dos o tres manzanas. En mi casa por ejemplo ya no acostumbrábamos la leche y a Salvador le fascina tomar leche, entonces cuando nos casamos yo vuelvo a tomar leche y creo que eso es bueno porque al menos nosotras de mujeres necesitamos calcio a cierta edad”. Ana, 35 años, Guadalajara, medio típico, con sobrepeso NOTA: Es evidente que se requiere algo más que una campaña o una sugerencia para modificar los criterios, pero por lo menos se pueden ir presentando nuevos códigos que el individuo o la familia pueda sumar a su catálogo. Las visiones parciales o polarizadas podrían tender a quedar fuera de ese catálogo de criterios si lo que hacen es “enjuiciar”. El permiso de identificar, reconocer y tomar o no una decisión radican en esa capacidad diplomática del mexicano que se arraiga en los valores y códigos culturales que lo acompañan y definen. Afirmar si una visión y opción está bien o mal es no respetar al otro, porque se evalúa lo que él hace desde un código diferente al propio. Las decisiones para el mexicano, por grandes o pequeñas que sean le dan certidumbre y capacidad frente a los suyos, ya que desde su perspectiva, se decide lo que es mejor para su familia. Cada familia tiene el derecho de hacer las cosas como mejor considere.28 “Las personas están atentas a las opiniones de su entorno para construir la suya. De alguna manera, ésta se encuentra dependiente de aquella, basada en el profundo temor al aislamiento, es decir, sometidos a la presión social. Los que se encuentran en minoría, en relación a sus opiniones, las silenciarán antes de recibir el rechazo y la sanción social”. NOELLE-NEUMANN, Elisabeth; El Espiral del Silencio. Opinión Pública. Nuestra piel social.; 28 Barcelona: Paidós Comunicación, 1995, p. 62. 38 Confidencial En este sentido, para el mexicano de clase media no hay buenos o malos, peores o mejores criterios ni decisiones. No hay categorías polarizadas sino intenciones logradas o no logradas. Es por ello que aunque de la intención a la acción no exista una correspondencia, los individuos o familias no desarrollan un sentimiento de culpa o frustración al no concretar dicha intención porque saben que no están tomando la peor de sus decisiones. Si, por ejemplo, a la hora de salir a comer el grupo de pares decide ir a una taquería, una persona decidirá que es más valioso mantener el vínculo entre pares que comer la comida que llevaba preparada desde casa con la intención de “cuidarse”. Una vez que está en el restaurante es probable que elija algo intermedio entre el antojo que todos están compartiendo (tacos) y la intención que había “planeado” en la mañana (cuidarse). Tal vez coma menos tacos, pida un refresco de dieta o agua de frutas en lugar de cerveza o tal vez pida unos tacos que considere mejor opción, por ejemplo, queso con nopales. Si las decisiones afectan la vida de la persona o familia, nadie más puede ser responsable sobre los efectos o causas, mucho menos si dicha intromisión se justifica a través del beneficio colectivo o individual.29 En su perspectiva, el único que puede juzgar si las decisiones son benéficas o perjudiciales para los individuos o familias, son ellos mismos. En un sentido más práctico, se lleva el poder de decisión a todos los ámbitos posibles y cualquier juicio o intento de intervención por parte de cualquier actor social será rechazado: nadie es lo suficientemente legítimo como para cuestionar su sistema de valores y creencias. EN SUS PALABRAS: “Lo único verdadero son los valores que te pueda inculcar la familia, los mensajes que puedas obtener de la televisión es irreal, sólo hay que aprender a diferenciar lo bueno y malo para nosotros y evitar caer”. Miguel, 34 años, DF, medio bajo, hijo de madre con obesidad IDEA: En lugar de pretender que el mexicano haga siempre “lo correcto” podría invitársele siempre a pensar cuál es la mejor opción en el plano biológico para después ayudarle a construir un plano simbólico para que esa decisión haga sentido en su plano de códigos. Decir que “es mejor comer ensalada”, por poner un ejemplo simple, solo por el hecho de que es más nutritiva que la dona, no necesariamente está haciendo referencia a los valores simbólicos de ambos. Pero decir que hay que comer ensalada porque “mamá estaría orgullosa de que ahora sí te comes tus vegetales”, podría ayudar a cambiar de esfera simbólica dicha decisión haciendo referencia a valores enseñados en el ámbito familiar (y no por el simple “deber ser”). Como se pudo observar, según el trabajo de investigación realizado el mexicano utiliza no sólo los aprendizajes y experiencias cotidianas para darle sentido a su vida, sino que suma los significados que los otros construyen a su alrededor para contrastar y comparar los propios. La capacidad que tienen las familias mexicanas para identificar, clasificar y evaluar todos los objetos y acciones que realizan en su día a día dan cuenta de que hay una representación específica sobre cada objeto y cada acción. El mexicano, desde su perspectiva, sabe lo que hace (y sabe por qué lo hace). Si una decisión de menú aparentemente no es “buena” o correcta en términos biológicos siempre habrá una explicación que demuestre que esa decisión fue acertada desde el plano simbólico. NOTA: Algunas encuestas sobre salud pública no contemplan esta construcción de decisiones ni las experiencias cotidianas como rubros a evaluar o medir. Incluso, la autopercepción de la salud queda acotada a preguntas alrededor de la buena alimentación y las “cuentas nutricionales”, es decir se queda en el ámbito funcional. El cuestionar sobre actividades en el tiempo libre y el valor emocional de ciertas prácticas (el valor social o simbólico) puede ser más revelador que la cantidad de calorías ingeridas. Cuando nos referimos a lo individual también puede ser entendido como aquello que le compete a la familia como ente homogéneo y no sólo a las personas o individuos. 29 39 Confidencial Del habitus 30 ¿al hábito? No es lo mismo repetirse que habituarse. Lo que una persona hace parte de su “rutina” no necesariamente forma parte de sus hábitos. Alguien puede tener como rutina pararse a las 8 de la mañana aunque tenga el hábito de dormir hasta tarde. Alguien puede incorporar en su rutina diaria comer una colación de verduras pero eso no quiere decir que ya sea parte de su hábito. En pocas palabras, no todo lo que se hace se hace de manera habitual ni todo lo que se repite forma parte del hábito.31 Un habitus, por otro lado, es un concepto mucho más amplio y relacionado al contexto en el que está el individuo.32 Se aprende en la práctica y genera práctica. El catálogo de códigos que ejerce una familia forma parte de su habitus, se aprende en la práctica (todos los días) y genera práctica (por ejemplo se enseña a las nuevas generaciones). Cada una de las acciones que conforman el habitus le permiten dar “estructura” al sujeto y a partir de ellas producir pensamientos, percepciones y acciones.33 NOTA: Cuando se está cuestionando los valores y códigos con los que decide una familia sobre sus hábitos y costumbres se está cuestionando esta estructura. No se trata de confrontaciones menores alrededor de un alimento y otro sino que al juzgar y evaluar se está poniendo en duda la estructura en la que se ha desarrollado ese sujeto. Concepto creado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930) que define como esquemas de obrar, pensar y sentir asociados a la posición social. El habitus hace que personas de un entorno social homogéneo tiendan a compartir estilos de vida parecidos. Véase: Esquisse d´une theorie de la pratique; Paris: Ed. Droz, Genéve, 1972. 30 Esto puede ser ejemplificado por la diferencia perceptual entre estar a dieta y seguir un régimen. En el imaginario de las personas, la dieta es cuando se restringen a comer ciertas cosas y el régimen es cuando se alimentan para cumplir ciertos objetivos. Ambas son percibidas como parte de una rutina “obligatoria” y tal vez momentánea. Aunque en realidad la dieta sea el hábito de lo que se come diariamente. 31 Según Bourdieu cada “clase social” tiene un habitus, creándose así un marco de referencia o código de grupo social. Para fines de este planteamiento estamos contando a la familia como generador de ese habitus aunque es evidente que es el grupo social el que lo genera. Un individuo puede adquirir un hábito en particular pero eso no necesariamente tendrá valor social. Por ejemplo, un individuo puede decidir empezar a correr, hacerlo parte de su rutina hasta que lo convierta en un hábito, pero solo será parte del habitus cuando sea apropiado y practicado en su grupo social. Por poner un ejemplo, el mexicano tiene como parte de su habitus la idea de hay que atender bien a las visitas. En niveles socioeconómicos y culturales medios altos esto podría implicar servir una botana más especializada o elaborada mientras que en estratos socioeconómicos y culturales medios bajos podría solucionarse con algo más sencillo. La función sigue siendo la misma: atender a las personas, no importa el valor funcional del alimento servido porque se cumple con el valor simbólico. 32 Esta “estructura” como la plantea Bourdieu es retomada por Randall Collins. Para él, la función fundamental de la estructura y sus sistemas es brindar confianza al sujeto en un contexto donde pocas cosas se la generan. Sin embargo, lo que es relevante es la capacidad de hacer las cosas, no necesariamente llevarlas a cabo. COLLINS, Randall; Cadenas de Rituales de Interacción; Navarra: Anthropos, 2009, pp. 24-33. 33 40 Confidencial Si un individuo (o familia o grupo social) incorpora un pensamiento, percepción o acción en su cotidiano, será la repetición lo que permita conformar el habitus. El habitus, en este sentido, es una subjetividad socializada34 porque implica que los individuos que conforman el grupo compartan el mismo “catálogo” de códigos o criterios.35 Por poner un ejemplo, un niño aprende que si “come bien” y se acaba todo lo que mamá le sirvió obtendrá un postre. Comer postre se convierte en un “premio” ante el esfuerzo realizado. Es probable que ese niño de adulto busque cosas dulces para recompensarse en un día de trabajo arduo. Otro ejemplo, de otro habitus sería el de la familia que al terminar de comer siempre servía postre como cierre del ritual. La persona que crece con ese hábito necesita comer postre en sus comidas para sentir que ha cumplido con el ritual completo. Para poder modificar, entonces, los hábitos de alimentación y actividad física deben modificarse también los habitus (y significados simbólicos) que el grupo social tiene de estos conceptos (comer y ejercitarse). No se trata solo de pedirle al individuo que tenga la voluntad de incorporar o modificar su hacer porque eso significaría solo modificar las rutinas y estas pueden (y de hecho tienden) a perderse para regresar al hábito. La rutina tiene una intención de “obligatoriedad”, o “hay que hacerla” mientras que el hábito se hace de manera natural. Es por ello que una persona difícilmente pueda cambiar sus hábitos, lo que puede hacer es sumar nuevos; por ejemplo, alguien que siempre se ha trasladado en transporte público hacia un lugar específico no olvidará dicho aprendizaje sólo por el hecho de ahora utilizar su automóvil. Y, aunque parece un ejemplo burdo, se replica en cualquier situación que involucre el aprendizaje de algo nuevo. Lo mismo con conocer un nuevo restaurante o una nueva forma de preparar una receta. El habitus funciona en un nivel más profundo que el de las estructuras conscientes porque es capaz de inventar en presencia de nuevas situaciones, medios nuevos de cumplir las antiguas funciones. Es decir, incorpora todas las experiencias anteriores conduciendo a la gente a hacer lo que debe hacer sin planteárselo explícitamente, como una meta, más allá del cálculo e, incluso, de la conciencia, más allá del discurso y la representación.36 Entonces, el habitus funge como marco referencial37 de todas las decisiones que se toman en el día a día y por lo tanto, cuando se les pregunta a las familias de clase media mexicana si están tomando buenas o malas decisiones en su vida, les es difícil calificarlas de una u otra forma. Afirman que cada una de esas decisiones los acerca a cumplir las metas más abstractas e ideales que confluyen en su imaginario colectivo como pueden ser la felicidad, el bienestar o la calidad de vida de su familia. El habitus como sistema de disposiciones constituye una estructura que integra todas las experiencias pasadas y presentes, funciona en cada momento como una matriz de percepciones, de apreciaciones y de acciones. BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loic; Respuestas. Por una antropología reflexiva; México: Grijalbo, 1995, p.88. 34 Ágnes Heller afirma que la vida cotidiana es ese conglomerador de códigos y referentes que colocan a cada miembro de la comunidad (familia y grupo etario) en su punto referencial, es decir, que brinda seguridad a partir de saber en dónde están los demás, que me pueden hacer, para qué sirven, etc. HELLER, Ágnes; La Sociología de la Vida Cotidiana; Madrid: Península, 1978. 35 36 BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loic; Respuestas. Por una antropología reflexiva; México: Grijalbo, 1995, p.88. “Lo que he llamado marcos referenciales incorpora un importante conjunto de distinciones cualitativas. Pensar, sentir, juzgar dentro de dichos marcos es funcionar o con la sensación de que alguna acción o modo de vida o modo de sentir es incomparablemente mejor que otros que tenemos a mano”. TAYLOR, Charles; Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna; Barcelona: Editorial Paidós, 1996, pp. 34-35. 37 41 Confidencial Tampoco puede afirmarse que sean “decisiones” racionales prácticas, porque involucran este sistema de valores. No son racionales ni irracionales son decisiones razonables porque toman la decisión “de la mejor manera posible” dada la situación, su contexto, los aprendizajes, y el catálogo de criterios familiares.38 NOTA: Hay que tener conciencia que las políticas públicas y campañas se enfrentan a este habitus (o aprendizaje simbólico). Mientras la comida sea símbolo de algo más grande y emblemático que su mera función biológica, no serán bien recibidos los mensajes que quieran someter las decisiones alimentarias a proceso racionales de suma y resta. Quizá es necesario comenzar a modificar el significado simbólico de la comida (o generar otros mecanismos de satisfacción simbólica) para poder trasformar la manera en que los individuos se comportan. Para el mexicano intentar es lo importante y ese intento tiene el significado y se reconoce como “cambio”. Ejemplo de ello puede ser comenzar una dieta o disminuir el consumo de algún producto que antes se consumía de manera regular. No importa si esa práctica se mantiene en el tiempo, lo importante es demostrar que se tiene la voluntad y capacidad para mostrar un cambio. Pero sobre todo es importante reconocer que en la reflexión, en las decisiones, en la intención de modificar el peso del beneficio simbólico tiene más peso que el beneficio biológico. NOTA: A lo largo de los estudios de Bitácora Social la cultura del esfuerzo ha sido una constante. Según rasgos de temperamento del mexicano que aparecen una y otra vez en campo, el mexicano vive con tal incertidumbre que no puede medirse a través de resultados, así que ha optado por referirse al esfuerzo realizado. En el caso de cambio de hábitos (alimentación/ actividad física) parecería que opera la misma cultura: basta con intentarlo. Así que en campañas de comunicación podrán tomarse dos caminos: a) enseñar con que no basta intentar o b) enseñar que ese es el camino pero hay que hacerlo todo el tiempo, en cada elección de alimentos incluso en aquellos entre comidas. Ayudar a que el mexicano no lo intente una o dos veces y luego lo abandone podría ser el primero de muchos pasos en el camino para la solución de este problema. EN SUS PALABRAS: “Sinceramente no es fácil bajar de peso, se requiere mucho coraje, convencimiento, fuerza de voluntad, paciencia, fe… mucha gente se burló de mí, mucha gente intentó desanimarme o hasta meterme miedo, pero ahora, mi vida es otra. Me siento tan sano, fuerte, con más orden en mi vida, con más amor propio, con más auto confianza y seguridad en mí mismo. Y eso, no lo cambio por nada”. Carlos, 34 años, Mérida, medio alto, hijo de madre con sobrepeso Será en la medida en que el mexicano pueda encontrar espacios o mecanismos de satisfacción simbólica cotidiana en otras prácticas o hábitos para que la comida empiece a perder protagonismo.39 La razón por la que son importantes estas decisiones razonables es porque están sometidas a decisiones más relevantes para el sujeto. En México, es más importante la preparación de los alimentos, el compartirlo con la familia, el hacerlo en un buen lugar, que el origen y el efecto que tendrán en el cuerpo. Randall Collins afirma que hay dos tipos de “rituales”: el ritualismo funcionalista, que es el que sucede prácticamente de manera instintiva y busca agilizar el proceso de adaptación y socialización del sujeto; y el ritualismo subcognitivo, que parte de un proceso de razonamiento y análisis mayor y que busca resolver los problemas “mayores” o nuevos. Parecería, entonces, a la luz de esta investigación, que la comida en México, en lugar de ser un ritual funcionalista, tiene en realidad más características de un ritual subcognitivo. COLLINS, Randall; Cadenas de Rituales de Interacción; Navarra: Anthropos, 2009. 38 “Hoy la clase media tiene que aparentar, vivir de ilusiones. (…) El hombre de clase media se ve arrastrado por situaciones sociales que no comprende. Por supuesto debe entender y ser un personaje importante dentro de la sociedad”, pero como lo ha explicado Mills, el hombre de la clase media es “héroe en forma de víctima, la pequeña criatura que es manejada, pero que no maneja, que trabaja anónimamente en la oficina, en la burocracia o en la empresa de alguien importante, que nunca habla fuerte, que nunca replica, que nunca opina”. CAREAGA, Gabriel; Mitos y fantasías de la clase media; México: Cal y Arena, 2012, pp.56-67. 39 42 Confidencial LA ALIMENTACIÓN COMO SÍMBOLO: A MANERA DE CONCLUSIÓN Cuando se habla de alimentación, normalmente se piensa desde una perspectiva biológica donde los seres humanos tienen que cubrir sus necesidades básicas como puede ser: comer, dormir, entre otras. Sin embargo, todas estas actividades a pesar de parecer universales, son llevadas a cabo con tal variedad de prácticas culturales que hablar de ellas como “básicas” puede parecer simplista.40 La alimentación es definida como el conjunto de procesos biológicos, psicológicos y sociológicos relacionados con la ingestión de alimentos mediante el cual el organismo obtiene los nutrimentos que necesita, así como las satisfacciones intelectuales, emocionales, estéticas y socioculturales que son indispensables para la vida humana plena.41 Es a partir de esta definición y de lo que se observó en campo que puede afirmarse que en México el proceso de alimentación (la elección y los hábitos detrás de ella) tiene que ver más con un aspecto social que con uno puramente biológico,42 ya que el mexicano obtiene satisfacciones intelectuales, emocionales, estéticas y socioculturales diariamente a través de su alimentación. IDEA: Bajo esta hipótesis y considerando la idea de adicionar nuevos hábitos alimentarios, en lugar de cambiarlos, la idea de alimentación balanceada puede redirigirse a la actitud más que al alimento: se vale comer con el corazón y las emociones, pero es muy importante “comer con la cabeza”. La cultura43 en México, como en cualquier otra sociedad, tiene como principal función proveer un sistema de significaciones para construir una visión de la realidad con la que orientarse; da criterios y horizontes para la toma de decisiones al señalar valores y fines; y otorga un referente identitario, integrando un todo colectivo.44 Cuando se hace referencia a este tipo de cultura no se busca caer en el folclor de las prácticas relacionadas con la tradición y costumbres en un sentido extraordinario, sino tratar de recuperar esas actividades y actitudes que sin ser exteriorizadas como elementos o rasgos de identidad, pertenencia y orgullo que moldean y condicionan la manera en que se interpreta la realidad de las familias mexicanas. GARCÍA CANCLINI, Néstor (coordinador); El consumo cultural en México; México: Consejo Nacional para Cultura y las Artes, 1993. 40 CÓDIGO PABI Código de Autorregulación de Publicidad de Alimentos y Bebidas No Alcohólicas dirigida al Público Infantil. 41 “La elección de alimentos es sin duda, de todas las actividades humanas, aquella que cabalga de manera más desconcertante sobre el límite entre la naturaleza y la cultura”. DOUGLAS, Mary; “Les structures du culinaire” en 42 Communications, No. 31; Paris: École des Hautes Études en Sciences Sociales, Centre d’ Études Transdisciplinaires, Editions du Seuil, 1989. “La cultura popular no se limita a lo tradicional porque comprende, la organización de los sectores subalternos ya que supone prácticas diferentes y no funcionales a la lógica de la dominación, de tal manera que supera a la noción de clases sociales”. PALACIOS Moncayo, Miguel; Cultura y dominación en Durango; Durango, México: La casa 43 editorial de Durango, 2013. 44 ETXEBERRIA, Xabier; Sociedades multiculturales; Bilbao, España: Ediciones Mensajero, 2004. 44 Confidencial La cultura puede ser todo aquello que parecería normal, cotidiano e irrelevante pero que influye de manera importante en la forma en que se desarrollan la vida y las decisiones en el día a día. La alimentación es un gran referente cultural y simbólico. IDEA: Un esfuerzo podría dirigirse a identificar regiones o zonas donde la obesidad impacta con mayor fuerza para hacer campañas regionales con acciones muy dirigidas. Éstas pueden funcionar luego como casos de éxito, ya que nunca se muestran los beneficios concretos de adelgazar o de estar bien físicamente desde una perspectiva social. De todas las actividades que realiza el mexicano, la alimentación suele ser uno de los rituales mejor establecidos y con mayores significados.45 La comida, como ritual, ayuda a darle sentido al flujo de los acontecimientos y a reproducir mecanismos, prácticas, procedimientos y costumbres que tienen como intención el bienestar de su familia. A lo largo del trabajo etnográfico se pudo identificar que las personas, independientemente del nivel socioeconómico y cultural al que pertenecían mencionaban ciertas actividades en las cuales invertían no sólo su tiempo, esfuerzos, decisiones y satisfacciones de la familia mexicana. En todos los niveles socioeconómicos y culturales que conformaron el estudio se identificaron tres contenedores46 principales: trabajo, familia y alimentación. EN SUS PALABRAS: “Pues sabiendo que tengo trabajo me siento bien, pues sabes que te levantas y tienes aseguradas tus dos, tres semanas pa’que no te falte qué comer y seguir trabajando. Ya que te levantas: ‘pues a trabajar en lo tuyo’. No tienes que salir a otro lado para sacar para comer. Y me siento al cien”. José, 44 años, Guadalajara, baja, pareja de una persona con obesidad Lo interesante es la manera en que dichos contenedores se van diversificando conforme el bienestar económico o sociocultural se incrementa, es decir, pueden comenzar a presentarse más contenedores como aquellos relacionados con viajes, entretenimiento, cuidado personal, relaciones sociales, desarrollo personal, imagen… Estos contenedores pueden variar de familia a familia y no son exclusivos de un nivel u otro, lo que se modifica es la prioridad y la cantidad de esfuerzo y tiempo dedicados a “llenar” esos contenedores. NOTA: Una muestra de cómo la alimentación “llena” otros contenedores como el de viaje puede ser observada en los supermercados que hacen “festivales gastronómicos” de diferentes países ofreciendo productos que evoquen o que sean de ese país sin importar si sus características funcionales son apegadas a una “buena dieta” desde el deber ser. El valor no está en lo “nutritivo” sino en conocer. ”Se puede presentar diversos valores simbólicos de los alimentos: exclusivo (para una persona), situacional (con una persona específica), gratificación, distinción social, crisis, vínculos sociales (difíciles o irrecuperables) que provocan estabilidad o blindaje emocional”. SILVESTRI, Eliana y STAVILE, Alberto Eduardo; Aspectos psicológicos de la obesidad. Importancia de su identificación y abordaje dentro de un enfoque interdisciplinario; Córdoba: 45 Universidad Favarolo, 2005. Se eligió la palabra contenedores para simbolizar aquello donde las familias depositan su esfuerzo, sus prioridades, sus satisfactores. También pueden ser vistos como necesidades o responsabilidades. Son ejes que guían su quehacer como individuos o como familias. Se utiliza el concepto de contenedores porque las personas realizan ciertas actividades para “llenarlos” pero eso no significa que para acceder a un contenedor se deba cubrir el anterior. Los contenedores se encuentran en un mismo nivel y la única diferencia que se presenta es que dependiendo del nivel socioeconómico y cultural pueden tener cierto grado de independencia o dependencia entre sí. En un sentido más simplista estos contenedores pueden ser vistos como las responsabilidades que cada individuo tiene que realizar para que todo funcione. Y se mencionan como responsabilidades ya que su cumplimento o incumplimiento puede generar en el plano emocional afectaciones o satisfacciones relevantes dependiendo de la situación. 46 45 Confidencial La trampa está en creer que la alimentación aparece como uno de los principales contenedores por su función biológica en el sentido de sobrevivencia. La alimentación aparece como uno de los tres principales contenedores porque, como se ha explorado a lo largo del documento, tiene más significados y beneficios culturales y simbólicos que funcionales. En este sentido por eso aparece a la par de la familia y el trabajo. Para las familias, tener los contenedores —y evaluar el nivel en el que se encuentra cada uno de ellos— es una manera de dar sentido a su vida, reafirmar y comprobar que los esfuerzos que realiza día a día tienen resultado y que, aunque no se pueda lograr todo lo deseado, las cosas no van tan mal. La alimentación es aquel contenedor que puede ser rellenado más fácilmente y con satisfacción de todos los miembros de la familia;47 el que se lleva a cabo todos los días, tres veces al día y ayuda a generar estabilidad en el cotidiano. Paradójicamente, la comida es la única que puede ser usada indistintamente por las familias para cubrir sus necesidades simbólicas cotidianas. La alimentación permite encontrar el “punto de equilibrio social”, es decir, aunque otros aspectos de las vidas de las familias mexicanas no estén cubiertos, la alimentación sustituye o subsana simbólicamente dichas carencias. E incluso cuando las cosas en otros aspectos de la vida van bien, también se puede complementar y celebrar dichas bonanzas con comida. Para fines de este análisis podríamos usar el concepto del “genotipo ahorrador”48 pero simbólico. Dicho abastecimiento ante la posible carencia o abundancia permite que las familias se blinden emocionalmente frente a futuros inconvenientes o situaciones ganando seguridad.49 Esta actitud y comportamiento estuvieron presentes en todos los NSEyC pero con mayor relevancia en NSEyC medios bajos y bajos. Independientemente del estrato sociocultural, o de qué tan satisfechos estén los niveles de los contenedores se presentó a lo largo de la investigación un sentimiento generalizado de malestar o frustración debido a que se considera que el papel que juegan las familias en el abastecimiento de los contenedores sociales es muy bajo. En su percepción, el contexto no es idóneo en la creación de oportunidades que permitan a las familias y sus miembros tener un mayor peso en la estructura y decisiones de sus vidas. La incertidumbre en los ámbitos más básicos y necesarios desde la perspectiva de las familias es muy grande, sobre todo las relacionadas con el trabajo y la familia. En este sentido, al tener la percepción de poco control de lo que su sucede alrededor de sus vidas, las satisfacciones cotidianas se van contrayendo dejando muy pocos espacios para construir mecanismos que les ayuden a saber que no todo está tan mal. A pesar que en clase media alta y clase alta se tienen abastecidos a buen o máximo nivel los distintos contenedores sociales, en el discurso se puede identificar el mismo sentimiento de malestar o frustración al no controlar completamente lo que sucede en sus vidas, sobre todo en aspectos de seguridad de su familia o de cuestiones económico-laborales. 47 El término se recuperó y adaptó a partir del análisis genético que hace el Doctor José Enrique Campillo Álvarez en su libro El mono obeso. Así como el organismo “aprendió” a acumular grasas ante la escasez, los mexicanos de clase media “ahorran” o usan estímulos simbólicos para sentirse en bien. (Cita del mono obeso: “La respuesta de la 48 evolución ante la falta de alimentos fue diseñar un organismo con gran capacidad de acumular reservas de energía en forma de grasa. Apareció el “mono obeso”. A la característica metabólica que permitía este almacenamiento extra de energía en los periodos de abundancia, se le denomina “genotipo ahorrador” y se basa en la existencia de insulinorresistencia en las células musculares y gran sensibilidad a la insulina en las células adiposas. Esta situación permitía derivar la glucosa excedente hacia la síntesis de triglicéridos en los adipocitos. También interviene un cierto grado de leptinorresistencia de los receptores hipotalámicos a esta hormona. Esto permitía que, aunque los depósitos grasos aumentaran de tamaño, siguieran teniendo hambre para llenarlos un poco más”). CAMPILLO, José Enrique; El mono obeso. La evolución humana y las enfermedades de la opulencia: obesidad, diabetes, hipertensión, dislipemia y ateroesclerosis; Barcelona: Editorial Planeta, 2010, p. 106. La seguridad es una necesidad esencial de los seres humanos, se manifiesta en la certeza de no sentirse amenazados en su integridad física, psíquica, afectiva y patrimonial. Las amenazas contra la integridad física y psíquica producen uno de los sentimientos más lacerantes en las personas, el miedo, lo conocen sólo quienes lo han sufrido, y es la evidencia de nuestra vulnerabilidad en el límite. CONTRERAS, Carlos; “Seguridad humana” en Quórum Revista de pensamiento iberoamericano. Núm. 18; España: Universidad de Alcalá, verano 2007, pp. 152-163. 49 46 Confidencial Contrariamente, en la clase media alta50 se presenta un fenómeno peculiar: no sólo pueden tener abastecidos plenamente los contenedores, sino que existe una presión social por parte de los miembros de su núcleo social para estar procurando todos los contenedores a su alcance. Por poner un ejemplo, puede existir un contenedor de “viajes”, el cual puede ser cubierto en términos económicos y temporales sin ningún problema. Si alguien con esta posibilidad no lo utiliza será evaluado por sus pares y la justificación de la persona que no lo utiliza comienza a volverse compleja ya que no tiene pretexto para no usar dicho contenedor. Este fenómeno de supervisión social no se presentó en otros niveles donde cada familia tiene el derecho de decidir cómo gastar o abastecer cada uno de los contenedores. En general, en la clase media baja y típica, nadie cuestiona la manera de organización o utilización de los recursos a su disposición. La clase media típica,51 al no tener bien definido su temperamento o identidad, los intenta subsanar mediante el consumo de ciertos productos o experiencias, buscando definir códigos culturales que lo representen para establecer una distancia simbólica sobre todo con la clase media baja.52 La alimentación es la herramienta perfecta para esto. El consumo de marcas, la asistencia a ciertos lugares (bares y restaurantes) son uno de los pocos medios que le permite a la clase media típica demostrar y exteriorizar su situación frente a los otros. EN SUS PALABRAS: “Creo que la gente lo hace [elige ciertas cosas] por aparentar. Por ejemplo si enfrente está una doña vendiendo unas quesadillas que, pienso pueden ser más saludables, la gente va al McDonald’s de enfrente, por aparentar”. Daniel, 30 años, DF, medio típico, delgado Por último, la principal característica de la clase media baja53 es el valor de su colectividad lo que le brinda una seguridad simbólica y emocional muy fuerte. En este sentido, la alimentación es el cohesionador social o el pretexto perfecto para fortalecer esos vínculos sociales y su identidad.54 La clase media alta se sabe privilegiada por lo que sus decisiones cotidianas se vinculan directamente a un pragmatismo funcional, es decir, sus consumos y relaciones siempre tienen una razón de ser en beneficio de mantener privilegios, los cuales están relacionados principalmente con la capacidad de consumos materiales y culturales, además de la reafirmación a través de la pertenencia a grupos exclusivos que le permiten mantener su estilo de vida. A diferencia de la clase media baja y la clase media típica, el nivel de vida al que están acostumbrados no los define como individuos sino que forma parte de su bagaje y de su experiencia. Dicha seguridad simbólica, al tener cubiertas sus necesidades en lo económico, les permite tener una cosmovisión a largo plazo y la capacidad de relacionarse con otros niveles socioeconómicos y culturales sin desarrollar tensiones de clase. 50 La clase media típica tiene como principal característica sociocultural el encontrarse en una constante búsqueda de reafirmación de su situación frente a los otros, es decir, busca distintas formas para diferenciarse o acercarse a los códigos culturales existentes mediante consumos, relaciones o actitudes del resto de la población (hacia arriba o hacia abajo). Si bien esto puede tener una explicación histórico-política en nuestro país a partir de los años 50’s y la conformación de la clase intelectual como proyecto de nación, la realidad económica, social y política ha provocado que dicho estrato sea el más afectado en términos emocionales e identitarios. Esto ocasiona que la clase media típica busque constantemente nuevos referentes o nuevos consumos y tenga cierto recelo de la situación de la clase media alta, a quienes clasifican como “ricos” pero también cierto repudio hacia la clase media baja, a quienes tildan de “pobres”. 51 “Jean Baudrillard y tantos otros muestran que en las sociedades contemporáneas buena parte de la racionalidad de las relaciones sociales se construye, más que en la lucha por los medios de producción, en la que se efectúa para apropiarse de los medios de distinción”. GARCÍA CANCLINI, Néstor; “El consumo sirve para pensar” en Diálogos de la comunicación. No. 30; Lima, junio 1991. 52 En términos concretos, al conformarse como núcleos sociales extensos que unen a los individuos de este nivel socioeconómico y cultural a través de la consanguineidad y de las relaciones de afinidad, lo que permite que su identidad sea reafirmada y reproducida dentro del mismo contexto y grupo, es decir, no necesitan reafirmarse a través de la comparación con el otro sino que sus consumos y relaciones tienen el objetivo de satisfacer las necesidades del grupo para incrementar su cohesión y fortalecimiento. 53 47 Confidencial Esta búsqueda del biensentir (entendido como los momentos o situaciones donde el mexicano y su familia pueden reafirmar que lo están haciendo bien) si bien se expresa de manera diferente en cada nivel socioeconómico y cultural, ha provocado una paradoja en cuanto a la alimentación: ante el poco control que el mexicano tiene sobre su cotidiano, la percepción de la alimentación se ha modificado convirtiéndose al mismo tiempo en contenedor y contenido (de otros contenedores). En una primera instancia, como se observaba, (como “contenedor” prioritario) la alimentación es una de las formas de reconocer que se está haciendo bien o se va por buen camino. Desde una perspectiva psicológica, se sabe que cualquier ser humano busca el reconocimiento hasta en los actos más pequeños. Por ello, la alimentación es una de las formas más discretas que tiene el individuo para reconocer su esfuerzo sin ser juzgado por los demás (porque además cualquier decisión que se tome relacionada con la comida puede estar justificada por múltiples factores funcionales y simbólicos codificados desde cada núcleo familiar). En un sentido colectivo, cualquier celebración, reunión o reconocimiento conlleva la ingesta de alimentos. En un sentido simbólico, incluso la comida suele ser el punto central de la actividad y no la reunión en sí misma. Sin embargo, en segunda instancia (como “contenido”) la alimentación se ha convertido en ese “líquido social” que ayuda a llenar otros contenedores. Por ejemplo la alimentación puede ayudar a que la familia esté satisfecha al final del día por el esfuerzo realizado y se premie con un gusto; asistir a un restaurante “comprueba” lo bien que le está yendo al proveedor económico. En este sentido, parecería también que la alimentación puede convertirse en un bien material que proyecta “identidad” del individuo.55 Pero lo más interesante es cuando la alimentación se convierte en ese “líquido” que llena otros contenedores, permitiendo tener satisfactores más allá de los tres básicos. La alimentación, en este sentido, se ha convertido en entretenimiento, manera de viajar, en bien material que ayuda a proyectar estatus, en vehículo de relaciones sociales, entre otros. Esta paradoja sobre la alimentación implica que sea todavía más difícil revertir el problema del sobrepeso y la obesidad. En la medida en que comer es el más eficiente, barato, y “bajo control” de los satisfactores sociales 56, su influencia en el habitus social está anclado a referentes simbólicos que van mucho más allá de las cucharadas de azúcar, el contenido calórico o las calorías quemadas. Sin importar el nivel socioeconómico y cultural, la conformación de la familia, el contexto al que pertenecieran o incluso la interpretación biológica o social que hicieran de la comida, todas las familias e individuos hacían uso regular del mecanismo del biensentir, en mayor o menor medida, a través de la comida. EN SUS PALABRAS: “Es que el comer es sentirte bien, por ejemplo cuando llevas mucho tiempo sin comer y pruebas bocado o que te das un antojito uno siente bonito, porque aunque sea necesidad primaria el degustar es fundamental”. Perla, 23 años, DF, medio típico, delgada “La identidad se define por los compromisos e identificaciones que proporcionan el marco u horizonte dentro del cual se intenta determinar, caso a caso, lo que es bueno, valioso, lo que se debe hacer, lo que se aprueba o lo que se opone. En otras palabras, es el horizonte dentro del cual se puede adoptar una postura”. TAYLOR, Charles; Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna. Barcelona: Editorial Paidós, 1996, p. 43. 54 “Los individuos están cada vez más obligados a elegir su identidad, que de esta manera se convierte en una cuestión de selección personal, y los principales canales para la comunicación de la identidad son los bienes materiales y simbólicos. De ahí la importancia del consumo”. WARDE, Alan; Consumption, Food and Taste. Culinary Antinomies and Commodity Culture; Journal of Consumer Culture. Vol. 5; Londres, Thousand Oaks, CA y Nueva Delhi: Sage, 1997, 55 p. 7. “Los pobres, como categoría social, no son los que sufren carencias y privaciones específicas, sino los que reciben auxilio o deberían recibirlo según las normas sociales. En consecuencia, la pobreza no puede, en este sentido, definirse como un estado cuantitativo en sí mismo, sino en relación con la reacción social que resulta de una situación específica”. PAUGAM, Serge; Las formas elementales de la pobreza; España: Editorial Alianza, 2007. 56 48 Confidencial A MANERA DE SUGERENCIAS Si el individuo crea un catálogo de códigos para justificar sus decisiones en el ambiente familiar, las iniciativas, programas, políticas públicas y campañas tendrían que estar planteadas a partir de ese contexto familiar. Pero debe cuidarse que no se hagan evaluaciones o juicios de valor a ciertos mecanismos o actitudes. Hay que tener conciencia que esos procesos considerados “malos o buenos” forman parte del sistema de valores de la familia. Puede evaluarse la posibilidad de que los “voceros” que sugieran incluir nuevos códigos y comportamientos sean los niños como su contribución al código familiar. Si bien no hay relación entre el presente y el futuro y la obesidad se ve como algo que “sucedió”, es probable que tenga que dejar de hablarse de “prevención” a largo plazo y comenzar a mostrar que no es algo que “puede” pasar o que sucederá “después”... las consecuencias tienen que ser visibles hoy. La mejor manera de hacerlas visibles es “sacar” las consecuencias del individuo y llevarlas al contexto familiar. Cuando alguien tiene un problema de salud deja de ser personal para afectar a toda la familia. Si lo que sucede tiene que ver con los códigos simbólicos y el habitus de un grupo social las iniciativas tendrían que partir de esos códigos y dirigir mensajes especializados a cada “target”. Así como las marcas establecen estrategias concretas para una marca y producto y lo hacen desde una “personalidad de marca”, estas iniciativas también podrían tener un público objetivo concreto. La mayoría de los impresos (revistas, vallas, anuncios fijos en internet) no están dirigidos a alguien en particular. Se podrían crear targets para poder tener una estrategia más clara (niños, jóvenes, mujeres, obesos potenciales, gorditos, los muy gordos...). Si la obesidad fuera una marca, ¿qué personalidad tendría y cómo le hablaría a las personas? Si la relación con la comida es cultural entonces los mensajes tendrían que ser regionalizados reconociendo los códigos locales. Cabe entonces la pregunta ¿podría la Alianza por una vida saludable explorar la posibilidad de convertirse en una Alianza por una vida plena? No se trata sólo de cambiar el nombre sino de comenzar a cambiar el diálogo de la alimentación de lo funcional a lo simbólico; dejar de hablar de qué se “debe” o no comer para explorar de que manera puede un individuo (y su familia) encontrar otros satisfactores. Finalmente, cambiar una percepción simbólica no es tarea fácil. Primero hay que reconocer que el problema está en una esfera distinta a la funcional porque a partir de ahí los mensajes cambiarían de objetivo. Solo hasta que hagamos sugerencias en la esfera donde está (simbólica y no funcional), sólo hasta que todos reconozcamos nuestra responsabilidad en la generación y mantenimiento de esos códigos, sólo hasta que nos demos cuenta que la solución es a muy largo plazo pero hoy ya hay consecuencias y afecta directamente a cada familia no estaremos generando el lenguaje preciso para modificar esos hábitos. Es muy claro, no se trata sólo de comer menos calorías o de gastar más calorías… se trata de que los mexicanos reconozcamos que estamos dándole un valor simbólico a la comida que está teniendo consecuencias de salud. En ese sentido es problema de todos. 51 Confidencial 53 Confidencial HÁBITOS “Definitivamente creo que los hábitos así como las responsabilidades van cambiando de acuerdo a lo que estés viviendo, de acuerdo a tu etapa en la vida”. Laura, 39 años, Guadalajara, medio alto,hija de una persona con sobrepeso “Entiendo que modificar los hábitos alimentarios de una población es una tarea muy compleja, primero porque hay que interesar a la gente en su bienestar, en su salud y después hay que decirle que todo lo que habían escuchado, todo lo que se les ha venido diciendo desde hace muchos años, es básicamente mentira… ¡imagínate! Es un gran reto”. Adrián, 46 años, Mérida, alto, delgado “Yo acepto que no tenemos buenos hábitos, pero también veo que la comida rápida es muchas veces la opción más fácil, rica y a la mano que tenemos, porque la comida rápida no necesariamente es nutritiva, pero como es lo más rápido o rico pues eso comemos”. Claudia, 43 años, Guadalajara, medio típico, con sobrepeso “Yo creo que consideraríamos más el hecho de hacer lo posible por modificar nuestros hábitos alimenticios, antes de pensar en hacer una de tantas dietas supuestamente milagrosas que han inventado o consumir un producto milagro…la verdad a mí me dan flojera las dietas”. Mario, 39 años, Oaxaca, media típico, con obesidad “Los niños ya hasta les están enseñando a sus papás a comer. Como dice mi papá, ellos traen otros hábitos y costumbres y no esperar a que las personas estén en vías de estar obesos para entonces intentar darles un tratamiento o recomendaciones poco profesionales y hasta con regaños”. José, 70 años, Mérida, medio alto, con sobrepeso EJERCICIO “Hacer ejercicio una hora y media todos los días esto lo hago después de levantarme de 6 a 7:30, esto puede variar, si tengo libre la mañana regreso de ir a dejar a las niñas y hago el ejercicio. También dedico tiempo para mí, es de importancia verme bien, sentirme bien, me arreglo, maquillo, esto es parte de mi presentación personal y física, quizá unos 30 minutos o 40”. Naty, 32 años, Chilpancingo, medio alto, hija de una persona con sobrepeso “El ejercicio fíjate que me hace muy bien, si no hago ejercicio como que mi cuerpo se oxida. No debe de pasar más de una semana, o quince días; necesito caminar, necesito hacer algo, siempre y cuando estemos haciendo ejercicio estamos bien; el problema radica cuando las actividades laborales o políticas nos acaparan y dejamos de hacerlo, ahí tenemos un poquito de conflicto”. Ernesto, 48 años, Chilpancingo, medio alto, con sobrepeso “Sudar es normal porque tu cuerpo se mueve y además aquí todo el tiempo sudas porque hay mucho calor. No creo que a alguien de Yucatán le guste sudar, sudamos muuucho”. Chío, 23 años, Mérida, medio típico, hija de una persona con sobrepeso “A mí me gusta sudar, pero más bien cuando hago ejercicio, porque cuando estoy trabajando y sudo pues es por el calor o el sol, pero haciendo ejercicio se siente muy bien sudar, es más, si salgo a caminar y no sudo siento que no hice nada o que no me sirvió el ejercicio”. Claudia, 43 años, Guadalajara, medio típico, con sobrepeso “Me gustaría tener más tiempo para hacer ejercicio para bajar unos kilos y sentirme con más energía”. María, 56 años, Tijuana, medio típico, madre de una persona con sobrepeso 55 Confidencial “Cuando me toca cuidar a Camila, me la llevo al parque y ahí estoy en los juegos con ella…. me agacho, juego, corro, la cargo….lo que hace cualquiera para mantenerla distraída…. Y quieras o no, eso cansa….yo acabo todo sudado….eso también es una actividad física aunque no sea deporte”. “El simple hecho de caminar lo suficiente, o con el hecho de subir a mi oficina cuatro pisos, por las escaleras todos los días, durante varias semanas, meses, se podría decirse que es una actividad física. Es por ello que considero tener un ritmo de vida activo, y cuando sudo libero toxinas, es una manera de purificarme.” Demetrio, 29 años, Mérida, medio alto, nieto de una persona con sobrepeso Ernesto, 48 años, Chilpancingo, medio alto, con sobrepeso “Por ejemplo cuando caminamos, cuando barremos, cuando sacudimos, cuando estamos activos durante todo el día, también afecta en lo emocional, por ejemplo yo, cuando hago ejercicio estoy más feliz en todo el día, eliminas todas esas toxinas malas que te enferman, las sacas en ese momento de la activación que tienes durante todo el día”. “Pues es el ejercicio que hacemos cuando trabajamos, si hacemos quehacer ya es ejercicio y es bueno para uno porque así no te duele el cuerpo y aguantas más pues, vive uno más años”. Paty, 50 años, Oaxaca, medio típico, con obesidad Tori, 80 años, Chilpancingo, medio bajo, madre de una persona con obesidad “Tener actividad física es realizar un esfuerzo como realizar una actividad fuera lo normal que no tiene que ver con las actividades diarias, salir de la rutina realizar un deporte, caminar o correr”. “[Existen dos tipos de actividad física] la primera como toda actividad que se realiza con intención, es decir, cuando vas a correr al parque como mi papá, a nadar al club o levantar pesas al gym y la segunda como la que se hace sin intención y que no se puede evadir, por ejemplo, lavar un coche, ser empleado en una fábrica o ser albañil, entre otras”. Francisco, 25 años, Tijuana, medio típico, con obesidad Diana, 33 años, DF, medio alto, hija de una persona con obesidad ALIMENTACIÓN FUNCIONAL “No es saludable y menos bueno para el peso consumir tanta azúcar, las cantidades de las colaciones también son medidas, se puede comer una fruta o hasta 2, la cantidad que quite el hambre, pero no más”. Naty, 32 años, Chilpancingo, medio alto, hija de una persona con sobrepeso “Para estar saludable, hay que comer sano: verduras, agua, poca soda”. Antonio, 52 años, Tijuana, medio típico, padre de una persona con sobrepeso “Comer cosas nutritivas y en buena cantidad, ni poco ni mucho”. Lucía, 51 años, DF, medio típico, con sobrepeso “Yo por lo menos trato de balancear… en mi desayuno me gustan los huevos, me gusta el jamón, me gusta el queso; me gustan los sándwiches, los hot cakes. Dos o tres veces por semana me hago pura fruta con yogurt, me gusta la leche o cereal”. Graciela, 63 años, La Paz, medio típico, con sobrepeso “Agrego, la alimentación es comer a las horas, equilibrar entre verduras y carnes, eso es alimentación, lo demás que comúnmente hacemos o que yo hago es comer nada más para mantener el estómago lleno, existe una diferencia entre alimentación y comer, podemos comer lo que sea, pero alimentarse es cuidar la salud”. “Ahorita los señores están haciendo dieta, porque el señor estuvo enfermo y sigue la dieta que le da la nutrióloga. La verdad yo pienso que son comidas muy nutritivas, aunque se debe cocinar con poca grasa y casi nada de sal pues así casi no me gusta”. Ernesto, 48 años, Chilpancingo, medio alto, con sobrepeso Juana, 36 años, Chilpancingo, medio bajo, con sobrepeso 56 Confidencial “Antes comías lechuga y ya, pero está muboga esto de la comida sana, y entonces cada vez hay más opciones, lo malo es que salen caros, son más baratos los tacos, por eso prefiero hacerme de comer”. Neshy, 27 años, DF, medio alto, delgada “Una comida balanceada y correcta debe tener de todo, de todos los grupos de comida, mucha verdura, mucha fruta, debe tener carne y pocas harinas y dulces. Yo pienso que nuestra comida es rutinaria y muy normal, no creo que sea excelente pero tampoco tan mala, creo que está bien”. Catalina, 71 años, DF, medio alto, con sobrepeso “Con grupos de alimentos me refiero a los que te marcan los nutriólogos, te dan un circulo o pirámide sobre los alimentos, desde la comida chatarra hasta frutas y verduras, obviamente hay comer más verduras que carnes, pero más carne que cereales como pan dulce y hay comer nada o casi nada de dulces o azucares.” Karen, 26 años, DF, medio alto, delgada (hija de una persona con diabetes) “Yo sólo como frutas y verduras, puro pollo, nada de puerco. Pero antes la comida era más sabrosa porque le poníamos manteca a todo, y estaba sabrosa. En cambio ahora todo lo tengo que comer insípido, pero ni modo así es sano”. Clara, 84 años, Mérida, medio típico, antes con sobrepeso (con diabetes) “Por ejemplo, una manzana es saludable, pero tal vez no tan nutritiva porque tal vez tu cuerpo o tú necesitas una nutrición o algo más consistente”. Laura, 39 años, Guadalajara, medio alto, hija de una persona con sobrepeso ALIMENTACIÓN SIMBÓLICA “Le compro un yogurt a Ximena y otro a mi mamá y ya me voy a esperar la combi. Ya que llego a mi casa, la que casi siempre me abre la puerta es Ximena, y lo primero que me dice es ¡Tía Juana! ¿Qué me trajiste? Y pues ya le doy lo que le haya comprado, si es que se portó bien”. Juana, 36 años, Chilpancingo, medio bajo, con sobrepeso “Me gusta hacer de comer rico y ver que les gusta la comida. Porque cuando no les gusta... [sube la voz y hace una mueca de frustración]. Como ayer, hice pollo a la jardinera y mi marido prefirió una sopa maruchan y atún a la mexicana, eso es algo que me enoja, pero lo entiendo”. Carmen, 45 años, DF, medio bajo, madre de una persona con sobrepeso “Por mí comería diario Big-mac’s pero mejor trato de comerla en un momento especial, algo que no hago diario como cuando voy al cine, voy cada 15 días”. Gustavo, 50 años, Guadalajara, medio típico, con sobrepeso “…de las cosas que más me preocupan [es saber que] que vamos a comer hoy, cuánto dinero hay para comprar comida, [la cantidad] depende de lo que traiga Marcos ese día”. Mary, 25 años, Tijuana, bajo, con obesidad “A veces la hora de la comida es lo que me gusta mucho compartir con mi familia, porque estamos todos”. David, 53 años, Oaxaca, medio típico, con sobrepeso “Yo procuro tener una buena alimentación en casa, me da desconfianza en la calle”. Catalina, 71 años, DF, medio alto, con sobrepeso “Si tienes la posibilidad debes hacer lo mejor para comer, yo me estreso y me da mucha hambre, aunque trato de comer sólo en la casa, casi siempre ando picando comidas o comprando antojitos todo el tiempo”. Karen, 19 años, DF, medio bajo, con obesidad 57 Confidencial “Cuando visitó a mi mamá, siempre me llena trastes de comida, ella vende tortillas y tienen una fondita, entonces me echa los guisos que sobraron, también a veces vienen los amigos de mi hijo y mandan a comprar tlayudas y quesadillas, pero sólo así traemos comida de fuera, nosotros no compramos, somos muchos y sale caro”. Avelina, 65 años, Oaxaca, medio bajo, pareja de una persona con obesidad “Me encantan las cosas dulces como los pastelitos, galletas, pan, etc. Acompañados de mi café, me da mucha tranquilidad comerlos creo que también porque tomar mi café es un momento de tranquilidad que disfruto en mi día. Ahora que estoy a dieta no como muchas cosas dulces pero si me puedo comer unas dos galletas o un pan pequeño”. “Yo le pido a la señora que haga chilaquiles, pollo a la plancha, ensaladas de atún de pollo, pollo empanizado entre otras cosas. Busco que sea saludable, que no nos engorde tampoco, pero que también tenga un buen sabor”. Juanita, 63 años, Monterrey, medio alto, madre de una persona con obesidad “Uff, pues las carnitas asadas, eso es mi fuerte, a mí me encantan también los helados de la sultana, la carne asada me gusta hacerla yo con mis amigos, estoy contento con la comida casera de mi esposa, y la verdad es que en Costco también venden comida ya pre elaborada que esta rica, las costillitas, la pizza, etc.”. Pepe, 63 años, Monterrey, medio alto, padre de una persona con obesidad Patricia, 65 años, Guadalajara, medio alto, con sobrepeso “Sólo los fines de semana se permite comer MC’Donalds, pizza, su papá les permite la comida chatarra a las niñas e hijos, como palomitas, salsas envasadas, Sabritas, refrescos, dulces, hamburguesas. Yo no estoy de acuerdo con eso”. Naty, 32 años, Chilpancingo, medio alto, delgada, hija de una persona con sobrepeso OBESIDAD “Sin caer en discriminaciones, creo que las personas somos muy dadas a fijarnos en los aspectos físicos de los demás, por eso cuando vemos a una persona, chaparrita, grandota, gordita o que tiene los dientes manchados y chuecos, acné en la cara y otras características que llegamos a considerar como malas, por lo menos se nos viene a la mente algún pensamiento de que a nosotros o nuestros hijos no nos gustaría estar así, porque de alguna u otra manera estas personas sufren críticas o hasta discriminación por su condición”. Francisca, 37 años, Oaxaca, medio típico, madre de una persona con sobrepeso “La sangre ya tiene grasa, es preocupante para los padres que no tienen responsabilidad sobre sus hijos, deberían checarlos, llevarlos al doctor cada mes, que su talla y su peso vayan correctamente y si no disminuirle las raciones de la comida”. “Para una persona que si le haya hecho caso, la responsabilidad. A lo mejor es una persona que tiene hijos chiquillos y quiere durar con ellos un buen rato. Es parte de su responsabilidad estar bien para ellos, para que no les falte [refiriéndose a morir].” Pancho, 79 años, Tijuana, medio bajo, con sobrepeso (tiene un hijo con el pie amputado debido a complicaciones con su diabetes) “Ahora les dices que estar gordo es también malo, pues quedan desconcertados las personas, porque por una parte te dicen que dejen comer a los niños y por otra que es malo comer en exceso y que además es malo estar llenito, pues ya no saben las personas, ni que es malo y ni que es bueno”. Diana, 70 años, DF, medio bajo, madre de una persona con sobrepeso María, 27 años, Oaxaca, bajo, delgada, madre de una persona con sobrepeso 58 Confidencial “[Hablando de obesos] Son aquellas personas que no se pueden ni mover por sí solas, ya me ha tocado verlas, caminan lento y les cuesta trabajo levantarse de las sillas o hasta bañarse”. Marco, 31 años, Tijuana, bajo, pareja de una persona con obesidad “Desafortunadamente, aquí en Mérida, muchas personas piensan que si estás llenito, es porque estás saludable y hasta lo consideran atractivo”. Marina, 42 años, Mérida, alto, delgada “De dónde venimos, de Chiapas, el que sufre obesidad tiene dinero y come un montón, el clima no le permite a uno la obesidad”. Socorro, 51 años, Tijuana, medio típico, con sobrepeso “En mi familia, las abuelas nos enseñaron a no burlarnos de las personas gorditas y con alguna discapacidad, pero creo que con un método muy tradicional, porque te decían que si te burlabas de las personas tú te ibas a poner así o tus hijos iban a nacer así”. Francisca, 37 años, Oaxaca, medio típico, madre de una persona con sobrepeso “Cualquier cuerpo es bueno, siempre y cuando pueda hacer lo que se supone sin bofearse mucho. Conozco gordos que corren más rápido que yo”. Marco, 18 años, Tijuana, medio típico, hermano de una persona con sobrepeso “No sólo son gordos por la comida, también puede ser porque sus organismos no asimilan bien la comida y deben tratarse médicamente, no sólo ponerse a dieta con pastillas y tonterías que no deben”. Alicia, 50 años, Guadalajara, medio bajo, con sobrepeso “Cuando estoy más delgado se me quitan mis males, me siento excelente de todo, hasta más positivo, con más ganas y sí me siento incómodo cuando traigo panza, como ahorita”. Gustavo, 50 años, Guadalajara, medio típico, con sobrepeso “Por ejemplo, yo tengo obesidad y ahorita estoy yendo a un tratamiento para bajar de peso. Yo me considero obesa, me siento pesada para hacer muchas cosas a pesar de que camino mucho… Por eso ya estoy desayunando mucha fruta cuando salgo a desayunar a los restaurantes”. “Porque yo por ejemplo, hay personas de mi edad y de mi estatura que están muy gorditas, yo no me siento gordísima, digo, de repente si la lonjita y eso, pero no estoy tanto”. Graciela, 63 años, La Paz, medio típico, con sobrepeso Carmen, 45 años, DF, medio bajo, madre de una persona con sobrepeso “No sé. Estoy lonjudo pero no estoy hipopótamo todavía. A las personas con obesidad se les nota en los brazos. Las manos y las muñecas se les ven gordas. Se me ve un poco de cachete pero todavía no llego a eso. No puedo decir que tengo las piernas gordas por ejemplo”. “Yo creo que la única diferencia ente un cuerpo obeso y uno en forma, es en que la gente te trata mejor entre mejor te veas. En cuanto a lo demás, lo que puede hacer una persona esbelta lo puede hacer una persona con sobrepeso” Cristina, 30 años, Tijuana, medio bajo, con obesidad Daniel, 27 años, Monterrey, medio alto, con sobrepeso SALUD Y ENFERMEDAD “Pues no veo que mis hijos se sientan cansados, anémicos o con manchas, supongo que están saludables”. María, 56 años, Tijuana, medio típico, madre de una persona con sobrepeso 59 “Estar bien, no tomar pastillas, que mis hijas no tengan dolores, anden de traviesas de aquí para allá, no verlas decaídas, que siempre anden alegres con ganas de comer, que no les duela nada, absolutamente nada”. Naty, 32 años, Chilpancingo, medio alto, hija de una persona con sobrepeso Confidencial “Yo me considero saludable porque como bien, duermo muy bien y tengo higiene personal, todos los días me baño y todos los días me lavo los dientes, eso para mí es ser sano”. “La salud no depende solo de nosotros, es también asunto de las personas que nos rodean, pero esto dependen de varias cosas, del que comemos, tomamos, cómo nos cuidamos”. Patricia, 65 años, Guadalajara, medio alto, con sobrepeso Mary, 65 años, Chilpancingo, medio alto, delgada (con diabetes) “Hay que tener en cuenta que las preocupaciones “Lo contrario a la enfermedad, estar bien del por problemas familiares también pueden causar cuerpo, no sentir algún problema crónico y estar enfermedad”. activo, que puedas hacer tus cosas y sentirte entero”. Demetrio, 84 años, Mérida, medio alto, con sobrepeso Enrique, 52 años, DF, medio típico, con sobrepeso “Pues sí, sin salud estas fuera, no puedes hacer lo que te propongas, porque la salud es el motor del “Si me comparo con los que están bien, deportistas cuerpo, sin ella no eres nada”. y así, pues sí digo: ‘ay, tengo que empezar a hacer ejercicio’… yo creo que estamos, pues diría, nada Argelia, 43 años, DF, medio bajo, más bien, sé que no estamos sanos pero tampoco con sobrepeso estamos, pues, no sanos”. Bibiana, 20 años, Monterrey, medio bajo, con sobrepeso “Yo las medidas que tomo es que si siento que si me va a dar gripa me como una naranja, me chupo un limón y si me va a dar gripa pues digo ya pues que me dé y si me da feo pues ahora si voy al médico, a Similares o a la Cruz Roja, aunque luego en los centros de salud si acaso solo te dan una paracetamol o un mejoralito”. Juana, 36 años, Chilpancingo, medio bajo, con sobrepeso SATISFACCIONES “Mis hábitos alimenticios se han hecho caóticos, he aumentado de manera considerable de peso lo cual ha hecho que la mayoría de mi ropa ya no me quede y me siento un tanto afectado por eso. No me siento cómodo con la ropa ni cómo me veo. He tenido que comprar ropa, a mí no me gusta comprar ropa”. “Indiscutiblemente me consiento mucho con la comida. Estoy en sobrepeso, pero no en obesidad. Hago ejercicio en mi casa, cardio en la bicicleta y aerobics. Casi no camino en los días cotidianos de trabajo, camino pero son pocas las escaleras que subo, todo está muy cerca en mi oficina”. Isabella, 25, Monterrey, medio alto, con sobrepeso Daniel, 27 años, Monterrey, medio alto, con sobrepeso “Cuando tengo un antojo por las tardes prefiero comerme unas papas, cacahuates, palomitas o algo salado. Casi no se me antojan las cosas dulces y cuando como pastel o algún pan es solo para probarlo y ya.”. Andrea, 19 años, Guadalajara, medio alto, antes con sobrepeso “Hace unos cinco meses vi en el Face que los médicos o nutriólogos, no sé, recomiendan tomar una o dos cucharaditas de vinagre de sidra de manzana por la tarde y por la noche, porque dicen que es muy bueno para la salud, que ayuda a equilibrar el organismo estando saludable y a no enfermarse mucho y la verdad si he notado que funciona, me siento bien”. Lucía, 51 años, DF, medio típico, con sobrepeso 60 Confidencial “Una noche antes me tome unas cervezas en la casa mientras asábamos carnes con unos amigo porque era noche de box y nos reunimos... después de cenar me sentí un poco mareado y le dije a mi esposa que me iría a acostar… a la mañana siguiente desperté con un dolor de cabeza horrible y muy mareado, así que le pedí a mi esposa que me llevara al doctor…. después de los análisis resulto ser que estaba hasta el tope de mis triglicéridos, colesterol, ácido úrico, presión, azúcar y otras cosas…. en resumen me estaba llevando la chingada”. Demetrio, 29 años, Mérida, medio alto, nieto de una persona con sobrepeso “Los fines de semana es cuando como más cosas que no son saludables o nutritivas pero que me gustan, como puede ser un helado, unas papas fritas”. Laura, 39 años, Guadalajara, medio alto, hija de una persona con sobrepeso “Creo que vivo mi vida, ya vendrá la oportunidad de cuidarse, porque debo de aprovechar el momento de crecer, si no es ahora, es posible no hacerlo nunca”. Karen, 19 años, DF, medio bajo, con obesidad “Vivo la vida como viene, si me enfermo, pues ya tendré tiempo para recuperarme, mis excesos creo yo son pocos, y también creo que mis enfermedades serán consecuencias de mis actos, pero lo bailado quien te lo quita”. Argelia, 43 años, DF, medio bajo, con sobrepeso “Fines de semana, como mis panuchos, no lo puedo evitar, pero trato de…eso sólo sábado, pero los domingos trato de cuidarme, siempre. Lo recompenso porque digo: voy a pedalear, tengo derecho. Porque la vida es así, tienes que disfrutar un poco”. Dulce, 48 años, Mérida, medio típico, delgada (con problemas de tiroides) “Estoy dejando de cenar, porque es algo que me afecta a mi peso, de por si soy medio gordita y si ceno subo mucho de peso y eso hace que me sienta fatigada y de mal humor, entonces prefiero ya dejar de cenar”. “La cena es lo peor y lo que peor hago en el día porque me voy que a los tacos, a las hamburguesas, a las quesadillas, por eso te digo que soy garnachera”. Laura, 32 años, DF, medio alto, hija de una persona con sobrepeso “Si hay lana, pues todos los fines me como un pan de concha, o uno de esos de yema que venden ahí en el 20 de noviembre o de esos que tienen ahí embarradito de mantequilla con relleno de mermelada de fresa ¡y me lo como así, delicioso, ese es mi delirio!, porque casi no como carbohidratos”. Paty, 50 años, Oaxaca, medio típico, con obesidad “A veces sí padezco de algo pero no sé qué sea, si es la presión o el azúcar, de repente hay temporadas que me siento muy mal. Por ejemplo ahorita con el calorón me mareo mucho, nunca me he checado, pero me tomo una Coca y se me quita todo lo que siento”. Dolores, 49 años, Guadalajara, bajo, con sobrepeso “Puedes comer bien y no gastar mucho, pero creo que la generosidad primero se ve en la comida, y pues cuando te mueras no te vas a llevar nada, pues disfruta el tiempo que permaneces en esta tierra”. Miguel, 34 años, DF, medio bajo, con obesidad “Siento culpa, remordimiento, solo lo consumo [pozole] cuando de verdad siento que ya no soporto el antojo”. Naty, 32 años, Chilpancingo, medio alto, hija de una persona con sobrepeso “Mi comida favorita es el mole, el verde y el poblano pero así como un antojo es el ate me encanta el ate de membrillo, cuando lo como es un momento muy placentero, es muy rico de verdad”. Catalina, 71 años, DF, medio alto, con sobrepeso Lucía, 51 años, DF, medio típico, con sobrepeso 61 Confidencial “¿Culpable? No. Para nada, sé que tengo una buena alimentación y que darme una escapada de vez en cuando no afecta en nada, hoy se me antojo y no pasa nada, claro también intento que no sea cada tres días, pero en general no me provoca remordimiento”. Karen, 26 años, DF, medio alto, delgada (hija de una persona con diabetes) MENSAJES “Los alimentos, ya están muy refrigerados, tan sólo lo veo en el pollo cuánto tiempo lleva congelado, o que tal las cosas que ya traen químicos, como los frijoles enlatados y todo lo que viene enlatado, pero pues es causa también de un país inestable, porque ya no hay quien trabaje el campo como antes”. Diana, 70 años, DF, medio bajo, madre de una persona con sobrepeso “En el hospital había una enfermera que me decía que iba a bajar de peso y me enseñó unos folletos, pero que eran de la pirámide de la alimentación, pero me pasó lo mismo que con la nutrióloga, no sé si no está bien hecho pero no se me queda la información”. Jorge, 39 años, León, medio alto, antes con sobrepeso (úlcera gástrica) “Sí, como que esos comerciales hicieron que todos trajeran su botellita de agua. Siempre ponen una imagen de una mujer joven y en forma y te recomienda cargar tu botella de agua de dos litros para cumplir un reto, y de repente todos traían ya la botella cargando, bueno a partir de ahí yo veo que mucha gente carga agua en sus mochilas y bolsas y antes no era así”. Laura, 32 años, DF, medio alto, hija de una persona con sobrepeso “Me acuerdo que salió un anuncio de que debías medirte la cintura y de que si pasaba de una medida era peligroso, de todos estos que hablan de bajar de peso me acuerdo mucho del de Bonafont donde están llenando un vaso y se sale la grasa, me gustó porque me hace sentir que al tomar lo que debo tomar de agua así elimino la grasa como en el anuncio”. Karla, 35 años, Guadalajara, medio bajo, con sobrepeso “Porque los anuncios mienten, siempre van a mentir, los anuncios nunca van a mostrar la realidad, ni nada de lo que verdad pasa en el país”. Chío, 23 años, Mérida, medio típico, hija de una persona con sobrepeso “Ahí luego te invitan a que hagas ejercicio, que comas sano, que con tu familia hagas actividades al aire libre, pero aquí en Chilpancingo a duras penas hay espacios para eso, los parques luego están cerrados o en muy malas condiciones y pues también con la inseguridad que se vive aquí, así la gente menos sale de sus casas, porque tienen miedo de que algo les pueda pasar”. Juana, 36 años, Chilpancingo, medio bajo, con sobrepeso “[La función de los anuncios es] que el gobierno se ahorre un dinero, porque imagínate si la gente está engordando, después enfermara gravemente y el gobierno terminara pagando el tratamiento a alguien que a lo mejor morirá”. “He visto poca publicidad que abogue por la buena alimentación, ah pero eso sí cuanto comercial te ofrece malteadas y pastillas maravillosas y milagrosas, todo lo queremos rápido y sin esfuerzo, o te pasan comerciales de aparatos de ejercicio milagrosos, como el ab-toner o el crunch no sé qué (risas) ni me acuerdo, pero disque un aparato milagroso que te va a dejar flaco en dos días (risas), puras mentiras”. Fernando, sin edad especificada, DF, medio bajo, delgado Mary, 35 años, Guadalajara, alto, con sobrepeso 62 Confidencial SISTEMA DE VALORES “Tengo hábitos alimenticios como siempre tomar agua fresca a la hora de la comida, nunca me ha gustado que tomen refresco a la hora de comer, también siempre como carne y trato de que no haya pleito cuando estamos comiendo, que no empecemos con discusiones o si alguien trae problemas o algo prefiero que haya silencio o platica bien, pero que haya armonía”. Patricia, 65 años, Guadalajara, medio alto, con sobrepeso “Yo creo que nuestra alimentación no es la mejor pero no creo que sea la peor tampoco, comemos lo que podemos y trato de que comamos bien y nos llenemos, que es lo más importante, malo que tuviéramos ni qué comer o qué Vane no tenga que llevarse a la escuela”. Marco, 31 años, Tijuana, bajo, pareja de una persona con obesidad “Hay alimentos que te hacen bien y otros que te hacen mal y hay que balancearlo. Hay que darse sus libertades”. Rocío, 25 años, DF, medio bajo, delgada “Cuando estamos muy atareados nos compramos una Coca chica, de 600 o de medio litro y la compartimos, o sea una nos la tomamos entre los dos, no somos de mucho refresco. Si la vamos a comprar para la hora de la comida, que no alcancé a hacer agua, entonces compramos la retornable para los cuatro y ya, se termina ese mismo día, en la comida nos la acabamos entre los cuatro y ya no se compra más, hasta mucho después, otro día por allá raramente”. Karla, 35 años, Guadalajara, medio bajo, con sobrepeso “Comer saludable sale caro, porque los alimentos que no tienen químicos, o sea, los orgánicos, son muy caros”. Rocío, 32 años, Oaxaca, medio bajo, con sobrepeso IMPUESTOS “No siento que me afecte tanto, por ejemplo, cuando aumentó el cigarro, si dije ¡Uy qué caros!, pero pues sigo comprando, igual con la comida chatarra, es mínimo lo que aumenta, pero pues a la larga claro que te afecta”. Lulú, 60 años, Guadalajara, alto, madre de una persona con sobrepeso “La economía siempre está en cambio, tal vez no lo notamos siempre, pero si te das cuenta cuando sube el huevo, lo sé porque la señora que nos ayuda se encarga de comprar las cosas y cuando algo sube siempre me lo dice”. Laura, 38 años, León, medio alto, pareja de una persona con sobrepeso “Yo si he dicho ‘hijos de su puta madre, ya subieron esto, si estaba en esto’, a veces sí da coraje porque uno va con el dinero justo y luego no completo y ya no compré [lo que necesitaba]”. Dolores, 49 años, Guadalajara, bajo, con sobrepeso 63 “La verdad a mí me da coraje porque digo, cómo sube todo y los sueldos siguen siendo bajos”. Perla, 23 años, DF, medio típico, delgada “Sabemos que las bebidas azucaradas tienen más impuestos… como a mí me gusta la Coca light, yo sí me di cuenta de que subió; hasta la comida del perro subió, ahora es un lujo tener perros”. Concepción, 44 años, La Paz, medio típico, con sobrepeso “Yo sí estoy de acuerdo con los impuestos en los alimentos. La verdad es que no estoy muy enterada de donde se van destinados exactamente nuestros impuestos. Sí sé porque se cobra los impuestos… los impuestos dan los presupuestos como de lo que es el alumbrado de las calles, mantenimiento de carreteras. El impuesto que se agrega a la comida tal vez se va para salubridad (estoy inventando) al final de cuentas es para el gobierno”. Isabella, 25 años, Monterrey, medio alto, con sobrepeso Confidencial “Pues en las bebidas azucaradas está bien para que ya no bebamos eso, pero en lo otro básico sí es gacho ¿no?...”. Concepción, 44 años, La Paz, medio típico, con sobrepeso “Pero luego las empresas por lo mismo que le suben el precio a sus productos, implementan estrategias para vender más y supuestamente te ofrecen más producto o te regalan algo para compensar el aumento.” Francisca, 37 años, Oaxaca, medio típico, madre de una persona con sobrepeso “Cada que voy al mandado veo que de repente las cocas aumentan y luego bajan. Que de repente ya subió el jitomate, que ya subió el limón, que ya subió el huevo y uno nomás no sabe por qué. Cuando pasa eso que de repente sube algo, pues compro un poco menos, o de plano no lo compro”. Lucía, 72 años, DF, medio típico, con sobrepeso 64 Confidencial Derechos reservados Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del texto de la presente obra bajo cualquier forma, electrónica o mecánica, incluyendo fotocopiado, escaneado, almacenamiento mediante algún sistema de recuperación de información o grabado sin consentimiento previo y por escrito de BITÁCORA SOCIAL MÉXICO S. de R.L. de C.V., ALIANZA PARA UNA VIDA SALUDABLE y CONSEJO MEXICANO DE LA INDUSTRIA DE PRODUCTOS DE CONSUMO, A.C. (ConMéxico). Sobre Bitácora Social Bitácora Social es una casa de investigación cuyos cimientos son el estudio y el análisis antropológico a profundidad, enfocados a entender a las personas en sus contextos cotidianos, para así generar aplicaciones estratégicas en los sectores público y privado. Fue fundada en 2010 con la intención de construir puentes entre el mundo académico y el mundo comercial/organizacional. El objetivo desde el inicio fue —y continúa siendo— proveer a empresas, marcas e instituciones, de conocimiento profundo alrededor de las motivaciones, hábitos y comportamientos de las personas que permitan acercarse a sus percepciones, intereses, actitudes y decisiones que toman en su vida cotidiana. Bitácora Social realiza estudios cualitativos, basados en investigación antropológica social llevada a cabo por profesionales en la disciplina que, al día de hoy, representan una red de más de 170 antropólogos distribuidos en 10 países de Latinoamérica. En cinco años se han llevado a cabo más de 120 proyectos entendiendo fenomenologías sociales que pueden ir desde comportamientos cotidianos alrededor del consumo de marcas y productos, el significado de ser mujer o la percepción en torno a la salud hasta huelgas, relaciones laborales, razones por las que se da alta rotación en un empleo o los significados simbólicos de diferentes contenidos mediáticos.