Carta abierta al profesor Moisés Wasserman del Representante

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COMITÉ NACIONAL DE REPRESENTANTES PROFESORALES
Carta abierta al profesor Moisés Wasserman del Representante
Profesoral en el CSU
Bogotá, 02 de mayo de 2012
Profesor
MOISÉS WASSERMAN LERNER
Rector
Universidad Nacional de Colombia
Presente.
Respetado profesor Wasserman:
He sabido de primera mano que Usted cree, como lo expresó en el Consejo
Académico del 21 de abril, después de pensarlo mucho, que yo participé en el
bochornoso acto en que “un grupo violento lo atrapó durante cinco horas, en lo que
no se puede decir que hayan sido fútiles amenazas”, en el año 2009. Según Usted lo
señaló, “Mario Hernández se sentó frente al carro para que no pudiera moverse”.
Aseveró también que esto lo hice violando mi juramento hipocrático de médico, a
sabiendas del sufrimiento de un hombre mayor de 60 años sometido a semejante
angustia durante más de cinco horas.
Después de esos señalamientos, durante la semana anterior traté sin éxito de
obtener una cita formal con Usted para aclarar la situación y pedirle una corrección
pública. Como esto no ha sido posible, a pesar de que su secretaria me confirmó
que le informó, he decidido escribirle y hacer pública mi comunicación, pues nada
tengo qué ocultar.
Sobre esta mortificante percepción suya quiero, sinceramente y acudiendo a la
mayor cordura académica, ofrecerle algunos elementos de juicio, desde mi propia
vivencia de los hechos, claro está, con el sesgo de quien sufría otras angustias, tan
humanas como las que distorsionaron en ese momento y ahora su percepción.
Ese día, yo terminaba una clase habitual y acababa de llegar a mi oficina. Alguien
me llamó, creo que un colega para informarme que un grupo de estudiantes lo
había retenido con el fin de obligarlo a ir al Auditorio León de Greiff, donde se
estaba realizando una asamblea estudiantil. Esta situación suscitó una completa
alarma entre la comunidad universitaria, tanto como en mi caso personal, una vez
tuve conocimiento de la misma.
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Recuerdo que varios profesores fuimos al lugar de los hechos, convencidos de que
podíamos disuadir a los estudiantes de no ejercer esa presión indebida. Esta
reacción espontánea de protección era obvia, pues consideramos el peligro en el
que podía estar Usted como Rector. Sorprendidos encontramos a muchos
estudiantes enardecidos, indignados, que claramente desconocieron nuestras
propuestas disuasivas y, por el contrario, aumentaron la presión. En varias
ocasiones les dije que ese acto propiciaría la intervención de la fuerza pública y eso
podía generar una situación incontrolable para todos. De manera que lo mejor era
proponerle a Usted una nueva fecha y un compromiso suyo de asistencia. Nada
sirvió. Ellos querían que fuera al auditorio en ese mismo momento.
La situación se hizo cada vez más confusa. Pasó por varios momentos tensos y
angustiantes, pues también nosotros afuera vivíamos la angustia del escalamiento
de la presión. Incluso, en larga discusión entre los estudiantes se debatía si se debía
ir al auditorio por la vía de la calle 63 o de la calle 26. Varios profesores sugerimos
que la entrada de la calle 26 podía implicar el peligro de una confrontación con el
ESMAD que nos pondría a todos, incluido a Usted por supuesto, en peligro
incontrolable. Cuando la Personería y la Secretaría de Gobierno ofrecieron su
apoyo, nos pareció –y digo nos, porque así lo comentamos entre quienes allí
estábamos- que esa sería la forma de llegar a un acuerdo sobre cuándo y cómo
debatir los asuntos que, entre tantos hechos, apenas recuerdo.
Le confieso que no logré entender por qué, Usted no permitió que algún profesor
de su confianza construyera un puente con los estudiantes enardecidos. Recuerdo
que varios lo intentaron y no recibieron respuesta. También recuerdo que, de tanto
esperar una solución, muchos estudiantes y profesores nos sentamos al frente y
alrededor de su carro, mientras avanzaba la concertación sobre fecha, hora y lugar
del futuro encuentro. Con esa acción de sentarnos alrededor simplemente tratamos
de protegernos todos, y a Usted por supuesto, de una posible entrada violenta del
ESMAD, que esperaba en la calle 26.
Sentí un enorme alivio cuando por fin se llegó a un mínimo acuerdo, que creo fue el
compromiso de una reunión amplia un día de la siguiente semana. Pensé que esto
se había podido haber hecho desde el principio. Pero me imaginé que tal vez para
Usted se trataba de no ceder a un acto violento y que lo asumió como un asunto de
principios que no me atreví a cuestionar.
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Profesor Wasserman, hoy, cuando forzosamente corresponde revivir esos hechos,
quiero decirle que viví la angustia de no lograr una resolución tranquila frente a
una situación de inconformidad, y que padecí la impotencia de percibir cómo podía
aumentar la tensión y probablemente la violencia. Así que, a lo único que atiné fue
a permanecer allí, para que con una especie de escudo humano se evitaran actos
más violentos. Fue lo mismo que trataron de hacer los taitas indígenas de la Minga,
cuando se enteraron del conflicto y trataron de aportar algo.
Le aseguro, profesor Wasserman, que su percepción está distorsionada y que lo
está llevando a hacer acusaciones infundadas y señalamientos públicos que pueden
rayar en lo que penalmente se conoce como calumnia e injuria. Esta acusación,
junto a su calificación de “oposición a ultranza” de los pronunciamientos del
Comité Nacional de Representantes Profesorales, compromete la legitimidad
institucional de la Representación Profesoral y me surte de razones para defender
públicamente el reducido espacio de expresión profesoral que he tratado de ejercer
de la mejor manera.
No puedo aceptar que crea, en su más íntima convicción, que mis discusiones sobre
el Estatuto General, sobre el Programa de Trabajo Académico, sobre la
inconveniencia de acudir al crédito comercial para superar la crisis de
infraestructura y, sobre todo, sobre la inconveniencia institucional de firmar el
convenio con Cafam para la operación de la clínica Santa Rosa no han tenido
argumentos y que se reducen a una actitud contestataria, irracional y en contra los
intereses universitarios.
Mi informe sobre la sesión de nombramiento de Rector fue efectivamente
detallado, porque pensé que la comunidad universitaria merecía conocer de
primera mano los argumentos presentados por los consejeros para tomar una
decisión tan importante en una coyuntura crítica y crucial para la Universidad y
para el Sistema de Educación Superior. Por la misma razón incluí el debate sobre la
democracia universitaria que Usted introdujo en esa sesión, seguramente para
controvertir los efectos de la consulta y la decisión anunciada por la
Representación Profesoral de acoger el resultado. Disculpe si interpreté mal sus
planteamientos, como afirmó en el Consejo Académico. Pero sigo pensando que allí
está el núcleo duro del debate, porque implica visiones diferentes de academia, de
la relación Universidad-sociedad, de la autonomía universitaria, entre muchas
otras cosas, que deberían ser el fundamento del debate público sobre una
transformación profunda del sistema de educación superior que tenemos.
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Como dijo la señora Ministra, pensemos qué país queremos y después qué tipo de
educación nos puede llevar a él. Acepto la propuesta. Por mi parte, prefiero un país
democrático, solidario e incluyente, con una academia democrática, solidaria e
incluyente, y no autoritaria, vertical, individualista e inequitativa, como la que
existe y se reproduce en nuestras aulas.
Profesor Wasserman, le digo con toda honestidad que creo que su vivencia
angustiosa en ese carro durante cinco horas le ha producido una distorsión muy
profunda de la realidad y de la interpretación de las motivaciones de quienes
estuvimos impelidos a hacer presencia en ese lugar. Le pido, con todo respeto, que
presente una corrección de sus apreciaciones y acusaciones en el mismo escenario
en que las presentó, esto es, en el Consejo Académico. Recuerde que una acusación
infundada puede constituir un delito.
Con un respetuoso saludo
MARIO HERNÁNDEZ ÁLVAREZ
Representante Profesoral en el CSU
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