Corregirse a tiempo. Pensar en las consecuencias globales de una sociedad proyectada al consumismo, al mercado de la autosatisfacción personal, a la prédica de un populismo con un intelecto envuelto en la desidia, al conformismo de mantener la desigualdad como ley, y el intento de trastocar la benevolencia de la naturaleza en todo su esplendor; revelan la urgente necesidad de actuar con responsabilidad ante el presente panorama social. Realmente, no es tan necesario ser líder político, activista social, o directivo de importantes instituciones para marcar la diferencia. El verdadero cambio, la esencia misma de la revolución es: hacer, pensar y actuar con honestidad y coherencia, vivir con un propósito real de vida, y especialmente, buscar la propia felicidad. Una realidad que hoy es posible gracias a la aspiración y la propia naturaleza humana, sedienta de libertad, proyectada al bien común. Sin embargo, es complicado entender las razones por las que nos agrietamos en nuestra historia, destruimos lo que consideramos inacabable, y actuamos como si fuéramos inmortales. Lo que hoy se ve en las noticias, en los diarios, en las redes sociales, e incluso aquello que no se ve, son solo miradas superficiales de una sociedad vacía, una sociedad que espera la metamorfosis divina, la salvación inmerecida, y la llegada de un místico salvador que redima al mundo. En nuestra sociedad, se han ido construyendo inefables creencias sobre un futuro prometedor, con la mirada puesta en los gobiernos, en la burocracia, y en el dinero. No es una cuestión de discursos ecológicos, bastos de polémica, y carentes de saliva; se trata de hacer lo que la mayoría de las personas se niegan hacer con su propia realidad y con los resultados de su propia responsabilidad, se trata de asumir el compromiso propio y tomar rumbo propio, enmendar los errores y proyectarse en el presente, asumir una actitud de corregirse a tiempo.(O) [email protected]