¿Es la familia el soporte central de la población envejecida

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Travesías Fragmentadas
¿Es la familia el soporte central de la población envejecida?
Mercedes Zúñiga Elizalde*
El envejecimiento de la población en nuestro estado está cobrando cada vez mayor
relevancia, particularmente en ciertas regiones, lo que nos coloca frente a un problema
que dentro de algunos años tomará dimensiones preocupantes si no se crean las
condiciones económicas, políticas y sociales que preparen esta transición.
En la sociedad moderna las personas adultas mayores son percibidas generalmente
como sujetos dependientes, infuncionales para el trabajo y demandantes de apoyos de
todo tipo. Ante la debilidad del sistema de seguridad social y la falta de programas
estatales sólidos y permanentes de protección a las personas mayores de 60 años, se
piensa que es la familia el soporte central del sustento de la población envejecida.
En efecto, en países como México esto ha sido así por muchísimos años. Hoy en día, sin
embargo, el apoyo que se esperaría de la familia ya no parece tan seguro; por el
contrario, pareciera que vivimos un proceso paulatino de individualización del
envejecimiento, donde cada quien tiene que encontrar sus propias posibilidades de
sobrellevar su vejez porque la familia no siempre cuenta con los recursos para apoyar a
sus miembros de mayor edad.
Entre las y los adultos mayores las redes de apoyo que se logren establecer son
fundamentales para el mejoramiento de su calidad de vida. La falta o la pobreza de las
mismas afecta negativamente distintos aspectos vitales de su existencia. En nuestra
entidad, según la investigación realizada en El Colegio de Sonora, de la cual formé
parte, y que se titula “Problemas y alternativas sobre el envejecimiento: los retos a
enfrentar en el estado de Sonora”, la familia sigue contribuyen de manera importante en
los cuidados a la salud y las necesidades de alimentación de la población mayor, pero no
es la única fuente de apoyo. Las redes vecinales y comunitarias también intervienen
para proveer algunos satisfactores que el Estado no aporta.
De acuerdo a los resultados de la investigación señalada, las personas mayores,
particularmente los de sexo masculino, están muy lejos de ser dependientes
económicamente de los hijos u otros familiares. Los mayores de 60 años siguen siendo
de manera importante autosuficientes, encontrándose incluso personas de edad avanzada
que siguen proveyendo de recursos económicos a otros familiares.
Son los hijos e hijas y otros familiares, como sobrinas/os, hermanos/as, nietas/os, los
que ayudan con recursos económicos, pero éstos son muy limitado, aunque se observan
diferencias dependiendo del tipo de hogar y la condición socioeconómica. La ayuda de
la familia se centra en el aporte de mercancías y de servicios de cuidado y atención a la
persona.
El tipo de hogar en el que vive la persona adulta mayor es decisivo para identificar los
apoyos de cuidados que se les brindan. Por ejemplo, los hombres que viven solos
parecen recibir menos apoyos de cuidado o atención para sobrellevar los trabajos de la
casa y cubrir las necesidades de alimentación, higiene personal y salud. Hay que
señalar, empero, que son los varones los receptores de mayores servicios de atención,
particularmente los derivados de las tareas domésticas.
Son las mujeres, esposas, hijas o cuñadas, en algún casos hermanas, sobrinas y nietas
las que cumplen principalmente con esas labore. La dependencia de cuidados y atención
se observa de manera más amplia en los hombres mayores de 80 años. También en las
mujeres de este intervalo de edad se da esta situación, aunque eso no las excluye de
realizar algunas tareas de autocuidado.
Las mujeres, de cualquier intervalo de edad, tipo de hogar o municipio y situación
socioeconómica, parecen establecer lazos más fuertes de apoyo mutuo con familiares y
vecinos u otros miembros de la comunidad, tal vez en función del entrenamiento social
que tienen éstas para establecer relaciones de mejor calidad.
Sin embargo, las personas mayores no sólo son receptores de apoyos, también, incluso
las de mayor edad, son proveedoras de ayuda a familiares y vecinos. El apoyo que
prestan las mujeres mayores de 60 años se centra en la realización de quehaceres
domésticos, preparación de alimentos, cuidado de nietos/as o enfermos/as, y algunas
veces en especie o en dinero. El de los hombres es básicamente en dinero o en especie.
Los resultados de la investigación señalada arrojan datos muy relevantes que
contrarrestan muchos de los estereotipos sobre la población de mayor edad. Una
cuestión central que se destaca es que la familia está disminuyendo su participación
como soporte social del envejecimiento de la población. En ese sentido, el Estado tiene
que hacer frente a esa realidad y asumir su responsabilidad en la dimensión y urgencia
con la que se amerita.
*Profesora-investigadora del Programa de Relaciones Industriales de El Colegio de
Sonora, [email protected]
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