Subido por javierlozanos

Hitos de piedra en el paisaje del occide

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HITOS DE PIEDRA EN EL PAISAJE
DEL OCCIDENTE ZAMORANO.
ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO DE LOS CRUCEROS
DE LA COMARCA DE SAYAGO1
Pedro Javier Cruz Sánchez
Universidade de Tras-os-Montes e Alto Douro (UTAD)
Centro de Estudos Transdisciplinares para o Desenvolvimento
(CETRAD)
Los cruceros ocupan un lugar destacado en el paisaje sayagués.
Los encontramos en el espacio urbano, al pie de los edificios religiosos y formando parte de ciertos recorridos sagrados que dan lugar a
vías sacras en las que se desarrollaron buena parte de los rituales penitenciales de Semana Santa y ciertas prácticas incluidas en los ciclos de
bendición de campos, de rogativas y Cruces de Mayo. Pero también lo
hacen en el entorno del ámbito urbano, en el espacio liminal que se
encuentra a caballo entre el núcleo habitado y ocupado por el caserío y
el cinturón de cortinos que lo rodea y, cómo no, lo hace en el campo,
donde marca la presencia de viejas construcciones sagradas, sucesos
1
Este texto se basa en el trabajo de campo que llevamos a cabo en primavera de
2011, para lo cual recibimos una beca de investigación de la Institución Florián de
Ocampo. Nuestro amigo y maestro Antonio Cea Gutiérrez, profesor de investigación
de CSIC, ha efectuado numerosas apreciaciones y sugerencias que enriquecen el texto.
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luctuosos o indica direcciones en los caminos tradicionales de la comarca.
Tal vez sea el estudio clásico de Alfonso R. Castelao, titulado As
cruces de pedra na Galiza, publicado en 1950, el primero de una larga
lista de investigaciones cuyos objetos de análisis han sido los cruceros
y las numerosas prácticas rituales asociadas en torno a ellos. El investigador gallego ofrecía unos interesantes apuntes sobre su origen, tipología y evolución dando lugar a un corpus que han nutrido las investigaciones de otros investigadores posteriores como Clodio González,
Juan José Burgoa, Ángel Cerrato o Lois Ladra, entre los más reconocidos; aún con eso, lo cierto es que la nómina de publicaciones sobre
los cruceros es prácticamente inabarcable como para efectuar en estas
páginas un ensayo bibliográfico que consideramos, por otra parte, tan
extenso como innecesario.
El origen de los cruceros se puede rastrear en ciertas prácticas en
torno a las encrucijadas y en la colocación de cruces en árboles y piedras, como patente muestra de actos conscientes de sacralización de
caminos, piedras y elementos naturales, donde las élites locales reforzaban simbólicamente su poder, tal y como se ha puesto de manifiesto
en el caso del denominado Pillar of Elliseg en tierras galesas (WILLIAMS, 2010: 13-32). En este sentido, se acepta que el origen de las
cruces de piedra se ha de buscar en el arte celta de las Islas Británicas,
concretamente en las denominadas cruces altas (o cruces hincadas) irlandesas y anglosajonas datadas en los siglos VII y VIII -cruces de
Ruthwell y de Bewcastle-, cuya génesis algunos autores encuentran en
la sacralización cristiana de algunos menhires prehistóricos 2 (PLAZA
BELTRÁN, 2013: 8-9). Sin desdecir este origen anglosajón, otros investigadores encuentran el origen de los cruceros peninsulares en los cruceros
2
En este sentido, la denominada Cruz de las Portillas, en término de Padornelo
(Zamora), mencionada en su día por Castelao, parece haber sido tallada a partir de
un menhir prehistórico. Permite apuntar además la extensión del fenómeno hasta tierras del occidente castellano y leonés (RODRÍGUEZ Y FERRER, 2003: 237-242).
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bretones3, nacidos a su vez en el arte germánico, datados a partir del
siglo XIV, tal vez antes si consideramos las fechas de algunas cruces
gallegas (cruz de Pao da Vella, localizada en los montes lucenses de
Buio, datada en el siglo VII), introducidos por parte de monjes bretones e irlandeses a través del Camino de Santiago (ibidem, 10).
Dejando de lado el crucero de Buio, los más antiguos de Galicia
parecen datar de principios del siglo XIV (cruceiro de Melide) (GONZÁLEZ PÉREZ, 2003: 30), momento en que se generaliza su erección en
la centuria posterior, coincidiendo con los gustos estéticos del arte tardogótico; se documentan a partir de este momento un sinfín de cruceiros en tierras del noroeste, cuya iconografía girará en torno a la figura
del Crucificado y de la Virgen, acompañados en ciertas ocasiones por
representaciones de santos o de determinadas escenas bíblicas (ibidem, 35-39).
Sacralización de las piedras según la ilustración de un viejo
tratado inglés de finales del siglo XIX
3
Para saber más sobre este tema remitimos a los trabajos clásicos de P. GRUYER
(1920): Calvaires bretons. Les Visites D‘Art. Paris y de E. ROYER (1990): Calvaires
bretons. Luçon. En ello encontramos un magnífico apartado gráfico de cruceros que
se datan desde la Alta Edad Media hasta nuestros días.
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La Contrarreforma (1545-1563) trae, por su parte, el florecimiento de los cruceros, según se desprende de la lectura de algunas de
las sesiones del mismo relativas al Purgatorio y a la obtención de la
salvación eterna por medio de las indulgencias, los sufragios y las donaciones. Aquellas se materializarán en la erección de cruceros como
acto de gracia o de ciertos mandatos como el relativo a la colocación
de cruces en lugares sagrados, delante de la portada de los templos o
en lugar de los mismos, cuando éstos habían desaparecido. Hasta el
final del periodo barroco, vamos a documentar el mayor número y variedad de cruces. En la difusión de estos monumentos tiene un papel
fundamental las órdenes mendicantes, sobre todo los franciscanos y
los dominicos, por un lado, y los benedictinos por otra (PLAZA, 2013:
14-15), principales difusores del valor salvífico de la cruz y del crucifijo (CASTELAO, 1950: 170-172). Es el periodo en que los cruceros
aparecen cargados de toda la compleja iconografía tridentina que caracteriza esta etapa (SEBASTIÁN, 1981; MÂLE, 2001), con la constante
presencia de los estigmas de la Pasión o Arma Christi y la representación de la Dolorosa. Parejos a los gustos estéticos del momento, los
cruceros se adornan con volutas, rocallas, acantos u otros motivos de
tipo geométrico, con frecuencia formando pendant con los adornos de
los templos que se levantan en las inmediaciones.
Las motivaciones que llevaron a levantar cruces de piedra, han
sido variadas a lo largo del tiempo y entre ellas, como luego veremos,
detectamos las litúrgico-conmemorativas, las votivas, las devocionales
o las que erigieron las cofradías o los barrios que conforman la trama
urbana de las distintas poblaciones, por citar tan solo algunas. Fruto de
ello es la existencia de toda una amplia serie de cruceros que vienen a
ocupar su lugar de forma estratificada en el ámbito urbano, periurbano y en el campo. La siguiente tabla, que no pretende ser
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exhaustiva4, trata de dar cuenta de la extensa variedad de cruceros que
encontramos en el paisaje tradicional:
1.- TIENTOS PARA UNA CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA DE
LOS CRUCEROS SAYAGUESES
Uno de los aspectos que menos se ha tratado en el estudio de los
cruceros, a excepción de algunas aportaciones ya consignadas CASTELAO, 1950 y GONZÁLEZ PÉREZ, 2003, como dos de los más importantes investigadores, es el relativo a su análisis crono-tipológico, sin duda debido a que la mayor parte de ellos suelen corresponder con manifestaciones populares sin autor conocido y sin una fecha de erección
4
Al respecto es necesario acudir a la completa tabla tipológica de cruceros que propone Juan José Burgoa para tierras de Galicia (BURGOA, 2003a: 77-78).
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precisa. Se da la circunstancia además, de que para este tipo de elementos no suele existir una documentación de archivo específica 5,
siendo muy pocos los que cuentan con una referencia escrita, habitualmente relacionadas con obras de cuadrillas de canteros pontevedreses trabajando en algunos territorios castellanos y leoneses, como
la Sierra de Francia6. Por su parte, aunque los trabajos de corte antropológico son algo más abundantes (CRUZ SÁNCHEZ, 2012: 315-352),
aún no se ha tratado de forma exhaustiva la extensa nómina de tradiciones y prácticas rituales que giran en torno a estos hitos del paisaje
campesino tradicional7.
A nuestro modo de ver, el análisis de los cruceros ha de ser efectuado desde una triple vertiente: 1.- morfo-tipológica; 2.- histórica y
contextual y 3.- antropológica, necesario para tratar de comprender las
motivaciones por las cuales fueron erigidos en un momento y en un
lugar determinado. Aunque no vamos a abordar ahora en detalle estos
temas, el análisis morfo-tipológico8, en primer lugar, nos ha de aproximar a la cuestión del estilo, tanto si se trata de un crucero decorado
o no, epigráfico o anepígrafo, para lo cual resulta fundamental desmenuzar todas sus partes —basamento o plataforma, pedestal o base, varal o fuste, capitel y cruz—, para asignarlo, cuando la fecha no es precisa, a un periodo determinado. El histórico, por su lado, ha de resolver
la cuestión del cuándo y quién se erige, a veces sencillo si el crucero
5
Si bien es cierto que los cruceros suelen aparecer en los documentos de archivo,
sobre todo en los libros de fábrica y libros de cuentas de determinadas cofradías, pero lo hacen, por lo común, de manera muy tangencial.
6
Agradecemos al Dr. Antonio Cea una serie de referencias sobre la presencia de
canteros gallegos en la provincia de Salamanca, datadas entre los siglos XVI y
XVII.
7
Para el caso gallego, existen algunos importantes estudios que centran su atención
en ciertas prácticas rituales en torno a los cruceros. Al respecto véase el trabajo de
FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA FRAGA (2003), TABOADA CHIVITE (1975), de CERRATO
ÁLVAREZ (2008: 121-133) o el de BURGOA FERNÁNDEZ (2003b).
8
Para el caso castellano y leonés existe alguna aportación interesante (cf. PLAZA
BELTRÁN, 2012: 15-25 y VILLAR HERRERO, 2001: 56-58).
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cuenta con fechas e inscripciones -de donantes, cofradías, etc.- habitualmente incluidas en los pedestales9; finalmente, a través del estudio
antropológico de los cruceros han de definirse sus usos pasados y presentes, tema que entronca con las prácticas rituales que se desarrollan
en torno a los mismos. Con estas premisas, podemos plantear una
primera clasificación de los cruceros en función de lo apuntado líneas
atrás:
▪ Anepigráficos
CRUCEROS
▪ Epigráficos10
Populares
Elaborados por canteros
Año de erección
Dedicación o donante
Sin representación
iconográfica
Con iconografía
En el espacio urbano y campestre de Sayago, coexiste un verdadero palimpsesto de símbolos, por la acumulación diacrónica de cruceros, lo que se manifiesta de manera nítida en el viacrucis de Fermoselle, con cruces de variada naturaleza, hecho que se reproduce en
numerosas vías sacras y que parece responder a fenómenos de frecuentes sustituciones, en función del decoro de las distintas estaciones. Si atendemos a estas circunstancias de aglomeración de cruceros
en el ámbito urbano y en su entorno, se puede establecer una seriación
tipológica de cruces exentas que engloban la extensa variedad presente
en el territorio sayagués. Las hay que fueron ordenadas labrar y erigir
9
Aunque las inscripciones de las basas suelen ser de muy variado origen, las más
comunes son las votivas o conmemorativas –del tipo ―ESTE CRUCERO SE HIZO
A DEVOCIÓN DE…‖-, las que se relacionan con los recorridos procesionales o las
que exhortan a rezar un responso frente a ellas. En este último caso ponemos como
ejemplo el crucero de Puente del Congosto (Salamanca) que reza: ―PATERNOSTER/ I AVE MARIA POR/ LOS VIVOS I DIFU/ NTOS DE EBA/ AÑO DE
1732/ DIERON ESTA +/ LOS COFRADES/ DE LA COFRAD/ IA D LA PASION/
DE ESTA BILLA‖.
10
Por lo general, esta familia de cruceros suelen ser obra de canteros especializados,
habitualmente gallegos o, en menor medida, portugueses.
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por el estamento eclesiástico -por ejemplo los cruceros atriales 11- o
por la autoridad civil -como las cruces de villa-, en ciertos casos, pero
también las hay elaboradas por y para el pueblo (cruces de dirección o
cruces de muertos). Esta circunstancia deriva de la existencia en el
contexto rural, de una marcada ―estratificación tanto cultural como social‖ (BURKE, 2014: 64) o, lo que es lo mismo, la existencia de dos
tradiciones -la pequeña y gran tradición sugerida en su día por el antropólogo norteamericano Robert Redfield-, modelo que, aunque no
está exento de críticas, es un buen punto de partida a la hora de comprender la presencia de tan variado tipo de cruces en un territorio concreto.
Así pues, para el caso castellano y leonés, podemos definir dos
grandes familias -con y sin decoración- que se ramifican, a su vez, en
varios tipos en función de la silueta de la cruz:
1.- Cruceros simples. Los cruceros más comunes suelen ser, al
menos en Sayago, elementos obtenidos a partir de una pieza monolítica de granito, apenas desbastada, sin pedestal o escasamente desarrollado. Es el modelo base para toda una serie de variantes obra de canteros en los que el despiece de los mismos -basamento, pedestal, varal,
capitel y cruz-, suele mostrar escasa variedad formal, casi siempre
centrada en la sección de los brazos de la cruz, circular u ochavada.
11
Para comprender el origen y significado de esta familia de cruces, que no vamos a
analizar en detalle en esta ocasión, es necesario acudir al trabajo de Farías Zurita sobre las sagreras catalanas (FARÍAS, 1993: 81-121).
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Tipo de crucero monolítico sencillo. Dibujo de José Carlos Sanz Belloso.
2.- Cruceros decorados. Una segunda gran familia de cruceros
ofrece algún tipo de decoración, habitualmente la representación del
Crucificado en una de las caras y la Soledad en la espalda, con toda
una serie de adornos y símbolos (calavera y tibias cruzadas, serpientes, decoraciones vegetales, soliformes, etc.) en la basa y el capitel.
3.- Cruceros con la representación de las Arma Christi. Esta tipología, que entendemos como una variante de la anterior (apenas documentada en nuestra zona de estudio), es muy común en otras comarcas, como las sierras salmantinas de Francia y Béjar donde suelen
estar relacionados con las cofradías de Ánimas y de la Vera Cruz. Se
representan en este tipo de cruces buenas parte de los improperios o
los estigmas de la Pasión de Jesucristo, habitualmente a lo largo del
palo vertical y del brazo horizontal, ejemplarizado en los cruceros de
La Alberca o de San Martín del Castañar, entre los más conocidos.
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Crucero con la representación de los Arma Christi y figurado con la imagen
de la Dolorosa y el Crucificado. Dibujo de José Carlos Sanz Belloso.
4.- Cruceros con silueta de cruz-joya. Como ocurre con el grupo
que sigue después, estos tipos los podemos incluir como variante de la
familia de los cruceros decorados. La cruz de este primer tipo muestra
ciertas concomitancias con las cruces de la joyería tradicional, reflejadas en la presencia de pezuelos o medias bolas en los remates de los
brazos o el empleo de la sección apanalada en los brazos de la cruz,
habitualmente rematadas en esquemáticos florones o lises de cuatro
hojas.
5.- Cruceros con silueta de cruz parroquial. Aunque son menos
abundantes, en el grupo de las cruces con perfil de cruz parroquial se
incluye la invariante de los cruceros decorados en los cuales la cruz
sigue un esquema similar a las cruces de orfebrería -remates trebolados, travesaños de perfil liliforme de estilo renacentista-, sostenidas
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por esbeltos varales terminados en capiteles de orden compuesto o corintio.
Crucero en silueta de cruz-joya. Dibujo de José Carlos Sanz Belloso
Los cruceros son, como apuntamos, referentes espaciales que
marcan vías sacras en torno a las cuales se rigen los conocidos como
―principios de congregación‖, esto es, ciertas agrupaciones de individuos que se concitan en calidad de actores rituales para encontrar cierta reciprocidad con la divinidad por medio de complejos mecanismos
sociales y simbólicos (VV.AA., 1991: 263-264). Las cruces situadas
en el medio urbano o en el entorno natural son el centro de determinadas prácticas litúrgicas y de ciertos ritos de paso, como los rituales en
torno a las encrucijadas, tema tratado de forma extensa por Jesús Taboada (TABOADA CHIVITE, 1975: 101-112), las cruces de Mayo, los
ciclos de rogativas y de bendición de campos y las prácticas penitenciales en torno a los viacrucis y Calvarios. Sirven de instrumento,
además, de ocupación simbólica del espacio (RODRÍGUEZ DE LA FLOR,
2014: 75), por medio de elementos reconocibles que ejercen de ejes
referenciales, no solo físicos sino también espirituales.
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1.1.- Cruceros en el contexto urbano de las poblaciones de
Sayago
Es evidente que Sayago ofrece una variada muestra de cruceros.
Los que se localizan en el corazón urbano se encuentran de manera
preferente en torno a los templos, delante del espacio propio del atrio
como es la norma litúrgica y formando parte de las estaciones de los
viacrucis cuyo mejor ejemplo es el recorrido penitencial de Fermoselle o los de algunas poblaciones de Aliste y Sayago, tratados en anteriores capítulos de este libro. La práctica totalidad de los municipios
en los que se ha realizado trabajo de campo, cuentan con cruceros urbanos; raro es el pueblo que falta una cruz y cuando así ocurre es a
causa de la destrucción de las mismas. Con todo, el número de cruceros en los distintos pueblos de Sayago varía entre uno y tres, salvando
los recorridos procesionales de los viacrucis, que suelen estar formados por una quincena de ellos. A grandes rasgos, se evidencian cuatro
tipos de cruceros exentos, en función de su aspecto formal:
Tipo 1. Cruz con la representación del Crucificado y la Soledad
de Fermoselle. En la calle Requejo de la capital de Sayago, se alza un
crucero (cruz de Terradillo) que se nos ofrece como un elemento único dentro de los cruceros urbanos de la comarca. Desplazado de su
posición original, antaño frente a la iglesia de Nuestra Señora de la
Asunción, se levanta hoy en el centro de una alargada plaza situada
hacia la mitad septentrional de su casco habitado. Compuesto por basa
cuadrada en cuyas caras aparecen representadas la calaveras y las tibias cruzadas, símbolo de la muerte pero también de los huesos de
Adán. Fuste ligeramente estriado en cuyo extremo superior encontramos dos figuras humanas ¿Adán y Eva? Capitel de orden corintio que
da paso a la cruz de sección circular, apoyada sobre pie decorado con
flores cuatripétalas. En una cara la imagen de Cristo crucificado y a
sus espaldas la Soledad con las manos cruzadas a la altura del pecho.
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Crucero figurado de Fermoselle. Terradillo
Nos topamos ante uno de los pocos cruceros de sabor ―gallego‖
de nuestra comunidad. En este sentido, podemos mencionar los cruceros sanabreses de Rozas de Sanabria (SAN JOSÉ ALONSO, 1994: 217;
SAINZ, 1993: 266), en cuya basa se representa una Dolorosa popular
muy similar a la fermosellana y el de Rábano de Sanabria, con la representación del Crucificado y la Dolorosa con Cristo yacente (SAN
JOSÉ ALONSO, 1994: 218; SÁINZ, 1993: 264), conjunto fechado a partir
de una inscripción del palo en 1697. En la vecina provincia de Salamanca, documentamos otros dos cruceros de aspecto similar en La
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Alberca y en las localidades arribeñas de San Felices de los Gallegos y
Sobradillo (CRUZ, 2016: 136-139; HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, 2008: 7172). En ambos casos se han venido relacionando con uno de los ramales occidentales del Camino de Santiago.
El crucero de Fermoselle encuentra su mejor reflejo en los cruceiros gallegos, según podemos apuntar a través de un breve repaso a
la bibliografía clásica (CASTELAO, 1950; GONZÁLEZ PÉREZ, 2003 o
BURGOA FERNÁNDEZ, 2003). El tema de Cristo en la cruz y la Soledad
es recurrente en los cruceiros del Noroeste sobre todo a partir del siglo
XVI (CASTELAO, 1950: 163-164), momento en el que establecida por
Trento, se generalizó el culto de la Pasión. Pero aparte de esta iconografía del crucero de Fermoselle, muy común, por otro lado, destaca
por la decoración de su basa, en cuya posible erección se debiese a
una Cofradía de Ánimas y del varal en el que observamos sendas figuras humanas que tal vez haya que relacionar con el tema del pecado
original, que también común en los cruceiros gallegos (Simes, Tremoedo, Estribela, Carballedo, Carril…), de origen antiguo que sobrevivió a Trento (ibidem, 139-145). Se trata de una representación que
en Galicia pervivió hasta bien entrado el siglo XIX (GONZÁLEZ PÉREZ,
2003: 80-81), lo que nos lleva a datar el crucero de la capital sayaguesa hacia la segunda mitad del siglo XVIII.
La iconografía y la relativa rareza de este tipo de cruceros, nos
lleva a suponer en todos ellos la mano de un cantero foráneo, tal vez
gallego, que se percibe tanto en la propia factura y talla, muy diferentes a los cruceros que podemos catalogar como ―locales‖, como en el
despliegue de un elenco iconográfico inexistente en el resto de las
cruces sayaguesas. Aunque no vamos a entrar a analizar la autoría de
los escasos ejemplos castellanos y leoneses, no podemos dejar de
plantear la existencia de una vía norte-sur de artistas gallegos12 que
12
Se encuentra documentada desde al menos el siglo XVI la presencia de canteros
itinerantes pontevedreses en Castilla, los cuales eran muy solicitados para trabajar
tanto en las grandes obras como en piezas menores tales como cruceros, petos de
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quizá por encargo, elaboraron estas particulares obras de devoción. Se
trata de una vía que alcanzaría al menos el santuario de la Peña de
Francia en la sierra del mismo nombre. Tal vez en este trasiego de artistas haya que situar, a modo de hitos de este hipotético itinerario la
presencia de santuarios dedicados a la Virgen de la Peña de Francia en
Zamora (SÁNCHEZ DOMÍNGUEZ, 2004: 247-280) y ya en tierras gallegas, en el santuario pontevedrés de Dozón, con esa misma advocación.
Como variante del anterior, podemos mencionar el crucero de
Villamor de la Ladre, alzado al pie del cementerio, anejo a la ermita
de Nuestra Señora de Mediavilla. Se trata de una sencilla cruz monolítica, con ligero repié, pero sin basamento, de sección facetada, que
muestra en la intersección del palo vertical con el brazo una calavera
sobre tibias cruzadas, todo ello en bajorrelieve. Se trata de un tipo,
eminentemente popular a tenor de su hechura del que, sin embargo,
apenas detectamos paralelos similares tanto a nivel comarcal como a
una escala territorial más amplia. Este crucero, que marca de forma
evidente un espacio funerario, presenta una trasposición del Crucificado, el cual domina la composición ocupando un lugar central en el
crucero, por la calavera y las tibias cruzadas -emblema de Adán y
símbolo de la muerte- habitualmente localizadas a los pies de la cruz,
en una evidente disposición jerarquizada respecto a la figura de Cristo,
de la Dolorosa o incluso de los Arma Christi. Esta cruz se encuentra
en la órbita de las alminhas portuguesas y esmoleiros y petos de ánimas gallegos13, así como en cruceros de los denominados de mala
morte, también gallegos (FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, 1990).
ánimas, puentes, molinos, fuentes e incluso relojes de sol (FIGUEIRA VALVERDE,
1976).
13
Encontramos abundantes referencias en los trabajos de FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
NÚÑEZ, E. (1998a): Esmoleiros e petos de ánimas da provincia de Pontevedra. Ir
Indo Edións. Vigo y (1998b): Esmoleiros e petos de ánimas da provincia de Ourense. Ir Indo Edións. Vigo, así como de BARRIOCANAL LÓPEZ, Y. (1985): Arte popular. Los petos de ánimas. Boletín Avriense, Anexos 3. Museo Arqueolóxico Provincial. Ourense.
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Crucero situado en las inmediaciones del cementerio
de Villamor de la Ladre.
Tipo 2. Cruz de Los Borbujos de Carbellino de Sayago. Situada
en las inmediaciones de la iglesia de esta localidad, este ejemplar tardogótico del que Felipe Carnero apunta una interesante leyenda
(CARNERO, 1985: 132-133) y cuya denominación —de los Borbujos—
se refiere a las bolas de tipo isabelino que la decoran. Se alza sobre
basa cuadrada anepígrafa de sección circular en su base y ochavada en
su extremo superior y en el travesaño, que se aprovechó para labrar 84
pomas, en grupos de 42 a cada lado del crucero y la filacteria con el
INRI en uno de los lados. Precisamente en el lado de la cartela, presenta el palo una inscripción incisa que los líquenes apenas dejan
transcribir.
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Cruz de los Borbujos de Carbellino de Sayago.
Sin duda alguna la cruz de Los Borbujos es una de las más originales de Sayago; es un tipo bastante común en tierras abulenses
(cruceros de Hoyos del Espino y Puerto Castilla y crucero del humilladero del Cristo de la Luz en la misma capital), en las salmantinas
(Los Santos y Montemayor del Río) y en las vallisoletanas (Lomoviejo), por citar tan solo algunos recogidos en la obra de Javier Sáinz y
por nosotros mismos. Los recientes estudios del cruceiro gallego de
Pena Corneira o de Lamas, similar al nuestro, sitúan este tipo de cruces con decoración isabelina a principios del siglo XVI (GONZÁLEZ,
CONDE y MARÍN, 2011: 115-124), cronología que casa perfectamente
con la propuesta para las estelas funerarias mudéjares de la ciudad de
Ávila ornadas con este particular tipo de ―bolas‖, término empleado
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en la documentación de la época (JIMÉNEZ y VILLANUEVA, 2011:
382). Encontramos algún ejemplo gallego más, como la cruz de Vilarello situada en la Terra de Valga, en la que se hacía una parada para
rezar un responso en las procesiones de entierros (LADRA, 2002: 195195).
Tipo 3. Cruceros de brazos apanalados. Esta familia cabe dentro del tipo de cruceros con silueta de cruz-joya que establecíamos al
principio de este capítulo. Se trata de un crucero en el que, a pesar de
que encontramos cierta variedad formal, sobre todo en lo tocante a la
plataforma, el pedestal, el varal y el capitel, la cruz que corona todo el
conjunto muestra la misma silueta, de brazos apanalados con los extremos rematados por flores de cuatro pétalos (Anexo I).
Los sayagueses ofrecen una variabilidad formal propia de la diacronía lógica que existe en la formación de los paisajes sagrados. Parece norma común y de ello vamos a dar buen ejemplo cuando analicemos el viacrucis fermosellano, el encontrar una extensa variedad de
cruceros motivado por la sustitución de unos por otros o erección por
medio de comitentes diferentes a lo largo del tiempo. Para el caso que
nos ocupa, observamos un conjunto de ejemplos la existencia de cierto
aire de familia en la elaboración de las cruces, realizada por maestros
canteros, posiblemente itinerantes. Este tipo de cruces de sección apanalada resulta muy del gusto de la segunda mitad del siglo XVIII, como podemos contrastar en la joyería (CEA, 1996: 207) y en la platería,
arte donde es frecuente el empleo de remates en cruz con brazos que
presentan esta sección y extremos rematados en pezuelos (RIVERA DE
LAS HERAS, 2009: 167). Confirmarían esta cronología las cruces que
coronan la cubierta de la iglesia parroquial de San Vicente de Muga de
Sayago que se elevan, como ocurre en su particular crucero, sobre una
base de dobles eses enfrentadas, a modo de flamas o serpientes de la
que emerge una columnilla, motivo que recuerda la basa del crucero
de Palazuelos de Sayago. La variabilidad de los soportes de los cruceros ha de ser entendida, por tanto, en función de esta necesidad de
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renovación constante del mobiliario litúrgico para lo cual las frecuentes Visitas Pastorales a la comarca dejaron indicado de forma expresa.
Crucero atrial de Fariza de Sayago y Crucero en el atrio de la iglesia parroquial
de Muga de Sayago.
Tipo 4. Cruceros de brazos facetados/ cuadrados. Este tipo es el
más común en la comarca, como podemos observar en la tabla del
anexo correspondiente. Caracteriza a esta amplia familia de cruceros
la presencia de cruces de sección facetada o cuadrada con las aristas
biseladas, asentadas en una cierta extensa variabilidad en cuanto a plataformas, pedestales, varales y capiteles (Anexo II).
Esta grupo de cruceros completa una especie de cajón de sastre
en el que incluimos los tipos estilísticamente más sencillos y, por consiguiente, los más comunes. Se trata de obras con cierto dimorfismo
que se comprueba en la relativa ausencia de plataformas, varales o
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capiteles y en la manera de elaborar la parte principal, la cruz, cuya
sección suele variar entre la cuadrada, obtenida de una roca apenas
desbastada, la cuadrada pero con el bisel rebajado y los cruceros de
sección ochavada. Se trata de una variedad formal en la que se percibe
la mano de canteros locales para los ejemplares de factura más sencilla frente a canteros itinerantes para el segundo tipo. Presentan un dimorfismo propio de la diacronía de los cruceros pero también de la relativa variedad de artesanos a la hora de elaborar las obras.
Crucero de Argañín
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Crucero atrial en las inmediaciones de la ermita de santa Catalina y santa
Bárbara de Tudera y crucero atrial de la iglesia parroquial de san Pedro de Luelmo.
Dentro de este grupo de cruceros podemos diferenciar en líneas
generales las cruces sin basamento, varal y capitel (en el caso de los
de Zafara), de aquellos otros completos y más evolucionados estilísticamente, que incluyen todas las partes que caracterizan este tipo de
monumento. Estos últimos presentan un perfil próximo a lo que hemos dado en definir como cruceros en silueta de cruz-parroquial. Se
trata de uno de los modelos más comunes con tipos similares por toda
la Península Ibérica. Cuentan además con una cronología bastante extensa, lo que dificulta su datación. Otros cruceros, como los que encontramos en las poblaciones de Luelmo y Torregamones, responden
a modelos eminentemente cultos, propios de los siglos XVII y XVIII,
cuyos sencillos motivos decorativos -soles radiados, cartelas o filacterias de esquinas recortadas-, encuentran su mejor reflejo en el programa
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ornamental de los templos en cuyas inmediaciones se levantan aquellos.
Los más antiguos, tal y como señala Clodio González, se datan a
mediados del siglo XVII o tal vez algo antes, como lo prueban las fechas de ciertos cruceros gallegos con los capiteles circulares moldurados (1687, fecha del de Costenda en Tordoia) (GONZÁLEZ PÉREZ,
2003: 22) del estilo de los cruceros sayagueses de Badilla, Fermoselle
o Muga. No obstante, la mayor parte de las cruces exentas sayaguesas
se han de adscribir a lo largo del siglo XVIII, según lo certificarían las
fechas de los cruceros de Fermoselle (1715) y Zafara (1761) y las fechas de aquellos otros con los brazos de sección ochavada, como en
una de las estaciones del viacrucis de Cerralbo (Salamanca), en cuyo
pedestal aparece la fecha de 1762, data que hacemos extensible a buena parte de los cruceros del occidente meseteño14.
Como ocurre en los cruceros gallegos, los sayagueses ocupan
unos espacios muy concretos en el paisaje en torno a los cuales se llevaron a cabo numerosas prácticas rituales y colectivas que acompañan
buena parte de los ciclos festivos anuales y algunos de los principales
ritos cotidianos. Retomando aquella teórica división del paisaje sayagués tradicional propuesto por Prada Llorente (2005), los cruceros
ocupan los tres estratos básicos, a saber: el casco urbano, la orla periurbana formada por el paisaje de cortinos y el campo abierto y el entorno natural.
Junto con las prácticas piadosas referidas estas cruces concitan
otros rituales de tipo individual como la práctica de rezar una jaculatoria ante ellas si se sale de viaje o a la llegada. Su alto valor simbólico,
tanto en las cruces de término como en las de villa, las otorgó incluso
14
Aunque las fechas más antiguas de los cruceros castellanos y leoneses son de mediados del siglo XVI, la mayor parte de ellos se datan entre los siglos XVII y XVIII.
Es interesante señalar, en este sentido, cómo un altísimo porcentaje de cruceros abulenses y salmantinos se erigieron en el periodo comprendido entre 1640 y 1680.
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el privilegio del derecho de asilo y de celebrar en torno a ellos las
reuniones de concejo (GIORDANO, 1983: 53-54).
Buena parte de los cruceros sayagueses forman parte de los recorridos del viacrucis y además se enraman en el mes de mayo. Entran
a formar parte de un doble juego sagrado y profano, juego que se ve
completado además con el valor de indicador de edificios religiosos
desaparecidos, como el crucero de Muga de Sayago (del tipo 4), en
lugar del viejo humilladero (COLINO, 2001: 200).
Los cruceros en el entorno urbano agrupan un buen puñado de
prácticas rituales relativas a las bendiciones del campo, la celebración
de ciertas fiestas anuales y la petición de protección en los trayectos
de idas y venidas de la población. Incluso algunos cruceros localizados en determinados tipos de recorridos, sobre todo en zonas de encrucijada, sirvieron de lugar de descanso en los trayectos funerarios
(CERRATO ÁLVAREZ, 2008: 127), práctica de la que se han conservado
numerosos ejemplos de Castilla.
Crucero de dirección a la salida de Almeida de Sayago.
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Los cruceros urbanos y campestres de las tierras del S.O. zamorano se enraman en el mes de mayo con manojos de arbustos floraleslilas y escobas blancas en Almeida de Sayago o Villamor de Cadozos,
o con ramos de árboles, como ocurre en Zafara, todos ellos atados con
cuerdas en el punto donde interseccionan el palo vertical con el brazo
horizontal, a modo de sencilla obra de quita y pon que se prolonga con
el engalanamiento no solo de las cruces sino también de las calles y
casas, de las que encontramos numerosos ejemplos a lo largo de toda
la comarca. Las fiestas de mayo, según Caro Baroja están muy presentes en todas las ciudades españolas, siendo el eje de toda una serie de
celebraciones de carácter popular en las que se entremezclan los propios elementos cristianos como el hallazgo de la cruz por parte de
Santa Helena, lo propio pagano del enramado de las cruces, el alzado
de los mayos y la propia bendición de los campos (CARO BAROJA,
1979: 85-98); esta última práctica se encuentra además muy presente
en Sayago, comarca eminentemente agrícola en relación con las celebraciones agrarias propias del mes de abril, momento en que se desarrollan numerosos actos litúrgicos que giran en torno a la figura de
San Marcos (DOMÍNGUES POLANAH, 1996: 308-309) así como la celebración de numerosas romerías a las principales ermitas de la comarca
(COLINO, 2001).
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Crucero enramado en las inmediaciones
de la ermita de Nuestra Señora de Gracia
(Villamor de Cadozos).
Crucero enramado de Almeida de Sayago.
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1.2.- Diversos tipos de cruces en los recorridos sagrados de
Sayago
Las cruces participan, de una u otra manera, en varios tipos de
recorridos sagrados o vías sacras de ida y vuelta, señaladas por las
propias cruces y otros elementos y adornos vegetales o paños de pulir
colgados de las ventanas, de un templo a otro (iglesia a ermita o humilladero) o de un edificio religioso a un crucero. Como ocurre en otras
comarcas vecinas, encontramos numerosos tipos de recorridos sagrados aunque los principales son tres: recorridos penitenciales de Semana Santa, recorridos del Corpus y recorridos de bendición de campos o
de ciclos de rogativas. Este tipo de circuitos ofrecen, por lo común,
varios elementos fijos que giran en torno a los edificios que sirven de
puntos de salida y llegada y agrupa tanto al propio camino que discurre por unos espacios pautados, como los protagonistas o toda una serie de hitos en torno a los cuales se desarrollan determinados rituales y
marcan y delimitan físicamente estas vías.
Estación del Víacrucis de Fermoselle.
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Dentro de la compleja maraña de itinerarios o caminos de peregrinación que se definen en la comarca de Sayago, nos centramos en
dos en los que la cruz es cuasi-protagonista. Por un lado, en los recorridos sagrados desarrollados en el entramado urbano y en su entorno
y por otro, itinerarios por el campo de Sayago en los que crucero sirven de marca y de referencia sagrada en el paisaje tradicional.
Aunque tan solo hemos encontrado evidencia material de recorridos de viacrucis en media docena de pueblos de la mitad occidental
de Sayago -Fermoselle, Muga de Sayago Argañín, Cozcurrita, Zafara
y Badilla-, parece que en toda la comarca se realizó en algún momento
este itinerario de tipo penitencial. En la actualidad tan solo en Fermoselle conserva en su totalidad, Muga de Sayago y Badilla solo parcialmente, media docena de Muga y tan solo una en la segunda de las
localidades. Sí ha pervivido el trazado físico que se completa año tras
año aún sin la presencia de los protagonistas principales.
El viacrucis de Fermoselle es un recorrido de trazado lineal; las
procesiones del Jueves y Viernes Santo parten de la iglesia de Nuestra
Señora de las Asunción y discurren por la calle de la Amargura hasta
la plaza Vieja. En este punto se levanta un crucero, que hemos tipificado como de silueta en cruz parroquial, situado en el cruce con la calle Laguna. En la plaza vieja se alza otro, fechado en 1715, de sencilla
silueta, encima de una fuente de tipo abovedado. Este punto marca un
espacio liminal, un punto simbólicamente importante porque aquí
termina el espacio urbano tradicional y comienza la orla peri-urbana,
antaño ocupada por cortinos. Es un lugar en el que discurre la procesión del Corpus, aunque esta toma otra orientación una vez alcanzada
la Plaza Vieja; así mismo desde esta cruz en tiempos se realizaba la
bendición de los campos hacia la hoja meridional del término de Fermoselle. Desde aquí la procesión discurre en dirección a la ermita de
la Soledad, punto donde se levanta el Calvario a lo largo de un camino
flanqueado por cortinas de olivares y tierras de secano. Está todo el
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recorrido ceñido por cruces de piedra que sirven de nexo de unión de
la parte urbana del entorno campesino.
Recorridos sagrados de Fermoselle. Se representan los recorridos de Semana Santa
y de bendición de campos. Unos puntos marcan la posición de los cruceros y otros
los cruceros desde donde se realizaba la bendición de campos.
Como ocurre con cierto número de viacrucis castellanos y leoneses, suelen estar compuestos por diferentes tipos de cruces, a modo
de palimpsestos en los que, sin embargo, suele predominar un tipo de
cruz que, a lo largo del tiempo, se sustituye habitualmente por indecoro o destrucción de las estaciones. En este caso encontramos una estación del tipo de brazos y palo vertical de sección ochavada sobre basa
cuadrada y plataforma escalonada, modelo bien contrastado en toda la
franja occidental de las provincia de Zamora y Salamanca, que en algunas estaciones vino a sustituirse por tipos más simples, de sección
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cuadrada, de metal o madera o cruces sobre piezas monolíticas de granito, del estilo de los cruceros campestres que luego veremos. Algunas estaciones fermosellanas cumplen interesantes funciones dúplices
de estación de viacrucis-cruz de encrucijada, estación-cruz de bendición de campos y estación-cruz de mayo.
Estación del Víacrucis de Fermoselle.
Calvario del Víacrucis de Muga de Sayago.
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El recorrido procesional de la villa, cabeza de partido de Sayago, sale del núcleo poblado y se adentra en el perímetro de cortinas
hasta la ermita de la Soledad, en cuyas inmediaciones se localiza una
cruz sencilla elevada sobre una pilastra lisa en el camino que conduce
al Calvario formado por triple orden de cruces; la cruz central con
mayor esbeltez y la última estación concluye en un humilladero sobre
cuatro columnas -del estilo de los conocidos de Rágama (Salamanca),
los Cuatro Postes de Ávila, el de Becerril de Campos (Palencia) o el
burgalés de Adrada de Haza-, entre otros, presidido por una sencilla
cruz desnuda de madera que posiblemente ha venido a sustituir a una
cruz de piedra.
Por su parte los viacrucis de Zafara y Muga, se encuentran muy
incompletos ya que presentan en el caso de Muga tres estaciones y un
desmochado Calvario, con cruces del tipo de brazos ochavados y dos
cruceros en el caso de Zafara, ya descritos anteriormente, los cuales
parecen hacer la triple función de estaciones de viacrucis, cruces de
Mayo y cruces que marcan la territorialidad y la existencia de dos barrios, hecho muy común en el urbanismo de esta parte del territorio
sayagués.
Sin duda alguna, los viacrucis con mayor personalidad de los
que tenemos constancia en la comarca de Sayago son los de Argañín,
Badilla y Cozcurrita, de los que desgraciadamente tan solo se conserva una estación en cada localidad 15. Por las escasas noticias que han
llegado hasta nosotros, el viacrucis discurría por todo el pueblo, desde
que partía de la iglesia adoptando un recorrido circular a lo largo de la
calle de la Cruz. Precisamente en esa plaza encontramos en la pared
de una casa con cortina adosada, a media altura, una lancha dispuesta
horizontalmente con un orificio central16 sobre la que se dispone una
15
En la vecina comarca de Aliste se conservan estaciones similares en Moldones,
Valer, Pobladura de Aliste, etc… (comunicación personal de José Lorenzo Fdez).
16
Una vecina de avanzada edad, nacida en Torregamones pero criada en Badilla, se
refería a este soporte como ―(…) una piedra con un agujero para espetar la cruz‖.
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cruz de madera de negrillo de mediano tamaño, muy toscamente tallada cuyos extremos rematan en una suerte de pezuelos apuntados, a
modo de bellotas. Las informaciones recabadas aseguran que hasta
hace unos años se conservaban todas las estaciones; aún se conservan
en algunas casas estas lanchas agujereadas actualmente aprovechadas
para colocar parras o plantas ornamentales.
Cruz de madera del Vía Crucis de Badilla.
Habitualmente los viacrucis presentan dos tipos de trazado17,
uno lineal de ida y vuelta y otro circular que viene a circunvalar el núcleo urbano. En ambos casos, el circuito sale de la iglesia en dirección
17
No tratamos los recorridos procesionales dentro de los templos. Al respecto pueden verse los libros clásicos de M. CASTELLANOS (1893): Historia y Liturgia del
Santo viacrucis. Librería Católica de Gregorio del Amo, Madrid o el de H. PERREYVE (1915): Méditations sur le chemin de la Croix. A. Tralin éditeur, Paris.
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a la ermita o humilladero, donde suele levantarse el Calvario, punto
intermedio en el camino de vuelta a la iglesia. Este recorrido someramente descrito muestra ciertas diferencias según nos encontremos ante
trazados circulares o lineales. Los primeros suelen desarrollarse en
orografías planas, aunque no siempre (Badilla es un buen ejemplo de
ello). Ubicados en un espacio de penillanura, como ocurre con buena
parte de los Vías Crucis sayagueses y del occidente salmantino, los
viacrucis circulares suelen presentar, a su vez tres variantes (CRUZ,
2016: 57-59):
Variante 1. Recorridos que discurren entre el límite del casco
urbano y el paisaje de cortinos que lo rodea. Esta variante se documenta en espacios de orografía plana, sin apenas relieves, en donde el
punto de partida (la iglesia) y el de llegada (la ermita o humilladero)
suelen estar dentro y en el entorno del núcleo habitado respectivamente.
Variante 1 de los recorridos de Víacrucis circulares.
- 300 -
Variante 2. Circuitos que parten del núcleo urbano y se adentran
en la zona de cortinos o espacios agrarios sin delimitar. En este caso la
ermita o humilladero suele estar a cierta distancia del núcleo urbano.
Variante 2 de los recorridos de Víacrucis circulares.
Variante 3. Recorridos circulares en los que aparecen ciertos accidentes orográficos tipo tesos o cerros. En este caso y dada la especial característica del terreno, la ermita se suele situar en la cima del
cabezo y el recorrido se realiza mediante un trayecto circular de ascenso/descenso, salvando en cierto modo dicho accidente geográfico.
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Variante 3 de los recorridos de Víacrucis circulares.
Los trazados lineales suelen aprovechar, por su parte, esta geografía cambiante para levantar la ermita o humilladero en cabezos o
altozanos, a imitación del Monte Calvario o mons sacrum bíblico,
aunque como ocurre en el caso del de Fermoselle el recorrido se dispone a la inversa, esto es, de arriba (iglesia de Nuestra Señora de la
Asunción) a abajo (ermita de la Soledad), al menos en lo topográfico.
Se trata de un recorrido flanqueado por cruces, en sus dos variantes
ascendente y descendente, que parte del núcleo urbano (in mundum) y
termina en el paisaje agrario o incluso natural (extra mundum), separación impuesta por determinadas órdenes religiosas en tiempos de la
Contrarreforma y que permitió el fortalecimiento de numerosos itinerarios de peregrinación y devoción ya en la Edad Media (CHRISTIAN,
1976).
Aunque parece que todos los autores están de acuerdo en que el establecimiento tal y como los conocemos de los viacrucis o Vía Dolorosas
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se lleva a cabo a inicios del siglo XV, a imitación de los Santos Lugares de Palestina (PATETTA, 2001), lo cierto es que estos recorridos devotos se comienzan a realizar a partir del siglo XIII tal y como ha expuesto en más de una ocasión Sánchez Herrero (1987: 33-36; 1993:
101). En Castilla se generalizará de la mano de la Orden de los franciscanos ya a finales del siglo XV. Esta misma Orden impulsó en estas
tierras la creación de las Cofradías de la Vera Cruz y de la Sangre de
Cristo o de las Cinco Llagas (LABARGA, 1999: 381-392), fundamentales para comprender la rápida difusión en la práctica totalidad de los
pueblos de Sayago, de humilladeros y ermitas con esas advocaciones
(JARAMILLO, 2009: 470-485), como se puede comprobar en la tabla
correspondiente (anexo III).
La mayor parte de las cofradías penitenciales de la Vera Cruz
sayaguesas tiene su origen en el siglo XVII, si bien en otros espacios
zamoranos hay constancia en fechas tan tempranas como 1482 (Benavente) o entre los años 1489 a 1497 en el caso de varios pueblos del
alfoz zamorano (SABE ANDREU, 2000: 219-240). Su principal impulsor fue el papa Paulo III, quien concedió en 1536 indulgencias y bulas
a las cofradías de las Vera Cruz, con obligación de confesar y asistir a
las procesiones de Semana Santa. A su vez, se proponía una labor penitencial como remedio para perdonar los pecados y promover el culto
y la devoción a las imágenes, según se había proclamado en el Concilio de Trento.
Estas cofradías venían a llenar parte del calendario litúrgico de
primavera junto con la de Santísimo Sacramento y la del Rosario, las
principales en tierras del occidente meseteño (CEA, 1987: 80). Las celebraciones de Semana comenzaban el Domingo de Ramos, momento
en que se colocaba en las puertas, ventanas y corredores ramos y cruces de laurel o de olivo, continuando el martes y miércoles santo con
el Oficio de Tinieblas o de los Grandes Tormentos, antesala del jueves
santo, jornada de ―Silencio Mayor‖. La noche del Jueves y Viernes
Santo es momento de elección de los cargos de la cofradía, como
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ocurre en la Sierra de Francia y además se celebra la procesión en la
que se realiza el viacrucis. El Sábado de Gloria, en la actualidad Domingo de Resurrección, viene a cerrar el ciclo de Semana Santa (ibidem, 83-88). Las cruz está presente en todos los actos de la Semana
Santa, tal y como pone de manifiesto de forma constante las reglas de
las cofradía de la Vera Cruz18; participan varias órdenes de cruces, alzadas o parroquiales, las que portan los hermanos cofrades y del viacrucis, en un orden establecido en las respectivas ordenanzas de cada
cofradía; además las últimas son protagonistas del rezo de las estaciones del viacrucis, práctica que ha permanecido hasta nuestros días. Es
curioso advertir cómo los libros de fábrica y las ordenanzas de las distintas cofradías de la Pasión, van a mostrar a lo largo del tiempo un relativo silencio sobre sus constructores y sobre ciertas prácticas rituales
en torno a las mismas, no tanto las propias de lo que Rodríguez Pascual denomina como religiosidad ilustrada, sino más las ―adherencias
profanas‖ que se han conservado alrededor de la Semana Santa rural
zamorana (RODRÍGUEZ PASCUAL, 1987: 95-96).
2.- UN THOPOS DEL OCCIDENTE ZAMORANO: CRUCES DE
PIEDRA EN EL ENTORNO URBANO Y EN EL CAMPO
Enlazaría esta última idea con el hecho de que la mayor parte de
las cruces que encontramos en el campo sayagués, las que se encuentran en la orla urbana ocupada por cortinos o en el mismo campo
abierto, fueron labradas por canteros locales y levantadas bien como
marcadores de caminos, como cruces ―de dirección‖ y encrucijada o
cruces votivas y protectoras. Los cruceros de dirección se suelen erigir
18
Al respecto es interesante consultar las ordenanzas de la Cofradía de la Vera Cruz
de los Penitentes salmantinos del año 1506, una de las de mayor antigüedad de las
cofradías castellanas (MORALES IZQUIERDO, 2007: 225) o la de la ciudad de Zamora
de 1545 (JARAMILLO, 1987: 229-230).
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en espacios liminales, en zonas de transición entre el núcleo habitado
propiamente y el entorno de cortinos que lo rodea. Se erigen en las
marcas (marches) que tradicionalmente se sitúan en los confines de un
territorio, afianzando y señalando sus fronteras. Se trata de puntos que
consolidan ―lugares intermedios‖, que suelen deslindar las fronteras
de las poblaciones e identifican las diferentes zonas, según lo entiende
Francesco Careri, de que consta un territorio (CARERI, 2002: 16).
Tal y como apuntan algunos autores: ―Estos crucifijos respondían a una clara funcionalidad religiosa, estando enclavados en el
inicio de los caminos que partían desde una determinada población y
trascurría hacia otras localidades (…). Los viajeros buscaban la intercesión divina orando ante estas tallas cruciformes, suplicando el
feliz desenlace del itinerario que comenzaba o también al regreso del
viaje agradeciendo su feliz conclusión‖ (MARTÍNEZ, MARTÍNEZ Y SALA, 2005: 57).
La necesidad de contar con unos hitos en el paisaje, con el fin de
ordenarlo y jerarquizarlo, llevó a los concejos a alzar junto a los caminos estas marcas que identificaban lugares específicos y por otro lado,
santificaban unos espacios devocionales en los que se desarrollaban
no pocos rituales19. Las cruces de dirección, al igual que ocurre con
los peirones turolenses, servían de indicación de un camino, de tal
manera que el caminante que se acercase al crucero sabía dónde se encontraba con exactitud. Junto a esta finalidad orientativa, estas cruces
suponían una marca que indicaba los límites de la villa y el ámbito
que separaba el espacio social y religioso del espacio natural (UTRILLAS VALERO, 2002: 14-15). No extraña, por tanto, que estos hitos en
el paisaje se representaran con cierta frecuencia en planos cartográficos
19
Algunos santuarios célebres contaban con caminos sagrados flanqueados por cruces. En este sentido, el conocido tema iconográfico de la Virgen de Montserrat
muestra las ermitas y las cruces de término que jalonaban el sendero que los peregrinos debían de andar hasta alcanzar la montaña sagrada, según se representa en un
lienzo conservado en la iglesia de Alfajarín de Zaragoza (TRENS, 1946: 534-535).
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y mapas de vistas. El plano de Avignon del Civitatis Orbis Terrarum,
obra de Franz Hogenberg, muestra dos de estas cruces de dirección,
situadas a extramuros, marcando otros tantos caminos que salen de la
ciudad. En este mismo sentido, encontramos un mapa de Villabañez
(Valladolid) fechado en 1579 y custodiado en el Archivo de la Real
Chancillería de Valladolid, en el que se representan otro par de cruces
erigidas al pie de otros tantos caminos que salen de la población, una
de ellas marcando una encrucijada.
Vista parcial de la ciudad francesa de Avignon, según el Civitates Orbis Terrarum
en la que se representan dos cruceros de dirección en las salidas de otros tantos
caminos.
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Plano de Villabañez (Valladolid), en 1579 en el que se dibujan
un par de cruceros de dirección (Archivo General de Simancas).
En Sayago conforman un thopos sagrado, donde además buena
parte de los cruceros cuentan con nombre propio (anexo IV). La variedad formal de los cruceros que se encuentran en el entorno urbano y
en el campo de Sayago, al menos los de la parte occidental de la comarca, es amplia teniendo en cuenta la diversidad de canteros que intervinieron en su labra y los motivos que llevaron a los sayagueses a
erigirlas en puntos muy específicos del paisaje. A grandes rasgos podemos agrupar las cruces campestres en cuatro tipos básicos que se
despliegan, a su vez, una serie de variantes:
Tipo 1. Cruces latinas simples que engloba el conjunto de elementos más numeroso de Sayago. Dentro del mismo grupo cabe aquellas cruces obtenidas a partir de una lancha de granito sin apenas labra de
otras, más elaboradas, habitualmente dotadas de basamento y pedestal, de
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brazos de sección ochavada que muestran una mayor pericia en su hechura, tal vez obra de maestros canteros locales.
Cruz de la Sienrra de Badilla.
Cruz de la Ribera Abajo (Badilla).
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Tipo 2. Cruces latinas sobre columna de fuste liso. Un segundo
conjunto lo forman aquellos cruceros similares a los que hemos catalogado como de silueta de cruz parroquial. Son cruces sencillas, de sección
cuadrada, elevadas sobre altos pilares de perfil circular, rematados o
no, con una pieza cilíndrica a modo de capitel (cruz de la Figalina de
Fornillos de Fermoselle).
Cruz de la Figalina de Fornillos de Fermoselle.
Tipo 3. Crucero en bajorrelieve, prototipo representado por una
cruz de Zafara. Realmente es una variante del primer tipo, con un estadio más elaborado (la labra es mejor, sin duda alguna) que el de las
cruces planas obtenidas de lanchas graníticas.
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Crucero en bajorrelieve de Zafara.
Tipo 4. Cruces mixtas. Representada por la cruz que se encuentra en el camino de la ermita de San Miguel en Pinilla de Fermoselle,
formada por un fuste liso y una cruz cementerial de hierro reaprovechada. En realidad se trata de una variante del segundo conjunto de
cruces.
Cruz de la Bortonosa de Pinilla de Fermoselle.
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La morfología de los cruceros campestres y peri-urbanos de Sayago permiten suponer la intervención de mano de obra escasamente
especializada en su labra, al menos para la mayor parte de las mismas,
lo que nos lleva a considerar la posibilidad de que buena parte de las
cruces que encontramos en la comarca actuaron a modo de hitos direccionales, de mojones, eso sí bajo la hechura cruciforme que ciertas
prácticas periódicas en torno a ellas, como el enramado en el mes de
mayo, llevaron a elevarlas a elementos sagrados del paisaje. Pero a la
vez son hitos referenciales, lo son votivos y marcadores de edificios
religiosos desaparecidos, como vamos a ver a continuación. No obstante, antes debemos adentrarnos en una cuestión un tanto compleja
por cuanto se trata de obras ―sin autor‖ como es el de su cronología.
Determinar en qué momento se erigieron estas cruces resulta en la
mayor parte de los casos sumamente complejo incluso en el caso de
aquellas cruces que, por meras cuestiones formales, se pueden equiparar con los cruceros urbanos.
Este factor puede otorgar un abanico cronológico laxo, que
abarcaría finales del siglo XVII o principios del XVIII hasta el siglo
XX. Quizá habría que decir que las cruces de sección ochavadas son
las más antiguas y las más modernas las menos elaboradas, asentado
en el mero hecho de que la labra de las últimas presenta escasa pátina,
siendo por tanto más recientes. Pero ni siquiera este aspecto resulta
convincente para una obra de marcado carácter popular, sin fecha ni
nombre del donante, en el que la mano de la iglesia debió de intervenir
en escasas ocasiones únicamente las que se relacionan con las Visitas
Pastorales.
Ocurre lo mismos incluso con estas cruces mandadas erigir por
los obispos en dichas Pastorales con motivo de la desaparición o escaso decoro de un templo, muy frecuentes a lo largo de los siglos XVII y
XVIII, tal y como expone Colino en numerosos documentos de archivo relativos a templos de nuestro ámbito de estudio (COLINO, 2001), la
visita del obispo don Manuel Cid y Monroy a las comarcas vecinas de
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Alba y Aliste de 1791 (GÓMEZ RÍOS, 2001) o las Constituciones Sinodales de las Vicarías de estas dos comarcas de 1612 en las que se expresaba, respecto a las ermitas que mostraban ruina que se derribasen
dejando las ―… las paredes y tapias altas, q. personas ni ganado no
puedan entrar dentro, y fe ponga en medio una cruz en señal de que
allí huvo ermita…‖ (FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, 1999:11), práctica que
emana de las pragmáticas estipuladas durante el Concilio de Trento20
(LÓPEZ DE AYALA, 1785: 280-281).
Es interesante saber de la ubicación de estas cruces para comprender su origen y función, como ya hemos adelantado anteriormente. En primer lugar, las cruces que se levantan en el perímetro que rodea los núcleos habitados suelen disponerse en los caminos de salida
en cada dirección21, marcando de forma nítida los cuatro puntos cardinales, hecho que podemos detectar en buena parte de las poblaciones
del occidente sayagués22. No es infrecuente, por lo tanto, que estas
cruces de dirección, auténtico topos del sector occidental de la provincia de Zamora, sean conocidas por su nombre -cruz del camino de…,
cruz de…- y sean visitadas cuando se enraman, al igual que sucede
con los cruceros atriales o los de bendición de los campos, habitualmente en el mes de mayo 23. Suelen coincidir además con encrucijadas
de caminos y se levantan en puntos específicos del paisaje, por lo común al pie de cortinos, en lugares elevados y bien visibles. Buena parte de ellas tienen además la triple función de indicador de caminos,
20
Capítulo III: Trasladen los Obispos los beneficios de las Iglesias que no se pueden
reedificar; procuren las otras; y que se deba observar en esto.
21
Al respecto, muchos de los pueblos de la Sierra de Gredos estaban delimitados por
cruces en sus extremos. Estas señales marcaban amplias áreas de protección; más
allá de este ámbito de las cruces se encontraban los peligros exteriores (KAVANAGH,
1986: 43).
22
El caso de Roelos evidencia esta práctica, confirmada además por la información
oral.
23
Para una completa revisión de las cruces de mayo en la Edad Moderna recomendamos la consulta del trabajo de M. García Fernández (2004: 21-56).
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cruces de bendición de campos/ celebración de rogativas y cruces
conmemorativas que marcan la existencia de templos desaparecidos24.
Crucero de dirección a la salida de la población
de Fariza de Sayago.
24
Como ocurre con la cruz de Argañín o con la del Humilladero de Roelos, templos
desaparecidos, en ambos casos, hacia finales del siglo XVII (COLINO, 2001).
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Cruz de la Ericas, en un cruce de caminos en Villamor de Cadozos.
En cierto modo, esta particular familia de cruces cabe ser emparentada con las alminhas del otro lado de la frontera25. La función
25
La literatura sobre las alminhas portugueses es extensa y desde que se publicara el
clásico trabajo de F. BABO titulado Alminhas. Padrões de Portugal cristão, encontramos una veintena de trabajos sobre este particular elemento simbólico del paisaje.
Destacamos de entre ellos, el de M. C. CHIEIRA PREGO (1997): Roteiro das alminhas
do Concelho de Sever de Vouga. Cámara Municipal de Sever de Vouga; el de
AFONSO RODRIGUES, J. A. (2003): Marcos de santidade nos caminos do Rochoso. O
silêncio dos costumes, Guarda analiza, por su parte, las alminhas desde una óptica
antropológica. También son interesantes el trabajo de BROCHADO DE ALMEIDA, C.;
SOUSA GONÇALVES, M. C. Y RAMOS B. DE ALMEIDA, J. (2013): Fé e Religiosidade
Popular en Ponte de Lima. Cruzeiros, Vías-Sacras, Nichos e Alminhas. Municipio
de Ponte da Lima; el de F. ABREU Y R. MIRANDA (2001): Alminhas do Concelho de
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principal de las alminhas portuguesas es la conmemorativa, al erigirse
en monumentos que apelaban a la realización de una oración, un responso, para la salvación de los fieles; en determinados casos sirven de
señal de una muerte y como los cruceros sayagueses, se localizan al
pie de los caminos, en zonas de paso y encrucijadas, siguiendo similares patrones de situación geográfica.
Aunque las cruces en campo abierto ofrecen igualmente un amplio abanico de localizaciones, las sayaguesas suelen asentar el lugar
donde se levantaron viejos templos desaparecidos (en el caso de la
cruz de San Roque de Almeida de Sayago), indicar dirección en los
caminos a determinadas ermitas, sobre todo las de culto comarcal
(Nuestra Señora de Gracia; Nuestra Señora de Fernandiel, ermita de
San Miguel…), conmemorar la muerte de algún vecino (cruz de la Ribera Abajo en Badilla; cruz de San Lorenzo en Fermoselle). Otras
simplemente se sitúan al pie de las rutas tradicionales de la comarca,
por lo común en encrucijadas. De la multitud de ejemplos que podemos exponer, destacamos por su personalidad las cruces de La Salve
de Fermoselle, la de Urdinera de Salce y la de La Erica en Villamor
de Cadozos, camineras todas ellas, por cuanto aparte de la cruz enhiesta propiamente dicha, dan cuenta de una práctica bien documentada en otras regiones vecinas relativas al rezo de responsos al paso de
la cruz, evidencia palpable que encontramos en la disposición amontonada de piedras en su asiento (cruz de la Salve), al modo de los denominados Cantos de los Responsos abulenses y salmantinos, la inclusión de ciertos lemas piqueteados en la misma cruz (el SALBE MARIA en la cruz de Urdinera) o el grabado de varias cruces en el palo
vertical del crucero (cruz de las Ericas).
quien además se encuentra en la actualidad realizando el catálogo de las alminhas
del Concelho de Sabugal (com. personal).
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Cruz del Arrabal de Roelos, a la vera de un viejo camino.
Cruz de dirección de La Cernecina, al pie del viejo camino a Zamora y crucero
de Sogo, actualmente al pie del humilladero de Sogo.
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Crucero de dirección de Gáname, al pie de la carretera.
Cruz del Humilladero de Roelos. Antiguamente en este lugar había un amilladoiro
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Crucero en el camino de Muga de Sayago a la ermita de Fernandiel.
Se trata, en todo caso, de una serie de prácticas rituales que aparecen descritas desde hace bastante tiempo. Ya en su día Luis de Hoyos Sainz, en su estudio sobre el folklore español en torno a los difuntos, nos ofrec sustanciosas noticias acerca de la costumbre de los caminantes de arrojar una piedra al pie de las cruces situadas a la vera de
los caminos y detenerse a rezar una oración, un responso por las ánimas y después hacía la señal de la cruz o directamente trazaba una
cruz en alguna piedra de la zona (HOYOS SÁINZ, 1944: 43)26. Para este
26
Es interesante destacar la importancia de este tipo de prácticas asociadas a la presencia de cruces. La denominada Cruz del Reto¸ alzada en el límite de término de
Cantiveros y Fontiveros (Ávila), conmemora el reto que Blasco Jimeno hizo en 1116
al rey Alfonso el Batallador después de que éste ordenase hervir a unos rehenes abulenses. Esta cruz, erigida en 1517, obra del cantero Hernando de la Corva, es del tipo
de cruz-estandarte y presenta la siguiente leyenda: ―Aquí retó Blasco Ximeno hijo de
Fortun/Blasco [al rey] Alonso el primero/ de Aragón [quien] contra su palabra/ y
juramento hirvió en aceite sesenta/ caballeros avileses que la ciudad le dio/ en
rehenes ofendido de que no le entre/ go al rey don Alonso el setio que te nia/ en
guarda y acometido del exer/ cito real murió como gran caballero/ vendiendo mui
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autor, este era además el origen de algunos humilladeros o capillitas
de santos que se encuentran dispersas por los caminos. Tal era el poder de esta tradición que incluso en el País Vasco se conducían los cadáveres por ciertos caminos ―especiales‖ en los que se rezaban responsos en las encrucijadas ya que se consideraban lugares conflictivos
a causa de la aparición de las almas errantes a los caminantes (MADARIAGA, 1995: 317). La importancia que tenía una buena señalización
en el viaje, por motivo de peregrinación o por el desarrollo de determinadas actividades comerciales como la arriería o la trashumancia27,
también llevó a erigir cruces en el entorno de las encrucijadas y bifurcaciones de caminos28.
El magnífico trabajo de Taboada Chivite sobre las encrucijadas
en el folklore gallego, puso de manifiesto en su día el interés de estas
en las creencias populares y su sacralización por medio de cruces, en
un afán constante por cristianizar viejas supersticiones paganas. En
torno a las encrucijadas se desarrolló un interesante conjunto de prácticas
que Taboada agrupa en tres grandes familias dentro de las cuales, a su vez,
encontramos un buen número de prácticas y creencias, especialmente las
cara su vida desando/ a los venideros memoria de su valor/ año 1116. Quien dixere
un avemaría/ por su anima gana cuarenta días de perdón‖ (LUIS LÓPEZ, 2006: 506).
27
En este sentido, la Cañada de la Plata aparece hitada a lo largo de sus más de 500
km de recorrido de norte a sur en el oeste de la Península Ibérica por multitud de
cruces. Las que se levantan en las provincias de León, Zamora y Salamanca han sido
estudiadas en fecha reciente (CRUZ Y ESCRIBANO, 2013: 69-71).
28
Desde la Antigüedad las encrucijadas eran lugares considerados mágicos estando
tutelados por los lares compitales contado incluso con sacerdotes propios –
Compitales Augustales-, lugares en los que se erigían estatuas que se coronaban con
flores dos veces al año; hasta tal punto arraigaron ciertas creencias y prácticas relacionadas con las encrucijadas, como la de encender velas o amontonar piedras en sus
inmediaciones, que San Martín Dumiense en el siglo VI d. C. las llegó a prohibir por
recordar prácticas alejadas del cristianismo (“Nam ad petras et ad arbores et ad fontes et per trivia cereolos incidere, quid est aliud nisi cultura diaboli?‖ (Pues encender velas junto a las piedras, a los árboles, a las fuentes y en las encrucijadas ¿qué
otra cosa es sino culto al diablo? (MARTÍN DE BRAGA, 1981: 42-43), aunque sin mucho éxito por su parte.
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funerarias, sobre las que incidieron en su día investigadores como
Luis de Hoyos Sáinz (1944: 30-53) y sobre las que tiempo después
han vuelto otros autores donde definen el concepto de caminos especiales, lugares conflictivos donde se solían aparecer las almas errantes
(MADARIAGA, 1995: 317). La tabla que sigue a continuación, recoge
algunas prácticas relacionadas con las encrucijadas (CRUZ SÁNCHEZ,
2016):
Finalidad
Algunas prácticas y creencias relacionadas
· Eran lugar de enterramiento de los niños no bautizados.
· Espacios donde acude la Santa Compaña.
FUNERARIA
· Premonición de muertes: para evitarlo, se trazaba una cruz dentro de
un círculo en el crucero.
· Para salvarse de la muerte había que aferrase al crucero.
· Detención de los entierros en las encrucijadas, colocando el féretro en
el banquillo o posadouro para que se rezase un responso por el alma del
difunto.
· Las encrucijadas eran lugares propicios para aquelarres y uniones sexuales con el Demonio.
DEMONIACA
MÁGICOBRUJERIL
· Son lugares donde se encuentran las almas ruines que acechan al caminante para obrar maldades. Para protegerse de ellas se rezaba delante
del crucero una oración29.
· Para evitar abortos es necesario el bautismo prenatal, que solía hacerse
en un puente o en una encrucijada.
· Son lugares propicios para curar enfermedades a base con ensalmos o
practicando ciertos rituales.
· Coger tierra del entorno de las encrucijadas era cosa de brujería, tal y
como aparece ya en La Celestina.
29
―Adorote, Cruz bendita que estás en campo sereno/ en una semejante a ti murió
Cristo Nazareno‖.
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Encontramos en otros espacios de Sayago estos particulares cantos de las Ánimas: en Almeida de Sayago, en el camino a la ermita de
Nuestra Señora de Gracia, se encuentra la denominada encina de las
Ánimas, donde el caminante, tras rezar un Padrenuestro por las Ánimas, depositaba una limosna en una caja (PANERO, 2000: 134-135).
En Carbellino, por su parte, se localiza la Peña de las Ánimas, en el
camino de esta localidad a Arroyo. La tradición obligaba a tirar una
piedra y rezar un Padrenuestro para evitar tener problemas con las
ánimas en el transcurso del viaje (ibidem, 135). Este ritual nos remite,
en todo caso, al de la presencia de amilladoiros, tan populares en tierras gallegas, uno de cuyos ejemplos más conocido es la Cruz de Ferro de la localidad leonesa de Foncebadón, protectora para el peregrino, conocidos en otras regiones castellano-leonesas como cantos de
los responsos, ya mencionados, carneiros en Galicia o fieis de Deus
(ALMAGRO GORBEA, 2006: 14) o pedras do namorados o de casamento (ALMAGRO Y TORRES, 2015: 7-22), en tierras portuguesas.
Cruz de la Salve, al pie del camino a Bermillo de Sayago. Coincidencia
de crucero de dirección y amilladoiro.
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Canto de los responsos de La Redonda (Salamanca).
Amilladoiro en el camino a la ermita de Majadas Viejas, en La Alberca
(Salamanca).
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Estos amilladoiros, muchas veces camino de santuarios principales (Nuestra Señora de Gracia en Sayago; Nª Sª de Majadas Viejas
en La Alberca o camino de San Andrés de Teixido en A Coruña), siguen una vieja tradición pagana, al decir de Taboada (TABOADA CHIVITE, 1975: 101-112), que asociaba los cantos con las almas de los difuntos (ALMAGRO, 2006: 14).
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